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¡Ay, Ciudad de México querida!

Por Andrés Padilla

Por tus calles transitadas y monumentos que te adornan. Su gente, sus plazas, su contaminación en el aire. La ciudad de los palacios, ciudad sódica, ciudad caótica, Distrito Capital, Distrito Federal, hogar de los tan odiados -o quizá no tanto- Chilangos, que, aunque este no sea el gentilicio oficial para quienes habitamos la CDMX, se ha popularizado a lo largo de los años, quedando opacada la palabra “Capitalino”.

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Yes que, a ciencia cierta, no sabemos exactamente de dónde surge esta palabra que nos denomina. Se han dado a conocer diversas etimologías sobre la palabra, que nos explican que, supuestamente tiene un origen prehispánico. Puede que provenga del maya xilaan que significa ‘de pelo revuelto o encrespado’ o xilah ‘erizar, esponjar el pelo o las plumas de las aves’, o de xil ‘espinazo de iguana’. Otras más apegadas hacia el náhuatl, aseguran proviene de huachinango o chile, pero la verdad, es que ninguna de esas es cierta, no hay origen claro, ni siquiera latino o de alguna otra índole de esta palabra que, de hecho, es un término más moderno. Es una incógnita el verdadero origen de la palabra y, como ya dijimos, oficialmente no se reconoce como gentilicio, pero ¡ah, cómo nos representa!

¿Deberíamos sentirnos aludidos ante ese término? Uno como chilango se siente orgulloso de portar tal identificador, al menos yo me siento orgulloso, no niego que lo soy ni me niego a autodenominarme así. Quizá a algunos no les guste, quizá lo sientan ofensivo, de carácter peyorativo, que pueden referirse a uno de manera despectiva, y quizá sea algo generacional o de cómo lo tome cada quien, pero al menos, desde mi perspectiva, jamás lo he sentido de forma ofensiva o que se busque hacer menos, y más porque hay quienes retan el sentido despectivo y expresan: “¡Yo soy chilango y qué!”. ¿Tú dices con orgullo que eres chilango?

Tan chilango como las famosas guajolotas, que sorprenden a extraños con un tamal dentro de un bolillo y nos entregan lo mejor de dos mundos, tal como lo es la torta de chilaquiles. Estos platillos culinarios que nos dan a los chilangos la fama de que comemos absolutamente todo dentro de un bolillo, ¿y qué si no?, si una torta es de los mejores alimentos que podemos consumir, ya sea en bolillo o en telera, a nadie se le niega. Como tampoco se niegan los tacos de pastor o de suadero ¿Qué más chilango que este dúo suculento de carne, maíz y verduras, acompañado de una gran salsa, sea verde o roja? No encontrar una taquería en todo lo que comprende el territorio chilango sería irreal. Y si conflictos queremos armar, solo basta con mencionar a las quesadillas, y que si a estas las queremos con queso o sin queso, para que comience de nuevo la discusión, es un rollo de nunca acabar, pero no nos iremos sin mencionar que en efecto la quesadilla puede ir sin queso (y no, no es un taco) y que se une a la representación de la selección culinaria chilanga junto con el resto de las garnachas como las gorditas de chicharrón, los huaraches y los sopes.

Que manera más alucinante para representar esta gran urbe que la inmensa cantidad de sonidos que a diario encontramos en esta ciudad de caos, porque en efecto, a esta ciudad la llegarás a amar de norte a sur y de este a oeste, desde la Basílica de Guadalupe hasta Ciudad Universitaria, desde la cabeza de Juárez hasta el museo Soumaya, sin olvidarnos de sus tierras de cultivo que se encuentran aún en las olvidadas alcaldías de Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco. De igual forma, aun con tantos bellos lugares, llegarás a odiarla por lo estresante que puede ser el transitar las calles, ya sea como transeúnte, o como usuario de transporte público.

Son todos estos sonidos los que nos identifican como capital de este bellísimo país, desde el Túru ru del Sistema de Transporte Colectivo Metro, la tan afamada limusina naranja que es testigo día con día del ir y venir de miles de chilangos y foráneos que trabajan o estudian. El cucu del Metrobús que suena en el semáforo más cercano de cada estación para permitir el paso de los usuarios en el cruce de avenidas. El sonar de los cláxones de automóviles estresados por el tráfico habitual.

El carrito de los tamales, que escuchas de día o de noche y no sólo los de hoja de elote, también los oaxaqueños, que claramente podemos recordar que dice “Lleve sus ricos y deliciosos tamales oaxaqueños”. El clásico sonido del carrito de los camotes, un chiflido resonante que es imposible no reconocer. El no tan viejo audio de los fierros viejos que no tendrá más de unos 15 años y que ahora pertenece a toda esta identidad. Y no olvidemos a los organilleros que ¡ah! como se encarga de endulzar el ambiente del Centro histórico, mientras vas caminando por Madero, Juárez o por la plaza de la Constitución, te los encontrarás tocando preciosas melodías que a lo mucho te alegrarán un poco el día.

¿Y qué tanto más podemos mencionar de ésta, tan bella ciudad? Llena de edificios con arquitectura colonial que nos transportan a otra época y nos inspiran nostalgia, una capital que se moderniza y no deja atrás sus raíces, que nos cobija con sus jacarandas en primavera y con un radiante sol en verano. Hay tanto que mencionar, tanta historia que contar detrás de cada calle, cada alcaldía, cada edificio, el misticismo que vive y se respira, la mezcla entre la civilización caída y el imperio arrasador que la convierten hoy en una de las más importantes a nivel mundial y que con tan solo 5 pesitos, de los mexicanos, puedes recorrer casi por completo (aunque sea de manera subterránea porque eso implica no salir del metro).

Y aún falta mucho que contar, sus expresiones artísticas y su música en las tantas plazas que podemos encontrar. En sus recintos tan abarrotados cuando alguna propuesta musical se presenta en sus múltiples foros: los pequeños, como el Multiforo Alicia, el Indierocks o los ya extintos Caradura y el Imperial donde muchos artistas y bandas emergentes nacieron. Los de talla mediana como el Plaza Condesa, Pepsi Center o Teatro Metropolitan, donde estos artistas consolidan su propuesta para dar el salto grande a recintos más grandes como el Foro Sol, Palacio de los Deportes, Auditorio Nacional o Arena Ciudad de México. Sus festivales tan importantes y conocidos por su diversidad y su gente, como el Vive Latino, Corona Capital, Festival Marvin y el Festival Nrmal, que ya extrañamos poder volver a pisar alguno de estos para bailar y brincar al compás de la música, no podría ser nuestro deefe querido sin música. Contar, los tantos misterios ocultos que esta ciudad alberga y que no terminaríamos de mencionar en tan sólo unas cuantas páginas.

Mejor te invito a que, si eres chilango de corazón o si eres de otro estado, no dejes de recorrer las tan entrañables calles de esta tan maravillosa ciudad, nuestro distrito federal, la ciudad capital de México, la ciudad de la chilanga banda: Chilangolandia.

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