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ARDILLAS: LAS EX
from Segunda Guerra Mundial - Nigromante septiembre 2021
by Nigromante. Revista de la DCSyH, Facultad de Ingeniería, UNAM.
Por Ángel Fuentes
Nota para el lector: Esta es la tercera entrega de la serie “Ardillas”. Los textos anteriores los puedes encontrar en las ediciones de octubre y noviembre del 2020 de tu revista Nigromante. ¡Disfrútalas!
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La tarde iniciaba su declive. La ardilla Royo se encontraba fuera de casa, frente aquel gran árbol, haciendo un trabajo de carpintería “su madre le había enseñado muy bien”. La bocina comenzaba a reproducir Chambonea, de Omega El Fuerte, y conforme avanzaba la canción, Royo fue dejando el material de trabajo y comenzó a bailar. Subió el volumen, y cuando llegó el clímax de la canción, ¡sacó los pasos prohibidos del mambo! En eso, llegó un caracol: El doctor Richardson.
–¡Eh, eh, eh, eh! –gritaba el caracol, quien cargaba una maletita plateada.
–¡Venga dooooc! –gritó Royo emocionado, y el doctor se unió al baile.
Después de unos segundos y reír, Royo bajó el volumen de la bocina y platicaron.
–[…] Sí –comentaba el doctor Richardson–, últimamente han llegado varios murciélagos de Oriente. Varios con las alas quemadas, ¿eh? Cuentan que los humanos los están cazando, pues piensan que ellos son los culpables de la pandemia que están viviendo… ¡@$%&# , de seguro na’ más quieren lavarse las manos!
Minutos después, se despidieron.
Royo tomó su celular y llamó a su amigo Fansu. Quería confirmar su ida a La noche de las estrellas. Fansu, la ardilla, despertó de golpe ante el sonido del celular. Se levantó del sillón y contestó. Cuando dijo “Bueno”, volteó a la cocina para ver si encontraba a Shawn Michaels bebiendo una cerveza (ja, ja); pero el famoso luchador, no estaba allí. Aquella loca pelea contra los zorros había sido sólo un sueño… Confirmó a Royo de su asistencia, y mientras él seguía hablando, Fansu observaba el pasaporte que se encontraba en la mesita de centro: aún no podía creer que su guión había sido seleccionado para producirse en cine.
Dos semanas después, O.H. (el oso hormiguero), y Samu (la comadreja), amigos de las ardillas que también habían acudido a La noche de las estrellas, se reunirían con ellas en el famoso bar El Verde; un bar construido de troncos finos y bellos, cuyo techo de madera estaba pintado de un verde oscuro. Se ubicaba en el bello y tranquilo Camino del Oeste. Muchos pinos y un par de hermosos lagos observarías.
A las 5:10 p.m., Royo y Fansu llegaron al bar, El Verde. Sus amigos ya se encontraban allí, adelantados por un par de cervezas. Pero pasados quince minutos, Fansu tuvo que retirarse. Le habían llamado de la agencia de viajes (pues la película que se haría basado en su guión, se llevaría a cabo en el extranjero), diciéndole que requerían de su presencia urgentemente para checar unos papeles.
Se ausentó por dos horas y cachito, tiempo en el que…
–Hermano –dijo Royo a O.H. deteniéndole el antebrazo, pues el oso hormiguero iba por otro fondo de whisky–, párale tantito.
–Hermano… –contestó O.H. retirándole su mano del antebrazo. Luego bebió–. En La noche de las estrellas –comenzó–, te dije que ya había terminado con Meli. Pues bien, el jueves siguiente le llevaron mariachi -(O.H. era su vecino)–. ¡@#$%& mapache! Esa noche se convirtió en su novio… ¡Sí, la regué! La engañé dos veces con la misma chica en un par de fiestas… ¡Carajo, me dejé llevar!… La lastimé. ¡Natural que viera por alguien más!, ¡por alguien mejor! –hizo una pausa–. A veces, uno no valora. Se nos hace fácil... ¡Carajo! ¡La sigo queriendo mucho, amigo! –y un par de lágrimas salieron de sus ojos.
–A ti –continuó O.H segundos después–, ¿no te gustaría volver con Natalia?
–No lo sé… –contestó Royo, pensativo.
–¡Dudas!, pero en el fondo sabes que sí –y se limpió las lágrimas–. Te vi, hermano. ¡En La noche de las estrellas vi tus ojos, tu alma mientras esperábamos esos deliciosos nachos con extra queso! –Royo recordaba–. “Deseo” noté en ti, camarada. Deseo de que las cosas fueran distintas, de que siguieran juntos… –hizo otra pausa–. Y ella, saliendo de la fila con el otro… Con nachos para dos.
Fansu regresó al bar algo desanimado. Su desconfianza le había impedido conocer a una bella ardilla hace una hora en la agencia de viajes (pero esa es otra historia). Salió del coche y escuchó las voces mezcladas con música que provenían del bar. Al entrar vio que Royo y O.H., en compañía de otros borrachos, cantaban con fuerza: “… ¡Pero yo no puedoooo!… ¡Pa’ ser sinceros yo ni quieroooo!...” Fansu ahora entendía porque tan famosa había sido esa canción: en verdad existía un gran mercado triste por la ex pareja. Increíble. “Estaba pensando en llamarte, yo, te miro…” (Canción: Botella tras botella, de Gera Mx y Cristian Nodal).
–¡Márcale, wey! –expresó O.H. a Royo.
–Sí, ¿verdad? –dijo Royo y sacó su celular–. A ver…
–Nadie le va a marcar a nadie –dijo Fansu con autoridad.
–¡¡Faansuuuu!! –gritaron ambos, y lo abrazaron como si llevaran años sin verlo.
–¡A ver, ya vámonos! –ordenó Fansu separándose–. Ya están bien pedos.
Salieron, y cerca del auto, Fansu preguntó por Samu.
–Desapareció… –contestó Royo vacilando.
–Hey –afirmó O.H., quien eructó y dijo–, bienvenidos a Élite segunda temporada.
Los dos borrachos y Fansu rieron. Este último regresó al bar, pero no encontró a Samu. Le marcó varias veces a su celular, pero nunca contestó.
Minutos después, se dieron cuenta de que Samu salía de un auto del aparcamiento a unos cuantos metros de ellos. Era el auto de su exnovia.
Royo y O.H., al ver a la expareja fuera del auto, les aplaudieron y vitorearon.
–¡O sea! –dijo Fansu desconcertado–, ¡por algo terminaron!... Neta, no los entiendo.