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Lo que Fight Club tiene que decir sobre la masculinidad

Lo que Fight Club tiene que decir sobre la masculinidad

Por Michelle Sarabia Razo

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“Tal vez la autosuperación no sea la respuesta. Tyler nunca conoció a su padre. Tal vez la autodestrucción sea la respuesta” (Palahniuk, pág. 60).

Menciona el Narrador de Fight Club, mientras relata en qué consiste el club que formó con su héroe y salvador: Tyler Durden, quien como él y muchos otros hombres de clase media, tratan de olvidarse por unas horas de la estructura que los oprime; que los domina a través del consumismo y les impone una idea de masculinidad que no los llena e incluso deprime.

El Club de la Pelea es una novela que aborda el vacío inherente del Narrador, quien vive deprimido, pues es incapaz de llenarlo con cosas materiales y busca la manera de liberar sus sentimientos. En un comienzo lo logra, mediante grupos de autoayuda para personas con enfermedades terminales o crónicas. El círculo donde más encuentra alivio es en el de Aún Hombres Unidos, un grupo para hombres con cáncer testicular. En este conoce a Bob, un ex fisicoculturista que abusó de esteroides y tras ser, literalmente, castrado, su cuerpo comenzó a producir altas cantidades de estrógeno para contrarrestar la testosterona que le es inyectada, por lo que ahora tiene “tetas de perra” (Palahniuk, pág. 25).

El quiebre en la frágil estabilidad del Narrador se da cuando conoce a Marla Singer, una chica que ingresó a estos grupos de autoayuda. Fue así como surgió Tyler Durden, una fragmentación en la personalidad del Narrador, y quien, de cierta forma, culpaba a sus padres de la “gran depresión” que era sus vidas: “lo que ves en el club de la pelea es una generación de hombres criados por mujeres” (Palahniuk, pág. 61). Desde la perspectiva psicoanalítica, podríamos decir que los hombres de la novela, especialmente el Narrador, se sienten castrados.

El daño emocional que inflige en el Narrador la ausencia de su padre y el rencor a su madre por “castrarlo”, provoca que en su adultez se refugie en la figura de Tyler, quien lo ayuda a liberar sus emociones de la única forma que considera apropiada: la violencia. Para Tyler, la meditación y llorar libremente no era lo que el Narrador necesitaba, pues era continuar con la feminización con la que crecieron y que la cultura del consumismo quería imponerles. Tyler representaba todo lo que el Narrador consideraba masculino.

Lo que Tyler y el Narrador no sabían -o se negaban a ver-, era precisamente que esa violencia y lo que consideraban “masculino”, era lo que más daño les estaba causando. Robert Kazandjian nos relata en su escrito Desempeñar la masculinidad, que aprendió que “toda la infelicidad que sintiera debía enmascararla con pintura de guerra, lo que me condujo a un camino de destrucción” (pág. 17). Y por supuesto, Kazandjian no es el único que ha tenido conductas autodestructivas por la llamada masculinidad, pues de acuerdo con datos proporcionados por Kali Holloway en La masculinidad está matando a los hombres, los hombres en Estados Unidos cometen el 90.5% de los asesinatos y son el 76.8% de las víctimas (pág. 40). Además, son quienes más se quitan la vida, aunque un mayor número de mujeres lo intente.

La cuestión aquí, es que al enseñarle a los hombres que ellos no deben externar sus emociones los estamos privando de salud emocional y mental. Los estamos orillando a conductas autodestructivas porque es la única manera que conocen para sacar la frustración y estrés que sienten, pues no se permiten sentir algo más. Entonces, el problema no es que el Narrador organizara un club para golpearse con otros hombres, sino la estructura en la que creció, que le hizo creer que no le quedaba otra opción más que fundarlo.

De acuerdo con Palahniuk, lo que le inspiró a idear el club de la pelea fueron aquellos jóvenes que se criaban sin padres y pertenecían a bandas callejeras, pues “imponían reglas y disciplina.” Además, menciona que había muchas novelas que:

“Presentaban un modelo social para que las mujeres se reunieran, para que se sentaran juntas y contaran sus historias, para que compartieran sus vidas. Sin embargo, no había ninguna novela que presentara un nuevo modelo social para que los hombres compartieran sus vidas.” (Pág. 12).

Y es aquí nuevamente que se refuerza la idea del club de la pelea como una especie de terapia para el Narrador. Sólo que, a diferencia de las mujeres quienes conversan, externan sus sentimientos mediante palabras y lloran, los hombres recurren a los golpes y prefieren sangrar a soltar lágrimas.

De acuerdo con Rob Whitley, la mayoría de los hombres tienden a no buscar ayuda psicológica, por lo que sufren en silencio. Esto, además de deberse a razones anteriormente ya establecidas (la represión de sus sentimientos), es consecuencia de que las terapias no cubren las necesidades de los hombres, pues ellos prefieren la acción sobre las palabras (2017). Por lo que se considera necesario buscar alternativas que faciliten la apertura emocional de los hombres, sin dejarle todo el peso a la terapia hablada.

Sin embargo, lo más importante, es buscar la deconstrucción de la masculinidad actual, pues no sólo es dañina para el trato de los hombres con las mujeres, sino también para los hombres mismos. Al no haber sido enseñados desde pequeños que ellos también pueden quebrarse, se les refuerza la noción de que deben ser siempre fuertes, lo que provoca en ellos ansiedad y depresión con la que no saben lidiar, orillándolos a conductas autodestructivas como el consumo de alcohol, drogas y actos imprudentes que pueden terminar en la muerte.

La primera regla de la salud emocional masculina es que no se habla de la salud emocional masculina, porque se considera una debilidad. Los hombres no lloran, porque para eso están las mujeres. Los hombres se mantienen fuertes. Los hombres sólo tienen permitido demostrar enojo y estrés. Eso tiene que terminar. Los hombres deben permitirse sentir y reconocer sus sentimientos como parte de lo que son, porque después de todo, sentir nos hace personas. Al tratar de bloquear esta parte de lo que son, están cortando un pedazo de su humanidad, justo como el Narrador estaba dejándose desaparecer con tal de no tener que lidiar con su realidad, permitiendo así que Tyler, esa parte violenta del hombre, se apoderara de su vida y lo destruyera.

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