Funderelele

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LAURA GARCIA ARROYO



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LAURA GAR-CIA ARROYO

Diseño de portada: Diana Ramírez Imágenes de portada:© passion artist y© Valentina Proskurina

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Shutterstock (tipografía y cuchara) y© 123rf (bola de helado) Ilustraciones de interiores: Emmanuel Peña © 2018, Laura García Arroyo Derechos reservados © 2018, Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V. Bajo el sello editorial PLANETALECTOR M.R. Avenida Presidente Masarik núm. 111, Piso 2 Colonia Polanco V Sección Delegación Miguel Hidalgo C.P. 11560, Ciudad de México www.planetadelibros.com.mx Primera edición impresa en México: mayo de 2018 ISBN: 978-607-07-4588-1 No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de dellto contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley F deral de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase al

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ntro Mexicano de Protección y Fomento de

Autor, http://www.cempro.org.mx).

Impreso n Jos tall r

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t.lto ráñca Ingramex, S.A. de C.V.

Centeno núm.162, colonia

ranja Esmeralda, Ciudad de México

Impreso en México ·'Print d ln Me leo


A modo de introducción

as palabras transmiten mensajes. Pero también comu­ nican emociones; y para reconocer si son apasionadas, indiferentes, doloros:\s, temibles, felices... hay que dete­ nerse a observarlas� Con todos los términos establece­ mos una relación que nace al conocer su significado y va creciendo según lo que nos hace sentir al escucharlas, al decirlas, al recordarlas. En definitiva, lo que vivimos en su compañía. No es lo mismo pronunciar "te amo" que lanzar un "te odio". La diferencia puede ser sólo una palabra y, sin embargo, el impacto en el que las escucha nunca será el mismo. ¿Cómo elegimos las palabras que usamos para hablar o escribir? ¿Cómo nos definen esas palabras y qué dicen de nosotros? ¿Cono­ cemos todas las palabras que existen para poder seleccionar entre todas ellas la que exprese justo lo que queremos? ¿Cómo y dónde encontramos nuevos términos y cómo establecemos esa relación con ellos? Este libro pretende dar una muestra de las diferentes for­ mas en las que uno se topa con nuevas palabras y narra en primera persona cómo algunas llegaron a mí, a mi vocabulario, a mi vida. Cómo las hallé, o me hallaron, cuándo empezó mi historia con ellas y cómo el descubrimiento de cada una llegó de la manera más in­ esperada, extraña, peculiar e impredecible. O no tanto. Porque las palabras desconocidas nos rodean, siempre están ahí. Podemos en­ contrarlas en los libros, en los maestros, en las redes sociales, sí; pero también en la calle, en los amigos, en la gente con la que nos

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cruzamos de forma casual, en las incorrecciones del otro, en los car­ teles o grafiti, en las conversaciones en las que participamos o en las que escuchamos por azar. Y de repente ese hallazgo se convierte en feliz encuentro en el que un nuevo término pasa a formar parte de un léxico que va creciendo y con él, el mundo y nuestra forma de existir en él. ¿Cuántas palabras existen en nuestro idioma y cuántas usamos en nuestro día a día? Trescientas. Ésa es la pequeña cantidad de térmi­ nos con los que solemos comunicarnos en la cotidianidad. Apenas tres centenas componen el vocabulario de un hablante común (más o menos lo que ocupan los dos últimos párrafos de este texto). Para un extranjero puede resultar motivador saber que con una lista corta de sustantivos, verbos, adjetivos y preposiciones sería capaz de man­ tener una conversación en español, pero para un hablante nativo es una noticia triste. Sobre todo, considerando el idioma tan rico, vasto y maravilloso que tenemos, uno que cuenta con cerca de 300 mil pala­ bras registradas. Eso es ... ¡un 99.9% del vocabulario queda en los dic­ cionarios sin usarse! Por supuesto, hay acotaciones, como la edad u ocupación del hablante, pero como sea, estamos desaprovechando un gran universo. Me quedé pensando: ¿cuántas palabras conocería yo? Y empe­ cé a poner atención, a detenerme en buscar y encontrar palabras nuevas, aquéllas que no se pronuncian con frecuencia, aquellas que a veces pasan de largo sin darnos cuenta, aquellas que tuvie­ ran algo que las hiciera especiales. Así fue cómo nació en mi cuenta de Twitter (@Lauentuiter) #PalabrasQueMeEncuentro, un grupo de nuevos amigos con los que nació una historia. Una lista de palabras que iban surgiendo en mi día a día de las maneras más fortuitas y que automáticamente metí en un cajón de ocurrencias que quería con­ servar. Algunas eran tecnicismos, vocabulario que sólo usarían los entendidos en un tema; otras ni siquiera aparecían en los dic­ cionarios comunes; pero algunas resultaron ser joyas lingüísticas, conceptos muy cotidianos, palabras que solíamos sustituir con co­ modines o definiciones en nuestra comunicación habitual. Quedé asombrada y también intrigada. Eran palabras desconocidas que representaban cosas, acciones y sensaciones muy conocidas. Ahí

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habían estado junto a nosotros y estaban desapareciendo. Así que decidí incluirlas en mi vida. Y lo disfruté tanto que se me antojó compartirlo. Funderelele fue la primera de todas ellas e inmediatamente pasó a ser mi favorita. Con el tiempo y con la escritura de estos breves ensayos se convirtió además en el título de lo que pretende ser este libro: un baúl del que salen volando unas cuantas palabras con la ilusión de que alguna llame la atención, sea atrapada y empiece una nueva historia con un usuario de la lengua. Y como se trata de palabras raras; singulares y extraordinarias, merecían aparecer en un orden igual de llamativo y juguetón. Por eso verás zupia en primer lugar y abuelo en último. La invitación es a que las leas como quieras, cuando quieras y te adueñes de ellas. Son palabras para compartir y divertirse. El19 de septiembre de 2017la tierra tembló y mi casa en Ciudad de México se desplomó. En ese momento estaba escribiendo uno de estos textos, que para entonces eran ya casi diarios. Antes de que demolieran el edificio me dejaron subir a recoger algunas pertenen­ cias. Fui directa a mi escritorio a buscar esas anotaciones que tenía repartidas por todo el estudio y entre las cosas revueltas que que­ daron en el piso, aparecierÓ'n e�tas palabras que logré salvar. Este libro podría haberse titulado ?alabras que rescaté entre los escombros pero en realidad, las palabras son mucho más que un momento, son toda una manera de describir el mundo, de sentirlo y de com­ partirlo. Estas palabras terminaron rescatándome a mí durante las semanas posteriores a esta desgracia y con ellas sigo escribiendo historias. Las dejo aquí para el que quiera iniciar una historia con alguna de ellas.

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UPIA

M

e parece el momento más divertido de la cena o de la fiesta. Pasadas varias horas de convivio, como detec­ tores en la oscuridad, los bebedores de tinto empiezan

a ser halconeados por sus labios, sus dientes y su lengua. Un

tono morado invade su boca para delatados irremediable­ mente. Son los restos de los brindis y el suvenir que se lle­ varán a casa. Cuando se vean en el espejo antes de irse a la cama se quedarán pensando si realmente tomaron mucho o

Poso del vino .

ese último vino no ganará el premio a la mejor cosecha del si­ glo. Las culpables son las antocianas, unas moléculas de color que al contacto con la boca se vuelven colorantes. Y sí, tiene que ver con la edad del vino. No así el dolor de cabeza al día si­ guiente; ése tiene que ver con la edad del consumidor. La fiesta acabó y todos se van a casa. Tras el último adiós te quedas solo. Respiras satisfecho porque todo salió bien. Echas un vistazo a la sala y decides que es muy tarde para ponerte a recoger, que mañana es domingo y que no hay problema por dedicar tu día festivo a reponer­ te de la fiesta, paradójicamente. Ese pensamiento brillante de la: noche se apaga en cuanto se encien­ de la luz solar. Cuando a la cruda le sumas el panorama desolador que te espera fuera de tu dormitorio sientes cierto arrepentimiento. La parte más sencilla es la de sacar una bolsa de basura y llenar­ la con todo lo que te vas topando. Abres las ventanas para ventilar, metes en el refri las sobras que con­ formarán tu alimentación la próxi­ ma semana y te quedas inmóvil ante la pila de trastes que tienes que la­ var. Los platos, cubiertos y vasos no resultan difíciles; lo complicado lle­ ga con esas copas que te regalaron cuando tus amigos pensaron que ya era hora de beber en recipientes de •

adulto. Se esmeraron. Trajeron cris­ talería que parecería de Baccarat (no es que la conozca, pero leí en una revista que son los cristales de más elegancia, y de Francia, por supues­ to), y sí, los brindis ya son otra cosa. Pero ahí les encargo lavarlos. Yo pa­ rezco un cirujano en una operación a corazón abierto. Los dejo siempre para el final, como los últimos amigos que salen de tu casa, con los que terminas esas últimas botellas de vino. Y ahí está toda la zupia mirándome con soberbia. Atrévete, parece decirme aquel poso burdeos. Y es que con la madurez vienen las copas de cristal y el vocabulario refmado. Zupia. De las últimas palabras del dicciona­ rio, como residuo lingüístico, como sedimento de un jolgorio que dejó marcadas sonrisas y lo más profun­ do del cuerpo. El cuerpo de la copa, aclaro. Si en los posos del café se lee el futuro, no es descabellado pensar que las zupias del vino pudieran contarnos mucho del pasado...

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VI RG UL I LLA

e las 27letras en nuestro abecedario, me declaro fan de la eñe por encima de las demás. Una amante del idioma tiene que enaltecer a la más española de todas. Soy la habitante del planeta Ñ más devota que existe, defensora de su supervivencia y admiradora apasionada de sus exquisitas apariciones con las que adorna cada palabra que la contiene (hazaña, cariño, guiño, pestaña, niño, reseña, muñeca, madrile­

Sign o ortográfico sim ilar a una com a que apa rece en el apóstrofo, la cedilla o la letra eñe.

ña, ñáñaras, ñoclo, ñengo, ñoña ... ) La decimoquinta letra del abecedario aún no estaba incluida en el latín básico; nació de la rapidez de los monjes que copiaban libros manuscritos y de los trucos de las imprentas, que para economizar sustituyeron el grupo nn por una n a la que le pusieron encima una rayita ondulada para obtener el mismo sonido. Y así, en un santiamén, annus se convirtió en añus, para, en muy pocos de ellos, quedarse en la definitiva año. Y gustó. 1 Rápidamente se adoptó en la escritura común. Nadie pudo resist1rse al encanto de aquella olita que parece navegar sobre la ene y la vuelve romántica, la hace única, la dota de movimiento y nos pone a imaginar. ¿O será un copete? ¿O tal vez la ene se pondrá un fular para no pasar frío? Poca gente sabe cómo se llama ese signo. En latin se llamó vírgula, diminutivo de virga (vara), así que sería una varita. ¿Ven la magia? Una vez quise llevar un dije que fuera una ñ. Así como la gente .

.

que lleva su inicial colgada al cue­ llo, yo quise rendirle homenaje a la letra que quiero tanto. Cuando iba a las joyerías a preguntar si la tenían me di cuenta de que no era capaz de nombrar el signo que la diferencia­ ba de la n: "No, no, no quiero una ene, quiero una eñe, que tenga ese... rabito encima". Me dio tanta pena que busqué y busqué hasta que lo encontré. Finalmente pude decir: "No me sirve la ene, estoy buscando la eñe, con todo y... virgulilla". Doble orgullo: ser la única que buscaba esa letra y decir el nombre de su dis­ tintivo más preciado. El joyero me miró incrédulo: "¿Pero qué nombre es? ¿Cómo se llama usted?". Pensé en decirle un nombre cualquiera, como ... No encontré ningún nom­ bre propio que empezara con eñe. Nuevo reto. En el que aún sigo, por si alguien quiere ayudarme. Al final conseguí a un joyero que me diseñó mi dije, Israel. "Lo que más me costó fue la virgulilla". Lo amé. Al joyero y a mi colgante.

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.,.

I USIG E Que genera tos.

o

ay gente alérgica a la primavera, más bien a las esporas y al polen que vuela en el aire primaveral, cuando las flores se ponen a coquetearse entre sí. Hay gente que tose con el polvo, con la humedad, con el pelo de algunos ani­ males, evidentemente con los virus, por asma ... Yo toso cuando llega el frío. No falla. Podrían contratarme para predecir el clima. El mercurio del termómetro empieza a descender y una tos molesta e interminable me deja molida. Una tos espasmódica a prueba de paciencia que no se detie­ ne con ningún remedio. Los he pro­ bado todos, lo juro. Cada vez que al­ guien me escucha, primero me dice que deje de fumar (no he tocado un cigarro en mi vida) y después de la consiguiente explicación de que no tiene que ver con el tabaco me dan el remedio infalible, in-fa-li-ble, que pasará a la lista de intentos frustra­ dos. A veces toso tanto que m� due­ le la panza, como si viniera de ha�er quinientas abdominales. Pero sin tener el lavadero... "¿Qué te hace toser, Laura? Hay que encontrar el elemento tusígeno". Y dicho así hasta suena bonito. No encontré la causa pero sí el origen de la palabra. Dejando la tosedera de lado y concentrándonos en lo lingüístico, siempre más interesante, encontré que los romanos ya tosían (claro) y crearon el término a partir de tussis (quizá onomatopéyico, quizá deri­ vado del verbo tundere, que signifi­ caba golpear) y le añadieron el sufijo ·

-geno, presente en las palabras que señalan algo que genera o produce (ahí están lacrimógeno, cancerígeno, alucinógeno, hidrógeno ... ). Lo curioso de la tos es que se trata de un acto reflejo que el cuerpo hace por nuestro bien. Excepto con la tos seca, que sirve sobre todo para que te volteen a ver en un lugar en silencio, te irrites la faringe y entres en un círculo vicioso del que no lo­ grarás salir. Adivinen cuál es la mía. A veces mi tos puede confun­ dirse y entonces recibo un salud, propio de estornudos, pero a dife­ rencia de éstos, que viajan a más de 160 km/h, la tos, siempre más tor­ pe, sólo alcanza los cien kilómetros en los mismos sesenta minutos. Ni cómo ayudarla (no puedo dejar de imaginar las investigaciones para determinar estas cifras y las caras serias de los científicos observan­ do de cerca babas, saliva y mocos lanzados a velocidades vertigino­ sas y sonriendo orgullosos al dete­ ner el cronómetro). Ahí, más que toser, destosería, otro gran verbo usado para esa otra tos, la fingida, provocada y forzada para hacer al­ guna señal o llamar la atención de alguien. Porque la tos es eso, una señal de alerta. Cof, cof.

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Y

o tampoco lo entendía antes del 19 de septiembre de

TREMOFOBIA

2017. No criticaba la actitud de quienes se asustaban y se

bloqueaban cada vez que la Tierra nos ponía en alerta,

pero tampoco imaginaba el miedo de quienes habían vivido la

sacudida 32 años antes. Los llegados a esta ciudad después del 85 hemos vivido varios temblores de diferente intensidad, pero

ninguno como el del 19 de septiembre, dos horas después del

Miedo irracional a los temblores.

'

simulacro que nos recordaba el desastre anterior. Y ahí la co­ munidad de aterrados por el movimiento telúrico se agrandó. Ese día me convertí en tremofóbica. Y ahora no sólo entiendo a los que se apanican, sino que soy de las que asustará a los que no hayan vivido ninguno de los dos 19. El primer avisó llegó unos días antes, a las 23:49 horas del 7 de sep­ tiembre. Me disponía a meterme en la cama mientras esperaba la lla­ mada de mi hermano, que estaría saliendo de casa para dirigirse al trabajo. España tomaba el relevo de la acción y México descansaba de la suya. Los días habían estado inj;fn­ sos con las lluvias y las inundacio­ nes, así que irse a dormir era casi un acto de agradecimiento. La noche trae calma, silencio, una recompen­ sa después del bullicioso quehacer diurno. Se agradece tanto que la monstruosa ciudad se vuelva cóm­ plice y te enamore de nuevo con sus luces, sus cielos y su tranquilidad... Pensando en esta polaridad mexiqueña, empecé a oír la alerta sísmica. Me concentré unos se­ gundos hasta confirmar que de eso se trataba, no de la alarma de un coche o de un banco, que son más comunes. En la noche, todos los

ruidos son alarmas. La tarde ante­ rior había sonado en un indeciso y arrepentido temblor que dejó para el día siguiente su aparición inde­ seada, así que teníamos reciente su recuerdo. Ese tono agudo, estriden­ te, desapacible. Ese pitido que se te mete en las entrañas para parali­ zarte unas milésimas de segundo y estremecerte de inmediato. Pero en realidad cumple su función y reco­ nocemos su efectividad aunque no podamos evitar que se nos agarro­ ten los músculos y se nos desacti­ ve la razón. Está programada para conjugar verbos como salit; respirar, actuar. Pero en realidad los que de­ tona son tiritar, correr, angustiarse, balbucear, titubear, espantarse... y un largo etcétera de sentimientos que incluyen miedo, nerviosismo e in­ certidumbre. Y entonces comenzó. Como guia­ dos por un diapasón seguimos los pasos de una coreograña que dicta

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un instrumento único, acompañado ahora porjadeos, instrucciones re­

catorce millones de poros, y el por­ tero, ese ser entrañable, tranquilo y

petitivas, pisadas aceleradas, ladri­

sereno durante364 buenosdía�, pier­

que vista desde al aire debe parecer­

La cicatriz del85 aún duele.

entrada está tapada.

madrugada del9 de agosto de2000 . En esa ocasión creo que hasta me

haber recuperado el aliento, lo que

saber qué se sentía, me asomé a la

tos, aflicción, lamentos, oraciones y

ayes. El vecino con el que no te ha­

de los edificios como botargas en agencia de coches. Escuchaba a'los

pagaba el mantenimiento de repen­

por qué, trataba de ubicar un mar­

tu vecina, la que se quejaba porque

muro de carga en un departamento

dos de perros y unos latidos que pa­ recen salirse del pecho. Una imagen

se a la de las hormigas despavoridas cuando su guarida se inunda o la Ya enla calle, cuando uno creería

se encuentra es una escena de llan­

blabas desde hace meses porque no te se convierte en tu mejor refugio;

estacionas mal y no podía salir sin

maniobrar, ahora te abraza como si fueras su tabla de salvación; el administrador, tan resuelto en las

juntas mensuales para aplacar y conciliar catorce maneras diferen­

tes de vivir, empieza a sudar por sus

de los estribos y solloza abatido por no poder comunicarse con su hija. Recuerdo mi primer temblor:

divertí. Me daba mucha curiosidad

ventana esperando ver la danza

vecinos bajar las escaleras sin saber

co de puerta que se viera fuerte o el

que sólo contaba con seis paredes. Aunque no tenía ni idea de qué ha­

cer o qué buscar, tampoco planeé

quedarme inmóvil. Aún no conocía

términos comooscilatorio o trepida­ torio y ya sabía cómo se manifesta­ ban y qué te hacían sentir. Pasé el

dfa entretenida escuchando anéc­

dotas de todos mis compañeros· de trabajo, porque no había otro terrla

d conversación: el temblor lo ocu­ p

todo durante las horas posterio­

r s. Aprendí que existen réplicas,

r·utas de evacuación y protocolos de

nas después sería demolido. Quedó

agrietado,

herido. Nuestras cosas,

nuestra paz, nuestros sueñosy nues­

tro bienestar se cayeron con él. Des­

deentonces nada ha sido igual.

La falta de control nos da miedo.

acción. Vi rostros de turbación, zo­

Algo que puede causarnos la muer­

Años después vivi uao más fuer­

no se puede predecir y que nos pue­

zobra y miedo, mucho miedo.

te: vi cosas caerse de los libreros,

me costó bajar las escaleras por las

1acudidas y entonces sí sentí la im­ potencia, el descontrol, la vulnera­

bilidad y la incertidumbre del fin. Si uno supiera cómo va a terminar

un temblor podría tomarlo de otra forma, incluso disfrutarlo. Pero no, s

parte del fenómeno: el poder de

la naturaleza frente a la insignifi­ cancia del ser humano.

El19 de septiembre de2017la alar­

ma no sonó. La sacudida de las13:14

horas nos sorprendió en casa a doce

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personas, en un edificio que sema­

te acobarda. Una contingenci;l que de quitar en segundos todo lo que

tenemos amedrenta hasta al más

aplomado.

Latremofobia, ese miedo que pa­ decen -padecemos- los que sien­

ten temblar cada átomo de su anato­

mía con cada movimiento tectónico, se considera -o consideraba- algo exagerado e irracional,

pero ¿es

irracional sentir que el mundo se te

cae encima y al mismo tiempo se de­ rrumba bajo tus pies? ¿Qué tan irra­

cional es temerle a algo que te puede costar la vida?

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RAGO Prominencia de la oreja,. situada delante del conducto auditivo .

no se da cuenta del paso del tiempo cuando sus sobri­ nos empiezan a hacer cosas de adultos, y pasamos de jugar en los columpios, pintar garabatos y bailar con

p y sos a darles consejos sobre amor, estudios, peligros noc1 u rnos o ... modas. Modas en las que uno, por supuesto, está m que obsoleto. Pero al menos al principio se acercan en a de una opinión.

hu

Yo moría de orgullo y satisfac­

dfln al pensar que veían en mí a la

1 1 moderna y confidente en quien rl po itar su dura adolescencia.

('un los años me di cuenta de que en Jidad necesitaban una cómplice

r

1 s ayudara cuando tenían que

qu

nfr ntar a alguno de sus padres,

mis hermanos. Un conflicto fami-

11 r que me dejaba siempre entre la pada y la pared, en el que hay que

r malabarismos para equilibrar

hn e

s creteo con los jóvenes y la res-

ponsabilidad como adulto.

Sus ojos se abrieron como platos.

Y siguió una carcajada:

-¿Trago? ¡Tía, aún no es hora

de tomar! -Me quedé pensando en

el tipode fama que tengo entre mis sobrinos. . . -Uy, ¿no sabías que también tra­

gamos por las orejas?

Y entonces nos enfrascamos en

deducir qué tenía que ver eltrago de

tragar obeber con eltrago de la oreja, esa especie de puerta que nunca cie­ rra el conducto del oído.

Jifl aciones con sus padres para

trago! -Y le agarraba esa otra pro­

qur

el fld

hacía tiempo y que negociaba

lograrlo. Hasta entonces

habían

ons guido aguantar, pero cuando

p recf unaNavidad con mi tatuaje

n l

muñeca, Elena agarró fuerzas p ra insistir una vez más. Su madre y

Entonces, ¿en el trago o en la hélice?

se quería hacer un piercing

M

r•

.

pasó con Elena. Yo ya sabía

-A ver, en ellóbulo, no, porque

ahí llevas los aretes y no se vería.

se estaba quedando sin muni-

iones para defenderse, así que me

pasó la bolita, consciente de mi mie­ do al dolor: "Que te digatu tíaLaura al se haría un piercing". La mirada

la adolescente me puso en jaque

y tuve que pensar rápido cómo salir

d ésa. Y salí con lo que tengo siem­ pre a mano, las palabras.

-¿Ya has pensado dónde quieres

hacértelo y si te va a doler mucho?

-En la oreja -respondió veloz

y haciendo caso omiso al suplicio.

Ella no tenía un umbral de dolor

como yo. O aún no lo conocía(liber­ tad de la pubertad).

-Es más, ¡también hay mi anti­

minencia que se encontraba frente al trago. . .

Seguimos hablando de por qué

tenemos la costumbre de jalar las

orejas cuando alguien cumple años,

las diferentes formas y tamaños de

orejas de la gente y hasta historias

de terror de cuando a alguien se le

meten insectos por el oído y lo as­

queroso que es sacárselos. Así em­ pezó una de las mejores tardes que recuerdo con ella.

La conversación y lasbromas dis­

trajeron a Elena un par de años. Se

perforó laoreja cuando cumplió los dieciocho. Pero cada vez que pre­ sume su piercing le cuenta a todo

el mundo cómo se puedetragar por otra parte que no sea la boca. Y así volví a ser la tiacool. Al menos hasta

la siguiente prueba de adolescencia.

19


n 1997el gran acontecimiento en España fue la inaugura­ ción del Museo Guggenheim, que había transformado el paisaje bilbaíno y nos hizo a todos planear un viaje a la ludad vasca. Aquel fin de semana de noviembre nos lanza­ mos a conocer la nueva obra de Frank Gehry que todos aplau­ clfnn. Y las expectativas se cumplieron: el edificio nos pareció

Arte cultivado en la jardineri que consiste en darles formas determinadas a las plantas mediante la poda con tijeras.

pectacular, asombroso. La vista exterior de aquella cons1 rucción metálica junto a la ría no deja indiferente a nadie.

H cuerdo haber estado un buen rato a cierta distancia para observarlo con detenimiento y haber disfrutado acercarme poco a poco hasta tocar aquellas paredes brillantes por el sol.

F,n el interior, espacios fabulosos, una exposición de China y mucho cuello adolorido de tanto mirar hacia arriba, hacia los

1 dos, hacia abajo... Pero confieso que lo que me traje

n mente en el camino de vueltafue

1 recuerdo de Puppy, ese cachorro

artistas convertían esquinas de par­

ques en auténticos vergeles.

Hay arbustos mejores que otros

gigante compuesto de flores que

para practicarlo, y estilos que hacen

museo, todo un símbolo del nuevo monumento y todo un ejemplo de

tros en este arte a partir de la técni­

da la bienvenida en la puerta del

la topiaria. No, no se trataba de un

t�rmino en euskera, esta palabra

que defineel arte de podar las plantas para lograr formas concretas la he­

redamos de los antiguos romanos, que llamaron topiarium, el arte del hortelano decorador, a estas esta­ tuas vegetales.

Ya había visto algunas muestras

n Versalles, donde los jardines del

palaciofrancés lucen formas de todo tipo en sus arbustos y árboles, pero

loa jardineros de mi barrio en lain­

fancia ya se divertían con las tj i eras y

nos divertían a nosotros, pues nos

ponf an a adivinar qué habían queri­

do hacer en ese matorral o en aquél.

omo el juego con las nubes, pero para los días despejados. Igual que 1 Joven Manos de Tijera, aquellos

reconocer épocas, lugares o maes­

ca y las formas. Pero para nosotros sólo existía el talento dePaco, nues­

tro rey topiario particular, que fue

nuestro mayor entretenimiento las mañanas de toda laPrimaria. Años

después vería en los escaparates de las floristerías topiarios en v�nta y descubriría que les dicen así tam­

bién a los arreglos compuestos por

miniárboles manipulados con cin­

tas, varillas u otros materiales que asemejan un árbol pequeño.

Algunos podrán decir que con

esto se adultera y afecta el crecimien­

to natural de las plantas, y tendrán razón, pero es indiscutible el poder relajante,

sosegador y sereno que

transmite pasear cerca de un lugar

verde, lleno de vida, en el que las plantas parecen hablarte y contarte

una historia.

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TI

AR

i hermano conoció a su mujer en la universidad y, entre las clases de nutrición, anatomía, psicología y bioes­ tadística, se enamoraron. Llevan veinte años juntos. on un gran ejemplo de amor. No conozco a dos personas que e lleven tan bien y derrochen tanto cariño, admiración y res­ peto. Se conocen tan bien que han llegado a desarrollar un 1 nguaje propio.

Entenderse dos enamorados con la mirada o hacerse guiñoj

Todos tenemos nuestros códigos

t'lmiliares, palabras que sólo enten­

d mos cuando conversamos con los

que nos han visto nacer y crecer,

histes locales nacidos en viajes de

Infancia y referencias culturales

los mudos han creado un alfabeto a

partir de señas que incluyen gestos y movimiento de manos para expre­

sarse en un lenguaje con gramática propia. Deportistas de todas las dis­ ciplinas se hacen guiños para deter­

ue pertenecen a un ámbito que res­ ¡uardan las paredes a las que llama­

minar jugadas; árbitros y competi­ dores consultan dudas y muestran

h cen es hablarse con los ojos, y eso ocas personas lo logran.

ejemplos de lenguajes y códigos en

1 r escuchados, pueden darse con­

nariz, cejas, manos, brazos. . .

moscasa. Pero lo queJaime y Elena

Pueden decir lo que piensan sin

ejos o apoyo sin interrumpir,una

lática con más personas, pueden

xpresar opiniones o valoracion� s

decisiones sin mediar palabra. . . Son

los que no se usa la voz, pero en los que además de ojos actúan labios,

La de los enamorados es una comunicación basada en la mira­ da, únicamente la mirada. Quieta,

10bre alguien presente con discre�

silenciosa, discreta, privada. Y por

1in fruncir siquiera el ceño y pueden

timo, el entendimiento que cons­

Ión, pueden reclamarse, enojarse

cirse todo tipo de cosas bonitas silencio. Mientras se entabla una

ttica en grupo, ellos mantienen

en privado. Y eso me parece un

uperpoder. No sólo es práctico, con Uo además, logran un vínculo muy pecial, indestructible.

Hay muchos casos de comunica­ visual, como los que logran ju­

res de naipes al decirle sólo con

s a su compañero qué cartas en, qué estrategia de juego se­ y cómo engañar a los adversa­

y ganar la partida. Los sordos y

eso tiene una palabra que lo define:

truyen dos personas que se aman.

Y cada quien tiene una manera de

expresarlo. Y aunque el verbo ti­ mar nos remita más al engaño y a

la trampa, significado que usamos con regularidad, me parece curioso

que dos personas que se timan en

realidad lo que están haciéndose es un guiño a la intimidad, engañan­ do quizá a los intrusos que quieren saber qué se dicen pero ensalzan­

do así los misterios del amor, esos enigmas en los que, a veces, sobran

las palabras.

23


sta palabra no llegó a mí, yo corrí a buscarla. Fue al ter­ minar una llamada con EcoBici. Mis problemas para describir que estaba averiada la "barra del asiento", "el coso que sube y baja para adaptar la altura del sillín" y frases imilares sin sentido, acompañadas de gesticulaciones inúti­

l

s

para mi interlocutor al teléfono, me hicieron lanzarme a

Internet en cuanto colgué. Se me había roto. la tija. ¡La tija! ..

Tubo de aluminio o acero que en una bicicleta une· el cuadro al asiento, para ajustar su altura .

No olvidaré la palabra nunca más. Tenemos muy claras ciertas par­

de la bicicleta. Incluso las de las bicis estáticas. Todos podemos se­

ftalar sin titubeos el manubrio, la dena, los frenos, la válvula, los pe­

dales... Vaya, hasta la horquilla, los

Se me ocurrió investigar al res­

pecto en YouTube. Decidí buscar videos que tuvieran que ver con el

asiento y la posición de la tija. Des­

pués de varios tutoriales sobre qué

platos y los cambios, si me apuras.

tipo de asiento es más conveniente, cómo calcular su altura respecto del

bici y gobiernos con espíritu ecoló­

char por no saber acomodarlo, no

Así que en tiempos de carriles para

gico, es imperdonable no conocer

sta palabra que alude a una de las partes más personalizables de un

velocípedo. ¿Cuál seri a la razón?'

Tija nos llega del país de la carr€­

ra ciclista más famosa del mundo.. 1 término francés tige se usa para

piso o qué lesiones nos pueden ace­

sólo me hice una candidata a dispu­ tar el Giro d'Italia del próximo año

(como parte del personal técnico,

claro), sino que llegué a la conclu­

sión de que nadie usa tija para re­ ferirse a la barra del asiento, que es

como la nombran en todos los que

nombrar un tallo o una varilla y

vi. Y no sé si es porque desconocen la palabra o porque creen que si la

d

quedé con la duda. Pero mi herma­

procede del latíntibia, es decir, una pequeña caña. Y eso es: una varilla metal que se esconde o asoma

ntro de un tubo para ajustar la

tura del asiento y así no lastimar

tua

rodillas o espalda. La única

leza que realmente se adapta al

Jinete urbano, con la que altos y haparros podemos usar el mismo vehículo sin discriminación,

todo

usan nadie les va a entender. Me no, todo un enamorado del pedaleo

y curioso también de los nombres de los objetos, tampoco la conocía.

Y para mí es la fuente más esclare­

cedora que hay. Le gustó, la anotó y la usa desde entonces. Así que si se pueden ha­

un símbolo de democracia. Pero la

cer esfuerzos para crear una comu­

por su fonética? Aunque al mano­ t ar para hacerte entender con tu

un transporte menos contaminante

tija no se nombra, se describe. ¿Será

nidad de ciudadanos conscientes de y más sano, podríamos aprovechar

Interlocutor tampoco te libras de 1 1 comparaciones obscenas. Como 1 a, es una palabra que no se utiliza,

tinguirse, uno rico y preciso, ade­

p daleo.

Tenemos un gran reto.

1f que yo la reivindico cada vez que

para que esos ciudadanos usen un vocabulario con el que puedan dis­

más. Tendríamos un gran paquete.

25


.,.

IAHALI

a confesar algo: cuando estaba en Primaria era miem­ bro de una estudiantina o, como le dicen en España, una tuna. Ya está, lo dije. Todos los lunes y loa miércoles, antes de entrar al co­

legio, un grupo de alumnos asistía­

Tira que se amarra a los instrumentos musicales para sostenerlos .

os a las clases de solfeo y a las de 11sica. La idea era aprender a to­

para inventar otro). Por último, los

accesorios: una bandera, �triles para

las partituras, cuerdas de repuesto

(no imaginan cuántas se rompían en cada presentación) y. . . el tahalí,

un instrumento para completar uestra formación. La música ayu­

necesario para los instrumentos de

concentración, la disciplina y la

sulmana. Era una palabra árabe

mi hermano y yo madrugando para

donde los soldados guardaban sus

a con la memoria, la coordinación,

1 nsibilidad. Así que ahí estábamos articular entre bostezos eldo-re-mi­ /l·sol y viendo cómo agarrar la gui­

tarra con esos bracitos de niños que daron en crecer.

cuerda. Ahí aprendí la palabra.

El tahalí nació en la España mu­

que se refería a una caja pequeña reliquias, sus oraciones (hacía re­

ferencia a una exclamación de la fe islámica). Pero pronto pasó a deno­

minar también la cinta de cuero con

Mi hermano pronto cambió las

la que los soldados la transportaban

edar fuera, así que logré que en z de la guitarra me dieran al�o

de nuestra espalda con un cabo por el lado frontal derecho y el otro

erdas por elfutbol, pero mis ami­ a iban a esa clase, y no me quería

colgada al cuello. Años después, ya

era cualquier cinta que colgábamos

que pudiera agarrar sin parecer

por el posterior izquierdo, de forma

espués de unos meses ya tocá­ bamos algunas piezas y podíamos

bles, por ejemplo. Hoy, que los sables

1 cristo redentor: una bandurria�

onsiderarnos un grupo musical. eso pensaron los directores de

cruzada,

para sujetar objetos. Sa­

se usan menos, los tahalíes más fa­

mosos son los de bajistas y guitarris­ tas.

He salido con un par de músicos.

asilo de ancianos que nos invi­ 'flaron a presentamos una Navidad.

Uno creería que las novias de los

ensayos debían incluir variedad.

que beben champaña en los cameri­

o era el Auditorio Nacional, pero

Teníamos tres canciones que po-

os presumir. Sólo nos faltaban

�'iiUtuaJ:"Io, accesorios y. . . nombre.

Nuestras madres se pusieron a la obra. Investigaron el propio deun tunante profe-

y empezaron a confeccionar­

era el tumo del nombre:

como nuestra escuela

bastante jipi era el nombre como

músicossongroupies en primera fila

nos... Ésas serán las de los Rolling

Stones; yo era de las que cargan cables,

platillos,

amplificadores y

tahalíes. Y cada vez que veía uno,

esbozaba una sonrisa. Aquella niña con callos en los dedos, que bailaba al ritmo de la pandereta y que soña­ ba con llegar a los mejores escena­

rios del mundo, se había ido con la música a otra parte.

27


OS I AS

uizá sean sólo gestos, muecas, expresiones o formas de lm1ov4�rs�e pero suele ocurrir que alguien te reconoce en persona. A mí me ha pasado con varias actrices aaezco el piropo)

...

y con Yolanda.

espués de meses de haber de­

Sosias, respectivamente, para que

aquella oficina, regresé a visi­

Júpiter seduzca a la esposa de An­

mis antiguas compañeras, con

Persona que tiene parecido con otra hasta el punto de pod ser confundiaa con elfa.

fitrión(ya ven cómo se las gastaban

que ahora mantenía una rela­

en la mitología griega y cómo les

laboral vía internet, con siete

gustaba eso del disfraz, el camufla­

s de diferencia y un océano de

je, el engaño, la traición y los casti­

que era mi calco. Yo pensé que

de la historia, porque qué chiste, pero el caso esque la situación llevó

gos eternos). No les cuento el final

medio. Durante mi ausencia ha­ llegado una chica que todos de­

aMoliere a adaptarlo siglos después

•r.c:a.tJl<Hilau•au tanto que querían en la nueva a alguienque les hi­ recordarme. Cuando laví, me

y dejar al personaje como nombre común en el vocabulario. Como en la comedia de Plauto,

helada.

era como verme al espejo,

no se trata de parecidos de paren­

no podía dejar de mirarla. Nos

ltQjiamtos. Era su cabello,

tesco ("eres el vivo retrato de tu

pero

tía Elena"); aquí no hay genes por

medio. Son personas que no tienen

su forma de sonreír, su es­

la vestimenta y hasta lafor-

agarrar la pluma. No éramos

·

de agua, pero sí habíamos .

nada que ver contigo y que poseen rasgos o movimientos semejantes a

los tuyos que hacenque la gente es­

del mismo manantial. Había

tablezca unmatch cósmico. Y eso no

un sosias en alguna parte del

los decretan los demás. Podría considerarse un doble, incluso podría llegar a confundirte

contrado a mi sosias ahí mismo. Cada persona supuestamente o. Y debe de pasar a menudo

que incluso aparezca en el dic­ . o, sobre todo para disuadir

demás de que están viendo o paraque no pienses que ya

listo para el manicomio. El fe­ existe.

'

es un personaje de·�­

una comedia escrita por

lo puede ver uno mismo. Los sosias

un buen imitador, pero cuando uno se topa con un sosias sin esperarlo se trata de algo másque una feliz coin­

cidencia. Seguro la tecnología ya ha

inventado el modo encontrar sosias en una gran base de datos y podrías

encontrarlo en este vasto mundo de

en el siglon a. C. En ella, los

muchas maneras, pero hacerlo al azar sigue teniendo un encantoque

por Anfitrión y su esclavo

de historia.

Júpiter y Mercurio se hacen

nos sigue fascinando luego de siglos

29


a imagen es terrorífica. Estoy sentada en un consultorio médico. Es temprano y llevo muchas horas sin comer.

AN GR AD UR a

Una enfermera se acerca a mí con una jeringa en la mano. pide estirar el brazo hacia arriba y empieza a analizarme arte interna del codo. "Qué sangradura más clara tienes", . No sé muy bien qué sigue después porque, para variar, me baja la presión y me desmayo en una más de mis típicas nas en los centros médicos, donde, vaya a lo que vaya, ter­

Parte hundida del brazo opuesta al codo .

no en una camilla tumbada y con varias personas alrededor nicándome y poniéndome un algodón inundado de alco1 bajo la nariz. iempre aviso antes de que me

pasar, pero siempre me miran cara de "No exageres, conmigo

te pasará nada". Luego me miran

una señal muy soez, pero Drácula me acaba de chupar las venas y no

antes de que se abra la cabeza".

Al fin quesangre también se refiere

cara de "Ay, madre, que abra los

Cuando por fin recobro la con­

cia y el color de la cara, me lvo a quedar sola con la misma rmera, que ahora se afami'en erme un curita para impedir

pierda más sangre que la que se .

u

�a ya en los dos tubitos que acaba tiquetar en la mesa.

"¿Por eso se llamará sangradu­

rw, porque es ahí de donde te sacan

llllgre? ",

retoma la conversación

percatarse de que hablar del li­

dito rojofue lo que me mandó al IOPOncio hace un rato. Como técni•

si estuviera a punto de bailar laMa­

carena. Sí, también puede parecer

de distracción no estáfuncionan­ "Me gusta más sangradura que

ngrla", sigue su reflexión. "Los dicos le dicen fosa cubital oflexu­ del codo. A mí me parece muy que tenga un nombre común.

codo es el codo. La sangradura es

Qngradura".

Lo único que se me ocurre ha­

el'l. ese instante con la dichosa

llngradura es tocarla con la otra

o y doblar el brazo. Así, como

estoy en mi mejor momento, se vale.

al carácter de una persona, y no me importa mostrar el mío. Minutos atrás me medían la pre­

sión con un estetoscopio justo en esta parte, dónde las venas se acer­ can a la superficie, donde dudas de tu linaje al ver su color azul. Qué in­ vestidura, la sangradura. Me resulta llamativo que siem­

pre supe del nombre de la corva y

no de la sangradura. ¿Qué ti�nen

las rodillas que no tengan los co­

dos? La corva es la parte opuesta de

la rodilla y se ve menos que la par­ te opuesta del codo y, que yo sepa,

no se usa para nada en especial. Se

trata de pliegues, de partes donde

se doblan extremidades. Repasé mi anatomía en busca de más pliegues, más nombres desconocidos.

"Listo, ya terminamos, ya te pue­

des ir ". No sé si fue prueba supera­

da pem

al: menos ya puedo irme a

desaY!Jnar y reponerfuerzas. ¿Será muy. temprano para unasangria? Lo

dige por lasalud.

31


llamas Samuel, de antemano te ofrezco una disculpa. No

SAMU ELEAR Tratar 4e .ver furtivament o con dtstmu lo un hombre las partes sexuales o muslo, de una mujer. ·

tomes personal. Entenderé si no quieres seguir leyendo � ... u'-'�1 ....'-

quizá lo hagas por curiosidad). Porque de eso se de curiosidad. La de todos los seres humanos, seducidos l sexo contrario. Por el sexo. Y ese interés da lugar incluso 1 bras para definirlo. Ésta se basa en la mirada masculina rpo femenino. La que hizo inmortal a cierto Samuel, con­ ido en emblema de cualquier persona, en cualquier lugar, alquier época. Pero así son las etimologías populares,

das del boca a boca, de las imprecisiones, de la falta de tro y de la costumbre urbana, la leyenda. Porque Samuel haberse llamado de otra forma, pero este aldeano fue bautizó una práctica que ejercía con regularidad y que le famoso en su pueblo. Quizá su descaro lo delató pero o ganarse un lugar directo en el diccionario. alg una forma la sociedad ha

In

do algunas miradas molesdemasiada censura, como

1 hombre al escote femenino.

oda, perofrecuente y sup ues:. te fácil de disimular. Porqu e

No está bien visto samuelear pero si

te atreves a hacerlo, al menos sabes

cómo llamarlo.

Estas palabras nacidas en el ha-

bla folclórica toman un nombre propio como genérico y con él crean

ue resulte evidente suele ca�

un nombre común, una expresión o

a y, por lo tanto, es más senci-

lectivo. Samueleares un renglón más en una lista donde aparecen tam­

fiarse con la mirada a otra parte

d efender. Aunque es difi cil si

un dicho que pasa al imaginario co­

biénmarialuisa, tiovivo yperogrullada, así comoáscar, el de los premios; een. que pueden hacer creíble juanete; verónica; pepito, el de los

1

a se encuentra a pocos ceu tídel busto. Los osados varo-

confu sión del ángu lo visual: los

chistes; Ambrosio con su carabina;

a tán a 90 grados; el escote,

Pedro, el que se pasea como por su

ntarlo. el otro punto álgido de la fi-

piente hirviendo, y el cuarteto for­ mado por fu lano, zutano, mengano

a110. En serio, no sirve, dejen

femenina, por lo general,

frenar un poco más, al

en las distancias cortas. El

casa; María, la del baño en un reci­

y perengano. Nadie sabe quiénes son pero los nombramos a diario

en una especie de homenaje a to­

de150 grados de inclinación imposible de justificar. Así

dos aquellos que usan y enriquecen

apuntar a la entrepiema mutl n ser descubiertos. Quizá por

sean loables o deleznables. El léxi­

••, -tiiD er� m a estar más alejados

t nga nombre. Uno de un anó-

que pasó a la historia por ser

osador nato de los muslos y las a pudendas de las muchachas.

el idioma con sus ocurrencias, sus

hazañas o sus comportamientos, ya

co no juzga pero sí define. Aunque algunos de esos comportamientos tengan que ver con miradas furti­

vas, molestas o se hagan con el rabi­

llo. Mucho ojo.

33


ptiembre. Mes patrio. El mundo en tricolor. El chile en ogada. Las banderas en los edificios. El zócalo de gala. El grito. Los gritos. El pozole. Los collares verde-blanco-ro­ l tequila. Cena familiar. Fiesta con los amigos. Canciones. Alfredo Jiménez. José José. Juan Gabriel... Ya entrada la ,

Fleco liso, como los que lleva el rebozo.

rhe, Cri-Cri. Sí, los caminos de la algarabía septembrina impredecibles: Lapatita,

tlt' canasta y con rebozo de bolita, va al mercado a comprar todas las cosas del mandado.

Se va meneando al caminar como los barcos en altamar.

tonces todos se paran, se trans-

m n y menean el rebozo. El rebo­ imprescindible para "salir al nario" y cantar a todo pulmón referentes . de la identidad nanal. Esta ·prenda tan nuestra, tan oda, tan práctica, tan lucidora, presumida y presumible, tan Y rl da, tan genial. Como dijo el Dr. tl, "la prenda mexicana por excela", y los que habitamos esta tie­ 1 no perdemos oportunidad para rzar esta idea. Nos tapamos, protegemos del sol, portamos lftoa, nos abrigamos ... el rebozo es tectora y resplandeciente com­

(a.

Una vez acudí a la feria del rebo­ que se celebra, sí, en septiembre. piares de todos los rincones de co. Cada vez que querían mos­ e uno lo extendían como quien ola una bandera. Y al recoger eza, con suma elegancia, plega­ la tela, ordenaban los rapacejos, o quien compone un flequillo peinado por el viento. Han sido

educados por bastidores, acicalados por bastones y espadas, han sen­ tido las cosquillas de las varillas, bailado al son de los pedales, de la mano de los arneses ... El rapacejo sabe cómo comportarse para hacer quedar bien al rebozo. Aletea jo­ vial cuando sopla el viento, resiste invencible los embates del enredo. Esos miles de hilos se abrazan y juguetean cuando se guardan pero siempre están listos para volver a ser aireados. Volverán a volar. La noche avanza. Los tragos, también. La atmósfera se va toman­ do nostálgica, melancólica. Las can­ ciones adquieren un ritmo afligido y una temática pesarosa. Los bailes y risas dan paso al sentimiento, la soledad. Cada quien sigue cantando apasionado, ya en sus asientos. El rebozo ahora enjuga las lágrimas. Los rapacejos han vuelto a tomar el mando; ahora están firmes, son los encargados de sostener el llanto, el alma. Ya descansarán después, cuando sea la hora de su recreo. Por lo pronto son guardianes, son com­ pañía. Tapáme con tu rebozo, llorona, porque me muero defrío. Tapáme con tu rebozo, llorona, porque me muero defrío.


uién no ha soñado alguna vez que está desnudo en la calle y no tiene con qué taparse? No sé qué expli­

ORTAÑ U ELA

ación le daría Freud a esto, pero sí me ha pasado. u no de la cama sintiéndose fatal. Supongo que tiene ·on la fragilidad o con sentirse vulnerable ante una ,•J(m determinada. Lo bueno es que despiertas y la ta-

v •r t 1

t•c lia pasa, te abrazas a tu almohada, acaricias tu piyama 1 vio y te aseguras de ponerte todas las prendas de vestir yn en tu clóset antes de salir de tu habitación.

Tira de tela con que se tapa la bragu eta de los calzon es o pantalones .

hay pesadillas que ocurren

re •

ojos abiertos y que también

1

n qu

ver con ropa. De ésas

1 1 n 1 ngo varias experiencias.

siempre presente y nunca suficiente­ mente nombrada: la portañuela.

tuve una presentación

El diccionario sitúa su origen en

foro grande y después de

el diminutivo de puerta (más gráfi­

v :r. an

te toque. La gran protagonista de este desliz, sin embargo, es una pieza

un

mañana de conferencias

co, imposible), pues el sufijo -uelo, la (pañuelo, copichuela, riachuelo, es­ critorzuelo) otorga un valor diminu­

m n t arios sobre un escenario, 1l r mi cuarto y verme en el o m di cuenta de que había

tivo o despectivo, según el caso, que

do bajarme el forro de aquel

en esta palabra puede resultar am­

monísimo y

transparetitoso ' bos. Puerta al bochorno, a la curio­

MIDIIIt'l de ir al baño... Imaginen la

sidad, a la burla, y a todo un camino

se me quedó al imaginar

de anécdotas que contar durante un

u

m n tarios de los ilustres asis-

tiempo.

Espero no volver a ver jamás

Cabe mencionar que la porta­

no... at uendo que puede hacerte

ñuela no se limita únicamente a la bragueta, pues existen portañuelas

peor de las penas son los

también en los puños de la camisa,

1 nes. Que levante la mano no haya salido a la calle con

blantes se designa con este nom­

eta abierta. "¿Eres poeta?

bre un tipo de puerta de coches o

1

dbete la bragueta!", decíamos

y en algunos países hispa�oha­

carruajes.

•nulllera, ningún artilugio de cie­

Quizá esa virgulilla en portañue­ la represente la sonrisa de quien se

lido capaz de evitar semejan­

da cuenta de que el cierre travieso

do. En realidad no deja ver pues debajo suele haber un

no cumplió su cometido, y entonces vendrá un momento de risas. Y en

1

1

1

en son de burla. Botones o

pero por algún caprichoso nos provoca risa o vergüen­ en qué lado de la historia

estos tiempos las risas son la puerta

grande a la felicidad. Y se vale que ésa siempre esté abierta.

37


do me preguntan dónde s e puede aprender nuevo vo­

LAYO

u lario siempre contesto que en los libros. Son una gran

n t de aprendizaje, sin duda. Pero hay muchos más es­ n los que basta poner atención para darnos cuenta de p labras nuevas se esconden hasta en los rincones más pt <·hados. Pero se me quedó el ojo cuadrado

Plástico delgado y adheren t1 que se usa para envolver obje tú bultos o cajas.

al escuchar: "Les dejamos un playo por departamento para que empla­ yen lo indispensable en el menor tiempo posible". Ahí a la que se le quebró la estructura fue a mí. Yo trataba de pensar en las cosas in­ dispensables y Protección Civil me recordaba el biquini y la toalla. Mi conocimiento

terminológico hizo

agua. Cuando vi descargar los prime­ ros rollos de plástico confieso que 1

facilita, o

1

u

estructurista, -�1

que revisa una estructu-

n lida como el conjunto de

t

rl

me desconcerté. Mi intriga se fue

planea proyectos, los di-

,

, 1

.

'

· desvaneciendo cuando, cada vecino recibía uno de esos cilindros bri­ llantes y pegajosos.

I mportantes de un edifi-

Poco ha de tener que ver con el

que alguien lo confunn tlatructuralista moría de risa,

adjetivo plano o con el verbo playar, que en algunas regiones se refiere

1 So.ussure o el mismisimo

a la diversión que se origina en la playa.

l

v

tr

z

use fueran a hacer la eva-

), También conocí elementos

Ni diversión, ni llaneza. Un au­

v !vieron indispensables en rvivencia y mi conversamo 1 polín, al que yo llama-

téntico rollazo fue aquello. Aquellos doscientos metros de plástico resul­

m

IIIIIGitl

nte madero, y que resultó Inseparable de cansadas stresantes bajadas a un

y

(emplayar, porque hasta tiene ver­ bo) los pocos muebles que habían

en inminente derrumbe.

quedado en pie en ese maltrecho departamento en los escasos cua­

puntales a la construcpuntalaba el futuro y se

renta minutos de los que disponíamos, pero como todo tiene un lado

...'IHiu n : 1or

'y

taron insuficientes para proteger

punta los nervios y la

bueno, toda la operación se hizo de

Pero la palabra pre-

forma transparente y en mi voca­

po/fn, fuera de madera o de

�1 nos agarrábamos para

ftrmes.

bulario quedó adherida una pala­ bra que nunca olvidarla. Y eso sí es profundo.

39


EIR I C O R Olor que produce la lluvia al caer sobre tierra seca . 1

1

f

J

1 1

1

robablemente ésta haya sido una de las mayores sorpre­ sas lingüísticas que he tenido en mi vida. Y también una decepción. Rebobinemos un poco antes tle empezar. Pasé mi juventud en Madrid,

El término petricor fue creado por

donde no llueve mucho, así que cada vez que caen cuatro gotas nos

unos geólogos australianos que es­

ponemos muy contentos. Cuando

la fórmula. El cuento corto -y sen­

esas cuatro gotas se convierten en cuarenta, nos empezamos a quejar,

cillo- es así: en los terrenos rocosos donde escasea la lluvia, las primeras

y cuando llegamos a las cuatrocien­

gotas liberan unos aceites deposita­

tas, la ciudad se vuelve inhabitable (la gente corre por la calle, los co-

la piedra. Al expandirse por el aire

1 1 1

1 1

11 1

1

l 1 1J

dos por las plantas y absorbidos por

ches chocan, la tierra se hace loda­

se mezclan con otros compuestos

zal, los paraguas sacan los ojos de

también liberados por el agua recién

los transeúntes, nadie encuentra

caída, como la geosmina (derivado de

sus botas y la tormenta monopoliza .todas las conversaciones de la capi­

ciertas bacterias) y a veces el ozono contenido en la atmósfera, lo que en

tal). Pero como es algo poco común,

un proceso veloz provoca ese olor tari

no es grave. Volviendo a las cuatro gotas, las

característico. Al ser una superficie rocosa donde se origina esta mezcla,

que se festejan, ésas son recibidas con regocij o y agradecimientQ. Nq

los ingleses tomaron la raíz griegapé­ tros, que significa piedra, añadieron

habrá que regar las plantas ese' día.

ikhor, que era el nombre que le daban

Incrédulos, los habitantes se asb­

en la mitología griega a la esencia que corría por las venas de los dioses y se

man a comprobar lo que su olfato les adelantó: está lloviendo. Y es

1

tudiaron este efluvio hasta dar con

formó la actual petricor.

Voila!

Para muchos animales este olor

que hay algo de placentero en ese olor que anuncia la llegada del agua.

es una guía para encontrar agua

Y si vives en el campo, la sonrisa se

en el desierto o una señal para de­

convierte en fiesta. Las flores abren brazos, el pasto se contonea

tectar el momento en que algunas especies deben cambiar algo en su

ritmo de la música pluvial y los

ciclo vital, pero en lo personal re­

S'Ji. IUIJiai.ait�� sacan su repertorio para quejarse o celebrar en un

olí esa lluvia después de conocer el

conozco que la siguiente vez que

improvisado que se hace melo­

origen no pude evitar taparme la

Cual círculo de la vida del Rey

nariz pensando que respiraba una

Al menos así me lo imagino,

bacteria. Luego pensé que llevaba

casi siempre me toca correr resguardarme. Mi asombro lingüístico sucedió conocer que aquel olor tan agra­ no sólo tenía nombre sino que responsable de tal aroma era una -·· lll.. ...t.....;., ¡ ¡¡Una bacteria! ! !

años haciéndolo sin consecuencias graves y que seguía pareciéndome irresistible, así que volví a disfru­ tar de tremendo perfume. A fin de cuentas, ¿qué hay de malo en inha­ lar profundamente y llenarme de vida los pulmones?

41


ay muchas maneras de llegar a una palabra desconocida que terminas metiendo en tu vocabulario. Algunos de esos caminos resultan muy divertidos, como fue el caso e ésta, que descubrí en una especie de reto que me pusieron en

Twitter. Acepté como si se tratara de un desafio personal.

Salto dado con un solo pie.

Un día me preguntaron cuántas p labras terminadas en j conocía n español y una búsqueda en Goo­ ¡le me sacó del aprieto. Había unas pocas conocidas, como reloj, contra­ rreloj, sij y carcaj, pero ni siquiera 1abfa que existían otras, como troj, boj, a/ioJ; maniblaj o cambuj, que pa­ recían llegadas de otros idiomas. Agradecí que me llevaran a nuevos onceptos (incluso a nuevos insul­ tos). La familia de las terminadas n j no es extensa, así que merecía 1 pena viajar un rato por sus histo­ rias. Quizá por falta de uso uno no 1 11 retiene. Pero hubo una que sí. Tí­ mida entre todas ellas encontré-miá que podría usar con más frecuencia. MI gran hallazgo en este ejercicio fue pedicoj. ¿Tan inusual es saltar on un solo pie? Para definir tal acción, muchos olemos decir saltar a la pata coja, ue en realidad equivale a desglosar 1 1 términos que la componen: pie t cojo pedicoj. Curiosa decisión de liminar la última vocal, quizá para tar malentendidos o interpreta¡ nes de otro tipo. Objetivo que no 1i ae consigue... Me puse a cavilar en qué situa­ s usaría esta palabra; es decir, do se salta a la pata coja, cuán­ da o se hace un pedicoj. utomáticamente pensé en el ¡o del avión, que todos conoce­ ' aunque a veces por otros nom=

1

rayuela, mario/a, cascayu, tejo,

infernáculo, pachoc/e, peletre, cirimo­ ño, truquemé, tangara, pisao, bebe/e­ che, chácara... En cualquiera de sus

ortografias el juego implica practi­ car el pedicoj para llegar al final. También pensé en los pedicojes (el plural también es una joya: ahí parece que pedi- tiene que ver más con pedir que con pie) que hacen los atletas en el triple salto de lon­ gitud, pues aunque caigan con las dos piernas en la arena, en realidad su primer salto se realiza con una sola. Muchos deportistas incluyen en su entrenamiento horas de salto con la cuerda y la usan de diferen­ tes maneras. He visto a boxeadores brincando con una sola pierna, su­ pongo que se ejercita mejor así, con pedicojes. Por último, traje a mi memoria esas competencias que hacen en días de campo, en las que unos par­ ticipantes muy risueños y fuertes concursan en carreras de sacos, ma­ ratones de cerveza, carga de parejas a alta velocidad y un sinfin de ideas descabelladas que, en el fondo, nos hacen muy felices. Seguro en uno de estos torneos hay una prueba de pedicoj. El hallazgo me pareció tan diver­ tido que ahora quiero trasladarme así en mi casa; además de cardio, que nunca viene mal, ir de la sala a la cocina en pedicoj es un pequeño paso para mi humanidad, pero un gran salto para mi vocabulario.

43


E DA

TE

n 1982 yo vivía en Amberes, en el norte de Bélgica. A mi padre le habían ofrecido un trabajo de dos años allá y la familia empacó para mudarse a Amerikalei 220, para emprender una nueva aventura. Aventura que inició a -22°C en un Ford Fiesta verde cargado hasta el tope de ilusiones y expectativas (los muebles y los juguetes vendrían en un ca­ mión más grande).

Maestro que enseñaba gramática a los niños yendo a sus casas.

Mis padres nos inscribieron a mi hermano y a mí en el Liceo Ma­ rie joseph, donde aprenderíamos francés, donde haríamos todo en francés. Mi madre temía que no ntendiéramos nada, pero para su sombro, el primer día llegamos xplicándole lo que habíamos he­ ho en una nueva lengua, mezcla de nuestro español, el nuevo francés y un flamenco inesperado (el idioma más popular en el barrio). Mi mare, apanicada después de batallar la primera semana en el mercado, n las juntas escolares y en las veci­ n les, corrió a tomar clases noctur­ s de la lengua gala para poderse municar hasta con sus hijos. No recuerdo el proceso, pero sí uerdo a dos hermanos mexi­ nos que se sentaron junto a mí cuanto me vieron y me fueron duciendo todo lo que decía la estra. Los niños se adaptan a o. Para Navidad ya tenía el papel cipal en la obra de teatro de la ela, ante la mirada atónita de padres, que aplaudían sin saber bien qué decía su hija. a" ....''n' a leer en francés antes español. Eso alegraba mu­ mi padre y preocupaba a mi que pensaba en el momento IMIII'I"PI�::�r a España. Estudió mé­ docentes y preparó todo un

espectáculo lúdico para enseñarnos a leer en español en casa. La cocina se llenó de cartulinas con dibujos y sílabas. Y así se fueron intercalando el Comment allez-vous? con el Tengo un paraguas en el armario (a mi ma­ dre le debió parecer muy narcisista el Mi mamá me mima). Entre mi ma­ dre y María Montessori, mi herma­ no y yo mantuvimos el ritmo de dos países y nos dívertimos como locos en la escuela y en casa. Antes era usual que los niños no fueran a la escuela; algunas familias pagaban maestros a domicilio para que les dieran lecciones de gramá­ tica a los infantes. Esos maestros se llamaban pedantes (no tan escondí­ da la raíz griega paidós, para referir­ se a los niños, de la que heredamos la conocida pedagogía, aunque otros aseguran que viene de pes, hijo), y el brinco para usarla contra alguien engreído y sabiondo derivó quizá de los estrictos exámenes a los que eran sometidos esos aspirantes a educadores, que los hacían muy pretenciosos y redíchos. Mi madre, lejos de ser pedante, resultó ser una maestra divertida y muy inspiradora, y lo único que presumía eran frases elementales en flamenco, que nosotros pro­ nunciábamos con una peineta bien puesta. ¡Y olé!

45


eredé muchas cosas de mi tía Pili. Ella era la encargada

PAREIDOLIA

de organizar los juegos en las tardes de verano que pa­ sábamos en nuestra casita de campo. Solía tumbarnos n el pasto para observar el cielo y jugar a formar figuras con las nubes. Cómo se reía con nuestras ocurrencias.

Fenóm eno psicológico por el que se recono cen patron es significativos, como caras o figuras familiare en donae no las hay.

Sigo jugando a lo mismo, sobre todo cuando viajo en avión. Me hace 1entirme más cerca de ella, porque 1eguramente volando lo estoy. Aho­ ra con las redes sociales el juego de reconocer figuras en objetos ambi­ ¡uos se comparte de muchas otras formas y en muchas otras dimensio­ nes. Una de ellas son las fotos de Ins­ tagram. Me encanta, por ejemplo, hashtag #VeoCaras o #ISeeFaces. e trata de subir fotos en las que bjetos tomados al azar te hacen r rostros en lugares inesperados. �jeros casuales en una pared, tuercas en máquinas que aseme­ unos ojos, manijas que parecen ocas sonrientes, botones que se nvierten en nariz... La variedad tan grande como la imaginación. en uno de esos hashtags que la te añade para alcanzar a más arios me topé con #pareidolia etimología deja al descubierto para- (junto a, semejante) y la

eidolon (con aspecto de, aparien­ imagen), para formar unidos que algo adjunto, externo a otra que nada tiene que ver con ello. Y el juego de las nubes de

especie de engaño de la y la imaginación ha llevado a

generar auténticos centros turísti­ cos para ver formaciones humanas en rocas y montañas (ni qué decir de la mujer dormida o del conejo en la Luna ... ), pero me asombra que el juego tenga un lugar en la psiquia­ tría y sea considerado alucinación visual. Ahora bien, siendo estrictos con la palabra también puede haber pareidolia acústica, al creer escu­ char una frase que no existe en un ruido sin palabras o al forzarla en idiomas distintos. (¿Se acuerdan del Uruapan mexican loqui que haría brincar de susto a los mismisimos Daft Punk?) En la cuenta de mi amiga Paola (@paolagmadrigal) amo seguir el hashtag #corazoning, donde la ge­ nial actriz reconoce corazones que se va encontrando al caminar en su día a día en hojas, piedras, cor­ tezas de árbol, marcas de vasos en la mesa, espuma de café y unos tantos etcéteras. Una pareidólica profesional. Ilusiones, juegos o lo que sea que avive la imaginación, sirva para compartir sonrisas y construya re­ cuerdos de por vida, bien merece una palabra y un momento de an­ dar en las nubes para reflexionar sobre ella.

47


na de las últimas palabras incorporadas a mi vocabu­

PAPARR UCH A Noticia falsa que se esparce entre la población .

lario. Llegó por Twitter, ese gran campo fértil, campo de batalla, campo magnético, campo semántico. Por­ en la red es donde más se comparten ahora las palabras. t s eran los expertos, los académicos y eruditos los que se unían para inventar una palabra que designara un nuevo n epto. Tomaban un cachito de raíz griega, una pizca de fijos latinos, un puñado de prefijos árabes y ¡listo! Una pa­ r

nueva había salido del horno para ser usada.

L B tiempos han cambiado. Las 1 cldades, también. Ahora los ha-

En latín, pappa era la palabra con la que los niños se referían a la comida (en Chile, papa significa biberón, y en España, papear es el coloquialismo para comer). De ahí derivó papa (nada que ver con el tubérculo ni con el sumo pontífice), usada para definir una tontería o una simpleza. Y después brincó a páparo, una esdrújula hermosa que define algo menos hermoso: aldeano

1 nt s somos más dueños del idio-

ue nunca y si una palabra, por

cadémica y culta que sea, no sta, no habrá poder lingüístila imponga (que nos lo digan hUangos a la hora de hablar stro gentilicio). ta que alguien invente una pa, guste y se difunda por los rindel universo virtual para que formar parte del vocabulario, PIII' "' •"'·,, el callejero, el que termina ,._,... u ,.,do en los diccionarios, el que ona. Quizá no limpie, fije ni 1 ndor, pero lo hace vivo, le da Ión, le otorga inmortalidad. r ese medio me llegó papa•••• que enseguida me intrigó. •l'llllln acíón -ucha le confería un y

·

u hombrede campo, simple e ignorante, que se asombra con cualquier simple­ za. Ése fue el puente para terminar en nuestra paparrucha, que tiene

dos significados relacionados: uno se refiere a una tontería, estupidez, cosa insustancial, y el otro, a una noticia falsa o desatinada sobre un hecho. Éste serviría para sustituir fake news, un problema que ha convertido la red en un gran cam­ po minado. Las paparruchas han hecho de internet un medio sos­ pechoso y un blanco perfecto para intenciones manipuladoras, a pe­ sar de que las noticias deliberada­ mente falsas existen desde tiempos inmemoriales. Y para darnos cuenta de eso, no necesitamos ni líderes del mundo que lo acusen por las redes socia­ les ni palabras extranjeras que lo definan. Necesitamos, más bien, inventar palabras que combatan las paparruchas. 49


evo rato observando la plaza. Finjo estar tranquila, le­

EAR

yendo en una banca. Mi mirada se esconde entre el ala de mi sombrero y las hojas del periódico que sostengo n aire interesado. Pero en realidad mi interés se encuentra u nos metros. 1 > •]ante de la catedral todo par

Espanta r o ahuyen tar a las aves dom ésticas o a algu nos insectos .

d

apacible. Una pareja camina In mano, a paso lento, sonrien­

en seco. Cambio mis movimientos

y los hago ahora suaves, silencio­ sos. Cuando me siento impercepti­

mbobados. Una joven habla

ble y rodeada de todas las palomas

alcanza a entender qué dice. 11 n i fí.o se esfuerza por avanzar

maniobras, inesperadamente esta­

rlo

por t l éfono animadamente, pero

1111 11

hora de su almuerzo y ajenas a mis

u triciclo sin rumbo fijo. Un

llo en una especie de euforia que

1 ndo de imitar los chorros y la

piernas, gruñidos, berridos y, para

urhacho dibuja en su cuaderno · u l t ura de la fuente. Un anda­

1

que están muy entretenidas con la

ca del bolsillo un envoltorio

incluye sacudida brusca de brazos y terminar, una carcajada llena de sa­

tisfacción. Volví a hacerlo. Sólo me

extrae migas d e pan que

faltó gritar. Todo el mundo se me

r a las palomas que bajan rau­ d de el campanario para He­

fondo sé que a todos les gustaría

qu

re

sobre el empedrado para

su parte del botín. Palomas. ' r sentación de la armonía, la

quedó mirando atónito, pero en el estar en mi lugar.

Yo oxeo. Tú oxeas. Él o ella oxea ...

Todos oxeamos. Porque de vez en

zn y la sencillez. ¿Cómo demo-'

cuando hay que sacar a pasear a

ste bicho ruidoso, contami­

ese monstruito que todos llevamos

invasor llegó a convertirse mbolo de la paz? ¡ Por cada

dentro. El acto me parece inofen­ sivo. Aunque no sé qué pensarán los oxeados, porque nuestras moti­

m l 11ones de grises encuen­ una blanca, jamás se ven con

vaciones suelen ser variadas. Uno

ma de olivo en el pico, son

puede oxear palomas por placer;

n

naza para monumentos y enfermedades peligrosas!

gallinas, por necesidad; moscas, por molestas; colibríes, sin querer,

�o crece sin mesura según

y gaviotas, por supervivencia.

l lgro alado. Repentinamen­

que viene de una onomatopeya

pasando el currículum de

mo poseída por una fuerza

Y para ello existe una palabra

(ox,

interjección ya en desuso). Una sola

...11\l 't u ral empiezo a correr en

b transformaría este juego en un

vez mayores, parezco vo­

sirven para jugar con las aves o con

6n al anciano. Mis zancadas

ercarme a él me detengo

combate. y· es que las palabras nos ellas mismas.

51


e llamaba Mamen, que es como les dicen en España a

O N IC O FAG IA

las bautizadas como María del Carmen, y fue mi prime­ ra profesora. Con dos años recién cumplidos empecé la guardería y ella se ocupaba de nosotros ocho horas cada día. Nos entretenía con canciones, nos recitaba poemas de Gloria Fuertes, nos enseñaba a nombrar y diferenciar los colores,

Co merse las uñ as po r nerv tos . •

los números y a colgar los abrigos en las perchas. Jugábamos n la arena del patio, nos subíamos en los árboles de la par­ t trasera y hasta plantamos unas arizónicas pequeñitas que hora miden metros y metros de altura y tapan frondosamen-

1 muro lateral de la escuela Parque Lisboa. A los dos años recuerdas poco de

que haces, pero cualquier detalle

ja huella. Mamen fue una de esas stras que sigo recordando hoy.

r cómo olía, por cómo se vestía

enseñar a morderse las uñas". Y así, como si se tratara de una clase de macramé, minuciosa y delicada, o la teoría de la relatividad, compleja y laboriosa, nos dio las instruccio­

por algo insólito que todavía no rmino de creer. Mi primera pro­

ora nos enseñó de todo, incluso

nes hasta lograr su cometido. Nadie llegó con una uña viva a casa. El sufljo -fagia, presente en va­

mordernos las uñas. A aquella

rias palabras, que no son muchas ni

ora delgada, con lentes grande� cristal grueso, que siempre ves-

� Ida de pana hasta debajo de las

lilas, le pareció buena idea que

luyéramos la onicofagia en nues­ urriculum vitae. Yo la quise

ho y le agradezco muchas cosas,

¿ so? No, Mamen, eso no se vale.

muy agradables, designa la acción de comer o tragar; por suerte yo sólo

aprendí a morderme las uñas pero no llegué a comérmelas. Supongo que la maestra Mamen me habría reprobado. Aunque a ella tampoco le habría ido muy bien con la Secre­ taría de Educación ...

cuerdo perfecto aquella ma­

Tardé mucho en contarle ese epi­

Estábamos todos sentados a lrededor. Ella en su silla, como

sodio a mi madre. Quizá no lo en­

re que nos leía cuentos; noso­ n el piso, sobre colchonetas,

a pesar del regaño que me llevé. No sé si Mamen aún viva, pero si lo que

'

rd nados y revoltosos. Como 1 clfa llovía, no podíamos sa-

Jardín. Así que la profe tuvo r su repertorio creativo de ncia para mantenernos dis­ hasta la hora de salida. Se se día no estaba muy inge­ orque se aventó un no muy

tl

o

"Hoy, mis niños, les voy a

contré importante en ese momento,

buscaba era ser recordada, al me­ nos con ese grupo de niños lo logró. Nuestras manos y una palabra tan fea como la costumbre me remiten a ella constantemente. Espero que mis compañeros fueran menos apli­ cados que yo en la escuela y hayan olvidado esa lección. En este caso, se vale la desobediencia.

53


unca me han operado de nada ... hasta ahora. Pero ten­

BLITO

go un par de pesadillas recurrentes al respecto: la prime­ ra es no despertar de la anestesia; la segunda es despertar y que después alguien se dé cuenta de que dejaron las tijeras, el bisturí o el reloj del cirujano en el interior de mi cuerpo. Aunque

Cuerpo extra ño olvidqdo en el in terior de un pact en te du rante un a tn tervenct on quirúrgica . .

.

hipocondría podría ser

ras) y pinzas. Como para pasar por

mi segundo nombre, no exagero. Hablando un día con un primo, que

un detector de metales ... No es por justificar a nadie, pero

es anestesista, me dijo al contarle mi

muchas veces esas cirugías no es­

preocupación: "Eso pasa a menudo, mucho más de lo que uno se imagi-

gencia y surgen muy rápido; o hay

taban programadas, revisten ur­

na. Hasta tiene nombre: oblito". Que-

cambio de personal médico durante

condriacos nos llegan a dar la razón,

tiempo en la sala de operaciones y

dé paralizada. Cuando a los hipo-

el procedimiento; o llevan mucho

sentimos una especie de satisfacción

el cansancio es inevitable; o la coro­

mezclada con pánico. Una nueva pa-

labra y un nuevo miedo.

Oblito había

llegado para quedarse en mi cajón de angustias.

Oblito es una palabra con la que

se designa todo aquello que se queda dentro de un paciente tras una

plejidad del proceso hace que mu­

chos equipos estén involucrados y todos estén pendientes de muchas cosas menos de dónde quedó el bisturí; o simplemente no se ve nada (puede haber tanta sangre que el ·termómetro se perdió en el, éste sí,

operación sin que esté planeado , vitalísimo líquido); o es necesario cerrar con urgencia ... O hubo negli­ (el marcapasos, por ejemplo, no es

algo que se queda, sino el motivo de

gencia y punto. Como sea, alguien

la operación). La palabra viene del

debió hacer el recuento de los paños

ma la atención que se hable de "algo

sutura.

latín oblitum (algo olvidado). Me lla-

olvidado", como si se tratara de las llaves de casa, la contraseña de tu cuenta de Facebook (que no cam-

bias ni tecleas desde que la creaste) o la fecha para pagar el recibo de

antes de empezar con los puntos de ¿Cómo se puede olvidar algo tan

vistoso en un momento así y frente a

tantas personas perfectamente con­

centradas? Pues se olvida. Y si uno

va al diccionario encuentra que o/vi­

teléfono a tiempo. Ésos son olvidos. Dejar una gasa llena de sangre

do se define como "descuido de algo

anestesiado es ... un

ro tienen que volver a operarte para

dentro del abdomen de un paciente

serio descuido.

que se debía tener presente". Fresen­ te que afecta al futuro, porque segu­

Pero pasa. No entraré en detalles, pero pa-

sacarte el dichoso oblito, que a partir

alta, y en un artículo que leí al res-

que es sensato pensar que en algún

pecto (una hipocondriaca profesion.al se prepara con investigaciones

reflectora. Pueden apostar a que

rece que la estadística es bastante

antes de expandir la alarma por el

de entonces nunca olvidarás.

Quiero vivir muchos años, así

momento me veré bajo la lámpara antes de caer dormida me aseguraré

mundo), me enteré de que los obje-

de dejarles claro a los doctores que

presas, instrumental (ahí mis tije-

dito.

tos más olvidados suelen ser com-

no quiero llevarme ningún

recuer­ 55


F

ue como haber entrado en una máquina del tiempo.

ÚBI L

Cuando llegué, alguien me saludó: "Hola, señorita, bien­

venida", y una hora después, la misma persona me des­

pidió con un "Felicidades, señora, que les vaya muy bien". Yo estaba muy ocupada toreando granos de arroz y flashes de fo­ tos pero me quedé mirándola sorprendida de que fuera a mí a quien se dirigía. ¿Qué había cambiado en ese lapso para que

Que está en eqad . de co ntraer m atrt m on to .

cambiara el tono? Un anillo en el dedo y una firma en un acta de matrimonio. Yo era la misma pero mi estado civil, no, y eso parecía lingüísticamente muy relevante en ese momento. Siempre había pensado que el tratamiento de

Los diccionarios han querido

señora respondía

limar asperezas y tratan de acotar

más a un tema de edad y respeto a

añadiendo a una definición supues­

las canas que a una condición social

sobre todo en el caso de la mujer, lo cual des­

tamente neutra, frases como

que importa más en las declaracio-

taca aún más la injusticia.

nes de hacienda y trámites bancarios que en el día a día. Me equi-

Sigamos con la etimología, que

voqué. Creía superadas las épocas

tampoco tiene desperdicio:

en las que las mujeres tenían como

tiene que ver con

meta en la vida casarse, y el triunfo de las familias era "casarla bien",

pero el vocabulario seguía teniendo

algunos remanentes de esta disposición patriarcal.

.

f

núbil nube, como re­

presentación de ese velo que las

· ,

mújeres portan para presentarse ante el hombre que las desposará.

Así, mientras las mujeres usaban la expresión

nubere viro (ponerse un

Un ejemplo de esto es la palabra núbil. Empecemos por la definición,

velo para el varón), ellos recibían el

que no es culpa del diccionario sino

cir a una esposa), pues eran los que

dicho de una persona y más propiamente de una mujer: que está en edad de contraer matrimonio. Me surgen algunas dudas:

llevaban el timón de mando una vez

¿cuál es esa edad?, ¿hay una edad

otras cosas para sentirse en las

de los hablantes:

para casarse?, ¿cuál sería el término más propiamente usado para un

hombre, o no lo hay? El hecho de no tener respuestas concretas para estas interrogantes demuestra que para la mujer es una cuestión vi-

tal pasar por vicaría mientras que para el hombre puede no serlo. Y la cuestión de la edad es otro asunto desigual, pues todos sabemos que los términos

solterona, quedada, o expresiones como quedarsepara vestir santos, aplican sólo si eres mujer.

apelativo de

uxorem ducere (condu­

quitado el velo. Quizá los tiempos estén cam­ biando, quizá las mujeres busquen nubes y ya no necesiten esos velos

literales y metafóricos para vivir plenamente.

Quizá palabras como conyugal, matrimonio, cortejo o la propia núbil sean parte de nuestra historia, pero ojalá reflejen prácticas del pasado que pierden su significado original para lograr una relación más equi­

tativa, basada en el amor y la igual­ dad. Y ojalá no haya que inventar una máquina del tiempo para llegar a verlo. 57


N O M O F O B IA

a s palabras nacían de grandes discusiones de expertos que se reunían largas jornadas para ponerse de acuerdo en qué término usar para nombrar un nuevo concepto. El mundo era más simple; el vocabulario, también. Luego apa­ recieron nuevas formas de comunicarse y de estar en contac­ to. Cada día surgían cosas desconocidas y el léxico no daba abasto para responder a las necesidades de los hablantes para

Miedo irracion al a qu edarse descon ectado del celu la r.

incluirlas en la conversación, así que la gente empezó a inven­ tar palabras. Una de esas nuevas formas de comunicación, la red, se convirtió en esa fábrica de donde brotaban vocablos nuevos creados por usuarios, y el mundo cibernético decidía si la palabra gustaba y se quedaba o se la llevaba el viento y se perdía en los e-panteones. Los académicos brincaban asus­ tados en sus sillones de letras, pero el idioma se democratizó como nunca antes. Para bien o para mal, porque no todo en esa producción fueron grandes aciertos.

aprender a vivir sin celular, fue más

Las teclas tomaron el poder y la conexión a internet se volvió no sólo

bien el acercarme a los cuarenta y

más buscado para pertenecer: Po¡ dría asegurar que en México ya hay

se estaba saturando y de repente me resultaba más fácil dejar olvidados

el bien más preciado sino el vehículo ·

más celulares que televisores, títulos universitarios o seguros médicos.

Tenemos más acceso a la co-

darme cuenta de que mi memoria

objetos en lugares a los que no sa­ bía volver. Lo curioso es que básicamente me pasaba con

ese objeto.

municación y a la información...

Baños, cines, taxis y bares resulta­

y tenemos nuevas adicciones. Los

ron ser los nuevos hospedajes de

trastornos creados a partir de la

un artilugio del que me había hecho

dependencia a internet no sólo son causa de varias horas de diván,

perder cordura, peso, tiempo o in­

sino que han llegado a las listas de padecimientos psiquiátricos actua-

dependiente. Desde entonces puedo cluso la cabeza, pero siempre checo

que mi celular esté donde pueda

les. Ha nacido un nuevo concepto... ¿Cómo llamarlo?

encontrarlo. Soy nomofóbica perdi­ da. Y así me lo hizo ver la señorita

El término fobia es más que co-

del mostrador entre risas: era su

miedos irracionales, pero para aco-

blema. Nuestros descuidos estaban

sencia de teléfono celular a la mano,

Y ahora ella nos ayudaba a rellenar

nocido, pues vivimos rodeados de tar éste, que tiene que ver con la ause usó el acrónimo inglés formado por no (negación) y mo (acortamiento de mobile phone). Yo lo descubrí en 2014, en mi tercera visita a un centro de atención a clientes en busca de mi cuarto aparato del año. No, no fue una terapia de choque para

enésima clienta con el mismo pro­

haciendo millonaria a su empresa.

formatos, pagar nuestros errores y a cambio, eso sí, nos regalaba voca­ bulario. Servicio completo. Ese día salí con un teléfono nue­ vo, una deuda nueva, un padecí­ miento nuevo y, al menos, una pa­

labra nueva. 59


ADOR

os amigas se enfrentan en la final individual femenina del Abierto de Estados Unidos. Se han robado el cora­ zón del público a lo largo del torneo. De un lado, Sloane Stephens, veinticuatro años, operada hace poco de una lesión en un pie. Tiene un récord muy particular: un par de meses antes de esta final se encontraba en el puesto 957 del ranking

Ligero sudo r que cu bre de hu m edad la superficie de la piel, an tes de empezar a fo rmarse go tas.

mundial. Un par de semifinales y esta final la han subido al lugar diecisiete. En seis semanas. 940 posiciones a raquetazo limpio. Sonríe. Del otro lado, su compañera de equipo, Madi­ son Keys, veintidós años, a la que una lesión de muñeca alejó de las canchas nada más llegar al Top 10. Sabe que no es favo­ rita pero ha roto todos los pronósticos del campeonato. ¿Por qué no uno más? Han esperado este momento toda su vida. Impecables, elegantes, có­ modas, son alentadas por las más de 2o,ooo gargantas que hoy se con­ eentran aquí, además de los núllones (lUe las apoyan desde todos los rin­ cones del mundo. Keys, de un gris, metálico solemne; Stephens, de un durazno encantador que la destaca en la pista. Empiezan. Durante una hora disputan dos sets reñidísimos. En cada golpe se dejan la piel. Los músculos llegan al línúte, pero la adrenalina hará su parte para sostenerlas. Al principio se ven frescas, pelean cada pelota, darán la vida en cada punto. Y aun así parecen no despeinarse. Confor­ me pasan los saques, los reveses, las voleas y las pelotas estrelladas en la red, las tenistas empiezan a acusar el cansancio, y el cuerpo empieza a , ,.vtPr1or17<�rlo Ambas se cubren de

una humedad que las hará recurrir a las muñequeras, las cintas en la

cabeza y hasta la toalla después de

cada punto.

Ese sudor las vuelve humanas. Nos acerca a ellas y nos hace querer inútarlas porque hemos visto que

tenemos algo en común. Ese algo es idéntico a cuando subimos a la cami­ nadora y a los cuatro minutos ya no podemos seguir viendo la pantalla por las gotas que nos caen a rauda­ les por la frente, la playera parece Fecién salida de la lavadora y sen­ timos que nos vamos a deshidratar ' en un segundo. Sudamos para regular nuestra temperatura, pero también por núe­ do o nervios, aunque en estos casos el sudor se concentra en zonas con­ cretas (axilas, frente, manos). El ma­ dor (acento en la última sílaba, aun­ que parezca nombre de personaje de Juego de Tronos) viene antes de la transpiración que te deja presumir tu rutina de ejercicio, no antes del sudor nervioso. Llega cuando eres Usain Bolt, no cuando eres el con­ tador que por primera vez presenta resultados ante la directora de la em­ presa.

Así que la próxima vez que subas las piránúdes de Palenque, entres a la clase de zumba o juegues volei­ bol en la playa, recuerda que así te acercas a las leyendas. Y para eso, . hay que sudar la camiseta.

61


LU QU ETE

onocí a Alberto Gómez Font e n l a barra del café-bar La Ópera, en el Centro Histórico de Ciudad de México. Y no pudo haber un lugar más apropiado para entablar una amistad que dura y perdura. Alberto es un versado barman, aunque la gente lo conozca más por haber sido director del Instituto Cervantes en Marruecos, coordinador general de la Fundéu, autor de varios libros sobre el uso del idioma y,

Ru eda de lim ón � nara'(lJ a q u e se suele añadtr al 'P �n o h oltea 0 a u n a be bida alco para que adqu iera su sa bo r. •

junto con otros tres locos adorables enamorados de las letras -Antonio, Xosé y Jorge-, parte del grupo Palabras Mayores. o en un té? ¡Eso déjaselo a los que

Alberto me ha regalado buenas

hacen comida fusión!

sobremesas, recomendaciones para comer y palabras, muchas palabras.

-¿Y sólo se pone en bebidas?

-Se llama

"¿Sabes que eso que lleva tu copa se llama luquete?". Así empiezan casi

luquete aunque vaya

en pasteles, pescados o mariscos.

todas nuestras conversaciones: con

Lo importante es el aroma y la aci­

dez que aportan.

una curiosidad lingüística, y ésta además unía sus dos pasiones. La

- ¿Lo entienden todos los bar­

costumbre dicta que a cada pregun­ ta de ésas le sigue siempre una sa­

tenders?

brosa conversación.

en todo. Es un signo de que eres un

-¿Por qué siempre la rodaja que

se usa es la del medio y no una del

-Sólo los buenos, querida, como

·

·gran profesional. Como tú, que te

acabas de convertir en una clienta profesional.

extremo? -Porque el diámetro perfecto

Y así podíamos pasar horas. Yo,

es el mayor, y si coincide con el del

como niña pequeña, disparando preguntas sin fin, y él, paciente y

vaso y casi se convierte en tapón, entonces es doblemente aplaudido.

divertido, haciendo gala de su hu­

- ¿Y qué haces con el resto?

mor, conocimiento e ingenio para

-Pues lo exprimes o te lo comes.

responderlas y siempre terminar celebrando.

Tirar comida, nunca. -¿Se

puede

llamar

también

gajo? -No, Laura, ¡gajo es lo que te po­ nen con el tequila o el mezcal! -¿Y por qué se le dice rueda y no

Yo había usado luquetes sin sa­ ber todavía lo que eran. Los había pedido en refrescos y ahora los in­

cluía en cocteles, pues tienen una función muy particular, a diferen­

rodaja?

cia de las sombrillas de las marga­

-Ésa es una manera de definir el luquete, pero este término es más

ritas o las aceitunas del Martini. El

preciso.

ción. Y su sola presencia es capaz

-¿Sólo sirve de limón o naranja

o puede ser de otra fruta?

-¿Te imaginas un jitomate,, rm plátano o un kiwi en un gin-tonic

luquete tiene un toque de distin­

de llevarte al calor del verano, la complicidad de los amigos, la cali­

dez de la convivencia y la algarabía de la fiesta.

63


u U LA

T

engo debilidad por las esdrújulas, así que esta palabra venía ya con ventaja para ser de las preferidas. Además soy de las lunáticas que mira ese lunar que tiene el cielo

todas las noches y le dice adiós antes de irse a dormir, conven­ cida de que el conejo que allá habita me trae los besos que me manda mi madre desde España al terminar el día. ¿Se imagi­ nan lo que sentí al saber que tenemos emisarias de la Luna en

Espacio blanquecin o semicircular que se as om a en la raíz de las uñ as .

cada dedo? Diez gajos de Luna al alcance de la mano. Literal­ mente. Se fue directa a mi vocabulario. Me llegó un día mientras inda­ gaba sobre metatarsos y falanges. Y ahí estaba, hermosa y discreta en una ilustración sobre los dedos de la mano y los nombres de sus partes. Quedé hechizada. Luego investi­ gué. Descubrí que no todo el mun­ do tiene lúnulas visibles (yo me di cuenta, por ejemplo, de que en las

uñas de los pies no tengo lúnulas, y apuesto a que quisieras estar descal­

nublan la visión de las lúnulas ... Un pedazo de cielo en tan poca exten­ sión corporal. Las

mentiras no tie­

nen que ver con engaños, tampoco con la falta de calcio, como se suele decir. La leuconiquia, nombre cientí­ fico del fenómeno, tiene que ver con

marcas que quedan de golpes o le­ siones sufridas anteriormente en la raíz de las uñas.

Por supuesto, la etimología de

zo en este instante para ver si tú las

· .lúnula tiene que ver con Luna, en

tienes). Y aunque están contigo des­

cop.creto, con una forma diminutiva

de la semana catorce de tu gestación, a lo largo de tu vida irán cambiando de tamaño (y si sufren cambios de color o forma, pueden estarte di­

ciendo que algo anda mal en tu or­

de esta palabra. Sería algo así como

lunita. En los tratamientos de cuidado

de uñas, existe la manicura france­

sa, que resalta la punta de la uña;

ganismo).

también existe la manicura fran­

Y ya que estamos viéndonos los dedos, añado otro descubrimien­

y así presumes tus lúnulas por la

to que esta tarea me regaló: la pa­ labra

mentira, forma coloquial de

cesa invertida, que resalta la base, calle. También me di cuenta de que

llamarles a las manchas blancas que aparecen y desaparecen de las

aunque pudieras tapar el

uñas. Una especie de nubecitas que

queda, siempre visible. Y fascinante.

Sol con un dedo, con la Luna, no se puede: ahí

65


y, Ay

y

el amor... El día que descubramos sus misterios se ha­

L IM E R E N C IA

brá despejado una de las grandes incógnitas ilógicas del ser humano

flexión

acabaremos con todas esas horas de re­

y

sufrimiento. ¿Cuántas cosas no habremos hecho por

estar enamorados? Y es que para definir el enamoramiento se recurre a términos tan subjetivos

Estado men ta l invo lu nta_�io que resu lta de un.a atracpto n ro mán tica hact a algu ten en el que se sien te un a necesidad obsesiva de ser co rrespo ndido.

poco comedidos como

pasión, excitación, prendarse, deseo, arrebato, frenesí, enlo­ quecimiento, fascinación ¿Quién le pone freno a semejante ...

grupo de sentimientos? pero en el caso de la limerencia sí se

Dejamos de comer, dormimos

trata de una enfermedad para la que

mal, nos quedamos mirando al va­

no hay un remedio fácil.

cío sin darnos cuenta, repasamos

Podría haberse llamado obsesión amorosa o locura de amor, pero la

una y otra vez un instante que qui­

siéramos congelar en la memoria,

psicóloga estadounidense Dorothy

nos sudan las manos, nos duele la

Tennov decidió bautizar este tras­

panza, sonreímos como lelos, nos

torno como

ponemos cursis con las canciones

limerencia, después de

románticas, todo nos parece hermo­

estudiarlo, reflexionar sobre él y

vidiable, y sin embargo, parecemos

de 1979. "Suena bien y es fácil de

publicar los resultados en un libro

so y feliz ... Visto así, no parece en­ estar enganchados a esta emoción

que casi nos mantiene flotando en el aire. Llega sin avisar y para zaran­ dearte. A ti y a los que te rodean. Un día, así de la nada, empiezas a sonreír y a ver todo de color rosa.

Si eres correspondido se produce la magia, pero si no... Si no, caes en la

limerencia. Y si

los estragos del amor te parecen un torbellino, agárrate si te vas a en­

·

repetir", dijo al cuestionarse su eti­

mología. A veces las palabras nacen así, sin apelar a raíces grecorroma­ nas ni razones académicas. Mu­

chos, tratando de encontrar una ló­

gica, la acercaron a limerick, palabra inglesa que define una composición poética burlona sobre temas amo­

rosos. Al añadirle la palabra roman­ ce, se formaría limerence, que hemos tomado para incluirla en español.

En tiempos de tecnología y co­

frentar a la pesadilla de querer ser

municación excesivas, este trastorno

que vaya a suceder. El amor plató­

tu vida (en tu mente, al menos), sitlo

correspondido sin tener signos de

nico es bonito cuando lo estudias en Filosofia, pero cuando es tu voz la que tartamudea, tus mejillas las que

puede dejarte no sólo sin el amor de

sin amigos que huirán ante tanta intensidad. Podríamos volver a los tiempos de las flores, los chocolates y

se sonrojan sin mando ni gobierno

el sentido del humor para quedar en

y tu fijación por una persona la que se convierte en obsesión, ahí ya no

la mira de Cupido; no olvidemos que en su aljaba además de las flechas de

se enamora está enfermo de amor,

rima con limerencia...

está padre. Se dice que cuando uno

amor porta las de la indiferencia, que

67


EIO LÓG IC A

os habíamos juntado en las oficinas de Canal 22, enton­ ces ubicadas en la colonia Álamos, para planear un nue­ vo programa, que sería la continuación de Barra de letras. Los libros seguirían siendo los protagonistas, pero el formato cambiaría ligeramente. Y entre otras cosas, había que encon­ trarle un nombre. La lluvia de ideas trajo muchos y muy buenos. Tras muchas propuestas finalmente quedó La dichosa palabra, en alusión a ese momento en el que no encontramos el término

In capacidad para r�co rdar . un a pala bra que se qu zere dect

que iría perfecto en la frase con la que queremos explicar algo. "¿Cuál era esa maldita palabra? ¡No encuentro la dichosa pala­ bra!" Pero nosotros encontramos así el dichoso nombre. "Todo un ejemplo de letológica",

¿Sabemos tantas palabras como

dijo entonces Froylán López Nar­ váez, uno de esos magos en la vida

para que nos pase esto? Más bien, nuestra memoria se satura, como

del canal, y descubridor de aquel término en mi vocabulario. Había

que empezar inmediatamente a es­ tudiar. Para pertenecer a aquel pro­

grama de letras no me podria per­

mitir mucha letológica. La neurología y la psicología tienen argumentos que explican

las causas y procesos que ocurren en estos casos. Razones hay para que ocurra y técnicas para que no ocurra. Pero eso dejémoselo a los expertos. Mi objeto de estudio es la palabra en sí. Carl jung la popu­ larizó en el siglo xx pero ya existía desde antes, formada a partir del sufijo -logos (palabra, hablar, len­ guaje) y lethé (olvido, raíz poco co­ nocida pero presente en palabras como letargo o letal). Lete es más co­ nocido: el río de la mitología grie­

ga que era responsable de la falta de memoria; si uno bebía de sus aguas, olvidaba su vida en la tierra.

Conveniente en muchos casos, no

los celulares. En la tecnología es fácil: borras datos que no te sirven, contratas una ampliación de memo­

ria, compras un disco duro externo

o, de plano, te compras un aparato más moderno. Ojalá fuera así de fácil con nuestro cerebro. Pero no, ahí 'vamos almacenando palabras, unas las usamos; otras, no tanto. Al­ gunas las asociamos con emociones y las recordamos mejor. Otras son nombres propios y se empiezan a mezclar como en coctel. Todas están

sujetas al abismo que tenemos en la punta de la lengua. La letológica puede atacar con vocablos muy técnicos y muy raros, pero también con algunos tan sen­ cillos como

manzana, rojo o incluso

con el nombre de tus familiares: mi abuela podía repasar todo el santo­ ral hasta dar con el nombre del nie­

to al que quería regañar (aunque la

traviesa fuera la letológica).

lo dudo, pero no cuando vas a la fe­

Yo soy presa de la letológica hasta para acordarme de ella. Quizá po­

a la vista y a la hora de pedírselo al

pulir mi lezotecnia, es decir, el arte

rretería a comprar algo que no está vendedor la escena se convierte en

"dígalo con mímica".

dría aprovechar estas lagunas para

del olvido. Y es que a veces la memo­ ria es la mejor aliada para olvidar.

69


LE

ISCO

S

oy hija de matemático. Desde niña cuento cosas. M i pa­ dre lo hace desde que tengo memoria y yo lo imito. Sumo cifras que veo. Juego con ellas. A muchos niños les ponen

a formar palabras con las letras de las placas de los coches.

A mi hermano y a mí, mis padres nos ponían a sumar los dí­ gitos. Y cada quien tenía una cifra final; cuando la suma de todos los números daba esa cifra que cada quien había elegi­

Signo compuesto por una raya horizontal con un punto encima y otro debajo que, en matemáticas, indtca división.

do al azar, aplaudíamos. Así recorrimos miles de kilómetros. Aun así me dediqué a las letras ... pero ésa es otra historia. La que quiero contar aquí tiene que ver con los nombres de los sím­ bolos matemáticos. Todo el mundo dice que las matemáticas son difí­ ciles, pero las operaciones básicas en realidad son eso, básicas. Sumar, restar, multiplicar y dividir. Y, sin embargo, aunque estas acciones aritméticas pueden ser reconocidas y realizadas por la gran mayoría, el nombre de los operadores que se usan en ellas es desconocido para casi todos. Yo me sorprendí. Hice dudar hasta a mi padre. Por fin mis letras aportaban a sus matemáticas. La adición se representa con una cruz; la sustracción, con una raya o semirraya; la multiplicación nos deja pensando, pero cuando escu­ chamos aspa sonreímos, porque todos le decimos equis y ambas son correctas. O directamente escribi­ mos un asterisco, y también está bien. Hasta ahí todo controlado. Pero cuando llegamos a la división, que estratégicamente dejamos para el final en la enumeración, la cosa se vuelve más compleja. Usamos dos puntos en vertical o una dia­ gonal por comodidad (y porque las encontramos en el teclado) pero el símbolo apropiado consiste en una raya horizontal con un punto encima y otro debajo. Eso se llama lemnisco. Si quieres ganar algún día

en el Scrabble, ésa es fulminante. Si tuviste un profesor de matemáticas de esos que dejan huella, puede que tengas en la memoria óbelo (esdrú­ jula, maravillosa), pero lemnisco es para auténticos sagaces de la pala­ bra y los números. El término latino obelus significa­ ba palillo afilado, estaca, y está más presente en diccionarios y libros so­ bre etimologías. Algunos aseguran que en realidad óbelo viene del in• glés y es una cruz que tiene la línea horizontal más corta que la vertical pero dejaré esas discusiones para los lectores y seguiré con lemnisco, que en el diccionario presenta un abanico de opciones. La RAE se re­ fiere solamente a la cinta que acom­ pañaba a las coronas de laureles que portaban los atletas vencedores en la Antigua Roma, pero internet nos despliega hasta un tratado médico que describe ciertas fibras sensoria­ les de partes anatómicas que no me atrevo ni a pronunciar porque me duelen (y desconozco dónde están). Si eres de los que aún usan el diccionario en papel, notarás que cerquita se asoma lemniscata, que, puesto que andamos con los núme­ ros, es la palabra que designa un ocho horizontal, es decir, el infinito. Como infinitas son las maravillas · del idioma.

71


ISO S

lA

''

s

i el que no oye es sordo y el que no habla es mudo, ¿cómo se llama el que no puede oler?". Ismael, Die-

go y Ulises no estaban dispuestos a que éste fuera

un viaje aburrido y empezaron a disparar desde el kilómetro tres, en cuanto se acomodaron en aquel Swift gris que nos lle­ varía a Valle de Bravo. Hora y media de interrogatorio. Sólo

Dificultad para distinguir los olores, todos huelen igual.

esperaba estar a la altura de sus expectativas o haber dormi­ do lo suficiente como para echar a andar mi arsenal lingüísti­ co, que si bien no me serviría para engañarlos, sí provocaría hartas risas. Al menos hasta la primera caseta. Pero ésta sí me la sabía. La aprendí cuando la congestión nasal me anuló por completo el sentido

mia (hypo-, descenso, como en hipo· termia) isosmia (isos·, igual, como en isósceles). Una tragedia.

tido del humor. El doctor me dijo

que era normal, que pasaría y que

Diego no se dio por vencido y siguió atacando: "¿Y el que no iden· tifica sabores?". Casi lo habíamos

aprovechara las ventajas de no te­

conseguido. Casi. Pero mi gripa no

ner que padecer los malos olores. Y

me alcanzó para tanto; pude sabo·

del olfato y casi por completo el sen­

tuvo razón. Durante un par de días me dio igual si mi roomie no saca­ ba la basura orgánica, si el portero inundaba las escaleras con cloro o si la vecina cocinaba contra vampiros. Ni qué decir del baño. Pero pronto se volvió en mi con­ tra: me negaba la posibilidad de saber a qué olían las flores que me traía mi novio, percibir la leña en la montaña, las palomitas en el cine o la cochinita pibil. Y eso sí era un drama. Antibiótico inmediatamen­

te. Había que recuperar el olfato.

Adiós, isosmia. Bienvenida, palabra,

rear todas las comidas y el doctor no me dio ninguna palabra más

para salir de este apuro. Y entonces , de la nada, su hermano, sólo tres años mayor, soltó: "Se llama ageu­ sia". Yadira casi choca el coche del shock. ¿Qué extraterrestre y filólo­ go acababa de poseer esa mente de once años? "Se lo dijo el doctor a papá el año pasado, dijo que era por fumar mucho". No me acordaba de aquel verbo griego que significaba

degustar o probar, y de donde nos llegó gusto. Fueron mis mocos y los cigarros

a mi oloroso vocabulario y a la con­

de su padre los que nos ayudaron

Osmé significaba olor en griego,

mos a tiempo a comer. A saborear y llenarnos de los ricos olores de

versación del coche.

y de ahí tenemos toda una varíe­

con la mitad del trayecto. Y llega·

dad de palabras que tienen que ver

aquel mole de guajolote, aquel con·

con el olfato: anosmia (an-, priva­ ción, como en analfabeta), cacosmia (kakos, mal, como en cacofonía), di­

de cerdo. Todo un deleite para los sentidos y para el estómago. Todo

sosmia (dys-, dificultad, como en dis­ cernir), hiperosmia (hyper-, aumento, exceso, como en hiperactivo), hipos·

chados.

sorné de borrego y aquellas camitas

un descubrimiento léxico en apenas 140 kilómetros muy bien aprove- .

73


1

TO

so

L

a mayoría de la gente pone cara de susto, decepción o eno­

jo cuando ve un libro intonso. Yo me siento afortunada, feliz y especial. Como cuando te toca un trébol de cuatro

hojas o ves un delfín de color rosa. Hay algo de seductor en la imperfección. La belleza de lo distinto, lo inesperado. En mis tiempos de editora me

Referido a un libro, .que contiene algu nos pliegos stn cortar, de moao que algu nas de sus páginas permanecen pegaaas entre sí.

tocó visitar algunas imprentas para supervisar el proceso final de los diccionarios que hacíamos. El olor a papel, a tinta y a barniz me mante­

nía horas caminando ensimismada

entre rollos enormes de papel blan­ co, torres de libros y aquellas ruido­

sas máquinas que parecían transfor­

mers en plena acción.

Los operarios de aquellos apa­

será decidir: ¿separar o no sepa­ rar'? Esas páginas siamesas han nacido así por una razón, o quizá podrían ser el símbolo del amor (ay,

esas relaciones intonsas, en las que uno tiene que decidir si cortarlas

o dejarlas como están ... ); también podrías ser dueño de una reliquia (abundan las páginas web donde se

venden objetos raros, defectuosos ...

ratos salidos de una película de

y muy cotizados), o... te dejas de in­ tensidad (¿intonsidad?), cortas y si­

ciencia ficción me explicaban su

gues leyendo.

funcionamiento, qué podía fallar y cómo los reparaban. Una de las

etapas en las que los errores podían suceder era la de la guillotina, don­

de unas cuchillas enormes cortaban los pliegos de papel de manera uni­ forme, dejándolos listos para ser encuadernados. A veces los pliegos no venían perfectamente colocados,

quizá se hubieran movido milíme­

tros de su posición inicial, y el corte

no se hacía parejo. Esto producía páginas con textos torcidos, de di­

ferentes tamaños o, simplemente,

La palabra tiene que ver con el verbo tonsurar, que se refiere a la acción de cortarle el pelo a alguien (<;lel latín

tondere, trasquilar o, por

ext�nsión, cortar el pelo), así que intonso sería sin cortar, que no tiene

el pelo cortado y, llevado al mundo de los libros, que no tiene el borde cortado. Quizá les suene la tonsu­ ra de los sacerdotes o monjes, ese círculo afeitado en la coronilla que usaban dentro de los ritos prepara­ torios. Rito, reliquia, peculiaridad o simple descuido, a mí me parece

sin cortar. A veces se detectaba y se

un trofeo para los anaqueles de tu

parece un regalo.

cartas. ¿Cuándo usarlo si no? Una

repetía el proceso y, otras llega así hasta nuestras manos. Y a mi me Puedes devolver un ejemplar in­ tonso y cambiarlo por uno normal, pero conservarlo te brindará una experiencia distinta. Lo primero

casa y una gran oportunidad para sacar del retiro al tan inusual abre­

persona excepcional tiene ese tipo de objetos raros. Un libro imper­

fecto es una excusa perfecta para utilizarlos.

75


H E R R ETE

A

1

ntes del velero, de los znp to soñado con tener unos t n i

en

·

o 1

Volver alfuturo, teníamos qu

nos las agujetas. O los cordones, como l

"'"'•nr ,,. .. , cono

hasta que la telenovela Agujetas paña, para mí las

Rem ate metá lico o de plástico, que se pon e en los extremos de los cordones para que puedan traspasar fácilmen te por los ojetes.

de color de rosa ll H , agujetas eran los dolores que me d•lb' U l

c•n

la panza o en los brazos al día siguiente de tener clase de du· cación física). No recuerdo a qué edad aprendí a hacerlo, pero sí recuerdo la rima con la que lo practicábamos:

de metales preciosos, pero probable­ mente eran un problemita en la lava­ dora y el plástico terminó triunfan­ do. Total, sólo es una especie de guía

Toma un cordón, forma una orejita, el otro lo abraza y se mete en la cuevita. Cuando ya estén las dos orejitas, con un nudo en el medio, quedarán más bonitas.

para poder pasar los cordones por el ojal (no me acostumbro a llamar­ los ojetes, porque soy muy propia) o una manera de evitar que se desha­ gan, pues al

Lo tienes que practicar,

fin y al cabo se trata de

un conjunto de hilos trenzados. Algo muy útil, muy usado, pero con un

si tiras de las puntas, se volverán a desatar.

nombre que pocos recuerdan.

Nos hacía tanta gracia la canción

Ejn eso debieron pensar hace

que jugábamos a atarnos y desa­

algunos años Phineas y Ferb para difundir por el mundo esta palabra

crecí y lo que tuve que aprender fue

con su canción "El club del herrete",

tarnos los cordones sin fin. Luego a quitarlos y ponerlos para meterlos en la lavadora. Y ahí llegó otro reto,

pues casi nunca quedaban igual colocados después de la operación limpieza; los ojales estaban desgas­ tados y resultaba más difícil hacer­

los pasar a través de ellos que a mi

abuela enhebrar una aguja. Años

después llegó Camper y nos enseñó que se vale jugar con las formas y hacer dibujos con los cordones. Y

hacer nudos en los extremos, para ahorrarse los

herretes, esos remates

de plástico que resultaban tan útiles cuando llegaba el desgaste.

Herrete

viene de hierro, quizá porque en un inicio eran de ese material y hasta

que estuvo a punto de desbancar en popularidad al episodio de Los Tres Mosqueteros, en el que Aramis y Gascón se conocieron durante el rescate de unos herretes de diaman­

tes que pertenecían a la reina de Austria. Ya sea cantando con caricaturas, disfrutando con las aventuras de los

mosqueteros, viajando en el tiempo dentro de un coche ochentero o ha­ ciendo abdominales en la escuela (por aquello de las agujetas), el he­

rrete ha sido un gran invento que nos ha acompañado toda la vida y que merece ser llamado por su nombre.

77


AL L U Dedo gordo delpie.

Me hice un esguince en el dedo anular derecho jugando al tenis.

letras o de números.

Compitiendo contra una pantalla.

clatura médica para los dedos

En pantalones de mezclilla. Con

mano usaba números, empezando con el pulgar que se llama 1.

do clases y creyéndome Martina

Sherlock Holmes ese día, la curiosi­

En la sala de la casa de mis padres. una pelota virtual. Años toman­

Navratilova para terminar con un dedo entablillado por pegarme con­ tra el respaldo de una silla al querer

bvhlllH'I I h

el doctor tenía razón, y la

,

nonwn

d In •

Pero ya que estaba jugando a

dad me llevó a avanzar en la página

para descubrir algo que me dejaría perpleja: por muy lógico que sue­

ganarle el punto a mi sobrina de

ne, los dedos de los pies no tenían

ocho años. Por supuesto, ganó ella, mucho más ágil en los brincos do­

los mismos nombres que los de las manos (claro, no hay anillo que por­

mésticos que su tía soñándose en la

tar ni pulgas que se maten con los

final de Roland Garros, pero más

pies). Los pies también responden a

que el dolor de aquel dedo me con­

riúméros y en este caso el t también es el gordo. Aquí el hablante común

sumía la angustia al pensar cómo explicaría esto al resto del mundo.

Con el traumatólogo me quise ver experta en anatomía y le conté que la lesión era en el dedo anular

se había quedado perezoso a la hora de buscarles nombres coloquiales y habían bautizado sólo a dos de

miento no fueran suficientes indi­

meñique sería el más pequeño ¿Hallux? Así se decía dedo gordo en latín y así nos

se denominan con números; lo de

use este término. No estaba dispues­

ponde a la terminología coloquial." A estas alturas a mi orgullo ya no

go para ponerlo en práctica (capaz

le quedaban ni las gotas de la feli­ cidad, así que me senté obediente

en la Fórmula 1 contra el holograma

(como si la hinchazón y el amorata­

ellos:

y hallux, el más gordo.

cios). "Se llama 4, Laura, los dedos

llegó a nosotros, aunque rara vez se

pulgar, meñique y demás corres­

ta a comprobarlo con otro videojue­ que me fisuro el hallux midiéndome

de Fernando Alonso), pero me sentí

y calladita a ver cómo mi dedo 4

satisfecha con mi nueva incorpora­

a la idea de colgar los tenis (literal

ción al vocabulario. Mi aventura con el Wü me ense­

quedaba inmovilizado. Me resistía

y metafóricamente), pero mis días en la cancha parecían haber llegado a su fin. Ya en casa, me sumergí en el libro

ñó cómo llamarle correctamente al

dedo gordo del pie, que los dedos de

la mano se numeran y, sobre todo,

me enseñó a buscar espacios más

de anatomia de mi hermano, ávi­

abiertos para practicar deportes,

da por aclarar si los dedos eran de

aunque sean virtuales.

79


GU LU SM EA R

sabía que había una p 1 hr aprendí en un libro de rec t

1

1

padres cuando me independi 1 t �m l•fl�ll nueva libertad me dejara en los huesos. prescindible 1080 recetas de cocina, de Simm w ( h t

,

1

que ha sobrevivido a todas mis mudanzas. Y no t• d 1 t u 1 1

Andar oliendo o probando lo que se está guisa ndo.

nor. "Felices recetas para una buena comilona", d da 1 1 de 1 l catoria. Y entre porciones, utensilios, delantales y desas t r • , aprendí mucho vocabulario. En la página del pisto aparecí

>

gulusmear, que como incienso llenó la cocina de olor. Pero no se trata de oler de cual­ quier fonna.

La gula es considerada un peca­

Gulusmear es, como

indica su etimología, una combina­

do capital: comer y beber en exceso no está bien visto, mucho menos en

Porque cuando uno se acerca al

estos tiempos de obesidad. " ¡ Pero sólo lo estaba probando!". Toda

ción de gula y husmeo. Soberbio.

guiso para gulusmear, sea cocinero

la razón, en la cata no hay exceso, a no ser que metas la cuchara de­

o comensal, lo hace con aire de in­ triga, chiquillada y clandestinidad. Si uno prepara la cena, suena lógi­

masiadas veces. Ahora, al unir la

gula con el verbo husmear, ya no que­

co probar durante el proceso para

atinarles a las cantidades de sal, el tiempo de cocción o la inclusión de algún ingrediente nuevo que no venía en la receta. Hay que saber lo que se servirá y prever las reaccio­ nes en la mesa. Hasta ahí todo bien. Pero cuando lo hace uno que no es­ taba invitado en la cocina, viene la

sorpresa. Si alguien gulusmea corre el riesgo de enchilarse, mancharse delatadoramente o ser alcanzado por la chancla de mamá, que te llegó de quién sabe dónde. Como todas las chanclas de todas las mamás. Si no te pescan no hay palabra. Y si no

hay palabra no hay diversión.

da escapatoria. Rastrear la comida

· ·

cdn el olfato implica seguir los vestigios (como algo ya realizado,

hecho, pasado), las señales (como

una marca o distintivo de algo que hará recordarlo posteriormente), o indicios (como algo que predice lo

que podría ocurrir después, en ese lapso entre el fuego y el estómago). Te encanta gulusmear y no puedes negarlo. Pero describirlo con este sabro­ so verbo te permitirá desviar la atención y podrás defenderte de tu

travesura. Hasta te la perdonarán.

Prueba, puesto que de probar se trata.

81


LOS O FOBIA

L

a gente cree que no me pongo nervio a fr

r a d e televisión. Claro, después d e d i

1 la cosa ha mejorado, pero lo que no sab n t primeros años hasta me daba fiebre durant 1 grama. Sin embargo, de niña jugaba a

Ans iedad o miedo que se sien te al hablar en público.

ntt

1

esas tardes en aquel

e

nlr

d

•u r

que era bailarina y salía al escenario

ñanza de Pozuelo sentada '11 t

como parte del equipo de baile de... ¡Madonna! No sólo hacía las MEJO­

sonrío.

1

RES coreografías jamás concebidas,

"Tener glosofobia no es el pro·

sino que disfrutaba todo el espectá­ culo. Con toallas hacía el vestuario

blema; el reto es saber cómo ven­ cerla y hacerla tu amiga". ¡Zas! La

(conociendo a la Chica Material,

frase me caló, pero sobre todo me

seguramente se parecía mucho a la

quedé pensando por qué la llamaba

realidad) y agarraba el micrófono con tal soltura que podría haber na­ cido en el seno de la familia Ciccone.

Lo de dar el do de pecho ya es otra

historia, pero esa gira onírica nadie me la quita.

así, si g/ossa significa lengua (ya te­ nía dos años haciendo diccionarios, perdón). Cuando

estudiaba

traducción

deseaba tener g/osa/ia, término que

parecía más profesional que don de lenguas, y sabía que glosario era el lu­ una empresa editorial, alguien pen­ gar donde se guardan las palabras os. só que podría tener madera para ex­ curas, es decir, las que no se entien­ Años después, ya trabajando en

plicar a más gente lo que hacíamos en aquel departamento de lexicogra­

den; así que pensé que tener fobia a

fía y mi jefe me mandó a un curso de oratoria donde me dieron técnicas para controlar los nervios, estructu­

quedarse sin ellas, así como cuando

rar mis ideas y divertir a mi poten­

su discurso.

cial auditorio, incluso explicando el arte de definir el léxico. Mi profesor, Jorge, no sólo era un tipo divertido y entretenido, también derrochaba in­ teligencia y talento. No sabría medir qué tanto me ayudaron aquellas cla­ ses, pero hoy, veinte años después, lo sigo recordando y pensando "Ojalá

pudiera decirte la cantidad de veces que he recurrido a tus lecciones y lo que me acuerdo de ti". Sin poder traer a la mente cada detalle de aque­ llas enseñanzas, puedo asegurar que al respirar profundo antes del 3, 2, 1,

¡cue!, o al mirar hacia arriba antes

de salir ante un auditorio, rememoro

las palabras oscuras equivaldría a uno se queda en blanco por el páni­

co escénico y no sabe cómo seguir No sé si para combatir a tu ene­

migo además de conocerlo debas sa­ ber su nombre pero ese día me hice amiga de la palabra y cada vez que me pongo nerviosa, además de to­ das las técnicas que me enseñaron y que he ido añadiendo con los años, me sirve acordarme del simpático nombre de ese miedo, que auto­ máticamente se convierte en risa y entonces empiezo a hablar como si

viniera de haber escuchado el mejor chiste y la gente se pone atenta a ver si me animo a contarlo en algún mo­ mento de mi exposición. Y las pala­

bras empiezan a caer del cielo.


LABE LA

N

o hay duda de que para ejemplo de esta puhhru pod r mos mostrar el rostro de muchas p rson

p ro no 1 1 jor ceja para ejemplificarlo. "Glabela: lo que no h•nf t Ft'ld t " . •

,

el de Frida Kahlo. O quizá tenga precisnm nt

Porque si hay algo que representa a esta artista entrecejo. Es más, creo que si uno busca

su pobl ado

uniceja n Ooolo(lc•,

aparece su retrato. Pero lo que es un hecho es que esta nwxi

Espacio sin vello entre las cej

cana inmortal supo hacer de ese rasgo una seña de iden tid·H I . Por n o hablar del dineral que s e ahorró en depilación, porqu ahora tenemos mucho láser y mucha luz pulsada pero hasta hace quince años todo era a golpe de pinzas, cera y gritos. Y uno, más bien una, sopesaba cuidadosamente si merecía la pena. La cultura de lo peludo no se ha limitado a piernas, axilas y zonas

de biquini: la guerra contra el ve­

llo alcanzó también a la ceja. Según la moda y el momento las preferi­ mos delgadas, frondosas, naturales

y hasta tatuadas. Pero el entrecejo siempre se ha visto mejor peladito.

Glabela denota justo eso, la ausencia de vello (glaber en latín significaba sin pelos, lo que dio lugar con el tiempo a otra palabra poco usada en español,

glabro, que aparece en el diccionario como lampiño, calvo). Bonitas, curio­ sas y desconocidas ambas.

En realidad la glabela se refie­ re al hueso del cráneo situado en esta parte de la frente, pero como retenemos mejor nombres de par­ tes que vemos que los de aquellas que están al otro lado de la piel, ter­ minamos llamando así también al

exterior.

Por suerte yo no he tenido que batallar con el entrecejo, pero sí con

el ceño fruncido, característica de todo buen miope que hace que ten­

gas arrugas en la frente antes que canas en la cabeza. Y justo ahí, en la glabela, que pasó de ser una parte suavecita, como indica su etimolo. gía, a ser una arrugadita, que tam­ poco es muy lucidor. ' No sé por qué glabela me recuer­ da a Gatúbela, cuyo antifaz nos

im­

pide saber cómo tenía el entrecejo,

pero en los cómics salen todos tan estupendos que seguro tenía la gla­ bela como había que tenerla. Si eres joven, quizá esta palabra

sólo te sirva para nombrar a tus

unicejos favoritos del mundo del es­ pectáculo, pero cuando tengas más edad y entres en un consultorio es­ tético, querrás saber cómo pedirle al doctor dónde quitarte esas "líneas de expresión", que lo único que ex­ presan es tu fecha de nacimiento. Y eso puede ponerte los pelos de pun­ ta, incluso los del entrecejo...

85


G ISTE

M

i padre se ha convertido <.'1 1 u n

ih 11 1 1 1 ul 1 1 yor afición es probar buenos j ug s 1 uv y t sobre cuál le parece a cada uno que es el m j r. 1 1 •t'l 1 11 reciente. En realidad mi padre no probó nunca una got 1 e l1· jueves sale a comer con sus antiJ(o

vino hasta que el cardiólogo, tras su primer infarto, le dijo qut los flavonoides presentes en esta bebida funcionan como va­ sodilatadores y le harían el mismo efecto que unos cuantos medicamentos recetados, así que, más como ser humano que como doctor, le recomendaba una copa de Merlot más que una cápsula de colorines; la disfrutaría más. Tinto remedio. Esas primeras vacaciones tras el quirófano probó su primer albari­ ño y desde entonces, sumiller. Hasta que el corazón lo hizo cambiar de rubro, mi padre era más

probar la cerveza. Siendo sincera, creo que nunca llegué a tocar el lí­

partidario de la cerveza. Cuando la

quido, lo que me divertía en reali­

televisión de paga hizo salir a los pamboleros de casa para ver los

espuma y quedarme con ese bigote

dad era marcar mis labios con la

clásicos en el bar, mi padre cambió

blanco que tanto nos hacía reír.

de Fútbol". Y como buenos hijos de

porte eran jugadores con el lenguaje.

las pantuflas y el sillón por las ta- . . , "Vaya giste más bueno que te has pilladd', me dijo una vez Vicente. pas y las cañas. Ahora sí que "No soy yo, es la Federación Española Porque además de expertos en de­

forofo que somos, mi hermano y yo pasábamos a saludar. Ay, aquellos

maravillosos años en los que no

Que luego no digan que en los bares no se aprende de la vida... No sería la tertulia de un café literario, pero de

estaba mal visto que en los bares

que aprendí léxico entre botellines y

hubiera hasta carriolas. Nosotros estábamos en lo nuestro en la mesa

raciones de queso, no hay duda. Como era de esperarse, giste

de la esquina mientras en la barra

es un término tomado del alemán

se cocinaban las mejores narradones del balompié. Ríete tú de Joserra y Martinoli, teníamos frente a nuestros ojos al mejor once titular del periodismo deportivo. Ni más

ni menos que en el bar Las Tejas, en pleno Alcorcón. Y los goles

merengues se festeja-

ban con tal alegría que podías llegar con las peores calificaciones de

(gischt), que significa literalmente es­ puma. Indiscutibles contrincantes en la cancha e imbatibles en la cebada. Se supone que para servir bien

un tarro de cerveza hay que incli­ nar el vaso y depositar el líquido lentamente para evitar la formación de espuma, pero yo cada vez que me traen una botella de cerveza la

vuelco rápido para poder mojarme

la escuela en ese momento y nadie

los labios, quedarme con mi higo­

se percataría. Yo, como solía sacar

te blanco y sonreír al rememorar

buenas notas, aprovechaba para

aquellas tardes de goles y brindis.

87


FUN DER ELE LE

M

e gustan las palabr transmiten ritmo, sonorid can una sonrisa al pronunciarla y

el caso defunderelele, que se convirtió en una d desde que la conocí.

Utensilio de cocina similar a una cuchara, que incluye un mecanis mo con el que se da forma de bola al helado.

Hay sonidos que transmiten una imagen, un lugar o una si­ tuación. A mifunderelele me lle­ va directamente a un tablado de flamenco. Incluso escucho las palmas y sigo el compás. No recuerdo la primera vez que la escuché ni quién la dijo. Ni siquiera si la oí o la leí, pero sí que me encandiló. Me sor­ prendió no conocer el nombre de algo tan común y me mara­ villó la forma tan simpática que había adoptado un instrumento que aportaba tanta felicidad. La siguiente vez que fui a una heladería le pregunté al de­ pendiente por la palabra. No la conocía. Su cara se transformó en una mezcla de asombro y pena por no haberse planteado nunca cómo nombrar a tan fiel herramienta compañera. Ese día me regaló una bola de hela­ do, quizá porque le regalé una palabra, quizá como solicitud de que no revelara casi un descuido

laboral. Me fui contenta y con­ vencida de que ese encuentro quizá provocaría una expansión del término. Sin duda, crearía un tema de conversación entre el heladero y futuros clientes y así, del boca a boca, funderelele crecería en su cadena lingüísti­ ca. Cada uno de nosotros sería­ mos un eslabón para lograrlo. La dificultad, casi imposibi­ lidad, de encontrar una etimolo­ gía correcta y consensuada hace dudar del origen de la palabra, · ' por lo que algunos la definen como bulo. No se sabe cuándo ni cómo se formó, no tiene re­ gistros antiguos o fuentes que avalen su currículum, pero si a alguien se le ocurrió que un ob­ jeto tan frecuente y útil merecía tener un nombre propio y la in­ ventó sin más (no la he encon­ trado en ningún diccionario), yo me sumo a los fans de semejante término, por necesario, seduc­ tor y original.

89


FOSFE

o

Lucecita que vemos con los oj cerrados (hay una definición más científica, lo sé).

'

''

s

e pondrá todo oscuro, no t

asust

' p roj

Mira a cualquier parte menos a la l uz NO MIRES LA LUZ ROJA".

No me hubieran dicho. Ahora sólo podía pensar en la luz roja. Fueron los cuatro minutos más lar­ gos de mi vida. En ese momento me cuestioné qué tan buena idea había sido operarme de miopía y poner en riesgo mis ojos. Me molestaba llevar lentes, ésa había sido la razón. Era muy incómodo que se llenaran de gotitas en días de lluvia o se empa­ ñaran con cambios bruscos de tem­ peratura. Había sentido la vulne­ rabilidad (dependencia, más bien) cuando en un viaje se me rompió un cristal y tuve que dedicar una bue­ na parte del tiempo a reponer algo que me permitiera no sólo seguir contemplando el paisaje, sino so­ brevivir. Tumbada en la camilla, con un aparato que me abría los ojos y otro que me pegaba los párpados en la frente y viendo, sí, viendo, cómo un láser se acercaba a mi pupila para dejarme en negros, sentí pá­ nico. Una semana después, cuando volví a ver con nitidez las hojas de los árboles y el fondo de la alberca cuando nadaba, creía que había sido la mejor decisión de mi vida, pero poco antes sólo veía destellos. De colores. Con los ojos abiertos y con los ojos cerrados. El doctor me contó que los des­ tellos eran fosfenos. Ésta fue su defmición: "Una sensación visual causada por la estimulación magné­ tica, eléctrica o mecánica de la reti­ na o la corteza visual, basada en la capacidad de las células del sistema

, ru·•":ur·.-.

visual para producir fotoni.'H, lgu que la luz externa actúa sobre la rt!· tina, o como cuando recibes un gol· pe o presión en el globo ocular". No entendí gran cosa. ¿Se lo habrían enseñado así en la facultad o habría consultado el diccionario en su ce­ lular? Quién sabe. Pero luego me dijo que eran normales y eso bastó para irme tranquila. Los griegos fueron muy inte­ ligentes al nombrarlos: phos, luz (como en fósforo) y phanein, apare­ cer, hacerse visible (como en fantas­ ma). Y desde que me contaron de este fenómeno mis ojos no paran de centellear. Ahora detecto fosfenos. Cuando m,e froto los ojos, el cerebro entien­ de que hay una estimulación pareci­ cla a cuando te cruzas con un coche con las luces altas. Misma respues­ ta. Aunque siento que alguien me salpica o que la vida se pixelea, mi cuerpo me está demostrando que funciona correctamente. Debería estar agradecida. , Cuando lo comenté con amigos, descubrí que algunos (juro que nor­ males) tratan de buscar patrones en ese movimiento. Puede ser una distracción para pasar el rato, pero suena más a efecto alucinógeno... Cada quien. La anatomía humana no deja de sorprenderme. Total, si uno pue­ de sentir mariposas en el estómago o escuchar violines en el alma, ¿por qué no tener fuegos artificiales en la retina?

e 91


FLAVI LABAR

c '

uántas veces lo habré hecho y ni u n

brado? Sí, he flavilabado más d

v

.

In h n ur ;-; Y m r1

dos. Bochorno.

Descubrí la palabra en 2014,

Acelerar la marcha del coche cuando un semáforo cambia a ámbar para no detenerse en el rojo.

una

1

la fechoría: si uno i ndago

•n HU

1'

cuando investigaba sobre el semá­

bol genealógico, encuentra poca I n ·

foro a propósito de su centenario: en agosto de 1914 se instalaba el

formación sobre ella. No apar •n los diccionarios, y sólo escarbando

primero, para regular el incipiente

en la red logra uno descubrir que el

tráfico de la ciudad estadouniden­

adjetivoflavo, presente en su raíz, sí

se de Cleveland y, entre historias y

existe como cultismo para referirse a un tono de amarillo que tiende al

curiosidades, apareció esta palabra,

flavilabar, definida como "acelerar la marcha del coche cuando el se­

rojo, al del fuego, como el de la miel o el oro (de hecho, los nombres pro­

máforo se pone en ámbar con el fin de no detenerse con la luz roja". Es

pios de Flavio y Flavia correspon­ dían a los apellidos de quienes eran

decir, hacer lo contrario de lo que de­

rubios claros). El otro elemento que la compone es el verbo latino elabor,

beríamos hacer. No, no se considera infracción (si uno pasa antes de que le alcance el rojo, claro), pero diga­

que podría traducirse como esca­ par. Así que "escapar del amarillo"

mos que no es algo para ir presu­

sería el significado de esta nueva

miendo.

&présión que ya adopté en mi vo­

Es un término que delata un ins­ tante, uno que se prolonga durante

cabplario y que automáticamente quité de mi comportamiento: desde

las milésimas de segundo que tar­

que la conozco ya no acelero. Como

das en decidir si seguir acelerando o frenar de golpe, con un pie en el ace­

infundiera más respeto, más cons­

lerador y la cabeza lidiando con la presión,conscientedelasconsecuen­

ciencia, más culpa. Todo gracias a una palabra. El léxico como mé­

cias. Para acto seguido darte cuen­ ta de que aunque hayas hundido el

todo para las buenas costumbres. Nada mal.

si al ponerle nombre a la acción me

pedal hasta el fondo terminarás de­

Flavilabar me gustó tanto que

tenido en el siguiente semáforo, éste

durante meses fue la contraseña de

ya en rojo, porque el sistema, com­ plejo y bien pensado, está diseñado

mi módem, para que quien viniera a visitarme, además de lograr conec­

de esa manera. ¿Y quiénes somos

tarse al Wi-Fi, se llevara una pala­

nosotros para creer que vamos a contradecirlo?

bra nueva de regalo. Pero pasado un tiempo me cansé de deletrearla.

Aunque la maniobra está muy

Ahora me basta con que la próxi­

extendida, la palabra no. Quizá por

ma vez que flavilaben recuerden la

designar una actividad solitaria, no

palabra... La adrenalina al pisar el

compartible. Y la palabra pagó por

acelerador será la misma, créanme.

93


STEL ÍFER O

E

l lenguaje marcado como poético siempre causa cierto respeto. Pareciera que una palabra usada en un contex­ to elaborado, metafórico y en el que se emplean térmi­

nos poco conocidos estuviera reservada para los expertos de la pluma, los magos de los versos. Nada más lejos. Sofistica­ do y exquisito, el lenguaje poético está al alcance de quiert lo quiera usar. Pero hay que conocerlo. Eso sí no es fácil, no es

Lleno de estrellas .

común ni casual. Por eso encontrarse con una de sus inte­ grantes siempre me produce regocijo. Es un regalo lingüís­ tico como pocos. Esta palabra llegó por mi abuelo,

/la llegó directamente del indoeuro­

que si bien no fue poeta, sí fue un soñador y así lo reflejaba también

peo, sin ninguna modificación en su

su vocabulario. En las noches es­

cuerpos celestes que brillaban en

tivales nos solía tumbar a ver las

la noche. Y era lógico que algo lle­

estrellas en el jardín. En aquella at­ mósfera de fantasía, nos contaba las

bastaría con emplear ese término.

significado:

no de estrellas se dijera estrellado. Y Pero no, el lenguaje poético lo ele­

mejores historias que puedo imagi­ nar. Nunca supimos qué de aquello que nos narraba era cierto y qué era fabricado por su imaginación. Pero eran aventuras tan divertidas, ade­ rezadas por palabras tan deliciosas y relatadas con tanto detalle que no

ster- ya se refería a los

· .

vó a

este/ifero, porque el sufijo -fero

�ignifica que lleva, contiene o produce (del verbo ferre, llevar, presente en

fósforo o diferir) y mantuvo la forma latina ste//a, que aún no modificaba y añadía la ere en un truco sonoro.

nos hizo falta nunca preguntarle.

Por eso adoraba las vacaciones.

Caíamos rendidos ante su magne­

Porque hasta las palabras se ponían

tismo. Nos sentíamos volar entre

alegres. Y así nuestras noches de vera­

sus letras, que parecían canciones. Y es que el lenguaje celeste está

Cuando descubrí que planeta quería decir errante porque esos puntitos rutilantes su­ puestamente eran los únicos que se movían en el firmamento, supe que los romanos eran unos genios. De la astronomía y de la lingüística. Estrelleno de poesía.

no, de cielos despejados y lejos de la contaminación lumínica, se lle­ naron de estrellas y nuestros ojos brillaban. El verano entonces fue estío. La noches, el ocaso. El cielo pasó a llamarse cosmos y el jardín se transformó en un edén. Lleno de estrellas, de astros ... , estelífero.

95


DROMOMANÍA

P

oto loco,

diría mi amiga Vicky, la chilena. En mi caso

es parte de mi naturaleza desde que yo soy yo. Empezó con mis padres, organizando viajes cada dos veranos

al extranjero, para conocer otros horizontes, maneras de vi­

vir, acentos y sabores. Continuó cada Semana Santa durante

Inclinación excesiva y obsesiva por trasladarse de un lugara otro .

quince años, para esquiar en diferentes estaciones blancas. En cuanto crecí hice lo propio. Estudié en varios países, pla­ neaba vacaciones con muchos kilómetros de mapa y hacía balance de los años con álbumes de fotos que llenaban mi me­ moria. Terminé viviendo a 10,000 kilómetros de casa. Hola, me llamo Laura García y soy dromomaniaca.

que coincidan con estancias, leer

En cuanto doy vuelta al calenda­

guías, blogs, mapas de ciudades, transportes públicos, bajar aplica­

rio en diciembre pienso en qué lugar

ciones para el idioma o la conver­

me gustaría visitar en los siguientes

sión de moneda, hacer maleta con

365 días. Mis años se miden en ma­

lo mínimo y así poder regresar con

letas. Y disfruto el trayecto desde

lo máximo, subirse al avión ... Adic­

los preparativos. Desde hace diez

ción a la adrenalina.

años soy miembro del Combo Lati7 no, un colectivo compuesto por una' chilena, una argentina, una mexica­ na y una española que se dedican a

, Y cuando vuelves, repasas el via­ je en conversaciones, fotos y anéc­ 'dotas. Recuerdas los incidentes y

reír por el mundo. Y no, no es chiste.

las hazañas. Entonces tu mente se llena y tu corazón bombea. En

Todo comienza en casa de algu­ na de nosotras, con unos vinos, mú­

cuanto pones un pie en casa agra­ deces la experiencia y empiezas a

sica de jack johnson de fondo y un

desear la siguiente.

globo terráqueo sobre la mesa. Ha­

Viajes cercanos, lejanos, bara­

cemos una lista de destinos y vemos

tos, no tanto, de playa, de montaña,

en cuál coincidimos todas. Prende­

de caminar sin parar, de descanso

mos la computadora y vemos fotos

total, de deleite gastronómico, de

que nos hagan brillar la pupila. El

sándwiches en la mochila, de vesti­

flechazo es inmediato y en ese mo­

dos y tacón, de chanclas y shorts, de

mento brindamos satisfechas: la si­

bufandas y guantes,

guiente expedición está en marcha.

de autobuses, de aviones, de Metro,

de trenes,

Siguen meses para buscar ofertas

visitando amigos, acumulando his­

de vuelos, definir fechas y apartar­

torias. Y en una especie de locura

las en las agendas, investigar reque­

apasionada

rimientos migratorios (todo un reto

vueltas sin parar al planeta (dromo,

(manía) das vueltas y

de Naciones Unidas, dada la varie­

esa pista en la que corres), porque la

dad de banderas del grupo), reser­

vida se cuenta en vueltas al sol. Y

var hoteles, programar vacunas,

la mia, timoneada por la dromo­

buscar amigos con alojamientos

manía, se cuenta en sellos en el pa­

cercanos para reducir el presupues­

saporte. Y cuando cierro los ojos, imagino cuál será el próximo.

to, marcar eventos o celebraciones

97


D I ASTE

A C

ada quien tiene un personaje con el que descubrió la dias­

...

tema. Para mí fue Luis Miguel. Con el Sol fui consciente de este espacio que parece un tubo de ventilación de la

dentadura, una travesura de la fisonomía. A partir de enton­ ces me pareció un rasgo tan peculiar y único que considero seres especiales a sus portadores. Quizá ellos hayan luchado

Pequeñ o espa cio entre dos dientes, norma lmente entre los incisivos sup erio res.

durante años en consultorios de dentistas para tratar de en­ mendar lo que para muchos es un defecto, pero ahora leí que incluso hay operaciones para provocarlo y dejarte un ilustre diastema que haga más original y llamativa tu sonrisa. Quizá la culpa la tenga la auto­

dura. Las muelas del juicio, como

estima de artistas como Celia Cruz,

sea, pero ¿¡los dientes frontales!?

Georgia May Jagger, Keith Urban,

Auguraba un largo futuro de orto­

Vanessa

Amy Winehouse, Zac Efron o Brigi­

doncia acompañada de brackets. Sin embargo, lo que resultó fue que

tte Bardot, que pasearon su singu­

tuve más espacio que el resto de

lar aspecto por el mundo sin perder ni pizca de júbilo.

los mortales para que los demás

En mi familia materna decidie­ ron adelantarse a las mutaciones y

nunca se montaran uno sobre otro.

Paradis,

Dani

Martin,

empezar a desarrollar cambios fisi­ cos que no tendrían otros seres te­ rrícolas. Me explico. Desde hace va­

dientes se sintieran a sus anchas y Es más, uno de ellos nunca se cayó ' y ihí sigue, en mi encía, como ves­ tigio de niñez. Es decir, mis dientes son impares.

rias generaciones, los Arroyo sólo

El que salió ventajoso fue mi her­

tenemos dos incisivos permanen­

mano, al que ni se le asomaron los incisivos laterales y hoy goza de una

tes, los frontales. La madre natura­ leza decretó en nuestro caso que con

simpática diastema que hace adora­

cuchillos afilados y con alimentos más blanditos estaríamos bien, y

ble su sonrisa. Cuando supo que su

por lo tanto, no necesitábamos to­

herencia mutante además está re­ lacionada en algunas culturas con

dos los dientes. Se me cayó la man­

la suerte, la riqueza o la fertilidad,

díbula del asombro. Pero una vez vuelta a su lugar pensé en qué pa­

sintió que su rebeldía para acudir al

saría después de que el Ratón Pérez

un orgullo familiar. Y desde enton­

sacamuelas había dado frutos: todo

se llevara los de leche y me dejara

ces sonríe ufano, dejando ver su pí­

tremendos huecos, ni más ni menos que en lo más visible de mi denta-

caro diastema como trofeo biológico y lingüístico.

1 •


DEXTRÓG I RO

dos conocemos a alguien así: -Disimula, la chica que te gusta está acercándose por as s. -Mira, ¿ves esa estrella que brilla a las 11? -Toma la glorieta por las 9 y sal por las 6.

En el sentido de las agujas del reloj.

con dextrógiro y levógiro. "Gire la pe­

pone las cosas en el espacio como si

rilla en el sentido de las manecillas

viviéramos en un reloj gigante. Y le

del reloj". Ocho palabras que evitan una precisa e inequívoca. ¿Por qué

vale. Le vale la cara de emoji de ojos salidos que puedas poner. Le vale

usan la suya, e incluso la entende­

mas para interpretar lo de la glorie­

mos: c/ockwise. Pero a los hispanoparlantes nos

les. Está bien que midamos todo en horas, pero subirse a las manecillas para girar por la vida me parece demasiado. Es eficiente cuando sa­

trapeso que se mueve en dirección

ves pixeleado el cielo porque tienes que encontrar esa estrella entre mi­

bes que tu interlocutor habla así y entonces no inviertes segundos va­ liosos adivinando qué representan esos números. Pero también tienes

Tiene u�a compañera, un con­

contraria, hacia la izquierda: levógi­ ro (de laevus, aunque reconocemos más su eufemismo, sinister, que nos llegó como siniestro). Para eludir

que tener un código establecido con

este término acostumbramos decir

él porque, al entender los ángulos

"en el sentido contrario a las agujas

representados por esos dígitos, sur­

del reloj". Nueve palabras. Curioso. Y en riesgo, pues con la apari­ ción de los relojes digitales costará

ge otra duda: si hablas con alguien a tus 2, ¿el reloj está en su dirección o 1

cuesta decirlo por su nombre:

dex­ trógiro. Un término además bas­ tante deducible: incluye giro, para señalar el movimiento, y la raíz dex­ tro, que significa derecho, como en diestro.

chica de tus sueños. Le vale si ya

no la usamos? Los angloparlantes

que vayas al volante y tengas milési­ ta. Le vale si estás sudando porque no sabes por dónde te va a llegar la

--== ·

dríamos reducirlos a una. Así pasa

No es un submarino de guerra, es tu amigo el de ciencias, que dis­

en la tuya? Porque entonces sus 12 son tus 8, y sus 3, tus 11. Y esto se

más rescatar su uso. Pero lo vale. Ahora volvamos a la escena ini­

convertirá en un rompecabezas. O en un sudoku sin rellenar, pero evi­

cial:

ta que señalemos con el dedo y eso

te gusta está acercándose por las 5.

nos hace discretos. Hay otros movimientos relacio­

contorsionismo, podemos asegurar

nados con el reloj que definimos

que vas a llamar la atención de la

con muchas palabras cuando po-

chica. Cuestión de tiempo.

-Voltea dextrógiro: la chica que Aunque sea por la exhibición de

101


ELTIOLOGÍA

S

oy de las románticas que aún manda postales. Y amo re­ cibirlas. Nací sin correo electrónico, WhatsApp ni redes sociales. Cuando viajo a otros países, mando besos en

forma de letras. Me encanta. Guardo la postal que me escribió

mi amiga Belén por una tarea; debíamos enviarnos postales como si estuviéramos en otra ciudad. En la que me mandó

Coleccionismo de postales . También llamado cartofilia.

preguntaba por mi viaje a México. Teníamos diez años. Qué premonitorio... A esa postal ficticia le siguieron

Tengo una caja con cartas y pos­

muchísimas que han visto cómo las

tales recibidas. Es un gran testigo

oficinas de correos han ido cambian­ do, vaciándose, aguantando, defen­

del tiempo. Cuando muera, alguien pasará un buen rato decidiendo qué

diendo la ilusión de quienes meten

hacer con ellas y, si las lee, también

una cartulina en un buzón y de quie­

pasará un buen rato de nostalgia.

nes sonríen al recibirla en su casa.

Algunos coleccionan muñecos,

Suelo visitar las tiendas de re­

relojes, balones... Yo, postales. Y

cuerdos en busca de una estampa que refleje algo del lugar en el que es­ toy: un paisaje, un rostro, una cons­

de/tio/ogía (del de/tos: tablilla escrita, carta pequeña), una de las tres coleccio­

eso tiene nombre:

griego

trucción emblemática, una escena

nes más habituales en el mundo.

chistosa, algo ridículo... He ido variando, porque los destinata­

quién eres, o dime qué postales

rios siguen siendo los mismos y

mandas y te diré qué tipo de per­

Dime qué coleccionas y te diré

debo seguir sorprendiéndoles. Así

sona eres. Si no me creen echen un

que cuando me voy de viaje, nunca falta la lista de direcciones postales

vistazo, por ejemplo, a postcrossing. com y verán.

(para postales) de las ocho o diez

Paso un largo un rato pensando

personas a las que enviaré saludos

qué escribir en la postal: el espacio

voladores. A veces las prisas del viaje me

es reducido y quiero provocar una

han impedido encontrar un buzón

Porque me leerá mucha gente; en

sonrisa prolongada en quien me lea.

a tiempo y he despachado las mi­

tiempos de privaddad y candados a

sivas desde casa (confieso aquí que

la información, la postal se muestra

las de Río de Janeiro, por ejemplo, salieron de Río Becerra, pero la in­

descaradamente. Y a veces, dema­

tención es lo que cuenta). Pueden

levantarme el ánimo y me mandó

tardar meses en surcar los cielos;

siado: un día mi amigo Pablo quiso un "guiño gracioso" a mi oficina.

algunas nunca alcanzan su desti­

El vigilante de la puerta pensó que

no. ¿Dónde quedarán todos esos

levantaría sospechas y me sugirió que bajara a buscar la postal antes

abrazos sin dar? Cuántas cosas no dichas podrían haber cambiado el

de que la viera más gente... Digamos

rumbo de tantas personas... ¿Habrá

que el negro de WhatsApp tuvo sus

departamento de letras perdidas?

antecedentes.

103


RE

C HA

P

odría haber sido el hecho de qut• m p (' los textos para poder enfocarlos y 1

1

sido cuando ya no cupe en esos pant 1

siempre me compraba o incluso cuando not • lo

u

taba recuperarme de una noche de fiesta. Pt• t·o no,

e

1 JI

tiempo me explotó en el momento menos CHJ lt'I'IU lo.

rwrlo 1 1 11•1 1 1 n l 1 1 u 1 1 1 1 'nc:iu dc•l n t i i i i C in. • deshizo la trenza parn c•r 1 1 pc·�ru t ic nuevo y explicarm paso por pn u

Una sabe que se está haciendo

otra vez y ret

con toda la pací

mayor cuando tus sobrinos empie­

Raya que divide el cabello en dos partes.

zan a enseñarte a hacer cosas. Y no hablo de cómo instalar aplica­

Mira, primero te haces u u n c· r·c ·1 1

ciones para el celular. No, hablo de cosas sencillas, simples, cotidianas.

cha, agarras la mitad del tnl wllo y

grut.•su la fnl t u

En el caso de Natalia fue, ni más ni

empiezas por la parte más

menos, que hacerme trenzas en el

Quise llorar. Ya n o era sólo

cabello.

de destreza con e l peine, es que ad '­ más me estaba dando clases de vo­

No sé en qué momento pasó pero de una Navidad a otra tuve que pa­

...

cabulario.

rarme de puntillas para abrazar a

Es muy educada y no quiso ha­

esa ahora adolescente, portadora de

cerme sentir peor, pero noté que me

una mata de pelo que competía con

miró como si estuviera mirando a

la de Rapunzel. ¡Pero si sólo fueron doce meses sin verla! Aquella seño­ rita ahora se pintaba las uñas, dise­

.

un dinosaurio, y muy respetuosa·

mehte me señaló la raya con la que sa dividía el cabello. Así lo llaman

ñaba ropa y lucía unas trenzas de

en YouTube, lo busqué en el dic­

campeonato en su larga y hermosa

cionario y sí existe, no es cosa de la

melena. ¿Fuiste a la peluquería, Na­ talia? ¡Qué va, si se las hace ella!, se

generación Z.

adelantó su madre a explicarme. ¿Y

Es preciosa, ¿verdad? Sí, Nata­ Ha, como tú, como tu cabello, como

quién te enseñó? Veo tutoriales en

tu trenza, como la idea de aprender

YouTube, me respondió tímida. Sentí envejecer quince años de

cosas de ti, como el descubrimiento maravilloso del lenguaje y sus ha­

golpe. No sólo era una experta, sino

llazgos.

que era autodidacta.

El chiste es practicar y te termina saliendo genial. Practicaré, lo juro. Juro que el

¿Me enseñas? Claro, tía, es muy fácil. Y como prestidigitadora pro­ fesional, se sentó en el piso delante

año que viene salgo en la foto de

de mí, se cepilló el cabello y me ex­

Nochebuena peinada con una tren­

plicó con peras y manzanas cómo se

za, aunque tenga que sacar cita en

iba tomando mechones de cabello y

la peluquería esa misma mañana. Pero sobre todo, veré tutoriales en

se los iba entrelazando de manera asombrosa para obtener una obra

internet para poder hablar con ella

de arte en minutos. Atónita.

y buscaré palabras increíbles para

Espera,

espera,

interrumpía

cual tía desfasada, necesito verlo

regalarle algo del tamaño de su re­ galo de este año.

105


COPROLALIA Tendencia a decir obscenidades.

E

s como un acto reflejo. Bajo del avión y

n

u nt pi o mpl z dispararse sin control. Es como si estuvi r nt 1 o aguardando ese momento para salir y explotar omo fu gn , t r artificiales. No lo puedo evitar, es una sensación d 11 casa, de recuperar algo que se extraña. Todas esas palabruH que no pude usar en otro lugar porque no se entienden o em· plean, de repente tienen cabida. Suena raro, pero es la señal: llegaste a tu tierra. Barajas mi vocabulario ibérico más gros ro

más un tic, al pronunciar de forma

En México me descubrí malhablada. No es que sea vulgar, es que

espontánea y casi involuntaria una

decir las palabras malsonantes de

palabra, una sílaba o una frase sin

aquí no me suena tan mal. No hubo

razón. Y para cerrar el círculo (vi­

un adulto regañándome por usarlas de niña e incluso me hace gracia porque no dimensiono la ofensa. No

cioso, sin duda), aparece la ecopra­ xia, con la que se imita y repite roo­ vimientos y frases de otra persona

me justifico, sólo reflexiono sobre

presente. Sobra decir que todos son

ello a menudo. O al menos eso pensé cuando leí la palabra coprolalia.

padecimientos no deseados, salvo la

Que tenga un nombre ya es síntoma

cional y consciente.

de que somos un gran número de deslenguados para los que habría que organizar una rehabilitación.

coprolalia, que quizá sea la más op­ · .

.Esto también nos hace recapaci­ tar sobre la dimensión emocional de l�s palabras. ¿Qué resulta ofensivo?

¿Por qué no fui filática, esa persona

¿Dónde pinta su raya la subjetivi­

que usa palabras rebuscadas para

dad? ¿Qué tanto hay de cultural en

demostrar erudición? Me sé bastantes ... pero me divierto menos.

juzgar un término como injurioso?

Ese prefijo copro-, que uno identifica por los estudios médicos que

hablante. Hay que hacer un examen

Ahí entra la responsabilidad del individual, silencioso y anticipado

te analizan las tripas, y el término

de quién va a escuchar tus palabras,

griego la/ein, que remite al verbo ha-

en qué contexto y con qué tono. Hay

blar, forman un vocablo que es más

que anticipar las consecuencias y

propio de los niños que repiten obs-

hacerse cargo de ellas. El lenguaje

cenidades que oyen de los adultos,

no es el culpable de los malenten­

pero sin ser muy conscientes de lo

didos.

que están diciendo exactamente.

En definitiva, uno elige cuándo

En esta familia léxica hay otros

ser malhablado, hay momentos en

miembros dignos de vitrina. La ecolalia es otra perturbación al hablar;

los que es útil y hasta sano, pero

en este caso, se trata de repetir una

esas palabras irreverentes, mejor

palabra o frase que ya se ha dicho o recién escuchado. La palilalia es

hablar.

si no estás seguro del alcance de quédate callado, para no c1'garla al

107


eguramente esta escena te resultará familiar: tras un día

ONTICINIO

agotador fuera de casa, cruzas la puerta y llegas al hogar; te metes en la cama, lees un rato y apagas la luz dispuesto a despedir un día largo con un descanso. Cierras los ojos, te acomodas la almohada y la sábana, sonríes orgulloso de ha­ ber logrado un poco de paz y... Coches. Bocinas. Música. Risas de fiestas cercanas. Sirenas. Aviones. La televisión del vecino.

Hora de la noche en que todo está en silencio.

Una pelea en la calle. El señor de los tamales... ¿A qué hora duerme la ciudad? No, la hora no tiene nada que ver, el ruido sigue de madrugada, sólo cambia de actores y trama. Imposi­ ble pensar en una gran ciudad que permanezca en silencio en algún minuto del día o de la noche. Salgamos de la urbe. ¿Cómo se escucha la noche más allá del asfalto? ¿Da tregua la vege­

ciudad quedaba quieta cuando se acostaban y por eso crearon una voz

tación? Rodeados de árboles y estre­

que describiera esa calma apacigua­

llas los ruidos humanos dan paso a

dora. Para ello, tomaron el verbo

los sonidos de la naturaleza que, si

ramas movidas por el viento, el agua

conticere (guardar completo silencio), compuesto por el prefijo con- (por completo) y el verbo tacere (estar ca. 1/adp, de donde heredamos el adje­ 'tivo tácito), y formaron el sustantivo cohticinium, que se empezó a usar en

del río, las voces de búhos, lechuzas,

los cuarteles militares en contrapo­

bien son más agradables, impiden el silencio absoluto. Cuando cae el sol lejos de la urbe, la banda sonora nocturna está compuesta por grillos,

perros, el crepitar del fuego... ¿Exis­

sición a gallicinium, la primera hora

te el silencio en nuestro mundo? O mejor dicho, ¿cómo y dónde se en­

del día, cuando el gallo anunciaba el

cuentra el silencio hoy en día? A mí me inquieta la noche, sus

dades humanas y el vocabulario se

ruidos me sobresaltan, los crujidos

amanecer. La naturaleza, las activi­ relacionaban, se complementaban, se enriquecían y convivían.

de los muebles y pisos cuando cam­

Suena el despertador. Una nue­

bia la temperatura me angustian,

va jornada. La mañana presenta su melodía: el señor del gas, un claxon,

y por eso decidí usar tapones para aislarme de todo y de todos. Quizá no escuche los peligros, alarmas o

unos alegres pájaros en la ventana,

llamadas que debería escuchar, pero

enfrente, las pisadas del vecino

puedo admítir que a ratos he encon­

de arriba, la campana del camión de

trado esa mudez nocturna que tanta

la basura y, por supuesto, la graba­

falta nos hace. Por

ción de los que compran colchones,

fin hallé mí ma­

la excavadora de la construcción de

nera de conocer el conticinio.

tambores, refrigeradores ... El run­

El término es poco conocido porque el silencio de la noche

rún del día obliga a abrir los ojos, ayuda a salir de la cama. Atrás que­

es poco usual y ha caído en desuso

da la pausa, el reposo, el silencio, la

(la palabra y la sensación). Quizá en

oscuridad, el conticinio ... ¡Buenos y

tiempos de los antiguos romanos la

sonoros días!

109


CLI NOMANIA

E

sta lectura trae banda sonora. Para vivir la experiencia completa recomiendo poner de fondo "Hoy no me pue­ do levantar", de Mecano. ¿Listos? Ahora sí, recuéstense

y acompáñenme a conocer esta triste historia. Perdón, esta fre­ cuente historia.

Deseo extremo e incontrolable de permanecer en la cama. También conocido como "cinco minutos más, porfavor".

Sucede cada mañana, en tu

sos obsesivos y nuestras pasiones, y

dormitorio, contigo en la cama, dur­

que fue añadido a múltiples palabras con las que se llenaron consultorios

miendo. Y se repite como en bucle todos los días al sonar el desperta­ dor. Lo apagas inconscientemente, como en un acto reflejo que tiene aprendido tu brazo. Ni siquiera sabes cuál de los dos, pero logra

de terapias varías. Kline, el otro tér­ mino que derivó en clino-, también viene del griego y se podría traducir por cama, o más bien, lecho, que me

silenciar ese molesto ruido que te

parece más apropiado para la época helénica. Así que esta obsesión por

sacó del mejor sueño que has tenido y del que nunca habrías querido sa­

la cama ya tiene nombre. Una manía más que sumar a la lista.

lir. Pero alguien (¿quién habrá sido

Si uno lee los síntomas del pa­

el genio?) inventó el botón de snooze

decimiento, todos resultamos clino­

para hacer sonar la alarma ad infini­ tum. Yllegó eldrama. Supongo que la

maniacos: que meterte en la cama sea tu momento favorito del día, que

intención del botoncito era que

bajo las sábanas te sientas mejor

despertaras en caso de no haberlo · logrado con el primer aviso del reloj, pero para adictos a las sábanas

favorito del fin de semana sea ver

que en ninguna parte, que tu plan

como yo, el snooze se convirtió en el

'series en horizontal, que al minuto de levantarte empieces a pensar en

símbolo de la procrastinación. No

cuánto falta para volver a acostarte

dejes para mañana lo que puedes

o que estés dispuesto a sacrificar

seguir soñando hoy.

gimnasio, baño, desayuno y fiestas

El sol te atraviesa los párpados, la alarma instrumental con la que

por quedarte abrazado a Morfeo... Todo esto puede hacerte clinoma­ niaco, solitario y

grinch, pero para

pensaste que te sentirías obligado a levantarte ya parece sinfónica, imagi­ nas la cara de tu jefe cuando te vea lle­

cueva permanente, ésas pueden ser

gar a mitad de la junta, piensas en el

señales de depresión. Cuidado, la

olor a café, en que es quincena, en que hoy juega tu equipo... Nada, absoluta­

línea entre el perezoso y el enfermo puede no ser tan clara.

mente nada te saca de la cama.

quienes ya hicieron del catre su

Conocí esta palabra en un ar­

Ahora que llegaste al final de la

tículo de una revista de entreteni­

canción y que dejaste lo de "la re­ saca del champán" y "las burbujas

miento que, entre risa y risa, hacía un cálculo de cuántas horas -que

que suben y después se van", presta

terminaban siendo días, semanas

atención y repite en voz alta: "Tengo

y ¡hasta meses!- sumaban todos

clinomanía".

esos "cinco minutitos de propina"

Sabemos que el sufijo -manía nos

que uno pasa decidiendo levantar­

llegó del griego para poder nombrar

se. Hice la cuenta ... y se me quitó el sueño.

nuestras locuras, nuestros impul-

111


E

n mi pueblo los llaman adictos al trabajo. Los modernos

H I M PI LI N EARSE

los bautizaron como workaholics, pero en muchos lugares usan un verbo genial para describir su comportamiento:

chimpilinearse. Y su definición es más genial aún: entregarse con ardor al trabajo. No con esfuerzo, ni con esmero, ni con afán. Con ardor. Y es que después de pasar por todos los sig­

Entregarse con ardor al trabajo .

nificados de este sustantivo, se esconde una última acepción que señala la viveza, el ansia o el anhelo con los que se realiza alguna actividad. En este caso, el trabajo. En realidad se trata de gente que disfruta mucho lo que hace, se apa­

batería y da con un profesor exi­ gente que lo lleva al límite. Pensé

siona con ello hasta la obsesión, lo

que en este caso quedaba perfec­

cual le quita un poquito de felicidad

to el verbo

al asunto. Si tienes que quedarte

que si de ardor se trata, el protago­ nista saca a relucir todas sus acep­

sin amigos, sin familia, sin pelo y

chimpilinear, pues creo

sin nervios para hacer una carrera,

ciones. La del calor, porque suda

dificilmente te sentirás orgulloso al

pegándole a la baqueta como po­

final del camino. Pero si eres dedi­ cado, cumplidor, disciplinado, buen compañero, talentoso, llegas a casa

cos; la del brillo y el resplandor, porque finalmente de lo que se trata es de brillar, en el escenario y con la

aún con luz solar y además vas chi­

· frente; la de encender las pasiones,

flando por los pasillos de tu oficina,

po¡que nadie en su sano juicio re­

pásame la fórmula, escribimos un

sistiría tanto rigor y sometimiento

libro y nos hacemos ricos. Cuando vi en el cine

si no se mueve por tal entusiasmo

Whiplash

delirante, y, finalmente, la de la vi­

recuerdo que me quedé varios días

veza, el ansia y el anhelo, pues sin

metida en la película. Es de esas

ellos uno no podría volcarse a una

historias que se te incrustan y se

actividad que le exige tanto sacrifi­

quedan dando vueltas en tu inte­

cio (no olvidemos que trabajo viene de tripalium, un objeto de tortura). Sin llegar a la literalidad del

rior. En este caso, no sólo fue la ma­ ravillosa música que condimenta toda la trama, fue el observar cómo un propósito, un plan, una meta

acto, a veces el trabajo sí se siente

puede llegar a obsesionarte tan­

como un tormento. Más que pasar­ se de la raya, hay que pintarla fren­

to que te invada cada segundo del

te al jefe y ante uno mismo, para

día, cada poro de tu piel y, aunque

saber hasta dónde llegar en aras de

te des cuenta, no puedas dejar de hacerlo. La cinta cuenta la historia

la realización, satisfacción y equili­

de un muchacho que ama tocar la

a gusto!

brio. Y entonces sí, ¡chimpilinéate

113


CASCARRIA

S

iempre m e han llamado la atención esos om rci 1 s

n

) r gr r r{ 1 m casa de jugar y trae la ropa con unas manch

los que un niño (porque siempre son varon

que sólo un detergente concreto (el del com rcin 1 , <'l i rio

mente) puede quitar. Les juro que yo jugaba futb 1 t'O I I 1 1 1 amigos en l a Primaria. También a l baloncesto y a l vol< ihol.

Barro o lodo que se queda seco en la parte de la ropa más pegada al piso.

Por supuesto, me tiraba al piso peleando el balón en ltu; nw jores jugadas e imitando a Van Basten, Platini, o Maradonn (nací en los años setenta ... ), pero jamás, jamás, recuerdo hu· ber tenido manchas como las de los comerciales de jabón. Lo que sí traía era una cantidad de lodo en los tenis y en los bajos del pantalón que mi madre me desves­ tía en la escalera antes siquiera de poner un pie en la casa. "Me gusta­ ría saber cómo le haces para ensu­ ciarte así, no lo puedo entender", y yo trataba de explicarle que la pa­ sión no se podía limitar, que cuan­ do llovía la tierra se convertía en lodo y que había que darlo todo por ganar los partidos. Vanos intentos por justificarme (intuyo que no al­ canzaba a escuchar lo del frnal por­ que se alejaba por el pasillo hablando con alguien imaginario mientras ca­ minaba a la lavadora). En mi defensa diré que el terreno de juego no era precisamente de los que cumplían la normativa de la FIFA ni aspiraba a recibir una final de Champions. Nos preocupaba más aumentar el marca­ dor que el regaño en casa. Pero ahora entiendo a mi madre y puedo imaginar su cara al ver la ropa y su sentir al tener que lavar­ la. "Se le dice cascarria, para que al menos sepas cómo se llama. Si no te acuerdas, recuerda que me hace poner cascarrabias y verás como no se te olvida." Y terminaba la frase riendo, porque mi madre no podía enojarse, es de esos seres que nacen

con una sonrisa en la boca y la con­ tagian por donde va. Pero funcionó, no se me olvidó. Cascarria tiene que ver con zarra­ pastroso y su raíz zarpa, que al igual que cazcarria (con zeta), aludía al barro o lodo en los bajos de un vesti­ do o en los pies descalzos, y aunque no está demostrada la relación, hay una acepción del verbo cascar, que significa dañar o estropear algo. Y; en aquellas tardes de goles sí se estropeaban varios uniformes. Ahora ya un poco mayor, la casca­ rria se adhiere a mis pantalones en mis caminatas por el monte, mis carreras cruzando parques en días de lluvias torrenciales y en las visitas al taller de cerámica de mi amiga Isadora. Ahora soy yo la que pasa un buen rato en el lavadero tratando de rescatar prendas, pe­ ro eso no resulta dañino. Ahora vol­ teo hacia atrás y me doy cuenta de que arrastro varios esguinces, le di mucho trabajo extra a mi madre y sigo preguntándome cómo podría uno ensuciarse como en los comer­ ciales. Me dan ganas de escribir a las agencias de publicidad y pedir­ les que cambien esas manchas po­ sadas por una imagen de mi madre sonriendo y diciendo ¡cascarria!


CALI PE DIA E

rase una vez, en un reino muy lejano, una r

inn ol

. (\

io·

nada con la belleza, que se hacía acon j. r p r fH't' H muy extraños. Todos los días le preguntaba a 'U 'HJ lt�o: " K

pejito, espejito, dime una cosa, de todas las m uj .,. • dt• t• l t reino, ¿quién e s la más hermosa?". E l espejo r s p n l h : 11 t 1

ted, majestad, por supuesto, nadie la iguala en b 1 1 �a". 1•: 1 1 1 se quedaba contenta y seguía con sus asuntos de pala

Arte quimérica de procrear hijos hermosos .

i .

Un día el espejo la agarró en curva, y ante la misma pregunta

nita, la caligrafía (con el mismo /m

contestó que ahora había una mu­

bello), pero la paidología no enga a (paidós, niño, la otra componente de esta palabra); esta ciencia que estu­

jer, no una, sino mil veces más her­ mosa que ella: su hijastra, Blanca­

!los griego en la raíz, para indicar

lo

nieves, que ya estaba crecidita y se

dia todo lo relativo a la infancia, su

había convertido en buena moza.

buen desarrollo físico e intelectual

Imagínense el disgusto de la reina:

le echó más ganas a otros aspectos. Tampoco tengo claro si es algo que perdura o tiene caducidad,

años de tratamientos estéticos, de no lavar ni un traste para no rom­ perse ni una uña, y ahora en su propia casa le estaban haciendo

como el hechizo de Blancanieves, es decir, si el niño que nace bello no padecerá los incómodos cambios

la competencia. Puñalada de las grandes. El resto del cuento ya se lo

.de 1� adolescencia, o al contrario, si

saben. Aparecen la rueca, los ena­

un niño no tan agraciado pero que

nos, la manzana, la bruja, el sueño

coma bien, haga ejercicio y use mu­

profundo, el príncipe y el final feliz.

chos productos cosméticos podrá

Salvo para la reina. Pobre, no sólo la

convertirse en un zagal de buen ver. A la famosa madrastra del espejo

destronaron del título de Miss Dis­ neyworld, sino que nunca supo que

se le habrían parado los pelos si hu­

no podía hacer nada al respecto: la

biera tenido que visitar una clínica

calipedia es invencible.

de fertilidad, donde ahora, gracias a las bases de datos, puedes elegir

No me queda claro si lo quiméri­ co de la calipedia es porque la belle­ za es algo subjetivo. Seamos since­

el sexo del bebé, su color de ojos, cabello, piel, estatura y quién sabe

ros, ninguna madre se atrevería a

cuántas cosas más. Calipedia sobre

decir que sus hijos son feos, ni aun­

pedido.

que les hayan tapado la cara al salir

Y si se trata de un arte, tal vez sea sólo cuestión de buscar buenos pro­ fesores, estudiar mucho, practicar

del hospital, como hizo la mía. No la culpo: nací bizca, con mucho pelo y todo de punta, y como me hicieron heridas en la cabeza al sacarme me

sin mesura y echarle muchas ganas para dominarlo. Si no lo logras, al

rociaron con merthiolate. Vamos, el

menos habrás cursado unas muy

orgullo de la madrastra de Blanca­ nieves ... Y dicen que todos los bebés

buenas y aleccionadoras materias, que seguramente no habrán sido en

son lindos, ajá. Tendré la letra bo-

balde.

117


P

or fin le sacaste cita a tu amor platónico, qu

ORBORIGMO

a 1 t l ir n la a l a , n oscuras, tu corazón palpita. Por la compañia y 1 r la

al cine contigo. Mueres de felicidad. Está

trama. Escena culminante de la película, tensión a top

,

ni hlH

palomitas se mueven de su caja. A punto de desentrañar la acción, el silencio se rompe con el ruido de tus tripas. E a

hamburguesa extragrande fue demasiado.

Ruido intestinal producido por el movimiento de gases en su interior.

Todo el mundo llora en el velo­

Da igual si eres niño, presidente

rio. La muerte del profesor Ricardo

de una compañía, secretario gene­

ha sacudido a sus alumnos. La tris­

ral de la ONU o juez a punto de dic­ tar sentencia. Los intestinos no dis­

teza inunda sus corazones. Entran a la sala sus hijos. Los asistentes

criminan, no eligen el momento ni

quedan inmóviles. Se paralizan.

esperan tu permiso. Incontrolables,

Nada podria ejemplificar mejor la

incómodos, indiscretos...

expresión "silencio sepulcral". Y de

Respira. Haz las paces con ellos,

Espera.

repente... tus tripas. Este ayuno te

porque también son mensajeros

tiene sin fuerzas y, ahora, apenado.

necesarios. Sí, al rugir te dicen

Hoy visita la escuela tu escritor

"Come" o "Ve al doctor". Son una

favorito. Finalmente podrás pre­

llamada de atención, un aviso de que

guntarle por qué mató al personaje

tu estómago está vacío o de que tu

que más te gustaba. Todos parecen

aparato digestivo no anda bien y ne­

sufrir la misma ansiedad que tú. Nunca habían estado tan bien por­

cesita ser atendido. y como el cere­ bro Ies queda muy lejos, se contraen

tados en tu salón. La expectativa

para que al moverse produzcan rui­

es enorme. Ni un carraspeo, ni una

do y te enteres. Se siente como trai­

tos, ni un estornudo. Solo... tus tri­ pas. Esa infección que no se va... Tu tía Paquita quiere consentirte

ción, pero resulta muy eficiente.

hoy y cocinarle esas lentejas que tan­ to presume pero que tú no terminas de disfrutar. No sabes cómo declinar

El mismísimo Hipócrates, conoci­

Los antiguos griegos ya escu­ chaban estos ruidos bajo la toga. do como el padre de la medicina,

la invitación y no quieres confesar

los describía y estudiaba en el siglo v a. C., y precisamente en la Anti­

que no te gustan. Se te ocurre decir

gua Grecia se originó este término,

que ya has comido algo en el camino, cuando de repente tus tripas te dela­

como onomatopeya. El verbo bor­ boryzein significaba hacer ruido y

tan y te reclaman que no has proba­

venía precisamente de cómo se es­

do bocado desde hace horas.

cuchaba ese sonido.

Borborigmos, borborigmos, bor­

Yo los considero una voz de la

borigmos. Decirlo en voz alta es como imitar el sonido. Ese molesto

conciencia, que quiere cuidarme y me susurra: "¿Qué te costaba cargar

compañero que aparece sin haber

una barrita en la bolsa?". Y me hace

sido invitado.

sonreír. Y comer.

119


OQUEREL

D

e niña me encantaba ir al a gasolin ra . Bajab

1

tanilla y aspiraba el olor a bencina. ¿ ómo n placer en algo tan desagradable qu

pr v n ( sustancia negra, viscosa y pringosa? Años d pu m t de que a la gasolina le añaden compuestos nrom t ko J l 1 1 1 que jovencitas como yo asomemos la cabeza d •1 au t o y H'l l l l l

pañemos felices a papá a llenar el tanque. Sup q u Vul l

Boca o entrada de una manguera con la que se regula el paso del]luido.

v ntr b

w 1

gen había sacado una fragancia con olor a gasolina. 1 1 t h 1 oído del perfume con aroma a libro y se me antojaba, p •r·o ru ciarme como pirómano me parece excesivo. Después d sah<.•t· que la compañía automotriz también vende embutidos y qtl • facturan más con las salchichas que con los coches, ya nada me sorprende. Algo ahí no huele bien.

Cumplidos los dieciocho y ya al volante, me dejó de parecer atractivo llevar impregnada aquella esencia en los zapatos, pantalones y manos. Sí, en España dejó de haber empleados y cada quien se surte la gasolina en un autoservicio que deriva en un autodesastre. Y mira que en aquellos tiempos aún no llegaban l0s celulares que podían explotar si hablahas por teléfono mientras pasabas por combustible. Aun así, repostar sigue siendo un reto si uno debe hacerlo. Primero hay que ver en qué bomba suministran la gasolina que lleva tu coche (de las múltiples variedades multicolores que hay), luego dudar de si hay que pagar primero o empezar con el abastecímiento, aprenderle al aparato y sus botoncitos para marcar la cantidad, deprimirte con los precios, acordarte de cómo diantres se abría el tapón del coche y, finalmente, enfrentarte al gran momento: descolgar la manguera del surtidor y emprender la guerra contra el artilugio metálico que te desafía a unos metros. Y ahí está, ese conjunto de piezas que parecían dormidas cobran vida y, de buenas a primeras, se convierten en una víbora que danza hipnotizada al ritmo de una flauta.

El boquerel, esa boca que vomita carburante, parece la cabeza de un monstruo que saca gasolina del sub· suelo para alimentar tu máquina, pero está cuidadosamente diseñado para que controle la salida del líqui­ do de la manguera. Eso sí, es tan pesado y rígido que el dia que logre devolverlo a su lugar sin manchar­ me ya podré considerarme la Mujer Maravilla. Pasa igual con las mangueras de los jardines, sólo que ahí escupen agua y el juego es más divertido (salvo si estás en invierno). En este caso el boquerel es más pequeño y manejable, por lo que puedes sen­ tir el paso del agua y dominar los brincos de la manguera (casi) sin contratiempos. ¿Cómo le hacían antes para cerrar el paso del fluí­ do sin tener que enzarzarse en una batalla contra el tubo? Fácil: cami­ naban hasta la llave. O le gritaban a alguien colocado junto a la llave. También aplauden esta creación los bomberos, los lavaplatos en los restaurantes o los científicos que tienen que medir minuciosamente las cantidades de líquido que van a usar en ensayo o prueba. Lo dicho, un gran objeto, con un rtombre a pe­ dir de boca. 121


OM BOROM BI LLO

A horcajadas, sentado sobre los hombros de alguien con una pierna a cada lado de la cabeza del que lo sostiene.

S

M ichnt 1 j <·l o n . No me da pena confesarlo; era mi ídolo y on 1 mor 1 también una parte de mi adolescencia. No fu t r h '1. 1 1 1 1 ojo Remi, no: lloré a moco tendido en pleno pusi l lu c l t l 1 h le visora donde estábamos grabando. Es imposibl o l v i d l l' t famosa escena del helicóptero trasladando su u t'J >O de 1 1 casa al hospital. í, lloré cuando supe de la muerte d

Yo moría por Michael Jackson en Primaria. Tenía todos mis libros de texto forrados con sus fotos, apren­ díamos sus coreografías cuando sa­ líamos de Clases y no me despegaba de la pantalla en espera de que MTV pasara alguno de sus videos. Tam­ bién fue la primera gran estrella que vi en concierto. Aquella noche del 8 del 8 del 88 quedó grabada en mi memoria para siempre. Hasta mi madre me cosió un vestido para estrenar ese día. Tenía doce años y asistí con mis padres. Fue mágico. Esa noche no podía dormir de la emoción que sentía, y hasta lloraba temiendo olvidar ese día con el paso del tiempo. Cuatro años después volvería al estadio Vicente Calderón. Aquella ocasión fui con amigos y mi locura juvenil se desató. Esperé durante horas en las orillas del río antes de que abrieran las puertas y corrí por las entrañas de cemento para llegar antes que nadie a las ftlas delante­ ras. Para cuando empezó el concier­ to llevaba horas bajo el sol, de pie, sin comer y sin ir al baño. Todo con tal de estar cerca de él. El corazón se me salía del pecho y mis gritos com­ petían con los decibeles de la guita­ rra de Jennifer Batten. Éxtasis. Luego llegaron los empujones, los saltos en las canciones más mo­ vidas, las avalanchas y la emoción desbordada. Para cuando sonó

"Wanna Be Startin' Som lhln¡(, 1 1 1 1 presión se desplomó y m d rnny Una muchedumbre se encarg dt• sacarme en volandas y me soltó · n el foso que separaba al Rey d lo fanáticos. Estuve a tres metros d Michael Jackson... pero inconscien­ te. Desperté en una camilla dentro de una tienda de campaña tras el escenario donde "escuché" el resto del concierto. "La próxima vez, que te carguen en bomborombillos", me dijo un paramédico con una jeringa en la mano. Yo ya estaba demasiado drogada y decepcion�da como para preguntarle qué queríá decir, pero mi cara debió hablar por mi porque el enfermero aclaró: "Ya sabes, en los hombros de alguien. Consigue un novio alto y no tendrás que estar cerca para ver el escenario". Bom, bom, bom, así retumbaban los graves en mi cabeza. Y con esa sensación logré recordar la palabra al llegar a casa. Sonaba perfecta para algo relacionado con la música, con los conciertos. La palabra tenía ritmo, me hacía bailar. Me encantó. Volví a ver a Michael Jackson una tercera vez. Fue y será la últi­ ma. Aquella gira del 96 no pasó por Madrid, así que mi prima Bea y yo tomamos un tren hasta Zaragoza para bailar desde la grada. Sin des­ mayos, sin novios altos, sin bombo­ rombillos, pero con harto ritmo en el cuerpo. .

123


..,.

BLISTE R

E

paso del tiempo no solo

uerpo y tu entorno tiem•n 1 c l lf'lll'lllll'l• emostrarte que la juventud

t

puede ser una de esas muestras. So l n oc 'l l l del celular, libros, aspirinas para l a <'1'1 11 1 1 y J ll'f4..•rvlll m ii W las noches de fiesta. Poco a poco estos l )c ll t i l c l

•1 1 1 1

ron arrinconando para dejar paso a las '1'<'1 1 111 1 ' 11

Soporte de cartón o aluminio opaco sobre el que sepega una lámina de plástico con cavidades en las que se colocan medicamentos deforma individual.

expresión (bonito eufemismo...) y todo tipo d<• p n t 1 1 lencias que van cambiando cada día (deja tú l o

•li•l'ln

hol, alú vienen los estragos de la comida copio · n , l o h11 le

11 1

pista y la falta de sueño). El abanico es variopinto: U t l t i l n l l 1 1 1 1 t u rios, analgésicos, antibióticos... La oferta s e amplía co1 1 lo c'l l l l l pleaños. Tu cajón se convierte en una sucursal de las f'n t'l l lllt' 1 1 similares y tu reto diario consiste en saber cuándo tomart( I ' I U l 1 una, no saltarte una toma y no confundirlas entre sí. Para la personas que empiezan a perder la memoria ha de suponer un desafio diario, pero para ello la industria ha inventado todo tipo de artilugios que te hacen esta labor un poco más fácil. Un poco. Tenemos pastilleros de colores, con espacios identificados con los días de la semana, con formas y materiales atractivos y divertidos, como si medicarse se fuera a con­ vertir algún día en un juego. El caso es que funciona, y seguramente se haya evitado más de un desastre desde su aparición en el mercado. Otro gran invento de la industria farmacéutica es el blister, un angli­ cismo con el que se bautizó a este empaque que llegó para quedarse. Se trata de un acortamiento de h/is­ terpack, como lo llaman los anglo­ parlantes, pues blister se traduce como ampolla, y aunque no nos gus­ ten los préstamos, no hemos encon­ trado una mejor manera de llamarlo con algo que suene menos extran­ jero. Surgió la necesidad y todos adoptamos la palabra sin rechistar. Parece resultar más económico para vender medicamento que un frasco de vidrio y se puede ir recor­ tando para ir reduciendo su tama-

ño a medida que vas consumiendo la medicina y con ello $e evitan las sobredosis si uno olvida que ya se tomó su gragea. Y aunque suene a comercial tengo que admitir que lo que más me gusta de estos plas­ tiquitos es que me facilitan saber cuántas dosis me quedan antes de correr a la farmacia, pues lo de sa­ cudir el frasco para calcularle no parecía tan preciso. Aunque en realidad el blister sirve también para otros produc­ tos, como focos, plumas, cepillos de dientes u objetos coleccionables, sin duda el del propósito medicinal es el más común. Y nos pone a todos a hacer el famoso push through, como se le dice a la acción poco nombrada de apretar cada cavidad para sacar el medicamento. Eso sí, más de una vez he exagerado con la fuerza y he abierto más de una burbuja, con lo que he truncado la efectividad del empaque. Nadie dijo que fuera per­ fecto... 125


BA ZU CA

T:

pico. Se acerca Navidad y empieza el estrés. Y las causas

son siempr

las mismas: dónde pasarás las comidas y cenas imporh n h , cuá ndo comprarás los regalos y, por último, hacer loH J H't•p l l' l l ivos de viaje, porque siempre hay alguno. En m dio dt• l odo

l o, 1 s malabarismos para lidiar c lt J n•d d 1 , piflatas, ponches, cobros, pagos, el tráfi o dt t't ' l l l l u 1 1 1 1, l 1 lnnH raciones . . . con posadas, <.' • n u

Batir un vaso para remo ver su líquido.

,

Cuando crees huht•t 1 1 t l l l h t todo eso, aparece aqw•llu 1 1 1 1 t lt propósitos que redactastt• l t 11 1· 1 1 1 1 año y sigue intacta. La anMII·d u l 1 apodera de ti. Quisieras rt•gn• 1 1 el tiempo pero no, faltan día s J llll' 1 terminar el año y no has cumplido ni uno. Ni uno. Juras hacer mejor l u lista el próximo año, ser más realis· ta y cambiar viaje a japón por el más necesario arreglar cajones del dormi­ torio, y el adelgazar diez kilos por el más alcanzable hacerme análisis de

sangre. Mientras lees tus anhelos (más que propósitos) y piensas nostál­ gico en tu deseo de subir al Iztac­ cíhuatl (¿en qué estabas pensan­ do?), decides elegir uno, el más viable, para llegar a las uvas con una meta lograda y una línea de esa lista tachada. Analizas todos y en­ cuentras el único terrenal: cocinar. ¡Zas! Depositarás tus esperanzas de ser mejor persona que hace 365 días en una promesa ridícula que segu­ ramente hiciste pensando en equili· brar la dieta. Le quitas el envoltorio al libro de cocina, lo abres en cualquier página y emprendes la primera receta que aparece. Compras los ingredientes y sacas utensilios que ni sabes para qué sirven. Tarde, sí; desprevenido, jamás. Sigues las instrucciones. Pones música y hasta te vistes como si es-

El l t

1 u

trabajo y 1 convert ido Cruz. 'Ni Í • 1 1 1 1 do. Acudes vt lo ' ' i l lt · H••u•-.. h gesta debe seguir y el fuego), pero no J l l l t i qué dice del origt•u e h· U J I I bra. No encuentras g r 1 1 1 t n que bazuco deriva de ba.vt•, e 1 1 1 similar al crack. Menudo h 1 1 1 1 11 1 1 Decides posponer las t i n 1 o l o ¡cl para mejor ocasión. Bates, agitas, mueves la cad •r y llamas a tu madre, que por algo 1 t regaló el libro. Terminas la receta, satisfecho porque cumpliste uno de tus propósitos y hasta aprendiste una palabra. Después limpiarás la cocina. Lo que harás ahora será una lista más alcanzable. Otro propósi­ to. Y otro trago, que para eso esta­ rnos en Navidad. ¡Bazúúúúúúúúú­

car! P.D.: cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

127


U

n ciclista corre el sprint final. Después de una dura eta­ pa de 237kilómetros que incluyó fuertes subidas a dos puertos de montaña, la línea de meta parece un verda­

dero oasis. Varios corredores disputan la corona. A escasos

metros de la llegada el casco del líder de la carrera se suelta por la velocidad. Se estrella en la bici del competidor que le

Correa que sujeta una prenda de la cabeza, un sombrero o casco, por debajo de la barbilla .

persigue. Ambos pierden la concentración, la velocidad y la etapa. Un soldado corre entre mato­ rrales, rocas y zanjas. Las bombas enemigas explotan sin cesar. Va cargado y no hay buena visibilidad; no puede prever el siguiente paso, lo mueve la supervivencia. Todo es incertidumbre, caos, ruido, con­ fusión. Brinca, se cae, se arrastra, corre, retrocede. Pierde el casco. Su cabeza queda desprotegida. Su vida, también. Un campesino suda bajo un sol que no da tregua. Tiene que ter­ minar de cosechar al mediodía. El campo impone su ritmo, su horario, sus reglas. La espalda se queja, pero no hay tiempo para detenerse, mu­ cho menos para sobarse. Su som­ brero amortigua un poco las altas temperaturas, pero su agachadera hace que tenga que sujetarse con una mano su cono de paja constan­ temente. Pierde tiempo y frutos. Un bombero logra meterse en el edificio en llamas después de subir los muchos peldaños de aquella es­ calera tambaleante. Hay un anciano que no ha logrado salir a tiempo y hay que sacarlo de ahí antes de que sea tarde. El humo y la oscuridad dificultan su tarea. Una viga se des­ ploma a centímetros de su hombro. Alcanza a librar el golpe pero su casco cae junto con la escalera que une los pisos del inmueble. La caída

del casco por el hueco de la escalera hace caer sus esperanzas también. La marquesa hace entrada en el salón de recepción. Saluda a los anfitriones en el besamanos y sale al jardín con el resto de invitados. Estos actos la tensan; por mucho que trató de mentalizarse no logra deshacerse de la idea de que hoy comienza una nueva etapa en su vida. Se apoya en el barandal para disfrutar de la vista Y. tomar algo de aire. Pero esa niisma brisa que le llena los pulmones'de tranquilidad es la que le arrebata su sombrero, tan hermoso, tan ligero ... tan volátil. Cuando todo parecía estar bajo con­ trol, su paz sale volando con las alas de su tocado. Todos estaban preparados para cada situación y, sin embargo, en un momento crucial algo les falló. A to­ dos los dejó expuestos su sombrero o su casco. Les faltó una pieza bási­ ca: el barbiquejo. No sé si este acierto surgió con las prendas o cuando se dieron cuenta de que había que garantizar que el casco no se moviera o que el cubre­ cabezas no saliera por los aires. Una sencilla cinta que se amarra bajo la barbilla y el quejo, esa otra forma de llamar a la mandíbula. Lo que sí sé es que lo celebro y ¡me quito el som­ brero por el invento!

129


U EA

ay palabras que gustan por su significado; otras, por su sonoridad; y otras, por algo que te une a ellas. Ba­ quear me gusta por cómo está definida. ¿No es una ternura pensar en el amor del agua? Navegar al amor del agua . .

.

¿Qué ritmo será ése? Uno piensa en amor y automáticamente se pone en versión cursi, romántica y dulce. Pero hay de

Na vega r al am or del agua cuan dr¡y la co rrien te supe ra en rap tdez a la que el viento le da ría impu lso a la nave.

amores a amores. ¿Qué tal esas relaciones apasionadas, im­ pulsivas, tormentosas e indómitas? ¿Cómo surcaría los ma­ res un barco así? Lo que está claro es que tiene que brar grandes batallas, contra viento ser un velero, porque con motor o y marea. La terminología marítima siemcon remos, ahí el amor sale sobran­ , pre me ha parecido una tarea im­ do. Al menos el del agua. Qué sensación de libertad, de posible. Cuando crees haber domi­ misterio y de confusión al dejar nado estribor, babor, proa y popa sin se llevar por la corriente, una que se hundir el barco, salen mil piezas mece suave en medio del océano, en mástiles, cubierta y galeras que una que parece no avanzar a falta de ponen a prueba tu capacidad de re­ referencias en el horizonte, una que tención. Menos mal que están los se deja gobernar por las cambiantes capitanes y marineros. Y es que cuando el hombre se e impredecibles leyes de la natura­ leza. Una que compite consigo mis­ cansó de conquistar la tierra quiso ma: la corriente contra el viento. La probar a aventurarse al mar. Ahí velocidad del agua frente al aire. El había comida, y seguramente ha­ casco versus las velas. Eolo contra bría mundos por descubrir al otro Poseidón. Ehécatl contra todo un lado. El flechazo entre el ser huma­ escuadrón formado por Atl, Ami­ no y el agua fue instantáneo y pron­ mitl, Chalchiuhtlicue y Atlacamani. to inventarían formas de transpor­ El amor sin más. Rayando ya la or­ tarse, de permanecer sumergidos el tiempo deseado, de divertirse sin gía, vaya. Pero la embarcación logra flotar caer en el abismo. Y la relación fue llevada por todos los elementos y creciendo, se fue consolidando, pa­ saron sus crisis, se lastimaron, se fuerzas que la impulsan. En este idi­ dieron cuenta de que se necesita­ lio no suenan los violines: para ba­ quear se usan baquetas, para tocar ban, se alejaron, se reconciliaron, los tambores y para alistar los caño­ se amaron y vivieron felices, nave­ nes de un buque de guerra. Porque gando al amor del agua, baqueando como peces en el agua, esperando al amor no se puede llegar desarma­ do. Porque a veces se tienen que lillegar a buen puerto.

131


AS U RA R

N

adie podrá negar que la gastronomía vive uno de sus momentos más felices. De un tiempo a esta parte tele­ visión, comerciales y librerías se han llenado de recetas

sofisticadas, platillos modernos y chefs en potencia que a gol­

pe de cuchillo y tenedor nos contagian el amor por la cocina.

Quemar un guiso o alim ento en una cacerola o recip_ iente puesto alfuego, porJaita de J·ugo o humedad.

Comer siempre hemos comido. labras y este interés en saber cómo Ingredientes con los que hacer ma­ nombrar todo aquello que hasta da gia siempre ha habido. Buenos coci­ pena comerse de lo rico que se ve. neros y talento para ponerle sabor a Por eso cuando me topé con la palabra asurar no daba crédito a la vida, también. Lo que no imagi­ nábamos era que las competencias que, a estas alturas de la vida, no de cocineros nos enseñaran, ade­ se hubiera aparecido antes en mi más de los guisos, una nueva forma menú. Máxime si me he titulado de hablar de ellos. El vocabulario con honores en el arte de quemar la culinario pasó de ser propiedad de comida. ¿Cómo era posible que lue­ los reyes de las ollas y sartenes a go de asurar algo tan común como ser de dominio público. Antes bas­ las lentejas, las papas o la pasta, no taba con incluir en la conversación me hubiera preguntado por el verbo un soujjlé, un al dente o un a l'oran­ que define una acción igualmente ge para parecer un experto. Ahora común? niños y adultos por igual usan sin La acción es habitual en casa de pestañear términos como cincelar . la señorita García: se esmera en la ' (hacer incisiones en el pescado para cocina, sonríe satisfecha, deja el facilitar su cocción), emplatar (po­ fu'ego encendido y sale dispuesta ner un guiso en el recipiente en el a aprovechar el tiempo de espera que se servirá en la mesa), inducción trabajando, bañándose, hablando (tipo de cocina que calienta directa­ por teléfono... hasta que un olor a mente el recipiente mediante cam­ chamuscado empieza a invadir el pos electromagnéticos en lugar de edificio. Entonces deja lo que está por resistencias), molecular (tipo de haciendo y vuela a comprobar que, gastronomía en la que se aplica la una vez más, asuró su comida irre­ ciencia para su práctica), emulsionar mediablemente. (mezclar dos líquidos que en prin­ Asurar viene de arder, en latín, y cipio son incompatibles entre sí) y yo ardo en deseos de que la próxima napar (cubrir un guisado con una vez que piense en esa palabra me ría salsa espesa). de un viejo hábito, no como ahora, Y una, que todavía sigue pe­ que sigo acompañando mi carrera a leando con las cantidades de sal, la cocina con un ¡noooooo! volviendo un sitio de guerra todo No llegaré nunca a ser chef, pero centímetro de la cocina cada vez que soy una amante de las palabras, así se propone sorprender a los invita­ que descubrir que mi torpeza se de­ dos y tratando de descifrar la receta fine con un verbo tan singular fue del flan de la abuela que nunca dejó para mí un buen consuelo mientras escrita, celebra este banquete de pallamaba a las pizzas a domicilio.

133


ARREBU,AR

H

ogar. Para el diccionario este concepto designa la casa o domicilio de una persona. Para la mayoría de nosotros significa además la seguridad, la estabilidad y la paz.

Dentro de esas cuatro paredes y ese techo uno se siente a sal­

vo del exterior, libre para quitarse todos los pesos de encima y arropado para descansar y recargar pilas para lo que tenga que venir al salir de ahí. No es casualidad que hogar también

Cubrirpor completo el cuerpo y envolverlo con ropa de cama.

se defina como el lugar donde se hace la lumbre en las coci­ nas. El hogar es calor y calidez. Por supuesto el primer hogar do esa acción para rememorar esos siempre es y será el familiar, donsentimientos. de uno nace y crece, donde viven Uno se mete en la cama y se en­ los padres, los hermanos, la infanvuelve en las sábanas, las arrima al cuerpo, las aprieta contra el cuello, cia y la adolescencia, donde uno se se cubre por completo, cierra los forma, se hace, decide qué ser y se lanza a serlo. Por eso, aunque ojos y se hace bolita. Vuelve al ho­ uno salga, vuele, avance y se mueva, gar. A sentirse a salvo, en paz. volver a la casa parental siempre La palabra arrebujar tiene una larga lista de familiares que se han implica recuperar esa protección, ido pasando la estafeta, añadiendo esa armonía, ese equilibrio. La casa de los padres siempre será casa. ' elementos hasta llegar a su forma Ahí comeremos siempre rico, re- , fmal; como un envoltorio que uno empieza a abrir para descubrir qué cibiremos consejos, nos regañahay en su interior. rán, reposaremos nuestras fatigas, acostaremos nuestros pesares y En el medio de todo ese papel se dormiremos nuestros miedos. Una encuentra burujo, que en su versión mano apagará la luz y otra correrá latina significaba envoltura. Se fue­ las cortinas para empezar un nuevo ron sumando sufijos, desinencias y día. Siempre habrá una mano que demás para crear toda una parente­ nos acaricie, una voz que nos desee la: burujón, su aumentativo, que dio lugar a reburujar, envolver o cubrir felices sueños y unos brazos que algo haciendo un burujón, un bulto; nos abriguen. Y a donde vayamos, donde nos rebujo, envoltorio que sin orden se acostemos trataremos de emular hace de papel; rebujar, envolver o cu­ este momento para volver a sentir brir algo... para sentirse arropados y esa paz al irnos a dormir. Nuestra algo confundidos con la pronuncia­ ción. Pero tan divertido como des­ madre nos arrebujaba de niños. Con ese gesto nos decía '�quí estoy, aquí envolver un regalo y tan entrañable estaré siempre", nos prometía calor como arrebujarte bajo las sábanas en una noche fría y a punto de en­ y sosiego. Cuando ya no está ella tregarte al mundo onírico. ¿Se puede para hacerlo, son nuestras manos las ' soñar algo mejor? que siguen sus movimientos imitan

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AR R E BO L E

sa era la mejor hora del día, definitivamente. Competía de cerca con la silenciosa hora de acostarse, o la del alba, tan tenue, tan callada. Pero no, después de pensarlo muy

bien, el atardecer y sus colores celestiales no tenían parangón. Desde que me había mudado a ese departamento, aquella vis­

ta vespertina se había convertido en el mejor mirador de la ciudad. Del día. De mi vida.

Color rojo de las nubes cuando están iluminadas por el sol.

La puesta de sol sobre las montaTambién en esas caminatas por ñas, las tormentas veraniegas y los la ribera, que. años después se llena­ tonos grisáceos de las nubes al desría de canchas de futbol para niños, cargar su furia acuosa sobre la ciupistas de patinaje, parques, puen­ dad formaban toda una paleta multes, jardines y terrazas de horchata ticolor que cerraba el día y antecedía y helados, descubrí que muchos de el crepúsculo. Y como si se tratara de los nombres que le damos al cielo o a partes del día tienen que ver con una alarma, cada día detenía toda actividad para apoyar mis brazos sobre los colores, con la tonalidad que el borde de la ventana y contemplar les da la luz del sol: el amanecer, el semejante espectáculo. Y nunca era atardecer, el arcoíris, las auroras, el mismo. Ni me hacía sentir igual. el alba, el ocaso... Todas son palaTengo la memoria del teléfono bras que definen momentos con­ saturada con cielos de todos los . cretos del día determinados por la tonos rojizos y anaranjados ima- ' luz que en ese instante otorga unos ginables. Algunos interpretan los colores concretos. El paisaje es el arreboles para adivinar el clima del mismo, da igual quién o qué pase día siguiente, pero a la mayoría nos por delante, lo que cambia es la luz, dejan embobados y con el cuello lasla intensidad de los colores y nues­ timado por no poder dejar de admitra forma de verlo. Y de nombrarlo. rarlos. Debo confesar que esa escala Y arrebol es de las menos co­ de azafranes me trasladaba direcnocidas y, sin embargo, de las más tamente a los atardeceres sobre el bonitas. Guarda esa belleza que río Manzanares de Madrid, que si conservan las cosas menos desgas­ bien no es el más caudaloso ni catadas (no perdura y pocos minutos racterístico de la ciudad, ofrece los después de aparecer todo oscurece mejores horizontes. justo en uno de y se termina el día). Es ese instante esos paseos a lo largo de sus orillas que nos hace querer volver a casa a aprendí esa palabra: arrebol, que descansar, después de la jornada, a mí me recordaba más a las mejiuna en la que cupieron todos los eo­ lias que al cielo, pero que en ambos lores. Quizá por eso, desde entonces casos guarda su raíz latina rubeus, miro al cielo en las tardes, tratando para revelar su color rojizo (como de buscar ese rojo anaranjado que en enrojecer, como enpelirrojo). me regrese a casa cada día.

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PORCAR

D

edicar tiempo a la jardinería me relaja. No tengo jardín (ni siquiera balcón), pero tengo mi departamento lle­ no de plantas. Agarrar la regadera suele convertirse en

uno los momentos más gozosos de la semana y me descubro cantándoles a los helechos y hablando con las palmeras como

si fueran mis roomies.

Amontonar la tierra de una maceta alrededor de los troncos o tallos de una planta .

Aún no sé cómo no terminamos Cuando era niña pasaba los vera­ nos en una casita de campo en Be­ descalabrados o con el rastrillo clavado en un ojo. Será que no me cerril de la Sierra, cerca de Madrid, donde las vacaciones se convertían acuerdo de esos detalles como reen auténticas aventuras. La casa era cuerdo las risas. En aquellos días chiquíta pero el jardín era un paraícoseché, además de fresas, cuidado, delicadeza, paciencia, constancia, so que convertíamos, según el juego, en una ciudad, una estación de bomresponsabilidad y... vocabulario. beros, una gasolinera, una cancha He olvidado algunos términos, de tenis, un circuíto de Fórmula 1 o pero hubo uno que me llamó la aten­ en la mejor fiesta de disfraces de la ción y no he escuchado mucho desde comarca. Mientras nuestros padres entonces. Surgió cuando llegó el día trabajaban en la capital de lunes a de aporcar. Todos quedamos fasci­ viernes, mis primos, mi hermano y nados ante la idea de lanzarnos tierra, yo quedábamos al cuidado de nuesdejar los pantalones listos para la ba­ tros abuelos. Mi abuela batallapa , sura y quedar cubiertos de jitomates para hacernos comer y nos contagiamaduros... Entonces mi abuelo nos ' ba su amor por la lectura, mientras mostró cómo amontonar la tierra aire­ mi abuelo nos llevaba al pueblo en dedor de cada plantanaciente y así su­ bici y nos enseñaba a jugar a todo jetar su crecimiento a lo alto. El térmi­ tipo de cosas, algunas inventadas. no aporcar no tenía que ver conpuerco Éramos los expertos del mus y sino con porca, que en latín se referia del cróquet y devorábamos libros almontículo que se forma al acumular mientras ellos echaban la siesta. la tierra a los lados de un surco. PodeMi abuelo tenía un rincón especial: mos aporcar los tallos en las macetas una huerta en la que veíamos cre­ para facilitar el riego en los bordes y cer jitomates, lechugas, zanahorias, reforzar el crecimiento de la planta o papas y algún experimento que a redirigirlo a nuestro gusto. veces terminaba en el plato. "Me Han pasado muchos años. Ya no niego a que mis nietos piensen que hay huerta. Mi abuelo ya no está. las verduras nacen en los super­ Pero mi amor por las plantas crece mercados", decía mientras prepa­ cada día. Ahora aporco los geranios raba la herramienta y nos reunía de casa, queriendo revivir aquellas en flla para darnos instrucciones. recolectas de risas y aprendizaje.

139


ANTIMACASAR

S

i imagináramos la sala de nuestros abuelos, veríamos vitrinas con copas de cristal, fotos de todo el árbol ge­ nealógico repartidas por mesas y estantes, pinturas de

paisajes, cuadernos de crucigramas y varios lentes, todo acompañado de unos sillones destartalados donde amabas

dormir la siesta. "Me vas a manchar las carpetas", se queja­

Paño que se coloca en el respaldo de sillones y butacas para protegerlos de la suciedad.

{'

JC

ba la abuela. Pero por más que ponías atención aquellas pie­ zas de ganchillo salían por todas partes. Te dabas la vuelta y, ¡zas!, un cuadradito de flores en el cuello; te estirabas para desperezarte y, ¡zas!, otro en las piernas; por fin te levantabas

y, ¡pum!, dos entre los cojines. Jurabas que se reproducían ... Si imagináramos la boda de nues­ de las medidas de emergencia en un tro mejor amigo, seguro estarían avión. Me llamó la atención su so­ nuestros compañeros de escuela noridad, su indescifrable origen y la alrededor de una mesa elegante. dificultad para pronunciarlo bien: Nuestro amigo habría tirado la casa ¿anti... qué? por la ventana y festejaríamos en un El aceite de macasar, obtenido edificio colonial, donde unos violi­ de las semillas de un árbol oriental, nes amenizarían una gran cena a la era muy usado en el siglo XIX en luz de las velas. No podríamos creer . la ,cocina y el alumbrado. Los bri­ cómo el que fallaba goles en el patio tánicos lo empezaron a usar des­ resultó capaz de organizar algo con pués como gel para el cabello. Se tanto estilo. Vaya, hasta asientos veían reguapos pero sus melenas forrados con telas blancas y lazos dejaban marcas de grasa en todas morados para no dejar ver los fie­ partes. Las amas de casa solucio­ rros de las sillas plegables ... naron el problema cubriendo todos Si imagináramos nuestro viaje los espacios donde sus maridos po­ ideal, seguro sería en avión, con saban la cabeza. Y algo que servía asiento de ventanilla, sin nadie para evitar el macasar debía lla­ al lado (digo, es un sueño, ¿no?), marse.. antimacasar. Genios. Así, mirando cómo nos alejamos de la en poco tiempo las casas se llena­ tierra, descubriendo formas en las ron de encaje, las sillas con funda nubes e inclinando nuestro asiento se hicieron imprescindibles en las para dormitar. Tomaríamos la al­ comidas elegantes y los aviones in­ mohada y la acomodaríamos en el corporaron telas en cada asiento. respaldo. Colocaríamos de nuevo La limpieza se facilitó, se reduje­ la telita con el logo de la compañía, ron gastos en retapizar y los publi­ que siempre se mueve y dobla pero cistas encontraron otro lugar para que impide que nuestro gel llegue al exhibir una marca. asiento y peine al siguiente pasajero Sin embargo, me sorprende que, en ocupar nuestro sitio... si ya dejamos atrás el macasar, aún Reparé por primera vez en la pa­ exista el antimacasar. ¿No sería más labra antimacasar en un instructivo fácil dejar la greña al viento?

.

-

m

141


NG UR RIE NTO

H pero

abía

escuchado

muchas veces

a

mi madre

ad­

vertirnos de lo malo que era aguantar las ganas de

hacer

cuando

mi

pis

y

sus

hermano

espantosas me

contó

consecuencias, que había

per­

sonas que morían en accidentes de tráfico porque el choque les rasgaba la vejiga y la orina les provocaba infec­

ciones mortales, me traumé. No exagero. Hasta lo busqué en

Que orina frecu entemente.

internet. Como dato tranquilizador, pre­ No deberla quejarme. Ahora cisaré que no es muy común y que trabajo en casa y puedo tener una el supuesto choque tendría que ser botella de agua junto a mi compu­ muy brusco como para romper las tadora, y visitas ilimitadas al baño. resistentes paredes de un órgano Ahora soy toda una libre y feliz an­ tan vital, además de que la aten­ gurrienta. Esa voz apareció en mi ción médica adecuada podría evi­ vida durante la búsqueda de si po­ tar la catástrofe. Pero de que pasa, día explotarte la vejiga por aguantar pasa. las ganas de ir al baño. Cuando llegué a México, mi Descubrí que angurriento tiene jefa de entonces me dio el mejor que ver con estranguria (cuya orto­ consejo para sobrevivir al tráfico grafia, según los diccionarios, hace chilango: "Nunca te subas al coche . qu� la ere viaje de sílaba y a veces sin haber ido al baño. Puede que el ·· sea estranguria, y otras, estangurria); mismo trayecto lo hagas en veinte aunque en este caso la micción sea, minutos, y al día siguiente, en tres además de frecuente, dolorosa y horas". Más de una vez he recorda­ escasa (viene del griego stranx, tra­ do esas palabras mientras manejo. ducido como gota a gota o goteo que Siempre he pensado que antes de se produce al exprimir algo, y ouron, que le explote a uno la vejiga, por de la que derivó la actual orina). De muy llena que esté, termina inun­ ahí angurria pasó a ser la forma co­ dado por la pena y rodeado de un loquial de estranguria/estangurria y charco de vergüenza. definir la micción dolorosa, mien­ Por eso cuando el doctor reco­ tras que en México sería únicamen­ mienda beber de dos a tres litros te la frecuente e indolora. Para algunos la angurria supone de agua al día me dan ganas de responderle "Claro, usted tiene un un trastorno al orinar, llamado pola­ baño siempre cerca y puede hacerse quiuria, que deriva en padecimien­ un hueco entre paciente y paciente, tos tan conocidos como la cistitis en pero ¿los demás?". Los demás nos las mujeres o tan comunes como los hemos vuelto detectores profesio­ paseos nocturnos en los hombres. nales de sanitarios próximos. Una Intuyo que debe de ser muy incó­ especie de app mental con permiso modo y molesto, pero a mí me gustó para acceder a tu ubicación (si no la tanto la palabra que al angurriento hay, deberían inventarla). no le juzgaré el comportamiento.

143


A

U SGAR

e en el oftalmólogo. A principios de 2004, después e más de 10 años lidiando con la miopía y los len­ es, decidí que el láser me diera una oportunidad de ver la vida de otra forma. Y así, como posándose en un nido, la palabra llegó, en este caso, a mis oídos. "Logra­ remos que dejes de amusgar los ojos" . Como platos los debí abrir en ese momento. Mi madre me regañaba por

Entrecerrar o entornar los ojos para ver mejo r.

fruncir el ceño ("te van a salir arrugas"). ¿Ahora tendría que cuidarme del musgo también? No, nada que ver con la plan­ ficados, que tiene que ver con el tita, sino con su origen árabe: movimiento que hacen los to­ al-musgá, el verbo del que derivó ros o los caballos con las orejas. el actual, que se traduciría como Según la especie parece que se inclinarse para escuchar. Escu­ pueden amusgar los ojos y las char algo que no se ve. orejas, como verán. A todos nos ha pasado: nos Amusgar también es la pos­ dicen algo y no lo entendemos tura que adoptamos cuando con claridad, así que entor­ algo no nos termina de con­ . ' namos los ojos como si así las vencer, nos parece sospechoso orejas se pudieran concentrar o dudamos de lo que nos están mejor. Los miopes sabemos bien diciendo. Cara de circunstancia, de este gesto. Exprimimos todos que dirían algunos. los músculos faciales y, curiosa Así que amusga las orejas, los y hasta milagrosamente, empe­ ojos o lo que puedas, pero plan­ zamos a escuchar mejor. Miste­ téate ir al doctor si haces esta rios que no termino de descifrar. acción con frecuencia: te pue­ Hay quien sitúa la etimolo­ den salir arrugas, como decía mi gía en el latín, en otro verbo: madre, o puedes terminar en el musare, que significa murmurar oftalmólogo, como me pasó a mí. y que apela a otro de sus signiCon palabra nueva, eso sí.

145


PLE

R

ecuerdo una vez que grabábamos un programa de con­ cursos que se transmitía en TVUNAM. En él dos equipos de universitarios competían con pruebas de gramática.

En una de ellas había que encontrar sinónimos. Apareció la palabra ósculo y el muchacho que debía responder abrió los

ojos y ante el temor de quedar en ridículo dijo un discreto ¡paso! Bien bajado ese balón. Pero yo me quedé picada y al ter­

En el lenguaje poético, sinónimo ae un abrazo.

minar el tiempo le pregunté: "¿Nunca te han dado un ósculo, Juan Antonio?". Me miró espantado. "¡Noooooo!". No sé qué le asustaba más: que yo hubiera dicho a cuadro una palabra rara terminada en -culo o evidenciar que no tenía ni idea de qué significaba. "Eso se arregla rápido, te doy uno". Empezó a sudar frío, pero respiró aliviado cuando le di un beso en la mejilla y así terminó su tortura. "¡Es un beso, menso!", le gri­ taron sus compañeros desde atrás. Un aplauso largo le per­ mitió tragar saliva y con risas pasamos a la siguiente ronda. Seguramente empezó a repartir ósculos ese día. El lenguaje poético se escucha poco. Parece estar en un baúl ·que'

El prefijo latino am-, al igual que amb-, significa por las dos partes. Es

se abre muy de vez en cuando, sólo

decir, se necesitan dos elementos.

para los versos escritos. Ahí, rodea­

Dos personas unidas por dos bra­

do de palabras exquisitas y avalado

zos. Sin embargo, suena a término

por las licencias de la lírica, puede

de médico, no de poeta. Y pensándolo bien, sí da lugar a

permitirse vivir a sus anchas, a sa­ biendas de que será pronunciado esporádicamente. No hay desgaste, sí eternidad. El vocabulario poético perdura como ningún otro. A prue­

equívocos: en algunas especies, am­ plexo es sinónimo de cópula. Y está el amplexicaulo, adjetivo con que des­ cribimos los órganos que abrazan el

ba de modas y abandonos. El olim­ po del léxico. Aun así, no está com­

tallo de una planta. Respíra y estira... No sé si me atrevería a firmar

pletamente exento del olvido. A la gente se le paran las pesta­

una carta mandando amplexos, pues me arriesgaría a que no me contes­

ñas al oír

ósculo; pero cuando es­ amplexo, se produce algo

taran, pero en tiempos en los que las

mucho peor: la indiferencia. No asombra ni sorprende. Ni siquiera

inundan cualquier conversación,

cuchan

muletillas y las palabras comodín casi se agradece que estas exqui­

da lugar a equívocos. Amplexo suena

sitas voces vengan a sacudimos la

a algo complexo. Así que ésta es una

flojera lingüística antes de regresar a su relicario donde duermen pláci­

reivindicación para que los abrazos también nos hagan reaccionar.

damente junto con otras tantas.

147


G RA l

F

ltan veinte minutos y yo ya estoy de los nervios. Como

oooooodos los años por más que prometimos empezar a

cenar temprano y llegar a este momento con calma, no se

logró. El segundo plato, el postre y la recogida de mesa fueron un solo paso y aún atragantados con el mazapán, alguien se apresura a traer los platos de uvas y prender la tele para ver las campanadas desde la Puerta del Sol. En Televisión Espa­ ñola, porque nos gusta conservar tradiciones.

Sin madurar.

tanto, siempre está el socorrido esca­ Al menos alguien tuvo la bri­ llante idea de repartir doce en cada pe de cómo se dice esto en México. Y plato, pero nos falta tiempo para Laura, que aún batalla con la décima pelarlas y quitarles las semillas, que uva faltando dos minutos trata de no queremos repetir aquel susto zanjar rápido el tema. Tic tac. que nos dio el tío Ángel esa Noche­ "Agraz se usa para algunos fru­ vieja. Así que aquí estamos, toda la tos; la uva es uno de ellos, por estar familia Arroyo sentada frente al te­ verde, áspera y agria, y justo viene levisor llenándonos de jugo de uva de acer en latín, que quería decir como si estuviéramos en plena ven­ agudo, punzante, agrio, y de él llega­ dimia. Tic tac. ron palabras como agro, que anti­ Otra tradición: los plomos se guamente se usaba para ácido, pero funden porque están prendido&. el ' también para vinagre, que se decía microondas, el horno, el lavaplatm¡ acetum; aguja, aguijón, acre, acuciar y luces de media casa. Los fusibles y palabras similares que comparten no aguantan tanta actividad en una raíz". Y ácida y acre me voy a poner sola noche. Gritos, reclamos, risas, como me sigan distrayendo y retra­ linternas y ooootra vez la misma sando, que falta un minuto y estas pregunta de cómo se cambian los uvas agraces están durísimas. Que fusibles. Tic tac. luego me llaman ñoña, pero es que me lo ponen en bandeja. Tic, tac. Faltan cuatro minutos. Voy pe­ lando ya la quinta. Mayo se me está Las siempre anunciadas instruc­ resistiendo. Estas uvas están muy ciones de los cuartos previos, la duras. Estuvieron en el balcón des­ canción de Mecano que nos las re­ de hace tres días y el invierno está cuerdan, las campanadas, los ner­ rudo este año. Pero es que la compra vios, las risas, los deseos, los ahogos del preciado fruto en estas fechas es por no tragar a tiempo, las bromas, todo un tema. Y un poema. Se ar­ las celebraciones, los abrazos, los man conversaciones al respecto. Y fuegos artificiales, el nuevo año. hasta discusiones, si la uva no pasa Agraz empieza por la primera letra la prueba. La de este año está muy y termina por la última, como esta verde. "Agraz, querrás decir". No cena, que se reparte en dos años, creo que sea el momento para una entre lo último y lo nuevo, los anhe­ discusión lingüística pero parece los y los propósitos, los recuerdos ser otra tradición familiar: sacar a ácidos y las verdes esperanzas. Y relucir que alguien usó mal alguna vamos madurando. O creciendo. O palabra. Y si el debate no dio para envejeciendo. Feliz año nuevo. 149


ABU E LO

a primera vez que me quejé de mis abuelillos con una peluquera se me quedó mirando extrañada. Ahí deduje que no era un término común, sino más bien uno de esos que forman el vocabulario familiar. En mi casa siempre nos habíamos referido así a los cabellos que nacen en la frente o en la nuca y que nunca crecen lo suficiente como para ser peinados con el resto de la cabellera. Quizá sea un término

Cada uno de los mechoncitos que quedan sueltos en la nuca o en la frente al estirar unido el cabello hacia arriba o hacia atrás.

común porque en las cabezas de mis primos, sobrinos y her­ mano abundan los abuelillos y batallamos mucho con ellos cuando nos hacemos coletas o trenzas (más nosotras que ellos). Odiamos el gel, así que dejamos que estos mechoncitos vuelen a su antojo como insignia consanguínea. Cuando me cuestionaron por qué

los vellos de la ceja. Llegaba a diez

les decía así no supe qué responder.

y paraba. Aún no sabía que se pon­

Como siempre, acudí al diccionario

dria de moda la ceja tupida muchos

en busca de luz, pero lo único que

años después... Cuando mi tía nos

pude constatar es que se trata de un

vio en lugar de regañarnos nos dejó

término común que aparece definido

un enigma: "Si seguís haciendo eso

en los libros y que no era una ocu-

terminaréis con tricotilmanía". Y

rrencia de mis antepasados. Existía y

surtía efecto. Ante la duda de no sa­

había más abuelillos jugueteand�· en ' ber lo que significaba la palabra y si otras melenas. Respiré aliviada per�

se trataba de algo grave, nos dedica­

seguía sin encontrar la relación entre

mos a investigar (así hemos apren­

mis ancestros y aquellos filamentos

dido bastante vocabulario médico,

que adornaban nuestra sesera.

pues de ese lado de la familia hay

El diminutivo parece responder

mucho doctor).

Tricotilmanía

es la

más a una connotación de cariño,

"acción de arrancarse compulsiva­

abuelo,

mente mechones de vello de diver­

pues la voz en los libros es

pero esa connotación no quiere de-

sas partes del cuerpo que puede ter­

cir que les tengamos siempre afecto.

minar en trastorno".

Mi prima menor solía arrancarse

de hacerlo.

Gulp. Dejamos

esos mechoncitos, no sé si por juego

Desde entonces lucimos orgullo­

o por desesperación de no poderse

sas nuestros abuelillos y los presumi­

ver nunca la frente despejada en sus

mos ante quien hace alusión a ellos. A

competencias de gimnasia, donde

veces tener algo excepcional te hace

las deportistas salen siempre

im-

pecables. Yo la imitaba, pero con

rara

y sobresaliente, tan sobresalien­

te como esos mechones de pelo.

151


A modo de introducción

ZUPIA VIRGULILLA TUSÍGENO TREMOFOBIA TRAGO TOPIARIA TIMAR TilA TAHALÍ SOSIAS SANGRADURA SAMUELEAR RAPACEIO PORTAÑUELA PLAYO PETRICOR PEDICOI PEDANTE PAREIDOLIA PAPARRUCHA OXEAR ONICOFAGIA OBLITO NÚBIL NOMOFOBIA MADOR LUQUETE LÚNULA LIMERENCIA LITOLÓGICA LEMNISCO ISOSMIA INTONSO HERRETE HALLUX

5 8 10 12 14 18 20 22 24 26 28 30 32 34 36 38 40 42 44 46 48 50 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76 78

GULUSMEAR GLOSOFOBIA GLABELA GISTE FUNDERELELE FOSFENO FLAVILABAR ESTELÍFERO DROMOMANÍA DIASTEMA DEXTRÓGIRO DELTIOLOGÍA CRENCHA COPROLALIA CONTICINIO CLINOMANÍA CHIMPILINEARSE CASCARRIA CALIPEDIA BORBORIGMO BOQUEREL BOMBOROMBILLOS BLÍSTER BAZUCAR BARBIQUEIO BAQUEAR ASURAR ARREBUIAR ARREBOL APORCAR ANTIMACASAR ANGURRIENTO AMUSGAR AMPLEXO AGRAZ ABUELO

80 82 84 86 88 90 92 94 96 98 100 102 104 106 108 110 112 114 116 118 120 122 124 126 128 130 132 134 136 138 140 142 144 146 148 150


1 1 1 1 1 1 1 1 1 111 1 1 1 1

ISBN: 978-607-07-4588-1

9 7 86 0 7 0 7 4 5 8 8 1


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