Nuestro Barrio, Nuestra Historia La casa, la calle, el vecino, la vecina, los niños, los jóvenes, el negocio de la esquina, la escuela, la sede vecinal… todos son protagonistas de la Historia de su Barrio. Así como Alonso de Ercilla narró las andanzas de los españoles en la América recién descubierta o Sergio Villalobos plasmó con lujo de detalles la Historia de Chile, hoy son nuestros propios vecinos quienes construyen esta historia de hechos pasados que nos trasladan hasta el presente, para valorarnos e identificarnos con nuestro barrio, y así poder proyectarnos positivamente hacia un futuro que podemos modificar de acuerdo al bien común. Historia Barrio Lanín
Aquí nos encontramos con narraciones directas de quienes vivieron estos hechos. La esperanza de la nueva casa, el primer hogar, el miedo frente a los temporales, las dificultades de las calles sin pavimentar, el comercio, los vecinos que venían de los más diversos lugares, la lucha diaria por mejorar nuestra calidad de vida. Tal vez nuestro barrio no es el más grande ni el más bonito, pero es nuestro y lo construimos y lo seguimos construyendo entre todos, es el que nos determina como personas y como grupo, y es el que recordaremos como hoy lo hacen los miembros de la tercera edad, esos viejitos que dejaban de dormir y de comer para conseguir sus terrenos y sus casas, porque ellos nos repiten una y otra vez que después de toda una vida de sacrificios: “el esfuerzo valió la pena”. Esperamos que disfruten la lectura de las siguientes páginas, aprendan de las penas y de las alegrías, disfruten de las fotos y de las anécdotas, y que mantengamos siempre esa preocupación por preservar lo que ocurre en nuestro barrio, con recortes, con grabaciones, en las conversaciones… para que el día de mañana nuevas generaciones valoren lo que ocurre aquí, en mi casa, a la vuelta de la esquina y así seamos más unidos, más humanos.
Quiero Mi Barrio
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El Programa de Recuperación de Barrios del Ministerio de Vivienda y Urbanismo – “Quiero mi Barrio” - tiene por objeto contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de barrios que presentan problemas de deterioro urbano, segregación y vulnerabilidad social, a través de un proceso participativo de recuperación de los espacios públicos, recuperación social y de los entornos urbanos de las familias.
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Plano de Ubicaciรณn
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Nuestra Historia El Barrio Lanín se encuentra inserto en la unidad vecinal Nº 39 del sector poblacional denominado “Vista Hermosa”, el que fue creado por decreto alcaldicio el 12 de agosto de 1977. Aunque en sus inicios este sector se vio afectado por problemáticas sociales relacionadas con su condición de sector marginal, con distintos tipos de carencias, hoy en día la situación ha ido mejorando producto de las intervenciones que se han efectuado. Entre los años 1982 y 1983, a través de SERVIU, se realizó la urbanización de todo el sector ocupado por las viviendas, dotándolo de alcantarillado, agua potable, electricidad y pavimentación. De “Lenin” a “Lanín” La primera etapa de desarrollo del Barrio Lanín surgió durante el denominado Plan 20.000, comenzando a ejecutarse el año 1970. Originalmente se llamó “Lenin” pero, luego del golpe militar de 1973 se le cambió el nombre por el del volcán “Lanín”.
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El primer sector del barrio se caracterizó por la “autoconstrucción” con un alto grado de participación ciudadana, mientras que las siguientes etapas fueron generándose de manera menos potente y con menos intervención directa en las decisiones por parte de los habitantes de los campamentos. Con posterioridad al establecimiento de la población original, el borde norte de la población fue siendo ocupado al margen de la planificación, lo que obligó en la década de los años 80, a generar una nueva radicación, a lo que se denominó “Ampliación Lanín”, constituyéndose la segunda etapa de este barrio. A la fecha, el barrio ha continuado con un proceso de establecimiento irregular, generando tomas y campamentos hacia el norte, ocupando terrenos disponibles en la misma ladera del cerro, con instalaciones precarias que desde fines de los 90 han ido mejorando sus condiciones de urbanización, servicios básicos y regularización de viviendas, a través de diferentes programas tales como Vivienda Social SERVIU, PMU, PMB, Pavimentos Participativos y Chile Barrio, entre otros.
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Barrio “dormitorio” Dentro de la ciudad, el barrio cumple un rol de “residencia” y “dormitorio”; y los principales desplazamientos internos de sus habitantes corresponden a los estudiantes que asisten a las escuelas y las personas que concurren al comercio. Por su parte, los desplazamientos fuera del barrio se relacionan con la concurrencia al trabajo cotidiano, estudios superiores y “trámites” en empresas e instituciones. Salud y Educación para todos En el ámbito de la atención en salud, el Barrio Lanín se encuentra dentro de los límites de atención del consultorio “Villa Alegre”, que contempla una cobertura de 26.620 personas, atendiendo el área que va desde el Estero Coilaco hasta el camino a Cholchol, al término del área urbana. Las familias concurren principalmente al consultorio Villa Alegre, pero solicitan también atención en el Hospital Regional e incluso en el Consultorio Miraflores, ubicado en el centro de la ciudad de Temuco.
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Educacionalmente, el barrio da respuesta principalmente a la educación pre-básica y básica con establecimientos educacionales gubernamentales, lo cual es una fortaleza del sector, puesto que es en esta etapa donde se puede incidir con mayor éxito en el mejoramiento de la calidad de de vida de las personas. Cabe señalar que en los últimos años ha ocurrido un cambio histórico: si bien los jefes de hogar -en su mayoría de más de 55 años- sólo tienen educación básica, la población joven tienen acceso a educación media y media técnico profesional.
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“Muchos se han olvidado de todo lo que vivimos” Mireya Liempi Contreras esperaba conseguir su casa definitiva en el Campamento “Tránsito Norte” –actual sector Trapiales- cuando fue sorprendida por el golpe militar de 1973, un hecho que como a miles de chilenos le cambió la vida y la inició en una lucha por conseguir lo necesario para vivir. Junto a su esposo y sus cinco hijos –uno de ellos conocido fundador del grupo “Los Brokas de las Nakies”- se destacó en las actividades a favor del regreso de la democracia, y hoy es recordada como una de las gestoras de que más de 200 familias del sector Lanín obtuvieran su casa propia.
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Llegamos al sector Santa Rosa, a principios del gobierno
de Allende, cuando hicimos una toma en ese sector; la toma era con cartones, con fonolitas, con lo que podíamos hacíamos una casita… la mayoría de los que hacíamos la toma no teníamos dinero para pagar un arriendo, por eso se hacía la toma… éramos como unas 300 familias que hicimos una toma en Santa Rosa, cerca del río. En el invierno de 1971 hubo una subida del río muy grande y se inundó todo el campamento, fue en la noche, se mojó todo, nos rescataron los bomberos y nos albergaron en una especie de mercadito. No alcanzamos a arreglar las mediaguas y volvió a inundarse todo, así es que estuvimos casi un año en el mercado… mi hija nació allí. También iban jóvenes a cantarnos en las noches, incluso fueron los “Quilapayún”, también teníamos asistencia médica, pero no era una situación digna, lo único bueno era que teníamos techo. Luego nos visitaron unos parlamentarios, Jaime Suárez y otro de apellido Amar, y al poco tiempo nos sacaron de allí por orden de Allende y nos construyeron unas mediaguas en el sector de “Tránsito Norte”, en la entrada norte de Temuco, donde ahora está “Trapiales”. Las mediaguas eran de buena calidad, de madera con techo de zinc, con terrenos bien cerrados y pareadas. Lo mejor de esa época era la comida, que nunca nos faltaba. Mi esposo –Víctor Silva- era el presidente de la “Canasta Familiar” para el campamento, encargado de repartir los alimentos. Todas las semanas teníamos leche, café, aceite, de todo. Éramos como 600 familias, todos nos queríamos y nos ayudábamos en lo que podíamos.
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Mireya Liempi y Víctor Silva, en su foto matrimonial.
El Golpe de Estado El 10 de septiembre de 1973 nos pasaron a avisar que posiblemente habría un intento de derrocamiento del gobierno de Allende y que nos deshagamos de la lista de pobladores que teníamos para repartir la canasta familiar, así es que yo misma quemé la lista para que no la utilizaran para identificar y llevarse a nuestros vecinos que en su mayoría eran socialistas y del MIR. Teníamos mucho miedo porque los militares nos dijeron que si derrocaban a Allende iban a bombardear el campamento. Después del golpe, a mi marido lo llevaron detenido desde la casa y después que entregó la plata de la canasta familiar y vieron que su trabajo estaba bien hecho lo soltaron. Él era maquinista ferroviario, era de pensamiento socialista pero no se había alcanzado a inscribir en el partido… yo creo que si se hubiera inscrito lo hubieran matado, como le ocurrió a varios de nuestros vecinos. Los primeros días después del golpe estábamos todo el día encerrados en las casas, no nos atrevíamos a salir porque nos tenían vigilados con militares. Escuchábamos los disparos de cuando mataban a alguien en las calles, cerca de las casas. Teníamos unos vecinos miristas, unos chiquillos, que estaban escondidos en una alcantarilla y salíamos a escondidas a dejarles comida, pero igual los pillaron y los mataron. El miedo nos acompañó siempre durante esos días. 14
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Llegada a Lanín Nos dijeron que éramos escoria y que por eso nos iban a dejar al final de Temuco. Así llegamos al sector Lanín, que antes se llamaba “Lenin”, pero dijeron que ese era un nombre comunista y lo cambiaron por “Lanín”. Nos desarmaron las mediaguas de un día para otro y nos trajeron en camiones, siempre acompañados por militares apuntándonos con metralletas. Les teníamos mucho miedo, nos dijeron que iban a dejar cámaras en las casas y que si hablábamos contra Pinochet nos iban a matar. Llegamos a calle Peleco, en junio de 1975, en pleno invierno, con todo lleno de barro. Pasamos como cuatro inviernos en muy malas condiciones, el viento nos levantaba el techo y con mi marido salíamos a medianoche a afirmarlo con alambres… en algunas partes las mediaguas se daban vuelta completas. No teníamos electricidad, nos colgábamos, y agua sacábamos de unos pilones colocados en la calle. Cuando vieron que éramos tantos, con tantos niños y sin nada para comer, vino el obispo Sergio Contreras y creó un comedor infantil. Éramos como 80 mujeres con más de 200 niños. Al principio no había escuela, así es que se habilitaron unas salitas en un galpón de animales. Ahí estudiaban los niños al lado de los animales. A principios de los 80 nos sacaron de calle Peleco y nos trasladaron donde vivo actualmente, en Vista Hermosa. Aquí empecé mi carrera como dirigenta y durante esos años conseguí más de 200 casas para las familias que vivían en campamentos. Ahí también nos organizamos para conseguir agua, electricidad…
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Los primeros tiempos en Lanín fueron muy difíciles. No teníamos comida ni trabajo. Fui presidenta de una olla común y conseguíamos comida en la feria y en el Obispado. Aquí cerca venían en carretones a tirar desperdicios de los supermercados y de eso también comíamos, le peleábamos la comida a los chanchos, hervíamos las verduras y las frutas para poder comerlas. El Obispado también nos conseguía ayuda del extranjero, ropa, comida y capacitaciones. Por ejemplo nos capacitaron para hacer manualidades que nos servían para hacer regalos a los niños. Para Navidad los maridos hacían trencitos y carretas de madera, y nosotras hacíamos payasos y les arreglábamos ropa usada, primero a mano, y después el obispo Sergio Contreras vio nuestras manualidades y nos consiguió cinco máquinas de coser. En ese tiempo también tuvimos capacitación como dirigentas en Santiago, con mujeres de la población La Victoria. Mi hijo mayor, Johnny, fue uno de los fundadores de “Los Brokas de las Nakies” (los cabros de la esquina), un agrupación que empezó a luchar contra la dictadura. Desde niño Johnny decía que no le gustaba como nos trataban los militares y que cuando creciera iba a formar un grupo para cambiar las cosas. Celebramos el triunfo del NO Con apoyo del Partido Comunista formé un comando del “NO” para el Plebiscito de 1988. El mismo día del plebiscito vinieron dos camiones con militares a buscarnos porque decían que teníamos armas… registraron mi casa y no 16
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encontraron nada. Ese día teníamos la esperanza de que el “No” iba a ganar, porque ya eran muchos los abusos contra nosotros, la rabia con los militares y los carabineros era igual. Cuando supimos el resultado del plebiscito fue una tremenda alegría, fue como desatar las amarras que teníamos. Salimos a celebrar por todos lados. Esa noche organizamos una marcha y salimos desde aquí, por Francisco Poblete, con pancartas, letreros, y seguimos por Avenida Alemania hasta el centro. Yo me fui con una bandera chilena. Hace poco pensaba que muchos se están olvidando de todo lo que vivimos en ese tiempo. Que cuando llegamos a calle Peleco lo único que comíamos eran las patas y cogotes de los pollos… porque no había trabajo ni comida. Cuánto miedo, cuánta amargura pasamos, a diferencia de la vida que tenemos ahora que vivimos como personas: tenemos techo, comida, trabajo, electrodomésticos… Apenas volvió la democracia formamos nuestra junta de vecinos, comités, y nos organizamos para solicitar lo que nos faltaba. Creo que todavía nos falta mucho en Lanín. Falta pavimentación en algunas calles que están igual desde el principio. En este sector nos falta una sede para reunirnos. Lo otro que hay que hacer es acabar con esa visión que tiene la gente de que en Lanín sólo hay gente mala, si los
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que dicen eso hubieran vivido lo que nosotros pasamos no dirían eso. Aquí hay gente de trabajo, jóvenes que han estudiado y hoy son profesionales. También hay jóvenes que se han ido por el mal camino, pero ha sido porque ellos y sus padres no han tenido oportunidades para surgir, ahí falta un trabajo social importante que aún está pendiente.
¡Cuánto miedo, cuánta amargura pasamos!, a diferencia de ahora que vivimos como personas.
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Los Brokas de las Nakies Johnny Silva y Alejandro Cabrera son ex integrantes del grupo “Brokas de las Nakies”. Un conjunto conocido a nivel nacional dentro del ámbito del rap, pero cuya acción se extendía mucho más allá de los escenarios, organizando navidades populares, chocolatadas e inculcando siempre a los jóvenes una visión crítica de su entorno. Aunque la mayor parte de su historia se vincule a la lucha contra la dictadura, su verdadero objetivo era combatir la desigualdad social, un tema que según sus opiniones actuales aún consideran pendiente.
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Johnny Víctor Silva Liempi
En el marco de los últimos años del régimen militar y
aprovechando las organizaciones de base que estableció la iglesia, quienes teníamos una opción política sentíamos la necesidad de luchar contra la dictadura y formamos el grupo “Brokas de las Nakies”. En la sede de “Vista Hermosa” nos reunimos y decidimos ponerle nombre al grupo. Una de las opciones era “Nelson Mandela”, pero pensamos que debía ser un nombre que nos identificara y que se relacionara con algo más cercano a nosotros, y de ahí salió Brokas de las Nakies, un juego de palabras con la frase “Cabros de la Esquina”, porque la idea era atraer a quienes estaban parados en las esquinas sin hacer nada y se unieran a nuestra causa. Comenzamos con un grupo de unas 12 personas y una de nuestras primeras actividades fue una “Navidad Popular”, con chocolatada, dulces y otras cosas para los niños de la población. Otra actividad más política fue un encuentro organizado por el Instituto Nacional de la Juventud, donde se presentaron unos jóvenes que bailaban rap y también se integraron a nuestro grupo. Ahí empezamos una etapa de crecimiento. Conseguimos música del grupo “Los Panteras Negras” y los chicos bailaban esos temas, pero tenían que acomodarse porque
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la música era más del estilo “break”. Entonces le propuse al Jano (Alejandro Cabrera) que compusiera lo que debe haber sido el primer tema de hip-hop que se compuso en Temuco. Así también se empezaron a abordar temas más políticos e hicimos más actividades con la gente, estimulando posturas más críticas frente al sistema imperante. Como muchos jóvenes queríamos que nuestra realidad cambiara. Creíamos que con el cambio de la dictadura a la democracia iba a haber un cambio significativo, que gente como nosotros iba a llegar al poder, pero no ocurrió así, porque a nivel popular éramos muy reconocidos pero no en las altas esferas de la política. Nuestra mayor actividad se produjo entre los años 1988 y 1994. En el grupo había unos 4 ó 5 que hacían hip-hop, pero el grupo era mucho más amplio, una especie de comunidad. Los grupos de ahora son de hip-hop nada más y sólo quieren hacerse famosos. Para nosotros el hip-hop era un arma de lucha para crear conciencia y cambiar las condiciones de vida, ahora ellos lo hacen para pararse arriba de un escenario y hacerse famosos. Nosotros tuvimos esa oportunidad pero no teníamos la intención de hacernos famosos, grabar discos… incluso en nuestro momento de máxima fama, cuando nos invitaron al programa “Venga Conmigo” en 1994, fue cuando nos empezamos a disolver como grupo. También esa época coincidió con que empezamos a hacer nuestras vidas con parejas, hijos, trabajos… eso nos coartó y se nos fue opacando la creatividad, hasta que dejamos de juntarnos. Lo mejor de los “Brokas de las Nakies” fue que nos formamos como personas. Ante cualquier hecho o noticia 22
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Johnny Silva con su hijo en la época de “Los Brokas”.
tenemos una opinión propia. Uno de los chicos me decía que fue como un bichito que se le metió dentro y que le decía “haz algo por cambiar tu población”, “fórmate”, “lee”, “estudia”… “crece como persona”… Recuerdos familiares De mi familia, los recuerdos más antiguos que tengo son como a los 4 años de edad, en tiempos de Allende, acompañaba harto a mi papá que era dirigente del sector. Después del golpe veía gente que lloraba pero yo no sabía por qué. Mi papá era encargado de la canasta familiar del campamento y lo llevaron detenido, pero cuando vieron que tenía todos sus papeles en orden lo soltaron. Hasta los 13 años no tenía mayor conciencia de lo que estaba ocurriendo, hasta que una mañana tomando desayuno escuché en la radio que en una protesta en Santiago había muerto una niñita de ocho años. Eso me quedó muy marcado y lo comenté con mis amigos. Para los años 80, mi familia participaba en el comedor abierto que se implementó en la población y mi mamá era la presidenta, entonces yo creo que toda esa actividad de mis padres como dirigentes me marcó, además donde estudié,
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el Liceo Austral, tenía varios compañeros de izquierda que tenían mucho desplante y sabían harto de política… y yo quería ser como ellos. Me integré a esos grupos y sin darme cuenta me convertí en un dirigente, organizaba reuniones e incluso daba entrevistas. A pesar de que mis padres eran opositores al régimen de Pinochet, mi mamá no estaba de acuerdo con que tuviera una militancia tan activa, que participar en protestas, cortes de luz, barricadas… donde muchas veces exponía mi vida, pero eso no nos importaba porque considerábamos que estábamos llevando adelante una causa justa. Desigualdad Los primeros años en Lanín fueron muy difíciles, la situación económica era malísima. Yo veía personas de otros sectores de la ciudad y nos dábamos cuenta de que pertenecíamos a otra clase social. Por ejemplo, la situación que tengo hoy, con una buena casa, era algo que en esa época ni siquiera soñábamos. Al salir del colegio me puse a trabajar haciendo aseo, ahí veía a los estudiantes de la UFRO, que eran jóvenes igual que yo y me preguntaba por qué no había tenido las mismas oportunidades que ellos. Al final conversé con la gente de la universidad y también pude ingresar, estudié tres años de servicio social y después me retiré por otras circunstancias. De todas maneras siempre he trabajado en el área social con jóvenes, no creo que haya otra persona con tanta experiencia en el trabajo con los jóvenes de estos sectores, que los entienda y que conozca su lenguaje.
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A diferencia de nosotros, los jóvenes de hoy están más metidos en el sistema. Nosotros éramos más pobres. Por ejemplo, en nuestra época si alguien robaba lo hacía para comer, mientras que hoy los jóvenes que roban lo hacen para conseguir cosas que les ofrece el consumismo, formas de vestir y accesorios. Un golpe muy grande en nuestra vida familiar fue el suicidio de mi hermano Alan, quien sufría de depresión. Me da la impresión que cuando nosotros estábamos ocupados de luchar por los ideales más nobles de la gente no nos preocupábamos por nuestra propia familia. Después de Pinochet Hasta el final de la dictadura sentíamos que estábamos luchando contra un enemigo común, lo teníamos identificado y estaba ahí. Pero después de la dictadura el sistema económico social siguió más o menos igual, no se produjo un cambio tan grande como el que nosotros esperábamos. No había represión, pero la desigualdad y la falta de oportunidades continuó durante los primeros años del regreso de la democracia. Creo que también en parte fue responsabilidad de nuestras propias organizaciones, que no supieron adaptarse a los nuevos escenarios. Yo estoy conforme con todo lo que hicimos, aunque tal vez ahora estoy pagando el hecho de haber tomado un camino más alternativo. Me gustaría seguir trabajando con los jóvenes y con personas de los sectores más abandonados, porque creo que tengo la experiencia para hacerlo. Nuestro barrio ha cambiado en el sentido de que ahora
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la gente tiene mucho más acceso a cosas que antes no teníamos, hay mucha más ayuda del gobierno. Pero también hay cosas que no han cambiado mucho, como la igualdad de oportunidades. Por ejemplo, aún no veo como algo cercano que un poblador del sector Lanín se convierta en alcalde o diputado: la mayoría ya no se cuestiona ni tiene conciencia de lo que ocurre a su alrededor. Al contrario, cuando éramos jóvenes nos preguntábamos por qué ellos viven en esos edificios y nosotros aquí arriba; por qué ellos estudian en un colegio privado y nosotros en uno municipal; por qué nos detenían los carabineros cuando íbamos a pasear a la avenida Alemania. Para luchar contra el estigma de la delincuencia y la drogadicción en el sector Lanín hace falta que nosotros mismos nos organicemos y elaboremos un discurso alternativo desde acá, que volvamos a las relaciones comunitarias y a reconstruir nuestra cotidianeidad. Actualmente lo único que se hace aquí es reforzar esa imagen en vez de desmentirla.
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Carlos Alejandro Cabrera Molina
Siempre
me ha gustado trabajar con los jóvenes, mostrándoles otras posibilidades para que encaucen sus vidas. Por ejemplo, los medios de comunicación asocian: “jóvenes” – “sectores populares” – “delincuencia”, y eso es algo que siempre hemos querido revertir. Antes de entrar a los Brokas de las Nakies, yo participaba en la pastoral juvenil y siempre tenía la duda de por qué existe tanta desigualdad social y tanta discriminación hacia nuestro sector, como ocurre hasta el día de hoy. Entonces pensamos en una manera de unir a los jóvenes por medio de algo que a ellos les gustara, en ese tiempo fue el rap, y quisimos elaborar un discurso político pero que fuera entendido por distintas personas. “Somos brokas de una población Donde hay miseria y marginación Pero aquí nosotros venimos a contarles A todo el mundo vamos a demostrarle Que no es pecado ni malo vivir En nuestro sector llamado Lanín” Como jóvenes necesitábamos expresar lo que sentíamos, cuando nos llevaban detenidos por sospecha, la opresión Historia Barrio Lanín
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de la dictadura… Al principio no teníamos nada estructurado y espontáneamente nos fuimos juntando para realizar actividades que mostraran el lado más solidario y humano de los habitantes de este sector. Primero aprovechamos los grupos existentes: comités de vivienda, deportes, católicos… empezamos a conocernos y relacionarnos más y ahí surgió la necesidad de que existiese una instancia para compartir las experiencias. Como no teníamos una sede o un lugar para juntarnos, conversábamos parados en las esquinas, y de ahí el nombre “Brokas de las Nakies”. Luego empezamos a buscar formas de llegar a las autoridades, conseguir leche, galletas y regalos para cuando organizábamos navidades populares para los niños, incluso logramos instancias de participación igualitarias con las universidades, que fueron bien interesantes. Este movimiento era necesario en esa época, y si no lo hubiéramos hecho nosotros tal vez lo hubieran hecho otros. Por ejemplo, nosotros queríamos enfrentar el sistema de una manera más intelectual, no por la vía violenta, por eso utilizamos el rap, que ya venía con un trasfondo ideológico de los negros que eran discriminados en Estados Unidos: ellos se expresaban contra el racismo y nosotros nos expresábamos en contra de la desigualdad y de una especie de racismo social. Para componer las canciones analizaba primero mi propia forma de vida y después agregaba elementos que surgían de conversaciones con otros jóvenes. Así fuimos sumando más gente y nos dimos cuenta que al resto les gustaba nuestro trabajo, porque era innovador e interesante mostrar nuestras propias vivencias a través de la música. 28
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Una parte del grupo hacía la música y las canciones, mientras que otros bailaban. Generalmente empezábamos con el tema “Somos brokas”, y luego continuábamos con algunos temas de contenido mapuche y político. Yo estuve en el grupo hasta 1994, cuando la mayoría empezamos a asumir otras responsabilidades, con los trabajos, la familia, cuando ya empezó a pasar nuestra época de cabros de la esquina. De una u otra manera, la mayoría de los ex integrantes del grupo seguimos relacionados con temas sociales, con niños, con jóvenes. Por ejemplo, yo soy inspector en un colegio, pero también trabajo en la iglesia en la parte musical, con un coro, y en el liceo también he trabajado el tema intercultural mapuche, que es algo que siempre me ha gustado. La llegada de mi familia Mis abuelos maternos eran peones de campo, no tuvieron educación, y llegaron en los años 70 al sector Lanín para integrarse en un Comité de Vivienda. En ese tiempo se decía que Lanín iba a ser la continuación de Hochstetter, y se iba a construir un sector de tipo residencial. Pero antes de eso se produjeron tomas y los pobladores exigieron una solución habitacional. Cuando asumió Salvador Allende se expropiaron los terrenos y la misma gente que participaba de los comités empezó a fabricar sus viviendas, con el sistema llamado autoconstrucción. En ese tiempo, la población llevaba el nombre de Vladimir Lenin, producto de la misma efervescencia política que se vivía en ese entonces y porque la mayoría de la gente Historia Barrio Lanín
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que integraba los comités era de tendencias políticas de izquierda. Por ello, después del golpe, se le cambió el nombre a Lanín, que era lo que sonaba más parecido, y además fue uno de los sectores más vigilados. Nuestro sector siempre se ha desarrollado en base a la organización de sus habitantes: primero para conseguir terrenos para vivir, luego para enfrentar la dictadura y al regreso de la democracia nuevamente se levantaron las demandas por obtener viviendas y mejorar la calidad de vida.
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“La casa es el inicio de la felicidad familiar” Llegó a la Población Lanín en abril de 1983 y considera que la solución habitacional es una de las grandes tareas que han tenido todos los gobiernos.
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Llegamos a la Población Lanín en abril de 1983, a un sector donde el gobierno entregó 98 viviendas sociales a través de un programa especial, donde la mayoría de la gente no tenía ahorro previo. No había exigencia de tener una cantidad de dinero en el banco como es tradicional.
La mayoría de los que llegamos en ese grupo éramos gente que vivíamos de allegados o arrendábamos en diversos sectores de Temuco, especialmente en el sector ribereño, no fue producto de una erradicación de campamento como ocurrió en otros sectores de Lanín. Esta población se construyó simultáneamente con “Las Colinas 2” de Padre Las Casas, entonces cuando fuimos a SERVIU nos dieron a elegir entre Padre Las Casas y Lanín. Creo que elegir aquí fue una buena decisión. Antes que construyeran las casas, aquí en la avenida Francisco Poblete, había un campamento de familias que erradicaron principalmente a la Población Vista Verde, entonces después vino la empresa constructora Fourcade, rellenaron los terrenos y construyeron las casas. Desde que llegamos, nuestro barrio ha sido bastante tranquilo, se ha mantenido una buena convivencia con los vecinos, tenemos locomoción a la puerta, durante la administración del alcalde Saffirio nos construyeron áreas verdes y hemos visto como algunos de los niños que nacieron aquí ya han formado sus propias familias. Entre todos los vecinos nos ayudamos y nos protegemos. Las casas originales eran básicas, pero con el tiempo yo creo que más de un 90% tiene su vivienda ampliada, lo que
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se ha hecho con el esfuerzo y sacrificio de cada uno de los vecinos. Ha costado mucho, porque todos somos gente de trabajo, aquí no hay personas que tengan una situación económica holgada. Tarea de gobierno Esta población fue una de las cosas buenas que se hizo durante el gobierno militar, ya que entregar soluciones habitacionales es una de las grandes tareas que tienen todos los gobiernos, hasta la actualidad. Yo creo que fue una muy buena solución la que se entregó en ese tiempo. Luego de recibir la casa teníamos que empezar a pagar el dividendo, algunos pactaron a 15 años, pero la mayoría a 20 porque no tenían ahorros previos. Como a los 4 ó 5 años que llevábamos pagando, salió una ley en que a todas las familias que teníamos los dividendos al día se nos cancelaba la deuda y quedábamos dueños de las casas. Eso fue muy bueno y benefició a muchos, yo creo que más del 50% salimos favorecidos con esa ley. Por fin éramos dueños de nuestras casas y ya no teníamos que seguir esforzándonos por reunir todos los meses el dinero para pagar el dividendo. Con la casa propia ya teníamos la base para vivir felices como familia. Antes no se permitía que existiera más de una junta de vecinos en un determinado territorio, así es que Lanín tenía una sola junta de vecinos que era la Nº 39. Posteriormente esa ley fue modificada y ahí aprovechamos de formar la nuestra, en 1998, lo que nos permitió alcanzar algunos
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avances como las áreas verdes. Lo único que nos está faltando es una sede social para poder reunirnos, algo esencial para desarrollar nuestras actividades. Ahora último nos enteramos que nuestra población fue incluida en el Programa Quiero Mi Barrio, y esperamos que eso nos permita seguir mejorando la calidad de vida de las personas que habitamos acá.
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“Ahora soy feliz, aunque pasé muchos años queriendo irme de aquí” Conocida dirigenta del sector Lanín, famosa por su agrupación “Las Estrellas de Quilacoya”, con quienes consiguió importantes adelantos para sus vecinos. Ha trabajado desde los nueve años de edad y en varias de sus iniciativas ha tenido que partir desde cero, quizás eso le hace decir que prefiere esforzarse por conseguir las cosas antes que se las den regaladas.
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Mi abuelo cuidaba una quinta donde actualmente está la
Plaza de las Banderas, a principios de los setenta, cuando yo tenía como trece años. Eso fue hasta que el dueño decidió vender. De ahí arrendamos en Dreves y después nos trasladamos a una toma en el sector norte de Temuco, que se llamaba Tránsito Norte. En ese tiempo las tomas eran muy ordenadas, con pasajes, con electricidad. Como niños, en la tarde jugábamos a la pelota. En ese campamento estábamos bien, había una directiva que entregaba canastas familiares con comida y cosas para la casa, se hacían fiestas y en los veranos todos los días íbamos a pasear a la salida norte donde hay un Cristo, por ahí pasaba un canal donde nos bañábamos. Una mañana de 1974 Después del golpe nuestro campamento siempre estuvo muy vigilado, estábamos rodeados de militares recorriendo las calles todo el día y la noche. Allí estuvimos hasta mayo del 74. Un día antes los militares nos avisaron que a las diez de la mañana del día siguiente nos iban a ir a buscar para trasladarnos, así es que teníamos que tener todas nuestras cosas listas. Yo creo que nos sacaron de ahí porque éramos muy unidos y existía el rumor de que queríamos tomarnos las casas que se estaban construyendo en el sector Trapiales. Entonces, una mañana de mayo del 74 fueron los militares y desarmaron las mediaguas, las echaron arriba de los camiones y nos dispersaron por diferentes sectores de Lanín. A unos los dejaron en calle Peleco, el grupo más grande quedó en Francisco Poblete y otros quedaron frente a una placita que hay en Hochstetter. Historia Barrio Lanín
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Nos llamó la atención que nos instalaron en sectores donde no conocíamos a nadie, yo miraba a mi vecino y no tenía idea de dónde venía. Debe haber sido alguna estrategia para separarnos, para que perdamos la unidad que teníamos en el campamento. Entre el frío y el barro El lugar donde nos dejaron era como campo, sin electricidad, sin agua, el suelo era un barreal como greda. Las mediaguas eran de 6x3, estaban hechas con restos de pino que regalaban en las barracas, los techos eran de fonolita, se rompían y nadie nos venía a ayudar. En invierno entraba el agua, entraba el frío, dormíamos tres en una cama para poder calentarnos. En ese tiempo yo estudiaba en el Instituto Tiburcio Saavedra y al mismo tiempo trabajaba. En las noches llegaba a la mediagua y no había nada para calentarse, a veces con la ropa mojada, me cambiaba de ropa me acostaba y al día siguiente se repetía lo mismo: levantarse a estudiar y trabajar. Varias veces escuché el comentario de que daba lástima que tuviera tan buenas notas pero que no iba a tener la posibilidad de acceder a otros estudios. Para sacar agua había un pilón en una plazoleta, y ahí teníamos que ir todos. Después la gente empezó conectarse con mangueras para llevar agua hasta sus mediaguas. Para 38
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conseguir electricidad sólo había que colgarse. Ahí pasaba algo cómico, porque venían de la compañía de electricidad a revisar si había gente colgada, entonces todos tiraban su cable hacia el interior de las mediaguas mientras revisaban, y después que se iban los de la compañía volvían a sacar los cables y a colgarse. Claro que con tanta gente colgada de la electricidad había problemas de potencia, entonces, por ejemplo para lavar la ropa con máquinas nos poníamos de acuerdo y lavábamos a diferentes horas durante la noche. Para ver televisión teníamos que pagar. Había pocas personas que tenían televisión entonces cobraban a los niños para ver programas infantiles y los adultos para ver las noticias y películas. De todas maneras yo tenía acceso a esas cosas gracias a mi trabajo. Siempre trabajé desde niña, primero ayudando una señora que tenía un local en la feria, cuando vivíamos en Tránsito Norte, y después cuando llegamos a Lanín trabajaba cuidando niños, entonces en las casas donde trabajaba tenía acceso a la televisión y a otras comodidades. Por lo mismo no me gustaba llegar a mi hogar, porque era llegar al barro, al frío, a la incomodidad, donde las navidades eran grises. Viví varios años de tristeza y yo creo que a muchos les pasó lo mismo, porque nadie nos ayudó, porque nadie nos ayudaba si no era a cambio de algo político. Era una época en que no había esperanza de que esto fuera a cambiar, parecía que estábamos condenados a estar siempre así. Leyendo listas en una esquina Llegamos con nuestra mediagua a la calle Peleco en mayo del 74 y nos dieron casa en mayo del 84. Me acuerdo que Historia Barrio Lanín
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las fuerzas armadas se repartían las inauguraciones. Por ejemplo, la población Vista Hermosa la inauguraron los militares y a nosotros nos tocó Investigaciones. Cuando se entregó la población Vista Hermosa hubo una mala experiencia porque las casas se entregaban con un listado. Un funcionario se paraba en una esquina con una lista de personas y empezaba a decir a quienes les había tocado casa, y quienes no aparecían en la lista o no se encontraban en el lugar no les tocaba casa. Muchas personas que a esa hora estaban trabajando se enteraron en la tarde que los habían nombrado en las listas pero cuando fueron a averiguar les dijeron que la casa que les correspondía ya se la habían entregado a otra persona. Debido a esta experiencia, cuando en 1983 se empezaron a construir las casas, pusimos como condición que mientras construían la casa nuestras mediaguas quedaran detrás y así no se las entregaran a otra persona. Pero de nuevo volvió a aparecer el funcionario con el listado de personas y ahí ya no aguantamos más y nos fuimos con nuestros dirigentes a la municipalidad para reclamar, porque en ese tiempo ya nos habíamos dado cuenta que si sacábamos la voz las autoridades nos tenían que escuchar. En esa casa vivimos casi un año hasta que murió mi abuelita. Siempre decían que las personas de edad morían al poco tiempo que les entregaban sus casas. Yo creo que era porque las casas eran muy pequeñas y las abuelitas seguían con el sistema del brasero, a veces salían calurosos al frío y así se enfermaban y morían. En febrero del 85 me fui a Argentina en busca de nuevas oportunidades y en ese lapso mi papá vendió la casa de la abuelita. Más o menos un año después volví y como no 40
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había casa volví a las mediaguas otra vez. Un conocido de calle Peleco dejó que con mi pareja construyéramos una mediagua en su patio. De ahí nos metimos en otro campamento y conseguimos un sitio que entregó el gobierno, donde estuvimos hasta el año 90. Luego estuvimos en un comité a quienes les iban a entregar casa en el sector de Villa Austral, pero un vecino fue a conocer las casas y dijo que no era un buen lugar para que viviéramos, entonces nos opusimos, porque ya estábamos en democracia y podíamos decidir. Entonces me informaron en la municipalidad que estaba disponible el sitio donde tengo mi casa actual, hasta donde trasladé mi mediagua. En ese tiempo ya tenía a mi hija y falleció mi pareja, así es que estuvimos viviendo con familiares y dejé la mediagua sin techo casi un año en este sitio. Era una frustración muy grande tener el sitio abandonado, aunque también estaba sin agua ni electricidad. Las Estrellas de Quilacoya Todo esto se empezó a solucionar cuando asumió el alcalde René Saffirio. Yo siempre digo que asumí con él. Nos organizamos la dirigentas mujeres del sector y formamos la agrupación “Las Estrellas de Quilacoya”, estrellas porque éramos mujeres, y Quilacoya por el nombre de la calle en que estábamos. Ahí conseguimos todo: el terreno, la casa, después hicimos un convenio con la compañía de electricidad. Gracias a ese convenio logramos que la compañía instalara postes y que la municipalidad se pusiera con el alumbrado público. Después hicimos un convenio con Pablo Sánchez, de ESSAR, para tener acceso al agua potable. Para
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estos convenios poníamos nuestro aporte económico, generalmente poníamos una especie de pie y el resto se dividía en cuotas. Creo que gran parte de esto lo conseguimos gracias al regreso de la democracia, porque junto con la democracia llegó el trabajo y las oportunidades que antes no teníamos. Todas esas carencias que tuvimos durante tantos años las suplimos en un corto tiempo, durante el gobierno de Patricio Aylwin. De todas maneras, en ese tiempo se demoraban mucho las postulaciones a través del SERVIU. Ahora la gente consigue su casa en cuestión de meses mientras que nosotros estuvimos postulando durante cinco años. Cada vez que íbamos donde la asistente social nos faltaba un papel, una vez le dijimos que lo único que faltaba que nos pidiera era un “certificado de simpatía”, porque nunca cumplíamos con todo los requisitos. Hasta que en 1997 nuestro comité apareció en la lista de beneficiados con el subsidio modalidad privada, eso significaba que el Estado nos entregaba una cantidad de 153 UF y nosotros elegíamos la constructora. Nosotros elegimos trabajar con la empresa Nuevo Amanecer, de Rolando Iturra, con quien después de un año de planificación participativa, construimos nuestras casas. Cortar el lloriqueo Aquí cortamos con el sistema del lloriqueo, en que la gente se dedica sólo a pedir, incluso nos pusimos de acuerdo con el municipio para que cuando alguien fuera a pedir cosas lo enviaran de vuelta a hablar con nosotros y así comprobar
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si en realidad tenían necesidades o sólo pedían las cosas por costumbre. Queríamos terminar con eso de andar mendigando, queríamos recuperar nuestra dignidad. Además, en nuestro sector hicimos una mezcla entre gente que venía de campamentos y personas que venían del campo, entonces los que venían del campo estimulaban a los otros para ser más esforzados, y que les diera vergüenza andar pidiendo, que tuvieran otras aspiraciones: no conformarse sólo con unas fonolitas y cosas regaladas, sino que exijamos un lugar digno para vivir, salir del barro, que nuestros hijos tuvieran sus propias camas y sus propios dormitorios, que no durmieran todos amontonados como lo hicimos nosotros. Ahora soy feliz, aunque pasé muchos años queriendo irme de aquí, cuando vivíamos en muy malas condiciones. Todo lo que veo ahora es fruto del trabajo conjunto con mis vecinos, aquí hay mucho esfuerzo, pasamos muchas necesidades para juntar la plata, nos creyeron y siempre he considerado que somos distintos.
Llegar a mi hogar era llegar al barro, al frío, a la incomodidad, donde las navidades eran grises…
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“Corrimos el riesgo de que nos quitaran las casas” Abuelo de Alejandro Cabrera (uno de los fundadores de los Brokas de las Nakies), don Luis construyó su propia casa y estuvo a punto se perderla. Sólo con el regreso de la democracia pudo asegurar su propiedad.
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Aquí llegué con mi señora y tres hijos. Antes vivíamos en
Pueblo Nuevo y escuchamos que estaban inscribiendo para postular a las casas, así es que fuimos a SERVIU, nos inscribimos y empezamos a participar de un comité de vivienda. La modalidad era de autoconstrucción, así es que llegamos a fabricar desde los poyos. Trabajábamos los días sábado y domingo, y el gobierno nos pagaba. Eso fue en 1973. Decían que las empresas constructoras no querían trabajar para el gobierno de Salvador Allende así es que nos contrataron a nosotros, principalmente a los que estábamos cesantes. Así aprendimos a trabajar, se les daba la oportunidad a todos para que aprendieran un oficio –carpinteros, albañiles- y trabajaran construyendo las casas. Cuando las casas estaban listas, había una visitadora que las distribuía de acuerdo a las inscripciones que se habían hecho en los comités. Después del golpe militar algunos renunciamos a seguir trabajando para el gobierno y otros aguantaron un tiempo más. Algunos incluso corrimos el riesgo de que nos quitaran las casas, que las remataran, porque nos empezaron a aplicar intereses y uno no terminaba nunca de pagar. Eso cambió en el gobierno de Patricio Aylwin, ahí nos llamaron, pagamos 10 mil pesos y nos dieron la escritura. Recién ahí fuimos dueños de las viviendas.
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“¿Qué traía cuando llegamos al campamento? ¡Nada!” Vecino del sector Laraquete, Población Lanín, Juan Hidalgo y su familia pasaron por muchas privaciones en el Campamento “El Hoyón” antes de obtener una caseta sanitaria y luego ampliar su vivienda hasta los dos pisos que posee en la actualidad.
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Junto a mi familia vivimos en uno de los campamentos
más grandes que existió en Temuco: “El Hoyón”, donde actualmente se encuentra parte de la Población Lanín, Los Riscos y parte de Quinto Centenario; en ese tiempo sólo era una pampa rodeada de cerros con chacay (espinos). Junto a nosotros llegó gente de Santa Rosa, La Ribera, Amanecer, quienes salían de esos sectores escapando de las crecidas del río Cautín, que en ese tiempo no tenía las defensas fluviales que tiene en la actualidad. Llegué a ese campamento más o menos en 1985. Antes arrendaba en el sector Santa Rosa y trabajaba en la feria con un puesto de frutas y verduras. Un amigo me propuso venir a vivir a un campamento en Lanín y yo le respondí que había escuchado que ese sector era bravísimo. Al tiempo, no pude seguir pagando el arriendo, así es que no me quedó otra que arriesgarme, en ese tiempo con mi señora (Ada Jara) y tres hijos. ¿Qué traía cuando llegamos al campamento? ¡Nada! Hice mi casa de árboles… cortamos seis varas grandes de pino para la estructura principal y luego hicimos las paredes con papelillo, un subproducto de la madera que regalaban en las barracas. El techo lo hicimos con nylon, bien apretado, aunque en el invierno igual se volaba… así vivimos como tres años. Era tanto el barro que se formaba en el campamento que para salir usábamos botas de goma o nos envolvíamos los zapatos con bolsas plásticas que nos sacábamos al llegar al cemento. Siempre he sido comerciante ambulante, así es que en ese tiempo me colocaba con un triciclo en la esquina de Francisco Poblete, así me ganaba la vida. En los veranos comprábamos la fruta en la “feria de los camiones” (Pinto
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La familia Hidalgo Jara.
con Balmaceda) y en la noche dormíamos en carpas, comíamos, tocábamos guitarra, hasta el día siguiente, cuando llegaban los clientes. En esos años –mediados de los 80- cuando estábamos mal venían los militares a ayudarnos, nos entregaban canastas familiares, llegaban con doctores, remedios, dentistas. La vida en el campamento era un infierno Lo malo venía con el invierno: el clima nos impedía trabajar todos los días, así es que cuando el trabajo iba mal a veces pasábamos varios días sin comer. Por su parte, la vida en el campamento era un infierno: venía el viento y nos volaba el techo… una de las cosas más malas que ocurrió en ese tiempo fue una plaga de sarna, quedamos todos sarnosos, casa por medio todos tenían sarna, íbamos al policlínico y nos lavaban con lindano. Después vino la plaga de los piojos, en las casas, en las escuelas. ¿Por qué ocurría eso?, por la falta de higiene, faltaba agua potable, había puros pozos negros… Había un solo pilón en el sector para sacar agua; después de un tiempo empezamos a conectar mangueras para llevar agua hasta las casas. Vivimos en estas condiciones hasta que vino un temporal, voló toda la mediagua, quedó mi familia mirando las estrellas y mi señora dijo que no iba a seguir soportando esa situación. Así es que lo primero que pensé fue en recurrir a las amistades. Hablé con Robinson Soto, jefe de 48
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planificación de la municipalidad, le conté mi drama, ya con cinco hijos, y dijo que lo único que podía ofrecerme era una caseta sanitaria, que yo no sabía lo que era. Nosotros vivíamos en el campamento “El Hoyón” con la esperanza de que nos entregaran una casa en lo que actualmente es “Los Riscos”, pero nuestra mediagua no aguantó y nos entregaron la caseta sanitaria en 1983 en el sector Laraquete, donde decían que vivían los más malos, provenientes de Temuco y otras partes del país. La caseta ya era una felicidad Entonces partí con las llaves a conocer mi nueva casa y descubrí que la caseta sanitaria era una construcción de 2,50 m por 2,50 m, consistente en un baño y una cocina, con agua, electricidad y alcantarillado. Sólo contar con el baño ya era una tremenda felicidad, íbamos a dejar los piojos, la sarna… en nuestra situación la felicidad era tener lo que fuera… entonces me di cuenta que en ese espacio sólo cabía mi señora y yo, lo cinco cabros quedaban afuera. Así es que tuvimos que agregar la mediagua que teníamos en “El Hoyón” para caber todos. Después se hizo una segunda etapa, como en 1987, y ahí nos entregaron una mediagua mejor, de un modelo que todavía se ve en sectores de Lanín. Este sector era muy peligroso porque enfrente se encontraba el campamento Laraquete número dos, formado por muchas personas que provenían de Santiago. Por nuestra seguridad nos encerrábamos a las siete, después de esa hora nadie salía de su casa. Todas las semanas había una pelea y muchas veces terminaba alguien muerto. Pero eso no se relaciona con la mala fama que tiene la población Historia Barrio Lanín
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actualmente. En la actualidad, como en todas partes, de cada seis personas puede que haya una mala, pero la mayoría de quienes vivimos aquí somos gente de trabajo. Una situación cómica que se daba en ese tiempo era que nos entregaban las casetas con electricidad pero no nos alcanzaba la plata para pagar la cuenta de la luz, entonces todos se “colgaban”, igual que como ocurría en el campamento. Nuestros sueldos eran muy bajos, entonces no nos alcanzaba para pagar las cuentas. Éramos tan pobres que en nuestra dieta eran cabezas de vacuno y patas de pollo, el que se compraba uno o dos kilos de patas de pollo era feliz, porque a eso le agregaba papas, zanahorias y se hacía un guiso. Las patas de pollo las vendían, pero las cabezas de vacuno las botaban en SOCOAGRO y nosotros íbamos a recogerlas. La casa grande En ese tiempo todos dormíamos en una sola cama. Pero siempre tuve la ilusión de hacer una casa grande, como las que tienen los ricos. Entonces cuando mis hijos crecieron empezamos a construir entre todos la casa que tenemos ahora, cada hijo con su pieza… un dormitorio de nuestra casa actual es equivalente al tamaño de la mediagua en que vivimos por varios años. La caseta sanitaria que nos entregaron era de 2,50 m por 2,50 m, mientras que nuestra cocina actual es de 3 m por 3 m. Nuestra casa ha requerido de unos 10 años de trabajo, y todavía no la terminamos: queremos hacer un corredor con ventanas grandes, una especie de terraza en el segundo piso. Nuestra casa ha sido un trabajo participativo entre toda la familia, sólo nos ayudaron un maestro carpintero y alguien 50
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Juan Hidalgo y su esposa Ada Jara, acompañados por nietos.
que sabía trabajar en construcción. Al principio parecía un sueño, era como si hubiéramos dicho “construyamos un castillo”, sin haber tenido ni el dinero ni los medios para hacerlo. Pero ahora que veo la casa construida, puedo asegurar que cualquier persona puede surgir en base a su esfuerzo, independiente de los medios económicos, la situación social o la educación. Lo único que le falta a mi barrio es pavimentar este sector de Laraquete que quedó sin pavimentar. Es casi ridículo que un pequeño tramo de sólo cien metros no haya sido pavimentado, lo que en verano es una polvareda en invierno se transforma en un barreal, desde donde saltan piedras y agua cuando pasan los vehículos. Le pediría a las autoridades que se preocupen de pavimentar este pequeño trozo de Laraquete considerando que una de las vías principales por donde transitan los habitantes de la población Lanín e incluso movilización colectiva.
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Mejorar lo que hemos conseguido La pobreza, la falta de oportunidades e incluso la represión durante el gobierno militar, han sido sólo algunos de los obstáculos que han debido sortear a través de su breve historia los pobladores del Barrio Lanín. Pero estas mismas dificultades, han moldeado a dirigentes y pobladores capaces de conseguir 200 casas para sus vecinos y gestionar recursos desde la nada. Y por eso mismo, son tan valiosos los logros alcanzados: de “colgarse” a la electricidad o afirmar las mediaguas para que no se las llevara el viento, los vecinos han pasado a preocuparse de la educación de sus hijos y del mejoramiento de sus viviendas. Pero dentro de todo, llaman la atención algunos comentarios de ex integrantes de grupos juveniles, así como de las primeras dirigentas, donde resulta constante su mención hacia la “indiferencia” o escasa participación de los vecinos en la actualidad. Como si hoy -cuando ya no hay dictadura ni extrema pobreza- no hubiera “algo” por lo que organizarse y luchar como en los viejos tiempos. Aquí radica uno de los principales desafíos para los dirigentes y las instituciones que intervienen trabajan en el barrio en la actualidad: re-encantar a los vecinos, organizarlos y entusiasmarlos por una causa que constituya un bien común. A manera de ejemplo, el Barrio Lanín y sus pobladores tienen una importante tarea en el sentido de eliminar el
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estigma de una “mala población”, donde la gente aún debe cambiar sus direcciones para conseguir trabajo y los grupos de jóvenes que pasean por las calles son catalogados como drogadictos. El propio barrio y los vecinos pueden plantear la solución que crean adecuada para estos problemas y buscar el apoyo que consideren necesario, así como lo hicieron en el pasado, cuando golpearon puertas y recurrieron a todas las autoridades. Hoy las condiciones son más favorables: existen nuevas formas de comunicación y el acceso a los personeros de Gobierno y los vecinos cuentan con experiencia acumulada. La historia de Lanín ha mostrado contar con la materia prima y con la capacidad de sus dirigentes y vecinos para alcanzar una calidad de vida cada día mejor. Hoy los desafíos son distintos, pero también requieren organizaciones fuertes, unión y solidaridad entre los que allí viven. Sólo así podrán seguir soñando con un barrio más integrado, con espacios para la recreación y el encuentro, y en definitiva, con personas que hacen en el día a día una vida en comunidad.
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NUESTROS RECUERDOS 1500 casas y 500 mediaguas forman la primera etapa de la Población Vista Hermosa, construida en 1971. En la imagen, los pobladores junto a sus dirigentes vecinales: Julio Soto, José Figueroa, Jorge Escobar, María Pinau, Carlos Luvecce y Benjamín Carrillo.
1977. Inauguración de la 2ª etapa de Población Vista Hermosa, producto de un convenio entre la Intendencia y la Municipalidad de Temuco.
Enero de 1982. Se trabaja activamente en el plan de viviendas sociales a cargo de la Municipalidad de Temuco. Estas viviendas estaban destinadas para trasladar a los pobladores del Campamento Tránsito.
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Modelo de vivienda social construido a principios de los 80 en el sector Lanín para erradicar a familias procedentes de los campamentos.
Abril de 1983. En el sector Recreo se radican familias provenientes de otras poblaciones de la ciudad.
Mayo de 1983. Celindo Candia Zurita, cesante, muestra la mediagua hecha de restos de madera, cartón y polietileno, donde vivía con sus nueve hijos.
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Junio de 1983. Los vecinos colaboran en la construcción de una vivienda. Listones, ventanas de plástico y cubiertas de papelillo. La mayoría de las veces bastaba un fin de semana para levantar una mediagua.
Agosto de 1983. 88 familias son erradicadas de los campamentos de Lanín después de vivir doce años en mediaguas (en la imagen, campamento de calle Paillaco). Se les entregó una casa digna en la población Los Riscos y en el traslado participó personal de la municipalidad y del SERVIU.
Noviembre de 1983. “Todos estamos colgados”, reconoció el poblador Ignacio Mateo, del Campamento Lanín, al administrador zonal de la Compañía General de Electricidad.
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Modelo de caseta sanitaria entregado a mediados de los 80 en el sector de calle Laraquete.
Abril de 1985. El contraste entre las mediaguas de Lanín y las casas recibidas por pobladores erradicados.
Diciembre de 1987. Un solo pilón de agua sirve para abastecer de agua a más de 30 grupos familiares en el Campamento Lanín.
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Junio de 1988. El campamento Lanín colinda con el agua y el barro de las Vegas de Chivilcán.
Abril de 1996. Diez familias del campamento Laraquete B se trasladan hacia las casas ubicadas en avenida Francisco Poblete con Antilhue.
Mayo de 1996. Los vecinos del sector Recreo Alto deciden salir a las calles con pancartas para protestar pacíficamente por las malas condiciones sanitarias en que viven.
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