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REVISTA DE HISTORIA Y ACTUALIDAD MILITAR

El ataque silencioso sobre el Canal Alberto

Paracaidistas alemanes en Bélgica Óscar González López

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diferencia de lo ocurrido durante la invasión de Polonia, los paracaidistas alemanes (Fallschirmjäger) fueron piezas esenciales en la invasión de Holanda y Bélgica, el 10 de mayo de 1940. De la perfecta ejecución de sus planes dependió el éxito de todo el ataque germano en el Oeste. Su intrépida y decisiva acción en el Canal Alberto belga superó todas las expectativas, consagrándoles como una tropa de elite, referencia básica incluso para los Aliados. Aunque siempre se ha creído que el ataque a Eben Emael fue su acción más importante, el siguiente trabajo pretende demostrar que fue un movimiento más de una misión mayor, cuya prioridad era la captura de los puentes de Veldwezelt, Vroenhoven y Kanne. 10


EL ATAQUE SILENCIOSO SOBRE EL CANAL ALBERTO

Los planes para penetrar hasta el corazón de Bélgica contemplaban que el Sexto Ejército alemán del Generaloberst von Reichenau, encuadrado en el Grupo de Ejércitos B, debería cruzar el río Mosa y desbordar a los defensores belgas, dirigiéndose hacia Tirlemont y neutralizando la bien defendida área al norte de Lovaina. Este sector del frente estaría cubierto por la 4ª División Panzer y por el 151º Regimiento de Infantería (151.IR) del XXVII Cuerpo de Ejército. Partiendo de Aachen (Aquisgrán), cruzarían Maastricht y entrarían en Bélgica. El único gran problema era que, justo en la frontera, se encontraba la posición defensiva belga más importante, el fuerte Eben Emael, siArriba: El puente de Veldwezelt (Thomas Steinke) Abajo: El puente de Vroenhoven antes de que fuera demolido en 2009. (Óscar González) Página anterior. Adolf Hitler condecoró personalmente a los oficiales del «SA Koch» el 15 de mayo de 1940. De izquierda a derecha, Koch, Witzig, Altmann y Kiess. (Thomas Steinke)

tuado junto al Canal Alberto y el río Mosa, dominando una amplia área. Indudablemente, era el gran obstáculo para los invasores, pues sus potentes cañones amenazaban los vitales puentes sobre el canal, cuyo paso garantizaba un rápido avance hacia Tongeren. Una vez aquí, Bruselas estaría al alcance de la mano. El fuerte de Eben Emael se construyó teniendo en cuenta la presencia del Canal Alberto, ofreciendo un emplazamiento único que dominaba el entorno, incluyendo las rutas que penetran en Bélgica desde Maastricht y los puentes de Vroenhoven y Veldwezelt. Se construyó entre 1932 y 1935, y aprovechaba el canal como una formidable barrera contra cualquier intento de invasión. Era trascendental neutralizarlo e impedir que los belgas volaran los puentes de las cercanías. Una vez controlados, el avance alemán sería imparable.

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cercanos estaría sellado. Y es que los puentes, excepto el de Kanne (que no ofrecía demasiadas garantías de éxito, pues los planeadores alemanes deberían aterrizar muy alejados del puente, con lo que el elemento sorpresa desaparecería), eran los principales objetivos. La toma del fuerte estaba subordinada a estos. No se escatimaron medios para el entrenamiento de los paracaidistas, llegando incluso a utilizarse las instalaciones y posiciones fortificadas checoslovacas de

La delicada misión de captura fue encomendada a la unidad paracaidista Sturmabteilung Koch (SA Koch o Destacamento de Asalto Koch), que recibía esta denominación por el nombre de su líder, un intrépido oficial llamado Walther Koch. Se necesitaban soldados perfectamente entrenados, que pudieran ejecutarla rápidamente, y en aquel momento sólo los paracaidistas estaban en condiciones de llevarla a cabo. Con este fin, la unidad entrenó en Hildesheim, entre grandes medidas de seguridad y en total secreto, pues dos nuevas «armas» se usarían por primera vez: la carga hueca y el planeador. El SA Koch comprendía 11 oficiales y 427 suboficiales y soldados, además de 42 pilotos para los planeadores de asalto DFS 230. Para la operación, planeada para el 10 de mayo de 1940, el destacamento de asalto se dividiría en cuatro subgrupos con los siguientes nombres en clave: «Granito, Hierro, Acero y Hormigón»(Granit, Eisen, Stahl y Beton, para los grupos destinados a Eben Emael, Kanne, Veldwezelt y Vroenhoven respectivamente. La explicación de tales nombres tiene que ver con el material del que estaba hecho cada puente). La «llave» de la operación la tendría el grupo liderado por el teniente Witzig, un joven oficial que lideraría el asalto a Eben Emael. En caso de no lograr neutralizar los potentes cañones belgas, el destino de los puentes Arriba: El búnker Abri M de Vroenhoven (Óscar González) Centro: El búnker Abri N de Veldwezelt (Thomas Steinke) Abajo: El puente de Vroenhoven en 1940 (Thomas Steinke)

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los Sudetes, entregadas intactas a los alemanes en 1938. Además, los alemanes se las apañaron para conseguir toda la información posible sobre los puentes y el fuerte, entre ella, el dibujo de un sello emitido por los


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Paracaidistas alemanes días después del ataque junto al Abri F y los restos del puente de Kanne (MVV)

belgas y la proporcionada por las empresas (varias de ellas alemanas) que habían participado en las obras de construcción a lo largo del canal en 1934. Sólo así se pudieron construir maquetas a escala (no sólo de Eben Emael, sino también de Vroenhoven), para que cada hombre involucrado en el ataque supiera moverse y atacar rápidamente, incluso «con los ojos cerrados». Finalmente, llegó la fecha del ataque. El 9 de mayo, el SA Koch se trasladó a las bases-aeródromos de ColoniaOstheim y de Colonia-Butzweilerhof, despegando a las 4:30 h del día 10 hacia sus objetivos. El grupo «Acero» El grupo «Acero» (91 hombres en 10 planeadores, dirigidos por el teniente Gustav Altmann), debía tomar intacto el puente de Veldwezelt, junto a la frontera holandesa.

El puente –situado a 200 m de la frontera holandesa– era una construcción de hierro de 115 m de largo y 9 de ancho preparado para el tráfico de automóviles. En su lado este se encontraban tres cámaras destinadas a albergar explosivos. Dos pequeños compartimentos para idéntica función se encontraban en la parte central del puente y otro, en las vigas del este. Debajo del puente se hallaba una estrecha pasarela. En la base del pilar oeste se encontraba una posición de hormigón (C); algo más alejadas, al norte y al sur, respectivamente, las posiciones D y B.

Sobre la carretera Maastricht-Hasselt, en el lado oeste del puente, se encontraba el búnker N (o Abri N en francés), cuya misión era la de asegurar y defender el puente. Además, diferentes obstáculos, ayudarían en la defensa del mismo, como verjas móviles («Puertas Belgas» o «Elementos Cointet»). Construcciones y garitas para las tropas de infantería acantonadas junto al puente, completaban su equipamiento. También dos gendarmes (aunque sólo durante el día) colaboraban en su defensa y control. A la dotación belga del búnker N, encargado directo de la defensa del puente, llegó la orden de activar el sistema de detonación de los explosivos. Volar el puente constituía la acción defensiva prioritaria ante la hipotética invasión alemana. La comunicación fue recibida por el Caporal Cornée, quien, en ausencia del jefe de la dotación, tenía el mando. Acto seguido, uno de los once soldados a su mando salió del búnker y corrió a avisar a los compañeros que ocupaban la posición C, en la base del pilar del puente. Era trascendental que evacuaran la posición antes de la explosión, según lo establecido, para volver a ocuparla después. No obstante, la activación de los explosivos no se llevó a cabo porque la situación era confusa.

Centro: Planeador alemán utilizado en el asalto al Canal Alberto (Thomas Steinke) Abajo: Tumbas provisionales de paracaidistas alemanes y soldados belgas en Veldwezelt. Al fondo, uno de los planeadores del grupo “Stahl”. (Thomas Steinke)

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Hacia las 5:00 h (siempre según horario alemán) varios aviones sobrevolaron el Canal Alberto, aunque anteriormente se habían escuchado disparos de los antiaéreos holandeses avisando de su presencia. Los belgas contemplaron atónitos la aproximación de «aviones silenciosos», cuya identificación no pudieron ver en la oscuridad, y que volaban describiendo círculos. El planeador del grupo (Trupp) nº 2, al mando del Oberjäger Ellersiek, era el encargado de neutralizar el búnker. Tras un difícil aterrizaje, iniciaron el ataque. Los aturdidos Fallschirmjäger pudieron orientarse sin demasiados problemas hacia su objetivo. Su dotación sólo realizó algunos disparos, antes de entrar rápidamente en el interior de la posición, seguidos por un oficial y un soldado del Regimiento de Carabineros, separados de su unidad. El pánico era total y paralizó a los belgas.

bre los alemanes, disparándoles también desde las mirillas. Pero el grupo nº 2 tenía controlada la situación y se lanzó un ataque decisivo, no sin antes gritar un ultimátum a los belgas, conminándoles a abandonar el búnker. Cornée debió de contestarles que lo harían «siempre que no se les disparara». Fue entonces cuando los acontecimientos se desarrollaron rápidamente. Los Fallschirmjäger colocaron cargas explosivas en los orificios lanzagranadas del búnker. La explosión y las llamas inundaron el interior de la posición, donde explotó la munición almacenada, matando a casi todos los ocupantes. Tres belgas se dirigieron hacia la salida, donde los alemanes ya habían activado una carga hueca de 20 Kg. La consiguiente explosión mató, al menos, a dos de ellos. El soldado Guillaume Vranken era el tercero, y se libró de morir gracias a que iba el último. Consiguió salir y recibió nueve disparos; herido, pudo comprobar que la mecha estaba cortada en el exterior del búnker (Vranken sobrevivió a sus heridas). El búnker N estaba fuera de combate. Mientras tanto, los demás Fallschirmjäger cumplían sus respectivas misiones. Las defensas belgas fueron cayendo una tras otra, incapaces de resistir la avalancha alemana. Los paracaidistas del grupo nº 1, bajo mando del Oberjäger Helmut Arpke, quitaron las cargas explosivas adosadas a los pilares del puente, neutralizando así el búnker C. Una vez consolidada la cabeza de puente se sirvieron de los bombarderos de asalto

Incapaz de decidir, Cornée no encendió la mecha, sino que se apresuró a telefonear a sus superiores. Los ocupantes del búnker N lanzaron granadas de mano soArriba: Paracaidista alemán en las trincheras belgas de Vroenhoven. Nótese su fúsil de francotirador. (Thomas Steinke) Centro: Fosa común de soldados belgas caídos en Opkanne. (MVV) Abajo: El mismo lugar en 2009. (Óscar González)

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Arriba: Paracaidista del medio pelotón de ametralladoras en Vroenhoven. (Thomas Steinke) Abajo: Gustav Altmann, líder del grupo «Stahl», su ayudante, Lorenz, y el piloto Flucke (herido en la cabeza) en las trincheras belgas de Veldwezelt. (Archivo Thomas Steinke)

Stuka y Henschel 123 para eliminar cualquier intento de contraataque belga. Así mismo, como refuerzo, hacia las 6:15 h fueron lanzados sobre Veldwezelt 24 paracaidistas. Los hombres de Altmann fueron relevados durante la tarde del día 10, cuando soldados del 51º Batallón de Zapadores pudieron cruzar el río Mosa (tarea que fue obstaculizada con la voladura de los puentes de Maastricht) y contactaron con ellos. Esta tarea estaba reservada inicialmente a elementos de la 4ª División Panzer, pero fue imposible cumplir el plan, pues la unidad acorazada no alcanzó el objetivo hasta el día 11. La toma del puente costó ocho muertos a los paracaidistas. El grupo «Hormigón» El grupo de asalto «Hormigón» estaba compuesto por 109 hombres (11 planeadores) a las órdenes del Leutnant Schacht y debía capturar el puente de Vroenhoven. Se trataba de un puente destinado al tráfico de vehículos. A diferencia del de Veldwezelt, era una construcción de hormigón armado, de 117 m de longitud y 9 m de anchura, que se elevaba 24 m sobre el nivel de las aguas del Canal Alberto, situándose a 400 m de la frontera holandesa. En cada uno de los dos pilares del puente se encontraban dos cámaras para explosivos. A su vez, 400 m al noroeste y sudoeste del puente se encontraban sendas posiciones de hormigón (A y B). Sobre la carretera M a a s t r i c h t - To n g e r e n que atravesaba el puente, en el lado oeste, se hallaba el búnker M, con idéntica misión defensiva que el de Veldwezelt. El resto de edificaciones y obstáculos defensivos eran similares en ambos puentes.

Los alemanes aterrizaron en las inmediaciones del puente de Vroenhoven alrededor de las 5:15 h, (tan sólo el planeador nº 2, a las órdenes del Oberjäger Kempa, sufrió un contratiempo, teniendo que aterrizar cerca de Düren). Como en el caso de Veldwezelt, no tuvieron mayores problemas para provocar el caos entre los belgas. Éstos no tuvieron tiempo de reaccionar y los alemanes impidieron que se activara el mecanismo de voladura del puente. Veamos cómo se desarrollaron los acontecimientos. El búnker (Abri) M, junto al puente, cuya destrucción era prioritaria para los paracaidistas, recibió desde Lanaken la orden de activar las cargas explosivas. Al frente de la dotación de 11 hombres se encontraba el sargento Crauwels, que debido a la situación confusa que se estaba viviendo, aplazó el cumplimiento de la orden. Hacia las 5:00 h, aparecieron los primeros planeadores sobre Vroenhoven, aunque la presencia de aparatos enemigos se supo por el fuego antiaéreo holandés de Maastricht. Un belga perteneciente a la dotación del búnker M, de guardia en el puente, dio

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la alarma y acto seguido, el resto de los ocupantes salieron fuera de la posición de hormigón armado. Dispararon a los planeadores, siete de los cuales aterrizaron en las posiciones de la 1ª compañía belga. Uno de los policías se dirigió de inmediato hacia uno de ellos (se trataba del grupo nº 4), con la intención de apresar a los ocupantes, creyendo erróneamente que se trataba de un avión derribado. Lejos de pensar en entregarse, los Fallschirmjäger se lanzaron al ataque gritando y disparando, hiriendo al policía. Éste, al igual que el resto de la dotación del búnker M y de seis soldados de la 1ª compañía, se refugió en el interior de la posición, sin tiempo para otra reacción. El pánico se apoderó de los belgas. Crauwels encendió la mecha para la activación de los explosivos, mientras otro de sus hombres llamaba por teléfono al cuartel de Lanaken. Esto no pudo llevarse a término porque la línea cayó. De acuerdo con las instrucciones, la dotación bajó hacia la planta inferior para esperar la voladura del puente. Estando allí es donde se originó una fuerte discusión entre ellos, pues algunos no estaban de acuerdo en activar las cargas sólo por culpa de «unos pocos soldados alemanes». Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, un Crauwels nervioso y casi fuera de sí, golpeó a uno de los partidarios de la voladura y con ayuda de dos soldados regresó a la planta superior para apagar la mecha. Mientras esto sucedía en el interior, en el exterior, los paracaidistas del grupo nº 4, bajo el Ofw. Hofmann, cuya importante misión era destruir el búnker M, habían tomado tierra a unos 120 m de su objetivo (y no a 50, como se preveía). El aterrizaje fue complicado, golpeándose los soldados unos con otros y resultando heridos tres hombres. Además, parte de su armamento resultó irremediablemente dañado. Aun así, los paracaidistas se lanzaron ferozmente al ataque, pistola en mano. Theo Schmitt, miembro del grupo 4, lo recuerda con tal lujo de detalles, que podemos imaginarnos el dramatismo de los primeros instantes del combate en Vroenhoven: «Al llegar a nuestro objetivo, todavía volábamos a 1.200 m de altura, cuando deberíamos haberlo hecho a 400 m, así Arriba: Guillaume Vranken, el único superviviente belga de la dotación del Abri N de Veldwezelt. (Archivo Fuerte Eben Emael) Abajo: Paracaidistas alemanes y soldados de infantería durante los combates en Veldwezelt. La bandera indica a los aviones de la Luftwaffe que la posición es segura. (Thomas Steinke)

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que tuvimos que aterrizar casi en picado. La maniobra fue complicada y arriesgada (es fácil imaginar 11 planeadores silenciosos dando vueltas muy cerca uno de otro sobre un área pequeña). En lugar de aterrizar a la velocidad prevista de 50 km/h, lo hicimos a unos 120 km/h. Y, claro, en vez de aterrizar a 40 m de nuestro objetivo [el búnker M], nos paramos a 100 m de él. Gracias al alambre de espino que envolvía los patines de nuestro planeador y al freno de emergencia pudimos aterrizar en unas condiciones más que aceptables; de otro modo, habríamos ido directos al canal. A consecuencia del aterrizaje, nuestro aparato estuvo a punto de capotar; además, la cuerda que amarraba las cajas de munición se rompió y éstas se me echaron encima. Tuve suerte y no me pasó nada. Ahn, herido,


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en la espinilla, tras lo cual, soltó el arma y comenzó a gritar. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando me percaté de que era mi camarada Jupp Klose, quien me había confundido!» Así las cosas, una vez en tierra, el Oberjäger Bading se dirigió con una carga hueca de 12,5 Kg. hacia el búnker M, pero fue herido en el brazo. Theo Schmitt, cogió la carga, atravesó el alambre de espino y llegó finalmente a un ángulo muerto. En esto, Fallschirmjäger de los grupos nº 3 y 4 le cubrían con su fuego. Schmitt entró en el búnker a través de la puerta acorazada, donde colocó la carga adosada a la puerta acorazada interior. Fue entonces cuando vio humear en una caja metálica la mecha belga de 60 cm. Schmitt se acercó de rodillas hacia la salida de donde provenía la mecha y golpeó con los pies la puerta interior, pero fue en vano. Finalmente, otro compañero, Stenzel, le hizo una rápida seña con sus dedos y Schmitt cortó la mecha.

me gritó: <Rápido, vete al puente!>. Me lo repitió otras tres veces antes de que saliera. Una vez fuera, cuatro o cinco soldados belgas corrían hacia mí desde las trincheras. Mi subfusil no funcionaba, así que comencé a disparar con mi pistola tan pronto como les tuve a tiro. Ahn, que estaba echado junto a la puerta, me grito: ¡detrás! Salté y vi a un soldado con condecoraciones que estaba de pie junto a mí. Disparé y le alcancé en la mano derecha. Su arma saltó y él cayó al suelo. Seguí buscando algún arma que disparara. Wohlgemuth me dio su ametralladora. La tomé y me di la vuelta, y corrí hacia la siguiente trinchera, abriendo fuego contra los soldados que se encontraban allí. Lo hice porque suponían una amenaza para el resto de mi equipo, apuntando sus armas a los cascos de los heridos. Desbaraté su acción. Salté a otra trinchera y, de repente, un soldado escondido me golpeó con su arma en la cabeza. Instintivamente le devolví el golpe

El puente estaba a salvo media hora después de iniciarse el ataque. Los zapadores paracaidistas del grupo nº 3 del Oberjäger Gahno desactivaron el resto de cargas. Schmitt esperó y activó la carga hueca que había transportado. Los 10 segundos de retardo no fueron suficientes para que se pusiera a cubierto y fue lanzado por la onda expansiva contra el alambre de espino que rodeaba una pequeña garita. Allí se quedó aturdido. La explosión mató al Sergent Crauwels y a los dos soldados que le acompañaban. Un agujero de 50 cm. de profundidad apareció en el hormigón. Se arrojaron más cargas y granadas de mano al interior del búnker tras lo cual, comenzó a arder. De los 12 hombres de la dotación, seis murieron, bien a consecuencia de la explosión, bien cuando intentaban abandonar el búnker. Tampoco sobrevivieron ni el policía ni los seis soldados de la 1ª compañía. El puente se mantenía en pie.

Arriba: El combate ha terminado: los paracaidistas son relevados por soldados de infantería en Veldwezelt. (Thomas Steinke) Abajo: Paracaidistas de «Stahl» descansando en la «Tabacalera» de Maastricht tras ser relevados. (Thomas Steinke)

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Paracaidistas en Maastricht esperando la orden para regresar a Alemania. (Thomas Steinke)

Cuarenta minutos después del aterrizaje de los planeadores, dos aviones de transporte sobrevolaron Vroenhoven. A bordo viajaba el medio pelotón de ametralladoras al mando de Sprengart. A su vez, los contraataques belgas fueron desbaratados con la colaboración de la «artillería aérea» de la Luftwaffe y la cabeza de puente se mantuvo intacta. Seguimos con Schmitt el resto del ataque: «Más tarde, nos planteamos tomar otra posición enemiga que se encontraba a unos 200 m delante de nosotros, en una ligera elevación de terreno, en terreno holandés. Avanzamos y atacamos en un abrir y cerrar de ojos a un pequeño grupo belga que intentó dispararnos. Lanzamos las granadas que llevábamos en la funda de tela para la máscara antigás y neutralizamos todo contraataque, enviando a nuestros prisioneros a la retaguardia para que el grupo de Stolzewski se hiciera cargo de ellos. Seguimos avanzando y al llegar al puesto aduanero holandés, un oficial me apuntó y me conminó a pararme. Con decisión le encañoné con un arma belga de las que habíamos capturado y le dije: <si disparo, morirás enseguida>. Continué en voz alta para que sus hombres me oyeran: <vuestro deber era defender vuestra frontera en tiempo de paz, pero desde las 5:15 h estamos en guerra. Somos soldados alemanes actuando conforme a las leyes alemanas y estamos aquí para apoderarnos de vuestro puesto aduanero. Por lo tanto, quedáis relevados de vuestra misión. Descargad vuestras armas ahora mismo. Os permitiremos mantener vuestras pistolas>. Hicieron tal y como mandé. Supimos que nuestro relevo se retrasaría. Nos dispusimos, pues, a llevar a cabo nuestra última misión: desarmar a una unidad holandesa enfrente de nosotros y contra la que no teníamos opciones. Mientras Stenzel parlamentaba con el oficial holandés al mando, amenazando con un ataque aéreo y artillero en caso de no aceptar la rendición, nuestro apoyo artillero, dirigido por el comandante Aldinger, comenzó a disparar sobre las posiciones enemigas. De este modo, Stenzel disponía de otro argumento más con el que convencer a los holandeses.

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A las 8:30 h, dos coches de lujo se dirigieron a toda velocidad hacia el puente desde el lado holandés. Disparé y pararon. Varias mujeres acompañadas por un diplomático norteamericano y un funcionario holandés se apearon de los automóviles. Le dije al funcionario que llamara por teléfono al comandante de las tropas (unos dos regimientos) presentes en Roelmond-Kesseln, explicándole que constituíamos la punta de lanza del 8º Ejército alemán. Que la destrucción se parara dependía de él. Crucé los dedos y esperé… Finalmente, la trampa surtió efecto. También Stenzel y sus amenazas convencieron al resto de holandeses en la zona este del puente. Cuatro hombres, moviéndonos con rapidez, pareciendo que éramos 100 soldados, habíamos conseguido convencer a fuerzas holandesas superiores en número.» La estrategia de los paracaidistas superó a holandeses y belgas, paralizados sobre el terreno y sin saber medir el alcance real del ataque. Por fin, el grupo de Fallschirmjäger fue relevado a las 21:40 h del 10 de mayo. Siete Fallschirmjäger murieron y 24 más resultaron heridos. El grupo «Hierro» El único problema fue la toma del puente de Kanne, junto a Eben Emael. Indudablemente, se


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trataba del objetivo más delicado para el SA Koch. Cuando el grupo «Hierro» (10 planeadores y 89 hombres dirigidos por el Leutnant Martin Schächter) estaba a punto de aterrizar, a las 5:35 h, los belgas volaron el puente. La dotación del búnker O, siguiendo instrucciones del suboficial Pirenne, quien a su vez recibió la orden de comandante del fuerte Eben Emael, provocó la explosión. La dificultad insalvable –y los alemanes lo sabían– era la considerable distancia que existía entre la zona de aterrizaje de los planeadores (las alturas de Opkanne) y el puente. Sin factor sorpresa del que aprovecharse y enfilados por cañones del fuerte Eben Emael, los Fallschirmjäger sufrieron importantes bajas (22 muertos y 26 heridos). Aún así, era necesario formar una cabeza de puente y tomar los «restos» del puente, de tal modo que los zapadores alemanes que relevaran a los paracaidistas tuvieran más facilidades para construir una pasarela. Por parte belga, soldados del 2º Batallón del 2º Regimiento de Granaderos ocupaban las posiciones alrededor del puente y en las alturas que lo rodeaban. Durante la aproximación, el planeador nº 3 fue alcanzado de lleno por fuego antiaéreo cuando todavía volaba a 35 m de altura. A pesar de este contratiempo, el piloto pudo arreglárselas para aterrizar con su aparato en llamas. Acto seguido, siete paracaidistas –milagrosamente, sin heridas de gravedad– salieron de él, disparando hacia las trincheras belgas. Ayudados por los paracaidistas del planeador nº 8, pusieron fuera de juego el cañón de 47 mm de esta posición (sus ocupantes se rindieron horas más tarde, a las 18:00 h), volaron tres casas y, por último, las dos pequeñas casamatas que defendían el puente. Los búnkeres belgas, especialmente el «búnker O» (sin posibilidad de ponerse en contacto con el fuerte Eben Emael, al cortarse la

comunicación) no servían para contener un ataque que provenía del sitio menos esperado: de la retaguardia. Al frente de sus hombres, el mismo Schächter fue herido, teniendo que tomar el mando su segundo, el alférez Meissner, quien, al darse cuenta de que sus dos operadores de radio estaban muertos, envió como pudo el siguiente mensaje: «Grupo Kanne a Sturmabteilung Koch. Objetivo alcanzado. Fuerte resistencia. Puente volado por el enemigo antes de nuestro aterrizaje. Posible utilización después de trabajo de zapadores». Pero los males para el grupo Eisen no habían acabado. A las 06:10 h, dos Ju 52 lanzaron a 24 paracaidistas de refuerzo, a las órdenes de Nollau. Saltaron sobre la colina norte, 500 m al oeste de donde lo tenían planeado. Sin cobertura, y a merced del fuego belga, 14 paracaidistas murieron antes de tocar tierra. Otros ocho fueron heridos. También fueron lanzados contenedores con munición; uno de ellos se posó encima del búnker O. Los alemanes utilizaron prisioneros para transportarlo a la cima de la colina central, que ya para entonces estaba en su poder. Los belgas consiguieron, por momentos, llevar la iniciativa y pasar al contraataque, consolidando importantes posiciones defensivas, especialmente en la colina norte. Pero el entrenamiento y la organización de los Fallschirmjäger, apoyados por la Luftwaffe, desbarataron todo intento belga. Pirenne, refugiado en uno de los búnkeres junto al puente, y el resto de sus hombres (refugiados en el búnker O) se rindieron por

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la tarde, a eso de las 19:00 h. Así recuerda aquél los dramáticos momentos:

desconocida por mí, una cartuchera alrededor del cuello. Cuando la calma regresó, me condujeron a la colina de Tiendeberg. Allí vi un grupo de unos 300 prisioneros belgas. Un médico alemán operaba a algunos heridos in situ. Más aviones sobrevolaron nuestra posición. De repente, cayeron sus bombas provocando el caos y el pánico entre los prisioneros…

«¡Fuera!¡Fuera! –oí que me gritaban–. Instintivamente cogí mi fusil y traté de tomar una decisión. Pero ya era demasiado tarde. Vi como el alemán me apuntaba con su fusil y seguía repitiendo que saliera de mi refugio, de lo contrario me dispararía. Obedecí y me preguntó si había alguien más. Le contesté que no. Acto seguido me hizo tirar mi arma al canal y, tras eso, caminé seguido por él. También me hizo quitar el casco mientras nos dirigíamos a la granja situada al pie de la ladera. Allí, otro paracaidista me recibió, pistola en mano. Fui consciente de la superioridad de su armamento: un subfusil en su otra mano, granadas de una clase

Por fin, a las 23:30 h, la cabeza de puente, formada con mucho esfuerzo por los paracaidistas, contactó con tropas alemanas provenientes de Maastricht. Las bajas en las filas de los Fallschirmjäger fueron cuantiosas en Kanne: 22 hombres murieron durante el ataque, la mayor parte de ellos, al lanzarse en paracaídas sobre el objetivo.

Posiciones belgas Zonas de salto del medio pelotón de ametralladoras de Ringler Abri D (800 m desde el puente) Trincheras belgas junto al puente Movimiento de Altmann (aprox. 500 m) Movimientos de los paracaidistas del 2º grupo de Ringler 1

Los Fallschirmjäger tratan de unirse al resto del grupo

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Son rechazados por los hombres de Schaumans y se refugian tras el depósito

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Primer intento (sin éxito)

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A las 15:00 reciben refuerzos de la zona de Heserstraat y atacan a los belgas

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Segundo intento Pelotón Lombaers Planeador de Toschka Gr. nº 8

Sargento Regel

Abri D

Salto del 1er grupo

Puesto de mando belga

Pelotón Ballet 1

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Abri N

Planeador de Altmann Planeadores junto a la casa Nicolaes

Planeador de Pohlmann Grupo nº 6

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Pelotón Schaumans

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Depósito de agua

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Pelotón Bossaert


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