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por Julito

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el Inicio


el Inicio

uno

El humo asciende del cigarro que reposa en el cenicero que está sobre el escritorio. En el ambiente se mezclan el aroma del tabaco con el de café caliente. –¿Puedes contarme nuevamente lo que pasó? –pregunta el doctor que está sentado frente a él del otro lado del escritorio, mientras toma la taza de café con ambas manos, para beber de ella un pequeño sorbo. René lo mira fijamente a los ojos, se acomoda en la silla. Aún no tiene la certeza de que el interés del doctor en su historia sea genuina, o un intento más de parte de sus captores por descubrir cuánto sabe del complot en realidad. Deposita su cigarro en el cenicero y, mientras suelta el humo poco a poco por la boca, comienza su relato. –Pasaron casi cuatro años y medio desde la gran catástrofe, aquella llevó a la tierra al borde de la destrucción. Y es que por muchos años las naciones estuvieron sumidas en una guerra silenciosa. Enemistadas entre sí desarrollaban armas químicas y nucleares para provocar el temor de los demás, sin embargo el resultado era lo contrario, el orgullo llevaba a cada país a invertir en su armamento con el fin de demostrar su hegemonía.


La Organización de las Naciones Unidas había perdido credibilidad y fuerza, y ninguna otra organización que promoviera la paz o el desarme era escuchada, ni aún los líderes religiosos más influyentes que se unieron en un intento de unificar las religiones a fin de promover la paz, el respeto y la tolerancia pudieron lograr algo. Los ataques terroristas, desde las Torres Gemelas, fueron en aumento tanto en número como en crueldad. El espionaje estaba en su apogeo. Las alianzas entre naciones no eran duraderas y casi todas terminaban en reclamos, conflictos, acusaciones y hasta amenazas. Corría el tercer mes del año 2027 cuando se presentó un error a nivel mundial en las computadoras, causado por un virus informático que un “hacker” infiltró en los centros de inteligencia militar de las principales naciones. Fue así como todas las armas nucleares se activaron y apuntaron a diferentes puntos. Ninguna de las naciones afectadas buscó el diálogo, no estaban dispuestas a escuchar justificaciones, y muchos menos a rendir explicaciones. ¿Por qué lo harían?, si era la tan esperada oportunidad para hacer gala de su poderío militar. La temida, pero a la vez muy eminente, “Tercera Guerra Mundial” dio inicio en el momento en que un misil nuclear fue lanzado sobre Irán, la ‘Gran Catástrofe’. En respuesta, el Estado Islámico, Corea del Norte y demás naciones aliadas, activaron armas químicas en diferentes ciudades principales de los países que festejaron el primer ataque. Las reacciones de repudio e indignación alrededor del

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mundo no se hicieron esperar e inmediatamente tres naciones re-direccionaron su armamento nuclear y apuntaron a lugares estratégicos. Nadie creyó que los lanzarían, se creía que era tan sólo para amedrentar a sus adversarios. No obstante, una bomba más fue lanzada a Corea del Norte, y el contrataque de sus aliados fue devastador. Misiles llovieron sobre América. Muchas ciudades, e incluso países fueron reducidos a escombros. La selva del Amazonas y los bosques de Canadá desaparecieron en un instante. En diversas partes del mundo se reportaron brotes de terribles enfermedades, provocadas por armas químicas que activaban en sangrientos y cobardes actos terroristas. Epidemias y nuevas enfermedades mortales, trasmitidas de diversas formas, mataron a cientos de miles, pese a las medidas extremas tomadas, las cuarentenas y hasta toques de queda que se implementaron. La guerra también provocó que una tercera parte del mar, de los ríos y manantiales se contaminara. A tan sólo tres años de haber iniciado la guerra la pobreza llegó a su momento más crítico. La comida no era suficiente, el precio de los alimentos de la canasta básica era muy elevado, y la producción de alimentos disminuía aún más, ya que la tierra se volvía cada vez más estéril. La violencia y la delincuencia eran imparables. Y las otras dos naciones aún mantenían apuntado, entre ellas, su armamento nuclear. El lanzamiento de estas bombas representaba el fin de la humanidad, y así hubiese sido de no ser por YafZair.

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YafZair era un hombre muy rico y poderoso. Dotado de gran elocuencia y de un gran corazón. Desde muy joven comenzó a recorrer el mundo invirtiendo su inmensa fortuna en innumerables proyectos que, a su consideración, en el futuro podrían traer beneficios a la humanidad. Su participación e inversión en acciones en pro del medio ambiente también era de notarse. Fue él quien pudo dialogar con los líderes de las naciones en pugna, logrando lo que parecía imposible: detener la guerra para restaurar la paz mundial. Presentó un proyecto con el que todas las naciones de la tierra, sin excepción, serían beneficiadas. Cada líder mundial fue convencido por la propuesta y desistieron en su intento de demostrar su poder a través de la guerra. Cada nación permitió a YafZair moverse libremente a fin de activar el proyecto y en menos de un año se acabó la crisis de alimentos. Se desarrollaron vacunas para las enfermedades más peligrosas y mortales con el financiamiento de YafZair. La riqueza se repartió de manera más justa. Y surgió así en el 2030 la gran alianza mundial, en el momento en que las naciones poderosas le entregaron autoridad total por cuatro años como voto de confianza a YafZair. Las naciones menos poderosas hicieron lo mismo en gratitud. El sueño imposible se hizo realidad: toda la tierra bajo un gobierno de completa paz y prosperidad; toda la tierra bajo un mismo sistema monetario, un control único para comprar y vender.

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A fin de acabar con la violencia, con el terrorismo, narcotráfico y todo acto que arriesgara la paz que existía entre las naciones, se creó un equipo especial, con los 70 mejores agentes secretos del mundo, la IG (Inteligencia Global). IG fue un proyecto que vio su origen después del ataque del 11 de Septiembre del 2001. Militares condecorados y retirados de diferentes países del mundo, previeron el peligro que estaba por venir, así que en secreto se aliaron y reclutaron a jovencitos dotados y excepcionales, de diferentes nacionalidades, a fin de darles entrenamiento militar muy especializado, con la esperanza de crear un grupo de súper espías que en el futuro pudiesen evitar otro ataque terrorista como el que pasó. Con las medidas que había tomado YafZair, se presentaba el momento y la ocasión que esperaban para presentarse y servir a la humanidad. Las anécdotas que se contaban de las acciones emprendidas por la IG eran realmente increíbles. No se enteraban por dónde entraban o salían. Los agentes eran especialistas, por tanto mandaban dos o tres según el tipo de acción que se requiriera y el lugar en el que era la misión. Cualquier brote de violencia o intento de romper con el orden mundial era rápidamente apagado por la IG. Gracias a la acción de ellos se respiraba una aparente paz mundial. Tres años más pasaron y la pesadilla casi había quedado en el olvido, todo ese momento oscuro estaba a punto de quedar atrás, pero una nueva amenaza surgió. Y es que comenzaron a aparecer pin-

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tas sobre bardas que decían: “El poder total corrompe”. Se repartían volantes que anunciaban el levantamiento o la llegada de un ejército para tomar el poder. La vida de YafZair corría peligro. Un agente de la IG murió en acción. Pero antes de perder contacto envió información y pruebas de que efectivamente un líder guerrillero estaba levantando un ejército muy bien entrenado, armado y preparado para pelear en contra de lo establecido por YafZair. Este nuevo ejército predicaba que “ningún ser humano debía tener poder absoluto, porque esto corrompe”. Entre la evidencia habían audios en los que se hablaba de contar con un armamento sumamente poderoso. Literalmente se decía que las armas “no eran de este mundo”. Y aunque no se contaba con prueba alguna de la existencia o la naturaleza de este armamento, se asumió que el agente no tuvo tiempo de enviar las pruebas. Los 69 agentes restantes de la IG tenían que entrar nuevamente en acción de manera simultánea, a fin de descubrir la identidad y capturar al líder de este levantamiento. La meta era acabar con el ejército en formación, y decomisar el armamento que estaban desarrollando. Por tres meses los resultados de la búsqueda eran poco alentadores. Ninguno de los agentes pudo encontrar vestigio alguno del armamento, y siempre que se llegaba a alguno de los lugares detectados como escondite, ya no estaban. Parecían estar siempre un paso adelante. Como si alguien les advirtiese. Hasta que se dio la terri-

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ble noticia de que dos agentes más habían caído en acción. Pero uno de ellos portaba un audio en el que se anunciaba que el ejército estaba listo para la señal, la cuál, según se entendía en el audio, podía ser en cualquier momento. Ese era el mayor problema, que no hablaban de una fecha, sino de señales previas. El ataque del grupo guerrillero era eminente. La paz mundial estaba bajo amenaza.

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la Misiรณn


la Misión

dos

La noche es sumamente fría y oscura en Ciudad Alfa. Escasos rayos de luz de la luna logran escapar entre la espesa pared de nubes que cubren el cielo. Esta noche hay superluna, por lo que se veía más grande y más brillante, y en unas horas más comenzaría el eclipse que provocaría la aparición de una “luna de sangre”. Sin embargo, también se había pronosticado la entrada de un frente frío para esa noche, por lo que las calles quedaron vacías. Y, en efecto, el cambio fue muy brusco y el viento soplaba tan fuerte que la mayoría de las personas prefirió no salir esa noche para evitar enfermedades, y es que el recuerdo de epidemias terribles del pasado provocaba el extremo cuidado en la salud. El frío era tal que, al tocar el cuerpo, se sentía como si penetrara provocando una sensación de dagas atravesando la carne hasta tocar los huesos. Pese a ello, sobre el cofre de su auto deportivo, estacionado a orillas del río contaminado que bordeaba la ciudad, se encuentra meditando el agente de la IG conocido como ‘Camaleón’. Los últimos meses han sido, por lo menos para él, desconcertantes y frustrantes. Se sentía decepcionado de sí mismo, ya que era considerado el número uno de la IG, pero no había podido descubrir algo. Meses atrás fue designado a descubrir en Ciudad Alfa, la ciudad donde vivían sus padres, uno de los cuarteles del ejército enemigo. Pero aún no tenía ni la más mínima idea de quién, quienes o dónde.


Juega con sus dedos un cigarro, con la mirada perdida, repasando una y otra vez en su mente todas las pistas, claves, lugares que ha visitado. El resultado, vez tras vez, nada. Finalmente se lleva el cigarro a fin de apaciguar un poco el frío, pero sobre todo la frustración. La claridad del fuego del encendedor ilumina sus ojos color miel; resaltan sus cejas pobladas y su nariz recta. Da una fuerte y larga aspirada soltando el humo poco a poco mientras observa cómo se oscurece el ambiente al cubrirse en su totalidad el cielo con las nubes de frío. Pese a ello se podía vislumbrar la brillante luz de la superluna de esa noche. Dirige la mirada alrededor, cerciorándose de que estuviese completamente solo. Lleva el cigarro a la boca, mete la mano en la bolsa izquierda de su pantalón y saca un objeto metálico, con el tamaño y forma de cualquier tarjeta de presentación. Da una larga aspirada a su cigarro y lo arroja hacia un lado, toma el objeto con ambas manos y desliza su dedo sobre la superficie surgiendo un holograma que ilumina el lugar completo. “Saludos Camaleón. Tengo terribles noticias. Hemos confirmado lo que tanto temíamos. ¡Estamos siendo cazados! Cinco agentes más han sido abatidos y tres más están desaparecidos. Asumimos lo peor. Esa es la razón por la que los hemos situado cerca del Complejo. Mañana a las 1200 nos reuniremos los sobrevivientes. Pero es necesario que dirijas y completes la siguiente misión antes de las

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1000 y nos informes de inmediato. Las acciones que emprenderemos en el futuro dependerán del resultado de tu misión. Por fin hemos identificado a la mano derecha del enemigo, su centro de operación está en el número 27 de la calle W. Wallace de Ciudad Alfa. El objetivo es entrar, capturar y traer al espía para interrogarlo. Una cosa más, estamos casi seguros de que hay un traidor entre nosotros, no podemos imaginar cómo, pero al parecer el enemigo tiene un agente de los nuestros a su servicio. Esta es la razón por la que nadie excepto yo tiene conocimiento de esta misión y solamente tú sabes el objetivo. Tus refuerzos ya han sido enviados, informándoseles que serán respaldo tuyo para robar información en un complejo. El punto de reunión será el edificio abandonado ubicado frente al objetivo a las 700 horas. ¡Extrema precauciones! ¡Buena Suerte!”. El holograma desaparece y Camaleón arroja el objeto a unos tres metros hacia su derecha, justo a una esquina en donde había polvo y hojas que quedaron allí por la acción del viento. La tarjeta se incendió, expidiendo una intensa luz azul, casi a punto de tocar el suelo. Un simple pedazo de metal inservible que estuvo expuesto al fuego fue lo que quedó. Bajó lentamente del cofre de su auto, la noticia que acababa de recibir lo tenía aún más inquieto y desconcertado. La IG tenía la misión de guardar la paz mundial. ¿Qué podía pasar si fracasan? Y ¿cómo era posible que ellos, siendo los mejores, es-

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tuviesen no sólo fracasando, sino siendo cazados? Su mente voló a pensar en lo absurdo que era el hecho de que un agente de la IG estuviese de lado del enemigo de la paz. ¿Qué pudo orillarlo a tomar esa decisión? Pero había por fin una oportunidad, y ahora todo estaba en sus manos. De él dependía no sólo la seguridad de los demás agentes, sino mantener la paz mundial. Justo en ese instante se abría un espacio entre las nubes a través del cual se podía observar la luna en su totalidad. Respiró profundamente, abrió el auto y se introdujo. Miró la hora en el tablero de su auto, las 8:31pm. Y estaba a punto de colocar su dedo en el scanner de encendido ubicado a un costado del volante, cuando sonó su teléfono móvil. Lo sacó del bolsillo de su camisa. –Hola papá –respondió un poco indiferente. –¡Buenas noches hijo! –se escuchó la voz sumamente entusiasmada de Ariel, su padre–. Tu mamá y yo queríamos saber si querrías venir a la casa y ver el eclipse juntos... o quizás puedas pasar aunque sea un momento. Ya tienes casi tres meses en la ciudad y no has venido a saludarnos. –Lo siento papá he tenido mucho trabajo. De hecho, mañana debo levantarme muy temprano y necesito descansar. –No te pido que te quedes mucho. Tan sólo queremos poder abrazarte. Hazlo por tu mamá, ya la conoces. No me dejará dormir en

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paz si no logro convencerte. Ya sabes que cada año tiene la esperanza que vengas a pasar por lo menos un rato con nosotros. –Se hizo silencio y se escuchaba la respiración agitada de Camaleón. – Vamos René, tan sólo te pido que vengas a probar un poco de la cena que tu mamá ha preparado, ya la conoces, quería que fuese sorpresa pero debo decírtelo, te ha preparado un pastel. Deseamos tanto poder dar gracias a Dios por un año más que te concederá de vida, ya que quizás mañana no se pueda. –Está bien papá. Llego en unos minutos. Pero sólo será por poco tiempo. –Sí hijo. ¡Te agradezco mucho! Te esperamos en la casa. Camaleón termina la llamada y observa su teléfono móvil. Levanta la vista y se mira en el retrovisor de su auto, como si intentara descubrir en su mirada o quizás aún más en su interior, algo que al parecer no sabía que pudiese ser. Un año más de vida, había olvidado casi todas las fechas importantes, hasta la fecha de su propio cumpleaños. Finalmente guarda su teléfono, acomoda el retrovisor, enciende su automóvil y se dirige a casa de sus padres. En casa de Ariel, éste cuelga el teléfono y con una enorme sonrisa voltea hacia la cocina donde se encuentran su esposa Azucena y Olam, esperando la noticia con mucho entusiasmo. –¡Misión cumplida! Él viene. Imagino su rostro de sorpresa cuando vea a uno de sus compañeros de trabajo con nosotros.

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Olam dibujó una sonrisa de satisfacción, tomó la mano de Azucena con sus dos manos y dirigió nuevamente la mirada hacia Ariel. –No tiene idea de lo feliz que estoy de poder conocerles... al fin. Como les había dicho, tiene mucho que René y yo no nos vemos. Temo incluso que no me reconozca. Pero me di a la misión de contactar a viejos amigos y vaya fortuna la mía. ¿Quién lo diría? El día que por fin lo localizo es justo su cumpleaños. Pero qué emoción tan grande ser parte de este día que seguramente René no olvidará jamás.

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sombras


sombras

tres

La habitación hubiese estado en completa oscuridad de no ser por el fuego de la ecochimenea. Frente a ella, con una mano recargada sobre la pared, y con la otra vertiendo más combustible, se encuentra el agente de la IG conocido como ‘Sombra’. Voltea hacia su derecha y dirige sus pasos hacia el bar, que estaba ubicado en la esquina próxima a la ventana corrediza que daba al jardín de la casa, al tiempo que se pone su gabardina. El viento frío entraba a través de la pequeña abertura de la ventana, levantando las cortinas y provocando un ligero silbido. Sombra llega al bar y se quita un dardo que llevaba clavado en la nuca. Lo examina cuidadosamente, su rostro dibuja una sonrisa burlona y lo deposita sobre el bar. Toma la primera botella que ve. La acerca a su rostro, de tal forma que la luz del fuego ilumina la etiqueta. Lee en voz alta. –Campogiovanni Brunelo di Montalcino –la descorcha y aspira el aroma–, del año 2002. ¡Veamos si ese año nos deja un buen sabor de boca! –se ríe. Coloca una copa y se sirve hasta la mitad. Deja la botella sobre la barra y tomando la copa con su mano izquierda, voltea para dirigir su mirada hacia la sala, da unos cuantos pasos al frente y levantando la copa como para brindar, continúa hablando en voz alta.


–¡A tu salud!... agente Veneno –dicho esto se bebe todo el vino que se ha servido y arroja la copa hacia el cuerpo sin vida de un agente más de la IG, que yace boca abajo rodeado de un charco de sangre. La copa pega en un costado del cuerpo del agente pero no se rompe. –Pues no tenías mal gusto –se vuelve hacia el bar y toma la botella de vino–. Creo que me llevaré la botella para el camino. No te molesta, ¿o sí? –carcajea dirigiéndose con un andar arrogante y burlón hacia el cuerpo del agente muerto. Se detiene justo a un lado y observa el cuerpo inerte con una mirada llena de éxtasis. Derrama vino sobre la cabeza del cadáver mientras se agacha para levantarla tomándola del cabello. Se puede ver el corte profundo que tenía en la garganta y con su dedo imita la ruta que siguió el arma homicida, mientras su lengua recorre sus labios, como saboreando el recuerdo del instante. Dirige su mano hacia su bota izquierda y asegura la funda que guardaba el cuchillo con el que había matado al agente. –Un corte perfecto –y azota la cabeza contra el suelo con ira y lo mantiene prensado contra el mismo, sus botas militares, parte de su gabardina e incluso su rostro se salpican con la sangre y vino, pero parece no molestarle–. Sabías que venía por ti, agente Veneno, no debiste esperarme. ¿En verdad creías que podías vencerme no es así? ¡Ingenuo!

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Su vista por un momento se nubló y comenzó a sentir un ligero adormecimiento. Llevó su dedo a la herida que le dejó el dardo del agente Veneno. Dirigió de inmediato su mano a una de las bolsas de su gabardina, de la cuál sacó un estuche metálico, no más grande que un encendedor. –Permíteme... ya es momento de aplicarme la segunda dosis del antídoto –toma un parche con micro agujas del estuche y se lo coloca en la yugular–. Ya comenzaba a sentir el efecto de tu ponzoña letal. Veneno usaba un arma en su muñeca que lanzaba tres tipos diferentes de mini dardos envenenados. Uno paralizaba, otro era adormecedor y uno más era letal. Fue con uno de estos dardos con el que alcanzó a herir a Sombra. –¿Sorprendido? Me dieron un antídoto contra tu ponzoña. Una dosis me la apliqué antes de venir a buscarte, según se me instruyó retrasaría el efecto, y me instruyeron que debía colocarme una más entre 15 y 20 minutos después de haber recibido el dardo para inmunizarlo completamente. No creí que sería necesaria la segunda dosis, pero debo darte crédito me sorprendiste con ese movimiento. Hizo una pausa mientras examinaba el dispositivo que tenía en la mano derecha el agente muerto con la cual lanzaba los dardos a sus oponentes.

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Se pone de pie sin desviar su mirada del cuerpo. Extiende su brazo rápidamente y señala el cuerpo con el dedo índice. –Por cierto, como ya habrás notado, no te hubiese servido de nada mandar la información que obtuviste. No soy el único, somos dos los infiltrados en el equipo. Con la botella en su mano izquierda bebe un trago grande de vino y comienza a retirarse del lugar. Al llegar justo en el medio de la habitación se detiene y mete su mano derecha en el interior izquierdo de su gabardina para sacar una bomba de luz. La programa y oprime el botón transparente y se enciende en el acto. La arroja cerca del cuerpo muerto y continúa avanzando, sin dejar de beber a sorbos, saliendo del estudio. Al llegar a la sala, dirige su mirada hacia el garage apreciando los tres autos deportivos alineados. –Definitivamente será el Veyron –pensó en voz alta acariciándose el mentón–. Aún recuerdo que hace años escuché que era el más rápido del mundo. Yo digo ¡que hay que ver si es verdad! Toma la llave y se dirige al auto corriendo, arroja la botella al asiento del copiloto derramando el poco de vino que quedaba, dejando una mancha en el asiento. De un salto sobre la puerta se sube y pasea su mano sobre la palanca de velocidades y finalmente coloca la llave en el switch y lo enciende. –¡Uy! ¡Qué bien suena! ¿Quién lo diría?, manejaré un clásico.

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Acaricia el volante y dirige su mirada al interior de la casa, gritando en dirección al estudio. –Tampoco te molesta si tomo uno de tus autos, ¿o sí? Riendo a carcajadas se aleja un poco más de 100 metros mirando por el retrovisor el destello de luz blanca que emite la bomba al estallar. Y se va mientras la casa comienza a arder en llamas. En su rostro se dibuja una sonrisa de gran emoción y pisa el acelerador a fondo. Mientras conduce a gran velocidad saca de una de las bolsas de la gabardina la tarjeta metálica y pasando su dedo sobre la superficie la coloca a un costado mientras el holograma surge. “Saludos Sombra. Esta es la siguiente misión. Mañana a las 700 horas en el número 27 de la calle W. Wallace en Ciudad Alfa. El procedimiento es el de siempre”. Termina el holograma y Sombra arroja la tarjeta hacia la carretera. Justo antes de pasar el letrero que indicaba que Ciudad Alfa está a tan sólo 55 kilómetros. Disminuye la velocidad al notar en el cielo que la sombra de la tierra comenzaba a cubrir la luna. El eclipse estaba comenzando. –¡Ay, por favor! No me digas que piensas hacer duelo por Veneno – grita hacia la luna entre una risa burlona. Se concentra de nuevo en la carretera y acelera. Mientras tanto, en casa de Ariel y Azucena, Olam se despide de ellos.

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–Me disculpo con ustedes, la estoy pasando de maravilla pero debo retirarme. –¡No!, René ya no ha de tardar en llegar –dijo Azucena. Quizás tratando de convencerse ella misma de que su hijo pronto llegaría. –¡Vamos mujer!, no podemos obligarlo a esperar más. El joven tiene responsabilidades. Además ya habrá otra oportunidad. Se dirigieron hacia la puerta y Olam sacó una pequeña caja adornada de su bolsillo. –Es una lástima que no haya podido saludar a René. Pero por favor, ¿podrían entregarle mi regalo de cumpleaños? –abrió la caja y sacó un reloj de bolsillo dorado y lo colocó en las manos de Ariel–. Dígale que cuando las cosas se pongan difíciles y lo planeado salga mal, cierre sus ojos, lo apriete fuertemente y comience a creer que las cosas sí pueden cambiar, entonces deberá soltarlo y decir: ¡Reiniciar Misión! Ariel y Azucena intercambiaron miradas de asombro, y luego miraron a Olam quien a su vez entendió que ambos querían saber el porqué de esas instrucciones. –En la compañía hemos visto una y otra vez que no siempre las cosas salen como deseamos y muchas veces vivimos atormentados por la culpa y la vergüenza, sobre todo cuando las consecuencias de tales decisiones son muy malas. Esas cosas en el pasado, a las cuáles muchas veces nos aferramos fuertemente, proyectan som-

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bras a nuestro presente que no nos permiten ser mejores o ver lo mejor que está por venir. Cuando se lo entregue, dígale que este es un dispositivo que tiene la capacidad de reiniciar cualquier misión. ¡Sé que no le encuentra sentido!, pero créame Ariel, ¡René lo entenderá! Hasta pronto. Señora, ¡ha sido un verdadero placer! Sin decir más, Olam se dio la vuelta y se alejó de casa de Ariel y Azucena.

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el Regalo


el Regalo

cuatro

René arriba a casa de sus padres. Detiene el auto y mira la hora: 10:03pm. ¿Cómo fue que me tardé tanto?, pensó. No se podía explicar porque huía tanto de sus padres. Le gustaba convivir con ellos, pero se justificaba una y otra vez para no tener que ir a visitarlos, y eso lo hace desde que entró a la academia militar a los quince años. Era experto buscando pretextos. ¿Será cierto lo que tanto me dijeron? ¿Siempre huyo de mis emociones? ¿Pero cuáles? Los amo… no son perfectos, tienen sus errores como todos. Pero los amo. Abre la puerta de su auto para salir, y al poner el pie izquierdo en el suelo su mente, en automático, comienza a trabajar en una excusa para no pasar a la casa. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no había notado que su madre, Azucena, estaba en la puerta viendo todo. Ella estaba pegada a la ventana esperando la llegada de su hijo y en cuanto vio el auto estacionarse salió para recibirle. Al ver que su hijo tardaba en salir del auto, le gritó a su esposo: –¡Ariel!, te dije que vendría. Aquí está. El grito de emoción de su madre lo hizo volver en sí y darse cuenta que no podía escapar del compromiso que había hecho con su padre. Salió de su auto y se dirigió a la casa, pero su mente aun trabajaba en una perfecta excusa para tan solo decir ¡hola!, y ¡adiós!


Azucena nuevamente lo vuelve a la realidad cuando lo abraza y lo llena de besos, uno tras otro. –¡Mi hijo! ¡Qué felicidad! Ariel, no te quedes allí parado. Ven y abraza a tu hijo. René mira a su padre y con la mirada le dice todo. –¡Hola hijo!, gracias por venir –dijo en un tono seco, aunque su rostro no pudo disimular su emoción–. Pasa, ¡estás en tu casa! René entra con su madre tomada de su brazo y el rostro recargado en su hombro. Azucena está sumamente emocionada, preguntándole mil y un cosas. Mientras que Ariel se encarga de cerrar la puerta, sin dejar de notar la silueta de un hombre parado en una esquina que, al parecer, dirigía la vista hacia a su casa. No lo reconoció. Era Olam. No se había retirado como dijo. Se había quedado a esperar la llegada de René. –Todo va muy bien. Justo a tiempo–pensó Olam en voz alta mientras miraba la hora en el reloj de bolsillo que tenía en su mano. Camina alejándose de casa de Ariel, silbando y sonriendo satisfecho por ver que René llegó a casa de sus padres. Sin duda recibiría su regalo. Levanta su vista al cielo, y entre las nubes logra observar que la sombra de la tierra ya cubre un cuarto de la luna. Dentro de la casa, sentados a la mesa, Azucena no dejaba de demostrar la dicha tan grande que sentía por tener a su hijo en casa.

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Ya había pasado una hora y las preguntas aún llovían sobre René. Algunas las respondía, otras eran respondidas por Ariel. –Mujer, eso no nos incumbe –era la frase más común con la que intervenía Ariel cada vez que una pregunta incomodaba a René. –¿Cómo que no? Yo quiero saber si dentro de algunos años ya podré aspirar a ser abuela o no. –¡No mamá!, aún no hay una futura “mamá de tus nietecitos” –y tomó su bebida. –Pues ya te estás tardando. A tu edad nosotros ya teníamos a un hermoso hijo. Ariel interrumpió esa incómoda situación colocando “el pastel sorpresa” en medio de la mesa, entre su hijo y su esposa. –Felicidades por tus 30 años, hijo. Que Dios te conceda muchos más. René miró a su padre fingiendo asombro a fin de no descubrirlo. Ni siquiera notó el momento en que su madre salió de su lugar para ir detrás de él. Lo rodeó con sus brazos dándole un fuerte abrazo y un beso en la mejilla. –¡Te amamos hijo! Ya sé que es mañana, pero no podíamos dejar pasar la oportunidad. René partió el pastel con una sonrisa disimulada en su rostro. Pero su mente voló a aquél cumpleaños 14 en el que la niña que tanto le

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gustaba estaba frente a él y en el momento de propinar una mordida al pastel, el chiquillo maleducado del salón empujó su rostro bruscamente hacia éste y todos se rieron de él. Fue la burla de todos. Y su padre en vez de hacer algo, le impidió propinarle una paliza a aquél abusivo, aunque meses más tarde no estaría para impedírselo. ¡Ah mi padre!, siempre tan cobarde. No imagino lo que me diría si supiera a qué me dedico. Terminaron de cenar y Ariel recordó el regalo de Olam. Lo sacó de inmediato de su bolso y lo puso frente a René, quién miró extrañado esa antigüedad que su padre ha colocado frente a él. –Hijo, este es un regalo de parte de tu amigo Olam. Estuvo aquí con nosotros esperando a que llegaras para saludarte y entregártelo personalmente pero… René interrumpió a su padre. Tomó bruscamente el reloj y lo examinó. En la parte posterior tenía grabada una “O”, en una tipografía muy estilizada. –Papá, ¿quién dices que te lo dejó? Es que... no conozco a ningún Olam. –Pues él nos advirtió que quizás no lo recordarías. Pero nos dijo que se conocen desde hace mucho tiempo atrás. Te estuvo esperando, pero antes de marcharse nos dijo que te entregáramos este obsequio. Y que si un día sentías que las cosas no deberían ser co-

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mo son o lo planeado fallara, lo apretaras con fuerza y creyeras que podían cambiar y lo soltaras repitiendo: ¡Reiniciar Misión! Al abrir tus ojos verás que las cosas sí pueden cambiar. Tu mamá y yo estamos seguros que se trata del psicólogo de la compañía en la que trabajas, ¿no es así? René continuaba examinando minuciosamente el curioso obsequio. En su mente se repetía una y otra vez. ¿Quién es Olam? ¿Será una misión alterna? Recuerdo en una de las anécdotas que nos contaron en la academia de un reinicio de misión, ¿será acaso esto? O, ¿será que me han descubierto y quieren enviarme un mensaje para evitar que cumpla con la misión? –Mamá, papá. Debo irme, mañana debo comenzar muy temprano mi día –y, poniéndose de pie, puso el reloj en la bolsa de su pantalón y se dirigió a su madre para darle un beso en la frente–. Te prometo algo mamá. Mañana vendré a verlos. Azucena se asombró con lo que su hijo le estaba prometiendo. Por primera vez desde hace mucho tiempo, su hijo estaría con ellos dos días seguidos. Y sobre todo, el día de su cumpleaños. –¡Gracias hijo! ¡Te amo! –dijo con una lágrima escurriéndole. –Papá, ¿me acompañas a la puerta? Ariel se puso de pie de inmediato. Era hombre de pocas palabras y comprendía muy bien las indirectas de su hijo. Así que lo acompañó sin decir nada. –Papá, no conozco a ningún Olam, pero en mi trabajo ha habido muchos problemas últimamente. Temo que sea una broma de muy

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mal gusto. Prométeme algo, por favor. ¡Cuídense mucho! No dejes entrar a nadie papá. ¡A nadie! Aunque asegure conocerme o trabajar conmigo. –Lo sé hijo, Olam nos comentó que la compañía está en crisis. Que están despidiendo a muchos. De hecho nos pidió que te advirtiésemos tener cuidado, ¡mucho cuidado! Porque están buscando cualquier pretexto para también correrte. El cree que mañana quieren darte carta de despido. ¿Es por eso que no habías podido venir hijo? ¿Tan mal están las cosas? René quedó totalmente sorprendido con tal revelación. ¿Sería el tal Olam algún alto mando tratando de prevenirle o sería el espía del enemigo? ¿Quién era?, ¿qué hacer?, ¿cómo proteger a sus padres?, ¿cómo advertirles sin revelar su identidad? ¡No!, ese sin duda era el plan del enemigo, desestabilizarlo emocionalmente para que no pudiera cumplir con su misión. Pero no pasaría, él era el mejor. Su sobrenombre, Camaleón, se debía a la capacidad de adoptar cualquier personalidad, de superar y ocultar sus emociones y sentimientos. Era conocido por ser un total desconocido. No tenía una identidad propia, aún en la misma agencia nadie podía decir que conociera algo de él. A veces ni yo mismo me conozco, se decía en continuas ocasiones. Y eso le permitía estar cerca de la acción y completar sus misiones con mucho éxito. Esta vez no sería la excepción.

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–¡Así es papá!, hay crisis en la compañía. Pero no te preocupes. Temprano tendré noticias acerca de mi futuro en ella. En cuanto termine vendré a verles y contarles cómo me va. ¡Se los prometo! Ariel puso una mano sobre el hombro de su hijo y esbozó una gran sonrisa. –¡Gracias hijo! En verdad aprecio tu confianza. Y ánimo, ten fe. Tu madre y yo estaremos pidiendo a Dios que te vaya muy bien –dio un gran suspiro y armándose de valor, miró a los ojos a su hijo y continuó hablando–. Perdona si no provoque esto antes, pero ¿sabes?, estoy intentado cambiar y quiero pedirte que me… –¡Papá! –lo interrumpió–, mañana tendremos tiempo para hablar acerca de esto. ¡Te lo prometo! Hoy debo ir a descansar. Los ojos de Ariel estaban enrojecidos y René sumamente incómodo. Por mucho tiempo había deseado, y a la vez evitado, este momento con su padre. Habían tantas cosas de qué hablar, muchas otras cosas que debían ser aclaradas e incluso perdonadas. Pero, definitivamente, no podía ser hoy, tendrían que esperar a mañana, como se lo prometió. Dio la espalda a su padre y comenzó a alejarse. ¿Estaba dispuesto a cumplir su promesa? Tenía la costumbre de decir “te lo prometo” a fin de quitarse de encima a las personas, pero ahora era diferente. Estaba haciendo promesas con el corazón, sentía la necesidad de cumplir lo que acaba-

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ba de prometer a sus padres. Pero ¡qué mal momento! Este era el momento menos indicado para que sus emociones interfirieran. Se dirigió rápidamente a su auto intentando hacerlas a un lado. Titubeó un momento antes de abrir la puerta de su auto, quería voltear y despedirse de su padre, prefirió alzar la vista al cielo y contemplar la luna enrojecida. –¡Hasta el cielo te ofrece un hermoso regalo con tan bello espectáculo –gritó Ariel, quien le observaba parado en la puerta de su casa. René se introdujo al auto, baja la ventanilla y asoma su mano para despedirse de su padre. –Te amo hijo –dijo Ariel en voz baja, mientras alzaba su brazo dando adiós a su hijo.

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misiรณn Incompleta


misión Incompleta

cinco

Por la mañana aún continuaba el frío. Desde el techo del edificio en el que se encontraban los agentes Camaleón y Silbido, podía observarse cómo algunos puntos de la ciudad estaban cubiertos por la niebla. Ambos estaban vestidos de blanco. La agente Silbido llevaba puestos unos lentes para sol, y en su mano izquierda el maletín que contenía su rifle de asalto. Era experta en armas de fuego y una infalible francotiradora. Su nombre clave le fue otorgado porque el silbido de la bala era lo último que escuchaban sus víctimas. –Es un gran honor estar nuevamente en una misión contigo, Camaleón -dijo la agente. Silbido colocó en el suelo su maletín, y mientras una corriente de aire frío ondeó su cabello lacio negro, se quitó los lentes. Sus ojos café claro posaron su vista en los ojos de Camaleón, quien la observaba detenidamente. Camaleón intentaba reconocer las señales de nerviosismo que la agente manifestaba. Tenía que tener cuidado de todos, según el mensaje que recibió. Pero, que terrible situación, ella sería la encargada de cuidarle la espalda dentro del edificio, sería un blanco fácil si ella fuese la traidora. Aunque la agente siempre le ha mostrado admira-


ción y respeto en misiones pasadas. E incluso le salvó la vida en una de ellas. –¡Gracias! –respondió sin quitarle la vista de encima–. Lo mismo puedo decir. –Pues viniendo del número uno, es un gran halago –respondió Silbido esbozando una hermosa sonrisa y ligeramente ruborizada al notar que Camaleón no le despegaba la vista. Camaleón se sentía cautivado por la belleza de la agente, de sus rasgos tan finos y su sonrisa. Mucho se hablaba en la IG de su belleza y de como la usaba, junto a un toque de inocencia, a fin de obtener información o para acercarse a sus objetivos sin levantar sospechas y cumplir con su misión. Pero ahora se notaba alterada, ligeramente nerviosa. ¿Sería acaso la traidora? O ¿es que acaso ella también está temerosa por una posible traición? Camaleón tenía que averiguarlo, tenía que darle el beneficio de la duda. –¿Te informaron del traidor? –preguntó directamente, esperando que la reacción de Silbido la delatara. La agente no se inmutó. Sin embargo, sus ojos demostraron aún más nervios y hasta temor.

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–Temía esto... –respondió desviando la mirada, por lo que Camaleón se sorprendió asumiendo una respuesta positiva–, si eres tú, no tengo la más mínima posibilidad –dijo con resignación–. Tan sólo prométeme que no sufriré –concluyó con gran entereza. –No, tampoco soy yo. Jamás traicionaría mis creencias –respondió Camaleón sin lograr comprender por qué sintió gran alivio al saber que Silbido no era la traidora. Y es que sentía una conexión muy especial con la agente desde aquella primera misión que tuvieron juntos, en la que ella le salvó la vida, pero no podía permitirse ningún lazo emocional–. Temía que fueses tú. Silbido fijó su mirada en Camaleón. Ambos se miraron a los ojos sin volver la vista. Solían usar esto para examinar reacciones y para estudiarlas. Pero en ese momento dejaron a un lado su profesionalismo. Eran dos personas comunicándose abiertamente a través de la mirada. –Tengo que confesar que estoy atemorizada –dijo Silbido–. Estaba tan acostumbra a ser considerada parte de lo mejor y tantos años con misiones exitosas, que olvidé que somos humanos y que podemos fallar, con la diferencia de que estos errores, por mínimo que sean, pueden provocar nuestra muerte. Hace muchos años que no me sentía así, vulnerable. –Comprendo lo que dices, tuve esa sensación la vez que, de no haber sido por ti, hubiese muerto en aquella misión. Si tú no hubieses

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visto al francotirador y le hubieses disparado antes, sin duda esa bala hubiese dado en mi corazón y no en mi hombro. El latido del corazón de ambos se había acelerado, su respiración era más profunda, de manera inconsciente se habían acercado más uno hacia el otro, sus sentimientos también se intensificaron, y estando tan cerca parecía imposible que pudieran seguir evitándolos o escondiéndolos. Silbido estaba ruborizada y Camaleón no quitaba la vista de la agente. Los ojos de ambos agentes reflejaban ese brillo que ilumina el rostro de los enamorados, no tenían que decir nada más, lo que ambos sentían uno hacia el otro era más que respeto, admiración o gratitud. Olvidaron por ese instante dónde estaban y porque estaban allí, ni siquiera notaron que Sombra había estado observando la escena y ahora se acercaba a ellos. Camaleón sintió el impulso de abrazar a Silbido. No veía más a la inquebrantable e infalible agente. Delante suyo estaba la mujer que con su belleza, con su sonrisa, con su respeto, con su admiración, desde hace muchos años atrás había conquistado su corazón. –Y bien líder, ¿cuál es el plan? –pregunta Sombra, interrumpiendo el momento. La pregunta de Sombra los volvió a “su realidad”. Son agentes con una misión, mantener la paz en el mundo. Las emociones, los sentimientos tenían que esperar para otro momento.

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Camaleón se volvió de inmediato hacia Sombra. Silbido en el acto recogió su cabello para colocarse una gorra, y se cubrió los ojos con los lentes. Los tres se acercaron al borde del edificio para poder tener la mejor vista del lugar al que debían entrar. Camaleón comenzó a dar indicaciones. –El interior del complejo es una circunferencia. En el centro hay un jardín, sobre el pasillo izquierdo hay 3 salones y sobre el derecho 2 más. El paquete se encuentra en el sexto salón ubicado justamente al fondo. Silbido nos cubres desde aquí y nos informas de cualquier imprevisto. Sombra entras por la puerta trasera, hay un solo guardia cubriendo allí. Debes subir las escaleras, a la derecha del final del pasillo se encuentra el salón, deshazte del guardia que cubre ese pasillo. Yo entraré por el frente, dormiré al guardia y nos veremos en la puerta. Entraré para obtener la información. –Entendido –aseguró Sombra–. ¿A las 820 entramos? – Sí –Camaleón mira su reloj que marca las 8:10am. Sombra es el primero en bajar por las escaleras de incendio. Silbido abre la maleta que está en el suelo y saca su rifle de asalto. Lo arma con asombrosa destreza, coloca la mira y el silenciador. Toma posición manteniendo la mira hacia el complejo, de reojo disimula una sonrisa a Camaleón. Camaleón baja de inmediato por las escaleras. Al salir del edificio porta un uniforme de trabajador de DHL y un paquete en la mano. Atraviesa la calle y se dirige tranquilamente a la caseta de vigilancia.

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–Traigo un paquete para el Señor Fernando López –dijo Camaleón mientras metía su mano en uno de sus bolsillos para preparar un dardo adormecedor. El guardia estaba a punto de revisar unos papeles cuando recibe una notificación por el intercomunicador sin dar oportunidad a Camaleón de usar su arma. –Pasa, están en espera del paquete en el salón Vainilla. Está entrando al edificio, pasillo izquierdo la segunda puerta. Camaleón se desconcierta, como sería posible que estuviesen en espera de un paquete que no existe. Algo no está bien, pero no puede cambiar el plan. Entra al edificio y avanza hasta estar lejos de la vista del guardia, deposita la caja en el suelo y saca de ella su arma. Coloca el silenciador que llevaba en el bolsillo y se da cuenta que no hay personal yendo o viniendo. Inmediatamente oprime el intercomunicador de su oído. –Silbido, ¿me sigues? Hay algo muy extraño. El guardia no revisó la caja y tampoco me pidió identificación, y aquí adentro no hay personal. Dirige tu mira hacia adelante y dime qué ves. Camaleón avanza muy lentamente mientras espera recibir las indicaciones del agente Silbido. No hay respuesta.

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–Silbido, ¿me copias? –prepara su arma y avanza con más cautela, con la mirada continua recorriendo cada rincón del edificio. No hay respuesta de Silbido, un frío recorre su cuerpo. –Sombra, algo salió mal. Silbido no responde. Dime tu posición –y espera inútilmente respuesta. Camaleón mira hacia la caseta de vigilancia y descubre con horror que el guardia no está y que la puerta de la entrada está cerrada con cadenas y candado. – ¡Maldición!, es una trampa. No tuvo tiempo para pensar más porque de inmediato siente que alguien se acerca por detrás. Voltea rápidamente y al identificar que era uno de los guardias apuntando su arma hacia él no espera y dispara dándole justo en el corazón. El guardia cae fulminado. Quiere avanzar cuando escucha pasos ahora por el pasillo contrario y se esconde detrás de un muro, al tiempo que un disparo de otro de los guardias se incrusta en el concreto. Camaleón se asoma y dispara justo a la frente de cada uno de los dos guardias que se aproximaban. Al volver la vista un guardia más comenzaba a apuntarle, quien, por los nervios de verse descubierto, apresuró el disparo y solo lo hirió superficialmente en el brazo. Camaleón, a su vez, no falló el disparo.

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Dirigió la mirada hacia un stand publicitario ubicado en una esquina y disparó nuevamente. Un guardia más cayó muerto. –¿Cuántos guardias más habrá? –pensó en voz alta mientras examina su arma, tan sólo le quedaba una bala más–. ¡Demonios! No debo intentar salir por donde entré. Es casi seguro que esperan que haga eso. Camaleón continuó avanzando hasta llegar a la puerta del salón en el que, supuestamente, se encontraba el objetivo. Estaba a punto de colocar la mano sobre la perilla cuando se apagaron las luces, quedando encendidas solamente las luces rojas de emergencia. En el acto tomó con fuerza su arma con ambas manos a la altura de su pecho y volteó de inmediato pero recibió una patada en las manos que lo obligó a soltar el arma, la cual se disparó al golpear contra el suelo. Su mirada siguió la trayectoria del arma y al voltear hacia su adversario otra patada dio sobre su rostro, seguido de un puñetazo hacia la boca del estómago. Lo desvió con sus manos provocando la pérdida de equilibrio de su adversario y con el antebrazo, golpeando a la altura del pecho, derribó a su adversario. –¿Tú? –dijo Camaleón con asombro e indignación al descubrir que se trataba de Sombra. Con agilidad impresionante, el agente Sombra se puso de pie dando una patada de giro hacia la cabeza de Camaleón, pero éste,

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siendo más rápido, respondió con una patada frontal hacia la cadera en el momento en que Sombra dio la espalda por completo arrojándolo hacia la pared. De inmediato Camaleón ya le había tomado el brazo izquierdo, doblándoselo con fuerza en la espalda, y con su otra mano tenía la cabeza de Sombra contra la pared. Pero éste, con el brazo que aún tenía suelto, logra propinarle a Camaleón un codazo en las costillas provocándole tanto dolor que lo soltó. Sombra ve el arma de Camaleón muy cerca de él y corre hacia ella y al tenerla en mano voltea rápidamente dirigiendo el arma a la altura del pecho de René, quien de manera sorpresiva no se ha movido ni buscó esconderse, como si quisiera que lo mataran. Sombra no dispara al ver que Camaleón ni siquiera se inmutó. –¿Qué te pasa número uno?, ¿tanto te sorprende que haya alguien mejor que tú? –le dice mientras se acerca sin dejar de apuntarle ahora a la frente–. Yo pedí especialmente poder enfrentarte, en verdad pensé que sería más difícil acabar contigo. Pero supongo que tu arrogancia te acabó primero. Camaleón sigue sin inmutarse y sin decir nada. Tan sólo queda mirando fijamente a los ojos verdes de Sombra. Es centímetros más bajo de estatura que él y de cabello rubio. Por fin conocía al traidor; pero, ¿qué hizo con Silbido?

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–Ja, ja, ja. Veo en tu mirada que deseas saber qué pasó con Silbido. Pues tan sólo tuve que esperar a que bajaras para llegar justo por detrás. ¡Amanda no sufrió!, no te preocupes. Cumplí con la petición que te hizo al creer que tú le darías muerte. Camaleón tuvo que emplear todo su profesionalismo para dominar su furia y no actuar de manera impulsiva. Así como disimular el dolor y la ira que le provocó tal noticia. –¿Así que ese era su nombre? ¿Cómo diablos conocías su identidad? ¿Quién más está contigo en esto? ¿Quién es el otro traidor en la IG? –preguntó mientras analizaba las opciones que tenía. –Así que ya te diste cuenta –se ríe burlonamente Sombra–. Es alguien de arriba. Siempre me proporciona la identidad de cada agente que me toca liquidar. Camaleón se desconcierta. ¿Quién es el otro traidor? Y es que si Sombra conocía su identidad, era seguro que su familia corría peligro. Su mente voló entonces a pensar en ¿quién era Olam? Y ¿cómo supo acerca de la traición? –Y, ¿cuál es el plan? Me aniquilas, ¿y luego qué? ¿Qué pasará cuando se descubra la traición? ¿Qué ganas con esto? ¿No te das cuenta que un pequeño grupo guerrillero jamás podrá romper la paz mundial? –dijo Camaleón, mientras repasaba en su mente lo que haría ante el menor descuido de Sombra.

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– Ja, ja, ja. Pues veo que tu fama sobrepasa tu realidad; no eres tan listo como se dice después de todo. ¡No existe tal grupo guerrillero! Hay rumores por todos lados de un grupo religioso que actúa y se llama así mismo ‘Ejército celestial’. Y de allí se nos ocurrió una idea para poder exponer a cada agente y aniquilarlos uno por uno. Pero YafZair ya se desesperó. Así que hoy mismo acabaremos con el resto de agentes de la IG. No quedará vestigio alguno de lo que fue... ¿Para qué? Creo que es obvio que se proclamará la autoridad suprema, será como un ‘dios’ y está asegurándose que nadie pueda derrocarlo. Por supuesto que yo seré uno de sus gobernantes. Y tú, ex número uno de la IG, ¡eres hombre muerto! Sombra jala el gatillo, pero ya no hay balas. Mira el arma sorprendido. Ese era el descuido que esperaba Camaleón, y lo aprovecha para propinarle un codazo en el rostro y noquearle al darle una patada con el talón en la sien estrellándole la cabeza contra el suelo. –Se supone que sería una extracción sencilla, ¿para qué traer más que un cartucho? Supongo que mi arrogancia ahora me ha salvado. ¡Sombra! Camaleón ve una bomba de luz en la vestimenta de Sombra, la acciona y sale corriendo del edificio. Reporte ¡Sombra! ¿Me copias? Informa acerca de la misión. La voz en el intercomunicador es el que hace reaccionar a Sombra. Comienza a incorporarse, llevando una de sus manos hacia la cabe-

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za. El dolor en la sien es muy intenso. Con la visión aún borrosa distingue que la bomba de luz está accionada, lleva la mano a la bolsa de su gabardina y descubre con horror que es la bomba que llevaba. Corre buscando dónde cubrirse de la explosión. En menos de un minuto el artefacto explota emitiendo la cegadora luz blanca que lo caracteriza. Sombra había alcanzado a esconderse detrás de un muro, que por el impacto de la explosión resulta parcialmente destruido. Reporte ¡Sombra! ¿Me copias? Informa acerca de la misión. Se escucha nuevamente en su intercomunicador. –Misión incompleta. Camaleón logró escapar. ¡Idiota!... sabía que el número uno no podía ser vencido por ti. Es necesario que lo acabes antes de la reunión, de otra forma olvídate de tu parte. Te di oportunidad de hacerlo a tu modo y fallaste. Lo harás a mi manera. Dirígete a casa de sus padres y mátalos. Estoy seguro que al ir con ellos y verlos muertos lograremos alterarlo y obtener así una ligera ventaja. Sombra comienza a salir del lugar, mordiéndose los labios de rabia. Y antes de salir del edificio golpea una de las puertas, tan fuerte que brota sangre de sus nudillos. –¡Maldición! Aún no me has vencido Camaleón. Acabaré contigo. Te haré sufrir.

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Se escuchan sirenas de policías y bomberos acercándose. Sombra se apresura a huir del lugar. Camaleón, por su parte, se dirige a su casa, pensando en voz alta. –He acabado con el traidor, pero ¿será cierto que YafZair está detrás de todo esto? Si es así, no puedo hacer nada para detener lo que dijo Sombra que haría. ¿Quién es Olam? ¿Y si hay más traidores aún? Debo ir a casa de mis padres para prevenirlos. Pero no puedo llegar así. Al llegar a su casa, prende el televisor y se da un baño. Cura la herida de su brazo mientras repasa en su cabeza muchas preguntas sin respuestas. Se sienta sobre su cama, y saca un maletín que estaba debajo de la misma y se cerciora que sus armas estén listas. Cierra de nuevo el maletín y lo coloca a un lado de la cama. Toma su móvil y escribe un mensaje: ‘Misión Incompleta’. Estaba a punto de enviarlo cuando pensó: No puedo enviarlo, aún no conozco la identidad del otro traidor. No puedo poner en mayor riesgo a mis padres. Tengo la ventaja de que no saben qué pasó con la misión. Si no me reporto pensarán que he muerto y ganaré tiempo. Pasó su dedo sobre el botón de borrado, canceló el mensaje y apaga el móvil. El cansancio comienza a vencerlo y se recuesta sobre la cama, deja de pensar por un instante, cierra sus ojos y toma un respiro hondo. Se queda profundamente dormido.

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vรณrtice


seis

vórtice

Han pasado horas y Camaleón continúa dormido. En su sueño recordaba aquella ocasión en la que por fin se armó de valor, para dejar de seguir los consejos de su padre, a quien consideraba “cobarde”, porque siempre le instaba a no pelear, a no responder los golpes con golpes, a poner la otra mejilla y a bendecir a quien lo maldijera, y se agarró a golpes con otro chico, Enrique. Desde el primer grado de secundaria Enrique comenzó a molestarle, no entendía si era por ser el más adelantado del salón, o porque en deportes también era mejor que él, o porque al parecer también se sentía atraído por la niña más bonita del salón. Pero eso no importaba, los golpes, las amenazas, las persecuciones, las burlas, los chantajes, los insultos eran casi a diario. Cada fin de semana solía esperarlo a la salida de la escuela y perseguirlo, nunca sólo, siempre con la ayuda de dos o más para que no pudiera escapar, ya que corría más rápido que él. Algunas ocasiones lograba evitarlos, pero cuando no, la tortura solía ser la misma. Los acompañantes lo sujetaban para que Enrique se divirtiera pegándole, insultándole, rompiendo su tarea o tirando su mochila a un basurero. Lo que más le dolía es que, sin importar cuán golpeado llegara a su casa, su padre jamás hizo algo por detener la situación, tan sólo se limitaba a decirle, “hablaré con el director, pero tú también pon de tu


parte, procura hablar con él y ganar su amistad”. ¡Qué estupidez tan grande! Obviamente, para el lunes, que esperaba que su papá fuese hablar con el director, ya se había olvidado el asunto. Pero llegó por fin el día en que se decidió y fue a buscar a Enrique para enfrentarlo. Tenía tanto odio por todas las cosas que le había hecho y el incidente unos meses antes, durante su cumpleaños 14, cuando lo ridiculizó frente a la niña que tanto le gustaba, fue la gota que derramó el vaso. Por fin lo tuvo enfrente, y no había nadie que le ayudara para que le sujetaran los brazos. Fue tal la golpiza que le propinó a Enrique que lo llevaron a una jefatura de policías. ¿Lo meterían a la cárcel? ¿Ya le habrían avisado a sus padres? ¿Dejó tan mal a Enrique? Eso no le importaba, en su mente aparecía la misma frase una y otra vez: ¡Se había hecho justicia! Ni él mismo podía dar crédito a la increíble habilidad que demostró, ¿cómo es que logró vencer a ese abusivo? ¿Cuánto tiempo había desperdiciado teniendo esa habilidad para hacer justicia por su propia mano?, ¡toda mi adolescencia!, solía repetirse. Pero lo más inverosímil fue que un agente se presentara ante él para explicarle que estaban buscando jóvenes como él y ofrecerle la oportunidad de ser parte de un grupo especial de policías. Fue así como a los quince años ingresó a una academia militar. ¡Qué desperdicio! Lo debí haber hecho mucho antes, tantas golpizas y situaciones vergonzosas me hubiese evitado.

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Comenzó a despertar y las noticias en el televisor se encargaron de despertarlo por completo. Interrumpimos nuestra programación para ir directamente con nuestro corresponsal a las orillas de Ciudad Cristal, en donde hace unos minutos una explosión destruyó lo que al parecer era el complejo secreto de IG. Vamos contigo Andrés. Camaleón se sentó de inmediato, y en su rostro se reflejaba terror e incredulidad al reconocer inmediatamente los restos del lugar. –Subir volumen –dijo y de inmediato el volumen del televisor aumentó. Gracias Brenda. Me encuentro en los restos de este edificio ubicado en las afueras de Ciudad Cristal, en donde hace no más de media hora se produjo una terrible explosión. Todo parece indicar que éste era el complejo secreto de la IG. No hay sobreviviente alguno y la causa de la explosión aún no ha sido declarada. Algo importante es que YafZair está en este lugar, lo que refuerza los rumores de que éste era el complejo de la IG. Precisamente está saliendo, escucharemos lo que tiene que decir. La cámara deja de enfocar al corresponsal y hace un acercamiento a YafZair que salía de los restos del complejo. Era un hombre alto, aparentaba más de 50 años, de mirada fría y muy penetrante. Su aspecto imponía cierto temor. A su derecha lo acompañaba aquél hombre que aparecía en cada holograma que dictaba las misiones de los agentes de la IG.

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–El General. ¿No estaba dentro del complejo? –pensó en voz alta, ya que le pareció demasiado extraño. No pudo seguir pensando más porque YafZair comenzaba su discurso. Es con profunda pena que debo anunciar que los agentes de la IG han sido asesinados. No es un secreto que estamos en una lucha contra una nueva amenaza a la paz mundial. Pero el día de hoy dimos un golpe fatal a este ejército enemigo. Uno de los agentes de la IG logró capturar a la mano derecha del ejército enemigo, y asumimos que este ataque contra el complejo secreto es un acto desesperado para evitar que obtuviésemos información. Este crimen no quedará impune. Llamo a todos los dirigentes a que se unan a mí en esta cruzada. Camaleón por fin lo comprobó. Todo lo que dijo Sombra es verdad. YafZair había planeado esto. Entonces, su vida corre peligro. Y la de sus padres. Apaga de inmediato el televisor, toma el maletín con sus armas que esconde bajo su cama y sale rápidamente hacia la casa de ellos. No le llevó más de 20 minutos estar en casa de sus padres. Tomó una de las armas del maletín, antes de bajar del auto y salió de inmediato. Al llegar a la entrada de la casa pudo notar que la puerta estaba ligeramente entreabierta y se escuchaba el televisor de la sala encendido. Sacó su arma y con mucha cautela entró. –Mamá. Papá. ¿Dónde están? –gritó con el arma apuntando hacia el frente mientras se dirigía a la sala.

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Al asomarse vio la espalda del sillón en el que se encontraban sentados sus padres. Notó que su madre tenía recostada la cabeza sobre el hombro de su padre. Respiró un poco más tranquilo y bajó el arma mientras se asomaba más confiadamente. Pero al hacerlo vio frente a sus padres, de pie al lado de la pantalla a Sombra, con la nariz quebrada, sangre seca alrededor de la boca y con el arma apuntando a su padre. –¡Bienvenido! –dijo Sombra dirigiendo su mirada a Camaleón. Sin notar que Ariel había volteado a ver a su hijo intentado gritar para que huyese, pero con los ojos llenos de terror sólo pudo emitir gemidos debido a la cinta que cubría su boca. Camaleón levantó el arma para apuntar a Sombra, pero éste disparó de inmediato contra Ariel, su cuerpo aún sentado rebotó contra el sofá y cayó. – ¡No! –gritó desesperadamente Camaleón al tiempo que disparó yendo hacia Sombra, pero estaba tan alterado por la sorpresa de ver que su padre recibió el disparo, y su adversario se movió tan rápido que falló y tan sólo atinó a herirle el hombro del brazo con el que sostenía su arma. Sombra intentó devolver el disparo utilizando la otra mano pero también falló. Camaleón había sido muy rápido y ya estaba encima de él, empujando su mano hacia el techo cuando disparó. Forcejaron, disparando una y otra vez intentando pegar en el otro. Hasta que ambos se quedaron sin municiones. Sombra vio que el brazo de Camaleón sangraba por la herida que recibió anteriormen-

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te y con su dedo pulgar oprimió la herida. Camaleón dio un fuerte alarido y logrando zafarse golpeó la cabeza de Sombra con su arma. De inmediato Camaleón se dirigió a sus padres. Por primera vez estaba tan desesperado que olvidó liquidar de una vez por todas a Sombra, ni siquiera se cercioró que hubiese caído noqueado. Su madre tenía un disparo en la frente y su padre aún balbuceaba. Le tomó la cabeza y quitó la cinta de su boca. Revisó su cuerpo y vio que la bala muy probablemente había perforado algún pulmón. –Hijo. Te amamos. Estamos orgullosos de ti –dijo Ariel, jadeando. –¡Calla papá! No digas más. Guarda tus fuerzas. Te pondrás bien. Dirigió la mirada al cuerpo de su madre y colocando la mano sobre el rostro sin vida comenzó a llorar. Todo estaba mal. Con sólo ver la herida sabía que su padre no sobreviviría. ¿Por qué mentirle? ¿Sería para él mismo acaso? –Lo siento mucho papá. Lo siento mucho. Yo he tenido la culpa de todo esto. Perdóname, ¡por favor! No debí quedarme dormido. Debí advertirles. Las cosas no deberían ser así. Yo debí haber muerto. Y así ustedes no estarían en esta situación. –Hijo, no te culpes. Fue mi error, yo intenté detener a este hombre para que no te dañara a ti –dice Ariel con gran esfuerzo. –Por favor, sigue con tu vida no quiero que vivas con las sombras del pasado.

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Eres nuestro orgullo –ya no puede decir más, la sangre saliendo de su boca casi lo ahoga. –¡No papá! Las cosas no deberían ser así. Todo debería ser diferente –ahora podía sentir como la respiración de su padre se hacía más forzada, faltaba poco para irse. –Hijo… el regalo de Olam. El reloj –Ariel extendió su mano y acarició el rostro de su hijo, secó el rastro de lágrimas del ojo izquierdo– es un dispositivo, eso dijo Olam. Úsalo. ¡Te amo hijo! Ariel soltó su último aliento con una sonrisa enorme. Camaleón llora amargamente, y mete su mano en el bolsillo para sacar el reloj que le había mandado Olam. Lo quedó viendo fijamente. ¿Podía confiar acaso en aquél hombre cuya identidad aún le era desconocida? ¿En verdad era un dispositivo? ¿Qué pasaría si lo accionaba? ¿Debía accionar el dispositivo en este momento en que toda su misión había fallado? Tenía la vista empañada por las lágrimas que no paraban de brotar, lo que le impidió notar que Sombra comenzaba a recuperarse, y sin despegar la vista de Camaleón, fingiendo estar aún desmayado, buscó el cuchillo que solía llevar en el costado de su bota izquierda. Camaleón tomó el reloj con su mano derecha y apretándole fuertemente cerró los ojos. –¡Reiniciar misión! –soltó el reloj, sin notar que éste emitía una pequeña luz roja de su interior y al golpear el suelo un vórtice se abrió.

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Sombra aprovechó el instante en que su adversario cerró los ojos para ponerse de pie y atacarlo. Sin embargo, antes que pudiese acercarse, vio como Camaleón desapareció al ser tragado por un vórtice que se abrió al impactar el reloj en el suelo. Dudó por un instante, pero al notar que el portal de luz comenzaba a cerrarse se arrojó hacia éste. Un segundo después, tras un gran destello de luz, el vórtice se cerró. En la habitación yacían los cuerpos sin vida de Ariel y Azucena y el reporte especial en el televisor aún continuaba. Es oficial estimado televidente. YafZair acaba de negarse a entregar el poder absoluto, se ha revelado contra las naciones que le brindaron todo su apoyo en estos casi cuatro años. Lo más sorprendente es que se ha autoproclamado ‘dios’ respirando esta amenaza: ‘cualquiera que lo rete deberá asumir las consecuencias’. Seguiremos informándole más acerca de esto, después del corte.

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ÂżsueĂąo, demencia o complot?


¿sueño, demencia o complot?

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Sentado frente al escritorio de caoba, con la mirada fija en el horizonte a través de la ventana, René termina su relato. –René… ¿ese es tu nombre, verdad? O, ¿prefieres que te diga ‘agente Camaleón’? René volvió la vista al Doctor Ruíz. Tendría alrededor de 60 años, delgado y alto, quizás 1.80 o un poco más. Su mirada, aunque fría, trasmitía confianza, su rostro inmutable. Su voz era profunda y muy imponente. –René está bien doctor. –Gracias por contarme tu historia nuevamente. Te pregunto una vez más, ¿sabes en qué año estamos? –¡Sí, doctor! Es el año 2015. Y ya ha pasado 1 año desde que me encontraron en una fuente de la ciudad a punto de morir ahogado y me trajeron por primera vez ante usted. Aunque en aquella ocasión me trajeron “amarrado”. –¿Recuerdas lo que pasó en el momento en que recuperaste la conciencia? –Golpeé a uno de los paramédicos que habían sacado agua de mis pulmones, creyendo que querían capturarme. Como no pude reconocer nada en aquél lugar revelé mi identidad y fue así como me dijeron


en qué ciudad estaba y el año. Intenté salir corriendo del lugar pero no tuve fuerzas para hacerlo. –Y, recuerdas ¿cómo llegaste a este lugar y en este tiempo? René dibujó una sonrisa demostrando un toque de vergüenza por lo que estaba a punto de responder. –Si se refiere a que aseguraba venir del futuro, lo último que recuerdo fue soltar un reloj de bolsillo y una luz me envolvió. No recuerdo más. –Y ahora, ¿sabes en realidad qué fue lo que te pasó? –No lo tengo del todo claro doctor. Aún sigue en sombras –al decir esto, René examinó al doctor, intentado descubrir alguna reacción ante el nombre clave de su adversario–. Probablemente sea como me han dicho, que pasé algo sumamente doloroso que me llevó a intentar suicidarme. ¿Qué fue? ¡No lo recuerdo!, mi mente lo ha bloqueado. –¿Estás seguro? –respondió el doctor sin inmutarse–. Porque todavía hace seis meses asegurabas que habías escapado de un asesino a través de un portal de luz –le decía mientras revisaba sus notas–, y que venías de una ciudad llamada Alfa, del año 2033. ¡Ah!, estaba a punto de olvidar mencionar que eras, posiblemente, el único agente sobreviviente de la IG. ¿Qué cambió?

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René se rascó la cabeza, agachando la vista y sonriendo tontamente. Sabía que tenía enfrente a un experto en examinar las reacciones, podría ser del enemigo o quizás no; eso no importaba, él era Camaleón, el mejor en impedir que sus emociones y sentimientos lo delataran. –Estoy consciente de que perdí la memoria. Y que todo lo que ahora considero un recuerdo fue creado por mi subconsciente –dirigió al doctor una mirada llena de desesperación–. Deseo poder recuperar mi vida, saber ¿qué es lo que pasó? ¿Quién soy? El doctor tenía la mirada fija en René, tratando de descubrir algún vestigio de engaño. Pero Camaleón era el mejor. –Y si salieras de aquí, ¿qué piensas hacer? ¿A dónde irás? ¿Has recordado algo? –¡Aún no recuerdo nada! –debía elegir con sumo cuidado lo que diría, estaba a punto de convencerlo–. Pero seguramente el contacto con el mundo exterior, con cosas que me resulten familiares me ayude a recordar. ¿No es así? –Permíteme tan sólo unos minutos. El doctor se levantó y se dirigió al fondo del salón. En donde estaban otros cinco especialistas evaluando la conversación. –Y bien, ¿qué opinan? –preguntó el doctor Ruíz.

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El médico más joven, un hombre como de cuarenta años de edad, rubio y de mirada cálida fue el primero en hablar. –Pues yo sí he notado cordura en sus declaraciones. Aunque me sigue preocupando la posibilidad de reincorporarlo a la sociedad sin haber recuperado totalmente la memoria y sin saber por qué tenía una herida de bala. –Aunque no podemos olvidar el hecho de que en su cuerpo hay cicatrices y heridas antiguas de balas. Reforzando la posibilidad de que sea un veterano de guerra que esté sufriendo algún trauma. Los demás comenzaron a murmullar entre ellos. –Yo insisto en que no tiene caso tenerlo aquí. No tenemos conocimiento de quién sea. No hay reporte alguno de persona extraviada con sus rasgos físicos. Y, lo más importante, no hay quien se responsabilice por los gastos generados por este paciente –dijo el administrador del hospital psiquiátrico. –¿Doctor González? –preguntó el Doctor Ruíz dirigiéndose al hombre que estaba sentado justo en medio de los cinco con los brazos y piernas cruzadas, quien tenía la mirada puesta aún en René. Nunca lo perdió de vista en todo este tiempo. –Estoy de acuerdo en que no hay evidencia de demencia o de esquizofrenia. Sigo creyendo que aún considera las imágenes de su mente como recuerdos y no como un invento de su subconsciente. Pero quizás se deba a su pérdida de memoria. No considero que

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sea peligroso para nadie más, ya que en los últimos meses ha demostrado capacidad para dominar su temperamento. Pero lo más importante, es que ciertamente representa un gasto para la institución que nadie está cubriendo. Así que, démosle de alta y a lo que sigue. Todos dibujaron una sonrisa y se pusieron de pie para salir del salón. Mientras que el doctor Ruíz se dirigió hacia donde estaba René, quien trataba de mantener la mente en blanco para no despertar sospechas en los especialistas que lo evaluaban. Aún no lograba descifrar todo lo que estaba pasando, después de que el reloj tocó el suelo una luz intensa lo cegó e inmediatamente sintió como si cayera hacia el vacío y su ropa se humedeció. Al intentar respirar sintió que se ahogaba, abrió sus ojos y vio que estaba sumergido en agua y distinguió a personas sacándolo de una fuente. Eran paramédicos que estaban cerca del lugar, quienes al verlo corrieron a socorrerlo. Todo parece indicar que hizo un viaje al pasado, pero ¿era eso posible? ¿Sería el reloj, en realidad, un dispositivo para viajes a través del espacio tiempo? ¿Quién había sido capaz de desarrollar tal tecnología? Resulta imposible de creer. Aunque todo lo que alcanzó a distinguir antes de golpear al paramédico y desmayarse al intentar huir era tan extraño. ¿Realmente había viajado al pasado? De ser así, ¿para qué?, ¿cuál era la nueva misión? Aunque no puede descartar la posibilidad de

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que todo fuese un montaje. Y ¿si fue capturado y todo era un plan para saber qué tanto conocía de los planes de YafZair? Aún pensaba en todo esto cuando el doctor Ruíz se sentó en la orilla del escritorio frente a él. –René, te tengo excelentes noticias. Eres libre de irte. René sonrió y poniéndose de pie apretó la mano al doctor. –Doctor, ¡muchas gracias! –Ve por tus cosas, que comenzaré a redactar la orden para que se te abran las puertas y puedas salir a encontrarte contigo mismo. A tener un encuentro con ese pasado tuyo que te ayude a entender tu propósito y a forjar un futuro mejor. –¡Sí doctor! Eso haré. René ya se iba pero detuvo sus pasos. Sin voltear y con la mirada fija hacia la puerta. Tenía que estar seguro de si eran espías del enemigo o no. ¿Era verdad que había llegado al pasado o todo era un complot? –Doctor, ¿puedo preguntarle algo? –Claro René. –Estoy seguro que sabe que no estoy demente. ¿En verdad cree que todo lo que le he contado es mentira?

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–Mi opinión profesional René es que todas esas memorias son verdad… en tu mente. La mente es poderosa, y pienso que tu mente creó esta vida para bloquear una experiencia traumática. –Eso lo he escuchado, y lo he comprendido Doctor. Pero de manera personal, ¿usted cree que sea un invento de mi mente? El doctor Ruíz metió su mano derecha al pantalón y sin dejar de mirar a René le respondió. –René, si fuese verdad y vinieras del futuro, tu presencia en este tiempo podría haber provocado cambios tan radicales, que cabe la posibilidad de que el futuro del que aseguras venir ya no exista más. Sea verdad o no, yo creo que en tu pasado no encontrarás las respuestas a tu vida, sino pistas de quién eres tú. En el pasado no hallarás la solución a tus problemas, pero sí la comprensión del por qué estás donde estás. –¿Quiere decir que el pasado no es importante? –¡No!, al contrario, es muy importante pero no debe determinar lo que puedes ser. Respondiendo directamente a tu pregunta, si lo que consideras tu pasado, el cual está en el futuro, sea invento o no, lo importante es el presente, lo que tienes ahora porque eso es lo que en realidad determinará tu destino. Continúa con tu misión en la vida. –En verdad doctor, agradezco mucho sus palabras.

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No esperaba esa respuesta. ¿Era acaso un buen médico preocupado por su salud mental?, al menos esa impresión daba. Entonces ¿sí estaba en el año 2015?, ¿fue todo un sueño o en realidad estaba experimentando demencia?, porque al parecer era lo que en realidad creía el doctor. ¿O este espía era realmente muy bueno? René continuó su camino hacia la puerta, mientras el Doctor Ruíz sacó su mano derecha de la bolsa de su pantalón y observó la hora en el reloj de bolsillo que sacó de allí. –Todo va muy bien. Justo a tiempo –pensó en voz alta al tiempo que volvía la vista hacia la salida viendo a René retirarse. René estaba por fin fuera de la institución. Frente a él, una ciudad que no reconocía, pero que vagamente recordaba. Autos, peinados, construcciones, vestimentas, todo retro, ¡sí es el año 2015! No había duda alguna. En uno de sus bolsillos unos cientos de pesos que alguien le dio para lo que pudiese serle útil; en el otro aquél reloj de bolsillo que, según recordaba, lo había traído al pasado. ¿Cómo llegó allí si lo había arrojado al suelo? ¿Significaba esto que todos sus recuerdos serían invención de su mente? ¿Sueño, demencia o complot? Por otro lado, si no estaba loco, ¿qué hacía en el pasado? Tenía que descubrir su misión. ¿Qué tenía que hacer? Al mismo tiempo, a muchos kilómetros de distancia de allí, en el estacionamiento de un centro comercial se abría un vórtice emitiendo

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un enorme destello de luz que cegó por unos instantes a las personas. Sombra surgió de éste golpeándose contra un automóvil que estaba estacionado, quedando tirado y viendo desde el suelo a las personas que aún no daban crédito a lo que acababa de pasar.

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misiรณn en el pasado


misión en el pasado

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Han pasado cuatro meses desde que René salió de la institución y casi de inmediato consiguió trabajo como promotor de ventas. Ese trabajo le daba oportunidad de investigar sin levantar sospechas y poder recorrer la ciudad con la intención de descubrir algún indicio de su misión en el pasado y de cómo volver a su tiempo, y de encontrar el lugar donde vivió de niño y encontrarse a sí mismo o a su familia en este tiempo. ¿Existía la posibilidad de descubrir que todo había sido sólo una invención de su mente? Después de todo, en el tiempo que ha transcurrido, ha revisado una y otra vez el dispositivo que lo transportó al pasado, pero no parece más que un simple reloj. Tampoco ha reconocido ningún sitio y no lo han contactado para informarle acerca de la nueva misión. La alarma sonó a las 7:00 de la mañana. Pero René ya estaba despierto. No ha podido dormir bien. Son muchas preguntas sin respuestas. Y demasiadas evidencias que apuntan a amnesia. Pero eso es imposible. Se sienta en la orilla de la cama. En su mente repasa una y otra vez lo poco que ha descubierto, intentado encontrar el más mínimo detalle que le revele la verdad.


Ha decidido quedarse en el departamento que ha estado alquilando, a fin de despejar todas las dudas, temores e incertidumbre. No puede continuar así. Se levanta, enciende el televisor y se dirige al refrigerador para servirse un poco de agua mineral. Comenzaba a beberla cuando una noticia llamó su atención y se apresuró a sentarse frente al aparato. El magnate de Medio Oriente, YafZair, en su gira por Latinoamérica, tendrá una reunión el día de hoy con el presidente de la República. Es sabido que el principal interés de su visita a nuestro país es la reunión que sostendrá el día de mañana con el grupo de jóvenes científicos que está desarrollando una semilla que puede crecer aún en tierras áridas. No es un ningún secreto que su deseo es financiar la investigación de estos jóvenes y puedan perfeccionar su descubrimiento y obtener la patente del mismo. –¡Eso es! –exclamó con gozo. Esa, precisamente era la noticia que le confirmaba que no estaba loco–. ¡Esta claro! Mi misión debe ser evitar que YafZair obtenga este descubrimiento. Esa semilla fue la que le permitió ganarse la confianza de las naciones. Si tengo éxito puedo evitar que llegue al poder. De inmediato se dirigió a una ferretería y una farmacia a comprar todos los ingredientes necesarios para preparar una bomba casera y un sedante. Su plan inmediato era colocarla en el hotel en el que se hospedaba YafZair a fin de provocar su huida del país y evitar que se llevara a cabo la reunión con los científicos. Después intentaría

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hablar con los jóvenes y convencerles de que no le dieran la patente de su descubrimiento al magnate. Una vez que tuvo lista la bomba y el sedante, metió todo en una mochila escuelera y tomó un taxi. Bajó cinco cuadras antes del hotel y comenzó a caminar lentamente reconociendo el perímetro, observando cuidadosamente cada edificio, las casas y callejones definiendo rutas de entrada y de escape. Pero lo sorprendió abruptamente un jovencito como de 12 o 13 años quién chocó con él justo en la boca de su estómago al doblar en una esquina. René le extendió la mano para que se apoyara y pudiese levantarse, pero el jovencito estando aún en el suelo miró hacia atrás con desesperación y escuchó a sus perseguidores acercarse, por lo que se reincorporó de inmediato sin ayuda alguna para continuar corriendo. No avanzó mucho. En menos de dos cuadras le dieron alcance dos chicos y lo agarraron de los brazos. René observó todo y vio como un tercero que pasó corriendo a su lado se acercó gritándole obscenidades. Pleito de niños, pensó. Se acomodó la mochila y estaba a punto de retirarse cuando escuchó un golpe seguido de un grito de ira y dolor. Al voltear vio que aquel chiquillo que había chocado contra él era golpeado una y otra vez. No podía permitirlo, soltó la mochila y corrió en su auxilio. René detuvo un puñetazo más que iba al rostro. –¿Qué les pasa? ¿Por qué golpean así a este chico?

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Los dos compinches le gritaron mientras seguían deteniendo al chico golpeado. –Anda Enrique, también dale en la madre a este estúpido. Al oír el nombre volvió a su memoria las tantas veces que un abusivo con el mismo nombre se había burlado de él y lo había perseguido de igual manera. Por reflejo apretó el puño de Enrique, quien dio un grito de dolor. –¡Señor!, oblíguelos a que me suelten –gritó el niño que estaba sufriendo la golpiza. –Cállate René, que tan sólo me hago cargo de este ruquito estúpido y continuo contigo –gritó Enrique, tratando de disimular el dolor que sentía. Al escuchar el nombre del chico, René volteó de inmediato a tratar de reconocer el rostro del niño cuyo nombre era igual al suyo. Era demasiada coincidencia. ¿Era él en verdad? Se quedó absorto en las ideas que descuidó a Enrique, quien le propinó una fuerte patada en la espinilla. Pudo evitar un segundo golpe y con la propia fuerza de Enrique logró aventarlo hacia un lado. Enrique huyó cobardemente gritando a sus compinches que hiciesen lo mismo. René vio cómo desaparecían al doblar en la esquina. Volteó a ver una vez más a aquel chiquillo, que podía ser él mismo. De inmediato recordó lo que lo había llevado hasta este punto de la ciudad y se dirigió a levantar la mochila que llevaba. Se la acomodó y levantó

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la vista al hotel donde se hospedaba YafZair. Tenía que cumplir con la misión, pero… allí estaba aquél jovencito quien estaba limpiándose las lágrimas y sangre del labio sentado en la banqueta. Posó su mirada nuevamente sobre de él, tratando de reconocer sus rasgos. ¿Sería verdad? ¿Era él mismo? Se acercó a él. –¿Cómo te llamas? –le preguntó con nerviosismo. –René Pérez, señor. Muchas gracias por ayudarme. Ojalá mi padre fuese tan valiente como usted –, dijo aquél adolescente con lágrimas en los ojos y con mucha rabia y dolor en sus palabras. –¿Tus padres, de casualidad se llaman Ariel y Azucena? –preguntó con más nervios todavía. El adolescente es quien ahora mira con asombro a aquél extraño que lo acaba de librar de una golpiza mayor. –Perdone señor, ¿lo conozco? René se sentó al lado del jovencito, colocó la mochila del otro lado y, olvidando por completo la misión, continuó hablando con el chico. –No, no me conoces. –Y, ¿de dónde conoce a mis padres entonces? –¿Te puedo decir un secreto? El adolescente asentó con la cabeza. –Tu padre salvó mi vida. El adolescente abrió completamente los ojos, no podía creer lo que acaba de escuchar. Y se puso de pie de inmediato.

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–¿Está seguro que se trata de mi padre señor? Es que me cuesta mucho creerlo. No puede tratarse de mi padre, él es muy cobarde como para arriesgarse a salvar a alguien. –No digas eso. Tu padre es un hombre sumamente valiente. Sólo que no le gusta presumir todo lo que es capaz de hacer –René fijó su vista en su yo adolescente, examinándolo de pies a cabeza, sin percatarse que el jovencito lo miraba extrañado por su manera de actuar. Cuando se dio cuenta sonrió–. Perdón, es que no puedo creer lo pequeño que es el mundo. El jovencito no daba crédito a lo que sus oídos escuchaban y sus ojos veían. Tenía delante de él a un hombre que aseguraba que su padre era un hombre valiente, que había salvado su vida, y además se refería a él con mucho orgullo. –Señor, tengo que ir a mi casa. Es demasiado tarde, pero ¿podría acompañarme y contarme qué hizo mi padre por usted? René se puso de pie y al ver la mochila recordó la misión. Pero, aunque quisiera retomar la misión, ya era demasiado tarde para poder entrar y salir sin ser visto en el hotel. Tendría que esperar por una nueva oportunidad. Además, aun no estaba seguro de que su misión fuese detener a YafZair, pues recordaba cierta conferencia acerca de teorías del espacio tiempo que aseguraban que un simple cambio en el pasado podía cambiar muchas cosas; y el doctor Ruíz

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también le había dicho algo similar. Así que decidió acompañar al chiquillo. En todo el camino iba contándole, omitiendo detalles y maquillando otros, a fin de poder explicarle a su yo del pasado el por qué consideraba a su padre un héroe. Finalmente llegaron a una cuadra antes de su casa, se pararon justo frente a un video club. Al ver aquella calle en la que jugó de niño y aquella casita color verde, con un pequeño jardín en la que vivió hasta que se fue a estudiar al colegio militar a los quince años, muchos recuerdos le vinieron a la mente. Frente a la casa, estaba estacionado el auto Nissan dorado de su padre en el que hicieron tantos viajes. René se dirigió al jovencito: –Quiero pedirte un favor. No comentes a tu papá acerca de nuestro encuentro. Él me hizo prometerle que nunca diría nada. –No se preocupe señor, de hecho no sé ni su nombre. –Ja ja ja. ¡Tienes razón!, por la sorpresa no te dije que me llamo, curiosamente, igual que tú. –¿Neta? –Neta –responde René sonriendo y extendiéndole la mano–. René para servirte.

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De pronto el semblante del jovencito cambia nuevamente al sentir dolor por el golpe que recibió en su rostro. –¡Me gustaría tanto que mi padre también saliera a mi defensa! Pero ya tendré algún día oportunidad para desquitarme de ese abusivo. Y no se la va a acabar. René quedó viendo con temor a su yo adolescente. Podía reconocer esa mirada llena de odio, esa sensación de impotencia. Comenzó a comprender entonces de dónde venía todo el resentimiento e incluso el intento de bloquear sus sentimientos. Estaba seguro que eso lo fue alejando de sus padres. Pero ahora lo miraba de diferente manera, ¿cómo explicárselo a este jovencito? René levantó la vista pensando en cómo ayudarle a entender que no debía vivir en el pasado. Su vista se posó en el televisor del videoclub y leyó los subtítulos de la escena de la película animada que estaban exhibiendo en la que una rata recibe el siguiente consejo del fantasma de un cheff: Si te enfocas en lo que perdiste, no podrás ver lo que te espera. –René, no permitas que lo malo te haga perder lo bueno. Toma como ejemplo lo que pasó, de no ser por ese momento feo que experimentaste, no te hubiera encontrado, y no contarías con un nuevo amigo.

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El adolescente quedó mirándolo fijamente. Se notaba que no había comprendido en su totalidad. Pero escuchar eso lo hizo cambiar de parecer. –Quizás tenga razón, señor. Perdón, ¿puedo tutearlo? –Claro que sí, no hay problema. –Pues espero saludarte nuevamente pronto. Debo irme no quiero que mis padres se preocupen. –Comprendo, apúrate. Estaré por aquí la próxima semana. Espero poder saludarte nuevamente. Entonces el adolescente se despidió y se dirigió rápidamente hacia su casa. Su madre estaba en la entrada esperando a que llegara su hijo. La escena le conmovió el corazón. Había olvidado que era costumbre de su madre estar a la puerta esperando cada vez que él llegaba. Y fue entonces que vio salir a su padre y recibirle con un beso en la frente, y de inmediato notó los golpes en el rostro. René sintió calor en su rostro, un nudo en la garganta y por más que intentó evitarlo, una lágrima le escurrió de su ojo derecho. Cuánto deseaba salir corriendo a abrazar a su padre pero… sabía que no podía. Mientras, en la casa, Ariel y Azucena interrogaban a su hijo adolescente, no había necesidad de estar cerca para saber que las preguntas se debían a los golpes que llevaba. Esta hermosa escena terminó en el momento en que Ariel abrazó a su hijo y entraron todos juntos a la casa.

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cambio de planes


cambio de planes

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René emprendió el camino hacia su departamento, no sin antes identificar muy bien el lugar para estar allí sin falta pronto. Mientras caminaba, pensaba y repasaba en su cabeza: ¿Quién es Olam? ¿Acaso sería alguien de la IG que también conocía el complot y no quiso arriesgarse a ser descubierto? ¿Cómo tenía acceso a este dispositivo de viajes a través del tiempo? Tan sólo se había escuchado rumores de que experimentos que se comenzaron a realizar en el 2020, basados en teorías e investigaciones de Stephen Hawking, entre otros, y que tenían la intención de lograr viajes espaciales a fin de encontrar vida en otros planetas, tuvieron resultados inesperados, aunque muy bien recibidos por aquellos que creían en la posibilidad de viajes en el tiempo. Pero jamás se supo que hubiesen consolidado algo. ¿Acaso la IG logró desarrollar tal tecnología? ¿O acaso existía otra agencia que en oculto la desarrolló para evitar lo que venía? ¿Y por qué me eligieron? ¿Por qué me enviaron al pasado? ¿Cuál es mi misión? ¿La palabra que tuve que decir para accionar el dispositivo sería la clave? Reinicio. ¿Acaso debo evitar que YafZair llegue al poder y así reiniciar el futuro? Y, si termino la misión, ¿podré volver a mi tiempo? –¿Y para qué volver? No hay algo para mí allá –pensó en voz alta–. En cambio en este tiempo mis padres aun viven, y aunque nunca les


pueda decir quién soy, existe la posibilidad de acercarme a ellos. Aunque no creo que sea correcto cambiar el pasado, ni el mío ni el de nadie. ¿Podría ser que sin el financiamiento de YafZair no se pueda desarrollar el tipo de semilla necesario para evitar la hambruna? O quizás sí, si logro que alguien más los financié como planeé. Pero, ¿y si aún con todo esto no se puede evitar que entren en conflicto las naciones y YafZair es el único con el liderazgo necesario para detener el lanzamiento de las bombas nucleares? Tantas preguntas, con tantas posibles respuestas. Y aun pensaba en las muchas posibilidades cuando su vista topó, a unos 500 metros adelante, a alguien que de inmediato se escondió detrás de un letrero. Era el agente Sombra. Las dudas tenían que esperar, la alegría de haberse hallado a sí mismo desapareció, en su lugar la ira volvió, junto con el deseo de vengar la muerte de sus padres. Continuó caminando sin mostrar sorpresa, a fin de que Sombra, quien seguramente se mantenía observándolo, no pudiese percatarse de que había sido descubierto. Pero, tenía que buscar la manera de perderse entre la gente y no lo siguiese hasta su departamento, por lo que comenzó a meterse a lugares concurridos, entrando por una puerta y saliendo por otra. ¿Cómo llegó al pasado? ¿También tiene un dispositivo? ¿Qué hace aquí? ¿Me ha estado siguiendo todo el tiempo que estuve aquí? ¿Estará perdido en este tiempo también, intentando hallar respues-

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tas? Quizás, ¿fue enviado a matarme? O peor aún, ¿acaso busca a mi familia en este tiempo para darles muerte? ¡No podía permitirlo! Quizá esa es la razón por la cual viajó al pasado, era probable que Sombra hubiese sido enviado a terminar con su vida en este tiempo. No puedo permitir que se salga con la suya. Debo matarlo antes que él de con mi familia. Entonces resonaron en su cabeza las palabras que acababa de decirle a su yo adolescente: “deja ir el pasado”. Sombra puede estar, al igual que yo, atrapado en el pasado, ¿y si él también está deseando cambiar? Después de todo, ya hubiese acabado con mi familia, si esa fuera su misión, durante el año que permanecí encerrado. A menos que... –¡Andaré con más cuidado! Creo que es más obvio que quiera atentar contra mi familia en este tiempo. Me quedaré cerca de ellos a protegerlos. Finalmente se detuvo y volvió la vista para ver si había logrado perder a Sombra. Ya no lo vio más. Por su parte, Sombra estaba molesto consigo mismo por el descuido que tuvo. En cuanto notó que René volteó intentó esconderse de la vista de Camaleón, pero estaba casi seguro que alcanzó a verlo.

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–¡Maldición! –exclamó Sombra mientras daba vuelta en una esquina y se colocaba de espaldas a un muro de piedras y golpeaba con el codo–. Me descuidé, no esperaba que voltearas–se asomó pero ya no pudo ver más a Camaleón. –¿Qué haces Camaleón? Estaba seguro que tu misión era detener a YafZair. ¿Por qué no lo hiciste? ¿Será acaso otra tu misión en este tiempo? ¿Quién te envió? –pensó en voz alta. Sombra esperó tan sólo un momento más y se alejó del lugar. Ahora él también tenía más dudas que nunca. –¿Qué detalle estoy pasando por alto? Veamos… Camaleón fue absorbido por ese vórtice, pero ¿cómo lo hizo? –pensaba en voz alta mientras caminaba, sin importarle un poco la mirada atónita de los transeúntes con los que se cruzaba–. ¿Con qué se accionó? ¿Quién pudo haber desarrollado tal tecnología? Camaleón mencionó a un tal Olam, ¿será él quien le dio el dispositivo? ¿Con qué fin? ¿Se trata de una nueva misión… en este tiempo? ¿Cuál es? ¿O fue un accidente? Y, ¿por qué no estaba en el centro comercial en el que aparecí? Aunque, probablemente no pude localizarte porque tuve que salir de allí antes que llegasen los guardias de seguridad y despertara más sospechas por mi forma tan abrupta de llegar a este tiempo. ¿Dónde estabas en ese instante Camaleón? Fue una caminata de casi 40 minutos, en los que atravesó por varias calles y callejones, para finalmente llegar a una casa ubicada en

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un callejón de una colonia oscura y poco habitada. La hierba del jardín estaba muy crecida, daba la impresión de ser una casa deshabitada. En el interior se podía notar en las paredes manchas de sangre seca. La mesa de centro y la puerta de la primera habitación estaban quebradas. Sombra había forcejado con los habitantes y sin duda los mató. Deshacerse de los cuerpos no fue ninguna dificultad para este agente, era muy probable que los hubiese enterrado en el jardín. Sombra se dirigió a los restos de la mesa del centro y encendió un candelero de cuatro brazos. Se sentó, dejándose caer pesadamente, en un sillón individual con las piernas extendidas. Reposó su mentón sobre el pecho y se cruzó de brazos. Tomó un respiro muy profundo y exhaló mientras cerraba los ojos concentrándose aún más en sus pensamientos. –Estaba seguro que tu misión era detener a YafZair. ¿Por qué otra razón serías enviado, cuatro meses antes, a la ciudad en la que YafZair conocería a los científicos que le darán el descubrimiento que le permitirá ganarse la confianza de las naciones? Tuviste tiempo suficiente para preparar la misión. ¿Por qué no atacaste? ¿Acaso estás temeroso por aquello de la paradoja del tiempo? O, ¿será acaso que me descubriste antes? –apretó los dientes, haciéndolos rechinar. –En cuanto escuché las noticias me dirigí al hotel en el que se hospedaba. Y dejé una nota de advertencia a YafZair en su cuarto. En ese mismo instante salió del hotel. No estaba yo dispuesto a correr el riesgo de que estuviese allí cuando tú llegaras y nos enfrentásemos.

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Sabía que intentarías recorrer el perímetro antes y no me equivoqué. Estuve observando todos tus movimientos desde el interior del hotel. Estaba listo para nuestro enfrentamiento, pero… ¿por qué no continuaste? ¿Qué pasó? ¿Descubriste mi presencia? ¿Cómo? ¿Me aseguré de que nada me delatara? ¿Por qué te detuviste y te entretuviste con ese chiquillo? ¿Quién es? Si no te conociera tan bien diría que tienes un afecto muy especial hacia él. Sombra levantó la cabeza y el rostro se le iluminó por un instante. –¡No!, estoy casi seguro que es una distracción. Me descubriste y cambiaste tu estrategia para tratar de despistarme. Fue por eso que fingiste tanto interés en ese chiquillo y te alejaste del hotel con él. ¡Eres un desgraciado! Pero, no logro comprender cómo pudiste saber que yo te estaba esperando. Sombra se puso de pie con las manos empuñadas y la boca torcida de enojo. Se abalanzó hacia la pared tirándole un fuerte golpe. –¡Maldito! Pero no lograste despistarme. Soy más inteligente que tú. Tendré que cambiar mis planes también. Me mantendré cerca de YafZair, lo seguiré en toda su gira. Estoy seguro que tarde que temprano lo intentarás de nuevo y no importa cómo ni cuántas veces, te voy a atrapar, porque necesito saber cómo salir de este maldito tiempo y regresar a cumplir con mi misión en la vida: ser un gobernante mundial al lado de YafZair. Sombra salió de la casa y no se molestó en cerrar la puerta.

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Âżeste es el fin?


¿este es el fin?

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De manera inesperada, YafZair pospuso su reunión con los jóvenes científicos, ni siquiera pasó la noche en el hotel, por la tarde partió a Brasil. René, decidió no seguirlo, estaba seguro que Sombra intentaría dañar a su familia en este tiempo. Debía protegerlos, ya una vez les había fallado, nunca más. Así que estaría más cerca que nunca de ellos. Fue por eso que cada fin de semana se reunía con su yo adolescente. Los meses pasaron rápido y en todo este tiempo tuvo oportunidad de enseñarle muchas cosas: deportes, arte y sobre todo defensa personal, explicándole que nunca lo usara para lastimar, sólo en defensa propia si es que su vida corría peligro. No recordaba que fuese tan solitario. En todo este tiempo jamás me ha hablado de algún amigo. Y nadie lo ha acompañado o extrañado. Pensaba a menudo. –Me hiciste recordar a mi papá –dijo el adolescente–, siempre está diciéndome que el deseo de venganza nos consume por dentro, y si algún día logramos vengarnos de todas formas el vacío continuará. ¿Tú que crees? René quedó sin respuesta. Cuántas veces, dejando a un lado el consejo de su padre, encontró la venganza y, ciertamente, el vacío nunca desapareció. Pero, allí estaba él, teniendo una oportunidad que mu-


chos han deseado en más de una ocasión: ayudar a su yo más joven a comprender y aceptar palabras que en ese momento no tienen sentido o son ignoradas, pero que el tiempo o la amarga experiencia, nos hacen anhelar haberlas tomado muy en serio. Miró fijamente a su yo más joven. –Tu padre tiene toda la razón René. La venganza no es buena. Al contrario, te acaba a ti mismo. –¿Aunque la persona se lo merezca? –¡Sí! Supongo que todas las personas merecemos una segunda oportunidad, ¿no crees? –¿Te confieso algo? Yo estaba planeando darle una golpiza a Enrique. ¡Sé que puedo vencerlo!, y ahora con todo lo que me has enseñado con más facilidad. Si no lo he hecho es porque mi papá siempre me ha dicho que pelear es malo. Pero algún día… –¿Hablas de vengarte del abusivo del que te libré aquella ocasión? –dijo René aparentando que no sabía con certeza de quién hablaba su yo adolescente–. Y, ¿qué pasará cuando lo hagas? –¡No sé!, quizás tengas razón. ¿Qué ganaría? Además de un ojo morado, preocupación de mis padres, y hasta quizás que me expulsen de la escuela o me lleven detenido. René sonrió muy complacido y acarició la cabeza de su yo adolescente despeinándole.

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–Mejor cambiemos de tema… porque hay algo en lo que sí me urge que me ayudes –dijo René adolescente mientras miraba al suelo para patear una pequeña piedra que estaba cerca de su pie. –Si me vas a pedir que yo le dé una golpiza de tu parte, ¡olvídalo! –No, ¿cómo crees? Mira, lo que pasa es que hay una chica que me gusta un buen. Se llama Amanda, pero no sé cómo acercarme para decirle lo que siento por ella. Camaleón intentó recordar alguna Amanda en su niñez. Pensaba que si lo lograba le resultaría más fácil aconsejarle a su yo adolescente acerca de cómo impresionarla, pero la única Amanda que asaltó sus pensamientos fue la agente Silbido. No podía olvidar aquella conexión tan especial que tenía con ella, aunque fueron pocas veces las que se trataron. –Bueno, lo mejor que te puedo decir es: ¡Sé tú mismo! Y no seas tan directo, la vas a asustar. Lo que yo descubrí, de mala manera, es que la mayoría de mujeres suelen pintar su raya con aquellos que las ven como trofeos o conquistas. Así que acércate a ella con la intención de conocerla mejor y dale oportunidad de que te conozca. Y así continuaron una larga plática acerca del amor y consejos. Y como suele ser en esas pláticas, un tema llevó a otro. Ni siquiera notaron en que momento oscureció. –Entonces, ¿tú no crees en el destino? –preguntó el adolescente.

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– ¡Sí!, pero no creó que esté escrito, más bien creo que nuestras decisiones y acciones son las que determinan si nuestro destino será bueno o malo. –Mi papá me repite una y otra vez lo mismo. Que Dios nos dio un propósito pero el destino lo decidimos nosotros. Pero, ¿y si no elijo bien? ¿Perdemos todo si nos equivocamos? –Solía creer eso... pero descubrí que no es así. Siempre hay posibilidad de cambiar para bien. No importa si lo que hiciste te haga sentir como una cucaracha o un gusano, siempre hay oportunidad de recuperar aquello que perdiste. –¿Sabes qué me compartieron en mi cuenta de “Peach” hoy? Lo que para una oruga es el fin, para una mariposa es el inicio. ¿No te pasa que lees algo o te dicen algo y casi todo el día gira en torno a eso que aprendiste? –¡Sí!, y la verdad llego a creer que Dios tiene mucho que ver con eso. Pero… ya es tarde, no quiero que tus papás se preocupen. –¡Sí!, oye, mañana no tendré clases y será mi cumpleaños. ¿Podríamos practicar un poco de artes marciales temprano? Porque en la tarde será mi fiesta. René había olvidado, nuevamente, su cumpleaños. –¿No te dirán algo tus padres?

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–¡No!, a mi mamá le gusta “sorprenderme” con un pastel por las tardes. Estoy seguro que buscará algún pretexto para que salga de la casa y me lo pueda preparar. René, tuvo que contener las lágrimas, al recordar el último pastel de cumpleaños que su madre le preparó el día antes de que la asesinaran. –Entonces que así sea. ¿Nos vemos a las 10 am en el almacén abandonado junto al parque deportivo? –Perfecto. Te veo allá. Ambos se retiraron, sin notar que Sombra estuvo todo el tiempo en un rincón escuchando toda la conversación. –Allí estaré y claro que practicaremos. ¡Oh sí!, practicaremos hasta que caigas muerto –echó a reír. Al otro día, René ya estaba en la estación desde las 9 de la mañana. En particular ese día estaba muy emocionado pero a la vez tenía una extraña sensación de que algo no andaba bien. El lugar había sido un almacén de una embotelladora de refresco hace muchos años atrás. Hoy era el hogar de palomas y ratas. René hacía espacio para poder practicar artes marciales con su yo adolescente, hasta que una voz lo interrumpió. –Me parece que el espacio no será suficiente para la batalla que libraremos, agente Camaleón –dijo Sombra mientras se acercaba a René. René quedó muy sorprendido al ver a Sombra frente a él. Había disfrutado tanto este tiempo, y se había adaptado a todo, que olvidó

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por completo que toda esta relación surgió para proteger a su familia de la amenaza que representaba Sombra para ellos. Y aquí estaba, tomándole totalmente desprevenido. –Camaleón, ¡te desconozco! Tú no sueles demostrar emoción alguna en tu rostro. ¿Qué te ha pasado? ¿Tanto te sorprende verme aquí? Vamos, era lógico suponer que fuiste enviado al pasado para intentar detener en este tiempo a YafZair. Fue por eso que me desconcertó mucho que no atacaras en el hotel. Creí que me habías descubierto y procuré ser aún más cuidadoso desde entonces. Estuve siguiéndolo en todo su recorrido por Latinoamérica, repasaba en mi mente una y otra vez tu plan de acción y esperaba que aparecieras de nuevo. Pero, ¿qué crees? ¡Nunca pasó! No tienes idea de lo frustrado que me sentí cuando descubrí que tu objetivo no era YafZair, sino aquel chiquillo al que salvaste de ser golpeado. ¿Quién era? Poder descubrir tus planes exigía que saliera a la luz, ya que había perdido mucho tiempo y no podía correr el riesgo de perderte y quedarme en este tiempo. Así que decidí regresar al lugar en el que te encontraste con él por primera vez y vaya que la fortuna me sonríe. Ayer los vi juntos. René examinaba todo el lugar identificando objetos que pudiera usar como arma, así como lugares donde pudiese poner a salvo a su yo adolescente. Y aunque procuraba no ser tan obvio, no pudo ocultar su preocupación, ya que no tardaba en aparecer. Su vida corría peligro.

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–¿Qué te pasa? ¿Acaso un breve contacto con el pasado te ha transformado? –preguntó Sombra mientras comenzaba a caminar alrededor de René. –No entiendo a qué te refieres –respondió René. La cara de René no disimuló la sorpresa que le causó este comentario. Al parecer Sombra había llegado al pasado después de él. –Sombra, ya tengo dos años en este tiempo. Sombra se detuvo y comenzó a analizar la situación. –Tiene sentido, yo entré al portal después de ti. Supongo que por eso no llegamos al mismo tiempo. Pero eso es lo de menos, vine a terminar lo que empecé y así poder regresar a cumplir con mi destino: gobernar el mundo al lado de YafZair. Así que, Camaleón, dime... ¿cuál es tu interés en ese chiquillo? ¿Quién es? Acaso… ¡no! No puede ser, ¿eres tú? –ríe a carcajadas– ¡Sí eres tú! Te atreviste a buscarte y a tu familia, sabiendo que vendría tras ti. No aprendes, ¿verdad? Ya liquide a tu familia en el futuro por involucrarlos antes de cumplir con tu misión. Y en este tiempo, vuelves a cometer el mismo error. Pero... si no mal recuerdo, es el chiquillo al que ayudaste el día que tenías que cumplir con tu misión, ¿no es así? Entonces, ¿fue un accidente el que lo hallaras? Y ¿dejaste de cumplir tu misión por él?

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–Quizás te sorprenda lo que a continuación te diré y al parecer no lo crees, pero es la verdad. ¡No fui enviado! No estoy aquí en misión alguna. Simplemente me gustó este tiempo para vivir y… Sombra no le dejó terminar y sumamente alterado gritó. –¿Me crees estúpido? Sombra se abalanzó hacia él, lanzando una fuerte patada que René esquivó hábilmente, devolviendo un golpe con su antebrazo a la altura del pecho. Sombra cayó de espaldas al suelo, pero de inmediato lanzó una patada con la pierna derecha hacia la pierna de apoyo de René al tiempo que giraba su cuerpo para ponerse de pie. Camaleón se dobló pero logró detener su caída apoyando ambas manos en el suelo y levantando las piernas se impulsó para lanzar una patada con ambas piernas que arrojó a Sombra hacia la entrada, justo en el momento en que René adolescente iba entrando. Sombra aprovechó de inmediato esta oportunidad para tomar del cuello al muchacho y usarlo como escudo. –¡Suéltalo! –René metió de inmediato la mano al bolsillo para sacar el reloj y mostrárselo a Sombra–. Hazle algo y destruyo en este instante el dispositivo. Y ni tú ni yo saldremos de aquí. A mí no me interesa volver como ya te dije, pero tú... tú si quieres volver. ¡Hazle algo, y lo destruyo! Al mismo tiempo miró a su yo adolescente para tratar de calmarlo con la vista.

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–¡Tranquilo!, todo estará bien –le susurró. –¡No!, no estará bien. Bien sabes que puedo romperle el cuello fácilmente. ¡Entrégame el dispositivo! Y explícame ¿por qué estás en este maldito tiempo? –No te estoy engañando. No estoy en misión alguna. ¿Ves este reloj? Este es el dispositivo para viajar en el tiempo. Alguien me lo envió, no sé quién, no sé por qué y tampoco para qué. René tomó el reloj y colocándolo en el suelo lo deslizó, impulsándolo con el pie, a lo más cerca que pudo hacia donde estaban el agente y el muchacho. Sombra tan sólo le dio un breve vistazo, sin soltar al adolescente y volvió la vista a René, estaba seguro que su oponente tan sólo quería desviar su atención para poder atacarlo en cuanto se distrajese. –¿Me quieres ver la cara de estúpido? –gritó Sombra mientras apretaba el cuello del chico con más fuerza, quien soltó un gemido de dolor e intentaba inútilmente con sus manos aflojar la mano que le asfixiaba. –¡No!, no lo lastimes. Estoy diciéndote la verdad. Toma el reloj y examínalo tú mismo, estoy seguro que lo recuerdas del incidente en mi casa. Sombra repasó la escena en el futuro. Recordando que fue en el instante en que dicho reloj tocó el suelo que el portal se abrió. –¡Bien!, bien. Digamos que te creo. ¿Qué debo hacer?

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Sombra no se percató que un hombre que pasaba por allí vio la escena y se escondió tomando un pedazo de madera para ayudar al chico en problemas. –Debes tomar el reloj en tu mano, apretarlo con fuerza y al tiempo que lo sueltas debes decir: ¡Reiniciar misión! Fue entonces que René se dio cuenta del hombre que se acercaba por detrás a Sombra, para intentar rescatar al chico. Por lo que se atrevió a hacer algo más para distraerlo. –Eso es absurdo– gritó Sombra. –Compruébalo tú mismo, el reloj está cerca de ti. Tan sólo tienes que soltar al chico, tomar el reloj e intentarlo. –Primero veremos si lo que estás diciendo es cierto… No terminó de decir esto porque recibió un fuerte golpe en la parte de atrás de su cabeza que provocó se le nublara la razón por un instante. El hombre que había estado escondido detrás de él, había aprovechado su distracción para tomarlo por sorpresa, y ahora tomó al chico de la mano esperando instrucciones. –¡Corran!, René vete a tu casa y quédate allí con tus padres. Señor por favor llame a la policía –René ya estaba corriendo hacia donde estaba Sombra recuperándose del fuerte golpe.

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–¡Vámonos hijo! –le dijo el hombre a René adolescente mientras lo tomaba del brazo para salir corriendo. Tuvo que jalarlo con fuerza, porque éste no quería irse. Sombra ya se había reincorporado y buscaba al chico para tomarlo de rehén nuevamente, pero René se abalanzó sobre él, llevándolo al suelo nuevamente. Rodaron casi 100 metros. Sombra estaba sobre René, propinándole fuertes golpes en la cara. Hasta que recibió un golpe certero en la costilla y uno más sobre el rostro. René pudo entonces aventarlo a un lado e intentó ponerse de pie lo más rápido posible. Sombra cayó cerca de donde se encontraba el reloj y lo tomó. También vio un pedazo de fierro con punta y lo disimuló muy bien en su mano. –Tengo el dispositivo Camaleón –dijo con una rodilla en el suelo, a punto de ponerse de pie y limpiando un poco de sangre que le brotó del labio inferior–. ¡No intentes nada estúpido! Que puedes quedarte atrapado en este tiempo. Por última vez, ¿cuál es tu misión? ¡Dime! –No hay una misión, ¡usa el dispositivo!, no me interesa regresar. ¡Vete!, y déjame en paz. Tengo una nueva oportunidad aquí. La pienso aprovechar. –¿Oportunidad de qué?

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–De empezar de nuevo. De entender mi pasado para ser lo que tanto he deseado ser. –Pues lo que tanto deseo hacer está en el futuro. Y tú, ex número uno, eres mi único estorbo, y no correré el riesgo de que puedas regresar a interferir con mis destino –y antes de terminar de decirlo, Sombra arrojó el objeto metálico hacia René, clavándose en su abdomen. René cayó de rodillas al suelo al sentir el objeto metálico clavado en su abdomen. Colocó su mano donde sintió que comenzó a sangrar y dirigió la vista hacia donde estaba el objeto. No se percató que Sombra corrió hacia él para darle una fuerte patada a la cabeza que lo mandó totalmente al suelo. René intentaba no perder la conciencia pero sintió cómo Sombra retiró con brusquedad el objeto metálico de su abdomen y comenzó a perder sangre de inmediato. –¡He ganado Camaleón! –gritaba extasiado, riendo mientras soltaba el objeto que retiró del abdomen de su oponente. Tomó el reloj en su mano, lo apretó fuertemente y lo arrojó al suelo. –¡Reiniciar misión! El reloj no emitió la luz roja que emitió la ocasión que lo usó René. Se estrelló contra el suelo, mientras que Sombra levantaba el rostro y cerraba los ojos abriendo los brazos. Todo el lugar se inundó con

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el ruido provocado por el reloj quebrándose al estrellarse contra el suelo. Sombra abrió los ojos y descubrió que aún continuaba en el mismo lugar, pero ahora tenía frente a sí a René con el mismo objeto metálico con el que lo hirió. No tuvo tiempo de reaccionar y sus ojos se desorbitaron en el momento en que sintió aquél objeto, que minutos antes había estado clavado en el abdomen de René, penetrándole el pecho, hasta llegar al corazón. Murió al instante. René cayó de espaldas con dificultad para respirar. Ha perdido demasiada sangre. Su mirada se nubla pero ve la silueta de un hombre que se acerca. Es el mismo hombre que lo ayudó instantes antes. –¡Muchas gracias!, ¿el chico?... él, ¿está bien? –¡Sí!, no te preocupes. Pedirá ayuda sin duda. Pero tú, no estás bien. –No creí que esto terminaría así –dijo René mientras le comenzaba a escurrir una lágrima. –¿Y por qué crees que este es el fin? –preguntó el hombre mientras se agacha y le toma una mano–. Hasta donde puedo entender salvaste la vida de ese chico. Le has cambiado la vida. Seguramente nunca será el mismo y tu proeza vivirá en su mente para siempre.

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–Le confesaré algo que le sonará a locura. Vengo del futuro y al chico que salvé soy yo mismo. Creí que podría recuperar mi vida aquí en el pasado. Jamás pensé que tendría que acabar. –Pues lo que para un gusano es el final, para la mariposa es el principio de una nueva vida. –¿Cómo dijo? –Para que una nueva vida pueda surgir, la vida antigua debe morir. Si tu plan era procurar una mejor y nueva vida para ti mismo, entonces no puede seguir viviendo tu yo actual. Debe morir lo viejo, para que lo nuevo salga a flote. Una sonrisa, en medio de tanto dolor se dibujó en el rostro de René. –¡Gracias!, otra vez –dijo mientras comenzó a temblar y a toser escupiendo sangre. –No te preocupes. Me llamo Olam por cierto. René quedó mirando con asombro a Olam, por fin tenía frente a él a aquél hombre misterioso que le había advertido acerca de la traición y le había enviado el dispositivo para viajar al pasado. –¿Tú eres Olam? ¿Tú me enviaste aquí? ¿Por qué?... Y ¿Por qué apareces hasta ahora?

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–Yo no te envíe. Fuiste tú. Tú querías que las cosas cambiaran. Tú querías que fuese diferente. Tú quisiste reiniciar tu misión en la vida. O ¿me equivoco? –Pero, teniendo esta tecnología, ¿por qué no enviarme a detener a YafZair? O ¿Por qué no a cambiar el rumbo de la humanidad? –Porque eso sería algo inútil, tan solo sería posponer lo inevitable. Si no es YafZair, alguien más será. Si detenemos la guerra ahora, sin duda se iniciará más adelante. Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo. En cambio, la historia que vale la pena cambiar es la de cada ser humano en particular. –No entiendo… ¿Qué tan valioso puede ser cambiar mi historia? ¿Para qué? ¿Qué podría cambiar? –Es tan valioso que alguien estuvo dispuesto a dar su vida para que tu historia cambiara. Y, al cambiar tu historia, la de muchos más cambia –respondió Olam palmeando la mano que sostenía de René y tomándola con más fuerza con sus dos manos. –Creo que ya entiendo –René sonrió nuevamente, respiró profundamente y cerró los ojos–. Entonces, ¿este es el fin? – ¡No! Definitivamente no lo es. Dicho esto, René expiró.

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Olam siente como la mano de René lo suelta, y la coloca sobre su pecho. Se pone de pie, una lágrima de felicidad se escapa de su ojo izquierdo y, dibujando una sonrisa de satisfacción, se retira. Detrás de él, el cuerpo de René se desvanece, al tiempo que toma un reloj de bolsillo y mira la hora. –Justo a tiempo. ¡Reiniciar misión!

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reset

uno reset

El tiempo continua con su curso, y en el año 2029, después de muchos años de guerra fría en los que las naciones invirtieron en el desarrollo de su capacidad militar descuidando el campo, lo que llevó a una escasez de alimentos a nivel mundial, se inició la Tercera Guerra Mundial, en el momento en que un misil nuclear fue lanzada sobre Irán. La respuesta no se hizo esperar, actos terroristas en diversos lugares, armas químicas fueron accionadas provocando terribles epidemias. Cientos de miles murieron, por la guerra, por el hambre y las enfermedades. Muchas ciudades desaparecieron, otras nuevas surgieron. Los campos, el mar, los ríos e incluso manantiales se contaminaron. La tierra estuvo al borde de la destrucción por la amenaza de uso total de arsenal nuclear. La humanidad seguramente se hubiese extinguido de no ser por YafZair. En el 2030 entregó al mundo el descubrimiento que acabaría con la crisis de alimentos y logró lo que parecía imposible en ese momento, conciliar a las naciones en pugna. Propuso un proyecto para que en cuatro años la tierra entera se recuperase de esta terrible catástrofe. Todas las naciones serían beneficiadas por igual. Y fue así como obtuvo la confianza de los principales líderes y nombrado líder mundial durante ese periodo de tiempo. Han pasado tres años y medio desde entonces. En los que la paz y la prosperidad ha imperado en toda la tierra.


En Ciudad Alfa, frente al televisor, sentados en el sofá, se encuentran Ariel y Azucena viendo su programa favorito. Azucena está recostada sobre el pecho de su esposo con sus piernas sobre el sofá. –¿Tú crees que venga?– le pregunta Azucena a Ariel mientras lo mira fijamente a los ojos. Ariel estaba a punto de responder cuando el programa que miraban se cortó abruptamente. Interrumpimos nuestra programación para ir directamente con nuestro corresponsal a las orillas de Ciudad Cristal, en donde hace unos minutos una explosión destruyó lo que al parecer era el complejo secreto de IG. Vamos contigo Andrés. Ariel y Azucena escuchan con atención las noticias. Gracias Brenda. Me encuentro en los restos de este edificio ubicado en las afueras de Ciudad Cristal, en donde hace no más de media hora se produjo una terrible explosión. Todo parece indicar que éste era el complejo secreto de la IG. No hay sobreviviente alguno y la causa de la explosión aún no ha sido declarada. Algo importante es que YafZair está en este lugar, lo que refuerza los rumores de que éste era el complejo de la IG. Precisamente está saliendo, escucharemos lo que tiene que decir. – Es con profunda pena que debo anunciar que los agentes de la IG han sido asesinados. No es un secreto que estamos en una lu-

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cha contra una nueva amenaza a la paz mundial. Pero el día de hoy dimos un golpe fatal a este ejército enemigo. Uno de los agentes de la IG logró capturar a la mano derecha del ejército enemigo, y asumimos que este ataque contra el complejo secreto es un acto desesperado para evitar que obtuviésemos información. Este crimen no quedará impune. Llamo a todos los dirigentes a que se unan a mí en esta cruzada. Pese al volumen lograron escuchar el portazo de un auto. Ariel y Azucena apagaron el televisor y se levantaron de inmediato. Azucena se asomó a ver por la ventana, mientras que Ariel fue a la cocina. Su esposa lo alcanzó al terminar de espiar. –¡Sí es él!, prepárense todos. René desciende de su auto y mira hacia su casa, iba un poco preocupado por lo que no se dio cuenta del peatón que iba pasando y casi lo golpea. –Ups… ¡Usted perdone! –No se preocupe, no fue nada. Sin embargo pude notar que lleva prisa. ¿Todo bien? –respondió el peatón. René quedó mirándolo fijamente, intentado reconocer su rostro. –Perdón, ¿nos conocemos? –pero no dejó que respondiese ya que recordó que tenía prisa por llegar a su casa–. Disculpe, llevo prisa, me están esperando. Tenga buen día.

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–Adelante, no quiero retrasarlo. Dios lo bendiga. El peatón miró a René dirigirse apurado hacia la puerta de su casa. Con su mano derecha tomó un reloj de bolsillo y miró la hora. –Todo va muy bien. Justo a tiempo –y volvió la vista hacia donde estaba René quien volteó a verlo intentando reconocerle–. Me llamo Olam, por cierto. ¡Fue un placer! Se despidió con la mano mientras René le devolvió una sonrisa un poco extrañado. Finalmente abrió la puerta de su casa y entró. –¡Sorpresa! René dibujó una enorme sonrisa al ver a sus padres, junto a su amada esposa y su hijo, recibiéndole con un pastel, hecho por su madre obviamente, con una vela prendida. La cuál apagó de inmediato. –¡Te amamos hijo! Eres nuestro orgullo, ¿lo sabías? –dijo Ariel. René extiendo los brazos hacia su hijo de 4 años quién corrió de inmediato a abrazarle. Luego abrazó a su esposa y finalmente se acercó a sus padres para besarles en la frente. –Los amo. Son grandiosos. Y tú papá, eres increíble. No tienes ni la más mínima idea de cómo me hiciste correr. ¿Era necesario traerme de esa forma? –Lo siento hijo, pero el avisarte que uno de nosotros dos está mal, es la única manera de hacerte venir de inmediato.

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–¿Y supongo que tú estabas de acuerdo? –preguntó René a Amanda, su esposa. Azucena tomó la mano de su nuera y se dirigieron a la cocina a partir el pastel. –De ella fue la idea –le respondió su madre. Amanda le sonrió, susurró “Te amo” y le mandó un beso mientras le guiñaba el ojo. René le devolvió una sonrisa acompañada de una mirada que expresaba todo el amor que le tenía. René y Ariel se sentaron en el sofá y prendieron el televisor. Es oficial estimado televidente. YafZair acaba de negarse a entregar el poder absoluto, se ha revelado contra las naciones que le brindaron todo su apoyo en estos casi cuatro años. Lo más sorprendente es que se ha autoproclamado ‘dios’ respirando esta amenaza: ‘cualquiera que lo rete deberá asumir las consecuencias’. Seguiremos informándole más acerca de esto, después del corte. René apagó el televisor. –Y bueno, se cumplió el tiempo. Ahora podrán ver que lo que tanto les advertimos, y por lo que tanto nos hacen burla, se hace realidad: ‘El poder absoluto corrompe’. Ahora ignoran lo que se nos viene –dijo mientras respiraba hondo y con un tono de preocupación. –Pues mientras estemos juntos y no neguemos nuestra fe en Dios, hijo mío, venga lo que venga, todo será para bien.

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