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Santiago [Ney] Mรกrquez



Vigas destellos molécula En un viaje subterráneo evado mi insistencia en que ciertos hechos no son naturales a un universo donde los acontecimientos compiten por celebridad /CORE/. Y respondo soportándome, mientras un hilo de lluvia dispara varios atardeceres que caen en mi solapa. Me dispongo a cocinar estos atardeceres en una olla pequeña, pero reclaman más espacio, por lo que entro en una discusión con mi idilio más íntimo e inconfesable. Las partes del día dicen los nombres de lo que va pasando y se resiste el mundo a convertirse en un receptáculo de mis anhelos, que son ninguno. Los dedos del cansancio dicen estar marchitos por verse. Una caída espectacular de íntimos bagres japoneses me despierta en medio de mi reflexión editorial-siquiátrica. Y una lluvia de perros posesos se desentiende de todo eufemismo, mientras enuncia verdades contingentes sobre el futuro de la especie.



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Puntos de fuga A veces cesa de tener misión este microtexto, sucede que cada consecuencia elige a posteriori causas o sensaciones casi humanas, para desparramarlas por toda la razón del movimiento del recuerdo. A veces el tango último de las cosas es una esfera de la alegría previamente programada por antiguos microdígitos que deambulan. Deambulan por la razón y la experiencia, deambulan por lo asimilable para el espíritu (el nuestro), deambulan desnudos, plenos de apariencia a nuestras a veces minusválidas conciencias, pero más que nada huérfanas, huérfanas de paz, como las partes de la herrumbre total. Querríamos inyectar sentido a nuestro disenso, pero es como querer chocar entre sí las verdades de un mundo y otro.

FIN En el comienzo, todo era oscuridad, las aves no llevaban nombre y todo se remitía a un ocaso largo sin rehabilitación. Del fuego surgió la nada, del tiempo surgió la nada, de nosotros surgió la nada, etc. Una enorme secuencia de búhos perdidos entre el sentido de las cosas respiró el encuentro entre polos conceptuales yuxtapuestos, y todo reverberó en real. Los cúmulos marchitos de la epopeya pusieron el almíbar en cada capa de una realidad extensa y poco acentuada. Idea fue el eje por donde la sal disolvió otra llegada. Todo se volvió cierto y un vaso de optimismo material se irguió en certidumbre de una completa desolación para los habitantes de lo recién establecido. Las almas renuncian al ideal de verse repartidas en múltiples espejos concéntricos. La sinceridad reclamó la partida en donde una mano es una sencilla razón para despotricar y pescar algo donde nuestra mente reflorezca. Los sentidos hicieron dato algo que flotaba quieto y completamente inútil, lo convirtieron en la realidad de algo igual de inútil. Este anillo es algo duradero y muy bueno, pero tiene las condiciones de tiempo y


vida de un anillo. Ahora que todos tomaron el tinte afiebrado es que el anillo muestra sus más recónditos estados, cuando la vigilia se resume en elemental mansedumbre por donde los hilos de un amanecer precario. El ojo del tranvía dio forma a la espera, la hizo ser niña, igual de tonta que antes. Esto es un sitio de la realidad, un sano, endeble como todos. En lo hondo de lo que no se atraviesa más que lo que dura un dígito, la espalda de lo interesante responde. Llegamos al lugar donde cada piedra anuncia el porvenir. Las hojas de esta imagen vinieron a perder su color y todo resulta tan cierto como nuestros vasos. Un hombre rompió su camisa para mostrar tatuados en su pecho los signos del nacimiento del mundo, de un mundo muerto. Hoy llegamos al lugar, la calma estaba serena, se vivirá un tiempo donde las suposiciones serán las certezas de algún otro. Entonces todo toma el tinte de lo vulgar y mis ojos se mantienen en buen estado y ya no llego a preocuparme más que por estar demasiado bien. Tigris se entrega a la minúscula desidia del Operr_gmma, mientras una horda selvática de pasto púrpura devasta una tallada experiencia cuando todo ruge. En esta soledad convergen cristales de un más allá hermoso, donde el tiempo es un hilo cayendo, un hilo que contiene al cerebro cúbico de nuestro mundo mientras… estamos como el primer día y nada es señal de aquella desesperación, una en lo íntimo de cientas despedidas al ojo múltiple de lo que ya ha sido. Estabas entregada a lo más importante de todo el asunto mientras otras de sus partes reclamaban ser desatendidas durante el destello en cada preámbulo preciso de la viña, una vida exageradamente frecuentada por retazos de lo natural. Nació un hombre, nació navegante, o brujo, o peleador, como todos. Su madre recordará su nombre. Será un eslabón más de alguna cadena humana sin mucho sentido. Tomará las riendas de un par de asuntos, vivirá y morirá como todos los hombres. Pero mientras nace, es una


promesa de todas las posibilidades de la vida, es la multiplicación de todos los destinos humanos. Este niño es un bulto como de pan, que contiene la historia y todo el futuro de la humanidad. Pero seguramente ya de niño, se impondrán límites a sus posibilidades y a sus aspiraciones. Y se irá confinando en alguno de los pequeños destinos que tenemos todos, como ser, escribir esta triste muestra de poca confianza en este recién nacido, que promete todas las formas del buen destino para todos y todas en el mundo donde nació. Un niño de promesas es más que una carta larga prometiendo estatuas de hielo al desierto donde nacerán más y más niños que prometen y no cumplen alterar todos los mecanismos del mundo. El Operr_gmma navega errático por el jardín, bailan sus habitantes esperando la llegada del conquistador, amiguitos raptados como profesores de baile que trastornarán sus maneras de vivir a la deriva en un mar de pasto con rieles. El jardín creció en el lugar exacto en que el punto haz de luz extendió sus alas, el sentido estuvo siempre a la vista, luz del sol sin más problema que un pequeño esfuerzo, no desatar en vano los hilos de la mentalidad de este Operr_gmma. En la sinceridad está el pan, en el trigo el color de sus ojos, en los dientes marchitos unas cuantas despedidas, en su tinta los calamares únicos de tanta quietud y su goce más universiétnico en cada renombre.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------El Operr_gmma es un barco inmenso donde se refugian quienes han naufragado en alta tierra a las Teórs_chaos. Y van cansados de trotar, por el amor a los episodios que se desprenden como hilos desde lo solemne hasta aquí. Se agiganta su gesto, en el lugar en que el íntimo


maquinal se sonríe al pensar en que su animal había sido bicicleteado por otro jardín más. Van desatados por el amor a las partidas empatadas de pocas oportunidades. Así, la travesía nos recuerda de nuestra quieta existencia. El navío recorre el jardín sin más, porque ahí está de algún modo la vida o la salida para su pequeña y muda canción. Un niño dibuja con su gesto al mundo. Sin ladridos del cerebro ni emisiones de radio repetidas hasta lo náutico, van los niños navegantes. Tan solo la escapatoria es cierta, presentada en sencillas palabras a un jugador antiguo de cuentas, un niño con el gesto de sostener y sostenerse, quieto ya porque el mundo explica que hay que existir pese a todo. Lejos de creer en la cultura de una sociedad determinada como la más auditiva y resurgente en este mundo, se disponen a pregonar la laicidad necesaria de las sonrisas sin significación y los saludos sin epopeya. El niño abre la escotilla del Operr_gmma. Un atormentado niño payaso, hermoso como las cumbres y los llanos, un niño que repite sus palabras y sus gestos, un niño confeccionado con pan. La estrategia entonces es la de los centinelas, vender por certidumbre nuestras dudas, aunque la nostalgia nos gane otra partida, mientras rezamos por lo que no fuimos. En un lugar desconocido, el cielo es un enorme hombre azul herido de luz, que repite su canción mientras nadie entiende qué es lo que realmente acaece. Se desatan las partículas de sentimiento y así es que vemos cambiar de color la tradición que nos dice nacidos de una nube. El pájaro se vuelve la montaña, en lo alto un árbol de notas repite que esta historia trocará sus episodios por un ideal bastante afín con las sentencias de un consejo de ancianos formidable. En un tiempo, cosecharemos lo que hoy estamos trabajando como mera y fluida abstracción. Y nuestros cuerpos reclaman ser llevados a buen puerto…



Un niño sumamente personal y autorreferencial llega a la conclusión de que nombrarse trae consecuencias de calidad fuerte sobre el pudor de su rostro o su completa apertura en sonrisas cual colecciones de dientes desordenadas. Vacía su cargamento de palabras sobre la mesa. El tiempo es un retrato de la vida que solo toma en cuenta un presente que no asimos intenta decir mientras respira el sentimiento de algunos lectores comprometidos y no existentes. Cuando la solución llega se dispersan los nodos de lo que sea. Todos los barcos alcanzan buen puerto, hoy que el cristal de las horas es poco. …en el jardín las humanas glorias se disuelven al sentir el tiempo rebotar en la constancia de los que llegan, perros completos de luz, trampas para que los gofionardos entreguen cosecha y un poco de la vetusta alegría de los robles del parque contiguo. El jardín humeante del centro del sol repite una misma nota, pudiendo así entregar su propia colección de partes del ocaso en cintas de color. Lvpvlo se hace parte del camino y este lo lleva a bordo del Operr_gmma hasta el edificio adonde se decide el destino de todos los niños. De un árbol toma el fruto y sabe pronto que no estará satisfecho al terminar, por lo que decide no comer, aunque toma algunos más. El capitán soñó lo siguiente: será inevitable, habrá que sacrificar a esos niños para el tiempo de la cosecha, no hay vuelta atrás ni alternativa, por la prosperidad de la colmena muere la reina y la obrera, el mundo tiene contadas caras, el elixir es poco en muchas manos, cada cosa oculta varias más. Los niños serán elegidos mañana para ser entregados al mar como tributo. Y estarán orgullosos de ser elegidos. En la aurora las luces de un horizonte repiten su lugar mientras el tiempo desata cabos cerca del sol, un hombre de unos tantos años repite su gesto de espantar alimañas, cuando llegamos para dar explicaciones, la sola idea de no estar marchando en el sano camino nos toma el cuerpo. El payaso argonauta dicta que habrá para el tiempo de la cosecha bailes donde los días se planten en el riel de pasto de las eras.


A eso de las poco de la tarde un íntegro niño decidió llegar hasta la raíz de su propio futuro, implementando técnicas no conocidas y restituyendo la vida a los pocos enervados sueños que gustó de tener. Otro acompañante buscó cosas que resolvieran la tensión entre los tintes de su relación con él. Entraron por la puerta de la abundancia al palacio incongruente de donde todos salen y nadie jamás entró, una choza en pleno centro de la ciudad, amueblada con el canto de pájaros diurnos y algún que otro simple o no búho. Conocen su suerte: serán entregados para el pequeño sacrificio de la cosecha, sus ojos no vestirán de sentido más árboles ni casas. El navío toma por camino el riel parlante de pasto del jardín. Mientras medita las implicancias de tal memoria de tal vez su futuro, Lvpvlo piensa en lo lindo de las conversaciones con su abuela en un balcón y de toda la vida como la conocimos los viejos del hoy. Entre las hojas quietas de una decepción más, el jardín extenderá sus mantos de espera sobre la idea de que todos los ciclos humanos son producto del ciclo de las antiguas esperas, puertas de humanidad para los grandes árboles y los edificios que luego ocupamos. El payaso niño divisa la sensación más íntima que en su pecho hasta el momento: En la vida los aromas y los gestos serán poblados de la significación que se le dio al vuelo de los pájaros antaño, será difícil entablar conversación. Lvpvlo piensa en sus siete años de espera frente al altar y se retuerce tomando copas cerca del lago. Su vida fue una vida hermosa y la recupera cada vez que se lo propone, porque las cartas transparentes que cuentan el espacio son sonoras despedidas cuando se vive por y para la misión, tomar por sorpresa a los choques de fuerza de la vida, jugar al azar cuando todo está calmo. Un kilo entero de gofionardos habla de levantar hasta la ponderación el hecho de que el sacrificio sea solo un simulacro, pero los niños hablan contentos y se jactan frente a sus compañeros de ser los cuerpos de sacrificio, entonces la cuestión queda sin resolver. Porque los niños serán algún día los eventuales adultos del futuro. Lvpvlo se busca en los rostros de niños cantores listos para ser sacrificados y re-


suelve no mirar el agudo amanecer que se le plantea en torno. La vida de estos niños gana la partida, como si se tratase de una luz pendiente de las hojas de un árbol inquieto, donde los niños tomaran su penúltimo desayuno. Los rostros parecen hojas ya, las manos de los niños tapan el sol color de mil estallidos y sus ceños dibujan un cuadro lamentable, por alegre. Los choques que se dan entre pinto y gallo pinto son y serán anuncios de una pregunta devuelta. ¿Cuál es el día? ¿Cuáles son las tardes? La voz de una mujer austera nos despoja de todo elemento prenatal al mejor estilo holandés. Uno de los niños listos para ser sacrificados recuerda en la cubierta del Operr_gmma tantas horas de baile a bordo, el momento de su llegada al barco, los problemas de convivencia, el día en que Lvpvlo fue raptado, recuerda y un nudo se le hace entre las manos temblorosas: está orgullosísimo de ser uno de los cuerpos de sacrificio y contribuir a la prosperidad de toda la tripulación sobreviviente. Una lágrima rueda por todo su cuerpo de niño mientras mira un horizonte tan hermoso como su frente de joven altruista. Descifrará el hermoso transeúnte de a poco restos de su camino para siempre inconcluso, mientras vemos partir el ciclo a otra parte, donde esperan las anónimas conclusiones sobre el tiempo y la materia, cerca del niño que reclama hoy ser transportado ya mismo a la vejez, por el simple hecho de sentir su retrogusto excelso. La luz inundó los gestos del sentido entre luz y materia, justo cuando todo empieza a apagarse.

Estos niños serán entregados a los ecos del destino por solo salvar nuestro jardín, sus cuerpecitos nos abandonan, pero no sus apuntes sobre lo que pudo ser esta aldea, este jardín o los deportes de nuestra comunidad, estos niños ganaron la luz ultravioleta del espíritu, serán los nombres de la flor más bella de esta tierra, cuando seamos renovados por nuevos ritos y nombres de todo.


Nos sentimos vivos, en el silencio de un día hablando el esperanto animal, mineral vegetal, lleno de computadoras y de vida, la cosecha parece hablar de la siembra y el final de esta historia es el comienzo de una noche de copas donde los dioses juegan con crucigramas y diccionarios, pese al amor que todo dios para con estos hermosos niños casi analfabetos La razón de la postal es un repiqueteo de los dedos al encontrar otra delicia en esta película, el tiempo y la soledad, bueno, buen tiempo para todo esto. A la hora parcial en que se distraen las partes. Tigris navega a la deriva, bailando en el Operr_gmma y pensando en la cosecha, los gestos de Lvpvlo parecen ser de otro lugar, hay pocas esperanzas para los niños que con sus manos muestran el sendero por donde la inteligencia nueva.

Al encontrar un audio, las estrellas se esfumaron, por el vecino episodio de recetas engominadas y legales, pero todo tuvo su defensa y trasfondo, ya que la polinización de nuevos objetos hizo que creciera una planta en el oído del gigante veterano de guerra. De paz también, los veteranos abundan en sus cosas propias porque el día trae los sonidos del árbol de Adán, pero en un tono particular, aunque se acuda al nuevo día como excusa para rememorar el paraíso, cosa indomable y verdadera, pero lejos de la fiesta o inmerso en el centro mismo de la casa donde lo concreto invade las razones de ser del paraíso mismo, o las jugadas inventoras del paraíso en un meta y ponga de estudiadas maneras o placeres edificados.

Aquí reside la constancia en tareas ciertas de presunción de la etérea labor de lo que lleva a resumir lo inmaterial en episodios de materia en intento disuelta, repartida por todos los ojos circunstanciales y tal vez reales de enfatizar con el solo fin de saber que son ojos supuestos y posiblemente acolchonados a resumirse en la visibilidad de situaciones que son en los


tejidos internos de una corporeidad también entre paréntesis cristalizada o no en algún ente o centro humano, síntesis de un entorno más o menos permeado y permeante en derredor o al centro del sí mismo de un hipotético autor.

Entre partes de un día reconozco los juegos de palabras que hizo muy bien un señor que no nombro, antiguo dígito en sal. Se había olvidado de todo, estaba pronto para empezar a recordar de nuevo lo anterior y lo presente es una nube en la que vacilan los fuertes y los mudos se entumecen para dar paso a un tiempo en que los tranvías desesperan por dejar su grano de menta en puertas del beneficio. Nuestra hora pecó, nuestra hora todo lo olvidó por dar solemnes disculpas a su espacio de gran intimidad, cada unidad se entretuvo dando paz a cada uno de los jugadores y recomenzó el plagio. El barco sería tomado por la danza, en el jardín todo sería igual que antes, incluso los niños, que no plagiarían modales y estilos de los recién llegados. La meta de nuestra hora fue resguardar un íntimo parecido con los cristales de suburbio, pero cada cosa se contrajo hasta jugar mal la partida de tibio hemisferio, tonto, tonto, repitió un hilo conductor de la disolución en temporales espectros, tonto de más ganas de porfiar la enésima sección de su más visto reloj pulsera estático.

Mientras todo parece el mundo… y vamos tranquilos buscándole un nombre a Tigris, por jugar nada más, en el tiempo en que la calma se deshace en las manos tranquilas de otra parte de la sinceridad.



Altermismo En verdad no soy un idiota, repito frente a un espejo interno que dice que no, que no soy un idiota. Durante la tarde tomo un té y descanso. Tengo un trabajo sencillo y lo hago sin preocuparme por lo que los demás hacen con mi trabajo. Me dedico a buscar en revistas y libros personajes fáciles para libros que escriben mis clientes, escritores poco esforzados. Son tipos sin muchas ideas, ni para conversar. Ahora estoy diseñando, en base a un par de recortes de revista, un personaje varón, de veintipocos, que se dedica a escribir una historia completamente aburrida, aburrido de hacerlo, por algo que él cree vocación. Un espejo real me muestra mi cara de completo imbécil y trato –me esfuerzo- de mirar a la imagen sin ser visto, para acaso golpearla o tomarle el pelo. Mi trabajo me divierte un poco, los escritores piden personajes, recomiendan que busque en diarios o en revistas, hasta en libros, y yo, un poco por placer, otro poco por ayudar a pobres tipos a cometer un plagio más leve, diseño los personajes con algunas ideas que robo de aquí y allá. Una vez una amiga dijo que tendría que dedicarme a escribir yo mismo, cosa que carece de sentido, porque me resulta aburridísimo y porque solo tengo talento para crear personajes, mucho. Como al hombre lo hace la vida, generalmente diseño casi completas las historias de vida de mis personajes. Y es el autor quien escribe dos o tres contingencias resultantes de esas historias vividas, que hacen la historia, o el cruce de las historias de mis personajes. Una vez un autor vino a pedirme que le diseñara una novela sin personajes, apelando a mi sentido de lo absurdo. Respondí que no, que lo mío eran los personajes. Era un pobre tipo, dentro pero cerca del margen de la pobre chonga aristocracia montevideana, demasiado recata-


da o demasiado nula, o ambas. Tenía un bigote que hacía acordar al tiempo en que se europeizaban y muy tarde, todas las cosas cercanas a la cultura. Era alto y usaba algunas veces lentes. Mientras él hablaba yo sacaba apuntes para mi personaje de un escritor aburrido, casi lo tengo completo. A este tipo le robé un montón de líneas sobre una afección que tenía, que lo llevaba a hablar sobre el postestructuralismo en un tono tímido y con gestos poco entusiastas y poco convincentes. Se proponía implantar en sus lectores montones de libertades, de juicio y acción, que él mismo evidentemente no se permitía. Tenía la hermosa idea de que este era un momento cultural, que traspasaría las barreras de mi cuarto, donde conversábamos, las de este triste texto, las de esta triste generación, las de América y del mundo y vayan pélando las chauchas. Este eventual cliente me marcó fija en la cabeza la idea de que soy un idiota. Y no puedo desprenderme de ella. Empezó todo un martes mientras esperaba un diario por suscripción en la puerta de casa. Supe que había sido timado por el acaso falso cliente, lo que hacía era andar por ahí, pidiendo helado con gusto a manteca y repuestos para mapamundis. Era un cliente falso de cosas que eran improbables o imposibles. Resuelto a olvidarme de todo me di a mis pasatiempos favoritos, para olvidar la angustia. Hice cuarenta y siete avioncitos de papel y no resultó. Cociné más cremas de chocolate de las que podrían comer todos mis vecinos en una semana. Vendí libros que no había leído y compré libros que ya tengo. Nada resultó. Hasta que llegué al té de la tarde, que no hace olvidar, pero que sé tomar con un gesto típico de los salones franceses del siglo XVIII. Escribo esto porque es mi cumpleaños, me encantan los cumpleaños. En el pasado me regalaron un disco que era tan malo que valía la pena tenerlo. Fue un buen cumpleaños, vinieron dos tías maravillosas, que tienen juntas una tienda de tapices, me regalaron uno como todos los


años. Me gustaría que otros cumplieran hoy y no yo, no me gustan mis cumpleaños, disfruto más de los de los demás. Esta mañana fue terrible. Tuve que cuidar al hijo de mi vecina, un niño de seis años lleno de maldad, que arrastra consigo libros en lugar de juguetes, y un celular. Cuando llegó ordené un poco la casa y le preparé algo de comer. Quería una crema de chocolate y me lo hizo saber. Cuando estaba cocinando la crema irrumpió en un llanto de ogro inmundo que sabe que logrará algo, aunque sea matar al adulto que se dignó a a compartir un rato con él. Lo que quería era una crema con un nombre rarísimo de la tele y los supermercados, y fuimos en busca de la crema. Desde que dejamos mi apartamento hasta volver a él sufrí tres sabotajes más de llanto, por distintas razones. Quería que lo llevara a caballito, quería que comprara los cantos de Maldoror, que extrañamente estaban en la góndola de libros del supermercado, y quería pasar a saludar a su hermano que estaba en la escuela cerca del súper. Terminé gastando una cantidad de dinero en una crema del tamaño de un dedal y en el libro, que compré para mí. Cuando llegamos me senté a leer, a refrescar en mi memoria un libro que generalmente no compra quien no lo ha leído, y que es una suerte encontrar tan barato como me costó porque poca gente presta ese libro. Pero no pude refrescar una mierda porque el crío estaba refrescándose las patas en la inundación que hizo en mi baño. Con mucha paciencia lo cambié de lugar a la tele y me dispuse a secar el baño, tarea que disfruto mucho, más que nada los viernes, no sé por qué razón. Y al salir encuentro al muchacho, contento de reencontrarse conmigo, leyendo el libro y aparentemente a punto de empezar a fumarme los cigarros.




Pequeño relato de cómo se nace A las seis de la tarde moría el párroco, casi nadie fue a ver su cuerpito yaciente en el cajoncito. Era casi un buen hombre, se lo escuchaba hablar y se decía “es un buen hombre”, pero lo que decía y lo que hacía no coincidían en ningún punto, entonces se puede decir que era un hombre enfermo de una doble moral, alguien absolutamente corrupto. Solo asistieron al velorio, Dromia, un jugador compulsivo, y Lvpvlo, un alterego literario mío. Lvpvlo era un pintor que gastaba las tardes, noches y madrugadas en entierros y velorios. No iba para comer ni para regocijarse con la muerte ni para hacer algo extravagante sin razón alguna. Iba porque era pintor, y pintaba dentro de una tradición trágica que no encontraba sustrato en el mundo contemporáneo, esto porque no creía encontrar el numen de la muerte en acontecimientos violentos por televisión sobre los que ya estaba inmunizado. Entonces visitaba velorios y conversaba con los deudos. Los abordaba frontalmente y de un modo bastante frío. Preguntaba “¿qué sentimientos le trae a usted la idea de la muerte?” y cosas por el estilo, por lo que ya había sido golpeado unas cuantas veces en velorios. El del párroco se presentó como una oportunidad, porque más allá de que todos opinaran en todos lados que el párroco era un buen hombre, nadie estaba interesado en asistir al velorio de alguien que no había dejado hijos, hijas, nietos y nietas hermosos. La gente va a los velorios para conocer pareja, o para encontrar inspiración algunos pintores. Dromia no se definía a sí mismo, de ningún modo, porque hacía hincapié en cada conversación que mantenía con extraños en que no se conocía a sí mismo, y que por lo tanto no se definía de ningún modo. Pero en la segunda o tercera conversación surgía porque sí el tema del juego. Repetía “cuando empiezo a jugar no me conozco”. Tenía un discurso sobre el juego, decía que era el peor de los vicios. Explicaba muy


bien que el juego se trataba de dinero, de perder dinero para peor, que no había en el juego más componentes que el dinero y el azar. Decía, algunas otras adicciones tienen otra vuelta de tuerca, cambios de conciencia, desórdenes sensoriales, disfrutes para el cuerpo y el espíritu. En el juego, la embriaguez misma se trata de dinero, es embriaguez de dinero, perdido, ganado o potencial. Y la sensación de azar, decir, si piso tal baldosa mañana será un gran día, la determinación de un solo punto en toda la cadena de los acontecimientos que determina el devenir de otro punto completamente desconectado de él. Hacer saltar la banca de Dios, jugarse una gota de agua a la felicidad eterna y ganar, aunque eso… es más limpio que gastar el poder de expectativa de uno en dinero.

Como perros y como ángeles, los peleadores se entibian en un velorio fundamental de la conciencia, sea esto, las avellanas no tendrán conexión causal con el resto de la realidad. Cada cual es tan distinto al pavimento como lo permite un ocaso de las sensaciones. Hubo bicicletas náuticas casi temporales o temporalizadas al paso de un presente del cual no sorbemos los frutos. La perfección es la necesidad, no paran de hacerlo estallar los minúsculos volcanes de lo frío. El juego se trata de sobrevolar la relación significante entre placer y codicia, es nuestro domo de enseñanzas olvidadas. Porque el resto es un cristal extinto, cerca de cada dios.

Dromia había ido al velorio porque se lo apostó a un santo, que es la variante de las promesas para los católicos jugadores, o para todos los jugadores que gocen de esa estrecha y conflictiva relación con la divinidad que es la apuesta interna, lo que ya explicó Dromia en su testimonio.


Lvpvlo tenía una camisa azul con flores blancas y rojas abierta hasta el ombligo y un pantalón de pana negro, ajustado a sus muslos, que era más o menos del diámetro de una sandía, jugosa y al sol en un balneario donde los jóvenes son iguales que los viejos, mientras la costa promete todo lo que alguna vez deseamos al son de ritmos tropicales tocados por orquestas que se visten con uniformes.

La calle está vacía y hay poca luz. Los átomos de la ruta se disiparon hasta volverse viejitos que amenazan con inventar el chiste de los avioncitos de juguete, todo esto controlando minuciosamente la nulidad y la ausencia de sentidos externos, que puede percibir alguna intención en la tarea de tejer avioncitos hechos de pasto y panes hexagonales. El lugar se enmudece de un vaho tal vez requerido por las circunstancias, la risa de varios dueños del centro múltiple de lo que enuncio. Entre tales intenciones jugaba su parte una relación de sentidos exclusivamente vistos y algunos, parte de inventos para distraer la ruta con respecto a sus responsabilidades, ser receptáculo de algo verdaderamente digno para el observador neutro. El experimento trátase de pensar en cosas que no pudimos hacer y envolverlas del velo de lo real, como para despistar, sin intención de engaño ni de pleno contrato con el lector de estas luces. A las seis de la tarde caen mis expectativas de encontrar reposo en algo más interesante que estos papeles. Lo que acabo de leer me parece inmundo y preferiría no haber gastado las horas desde el mediodía en leer tal muestra de poco criterio y falta de anécdotas interesantes para contar. Quisiera, y no exagero, no haber leído nunca ese manuscrito de algún autor que no tuvo peor opción que ponerse a escribir nada, una nada relatada espantosamente. Lo encontré en mi casa, por casualidad, tenía el aspecto de un descubrimiento, un montón de papeles que mentían palabra tras palabra que en algún momento aparecería algo


como literatura. A cada tramo de lectura iba ganando fuerza, tanto para creer en que pronto encontraría la razón para haber seguido leyendo, como para aceptar al fin que de nada había valido leer y releer el manuscrito. Porque lo releí, en mi indignación decidí releerlo en busca de algo más, o de algo. Estaba escrito en caligrafías distintas, unas cuantas, pero del mismo bolígrafo verde. Tigris camina sin mirar. Poco le importa que enfrente suyo niños o adultos jueguen o hagan barcos de papel. Y todo para alcanzar un mar que no es cierto se dice mientras busca oír algo que no sea su ciudad. Tiene dieciséis años y considera a la vida un papel arrugado en donde se escribió la lista de mandados de la ferretería. Confía en todos los desconocidos, porque no entabla conversaciones, ni se aleja más de cinco cuadras de su casa. Hubiera querido aprender a tocar un instrumento, pero ya se considera viejo. La vida le resultó hermosa y llena de sorpresas que contrastaban con la vanidad de todo. Tuvo una vida llena de cosas como alfajores y sonrisas gratuitas. El jueves encontró un compañero de escuela en la calle. Se preguntaron qué hacía cada uno, y la vida de Tigris resultó mucho más vitamínica que la de su compañero, con corridas y libros y madrugadas en que se arriesga toda la integridad del espíritu. Aunque las corridas fueron una sola, y los libros no tan excitantes. En la infancia fue muy sociable, pero sus afinidades duraban uno o dos días. Cuando fue creciendo descubrió que todos esconden el mismo instinto nómada que él vive, pero lo ocultan para no padecer en soledad. Va caminando con las manos en los bolsillos y pensando en la fórmula para pensarlo todo, idea recurrente en él, que lo lastima y lo hace sentir estúpido. Antes pensaba todo el tiempo en llegar a saber todo sobre alguna persona, aunque fuera él mismo, pero abandonó la empresa y se dedicó a querer pensarlo todo, tarea esta más noble por penosa e inútil. Va caminando en un sopor de mediodía de lunes, pen-


sando acaso en la juventud perdida y en antiguas glorias pasadas. Nada de su alrededor lo conmueve mucho, está quieto y caminando. Quisiera cambiar de sitio su conciencia, ponerla cerca de las buenas cosas de la vida que no le tocó vivir. A veces se lastima con algo en su zapato. Disfruta de jugar con las ramas de su árbol hasta dejar mudo todo el alrededor, que generalmente lo lastima hablando del ya y del hoy. Prefiere pensar en un futuro mucho mejor y saber que no existe. El arco iris es una sábana que se corre para abrir al cielo a que muestre otra capa igual a la anterior. Los ojos de Tigris son varios rascacielos en un pueblo de pescadores. Sus manos toman esos ojos mientras Tigris piensa en su único amigo, un amigo imaginario del tamaño de una nuez, que lo acompaña a todas partes. No tiene nombre ni características personales, alcanza con que exista, aunque no existe.

El tiempo no es cristal, ni región. Nos dividimos solo si creemos en la parte más preciada de un futuro que no conoceremos. Estoy harto de examinarme, no me resulto nada. Tendrías que aprender a ser un instrumento de mi síntesis. Para verte como una cara de esta elipsis donde la vida no es. Tus manos de estaño y cobre fundido y rugiente son ventanas a lo que quisiera de vos. Mujeres púdicas nos nacen de los dedos y seguimos intentando dar sentido a todos los cerebros de espuma que nos nombran. Chocando en las horas de vestir la desidia con la prenda de la inteligencia y la genialidad. Mientras lo elemental del mundo parece constituir un dígito de la roca que nos engaña. Mi mano es tu árbol de presagios, porque todo está levemente instituido en una realidad menor. Todos lloramos al presentir la cima de la historia, no podremos crear un instrumento donde pase a tener sentido ser los cuerpos de sacrificio, ser tirados por la borda para que crezcan los manzanos de los que nadie comerá.


Dromia tiene un sentido de las cosas del que jactarse, las ve donde son, no en su lugar, ni como son, sabe que eso no puede estar claro. Tiene claro que varias cosas no pueden estar claras. Solo convive con los demás para saberse más astuto que otros. No más inteligente, enterado o situado, solo más astuto; como el gato imbécil que ve en el espejo cuando no pretende percibir nada de sí. Aspira a la nada, quiere sentir el absoluto de la nada rodeando su ausencia, mientras todo asegura que no queda ya nada. Sabe de lo absurdo que es pensar en mantener su conciencia limpia de nada mientras la nada inunda las cosas y el tiempo, pero no puede negar que ama la idea de percibir completa a la nada. Pero tampoco puede percibir todo, y sufre esta condición mediocre como si ver la nada o ver todo ayudara en algo o hiciera sentir mejor. Antes la nada era otra cosa que hoy en día, los avances en filosofía generaron una nada religiosa y radical, para después convertir a ese terror de nada en una contingencia del lenguaje, pero ya estaba arraigada en las almas para durar generaciones la nada ingente que todo disuelve y nada acoge. En un remolino del pelo de Dromia vive el supuesto de que el ser humano es un experimento humano de sociólogos de algún otro universo, por eso decide siempre no estar, no actuar, no formular y así. Tuvo una vez Dromia un romance con la ciudad toda, la convirtió en su objeto de amor y la recorrió acariciando sus rejas y paredes, escribió en los muros del cementerio la gran máquina de lo vano, nos amamos y estuvo varios años convencido de que en esa ciudad quería más bien morir que vivir, pero morir junto a ése, su amor. Si me preguntaran por el volcán extinto de mis sensaciones olvidadas, diría que ya basta de regodeos en lo alto de la alegría, que llega una instancia de poco provecho para dígitos azules por donde me corrompo. Las ventanas están pálidas por la mano tonta del anochecer, donde reside mi sueño de inteligencia y paz. Partes de mis propuestas son tiradas por la borda de un mundo triangular y bidimensional, hermoso como los pies de una doncella. A veces quisiera formar parte del ocaso,


ser la inmateria que nubla mis casi ojos, mientras va pasando la pena de los demás, por encima de la mía como un caballo de plomo parlante. Y los destellos de la sensibilidad de todos los demás son un supuesto, donde duerme hasta realizarse mi codicia de algún sentido. A veces el tiempo da la ilusión de ser receptáculo de nuestras dudas primordiales, de ser una potencia capaz de albergar soluciones a todos los problemas inconducentes que nos ocupan a diario. Un tiempo extenso y tetradimensional nos aguarda en la creencia de que hay sosiego posible. Tendríamos cada uno una flor impresa con cromo en cada neurona de nuestro cuerpo, si todo esto fuera algo más que cierto.

A los diez años, Dromia vomitó sin llorar ni sentir más que una leve náusea, todos los anzuelos de este mundo. Empezó a andar quedo, buscando razones para dar a los demás, razones para no existir que nunca enunciaría más que para propagar la apatía de mundo que lo hacía tan especial. No se tomaba muy en serio la depresión ni sufría de hastío constantemente, pero disfrutaba demostrando que de nada dependía en este mundo. A su imbecilidad de siempre agregaba ese destello de los inútiles y los casi muertos, aunque amaba vivir, siempre amó existir. Como con respecto a la nada, el goce consistía en quedar a salvo del vacío en torno suyo.


Tigris y Dromia se conocieron una mañana en que el invierno quería comerse todos los pliegues aparentes de lo humano. Tigris iba pensando en lo sincero de ciertos pesimismos solapados cuando percibió la mirada sellada y vidriosa de Dromia, que relampagueó de luz al ver que los pequeños ojos de Tigris estaban copando los suyos. Ambos se sorprendieron de encontrar a un desconocido con saco beige, porque eran ambos de los pocos que usaban saco beige en esa ciudad. La ciudad es un cúmulo de piedras más pequeñas o más grandes que roba e inyecta ilusiones y realidad en las cansadas almas de sus habitantes. Tigris es un joven retraído que no llega a percibir la brutalidad con que nacen, mueren y se realizan las proyecciones del conjunto de individuos habitantes de es ciudad hasta el hartazgo. Dromia es un joven retraído que no soporta siquiera la idea de tener en alto ninguna idea sobre la vida, porque sabe que esa idea surge de esa ciudad y se hunde en ella. Son como volutas de escombros ambos, queriendo enfrentar un destino que no existe, en las puertas de una vida que no conocen ni preferirían por encima de sus respectivos hartazgos actuales. Tigris interviene hablando de la posibilidad de abrir una brecha por donde pasa y en vano todo el universo, crear con cualquier instrumento esa brecha y gozarla más que hedónicamente sin ningún fin. Un portal abierto en el espacio que contenga toda la información y toda la materia imaginable, donde cada punto del espacio sea un mundo a donde encontrar una brecha por la que pase el completo todo de cada uno de esos universos, en una multiplicación ad infinitud. Esto, claramente perceptible y comprobable. Dromia se detiene y piensa en huir, en dejar de oír, en convertirse a una de las tantas vidas de todo tipo que no son la suya y que todos los destinos posibles ofrecen para él. Pero se queda cerca de Tigris sin atreverse a hablar para no alimentar más esa náusea de totalidad que lo hace dudar hasta de su idea de la nada. Lo hace dudar, de su idea hundida y lunar del todo, amenaza su globalidad


hermosa donde todo se hunde como su barco de aspiraciones banales, como ve hundirse por ser enunciadas las de Tigris. Un día mi cuerpo será un trofeo de los procesos fisicoquímicos. Mañana no tendrá sentido nada de lo que haya hecho hoy, ya que soy el fantasma del otro de mi interlocutor. Tal vez en un nivel inaprensible tengo alguna razón para enunciar, que llena de cometido cada acción simultánea a este discurso. En la nube de mi sinceridad no encuentro nexo entre mi y yo, cosa esta que me ensombrece del musgo conceptual de lo fortuito, dejándome como en la puerta de algo, algo similar a copas de acrílico sobre un mantel tejido con el pelo de todos los visitantes de esta, por no decirlo de otro modo, ciudad en busca de sentido. Ciudad para la nada, ciudad de recalcar lo vacuo, ciudad empeñada en no ser significante de nada, ni ofrecer una vida que algo signifique, ciudad de pelo enredado, ciudad donde mi vida vale un refuerzo de mortadela. Convienen en que la manera de hacer pasar por una brecha por donde pase el universo y todo lo demás, es enunciar una absurdísima frase que digiera la aparente distinción entre las cosas y derrita el espacio perceptivo creando, o una realidad por acotada completamente perceptible, o una enajenación de lo sensible que permita comprender, al tiempo que lo categóricamente absurdo, todo. Los enunciados de prueba fueron pobrísimos, los experimentos incluían métodos arcaicos y la imaginación no ayudaba tratándose de un absurdo completo que estuviera incluido en el lenguaje. Probaron con varios sistemas de caracteres y trucos de fonación, con lenguajes extra y paraverbales, pero nada resultaba abrir camino a la percepción de todas las cosas. Terminaron tirados cerca de un bar, hablando del destino que no les tocará nunca y de lo poco que vale hurgar en l pensamiento en busca de ínfimas delicias exteriores al mundo y tan íntimas como lo resbaladizo del ego.


En la plaza el pasto parece saludar a un árbol, que a su vez parece saludar al monumento que hicieron en conmemoración de la muerte de alguien que era poco dado a hablar con nadie. Aparte de esto nada aparenta moverse ni emitir sonido. Los bancos están alineados con las sombras de todo, el cielo es un cielo regular, no presenta colores ni nubes poetizables. El verde de la vegetación y el gris del cemento dan la idea de que la plaza puede ser robada en esa tarde, desaparecida o rota sin aviso. Es otra plaza adonde los fines de semana hay tanta gente como en el día de su creación y tanta como cuando no hay nadie. Dromia parece jugar con una ramita en el pedregullo, pero en realidad está diagramando un vacío existencial figurado. Tigris pone una mano en el hombre de Dromia y sonríe. -Creo que lo que llamamos todo no es más que la complementariedad que ofrece la hasta el dolor limitada conciencia que tenemos de las cosas. Lo que vive como limitación general sienta las bases para que creamos infinito un siguiente estadio de lo pensable, cuando en realidad es solo algún grado mayor que pensable efectivamente. Para el perro es un poco más cierto el que tú percibas el infinito y para ti un poco más probable el que dios llegue a pensar o saber en una intensidad que subvierta la idea de grado. Igual con los indicadores de conciencia sobre las situaciones. -Pero llegar a pensarlo todo también valdría si el todo tuviera límites. Y la conciencia es una totalidad, sé dentro del límite de lo que puedo saber, o todo lo que sé es todo lo que puedo saber. El mundo es un cristal previamente empañado, enfrentado a nuestra ceguera. En la amplia totalidad de la conciencia de un dios estaría todo del otro lado del cristal, y la distinción sería cualitativa, aunque es lindo pensar en un sistema con un creciente efecto de focalización que permita un sistema infinito de escalafones divinos, o alguno que culmine en un número claramente simbólico o sugestivo.. Solo quedan como opciones, un


sistema mítico inaprensible con secciones elegidas arbitrariamente, una conciencia total y equiparable a un todo, o una escalinata de la conciencia sin fin ni conocimiento en cada grado del siguiente. El resto serían variaciones estructurales de alguna de estas tres. -A mí se me ocurren más opciones que esas tres, ¿te gustan los postres? -Sí, pero prefiero las comidas saladas. Tigris sacude la cabeza y piensa en cosas más entretenidas que las que venían hablando, pero lejanas o imposibles, las cosas que le harían sentirse sano y en paz, pocas buenas cosas que no puede creer alcanzar. -Excelente, te invito a comer, aunque tengo plata solo para alfajores, unos cuantos. Un amigo vuelve rutina la espera, mínima aventura de sus ideas envuelta en la energía de sacrificios que no fueron llevados a cabo. El amigo reunirá todo su coraje y tomará los pliegues del ya entablado asunto para convencer así al jardín de frescas primaveras y antiguas pesadumbres otoñales. Resonará el aljibe como lo hizo aquella tarde en que todos apostaban por la supervivencia histórica de sus más íntimos amigos. En los placares se prepara un cambio interno de cajones, solo la hierba será sacrificada y crecerán aun más niños sobre el jardín. Los alfajores son deliciosos, no concibo un ser humano al que no le gusten los alfajores. Las mejores discusiones son malentendidos de conceptos o discordancias estéticas o religiosas. Dromia es un personaje que me cae particularmente mal, pero eso no es razón para arruinarle la vida a nadie. Comerá su preciado alfajor, saludará a Tigris dejándolo solo en la calle sin su billetera y a los pocos minutos estará en el pretil de una ventana lamentándose por algo y a punto de alcanzar el fallido vuelo, pero no se dará muerte.


No podrías volverte para dar forma a nada de lo que no pasó. El trigo de la inteligencia no da pan, ni el de la paz. El trigo de la salud es inútil como el oro, pero es azul, y no me explico por qué. Un día todos llevaremos nuestros verdaderos nombres. Cuando todo esto esté desbordado de sentido y conexiones evidentes para cualquier ser que perciba apenas un poco más que nosotros, nos será dicho que hicimos bien lo que no había para hacer, que nos tomamos demasiado en serio o demasiado a la ligera todo. Y varias cosas sobre el misterio, como que es parecido a una estufa y somos moscas que nos acercamos como imbéciles que por cierto somos y que todo esto queda claro cuando se visita un centro siquiátrica. Miras el horizonte como buscándome, porque parece que puedo darte lo que hoy necesitas, algo tan inútil como yo, sentido. Internaron a Dromia un seis de marzo del año siete, nueva era. Se había tomado no se sabe qué frasco o desnudo en la calle o algo. La internación duró un mes y fue dura. No creo que por caerle mal al autor de un relato nadie merezca ser internado. La clínica tenía algunas paredes con decoración, que generaba que los internos discutieran a la hora de la consulta lo que es buen gusto o arte apto para una casa de salud. La biblioteca no existía y algunos compañeros de Dromia se llevaron libros a la internación. Comió más alfajores que en el mundo real porque se los traían con cariño y una carta de alguien que no pudo ir y todo eso. Dromia temía la cara como de mal payaso representando una escena muy cruel de uno de los médicos. Esta acción fue en el pasado, Dromia fue internado más allá de la agudeza profética que tengo como aficionado a la escritura. Nadie que yo conozca va a ser internado de ahora en adelante nunca.



Dromia en la ventana a punto de morir: El dolor me inunda el patio ahora que sé que todo tiene correlación con el hecho de haber robado a un pobre individuo. Solo le causé daño, no gané la parte que gana quien roba el sudor de otra frente para vivir o gastar en fiestas con mujeres polacas y rumanas. La vida ha sido injusta con este robo y los retazos de la noche son juegos de manos entre Urano y mis estúpidos ojitos de codorniz. Aunque contaran mi historia no subsistiría un guijarrito para tirar al cielo como cuota de dignidad ganada. Aunque me enfrentara al autor de la tragedia de mi ciudad y del mundo no llegaría la justicia. A veces un cristalino rayo penetra en mi campo de razón y… es tan estúpido como llegar viejo a los trece años, la vida es un cúmulo de sospechas de algo mejor y yo, cuánto más, el tiempo destaca partes del terror de mundo que siento, y evoco lo que puedo mientras pierdo noción de cuánto perdimos, en las batallas… las de la vida que golpea muda en la puerta ¿de los tiempos? Cristales de mi noche vienen a vanagloriarse de ser más fuertes que todas mis vigilias, mientras mudo resucito mi fantasma del hielo con que se teje lo ya conocido, bruma espesa, solaz de los hartos, mi vida es un destello en una carpeta gris de cobre fundido en el pecho de un enorme dios impertinente. El hastío de mundo alcanza mis ideas como si pensara con las partes que se desechan del pollo y sintiera con las que se desean de la vaca. Pero… hay una alternativa,… el salto, el respiro de los expulsados, el fin del fin, un film herrumbrado por donde pasan nuestros anhelos y temores, la vía de los cobardes temerarios, el gran salto al quebrar de campanas y no… ¿cuánto más tiempo de amenazar con este pequeño salto para un hombre? Y los días, como hojitas en… las metáforas ultracalcinadas en una poiesis castrada, bla, bla, bla… etc,…


El niño cometa comenta deglutirá toda la literatura del caos y nada con ella podrá hacer, no podrá expresar el asco que le producen las personas que fueron recordadas, registradas y reproducidas en aquellos libros, ni el amor sincero que por todas ellas siente. Un niño de la cofradía del reloj de arena, cautivo dentro de un niño nacido dentro del diamante desayuna un edificio hermoso y amueblado con todo el hastío de este mundo. En el camino de las alternancias de esas dos voces, está Dromia, queriendo ser el centro de la atención de un dios hecho con chapitas de cerveza. Todo se sostiene colgando del silencio. Mi grito. Dios comiéndose la creación por aburrimiento, las viudas bailando con sus difuntos maridos, la sinceridad que nada dice. Los pájaros deletrean mis dientes y todo lo transcribe un cielo de cobre fundido por donde la enemistad reclama ser oída. Cuando una sombra irrumpa en su cuarto, cuando se vea crédulo y desdibujado en sus rasgos más atroces, mandará a su sombra a pedir perdón, como un perdón enjaulado, perdón de cristos y de pájaros de veterinaria. Y todo volverá a su lugar, aunque nadie reparará en eso. Lvpvlo es casi de mi agrado, visita lugares con el fin de comprender rastros de la pregunta, ¿qué hay que comprender?, o cómo, dónde y eso. Persigue el ideal de crear instrumentos para alcanzar respuestas a buenas preguntas. Busca todo el tiempo una nueva raíz para su búsqueda, y en los ratos libres cree haber encontrado bla, bla, etc. Pero en lo que más piensa es en cómo cambiar de estado su disposición frente a los desafíos, etc. Es un muchacho de unos cuarenta años, con ciertas aptitudes y buena conversación, que está empapado en los temas que comenta y puede caerle bien hasta a un niño, pese a que escribe, lee y habla sobre cosas que le resultarían aburridas a un niño, creo que ahí está el encanto, es algo con los niños supongo, los niños son argumento para casi todo, y muy bueno. Lvpvlo goza de los alfajores en una mañana de otoño… así debió empezar este relato y continuar por esa senda. Este personaje es un ideal, una proyección que hago de mí, desearía con fer-


vor tener treinta años y estar comiendo un alfajor en la puerta de una boite con mi pantalón a cuadros y una campera de un tejido naturalmente sintético, para luego fumarme uno de esos cigarrillos que eran llamados de mujer, los largos y finitos. Pero a quién acudir si quien nos escribe está ebrio al volante de un libro falseado por (…) etc. Cuando un despertar se retrasa, nada mejor que tomar agua tibia, solía decir la estrella que impartió sentencias hasta que su mano fue un hilo. No se reproducen los vestigios de un mundo ciego, porque cada estallido equivale a un despótico margen adonde aguardan las nuevas sentencias de una estrella maldita y bendita con el agua que calma las ansias de existir. El deseo no es un tren, tantas horas anunciadas solo dejaron como constancia un instante olvidable, pleno de insignificancia, donde un gesto valió más que cada lunar del cielo húmedo. Es sabido, las ramas infectadas del funcionamiento humano serán podadas por una hoja de afeitar poco melancólica. Conversa Dromia con Lvpvlo, sobre cosas que no tengo el talento ni el conocimiento para dejar en claro aquí, supongamos que Dromia plantea el problema de hacer pasar por un punto o pliegue en el espacio todas las formas y la materia de todos los universos posibles. Lvpvlo conoció a Dromia en una mañana de un otoño que parece muerto sobre la capa de ceniza en los ojos de la ciudad. En su primera conversación, en un bar, están de acuerdo en todo lo que no hablan, y poco hablan. Hablan de una fórmula para hacer pasar de manera visible y comprobable, de traer a presente en un tiempo y un espacio reducidos, todo, todo el tiempo y el espacio y sus signos y relaciones. Lvpvlo diseña un dispositivo verbal infalible para lograrlo y este fracasa. Deciden intentar identificando todas las antinomias pensables y tensarlas como una lonja en un discurso. Casi funciona, de no ser por el hecho de que ni Lvpvlo ni Dromia pueden evocar todas las antinomias que contuvo el pensamiento humano en la historia, ni todas las que hay ni las que habrá. Entonces prefieren hablar de


discos, aunque no hayan escuchado los mismos ni parecidos, se responden e intervienen como si hablaran de los mismos discos, cada uno está atento a lo que dice, sin prestar mucha atención a su interlocutor, de quien piensa que tiene un nombre feísimo y es demasiado pedante. La charla no termina nunca, mueren repitiendo los nombres de los discos que cada uno conoce, mueren de inanición porque no quieren pararse a preparar una taza de arroz ni una cocoa. Ya muertos, encuentran una caja de alfajores y la atacan como se ataca a un hombre siendo un jabalí. Comen dos o tres alfajores por vez, hablando mientras de discos que ninguno de los dos escuchó. Hay partes de la medida de las cosas que reverberan en cada esperanza mugiente de alucinados oradores. Una tinta es proporcionalmente directa hacia el camino enjaulado, cumbre de una dolencia, donde un doctor del recuerdo reparte los restos de su espectro colorido. La tinta de nuestro mundo toda ansía ser manchada por papeles inmundos de nada distribuida con seriedad. Poco ha quedado, en su pesadumbre de existencia cada palmo de una cuota sanguínea de los espejos se desviste. Los soldados del dogma líquido van acoplando el mediodía con vasijas entre las uñas, escondiendo temores a los platos de cobalto y los recepcionistas en un cumpleaños lunar de hipócritas jíbaros humeantes, con el ego enardecido. Hordas mansas llaman días a tres noches irreparablemente neutras. La pasma de gigantes ha reunido coraje frente a la muralla. Podemos descreer. La luz que prestan es ausente a nuestra nariz cleptodonta. Una sinceridad austera te ofrecemos, aunque chilles. Indígena callado en la cumbre del desarrollo para la imantación del cascarudo.



Paz Hubo en la vida de Dromia momentos felices. Dromia tiene el recuerdo de haber sido feliz, a los ocho años se sintió tan feliz de que naciera un hermanito suyo que ningún niño podría después de ese episodio considerarse feliz. Pero siguieron existiendo niños que se consideraron felices en todas partes, pese a que sus felicidades eran opacadas por la de Dromia en ese entonces. Su hermanito iba a lograr que sus padres le prestaran menos atención, que era lo que él necesitaba para sentir un poco de aire a su alrededor, sentirse adulto, que fue lo que deseó hasta los doce, edad en que decidió que no debería haberse apurado. A partir de sus doce años Dromia se dedicó a añorar su infancia, llamándola juventud perdida. Sentía la bajada de la vida, las últimas buenas cosas, o el puñado de penas que resta al final a quienes no se lo tomaron en serio. Sonríe al cielo mostrando los dientes, los de arriba. Está casi feliz de la envidia que podría despertar siendo tan feliz como se imagina. Tigris disfruta de la música en una tarde de otoño en que todo parece falso. Sobre su cama, libros no leídos parecen una mancha de la misma nada que son. La injusticia hace gala de su nulidad por equivalencia. Entra Lvpvlo, ambos están cansados de la jornada diaria y solo quieren mirar la tele y descansar en familia. Conversan sobre un fenómeno político y llegan a hablar de sus identidades. Quisiera alguno de ellos no existir más como hasta ahora, pero el otro lo convence de algo y terminan riendo y cantando músicas populares y folclóricas del sitio donde nacieron, mientras el cielo se abre mostrando su verdadero rostro, y los estúpidos retazos de cielo no comprenden el mensaje, mirándose como búhos de cobre en un día sin viento.


Los padres de Tigris eran profesionales de ramas aburridísimas de alguna ciencia normativa, esperaban que su único hijo fuera de grande algo con que pagar los malos ratos de haberlo criado, pero se dedicó desde infante al vicio de la filatelia, para más tarde cambiarlo por alfajores, para más tarde cambiarlos por unos aulliditos que hicieron que lo echaran de todos los salones de clase y los trabajos. Su afición más fuerte era correr bajo la lluvia un martes de tarde mientras todos duermen por ser feriado, sufría por la escasez de martes feriados de lluvia, pero lo alegraban las visitas de una compañera de estudios, menor que él y más inteligente. La madre de Tigris amaba los órdenes simétricos, en la mesa, en las profesiones, en el sexo y al vestirse. Su padre era partidario de la justa proporción, que en su caso era un litro de vino y dos pastillitas, mientras que para formar a Tigris, la justa proporción era un nombre de mujer y algunos juguetes de la mesa de saldos, junto con una biblioteca que heredaba por partes, que contenía los ejemplos humanos menos constructivos posibles.

En un viaje subterráneo evado mi insistencia en que ciertos hechos no son naturales a un universo donde los piojos tienen galera. Y respondo soportándome, mientras un hilo de lluvia dispara varios atardeceres que caen en mi solapa. Me dispongo a cocinar estos atardeceres en una olla pequeña, pero reclaman más espacio, por lo que entro en una discusión con mi idilio más íntimo e inconfesable. Las partes del día dicen los nombres de lo que va pasando y se resiste el mundo a convertirse en un receptáculo de mis anhelos, que son ninguno. Los dedos del cansancio dicen estar marchitos por verse. Y una lluvia de perros posesos se desentiende de todo eufemismo, mientras enuncia verdades contingentes sobre el futuro de la especie.


Tigris se desviste en una noche, la luna parece cierta y la contempla con el aire de los extasiados hasta no comprender. El mundo a su alrededor es una aguja rota y todo está calmo como un río. Sus intereses se redujeron a tener afectos y la enfermedad pide más. Quisiera ya estar conversando en una plaza, ironizando sobre este tiempo en que se siente desagradable a los ojos de todos. Dromia cree que Tigris es un imbécil con nombre de mujer, Lvpvlo cree que Tigris y Dromia son buenos muchachos, inteligentes y rudos, con nombre de mujer, pero también cree que la categoría rudo es más bien un mal que un bien, que es un poco estúpida, como se siente él cada vez que va a su casa de estudios y escucha el olor de cientos de seres humanos hacinados en un lugar en que preferirían no estar. Tigris se desviste pensando en Lvpvlo, que tiene una nariz de mundo fantástico y reclama su derecho a enunciar opiniones aún cuando es escuchado. Dromia vuelve a ser internado, fuera del campo de las profecías de mis escritos. Tuvo la ilusión de que todos se conocían en todas partes y de que actuaban como que no. Pensó en instaurar el saludo universal y fue golpeado por un marido posesivo, violento y con una bufanda enorme. Creyó durante toda la internación que la literatura no era un camino para mí, y vino a decírmelo. Nos entrevistamos en un patio de visitas de la casi lujosa clínica siquiátrica. Dijo que si lo seguía internando iba a ir a parar a un lugar peor y que podía yo empezar a escribir algo de interés para el lector que no fueran internaciones o estupideces seudofilosóficas, a lo que respondí que este relato estaba basado en esos únicas dos filamentos narrativos. Dijo que podría hacer canastos o alguna otra cosa con mi tiempo libre, a lo que respondí que no solo en mis ratos libres escribía, sino también cuando estaba haciendo pizza o jugando al tenis. Dijo que jugaría mejor al tenis y haría una pizza aceptable si dejara de escribir, a lo que respondí que escribir me hacía ser quien soy o algo así, que era como una parte constitutiva de todo mi cajón de lo que me hacía ser yo personalmente, respondió que pre-


fería ser una ficción que pasa pensando cuestiones filosóficas livianas a ser un ente real que escribía esto. Dijo que era un pésimo escritor, a lo que respondí que no era un escritor, sino un apasionado aficionado a la escritura. En ese momento mostró las partes de su cuerpo que estaban mutiladas o raras y una peladilla en la nuca, rasgos estos que atribuyó a mi mal desempeño como creador de su realidad, respondí que de no habérmelos mostrado no los habría escrito y él no los tendría, entonces propuso que yo era un cajetilla que solo trataba con autoridades como los médicos o enviaba a toda la bandada de idiotas a los que saludó y hasta al marido posesivo, para terminar digitando su internación y así un paso más de su ruina. Respondí que no tenía porque rebajarme a hablar con él siendo su dios aunque le pese o que no podría acercarme a él porque yo era un pasajero y él inmortal, a lo que respondió que me odiaba y que se iba a quedar sin hacer nada, ni morirse.

En una habitación de Bruselas un inventor de martillos mira la ventana y medita. Tal vez el tejido interno de las cosas sea la exterioridad en su máxima expresión, o alguna banalidad por el estilo. El tiempo no se mueve ni está, viendo pasar los dígitos del rostro de este inventor de martillos. De día todo parece más calmo, como los inversores de silencio en la idea de que todo puede ser el tejido interno de una realidad aún más superficial que esta. Y este grito es el dolor que me causa pensarme, aunque no sea cierto, aunque mis cristales sean los gritos de siete niños famélicos que están a punto de saltar por el precipicio de la nuca del inventor de martillos.

Después de la internación, Dromia estuvo sin hacer nada, no se interesaba en la vida ni en su jardín. Todos, hasta dios hubieran queridos mamá y papá:


Estoy paseando por Bruselas y es una ciudad maravillosa, aquí todos tienen las mismas costumbres que allí, pese a que sus edificios de atractivo turístico son muy distintos a los nuestros. Aunque los barrios obreros y las casas de arquitectura moderna son iguales. Un beso grande y hasta la vuelta. Dromia estuvo sin hacer nada, no miraba su colección de postales ni el amanecer. La internación se había prolongado porque había sido visto en el patio con un cuaderno durante todas las tardes y las mañanas, y cuando se le preguntaba respondía que ya lo iban a sacar y ustedes son menos reales que yo por no preguntarse por la posibilidad de no ser reales. Un médico le respondió que todos, médicos, pacientes, enfermeros, limpiadores y seguridad, se habían preguntado si realmente eran reales, que todos alguna vez nos lo habíamos preguntado, y que muchas más veces quienes tenían contacto con pacientes siquiátricos. Dromia estuvo reflexionando y al fin le mostró al médico, -entonces mire esto-, era una carta: yo sé que usted es el autor de un libro en el que nos hace pasar el tiempo acá internados y vivir todas estas incertidumbres y lo increpo, fin de la cuestión, todo dicho, debería estar jugando al tenis o haciendo pizza en lugar de seguir con el devaneo seudofilosófico y el patetismo. El médico lo miró a los ojos y llamándolo por su apellido lo invitó a él también abandonar el devaneo seudofilosófico y el patetismo.


En el cuaderno de Dromia se leía: Se acerca bailando, tiene una pollera hecha de órganos sexuales de ancianos y ancinas. Se hunde en el agua y vuelve, salpicando una explosión, Algo lo detiene, hoy gira todo y en todas las direcciones, se ven y se responden, cayendo, piñazo. Ahora caminan dos tipos con toda la pinta de recios, en un vals de desnuda el montaje fotoquímico y así se muestran que están en el ritual que nace y nos nace gorgoritos. El llanto de un niño que nació asexuado, un playmobil, otra escalera y tiempo de organizarse. Va y viene ¿porqué el camino más corto? Para ahorrar en el quiosco y no tener una regla, la flor se humedeció. Viejos que bailan música disco y rocanrol, en una orgía toda pudor. Miden por años sus recuerdos y no les alcanza. Le rompieron la lente número uno de sus gafas, o la del ojo de guiñar. Un reloj con once horas enciende fuegos y la imagen es la semejanza entre nuestro ludo y el balde del ego. Alguien ayer hizo una pregunta y se le espondió en todos los lenguajes. Tiene que ver con un caballo, con un gato y con un pie, SURF. En 1492 fui descubierto por un gran escritor de novelas históricas, radicado en México desde antes de la conquista. Dijo que mis textos harían muy bien a la cultura que se venía, por eso me di de lleno a escribir sin parar, sin tener tiempo para detenerme a ser leído. Me encontró juntando maíz para hacer un barco y conquistar el viejo mundo. Tenía un espectáculo musical para acabar con todos los cafés de la bohéme del siglo XV europeo. Pero no resultó, entonces ahí conocí a 1984, que dijo que haría buenas migas conmigo. Lo que el escritor de novelas históricas leyó de mí fue el futuro, sería descubierto por él, en un premio Nobel simbólico en el que yo le daba oro por plomo. En 1984, 2356 habló muy claro al congreso para el desarrollo de las naciones civilizadas: este relato debería seguir la línea estética (?) y narrativa que tuvo al principio. Con la cola entre las patas, me fui silbando bajito y decidí no mostrar nunca más mi rostro.


Cansado de entrevistar niños para robarles la vida y las historias con que hacer libros y crítica, el autor de este libro dejó la ruta de las letras y se fue a vivir cerca del mar, donde juega con niños escritores que solo juegan con él para escribir su historia. No me legó continuar con este relato, pero lo creí conveniente y necesario, porque Dromia, Tigris y Lvpvlo siguieron viviendo y alguien debía darle forma a esto. No creo estar dotado como para alcanzar el nivel de las páginas anteriores, no podría yo entrevistarme con un personaje ni tener la sutileza de inventar esas maravillosas intromisiones del autor en la trama. Con todo, me decidí a continuarla, para que llegue a ustedes. Cambiaron de vida los tres. Dromia se dedicó a vender estampitas con el pálido rostro de algún aparecido, extraterrestre o divino, Tigris escribió sucesivos ensayos mal fundamentados y poco originales. Lvpvlo jugó a juegos de ingenio que encontró en una revista. Los hijos de Dromia fueron exitosos capitalistas de la agricultura y los hijos de Tigris y Lvpvlo contrabandistas exitosos. Del muslo, del cerebro y del vientre de Dromia, nacieron respectivamente, Hugo, Paco y Luis. De la unión de Lvpvlo e Tigris nacieron 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, este último de pérfidos pensamientos, celoso y rebelde a su padre. Los hijos de 1 y 2 fueron 1.2 y 2.1, los de 1 y 3, 1.3 y 3.1, así sucesivamente. 2.3 se dedicó a ser el Némesis de Paco, estuvieron varios años en un litigio legal por la licitación para el usufructo de una firma de helados. Al final de la historia, 2.3 mata a Luis, creyendo que es Paco, y se casa con 5.6, su prima, amante de Hugo. La familia 2356 tuvo una descendencia mayor que todas las demás, y todos descendemos de esa línea, por matrilinaje, o sea que venimos a llamarnos todos 56, pero no lo sabemos, pero en realidad, de acuerdo a las costumbres occidentales actuales, todos vendrían a tener la otra característica del nombre.


Tigris desayunaba especulaciones sobre su futuro y miraba parsimonioso y fijamente su taza de café, una taza como para bañarse en café y renunciar al buen ajuste de los sentidos. Tenía una arenilla de libro fácil apenas molesta en los ojos. Había sido el hijo que esperaban otros padres que no los suyos, un hijo ejemplar para esos padres hipotéticos, y ahora se encontraba sin opciones ante el vacío del muro de azotea en que estaba parado. Pensó que había hecho bastante en estos pocos años, cosas que no podría enumerar, pero sanas y provechosas para todos. Se le nubló la vista frente al abismo, se tambaleó y cayó de espaldas en la azotea, de nuevo frente a la muerte pensó: Estamos hartos, yo y muchos más, lo sincero no halla escape en el mundo donde los pájaros son carne destilada de caballos de hierro, frente a la boca del pez de hierro que todo lo engulle. El tiempo de reír quedó allá atrás, en el día en que nacíamos a este mundo creyéndolo un mundo y no un estropajo donde las cintas de colores de los buses valen más que el reclamo de ¡un poco de silencio! Quiero caer al destino y ya no llegar horizontal, a un destino aplanado por la ruta que no perdona, quiero flotar o caer, hasta el momento del gran silencio, el barullo extendido sobre mi mesa, que dice una y otra vez “apártese la vida”, es la hora de volver a casa, de renunciar a esto que duele por poco, a las sensaciones y los gestos torpes de mi cuerpo imbécil. Soy un cristo más en manos del romano que soy. Debería ni saludar, ni poner punto final a esta vida inconclusa e inconducente en cada paso. Tampoco viviría todas las necesarias como para armar el puzzle de todo lo que vi e hice a medias. Vida, no vales ni mi llanto, soy mucho más que vos en este límite y no me identifico contigo, reina de las muertes simples y flojas, como esta, muerte de descenso de la vida, muerte en vida la de quien se planta firme frente a este abismo de superchería, en medio de la ciudad que se robó los sueños que no tuve. Después de la constructiva experiencia de la azotea, Tigris se dedicó a escribir versos, pero pasaron años para que se deshiciera de su primera etapa, una plagada de sollozos y sentencias sobre la vida y el mundo. Con el paso del tiempo fue cambiando de estilo, de tema y de género, hasta convertirse en una mujer que escribía historias fantásticas sobre un mundo imaginario. Los primeros intentos solo sirvieron para diagramar ese mundo, eran escritos de una calidad mediana en que sentaba las pautas


de un lugar que era reflejo de este mundo y esta vida intensificados y llenos de contradicciones. Sus amigos decían que escribía sobre el lugar en el que desearía vivir, y él, ahora ella, no lo negaba. El cambio de sexo fue literario, usó el nombre Tigris como seudónimo, y por una situación rara de este texto terminó sus días en un geriátrico hermoso, como mujer. Tuvo mala suerte económica con la literatura, pero mintió haber crecido como persona, haber madurado de un modo imperceptible para su alrededor, haber madurado falsamente. A la hora del café todos descansan. Tigris es una muchacha esbelta del centro de la ciudad, prefiere gritar que no le gusta este mundo y que preferiría estar en una ficción sobre hombres con nombre de mujer, pero allá a ella. Su visión pesimista la tomó de cierta pulsión masculina como milenaria. Una vez tuvo un accidente del que nadie sabe y despertó en un hospital estatal, bajo los atentos cuidados de una familia de banqueros de poca monta, en realidad, dueños de una casa de empeños muy poco conocida. La acogieron como a una hermana. La familia estaba constituida por el padre y cuatro hijos varones, que la trataban con una amabilidad torpe e inocente. Se sentía un poco rara y algo como una mancha nublaba el centro de su campo visual. Por alguna razón, supo que estaba soñando y sacudió la cabeza hasta despertarse. Lvpvlo le pregunta a Tigris, muy atento, si prefiere comer una caja de alfajores o despotricar contra un cineasta poco famoso creado por ellos mismos, residente en su ciudad, Tigris despertándose y totalmente situado en la realidad responde cansado “cineasta”. No dura mucho la conversación, ambos saben que hubiera sido mucho mejor optar por los alfajores, y sienten remordimiento y asco de todo por el sentimiento que genera contrastar alfajores accesibles con una conversación estupidísima, pero esto dura poco, van hasta el almacén y compran no una, sino dos cajas de alfajores.


Los ojos son un muro entre el mundo y nosotros, que estamos del otro lado para todos, que nos desconocemos hasta el punto en que es absurdo pensar en decir nosotros. No me arrancaría los ojos, pero sé de gente que ha dicho que sí, que lo haría con tal de terminar con la soledad. La sensación de que todo siempre va a estar bien es la adecuada indispensable para la vida, pero requiere que todo esté bien, cosa que muy pocos logran. Así que ya lo sabe, déspota lector: apenas sienta que todo va bien, diga que todo siempre va a estar bien. Y lo estará, porque los colores de las cosas son tanto obstáculos como nexos, hoy que no distingo entre concordancia y discordancia entre las especies de estos pececitos de hierro que colocaron en mis pies no se sabe para qué. Un día Dromia se cansó de estar podrido de estar mal, y se cansó de estar mal. Entonces fue cuando Tigris le propuso embarcarse en el Operr_gmma, junto con Lvpvlo, para descubrir en detalle algunas maravillas no tan ciertas de la inteligencia de los hombres sometida a los dioses y monstruos marinos.



Cuando Tigris espera un ómnibus revuelve en su historia en busca de la clave, de entender por qué no se soporta ni a este mundo, está cansado de buscarse en detalles que nada dicen sobre él, partes de su vida que no lo constituyen. No soporta pensar que escribe tan mal, y que tiene un único lector, para nada adepto de sus textos. Escribe sobre un lugar en donde la relación entre las cosas y la gente es tan absurda como la que él tiene con las ideas maduras. Se siente poco desde que se dedicó a estudiar la historia y las artes de occidente, querría aportar algo a alguien en alguna parte escribiendo, y sabe que eso no es posible.

COMIENZO No buscaba el espejo de Jehodeo persiguiendo algún fin, solo lo buscaba, quería encontrar el espejo del que surgen infinitos seres de la nada. Caminó por el césped púrpura entristecido por el destino de tantos buenos frutos y se durmió llegando a la Maison de la Force. Tomó uno de esos coches que van a caballo por los rieles y tradujo las cartas, pronto una lluvia bañaría el continente, ni inundación ni diluvio, solo una hermosa lluvia regular, de gotas de platino púrpura sobre los techos, jardines y calles. Una luz en los ojos del caballo llamó su atención y se dispuso a hablar con el cochero. El cochero contó la siguiente historia: No hace mucho, un hombre era dueño de un disco con ciertos poderes, no me pregunte cuáles. Este hombre mojaba en su vaso el pequeño disco y al tomarlo, al tomar el metal, enunciaba presagio, verdad o fantochada que constituía el poder del disco. Yo mismo tengo el exclusivo y personal vaso de ese hombre y ofrezco regalárselo a cada buscador de tesoros que encuentro, a cambio de un completo examen psíquico de sus tres verdades, o la cantidad que me ofrezca. La vejez me está alcanzando con su vela encendida, me mira angustiada detrás de su biombo de papel, sus ojos traducen las luces de mi porvenir, y le prometo que deseo escapar o comprender cabalmente a otro ser humano, el tiempo me está haciendo bailar por encima de los


animales del destino y debo sintetizar la paz antes de caer en las agradables manos de la vejez. Dromia miró sorprendido al cochero y se dispuso al escaneo rápido y verbal de sus verdades. Fueron: La vuelta al mundo en la búsqueda del espejo de ninguna bendición me exaspera como si todo fuera cierto. Pan, trigo, césped, humo, son nombres del cabello viejo y florido de las pequeñas juventudes. Tengo la suerte de poder desenmascararme siempre que lo deseo sin sufrir en lo más mínimo. El día continuo y roto que llamamos tiempo es el sentido práctico que se sostiene sobre un espectacular ministro del absurdo y un gentilhombre cuyo manto no hemos visto. El cochero se ofreció a decir ciertas verdades generales sobre la vida, pero Dromia estaba cansado. Entonces hizo cantar a algunas de las ilustraciones de su cuaderno y casi se duerme, pero vio cerca una pequeña casa, al parecer hecha de barro y al parecer llena de antenas con luces de varios colores. La profundidad de la noche exaltó a la luna, que eructó un aire inodoro y fresco, como un viento sobre el lugar. Conforme se acercaban a la casa vieron más y mejor los siguientes rasgos: Retratos en tamaño natural de hombrecitos con bastón y lentes de sol, faroles con inscripciones en el idioma que hablaban esos hombrecitos y pequeños perros con montura. Era una casa como para unas cuantas personas y muchos más de esos hombrecitos, estaba poblada por unos cuantos de éstos. Dialogaban en la puerta: -Un río fluye bajo hasta aquí. -Al tiempo que los días se rompen de a uno hasta llegar. -Los lugares de las cosas cambian los instantes de lugar, vamos, vamos a romper la historia. Cuando saludó al cochero, entró a la casa y ahí estaba el espejo de Jehodeo, los minúsculos hombres lo guardaban, preguntó y se lo cedieron.


“Mi hallazgo es el obtuso fin de esta hermosa búsqueda, solo resta existir, como antes o como nueva, las personas olvidarán esta gesta y más tarde el poder del espejo; ahora mi vida vuelve a girar en torno mío, y no sé si es suerte después de haberme convertido del todo en quien busca el espejo de Jehodeo” De nada serviría hacer su propio pueblo de imágenes partiendo del espejo que reproduce hasta el infinito, de nada serviría devolverlo ni romperlo. Preguntó a uno de los hombrecitos si podía aprender a andar en perro y la respuesta fue “mientras no me lo rompa” Dromia tenía muchos años, había sido explorador de casi todos los costados de la vida en el continente de Panacardia, desde el lugar de un científico. Estaba entrenado para responder normalmente a la socialización y la vida sedentaria, pero había perdido estas capacidades buscando el “espejo absurdo”, el espejo del que surgen entidades inmateriales y sin individualidad en número infinito. Emprendió la búsqueda por placer, pero se fue convenciendo de que esa era su misión. La tarde estaba cálida como leopardos subacuáticos empuñando espadas y Dromia paseaba en perro por las inmediaciones de la casa, deteniéndose para hablar con algunos de los hombrecitos. Uno de ellos lo detuvo y formuló la siguiente propuesta sobre el origen y el destino de su familia: En un tiempo, la casa nos esperaba, atravesamos galaxias para llegar hasta aquí nuestros perros vinieron con nosotros, son perros de otra estrella, en cualquier momento podrá interpelar a uno, aunque no hablen. Vinimos en perro, solo que ya olvidaron cómo volar. Usted es el punto de llegada para nuestra civilización, las gotas de rocío anunciaron que alguien vendría en busca del espejo que encontramos al llegar y se iría con él. Acto seguido, del cielo un perro con espalda inmensa vendrá a buscarnos para reunirnos con nuestros hermanos y ancestros. Pero otro propuso lo siguiente: Veinte días después de su llegada, un espejo vendrá a buscar a parte de nosotros, los más hábiles, para ir a tejer las constelaciones, el resto aplaudirá el cine celeste desde aquí, prontos todos para ser elegidos como tejedores al regreso del espejo, posterior a su regreso. Lvpvlo era uno de esos minúsculos hombres, era el de lenguaje extraviado, uno de los tantos que se empeñaron en escribir una versión de un


antiguo poema perdido entre la luz de una ciudad y las zonas de respiro que ofreció un manto de tierra lejos del palacio de los hombres. Trabajaba hilando cáñamo, para ningún uso, solo lo hacía, cuando Dromia lo abordó, Lvpvlo estaba en su tarea, mareado por tantas horas de trabajo. Dromia disparó: Es un trabajo inútil. Lvpvlo se ruborizó e hizo notar su rostro ya rojo de antemano por el sol y por la tarea. Al rato eran amigos y hablaban de un proyecto, un barco donde todos bailaran. Sobre la mesa hay un cubo de papel, la mesa no es de madera. Cerca de la ventana un hombre hace un gesto repetidas veces. El cubo es azul, la mesa no. Por otra ventana se ve el mar, está calmo. El vaso parece estar hecho del movimiento de las cosas vivas. El encendedor apunta hacia el cubo de papel, en el ángulo de la mesa se ve la rodilla de este hombre en la ventana. El encendedor es transparente y se va la servilleta que por debajo de él, la servilleta es un mapa de todo el lugar, un continente parece un rostro, otro una mancha. El rostro del hombre parece un continente montañoso. Enfrente de la mesa hay una cama de hierro con una colcha azul, la cama está pintada de blanco y una de sus patas converge con una de las líneas de un decorado en el piso que parece una cuadrícula en revuelta. En el piso hay latas de pintura, un vaso y una botella. Hay diarios tirados por toda la habitación. Y en las paredes fotos de navegantes, uno con un bastón, la tripulación del Operr_gmma, Dromia, Tigris, Lvpvlo. Los rasgos identitarios de cada miembro del tiempo fueron auscultados por el siguiente enigma, la reacción al tiempo es casi es casi alguna proporción de qué. Aunque las instancias recurrentes pueblen un tiempo determinado y conjuntos de varios ítems temporales presenten espasmos del tipo “parte”, subsiste la relevancia de la variación del tiente o estado de congruencia de elementos como “lenguaje artificial para enunciar la nada misma” Sin prisa recorrió el paisaje con su brazo y su rictus. Nada pudo convencerlo de la imposibilidad de expresar todo lo que integró al minucioso collage arquetípico y de lo errado de su visión profética frente a hechos que merecen quedar en el presente. Poco a poco la vida fue dando paso a una nueva presunción un poco más amplia que la vida, Dromia retuvo una sonrisa condescendiente para con la realidad.


El gigante habló de los inminentes sacrificios, dio a entender que aunque inminentes, eran evitables, por varios desenlaces de historias buenas y felices que conoció en este mundo. El gigante de estrellato se rompió en una ola de realidades encontradas en las que las plantas acechaban el juglar magnífico donde se escondían los trémulos partos de señora señor señorita, justo a la hora de volver con la frente tapada de espantapájaros. Y mientras la espuma reciclaba dones la virtud retomaba sus empleos al festejar. Ejemplo de esto fueron las ideas que se hizo al expresar la multitud de enjambres, donde los gigantes son los portadores de la buena nueva y de bolsas de trigo reluciente como nuestro mañana. Mientras recita los siguientes versos, el gigante frunce el ceño y se rasca debajo de la nariz: a veces remedo mi autoironía, mi ironía de mundo, o atravieso más y más espejos de ironías paralelas o emparentadas, unas me salvo, y otras quedo desnudo en un campo abierto de conciencia de mi estupidez tomada como tal.



El gigante Entre los hombres, el saludo estaba casi exigido, el día era uno, todo estaba lleno de juicios intercalados con el tiempo. Entre todos habían hecho el canto de la mañana en que se labró el cosmos. Llevaron su idea al juez de sentidos y reveces. Éste no respondió, solo valió la pena para los niños el comienzo de vuelta de tuerca. Porque los niños vieron claro el estallido de una luz al nacer. Cuando todo acabe, la historia por sí misma levantará el ejemplo de vidas encaminadas de acuerdo a cada voluntad. Cosa esta hermosa, porque la vida será quien decida que cada uno decida lo que en la vida. El juez gigante veterano de guerra planteó la dinámica del sacrificio y todos nos sorprendimos y aun nos sorprendemos hoy, ¿puede ser tan duro un gigante al entrechocar su gallardía con la pequeña luz en la frente de los niños que en algún sentido comeremos? Todo se detuvo cuando el nuevo gigante desató los nudos de su propio Operr_gmma cayendo como una flor trigueña sobre el jardín. Entrando al lugar se encontraban siete capas de su cerebro en el lugar en que los tibios extractores del amor enjaulaban otra sinestesia. La vida no pudo con ellos, eran salvadores de lo repentino, aunque sus mentes estuvieran obnubiladas por el tiempo en que nada se esperaba de nadie. Hoy que hubo un lugar para decir lo que queríamos decidir


decirnos, justo estaba el niño esperando una piedra fantasma, anterior a ese diagnóstico de alegría. No necesitó calzarse ningún tipo de lentes aparte de los de siempre bajo el agua, donde todo estaba enterado por otro encargado de callar las voces. En un Operr_gmma del sol, a la deriva, un juego de Lvpvlo, tratar como humanos a los taburetes de la decepción, en que se especula que vivirán más años los condenados, por profecía de una escuela profética con pocos seguidores. A la mar de viejos equilibrados por demás, se entrega un Lvpvlo risueño y trajeado, que espera reencontrar su sistema de vuelo. A lo poco que queda llama tranvía, lo devuelve en cantos a la biblioteca de miradas posible, en un lugar llamado mar de donde salen las ideas para hacer castillos. Lvpvlo se jacta de no emitir comentario por entre los varios mares que rozaron sus capas de ensamblar todo mundo. Lvpvlo resume: En el tiempo mis cálculos quedan mudos, todas las hojas de los libros cambian de sitio y los árboles de este jardín se hablan en nuevos idiomas todos los días, mientras el mar calmo deja de llamarse mar y yo no soy, porque no me alcanzo en concienciatiempo. Tigris estaba jugando con el dado blanco, mientras Dromia escribía historias de estados de ánimo de otros y levantaba en su vuelo a muchos más que ayer y de todos los días un poco de vida en absoluta laicidad. Tigris conocía los juegos de cine en la pétrea analizada, pero no lo corrompía esto a dudar de las labores más allá de toda exactitud que esta existencia en este mundo guarda por suerte y más allá de toda presunción de extrema sabiduría. Dromia estaba contento de saber que todo estaba en su lugar, pero no podía permitirse enjaular ni un sueño más, nada se tornaría mejor ni peor y nada sería lamentado por ninguno de ellos. Entre espejitos turcos la vianda se conmueve en presentarles el siguiente chiste:


Uno, dos, tres… Excelencia subestimada de una fe. En los tiempos que corren una idea es un pequeño… corredor de otras imágenes en su mismo tiempo, al verles llegar enjaulas tu sentido más útil. Entibian la cerveza, llevan a sus lugares la vidita, entonan sus pesares, levan la sangre misma del decoro, levantan las ideas, tienen la idea sana de lo prestado, enlutan sus favores, saben vivir el año de los pendientes, collares y labia que se exaspera retomando el lugar de otro lugareño de esta premiada náusea. Al nacer encontró Dromia otro gran inconveniente al ser alambique de amores y presagio de nuevos rumbos para las hadas y faunos: era tan joven como cualquier vocablo del idioma español y esto sugería a sus alrededores encantados con su presencia, la idea de que lo siguiente se llevaría a cabo: Dromia concedería patrocinio a todos los amantes en su viaje, solo a cambio de una sonrisa y el gesto del niño al nacer, fuente inagotable del manantial humano.

Nos encontramos en un pequeño espacio, tratando de dar rumbo a nuestras costumbres ya marchitas. Esperamos que concuerden el camino y las delicias. Mientras sacan de mi pelo cristales con el nombre de Dios grabado a fuego, pienso en tener una nueva idea. Y constato que mis ojos fueron trocados por lentillas de cerámica hermosas como los ojos de un destino similar a las hojas que caen del centro de este mundo, una habitación con paredes de soles cristalinos y desmentidos por un porvenir pálido.


Arma intangible de los tiempos: el Antirreloj, armado de estaño y muros de economía en actitud y sistemático desahogo en la vida. Hermosos entrenadores del ocaso pernean estas inteligencias, suertes de peñascos elevados hasta donde se sepa, Lo tuyo, lo de tu cristo múltiple, lugares de conformidad y otros de recato, solemnidad exagerada de los exegetas más plásticos a la hora de buscarse a sí.

Mansamente Tigris recorre con el dedo la superficie de la mesa, mira a los ojos a los presentes y reubica los rostros en su memoria para soltar la carcajada. Nadie presta atención ni tiene intención de hacerlo, saben que está haciendo su secuencia, en la que recorre con un dedo la superficie de la mesa y rompe un vaso. No hay vasos cerca, pero toma el mío de cualquier modo, lleno de un agua deliciosa como el de cada uno de los presentes y todos los que hay en la mesa. La biblioteca canta un folclore de altos fondos en nuestro continente, mientras todos comienzan a hacer el número de los nombres australianos.

El Operr_gmma continuó su travesía de nave por los rieles de pasto del jardín, mientras Tigris y Dromia escrutaban las horas que restan para alcanzar una nueva sede del tiempo, el espacio que mal llaman vida, deshacerlo entre sus manos como las hojas de una hierba que todo lo cura. El Operr_gmma despista a sus perseguidores sin necesidad de sacrificar a sus florecientes niños, portavoces de un día en que las hojas de una hierba púrpura y suave curen todos los males y llenen de luz la pequeña parcela de la mente del mundo que ocupan los concientes. Durante el jardín las cosas se mantienen en su lugar, se muestran rozagantes e inteligentes a los pesados ojos de hombres con rostro de bote-


lla interrogante, en toda la extensión del jardín los búhos cuentan la leyenda de las excepciones rituales en todas las dinámicas y modos de proceder. La vida hizo llegar su susurro hasta los oídos sensibles de una bóveda celeste de varios colores, donde otro jardín reclamaba entablar la conversación intercósmica con nuestro suelo o el de Lvpvlo.

Tigris despega su cabellera del techo especular del Operr_gmma, todo cobra sentido y nos disponemos a vindicar la acción de nuestros hermanos, tal vez el día se resuelva en la costa, o más allá, donde algo de todo es apenas menos en vano. Demasiado es el fuego que irradian mis pulmones apenas escucho tus siete nombres, luz de lo mediocre, languidez de una despedida para la gloria.

Mientras duermo vienen a verme serios personajes que dicen haberme creado, cada uno expone igual que los demás un argumento sobre la bilateralidad de las relaciones entre zumbidos que no hay y música que invade, por suerte o por desgracia, el lugar. Uno de ellos es Dromia. En la música se nota la experiencia de ciertos otros de nuestra trayectoria, hasta de la personalidad de un extraño amigo de un músico que lo visita con frecuencia, al músico, un amigo portador de pestañas titilantes y promesas de una nueva visita con pestañas y un chiste sobre las cartas. Resumen sus ojos el deseo de llevarme a todos lados en su regazo de marsupial, de mostrarme las maravillas de todos los mares y tierras en un soplido instantáneo de dicha y grandes problemas existenciales.


Dromia es una bufanda con sentimientos, siempre llega tarde a su vida, las cosas pasan por ella como cosas extinguidas, los mundos son sus planetas personales, cada hoja de su pelo está llena de esperanzas vagas vanas, su inteligencia es el presagio de vida para otros y de silencio para Dromia, durante la tarde se pregunta ¿Dromia cuándo gana? Y solo le responde una voz en ningún lugar de su conciencia “la belleza es el mal de los buenamente humanos, es un valor moral estricto y poco sano o verdadero” La implacable niña del laúd, Dromia, resultó esférica para todos los señores del copetín en que se respingaba la dogmática vestimenta, el pronto listo ya estaba levantado por una lenta pero entremezclada lectura de epopeya, al tiempo que los amigos de Dromia robaban episodios de sus crines más ácidas. La giganta despertó a sus bueyes y lentamente emergió una senda espectral de efímeros búhos de la vida esta, nosotros contuvimos la senda positiva pero era excelente y manca la poción de sacrificio que en eutanasia nos brindaba la precaución las repetidas cumbres estaban al derecho no al revés, estaban como prepoteadas por la imbecilidad de la flor, hemorragia de cumplimientos desordenados a su misma vez por aquél. Había previsto todo para una repetición de su voz por un camino lineal durante varias horas después de su discurso. Había buenas sedes para árboles emisores. En vida sus potencias sirvieron de preámbulo a varias interconexiones de sinceras odas. El lugar que sirvió de pretexto a esta minúscula y solamente llevada a cabo a las mañanas, estrepitosa o no álgebra de lo sensible, delicia de paisaje de la dupla introextrasensorial, mapa detallado en demasía de cada punto de lo personal de manifiesto en el pañuelo de lo colectivo, ojos de animalidad grotesca para una certidumbre poca donde nos encontramos. Todo un


muestrario de verdades sobre hechos que escapan a la conciencia, como mi dolor de talón, hasta para quien soy. Una vez Dromia dejó encima de la estufa su cuaderno, portador de una alternativa para una nueva conciencia, o de apuntes sobre cosas inútiles, o de apuntes sobre cosas aburridas e inútiles. El cuaderno humeó y cantó durante un año, dando lugar a un largo discurso sobre una alternativa para una nueva conciencia o algún otro discurso que fue la única educación que recibió Dromia. Cada vez que necesita ser educado, Dromia quema o acerca a la estufa su único cuaderno. Y recibe las ideas que van gestando todos los cambios en todos los lugares, sin poder evitarlos o impulsarlos. El tiempo es un dígito minimal adonde encuentro las partes de la canción que me acunó al ser tan vertiginoso y crédulo.

Tigris tomó las riendas y construyó un castillo musical junto con aguilucho y resulta que Lvpvlo y Dromia eran la desdogmatización del precio, todo pese a que lentamente se habían espejado las menopausias de la plebe. Sacrificios del jardín por la belleza del trigo, se oyen oír mientras las velas de un Operr_gmma dictan nuevas pautas para sacrificar a Tigris y Dromia. La belleza se declinó en tropas de cementales, pero una retina sostuvo el comienzo, fue la de tocaya, un gurú áspero de lamento sordo y prenatal.


CENTRO Ahí está esa indescriptible señora portadora de luz, pariendo rayos amigables al son del sol poniente, pero la escarcha diluye el entrevero de reacciones al conversar, entonces, ya polinizada la verdad, es que Dromia empieza su día, estudiándose y sintiendo la simple tematización de un día más en la ciudad. Cuando abrió el lugar de su propio sentido, supo que los tesoros del tiempo se habían especializado en volverlo parte de una institución, natural como lo que nos nombra, él mismo era una parte del todo, del mundo. Siempre le tocaba nacer de la manera que él mismo se indicase, y esto lo hacía ponerse más pálido y más estreñido para con los juegos del amor. Su hijo había sido especializado en retorcer una idea hasta el hartazgo, justo a la hora en que el té con leche arde. Se llamaba Norma, nombre que les pareció adecuado a sus padres, quienes tenían problemas para hilvanar los conceptos y las relaciones entre las personas, por pura estrechez al incursionar en la teleología de la vida cotidiana, eso sí, buenos padres, aunque confundidos por Dromia y Norma, que ya reían y escapaban en un vuelo con y sin estructura, materia prima este de un posterior ensayo para llegar a vivir la vida adulta y real como se debe. La vida adulta se trataba de llegar como niños a cierta edad, para poder hacer las cosas conforme al papel de adulto sin morirse de rabia o dolor. A los padres les pareció justo que sus hijos volvieran a encontrarse con sus novias, lógico esto, pero difícil de deducir o intercalar una buena sospecha de algo jodido, en la presumida impresión de que el encuentro sea satisfactorio, mucho más que el de aquellos abuelos amigos del tiempo en que se recordaba lo que debía ser recordado y el resto se olvidaba a medias para promover una idea exagerada de lo que vendrían a ser estos novios anticuados y bohemios, cuyos hijos son tal Dromia, unos buscadores de la palabra estructura en cada letra del follaje de un día en que se empezaron a preguntar mutuamente con la esposa ¿de dónde habrá salido el tiempo en que rehusábamos recordar que viviríamos muchos años más? Y mucho más vivieron, en un techo pronto para socorrer a quien viene de caminar de a saltitos por una ciudad casi bella. Así, la irrepetible señora portadora de luz echó luz sobre el siguiente asunto, la premisa que genera estos nuevos nexos es la misma que se devastaría de suceder lo completamente contrario por arbitra-


riedad del cuerpo mismo de los tejidos relacionales anteriormente mencionados. Esta composición es el hemisferio centrocerebral del tiempo en que partimos delante de nuestro cerebro hacia aquel horizonte que nos tiene indicado el día que será tractor de varios días al tiempo que la luz descansa en luz como nuestro cerebro descansa de nosotros. Acaba de agarrar de la mesa dos ceniceros, un poco de tabaco y su pipa. No quiere distraerse, está completamente seguro de que mis ojos se van a cruzar con los suyos, apenas le diga o piense en decirle mi opinión sobre sus juicios en la entrevista anterior. En aquella me habló de los números en el arte y de la inteligencia de ciertos animales aplicada al metabolismo de algunas plantas, está cansado y quiere fumar pipa, una sola pipa mientras habla del tiempo en que pensaba “todas las ideas como pájaros”, el tiempo en que no juzgaba “más allá de su propio universo moral” ¿si se nos va la vida juzgando una mañana? En las largas tardes de otoño, los niños jugaron. En épocas en donde todas las épocas convergen, llega el nuevo Gordo Magnífico, un solemne pajarero del desierto. El Gordo Magnífico come coles en la orilla, mientras toda una ciudad aguarda por su llamado ¡vamos Gordo, llámanos a llamarte para que impartas justicia sobre crímenes que no te competen! El héroe reposa su cuello en el respaldo del asiento y espera, luego vuela y vuela por los techos, pisando latas como contando puntos en un match. En los días siguientes, el hombre supo mostrarse como un campeón, sus cejas se curvaron en sonrisa y todo salió de acuerdo a como la vida despertó. El tiempo entre las cosas es un hilo inmaterial que anuda los sucesos más disímiles entre sí.




Olvidó y recuerda cómo levantar el talón de un lugar áspero, la tormenta no colma las expectativas y entonces usa su talón como viento para los techos de Tigris. En los techos, partes pequeñas que reclaman no ser oídas. Trémulos y titilantes párpados llenan de pestaña el placer de la atmósfera, esta vez desviado. Mientras su bota ensambla los elementos de un piso. Está desnudo sobre un piso de imágenes literarias. Por suerte la hora que se codicia y un momento con muchas resoluciones de la tensión fuerte de un largo preámbulo: el héroe de otra historia tomará las riendas de otras tantas, convirtiendo en humus todas las solicitudes de coautores de este testimonio paratemporal y vano. Los antiguos y pequeños robles de guardar tomarán la rienda suelta de todas las cosas, en su calidad de abrecálculos de la nada. Un sinnúmero de irreversibles puntos de fuga desde la idealización de los ecos llega, tras madera y por aire a nuestro lugar, desde donde se ve, para y por suerte a cada uno de los ítems de la ruta de aquel que es árbol vivo y llama, luces del riel vivo en que se mueven varios eternautas más, sinfín de vivientes por la destilación de buenas odas al transcurso de un hoy. Nuestro amigo de ruta dirigió y proclama lo que sigue: No han sido las buenas acciones ni los desvíos en la hoja de ruta las que me llevan a la presunción de titilar párpados en torno a este roble de mampostería, sino más bien las ciertas cosas que revelé, un riel de prosperidad se dibuja más allá de las categorías de intolerable, penoso, ritual, atmosférico, antiguo, etc. ¿es posible alterar la discreción o irregularidad de ciertos fenómenos humanos sobre el hecho de verse en el camino interrogados sobre esta misma cuestión? Es así que la intensidad, pese a la valoración, es formulada como paradigma, nutriente de cada árbol y sin la pregunta.


En este tiempo las calles se retuercen buscando la culpa y la gran suerte de responsabilidad en los caballos del Operr_gmma de trigo, con reverberaciones de un jardín disuelto lejos del barbarismo de las calles. En horas de recordar, también retomamos los ciclos de una espera. El sacrificio estuvo dictado, las nuevas bases también, todo conformaba un nexo hacia la divinidad y solo esta vez quiero tomar como ciertas mis palabras. En las ciudades se vive como en la nada, todos los mitos aun incumplidos tratan de hacer llaga en un hoy intermedio y bastante reacio a ser influido por los cantos de una máquina o de un búho prerracional.

El Operr_gmma alcanza la costa. Murieron allí varios navegantes, por ser la costa de un continente donde la vida no vale nada. Lvpvlo desciende del barco y saluda a los nativos, que vienen con tocados de oro y regalos como fruta y joyas. Llegan bailando los nativos, dispuestos a ser conquistados. Tigris también desciende y en un par de minutos aprende la lengua local y se pone a jugar con los niños del lugar. En esa costa vive la civilización de los m-román, quienes ya hace tiempo pescaron a Dios, el bagre japonés, la máscara de Agamenón, mientras paseaba por esa costa. Explicaron que la estrategia había sido crear a cristo, maltratarlo y tenderlo en la orilla, para que se acercara Dios y lo mordiera como a una carnada. Más tarde, los m-román invitaron a Tigris, Lvpvlo y Dromia a comerse a Dios, frito y con vino blanco. Y empezó la fiesta.

Una tribu de eternautas traspasa el espacio dando saltos mientras sus cantos toman por sorpresa al tiempo, al roble y a un hombre de estatura indefinida, que pasea por la ruta buscando el porqué de sus propias cosas, buscando retener los gajos del día en que creyó. Las manos aran


sin instrumentos la tierra azul desde donde un placard con hojas dice repetidas veces: Entre los libros que no leí están todos los que alguna vez llevaron a pasear a quienes no vieron que… Al tiempo que decido llegar, por el camino de los hilos de la ruta Alguna vez fui cantado por uno de esos eternautas, uno mayor que yo, roble de su lugar y parte única de una ecuación humana y azarosa, como pliegues del destino que llevaron a caminar a mi lado a ese compañero de ruta que recordaba mis libros no escritos aún.. Entonces todos toman sus destinos por la melena, tapan sus bocas de destino, peores que las bocas optimistas del tiempo y recitan la proclama de lo actual y temporal, cosa esta extraña, siendo cada uno un viejo que YA MISMO quiere ser considerado niño. La interrogante que circula entre varios fue olvidada por otros tantos, las partes de la historia reclamaron su virtual autonomía y cada cual decide ser el cuerpo de sacrificio, mientras me devano las orejas y el cerebro queriendo encontrar una forma de narrar lo que me están haciendo estos personajes y todos sus superamigos.

Mientras Lvpvlo reflexiona acerca del único instante digno de recuerdo en toda su vida, la mañana en que se hizo cantor, cuando decidió que para la vida estaban hechos muy pocos. Tenía pocos años y se sentó en el balcón a dar sentido a todo lo que pasaba, con su voz de gorrión, inundando el aire del éxtasis que él mismo sentía, una verdadera conexión con todo lo humano. El mundo duró lo que duran las partes de un mundo sumadas en la potencia que puede ejercer el pan de un dios vomitivo y genial. Un


búho refresca la idea de que lo recurrente espera en cualquier pliegue del camino los búhos irradian alientos por ese mundo extinguido el tiempo, es una suma de la parte en que me escondo la cara roja, persigue un sentido más veraz para mis palabras son como mechoncitos de la tan anunciada paz cual interior fluidamente. Querría tener el rostro para anunciar el fin del mundo bajo un caballete de nariz noble.

Ahora el silencio respira de nosotros, estábamos marchitos esperando a que el sentido surgiera de nuestra boca aunque no habláramos entre nosotros. Dromia nació a las trece horas un viernes, su madre no gritó, pero emitía un ruido similar a turbinas mientras paría. No toda su alma se conmovió durante el parto, pero sí su intelecto, trabajando la idea de lo vano que es presentir el camino en esta vida de un hijo, contrastad con el deseo de dar lo mejor. A los pocos años Dromia era una osamenta considerable, dotado de un rostro casi particular, una media esfera con nariz. Trabajó en vida especialmente la posibilidad de abrirse y cerrarse en partes y todos, se ensañó en tal investigación que llegó a no saber cuál era su propio límite, y si los niños sacrificados, la mujer del laúd, los gigantes o los fumadores de pipa eran o no parte de él.



Nacimiento del tiempo Le lloraban los ojos, que eran dos volcanes de repartir alegría por los barrios. Entones supo que estaba triste y condenado a la tristeza, aunque no conociera a la tristeza. Su realidad estaba pensada para hacer valer a cualquier fuente de energía. Y rodó río bajo casi muriéndose porque sus dos volcanes decían “fuerza incontrolable” y “destino”. La verdad no se nombraba cerca de ese lugar y desató los cables de la mañana salvando sus ideas mejores desde décadas atrás. Algo lo movía a pensar que tal vez nada era cierto entre los de su especie. Porque pertenecía a un tipo de persona, la que no se compromete a pensar por los demás. Debía cambiar su realidad en puntos mínimo, como las horas de sueño, las de vigilia diagonal y las de llanto. Ya no se soportaba a sí mismo. Una tarde encontró una piedra y la devolvió al río, pero esta piedra le reveló algo, algo que no recuerda ni sabrá nunca, ni comprendió cuando le fue revelado. Se trataba de que sería cambiado de universo sin darse cuenta, sería cambiado a un universo donde conocería a una mujer que no hubiera conocido de haber estado en el mismo, una mujer son garras frágiles y amables en el espíritu. A veces decido escribir para dejar que el tiempo es una uva de marfil negro como la imagen destila los pasos extravagantes de un mañana. No recuerdo cuáles son las calles que corresponden a qué páginas de libros que se corresponden como cada dedo y las olas, hermosos pechos del vidrio esmerilado en donde nos tensamos como cordones de la nostalgia, aquella que es amparo de los más intrigantes panes del tiempo. En el vecindario húmedo de una palpable enemistad entre partes de lo uno. Cuando la conoció sospechó que había sido cambiado de universo y, sospechó que en el universo del cual provenía, una piedra le había avisado, también, sospechó que había sido repuesto en ese universo por un


mal doble, que lo haría quedar como un idiota, entonces no quiso volver más y se dedicó a conquistar a la mujer que había conocido, que era como un ciervo pintado de azul. Una mujer como un fuego de espejos en la nuez picada del colapso. Una variable mujer llena de tino en todas sus minúsculas acciones, cuando el sol descansa en la mano torpe del tiempo más cierto de seccionar. Está cansado de esperar a su destino, se va a comer un refuerzo de salame y queso sin esperar el crujido de las contingencias de todo futuro, ya no, ya no buscará sentido a la cara de las flores ni se bañará en la luz amoral del mediodía. Ya no puede soportar pensar bit, bit, bit, necesita un orden nuevo de cosas, otro nombre para la materia y otro sistema y nuevos lenguajes, otra humanidad que le permita las gloriosas horas de sueño. La vista se nubla, un cerebro de nylon se desprende del pecho de toda reflexión. Y se espantan los agudos tintes de nuestros pasos al ver la estrella que nos causa estar legítimamente fuera de estadística. Y ya digo por qué. Porque este personaje, tanto como yo, vivimos lo que fue un acon-te-ci-mien-to, mientras la tarde liberaba su espuma inútil de desolación y náusea metafísica. Nos despertamos a la misma hora, miramos el reloj, como en un sueño en el que nos sacaban toda la sangre del cuerpo con jeringas enormes. Luego fuimos a la piscina, porque teníamos una misión. Pero la piscina estaba llena de hindúes en un ritual con agua hirviendo y ahí comprendí todo, me quemé los brazos. Le dije a mi compañero en un tono estúpido de héroe de una película por cierto bastante buena: Voy a comprar pipas. Y gratis. Entonces fui al quisco, cerca de donde se hace un desfile de carnaval tristísimo, cerca de una escuela de bellas artes cuya puerta nunca encontramos, cerca de una facultad con cursos increíblemente divertidos que nunca se sabe a qué hora son. En el quiosco pedí que me regalaran un par de pipas, que eran liadísimas, con boquilla de madera y horno de cerámica. Y como me conocían de toda la vida me trataron bien


pero no me las regalaron, me dijeron que eran para no sé quién. Se acercaba la hora de ser desangrado con jeringas y huí, pasando por el desfile de carnaval tristísimo donde se festejaba con la tele y todo un cumpleaños por unos pasillos sin cielos. Harto de andar por pasillos sin cielos, comprobé que en ese mismo shopping mall exponían obras de teatro crudísimas que se veían como desde una montañita. Decidí huir. Pero no aparecí en la casa hermosa en los alpes en donde me invitaron con queso de cabra y me trataron como un hijo, sino que la realidad se dislocó y mi compañero de aventuras se convirtió en un estropajo de papel. Solo leyendo esta nota puedo comunicarme con él. Y su vida se trata solo de lo que agregue en este papel, pero por suerte soy benevolente, así que seguramente escriba cosas sanas y nutritivas para él. Como que no fue llevado al campamento vertical en donde todos los días hay misiones absurdas como tratar con la prensa sobre casos jurídicos generados por otras misiones absurdas. Ni fue convertido en un juguete de plástico, algo realmente horrible que le puede pasar a alguien, porque se siente la inmovilidad como un dolor y no se avanza en nada y uno se siente ridículo. Aparte casi siempre lo convierten a uno en un juguete con patas como resortes, todo se vuelve peor. Jamás… le extraerán toda la sangre del cuerpo, dejándolo como una pasa de uva que siente la presión del vaciamiento (la presión es la peor parte). Está parado frente a la ruta, siente la levedad de una mañana más en el paraíso. Otra más y no se cuentan, porque la eternidad, etc.



Lvpvlo frente al altar Me gusta mucho estar aquí este noche para hablar de lo acontecido en ese barco pesquero que damos en llamar el Operr_gmma. Acerca de la cuestión de pescar a Dios, ¿somos aparatos de placer-dolor? Dios no supo responder, por lo que creo que tampoco podría aunque quisiera ninguno de los presentes. Algo de perverso hay en que escribamos en blanco y negro, eso está claro, pero, el hermetismo de los signos, ¿no? Todos los presentes quieren saber si luego de que la oficina de investigaciones acerca de Dios nos dio el permiso para embarcarnos y luego de la travesía logramos pescar a Dios, que fue identificado por varios pescadores norcoreanos como un bagre japonés. Tendríamos que primero poner en claro en dónde estamos, de acuerdo a las respuestas a nuestras preguntas que tenía Dios. Estamos en una zona existencial de prueba, por aquí pasan proyectos de seres, son evaluados y enviados o no al primer estadio de la existencia. Algunos caracteres están siendo probados por segunda o tercera vez, son los que resaltan entre nosotros como problemáticos. La prueba a superar en esta vida es la de no resultar muy problemático para nadie, o para los demás en general. De ahí se consigue el paso a vidas más ciertas, a una vida con tales posibilidades que esta parece solo un respiro estertóreo vacío. Entonces, llego con la recomendación de Dios de que sean unos mediocres, porque es lo que resulta más viable para enviar a la próxima fase, donde cada uno desarrollará un potencial magnífico impensable desde hoy y aquí. En cuanto a obrar bien o mal, corre por cuenta de los creadores, millones de seres que solo se dedican a crear caracteres. Nadie debe preocuparse por su conducta demasiado, son necesarias para la siguiente etapa personas no buenas ni malas, sino poco problemáticas, ese es el eje del asunto. Bueno, saldadas esas dudas, quisiera hacer una exposición de lo que vengo pensando últimamente, más que nada después de este hermoso


viaje, rodeado de mis compañeros queridos, y después, por qué no, de este encuentro con Dios en persona, donde compartimos historias de cada uno, puntos de vista y preocupaciones, también. Somos las operaciones de un conjunto de neuronas. Somos piedras mágicas cortadas chiquititas y ordenadas en una obra de arte. No sé en que consiste la vida aun. Soy un orden complejo de sustancias con un funcionamiento y baches lógicos en la estructura total. Baches lógicos que constituyen mi más íntima esencia. Mi esencia es preguntar por ella. La comida en el barco era un poco triste. Nosotros tres. Y otros. Queriendo saber qué nos depararían los monstruos y dioses del mar… Pero fue un buen viaje, hubo buenas cosas, nos entendimos entre nosotros y eso.

Parque fóbico El dios carne se despierta cansado un martes de madrugada. Busca algún indicio de la noche anterior en sus ojeras y encuentra los tatuajes de todos los orgasmos de dioses más audaces y flotantes. Ofrece una manzana de mármol y todos nacemos sin dientes, en la materia. Pudo llamarse la amistad el dios carne. Una lengua de especulaciones se retuerce por la pantalla colosal donde residen mis inexistentes hermanos. ESO es algo hermoso. Es un sacerdote manipulador del mercado editorial-siquiátrico, vende ojos de voyeurs en el mercado negro celestial (. Claro que desearía ser el deseo, tan solo el deseo, para abandonar su condición de carne excluyente de toda metafísica. La objetividad reclama tus mentiras, ya mismo, para ser empotradas en la espalda del bagre japonés.



Esterlitio ·Ritos funerarios de la Generación Vomitiva En un rostro incendiado espera mi acaso primer amor. Sus tentáculos llaman desde la puerta cristiana de una infancia, nadie la vivió por varias razones. Es una campana de un material más bien no terrestre. Está regulada por el comportamiento de algunas montañas. Mi chico es un pájaro verde reduciendo a vuelo mis llagas de la posguerra coloquial. Entonces juntos estiramos y estiramos una mezcla, formamos una cortina circular de varios kilómetros de diámetro con el que cubrimos nuestra ciudad, un orbe sin soma donde los niños valen menos que la suma del precio de sus riñones. Horneamos el artefacto y minutos después, a la mesa de Dios, tomando un vino en botella de cien gramos, comemos a nuestros padres, nuestras escuelas, nuestros policías, nuestro asfalto, nuestros recitales. Al finalizar eructamos la melodía más estremecedora del mundo.




Dios está barato Nacemos, dotados o no de una completa seguridad en la bipartición de nuestra nomenclatura. Somos rígidos y quebradizos, nos disuelve nuestra propia #112  aunque ignoramos que es nuestra posibilidad de multiplicarnos, extendernos en sentido y celebridad horizontal, global. Dios nos viola más que la conciencia y estamos bajo la lluvia, en una calle sin costados, creyendo que el principio de todo es todo, mirándonos los pares de pies y señalando lo que no hay en un arriba provisorio. La madre, romper la madre, rompernos, madres de llanto fingido. Tres madres anales en la inteligencia de los videojuegos, un mercado para las fijaciones que impliquen comida y gritos. Las menudencias del mercado editorial-siquiátrico desvistiendo de propósito a toda nuestra calma social, para que muera de frío, en manos de bocas con lenguas ortopédicas que dicen Perro dólar, máquina de carne y dientes, hambre de tus dientes en la sonrisa-puerta-dimensional, perro culo, vientito que no abre las ventanas para no ver al miedo dosis cínica nula. Toro en mis pezones crispados, sinceridad de un naufragio creciente donde los tajos son vidrio resecado en los ojos. Muro de ceniza para contener el paraíso donde se sufre más que al nacer, pantalla de nuestra única alma.


Vagre_J Phones Si me preguntaran por el volcán extinto de mis sensaciones olvidadas, diría que ya basta de regodeos en lo alto de la alegría, que llega una instancia de poco provecho para dígitos azules por donde me corrompo. Las ventanas están pálidas por la mano tonta del anochecer, donde reside mi sueño de inteligencia y paz. Partes de mis propuestas son tiradas por la borda de un mundo triangular y bidimensional, hermoso como los pies de una doncella. A veces quisiera formar parte del ocaso, ser la inmateria que nubla mis casi ojos, mientras va pasando la pena de los demás, por encima de la mía como un caballo de plomo parlante. Y los destellos de la sensibilidad de todos los demás son un supuesto, donde duerme hasta realizarse mi codicia de algún sentido. Toda la poesía Y la palabra, Bagre japonés ¿por qué no? Inútil. Hasta hoy… Tendríamos cada uno una flor impresa con cromo en cada neurona de nuestro cuerpo, si todo esto fuera algo más que cierto (Vagre_J Phones=Q23 [digital]).



Cielo de cobre estornauta Desviaron su atención por un minuto de silbidos interestelares de nuestra complicada situación, se desgranó el ser en esporas minúsculas que repiten el nombre de un estudioso de las artes olvidadas. Buda se manifiesta como una prostituta hermosa de mejillas. Lo más divertido de esta expedición, es el lamento incalculable de una señora muy seria, que repartió sus codicias con estúpidos augures de un fracaso inminente. Desde hace un minuto no se entiende qué pasa en ese lugar, los críos comen callados mientras un perverso cristal se desarma en ocho partes indisociables. La verdadera función de este giro es levantar todas las garras intachables de un corsario enigmático que se despierta odiando el despertar. Nuevas alucinaciones se disparan en el vientre de jauría de perros grises y humeantes. Es por eso que el mundo se entorpece y el lenguaje es una bandera hacha trizas. Ahora comprenden, el mundo ha sido colonizado por la piedra gigante en el ojo de los traidores, claro que todos lo eligieron así. Última chance de salir ileso, pero, un resto de fantasma exasperado recorre la aldea. Bueno, echemos los libros a morder tobillos esquizofrénicos, más tarde todo será un elemento quebrado, necio y hermoso. Hombres inmensos se fuman los recuerdos de un cristo irreverente, todo está dispuesto para la explosión. Los cristales de humo desnudan al enigma, un pacífico trote no lleva a casi ningún sitio.


Leprosario-dogma Mantra-Dogma, dios gris unicelular, nervio del deseo [534]. A veces me devasta no verme reflejado en tu poco rostro. Esbirros, canallas del método. Domo tus aires en mi copa para mi hielo rojo es el paradigma del deseo. Un cielo cristalino se desvirtúa y busca dar sentido a nuestro andar circular por este suburbio ateniense donde perviertes mis últimas intenciones de ingresar al mercado editorial-siquiátrico. No eres sincero, tu máscara de perro no te permite respirar esta tarde, ya que, HOMBRE, suena a tus oídos como algo a resolver y una necedad prematura a la carga de las partículas fuertes de humanidad. El hogar magnífico en que se alzan tus ojos como larvas húmedas no conmueve más a este minúsculo y necio despertar, aunque resultes un dígito nulo y suplicante para los tecnodioses de esta esfera de fuego viscoso. El hambre de esta gesta es un primer sentido que dimos a la directriz de la misión. La existencia es un hilo tendido entre dos torres. Esto está implícito en el número 960337312.



Dios es un bagre japonés, el tibio bagre japonés que desviste a sus réplicas en pos de una sola respuesta. Dejo de existir en tu cuerpo, si es que hay cuerpo. Soy un ciclo de hemorragias que prometen repetir todo en un siniestro ciclo de hemorragias que me tiene por centro. La música de este futuro frágil en que te encuentro deja ver que todo el futuro cobra sentido ante tus ojos al solo saber de mis anotaciones sobre los aeropuertos y la posición fetal. Un nudo de fuego y golpes prometió matarnos por alguna estúpida razón, a las cinco de la tarde, sabiendo la verdad, volviendo al mundo como fantasmas del tamaño de una uva que hablan al oído a los vivos. Vi la luz al final, me inyectaron mi último suspiro por una jeringa sucia en tu cama de perro. Fui, angelito imbécil hacia la luz, y hoy dudo de estar en el mismo universo que antes de eso, dudo de si ya viví mi última muerte. En el leprosario, en mi cubículo editorial-siquiátrico, viejos perdedores de un mundo mejor, de los azules y rojos, hacen inteligentes juegos de fantasmas con un único testículo.



Varias únicas almas… Pudiste hacer una nave con mi último suspiro. Dejamos de tomar agua por varios días, dejamos de fumar y de comer. Jóvenes adictos a la literatura de género sentados en lagunas de curación a corto plazo en el leprosario. El bosque incendiado fue el de mi infancia, que sonreía en una casa de balneario cuando tú eras yo y todo era tan celular. Mamá era mamá y nadie más. Las cosas se aprendían y con algún atisbo de utilidad. Mi bicicleta era la bicicleta categórica, significaba todas las bicicletas existentes y posibles. Pero dios ahí, con cara pacífica de barba de nube, empezando a confundir a los extraterrestres con el sentido religioso del almuerzo [1279]. La estrella es el temor al sol. El fruto del trabajo es la mutua dependencia con la nada. Nos reunimos para dar forma a una montaña de papeles, a kilos de papel inútil. Y la literatura también, es un bagre japonés. Pero rojo. Presienten que la libertad es un concepto tan primitivo como cuerpo, o más que mente. Pero tomamos en serio a inmensos paneles con minúsculas dosis de información en caracteres gigantescos. Y se pierde el día en el humo de una creencia que no se corresponde con nada razonable, nos erguimos como árboles sedientos de sol y llevamos nuestros mil rostros a las alturas, invocando un sentido unitario para cosas que se desconocen entre sí. Busco tus manos y están iridiscentes de la sinceridad que te lleva a preguntarte por lo ajustado de que haya una primera persona al enunciar. Y te decidís a buscar la manera de hablar de lo que es, desde dentro.



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Jakemb贸

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2017


Este libro se termin贸 de imprimir Buenos Aires 2017


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