Cuentos de amor y terror 3era edicion 07ago15

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NELSON CORDIDO ROVATI

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CUENTOS DE AMOR Y TERROR

Cuentos de amor y terror

NELSON CORDIDO ROVATI

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Caracas, Venezuela

Copyright Š 2012 Nelson Cordido Rovati All rights reserved. ISBN: ISBN-13:


Primera edici贸n Caracas, 2006 Comala.com

Segunda edici贸n Buenos Aires, 2007 Librosenred

Tercera edici贸n EEUU, 2013 Editorial IPD Creatspace (an Amazon company)



DEDICATORIA

A las mujeres mรกs queridas de mi vida: Yolanda, Claudia, Bianca, Fabiana, Elba y Marielba



CONTENIDO

Prólogo

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Juego fatal

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Cruel soledad

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La invitación

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Un encuentro en el Metro

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Funeral riesgoso

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Sacrificio

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El cadáver de la madre

49

Una noche con Nestor

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Amor instantáneo

61

El tío Andrés

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Reflexiones frente el

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ascensor Letrina y Orgasmo

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PRÓLOGO

Comenzaré esta breve presentación diciendo que, en este país, un número grande de escritores que han logrado notoriedad y renombre, han pasado por talleres literarios. Sin embargo, hay que tener claro que los talleres literarios no hacen escritores. Permiten, eso sí, que personas con vocación de escritor, vean aflorar esa vocación allí en los talleres literarios. Nelson Cordido frecuenta uno de los talleres literarios que se dictan aquí en el Trasnocho. Pero como yo soy el que lo dirige, sé muy bien que cuando Nelson llegó al taller, ya había escrito varios cuentos, ya estaba familiarizado con la escritura, y el taller donde participa, sólo le ha permitido reafirmar su vocación de escritor y afinar su pulso literario. Ahora Nelson publica su primer libro de relatos, titulado Cuentos de amor y terror, lo cual lleva a pensar un poco en Horacio Quiroga; una buena referencia que hablaría, en todo caso, a favor de Nelson por cobijarse con esta espléndida sombra. 11


De entrada puedo decir que se trata de un libro proteico, híbrido tanto formal como temáticamente. Vale decir, se impone en él un tipo de escritura ganada por la amplitud, lo variado, que el oficio irá convirtiendo en estilo, el estilo propio de Nelson. También debemos decir que el ambiente de estos relatos está deslastrado de color local: su acción puede ocurrir en cualquier parte. Esta consideración habla de alguien que escribe con la mente abierta, con conocimiento de mundo, diría yo. Nelson narra historias redondas, bien contadas, donde priva la fuerza de la anécdota. Sus descripciones son vívidas y usa un lenguaje comedido, sobrio, con frecuencia de frases cortas, lo cual logra el efecto de fijar la atención del lector que vendrá. En gran medida la eficacia de la escritura de Nelson radica precisamente en ese saber contar historias cortas, redondas e impactantes. Aquellos que durante años hemos vivido en medio de modas literarias experimentales, de experimentos verbales y formales, sabemos que una buena historia bien contada siempre se agradece. En uno de sus relatos Nelson (o el narrador, que también es Nelson) deja caer una confesión personal en relación con su forma de escribir. Dice textualmente: “Escribo narraciones cortas de todo tipo”. En este libro que hoy presentamos, si bien tiene peso el tema amoroso y sobre todo el tema terrorífico, tal cual está anunciado en su título, podría decirse igualmente que en él, en el libro hay historias de todo tipo. Terror, muerte, suspenso, miedo, ironía, abyección, enajenamiento, amor cruel y amor inocente, misterio, realismo revulsivo, soledad, humor negro: todos estos temas recorren el libro de Nelson. 12


Me gustaría pasearme, de forma resumida, por las anécdotas de los relatos de este libro, para que tengan ustedes una idea aproximada de una de sus virtudes fundamentales, cual es la elección de un buen tema narrativo. En esta revisión, empezare por nombrar el título de cada cuento aparecido en el libro. En “Cruel soledad” una mujer sola nunca se siente sola, hasta que el rostro de un amor no correspondido la hace sentir el ser más solo de este mundo. “Juego fatal” es un relato donde una broma se convierte en broma asesina. “Letrina y orgasmo” habla de una mujer que llega a tener un solo orgasmo durante su larga existencia, pero se trata de un orgasmo fundamental en su vida. “La invitación” recoge un relato donde un viajero, huésped de un lujoso hotel citadino, comienza a ver todo con terror… hasta el punto de que su corazón es paralizado por ese terror más imaginario que real. “Funeral riesgoso” nos muestra a alguien que escapa de una cárcel especialmente inhóspita, pero no sabe que hacia donde está huyendo es hacia la muerte. “Sacrificio” habla de un sacerdote tratando de convencer a una joven prostituta para que se entregue sexualmente a un grupo de alevosos asaltantes, en vista de que así tanto él como otro grupo de personas moralistas pueden evitar la muerte. “Un encuentro en el Metro” nos ofrece la historia de una chica habitada por una profunda tristeza que despierta la ternura en los hombres, ternura y tristeza que mezclada conducen con frecuencia al

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acto sexual… sólo que la tristeza profunda de la muchacha se debe a que tiene sida y a veces sus tiernos condolientes no usan condón. “No pierdas la pensión” habla de una madre regañona y que acaba de morir. El hijo, guiado por el absurdo, para no perder la pensión, embalsama y coloca a su madre dentro de una nevera. El hijo le habla al cadáver como si estuviera vivo, hasta descubrir algo altamente nuevo: por primera vez comienza a llevarse bien con su madre. “Amor Instantáneo” desarrolla la historia de un encuentro accidental y casual de un hombre y una mujer, quienes apenas en horas sucumben a una intimidad total. Se deciden, también en horas, a abandonar a sus respectivas parejas matrimoniales, y dedicarse a forjar un amor sin barreras. Era como decir que la pareja se encontraba en el cielo, pero igualmente en horas algo falló y de pronto se encontraron en el infierno. “Una noche con Néstor” nos informa sobre un hombre sensible, un escritor aislado del mundo en una cabaña montañosa. Todo en el ambiente propicia que puedan visitarlo fuerzas de ultratumba. Y eso no deja de suceder. En “El tío Andrés” un ex presidiario se acostumbró tanto a la vida de prisión que cuando volvió a la libertad y a la normalidad se comportaba como si aún permaneciera en prisión. “Reflexiones en el ascensor” muestra a cualquier ascensor, solitario o lleno de gante, como un escenario teatral, como una obra de teatro. Amigos todos, así escribe Nelson Cordido. Lo demás se lo pueden preguntar a él o al libro. Sael Ibañez 14


Palabras de la presentación del escritor Sael Ibañez en el bautizo del libro (Primera edición) en la librería Alejandría del CC Paseo Las Mercedes, Caracas, el 7 de septiembre, 2006

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JUEGO FATAL (Junio 2005)

Diego no pudo más, fue directamente hacia el equipo de música y lo apagó. Le dice al grupo que llamen a la policía. Todos lo miran y simulan que no sabían lo que pasaba pero no podían llamar a la policía, se les complicaría la travesura sin necesidad. –¿Por qué quieres llamar a la policía? –le preguntó uno de los

compañeros, a pesar de que sabía la respuesta. –Tengo que decirles algo muy grave –dice Diego. 17


Todos se miraron aguantando la risa. –¿Qué tienes que decirnos? –le preguntaron. –Maté a Romeo. –No, no puede ser.

Algunos tenían que hacer un verdadero esfuerzo para no reírse todavía. –¿Y dónde está el cuerpo de Romeo?

Diego contesta con dificultad. –L o e n t e r r é. La potencial risa de los rostros del grupo se transformó en un rictus de terror. Se miraron unos a otros por unos segundos sin saber qué hacer. Hasta que Salomé preguntó. –¿Dónde lo enterraste? –En la playa –dijo Diego.

Llévanos allí. Corrieron hasta la playa en donde Diego creía que lo había enterrado pero se dio cuenta que ahí no era. Miró hacia los lados y no recordaba dónde lo había enterrado. Las olas habían borrado el rastro.

El día anterior La fiesta entró en calor y horas más tarde, Diego tenía más tragos de lo normal, el dolor que lo embargaba al ver a Salomé bailando y coqueteando con Romeo, lo ahogaba en alcohol. Tanto había tomado que le costaba mantener el equilibrio, estaba totalmente ebrio. Con la desfachatez que en algunos produce el contener en la sangre 18


mucho más alcohol del permitido por la ley, Diego se aproximó lentamente a Romeo, lo miró fijamente y le reclamó que por su culpa Salomé no era suya. Romeo, que se percató del estado de embriaguez en que se encontraba su amigo, lo esquivó, se rio y no lo tomó en serio. Diego enfurecido ante lo que consideró una burla, le lanzó un golpe pero tal era su borrachera que cayó casi inconsciente al suelo. El grupo se aproximó a Diego y notó que no se había golpeado sino que estaba inconsciente por la embriaguez. En cuanto se le pasara el efecto del alcohol estaría bien. Entonces alguien, no recuerdo quién, sugirió una broma. –¿Romeo, qué tal si le hacemos creer al despertar que te golpeó? Romeo aceptó participar en el juego. A Salomé no le hizo gracia pero

los demás la convencieron de que era sólo un juego y no pasaría nada malo. Entre todos prepararon el escenario, colocaron en la mano de Diego, quien permanecía en el suelo desvanecido, una llave inglesa y la impregnaron de una preparación de color rojo en base a salsa de tomate y otros ingredientes caseros. En la oscuridad parecía sangre. A Romeo le inyectaron un soporífero, una versión moderna del que ingirió Julieta Capuleto varios siglos antes, el cual actuaría supuestamente sólo por unas horas y lo acostaron en el piso cerca de Diego. Le colocaron también el líquido rojo en la cabeza. Si alguien entraba y veía la escena pensaría que lo habían asesinado con la llave ensangrentada. Ya todo estaba listo, apagaron algunas luces y todo el grupo se fue a la casa vecina de los amigos y continuaron la fiesta allí. El sonido de la música se podía escuchar perfectamente, cuando Diego despertara 19


sabría que estaban al lado. La fiesta continuó con tragos, baile, y lo mejor de todo, el suspenso de lo que

pasaría cuando despertara Diego y creyera que había

asesinado a su amigo. Ya era más de medianoche y Diego aún no aparecía. Algunos comenzaron a preocuparse, pero la mayoría opinaba que debían esperar. Pasaron las horas y aún no llegaba Diego. Alrededor de las tres de la madrugada vieron que alguien se acercaba caminando lentamente, casi arrastrándose. Efectivamente, era Diego. Todos continuaron divirtiéndose como si no supieran nada, se miraban con picardía esperando lo que les diría. Diego entró con paso indeciso. –¿Se te pasó la rasca? –le preguntó alguien.

Le ofrecieron un trago, que Diego rechazó inmediatamente. Otro le dijo que aprovechara de bailar con Salomé porque Romeo no estaba. Diego rechazó la oferta, casi temblando, todo le daba vueltas, la música lo aturdía, las risas y los chistes de sus compañeros lo molestaban.

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Unos días antes Diego disimulaba su interés por Salomé y seguía en el grupo de estudio solo para estar cerca de ella, aunque era evidente que Salomé no tenía ningún interés en él, prefería eso a no verla. Se comportaba como un compañero más, simulando que ya no le interesaba como mujer, pero en realidad estaba destrozado por dentro. Al presenciar los cariños y manifestaciones de amor de la pareja, pensaba que él podía estar a su lado sino fuera por el imbécil de Romeo. Una tarde, el grupo decidió irse a estudiar todo el fin de semana a una casa de playa a la orilla del mar. Así no tendrían interrupciones y podrían prepararse mejor para el difícil examen de la próxima semana. Fue el grupo completo formado por seis muchachos y cinco muchachas. Por supuesto que Diego, Salomé y Romeo estaban entre ellos. Llegaron al lugar, desempacaron y luego de un ligero descanso comenzaron a estudiar. Así pasaron todo el día, interrumpían el estudio para comer y continuaban luego estudiando. Al día siguiente también pasaron la mayor parte del tiempo estudiando, tenían que prepararse bien, porque era una de las materias más difíciles. Al final de la tarde, alguien dijo que estaba agotado, ya habían estudiado demasiado y necesitaba distraerse. Esa noche prepararon una fiestecita, consiguieron bebidas, pasapalos y además se unieron un par de amigos que casualmente estaban pasando el fin de semana en la casa de al lado. Unas semanas antes 21


Logró que estudiaran algunas veces juntos. Recordaba una vez que estaban estudiando en la biblioteca, sentados uno al lado del otro con el libro abierto. A veces ella leía el texto y otras veces lo hacia él, luego lo comentaban. Esta intimidad le fascinaba a Diego, cada vez estaba más cerca de ella, la observaba con disimulo. En una oportunidad ella estaba leyendo sobre una teoría de no sé qué virus pero sus labios estaban tan próximos que él se acercó ligeramente y los rozó con los suyos. Ella continuó hablando, no fue realmente un beso pero sus labios rozaron superficialmente los de ella. No estaba seguro de cuánto tiempo fue, pudo ser sólo unos segundos, pero de nuevo él se quedó sin respiración y casi se desmaya. Ella siguió leyendo como si nada hubiera pasado y luego le dijo que continuara él con la lectura. Diego esa noche casi no durmió pensando en lo que había ocurrido. Repasaba una y otra vez cada detalle, se imaginaba lo que pudiera ser el próximo encuentro, no había duda, ella por fin le estaba correspondiendo. Seguramente para ella ese momento del roce de los labios era tan importante como lo era para él. Al día siguiente ella se comportó como todos los días, ninguna expresión especial hacia él. Lo trataba igual que a todos sus compañeros de clase. Diego trató de que estudiaran de nuevo juntos en la biblioteca pero le pareció que ella lo evitaba, solo estudiaban en grupo, con Romeo y con otros compañeros. Un día pasó por la biblioteca y la vio estudiando al lado de Romeo, uno al lado del otro. Sintió una enorme indignación, eso no era posible. Había pensado que sólo él tenía derecho de estudiar a su lado y ahora ella estaba estudiando con su mejor amigo. Los celos no lo dejaban en paz. Luego observó que Salomé y 22


Romeo se miraban en clases y sonreían, como si tuviesen algunos secretos que solo ellos compartían. Diego trató de acercarse a Salomé por todos los medios, la invitaba a tomar algo en la cafetería, la invitaba al cine o a salir, le llevaba algún pequeño regalo. Pero nada de esto hizo que Salomé lo tratara mejor, era simplemente un compañero de estudios, mientras que con Romeo era diferente. Siempre estaban buscándose, conversando y hasta permitía que Romeo le colocara el brazo en sus hombros, lo cual le producía unos celos terribles. Diego, en su desespero, habló con Romeo y le dijo que él estaba profundamente enamorado de Salomé, pero éste le contestó que lo sentía mucho, que a él también le atraía la muchacha, que al final la decisión estaba en manos de Salomé. Con el tiempo todo el mundo sabía que Diego estaba enamorado de Salomé y todo el mundo también sabía que Salomé y Romeo se gustaban.

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Unos meses antes Ahí estaba ella. Diego sintió que su respiración se detenía y los latidos del corazón eran más fuertes y rápidos. Siempre pensó que eso de quedarse sin respiración por una mujer era un decir y que en realidad no ocurría, pero desde que la vio por primera vez, experimentó ese nerviosismo que le producía un aumento descontrolado de los latidos del corazón. Además, se volvía torpe, cuando intentó hablarle por primera vez, trató de ser gracioso pero sus comentarios fueron los más estúpidos que alguna vez le había dicho a una chica. Eso fue varios meses atrás, pero ya eran amigos. Estudiaban en el mismo grupo. Salomé, ¿han escuchado ustedes un nombre más bello? tenía una gracia tan especial, y era tan linda. Y su aroma despedía una fragancia única, él podía estar de espalda y si ella entraba, él lo sabía por el aroma y su corazón comenzaba a latir más rápido. No entendía por qué algunos de sus compañeros no compartían su opinión. Algunos decían que era igual a todas pero él sabía que no era cierto. Ella era única. Sin embargo, había otro miembro del grupo de estudio que coincidía con él. Era su mejor amigo Romeo. Habían comenzado juntos en la universidad, ambos decidieron estudiar medicina y ya estaban al final de la carrera. El problema era que Romeo y Salomé estaban empatados. Eso le indignaba y le dolía, pero era su amigo. Salomé venía de otra universidad, hizo equivalencia y tenían algunas materias en común. Hace unos cinco meses Diego venía caminando con Romeo por el pasillo de la biblioteca y al mismo tiempo hablaba mirando hacia un 24


lado. Casi tropezó con una chica que venía en sentido contrario. Ella dijo: –Mire por donde camina.

Él se volteó y se quedó sin habla y sin respiración. ¿Quién era esa belleza? Y lo rico que olía, Ese aroma se le quedó grabado en su memoria. Ella continuó caminando con total indiferencia, pero a partir de ese momento la vida de Diego cambió, fue uno de esos extraños casos de amor a primera vista. Solo pensaba en ella, siempre estaba buscando la oportunidad de verla de nuevo. Luego, cuando comenzaron las clases, vio que ella estaba en alguno de sus cursos, eso era lo que necesitaba. Poco a poco fue acercándose a ella. Supo que se llamaba Salomé, en ese instante se percató de lo bello de ese nombre, que antes le había sido indiferente.

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CRUEL SOLEDAD (Julio 2005)

Ella llegó en su propio vehículo, era un hotel de los que llaman “por horas”, nunca había estado antes en ese lugar. Él lo había sugerido, incluso quería que llegaran juntos en su carro pero ella no quería perder su independencia y le dijo que iría cada uno en el suyo. El conducir su propio vehículo la hacía sentir que tenía la situación bajo control. No dependía de lo que quisiera hacer su acompañante. Era el tipo de mujer 26


independiente de esas que suelen llevar anteojos oscuros pero no para proteger sus ojos sino para proteger los ojos de los demás de sus miradas. Él le parecía un hombre especial, todo un caballero y con un carisma único. Lo había conocido hacía menos de un mes en un taller de crecimiento personal. Ella fue no muy entusiasmada acompañando a una amiga que le había hablado maravillas del taller. Le dijo que era la oportunidad de conocerse realmente a sí misma, que además intercambiaría con gente distinta, y que saldría del taller como una persona totalmente nueva. Finalmente, por complacer a su amiga, accedió y se inscribió. El primer día no lo pasó mal, el taller era bastante interesante, pero también era interesante uno de los asistentes que le llamó la atención. Estaba muy bien vestido con un traje oscuro y una corbata de moda escogida con gusto, tenía el aspecto de un ejecutivo de alguna corporación internacional. Se notaba que como ella, había estado todo el día trabajando y al comenzar la noche, sin tener tiempo de ir a casa, asistía al taller de crecimiento. Lamentablemente no estaban sentados cerca. Durante el receso trató de que él se fijara en ella. Disimuladamente esperó hasta que él fuese por café y en ese momento ella también fue a tomarse uno. Ella le ofreció azúcar como la que no quiere la cosa. El cortésmente rehusó, le contestó con una leve sonrisa que lo tomaba sin azúcar y se retiró. Por lo visto ella no le llamaba en absoluto la atención. Al final de la sesión, cuando se despedía de su amiga, le preguntó qué pensaba de los asistentes, esperando algún comentario acerca del hombre que tomaba el café sin azúcar. Su amiga hizo algunos 27


comentarios pero no mencionó nada del señor objeto de su interés. Un mes más tarde, después de una velada muy agradable, estaban a punto de entrar en una habitación de hotel. Habían ido a cenar a un buen restaurante, nada especial, que ella ya conocía. Aunque por alguna razón esta vez le pareció un sitio mucho más romántico. Se sentaron inicialmente en la barra. Tomaron unos tragos. A medida que pasaba el tiempo le parecía era una persona con un carisma especial. Qué elegancia, qué cortesía y a la vez era tan sencillo. Conocía de todo, escogió un vino italiano que estaba realmente excepcional. No recordaba su nombre, pero tenía el distintivo “Denominazione di origine controllata e garantita”. Su conversación era sumamente agradable. No habían hablado acerca de autos o de béisbol, o de esos temas banales que tanto les gustan a los hombres. Conversaron de otras tonterías, ella se sintió envuelta y todo lo que charlaban le parecía interesante. Hacía tiempo que no había disfrutado tanto la compañía masculina. Y no parecía que estaba seduciéndola. Casi siempre, cuando salía con un hombre, le era evidente que lo que buscaba era llevarla a la cama lo antes posible. Pero en este caso parecía que él realmente disfrutaba su compañía sin pensar en sexo. Luego cenaron algo sencillo que sabía rico. Al final pidieron un puscafé y él le propuso un brindis. Debían mirarse fijamente a los ojos, muy cerca el uno del otro. Y así, sin retirar en ningún momento la vista de los ojos del otro, levantaron las copas, se las llevaron a los labios, tomaron del precioso líquido sin dejar de mirarse. En ese momento sintió ganas de llorar. Los ojos se le humedecieron. ¡Fue tan bonito! Hacía tanto tiempo que no le miraba los ojos profundamente a otra persona. Tuvo que disimular. No quería flaquear. 28


Luego hablaron de otras cosas, todas también muy interesantes. Tenían muchas cosas en común. A ambos les gustaba el cine francés, el teatro también era un gusto común, la música chillout les encantaba a los dos. Pilates. –No puede ser. A mí también me encanta –dijo ella

En ese preciso momento él dijo que hacía Pilates unas dos veces por semana con su esposa. Fue como un baño de agua fría. De manera que era casado. ¡Claro!, cómo no se dio cuenta antes... No encontraba qué decir y tratando de parecer natural preguntó: –¿Eres casado? no lo habías mencionado.

Él continuó como si nada. Dijo que no había tenido oportunidad, que era la primera vez que hablaban de ellos, anteriormente sólo se habían visto un par de veces en el taller. Además le dijo que amaba a su esposa y se llevaban muy bien. Le pareció al menos que era sincero, normalmente los casados le decían que se llevaban muy mal con su esposa, que se sentían muy solos, que pensaban separarse. Pero después del sexo, ninguno pensaba realmente separase de su esposa y ella quedaba sola como siempre. Por esta razón tenía una coraza, nunca admitía que se sentía sola. Cuando salía con un hombre no pretendía establecer una relación estable con él, si el afortunado le gustaba era posible que tuvieran sexo, lo cual no era muy frecuente. Ella era totalmente independiente, tenía un buen empleo y muy buen ingreso, de manera que no necesitaba de la molesta compañía masculina permanente. Pero cómo lamentaba que precisamente este encanto fuese casado. Hace tanto tiempo que no se sentía tan bien con una compañía sexo 29


opuesto... mejor era no pensar en eso. Continuaron hablando y se tomaron algunas copas más. Ya estaban cerrando el local por lo que tuvieron que irse. En ese momento él le propuso ir a un sitio más íntimo donde pudieran estar solos. Ella sólo preguntó dónde, y haciendo un esfuerzo le dijo que ella lo seguiría. Realmente lo que quería era ir junto a él, en un mismo carro, sentada lo más cerca que pudiera de él, susurrándole cosas en el oído, mientras él manejaba. Pero no quería perder su independencia. Llegaron al hotel y estacionaron los carros uno al lado del otro. Estaba algo nerviosa o inquieta, no sabía exactamente qué le pasaba pero a pesar de todo, se sentía muy bien. En la habitación se miraron, se abrazaron como nadie en el mundo, se dejaron caer en las sábanas, volaron al cielo. De repente, estaba envuelta en flores y mariposas. No sabía cuánto tiempo había pasado ni le importaba, cuando abrió los ojos lo vio. Él estaba dormido, se quedó observando los detalles de su cara. Así, dormido, lucía aún más atractivo, más angelical. De repente pensó lo maravilloso que sería amanecer siempre así, a su lado. Con la punta de su lengua comenzó a rozarle el pabellón de la oreja. Tenía unas ganas de decirle “te quiero”. En eso él despertó. La besó suavemente, se levantó y preguntó. –¿Nos vamos?

Ella quería decirle que no. Que se quedaran abrazados para siempre. Que se olvidaran del mundo. Que ella sería todo para él. Pero no le dijo nada de eso y simplemente contestó: –Okey, démonos prisa que ya es tarde.

Se vistieron, él no la ayudó, como si lo había hecho la noche anterior al desvestirla. Salieron hacia el estacionamiento. Él le abrió la puerta del 30


vehículo. Le dio un besó ligero en la frente, se despidió y se dirigió al suyo. Encendió el auto y se quedó esperando que ella arrancara primero. Recordó que ni siquiera tenía su número telefónico. Se bajó para pedírselo. Al acercarse la vio con el rostro bañado en llanto. Le preguntó qué le pasaba y ella secamente contestó: –Vete.

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LA INVITACIÓN (Octubre 2005)

El día había sido muy largo, cuatro horas de diferencia desde la ciudad donde tomó el avión esta mañana y luego todo el día en reuniones. Además, un idioma extranjero, lo cual requería una mayor atención de su parte para entender a sus interlocutores. Estaba agotado por lo que compró algunas galletas y cervezas, y se fue directamente al Hotel. Era aún temprano, apenas las seis y media de la tarde pero como era noviembre ya estaba oscuro. Se registró y le dieron la habitación 333, era primera vez que le tocaba ese número de habitación. Estaba tan cansado que había decidido permanecer en el hotel el resto de la 32


noche. Revisó la programación de películas en la TV y seleccionó tres películas de terror. Era Halloween y ése era el tipo de películas que estaban pasando esa noche. Se dio una ducha de agua bien caliente y se acostó con el control remoto en la mano, listo para ese maratón de películas hasta que le diera sueño. La primera película era realmente de terror, le había impresionado bastante. Abrió una cerveza y comenzó a ver la segunda, esta era tan terrorífica como la primera, al final estaba bastante nervioso. Ya era tarde pero aún no tenía sueño, comenzó con la tercera película, era más fuerte que las anteriores. Al rato lo estremeció un ruido que venía de la misma habitación, era como si alguien hubiese movido un objeto. La hielera quizás, sabía que no podía ser, él estaba solo. Agarró un zapato y se levantó a revisar la habitación, estaba aterrado. No encontró nada pero el miedo lo invadía. De repente volvió a escuchar el mismo ruido, algunos hielos en la hielera se movieron al derretirse. Con que eso era, claro, que otra cosa podía ser, sintió un alivio y volvió a la cama. Continuó con la horrible película, estaba tan enganchado en la historia que deseaba ver como terminaba. Abrió otra cerveza para tranquilizarse, al rato casi se estaba quedando dormido viendo la película. En eso sintió que la cortina de la ventana se movió, alguien estaba detrás de esa cortina. Como había podido estar ahí todo ese tiempo y él no se había dado cuenta. Saltó de la cama y gritó: –¡Quién está ahí! En eso se percató que la cortina se seguía moviendo pero era por flujo del aire acondicionado, se acercó lentamente a la cortina y de un 33


solo golpe la retiró. No había nadie, menos mal. Efectivamente, el movimiento de la cortina era por el aire, Regresó a la cama, sudando y nervioso. No quería seguir viendo esa película, esa era la causa de su nerviosismo. Estaba viendo y escuchando cosas normales que le asustaban por lo que decidió salir a dar una vuelta por el hotel. Se vistió y salió, justo en ese momento, vio a una mujer de espaldas que cerraba su habitación a un par de puertas de la suya. Él se volteó para cerrar la puerta con la llave y en eso, la mujer se acercó a su espalda y le susurró en la oreja: –Llévame a bailar. Él, sorprendido se volteó y vio a unos centímetros de distancia la cara de una mujer extremadamente vieja, llena de arrugas y horrible, las arrugas eran enormes, profundas y llenaban totalmente la cara de la mujer. Era como si estuviera dentro de una película de fantasía viendo una monstruosa vieja bruja, de esas que no existen en el mundo real. Pero le estaba sucediendo ahí en ese momento, no entendía que pasaba, se estremeció del pánico, casi perdió el equilibrio, sintió que se mareaba, estaba a punto de caer desmayado. Abrió la puerta de su habitación y entró cerrando rápidamente para evitar que aquel espanto lo siguiera. La mujer se quitó la careta de vieja arrugada de su cara y siguió su camino a la fiesta de Halloween del hotel, pensando que era un tipo muy raro. Al día siguiente consiguieron el cadáver del hombre de la habitación 333. El acta de defunción contiene la frase “Paro Cardiaco”.

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UN ENCUENTRO EN EL METRO (Enero 2006)

Un delicado dedito meñique estaba rozando al suyo. Al principio pensó que era un contacto accidental, había demasiados pasajeros a esa hora en el metro. La gente regresaba a sus casas y los medios de transporte caraqueños estaban abarrotados. La primera vez que sintió ese dedito rozándolo fue cuando el Metro se detuvo en una parada. Al detenerse el Metro, los cuerpos se balanceaban en un sentido y la gente se aferraba a las barras metálicas 35


para no caerse y aunque en este momento el metro estaba detenido y el dedito estaba todavía rozándolo. Era una sensación extraña, él siempre había tenido la iniciativa. Casi siempre el otro dedo era retirado pero a veces daba resultado. Pudiera estar equivocado pero ahora estaba bastante seguro de que el dedito que lo tocaba no lo hacía por accidente. Aun no se había atrevido a mirar quien era, no quería hacer nada que interrumpiera este fascinante contacto inicial. Al arrancar de nuevo el Metro, todos los cuerpos se movieron en la misma dirección y se sujetaron más fuerte de las barras metálicas. El dedito prácticamente estaba sobre su meñique. Era tibio y suave, muy menudo, debía ser de una muchacha muy joven. Con mucho disimulo, bajó la mirada al piso y buscó los pies de la dueña del dedito. Vio unos zapatos de correr bastantes usados y un blue jean muy largo con el ruedo desgastado, como era la moda del momento. Mientras mas desgastados estuviera el ruedo mejor, aunque a veces se hacia difícil saber si el dueño del pantalón lo hacía por moda o por la precaria situación económica que atravesaba. Comenzó a sentirse incomodo, su privacidad estaba siendo invadida, él debería ser quien llevara la iniciativa. Estaba nervioso, no estaba seguro de cómo debería reaccionar. No había lugar a dudas, ya la intrusa había colocado dos de sus dedos sobre su mano. Ella estaba abordándolo y el ni siquiera se había atrevido a mirarle la cara, se preguntó si estaría siendo víctima de lo que ahora llamaban acoso sexual. Lentamente fue levantando la mirada para verla. Ella estaba de lado, tenía el pelo liso y le tapaba algo la cara, le pareció algo atractiva. Aún le 36


seguía molestando que ella tuviera la iniciativa asi que decidió tomarla. Muy despacio fue sacando sus dedos debajo de los de ella y los colocó suavemente encima. Ella lo permitió pero seguía mirando hacia otro lado, como si no lo notara o no tuviera importancia. Decidió decirle algo, tenia que ser algo neutro, intrascendente. –Cada vez hay más gente en el Metro. –Siempre es igual, -contestó ella aún sin mirarlo. Parecía muy lejana excepto por el contacto de la mano que los acercaba. Le daba la impresión de que ella debía sentirse muy sola, quizás había tenido una desilusión reciente, aquella muchacha comenzó a inspirarle un sentimiento de ternura cada vez mas profundo. Su mano le acariciaba suavemente la de ella, como si fuesen una pareja de enamorados. Comenzó a sentir que debía protegerla. En ese momento, el tren se acercaba a una parada, la muchacha le miró a los ojos por primera vez y le dijo:. –Me bajo aquí. –¿Vives cerca? –Estoy alojada por ahora en ese hotel. ¿Quieres venir a tomarte un café? Él, con la mayor naturalidad, asintió. Se bajaron del tren y caminaron en dirección al hotel. El se sentía ahora más cómodo, parecían una pareja que se conocía hacia mucho tiempo. Casi no hablaban entre ellos, aunque él sentía una ternura creciente hacia esta muchacha que lucia tan distante. Entraron en la habitación, estaba algo oscura. Había una cafetera eléctrica, de esas que colocan en los hoteles como una cortesía y ella comenzó a preparar el café. Él se sentó en el borde de la cama 37


mirándola, definitivamente había una profunda tristeza en esta chica, tendría que hacer algo, averiguaría que le pasaba y la ayudaría a salir de esa tristeza. Cuando el café estuvo listo la chica sirvió dos tazas y sentó también en la cama. Ambos comenzaron a saborear el café y se miraron. A el le pareció que la chica tenia una carita linda, a pesar de la tristeza que le embargaba. Ella continuó tomando el café, acercando cada vez más su cuerpo a él, como si necesitara que la abrazara, él colocó el brazo sobre su hombro paternalmente, dándole un poco del calor que parecía necesitar. Se sentía muy bien cerca de ella, no era en realidad interés sexual, era algo diferente que estaba disfrutando compartir con esta chica. Ella acercó su boca a la de el y le besó. Unos minutos mas tarde estaban desnudos en la cama abrazados, recordó que no tenía preservativos, pero ella le dijo que no quería interrumpir ese momento. Aunque hizo un esfuerzo por retirarse, al final no pudo y le hizo el amor un par de veces. Se sentía feliz y se durmió abrazándola con inmensa ternura. Al despertar ya era de día, buscó a su lado pero ella no estaba, probablemente estaría en el baño. Recordó que había sido una noche muy agradable. Aun no sabía casi nada de ella, ni siquiera su nombre. Esperó unos minutos y luego se levantó, fue al baño pero no había nadie. El closet estaba vacío, se había marchado. No era posible, cómo podría verla de nuevo. En eso observó una nota en la mesita de noche. Seguramente le había dejado el teléfono o algún detalle para verse de nuevo. La nota decía: 38


“Gracias por tu esfuerzo pero nada de lo que hicieras podría cambiar mi estado de ánimo. Tengo sida. Lo siento”.

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FUNERAL RIESGOSO (Febrero 2006)

Al rato el camión se detuvo y bajaron el ataúd, lo trasladaron unos metros y lo lanzaron al hoyo. Se dio un fuerte golpe en la cabeza, escuchó cómo la tierra comenzaba a caer sobre el cajón, la rendija por donde entraba la luz se oscureció, cada vez los ruidos del exterior eran más suaves. De nuevo el pánico lo invadió, tenía que contenerse, no podía echarlo a perder en el último momento, solo el pensamiento de que pronto estaría en libertad lo tranquilizaba un poco y ayudaba a soportar este entierro en vivo. 41


La oscuridad era total, el silencio también era total pero a su vez producía un ruido insoportable. Nunca había percibido el sonido del silencio total, era muy fuerte y lo ensordecía. El cadáver a su lado estaba cada vez más descompuesto y pestilente, además de la orina y el vómito que hacían la atmósfera más pesada. Temía que se le acabara el oxígeno, no tenía idea cuánto podría durar. Ino esperó varias horas la llegada de Fidel. Encendió una linterna que traía y miró el reloj, ya era medianoche, tiempo de sobra para que Fidel hubiese llegado. Alumbró con la linterna el cadáver y vio con terror que le faltaban dos dedos en la mano derecha, igual que a Fidel. Al mirar la cara del difunto supo que pasaría la eternidad a su lado.

Unas horas antes De repente escuchó varias voces, parecía que se disponían a sacar el ataúd de la prisión. Efectivamente, sintió que el ataúd era levantado y trasladado afuera, podía ver por la rendija que la luz había cambiado. Era luz del sol y no de un bombillo incandescente. Lanzaron el cajón en un camión sin mucha consideración. Oyó que uno de los cargadores dijo que ese muerto sí pesaba. Sintió cómo se movía el cajón en el camión a lo largo de la carretera, presentía que la libertad estaba próxima, ya estaba fuera de las paredes de la cárcel y unas horas más tarde estaría completamente libre. Casi no podía contener la vejiga. Se orinó.

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Un día antes Ino tuvo que esperar varios meses para que se diera la oportunidad. Un recluso había muerto recientemente, pero los familiares se llevaron el cadáver. Tenía que ser un muerto que nadie reclamara. Por fin llegó el momento esperado, había un cuerpo que sería enterrado al día siguiente. Esa noche, Ino se acercó al cuarto donde estaba el cadáver, debía aprovechar la primera oportunidad en que el guardia abandonara el cuarto. Cuando el guardia salió, Ino entró sigilosamente, estaba algo oscuro, se confundió un poco al ver dos cajones. De manera que había dos muertos, eso no lo esperaba, pero no perdería tiempo, ya el guardia estaba casi de vuelta. Intentó levantar la tapa en uno de los cajones pero ya estaba clavada. Se dirigió al otro y efectivamente la tapa aún estaba suelta. Supuso que debía ser el que Fidel le había dejado abierto para llevar adelante el plan. Ino no estaba enterado que Fidel había sufrido un paro cardiaco y su cadáver estaba en el segundo ataúd aun sin clavar. Al acostarse en el cajón sintió pánico, no se había imaginado que sería tan repugnante, pero no había vuelta atrás, era la manera de no pasar tantos años en esa porquería de prisión. Que desagradable era la cercanía de ese cuerpo frío, duro e inerte tan cercano al suyo, olía un poco a descompuesto, todos los orificios del muerto segregaban alguna sustancia fétida. No pudo contener el vómito, el cual terminó por contribuir a la fetidez y a aumentar la incomodidad. Afortunadamente vomitó antes de que el guardia entrara en el cuarto. En esa oscuridad no podía ver detalles. Llevaba consigo una linterna pero no podía utilizarla mientras estuviera en la prisión, solo la 43


encendería una vez que el ataúd estuviese bajo tierra. Al rato la vista se acostumbró un poco a la penumbra, podía ver una pequeña luz exterior, porque alguien había encendido una lámpara. La luz entraba por una de las uniones defectuosas de las tablas y aunque no era suficiente para ver nada en el cajón, le permitía enterarse si había luz afuera. Pasaron las horas. La idea de que estría bajo tierra tanto tiempo hasta que Fidel lo rescatara esa noche lo desesperaba, a veces le daban ganas de gritar y pedir que lo sacaran pero lograba controlarse. La sensación de claustrofobia lo molestaba. Cosas tan simples como rascarse la nariz era toda una odisea, tenía que moverse lentamente, para que los guardias no escucharan algún ruido extraño dentro del ataúd. En la mañana tenía unas ganas enormes de orinar. Pero no se atrevía a hacerlo.

Unos meses antes Se puso en contacto con Fidel, un viejo que había pasado toda su vida empleado en esa prisión. Le faltaban dos dedos en la mano derecha que perdió con una sierra eléctrica años atrás. Era el encargado de limpieza y mantenimiento, Fidel conocía todos los detalles y escondites de la cárcel. Ya había ayudado a escapar a dos reclusos con un método infalible. ¡Claro!, tenían que pagarle una buena suma de dinero. Fidel era el responsable de fabricar el ataúd cuando un recluso fallecía y no había nadie que reclamara el cadáver. Bueno, ataúd es 44


mucho decir, realmente era un cajón de madera lo más ordinario que puedan imaginarse. Coincidencialmente, también era el encargado de trasladar el féretro al cementerio para la sepultura. Ino y Fidel ya tenían el plan listo. Cuando falleciera el próximo recluso cuyo cuerpo no fuera reclamado, Fidel prepararía el ataúd un poco más grande de lo necesario de manera que cupiese otro cuerpo. Ese cuerpo sería el de Ino, pero estaría vivo. Ino se dirigiría al cuarto donde estaría el cajón con el muerto, el guardia usualmente no era muy estricto con la vigilancia del muerto por lo que dejaba por ratos al cadáver solo. Cuando nadie observara, Ino entraría en el ataúd antes de que clavaran la tapa. Luego Fidel clavaría la tapa como de costumbre. No podría dirigirle la palabra a Ino porque normalmente estaba acompañado de algún guardia. A la mañana siguiente cargarían el ataúd en el camión y saldrían de la prisión rumbo al cementerio. Harían el entierro y en la noche, Fidel desenterraría a Ino quien cancelaría el resto del dinero y quedaría en libertad. Así había funcionado en las dos oportunidades anteriores.

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Un año antes Lo sentenciaron a 24 años, y lo peor era la humillación a que era sometido. El hecho de haber herido a un policía hacía que los custodios de la prisión se ensañaran contra él. Bueno realmente Inodoro estaba bastante acostumbrado a las humillaciones y burlas, con ese nombre ya de niño tuvo que soportar las bromas de sus amiguitos del barrio. Recordaba que lo inscribieron en la escuela cuando ya era bastante grande. El primer día de clases, la maestra fue nombrando a cada niñito por su nombre, Inodoro era el mayor, estaba preparado para decir “presente” en voz alta cuando le tocara su turno, pero apenas la maestra dijo Inodoro, la clase estalló en una algarabía de risas. Él trató de explicar que el origen de su nombre se relacionaba con la ausencia del olor, pero los compañeritos le gritaban “retrete”, “retrete”. Varias veces se fue a golpes por esa razón. Menos mal que al final la mayoría le llamaba Ino, quizás por la comodidad y el menor esfuerzo. Ya grande, Inodoro se presentaba como Ino y eran muy pocos los que conocían su verdadero nombre. Ahora estaba tras las rejas. Pero no estaba dispuesto a esperar 24 años para salir de ese infierno. Había estado evaluando varias posibilidades y finalmente encontró una que no podía fallar. Es más, ya había sido probada un par de veces por otros reclusos quienes habían escapado exitosamente.

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4 años antes No pensó que el atraco terminaría con muertos, parecía tan sencillo. Pero el imbécil del dueño lo arruinó todo, hizo resistencia y estaba armado. A Inodoro no le quedó otra opción que disparar y lo hizo varias veces, por lo menos tres tiros para asegurarse de que la había matado. También se vio obligado a acabar con la vida de la esposa del dueño y la cajera, porque no podía dejar testigos. Al intentar salir de la tienda, ya la policía estaba en el sitio. En su desespero salió disparando y logró herir a uno de los policías pero eran muchos y lo sometieron. Estuvo varios meses recuperándose de las heridas, uno de los tiros que recibió, le impidió caminar por un tiempo, pero ya podía hacerlo cojeando un poco.

Al comienzo Solamente sería una vez, era necesario obtener el dinero, sería relativamente fácil asaltar a esa tienda que casi siempre estaba sola a esa hora. Podría pagar la operación de la vista de su hijo y así tendría una vida normal.

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SACRIFICIO (Febrero 2006)

I El párroco entró sigiloso. Parecía que no había nadie, ni siquiera el que atendía el tugurio. Sentía miedo, los asaltantes quizás todavía estaban por allí. Fue hasta el baño y quedo petrificado con lo que vio. En un charco de sangre estaba el cuerpo desnudo y sin vida de la joven. II 49


Vieron cuando la muchacha entraba en el baño con uno de los asaltantes. Ella se volteó y miró al grupo una vez más, todos asentían y la presionaban a continuar. Se quedaron en silencio esperando. A veces se miraban unos a otros pero no decían nada, simplemente sudaban. Unos minutos más tarde los otros dos asaltantes también entraron al baño. El grupo se miró, pero no sabía qué hacer. Algunos decían que debían huir aprovechando que los asaltantes estaban en el baño. Otros dudaban y pensaban que era muy riesgoso porque los asaltantes se enfadarían, además no deberían dejar a la muchacha sola con los bandidos. Al final, fue tomando fuerza la idea de huir y en un momento, todos ya estaban montados en el camioncito. El chofer arrancó. Al alejarse del sitio el grupo comenzó a tranquilizarse. El párroco insistió que no debían dejar a la muchacha sola pero los demás argumentaron diversas razones para no regresar. Que ella era una prostituta y estaba acostumbrada a eso. Que no entendían por qué se negaba a los deseos de los asaltantes. Que era un capricho. Que volver sería entregarse a la muerte. Por momentos entraban en un silencio total, pero luego volvía la discusión. Un rato más tarde el párroco les dijo que él regresaría por la muchacha. Se bajó solo, nadie quiso acompañarlo. Esperó hasta que alguien pasó en un camión y lo llevó hasta el tugurio. III Después de una larga espera, el chofer del camión se acercó a la madre 50


de la niña y le dijo en voz baja que quizás a la muchacha no le importaría mucho entregarse a los tres asaltantes. Al fin y al cabo ése era su trabajo. La madre de la niña asintió, de esa manera seguramente los dejarían partir. Hablaron con el resto del grupo, quienes estuvieron más o menos de acuerdo en que ésa era la mejor solución. El grupo trató de persuadir a la muchacha para que complaciera a los asaltantes, pero ella no estaba dispuesta a ceder. El párroco le colocó un brazo en el hombro a la muchacha y comenzó a aconsejarla. Al final le dijo que hay veces en la vida en que hay que sacrificarse para ayudar a los demás. La viuda le preguntó por qué no accedía a los requerimientos de los asaltantes, si esa actividad la hacía con tanta frecuencia. La madre de la niña le pidió casi con lágrimas en los ojos que accediera, solo así podrían salir de ese tormento. La muchacha se sintió sola sin el apoyo del grupo y tal era la presión que comenzó a considerar la posibilidad de aceptar. Era muy humillante. Una cosa es que ella entregase su cuerpo como una actividad mercantil y otra completamente distinta que la obligaran en contra de su voluntad, como si fuese un objeto sexual. Pero los ruegos del grupo la hicieron aceptar, sería su buena acción de ese día, se sacrificaría por sus compañeros de viaje. El párroco llamó a los asaltantes y les dijo que la muchacha ya estaba lista para cumplir con sus requerimientos. Las mujeres le daban palmadas en la espalda para imprimirle ánimo, no fuese que cambiase de opinión.

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IV El tugurio se encontraba vacío, tan solo estaba el mozo que atendía. Luego de que todos entraron, el joven del envoltorio sacó del mismo un revólver que escondía. Otros dos individuos también armados, y de muy mal aspecto entraron al lugar y entre los tres sometieron a todos los presentes entre gritos y empujones. El nerviosismo de los pobres atracados era enorme, la viuda gritaba casi histérica, hasta que uno de los asaltantes le introdujo el revólver en la boca y le dijo que se callara. El párroco no pudo contener los esfínteres y se mojó la sotana. Fueron requisando a cada uno quitándole los relojes, el dinero, cadenas y todo lo que pareciera tener algún valor. Los que intentaban resistirse eran rápidamente persuadidos por la amenaza de las armas. Una vez que se habían apoderado de todo lo de valor, los asaltantes conferenciaron en un rincón. Mientras tanto, los asaltados estaban ansiosos de que aquello terminara, no entendían por qué no se iban si ya tenían lo que querían. Un rato más tarde, el joven del envoltorio se acercó al grupo, se dirigió a la muchacha del vestido atrevido y le dijo que lo acompañara al sanitario. La muchacha se opuso y dijo que por nada en el mundo tendría sexo con ellos. Todo el grupo se puso del lado de la muchacha, la viuda, la madre de la niña y su esposo, le dijeron de todo al joven, desde pervertido hasta violador, que cómo se le ocurría proponer algo tan depravado. El padre intentó mediar pero los asaltantes le gritaron que no se metiera en esto. Lo que querían hacer no tenía nada que ver con Dios, 52


por el contrario, le competía más al diablo. Pasaron varios minutos. Los asaltantes dijeron que sólo los dejarían ir si la muchacha se entregaba al placer con los tres. Todos estaban indignados, qué abuso el de estos asaltantes. Siguió pasando el tiempo. El calor en el tugurio era insoportable, todos estaban sudando y pegajosos. Además, había una cantidad de moscas que constantemente se paraban en la piel de las personas haciendo más molesta la espera. Los asaltantes continuaron con el acoso sexual, a veces se ponían algo violentos, pero la muchacha mantenía su negativa de aceptar cualquier requerimiento sexual. Empezaron a sentir hambre y ya no había nada que comer.

V Los demás lucían incómodos. Trataban de no mirar a esa joven atrevida. La señora de luto se santiguó en cuanto la joven se subió en el camión. Era como si un aire de putería también hubiese subido. El único asiento disponible quedaba al lado de la pareja con la hija. Apenas la joven se sentó, la señora mostró una cara de incomodidad y a los pocos segundos, le preguntó al joven del envoltorio, si no le importaba cambiar de asiento, de manera que la joven del vestido atrevido no quedara al lado de ningún miembro de su familia. No quería que su marido cayera en tentaciones y mucho menos que esa joven, que parecía dedicarse al oficio más viejo del mundo, sirviera de ejemplo a su hija. Al joven no le molestó el cambio, al contrario parecía 53


disfrutarlo. Al rato de rodar, la joven atrevida sacó una cajita de chicles. La niña le puso los ojos encima, la joven le ofreció a la niña pero la madre logró detenerla justo antes de que la mano de la niña los tocara. –Gracias pero no queremos. –Dijo la madre. En varias oportunidades la joven atrevida intentó hablar con los pasajeros, pero nadie mostró el menor interés y sólo respondían con frases muy cortas o monosílabas, por lo que sacó un librito y se puso a leer. A mitad de camino el chofer detuvo el camión en un restaurante. Bueno, el nombre de restaurante le quedaba algo grande. Era un tugurio con una barra pequeña y dos mesas. Se podía tomar un horrible café o algún refresco y también ir al baño, al cual había que entrar conteniendo la respiración y las náuseas por las condiciones de higiene que imperaban. En la puerta habían escrito con un marcador: “El baño más asqueroso de toda la región”. Todos se bajaron y se mantuvieron lo más alejado posible de la joven. Evidentemente, se entregaba por dinero a cualquier cliente que estuviese dispuesto a pagar el precio de la mercancía. Era despreciable tener que hacer el viaje con esa mujerzuela.

VI El viaje era bastante incómodo, siete personas amontonadas en la parte posterior del camioncito pero era el único medio de transporte disponible. Había que rodar casi medio día para llegar al destino, la ruta 54


era poco transitada y bastante peligrosa por los asaltos. Sin embargo, algunas veces con algo de suerte, se podía llegar bien al destino. El grupo de siete personas estaba conformado por una pareja muy formal que llevaban a su hijita de unos ocho años a inscribirla en un internado católico; el párroco del pueblo que iba a reunirse en el obispado de la ciudad; una señora viuda vestida de negro que parecía tener todos los años encima, con arrugas tan profundas en el rostro que se acumulaba polvo entre ellas; una muchacha joven atrevidamente vestida con una faldita muy corta mostrando sus jugosos muslos, que aún no había llegado al camión; y un joven de unos veintitrés años que no descuidaba ni un segundo, un envoltorio que llevaba en el bolsillo. Cuando iban a iniciar el viaje, ya todos los pasajeros estaban en sus asientos, excepto la joven del vestido atrevido, quien venía casi corriendo y riéndose. Se montó en el camión con un “buenos días”, que sólo fue respondido por el joven del envoltorio.

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EL CADAVER DE LA MADRE (Marzo 2006)

Virgilio llegó tarde al apartamento, venía con algunos tragos encima como de costumbre. Supuestamente estaba buscando trabajo pero no lo conseguía y casi siempre terminaba en algún bar cercano. Estaba seguro que su madre lo estaría esperando para preguntarle por el trabajo, ella se enfadaría de nuevo porque aún no lo conseguía. La pensión que recibía su madre apenas alcanzaba para pagar el apartamento y adquirir los alimentos aunque él se las arreglaba para que le alcanzara y poder adquirir algunas cervezas. Al entrar notó que el apartamento estaba a oscuras, le extrañó que su madre no hubiese encendido ninguna luz. Pasó el interruptor y al 56


iluminarse la sala, vio a su madre sentada en el sillón de frente a la ventana. Estaba de espaldas a él, quizás se había quedado dormida. Para no ser notado, se dirigió a su cuarto sin hacer ningún ruido y evitar la discusión con la vieja. El día siguiente se despertó tarde como de costumbre, era casi mediodía. Al salir de la habitación notó que su madre estaba de nuevo sentada en el mismo sillón de la noche anterior y parecía que estaba dormida. Se acercó lentamente para no despertarla y al ver su rostro sospechó que algo no estaba bien, un extraño color grisáceo y los ojos abiertos que parecían no ver nada le dejaron paralizado. La llamó sin obtener respuesta, tomó una de sus manos pero estaba tan fría y rígida que la soltó inmediatamente, por lo visto había pasado muchas horas en ese estado. Por un momento sintió tristeza, ver a su madre repentinamente sin vida le produjo ganas de llorar. Trataba de pensar cómo proceder, quizás debía pedir ayuda a los vecinos. No tenía parientes ni amigos cercanos, pero seguramente alguna institución pública se encargaría del entierro. Fue a telefonear al fondo de pensiones para pedir alguna orientación pero en ese momento se percató que al morir la madre suspenderían la pensión y ese era el único ingreso que tenía para subsistir. Estuvo varias horas sin decidir qué hacer. Salió a caminar mientras pensaba cómo proceder. Al anochecer ya había tomado una decisión: el cadáver de su madre no debía ser descubierto, por lo menos hasta que él obtuviera un empleo o algún otro tipo de ingreso. Al día siguiente la descomposición del cadáver avanzaba. Virgilio se dirigió temprano a la biblioteca pública y se documentó sobre los 57


procesos de embalsamamiento. Cuando llegó a su apartamento comenzó con una limpieza general del cadáver. La rigidez lo obligó en algunos casos a mutilar ciertas partes del cuerpo. Le inyectó químicos. Retiró algunos órganos. Finalmente sacó todo del refrigerador que no era mucho por no decir nada porque siempre estaba casi vacío y colocó a su madre dentro. Luego se acostó y durmió profundamente hasta el día siguiente. Al levantarse, fue al refrigerador sin recordar que allí descansaba en paz el cadáver de su madre. Al abrir la puerta se sorprendió cerrándola de inmediato. Unos minutos más tarde la abrió de nuevo y conversó un ratico con su madre, el frío y el embalsamamiento habían ayudado a detener la descomposición del cadáver. Salió a la calle a buscar algún empleo pero como de costumbre, no consiguió ninguno. Al regresar abrió de nuevo el refrigerador y le contó a su madre sobre la búsqueda infructuosa de trabajo. Pensó que en realidad no era tan mala idea tener a su madre así, podía hablar sin que lo reprendiera. Estas breves conversaciones fueron convirtiéndose en un hábito, todos los días hablaba con madre por lo menos un par de veces. Cuando llegó el día de cobrar la pensión fue como de costumbre con el documento que lo autorizaba a realizar el retiro en nombre de su madre, ya que ella tenía mucha dificultad para caminar. Para su satisfacción todo seguía igual, le pagaron sin hacer preguntas. Continuaba con la práctica diaria de contarle a su madre cómo le iba. Había desarrollado una intimidad con el cadáver que nunca había tenido cuando ella vivía. Así fue pasando el tiempo. Un día, conoció a la nueva mesonera del bar que frecuentaba, la 58


muchacha le atrajo profundamente. Al poco tiempo era usual que él la esperara hasta que terminara su turno y la acompañaba a su casa. La vida de Virgilio cambió completamente, nunca había estado enamorado y ella también parecía disfrutar de su compañía. Pasaron varios meses hasta que Virgilio se atrevió a invitarla a su apartamento. Para evitar que ella abriera la nevera y encontrara a su madre dentro, la volteó hacia la pared y le dijo que la nevera estaba descompuesta. Ella comenzó a frecuentar la casa de Virgilio. Un día se quedó a pasar la noche. Luego de hacer el amor quedaron extenuados y se durmieron. En la madrugada la chica se levantó a tomar agua. Al entrar en la cocina vio que la nevera, aunque estaba mirando hacia la pared parecía estar funcionando, la giró un poco, estaba muy pesada. Al abrir la puerta quedo petrificada al ver un cadáver bastante descompuesto dentro. Salió corriendo a la calle y llamó a la policía. Virgilio no pudo cobrar nunca más la pensión de su madre pero ya no la necesitaba. El Estado se había hecho cargo de él de por vida, estaba recluido en un sanatorio para enfermos mentales del que nunca más salió.

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UNA NOCHE CON NESTOR (Marzo 2006)

Llegué alrededor de las seis de la tarde. Estaba comenzando a oscurecer, como es usual en esta época cuando comienza el año, a mitad del año sucede exactamente lo contrario, oscurece muy tarde pero hoy, 2 de enero del 2006 es normal que la noche llegue temprano. La tranquilidad es total, ni un alma en los alrededores, esta cabaña es mi escape favorito, no hay nada tan reconfortante después de una jornada agotadora de trabajo o de alguna intensa festividad acompañada de excesiva gula, que pasar unos días aquí, escondido en la montaña, completamente solo, reunido conmigo mismo. 60


Bueno, no estoy totalmente solo, comparto la compañia del perro guardián que tiene por responsabilidad cuidar la propiedad. En realidad no cuida nada porque es muy cobarde, le falta coraje, pero es un buen acompañante. Por cierto se llama Coraje por aquello de la programación neurolingüística, que si dices mucho una palabra al final se consigue el objetivo, pero en este caso no se ha logrado ningún progreso. Cuando alguien llega a la cabaña, Coraje trata de pasar desapercibido escondido en la perrera hasta que se percata que el visitante no es agresivo. Al principio mi esposa quería que le pusiéramos “Nestor”, mi nombre, a lo que me opuse ferozmente porque no aceptaba la idea de que al llamarme, no sabría si se referían al perro o a mi, pero al final decidimos que el nombre para ese perro sería Coraje. Paso gran parte del día haciendo jardinería, me gusta podar las plantas, revisar si tienen insectos para colocarles el insecticida adecuado, abonarlas un poco, me conozco en detalle cada una de las plantas y árboles que allí existen, yo mismo los he plantado, sé cómo ha sido su crecimiento y cuáles son sus problemas. También es un lugar muy apropiado para leer, esa es otra de mis actividades predilectas, me estoy leyendo cinco libros a la vez, uno para cada estado de ánimo. Me gusta cocinarme algún plato elaborado, es la oportunidad de experimentar antes de prepararlo al público que es mi familia y mis amigos. O quizás una parrilla con algún nuevo corte de carne o alguna técnica distinta a utilizada normalmente. Hoy voy a escribir, también suelo hacer eso. Escribo narraciones cortas de todo tipo, hoy voy a escribir una historia inspirada en mi vida en esa cabaña. 61


Ya inspeccioné los alrededores de la cabaña, verifiqué que hay agua en el tanque, arranqué el hidroneumático, encendí las luces exteriores, abrí las ventanas de la cabaña para ventilarla y para disfrutar del aire fresco sin contaminación. Me estoy preparando un escocés en las rocas. El hielo debe ser reciente y estar completamente transparente, es vital que el hielo sea transparente y que no huela a nada para que no adultere el sabor auténtico del escocés. Es terrible cuando te sirven un buen Whisky y le ponen hielo fabricado en el congelador de la nevera, primero huele a la comida que también está en el congelador, al rato comienza a producir una desagradable espumita y luego despide unos residuos blancos que se van al fondo. Prefiero un Whisky 8 años con un buen hielo que uno 18 o 21 años con un hielo como el que acabo de describir. Conclusión: “Lo importante es el hielo” como dice un desconocido escritor que una vez conocí. Ya tengo todo listo para empezar a escribir, la computadora portátil, un fondo musical suave New Age, un aroma tranquilizante producido por unos cristales de lavanda colocados sobre un mecherito, luz tenue, el trago y un habano cumanés de excelente fabricación. Tengo en mente una historia de suspenso, no es el tipo de tema que usualmente escribo pero hoy me siento inspirado en escribir una historia del “mas allá”. Aun no sé cómo se desarrollará, espero que al comenzar a escribir en la computadora la historia fluya. Me siento frente a la computadora. La mente en blanco. Luego me viene algo de inspiración, comienzo a escribir la primera frase: “Llegué alrededor de las seis de la tarde, ya estaba comenzando a oscurecer como es usual en esa época en que comienza el año...”. Un momento, hay una luz lateral que 62


me molesta. ¡Que raro! No recuerdo haberla encendido. Dejo de escribir, me levanto y voy a apagarla. La inspiración es algo muy delicado, las condiciones del ambiente son vitales, con esa luz no voy a poder escribir. Ya estoy de vuelta en la computadora, ya no me molesta la luz porque está apagada, continúo escribiendo, espero unos instantes pensando como continuar: “..A mitad del año sucede exactamente lo contrario, oscurece muy tarde pero hoy, 2 de enero del 2006 es normal que la noche llegue temprano”. Al rato me levanto a buscar agua, tomo un vaso y voy directamente al filtro, me gusta el sabor de esa agua, viene directamente de un manantial, no contiene cloro ni ningún químico añadido. Coraje ladra repentinamente, lo calmo con un “tranquilo Coraje”. Me tomo completamente el líquido del vaso, regreso a la computadora, consigo el cursor en una posición en la que no recuerdo haberlo dejado. De nuevo la luz lateral está encendida. ¿Qué pasa? Yo mismo la apagué hace un rato, no hay nadie en la cabaña excepto Coraje, o al menos eso es lo que yo creo. Voy en busca del arma, verifico que esté cargada, le quito el seguro, comienzo a revisar todas las habitaciones y rincones de la cabaña, no creo que haya alguien. El perro estuviera ladrando, En ese momento recuerdo que Coraje ladró hace unos minutos, termino de revisar toda la cabaña pero no hay nadie, no entiendo qué pudo haber pasado con la luz, puede que esté equivocado, creí apagarla pero quizás en realidad no lo hice, lo cual es muy improbable, o quizás dejé el interruptor mal colocado, en una posición intermedia e inestable, y regresó a la posición de encendida. Voy a apagarla de nuevo. Reviso otra vez el arma y está lista para ser 63


disparada, me acerco con precaución al interruptor y lo apago nuevamente. Soy una persona totalmente incrédula, no creo en espíritus o extraterrestres, todo tiene una explicación. Me aseguro que el interruptor está funcionando bien, lo apago y enciendo varias veces. Funciona bien. Finalmente lo dejo en posición apagada y me dirijo nuevamente a la computadora. Antes de llegar a la computadora la luz se enciende nuevamente, me volteo rápidamente apuntando con el arma, corro hasta el interruptor. No veo a nadie, no entiendo que pasa. Me siento en la computadora a pensar, casi no puedo escribir, no logro entender que pasa con esa luz, decido retirar el bombillo, ahora no puede encenderse. Al regresar a la computadora observo algo que me aterra, el vaso de agua esta lleno, no puede ser. Yo me lo tomé todo, ¿Quien lo llenó? Definitivamente hay alguien en la cabaña. Reviso de nuevo cada espacio de la cabaña con el arma en la mano, no hay ningún indicio de que alguien haya estado aquí. Al llegar a la computadora, de nuevo la luz esta encendida, lo que más me aturde es que el bombillo que retiré aun esta en el mismo sitio en que lo coloqué, sin embargo la lámpara tiene luz. Es una luz extraña, no parece de algún bombillo. En ese momento el vaso de agua se estrelló en el piso. Me agacho nervioso a recoger los trozos de vidrios del vaso y en ese momento escucho un sonido que me eriza la piel, las teclas de la computadora están siendo pusadas por algo o alguien. Aunque no veo a nadie siento que alguien esta escribiendo en la computadora, espero inmóvil hasta que el tecleo termina. Me acerco asustado a la pantalla para ver lo escrito y veo lo siguiente: “La tranquilidad es total, ni un alma en los alrededores, esta cabaña es mi escape favorito, no hay nada tan reconfortante 64


después de una jornada agotadora de trabajo o de alguna intensa festividad acompañada de excesiva gula, que pasar unos días aquí, escondido en la montaña, completamente solo, reunido conmigo mismo.”. No puedo creer lo que estoy leyendo, ese texto encajaba perfectamente en el relato que estoy escribiendo, es exactamente lo que iba a escribir cuando me distraje. Cómo algo o alguien podía saber con esa precisión lo que yo tenía en mente. El miedo se ha apoderado de mí, es como si yo mismo lo hubiese escrito, me siento frente la computadora temblando, no entiendo nada de lo que pasa, me siento mareado, siento que me estoy desmayando. Me cuesta mantener los ojos abiertos. No recuerdo nada más... Al día siguiente, los nietos de Néstor fueron a la cabaña con unos amigo a disfrura el fin de semana y encontraron un vaso de agua roto en el suelo. En la noche al tratar de encender una de las lámparas encontraron que no tenía bombillo. El bombillo estaba en una mesita. Lo instalaron y el bombillo encendió sin problemas. Hacía 10 años que Néstor fue encontrado muerto por sus familiares. Un paro cardiaco fulminante lo había derribado sobre la computadora portátil el 2 de enero del año 1996 y fue encontrado en esa posición. En la pantalla de la computadora estaba el texto del relato que estaba escribiendo en el momento de su muerte, que comenzaba así: “Llegué alrededor de las seis de la tarde, ya estaba comenzando a oscurecer como es usual en esa época en que comienza el año. A mitad del año sucede exactamente lo contrario, oscurece muy tarde pero hoy, 2 de enero del 2006 es normal que la noche llegue temprano...”

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AMOR INSTANTÁNEO (Abril 2006)

Sebastián Me despedí de mi esposa como todos los días para ir al trabajo, llevándome a mi hijo para dejarlo en la escuela, a quién luego ella recogería en la tarde. Yo seguramente regresaría a casa al anochecer, si no había alguna actividad social con mis colegas. A veces pienso que mi vida es demasiado rutinaria y quizás algo aburrida, pero realmente estoy satisfecho, mi esposa es una mujer muy bella con la que me llevo 67


bastante bien, mi hijo es adorable y llena mucho mis necesidades afectivas. Revisé la agenda del día; nada especial, iría a la oficina, algunas reuniones, visitar un cliente en la tarde, no era un día congestionado. Dejé a mi hijo en la escuela y continué caminando en dirección a la oficina que está a unas cuantas cuadras de distancia, pero hacía buen clima y me gusta mucho caminar. Como aún era temprano entré en una librería. desde niño he sentido una atracción irresistible hacia los libros. Estaba hojeando un best seller cuando una mujer joven que estaba a mi espalda giró de repente y chocó contra mí, derramando un café que traía en el libro que revisaba y en mi camisa. Parecía una de esas muchachitas descuidadas de las que es mejor estar lejos, pues siempre están haciendo movimientos bruscos y si estás cerca, serás su víctima. La jovencita, aparentemente muy avergonzada, se disculpó y trató de limpiarme un poco, pero realmente estaba empeorando las cosas, le dije que no era nada y me retiré rápidamente, tratando de mantenerme lo más alejado posible de esa peligrosa criatura. Aunque el libro estaba un poco mojado por el café, decidí llevármelo porque era el único ejemplar disponible. Esa muchacha además de arruinarme la camisa, también había dañado el libro que quería adquirir. Me dirigí a una cafetería cercana, entré al sanitario y limpié cuidadosamente con agua y papel la mancha en la camisa, ya casi no se veía. Pedí un café con un croissant y me senté en una mesita al aire libre a desayunar mientras ojeaba el libro. Comencé leyendo la contraportada, luego la página que está detrás de la carátula. Avancé página por página leyendo todos los detalles, títulos, subtítulos, 68


editorial, derechos de autor, fechas de las ediciones, prólogo, me gusta revisar todos los detalles del libro antes de comenzar la aventura de leer propiamente el texto en cuestión. Laura Salí a realizar mi caminata matutina para mantenerme en forma. Mi esposo, aunque mucho mayor que yo, también está en muy buenas condiciones físicas, uno de los gustos que tenemos en común es escalar montañas. Es mi segundo matrimonio, el primero fue un error pero ahora, con mi actual esposo siento una gran tranquilidad. Él es muy atento conmigo. Además viene un cambio que me encanta, mi esposo ha sido transferido por dos años al extranjero a una nueva oficina que está abriendo la firma donde trabaja. De hecho, ya tenemos todos los arreglos listos y partiremos mañana. Ese cambio me tiene muy excitada, disfruto con la idea de conocer otra cultura, otras personas. La caminata fue corta, no tenía muchas ganas de ejercitarme ese día, quizás porque era el último que pasaría en la ciudad. Vi una librería y entré, quería un libro para leer en el avión. Pedí un café en la barra y me dirigí a curiosear entre los estantes. Fue entonces cuando ocurrió ese vergonzoso accidente. Estaba algo eufórica y al voltearme choqué con un señor a quien le derramé el café encima, me sentí muy apenada aunque debo reconocer que la situación tenia algo de divertida. Traté de ayudarle pero él parecía molesto y no era para menos, hubiese querido que aceptara mi ayuda, me parecía un tipo muy interesante pero definitivamente él me evitó con cierta brusquedad. 69


Salí de la librería aguantando las ganas de reir y me dirigí a una cafetería cercana a tomarme otro café, el anterior casi ni lo había probado porque en su mayor parte quedó diluido en la camisa blanca del señor. Me senté en una mesita a saborear el café. A cada momento venía a mi mente el recuerdo del incidente en la librería, no podía dejar de pensar en ello, la cara del hombre sorprendido y molesto. el café en su camisa, me daba algo de risa. Repentinamente me pareció que alguien me miraba desde la mesa de al lado. Esa sensación que se percibe cuando la mirada de otra persona se posa por cierto tiempo sobre ti, aunque tú no estés mirando en esa dirección. –Usted otra vez. ¿Me está siguiendo? –Dijo una voz masculina. Vi la cara del hombre de la librería ya más calmado. Me pareció que tenía una expresión más bien de dulzura y quizás sin quererlo, de seducción. Sebastián Estaba ojeando el libro en la cafetería cuando observé una figura femenina sentada en la mesa de al lado que me pareció familiar. Al detallarla me percaté que era la misma jovencita de la librería. Pensé que había sido algo rudo con ella, había sido simplemente un accidente pero yo estaba tan ofuscado en ese momento que no le di oportunidad ni siquiera de disculparse. Le pregunté si me estaba siguiendo, con intención de hacer una pregunta divertida, algo que permitiera romper el hielo, pero al parecer 70


mi pregunta no le gustó. La joven se la tomó en serio y me dijo que era un engreído, ahora la situación sí me parecía divertida. Decidí continuar haciéndole preguntas incómodas, ella se notaba ofuscada. –Si no me está siguiendo ¿qué hace aquí precisamente en la mesa vecina a la mía habiendo tantas vacías? –Pero usted qué se cree, no pensé que fuera tan cínico. Me alegra de haberle manchado su camisa. –Lo hizo a propósito para tener una excusa y poder hablarme. –No puedo creer que usted sea tan engreído. Es simplemente insoportable. Así continuó el diálogo, hasta que poco a poco fue suavizándose. Me sentía tan divertido conversando con esta jovencita que no quería que se interrumpiera todavía el fugaz encuentro, la conversación tomó otra dirección y dejé de hacerme el engreído. A pesar de que había cierta brecha generacional, probablemente yo le llevaba unos quince años de diferencia, la conversación seguía bastante fluida, casi sin esfuerzo. La manera de vestir de la joven era muy distinta a mi estilo, llevaba un piercing en el cuello. Eso me parece una costumbre de las generaciones jóvenes rebeldes inspiradas en las tribus africanas que se perforaban distintas partes del cuerpo para lucir más atractivos. En cierta manera es una forma de selección natural darvinista hecha de manera artificial. Me levanté de mi mesa y le pedí permiso para sentarme en la de ella. Ya más cerca pude apreciarla con más detalle. Esta muchacha tenía un encanto que hacía mucho tiempo no veía. Pedimos otro café, era como una excusa para seguir conversando un rato más. Una hora más tarde aún estábamos sentados charlando animadamente y consumiendo el tercer café. 71


Ella vio el libro manchado y me dijo que conocía otra librería donde seguramente lo tenían. Decidimos caminar hasta ahí. En realdad no me importaba tener el libro algo manchado, pero era la oportunidad de disfrutar su compañía un rato más. Fuimos caminando lentamente por la calle hablando de todo. Le conté de mi familia, de mi esposa, de mi hijo. Ella también me contó sobre su matrimonio, era como si hubiésemos sido amigos desde hacía mucho tiempo, lo que llaman la “química” funcionaba a la perfección y catalizaba la amistad. No conseguimos el libro en la librería, pero ni importaba, entonces fuimos caminando hasta el parque. Comencé a sentir una atracción irresistible hacia ella, temía que llegara el momento de separarnos, quería seguir con ella todo el tiempo que fuera posible. Llamé a la oficina y les dije que tenía un problemita por lo que llegaría más tarde. Estuvimos caminando por el parque largo rato, vimos los botes de remo que alquilaban, no recordaba cuándo fue la última vez que me monté en uno. Le propuse alquilar uno y accedió, yo no sabia remar pero eso no importaba, al contrario era motivo de chistes, reímos mucho, hacía muchísimo tiempo que no reía así. Luego permanecimos en silencio disfrutando de la paz del lago mientras el bote se movía lentamente. Ella rozaba la superficie del agua con sus dedos y yo estaba inmerso pero no en el agua sino en ella. No me importaba nada a mí alrededor. Dejamos el bote en la orilla y continuamos el paseo por las caminerias del parque. Cada vez marchábamos más cerca el uno del otro, a veces al caminar nuestras manos se rozaban y literalmente sentía que temblaba. 72


Nos sentamos en la grama debajo de un sauce llorón a ver el lago. Hablábamos menos pero nuestras caras estaban cada vez más cerca, yo le estaba diciendo algo y su rostro estaba tan cerca que casi podía sentir su respiración. Ya era casi hora de almorzar, la invité a un restaurante sofisticado que había en el pent-house de un alto edificio cercano. Al principio ella me dijo que pensaba no estar vestida apropiadamente, pero al final aceptó. Hice una reservación desde el celular. Fuimos caminando lentamente hasta el restaurante, al subir quise llevarla del brazo. Tímidamente acerqué mi mano a su brazo pendiente de cualquier reacción de ella, listo para retirarla pero a ella no pareció molestarle entrar así, al contrario, parecía disfrutar del contacto.

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Laura ¡Que engreído! Que yo lo estaba siguiendo. ¿Qué se cree este individuo? Me sentí humillada, cada vez que le respondía, él contestaba algo que me enfurecía aún más, estaba empeñado en que yo lo estaba tratando de abordar y por eso le lancé el café. ¿Cómo pudo parecerme un hombre atractivo en la librería? Era un cualquiera, un patán, parecía un martini sin aceituna. Ya estaba a punto de levantarme cuando él suavizó la conversación y me pidió disculpas, dijo que estaba bromeando, hasta me pidió permiso para sentarse en mi mesa. Me pareció una manera de disculparse por el mal rato que me había hecho pasar. Pedimos otro café, tenía una conversación envolvente, todo tema que tocaba era tan interesante, comencé a disfrutar de su conversación. Al rato me sentía con tanta confianza que le hablé de cosas íntimas que no se las decía a casi nadie y menos a un desconocido, era como si estuviese conversando con un viejo amigo de toda la vida. Al ver su libro manchado me sentí tan culpable que quise reemplazárselo. Le propuse ir a otra librería cercana, donde me parecía haber visto el mismo libro. Fuimos caminando y charlando, fue una caminata tan bonita, al llegar a la librería descubrimos que el libro estaba agotado. Él me sugirió caminar hasta el parque y me encantó la idea. Estuvimos paseando despacio por el parque, nos distrajimos viendo cualquier cosa, unos pajaritos volando, una ardilla subiendo un árbol, unas flores bordeando el lago, todo me parecía tan interesante y bonito. ¿Por qué no hacía estos paseos con mi esposo? Pero luego me percaté que sí los hacía, sólo que no eran tan bonitos y excitantes. Hasta paseamos en botes de remos, fue muy divertido y sobretodo romántico. 74


¿Qué estaba pasando? Nos sentamos frente al lago como si fuéramos dos enamorados. No tenía ninguna intención de faltarle a mi marido y realmente pensaba que no le estaba faltando, simplemente estaba charlando con un amigo... Ya le había mencionado que estaba casada y que amaba a mi esposo. Pasaron las horas y no me di cuenta, habíamos estado charlando toda la mañana, ya era hora de almorzar. Pensé en despedirme aunque no quería hacerlo, parece que él leyó mi pensamiento y me invitó a un restaurante cercano. Al principio rechacé la invitación diciendo que no estaba vestida adecuadamente, aunque al final acepté, no tuvo que insistir mucho. Luego de almorzar le contaría que mañana me iba de la ciudad a vivir en el extranjero y me despediría. Eso aun no se lo había dicho. Camino al restaurante sonó mi celular. Era mi esposo, quería saber de mí, me puse algo nerviosa, le dije que estaba paseando en el parque pero no le mencioné que estaba acompañada y me despedí. De nuevo vinieron las dudas. ¿Estaba actuando bien? ¿Por qué no le dije que iba a almorzar con un amigo? Recordé que mi padre decía que cuando no quieres mencionar algo es porque tu conciencia te esta diciendo que no está bien. Al llegar al restaurante sentí su mano que me llevaba del brazo, el contacto de su mano me hacía estremecer, me parecía que no estaba caminando sino flotando, me dejaba dirigir por esa mano a donde me llevara. Sebastián

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Pedimos champagne para celebrar habernos conocido y brindamos mirándonos a los ojos como dos enamorados. Hablamos de arte, de cine, del amor, de nosotros, de guerras, de viajes, de historia, de todo lo que se nos ocurría. Pedimos el menú y ordenamos los platos más elaborados de la carta, los disfrutamos en conjunto. Ella me dio a probar en su propio cubierto algo que estaba delicioso, sentí entrar en su intimidad, saborear el cubierto que unos segundos antes había estado en su boca era como besarla. Cuando le di a probar algo de mi plato, no recuerdo qué, ella abrió un poco los labios mirándome directamente a los ojos, acerqué el cubierto a su boca y me temblaba la mano mientras ella absorbía el contenido del tenedor lentamente. Me pareció que lo hacía de una manera muy insinuante, me sentía excitado y confundido. ¿Cómo podía una muchachita hacerme perder el control después de tantos años de experiencia? Ella era casi una niña, yo hasta podía ser su padre. Luego pedimos un licor, lo tomamos lentamente casi sin hablar, mirándonos a los ojos. Lentamente fui acercando mis dedos hasta tocar los de ella, fue un esfuerzo enorme, me sentía tan nervioso como un adolescente frente a su primer amor, solo llegué a tocar el borde de sus uñas, moví la punta de mi dedo de un extremo al otro de su pequeña uña. Ella desvió la mirada pero no retiró su dedo, la noté nerviosa igual que yo. Estuve varios minutos jugando con los bordes de sus uñas hasta que llegó el mesonero. Laura Al sentarnos ordenó champagne. Me asustaba lo que estaba sintiendo, pensé en detenerme de inmediato y regresar a casa pero no tenía 76


voluntad para hacerlo, su conversación, sus gestos, sus silencios, todo me envolvía de tal manera que me anulaba la voluntad. Revisamos la carta mientras hablábamos de todo, ya no recuerdo qué pedimos pero si sé que todo estaba delicioso. Le di a probar algo de mi plato, haciendo un esfuerzo para que el temblor de la mano no me delatara, después al continuar comiendo algo con el mismo cubierto que había estado en su boca sentí que me besaba. Al finalizar la cena, estábamos tomando un licor y yo tenía la mano extendida en la mesa. Sentí que su mano se aproximaba a la mía, dudé un instante si dejarla o retirarla pero ya era demasiado tarde, sentí la punta uno de sus dedos rozar el borde de los míos, en realidad ni me tocó la piel, solo rozaba el borde de mis uñas pero era una sensación tan intensa, mi mano estaba fría del nerviosismo. Menos mal que llegó el mesonero. Él pidió la cuenta. ¿Qué pasaría ahora? No deseaba separarme aún de él. ¿Qué haría si al salir del restaurante se despedía? Al llegar a la calle caminamos un poco. Yo me acerqué lo más que pude dentro de la prudencia aceptable, tenía unas ganas enormes de que me abrazara. Continuamos caminando sin decir nada, no me importaba pasar el resto de la tarde así, caminado uno cerca del otro. No sabía que tenían sus ojos pero cuando me miraban me hacían temblar. Sebastián Salimos del restaurante y continuamos caminado lentamente. Viendo vidrieras, casi no hablábamos, a veces nos mirábamos y sonreíamos, como si tuviéramos un secreto que solo nosotros conociamos. Al rato 77


pasamos frente a un cine y entramos, había poca gente a esa hora, ni me di cuenta qué película era. Lo importante era seguir en su compañía. En la intimidad de la sala, le tomé una de las manos. Ya no esquivó la mirada, trémula y coqueta fue concentrando su mirada en mis ojos. Fui acercando mi cara a la suya, vi sus ojos preciosos de cerca que sobresalían en la penumbra. Vi cómo examinaba los míos, toqué su nariz con la mía, durante un rato nos acariciamos solo con las narices, toqué su pelo, acaricié sus pestañas, recorrí con la punta de la lengua su oreja, sentí su aliento, fui revisando lenta y cariñosamente todo lo que aquella bella cara tenía. Me pareció que lloraba, bebí de sus lágrimas y me recordó el mar. ¡Qué curioso!, las lágrimas, la sangre y el mar tienen en común el sabor salado. Así pasamos media tarde besándonos y conociéndonos más íntimamente. Sin darme cuenta terminó la película, no puedo decir cómo se llamaba porque no había visto ni el título. Salimos tomados de las manos, ya no me importaba que me vieran así, esta era la mujer de mi vida, caminamos sin rumbo besándonos como novios. Si en ese momento nos hubiésemos encontrado con mi esposa yo creo que no hubiese soltado su mano. Le habría dicho que me disculpara pero estaba enamorado, que lo sentía muchísimo pero lo mejor sería divorciarnos. Teníamos sed, entramos a un bar cercano. Nos acercamos a la barra, antes de sentarnos la estreché contra mi cuerpo, acerqué mi cara a la suya, sus mejillas estaban ardientes, fui bajando mis labios hasta su cuello, lo besé suavemente mientras mis manos sujetaban sus muslos. Luego nos sentamos y pedimos unas cervezas. De repente se acercó un compañero de trabajo que también estaba en el bar, me preguntó si 78


había resuelto el problema que me impidió ir a la oficina. Le dije que sí y que en otra oportunidad le explicaría, no quería perder ni un minuto con otra persona que no fuese ella. Si era necesario dejaría ese trabajo. No faltaba más. Laura Entramos a un cine no me importó que película proyectaban, solo quería estar cerca de él. Me sujetó las manos y nos miramos a los ojos, qué momento tan romántico, no vi la película pero me sentía la protagonista de una preciosa historia de amor. Él fue acariciándome la cara con gran delicadeza, no pude resistirme, me sentía en un estado en el que sería capaz de hacer cualquier cosa que él me pidiera. Cualquier cosa… De repente las luces se encendieron y la gente empezó a salir del cine. No tuve idea cuánto tiempo había pasado pero eran por lo menos dos horas, había perdido completamente la noción del tiempo. Salimos caminando abrazados y besándonos. En algún momento sonó el celular, lo apagué sin mirar quien era. Entramos a un bar, me abrazó tiernamente antes de sentarnos en la barra, me estremecía con cada uno de sus avances. La cercanía de su cara a mis mejillas, sus besos, sus caricias por todo mi cuerpo, ya no me importaba hacer esto en público. Comencé a desear estar a solas con él, desnudos, sin nadie que nos perturbara. Sebastián

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Ya era de noche, continuábamos en la barra cuando le dije: –¿Comprendes lo que está pasando? –Qué –Dime si a ti te está pasando lo mismo que a mí –Qué –Dime si estas enamorada de mi –Si… pero es una locura, casi no nos conocemos. –Contestó ella, mientras se le humedecían los ojos. Su rostro reflejaba una mezcla de felicidad y temor. –Precisamente, el hecho de que casi sin conocernos sintamos esto es prueba de que somos el uno para el otro. –Debemos ser sensatos, es una locura. Le propuse que nos fuéramos los dos juntos, yo estaba dispuesto a dejarlo todo, mi familia, mi trabajo, mis amigos, mi país, sería maravilloso si pudiésemos vivir de ahora en adelante juntos. Ella asentía besándome suavemente, me decía sí a todo lo que le proponía. Entonces fuimos concretando la idea. Yo tenía unos ahorros en moneda extranjera que nos permitirían viajar y subsistir varios meses hasta que consiguiera trabajo, ella me dijo que también estaba dispuesta a dejar a su marido, acordamos tomar un avión al día siguiente y nos iríamos, teníamos esta noche para arreglarnos y dejar a nuestras parejas. Salimos del bar y corrimos hasta un cyber café, nos conectamos a Internet y allí, entre risas, cariños y picardías, hicimos las reservaciones de avión y hotel. Hice los cargos a mi tarjeta de crédito, sería como una larga luna de miel. Salimos del cyber café, caminamos un rato bajo la luna afinando los detalles de nuestro reciente plan. Era mejor no decir nada a nuestras 80


parejas, les explicaríamos luego cuando ya estuviésemos fuera, acordamos vernos el día siguiente justo al mediodía en el mismo bar, de ahí saldríamos al aeropuerto y dos horas más tarde estaríamos volando y seríamos el uno para el otro. Por casualidad pasamos frente un hotel. Entramos sin decir una palabra, en recepción nos vieron como unos enamorados que iban a entregarse por unas horas porque no llevábamos equipaje. Al entrar en la habitación nos fundimos en un solo cuerpo, sudor, inspiración y respiración, cóncavo y convexo, intimidad total, me sentí en el paraíso, pasamos un par de horas en un abrazo que no lográbamos disolver. Ya era tarde y teníamos que irnos. Me despedí de ella con gran dificultad, cada vez que nos habíamos despedido, me acordaba de alguna bobería y me devolvía a decírsela y besarla una vez más. Finalmente nos fuimos alejando pero sabíamos que la separación sería sólo por unas horas, mañana en la noche ya estaríamos juntos para siempre en el extranjero. Me fui a casa silbando y casi saltando de la felicidad, hacia muchísimo tiempo que no me sentía así, mejor dicho, creo que nunca me había sentido así. Laura De repente me miró fijamente y me preguntó si yo me había enamorado como él lo estaba de mí. Yo también lo estaba pero me atemorizaba esa situación imposible, me propuso que me fuera a vivir con él, nos iríamos al extranjero mañana mismo, en ese momento no me pareció tan descabellada la idea, si queríamos ser felices juntos 81


teníamos que tomar esa decisión, además, yo estaba dispuesta a hacer lo que él me pidiera. Esa sería la última noche que no pasaría con él, a partir de mañana sería su mujer. Después de hacer los arreglos de viaje nos despedimos con mucha dificultad, no queríamos separarnos ni siquiera unas horas. Me fortalecía el hecho de que mañana al mediodía lo vería en el bar y de allí saldríamos hacia el aeropuerto para no volver más. No recuerdo como me vi desnuda en la habitación de un hotel, sus brazos me hicieron olvidar todo rubor, me sentía en el cielo abrazada por un ángel. El tiempo pasó tan rápido. Camino a casa pensaba lo que esta decisión representaba, debía sentirme vil y malvada pero me sentía como una colegiala romántica. Me entristecía tener que dejar de esa manera a mi esposo pero no había comparación, al fin y al cabo era mi vida, mi felicidad al lado del hombre al que realmente pertenecía, lamentablemente no lo había conocido antes y ahora esta decisión implicaba cierto dolor a otras personas, pero ya la decisión estaba tomada. Mañana al mediodía estaría subiendo a un avión con él para estar siempre juntos.

Sebastián Me levanté emocionado, me despedí de mi esposa igual que todos los días, un sentimiento de tristeza me embargaba por tener que dejar a mi familia de esa manera. Dejé a mi hijo en el colegio, lo abracé fuertemente sabiendo que ya no lo vería más, algún día él comprendería. Hice los últimos arreglos, pagar las cuentas, no dejar 82


nada pendiente de manera que las cosas no le fueran más difíciles a mi esposa. Ya cerca al mediodía, me fui al bar, se me había hecho algo tarde. Llegue quince minutos retrazado, miré por todas partes pero ella no estaba. algo debió retardarla. Esperé otros diez minutos, comencé a impacientarme. le pregunté al barman si no había visto a la chica con la que yo había estado ayer, él mismo nos había atendido. El barman dijo que no la había visto. Ya habían pasado cuarenta y cinco minutos. No sabía donde vivía, no sabía su teléfono, no sabía mucho sobre ella, la desesperación comenzó a invadirme, temía que por alguna razón no llegara. Los minutos pasaban demasiado lentos, decidí ir al aeropuerto, quizás se le hizo tarde y se había ido directamente a esperarme allá. Al llegar al aeropuerto me dirigí a la zona de embarque y al voltear la vi. Si, allí estaba, casi entrando a la zona exclusiva para viajeros que se embarcan. Me acerqué caminado lo más rápido que pude, en eso me di cuenta que no estaba sola, la acompañaba un señor que la sujetaba del brazo. Al llegar a su lado me saludó y presentó a su marido mientras secaba sus ojos humedecidos. –Gracias por venir a despedirnos, si algún día va por allá avísenos – Me dijo el hombre. Por un momento perdí el habla, no entendía lo que estaba pasando, no sabía como reaccionar, solo pude desearle buen viaje, me sentí humillado, triste, sin entender absolutamente nada, no podía pensar con claridad. Quería preguntarle qué había pasado con nuestros sueños. Unos minutos más tarde ya todos los pasajeros habían entrado al avión, en mi desesperación pedí al personal de la línea aérea que me dejaran subir un momento al avión, tan solo un momento, que era un asunto 83


urgente. No me lo permitieron, intenté entrar a la fuerza pero el personal de seguridad me detuvo violentamente. Me quedé pegado al ventanal, con un nudo en la garganta, viendo el avión en el que se embarcaban mis sueños, esperaba verla regresar hacia mí, sentía unas terribles ganas de llorar, tenía que haber una equivocación. Un rato más tarde vi el avión en el que viajaba la mujer que debía ser mía, elevándose en los cielos, mientras yo descendía hacia mi propio infierno.

EL TÍO ANDRÉS (Abril 2006)

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Han liberado al tío Andrés después de tantos años de estar preso. Acaban de recibir la noticia, los más jóvenes casi no lo conocían, sabían de él por alguna antigua fotografía y por los cuentos que narraban los mas viejos, incluso sus hijos no se acordaban de la última vez que lo vieron porque eran muy pequeños cuando se lo llevó la policía política. Los que lo recordaban en el pueblo sabían que era un hombre muy amable, al saludar daba un abrazo apretado y larguísimo que trasmitía mucho cariño, olía a un agradable aroma de tabaco. Al que no le gustaba el olor a tabaco terminaba gustándole porque los aromas son como las personas. Si una persona te cae muy bien, su aroma termina por gustarte porque te trae su recuerdo. La noticia se regó por todo el pueblo: Soltaron al tío Andrés. Estaban liberando a todos los presos políticos porque el dictador había muerto, el único personaje de ese pequeño pueblo que había sido preso y torturado era el tío Andrés, él nunca se doblegó a los abusos de la dictadura. Su delito era haber publicado algunos artículos en el periódico local en contra del dictador. –No publiques esas cosas en el periódico, te vas a meter en 85


problemas con el gobierno –le decía su esposa. Él le decía que no podía callar su desacuerdo. Publicó tres o cuatro artículos más bien inofensivos, hasta que un día se presentó la policía del régimen en su casa y se lo llevaron a empujones, casi arrastrado, bajos los gritos de la mujer, los hijos y los vecinos quienes no pudieron hacer nada. El pueblo soportaba en silencio y con temor estos atropellos, nadie se atrevía a criticar públicamente. Los años pasaban y muy pocas noticias se recibían del tío Andrés. El tío Andrés fue torturado para que confesara cosas de las que él no tenía conocimiento. ¿Quien financiaba la conspiración? ¿Quienes eran los otros conspiradores?, ¿Donde se ocultaban? A cada repuesta negativa le era aplicada una descarga eléctrica en ciertas partes del cuerpo, preferiblemente en los testículos o era golpeado salvamente. Casi muere de inanición, todo el cuerpo lleno de hematomas y heridas que se iban infectando. Después de un tiempo, cuando los esbirros se dieron cuenta que no sabía nada, lo encerraron en una mazmorra. Se acostumbró a dormir casi desnudo en el frío suelo, a veces pasaba meses sin ver la luz del día, perdió la noción del tiempo. De repente un día vinieron a decirle que lo iban a liberar, el dictador había muerto. En la casa comenzaron los preparativos, su esposa había muerto hacía tres años los dos hijos permanecieron en la casa del tío Andrés a cargo de su hermana soltera. El tío Andrés regresaba a casa, debía llegar mañana domingo. Maria, la cocinera de toda la vida, quien casi se había convertido en la madre de los muchachos, ayudando a la hermana del tío Andrés en la crianza de los párvulos, preparó los platos preferidos del tío. Seguramente el tío venía con hambre, prepararon la habitación donde 86


dormiría, colocaron la cama con el colchón más suave que tenían, tendieron la cama con las sábanas finas que estaban guardadas para ocasiones especiales, colocaron una lamparita en la mesita de noche por si el tío quería leer al acostarse. El domingo los muchachos se levantaron temprano a esperar a su papá. En el transcurso del día fueron llegando los sobrinos y más familiares a esperar a su tío, también se acercaron los vecinos y amigos, todos querían saludar al tío Andrés. La espera se hacía larga, pero se pasaba el tiempo degustando café, ponche y otras bebidas. Finalmente alguien gritó: ¡Aquí viene! Todos corrieron a recibirlo. El tío Andrés entró con paso inseguro, ni sombra de lo que había sido. Aquel hombre robusto se había convertido en un hombrecillo esquelético, ya no daba esos abrazos fuertes y cariñosos, parecía que no reconocía a la gente, respondió con tímidas sonrisas a los saludos, miró a cada uno de sus hijos. los observó directamente a los ojos como buscando descubrir que había sido de sus vidas, los agarró por los brazos y lloró. Le sirvieron un vino el cual casi no tomó, parecía incómodo sentado en su silla preferida en la sala, casi no hablaba, contestaba lo mínimo posible a las múltiples preguntas que le hacían con voz casi imperceptible, la luz le molestaba, pidió unos anteojos oscuros para evitar la claridad o quizás para esconder la humedad que frecuentemente inundaba sus ojos. Durante la cena comió muy poco, su estomago se había reducido, acostumbrado a comer escasas cantidades. Tuvo dificultad para tragar la carne, los dos bocados que se llevó a la boca le produjeron nauseas y los devolvió. 87


Pidió permiso para retirarse a la habitación, estaba agotado, a los familiares les extrañó el gesto de sumisión del tío pidiendo aprobación para retirarse, antes no lo hubiese hecho. Le mostraron el cuarto y le dijeron que les avisara si necesitaba algo. Al día siguiente, luego de que el tío se levantó, fueron a arreglar el cuarto y vieron que la cama estaba perfectamente tendida. Cómo era posible que en ese estado de debilidad el tío se hubiese preocupado por tender la cama con tanto esmero. Igual pasó al otro día, la cama ya estaba tendida, tan bien tendida que parecía que no la había utilizado. El tercer día, la hermana del tío entró para preguntarle algo y no vio al tío en la cama, ya se iba a retirar cuando observó que detrás de la cama, en el suelo se veían unos pies, se acercó y vio al tío durmiendo en el suelo. –Andrés, ¿te sientes bien?, por qué no estas durmiendo en la cama. – El tío Andrés contestó: –Todos estos años he dormido sobre el piso desnudo y frío. Intenté dormir el primer día en la cama pero no pude. La hermana comprendió el sufrimiento por el que había pasado Andrés y se retiró conteniendo el llanto.

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REFLEXIONES FRENTE EL ASCENSOR (Abril 2006)

He presionado el botón de subir y estoy esperando que llegue el ascensor. Siempre me incomoda entrar en ellos. Ese lugar tan reducido donde estoy obligado a permanecer un rato rodeado de gente que no conozco. Donde mi espacio vital es violado una y otra vez. Donde tengo que estar demasiado cerca de alguien con quien no deseo tanta aproximación. Otras veces no hay casi nadie. Quizás una sola persona pero es igual. Al cerrar la puerta no sé dónde dirigir la vista. Puede que mire un instante a la otra persona y me sonría pero luego no encuentro dónde mirar. Estúpidamente hago lo que todo el mundo hace. Fijo la vista en la indicación de los pisos, como si fuese muy importante 90


observarlo. Usualmente todos están mirando ese indicador, ven cómo cambian los números de los pisos. A veces alguien huele mal, en un espacio confinado eso es desesperante. Pero una vez que se cierra la puerta ya no hay vuelta atrás, tendrás que oler eso por el tiempo que dure el viaje. Quizás lo que no me gusta del ascensor es que parece una obra de teatro en la que no quiero actuar, pero tengo que hacerlo. Todos los actores saben perfectamente cuál es su actuación. Hay tres roles principales. “Los que entran”, “los que están adentro” y “los que salen”. Estos roles van cambiando, todos los actores tienen que aprenderse los tres roles, porque deben ejecutarlos en secuencia. Primer acto: se abre el telón. Siempre es el mismo, metálico, se abre desde el centro y se oculta en los lados exactamente como en una obra de teatro convencional. Si no entras al escenario rápidamente el telón se cierra y puede hacerte pasar un rato desagradable donde tu cuerpo queda en el medio del telón que pretende cerrarse. Con frecuencia el mecanismo sensor de cuerpos está dañado por lo que tienes que utilizar la fuerza bruta para retirarlo y liberar tu cuerpo, mientras algunos de “los que están adentro” se sonríen disimuladamente pretendiendo ayudar. El argumento es muy sencillo. Al abrirse el telón, los actores que representan el rol de “los que están dentro” miran a “los que entran”. A primera vista, parece que no hay cupo pero sin que nadie diga nada, se mueven un poco y crean un espacio para que puedan entrar. Apenas entran, cambian el rol de “los que entran” por el rol de “los que están adentro”. Observen que no tuvieron que decir: ¿por favor pueden arrimarse unos a otros un poco para que me den un espacio? No tuvieron que decir nada. “Los que están adentro” saben 91


perfectamente su papel. Lo han ensayado muchas veces y sabían que tenían que moverse un poco para hacer espacio. Segundo acto: es curioso pero el segundo acto no comienza al abrirse el telón sino al cerrase. Durante este acto lo único que hacen los actores es mirar hacia el indicador de pisos. Esto es vital, un buen actor tiene que saber muy bien cómo mirar este indicador. Debe hacerlo con extraordinaria atención, arrugando ligeramente la frente para demostrar concentración, como si los numeritos de los pisos fuera una información vital o como si estuviese viendo una película muy interesante. Luego, cuando el ascensor se aproxima al piso seleccionado, los que llegan a su piso cambian su rol a “los que salen” para actuar en el tercer acto. Tercer acto: Se abre nuevamente el telón. Sin que nadie diga algo, los nuevos actores que juegan el rol de “los que entran” esperan a que los que juegan el rol de “los que salen” salgan del ascensor y luego ellos entran. Esta escena se repite una y otra vez. Si lograras observar la obra desde arriba, lo que llaman los cineastas plano cenital, te darías cuenta que los actores sólo se mueven cada vez que se detiene el ascensor y milagrosamente sus cuerpos no se tocan. Los movimientos solo ocurren al abrirse el telón. Luego nadie se mueve. A veces se introducen algunas variantes para hacer más interesante la obra. Una de las variantes más utilizadas es que el ascensor se detiene entre pisos y el telón no se abre. Aquí los actores pueden desarrollar ciertos argumentos también muy conocidos, a veces con alto contenido dramático. Alguno de los actores rápidamente presiona un botón rojo más grande que los demás que dice “EMERGENCIA”, pero que casi 92


nunca funciona. Una de las actrices, porque este papel casi siempre lo ejecuta una mujer de cierta edad, parece perder la compostura y comienza a gritar y hablar sin parar. A veces alguna de las actrices simula desmayarse. Luego al abrirse el telón los actores salen rápidamente sudando y hablando todos al mismo tiempo. Pero esta escena casi siempre es la misma, por lo que también es bastante fastidiosa. Otra variante menos frecuente es cuando un actor entra y solamente hay una bella actriz dentro del ascensor. La escena que sigue tiene alto contenido erótico pero lamentablemente esta variante muy rara vez ocurre. Lo siento, se esta abriendo el telón y ya tengo que tomar el rol de “los que entran”. No podré seguir contándoles. Hasta luego.

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LETRINA Y ORGASMO (Junio 2006)

El día de la boda,

Marta estaba muy nerviosa aunque los

preparativos la tenían tan ocupada que casi no pensaba en eso. Su mamá había cuidado todos los detalles. Desde niña había soñado con ese día, vestida de blanco, caminando por el centro de la iglesia como si fuese una princesa de los cuentos de fantasía que tantas veces escuchó de pequeña. Era hija única por lo que no tenía hermanas con quien compartir esa emoción. Solamente podía hacerlo con su madre, pero con cierta distancia. Su madre al igual que su padre, era muy estricta y también algo chapada a la antigua. Por ejemplo, el sexo era considerado un mal 94


necesario y del cual casi no se hablaba, era pecaminoso, mientras menos se hablara del asunto y menos se practicara mejor. Durante la boda, Marta vio realizado sus sueños. Fue el día más feliz de su vida, al menos mientras duró la ceremonia eclesiástica y la celebración. Las cosas se complicaron al encontrase sola con su esposo en la habitación del hotel. Él tenía un notable interés en observarla desnuda, quería tocarla, mirarla, parecía que el sexo era lo más importante para él. Marta estaba bastante asustada, durante el noviazgo no habían intimidado mucho. Ella le decía que debían esperar a estar casados. Ahora lo estaban, pero Marta aún no estaba preparada para hacer el amor. Todo lo que sabía de sexo eran las referencias que había leído en La Biblia y algunas incompletas confesiones de su mejor amiga, que tampoco era muy ducha en el tema. El esposo de Marta, quien estaba profundamente enamorado de ella, tuvo mucha paciencia y fue posponiendo el sexo hasta que ella estuviera preparada, cosa que nunca ocurrió, Marta nunca estuvo preparada, el asunto le producía asco y miedo. Las pocas veces que lo intentaban, ella lo permitía por la insistencia de su esposo pero nunca lo disfrutaba. Esperaba con ansiedad, mirando al techo, a que su esposo terminara con la faena y luego corría a ducharse. Aparte de ese pequeño inconveniente, el matrimonio era armonioso. El esposo de Marta se había acostumbrado a que ella tomara casi todas las decisiones, por complacerla casi nunca la contradecía. Así pasaron los años y no habían tenido descendencia. Quizás por la premura con la que se entregaban al amor o por las escasas veces que lo hacían. Era probable que las pocas veces que lo habían hecho coincidiera con los días en que Marta estaba infértil. 95


Un día en que se encontraban viajando, se detuvieron en un restaurante de

carretera. Marta fue al baño y algo le llamó

poderosamente la atención, al entrar al sanitario, vio que no había el clásico W.C. sino un agujero mal oliente en el piso. Por una extraña circunstancia Marta sintió que se humedecía. Sintió un cosquilleo en sus partes íntimas que tampoco había experimentado antes. Era una sensación muy agradable que por primera vez advertía. Aunque quería quedarse allí un poco más disfrutando del momento, salió para decirle a su marido lo que había visto en el sanitario, llegó de prisa junto a él y le contó acerca del agujero en el piso. Él le explicó que era una letrina, ya casi no existían, pero todavía podían verse algunas. Marta le insistió a su marido que la acompañara a verla juntos. Él se opuso porque estaba en el baño de damas, pero ante la insistencia de su mujer y como no había en ese momento otras damas en el baño, accedió. Entraron a la letrina cuidadosamente tomados de la mano y Marta de nuevo sintió que se humedecía. Abrazó a su esposo de una manera diferente, se besaron apasionadamente, la excitación fue de tal magnitud que hicieron el amor de pie al lado de la letrina. Ríos de placer la inundaron, fue muy intenso y por primera vez ella supo lo que era un orgasmo. Lo del orgasmo no se volvió a repetir. Por alguna razón desconocida nuevamente nada le despertaba el interés sexual. Volvieron a la letrina pero ya no era lo mismo que la primera vez. Marta no se humedeció. Unos días más tarde descubrieron que estaba embarazada y además eran morochos. Marta y su esposo no cabían de contentos. A los meses el medico les dijo que eran un varón y una hembra, la felicidad era total. 96


Una noche Marta le dijo a su esposo que ya había escogido los nombres de los niños. Como siempre, el esposo que no solía intervenir en esas decisiones, se dispuso a escuchar los nombres de sus futuros hijos, pero lo que escuchó fue demasiado. El varón se llamaría Orgasmo y la hembrita se llamaría Letrina. Esta vez el esposo reaccionó oponiéndose a que sus hijos llevasen esos escatológicos nombres. Ella dijo que no tenían absolutamente nada de escatológicos. Él le pidió a Marta que reflexionara, iba a marcar a los muchachos con esos nombres para toda la vida. Marta dijo que esos niños eran el fruto del amor y que sus nombres representaban el único día en su vida en el que ella se había sentido plenamente mujer. Así se llamarían y punto. Y así se llamaron.

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NELSON CORDIDO ROVATI

Nació en Barquisimeto, Venezuela, (1949). Ingeniero electrónico. Comenzó a escribir en el 2005 al retirarse del ejercicio de su profesión. Es finalista del IV Concurso Nacional de Cuentos Sacven 2007 con el relato La entrevista de empleo. Finalista del I Concurso Internacional de Cuento Breve con el relato El portón negro (México - 2008). Mención publicación en el IV concurso Nacional de Narrativa Salvador Garmendia 2009 con el libro Claro que me atrevo y otros relatos. Algunos de sus relatos están disponibles en la Antología del Trasnocho (2007) y en La fiesta de la ficción (2010). Autor de los libros: Cuentos de Amor y Terror (2006), 35 minutos (2012), 35 Relatos (2013) y Las películas que debe conocer (2013). Creador de los talleres: Los libros que hay que conocer y Apreciación cinematográfica (antes Las películas que hay que conocer). Autor de la columna mensual Estrellas Imperdibles en la revista Sala de Espera, edición Venezuela

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Editorial IPD comenzó a funcionar en 2013, para prestar servicio a los nuevos escritores que necesiten editar sus libros rápidamente, bajo costo, y que deseen un tiraje pequeño. Utilizamos el método de Impresión Por Demanda (IPD) lo que significa que los libros son impresos en el momento a partir de 1 ejemplar. La comercialización está orientada a Internet. Los libros estarán disponibles en tanto en papel como en digital (Kindle) en las web Amazon. Las regalías al autor son más altas que en las editoriales tradicionales y dependen del precio de venta fijado por el mismo autor. Puede ver más detalles del método de edición en la página web editorial-ipd.webs.com

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