Edvard Munch cuadros de la vida y la muerta Néstor Chandía
Benedikt Editores
Colección Andanzas
Diseño de portada: Nestor Chandia 1988 de las reproducciones: Oslo Kommunnes Kunstsamlinger, Munch-Museer, Oslo.
Editor general: Néstor Chandía. Editor: María Cristina Suarez Fotografías: Sebastián Cabezas Editorial Benedikt agradece a los museos, coleccionistas, fotógrafos y archivos, por otorgarnos los permisos de reproducción. Ninguna parte de esta publicación, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. reservados todos los derechos de esta edición para:
Benedikt Editores
Sumario Contexto artístico Corriente Expresionista.
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Procedencia del artista Munch, vida y obra. 8 El Friso de la vida Principal ciclo artístico.
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La dama y el esqueleto Análisis de Munch y sus obras.
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Contexto artĂstico
lamina izquierda: Autoretrato con un cigarrillo, 1895, 110 x 85 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
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El expresionismo es una corriente artística que busca la expresión de los sentimientos y las emociones del autor más que la representación de la realidad objetiva. Revela el lado pesimista de la vida generado por las circunstancias históricas del momento. La cara oculta de la modernización, la alineación, el aislamiento, la masificación, se hizo patente en las grandes ciudades y los artistas, creyeron que debían captar los sentimientos más íntimos del ser humano. La angustia existencial es el principal motor de su estética. El fin es potenciar el impacto emocional del espectador distorsionando y exagerando los temas. La fuerza psicológica y expresiva se plasma a través de los colores fuertes y puros, las formas retorcidas y la composición agresiva. No importa ni la luz ni la perspectiva, que se altera intencionadamente.
Propulsor del movimiento
Corriente Expresionista
Contexto artístico
El expresionismo surgió como reacción al impresionismo: así como los impresionistas plasmaban en el lienzo una «impresión» del mundo circundante, un simple reflejo de los sentidos, los expresionistas pretendían reflejar su mundo interior, una «expresión» de sus propios sentimientos. Así, los expresionistas emplearon la línea y el color de un modo temperamental y emotivo, de fuerte contenido simbólico. La obra de arte expresionista presenta una escena dramática, una tragedia interior. De aquí que los personajes que aparecen más que seres humanos concretos reproduzcan tipos. El primitivismo de las esculturas de África y Oceanía también supuso para los artistas una gran fuente de inspiración. Encontramos algunas raíces del Expresionismo en las pinturas negras de Goya, que rompe con las convicciones con las que se representaban las anatomías para sumergirse en el mundo interior. Sin embargo, los referentes inmediatos
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Corriente Expresionista
son Van Gogh y Gaugain, tanto por la técnica como por la profundidad psicológica. Otro grupo de gran influencia es el simbolismo, entendido como la búsqueda en la cual el artista, limitando la pintura objetiva, concreta los sentimientos, los estados del alma, los miedos subjetivos, las fantasías y los sueños. Pocos artistas como Munch ofrecen una relación tan estrecha entre vida y obra: los avatares personales ejercerán una influencia decisiva en la orientación de su actividad artística. Edvard Munch nace en Loten (Noruega) en 1863, hijo de un médico castrense. Cuando aún no ha cumplido los cinco años, su madre muere víctima de la tuberculosis. Se inicia de esta forma tan temprana una relación con la muerte que habría de obsesionar al pintor durante toda su vida, pues nueve años más tarde fallecería, a causa de esta misma enfermedad, su hermana Sophie, apenas dos años mayor que él. En un entorno que el artista definió como un lugar «opresivo y triste» transcurre su infancia. El estímulo más importante lo encuentra Munch en las imágenes simplificadas de las obras de Gaugain, que le servirán para transmitir la angustia y la soledad. Vivió angustiado, tuvo problemas psíquicos y esos sentimientos son los que volcará en su pintura. En él la expresión surge como resultado de su vida atormentada. Siente predilección por la figura humana y las relaciones personales. Le obsesiona la impotencia del ser humano ante la muerte y la identifica con la mujer. Tiene una visión negativa de la vida, de la indefensión, de la soledad humana y del sexo.
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Procedencia del artista
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Edvard Munch, considerado precursor de la tendencia expresionista, nació en Loten (Noruega) en 1863. Pasó la mayor parte de su infancia y adolescencia en Cristiania (la capital de Noruega, que a partir de 1924 se llamará Oslo). Cuando aún no había cumplido los cinco años, su madre murió a causa de tuberculosis. Nueve años más tarde, su hermana Sophie, dos años mayor que él, fallece de la misma enfermedad. Estos hechos ejercerán una influencia decisiva en su actividad artística. Sus tristes y angustiosas representaciones basadas en sus obsesiones y frustraciones personales abrieron el camino al desarrollo del expresionismo.
Cristianía, París, Berlín
Munch, Vida y obra
Munch, vida y obra
Después de un año en la Escuela Técnica de Arquitectura, en 1880 decide dedicarse a la pintura, se inscribe en la Escuela de Dibujo de Cristiania y pasará algunos veranos pintando en la academia de pintura al aire libre del paisajista Frits Thaulow, asimilando un realismo de inspiración francesa. En 1885 realiza un corto viaje a París y conoce de cerca algunas obras de los impresionistas Monet, Renoir, Degas, Pisarro y Seurat. Sus pinceladas serán cada vez más audaces, menos atadas a las convenciones del realismo. Lo más importante de este periodo es la obra La niña enferma, en la que evoca su experiencia personal con la muerte de su hermana y donde ya aparece la desolada visión de la existencia que caracteriza la mayor parte de su producción.
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Munch a los dos años de edad, 1865.
Procedencia del artista
En 1889, Munch viaja a París de nuevo con una beca del gobierno noruego y durante un breve periodo de tiempo es alumno del pintor academicista Leon Bonat. Tras realizar obras de carácter impresionista recibe el influjo del postimpresionismo, concretamente de la obra de Gaugain y Van Gogh, que lo llevan a dar un giro radical a su trabajo. Poco después de su llegada a París recibe la noticia de la muerte de su padre. En Noche, de 1890, representa la soledad y la melancolía. El interior oscuro, con la figura solitaria junto a la ventana, queda dominado totalmente por los tonos azules.
La madre de Munch con sus cinco hijos(Edvar sujeta su brazo derecho), 1868.
Hasta 1908 vive la mayor parte del tiempo en Alemania, sobre todo en Berlín, aunque hace frecuentes viajes a Noruega y a París. Son años cruciales en su pintura, crea un estilo sumamente personal basado en acentuar la fuerza expresiva de la línea, reduciendo las formas a su expresión más esquemática y a hacer un uso simbólico, no naturalista del color. Pinta El grito, Vampiro, La voz, la primera versión de Madonna, comienza un ciclo que el artista llamaría más tarde El Friso de la vida. Todas ellas expresan sus experiencias personales sobre el amor, la enfermedad, la muerte y la propia naturaleza. A Munch le interesa lo que se puede captar por el espíritu y no a través de la vista. Tuvo una mala época como pintor ya que el gobierno nacionalsocialista con- 10 -
fiscó 82 cuadros suyos de los museos alemanes. Sus pinturas fueron consideradas como «degeneradas». La mayoría de sus cuadros plasmaban la muerte o temas que en aquella época resultaban muy polémicos. En 1940 con la invasión del régimen Nazi a Noruega le retiraron muchos de sus cuadros de las galerías de arte porque pensaban que escandalizaban a sus visitantes. Munch no quería tener ningún tipo de relación con los invasores ya que le consideraban un demente. Durante la segunda Guerra Mundial Munch se hace mundialmente conocido y expone por primera vez sus cuadros en los Estados Unidos de América, en 1942 en Nueva York. Con motivo de su 80 cumpleaños es objeto de grandes homenajes, a pesar de su mal estado, en el que sufre continuamente resfriados, acude a todos ellos con gran honor. El 23 de enero de 1944 muere en Noruega como había vivido: completamente solo. Tras su muerte Ekely dona a la cuidad de Oslo el conjunto de cuadros, grabados y dibujos propios que obraba en su poder. Para celebrar el centésimo aniversario de su nacimiento, se inaugura en 1960 el Munch-Museet. Se puede seguir a través de una serie cronológica la evolución del pintor que altera, retoca, colorea a veces a mano una obra que imprime y reimprime años más tarde. Produjo alrededor de 700 impresiones durante su vida.
Munch, vida y obra
«Lo que impacta es la calidad de esos ejemplares. Todos esos trabajos provienen de la colección del museo y de dos colecciones privadas. Son, pues, obras que no se verán en otra parte», explicó a la AFP Elizabeth Prelinger, profesora de historia del arte en la universidad de Georgetown. «Algunos ejemplares coloreados a mano son únicos y tienen un gran valor», observó. No menos de ocho litografías de la célebre «Madona», fechadas entre 1895 y 1914, revelan las variaciones del artista. Allí se ve la más famosa versión de esta Virgen María, desnuda, rodeada de un marco parte del grabado en el que a modo de motivo Art Nouveau se divierten un montón de espermatozoides y un feto con cabeza de muerto. En 1892 de esta pintura a una exposición en Berlín impactó al público: la muestra fue clausurada. «La gente se escandalizó. Denunciaron que se trataba de pornografía, la exposición cerró sus puertas y Edvard Munch se hizo famoso, porque cualquier publicidad, incluso la mala, es buena publicidad», afirmó Prelinger. Una década más tarde, el pintor noruego participó en 1913 en la exposición internacional de arte moderno en Nueva York en el Armory Show, con el prudente envío de una litografía edulcorada de su «Madona». Uno de esos ejemplares autocensurados se podrá ver en Washington: el marco y los espermatozoides desaparecieron, también el fantasma del
feto.«No quería escandalizar al Estados Unidos puritano, entonces tapó el motivo del cuadro», destacó la curadora. El recuerdo de su infancia de la muerte de su madre y su hermana por tuberculosis, una internación en un hospital psiquiátrico, sus intensas historias de amor y su alcoholismo habitan las telas de este pintor simbolsita, pero no han alterado su psiquismo, como en Vincent Van Gogh, según la historiadora. Munch, quien se formó sobre todo en París, donde descubrió las pinturas de Paul Gaugin y de Van Gogh, vivió de su obra en Noruega hasta su muerte a los 81 años. «Además, Munch conoció el éxito en vida», agregó Prelinger. «Vivía muy bien de la venta de sus litografías. Era apreciado por los coleccionistas alemanes de vanguardia y luego por los propios noruegos», señaló, destacando que el precio de algunas de esas litografías supera ampliamente el millón de dólares o euros en la actualidad. Hace ya muchos años, en una exposición celebrada en París, pude ver algunas obras de Edvard Munch: «El grito», «Madona», varios retratos y autorretratos, grabados, dibujos. La seducción fue instantánea y de una especie particular que no puedo llamar sino «abismal»: como asomarse a un precipicio. Desde entonces la pintura de Munch no cesó de atraerme, La verdadera revelación la experimenté más tarde. - 11 -
Autorretrato, 1881.1882 Munch-Museet, Oslo.
Procedencia del artista
En el verano de 1985 mi mujer y yo pasamos una corta temporada en Oslo y uno de los primeros lugares que visitamos fue el Museo Edvard Munch. Volvimos varias veces: no sólo es uno de los mejores del mundo, entre los consagrados a un artista y su obra, sino que puede verse como una sorprendente asamblea de retratos simbólicos. Aclaro: esos cuadros no cuentan una vida sino que nos revelan un alma. Nuestra impresión fue más honda porque recorrimos las salas del museo bajo el imperio del verano nórdico.
Con Tulla Larsen, 1899.
La pasión que atraviesa la pintura de Munch nos pareció una respuesta a la intensidad de la luz y a la vehemencia de los colores. Las ventanas de nuestra habitación daban a un parque y cada noche veíamos deslizarse entre los árboles las sombras de Oberón, Titania y su cortejo de elfos y trasgos. También pasaban los personajes que habíamos visto unas horas antes en el Museo Munch, elfos reconcentrados y perseguidos por su idea fija, elfos sonrientes, enigmáticos, crueles. Pensé: el solsticio de verano y su vegetación de sangre es un acorde de ritmo cósmico; el otro son los desiertos blancos, azules y negros del solsticio de invierno. Ambos combaten y se funden en la obra de Munch. Hay artistas que se desarrollan en múltiples direcciones, como árboles de muchas ramas; otros siguen siempre la misma ruta, guiados por una fatalidad interior. Munch pertenece a la segunda - 12 -
familia. Aunque pintó durante más de sesenta años y su obra es extensa, no es variada. En su evolución se advierten titubeos, períodos de búsqueda y otros de plenitud creadora, no esos cambios buenos y esas rupturas que nos sorprenden en Picasso y en tantos otros artistas modernos. Su relativa simplicidad estilística contrasta con su complejidad psicológica y espiritual. Pero al hablar de «simplicidad estilística» temo haber cometido una inexactitud; debería haber escrito unidad: las obras pintadas en 1885 prefiguran a las que pintaría toda su vida. Esta unidad no es carencia técnica; Munch utilizó diversos medios, del óleo al grabado, y en todos ellos reveló maestría. Fue un innovador en el dominio del grabado en madera y nos ha dejado obras memorables, en las que no sé si admirar más la seguridad de la línea o la emoción del trazo. Fue un verdadero colorista, no por el equilibrio de los tonos o la delicadeza de la paleta sino por la vivacidad y energía del pincel. En suma, la unidad de su estilo fue el resultado de una fatalidad personal: no una elección estética sino un destino. Pero un destino libremente aceptado. En sus comienzos, después de un breve período donde fue naturalista, hizo suya la lección de los impresionistas. Por muy poco tiempo, pues muy rápidamente dio el gran salto hacia su propia e inconfundible manera: un expresionismo «avant la lettre».
Munch, vida y obra
Es comprensible que su ejemplo haya influido profundamente en los expresionistas de «Die Brücke», como Nalde y Kirchner, en Max Beckmann y en los austríacos Kokoschka y Schiell. Son conocidas las influencias y afinidades entre Orozco y los expresionistas. Es muy probable que el artista mexicano haya conocido la obra de Munch: las acuarelas y dibujos de la primera época «Escenas de mujeres» presentan indudables parecidos con telas y grabados de Munch que tienen también por temas bailes y escenas de burdel. Munch fue un precursor del expresionismo pero esta tendencia no lo define enteramente; no es difícil percibir en la pintura su presencia de una corriente antagónica: el simbolismo. Extrañas nupcias entre la realidad más real y la transrealidad. Munch fue un heredero de Van Gogh y de Gauguin: más tarde, se interesó en el fauvinismo, con el que tiene más de una afinidad. Pero la «ferocidad» de los «fauves» es más epidérmica y carece de la angustiosa ambigüedad psicológica de Munch. En un breve ensayo consagrado al pintor noruego, André Breton acertó a delinear su verdadera genealogía espiritual: «Munch supo, ejemplarmente, utilizar la lección de Gauguin, en un sentido muy distinto al fauvinismo... Fiel al espíritu a las grandes interrogaciones sobre el destino humano que marcan
sobre las obras de Gauguin y de Van Gogh, nos precipitó en el espectáculo de la vida, en todo lo que éste ofrece de locura y perdición». La intervención de las potencias nocturnas -el sueño, el erotismo, la angustia, la muerte- une a Munch, por el puente de Gauguin, con la tradición visionaria de la pintura. Así anunció, oblicuamente, algunas tentativas del surrealismo. El gran período creador se inició en Alemania, en 1892. Fueron los años de su amistad con Strindberg y de su interés por el pensamiento Nietzsche; asimismo, los de la serie de esas obras maestras, por su intensidad y por su hondura, que él llamó «El friso de la vida». Antes había frecuentado, en sus años de París, la poesía de Mallarmé (nos dejó un retrato del poeta) y siempre la de Dostoievski. La serie La ruleta (1892) es un homenaje al novelista ruso. Leyó también a Kierkegaard y admiró a Ibsen (decorados para «Hedda Gabbler», carteles para «Pierre Gynt» y «Juan Gabriel Borkman»). El pensamiento anarquista lo marcó, como a otros artistas de esa época. Estas influencias literarias y filosóficas tuvieron la misma función que las pictóricas: iluminarlo por dentro. En pocos artistas las fuerzas instintivas e inconscientes han sido tan poderosas y contradictorias como en Munch; también en muy pocos han sido tan lúcida y valerosa la mirada interior. Vasos comunicantes: el alma, y sus conflictos, se transformó en la línea - 13 -
Delante de "El sol", 1911.
Procedencia del artista
sinuosa y enérgica; el hervor de la pasión se volcó en el chorro de pintura. El crítico Arne Eggun subraya que en 1893 Munch empezó a salpicar sus telas con pigmentos para utilizar las manchas e incorporarlas a la composición. Medio siglo antes de André Masson y de David Alfaro Siqueiros, reconoció y usó las posibilidades del accidente dentro de la creación artística. Strindberg fue sensible a las experiencias de su amigo y dos años después, señala Eggun, «publicó un ensayo con el título de El azar en la creación artística». A Munch no le interesaba la invención por sí misma; buscaba la expresión: «Al pintar una silla –dijo alguna vez– lo que debe pintarse no es la silla sino la emoción sentida ante ella». Sin embargo, para expresar hay que inventar: las confecciones del artista se vuelven ficciones y las ficciones cada vez más emblemas vivientes del destino humano.
En el jardin del Dr. Max Linde, Lubeck 1902.
En la pintura de Munch aparecen una y otra vez, con escalofriante regularidad, ciertos temas y asuntos. Repeticiones obsesivas, fatales, pero, asimismo, voluntariamente aceptadas y quizá buscadas. Munch llamó a estas repeticiones: «copias radicales». Por una parte, son documentos, instantáneas de ciertos estados recurrentes, unos de extrema exaltación y otros de abatimiento no menos extremo; por otra, son revelaciones del misterio del hombre, perdido en la naturaleza o entre sus semejantes. Perdido en sí mismo. - 14 -
Para Munch el hombre es un juguete que gira entre los dientes acerados de la rueda cósmica. La rueda lo levanta y un momento después lo tritura. En esta visión negra del destino humano se alían el determinismo biológico de su época y su cristianismo protestante, su infancia desdichada –las muertes tempranas de su madre y de una hermana, la locura de otra,– y el pesimismo de Strindberg, su creencia supersticiosa en la herencia y la sombra de Raskolnikov, sus tempestuosos amores y su alcoholismo, su profunda comprensión del mundo natural –bosques, colinas, cielos, mar, hombres, mujeres, niños– y su horror ante la civilización y el feroz animal humano. Munch es un artista que trasciende su pesimismo a través de la misión transfiguradora que asigna a la pintura. El artista no es que sea el héroe solitario de los románticos; sino que más bien es el testigo, en el antiguo sentido de las palabras: el hombre que da fe de la realidad de la vida y del sentido redentor del dolor de los hombres. El arte principal mente es sacrificio y la obra es la transubstentación de ese sacrificio. En el mundo moderno el artista es un Cristo. Su cruz es femenina. La «Madona» es la conjunción de todos los poderes naturales, es tierra y es agua, es hierba y es plaga, la luna y una bahía pero sobre todo es tigre. Es uno de los dientes de la rueda cósmica. La contradicción universal –vida y muerte– encarna en
Munch, vida y obra
la lucha entre los sexos y en esa batalla la eterna vencedora es la mujer. Dadora de vida y de muerte, mata para vivir y vive para matar. Una de las «copias radicales» más repetidas y turbadoras de Munch es la pareja «Marat» y «Carlota Corday», llamada también «La asesina» o «El asesinato». La primera versión es de 1906 y al principio tenía como título: «Naturaleza muerta». Su comentario es revelador: «He pintado una naturaleza muerta tan bien como cualquiera de Cézanne se refiere a un plato de frutas que aparece en el primer plano con la única diferencia de que, en el fondo del cuadro, pinté a una asesina y a su víctima». Las últimas versiones de este cuadro son de 1933 y 1935, un poco antes de su muerte. La comparación el el célebre óleo de David es instructiva: los personajes abandonan el teatro de la historia, dejan de ser personajes y se convierten en personas comunes y corrientes. Así, alcanzan una ejemplaridad más profunda e intemporal: son imágenes de la rotación de la rueda cósmica. La mujer es uno de los ejes del universo de Munch. El otro es el hombre o, más exactamente, su soledad: el hombre solo ante la naturaleza o ante la multitud, solo ante sí mismo. Sus autorretratos son numerosos y pertenecen a todas sus épocas. Nunca cesó de fascinarlo su persona, pero en esa fascinación no hay complacencia: es un juicio más que una contemplación y, más que un juicio una disección.
Prometeo no encadenado a una roca sino sentado en una silla y picoteado no por un águila sino por su propia mirada. Prometeo es un hombre de hoy, uno de nosotros, no ha robado el fuego y paga una condena por un pecado sin remisión: estar vivo. El lugar de su condena no es una montaña en el Cáucaso ni las entrañas de la tierra: es una habitación cualquiera en esta o aquella ciudad. O una calle por la que desfilan transeúntes anónimos. Munch fue uno de los primeros artistas que pintó la enajenación de los hombres extraviados en las ciudades modernas. Su cuadro más célebre, «El grito», parece una imagen anticipada de ciertos paisajes de «The Waste Land». Nada de lo que han hecho los pintores contemporáneos, por ejemplo Edward Hopper, tiene la desolación y la angustia de esa obra. Oímos «El grito» no con los oídos sino con lo ojos y con el alma. ¿Y qué es lo que oímos? El silencio eterno. No el de los espacios infinitos que aterró a Pascal sino el silencio de los hombres. Un silencio ensordecedor, idéntico al inmenso e insensato clamor que suena desde el comienzo de la historia. «El grito» es el reverso de la música de las esferas.Aquella música tampoco podía oírse con los sentidos sino con el espíritu. Aunque inaudible, otorgaba a los hombres la certidumbre de vivir en un cosmos armonioso; «El grito» de Munch, palabra sin palabra, es el silencio del hombre errante en las ciudades sin alma y frente a un cielo deshabitado. - 15 -
En su septuagésimoquinto aniversario, Ekley 1938.
El Frisio de la vida
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Un poema sobre la vida, el amor y la muerte.
Principal ciclo artístico
Principal ciclo artístico
La niña enferma, 1885-1886. Óleo sobre lienzo, 119,5 x 118,5 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
Para comprender más el enfoque universalista de la obra central de Munch, conviene traer a cuento algunas obras de la literatura mundial. El intento de Munch de pintar una serie de cuadros que abarcase todos los aspectos de la vida humana, el conjunto llevaría por título «El Friso de la vida», nos hace pensar en el «Espejo del mundo» medieval, en la obra dramática de William Shakespeare, en las novelas de Herman Melville, Gustave Flaubert o James Joyce. Los principios de este proyecto se remontan a comienzos de 1886, o ósea el año en que Munch pinto la niña enferma, así como las primeras versiones –hoy perdidas– de pubertad y El día siguiente. Una vez superado el Naturalismo de Cristianía, el impresionismo de París y el Simbolismo de Berlín, había quedado libre el camino para un nuevo lenguaje formal que correspondiese de un modo más riguroso al afán de encontrar la expresión pictórica adecuada. Los rasgos característicos de este lenguaje saltan - 17 -
El Frisio de la vida
Madonna, 1894-1895. Óleo sobre lienzo, 91 x 70,5 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
Boceto para «Madonna», 1893-1894. Óleo sobre lienzo, 73 x 59 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
a la vista si se comparan los lugares reales que sirvieron de modelo a Munch (la avenida Karl-Johann en Oslo, La playa Aasgaadstrand, Skoyen, Hvitsten o Nordstravnd) con su transformación artística en los cuadros. El escenario más importante de los «dramas» de Munch es Aasgaardstrand, pequeña aldea de pescadores situada a unos 80 Km al suroeste de Oslo. Este lugar, poblado ya desde tiempos remotos, se encuentra en una extensa ensenada de cara a un fiordo que se confunde con el mar. Aquí, los pinares llegan hasta la playa. En el centro poblado había antiguamente un largomuele donde anclaba el vapor procedente de Cristianía. El balneario, en cierto modo a la orilla del mar, aunque gracias a su situación en el fiordo a resguardo de las tormentas, y que goza todo el día del radiante solo Nórdico, ya que había sido descubierto antes que Munch por otros pintores. Con su playa de suave declive, sus pocas casas dispersas y sus hermosos bosques, Aasgaardstrand sigue ofreciendo el - 18 -
Principal ciclo artístico
La voz, 1893-1894. Óleo sobre lienzo, 87 x 70,5 cm. Museo of Fine Arts, Boston.
mismo aspecto que hace cien años. Durante su primavera visita en el otoño de 1889, Munch se encontró aquí con Krohg y con Hans Olaf Heyerdahl. En el verano de 1889 alquiló una pequeña choza de pescador que finalmente adquirió en 1897. Tras el escándalo de Berlin, Munch expone nuevamente en diciembre de 1893 una selección de sus obras. Con un cuadro que se reconoce la playa de Aasgaardstrand, titulado La voz; (hoy en el Museum of Fine Arts, Boston), inicia una secuencia de seis lienzos que bajo el titulo «El amor» pasan después a formar parte de lo que será el núcleo del «friso de la vida». Un cuadro de la Galería Nacional de Oslo de tema afín, Claro de luna de 1895 va a servirnos de introducción al tema. En contraste con el cuadro bostoniano, echamos de menos a la joven mujer que mira al espectador desde el primer plano. En su lugar, el motivo central de la columna lunar se revela como el verdadero protagonista del - 19 -
El Frisio de la vida
cuadro. No se necesita ser ningún psicoanalista para reconocer en el agua y en la columna de luz, así como en los rígidos troncos que organizan las verticales del cuadro y en las suaves horizontales con que esta delineada la orilla, símbolos de lo masculino y lo femenino. El paisaje munchiano se convierte así en un espacio pictórico cargado de fuerzas, en cuyo seno las formas naturales pasan a ser notas características de un nuevo lenguaje formal. Llaman la atención si se compara el cuadro con su modelo natural, sea la playa de Aasgaardstrand o el bosque, la simplificación de la monumentalización la geometrización y la reducción de las formas de la naturaleza. Las ramas de los pinos se convierten en triángulos que recuerdan velas henchinadas por el viento el reflejo del brillo de la luna se convierte en una columna refulgente que flota sobre el mar. Tanto la renuncia a la prospectiva como la rigurosa forma de los troncos paralelos que se disparan abruptamente hacia lo alto, recogen el suave colorido aparentemente sin consistencia, en particular en la zona de transición entre el mari y la - 20 -
Claro de luna, 1895. Óleo sobre lienzo, 93 x 110 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
Principal ciclo artístico
tierra firme. Mediante el empleo de motivos por demás sugestivos –la luna, el mar, etc.–, el suave manejo del pincel y la compenetración de luz y sombra, la composición adquiere a pesar de su formato medio una claridad y una solidez tal que no es difícil imaginarse una versión monumental del cuadro, como los grandes lienzos que ocupan toda la pared con que Munch decoraría veinte años más tarde el Aula Magna de la Universidad de Oslo. Munch extrajo de su experiencia con el público –que no veía en sus cuadros sino los borrones, trazados con mano violenta, de un pintor empeñado en ofender el buen gusto y las buenas costumbre– la obvia conclusión de que sus obras serían más accesibles si las presentaba integradas en un ciclo. «Estos cuadros míos, tan difíciles de entender, serán, creo yo más comprensibles si se los presenta formando un conjunto entre sí… los cuadros tendrán por el tema el amor y la muerte.» En 1902, en los salones de la Sezession berlinesa, y en 1903, en la Galería P.F Beyer e hijo de Leipzig, fueron presentados por primera vez al público los cuadros de Munch, formando un conjunto llamado «El Friso de la vida». La circunstancia de estar dividida la exposición en cuatro paredes sugirió a Munch los siguientes títulos: «el despertar del amor», «La plenitud y el fin del amor», «Miedo a la vida», «Muerte».
«En 1902 se exhibió el ‹friso de la vida› en la sezession berlinesa como friso, instalado a lo largo de las paredes del vestíbulo. Los cuadros perdieron en impacto e inmediatez, pues estaban colgando a demasiada altura. Los lienzos llevaban marcos blancos diseñados por mí. Y no dejaron de impresionar a los espectadores, ya que a pesar de las disimilitudes los cuadros se parecían entre sí diferían en el colorido y en el tamaño, aunque, además de los marcos, estaban vinculados por ciertos colores y líneas horizontales y verticales las verticales de las paredes y los arboles, de los suelos, de la tierra, de los techos, de las copas de los arboles y todavía más horizontales en las líneas del mar ondulante canción de cuna. Había unos tonos verdigrices muy tristes en las habitaciones de donde alguien acababa de morir, gritos anunciando calamidades bajo un cielo color sangre, una mancha chillona de rojo sangre, una mancha chillona de rojo, amarillo y verde luminosos. Era como una sinfonía, los cuadros provocaron gran alboroto, gran hostilidad y gran aclamación». edvard munch
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El Frisio de la vida
Si bien el cuadro Pubertad, de 1894, no fue exhibida en esta ocasión, desaparecida hoy en día, como una lograda invención pictórica precursora de la serie que se llamará «El despertar del amor». En el borde de una cama, en un estrecho escenario, vemos sentada a una adolescente desnuda. La cama, a derecha e izquierda interrumpida por el borde del cuadro, compone la serena horizontal del cuadro, Compone la serena horizontal del cuadro, sobre la que el cuerpo erguido de la muchacha parece estar fijado. La luz que penetra por el lado izquierdo hace que el cuerpo de la adolescente proyecte una gran sombrea oscura; ésta refuerza la inestabilidad de la ya en sí insegura posición de la muchacha, al tiempo que introduce una amenaza. Sombra y labilidad descalifican la interpretación del cuadro como «modelo por primera vez», tema común entonces y muy al gusto de la mordacidad del público. En su manifiesto de St. Cloud, unas notas escritas por Munch a comienzos de 1890 en el suburbio parisino, leemos a propósito de la sombra: «Cuando paseo bajo el brillo de la luna, entre viejas construcciones cubiertas de musgo, que entre tanto me son familiares». Mientras que en este pasaje la sombra se experimenta como la memoria del pasado y de los fallecimientos ocurridos en el seno de la familia, la espesa sombra de la muchacha se nos aparece como una amenaza de hechos futuros. Los ojos muy abiertos, los brazos que cubren el sexo expresan elocuentemente lo que significa para la muchacha la entrega a lo desconocido, el despertar a la sexualidad, por primera vez aparece aquí con toda claridad la asociación de miedo y sexualidad característica del «Friso de la vida». Pubertad, 1893. Óleo sobre lienzo, 151 x 110cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
«Me da miedo mi propia sombra. Cuando enciendo la lámpara, veo de repente, mi propia sombra proyectada en la pared y el techo, y en el gran espejo que cuelga sobre la estufa me contemplo a mí mismo, mi propio rostro de fantasma, Y vivo con los muertos, con mi madre, con mi hermana, con mi abuelo, con mi padre –sobre todo con mi padre– Todos los recuerdos, los más pequeños detalles desfilan ante mis ojos». edvard munch
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Principal ciclo artístico
Claro de luna, 1893. Óleo sobre lienzo, 91 x 135 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
Al comentar La niña enferma y Noche en St. Cloud, dijimos que las figuras en los interiores daban la impresión de estar presas en un acuario. El lienzo Claro de luna, que data de 1893, de formato casi cuadrado, nos muestra en el primer plano a una joven mujer apostada delante de una cerca; al fondo distinguimos una casa de madera. De modo parecido al cuadro La voz, pintado el mismo año, la figura femenina de tres cuartos que mira de frente al espectador tiene las manos a la espalda. Por lo que respecta a la composición, el cuadro muestra una organización estrictamente geométrica. Las ripias blancas de la cerca, que reflejan el brillo de la luna, ascienden en paralelas formando una especie de montura en la cual se - 23 -
El Frisio de la vida
engarza la parte inferior de la figura, de forma ligeramente cónica. La pared marrón de madera y la ventana enmarcada de blanco contribuyen a la composición geométrica con sus sobrias verticales y horizontales, en contraste con la mitad izquierda del cuadro ejecutada en tonos de verde muy oscuros y que sugiere una profundidad insondable. A esta zona oscura se una la sombra de la mujer que se proyecta sobre la pared de madera. Y mientras que en el extremo derecho vemos surgir algunas flores de la oscuridad, en el izquierdo se discierne el bulto rojizo de una figura que resulta imposible de identificar. Existe una versión del mismo motivo de formato más pequeño pero con un escenario más - 24 -
Casa en claro de luna, 1895. Óleo sobre lienzo, 91 x 70,5 cm. Colección Rasmus Meyer, Bergen.
Principal ciclo artístico
La tormenta, 1893. Óleo sobre lienzo, 91 x 131 cm. Museum of Modern Art, Nueva York.
amplio, Casa en claro de luna, pintada en 1895. La casa, que podemos identificar como la cabaña de Aasgaardstrand alquilada por Munch, ocupa el centro del cuadro. Frente a la oscuridad del jardín se encuentra una mujer de la que no se percibe más que la firme columna aislada, el polo opuesto de la casa en tonos de rojo con sus dos ventanas enmarcadas de blanco. El carácter más bien estático de la composición se ve amenazado por dos formas particulares: a la derecha, una ola de matorrales y arbustos evolucionan hacia la mitad del cuadro; y en la diagonal vemos una sombrea que avanza en dirección a la falda y que gracias al sombrero podemos identifica como la sombra de un hombre. Bien se trate de una despedida - 25 -
El Frisio de la vida
de una bienvenida, la escena en el claro de luna está dominada por una peculiar mezcla de goza expectativa y temerosa incertidumbre. Un cuadro poco conocido en Europa es la tormenta, de 1893, adquirido en 1974 por el Museum of Modern Art de Nueva York. Como casi todos los cuadros de Munch, La tormenta tiene un antecedente real, una causa externa que le sirvió de inspiración. El entonces director de la Galería Nacional de Oslo, Jens Thiis, informó a Munch sobre una gran tormenta que había asolado las playas de Aasgaardstrand. Como dijimos más arriba, este balneario había sido frecuentado por Munch durante muchos veranos. Durante las vacaciones solían venir muchas familias, sobre todo mujeres con niños cuyos maridos trabajan en Cristianía. Al lugar se podía llegar mediante un vapor que circulaba periódicamente. La tormenta, el grupo de mujeres y Aasgaardstrand, quien identificamos fácilmente por la presencia del «Casa KØsterud», que Munch tantas veces pintó en sus cuadros, son los elementos naturalistas a partir de los cuales el artista creó un paisaje anímico. La casa «…Un mérito tiene Munch frente a los artistas de la grande y segura con sus ventanas iluminadas. Munch raspó anterior generación: sabe mostrarnos lo que ah sentido, los colores alrededor de los tonos de amarillo para acentuar lo que lo conmueve, y a ello subordina todo lo demás». la intensidad de la iluminación, representa la seguridad christian krohg que el grupo de mujeres que vemos a la izquierda acaba de abandonar. Vestidas de diversos colores, sus figuras apenas insinuadas mediantes pinceladas sueltas. Las mujeres parecen alarmadas en la parte izquierda del cuadro. Una mujer vestida de blanco está casi en el centro del cuadro. ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué representa el cuadro? Munch consigue transformar una dramática representación de la naturaleza, expresada por el bramar del viento y por el craso contraste entre el resguardo que ofrece la casa con las ventanas iluminadas y la indomabilidad de la noche, en el símbolo de un solo amortiguar el bramido del ciento y el estruendo del mar; ellas simbolizan también el malestar interior, la disposición psíquica de una sociedad que –como en los dramas de Ibsen– puede explotar en cualquier momento. El grupo de las mujeres está ordenado de tal manera que parece personificar la energía. La mujer vestida de blanco es el prototipo no sólo de la figura asexuada del El grito que Munch tantas veces varío, sino también de las figuras centrales de una serie de obras de formato como La mujer en tres estadios, El baile de la vida, y el llamado «Friso Reinhardt». En la primera pared de la exposición de 1903 –que, como hemos dicho, llevaba por título «El despertar del amor»– colocó Munch El beso, que se encuentra en la actualidad en el Munch-museet, data de 1897: se trata de una versión más reducida y concentrada del cuadro del mismo título y de la misma fecha expuesto en la Galería Nacional de Oslo. Como causa externa motivadora del cuadro se - 26 -
Principal ciclo artístico
El beso, 1893. Óleo sobre lienzo, 99 x 81,5 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
puede reconocer una escena de despedida con carácter autobiográfico: un hombre da a una mujer un beso de despedida en una habitación que recuerda el cuarto alquilado por Munch en St. Cloud. Sobre todo la cortina colgada a un lado, el visillo y la cruz de la ventana son motivos que recurren en muchos de los bocetos hechos por Munch para la Noche en St. Cloud. Entre el visillo azul claro que permite ver la luz proveniente d la calle y la oscura pared castaño rojiza a la derecha, se distingue la silueta de una pareja (los contorno no permiten separarla) entrelazada en un beso. «percibimos dos figuras humanas cuyos rostros se han fundido en uno solo. - 27 -
El Frisio de la vida
En el extenso entorno de esta temática se incluye Hombre y mujer de 1898, cuadro que se encuentra actualmente en Bergen. La atracción fatal de los sexos, así como la amenaza que significa la propia sexualidad, vuelven a ser expresadas mediante la sombra oscura y pesada que sorprende a la mujer por la espalda y viene a erguirse sobre la cabeza del varón. La cabeza y el rostro de la mujer se hallan enmarcados en una especie de aureola de color rojo. Desnudo hasta la cintura, el hombre inclina su torso hacia delante y apoya melancólicamente su cabeza sobre el brazo acodado. Justo por el hecho de no conferir facciones propias al rostro femenino –el rostro del hombre permanece oculto al espectador–, puede Munch,
Hombre y mujer 1898. Óleo sobre lienzo, 91 x 70,5 cm. Colección Rasmus Meyer, Bergen.
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Principal ciclo artístico
«Mi pintura es en realidad una confesión hecha por mi propio albedrío, un intento de aclararme a mí mismo mi concepto de vida… En el fondo, no es sino una especio de egoísmo, pero no quisiera perder la esperanza de que pudiera ayudar a otros a alcanzar claridad sobre sí mismos». edvard munch
Madonna, 1894-1895. Óleo sobre lienzo, 91 x 70,5 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
igual que en El beso, prescindir aquí de un tratamiento psicológico del tema. Por las fotografías que se conservan de la exposición de Leipzig de 1903, sabemos que dentro del «Friso de la vida» el cuadro Madonna, inauguraba la serie dedicada al tema de la «Plenitud y el fin del amor». Sin embargo, no puede decirse a ciencia cierta cuál de las cinco versiones existentes del cuadro fue expuesta en Leipzig. Todo lo que se sabe es que, cuando fue exhibido por primera vez en 1893, el lienzo estaba enmarcado en un marco que llevaba pintados o tallados espermatozoides y embriones humanos. Este marco, que más tarde fue cambiado y que, al parecer, se perdió, confería al desnudo femenino en un doble significado: aludía, por una parte, a la concepción (espermatozoides), y, por la otra, a la muerte (los embriones tenían por cabezas calaveras). El rasgo más característico de la composición es el parecer la figura desnuda mostrada hasta la cadera, como suspensa en el aire, impresión que sólo en parte se debe a las líneas trazadas con pincel grueso y de apariencia fluvial que circundan - 29 -
El Frisio de la vida
La postura de los brazos –la mano detrás de la cintura– hace que el pecho y el vientre de la mujer se inclinen hacia adelante hablando en términos mitológicos o literarios, la Madonna (o mujer enamorada, como también se llama el cuadro). De Munch oscila entre Salomé y Ofelia. Justamente en este estado de indecisión –entre sueño y la vigilia, entre estar de pie o acostado, entre el emerger de las aguas y el sumergirse en ellas, entre el mostrar y el ocultar– radica el encanto del cuadro que representa, junto con El grito, La creación Pictórica más famosa de Munch. Mientras los ángulos superiores viven del contraste entre el rojo y el marrón, el azul y el negro, la aureola en rojo brillante, reducido a una exigua
El día siguiente, 1894. Óleo sobre lienzo, 91 x 70,5 cm. Nasjonalgalleriet, Oslo.
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