Gary Jennings
Halcón
—Yo sólo predije que cesaría de quereros —contestó el judío sin ceder un ápice —, pero no predije que sucedería... con un acto filial de cariño. O de abnegación. Os ha dejado, saio Thorn, pero ¿a cambio de qué? —De su deber y su misión, quizá —se oyó decir a otra voz, dulce y profunda—. Un hombre con una misión que cumplir no tiene por qué arrastrar el peso inútil de una simple... —¡Calla, Thor! —bramé, al tiempo que Meirus dirigía al recién llegado una hostil mirada. Estuvimos un instante callados, mirando el pobre cadáver, y de nuevo dije para mí: —La iba a enviar sola a Novae, y había olvidado que en cierta ocasión me había dicho que sin ama o amo estaba perdida y como huérfana. Supongo que es lo que la impulsó a... —alcé la vista y vi los ojos burlones de Thor clavados en mí, como desafiándome, y procuré poner cara de viril resignación. —Bien, sea cual haya sido el motivo —dije con la mayor frialdad posible—, ojalá no lo hubiese hecho... —mi voz estaba a punto de quebrarse, por lo que me volví hacia el judío—. Como cristiana que era, ha pecado gravemente contra la voluntad de Dios; deberá ser enterrada sin sacerdote, ceremonia ni absolución; de un modo execrable, en tierra no bendecida y en tumba anónima. —¡Tsephníwa! —exclamó Meirus con desprecio, y a mí me pareció un terrible vituperio—. Quizá desdeñéis el judaismo, mariscal, pero no es una religión tan fría y cruel como el cristianismo. Dejad a esa pobre muerta en mis manos, que yo me ocuparé de que sea enterrada con la compasión, decencia y dignidad que el cristianismo le niega. —Os lo agradezco, buen Barrero —dije con auténtica sinceridad—. Si en algún modo puedo devolveros el favor, no es necesario que deis un caballo a Maggot. Si aún deseas acompañarnos —añadí, dirigiéndome al armenio—, puedes cogerla montura de Swanilda que ya está ensillada. Maggot miró indeciso a Meirus, a Thor y a mí, hasta que su amo le dijo: —Cógelo, Maghib. Ese caballo es mejor que ninguno de los que yo tengo. El armenio hizo un gesto de aceptación resignada. Luego, Meirus hizo algo que me extrañó, y preguntó a Thor en vez de a mí: —Fráuja Thor, ¿queréis examinar este pergamino que he redactado y ver si está correcto? Es una acreditación a nombre de Maggot para que se ocupe de mis intereses en el comercio del ámbar. Thor se apartó del pergamino que le ofrecían, algo ruborizado, pero en seguida recuperó la actitud que Meirus había llamado «arrogante» en repetidas ocasiones y contestó altanero: —Nada sé del comercio del ámbar ni de escribanía; es decir, que nada sé de la monótona faena clerical de la lectura. 494