Hace 75 años: El Alcázar de Toledo
F. Calvo
S
y
R. Permuy
i hay una gesta que destaca entre las que tuvieron lugar durante la guerra civil española, ésa es sin duda la defensa del Alcázar de Toledo. Todo contribuyó a forjar la leyenda: la obstinada resistencia de los defensores más allá de todo límite imaginable; la propaganda de los atacantes, mintiendo una y otra vez sobre la toma de la fortaleza; la imagen romántica que vieron en el extranjero: un rocoso castillo medieval defendido por unos jóvenes cadetes aislados de un mundo moderno que creía olvidadas estas hazañas. 2
HACE 75 AÑOS: EL ALCÁZAR DE TOLEDO
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ás allá del mito y del heroísmo, la realidad es que el Alcázar se defendió contra todo pronóstico desde los inicios del Alzamiento hasta finales de septiembre de 1936, consiguiendo para los nacionales un éxito de gran repercusión internacional que contribuiría a elevar su moral y a reforzar sus apoyos internacionales, bien que a costa de retardar su avance hacia la capital de España en lo que constituía en aquellos momentos el objetivo principal de la campaña... Si hay una gesta que destaca entre las que tuvieron lugar durante la guerra civil española, ésa es sin duda la defensa del Alcázar de Toledo. Todo contribuyó a forjar la leyenda: la obstinada resistencia de los defensores más allá de todo límite imaginable; la propaganda
de los atacantes, mintiendo una y otra vez sobre la toma de la fortaleza; la imagen romántica que vieron en el extranjero: un rocoso castillo medieval defendido por unos jóvenes cadetes aislados de un mundo moderno que creía olvidadas estas hazañas. Más allá del mito y del heroísmo, la realidad es que el Alcázar se defendió contra todo pronóstico desde los inicios del Alzamiento hasta finales de septiembre de 1936, consiguiendo para los nacionales un éxito de gran repercusión internacional que contribuiría a elevar su moral y a reforzar sus apoyos internacionales, bien que a costa de retardar su avance hacia la capital de España en lo que constituía en aquellos momentos el objetivo principal de la campaña...
El 18 de julio de 1936 pese a que el Alcázar albergaba las academias de Infantería, Caballería e Intendencia, no había ningún alumno en el recinto por estar todos de permiso, si bien un reducido grupo de ellos se incorporaría a la defensa voluntariamente. Así, el peso de la resistencia iba a recaer en las fuerzas de guarnición en Toledo –350 hombres– y las de la Guardia Civil de la plaza y provincia –700 hombres–. A ellos se sumarían aproximadamente 100 milicianos, en su mayoría falangistas, más otros 50 hombres de distintas procedencias. Todos quedaron bajo el mando del comandante militar de Toledo, el coronel José Moscardó Ituarte, director de la Escuela de Gimnasia. Después de unos confusos días iniciales, el 21 de julio fue proclamado el estado de guerra por las fuerzas sublevadas. Ese mismo día se produjo el primer bombardeo sobre el Alcázar y la columna Riquelme, enviada desde Madrid con más de 1.600 hombres, artillería y blindados, llegó al cementerio de Toledo, reforzando a los grupos armados izquierdistas. Sin embargo ese día tuvo lugar un hecho trascendental: los sublevados trasladaron más de 700.000 cartuchos desde la mencionada fábrica hasta la academia gracias al buen hacer del comandante Méndez Parada, lo que garantizaba la provisión de municiones para un largo asedio. La llegada de la fuerza de Riquelme decidió a Moscardó a Arriba. Una vista de las ruinas del Alcázar y de las casas aledañas Abajo. El patio del Alcázar toledano, con la estatua de Carlos I descabalgada de su pedestal.
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BOMBAS SOBRE EL ALCÁZAR Una vez concentradas las fuerzas militares y de la Guardia Civil en el Alcázar en la noche del día 20 de julio, el gobierno cumplió su amenaza de bombardear el edificio toledano. El día 21, a las nueve y media de la mañana, se presentó el primer avión gubernamental que arrojó proclamas invitando a la rendición. A las quince treinta, comenzó el bombardeo de un solo aparato, que lanzó una docena de bombas sobre las dependencias del Alcázar. Tres horas después fueron tres los aviones los que bombardearon, ocasionando las primeras víctimas. A partir de este momento, los Breguet XIX y los trimotores Fokker F-VII gubernamentales visitaron –prácticamente a diario– el foco sublevado de Toledo. A estos modelos se unieron en agosto los bimotores Potez 540 de la Escuadrilla internacional dirigida por el escritor francés André Malraux. Es de destacar el bombardeo realizado el día 8 de agosto, en el que se lanzaron granadas de gases lacrimógenos, que cayeron en el interior del patio del Alcázar, y que en alguna ocasión las bombas de la aviación gubernamental, por error, alcanzaron las posiciones propias, ocasionando bajas. Los bombardeos continuaron hasta la toma de Toledo por los nacionales.
replegar todas sus fuerzas sobre el núcleo del Alcázar, pudiéndose decir que el asedio comenzó efectivamente el día 22 de julio de 1936, lo que hizo proclamar a la radio madrileña una de las primeras mentiras que a la larga resultarían contraproducentes para el
bando republicano: «El Alcázar, que se resistió hasta el último momento, fue definitivamente tomado por las tropas de Asalto y la Guardia Civil». Cuando los aproximadamente 1.200 defensores, 600 familiares y un muy reducido grupo de prisioneros se encerraron definitivamente en el perímetro defensivo de la fortaleza, aparecieron para el mando los problemas que para la subsistencia presentaba un asedio que ya se empezaba a adivinar largo, aunque no tanto como lo que al final resultó. Los defensores sólo contaban con 1.200 fusiles y mosquetones, 13 ametralladoras y 13 fusiles-ametralladores, 200 granadas de mano, dos cañones de 70 milímetros y un mortero ligero con poca munición. El resto del mes de julio vio el reforzamiento de las fuerzas republicanas, en especial en piezas de artillería, destacando la batería de 155 mm que instalaron en la Dehesa de Pinedo y que, junto a otras piezas de menor calibre más las que irían sumándose a lo largo del asedio, constituyeron la pesadilla de los defensores. La primera quincena de agosto discurrió con los atacantes perfeccionando el cerco sobre el Alcázar, incrementando el poder destructivo de su artillería. Los sitiados siguieron mostrando por Arriba. Prácticamente no quedo nada a salvo de las bombas y la metralla en el recinto toledano. Abajo. Una vista en detalle de los efectos del asedio sobre los sólidos muros del Alcázar.
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ABASTECIMIENTO AÉREO DEL ALCÁZAR El día 26 de agosto, al atardecer y entre dos luces, el avión trimotor que evolucionó sobre el Alcázar no era enemigo. Se trataba de un Junkers Ju 52 que arrojó en el patio del edificio un enorme paquete que al chocar contra el suelo se fragmentó en otros más pequeños. También lanzó otro en las inmediaciones de la Puerta de Hierro. Con gran alegría de los defensores se comprobó que estos envoltorios contenían víveres, principalmente productos enlatados, siendo los elementos más valorados la leche condensada y harina lacteada destinada a la alimentación de los niños. Además, al día siguiente, se descubrió un mensaje lastrado en el patio, que consistía en dos cartas firmadas por el general Franco, que elevaron considerablemente la moral de los defensores. Debemos señalar que el avión Junkers Ju 52 iba pilotado por el capitán alemán Rudolf von Moreau, jefe de la unidad aérea denominada «Pedros y Pablos», precursora de la Legión Cóndor.
su parte elevada moral, organizando incluso un partido de fútbol en el patio y, el día 6, hasta una fiesta circense, lujos que pronto hubieron de abandonar por la dureza del cerco. La segunda quincena fue mucho más dura. Ante el empuje de las columnas africanas y la ocupación de Badajoz, los atacantes se emplearon mucho más contundentemente contra la fortaleza, de forma que la batería pesada de 155 milímetros comenzó a tirar únicamente contra la fachada Norte buscando abrir brecha –lo que se
logró el día 24 de agosto–. No obstante, empezaron a oírse voces aseverando que la única forma de destruir el Alcázar era desde el subsuelo, por lo que empezaron los trabajos en galerías subterráneas para tal fin, siendo abortada una primera mina el 16 de agosto gracias a una audaz reacción de los defensores. Como resultado de todo ello, las bajas entre los sitiados aumentaron sensiblemente durante este mes de agosto y la moral empezaba a sufrir por las penurias del asedio, si bien el 23 de agosto un avión nacional lanzó un mensaje de Franco que confirmaba su voluntad de liberar el Alcázar. Con 20 piezas batiendo ahora el Alcázar, los republicanos lograron tirar el día 4 de septiembre el torreón Nordeste, que recibió no menos de 138 impactos directos de calibre 155. El torreón Noroeste, después de encajar 285 cañonazos, cayó también derribado el día 8. Los atacantes llegaron a contar hacia el final del asedio con más de 5.500 hombres.
Izquierda. Para visitar las ruinas del Alcázar se accedía por esta puerta.
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En septiembre los atacantes intentaron presionar psicológicamente a sus adversarios, enviando emisarios que les intimaron directa o indirectamente a la rendición. El comandante Vicente Rojo y el padre Camarasa fueron los primeros; la embajada de Chile y la Cruz Roja concluyeron este ciclo infructuoso. El 18 de septiembre los atacantes prepararon un asalto definitivo que había de suceder a la voladura de dos minas cargadas con 2.500 kilos de trilita cada una y a una contundente preparación artillera. Más de 4.200 hombres se lanzarían al asalto de las ruinas. Frente a ellos, 348 hombres útiles para defender el perímetro exterior, 279 el propio Alcázar y 428 para actuar como fuerza de maniobra. Era tal la confianza en el éxito de este ataque que acudieron a verlo el Presidente de Gobierno, ministros, otros políticos destacados y periodistas nacionales e internacionales. Tras las voladuras brutales, que provocaron la caída del torreón Suroeste y casi toda la fachada Oeste, tuvo lugar el asalto republicano, que logró poner los pies en el Alcázar, coronando las ruinas de la cara Norte con una bandera roja. Ante esta situación que podía provocar la caída definitiva de la fortaleza, un grupo de jóvenes tenientes logró trepar hasta las ruinas, desalojar al enemigo y arrancar la bandera contraria.
El domingo 27 de septiembre de 1936 el teniente Lahuerta Ciordia, al frente de una sección de Regulares de Tetuán, estableció contacto con los cercados, quienes con el fusil a la cara, les recibieron con todo tipo de prevenciones a pesar de los gritos del oficial: «¡Somos de Regulares. Toledo es de España!» Sólo las cornetas de la V Bandera de Tiede tocando la contraseña de la Legión terminan por convencer a los sitiados de que, efectivamente, el cerco ha terminado. Atrás quedaban 70 días de asedio, 13.000 impactos directos de artillería, una guarnición al borde de la inanición, más de 500 heridos y casi 100 muertos. Franco, con un tanto político en su haber que le daba enteros para su próxima elección como Generalísimo, oía, asombrado como el resto del mundo, el parte de Moscardó en la cuna de la Infantería española: «¡Sin novedad en el Alcázar, mi general!». Para saber más: «Atlas Ilustrado de Grandes Batallas de la Guerra Civil Española». Editorial SUSAETA
Arriba. Tras la explosión de las minas, más de 4.000 hombres se lanzaron al asalto de las ruinas del Alcázar. Abajo. Muy pocos de los resistentes muros fueron capaces de aguantar los miles de impactos de los proyectiles que se lanzaron contra el Alcázar toledano.
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