LA CUENCA DE PAMPLONA

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Situación Navarra limita al norte con Francia, a lo largo de 163 kilómetros. Al sur, linda con La Rioja y Zaragoza; al este, con Huesca y Zaragoza, y al oeste, con Gipuzkoa y Araba/Álava. Navarra ocupa un territorio de 10.421 km2 y está formada por cuatro zonas: los Pirineos, la Cuenca de Pamplona, la Zona Media y la Ribera. La población supera los 620.000 habitantes, de los que prácticamente la mitad viven en la capital, Pamplona, y en los grandes municipios de su entorno. Otras ciudades son Tudela, segunda localidad de Navarra y capital de la Ribera, y Estella-Lizarra, Sangüesa y Tafalla, en la Zona Media.


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Los Pirineos: bosques, montañas y valles Al Norte de Navarra se elevan los Pirineos, una zona montañosa transitada desde hace siglos por guerreros, pastores, peregrinos, reyes, héroes y contrabandistas. Los Pirineos forman un paisaje de altas cumbres y hondos valles, bosques umbríos y luminosos prados alpinos, desfiladeros y cañadas. La cadena pirenaica declina suavemente de este a oeste. Desde la muga de Aragón hasta la cornisa

cantábrica, el clima continental se vuelve atlántico y el paisaje se transforma. De los imponentes escarpes del macizo de Larra y las grandes extensiones de hayedo-abetal de la selva de Irati, pasando por la Colegiata de Orreaga/Roncesvalles, el paisaje se va dulcificando a medida que se acerca al valle de Baztan-Bidasoa y a las imponentes mesetas de Aralar, Urbasa y Andía.

Pirineos.

La Cuenca de Pamplona: historia, tranquilidad… y fiesta Pamplona es el centro político, administrativo, económico y cultural de Navarra. Marcada por los Sanfermines y el Camino de Santiago, la antigua ciudad amurallada se extiende hoy sobre la cuenca del río Arga y forma con los municipios colindantes un continuo urbano que alberga a un cuarto de millón de habitantes.

Pamplona, Ciudadela y Baluarte.

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Además del atractivo del centro histórico, el viajero encuentra en Pamplona una ciudad dinámica, muy variada urbanísticamente, de arquitectura moderna en su mayor parte y restaurada en los viejos burgos, con un comercio diverso y activo, amplias zonas verdes y numerosos lugares de encuentro.


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La Zona Media: pueblos, castillos y monasterios La Zona Media es historia. Reyes, abades, fortalezas, castillos, palacios: aquí se deslizan los siglos entre el viento, las nubes, suaves colinas, campos de viñas y cereal, y la tierra. La Zona Media cuenta con varias comarcas diferenciadas, atravesadas de este a oeste por el Camino de Santiago: la Comarca de Sangüesa o Baja Montaña, la parte central de Olite y la Valdorba, y Tierra Estella.

En la Zona Media existen numerosas localidades que, gracias a su enorme importancia durante la historia del viejo Reyno de Navarra, han dejado la huella de su origen medieval: villas, pueblos y lugares levantados con carácter defensivo, que conservan fortificaciones, robustas iglesias románicas y góticas, palacios y casas blasonadas.

Artajona.

La Ribera: paisajes y huertas del Ebro La Ribera es alegre, abierta, un territorio de llanuras con una tradición hortícola que viene de los árabes, con sotos como los del Ebro, poblados de álamos, sauces y chopos. Los productos de la huerta conforman la base de una gastronomía única en el mundo. La región también acoge uno de los espacios más interesantes de la geografía peninsular: el parque natural del desierto de las Bardenas Reales, declarado por la UNESCO Reserva Natural de la

Biosfera en el año 2000, que cuenta con una extensión de más de 41.500 hectáreas. La capital de la Ribera, Tudela, recuerda su fundación árabe en el siglo IX y la comunidad judía de poetas, filósofos y viajeros, con su hermosa catedral de los siglos XII a XVIII erigida sobre una antigua mezquita. En localidades riberas como Corella se encuentran joyas de la arquitectura barroca y renacentista.

Bardenas Reales.

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Nuestra Señora de Eunate

La Cuenca de Pamplona Dónde se encuentra Pamplona/Iruña —que de ambas formas puede denominarse— es la capital de Navarra. Se alza más o menos en el centro geográfico de la Comunidad Foral, sobre una plataforma que se eleva sobre el río Arga y en medio de una zona plana enmarcada por montañas. Es, precisamente, lo que se conoce como la Cuenca de Pamplona.

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Cómo llegar

I Pamplona es centro de comunicaciones de Navarra y está unida con Donostia/ San Sebastián (al N.) y Vitoria/Gasteiz (al O.) a través de sendas autovías y con Tudela (al S.) mediante la N-121 y la autopista A-15, que enlazan Navarra con Zaragoza. Además, una estupenda red de carreteras la comunican con Francia a través de Irún (por los túneles del antes difícil puerto de Belate), y por los pasos de Dantxarinea, en el Baztan, Eugi y Luzaide/Valcarlos. Al E., la A-21 y la N-240 la une a Jaca y Huesca y, al O., la A-12, la Autovía del Camino lo hace con I Finalmente, Pamplona se encuentra en la línea de ferrocarril Madrid-Irún, está conectada por autobús con las principales capitales españolas y tiene un aeropuerto —Noáin—. Logroño a través de Estella-Lizarra.

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después la retaguardia de su ejército fue destrozada en el desfiladero de Roncesvalles, según los juglares galos por los árabes y según el cronista Eguinardo y los historiadores navarros por los vascones, en venganza por la destrucción de su ciudad.

Pamplona/Iruña

En aquella época nace el nuevo reino de Pamplona bajo las dinastías cristiana Iñiga y la musulmana Banu Qasi. La época dorada del Reino de Pamplona surgió con Sancho III el Mayor, de la dinastía Ximena, conocido en las crónicas árabes como "el señor de los vascos" quien reunió bajo su corona todos los reinos hispanos y que ejercía gran influencia sobre los reinos de Castilla, León y Aquitania. No obstante, Pamplona apenas había rebasado el perímetro de la ciudad romana.

Mosaico romano

Historia de la ciudad Allá por el año 75 a. de C. el general romano Pompeyo, en guerra con Sertorio, estableció un campamento militar estratégico en un poblado vascón llamado Iruña o Uruna. Fue el germen de la ciudad romana que tomaría su nombre, Pompaelo. A partir de entonces, la pequeña ciudad romana siguió la suerte del Imperio hasta su conquista por los godos, quienes establecieron un obispado y gobernaron la ciudad, por medio de los obispos, hasta la invasión árabe. Tras la capitulación de la ciudad en el 716, las cosas siguen igual hasta el 778, año en el que Carlomagno, de vuelta de Zaragoza sin haberla podido conquistar a los musulmanes, destruye las murallas de Pamplona. Poco

Arqueta de Leire. Pieza de marfil hispano-arabe (1004)

Vidriera representando a Sancho VII el Fuerte

La ciudad medieval El reino de Pamplona pasa a denominarse reino de Navarra en el reinado de Sancho VI el Sabio en el siglo XII. La expansión de la ciudad comienza con el auge de las peregrinaciones a Santiago y el nombramiento de un monje de Santa Fe de Conques, Pedro de Roda, como obispo de Pamplona (1083-1110). Éste colocó a gentes francas en los puestos de responsabilidad, adoptó la re-

Busto de Pompaelo

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Iglesia de San Lorenzo

Casco antiguo de Pamplona. En primer témino las torres de San Cernin y, al fondo, la Catedral

gla de San Agustín para la comunidad de canónigos, a la que transfirió todos los derechos sobre la ciudad, y comenzó la catedral románica en 1097. Pero, sobre todo, concedió fueros y privilegios a quienes habían venido con él a Iruña. Así nació el burgo de San Cernin, poblado por comerciantes y artesanos francos, con la estructura actual de

dos trapecios irregulares separados por una gran calle recta, la Rúa de los Cambios, hoy calle Mayor. Al sureste, frente a la Navarrería, alzaron la iglesia de San Saturnino o San Cernin y, al otro extremo, junto al Portal de San Llorente, la iglesia de San Lorenzo. Con los francos llegaron otros extranjeros, que se instalaron fuera de la Navarrería, al oriente del burgo de San Cernin. Inicialmente era el Burgo Nuevo, pero luego adopta el nombre de Población de San Nicolás. Llegaba hasta el actual paseo de Sarasate y hasta la plaza del Castillo. Las diferencias de origen, jurisdicción, fueros y privilegios, etc. propiciaron una fuerte rivalidad entre los burgos, que se amurallan fuertemente y se enzarzan en riñas, pleitos e incluso guerras entre ellos.

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El Privilegio de la Unión o la unificación de los burgos En 1319, el obispo Arnalt de Barbazán (1313-1355) cedió el señorío de la ciudad a Felipe II el Luengo, a la sazón rey de Francia y de Navarra. Precisamente durante su obispado se construyeron distintas dependencias catedralicias, como el claustro, la capilla de su nombre, el refectorio... en estilo gótico. La catedral seguía siendo románica, pero en 1390 el hundimiento de parte de su techumbre obligó al Cabildo a instar a su rey, Carlos III el Noble, la construcción de una nueva. El 27 de mayo de 1394 se colocó la primera piedra de la nueva catedral por Lancelot, hijo natural de Carlos III.


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Agramonteses y beaumonteses Aunque desde 1319 el señorío de la ciudad correspondía a la jurisdicción real, Pamplona caminaba con roces, litigios y desavenencias propias de tres villas independientes y amuralladas —la ciudad de la Navarrería, el burgo de San Cernin y la población de San Nicolás—, pero lindantes unas con otras. Hasta que en 1423, a raíz del agravio recibido el año anterior por el rey en la presentación a la ciudad de su nieto y heredero el Príncipe de Viana, el rey Carlos III decidió unificar las tres jurisdicciones en una sola. Es el llamado Privilegio de la Unión, por el que se eliminaron las murallas internas y las tres jurisdicciones se unieron “en una sola universidad, un concejo y una comunidad indivisible”. La unidad urbanística iría llegando poco a poco. Primero fue el recinto amurallado, que se unió en aquellos puntos en que estaba separado, y luego se acometió la construcción de un edificio para el gobierno de la ciudad. El actual edificio del Ayuntamiento es el sucesor de la Jurería levantada en el foso, en el punto estratégico donde confluían las tres villas.

Carlos III el Noble expidió por primera vez el título de Príncipe de Viana a su nieto Carlos. Sin embargo Carlos, Príncipe de Viana hijo de Blanca de Navarra y Juan II de Aragón no pudo coronarse Rey de Navarra tras la muerte de su madre, como por ley correspondía, ya que Juan II lo impidió, incluso llegó a encarcelar a Carlos en la localidad de Poblet (Barcelona) donde murió en 1461. Con esta pelea por el Reino de Navarra comenzó una guerra civil entre dos principales linajes navarros: agramonteses y beaumonteses. Los agramonteses apoyaron a Juan II, y los beaumonteses, apoyaron a Carlos Príncipe de Viana. Durante ese período Juan II fue el rey efectivo de Navarra hasta su muerte en 1479. Fernando, conocido como el Católico o el Farsario, rey de Aragón e hijo de Juan II de Aragón, casado en segundas nupcias con Juana Enríquez se casa con Isabel II Reina de Castilla. Fernando el Católico se alía con la corona inglesa y se enemista con la francesa. Los Reyes navarros siguen los pasos a los franceses y Fernando, bajo la excusa de una bula papal en 1512, envía a sus tropas dirigidas por el Duque de Alba a conquistar Navarra.

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Pamplona se fortifica

Murallas de Pamplona Después de la conquista, el hundimiento de la estructura medieval, supuso el afianzamiento de Pamplona como capital del reino y sede de sus principales instituciones: Cancillería, Real Consejo, Cortes y Diputación. Se levantó un nuevo castillo, se construyeron los baluartes del Redín y del Labrit y los portales de Francia y de la Rochapea y, en 1571, se comenzó la construcción de la Ciudadela, mientras se unificaban y renovaban las murallas. En el siglo XVIII se renueva la ciudad en el aspecto urbanístico: red de alcantarillado, cloacas, traída de aguas, fuentes y alumbrado público, cementerio, nuevas casas de vecindario, palacios barrocos, etc. A finales de siglo se tiró la fachada románica de la catedral y se levantó una nueva en estilo neoclásico, según diseño de Ventura Rodríguez. Cañón del siglo XIX, en la Ciudadela


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Universidad Pública de Navarra

Hacia la Pamplona moderna Archivo Real

Catedral El XIX fue un siglo de guerras —Independencia, Realista y Carlistas— pero la ciudad siguió evolucionando: en 1840 se levantó el Teatro Principal, que en 1903 pasaría a llamarse Teatro Gayarre, y, entre 1843 y 1847, el palacio de la Diputación Foral. En 1860 llegó a Pamplona el ferrocarril.

Con la creación del “Primer Ensanche” en los glacis de la Ciudadela, en 1888, nace la Pamplona moderna, que se desarrollará en el siglo XX al romper el corsé amurallado, con la demolición de los portales y murallas de San Nicolás y Taconera y la apertura del espacio ciudadano mediante la creación del “Segundo Ensanche”, aprobado en 1915. Se trataba de una nueva ciudad de 890.000 m2 y 96 manzanas ordenadas en cuadrículas y articuladas en torno a los dos ejes formados por la carretera a Francia —actual avenida de la Baja Navarra— y por la nueva avenida de Carlos III. Comenzado a finales de 1920, este Ensanche se terminó, tras el parón de la guerra civil, con la inauguración en 1950 del monumento a los Caídos, que cierra por el sureste la avenida de Carlos III.

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Avenida Carlos III Poco a poco, la ciudad se fue expandiendo —sin mucho orden— por nuevos barrios, como el de la Chantrea, u otros antiguos de dedicación semiagrícola, como la Milagrosa, San Pedro, la Rochapea y San Jorge. También fue absorbido por Pamplona, en 1953, Echavacoiz, otro barrio obrero levantado en terrenos de la Cendea de Cizur. En el siglo XIX, Pamplona y Navarra en general sufren muchos acontecimientos, como la ocupación france-


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El Caballo Blanco

Capilla de San Fermín

La Rioja y Aragón desaparecen y se ubican en los Pirineos. Ayuntamiento

La Milagrosa sa por parte de las tropas de Napoleón, y poco más tarde, por derechos dinásticos, surgen las llamadas guerras carlistas entre los que defendían como rey a Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, rey del momento, y los liberales defensores del reinado de Isabel de Borbón, hija de este último. Los primeros defendían los fueros y los segundos eran partidarios de su supresión. En 1841, con la victoria de los liberales, Navarra pasa de ser reino a provincia, y las fronteras que se encontraban en

Entretanto, las previsiones de crecimiento continuado exigen la creación de suelo urbano inmediato. Así nace el “Tercer Ensanche”, los barrios de San Juan e Iturrama, que después se continuarían en los de Ermitagaña y Mendebaldea, y el de Azpilagaña, entre Iturrama y la Milagrosa. Más tarde se incorporarían Mendillorri y Buztintxuri. Ahora Pamplona cuenta con más de 200.000 habitantes. Por el sur, en torno al valle del Sadar, se ha creado un cinturón de servicios: Universidad Pública, UNED, Estadio del Reyno de Navarra, Universidad de Navarra y, ya en la meseta, la Clínica Universidad de Navarra con el CIMA (Centro de Investigación Médica Aplicada), el Hospital de Navarra y el Hospital Virgen del Camino.

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Paseos por Pamplona Un paseo básico para conocer la ciudad comienza ante la fachada barroca del Ayuntamiento, en pleno casco antiguo. Tomaremos, por la derecha, la calle Mercaderes, para seguir por Curia hacia la catedral, imponente en su gran fachada neoclásica, pero maravillosa en su interior y claustro gótico francés. Una vez vista, por la plazuela de San José, al oeste, nos dirigimos hacia el baluarte del Redín, para contemplar desde un balcón sobre las murallas el portal de Francia o de Zumalacárregui. O si lo deseamos, después de descansar en


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ntxuri

Arantzadi

Chantrea Txantrea

Rochapea Arrotxapea ge elai

Casco Antiguo Alde Zaharra Magdalena

1er Ensanche 1go Zabalgunea

ña

San Juan Donibane

2º Ensanche 2. Zabalgunea

Iturrama larrea Milagrosa

Arrosadia Azpilagaña


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Palacio Arzobispal

Biblioteca Municipal

San Lorenzo

la recreación medieval del mesón del Caballo Blanco, recorrer el paseo de Ronda hasta llegar a la plaza de Santa María la Real, donde se halla el edificio barroco del Palacio Arzobispal. Tras cruzar la pasarela junto al Frontón Labrit se llega al Centro de Interpretación de las Fortificaciones, ubicado en el Baluarte de San Bartolomé.

tafeta, el tramo más conocido de los encierros sanfermineros, y, segundo, con la cuesta de Chapitela, que lleva a la plaza del Castillo.

habilitado, donde se puede visitar el Museo Pablo Sarasate, con recuerdos del genial violinista y compositor. La calle Mayor llega llega hasta la iglesia de San Lorenzo, donde se encuentra la capilla de San Fermín, y la plaza de Recoletas, frente a los jardines de la Taconera. Antes podremos admirar la magnífica fachada del palacio barroco de Ezpeleta.

En el portal de Francia termina la calle del Carmen, que se encuentra con la de Navarrería en una plazuela irregular presidida por la fachada barroca del palacio del Marqués de Rozalejo y una de las fuentes de Paret inauguradas para la primera traída de aguas a la ciudad en la segunda mitad del siglo XVIII. Vueltos a la confluencia de las calles Navarrería, Mañueta, Curia, Calderería y Mercaderes, camino del Ayuntamiento nos toparemos, primero, con la más taurina de las calles pamplonesas, la de Es-

Otra vez en el Ayuntamiento, a su izquierda comienza el burgo de San Cernin, el patrón a quien está dedicada la iglesia gótica, de torres fortificadas en otros tiempos. Si encontramos cerrada su puerta principal, quizá consigamos entrar por la lateral de la calle Ansoleaga, que lleva a la capilla de la Virgen del Camino, barroca y levantada en los terrenos del antiguo claustro de San Cernin o San Saturnino. En la bifurcación de las calles Mayor, Campana y Jarauta, una inscripción en el suelo indica el pozo donde, según la tradición, San Saturnino bautizó a los primeros cristianos de Pamplona. Aquí se encuentra también el Palacio del Condestable, edificio re-

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Si, en vez de por la calle Mayor, seguimos por la de Ansoleaga hacia la plazuela de San Francisco, pasaremos por la Cámara de Comptos, el único edificio gótico civil de la ciudad que hoy sigue cumpliendo la misma finalidad para la que fue construido en el Medievo. Flanquean la plaza dos edificios monumentales: las escuelas municipales de San Francisco, precedidas de una escultura dedicada al santo de Asís y el edificio modernista de La Agrícola, sede de la Biblioteca General.


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El Portal de San Nicolás en los jardines de la Taconera

Monumento a los Fueros en el Paseo de Sarasate y, al fondo, el Palacio de la Diputación Foral

Museo de Navarra Otra posibilidad es adentrarnos por la calle Jarauta, al menos para bajar, en el comienzo de la calle de los Descalzos, hacia el Museo de Navarra que cuenta con una fachada barroca per-

teneciente al antiguo Hospital. Merece la pena visitarlo por su magnífica colección de mosaicos y restos romanos, por sus pinturas murales góticas y por la arqueta hispano-árabe de marfil y el cuadro del marqués de San Adrián, de Francisco de Goya. Es asimismo sede de exposiciones temporales emblemáticas. Desde el Museo, dejando a la izquierda la sede de la consejería de Educación y el edificio recién restaurado por Rafael Moneo del Palacio Real, hoy sede del Archivo Real y General de Navarra, bajamos hacia la iglesia de los Dominicos y su fachada barroca. Enfrente se encuentran las traseras del Ayuntamiento y, a un lado, el coqueto mercado de Santo Domingo, remozado no hace mucho. Queda por recorrer el último de los burgos que conformaban la Pamplo-

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na antigua: el de San Nicolás, situado al E. del de San Cernin. Recorreremos primero su borde exterior subiendo por la calle Chapitela hasta la plaza del Castillo. Es una típica plaza con soportales, plagada de terrazas llenas de vida con el buen tiempo. Enfrente se abre una gran avenida, la de Carlos III, que empieza con el palacio neoclásico de la Diputación Foral, sede del Gobierno de Navarra. Siguiendo los soportales, aquí llamados “porches”, se entra a un precioso boulevard presidido por la estatua del monumento a los Fueros de Navarra, levantada por suscripción popular en 1903 como manifestación de la decisión de mantener el espíritu de las leyes privativas del reino frente a los intentos del ministro de Hacienda Gamazo. Es la llamada "Gamazada", que tuvo lugar entre los años 1893 y 1895. El boulevard o paseo de Sara-


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sate une el casco antiguo de la ciudad con la nueva Pamplona creada por el “Segundo Ensanche”. En el centro de su lado derecho se alza la iglesia de San Nicolás, única que mantiene importantes restos románicos y de transición. El paseo de Sarasate se cierra con el edificio ecléctico de la antigua Audiencia, hoy sede del Parlamento de Navarra, uno de los varios ejemplares que aún se conservan del “Primer Ensanche” de la ciudad. El eje del burgo era y es la calle Zapatería, que conserva edificios señoriales, entre los que destaca el palacio de Guenduláin, cuya fachada da a la plazuela del Consejo, donde se halla otra de las fuentes de Paret coronada por un angelical Neptuno con su tridente. Está cerca de la antes citada de San Francisco. También destacan los palacios urbanos dieciochescos de los números 40 y 50. Cerca del paseo de Sarasate, detrás del Parlamento de Navarra, se levanta el Palacio de Congresos y Auditorio de Navarra Baluarte, un icono de la cultura musical y teatral debido al laureado arquitecto Francisco Mangado. La avenida de Carlos III, que parte de la plaza del Castillo, es una calle comercial, en la que, además del palacio de la Diputación, se encuentran edificios emblemáticos como el Teatro Ga-

Palacio de Congresos Baluarte yarre, o interesantes arquitectónicamente como el de la Caja de Ahorros de Navarra. En ella puede admirarse el monumento al rey Carlos III, en donde nace la avenida, y el monumento al Encierro, en la intersección con la avenida de Roncesvalles, y recorrer la plaza de las Merindades —circular y con una fuente ajardinada en el centro— y, cerrando la avenida por el E., la plaza Conde de Rodezno y el monumento a los Caídos, ya citado. Pero el eje más importante de la ciudad, que la cruza de norte a sur es el constituido por la avenida de la Baja Navarra, que continúa en la del Ejército y la avenida de Bayona. Ésta, finalmente, une el barrio de San Juan con el de San Jorge, por un lado, y con el de Ermitagaña-Mendebaldea y el municipio de Barañáin, por otro. El paso de la vieja Iruña a la Pamplona más moderna se hace a través de la franja verde que forman los jardi-

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nes de la Taconera y los parques de la Ciudadela y de la Vuelta del Castillo. El primero, el más antiguo, es el típico parque romántico de amplios paseos y coquetos rincones. En él se encuentran los restos del antiguo portal de San Nicolás y, entre otros, el monumento al tenor navarro Julián Gayarre. El parque es además un verdadero jardín botánico y sus fosos se han transformado en un pequeño zoo, en el que viven gamos, pavos reales, patos y cisnes. Otro parque antiguo, también romántico, es el de la Media Luna, que se extiende desde la plaza de Toros, primero por el Baluarte de San Bartolomé, que alberga el Centro de Interpretación de las Fortificaciones, y luego, bordeando el acantilado margoso sobre el río Arga, hasta el edificio del Seminario. En él se encuentra los monumentos a Pablo Sarasate y a Juan Huarte de San Juan y distintas pérgolas y estanques.


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VISITAS PARA RECORDAR I La catedral de Pamplona

Parque fluvial del Arga y, en la parte superior, el Archivo Real de Navarra De concepción más moderna, a base de prados de hierba y arbolado, son los de Biurdana, al borde del barrio de San Juan, sobre el Arga, la Vaguada, como terminación de la avenida de Sancho el Fuerte hacia el NO., el magnífico campus ajardinado de la Universidad de Navarra y los novísimos de Yamaguchi —debido al hermanamiento de esta ciudad japonesa con Pamplona—, que acoge en uno de sus límites, cerca del jardín creado al estilo de Oriente, al Planetario, y el del nuevo barrio pamplonés de Mendillorri, planteado alrededor de un lago y un hermoso palacio torreado del siglo XVII. Muy popular y concurrido es el Parque fluvial del Arga, una senda a la vera del río que recorre la ciudad siguiendo su curso meandriforme.

La fachada de la catedral, neoclásica con grandes columnas coronadas por un frontón triangular y sendas torres a los lados, es un poco decepcionante, pues augura un interior frío y monumental. Nada más lejos de la realidad: el interior es gótico, de tres naves y una girola que rodea al coro y al altar mayor. La última restauración le ha aportado luminosidad y le ha devuelto su policromía original en algunas columnas, en las claves y en el ábside. La preside la imagen románica chapeada de plata de Santa María la Real y detrás una bella sillería renacentista de 1539. El espacio del coro y altar mayor se cierra con tres bellos ejemplares de rejería gótica. Delante, el sepulcro de Carlos III el Noble y su esposa doña Leonor de Trastamara, una preciosa obra gótica de Jehan de Lome, causa admiración a quienes tienen la suerte de contemplarlo. De entre las capillas laterales destacan los magníficos retablos góticos del Cristo de Caparroso, en la segunda capilla de la nave izquierda, el de Santo Tomás o de Caparroso, en el último espacio de la girola, junto a la puerta de la sacristía de los canónigos, y el de la capilla de San Juan Evangelista, la primera después de la puerta del claustro. Hay otros retablos interesantes de los siglos XVII y

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XVIII y un bellísimo Cristo atribuido al escultor Anchieta.

El claustro es una maravilla del gótico francés y está considerado el mejor del siglo XIV. Tiene varias puertas de gran belleza —la del Amparo y la Preciosa—, algunos sepulcros góticos interesantes y una capilla, la del obispo Barbazán, con una magnífica bóveda estrellada, una preciosa talla gótica de la Virgen del Consuelo y la estatua yacente del obispo titular. Otra de las puertas da entrada al refectorio, donde se ha instalado el Museo Diocesano, que también hay que visitar, tanto por el continente —una gran sala cubierta por seis tramos de


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crucería y la cocina, ejemplar excepcional del gótico—, como por su contenido, basado en preciosas tallas románicas, góticas, renacentistas y barrocas, pinturas y obras de orfebrería —éstas en la cillería— de los siglos XII al XIX. I La Ciudadela

finales del siglo XIX para posibilitar el primer ensanche de la ciudad. En la actualidad, la Ciudadela y su espacio circundante —la Vuelta del Castillo— es uno de los parques más queridos y visitados por los pamploneses y sus dependencias interiores se utilizan a lo largo del año para diversas actividades culturales. I La plaza del Castillo

Comenzada en 1571 para sustituir al nuevo castillo de Fernando el Católico, anticuado ante la eficacia de la artillería, la Ciudadela se construyó en tiempos de Felipe II, bajo la dirección del virrey Vespasiano Gonzaga y Colonna a imitación de la de Amberes. Es una fortificación de forma pentagonal y cinco baluartes en los ángulos en forma de punta de flecha, a la que, en 1685, se le añadieron las medias lunas y contraguardias de la Vuelta del Castillo, inspiradas en los sistemas de Vauban. En 1966 fue cedida a la ciudad por el Ejército y en 1973 fue declarada Monumento Nacional. Se conserva casi en su totalidad y sólo le faltan dos baluartes que se derribaron a Escultura de Oteiza, en la Ciudadela

Es el corazón de la ciudad o como algunos la han llamado cariñosamente: el “cuarto de estar” de Pamplona. Era, más o menos, la “plaza de armas” del antiguo castillo construido a comienzos del siglo XIV por el rey Luis Hutin. Pero con la edificación de otro nuevo en sus cercanías, quedó convertido en un espacio vacío, denominado "plaza del castillo viejo", al que daban las traseras de los tres burgos de la población medieval. Dicho espacio se utilizaba para celebrar algunos festejos como torneos medievales, la popular tarasca o las concurridas corridas de toros. La plaza comenzó a construirse en 1651 con la edificación de una nueva casa de toriles, el actual nº 37, y su urbanización no quedó terminada hasta el siglo XVIII. En 1786 se instaló el alumbrado con faroles de aceite y dos años después, en su centro, una fuente, diseñada por el pintor Luis Paret, rematada por la

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estatua de la Abundancia, a la que pronto se le puso el mote de “la Mari Blanca”, que hoy se encuentra en la Taconera, pues desde 1910 la sustituye un quiosco, primero de madera y, desde 1943, el actual de piedra. Hasta 1844, la plaza del Castillo era el lugar donde se celebraban las corridas de toros. La plaza, de 18.548 m2, está rodeada de soportales sobre los que se alzan las viviendas, en su mayor parte del siglo XVIII, y abierta al N. a la calle Chapitela y al S. a la calle Espoz y Mina, a la avenida de Carlos III y al paseo de Sarasate. Además, unas escaleras la comunican con las calles Estafeta, al E. y Comedias, al O., y un pasadizo —el de la Jacoba— con las calles Pozoblanco y Zapatería. Es una plaza soleada y bulliciosa que con el buen tiempo acoge en sus aceras amplias terrazas de bares y cafeterías, que le confieren el aspecto antes citado de “cuarto de estar” de la ciudad.


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La comarca de Pamplona En torno a la ciudad San Cristóbal El monte Ezkaba —más conocido en el siglo XX como San Cristóbal por el fuerte militar que corona su cima— está omnipresente en todas las vistas desde el borde de la ciudad que se asoman al río Arga. Pero es un monte escasamente aprovechado para las posibilidades que puede ofrecer. No obstante, y a pesar del mal estado de la carretera que desde Artica lleva hasta su cima, es muy interesante para hacerse una idea cabal del emplazamiento de la ciudad presidiendo la llamada Cuenca de Pamplona. Desde aquí se observa una amplia panorámica de la Cuenca, cerrada al O. por las sierras de Alaitz y el Perdón; al NO. se abre el pasillo de Añézcar, con las sierras de Andia y Aralar al fondo; al lado contrario a Pamplona, se extienden los valles de Juslapeña y Ezcabarte, con los montes pirenaicos como telón de fondo, y, al E., el valle de Egüés, con las sierras de Izaga y Leire, al final. Además del interés paisajístico, San Cristóbal es objetivo deportivo para senderistas, ciclistas de montaña y practicantes de parapente, y punto

Molinos eólicos en el Perdón de interés histórico y arqueológico, ya que en su cima se construyó en el siglo XIX un gran fuerte militar, ahora abandonado, rodeado de fosos y cuyas galerías subterráneas se extienden por toda su cumbre. Parque eólico del Perdón Enfrente a San Cristóbal, un poco más lejos, pero mucho más accesible para los automovilistas, se alza la sierra del Perdón, que cierra la Cuenca por el sur. Las vistas hacia uno y otro lado son magníficas y las posibilidades para senderistas, ciclistas y practicantes de parapente iguales que en San Cristóbal, pero con mejores accesos. Un atractivo añadido es la instalación reciente de decenas de molinos eólicos que recorren la cumbre. Se accede a través de la autovía del Camino que conduce a Estella, hasta

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tomar la salida a Astráin y subir el puerto del Perdón para tomar el desvío indicado en lo alto del puerto. Desde el Perdón, se contempla la sierra de Sarvil o de Echauri y los montes que rodean el valle de Ollo. Por su situación al sur de la capital, ofrece una panorámica excepcional de los montes lejanos: puerto de Erro, Adi y Ortzanzurieta. Pero también resulta un buen mirador sobre el valle de Valdizarbe. El telón de fondo jacobeo son Montejurra y Monjardín con su fortaleza, y, más allá, la sierra de Aguilar.


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1. RECORRIDOS INOLVIDABLES

Al norte de la Cuenca Este itinerario es fundamentalmente paisajístico y transcurre por valles recoletos en los que predominan los pueblos pequeños de hermosas casonas y la Navarra forestal y ganadera. Salimos de Pamplona por la N-121-A, camino de Francia por IrúnBehovia, siguiendo el curso del río Ultzama. Pronto nos sorprende la bella estampa de Sorauren, con su puente medieval, su iglesia y sus casas-torre de piedra, típicas de la Cuenca. En Ostiz, con una calle central digna de verse por su casonas señoriales, tomamos el desvío a la izquierda que nos introduce en el valle de Odieta. Ciáurriz se alza sobre el río Ultzama, con su caserío alrededor de una bella iglesia gótica. Y, así, entre un bello robledal y las praderas del Club de Golf Ultzama, llegamos hasta el cruce de Gerendiain y torcemos a la izquierda. Justo ahí se encuentra la entrada al Área Natural Recreativa del robledal de Orgi. En el próximo cruce, volvemos a torcer a la izquierda para subir hasta Guelbenzu, pueblo sobre los valles de Odieta, Ultzama y Juslapeña, y magnífico mirador del valle de Ultzama. El pueblo tiene también alguna casa solariega con fachada impresionante.

Robledal de Orgi

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Valle de Ultzama Abajo del puerto, a la izquierda, se asoma otro pueblecito, Gascue, con su iglesia en lo alto. Algo más adelante tomamos la desviación a la derecha, que por el valle de Atez, entre bosque, prados y bellos pueblos, nos llevará hasta Muskitz y, luego, por Cía y Gulina, hasta el cruce con la N-240-A, de vuelta hacia Pamplona. Si queremos contemplar dos hermosas iglesias, con elegantes atrios porticados de ventanales góticos, hay que visitar Larumbe y, algo más adelante, tomando el desvío al comienzo de Erice de Iza, Ochovi. Este último conserva, además, un bello palacio de cabo de armería con dos torres.

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Otra posibilidad, al salir de Gulina, es acercarnos hasta Irurtzun para, desde el mismo pueblo, tomar la desviación que cruza la vía del ferrocarril en Izurdiaga, atravesar, después de Erroz, el desfiladero de Oskia y torcer en el próximo cruce a la derecha hacia el precioso valle de Ollo, rodeado por el circo de montañas que forman la sierra de Sarvil, la de Andia y San Donato y los montes Txurregi y Gaztelu. En el valle merece la pena visitar Arteta, con el Museo Etnográfico formado por el escultor José Ulibarrena, las salinas y el nacedero de las aguas, que, junto con el pantano de Eugi, abastece de agua potable a la comarca de Pamplona.

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Nacedero de Arteta Desde Ulzurrun nos dirigimos hacia el angosto cañón en donde está situado el nacedero de Arteta. La caminata es breve y comienza en un paisaje abierto, cuya belleza en otoño es incomparable. Una carreterita nos conduce hasta las instalaciones del nacedero, donde encontramos una casona restaurada que contiene una pequeña muestra de los usos y utilidades del agua. Enseguida estamos sobre una caída vertiginosa y potente del agua sobrante del nacedero que discurre entre aguerridos árboles que escalan la garganta. El manantial propiamente dicho está protegido por unas bóvedas oscuras, que guardan el preciado tesoro. El marco es precioso. La vuelta podemos hacerla por el lado contrario hasta Arteta, pasando por unas viejas salinas.


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2. RECORRIDOS INOLVIDABLES

Al sur de la Cuenca Este itinerario transcurre por espacios más abiertos, aunque también rodeados de montañas. En él tiene ya bastante importancia el aspecto monumental. Salimos de Pamplona por la carretera comarcal que va a Estella por el valle de Echauri. En Arazuri llama la atención su castillo bien conservado de cuatro torres en sus esquinas. Enseguida está Ororbia, cuya iglesia gótica, con un retablo de pinturas y esculturas de comienzos del XVI, merece una visita. A la salida, al otro lado del puente sobre el Arga hay un bello crucero de 1540. Seguimos hasta Etxauri, con sobrias y bellas casas-torre medievales y enfilamos el puerto hasta el mirador que hay en lo alto. La sierra de Sarvil, más conocida por los navarros de la zona como Peñas de Etxauri, es una de las que cierra la Cuenca de Pamplona por el este. La salva una sinuosa carretera y en lo alto del puerto existe un mirador desde el que se contempla un amplio paisaje. Peñas de Etxauri

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Santa María de Eunate

Pórtico de la iglesia de Olcoz

A los pies, el fértil valle de Etxauri y el río Arga serpenteando por la llanura; a la izquierda el impresionante farallón rocoso de la sierra, aprovechado como escuela de escalada; a la derecha el espinazo de la sierra del Perdón, con los molinos eólicos clavados en su lomo; y enfrente, a lo lejos, la conurbación de Pamplona con su telón de fondo de los montes prepirenaicos y pirenaicos.

ra recorrer el valle de Valdizarbe, por donde transcurre el camino jacobeo que viene de Somport. Algunos kilómetros después se presenta, como una aparición, una de las más bellas iglesias románicas, Santa María de Eunate. También románica y con una portada, idéntica, pero especular, es la iglesia del pueblo cercano de Olcoz, que también cuenta con hermosa torre medieval.

Pero nuestro paseo sigue por el valle hacia Belascoáin y Puente la Reina. Antes de llegar a Artaza, en el cruce hacia Guirguillano y Puente, hay una ermita gótica que podemos visitar. Pasado Puente la Reina, en el cruce donde se levanta el monumento al Peregrino, torcemos a la derecha pa-

Aunque la hemos citado en otro de los itinerarios, la encantadora iglesia de Eunate tiene su lugar más adecuado al hablar del Camino de Santiago, pues era una de las iglesias-faro que salpicaban la ruta para guiar y acoger a los peregrinos. Su singularidad está en la forma octogonal y su miste-

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Monumento al Peregrino

rio y encanto, en su claustro de arquería exenta que la rodea totalmente, en su interior sorprendente con cúpula nervada de influencias moriscas y en la decoración de la portada, ábside y capiteles del claustro, llena de caras misteriosas y animales monstruosos. El lugar es adecuado para la contemplación y el reposo. En el cruce del Carrascal tomamos la N-121, dirección Pamplona. Después de atravesar Campanas y divisar las ruinas del castillo de Tiebas, torcemos a la derecha para recorrer los pies de la sierra de Alaitz y tomar la N-240 hacia Monreal. Si hubiéramos seguido hacia Pamplona contemplaríamos la ordenada arquitectura del acueducto de Noáin, construi-


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Acueducto de Noáin do a finales del siglo XVIII por Ventura Rodríguez para conducir el agua del manantial de Subiza a Pamplona. Volviendo hasta el cruce anterior, retomaremos la carretera comarcal que recorre el valle de Unciti. A la derecha, muy cerca del cruce que indica dirección Lumbier, se encuentra Artáiz, con una de las más hermosas y decoradas iglesias del románico rural navarro. Regresando de nuevo atrás, la carretera desemboca en Urroz, villa que merece la pena visitar por su caserío bien conservado, con hermosa y amplia plaza de carácter medieval y una iglesia gótica con trazas de fortaleza e interior sobrio y elegante. Desde Urroz, 19 km nos volverán a dejar en Pamplona a través de los valles de Lizoáin y Egüés, salpicados de pueblecitos a derecha e izquierda que se acomodan a los pies de la montaña. Muchos merecen su visita, pero al menos recomendamos recorrer Elcano, en cuya iglesia podemos contemplar un bello retablo de pinturas renacentistas,

y Alzuza con el Museo Jorge Oteiza. También Huarte tiene una iglesia de hermoso retablo de pinturas y esculturas y una preciosa talla gótica de alabastro de la Virgen. Aquí se puede visitar el Centro de Arte Contemporáneo.

Vuelo desde la Higa de Monreal

Centro de Arte Contemporaneo, Huarte

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Iglesia de Artáiz

Museo Jorge Oteiza En el camino de Aoiz, a escasos kilómetros de Huarte, se levanta en el pueblo de Alzuza el Museo Jorge Oteiza, una estructura sorprendente debida al arquitecto Javier Sainz de Oiza, amigo del escultor. Se trata de una singular y magnífica envoltura para el legado, no menos singular y magnífico, que Jorge Oteiza dejó a Navarra.


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VISITAS PARA RECORDAR I Valle de Etxauri

Vista de Pamplona desde Etxauri Se halla al oeste de Pamplona, y lo atraviesa el río Arga, poco después de haber recibido a su afluente el Arakil, formando un sin fin de meandros que, al final, se deshacen para atravesar las gargantas de Belascoáin a Puente la Reina. Es un lugar privilegiado, pues el sol lo acaricia desde su nacimiento hasta su ocaso, dando lugar a un microclima que permite cultivos mediterráneos como cereales, viñas, algún resto de olivo y frutales, entre los que destacan los cerezos que han hecho famoso al valle. Sobre él se extiende un bosque de encinas y quejigos, coronados en su vertiente norte por un frente de escarpes rocosos, meta de muchos deportistas que quieren disfrutar con los riesgos de la escalada. Los pueblos, excepto el de Etxauri que se extiende sobre el río, en el centro del valle, son pequeños y se acomodan en los bordes al pie de las montañas.

Iglesia de San Miguel en Cizur Menor I El Camino de Santiago Por su interés monumental y religioso es éste un itinerario específico, aunque no carece de atractivo paisajístico. De norte a sur podemos comenzarlo en Irotz, a la salida del valle de Esteribar a la Cuenca. En Irotz hay un puente románico y, en su iglesia, un retablo de expresivas pinturas del siglo XVI. Es curioso pero en este valle abundan los retablos pintados que enriquecen las pequeñas iglesias rurales. Después de Zabaldika, que conserva su iglesia románica de comienzos del siglo XIII, el Camino va por la orilla derecha de la carretera y el río

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Puente de la Magdalena en Pamplona

para hacer su entrada en Pamplona por Arre —otra bella iglesia de magnífico retablo de pinturas del XVI— y la iglesia y antiguo hospital de la Trinidad de Arre, ya en el linde con Villava. La Trinidad se halla en un paraje espectacular, en la orilla de un puente medieval, desde el que se contempla el bello ábside románico de la iglesia y las aguas del Ultzama despeñándose por unas grandes rocas salpicadas de espuma que hacen las delicias de pintores y fotógrafos. Pasado Pamplona, camino de EstellaLizarra por la autovía del Camino, merece la pena detenerse en el casco antiguo de Zizur Mayor y visitar la iglesia gótica de San Andrés, con uno de los más bellos retablos de pintura y escultura del siglo XVI. Continuando por la carretera interior, podremos ver también las iglesias románicas de

Monumento al Peregrino en el Perdón

Trinidad de Arre Gazólaz y Sagüés, con bellos atrios porticados, y continuar por Astráin al redil de la autovía. El Camino, llamado francés, salva el puerto del Perdón y se lanza al encuentro con el otro Camino, el de Somport, en Puente la Reina. Deja atrás poblaciones de tantas resonancias jacobeas como Legarda, Muruzábal y Obanos, y entra en Puente por la iglesia del Santo Sepulcro,

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Iglesia de Gazólaz


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Iglesia de Santiago en Puente la Reina

Puente La Reina cerca de donde se encuentra el albergue de peregrinos. La iglesia es una fundación templaria que luego pasó a la orden sanjuanista o de los Caballeros Hospitalarios del Santo Sepulcro; de ahí su nombre. Tiene uno de los Cristos crucificados góticos más impresionantes y una bella talla románica de la Virgen con el Niño. Desde aquí, cruzando la carretera, enfilamos la rúa Mayor, flanqueada por edificios señoriales que dan idea de la importancia de la población. La calle se abre en el amplio pórtico de la iglesia de Santa María, con una gran portada románica; en su interior podemos contemplar la esbelta figura de un Santiago peregrino románico. Hacia la

mitad, la calle se abre de nuevo, esta vez a la izquierda, para dar espacio a la plaza de los Fueros, porticada, y donde se halla el edificio consistorial. El puente, defendido por una puerta de muralla, es un magnífico monumento, muy peraltado y con seis grandes ojos, sobre todo el central. Hay además callejas interesantes y casas blasonadas, otra iglesia, la de San Pedro, y un agradable paseo paralelo a la carretera al que daba la antigua muralla. Aunque disfrazada por las construcciones posteriores, todavía pueden verse varios torreones medievales entre el caserío.

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Los caminos jacobeos se convierten en uno solo en Puente la Reina, población fundada en el siglo XII a la vera del Camino, allí donde la esposa de Sancho el Mayor, en el siglo XI, mandó levantar un puente sobre el ya caudaloso río Arga. La calle Mayor, auténtica rúa de peregrinos, tiene la misión de conducirnos hasta el magnífico puente románico, al que se accede traspasando una puerta de muralla. De su fundación medieval dan fe un ramillete de iglesias y conventos, el puente —majestuoso en su reflejo sobre el río— y los restos de murallas y torreones que aún asoman a la carretera. Recomendamos encarecidamente hacer un alto y disfrutar del ambiente de esta villa jacobea.


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Folclore y tradiciones Unas fiestas universales Los Sanfermines Son las fiestas patronales de Pamplona/Iruña, que se celebran del 6 al 14 de julio. Desde que Ernest Hemingway se enamoró de ellas y las inmortalizó en 1926 en su libro “Fiesta” (The Sun Also Rises), a Pamplona se la identifica con los Sanfermines en el mundo entero.

El Chupinazo

Aunque su origen es religioso —la conmemoración de la fiesta de San Fermín, el primer obispo de Pamplona que había sido bautizado junto con su familia por San Saturnino—, su elemento más característico es el famoso “encierro” de toros que tiene lugar todos los días a las 8 de la mañana. Consiste en una carrera de unos 800 m en la que los mozos corren delante de los astados que se van a lidiar ese día, desde los “corralillos” hasta la plaza de Toros. El magnetismo que el acto contiene lo hace difícilmente olvidable para quien ha participado o simplemente lo ha contemplado.

Por supuesto que los Sanfermines no se limitan al encierro: son nueve días esperados todo el año por los pamplonicas de todas las edades, en los que la norma es divertirse, bien siguiendo en todo o en parte el programa de festejos o bien montándose la fiesta según el propio saber y entender.

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Folclore y Tradiciones

Una tradición medieval San Guillén y Santa Felicia

Comparsa de Gigantes El programa oficial se vende en todos los quioscos de prensa y aparece todos los días en la prensa local. Sus puntos fuertes, inalterables, son: el chupinazo que da comienzo a las fiestas el día 6; las Vísperas cantadas en la capilla del santo el mismo día; la procesión del 7; la procesión de la Octava, el 14; y, del 7 al 14, las dianas de gaiteros y banda municipal de música, los encierros y corridas, el recorrido de la comparsa de gigantes y kilikis, la salida de las peñas de la plaza de Toros, y la quema de fuegos artificiales a la noche. Pero sobre todo, la fiesta en la calle, mantenida por bandas de música, grupos de txistularis, fanfarres y “peñas” o cuadrillas de mozos, que con sus pancartas al viento bailan y brincan sin cesar.

Procesión de San Fermín

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Sobre Obanos y Puente la Reina se halla la ermita de Nuestra Señora de Arnotegui, donde según la tradición se retiró del mundo el joven duque aquitano Guillén, arrepentido de haber matado a su hermana Felicia, que había abandonado la vida mundana para dedicarse al cuidado de los peregrinos a Santiago en Labiano. Guillén llegó también a ser santo y su cabeza recubierta de plata se conserva en la ermita de Arnotegui. Aquí tiene lugar, el domingo siguiente al de Pascua, una hermosa y concurrida romería en la que se bendice el vino pasándolo por la cabeza-reliquia de San Guillén. Con los episodios de esta tradición se rememora cada dos años en la plaza del pueblo el misterio de Obanos, declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional.


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El sabor de la mesa

Las verduras de la Magdalena

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El cordero de la Cuenca Aunque la gastronomía de Pamplona se enriquece con todos los productos de Navarra, hemos elegido el cordero, por ser un producto de la cocina tradicional, muy típico en los mercados de la ciudad y en todos los restaurantes de Pamplona y su comarca. No resulta difícil, andando por el campo, tropezarse con rebaños de ovejas que aprovechan las hierbas comunales de los distintos pueblos.

Hay muchas formas de comer el cordero, animal del que se aprovecha todo, hasta la cabeza y las vísceras —los riquísimos menudicos—. Suele comerse guisado —el cordero al chilindrón y el campestre calderete—, con verduras —la menestra de cordero— y sobre todo asado, bien al horno (hay Cordero al chilindrón costumbre de hacerlo en los hornos de las panaderías) o a la brasa, si puede ser de sarmientos. De todas las maneras es sabrosísimo, pero el calderete —un guiso a base de cordero con patatas, pimientos, tomate y cebolla— y las costillas al sarmiento son el plato típico de comidas y meriendas de fiestas, romerías y excursiones campestres.

Las huertas de la capital —como las del barrio de la Magdalena— aprovechan las tierras generosas nutridas por el pequeño río Arga para producir exquisitas verduras con las que preparar ensaladas y platos ligeros que compensan la contundencia de los segundos platos de la Cuenca, a base de carnes de cordero y vacuno, de caza… y de la tripicallería tan codiciada por los amantes de la mesa popular, sencilla y de sabores verdaderos.

El relleno

Los caramelos de café con leche

Un embutido humilde, a base de arroz, huevos, cebolla, azafrán, sebo fresco de cordero, tocino fresco de cerdo y perejil. Se trata de un plato popular tomado como aperitivo en comidas de mayor fundamento.

Un dulce muy popular en Pamplona y que conviene llevarse como recuerdo laminero son los caramelos de café con leche. Su consistencia hace que sean duraderos en el paladar y de una exquisitez que nos deja rotundamente satisfechos.

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DESCUBRIR NAVARRA El Reyno de Navarra es diverso, histórico, natural. Es un lugar tranquilo que merece ser conocido a fondo. Los Pirineos, con sus bosques, montañas y valles. La Cuenca de Pamplona, un lugar de historia, tranquilidad… y fiesta. La Zona Media, sus pueblos, castillos y monasterios. La Ribera, con los característicos paisajes y huertas del Ebro. Descubra Navarra; le caerá bien, querrá seguir conociéndola.

CAMINOS DE LA HISTORIA Navarra es la puerta del Camino de Santiago, con Roncesvalles como hito histórico, y es también cruce de caminos, que confluyen en Puente la Reina para seguir en un único andar. Pero existen en Navarra otras huellas de la historia, como las antiguas vías romanas o la Cañada Real, último vestigio de la trashumancia presente aún en las Bardenas Reales. Caminos de tierra, de agua, de hierro… Huellas de la historia que merecen ser seguidas.

EL REYNO DE LAS CUATRO ESTACIONES Navarra muestra todo su esplendor a lo largo del año, con sus cuatro estaciones intensas y diferenciadas. En primavera se muestra pletórica y nos invita al paseo y a la contemplación del despertar de los verdes. En verano manda el rojo de las fiestas y de San Fermín: es tiempo de celebraciones y de amigos, de puertas abiertas. El otoño viste sus tierras con todos los tonos de ocres: se respira quietud. El invierno de Navarra invita a pisar nieve virgen, a acercarse a una chimenea y escuchar el silencio. Navarra es armonía de colores en la naturaleza.

AMB DE F

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TIERRA DE TRADICIONES

EL R BUE

Navarra expresa sus tradiciones desde la música y la danza, donde la popular jota se alterna con bailes que vienen de antaño, como la “makildantza”, el “zortziko”, la “ezpatadantza” y los paloteados. Otras celebraciones, ligadas a la tradición religiosa, nos invitan a romerías camino de ermitas y santuarios, como las populares “javieradas” o el Misterio de Obanos. Leyendas, folclore, historia viva, tradiciones que se han mantenido en cada rincón del viejo Reyno.

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Oficinas de Turismo: PAMPLONA C/ San Saturnino 2, 31001 Pamplona tel. 948 420 700 oficinaturismo@pamplona.es INFORMACIÓN TURÍSTICA DE NAVARRA tel. 848 420 420 oit.pamplona@navarra.es


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© GOBIERNO DE NAVARRA Departamento de Desarrollo Económico Dirección General de Turismo y Comercio Navarrería, 39 - 2ª planta 31001 Pamplona Tel. 848 42 77 44 / 42 77 53 Fax. 848 42 35 97 turismo@navarra.es www.turismo.navarra.es

11ª edición (febrero 2016) Textos: José María Domench Diseño gráfico y mapas: Ana Cobo · Oscar Munárriz Depósito Legal: NA 219-2016 EJEMPLAR GRATUITO F006

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