Poder maligno (fragmento)

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Mª Pilar Fuentes Muñoz

Poder Maligno

NOA ediciones



Poder Maligno


Título: Poder Maligno © del texto: Mª Pilar Fuentes Muñoz http://www.pilarfuentes.webnode.es © de la ilustración de la portada: Fany Carmona © de esta edición: NOA ediciones www.noaediciones.com www.noaediciones.es E-mail. info@noaediciones.com Tel. 964454451 Maquetación: Javier Garrit Hernández Primera edición: septiembre de 2016 ISBN: 978-84-944838-9-9 Depósito Legal: CS 583-2016 Printed in Spain - Impreso en España Ejemplar impreso a través del servicio bajo demanda de NOA ediciones Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, libros, radio, televisión y/o Internet, siempre que se haga constar su procedencia y autor.


Mª Pilar Fuentes Muñoz

Poder Maligno



En memoria de mi madre, que se fue sin poder ver mi sueĂąo hecho realidad. No te olvidamos..



PRÓLOGO

Nunca pudo entender ésta sociedad. Todo lo que estaba pasando la frustraba y hasta le daba asco. Podía sentir el sucio rencor, aborrecía la injusticia que le revolvía el estómago con ganas de vomitar. Sabía que en sus manos no estaba la solución, quizás la unión de todos, uniendo fuerzas… Pensaba en ello constantemente y le dolía como sufrimiento propio. La vida no había sido que se dijese un camino de rosas sin espinas. Tuvo que madurar muy tempranamente, vivir en una familia de conflictos y maltrato personal. Le hervía la sangre al ver las atrocidades y oír aquellas verborreas de palabras injustas y sin sentido proyectadas al viento que perjudicaban a su madre. Sentía vergüenza ajena, dolor intenso y ganas de gritar, de salir corriendo al mundo y declarar en un ahogado e intenso grito: «¡¡MALDIGO EL DÍA EN QUE EL MUNDO SE CREÓ!!». Nada tenía remedio. Una lucha sin tregua se cernía sobre su espalda y sobrellevaba la situación. Intentaba desde su lejano mundo de la inconsciencia del recuerdo infantil, poder apoyar a su madre con miradas -7-


y silencios rotos. La juventud se bregaba dura, difícil y complicada. Fue creando un fuerte muro alrededor de su alma protegiéndose del mundo exterior. Toda una vida llena de vicisitudes albergaban en sus recuerdos solemnes haciéndola estremecer y sentir el frío hielo e insondable del bloque de pared creado a su alrededor.

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I

Oye el tic-tac del tiempo monótono, mientras recorre en un rápido vistazo la casa que hasta hace tan solo unos minutos había sido su hogar. Unas maletas y unas cajas cerradas le recuerdan que tiene que irse y dejar todo atrás. En lo más profundo de su ser jamás pensó, repetir su vida recreada en la de otros: sus padres. Una huella imborrable se había quedado marcada con fuego en su sino para siempre. Era como si un virus maligno se apoderase de varias generaciones. Una mala hierba que enraizaba y nadie podía arrancar. Temblaba mientras asía el pomo de la puerta principal para salir. Las lágrimas caían sobre sus mejillas pálidas a la vez que recordaba felices pensamientos que llegaban instantáneos, hechos vividos en ese mismo salón. Reía contenta, feliz, mientras se besaba con Nick, estaban a gusto compartiendo su amor que parecía prodigarse eterno, en la nueva casa. Ese hombre que la había sacado de la monotonía triste, el tipo que parecía ser el ángel de la guarda que la libró de su mal, de esa angustia y recuerdos que albergaban -9-


en su corazón herido por el tiempo. Aquel día que cruzó la mirada con él, en la parada del bus. Un momento de magia en la que no creía, que no viviría jamás. Ingenua y noble, cayó en las redes de ese mal de ingenuidad humana. Confió, pensó que tal vez se había acabado el dolor, tenía derecho a ser feliz y olvidar lo pasado: el sufrimiento de otros. Todo fue un engaño, ahora lo sabía. El sueño mágico de la felicidad se volvía a romper y el bloque de hielo volvía a renacer, a endurecerse alrededor de su corazón. Nadie más volvería a dañar su alma, no dejaría entrar de nuevo el mal. La vida demostraba que la maldad se apoderaba de las almas, había arañado y sembrado sus garras enraizadas ganando la partida al bien, apoderándose de los corazones de la humanidad. El bien en cambio buscaba recodos de libertad entre las pocas mentes limpias y libres de éste virus, intentando encontrar el núcleo de éste para destruirlo, pero no podía. Ella estaba cansada de luchar. Decidió irse y dejarle. Sabía de antemano que él no iba a cambiar. Lo conocía suficientemente como para saber que tarde o temprano intentaría localizarla. Ya la experiencia le advertía de que un amor enfermizo como aquel no tendría un final feliz. Sabía que huir y romper lazos era lo mejor que podía hacer, ya que ese amor nació fuerte y con esa misma intensidad se transformaba en odio, algo nada bueno. El coche de la mudanza acababa de irrumpir sus pensamientos, llegaban a por las cosas para trasladarlas a un lugar distinto. **** -10-


El ático parecía confortable, tenía buena iluminación y estaba en un edificio con aires de encanto por su estructura de época, bastante antiguo pero restaurado hacía muy poco. Acababan tan solo unos meses de terminar su transformación, dándole un toque fresco pero sin perder la chispa del pasado. Siempre le habían atraído esos edificios señoriales de otro siglo. Nunca había entendido por qué le llamaba tanto la atención una época tan lejana. Era como si sintiera nostalgia de un tiempo que no le pertenecía. A veces, soñaba con lugares y gentes de un mundo confuso y distinto. Eso la hacía estremecer de añoranza y deseos de volver a ese tiempo. Cuando estuvo frente a ese edificio, no pudo contener las ganas de entrar y verlo por dentro. Además pensó que sería muy caro vivir en un lugar así. Todo olía a nuevo, a pintura fresca y madera recién barnizada. Cuando preguntó por los precios de sus alquileres, se sorprendió. El piso estaba amoblado, aunque ella tuvo que llevarse algunas cosas de la otra casa que eran suyas. Los de la mudanza dejaron todo en medio del salón y cuando cobraron se fueron, quedándose ella suspirando de alivio al verse ante su nuevo hogar. No le dio tiempo a cerrar la puerta cuando apareció la señora Pérez, la mujer del conserje, la misma que le mostró el piso el día que lo alquiló. —¡Oh! Señora Pérez, ¡buenos días! —dijo al sentirla tras ella. Traía algo en las manos. —Hola pequeña —dijo feliz de verla—, qué alegría tener sangre nueva por aquí. Todos estamos ya pellejos y no se oye casi nadie, es como si la alegría se fuese apagando. -11-


La mujer la miró sonriente, mostrando en la expresión de su rostro las arrugas del tiempo, aunque para sus setenta y tantos se conservaba muy bien. —¿Qué trae ahí? —preguntó curiosa. Al ver que una limpia servilleta ocultaba algo voluminoso que olía bastante bien. —¡Aaaah! Es para ti, es un bizcocho recién hecho, queríamos darte la bienvenida, espero que te guste. —Sí gracias. Me encanta el bizcocho. La mujer se volvió para marcharse pero recordó de pronto algo y se gira para decirle… —¡Qué cabeza la mía! —exclamó—. Toma, las llaves del sótano, de tu trastero —¡Anda! —dijo sorprendida. —El otro día con las prisas se me olvidó decírtelo y no te lo enseñé. —Mira qué bien, para mí es una sorpresa, tengo algunas cosillas que guardar y que no sabía dónde las iba a poner. —Perfecto —contestó la señora—. Por cierto, es el nº 8. Alexia sonrió y se despidió de la señora Pérez, después cerró la puerta volviendo a su serena tristeza. **** Su amiga Sandra solía llamarla Alex, acortando lingüísticamente. Siempre decía que su nombre evocaba a personaje malvado de cuentos. En cambio a ella le fascinaba, le hacía sentir fuerte ante las inclemencias de su destino. Pensó en el acierto de su madre cuando le puso ese nombre. -12-


No tenía muchos amigos, Sandra quizás podría decirse que era la única. Se conocían desde hacía poco y por el momento parecía irle bien con ella. Alexia siempre andaba metida en su mundo particular y secreto: los libros. Le encantaba leer y tenía un montón de ellos. También tenía una pequeña tienda al otro lado de la ciudad cerca de donde antes vivía. Hacía dos años que la había abierto, justo cuando conoció a Nick. Había vendido el piso de sus padres cuando lo heredó después de sus muertes y pensó que era mejor invertirlo en algo que le gustase y le diera trabajo. Su tienda era una especie de taller mágico como solía decir, creaba ilusión y fantasía. Vendía muñecas de porcelana y de trapo. Era una habilidad que tenía para las manualidades. Vendía casas de muñecas y accesorios. Juguetes antiguos de madera y muchas otras cosas más que a los niños les llamaba la atención cada vez que pasaban por delante del escaparate. También tenía un rincón dedicado a los libros, su otra pasión. La crisis afectaba a todos y a ella que, por culpa de esa vivencia pasada, no pudo terminar los estudios no le quedaba más remedio que emplear su talento en algo provechoso. Sacaba hasta el momento para sobrevivir y con los cuentos que escribía y solía vender bajo seudónimo, podía marchar para adelante. Intentaba retener los ahorros y no perder el equilibrio emocional, luchar contra la tempestad de lo que se avecinaba ahora que estaba sola de nuevo. Su trabajo en ese nuevo cambio de vida quedaba bastante lejos y tenía que coger el metro, pero no le importaba con tal de ser feliz y estar lejos del enemigo. -13-


**** El tiempo había pasado rápido y no calculó las horas idas. Del cansancio se había quedado dormida sobre un sillón, justo cuando se sentó unos minutos para descansar sobre las siete de la tarde, cuando organizaba todo lo de la mudanza. Se despertó al oír el reloj de pared; se llevó las manos a la cabeza. Estaba tan a gusto y relajada que le daba igual que hubiese anochecido y quedaba mucho por hacer. Después de levantarse y beber agua decidió bajar algunas cosas al sótano y así quitarlas del medio de una vez. Asió en sus brazos una caja llena de cosas del pasado, que quería olvidar en algún rincón olvidado de ese sótano. Tomó las llaves y salió de casa. El ascensor estaba aún averiado desde el día que estuvo por primera vez allí. Tenía ganas de estrenarlo, soñaba con entrar en él. Siempre había querido subir en ese tipo de ascensor que en las películas había visto y cuando entró por primera vez en el edificio se quedó fascinada el verlo. Claro que, tendría que esperar para hacer realidad su sueño. Bajaba por las escaleras hasta el sótano y cuando llegó pudo comprobar la escasa luz que había. Algunas bombillas estaban fundidas y daban un aspecto tétrico y siniestro a ese lugar. Justo el suyo estaba al fondo en un rincón y la poca iluminación que le llegaba quedaba a sus espaldas dando sombras y haciendo la visión más fúnebre. —¡¡Vaya!! —exclamó entre dientes—. Algún fallito tenía que tener —añadió. -14-


Metió la llave en la cerradura de la puerta ocho y al abrir se encontró un pequeño cuarto que no estaba del todo vacío. Algunos trastos se apilaban a un lado acusando la falta de espacio. —Menos mal que es poca cosa lo que tengo que guardar —dijo en su soledad con tono de humor. En la tranquilidad del entorno percibió algo que le inquietó y puso nerviosa. Sintió una especie de vibración, una sensación confusa y perturbadora, que procedía del fondo de un rincón oscuro cerca de su trastero. —¿Qué eso? —murmuró. Al cerrar la puerta y con intención de irse, la vista se le fue hacia esa eterna oscuridad del siniestro rincón. Un escalofrío le recorrió intensamente su cuerpo. Pudo percibir un algo, una extraña energía oculta en la penumbra. Era una sensación que parecía haber sentido antes en algún confuso momento, pero que no conseguía recordar. Allí, no podía verse nada, solo oscuridad. Repentinamente mientras su visión se perdía en esa inmensidad, pudo ver como unos ligeros destellos luminosos se escapaban de alguna parte formando al fondo, como dibujando una especie de cuadrante perfecto. —¿Qué eso? —balbuceó inquieta y en voz alta. La luz nacía de dentro hacia fuera formando la silueta de una posible puerta. Un impulso desmedido la hizo andar hacia esa visión. Caminaba en la incertidumbre, pero no llegó hasta el final. —Si tuviera una linterna… —murmuró dubitativa. -15-


Justo en ese instante oyó algo tras ella, posiblemente algún vecino. Giró la cabeza para comprobarlo en un rápido vistazo pero no vio a nadie. Se inquietó por ese silencio y le entró de pronto el pánico y decidió entonces regresar a casa. **** De madrugada tuvo pesadillas y no pudo dormir, daba vueltas en la cama soñando cosas extrañas e irreales en la realidad humana. Veía luces difusas en un cielo oscuro y siniestro, sentía gente angustiada. Una puerta nacida de la nada envuelta en oscuridad, parecía llamarla incesante mientras una luz confusa la rodeaba escapando por las juntas del cierre. Podía oír el latir de un corazón que retumba en su mente. De un sobresalto abrió los ojos y se quedó sentada en la cama. Por un instante parecía hipnotizada por la situación. Sobre la mesita de noche tenía un bloc y un bolígrafo que tomó en sus manos rápidamente como con ansias de escribir. Acelerada y aún con el sofoco y el sudor sobre su frente, escribió. Era una especie de diario nocturno que usaba desde hacía muchísimo tiempo. Siempre había tenido sueños raros, complicados, visiones y sensaciones; cosas que había querido olvidar, dejar en el pasado. Desde siempre había callado esa parte de su vida, desde el momento que eso llegó a afectar a su familia. Su padre negaba ese don por decirlo de alguna manera. La ofendía y se avergonzaba de ello. No quería que nadie supiera que su hija tenía ese mal en ella; no permitiría según él que su nombre fuese manchado. La tachaba de «lo-16-


quita» por soñar y ver cosas que otros no podían. Pronto, con el tiempo supo dominar esos impulsos y oscuros secretos. Al hacerse mayor podía convivir con esas luces de su mente y pudo luchar contra ello para no poder verlos. Caminó durante toda su vida con esa habilidad desterrando la oportunidad de hacer uso de ella. Al conocer a Nick quiso creer que con él sería distinto, que el amor le sería correspondido y con ello la comprensión de todo, que los afectos y sentimientos por ella la ayudarían a vivir con su pasado y compartiría toda esa inseguridad dejando que su comprensión la hiciera olvidar todo. El amor se desbordó y bloqueó la realidad. Todo se volvió en contra y esa verdad fue utilizada de forma maligna contra sus sentimientos haciendo de su felicidad un infierno. Todo estaba escrito en esas líneas, la hacía sentir mejor, liberada. Sentía ser un bicho raro en medio de una sociedad perfecta. Nadie más supo de su don, ni siquiera Sandra. Hasta el momento tenía su amistad y no quería arriesgarla por su oscuro misterio.

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II

Había amanecido y… desayunaba para irse a trabajar. Cuando salió de casa decidió llevarse de paso algunas cajas vacías al trastero. Tomó una linterna «por si las moscas», pensó en la posibilidad de que las dos únicas bombillas se fundieran de pronto. Estaba cerrando la puerta del trastero cuando la mirada se le fue al rincón oscuro. Utilizó la linterna para averiguar qué podía haber allí oculto. La luz le guió por un pasillo estrecho, era como un túnel siniestro. Al fondo encontró una puerta de hierro forjado. No podía entender qué hacía allí. Pensó que quizás llevaba a algún cuarto de contadores o algo por el estilo, aunque le pareció raro que no tuviese cerradura. Estaba algo inquieta y dando un rápido vistazo con la linterna se aseguró de que nadie más había tras ella. Caminó unos pasos hacia delante acercándose a esa extraña puerta, la tenía muy cerca. La observaba y le daba la sensación de que emanaba una especie de energía de poder y misterio, como si al otro lado hubiese escondido algo fuerte y poderoso. Tomó aire y acercó una mano para tocarla sintiendo el frío metal en -19-


la yema de sus dedos, sintiendo a la vez una especie de calambre. Un simple cerrojo era suficiente para abrir y descubrir los misterios que ocultaba. Al desplazarlo hacia fuera, la puerta comenzó a separarse y abrirse hacia ella, ofreciendo una intensa luz que empezó a filtrarse lentamente por la abertura queriendo iluminar todo. Entonces ella gritó: —¡AAAAAH!! —mientras era absorbida por luz hacia su interior. Dentro, una nada confusa. Una energía extraña e incontrolable la poseyó, rodeando toda su piel. Sus manos al mirárselas parecían irradiar luz propia. Todo su yo, estaba rodeado en una burbuja eléctrica que la aspiraba como una fuerte tortura. El calor era incesante y la luz cegadora. Parecía querer absorber su cuerpo, sentía como tiraba de ella llevándola a alguna parte que desconocía. En esa lucha confusa de querer tomar tierra, pudo ver en la distancia y entre esa luminosidad, cómo una escalera de piedra se perdía en lo infinito hacia abajo sin poder ver claramente dónde se encontraba. No podía pensar con claridad sobre lo que estaba sucediendo, creía que de esas ya no salía con vida. La luz la cegaba y quería cerrar los ojos mientras su cuerpo flotaba dentro de esa burbuja de energía confusa y sobrenatural. Repentinamente sintió un fuerte tirón hacia el interior y vio cómo la puerta se cerró ante sus ojos perplejos. El cerrojo cayó solo sobre sí mismo encerrando ese misterio. Ella había caído al suelo agotada y perdió la linterna. Su corazón latía muy deprisa y le costaba respirar. Aún podía sentir el calor de esa luz cegadora, el pánico y el terror -20-


se había apoderado de pronto de ella y no sabía qué hacer. Intentó calmarse y tomarse las cosas con tranquilidad mientras intentaba pensar en lo ocurrido. Entonces… percibió que alguien la estaba observando, oculto en esa penumbra. —¿Quién está ahí? Oyó pasos y al girar la cabeza vio a contra luz una sombra. Se puso de pie algo temblorosa por la situación, estaba asustada. Caminó buscando la luz del sótano y al salir del pasillo, se encontró con la silueta de un hombrecillo; un enano de color que la miraba fijamente. Vestía pantalones de pana verde y chaleco a juego, llevaba una camisa a cuadros de color claro y su pelo lucía canas blancas. —Fue usted quien me… —no pudo terminar la frase. —¿Salvó? Por un instante hubo silencio entre ambos. Ella estaba algo aturdida. —No vuelva a entrar ahí —le dijo ese hombre. —¿Qué era eso que me ocurrió? No entiendo, ¿por qué está ahí? —No debe entrar más ahí, es peligroso —repitió lo mismo. Dio media vuelta y se dirigió hacia una puerta normal pero con la peculiaridad de que la maneta estaba colocada a la altura de ese ser extraño. —¿Quién es usted? —preguntó ella al tiempo que lo seguía. Ese extraño héroe entró en un lugar lleno de archivos y papeles que envolvían todo el entorno. —¿Qué es éste lugar? —preguntó al entrar y ver todo ese desbarajuste. -21-


—Usted es nueva en el edificio, ¿verdad? —comentó el hombrecillo. —Sí, sí señor. Pudo observar como ese tipo comenzó a reorganizar todo. No entendía nada de lo que veía, pero le hacía gracia la situación y esbozó una leve sonrisa que ocultó para que ese señor no se ofendiera. —¿Vive usted aquí? —preguntó curiosa. Estaba asombrada y desconcertada, sin dar crédito a lo que veía y estaba viviendo. No sabía qué pensar de todo. Un tipo extraño con la fuerza de un hombretón acababa de salvarla de ser abducida por una bola de fuego y luego se puso a ordenar papeles sin más. —Me llamo Alexia —dijo rompiendo el silencio que había entre ambos—. Gracias por salvarme de lo que sea que fuese eso. Repentinamente levantó la mirada fija, sin pestañear, era como si no quisiera dar muchas explicaciones ni intimar demasiado. Sus ojos percibían esa sensación. —Bueno, será mejor que me marche, tengo que ir a trabajar —añadió desilusionada. Al girarse para irse el extraño hombre dijo algo a su espalda. —Me llamo Markus y de nada. Repito, no vuelva a entrar en ese sitio, es peligroso. Alexia volvió la cabeza y observó como seguía en lo suyo sin más importancia. **** -22-


Todo el día estuvo inquieta sin poder concentrarse en lo que hacía, se pincho varias veces con la aguja de coser y estuvo a punto de poner en la cara de una muñeca un ojo de cada color. No dejaba de pensar en lo sucedido en la mañana. Veía la bola de energía y podía sentir aún su calor y su fuerza. Temblaba. Al regresar a casa después de un largo día, tomó el metro. Se sentó a un lado de espaldas a la ventanilla, de frente tenía la visión de una joven sentada a lo horizontal del vagón, también cerca de la otra ventana. Estaban solas. Ambas sonrieron al saludarse. Alexia supuso que la joven era de fuera, parecía colombiana. De pronto en una de las paradas subió un chaval de unos diecisiete o dieciocho años que oía música en un cacharro de esos que caben en un bolsillo. Las vio sentadas y al ver a la chavala que más o menos sería de su edad, incluso algo más joven, le dio por meterse con ella. Comenzó a decirle cosas y susurrarle de malas maneras insultos vejatorios. Con una mano le daba como empujones sobre el hombro y le tiró incluso del pelo. Alexia estaba perpleja y sin pensárselo le pego una voz para alertarle de que ella lo estaba viendo todo. —¡¡Tú!! ¿Qué haces? ¿Te sientes más hombre pegando a una mujer? A pesar de su valentía le temblaba la voz y las manos, sabía que aquel tipo tenía mala leche. —¿Quieres que te dé a ti también, vieja, puta de mierda? —le dijo dando unos pasos agarrándose como podía para no -23-


caer con el vaivén del tren. Alexia lo miró a los ojos fijamente, frente a ella. Alexia sintió la humillación de sus fuertes palabras, pensar que estaba tan cerca de los cuarenta…, bueno le faltaban algunos añitos pero… lo de puta… El gamberro se atrevió de todas maneras a acercarse de nuevo a la cría y le arreó una patada en la cara que le rozó la boca haciéndole sangre. La joven sintió el dolor y la humillación dejando salir las lágrimas sobre su rostro. La rabia e impotencia enervó la sangre de Alexia. Un fuego le nació desde el estómago hacía arriba con ganas de reventar como si sintiera dentro de ella la fuerza de un volcán. Entonces sintió la necesidad de levantarse y acercarse hasta donde el joven estaba; repentinamente el miedo desapareció y una tranquilidad y seguridad le brotó por los poros de su piel. Ni siquiera sentía el balanceo del tren, anduvo con firmeza como si caminase por suelo firme. Empujó al delincuente sin más llevándolo hasta el cristal del ventanal acorralándolo y con una de sus manos lo asió por el cuello apretándole la garganta alzándolo a su vez hacia el techo dejando que sus pies no tocaran el suelo. Podía sentir como le quemaba la garganta y éste no podía defenderse, aunque lo intentaba. Alexia podía con él. Sus ojos se encolerizaron perdiendo el blanco llegando hasta un rojo oscuro que lo miraban fijamente clavándose en la mirada del agresor. Era como si de pronto ella se hubiese transformado en algo distinto, como si su yo más maligno hubiese salido al exterior exteriorizando su odio. La voz también -24-


cambio, parecía poseída por algo. El joven estaba cagado de miedo. —¿Te gusta maltratar a las mujeres? ¿A los débiles? Alexia ya no era ella. Una especie de posesión o extraña fuerza sobrehumana había dominado su alma completamente. La melena larga que ella tenía lucía de pronto reflejos blancos como canas y su rostro era pálido, sin color. Su voz aterradora, susurrante, con un eco tenebroso. —Se te van a quitar las ganas de meterte con una mujer. Después de decirle esto, con la otra mano lo cogió por los testículos y apretó con fuerza, tanto que el joven se sofocó y aulló como perro malherido. Un fuego abrasador lo quemaba y no podía hacer nada para remediarlo. Minutos después el tren se detuvo y Alexia desapareció como alma que lleva el diablo, como sombra que nadie puede ver. La muchacha, que lo había presenciado todo, salió aligerada hacia el exterior dejando a su agresor allí en el suelo retorciéndose de dolor en una agonía indescriptible.

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Mª Pilar Fuentes Muñoz nació en Vitoria (España) en 1971. Desde muy temprana edad ya tenía claro que lo suyo era contar historias y crearlas para después escenificarlas frente a sus hermanas pequeñas. Se define a sí misma como una persona luchadora, autodidacta y con un único deseo: ser escritora. Con una imaginación desbordante, siempre inventando seres irreales y dando vida a personajes misteriosos, declinándose siempre por el género fantástico o el terror, tanto para un público infantil como juvenil, no descartando en un futuro lo histórico, ni lo real. Después de intentar alcanzar su meta a través de concursos literarios, le llegó la oportunidad de publicar con Ediciones Atlantis, en Abril del 2011 con el libro “Poder Maligno”, si primera publicación. Una novela catalogada como romántica-gótica, de aura sobrenatural. Con Ediciones Atlantis también publicó en Mayo 2012, un relato titulado “Un milagro desesperado”, incluido en un libro de antología y titulado “Andalucía; golpe a la crisis” (12 narradores en clave de cuento). Continuando con su actividad como escritora, en verano del 2013, publicó con ediciones United p.c, un libro de cuentos titulado Cuentos a la luz de lumbre y otros relatos… A principios de 2014 comienza su participación con el sello NOA ediciones con la publicación en e-book de “Poder Maligno”, novela que a finales de 2016 vuelve con una edición en papel de la mano de NOA ediciones, afianzando así la colaboración entre autor y editorial.

La vida de Alexia se ve envuelta en un sinfín de misteriosas circunstancias. Ya desde niña había tenido la facultad de contactar con energías del más allá. Un día, en el edificio donde vive, en el sótano, descubre una secreta puerta que al cruzarla es absorbida por una fulgurante energía, rodeándola, abrazándola, poseyendo su cuerpo, a causa de ello y, sin pretenderlo despertará y conectará con ese otro yo interno, descubriendo que su alma está conectada a un inquietante y extraño personaje, que la conducirá por un camino oscuro e inexplicable, transformando su vida y su forma de vivirla, haciéndola trasnochar, actuando de forma muy extraña... www.noaediciones.com www.noaediciones.es www.pilarfuentes.webnode.es

ISBN 978-84-944838-9-9

9 788494 483899


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