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Viva la vida, viva la Frida.
from Gustav Klimt - Nigromante Julio 2016
by Nigromante. Revista de la DCSyH, Facultad de Ingeniería, UNAM.
Viva la vida, viva la Frida.
Por Yusura Bulhusen
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A pesar del reciente bombardeo de imágenes alusivas a la pintora mexicana Frida Kahlo me parece que poco se conoce sobre ella. Es cierto que los esfuerzos por reivindicar a la artista no han sido del todo infructuosos, pero también es cierto que Frida Kahlo es mucho más que su propia imagen en una bolsa, vistiendo una playera de Daft Punk o fumándose un porro.
La verdadera figura de la artista va mucho más allá de lo que parece una campaña publicitaria, hablar de Frida es referirse a una mujer independiente, apasionada, vivaracha y revolucionaria, que dedicó su tiempo a plasmar su visión del mundo en el óleo y a contender por diversas causas sociales, que hizo de sus lienzos una maravillosa sinopsis de las vicisitudes que debió atravesar durante sus cortos cuarenta y siete años y que luchó contra sí misma hasta el último momento de su existencia. Su obra está estrechamente ligada a su vida personal. Sus pinturas, en ocasiones a primera vista incomprensibles y hasta agresivas, reflejan cada una de las etapas de una vida tortuosa. Su infancia estuvo marcada por la poliomielitis (enfermedad que no solo le impidió participar en los clásicos “juegos de niños” sino que también, la hizo víctima del hoy famoso bullyng: “¡Ahí va Frida pata de palo!”) y su adolescencia y etapa adulta por los que ella considero los dos grandes accidentes de su vida, el primero: el choque entre un tranvía y el autobús en el que viajaba y el segundo: su tormentoso idilio con Diego Rivera. En ambos casos, las secuelas físicas fueron fatales; las culturales, hoy se encuentran al alcance de cualquier espectador. Sin duda, el accidente en autobús resulta ser un evento determinante en su historia, pues no solo aniquila su, hasta ese momento latente pero incansable, deseo de ser madre sino porque antes de él, soñaba con ingresar a la escuela de medicina y después, postrada en una cama, pinta sus primeros cuadros. Posteriormente comienza a adentrarse en el mundo del arte. Se relaciona con artistas como Tina Modotti, David Alfaro Siqueiros, Pablo Picasso, André Breton, Nickolas Muray, María Félix, el revolucionario León Trotsky (con quien se relacionó sentimentalmente) y el conocido muralista Diego Rivera, con quien contrajo matrimonio en dos ocasiones.
La obra de Frida Kahlo, a veces considerada como surrealista, no representa otra cosa más que las inquietudes y sufrimientos de la artista, como ella misma lo dijo:
Dentro sus pinturas más reconocidas se identifican: Las dos Fridas, El árbol de la esperanza, Unos cuantos piquetitos, El venado herido (o “La venadita”), Autorretrato con collar de espinas, La columna rota y Viva la vida, entre otras que, sin duda, deben resultar un importante objeto de estudio para los expertos en arte, pero que además poseen una cualidad muy particular, y es que cada cuadro, cada carta, cada detalle y cada frase de la artista encierra una historia singular. Por ejemplo, la que se refiere a la amiga imaginaria de Frida, a quien conoce a través de una puerta dibujada sobre el vaho en su ventana y que describe como una niña alegre a quien siempre podía confiar sus secretos, con quien vivió una amistad mágica que la llevó a conocer la lechería Pinzón, en el cuadro Las dos Fridas; o su peculiar forma de vestir que, no solo respondía a su simpatía por el folklor mexicano y las culturas prehispánicas, sino a un tema más profundo que recae en el uso de la vestimenta como un símbolo. El traje de Tehuana ha sido un medio por el cual la comunidad istmeña, donde es común el matriarcado, ha representado la fuerza y el poder de una mujer dentro de la sociedad y su cosmovisión, no resulta raro entonces que una mujer revolucionaria, luchadora social, haya recurrido a este artefacto para sobresalir en una sociedad prácticamente dominada por hombres, empero hay otro dato bastante interesante; algunos autores coinciden en que la razón principal de la particular indumentaria de la pintora atiende a su necesidad de cubrir, mediante lujosos vestidos, su cuerpo herido. De esta manera lograría que la atención se fijara en su atuendo y no en las marcas de sus accidentes. Pero Frida Kahlo no es solo lienzo y hermosos vestidos; mediante cartas, invitaciones, notas al pie de dibujos y escritos en su diario, deja ver no solo a una mujer inteligente, sensible y vivaracha, sino también a una artista integral que igual con pincel que con tinta es capaz de trasmitir una enorme pasión por la vida. Basta leer algunos de sus versos para descubrir su indubitable talento:
Nombre de Diego. Nombre de amor.
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, nació el 6 de julio de 1907 (muchos documentos indican que fue en 1910, pues ella intento cambiar dicha fecha para “nacer con la revolución”), fue hija del fotógrafo alemán Guillermo Kahlo y de la mexicana Matilde Calderón, esposa del muralista
Diego Rivera y sin lugar a dudas, una de las máximas exponentes de la cultura mexicana, de quien no solo hablan por ella sus pinturas, sino también sus cartas y poemas. El dolor, la traición, la pasión y la obsesión por ser madre conforman los principales ingredientes de su vida y obra. Adentrarse en ellas, es adentrarse a una especie de mundo mágico en el que la dualidad, el panteísmo, la sacralidad, el misterio y el simbolismo coexisten en una sublime armonía.