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Libertad en Sociedad
from Voces de Libertad - Nigromante Agosto 2018
by Nigromante. Revista de la DCSyH, Facultad de Ingeniería, UNAM.
Por Francisco Mendoza
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Me gustaría comenzar este texto planteando la siguiente pregunta: ¿Qué es libertad?
Responder esto no es, en absoluto, sencillo. Pero dejemos a un lado las definiciones trilladas y descontextualizadas, tales como “libertad es hacer lo que uno quiera” o “es ir a donde uno desee”. Si partimos de la premisa que dicta que toda persona merece su libertad y actuará naturalmente con base en ella, estas dos definiciones resultarían incompletas e inexactas, ya que ellas justificarían cualquier vicio o mal que se pretenda ejercer. Es por ello que encuentro necesario intentar profundizar en el complejo tema que es la libertad.
Toda persona se mueve por un impulso interior que la obliga a reaccionar en distintas formas conforme al contexto donde se encuentre: si está alegre, sonreirá; si está famélico, comerá; si siente soledad, buscará compañía. Este impulso interior está totalmente separado de la razón ya que es esta última la que hace que una persona sepa por qué está alegre y hacia qué sonríe. La razón es la responsable de que la persona decida qué comerá y qué no debe ser comido y es la misma que decide qué personas son susceptibles de brindar compañía. Es decir, la razón controla y da respuesta a ese impulso interior. He mencionado solamente impulsos interiores de carácter bondadoso, ¿pero qué pasa con aquellos que pueden causar daños, es decir, con los impulsos viciosos y mal intencionados? ¿Qué pasa cuando una persona siente el impulso interior de asesinar? ¿Qué pasa con ese impulso que incita a robar?
Ya que los seres humanos tienden a vivir en sociedad y en ella misma se pretende crear un ambiente de tranquilidad y prosperidad, es menester inhibir cualquier vicio que pueda obstaculizar tal tranquilidad y prosperidad. Es en este punto donde las primeras autoridades de las primeras civilizaciones tuvieron a consideración inventar dos conceptos: el bien y el mal. Ellos dos se materializaron en las primeras leyes, y en este contexto la razón obstaculizaba cualquier impulso vicioso al decir: “Si hago el mal, seré castigado; mas si hago el bien, seré libre”.
Para tiempos remotos, la definición de libertad podía manejarse como “Hacer lo que uno desee, siempre y cuando no se obre mal”. Pero aquí surge una pregunta: ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿El bien es seguir una serie de instrucciones redactadas en un pedazo de pliego? ¿Quién puede definir qué es el bien (o el mal) cuando lo que se cree que lo es parte de una perspectiva estrictamente subjetiva? El bien y el mal proceden necesariamente de la visión de cada persona; no son conceptos que estén implícitos en la naturaleza.
Los católicos llaman «Dios» al bien y «Demonio» al mal; la ley llama «honestidad» al bien y «delincuencia» al mal. Ambos ejemplos (la religión y la ley) son inventos del hombre. Entonces, ¿podríamos definir la libertad como «la capacidad de realizar acciones o inacciones sin importar si se obra bien o mal»? Esta definición podría ser aplicada a una persona con misantropía o psicopatía, pero incluso el ser humano más misántropo o psicópata deberá someterse a los criterios emanados de una sociedad, por lo cual esta definición quedaría totalmente desechada, ya que lo que se considere que esté bien y lo que esté mal variará dependiendo de qué sociedad se trate.
Como expresé líneas arriba, la base de una sociedad está en dos elementos: la tranquilidad y la prosperidad, y ellos dos tratan de conseguirse a base del seguimiento de una ley o constitución política a la cual tendrá que someterse todo aquel que requiera vivir en esa sociedad. Ahora bien, es irrefutable que la inmensa mayoría de las personas desea vivir en sociedad, y también es entendible que las personas sigan los criterios de una constitución política ya que de no seguirlos, implicaría un castigo que, en mucho casos, inhibe la libertad física (prisión).
Pero no hablemos solamente de los criterios de una constitución o una ley, porque también hay normas que se deben seguir dentro de una sociedad: las del trabajo, las de la familia, las de los amigos, etc. Una persona, además de estar atada a las decisiones del Estado, se encuentra supeditada a los criterios de los seres humanos que habiten en esa sociedad. En el trabajo se encontrará acorralada por las órdenes de su jefe, que de no acatarlas, correrá el riesgo de perder el ingreso que le permite seguir viviendo. Ya que el acatamiento de estas órdenes supone la continuidad de las posibilidades de sobrevivir en esta vida, encuentro justificable renunciar a la libertad dentro de este aspecto: el laboral.
Todo lo que esté fuera de este ámbito, el laboral, recae en el ocio. Y es aquí donde todos los dogmas y estupideces de ociosos vulgares ven la luz. Pero también es cierto que es en el ocio donde una persona puede realizar una exhaustiva introspección y descubrir su verdadera individualidad. Como lo plantea Arthur Schopenhauer: para descubrir lo legítimo o lo vulgar de una persona, hay que fijarse en sus tiempos de ocio. Es por esto que dentro de una vida en sociedad, la única libertad a la cual una persona puede aspirar es la de tipo espiritual. Al conocimiento y a la honestidad para consigo misma. Pero es necesario confinar esta libertad espiritual, ya que aunque una persona haya encontrado y aceptado ya su individualidad, no deberá ceder a las pasiones viciosas y malévolas que puedan dañar a los otros entes que le rodean, y no por miedo a perder su libertad física, sino por su mera cualidad espiritual; deberá siempre obrar de tal manera que todas sus acciones puedan volverse ley universal, concepto acuñado por el filósofo alemán Immanuel Kant como Imperativo Categórico.
Por lo tanto, ¿qué es libertad? Para este escritor la libertad es la individualidad conocida y aceptada por obra de la razón, con la cual una persona actúa dentro de una sociedad.
Sé que esta definición peca de no ser holística, ya que me enfoqué específicamente en seres que tienen conciencia sobre sí mismos. Pero si analizamos rápidamente a los animales no racionales, ellos actúan a partir de ese impulso interior porque no tienen razón, por lo que ellos son libres hasta que son enjaulados. El ser humano, incluso aunque no esté tras unas rejas, puede no tener libertad al no pensar por sí mismo. Es por esto último que decidí solamente centrarme en nosotros: los seres humanos.
¿Cuántos de nosotros nos sentimos libres pero en verdad no lo somos? ¿Cuántos nos damos cuenta de ello?
¿Quiénes se atreverían a poner en duda todos los dogmas sociales con los que hoy en día vivimos y nos hacen reprimirnos?
¿Por qué todos los jóvenes universitarios tendemos a tener un mismo pensamiento? ¿Por qué disfrutamos de nuestro tiempo ocioso de la misma manera?
¿En verdad somos libres?