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En esta secciĂłn a espalda de la portada irĂĄ la biografĂa de los autores o autores, con o sin la imagen del mismo.
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Varios Autores
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Recorriendo el sur Extractos de obras publicadas en 2012 por Negro Sobre Blanco
Reservados todos los derechos, el contenido de esta obra está protegido por la ley, la obra podrá ser compartida de forma digital libremente, pero está terminantemente prohibida su reproducción total o parcial sin previa autorización por escrito de sus autores o editor.
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© 2012 Negro sobre Blanco Editores Primera Edición: 2012 Derechos Reservados – Es propiedad de la Editorial
Fotografía de portada: Sam Javanrouh, sam@topleftpixel.com
Hecho el Depósito de ley
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Serie Gato Verde
Serie Gato Verde pretende acercar a los lectores, de la mano de escritores de gran talento, nuevas experiencias de lectura. Obras que desde sus primeras páginas estimularán al lector a transitarlas sin dejar espacio para la indiferencia ante las diversas perspectivas de sus autores.
Esta serie ofrece poemas de los mejores bardos del país, seleccionados cuidadosamente del exquisito mundo de las letras y la poesía para entregarlos al público amante de la buena literatura. Agradar y conmover a ese exigente público será la mejor de las recompensas.
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Poemario Amalivaca Autor: Leonardo Alezones Lau ISBN: 978-980-7495-00-4 11
Leonardo Alezones Lau. 1983. Valencia. Estado Carabobo. Venezuela. Poeta y Artista Plástico, Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena 2002 - 2005. Es autor del poemario "Arcada" publicado dentro de la colección CADA DÍA UN LIBRO en la Editorial El Perro Y La Rana en el año 2008; como galardón en El Certamen Mayor De Las Letras Y Las Artes Del Conac. Ha participado en diversos libros colectivos como "El Corazón de Venezuela Patria y Poesía", 27 F Memoria y Revolución" y "Poetas Venezolanos En Solidaridad Con Irak Palestina Y El Líbano". Parte de su obra ha aparecido en revistas como Pez de Plata, La Tuna de Oro y Poesía, estas dos últimas editadas por la UC. Actualmente trabaja con artistas de la región y alterna su obra con el periodismo cultural dentro del Proyecto Editorial Negro Sobre Blanco.
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LOS NAZIS NO COMEN PIZZA loco me has dicho ostentando el linaje del esclavo ¿sabes que tu cultura te ata? ¿no? ¡pues ahora lo hace! habrá odio siempre zapatos calzando despojos importando baratijas para hacerte sonreír nadie es dueño de esta verdad otra corazonada ¿podrá acaso la suma de amores? casi somos alhajas del templo oro inca carne de cañón mientras la daga se balanceó sobre mi cabeza estarás usando ropa de otoño no te quitarás la bufanda a pesar del clima pensante eso nos dicen intentemos zafar el pie de la muerte zarzuela en mitad de una fosa a prisa que luchamos por el derecho a renunciar la visión donde la felicidad es una franquicia
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LA HORCA 谩ngeles colgando de su porci贸n de cielo uniformes como hojas puestas al sol frutos secos tanto que la paradoja de tomar un brillante que no haya sido carb贸n sea semejante a tirarlo
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F.U.C.K. La gente se reproduce como mierda come igual que un animal no pienses al vaciar tus restos en el ápice de placer la atracción de mirarla tomando un poco para arrojar a la cara del macho dominante lo abreviado de un f-u-c-k joder a los participantes de un circo las navajas para los pezones manteniendo la tensión en otra cortá' la glándula te soportará mordiendo estás listo aunque se inicie la caída de las bombas maniquí de seis dedos en cada mano ¿quién mueve el títere? ¿si estamos desnudos y ebrios en sitio? reconocemos la emergencia las vías de la autopista pero tus labios me besan antes de probar si en ella podemos sumirnos con tal benevolencia
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Versos Deltanos Varios Autores ISBN:978-980-12-5715-8 17
Dentro de Versos Deltanos I podemos encontrarnos con connotaciones tan profundas, que son vivencias de personas acostumbradas al detalle. Gente que lleva sus vidas a un ritmo perfecto, sin el estrés, el ruido y el aceleramiento de las grandes urbes. Situación que obviamente, desconecta al ser humano de su entorno, aislándolo de su propia realidad y haciéndolo vivir entre una constante muchedumbre que rechaza a menudo y sueña abandonar, pero está obligado a mantenerse en ella por falsas expectativas de la gran ciudad.
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Ismari Marcano
SONRÍO Ya… no huyo de mis sombras Ya, no temo al misterio atesorado por la incertidumbre Las vivencias cambian el vestuario de los sueños pero, siempre… ¡siempre! Nos dirigimos al Este de nuevas ilusiones Sonrío… seducida por la lluvia Mientras, te imagino viniendo… urgido a través de mi esperanza por tenerte De nuevo sonrío y… confío Mis Versos no te dirán… ¡nada! Sobre la embriaguez dejada ¡por mil penas!... antes de sosegarme con tu existencia
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Juan Ramírez JÓVENES Jóvenes de mi Delta que se dejan arrastrar por drogas y delincuencia acabando están sus vidas no se dejen dominar por la falta de prudencia
Ese es un placer fugas que domina los sentimientos haciéndolos fracasar a anciano no llegarán perderán seres queridos y sobre todo la edad
El futuro está en sus manos tienen que rectificar no se dejen engañar rectificar es de humano ahora, hay que estudiar sean jóvenes muy sanos
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Luis Boada VEN PRONTO Inconcebible es el deseo de tenerte Esta soledad me aterra y me confina Mi cuerpo preso del frío añora tocarte Y mi todo, lleno de ti, ya que alucina
Prefiero extrañarte sin saber tu regreso Porque ahora aquí, ya confinado y preso No soporto los segundos como a los días Cuando tu regreso todavía era indefinido
Me invade la ira por sentir tenerte y no, No estás aquí como quisiera estuvieras No puedo besarte, ni tocarte, ni amarte Es atroz esta soledad que tengo contigo
Miro las horas marchar sobre mi cama Burlándose de mí a medida que pasan Los segundos son días en esta espera Los minutos sin ti, se vuelven semanas
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Ven pronto a saciar esta sed de ganas No tardes porque mi alma se marchita Ven mi manantial a alimentarme de ti Ven pronto, alimĂŠntame de tu frenesĂ
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Entre Versos y Caminos Jhonny Olivier Montaño ISBN: 978-980-12-5714-1
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Jhonny de tímida sonrisa y rostro afable, pero… de Alma indómita como la vida misma, nos ofrece hoy su primer Poemario Entre Versos y Caminos. Obra poética convertida en fiel testimonio de su espiritualidad poética y del dominio magistral que ejerce cuando introduce aspectos cotidianos como elementos de la Poesía misma. Un Poemario sencillo, vestido de gala con hermosas figuras literarias para presentarse en la fiesta poética… donde han de estar invitados todos los amantes del Verso hecho magia y… Poesía.
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CANTO A LA POESÍA ¡Oh Poeta! Mensajero de los Dioses, amante solitario y desmedido escucha mi canto te pido
Tú, que trazas los sueños y de un sentimiento haces un cuento, regálame un poema que me haga llorar de nuevo
¡Oh Poesía! Esencia de la vida que inundas la savia del poeta, escucha mi voz que se despierta
Tú, que haces todo posible y de la nada haces un verso, has que caigan del cielo pedacitos de mis sueños
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BLANCA HOJA DE PAPEL
Te veo desnuda, blanca y serena y sin tocarte te acaricio No hay sendero conocido para la gloria que atesoras, mas abriendo paso en mi conciencia te voy recorriendo entera Sin pensar voy arando en tu tierra y al sembrar mi semilla voy cosechando ideas y viviendo sue単os cuando el tiempo no transcurre y tu blancura de letras se llena
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AL COMPÁS DE LOS DÍAS
El eco de las olas me hace recordar el dulce aroma de tus labios, cuando el viento me acaricia y me hace sentir entre tus brazos ¡Oh! Amor de mis amores luz lejana de mis sueños, hazme sentir de nuevo lo que nunca he olvidado Tus caricias, tu mirada, y aquel lindo gesto que adornaba tu boca, cuando en silencio me besabas al compás de las olas
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Entre Poemas y Relatos Ismari Marcano ISBN: 978-980-12-5716-5
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Dentro de Entre Poemas y Relatos nos conseguimos una serie de poemas que nos hablan del amor, de las alegrĂas, de su tierra, la cual es un tema recurrente en su obra, una autora muy regionalista y amante de las hermosas tierras deltanas, pero en el libro nos topamos con el desamor y con poemas nacidos desde el sufrimiento y relatos contados con lĂĄgrimas de tinta. Es sin lugar a dudas, este un gran compendio de escritos, mezclados entre relatos y poemas, que van teniendo una continuidad y se entrelazan unos con otros. Su pluralidad narrativa nos lleva a conseguirnos relatos donde parece juega con la literatura infantil juvenil, pero a su vez dentro de la obra nos conseguimos una crĂtica social y un amor platĂłnico irrealizable, producto de la ingenuidad que Marcano posee dentro de su enorme coraza de casi dos metros.
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¡Él! Cuando aquel Caballero se levantó para extenderle la mano, su corazón lo reconoció… a pesar de las huellas del tiempo. Sólo que ahora, era dueño del Alma del Hombre de su Vida y… poseía el rostro de su Ángel de la Guarda. El mismo Hombre… que de adolecente, desde la misma esquina espiaba y luego soñaba durante las noches en que las muñecas ya no la consolaban. Mientras él… desconocía su estancia en la Barriada. Él… marido de la Malva… padre de la Mimosa y esposo de la Begonia. Él… siempre Enebro… ahora cobijaba a este Sauce Llorón azotado por la brisa de la esperanza. Él… esfumado de su camino y perdido entre un remolino de pasiones, mientras ella, intentaba vislumbrar alguna certeza en su destino. ¡Quién iba a pensar que existe un momento para hacer realidad cada sueño! y el de ella ¡había llegado desde los años lejos!
DOLOR
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Sobre el cristal de tu alma La pena se refleja como los sueños en la noche Al igual que la luz sobre el agua ¡Tantos elogios tienes! Mucha tristeza te embarga Casi imperceptible tu desconsuelo Apenas audible tu dolor naciente La risa te rodea pero… tu irreverencia ha blindado tu desamor por la vida Todo lo tienes Nada posees y… ¡poco mereces! Mucho de ti dejas agonizando en la trivial rutina Sigues náufrago entre las sombras de un pasado que aún… te lastima
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SIEMPRE HAY UN ÁNGEL Aquellos parajes desconocidos… recónditos, me asustaban. Compañeros de viaje indiferentes y la frágil embarcación donde viajaba, habían derribado mi confianza. En los temas de conversación… yo no encajaba. Callada miraba el río implacable que me hacía pensar en lo frágil de la vida. Lo bueno, entre tanto miedo, era esa caricia que recorría mi espalda, pero para cuando volteaba… ya no podía ver los ojos… que me miraban. Nunca imaginé que aquel cuerpo pequeño, robusto y trigueño…sería el que rescataría mi tembloroso cuerpo… cuando en un descuido, caí al agua. El dueño de los ojos… que me acariciaban, fue quien impidió que me ahogara mientras mis compañeros… ni cuenta se daban. El fuego de su alma… la ternura con que mi rostro secaba, se unieron a la tormenta que imperaba para vencer miedo, llanto y prejuicios… cuando dejé que sus labios se unieran a los míos.
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Bocados de Silencio Rafael Ayala Paez ISBN: 978-980-12-5853-7 35
Bocados de silencio es un collage de visiones, sensaciones, certezas y preguntas, es un libro luminoso que transmite el gozo ante la vida, aunque se refugie a ratos en la nostalgia. Poesía de la contemplación sin estridencias, del sosiego interior, de la fugacidad del instante que se borra y nos borra y, sin embargo, huella que se nutre de cada acto de vivir; paisaje de la vigilia, certeza del sueño posible que se afianza en los actos más simples del transcurrir cotidiano. Homenaje a la poesía en su sentido primigenio de nombrar las cosas del mundo y buscarle sentido a la existencia Bocados de silencio es un notable primer libro y anuncia no sólo a un poeta de valía, sino a un individuo que reflexiona, sin máscaras ni remordimientos, acerca de cómo construir un mundo donde la palabra dialógica permita plasmar cómo los seres humanos dejamos aquella imborrable huella en el tiempo, ese tiempo que asedia, pero que da un pleno sentido a nuestra existencia.
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Mapas de lugares remotos como las galaxias Discusiones sobre asuntos que pronto olvidaremos Islas que son sonidos nidos Impresiones de todo lo soùado Visto olido escuchado presentido sentido de gustado olvidado‌
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SIEMPRE EN EL UMBRAL
El miedo es un país extrañó. Un pez que sube desde las profundidades hasta la superficie de mis sentidos eclipsándolos.
El miedo asfixia las palabras, sólo las puedo escuchar dentro de mi.
Lugar sin nombre donde ni el eco de mi voz puede ser oído.
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EL UNIVERSO
Nadie sabe quien lo dejó allí ni de donde proviene. De nada viene nada. Nada ha añadido nada de nada. Nada da nada. Nada más, nada menos. Sí, el Universo está loco, ligeramente loco «¿Qué criatura se nace a sí misma?»
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Retoricas del Alma Deysi Díaz ISBN 978-980-12-5974-9
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Retóricas del Alma cuenta los andares de una poeta que nos entrega su poemario con Un beso, donde como una flor va abriendo sus sentimientos y mostrando lo que vendrá consecuentemente dentro del libro: …cuatro manos dos cuerpos/espaldas ocultan pechos/se descubren los sentidos/sabor a menta sabor a miel… la pasión y la sensualidad de la madurez se deja entrever dentro de sus poemas, que a pesar de ser de una poeta inédita no son en absoluto poemas de novicia. La muerte, el dolor y heridas del pasado se revelan: Ausencia habitada por un grito del silencio, /Silencio que da vida a la temida muerte./Muerte que aleja las lágrimas, las alegrías/Atrayendo la risa, antifaz de la tristeza. Oscuridad desnuda de la mano con la luz./Cuerpo: un castillo. Esa cárcel de la nada./Baja, baja, baja. Sigue bajando/Solo allí se encuentra el camino a la cima. Tal parece que cada poema, deja entrever un retazo de la vida, decepción amorosa, ilusiones, violencia recibida, la otra mejilla. Es el primer poemario con el que esta poeta, educadora y música se lanza al ruedo literario. A pesar de tener una gran cantidad de escritos inéditos, tanto en el género poesía como en el de ensayo, con parte de los escritos que ha compartido con Negro sobre Blanco en su columna sobre educación.
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UN BESO Aletargado los ojos Ósculo húmedo de tus labios Serenidad perdida, jadeante corazón
cuatro manos dos cuerpos espaldas ocultan pechos se descubren los sentidos sabor a menta sabor a miel contacto sedoso de tu piel hormonas excitante aroma constante latidos a nuestros oídos.
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ESCAPE Plácida meditación Gota de agua cristalina Mente libre que alucina Canción ritmo inspiración Inhala, exhala visión Campo, edén terrenal Subliminal manantial Baja, baja, ven decías Aves, flores, poesías Huele a musa espiritual
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COLGADA
El descuido, la inconsciencia y la imprudencia dejaron sus desechos cual sedimento
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en las aguas cristalinas y serenas. ¡Hoy llovió! La tristeza viste su mejor traje. Danza cual sirena, sobre el turbulento río arrastrando con su ruedo todo lo sucio. Un arco iris de esperanza, viaja sin bote. ¡Llegará al sol!
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Eros en mi tintero Carmen De Los Santos ISBN 978-980-12-5975-6 47
Carmen de Los Santos, recordará al lector los placeres, aventuras y vivencias de amoríos pasados, presentes y futuros en su obra literaria “Eros en mi tintero”. La autora comparte sus experiencias y sentimientos producidos durante esos instantes de pasión que desconecta lo intelectual del hombre llevándolo a sus estados primitivos y naturales en el transcurso de su composición, al igual que refleja en cada poema un sinfín de emociones que inevitablemente serán transmitidos a quien tenga la oportunidad de leerla. Este poemario contempla un escenario romántico encaminado directamente hacia el paisaje de lo erótico y lo sensual, inherentes a las relaciones que hacen ser a una persona; refleja que cada acto sexual esta guiado no sólo por los deseos carnales, sino que siempre estará acompañado de un sentimiento, un pensamiento, sea cual sea su naturaleza.
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UNA MIRADA
Al parpadear tus ojos hablan es que no solo ellos cantan 49
la profundidad de tu mirada hacen ver donde estoy parada.
Ojos intensos, dulces o perversos mirada que simplemente marcan destellos de estrellas y espejos de reflexiones que te destacan.
Esos ojos aunque lejos estรกn yo los siento que me regalan aun cuando soy un volcรกn que solo tu conoces ese afรกn.
Mirada comprensiva hasta en el divรกn de las locuras que se agrupan entre dos que se hacen un plan y esconderse a la vera de un zaguรกn.
¿ME DEJAS QUE SUEÑE CONTIGO? Quiero soñar contigo y amarte para quedarme en tus brazos 50
donde puedo sacar ese frío estando contigo.
Soñar metida en ti me da placer tenerte solo para mi es saber robarte para querer es menester pero el amarte sin fronteras es la mejor manera de un buen saber. Soñar que comemos un helado o solo que juego con tus manos que te acaricio con paciencia para comerte a buenos bocados. Te imagino en delicadeza erótica con el brillo de un cuerpo limpio con gotitas de sal que dan brincos a tu hermosa escultura pastelillo. Y es maravilloso ser creativo sin ingenuidad y con delito Me llevas en un sueño insólito para terminar en sueño divino.
El beso que no te di El beso que no te di lo he guardado para mi el ósculo está para ti en un sueño donde te vi.
Ese dulce beso está en mi desear tus canosos labios para que recibas el vivir deseo en piel por tenerte aquí.
El beber de tu presencia al hacerme otra vez revivir el baile de cuerpos sentir junto a Dios en un sin fin.
Tu piel lozana y afeitada yo a tu lado bañada juntos los labios en éxtasis estrellas en patino y carmesí.
Es la historia de un beso
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no se si es real o un querubín un deseo de lo pedido que yo nunca recibí. Unos labios suaves carnosos que jamás llegaran a mi.
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En Canto Por Venezuela Leoncio Quiñónez ISBN 978-980-12-6142-1 53
Un canto para Venezuela es una obra que exige ser leída. Las coplas rimadas de Quiñónez se pasean por orden cronológico a través de los principales acontecimientos ocurridos desde el encuentro de dos mundos, como la conquista, la colonización, la muerte de Simón Bolívar hasta los acontecimientos más recientes. Todos los lectores que escuchen sus historias descubrirán y redescubrirán que “la historia continuará/ girando sobre la tierra”.
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Un Canto por Venezuela Historia Versificada INTRODUCIÓN Había un joven recitando poesía en espinela, en el patio de una escuela y yo lo estaba escuchando. De pronto, entró caminando un hombre que sonreía por su interés parecía conocedor del poema; pidiendo un cambio de tema de esta manera decía: Oiga amigo “sabe mucho” contésteme unas preguntas pero me las dice juntas usted que se cree muy ducho. Hábleme que yo le escucho lo que ha aprendido en la escuela. Expréselo sin cautela; y sin mucha dilación, hágame una exposición de Historia de Venezuela. RESPUESTA: Un resumen voy hacer de aquella primera etapa; pido disculpas si escapa
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algún hecho, sin querer. Lo que yo puedo saber del pueblo venezolano, aquí se lo digo, hermano lo he leído en la historia y si falla mi memoria excúseme de antemano. La Historia de Venezuela comienza con el nativo del período primitivo que dejó alguna secuela. Así lo enseña la escuela: fue un período muy extenso, ya que tuvo su comienzo en la era prehispana y una cultura artesana dejaron como elemento. Después de la larga etapa de la primitiva era, a Venezuela le espera un período que la atrapa: En su seno se destapa aquel gran descubrimiento que trajo como elemento la ocupación de sus suelos por europeos con anhelos de darle sometimiento.
Si la crónica no falla cuando da su explicación,
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fue Don Cristóbal Colón quien puso pié en nuestra playa. En la historia escrita se halla el registro y la reseña de aquel hombre, cuya seña quedó para ser historia y recordar su memoria es la escuela quien lo enseña. Luego vino la conquista o etapa de ocupación de las tierras en cuestión por gente latifundista. Hicieron su inmensa lista de toda tierra ocupada, formándose de la nada la fundación de ciudades sometiendo sin piedades a nuestra raza insultada. La etapa del coloniaje, fase de incorporación de toda la población que sintió aquel viraje. se formó el mestizaje: negros, blancos se mezclaron con los indios, que ayudaron a que la raza creciera y que un buen sitial tuviera con la prole que aumentaron.
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Noches de Pluma Lila Gómez ISBN 978-980-12-6144-5 59
La poeta zaraceña Lila Gómez entreteje íntimamente poemas de rimas suaves, cuidadas, conjugando con pericia las palabras, dejando un aroma a rosas, a recuerdos, añoranzas, pero sobre todo a su tierra, a la sencillez con la que se vive en las tierras lejanas del bullicio citadino. Poesía que refleja sentimientos en cada uno de sus versos, dejándonos navegar en su odisea interior, donde la poeta a honda en las reminiscencias del paisaje que la vida ha acuñado en su ser, revelándonos los secretos síquico del prisionero universo. Lila Gómez (Zaraza, Guárico). La trayectoria de esta escritora autodidactica, zaraceña de nacimiento, la complementa una encomiable labor por más de tres décadas en el quehacer docente. Dentro de su actividad literaria ha tenido el reconocimiento del Certamen Municipal de Literatura en el 2011 por su participación con la muestra poética Amor de cristal. En el 2012 resultó ganadora del Certamen de Poesía de la Gran Explosión Cultural Bicentenaria con su obra Desolación
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INTIMO Abro mi verso como pecho amanté, desglosando la fantasía que alumbra a la plenitud del día que ríe un instante, un instante que proclama el amor que deslumbra a la cristalina lira, que surtidora aclama.
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Himno a la vida
Y entonaron las aves cánticos áureos 62
por lo que habia de venir. Celeste el mar, el firmamento, como alfombra inmemorial para celebrar la fiesta.
Rayos luminosos en la bóveda celestial conformaban el arco prisma. Derramaron las flores sus aromas y de cada pétalo emanaba rocío cual cristales de risas.
No había espacio ni tiempo, tristeza ni oscuridad; era nacimiento, era vida que brotaba, era ofrenda para amar.
Así, de lejos vine amando la vida, contemplando con fascinación el amor en la piel, en los labios. 63
¡Qué intensidad! ¡Qué perfectas sensaciones!
En mi larga metamorfosis enhebro el presente con el futuro y encuentro la palabra perfecta, que en todo orden resta de este sol interior.
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Como lagunas breves Eudes Moncada
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Como lagunas breves es un ejemplo de lo planteado anteriormente, Eudes Alexander responde a su compromiso con la poesía y nos invita a recorrer su camino, un trecho pleno de nocturnidad, de romance, corpóreo y sensual. Siempre atentos están los fantasmas, los gnomos y las criaturas, siempre a la expectativa por hacer de los espacios vacíos su morada, más allá del entorno del poeta, juntos se agolpan cuando el crepúsculo llega a su fin, al pie del Morrachón, cerro que custodia los destinos de los habitantes de San Juan de Colón, en el estado Táchira.
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Siempre tan llena de recuerdos, Solo atino a mirarte en las aguas caĂdas de la plaza, como lagunas breves‌ 67
Cuento leyendas que al fin se unen a las proezas de tu infierno. Por cada una de ellas marco t煤 coraz贸n de Eros De azufre y de mastranto.
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¿Cuán lejos pueda estar el mar de las luciérnagas que baten sus alas todas las mañanas en el fondo de mi estómago? Eso aún no lo sé Además solo me importa la borrasca que veo al fondo de tus ojos.
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Serie Rubia Serie Rubia ofrece historias que te invitan a caminar por veredas de ficciones enriquecedoras, revelando distintas dimensiones y formas de comprender la realidad. Guiado de la mano de prolíferos escritores que plasman narraciones con diversos estilos. Podrás perderte entre los laberintos de cada lectura propuesta como una aventura fructífera y entretenida. Por lo tanto, querido lector, puedes estar seguro de que el libro que tienes en tus manos lo leerás con emoción, disfrutando de su estructura, de la riqueza de su contenido y entre sus páginas podrás valorar el tránsito de la vida.
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Novela: Rubia Gusmar Sosa ISBN: 978-980-12-5977-0 73
Gusmar nos guía en este viaje, consigue hacernos entrar en profundidad en el corazón de los personajes con un trabajo esmerado de introspección y nos lleva a descubrir paisajes sublimes a través de las descripciones con toques legendarios para retomar el aire y sumergirnos de nuevo a lo más profundo. Rubia es un mundo, tan humano y tan real que estremece. No es sólo ella, es el paisaje que la envuelve, es su interior revuelto, las historias que la orbitan, el poder que hace el milagro en su vida. Junto a ella, descubrimos lugares fascinantes, paisajes sublimes, tanto internos como externos. No podemos más que sumergirnos en su historia, emocionarnos, sentir con ella, porque, al fin y al cabo, su historia no deja de ser la nuestra (y quien diga que no ha sentido nunca nada de lo que siente Rubia, miente o, lo que es peor, se miente a sí mismo).
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Es mediodía. Da igual verano o primavera; por estas tierras el sol de mediodía empaña el clima con su calor. Sería casi insoportable de no ser por las ráfagas de aire fresco que nacen entre las montañas y se desprenden desde lo alto del valle, allá arriba, donde los robles lo bordean como custodiándolo. ¡Valle legendario! Escenario de tantas historias. El aire viaja danzando, viento recio y solitario, juega entre los árboles, acaricia los samanes, árboles de lluvia, cenizos y de porte asombroso; seduce a los cedros, legendarios como el valle y silba entre ellos; sigue su camino, agitando la hierba en las planicies, donde reposa el ganado. Roza el agua de los ríos, dispersa a lo ancho y largo de estas tierras, bebe del Arroyo del Cardón y su recia danza encuentra calma. Ya no es viento solitario, es brisa suave que pasea con elegancia por el valle, que busca compañía entre las calles de Piedrita y Cañaveral, y avanza hasta Rivera y Agua Santa, no se detiene hasta que llega a lo más profundo del valle: El Consejo de Ciruma, y allí se perfuma con el aroma del aceite de cabimo. Da igual verano o primavera, el sol o la brisa; da igual la sombra del cabimo bajo el cual está sentada en uno de los bancos de la plaza del indio, ajena al aroma del aceite, indiferente al verdor de las montañas que aun a lo lejos coquetean majestuosas. No importa el mundo fuera de ella y el suyo se ha detenido, el futuro tiembla y se inclina junto al presente, el pasado reina y se burla; el espacio es un vacío reducido a la medida de los interrogantes, donde no caben sueños y deseos, donde muere la sonrisa y brota el dolor. En ella, el sol es odio inclemente que empaña el alma con su calor y el valle, es su corazón que llora la ausencia de la brisa.
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Ella es Rubia, la del nacimiento milagroso, la niña prodigio, la adolescente pródiga que una vez conoció el amor, la joven del millón de errores, la niña linda, la de los ojos de su abuelo; ella es una historia que aun no termina. Es hoy, un mundo distante y ajeno… Es un suspiro… 76
<<Soy Rubia, y tengo veintiocho años>> piensa, y es un lamento <<o tal vez soy veintiocho años llamados Rubia. Mi nombre debe ser sinónimo de desgracia, de desastre o constante aflicción. Sé que es inútil y tonto creer que puede cambiarse el pasado, pero… ¡Cuánto daría por cambiar aunque fuera un solo evento y desde allí caminar un trayecto distinto! entonces otro sería el presente y valdría la pena un futuro…>> Al paso de la brisa una hoja se desprende del cabimo, es arrullada con ritmo lento, cae en el cabello de Rubia y allí reposa, sólo unos segundos, ella la toma con sus manos y siente la humedad del aceite en sus dedos, contempla el verde intenso y vivo de la hoja que la invita a despertar ante el mundo que la rodea. Sus ojos azules se funden en el horizonte, se pierde en el azul del cielo mientras suelta la hoja que cae al suelo. Frota entre sí los dedos aceitosos y regresa del horizonte, se encuentra con ella misma fuera de su mundo interior, bautizada con el aroma de la primavera. <<El aceite de cabimo... si fuera tan fácil disipar el odio...>> piensa, y es un tímido deseo <<Las manchas del corazón son imborrables, no hay aceite que valga>>. Es una sentencia.
Recuerda el relato que una vez escuchó: en el año 1890 una extraña enfermedad azotó al estado Falcón, estado limítrofe con el estado Zulia. Una mancha aparecía en la piel y al cabo de dos semanas ésta se convertía en una llaga y, poco a poco, se extendía por todo el cuerpo. Las personas infectadas por esta enfermedad se iban pudriendo en vida, presentaban síntomas como fiebre y debilidad para ejercer cualquier tipo de actividad. Así, las víctimas de la enfermedad estaban condenadas a morir en un lapso de dos meses después de que la mancha se convirtiera en llaga. Cuatro familias, los Quero, los Pachano, los Morles y los Suárez, decidieron abandonar el estado unidos como una sola familia, los más ancianos presentaban ya la mancha en la piel y en la familia Morles, un niño iba infectado también. Partieron en caballos, arreando sus ganados, con provisiones para un mes de camino, y la esperanza de encontrar un caserío en el estado Zulia donde poder establecerse lejos de la infección del estado abandonado. Llevaban también semillas de maíz, de auyama, y de otros alimentos, creían que, de no conseguir un caserío, podrían fundar en alguna tierra uno para las cuatro familias. Tras dos semanas caminando en medio de la selva falconiana y sin conseguir nada, el niño Santiago Morles presentaba fiebre con frecuencia y sus padres se desesperaban ante la idea de que pudiera morir en aquel peregrinaje. Los ancianos también se descomponían aceleradamente. Encontraron un arroyo bordeado por cardones y se detuvieron para calmar la sed de los animales. Mientras las bestias se saciaban, un indio se les acercó. Se alarmaron al verlo, semidesnudo y de
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aspecto rudo. Cuando estuvo cerca, el temor aumentó al notar una cicatriz en su rostro que parecía dividírselo en dos. El indio parecía llevar un objetivo: sin distraerse, caminó directo hacia el niño, que estaba rodeado por sus padres y en los brazos de su madre, se abrió paso entre ellos y, ya frente a él, se inclinó a su altura. Nadie se resistió a su presencia. El indio miró el antebrazo del niño donde la mancha comenzaba a supurar. -Esto- dijo tocando la llaga con su dedo- mal de ciudad. Hombre de ciudad mucho odio. Luego señaló al frente del arroyo y agregó: -Un día de camino, detrás de robles hay valle de cabimos, yo indio Ciruma pasar por allí y ver el árbol que bota aceite, aceite untar en piel de niño. Niño sano. Aceite cura odio. Se levantó y sin esperar una palabra ni pronunciar ninguna otra, se alejó en sentido contrario al lugar que había señalado. Por varios minutos, hubo gran discusión entre las cuatro familias, los Quero y los Pachano creyeron conveniente tomar otra dirección diferente a la que el indio les había indicado, pensaron que sus palabras podrían ser una trampa para desviarlos por ese camino y en compañía de la tribu despojarlos de sus bestias y mercancías. Sin embargo, la desesperación de los Morles les llevó a confiar en las palabras del indio Ciruma y, apoyados por la familia Suárez, decidieron dirigirse hacia el valle de los cabimos. Las otras dos familias terminaron siguiéndolos también. Al día siguiente, ya al anochecer, llegaron al lugar, contemplaron el valle bordeado por los robles, en él
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varias docenas de cabimos distribuidos a lo largo y ancho del valle. Era primavera, el olor del aceite que segregaba cada árbol era agradable al olfato, daba la impresión de estar dentro de un nuevo mundo. Tomaron aceite de cabimo y lo untaron a los infectados por la enfermedad, sobre las manchas y sin frotarlo, como había indicado el indio con señas. Tres días después de que los pacientes padecieran una fiebre intensa por las noches, las llagas desaparecieron junto con la fiebre y los síntomas de la enfermedad. Decidieron establecerse en aquel lugar y, en honor al indio, que nunca más volvieron a ver, llamaron al pequeño caserío “El Consejo de Ciruma”. Cada familia se adueñó de una porción de tierra suficientemente espaciosa para construir casitas de barro y fundar pequeños conucos en los que sembraron las semillas que traían y así asegurarse la alimentación de la población. Se proveían de agua del arroyo al que llamaron “El Cardón”, el mismo donde les encontró el indio. Tan pronto como se establecieron, un representante de cada familia volvió al estado Falcón exportando el aceite de cabimo para que pudieran salvar a los pacientes que agonizaban y a los que iban siendo alcanzados por la enfermedad. Así, la fama del pequeño caserío corrió con rapidez. En 1900, la Iglesia Católica consideró que la aparición del indio había sido un milagro, y lo atribuyó a San Antonio de Pádua, a quien veneraban como un santo patrono de los viajeros y cuya fama entre los laicos era conocida desde 1890. Enviaron a un cura para que se encargara de guiar espiritualmente a los habitantes del caserío, que aumentaban en número ya que la
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exportación del aceite al estado Falcón había servido como una puerta de entrada a otras familias que decidieron mudarse. El caserío creyó conveniente la presencia de un cura en aquel lugar y aceptaron la interpretación que la Iglesia Católica le dio a la aparición del indio, lo creyeron un verdadero milagro y no faltó uno que dijera haber sentido un impacto profundo tras las palabras del indio: “el odio del hombre de ciudad”. Sin embargo, nada acertada les pareció la elección de la santa iglesia con respecto al enviado cuando lo vieron llegar. Rufino Pérez Valles era un joven de 25 años cuando llegó al pueblo. Acababa de salir del seminario, y una semana le bastó para cambiar la impresión que su llegada causó en los habitantes de El Consejo de Ciruma. Era joven e inexperto, pero apasionado y laborioso. Se ganó el respeto y la admiración de cada uno de los habitantes, quienes luego lo consideraron no solo el cura del pueblo sino también la máxima autoridad. El padre Rufino, llamado así al pasar los años, logró que las autoridades regionales posaran su mirada sobre el caserío. Consiguió que el gobierno regional construyera dos edificios destinados a la educación básica y diversificada de los habitantes del ya considerado pueblo y de los que habitaban los caseríos que se habían formado alrededor del mismo. También instauró la celebración del aniversario de la llegada a aquellas tierras de sus fundadores, la segunda semana de junio se festejaban las llamadas “Ferias de San Antonio”. Aquellas ferias fueron motivos de la visita de pobladores de otros estados. En 1930 el gobernador de turno en el Zulia visitó la Feria de San Antonio y bautizó el pueblo como “El Jardín del Zulia”, nombre con el que luego el niño Santiago Morles, ya adulto, publicó
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una obra de poemas centrados en la fuerza y virtudes de la naturaleza. El gobernador prometió ese año construir un ambulatorio rural en el pueblo, y una plaza a la cual declaró que llamarían la plaza del indio, y que además, de ser electo de nuevo como gobernador del Estado Zulia, incluiría en su presupuesto un programa para la construcción de viviendas dentro del presupuesto regional, cuyo pago sería cómodo y ajustado a la economía de los habitantes del pueblo. Si bien todas esas promesas fueron charlatanería política y oportunista del gobernador, el padre Rufino se encargó de que las cumpliera todas. La Plaza del Indio quedó construida en el centro del pueblo, en medio de ella un cabimo era protegido como símbolo de esperanza y recordatorio de que el odio era una llaga que apagaba el espíritu del hombre. Ya en 1950 el Consejo de Ciruma era un pueblo ajustado a la modernidad de la época. Ese año, la Iglesia Católica envió al gobierno nacional planos para que patrocinaran la construcción de algunas catedrales en las ciudades y pueblos que aun no tenían ninguna. El gobierno nacional los distribuyó a los estados correspondientes, quienes sortearon las construcciones para decidir cuales se llevarían a cabo ese año. Se aprobó la construcción de la catedral en el Consejo de Ciruma. Una confusión en los planos hizo que se iniciara la construcción basada en los planos de la catedral que debía corresponder a la ciudad de Cabimas. Cuando el gobierno regional hubo caído en cuenta de esto ya se había iniciado la construcción y así, el pueblo presumía de una catedral moderna y lujosa. La confusión de los planos se le atribuyó al santo patrono del pueblo como un milagro.
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La entrada del evangelio protestante al pueblo, a finales de 1960, habría sido imposible y no aceptada por los habitantes de no ser por la aprobación del padre Rufino, cuyas decisiones y avales eran respetados aun cuando contradijeran la voluntad del colectivo. A pesar de que el protestantismo por esa época representaba una amenaza para la Iglesia Católica arraigada en costumbres y tradiciones, siendo tal protestantismo una expresión de nuevas propuestas consideradas liberales por el sector ortodoxo, el padre Rufino expresó siempre su inclinación a un escenario plural, diverso, tolerante. A los 95 años de edad murió, y en su honor se levantó un monumento en la Plaza del Indio junto al Cabimo que está en el centro del mismo. Fue recordado siempre por su carisma y sus obras. Meses después de su muerte, el gobierno inició la construcción de otra plaza frente a la catedral, la Plaza Bolívar, fruto también de los esfuerzos en vida del padre Rufino. En el pueblo, todas las generaciones escuchaban la historia del indio y del aceite de cabimo que curó la enfermedad de la mancha de la piel. Y Rubia la escuchó de labios de su abuelo. Recordar esta historia es recordar al abuelo, es recordar la razón por la que está sentada allí. Limpia sus dedos, asqueada del inútil aceite, mira el monumento y lee debajo de la imagen del cura Rufino Pérez Valles: “El Odio puede llegar a ser…”. Suficiente para esquivar la inscripción, para no leer lo que sigue, para ignorar al mundo de nuevo. << ¡Te odio abuelo!>> Y los ojos se le humedecen. No es fácil luchar contra el odio, no cuando las heridas aun duelen, cuando no cicatrizan. Rubia no admite curación, quiere, pero no puede.
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No se lo permite. Para ello debe hacerse débil, y una vez lo intentó y de nada sirvió, otro intento es un lujo, los daños podrían ser mayores. Se conmueve ante su declaración, el odio sigue vivo; se reduce de nuevo el espacio y desde el 83
vacío se asoman los interrogantes, el “qué habría sido de mí”, “cómo sería yo”, “dónde estaría”, el “cuál es la razón por la que tuvo que ser así” y el “quién puede entenderme”; y cada pregunta es un leño que excita las llamas del odio y el dolor… -¡Por qué no te consumió la maldición de la lejanía en Agua Santa! Y no quiere llorar, pero las lágrimas huyen del ardor del fuego en el alma.
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La muerte disfruta su propia inseguridad Richard Sabogal ISBN: 978-980-12-5713-4
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La muerte disfruta su propia inseguridad, de Richard Sabogal, es una miscelánea de historias y personajes que de muchas maneras nos muestran la descomposición social de un país, donde una gran parte de sus habitantes viven inmersos en una atmósfera enajenante y violenta, que les impide acceder a una salida eficaz de sus problemas y los lleva casi siempre a tomar la decisión más extrema. El titulo en sí refleja con presión e ironía lo que el lector hallará en estos cuentos. En La muerte disfruta su propia inseguridad, Sabogal preocupado por la situación social venezolana se enfrenta a la brutal realidad de sus personajes, moviéndose sin problema entre sus historias. Esta colección de cuentos bien podría decirse que se inscribe en la tradición literaria que empezara, entre otros, en los años sesenta, Román Chalbaud, en el teatro y en el cine. Del mismo modo, Antonieta Madrid y Adriano Gonzáles León, en la novela. Un movimiento que exploró literariamente –como lo hace Sabogal en su libro- el tejido real de Venezuela. Este libro de lectura necesaria nos recuerda la obra de Elfriede Jelinek, en especial su novelaLos excluidos.
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Día de clases Cuando los afianzó con fuerza, los cerrojos del estuche de guitarra se quejaron. La mañana lo convertía en uno más en la apretujada calle; un profesor de música en pos de su colegio. Pasó junto al legañoso mendigo que se apoltronaba en su cartón. Tropezó con la prostituta que regresaba a casa junto al niño con su uniforme perfumado. De soslayo la joven ejecutiva en su nube de azoro iba muy cerca del recién graduado en pos de su primera entrevista. Sus pasos de acero doblegaron la escalera a la entrada del bullicioso edificio. La puerta de la Dirección cedió con un crujido. Los cerrojos del maletín se dejaron hacer. La escopeta relució, la directora abrió la boca —iba a gritar— pero el disparo, le ganó la partida.
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Para empezar el día Yhon Nairobi madrugó, molió el café que la abuela le pidió, lo tomó recién colado del pocillo de peltre, se calzó la gorra curtida de los Yankees, se puso la franela sin mangas y salió en su bicicleta en busca del origen del arranque hormonal. Un mensaje de texto lo alejó de la seguridad del hogar “Ven que te quiero desayunar”. Disparado llegó al rancho de lata y bloque rojo donde Carolina le esperaba aún en la cama matrimonial. La desgreñada joven lo atrajo hacia sí y las horas se fueron por la misma cañada donde muchas días después, un vecino hallaría desnudo, torturado, muerto y sin pene a Yhon. Macu no deja nunca de trabajar.
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¡Mírame… para la foto! Por más que giraba la llave, la camioneta respondía con un carraspeo. Su madre, esposa e hijo de dos años le acompañaban esa noche oscura en la calle con postes de bombillos rotos. El vidrio fue golpeado con la culata de una 38., “bajen la mirada, no nos vean o los quiebro” amenazaron. Procedieron a colaborar en el despojo de sus pertenencias: relojes, carteras, celulares y objetos que pudieran venderse por una dosis de piedra fueron decomisados. El chofer se atrevió a levantar la mirada “tú…” murmuró reconociendo a su antiguo compañero de escuela. “¿Qué te dije? vente conmigo”. Esposa, madre y pequeño caminaron a casa por la oscura noche. Horas después un bombero que cazaba aves en la montaña vio un clavel con forma de dedo humano brotar de la tierra. Un cuerpo de hombre con la cara llena de perdigones sonreía a las aves que caían planeando contra el viento hacia la segura muerte.
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Gabriela Norge Sanchez ISBN 978-980-7495-01-1 91
Un libro de una intimidad difícil de clasificar. Bordea, rompe, supera cualquier frontera, cualquier murmullo de género. Quizás uno pueda estar más seguro de que sus coordenadas se desplazan hacia un itinerario de apetencias y riesgos formales. No es tampoco lo más significativo. Lo más importante es su atmósfera y el flujo de armonía que envuelve a los textos. Y las historias contadas, poetizadas a través de máscaras. Los tejidos que gobiernan este libro son áureos. De otro modo no sería posible unir, contrastar disímiles poéticas, rabias, ternuras, humor, los ámbitos de una dimensión tangible, sobre todo en la lectura a ras de palabra. Más allá en los ecos trasvertidos por una poesía que busca filiaciones universales, está la expresión de un autor que inventa para su contemporaneidad, y tal vez un poco más lejos, los cursos mágicos de un estilo y de una personalidad literaria también fantástica.
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El primer Bolivariano El fuego, bajo la bullente caldera del arroz, en una aldea de los anamitas, se detuvo. Todos los glaciares del planeta congelaron su andar, justo en la línea de las nieves. Las aves migratorias postergaron su inminente partida. La Tierra, por un instante, salió de su órbita para desafiar las dentelladas de un hueco negro; mientras todas las estrellas se dieron la mano para juntar sus lágrimas con las del primer bolivariano que en aquella plaza de Caracas, Gabriela, lloró frente a la estatua de Simón Bolívar.
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Los héroes
Ese, el de la mirada de galán, le escribía a Amalia Simoni desde la manigua ...”mi pensamiento más constante (...) es el de tu amor y el de mis hijos (...) idolatrada esposa mía”. Aquel torbellino en Dos Ríos le llamó un día “diamante con alma de beso”. El de perfil grecolatino dejó a su cuerpo estrellarse, como un planeta, contra la bala de un esbirro, junto al grito de amor de una muchacha. “Mía cara Tiníssima”, le decía. El de la tierna mirada era el novio de la patria y a ella se entregó para siempre en las calles de Santiago de Cuba. Así son nuestros héroes, y no viven en los libros.
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Las perlas
Cuando llegas con el pelo salpicado por el aguacero, los pies descalzos y un zapato en cada mano Gabriela, salto hacia ti como un cazador furtivo dispuesto a libar en tu mejilla la humedad de la tarde y contar, disfrazadas de gotas de lluvia, esas perlas que le cuelgan a tu pelo y tus pesta単as, mientras tu madre con las manos en la cabeza, te pide que no sigas llenando el piso de algas y corales.
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El silencio del mar y otros cuentos de misterio Arnaldo Jiménez ISBN 978-980-12-5973-2 97
“El silencio del mar y otros cuentos de misterio”, no es un libro para leer desesperado y luego olvidarlo. Es una obra de arte, como un cuadro pintado que debe contemplarse con tranquilidad disfrutando la riqueza impregnada en cada color, en cada forma, digna de la sumisión y auto entrega como una ofrenda para que el concepto del artista nos guíe al lugar desde donde podemos descubrirnos en su obra. Es un espejo, de realidades y fantasías, fantasías que son realidades en el mundo que cada ser esconde y realidades que son fantasías dentro de las rutinas que amenazan con extinguir la esencia del ser.
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EN EL TÚNEL
Siempre había estado cerca de ellos, pero no podía decir que los conociera a profundidad. Ese día me decidí a vigilarlos y a estudiar con más detalle todos sus movimientos. Los miraba desde una distancia prudencial. Separado por una especie de telilla acuosa, un cristal blando que recorre todo el espacio y no permite captar la nitidez de los objetos ni de los seres. Las escenas pueden describirse con cierta exactitud, pero los rasgos físicos, los gestos, las actitudes que delatan los signos de un carácter, se deforman inevitablemente, sólo llegan al observador algunos valores aproximados tejidos por la duda. Romper la telilla es más que imposible, lo intenté en varias oportunidades cuando no había comprendido que su extensión omnipresente e impertinente servía al mismo tiempo para resguardarme de ellos y ellos de mí. A pesar de toda la fuerza que utilicé no pude rasgarla, su debilidad es sólo una apariencia más que ella deforma en el juego constante de sus luces y sus sombras que bambolean de un lado a otro como una lámpara abatida por la brisa. La he recorrido toda y no hay la más mínima fisura en ninguno de sus ángulos. Las voces, los ruidos, los sonidos de cualquier tipo, son los que más sufren distorsiones, se escuchan agrandados, metálicos, como golpeando contra paredes cercanas. Entender los mensajes es una tarea difícil, diría que improbable, el único recurso es deducirlos de acuerdo al contexto de las acciones.
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Nadie podía sospechar de mi presencia, interno en uno de los recovecos del túnel mis ojos giraban dominando todo el escenario. Siempre les he tenido miedo, es por ello que sólo he llegado a los límites que sin saberlo nos hemos colocado, palpo el espacio, paso y me retiro rápidamente. Esa vez, sin embargo, asumí el reto de permanecer más tiempo al lado de ellos, de doblegar mis temores y adentrarme a curiosear en sus meandros de horror. He aquí lo que observé: no puedo ocultar que son criaturas muy extrañas y que su ambiente natural es la noche, suelen moverse en lo prohibido creando alrededor de ellos una serie contigua de charcos llenos de sustancias asquerosas, a juzgar por la opacidad y la espesura de sus viscosidades, que a veces beben desesperadamente. Gesticulan de manera torpe, no obstante son precisos cuando atacan, y esta es la característica más despiadada que los diferencia de todos los demás seres infernales que he conocido o de las cuales he tenido noticia. La convivencia entre ellos se mantiene en una constante tensión, merodean, tantean mirándose unos a otros, esperando que en un momento inesperado cualquiera de ellos se abalance sobre otro y le desgarre las tripas, explote su cabeza o desintegre los largos brazos que desde temprana edad comienzan a adiestrar. Sus esqueléticas figuras(¿o debo decir grotescas?) deambulan de un lado a otro del túnel buscando un error, una falla en la comunicación, cuando eso ocurre los horribles sonidos que emiten sus huesudas fauces espantan al ser más valiente que pueda existir, al más preparado para manejarse con lo desconocido. En la oscuridad sus ojos rojizos parecen miradas felinas que escrutan el fondo intangible de las almas. No tienen colmillos ni le temen al amanecer, pero a veces dejan caer desde sus belfos largos cordoncillos de sangre.
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El más grande de ellos domina el espacio, los otros se retiran cuando él entra, pueden erguirse, pero generalmente caminan casi agachados dadas las características espaciales, y en cierto modo, históricas del túnel, los brazos a veces rozan el piso y tienen bellos (¿o espinas?) desproporcionadamente largos y puntiagudos que recorren toda la extensión de los brazos y las extremidades inferiores. Esa vez pude darme cuenta que sus débiles facciones físicas, o, mejor dicho, lo que parecen ser débiles facciones físicas, se escamotean bajo las pieles de agresividad de los movimientos, la vigilancia continua y unas prolongaciones afiladas que se extienden repentinamente desde sus manos. La luna no ejerce ninguna influencia maléfica sobre ellos, ella pasa y se descuartiza en el mar superior y ellos no se percatan de absolutamente nada, ni siquiera cuando bajo ciertas y determinadas reglas, salen al exterior y andan entre nosotros con sus atuendos invisibles, tocando nuestros miedos, registrando nuestras racionalidades y llevando toda nuestra comprensión a los archivos de lo inverosímil. Esa vez presencié el final de uno de ellos. El más alto penetró en el túnel y miró hacia todas partes, es la costumbre que adquieren debido a la increíble manera que tienen de compartir las emociones y de negociar la tranquilidad del sitio. Todos los ojos flotaban en el espacio y caían en turnos más o menos constantes sobre cada cual, incluso sobre sí mismos. Yo también sentía una presión, una fuerza que me impulsaba a salir y mostrarme, pero eso hubiese complicado todo. Una de las criaturas se levantó en dos patas y vociferó algo con una decisión poco vista ante aquél que, a todas luces, era el jefe del espacio y comandaba las acciones. El más alto se retiró y
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dio la espalda, andando casi a cuatro patas, el resto se fue arrimando poco a poco hacia la otra criatura que mostraba mucho más carne y densidad ósea y cuya cara estaba rodeada de una melena encrespada y rígida. El más alto se percató de que lo estaban dejando solo y girando sobre sí mismo corrió hacia la otra criatura y la haló por las guedejas lanzándola al piso con brusquedad ilimitada, luego se posó sobre ella hundiendo sus largos o cortos dedos afilados en el cuello, rasgando de adentro hacia fuera, la criatura pataleaba, braceaba el aire queriendo que alguno de los espectadores la ayudaran, pero nadie interrumpía la acción, el alto cada vez imprimía más fuerza a sus dedos y enrostraba y escupía espesos oleajes de baba o de sangre. La otra criatura se retorció en el piso emitiendo un alarido desesperadamente espantoso, el horror me hizo sentir que podían verme y hasta tocarme, me daba la impresión de que ninguno de ellos quería admitir allí mi presencia, me pareció que disimulaban y fingían tener toda la atención puesta en los acontecimientos, sin embargo, la cercanía era tan íntima que podía dar por seguro de que así como yo los estaba observando, así mismo podían ellos mirarme a mí. El miedo que sentí es indescriptible. Los demás se apresuraron a tocarle la herida y gritaban y miraban hacia arriba y volvían a emitir larguísimos gritos húmedos y articulados en forma de melodía plañidera y aberrante. Entonces el otro, el alto, comenzó a temblar de manera incontrolable y dando un grito muy fuerte templó todo su cuerpo hacia arriba y yo pude ver cómo los fluidos de sus órganos internos adquirían una velocidad inverosímil y latían en oleajes de múltiples colores. Bajó la cabeza y un breve silencio cayó sobre él aplastando sus ojos, luego, dando muestra de su temperamento, agarró al cadáver y lo arrastró perdiéndose hacia el sonido lejano de lo que parece
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ser una corriente de agua. Los demás trataron de impedirlo, pero él volteaba y con sólo clavar sus ojos en ellos, los inutilizaba. Desde esa vez he tenido la oportunidad de acercarme con más regularidad a estos seres, llamados 103
entre sí humanos, pero siempre tengo la precaución de palpar el espacio, pasar y retirarme rápidamente al otro lado de la telilla deformadora.
Cuentos para morir leyendo Richard Sabogal y Gusmar Sosa ISBN 978-980-12-6158-2 104
Sabogal y Sosa nos presentan sus “Cuentos para Morir Leyendo” caracterizados, además, por el suspenso, el miedo, la inseguridad, el misterio, donde el lector se preguntará, mientras avanza en sus páginas “¿Esto es fantasía o realidad?” Cómo se lo preguntó Nine Melvin cada vez que despertaba en un lugar distinto, viviendo situaciones que rebasaban su cordura, esperando que todo fuera eso, una fantasía que le jugaba su mente… un sueño: “Sobresaltado, despertó y se tocó la frente donde había recibido el golpe. Estaba en su cama, a su lado una hermosa mujer dormía semidesnuda. No tenía idea de qué ocurría. Aún aturdido caminó por la casa, cortinas rojas ondeaban al ritmo del caprichoso viento”… “Despertó en una camilla, no era la misma donde lo tenía Jill, otras camillas lo acompañaban, llenas de muertos, algunos desnudos, muchos con etiquetas en el dedo gordo, él traía traje, zapatos, se sentía limpio”.
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Óbito uno Por: Richard Sabogal El martilleo continuo lo sacó de la bruma. Los clavos dulces chocaban sin resistencia contra la madera del ataúd. Dentro, Nine Melvin se arropaba en la oscuridad. Gritó. Rasgó con las uñas la dura madera. Algunas astillas se clavaron. El martilleo cesó, al parecer el de fuera le había escuchado. El chocante sonido del martillo arrancando clavos le pareció la melodía más hermosa jamás oída. Por fin la luz perló sus ojos. - ¿Qué mierda quieres maldito muerto? - , espetó el hombre que acababa de quitarle la tapa al ataúd. - ¿Qué hago aquí dentro? ¡Estoy Vivo! - Estas más muerto que Marilyn Monroe. Deja de escandalizar que va a anochecer y debo meterte bajo tierra. - ¡Pero estoy vivo! - No lo estás, escoria maldita - Acto seguido le estampó un la oscuridad.
martillazo que lo sumió en
Sobresaltado, despertó y se tocó la frente donde había recibido el golpe. Estaba en su cama, a su lado una hermosa mujer dormía semidesnuda. No tenía idea de qué ocurría. Aún aturdido caminó por la casa, cortinas rojas ondeaban al ritmo del caprichoso viento. Se acercó a la mujer, la movió. Entreabrió lo ojos, balbuceó que la dejará dormir. Dio una vuelta y siguió sumida en el plácido sueño. Es tarde noche, dentro de la casa parece no haber nadie. Largos pasillos con ventanales de cortinas rojas causan entropía en la
quietud. Nine Melvin, a paso rápido, recorre las
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habitaciones. No hay nadie. De repente una mujer, casi una niña, le corta el camino, Nine le lleva por lo menos una cabeza de estatura.
- Aquí estas, ¿Dónde te habías metido? – Pregunta mientras lo abraza y le plasma un suave beso – llevo toda la noche esperando vengas. Te necesito Nine. - ¿Qué ocurre? No… comprendo. - ¿No comprendes qué, cariño? No vengas con eso ahora. Ven a la cama, estoy sedienta. La joven casi niña se zafa de sus brazos y deja caer su camisón, unas largas piernas coronan unas caderas gruesas y una cintura asombrosamente pequeña rematando en unos senos mínimos, firmes y erectos que llaman al codicioso Nine. - Ven, hazme tuya, hazlo mejor que anoche, pero no tanto como mañana. Nine confundido sale de la habitación. No consigue dar explicación a lo que ocurre. Regresa por los largos pasillos hasta el lugar donde despertó. Al entrar consigue la habitación a oscuras, comienza a palpar el apagador. Algo húmedo lo hace patinar. Estaba junto a la cama, vio la lámpara, se levantó y la encendió. Soltó un grito ahogado al ver a la sensual mujer que dormía minutos antes a su lado, con una lanza que atravesaba su estómago y los ojos perdidos en el techo, reflejando un último gesto de terror, agonía y rendición. Saltó sobre la cama, buscó su pulso. Estaba helada, tiesa, la sangre coagulada, hedía, parecía tener un día de muerta, descubrió algunas moscas verdes y grandes degustando el cuerpo. No entendía nada. - Qué mal estás Nine – dijo una voz que le asustó - ¿Qué te sorprende tanto? - Ella… está… está muerta. - ¿Nieves? Claro, desde esta mañana, ¿qué te sorprende? - ¿Así se llamaba? Pero está muerta, ¿No vas a hacer nada?
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- ¿Qué voy a hacer? Se murió, ya está. Ven, quiero cenarte, ya el cuerpo. Ven por favor.
veremos qué hacer con
- ¡Maldita psicópata, la mataste! - Se abalanzó sobre la joven, ésta sacó un arma. La oscuridad cubrió a Nine. Intentó abrir los ojos, una fuerte luz blanca lo cegaba, sentía el cuerpo entumido. No podía moverse. Sus músculos tensos pedían libertad, intentó serenarse y pensar. Recuerda haber estado en un ataúd, un anciano le golpeó, luego despertó en una casa con dos mujeres, la primera estaba viva, la segunda, joven, muy joven, luego la que dormía plácidamente a su lado estaba muerta, salvajemente asesinada. La segunda se regodeaba de esa muerte al parecer. Luego le disparó. ¿Estaba muerto? Levantó la cabeza para verse el cuerpo, estaba acostado al parecer, estaba desnudo, pero amarrado a una camilla metálica, junto a ésta, una mesa cromada con herramientas. No había nadie en la habitación. - Me alegra hayas despertado. No te preocupes, no te disparé a matar, sólo un poco de corriente, mira – le enseñó el arma – muchos voltios que te duermen un rato, por cierto ¿Qué tal el sueño? ¿Soñaste conmigo? - ¿Quién… eres? ¿Por qué me tienes amarrado a la cama? - ¿Qué quién soy? Tú no eres mi Nine, tú eres otro. Lo supe desde que te vi a los ojos, no eres mi Nine. No eres y por eso debes morir. - ¿Quién eres? No sé qué hago aquí, ¿Cómo es que esa mujer, esa tal Nieves está muerta? Dime tu nombre, no sé nada – gritó Nine casi con lágrimas en los ojos. Jill, mi nombre es Jill. Me duele no me recuerdes, después de todo lo que hemos vivido. Bueno, es que tú no eres tú, tú eres otro metido en el cuerpo de mi Nine. Debes morir. - ¡Maldita loca! Déjame, ¿Para qué vas a agarrar esa tenaza? –Lanzó un alarido que se estrelló por todas las paredes.
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Jill se protegía con un delantal plástico, un tapaboca y unos lentes. Pronto estaban manchados todos de sangre y su frente blanca con diamantes de sudor. Nine perdió el conocimiento cuando no tuvo más fuerzas para gritar. Despertó en una camilla, no era la misma donde lo tenía Jill, otras camillas lo acompañaban, llenas de muertos, algunos desnudos, muchos con etiquetas en el dedo gordo, él traía traje, zapatos, se sentía limpio. - ¿Despertaste? Qué bueno. Pensé me había equivocado – le dijo el viejo que le había dado el martillazo en la frente, recordó, se tocó y tenía una herida. Dolió. - ¿Dónde estoy? - En la morgue. Estás muerto. Sólo que aún no lo aceptas. No me mires así, lo estás, desde hace tres días. - ¿Pero… si estoy muerto… qué hago aquí… hablando con usted? - A ver – miró una planilla - ¿Nine Melvin? La muerte es una caprichosa, ella se regodea, disfruta, es como un gato cuando atrapa al ratón, tu eres el ratón, todos somos ratones, ella juega toda la vida con nosotros, al final ella nos gana, nos da el golpe de gracia y pasamos para el otro barrio. Pero a veces ocurre, que como tú, el ratón no está bien muerto y el gato no termina de comerte. Es una caprichosa. Una perra. - No puedo estar muerto, no recuerdo haber muerto. - ¿Qué recuerdas? ¿Háblame de tu vida? - Se acomodó a su lado - Me llamo Nine Melvin, soy…. soy. - No sabes quién carajos eres – Soltó una estertorosa carcajada - Estás más muerto que Kennedy, estás más muerto que Presley.
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- Pero… no puede ser… Cuando usted me tenía en el ataúd… - Fuiste a otros sitios, así es, es tu vida. La muerte disfruta, debes ser alguien especial para aún estar aquí. En treinta años que llevo de sepulturero, he visto muchos en tu lugar. Siempre son especiales. Nunca he visto a una mujer de limpieza o un vendedor de boletos en situación similar, sólo gente que vivió, viviste a plenitud ¡Debes morir a lo grande! - ¡No puedo estar muerto! Mírame. Me muevo, camino, ¡Tengo pulso! - No tienes pulso, estás helado y te mueves. Pero muerto. - ¿Qué debo hacer? No quiero morir. - Nada. Ven, acuéstate en la camilla, debes descansar, esperemos que la caprichosa decida qué hacer contigo. A ver, cierra los ojos, relájate, así es, tranquilo. - ¿Qué me estás inyectando? Oiga espere… - Tranquilo, es formol ¿No querrás podrirte en vida, bueno... no querrás podrirte en muerte – Soltó otra carcajada - ¿Por qué no me enterraste cuando desperté en el ataúd? – preguntó con esfuerzo Nine, sentía el cuerpo pesado, durmiéndose - No lo hice porque aún no estabas listo. Y porque nosotros los sepultureros, respetamos a la parca, si ella no te pone tieso y helado, debemos esperar a que ella lo haga. Es la ley, somos solo peones de la reina. La oscuridad llegó… Oscuridad. Se dejan oír besos, roces, el quejido leve de la cama. Un hombre, una mujer, desnudos, ella arriba, le besa, primero el labio de abajo, lo tira con suavidad, luego con rudeza, él
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se queja, atrapa su boca, la besa, la consume. Es un beso largo. Ahora está arriba, ve el brillo de sus ojos en la oscuridad. Se pierde entre sus senos, recorre la línea hacia el ombligo, cual camino de hormigas, hace el recorrido hasta el final. Prolongación, un largo gemido, el primero. Ella arriba, la cama acentúa su quejido, cual camino empinado los deseos son cada vez más sentidos. A punto, en el pináculo de los besos apasionados y lastimosamente placenteros gimen al unísono, tensan músculos y caen, uno sobre el otro. Te amo, pronuncia. Le mira en la oscuridad. Luego él se duerme. Tiene las manos manchadas de sangre, la camisa. Siente adrenalina ¿Cómo llegue aquí? Baja corriendo las escaleras, abre la puerta. A lo lejos se oyen sirenas, ve un carro, se monta, se revisa los bolsillos, tienes unas llaves, arranca. No sabe dónde está, no recuerda la ciudad. Pronto las sirenas se oyen demasiado cerca. La persecución ha comenzado. Cuatro carros patrulla le siguen, altavoces ordenan se detenga, no lo hace, mete otra velocidad y acelera, se sorprende al ver que tan buen piloto es, serpentea carros, aún es de noche, no sabe si es el mismo día en que Nieves apareció muerta o es otro. No puede comprender nada, no sabe nada de su propio pasado, parece una amnesia, sí es eso, amnesia, a lo mejor el martillazo del sepulturero la ocasionó, se palpa la frente, no hay herida. Un disparo lo saca de sus pensamientos, pasó llevándose el retrovisor. Intenta acelerar aún más. El carro da todo de sí. Entre un carro y otro, Nine esquiva y gana terreno, la policía forzada intenta alcanzarle. Luces parpadeantes se ven al final de la avenida, dos motorizados vienen en sentido contrario, van a su encuentro. Cuando los tiene suficientemente cerca Nine ve traen armas, abren fuego, una bala se incrusta en su hombro, esquiva una moto, se lanza sobre la otra llevándose al motorizado. Las cosas se complicaron. La avenida está por terminar y las luces intermitentes de sirena cada vez más cerca. Los disparos se acentúan, el vidrio trasero estalla. De repente el carro se torna difícil de manejar, afianza el volante con fuerza, el brazo duele. De afuera le llega el sonido de una llanta desinflada. El motorizado, que minutos antes le interceptó, le alcanzó nuevamente, le mira con el cañón de su arma, la acciona. Nine reduce la velocidad, casi logra arrollarlo, el motorizado dispara y se carga la rueda delantera. El carro se torna aún más difícil de controlar, un hombrillo le intercepta y el carro da una vuelta, mientras las patrullas y el motorizado le rodean.
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I Colecci贸n de Cuentos Postmodernistas Varios autores ISBN 978-980-12-6158-2 113
Colecci贸n de cuentos escrita por los autores de Negro sobre Blanco, propuesta que funge con la premisa de impulsar los autores. Anualmente se realizara una colecci贸n.
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Francisco Ruíz
Las voces Para el mes de mayo le tocó a Teófilo de nuevo empacar, quería viajar a otras tierras porque ya le habían empezado a crecer raíces que pretendían enterrarlo en vida en aquel lugar. Eusebia, su mujer, aún recordaba el día cuando lo conoció. Su porte de militar, su sonrisa de candidato y esos aires de hombre citadino eran atributos que no podían nunca pasar desapercibidos por los habitantes del pueblo de la costa ya que por encimita se le notó que no era de por esos sitios. Pero los encantos del hombre no sólo cautivaron a Eusebia sino también a muchas otras, provocando suspiros en las mujeres, envidia en los hombres y suspicacia en los ancianos que ya habían recorrido mundo. Era aquella frágil criatura una morenaza con cuerpo de guitarra, de espíritu libre, forjado por el rigor de una crianza severa porque su padre era un campesino tosco y bravucón que apenas la dejaba asomarse a la puerta. Pero esto no le forjó el carácter sumiso, muy por el contrario, la hizo una guerrera. Con valor y decisión contradijo a su progenitor y a pesar de la amenaza del padre ella huyó con Teófilo.
__Volveré por ti. Te lo juro.
Teófilo había llegado al pueblo en una carreta con tesoros traídos de la ciudad porque era vendedor ambulante. La mercancía que más vendía como pan caliente eran los finos jarrones que, según él, eran traídos de Europa. Y cuando vio a Eusebia enseguida supo que quería a esa mujer para él. Aquel rincón del mundo estaba atestado por gente idéntica, se movían a un mismo ritmo; seres hacinados en el laberinto de la monotonía, morían resignados contagiados del síndrome de lo
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cotidiano. Seres desprovistos de malicia salvo los más viejos que por experiencia de vida conocían a todas las especies humanas. Y esa tarde de mayo, cuando Teófilo partía, Eusebia recordó las muchas advertencias que le hicieran antes de tomar la decisión de irse a vivir con aquel citadino. Parada en la puerta observó a su amante cruzar la esquina en su carreta hasta perderse de vista. Su hermosa anatomía permanecía rígida en la puerta de la choza. Todo sería más sencillo si ella no lo sintiera, si no lo amara. Desde que lo vio llegar al pueblo no vivió más que para amarlo y ahora se marchaba con la promesa de un pronto regreso.
__ ¡Mi niña, ellos siempre prometen pero jamás cumplen! – recordó esa voz. Era alguna vecina intrigosa que siempre le envidió el novio.
“Yo no soy como los otros, yo soy un buen hombre y te amo. Volveré por ti y te llevaré a conocer el mar”.
A merced del desdén de su familia, la morena se convirtió en presa de las otras voces.
__...a mi me prometió matrimonio y cuando eso ya estaba contigo, Eusebia. Pero no le seguí el jueguito. ¡Pobrecilla, tú si le creíste!
Y el señor de la pulpería:
__ ¡Hija, mejor devuélvase a casa de su papá porque el muchachito ese no va a regresar! Yo siempre le conocí el discurso ensayado que los hombres como ese les susurran al oído a las niñas inocentes como usted. Eso lo hacen en todos los pueblos que visitan. Se quedan un tiempo y luego se van disque a buscar mejor fortuna.
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Otro día, la hija de Hinojoza:
__ ¡Por encimita se le vio que era un picaflor! No debiste creerle ni el bendito…
Pero Eusebia estaba enamorada. Había pasado un mes de la partida de Teófilo. De repente Eusebia se dio cuenta que lo conocía muy poco. Quizá ella había sido la única que creyó en sus promesas y ahora era la burla del pueblo. Sin embargo, Teófilo jamás le había dado razones para dudar. Se decía que Teófilo engañaba a Eusebia con Susanita, con Anita Suárez y con la nieta del coronel Elizondo. Pero eran historias sin fundamento ya que Teófilo vivía inmerso en el trabajo y cuando este se agotó, pensó en irse a la ciudad. Entonces, las niñas estas, hermosas sólo por fuera, emprendieron la empresa de la mentira y repetían tanto los cuentos que la gente comenzó a creerlos.
__Te diré algo, amiga. Yo estuve con él muchas veces porque me prometió un techo para mí y para mi hijo que no tiene padre. Pero se fue contigo. Ahora te dejó sola. Será que se aburrió…
La tarde palidecía tras el rocío de lluvia. El sol se negaba a salir otra vez pero los hilos dorados de su cabellera escapaban de entre las nubes, pintando un cielo tornasol, ofreciendo un espectáculo surrealista. Ella formaba parte de ese colorido escenario pero su espíritu permanecía ajeno a ese mundo lleno de vida. Eusebia estaba triste, triste y sola. Un súbito furor le arrebató la candidez y se ensombreció su corazón. Todas las tardes se paraba en la puerta a esperarlo pero quienes aparecían como espectros sabaneros eran las muchachitas heridas por el amor no correspondido del citadino. Pasaban frente a ella mirándola con una sonrisa cínica, burlona; disfrutando del sufrimiento de la morena. Era la afilada daga de la duda que cada vez más se hundía en su pecho. Pero una de esas tardes la gente no la vio en la puerta de su choza. Su amado Teófilo la había abandonado, dejándola sola a la intemperie del mundo. Llevada por el ímpetu de lo desconocido,
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salió de su casa por las calles de arena del pueblo, sin mirar a nadie, sin decir nada. Todos rompieron el ritmo de sus vidas al verla tan decidida pero nadie le habló, nadie le preguntó a donde se dirigía. En cada paso que ella daba sentía el peso de los dedos señaladores, de las críticas de aquellos entes que no eran perfectos ni mejores que ella, pero que de igual forma le asfixiaban la existencia restregándole su error. Escuchaba los susurros de lejos, la estaban matando con el veneno de sus lenguas viperinas, seres que sufren al ver feliz al prójimo.
__ Teófilo, ¿por que me engañaste?
Pero Teófilo sólo había viajado para darle un futuro mejor.
Fuera del pueblo la llevaron sus pasos. La tarde aun naranja por el sol que proyectaba su luz en las nubes para regresar el resplandor a tierra, llenaba de melancolía el corazón de la doncella. Su bella humanidad llegó a una ciénaga. La superficie estaba quieta, limpia. Una hoja seca descendió en el agua perturbando la paz de las garzas que volaron nerviosas como si hubieran sido asustadas por el golpe de un tronco gigante al caer. Eusebia lloraba un llanto silencioso, sin sollozos. Su piel mutó, haciéndose insensible a las plagas de la ciénaga. Luego despertó como si regresara de un sueño lejano y observó la imagen de una mujer hermosa en el agua. Era su propia imagen en aquel espejo terrible, frío. De sus profundidades emergió ella como si se tratara de una repetición maligna de su persona y la arrastró al inframundo sin que ella se resistiera al rapto. Era un mundo donde no se sentía el dolor ni la vergüenza era más el verdugo de las almas.
Con mucho pesar el pueblo descubrió el mal que había hecho en aquella niña cuando vieron al día siguiente el cuerpo sin vida de la muchacha, flotando en la orilla de la ciénaga y a su lado, al marido que ese mismo día había decidido regresar por el camino del vuelo de las garzas.
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Gritaba a las nubes en demanda de explicaci贸n divina, con la felicidad ahogada en el pantano de las envidias.
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TU MEJOR AMIGO Jhonny Olivier Montaño
En una tarde calurosa con un sol implacable, los árboles inmóviles por la ausencia del viento, se advierte a lo lejos del sendero la figura de un niño que camina y camina por el trayecto de siempre, el cual lo llevará de regreso del colegio a su casa. Confundiéndose con el horizonte, el vapor de la tierra y el polvo, aquel niño cansado y hambriento no ve la hora de llegar a su hogar, para comer, descansar y jugar con su único hermano. Pero la realidad es que luego de llegar a su casa y contarle a su mamá todo lo que hicieron y aprendieron en la escuela, él sabe que debe ayudar en los quehaceres del hogar, ya que su madre trabaja durante el día y llega en la tarde a limpiar, cocinar y brindarles el cariño de madre y padre a sus hijos. Día tras día se va perdiendo la magia y el encanto de la familia, por un lado, la madre en el empeño de levantar un hogar haciendo el papel de padre y madre, es absorbida por el tiempo y cada día atiende menos aquellos pequeños detalles, como: ¿Qué sientes? ¿Qué quieres? ¿Cuáles son tus sueños? ¿Te gusta tu hogar o qué no te gusta de él? Cosas que se creen insignificantes, pero que hacen posible formar una base firme, en donde se pueda empezar a desarrollar y a construir unos principios que definirán en el mañana la personalidad individual de cada quien y, serán la luz que indicará el sendero hacia una vida plena, equilibrada y honesta. El camino a la escuela era muy largo y solitario, pero para el pequeño José, no era tiempo de pensar, sino más bien para soñar, siempre en el trayecto sucedían cosas divertidas y a veces inexplicables. Un día, de camino al colegio, José iba repasando una de sus clases, cuando de pronto escuchó una voz que lo llamaba por su nombre, ocasionando que se detuviera y volteara hacia todos lados sin lograr ver a nadie. Entonces, siguió su camino rumbo a la escuela y pasó un día agradable con sus amigos y sus maestros. El día siguiente, rumbo a la escuela, iba como siempre un poco distraído y muy dentro de sí pensaba, ¿por qué será que siempre tengo que andar solo por este camino tan largo? ¿Por qué mi mamá no puede dejar de trabajar para acompañarme en el trayecto? Comenzaba José, a hacerse muchas preguntas sin conseguir ninguna respuesta. Siempre, a su llegada a la escuela, veía a los otros niños despedirse de sus mamás con un beso y un abrazo y, él era el único que llegaba al colegio solo y se iba para su casa solo.
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Un día, a la hora de receso, conversaba con un compañero de clases y éste le dijo:
— Esta tarde cuando llegue a mi casa voy a ir al parque a jugar con mi papá. Y José, sorprendido le preguntó: — ¿Tú tienes papá? — ¡Claro! ¿Y quién no lo tiene? Y José, siguió preguntando con insistencia: — ¿Desde cuándo? — ¿Desde cuándo qué? — ¿Desde cuándo tienes papá? Y el niño sorprendido respondió: — ¡No lo sé! Pero, él siempre ha estado allí con nosotros en la casa. ¿Pero, por qué preguntas esas cosas? — Porque yo pensaba que los papás nunca estaban en las casas. ¿Tu papá siempre está en tu casa? — le preguntó José. — En la mañana siempre salimos juntos de la casa; él, para su trabajo y yo con mi mamá para la escuela. ¿Tu papá no te espera en tu casa en las tardes cuando regresas del colegio? En ese momento sonó el timbre de receso y tuvieron que volver a clases.
Ese día, de regreso a su casa, José se arrimó a la sombra de un gran árbol que se encontraba al lado del camino, con intenciones de descansar, no dejaba de pensar en aquella conversación que había tenido con su amigo en el receso del colegio, y, a causa del cansancio, escuchando el canto de los pájaros se quedó profundamente dormido. De pronto, comenzó a soñar que estaba a la orilla de un lago, donde había muchos árboles, animales y una hermosa paz imperturbable. Había
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a lo lejos un anciano sentado sobre una piedra, con el cabello muy blanco y sus manos muy arrugadas, José fue acercándose a aquel anciano hasta llegar a su lado y, se sentó casi frente a él. Entonces aquel hombre le preguntó: — ¿Cómo es tu nombre hijo? — Todos me llaman José. ¿Pero, por qué me dice hijo y quién es usted? Y el anciano le respondió: — Algún día serás como yo y muchos niños se acercarán a ti, como tú lo has hecho ahora y los llamaras hijos, porque todos los niños del mundo serán tus hijos, como lo eres tú para mí. — ¿Qué es un padre? - le preguntó José.
— No todos tenemos la suerte de tener un padre en casa José. Un padre es tu mejor amigo, es quien te cuenta lo que hizo durante el día, pero también quiere saber lo que tú piensas, lo que haces, quieres y sueñas, cuando estás preocupado o asustado. Él quiere hablarte para saber lo que te ocurre, si es que acaso algo te está molestando y, así poder ayudarte como lo hacen los verdaderos amigos. Un padre siempre está aconsejándote, porque él quiere que puedas desenvolverte por ti mismo, para cuando ya no pueda estar a tu lado. Yo sé que algún día tú llegaras a ser un buen padre y comprenderás muchas cosas que ahora por tu corta edad no puedes entender; además, llegarás a querer a todos los niños del mundo como a tus propios hijos. De pronto comenzó a llover y José se despertó, se dio cuenta que era tarde y que aún faltaba mucho camino por recorrer para llegar a su casa, por lo tanto, comenzó a correr por el sendero de siempre, como buscando un destino que estaba ausente. Y así transcurría la vida de José, entre la escuela, los quehaceres de la casa, sus temores y sus sueños. Él, se hizo un hombrecillo ya entrando a la secundaria, dejó de soñar para comenzar a vivir la realidad, se preocupaba mucho por su hermano, porque se imaginaba todas aquellas preguntas que aquel niño estaba comenzando a hacerse, ya que él también tuvo muchas dudas a su edad. Por lo tanto, siempre hablaba con él y trataba de explicarle de alguna manera, por qué su familia era muy distinta a muchas otras y, de esa forma pudo comenzar a entender lo que significaba ser un padre. Comenzando además a darse cuenta de por qué, él había sufrido tanto en la búsqueda de una respuesta y lo único que encontraba y sentía dentro de sí, era un gran vacío,
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una enorme ausencia que por una parte lo que hizo fue armarlo de coraje y, enseñarle a tomar decisiones desde muy temprana edad. José, se sentía capaz de tener un hogar, familia e hijos, pero más que por su experiencia, que de paso era muy poca, era por sus deseos reprimidos de tener y compartir un ambiente familiar. 123
Un domingo, estaba en la casa jugando con su hermano, compartiendo como de costumbre los momentos que podían estar juntos, cuando éste le preguntó: — ¿José, a qué se debe que mamá siempre está sola, por qué en nuestra casa no hay un papá, como lo hay en las otras familias? José, se quedó en silencio por un rato, sorprendido por lo que había escuchado y, en ese momento comenzó a recordar cuando él se hizo esa misma pregunta por primera vez y le respondió a Juan — que por cierto era el nombre de su hermano —, de la siguiente manera: — Yo me hacía mucho esa misma pregunta cuando tenía tu edad y a veces tenía sueños hermosos donde alguien me hablaba con palabras muy dulces, tratando de explicarme de alguna manera por qué las cosas a veces no son como deberían ser o como uno espera que sean. Y fue cuando me di cuenta de que siempre en la vida andamos en busca de alguna respuesta que, pueda aclarar nuestras incertidumbres e iluminar nuestros caminos y, a pesar de que ahora he logrado entender muchas cosas y tengo una visión más clara de la vida, aún no tengo una respuesta que pueda aclarar completamente tu duda. Lo único que he aprendido de todo esto, es a tener paciencia y resignación, porque yo recuerdo que una vez en uno de mis sueños, un anciano me dijo que algún día cuando yo fuera como él, seguramente llegaría a entender muchas cosas, pero que en ese momento lo que debía hacer era tener paciencia y, no dejar de soñar en lo que más queremos, para que así pueda hacerse realidad y en todo caso si eso no llegara a suceder, entonces debemos aprender a querer y a valorar lo que tenemos y lo que somos ahora.
Día tras día, José fue sobreponiéndose a las adversidades, por su convicción de que algún día las cosas cambiarían, sin darse cuenta se había hecho un hombre prematuro, pero a pesar de eso tenía unos principios morales muy definidos y orientados hacia un horizonte claro. Esto, por supuesto facilitaba mucho el trabajo de su madre ya que en vez de una carga, ahora José, representaba una ayuda para todos.
Como era de esperarse llego el día en que José, conoció a una joven que le despertó el amor y la pasión, era la hija única de un matrimonio normal de clase media que había tenido una infancia muy alegre al lado de sus padres, seguramente con mucho afecto y demasiada complacencia de parte de ellos, pero, como dicen, el amor es ciego y cuando llega no se puede rechazar. A medida que fueron conociéndose se dieron cuenta de que existían muchas cosas en común entre ellos, lo que propició que se compenetraran cada día más, ambos estaban comenzando a conocer el amor y aunque provenían de dos esferas sociales totalmente diferentes, esto no representó ningún obstáculo, por el contrario, esa diferencia hacía todo más interesante para ellos que estaban comenzando a vivir. En una ocasión en que ambos estaban conversando y precisamente estaban hablando referente al tema de la familia, María — su novia —, le comentaba que tenía problemas con su papá y José, le preguntó: — ¿Cómo es posible que puedas tener problemas con tu padre? Si él sólo desea lo mejor para ti. — Pero es que él siempre está en mi contra y nunca me deja hacer lo que yo quiero – alegaba María. — Es muy difícil que tu papá esté siempre de acuerdo con lo que tú quieres hacer, pero eso no quiere decir que él no te quiera, sino simplemente que no está de acuerdo con algunas cosas que tú piensas realizar. Seguramente, él tendrá buenas razones para pensar de esa manera y, aunque ahora te parece contradictorio él hace todo eso que a ti no te gusta, porque te quiere mucho, te digo esto porque yo no conocí a mi papá y he podido comprobar por lo que he vivido que, un padre es una persona como cualquier otra y que sólo tú marcas la diferencia, decidiendo cuanto amor y comprensión él se merece de tu parte, pero nunca lo veas como un enemigo, por el contrario, él es o puede llegar a ser tu mejor amigo. Por lo tanto, debes quererlo y aceptarlo tal cual como es, ya que de esa manera le demostrarás que igualmente él debe quererte y aceptarte tal cual como tú eres.
Después de haber escuchado con mucha atención todo lo que José, le expuso, María, le dijo:
— Gracias por todo lo que me has dicho, aunque no lo creas ya me siento un poco mejor, tus palabras son muy sabias y al mismo tiempo muy sencillas de entender, me imagino que uno de
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los secretos del éxito en la vida, está en las cosas más sencillas y comunes que vemos o escuchamos a diario, pero, nos empeñamos en buscar y seguir los caminos más difíciles y engorrosos, porque simplemente eso es lo que hace el resto de las personas. José, estaba sorprendido por la facilidad con que María, había entendido aquello que a él le había tomado años asimilar y, entonces se dio cuenta de que realmente era cierto lo que ella decía, que en la simplicidad de las palabras es donde se encuentra escondida la luz de la sabiduría, por lo tanto, esta claridad será la que dictará la diferencia entre el éxito y el fracaso en la vida de las personas. — Ahora me tengo que ir — continuó diciendo María —, otro día seguiremos conversando, me encanta hablar contigo, aprendo mucho de tus palabras, otra vez gracias. Ese día de regreso a casa, José entró a una cafetería y pidió un café negro sin azúcar, algo muy extraño porque él casi nunca tomaba café, el señor que manipulaba la cafetera se sorprendió; sin embargo, lentamente preparó el café observando con curiosidad a José. Al servírselo sobre la mesa el señor le dijo en voz baja, como para que nadie más escuchara: — Seguro que es una chica. — José, no lo escuchó porque estaba distraído, por lo cual le dijo un poco avergonzado: — Disculpe pero no lo escuché. — La persona que te tiene así tiene que ser una chica. ¿O acaso me equivoco? — Lo que pasa es que mi novia tiene problemas con su padre. ¿Puedes creerlo? — ¿Qué cosa? — le preguntó aquel señor un poco sorprendido. — ¡Eso! ¿Cómo una persona pueda tener problemas con su propio padre? Es increíble — Sabes una cosa muchacho, lo que sí te puedo asegurar es que quienes tienen a su papá quieren deshacerse de él y, quienes no lo tienen, sólo quisieran tenerlo consigo y que nunca se apartara de su lado. Así es la vida hijo anda acostumbrándote, por cierto mi nombre es Rafael. ¿Cuál es tu nombre? — Yo soy José. — Y tú, José ¿Cómo te la llevas con tu papá?
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— Al igual que muchos tampoco pude conocerlo, me imagino que eso me hace afortunado, ya que como usted dice no tendré que discutir nunca con él, pero a pesar de eso, me hubiera gustado haberlo conocido. — Sabes José, ya estoy por salir, si quieres podemos seguir conversando en la plaza con más calma. — Sí, por supuesto, hagámoslo. Y así comenzaría una amistad que cambiaría la vida de José, por los sabios consejos de Rafael. Después de haber conversado durante tres horas aproximadamente en la plaza, Rafael le dijo a José: — Acompáñame a la iglesia que tengo algo muy importante que hacer y me gustaría compartirlo contigo. Se levantaron y se dirigieron hacia la iglesia y al entrar a ella, Rafael, le asintió a José: — Siéntate y espérame aquí que estoy algo retrasado. Rafael, siguió y se paró en una pequeña tarima y comenzó a hablar: — He venido nuevamente hoy a traerles un mensaje de esperanza, muchos de ustedes me conocen y saben que yo vengo saliendo de un problema de alcoholismo y drogadicción, de ese mundo perverso que está acabando con la juventud de este país y del mundo entero. Yo sé que la mayoría de ustedes le temen a algo, todos alguna vez hemos tenido miedo, miedo a no ser amados, miedo a no ser aceptados tal cual como somos, miedo a equivocarnos y de hacer el ridículo ante los demás. Cuando yo era niño tenía todos esos temores, porque no tenía orientación de ninguna persona adulta, en parte yo logro comprender lo que ustedes pueden estar sintiendo, pero quiero que sepan que sí hay una esperanza, que sí hay una salida a tanta soledad, dolor e incertidumbre, debemos buscar el camino que nos lleve a Dios, pero muchos se preguntarán, ¿a cuál Dios? ¡No importa a cuál religión pertenezcas o cuál ideología compartas! Solamente debes tener fe en algo, en tu propia tradición y en tus propias costumbres y así cada día estarás más cerca del Creador. Dios, está en cada uno de ustedes, para él no hay distinción de raza, sexo, edad, religión, culturas o creencias, lo único que realmente él considera a plenitud, es el bien o el mal. Por lo tanto, sea cual sea nuestra formación ideológica o religiosa, nunca olvidemos que existe un sólo Dios y, que lo único que verdaderamente nos acerca más a él, es la fe, comenzando por nosotros mismos,
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porque si no nos preparamos internamente no podremos darle cabida en nuestros corazones, a su Gracia Divina.
De ese modo, Rafael siguió hablando delante de todas aquellas personas, desenvolviéndose de una manera tan familiar que, hacia posible sentirse como en casa de un amigo a todos los que estaban en aquella iglesia, escuchando aquellos sabios consejos. Cuando terminó aquel encuentro, a la salida de la iglesia, Rafael, se mezcló entre la gente y José, decidió marcharse para su casa a descansar. Y a partir de ese día, José se las arregló para asistir a aquellas reuniones las veces que le era posible, lo que ayudó a fortalecer su espíritu luchador y a forjar una personalidad cada vez más estable. De esa manera fue transcurriendo la vida de aquel joven, una vida llena de experiencias buenas y otras no tan buenas, que poco a poco le demostraron que las malas experiencias son las más aleccionadoras, ya que ellas nos enseñan a no volver a cometer los mismos errores.
Con el pasar de los años, la madre de José fue doblegándose ante tanto cansancio a consecuencia del trabajo y la dedicación por completo a sus hijos, hasta que un día no pudo ocultar más su agotamiento y cayó en cama por enfermedad, así como cae una hoja seca al suelo después de haber dado tanta sombra y haber soportado tantas tempestades, y así simplemente a los pocos meses dejó de existir por causas naturales El día de su sepultura, José se armó de valor y respeto, para poder decir estas palabras ante la tumba de su madre: — Que bello está el día, el sol y la luz que iluminan siempre nuestros caminos, pero, así como ahora es de día y todos los caminos son claros ante nuestros ojos, debemos aceptar que en cualquier momento llegará la noche y los caminos que en el día eran claros, ahora no se ven porque sólo existe la oscuridad. El día y la noche, la vida y la muerte, lo bueno y lo malo, son cosas que no pueden evitarse porque forman parte de nuestras vidas, por lo tanto, no podemos oponernos al desenlace natural de las cosas, lo que debe suceder bajo este cielo y sobre esta tierra, como dice en La Biblia, sucederá, simplemente porque no puede acontecer otra cosa.
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Debemos tener fuerza y resignación ante los acontecimientos desgarradores que nos ocurren y, seguirán sucediendo en nuestras vidas, por lo tanto, más que ignorarlos, debemos enfrentarlos con valor, ya que forman parte de nuestro destino y, no podemos andar por la vida engañándonos, porque cuando despertemos será demasiado tarde. Yo no pretendo en ningún momento ignorar la muerte de mi madre, para así tratar de sentirme un poco mejor, todo lo contrario, me siento orgulloso de todo lo que me dio, de la vida que me ofreció y nos regaló. Fue una mujer ejemplar que dio su vida por sus hijos sin esperar nada a cambio, por ende, ahora que no está con nosotros es cuando más orgulloso me siento de ella, porque nos enseñó a luchar con dignidad para conseguir el éxito y la felicidad en nuestras vidas. Siempre serás recordada con alegría y con orgullo por todos los que tuvimos la oportunidad de conocerte. Algún día estaremos juntos otra vez, mamá, descansa en paz. Cuando José, terminó de hablar comenzó a aplaudir, como un reconocimiento por la trayectoria ejemplar de la vida de aquella mujer que, ese día pasó a vivir en la memoria de sus seres más queridos.
A partir de ese día cambió completamente la vida para José, convirtiéndose en un hombre, si se quiere, más solitario, pero con mucha más determinación, madurez y sabiduría. Se casó con la mujer de sus sueños, su novia de toda la vida, tuvieron la dicha de ver nacer y crecer a cuatro hijos, dos hembras y dos varones, José se convirtió en el mejor amigo de sus hijos, antes que todo, porque pudo aprender de la vida que cuando se llega a ser el mejor amigo de los hijos, se llega a ser el mejor padre para ellos. El hecho de que él, no haya tenido un padre, más que algo lamentable fue la mejor lección que pudo recibir de la vida misma. Siempre que tenía la oportunidad les decía a sus hijos que, cuando tuvieran sus propios hijos aprendieran a ser sus mejores amigos y, que por un momento se olvidaran de que son padres y de que tienen hijos, porque los supuestos amigos que nuestros hijos tienen en la calle, son los que nos roban su verdadero amor y confianza. Entonces, por qué esperar a que venga otro a quitarnos el amor, la confianza y el respeto de nuestros hijos, que por derecho natural nos pertenece, por lo tanto, el verdadero trabajo de un padre, no es otro que ganarse a sus hijos como amigos, para que así ellos nos puedan enseñar a nosotros, cuál es el verdadero secreto del éxito para poder lograr formar y mantener una familia unida.
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<< Nosotros los padres tenemos mucho que aprender de nuestros hijos, porque entre amigos no hay secretos, sino ganas de ayudarse mutuamente y luchar por una vida mejor para todos. >>
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El Barco Perdido Pedro Peña ISBN 978-980-12-6143-8 131
El Barco Perdido es una novela corta que te mantendrá en vilo desde la primera página. Acontecimiento tras acontecimiento el autor nos irá sumergiendo en un remolino de temáticas asombrosamente hilvanadas que nos removerá las emociones línea a línea. Por momentos el libro parecerá un cuento de terror, en otros una guerra de piratas, en otro la historia de un jovencito sin futuro que busca lo que no se le ha perdido. La verdad es que el libro tiene esto y más. Disfrute ola a ola la aventura de este joven y sus excéntricos personajes que forman esta impresionante obra comparable con autores como Horacio Quiroga o Mark Twain.
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EL BARCO PERDIDO “Cuando se pierde la fe en sí mismo, el naufragio está más que asegurado” En aquellos días el sol aparecía con una extraña forma ante mis ojos, yo lo contemplaba fascinado haciéndome olvidar que ya era costumbre verlo de la misma manera día tras día; sólo que no lo aceptaba, no lo quería reconocer, pues en el fondo era reconocer que estaba perdiendo la cordura y la forma que tenia de ver el mundo. En las noches la luna aparecía de la misma manera, deforme y tenebrosa y con cientos de rostros dibujándose en ella. Desconocía con precisión, para mi desgracia, el tiempo que ya llevaba divagando en el infinito mar a bordo del Moltuberck, como se llamaba el desdichado barco que se había convertido en mi prisión, embarcándome en él a consecuencia de cumplir mi mayor sueño: ¡Ser un marinero como lo había sido mi padre! Sólo que para mí no era tan fácil conseguirlo; era muy joven para entonces y no contaba con experiencia como navegante, algo que era considerado por los barcos mercantes y pesqueros como una limitación bastante desfavorable. No obstante, nunca me resignaba a éste hecho; todas las tardes, cuando terminaba de hacer los mandados que me encomendaban en el pueblo y por los cuales me pagaban algo de dinero, me dirigía al puerto para pedir la oportunidad de trabajar como marinero. Recuerdo muy claramente que aquella tarde se anticipaba una fuerte tormenta; de todas maneras decidí bajar al puerto para probar suerte; sólo pude ver un barco mercante que se preparaba para zarpar y al cual no pude llegar. Sumido en mi soledad, me senté al final del muelle para contemplar las gaviotas sobrevolar el agua cristalina, y, sin darme cuenta, me dejé coger la noche. El frió ya se hacía sentir en mis huesos, haciéndome temblar de pies a cabeza, de tal forma que me reanimé con la intención de retornar al pueblo, mas antes de levantarme de donde estaba sentado, pude divisar entre la neblina, que comenzaba a cubrir el mar, un barco con un aire algo extraño que se aproximaba; en la proa tenía un gran candelabro que le permitía ser visto a distancia por otros barcos; decidí quedarme para esperar que arribara completamente y así ver de qué se trataba todo aquello; pensando de antemano que no estaría demás en ofrecerme para ayudarles a cargar o descargar algún tipo de mercancía, servicio por el que me podrían pagar algunas monedas.
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Cuando ya hubo arribado por completo, pasó un buen intervalo de tiempo antes de que pudiera comprobar que sí se encontraba alguien a bordo de dicho barco, pues por un momento pensé que no había nadie en él; era un anciano bastante desgarbado que por la escalerilla bajaba; me le acerqué para tratar de ayudarle al ver como su andar era algo torpe, a tal motivo el anciano se sintió muy ofendido, reprochándome el hecho de no necesitar de mi ayuda ni de la ayuda de nadie para poder subir o bajar de ningún navío. Cuando le pregunté acerca del barco, hizo caso omiso a mis interrogantes y se marchó afanado con dirección al pueblo. Esperé por un instante a que alguien más descendiese del barco, mientras lo hacía me paseé por toda la orilla del muelle para apreciarlo; difícilmente pude leer Moltuberck sobre la madera reluciente de babor; me llamó la atención el acabado del barco y los cientos de detalles que en él se podían apreciar, y me pareció extraño no ver botes auxiliares. Tengo que reconocer, además, que nunca he sido un gran conocedor de barcos o navíos, pero el Moltuberck era de realmente admirar a primera vista. Viendo que nadie más descendía del barco, sentí la curiosidad de abordarlo para ver qué transportaba, ¡Tal vez los demás que están a bordo se encuentran durmiendo!, pensé, y confieso también que en mis indagaciones se me ocurrió subir y ver qué objetos de valor podía tomar para luego vender; mas quiero aclarar que nunca he sido un bribón dedicado al hurto de bienes ajenos, sólo que para aquel momento estaba pasando por una situación muy precaria que me estaba desesperando. Me encontraba ya sobre la cubierta del Moltuberck cuando la soledad del lugar no cambiaba para nada, la quietud del recinto era tan extraña como inexplicable, recorrí todos los costados, desde la proa a la popa y no encontré nada en lo absoluto. Así que, viendo la puerta de la bodega medio abierta, decidí bajar anunciando mi presencia con un tono de voz muy bajo, “¿hay alguien aquí?”, murmuré “¡¿acaso necesitan ayuda?!”, mas mis antelaciones fueron en vano pues nadie salió a mi encuentro. Sintiéndome ya algo atemorizado en aquel lugar, decidí salir lo más prontamente posible; mi temor se hizo más grande cuando vi que la puerta de la bodega se cerraba de golpe impidiéndome salir; mis intentos por tratar de abrir la puerta no sirvieron de nada, tiré y tiré de ella con todas mis fuerzas pero no conseguí siquiera moverla. El barco estaba en movimiento lo que indicaba que se alejaba ya del puerto; emití gritos a todo pulmón para anunciar mi presencia y hacerles saber, a quienes pudieran oírme, que me había quedado atrapado en la bodega. Cuando ya mi agotamiento me tiró al suelo, la puerta, que antes me impedía huir, se abrió de par en par y por si sola.
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Salí corriendo hasta la popa para ver qué tan lejos me encontraba del puerto; mas mi vista fue insuficiente como para poder divisar rastro alguno de tierra, sólo veía una gran mancha negra que me rodeaba, era la noche, que ni tan siquiera a la luna dejaba ver. El miedo me invadió de sobremanera tal que me sentía como una vil rata atrapada en una ratonera; y me refiero a vil rata por el hecho de que fue un impulso de robar el que me hizo abordar aquel maligno barco. Rápidamente corrí de un lado para otro, con la intención de buscar al capitán del barco y anunciarle que, sin querer, me había quedado como polizón en su navío. Yo creía que no tendrían ningún problema si les hacía devolverse para dejarme a mí en el puerto. Por increíble que parezca creo que pasaron más de diez días sin que pudiera apreciar rastro de vida alguno sobre aquel desdichado barco; lo recorrí de punta a punta sin que pudiera toparme con ningún otro ser humano, tanto que pude, al cabo de un tiempo, conocer cómo se encontraba dispuesto el Moltuberck. Una de las bodegas principales se encontraba llena de partes y piezas que, deduje, tuvieron que haber sido de otros barcos; gran cantidad de pólvora se encontraba guardada en otra bodega más pequeña; y las reservas de alimento eran bastante escasas; mas por ningún lado había indicios de vida, a no ser que incluyera a las ratas que merodeaban los rincones oscuros de las bodegas. Existían ciertos camarotes a los cuales no había podido tener acceso, pues al parecer estaban bien selladas sus puertas desde el interior. De los camarotes, a los cuales si pude tener acceso, saqué cuanta ropa pude, y la cual fui usando durante mis continuos días de soledad y desesperanza; me hice también con algunas pertenencias y pequeños objetos que me fueron de gran utilidad con el pasar del tiempo, como una navaja, un cuadernillo de notas, que de vez en cuando usaba para escribir o garabatear imágenes, y un mosquete, que si no podía usar a carencia de balas. El hambre me obligaba, sin opción alguna, a alimentarme de todo aquello que estuviese a mi alcance; como trozos de pan, que encontraba tirados en los camarotes; pequeños peces, que con algo de suerte y de manera bien complicada lograba pescar; y al extremo de tener que comer ratas para poder calmar la hambruna que me sobrecogía en ocasiones. Todas aquellas cosas que pasé durante mis primeros días de cautiverio, fueron suficiente para empezar a quebrantar mi espíritu y mi fortaleza; la soledad afianzaba todo aquello haciéndome pensar en el deseo de lanzarme al mar y terminar de una vez por todas con aquel sufrimiento. Con aquel sufrimiento lento y perpetuo. Despertaba casi todas las mañanas tirado sobre la cubierta del barco, embriagado por haberme bebido quién sabe cuántas botellas de vino o ron que encontraba en las despensas; pues el vino y el ron eran dos de las provisiones que más abundaban en el Moltuberck. El licor era, según mis
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creencias, el amigo que me solía consolar, dándole al menos un descanso a mis penas. Mas aquella mañana, cuando desperté recostado contra un barril, viví una de las experiencias más espantosas de toda mi vida; no sé si fue a consecuencia del exceso de vino o a consecuencia de mi estado mental algo desequilibrado, lo único que sé es que pasó tan real como escalofriante. Lo primero que pudo contemplar mi borrosa visión fue un cadáver tendido en la proa del barco, ¿cómo era posible que estuviera allí si ya había recorrido todos los rincones del navío, a excepción de algunos camarotes, y nunca había encontrado el cuerpo de lo que fuera un marinero? Ni siquiera al anciano, al cual vi descender del Moltuberck, había vuelto a ver. Ahora, frente a mí, se hallaba un cadáver. Su vestimenta insinuaba lo perverso que fue en vida, era una fusión de pirata salvaje con un toque de inhumana persona; en su cuello tenía un emblema en oro, del cual me apoderé siendo la primera cosa de valor que veía en el Moltuberck. Por un momento me dejé caer en provocación al hacer comentarios descriptivos y burlones sobre el cadáver que yacía ante mí, en especial a causa del licor que aún recorría mis venas. El cadáver tenía una ajorca en la mano derecha, también en oro, que percaté hacia juego con el emblema; cuando me disponía a despojarle de la ajorca, la mano izquierda del cadáver, que creía sin vida, me lo impidió. De su boca salió una carcajada algo grotesca que me hizo erizar la piel por completo, “Con que parezco un espantapájaros vestido de pirata” murmuró mientras se reía. Con gran facilidad me levantó por los aires arrojándome luego contra la vela del barco; cuando pude recobrar las fuerzas perdidas debido al golpe, divisé como de todas partes salían tripulantes, marineros, piratas, o lo que fueran aquellos hombres de aspecto sanguinario. ¡Al parecer tenemos un nuevo marinero a bordo! Comentó uno de ellos mientras los demás se regocijaban en risas irónicas. Frente a mí se paró el cadáver al cual había robado, quitándome de un jalón el emblema que le pertenecía. ¡Nos ha salido ladrón el desdichado!, Gritó mientras recobraba su forma humana. La carne volvió a sus huesos como por arte de magia; más de esta forma causaba más pavor que como un esqueleto andante. ¡¿Qué hacemos con los ladrones?! Preguntó a los demás, en eso unos gritaban: ¡al barril, al barril! Mientras otros apelaban porque me cortaran los dedos de uno en uno para que aprendiera la ley de “Ladrón no roba a Ladrón”. No podría explicar con gran facilidad el horror tan inmenso por el que estaba pasando, el corazón me latía a un ritmo tan acelerado que la piel la sentía arder en fuego. Finalmente se decidieron por echarme al barril; mis intentos por impedirlo fueron en vano pues fácilmente pudieron doblegarme sellando la tapa del barril conmigo adentro. Luego empezaron a tirar el barril de un lado para otro con la intención de divertirse y a la vez causarme mayor
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tormento; ya cuando esto no les fue suficiente, por un pequeño agujero empezaron a introducir alacranes que sin opción alguna me picaban por todas partes mientras el barril daba giros violentos; era una agonía tan inmensa que mis lamentos ya no se comparaban con nada igual; mas algo extraño ocurrió. Cuando sentí ya perder la vida a consecuencia del veneno infringido en mí por los alacranes, desperté nuevamente recostado contra la borda del barco como si nada hubiese pasado; me revisé de pies a cabeza y no encontré rastro alguno de picadura. Una gran satisfacción me invadió y deduje el haber sufrido una pesadilla a consecuencia del licor bebido. Lo único malo de todo esto fue que con el tiempo estas pesadillas, cada vez más aterradoras, se hicieron más continuas; sin importar que bebiese o no. Ya no tenía el bienestar de culpar al licor por tales delirios, ya no sabía si era mi cordura la que me estaba abandonando o si era el mismo Dios, del cual tenía fe desde pequeño, que me estaba jugando una mala pasada. << ¡Dios!, ¿cómo vine a caer en este abismo sin darme cuenta? Era algo que me preguntaba día tras día y noche tras noche. ¿Por qué yo, acaso he sido un demonio maligno en vida como para pagar de esta forma mi condena, o es que en el fondo siempre he sido un demonio maligno sin conciencia? Risas cáusticas dejaba escapar como un trastornado mental a consecuencia de mis indagaciones. >>
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Serie Desafío
El contexto en el que nos encontramos inmersos demanda la participación ciudadana para el cambio de paradigmas que influyen en el aparato social. La contextualización del ser humano como ente de evolución es un desafío. Y como primer paso se hace necesario un despertar y el conocimiento de la identidad que nos define en la actualidad de manera que se pueda encausar la evolución pertinente hacia mejores escenario de dinámicas sociales. NSB acepta el reto y a través de la serie Desafío presenta textos que en resumen son alarmas para despertar ante la urgente necesidad de participar en la transformación de los sistemas que rigen a la sociedad y a su vez muestran el conocimiento necesario para que una mejor expresión de escenarios y bienestar sea cada vez más posible.
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Descansando sobre estructuras débiles Gusmar Sosa Ensayo teológico 141
Ensayo teológico donde se ponen en tela de juicio teorías, fundamentalismos y maneras de actuar de los seguidores de Cristo. Sin negar nunca su creencia el autor se interna en el modo de actuar y comenta a voz propia cómo debería verse la Palabra. Un libro escrito con frescura y con fundamento. Dado que por más de la mitad de su vida Sosa fue miembro de una iglesia.
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I
Me pregunté muchas veces qué es ser cristiano y cómo es “ser un buen cristiano”. La cristiandad me preocupó, sentí un compromiso y a veces frente a las cargas doctrinales perdí la noción y terminé confundido, me pregunté continuamente con quién es mi compromiso. Fue progresivo, ante el incesante choque con las respuestas obvias fuera de las fronteras doctrinales surgieron cada vez más preguntas.
¿A qué me refiero al decir “soy cristiano”? ¿Qué es lo que busco en este camino? ¿Qué es lo que no busco? ¿Acaso ser cristiano es una excusa para mí? ¿Es excusa de qué, para evitar qué, para protegerme de qué? ¿Por qué decidí ser cristiano? ¿A dónde quiero llegar con esto? ¿A dónde no quiero llegar? ¿Debo afectar con mi cristiandad a quienes me rodean? ¿Por qué debo afectarlos? ¿De qué forma? ¿Es el cristianismo la respuesta a lo que busco? ¿Qué es lo que busco? ¿Quién dijo que era la respuesta? ¿Por qué lo dijo?
¿Ser cristianos es seguir a Cristo? ¿Qué es el cristianismo hoy? ¿Por qué tantas expresiones para definir la cristiandad? ¿Cristianismo es sinónimo de exclusión? ¿Podría seguir a Cristo fuera del cristianismo? ¿Es hoy el cristianismo lo que por tradición se ha dicho que es? ¿Son las estructuras actuales del cristianismo las idóneas para que sea considerado como la única forma de seguir a Cristo y abrazar la salvación?
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¿Qué es la salvación? ¿Quién es Cristo? ¿Debo seguir siendo cristiano o existe alguna posibilidad de ir en la dirección correcta sin etiquetarnos? ¿Hay alguna dirección correcta? ¿Debo aceptar el cristianismo tal y como se ha presentado en este siglo? ¿Debo entrar en la dinámica de deconstrucción que emerge? ¿Cuál debe ser mi propósito? ¿Cómo puedo aportar a la deconstrucción? ¿Cuáles son las estructuras que aberran actualmente al cristianismo y lo presentan más como secta que como vereda?
¿Cómo puedo hacer de la vida congregacional una dinámica más acertada en relación a los problemas sociales que hay en las comunidades a mi alrededor? ¿Es necesario hacerlo? ¿Es igual Cristo y cristianismo? ¿Es mayor cristianismo que Cristo? ¿La vigencia de las palabras del Cristo y su trascendencia en el tiempo dependen del cristianismo? ¿Qué pasaría si surge otra etiqueta para todo lo que está enclaustrado dentro de la palabra cristianismo? ¿Es la fe en Cristo lo mismo que la fe cristiana?
Y no terminaron allí las preguntas, siguen surgiendo, haciendo escándalo en mi mente y originando caos desde mis pensamientos.
Algo he aprendido durante los últimos doce años: las preguntas no estorban y las tormentas que
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producen me proyectan hacia el horizonte, me obligan a avanzar y a quebrar las paredes de cristales bajo las cuales a veces me sorprendo cómodo y seguro.
Durante años me dijeron que las dudas son como una manifestación diabólica o del mal, pero la verdad es que gracias al atrevimiento de admitir mis dudas he sido forzado a pasar los límites de la comodidad. Las preguntas nos llevan a extremos y puntos medios de forma desordenada y yo he encontrado en ese desorden cierta redención.
Cuando admitimos nuestros conflictos frente a la cristiandad oficializada mediante el institucionalismo finalmente comprendemos que no es tan ideal el terreno donde habitamos y que no pertenecemos a ese lugar, no es nuestro país, comprendemos que cuando decimos que somos forasteros lo somos en realidad y ni siquiera el cristianismo heredado nos brinda el calor de hogar que buscamos, que tal vez es en la ausencia de ese calor donde se originan nuestras dudas y desde allí se manifiestan nuestras preguntas, tal vez son ellas las que señalan la dirección a nuestro hogar… Y puede que algunos lo perciban como un atrevimiento, pero ¿no será la dirección por donde nos guían nuestras dudas el trayecto correcto?
Antes era fácil y común creer que estas veredas de dudas eran un desvío fatal e infructífero, para muchos fue un camino solitario. Y hay quienes lo contemplan así y bajo esa perspectiva no se atreven a dar un salto e intentar el camino. Yo pienso que quienes vamos transitando “los valles
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de dudas” debemos levantar la voz y dejar escuchar nuestros cantos, que se sepa que hay compañía por estas veredas, que ninguna condenación nos ha consumido, que vamos disfrutando de la hermandad sin límites ni condicionamientos, que nos encontramos aquí, en este punto del camino, usted y yo, y tantos más, haciendo lo que podemos, lo que sabemos hacer: escribiendo, cantando, dando conferencias, organizando eventos, dirigiendo fundaciones, moderando programas de radio o televisión. Aquí nos encontramos, aportando, alimentándonos para seguir.
Y los encuentros van surgiendo cada día, descubriéndonos a través de redes sociales, escuchando los relatos de otros que van causando revoluciones dentro de algunas de las estructuras de lo que podemos conceptualizar como cristianismo tradicional o heredado, que van provocando cambios con distintas formas de expresiones. Leyéndonos, encontrándonos en plazas, en locales comerciales, en templos cristianos, compartiendo experiencias y métodos sin intención de imponer formulas o formas de acción para llevar a cabo nuestros propósitos, con el único interés de aportar, de que se tome lo que se pueda de nuestras experiencias y de tomar lo que se pueda de las de otros. Dándonos respuestas y preguntas que nos lleven a más respuestas y más preguntas para poder definir lo que en principio nos movió del lugar: ¿qué es ser cristiano o cómo ser buenos cristianos? Y poco a poco la pregunta va tomando otra forma y cambiando de tono, la vamos pronunciando como un “¿qué es seguir a Cristo y cómo intentar seguirle correctamente?”
Hoy puedo entender que la cristiandad me lleva a asumir un compromiso con la sociedad, a
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actuar a favor de los desfavorecidos, a acompañar a los favorecidos, a no esconderme con mis inquietudes y preguntas, sino a caminar con ellas y con la sociedad; porque ser cristiano se resume en la vida de Cristo y sus palabras, y la vida de Cristo fue una expresión de amor hacia quienes le rodearon, una expresión de amor hacia quienes le escuchaban, hacia aquellos que simpatizaban con sus palabras y también hacia quienes le adversaban. La vida de Cristo fue un mensaje, desnudo de dogmas y doctrinas, un mensaje simple y sencillo, fácil de entender, un mensaje que recorrió aldeas y capitales, entregado a ricos y pobres, su vida fue un empeño por exaltar el amor que hay dentro del hombre.
A esta distancia del camino comprendo que tal vez seguir al Cristo es no darle importancia a ser cristiano, que imitarle no es interpretar su vida para sistematizarla y crear métodos y esquemas, que más allá de las etiquetas y frente al Cristo, nos queda su vida simple, entregada (no en la cruz sino en el camino), su vida que a través de nuestros pasos y acciones puede seguir recorriendo aldeas y capitales, llegando a ricos y pobres, exaltando el amor que hay dentro de cada ser humano y que puede llevar a la sociedad a un nivel más humano y por lo tanto más divino; porque él, siendo humano, nos mostró que la divinidad puede ser expresada desde nuestra condición, pero para eso es necesario olvidar los adornos que hasta ahora hemos creído que embellecen la acción de Cristo y que tristemente hemos llamado cristianismo.
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Recuerdo la pregunta del Cristo y hace eco en mi alma: “¿quién dice la gente que soy yo?”; hoy podría responder: “unos dicen que eres cristianismo, otros que fundamentalismo u ortodoxia…”. Pero él luego preguntó “¿y vosotros quién decís que soy yo?”. Yo pienso que la intención del Cristo fue que sus discípulos entendieran que seguirle a él, imitarlo a él, conceptualizarlo a él, es una dinámica, algo personal, es un asunto entre Cristo y yo, entre Cristo y usted, aun dentro del cristianismo no es un asunto entre el cristianismo Cristo y usted, y por esta razón el cristianismo debe ser comprendido como un escenario, dentro del cual podemos y debemos preguntarnos “¿quién digo yo que es el Cristo?”.
Yo abrí la ventana hacia el mundo de las preguntas y ahora no puedo cerrarla, camino sobre terrenos inciertos, como diría el salmista “en valle de sombra de muerte…”. Cada pregunta amenaza mi fe, la arrincona contra la espada y la pared, porque cada pregunta va dándole muerte a las creencias que contradicen el mensaje de Cristo, que aberran su vida en mí; camino por el valle de sombre de muerte en el que yacen cadáveres que hablan de los años en los que viví un cristianismo de límites y métodos.
Voy caminando sin miedo y entendiendo que es la fe la que nos mueve y nos lleva por estos terrenos, seguro de que no es camino solitario, que muchos transitan por estos valles, y transito acompañado de buenos recuerdos, recuerdos de rostros amigos, recuerdos de nombres gratos, de
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esfuerzos compartidos, camino con esperanza de un mejor porvenir y de nuevos encuentros, con la ilusión de conocer otros nombres y compartir mi esfuerzo con otras personas…
Camino reconociendo la fe sin vestuarios doctrinales que la hacen personaje de una obra de teatro que no armoniza con la realidad. Reconozco que la fe no combate con las dudas, que no se arroja en contra de ellas para anularlas. Por mucho tiempo intenté anular mis dudas repitiendo credos y condicionándome a dogmas, lo único que logré fue perder el tiempo. Las dudas aparecían una y otra vez, me creí enfermo, falto de fe, miserable. Pero voy entendiendo que la fe es agonía, es ese desespero que me lleva a moverme de mis comodidades, que afina mi oído y me permite escuchar mi propia existencia, y entonces puedo escuchar a los que están a mi alrededor y abrazarme al esfuerzo, a la unidad, al empeño de intentar.
La duda se hace aliada de la fe cuando nos rendimos ante su proposición de ayudarnos. La fe deja de ser una fórmula mágica que nos obliga a maquillar nuestras percepciones para creerla eficaz; sólo reconociendo lo que somos, escuchando nuestra agonía y soltando nuestros lamentos podremos entender a esos personajes mencionados en el libro de Hebreos Capítulo 11.
El pasaje de Hebreos 11 ha sido llamado “la galería de los hombres de fe”, y muchos sostienen que sus versículos esconden fórmulas mágicas para alcanzar el éxito mediante la fe. Sin embargo, encuentro allí versos como “En la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido…”
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(13). “Estos hombres, de los cuales el mundo no era digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (38). Y estos versos anulan la fe como una fórmula mágica para alcanzar el éxito. 150
La fe es conceptualizada, según los ejemplos del autor del libro de Hebreos como el empuje, como el mismo esfuerzo encarnado por el hombre de manera consciente, sin dejar nada a la suerte, aferrado al empeño. El salmista dijo “aunque ande en valles de sombra de muerte…”. No ignoró que andaría por esos valles y no podía hacerlo pues antes de escribir su salmo ya había transitado esos valles. Así que afirmó que transitando esos valles no temería mal alguno.
Para muchas personas la cristiandad es una esfera que excluye la posibilidad de transitar los valles, y en esa esfera el Cristo deja de ser el centro, deja de estar vivo, el Cristo se convierte en un emblema, en una excusa, en una marca. Sólo las dudas pueden hacernos despertar, debemos permitirnos cuestionar las esferas en las que nos encerramos continuamente; dudar no es un acto que amerite un exorcismo, las dudas nos mantiene en movimiento.
Si usted se encuentra en este tránsito de dudas permítame estrechar su mano, si va caminando con miedo permítame acompañarle, no hay nada que temer. Compartamos un rato, cuénteme su historia y si tiene tiempo escuche un rato la mía… Y luego sigamos el camino, un mejor porvenir se vislumbra…
Serie Azul Desierto
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Serie Azul Desierto funge en la premisa de acercar títulos nuevos compuestos por cuentos y poesía infantil de autores noveles y experimentados con una alta carga de diversión, entretenimiento y enseñanza sana para el desarrollo del futuro de la sociedad es decir: los niños.
Esto quiere decir, querido lector, que el libro que tiene entre sus manos, contiene los mejores poemas de los mejores bardos del país, seleccionados con la delicadeza que sólo un grupo de profesionales pueden tener. Disfruten del delicado mundo de las letras y la poesía.
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Gabriela en el espejo ISBN 978-980-7495-01-1 Libro infantil de Norge Sánchez 153
Los personajes de los magnos y clásicos cuentos infantiles escaparon de los libros donde dormían y se refugiaron en este. Llevaban vidas fastidiadas por el ocio, por los plagios del teatro y el cine, por las mareas del mercado. La Caperucita seduce al lobo. Alí Babá y sus falsos ladrones. Una sirenita decepcionada. El beso prohibido de un príncipe. Otras historias, otros senderos nos provocan a entrar a un universo de audaces fabulaciones. Lo cierto es que, quizás, nuestros padres mintieron y la única enseñanza que puede dejarnos una historia escrita para niños es que nunca vamos a dejar de ser niños para volver a ella. También la vieja estratagema de malos y buenos. Pero eso es otra historia, con otro final. De eso trata Gabriela en el espejo. Si alguien quiere entender, y comprobar, cómo pueden unirse la inocencia y el humor, el ingenio y la síntesis
poética, debe abrir las páginas de este libro. Esta es una de las más deliciosas trampas que ha procurado Norge Sánchez para escribir lo que siempre quisimos leer.
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La Cebolla
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La Cebolla era muy buena persona. Tan abstraída en su modestia nunca se percató de todas las lágrimas que arrancaba a la gente, y su asombro fue total cuando le dijeron que el ratoncito Pérez, estuvo dispuesto a dar la vida por ella.
La Princesa
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Con paso lento, atraviesa los elegantes salones del palacio, acaricia el piano; sale al jardĂn donde el caer de la cascada salpica las flores entre el aleteo de los pĂĄjaros y las mariposas. Se sienta, y con la mirada en la distancia aĂąora sus viejos zapatos de cenicienta.
El tesoro
Alí era un buen hombre. Un día encontró un enorme tesoro. Invitó a sus cuarenta mejores amigos y fueron por el mundo repartiendo aquellas riquezas. Era tanto su entusiasmo, que sin darse cuenta no dejaron para ellos, ni una moneda. Primero fue el frío, luego el hambre y la sed los obligaron a pedir de puerta en puerta. Todas las casas se cerraron. Nadie quería saber de aquellos andrajosos que molestaban con sus carencias. Alí, decidió resolver la situación y, desde aquel día no se habla en todo el país más que de Alí y los cuarenta…
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Azul Desierto Norge Sánchez ISBN 978-980-7495-02-8
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Norge Sánchez tiene el talento de construir una secuencia literaria a partir del cuento o la poesía, una escritura que aparentemente simula ser para niños pero termina siendo para adultos, que leen adultos pero son para niños. Azul desierto es un poemario ilustrado, sus imágenes son alusivas al océano, dentro de su escritura nos topamos con sirenas enamorando marineros, hombres compartiendo al unísono el vaivén del barco sobre el agua con el vino y sus reflexiones, o a ese hombre luchando timón en mano con la furia oceánica. Así mismo en el poemario se da cita Moby Dick, naufragios, fantasmas marinos, arpones que vuelan en la oscura noche hacia puntos definidamente indefinidos, tesoros y lunas redondas como compañía de la noche. Es el mundo envuelto en agua, tal como el autor cubano lo ve.
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Furia oceánica
La noche es cerrada. Hacia el Sur sólo puede verse el desconsuelo y los retazos de la melodía brotada de una quena a miles de kilómetros. Desde el Norte para borrarlo todo llega la tormenta, los dientes huracanados de la noche se ensañan contra las velas. Sobre la proa, aferrado al timón mostrando al dios del arrebato su pecho reluciente, el capitán, enfila su mirada, una vez más, a desafiar la desmesurada cólera del océano.
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Arp贸n d e s 163
d e la mano del marino vuela el arp贸n, hacia el centro de la n o c h e .
Letras
Intent贸 una y mil veces tatuar, en lo salobre de su coraz贸n, la ausencia. Pero lo implacable de la marea le arranc贸, en cada flujo y reflujo; una por una aquellas cinco letras para nombrarla.
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Este libro fue editado como obsequio por Negro Sobre Blanco est谩 prohibida su reproducci贸n impresa.
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