El texto que sigue se publicó originalmente en Perspectivas: revista trimestral de educación comparada (París, os UNESCO: Oficina Internacional de Educación), vol. XXIII, n 3-4, 1993, págs.485–499. ©UNESCO: Oficina Internacional de Educación, 2001 Este documento puede ser reproducido sin cargo alguno siempre que se haga referencia a la fuente
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SIGMUND FREUD (1856-1939) Bernard Jolibert1
En un ensayo publicado en 1925 con el título: Presentación autobiográfica2, Sigmund Freud nos indica expresamente que su vida, su obra y la acogida que éstas recibieron no deben disociarse nunca entre sí si se quiere comprender su descubrimiento del psicoanálisis a la vez como una práctica terapéutica y metapsicológica. En esta estrecha vinculación, un elemento, no obstante, acabará dominando hasta el punto de constituir el verdadero proyecto existencial: la voluntad de comprender lo único que importa, en último término: el hombre. “Mi Presentación autobiográfica muestra cómo el psicoanálisis se convierte en el contenido de mi vida, y a continuación se conforma al principio justificado de que nada de lo que me ocurra personalmente merece interés en comparación con mi actividad científica"3. En esta estrecha vinculación entre existencia, proyecto científico y relación con el mundo, el elemento predominante es el proyecto intelectual que culminó en el descubrimiento del psicoanálisis, entendido de modo indisoluble como terapéutica y como modelo hipotético de comprensión de la conducta humana. ¿Cual fue el itinerario de Freud?
Una vida, una obra Para serle fiel, lo mejor es seguir su propio relato autobiográfico, que podríamos titular, a la manera de Alain, "la historia de mis ideas". Una serie de descubrimientos científicos decisivos, que son otras tantas etapas esenciales en el camino de su vida. La primera etapa es la de los años de aprendizaje. Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (actualmente la República checa), y, según él, debió a sus orígenes judíos tres cualidades que le ayudaron mucho en su combate: la veneración por el conocimiento en general, y sobre todo por la ciencia; un espíritu crítico muy libre y una considerable resistencia a la hostilidad. En cuanto a su situación familiar, vemos ya un arquetipo del complejo de Edipo: un padre que vuelve a casarse con una mujer muy joven, apenas de más edad que el hijo mayor del primer matrimonio. La sed de saber orientará primero al joven Freud hacia la medicina, la botánica, la química, la zoología y la anatomía patológica, pero también hacia la filosofía y la historia. Como escribe tan justamente M. Robert: "Materialista, positivista... firmemente convencido de que las causas de las enfermedades deben buscarse en el organismo, y que la opinión contraria no es más que una ilusión o un prejuicio, el Freud "prefreudiano" habría podido ser sin duda uno de estos investigadores eminentes que adquieren un renombre en el estrecho círculo de su especialidad, más o menos alejado del público en general"4. Una nueva experiencia médica introduce un cambio de orientación y abre un nuevo periodo que Freud llama con humor "la prehistoria catártica del psicoanálisis"5. Confrontado a *
Debemos a la cortesía del autor y de las ediciones Klincksieck la autorización de reproducir aquí este ensayo, publicado inicialmente (en parte) en: Bernard Jolibert, L'éducation contemporaine. Sources théoriques et problèmes, París, 1989, págs. 111-124. Respondiendo amablemente a nuestra solicitud, el autor ha corregido y aumentado su texto.
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