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albuĂşm abierto 40aĂąnos bordadoras de copiulemu chile
20 fotografĂ?as seleccionadas de los ĂĄlbumes de Rosmarie Prim desde 1974 + 20 fotografĂ?as tomadas por Manuel Morales, sobre las bordadoras de Copiulemu el 2012.
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Los áAlbumes de Rosmarie CrOnica de las bordadoras de Copiulemu Claudia Inostroza
Académica UdeC, fotógrafa C/CF
De Manderscheid a Copiulemu
Los álbumes de Rosmarie
Rosmarie Prim llegó a Chile como novia de Eduardo Meissner en el año 1963.
Cuando usted tomaba la cámara y hacía las fotografías presentes en sus álbumes ¿en qué se centraba, generalmente?
Los padres de Eduardo tenían campo en Copiulemu, así que iban a pasar los veranos por allá. Durante esos veranos se dio cuenta de las carencias de la gente. Le conmovieron sobretodo las condiciones en que vivían los niños -me cuenta-. Se parecía mucho al paisaje de mi pueblo natal, Manderscheid Eifel, en Alemania, pero la pobreza me conmovió. Había pasado nueve años en Chile y tenía ya tres hijos cuando volvió a Alemania por primera vez y habló con el párroco sobre Copiulemu. Allá la gente organizó una campaña de ayuda. Reunieron mucho dinero. Fue increíble. Además, el cambio del marco alemán con el escudo chileno de ese momento, sumado a la inflación increíble que había acá, hicieron que yo llegara “millonaria”. Con ese dinero se construyó el primer jardín infantil, para ayudar a las mamás y permitirles trabajar, mientras sus hijos estaban bien cuidados. Rosmarie ha ido documentando todo este proceso en gruesos álbumes de tipo fotográfico, que dan cuenta de diversos aspectos de su historia con la gente y las bordadoras de Copiulemu.
Siempre registré situaciones, personajes, gente, niños. Me gusta reflejar sus situaciones y su entorno. Si bien para Rosmarie la fotografía es un medio de expresión plástica, describe sus fotografías como un registro. Sus fotografías no pretenden ser obra por sí mismas, sino simplemente narrar. Narrar, claro, pero hilando más fino: son para ella un reflejo de la realidad existente, un testimonio, un registro histórico o crónica. Los álbumes de Rosmarie son un relato en tercera persona que narra los 40 años de trabajo del grupo de las bordadoras de Copiulemu. Es necesario precisar que, si bien el soporte material de su archivo son álbumes fotográficos, el contenido de ellos no es exclusivamente fotográfico, sino que comprende diversos tipos de documentos. En sus álbumes la fotografía cumple la función de describir e ilustrar la historia que ella nos cuenta. Aquello que ella nos quiere mostrar. Aún sería necesario su relato, para comprender lo que se nos muestra. Sería necesaria la documentación de su archivo para poder establecer con precisión los nombres, fechas, lugares y acontecimientos descritos fotográficamente. Pero los sus álbumes no son álbumes familiares, sino que recogen una narración de cuarenta años de las bordadoras de Copiulemu y son a la vez un archivo de su experiencia y trabajo con las bordadoras.
¿Pero cuál es el trabajo de Rosmarie, con las bordadoras? Los álbumes de Rosmarie reúnen fotografías que ella misma y sus cercanos tomaron, recortes de diarios, invitaciones, distinciones tanto para las bordadoras como para ella en relación a su trabajo conjunto, construyendo una especie de archivo o crónica. En ellos convergen documentos escritos (recortes de prensa, invitaciones a eventos y ferias, reconocimientos, etc.) y fotográficos, valiéndose de la imagen fotográfica como documento. Rosmarie ha debido encarnar diferentes roles en esta historia, seguramente sin saber que su participación sería de tan largo aliento ni de tal relevancia. Partió con lo que ella llama su obra social, dado que su intención inicial en Copiulemu fue colaborar en la superación de la pobreza. Esta intención se materializó en la construcción e implementación del primer parvulario rural del país en Copiulemu, en 1974. En 1975 creó dos jardines más en la zona: Agua de la Gloria y Asentamiento Chaimávida, respectivamente. Más tarde, en el trato cotidiano con las mujeres de la localidad, e inspirada por los bordados de Isla Negra, formó un grupo para dar inicio a la práctica del bordado ingenuo en Copiulemu. Esto implicaría además difundirlo y promoverlo. ¿Por qué Rosmarie? Dado que Copiulemu (tierra de copihues) no tuvo “acta de fundación”, las primeras evidencias de su asentamiento surgen de fuentes y prácticas cristianas: el Registro de la Notaría del Arzobispado de Concepción, indica que el año 1858 y 1859 sería año de evangelización destacada en la localidad de Copiulemu, registrándose 310 bautismos durante las misiones realizadas en Copiulemu . Hablamos de 310 niños y adultos chilenos,
bautizándose entre 1858 y 1859 (el período más álgido de la así llamada pacificación de la Araucanía), asentándose en este territorio y adscribiéndose así a un nuevo contrato social. En 1854 los archivos parroquiales de Hualqui nos hablan de éste como un “lugar de misiones evangelizadoras”; en 1867 se le menciona como “la capilla de Copinlemu” (por su pronunciación en lengua mapuche); en 1885 el caserío de Copiulemu” y en 1895 el “poblado de Copiulemu”, sujeto a censo poblacional (231 habitantes). Tal parece que el pueblo de Copiulemu se gestó durante los úlimos 40 años del siglo XIX, como una comunidad campesina y cristiana. Esta religiosidad y este cristianismo, tal como es la tónica en Latinoamérica, es más bien un sincretismo que se refleja fuertemente en el imaginario de sus bordados ingenuos, mezclando la iconografía cristiana convencional con ingredientes locales tales como flora y fauna chilena, paisajes montañosos y de la zona centro-sur de Chile, bosques, etc. Todo esto, sumado a las faenas tradicionales de la vida rural, constitutivos de su discurso campesino. Según Eduardo (Meissner) -quien se nos ha sumado a la conversación-, la principal labor de Rosmarie en Copiulemu ha sido resguardar la ingenuidad de las bordadoras. Imagino que el resguardo de la ingenuidad o la prevención de su pérdida debe ser la paradoja más grande del arte ingenuo y una tarea altamente compleja. ¿Cómo opera aquello en un colectivo de mujeres campesinas dedicado a una expresión artística generalmente ajena al aprendizaje académico, caracterizada por la espontaneidad? ¿Cómo opera eso cuando estas mujeres acortan su distancia con la modernidad?
¿Cuándo logran salir de su situación inicial, conocer otros lugares, relacionarse con otra gente, adquirir teléfonos celulares -imagino- y comprar aparatos de televisión? Sin desmerecer el valor de haber tenido la idea y de haber captado el interés de las mujeres de Copiulemu, es probablemente en este último rol, donde la figura de Rosmarie cobra vital importancia.
sus obras; la realización del Tapiz Papal, para la visita del papa Juan Pablo II a Chile; la obtención del Sello de Excelencia Artesanías Chile, otorgado por el Comité Nacional compuesto por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Programa de Artesanía de Universidad Católica de Chile (delegados chilenos del WCC) y la oficina UNESCO Santiago, entre otros muchos logros.
¿Cómo valoro aquello que de tan cotidiano, me resulta ordinario? ¿Cómo distingo mi propia singularidad de lo universal, de lo general, de lo genérico?
Hoy, Rosmarie y Eduardo comparten una casa en Copiulemu, donde viven la mayor parte del tiempo y donde ella tiene su taller de escultura cerámica, actividad a la que se dedica desde el año 2000.
¿Cómo se evita “caer en la tentación” de dejarse influir o permear por lo nuevo, lo novedoso, en suma: lo moderno?
Este libro pretende rescatar de manera breve, pero representativa, estos álbumes y este relato de cuatro décadas.
Y lo más difícil: ¿Cómo levanto y sostengo valores colectivos? Tal vez para esto sean necesarios los ojos y la voluntad de otro. Ojalá de un otro muy distinto a mí, pero de sensibilidad compatible. Ojalá de un extraño cuya sensibilidad compatible con la mía le permitan valorar las singularidades de un trabajo que se desarrolla por fuera del ámbito académico, que refleja mi entorno, mi imaginario y me ayuda a levantarlo. ¿Quién, si no Rosmarie? El grupo de las bordadoras de Copiulemu lleva 40 años y cuatro generaciones trabajando activamente y es considerado un referente icónico nacional. Las bordadoras se han transmitido no sólo la práctica, sino una cierta estética y unas conductas antiacadémicas que le dan carácter a sus obras. Las gestiones de Rosmarie hicieron posible la creación de un Centro Artesanal donde las bordadoras pueden poner a la venta directa
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álbum abierto 40 Años Bordadoras de Copiulemu Chile.
Fotografía y producción general
Manuel Morales
Texto teórico y digitalización de fotografías análogas
Claudia Inostroza
Edición fotográfica y Diseño Editorial
Nicolás Sáez
Claudia Inostroza, Manuel Morales y Nicolás Sáez son miembros del Colectivo Concepción Fotográfica C/CF, formado el año 2008 y cuyo trabajo ha sido reconocido a nivel nacional e internacional. Sus diferentes experiencias como fotógrafos, productores y gestores, académicos universitario, talleristas de fotografía y en el diseño editorial están diriguidas a conforman un equipo centrado en el estudio de la fotografía reflexiva.
www.concepcionfotografica.cl