México a tavés de sus leyendas

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DELFÍN EDITORIAL -"'

Av. Miguel Bernard 457 And. 11/121

In dice

Col. San José Ticomán México, D.F. CP 07340 e-mail: delfineditorial@prodigy.net.mx Tels. (55) 91 12 05 43 (55) 57 52 72 71 (55) 55 42 19 17

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La muj er del camino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana - Reg. Núm. 3451

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(Aguascalientes)

El campanario maldito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

© 2007 Primera edición

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(Ciudad de México)

Segunda reimpresión: septiembre de 2012

La llorona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

D.R. Derechos Reservados

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(Ciudad de México)

La muj er que se despidió . . . . . . . . . . . . . . . . . .

ISBN-978-968-9287-15-5

(Ciudad de México)

1 Colección:

Más Lectores

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Leyenda de la Calle del Truco . . . . . . . . . . . . . (Ciudad de México)

El puente Ara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . (Estado de México)

El túnel Queda estrictamente prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, bajo ninguna forma o por ningún medio, electrónico ni mecánico, incluyendo fotocopiado y grabación, ni por ningún 'sistema de almacenamiento y recuperación de información sin el consentimiento previo y por escrito de la casa editorial. Impreso en México

Printed in Mexico

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(Estado de México)

El ánima del puente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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(Guanajuato)

El callejón del beso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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(Guanajuato)

El degollado de la noria (Guanajuato)

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México a través de sus leyendas

Leyenda del usurero del Baratillo . . . . . . . . . . . .

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(Guanajuato)

Plazuela de Carcamanes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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(Guanajuato)

El palacio y sus fantasmas . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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(Hidalgo)

La niña que se convirtió en araña . . . . . . . . . . .

Introducción

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(Hidalgo)

El jorobado . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . .

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(Michoacán)

La loca del puerto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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(Michoacán)

El avión de guerra

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(Morelos)

La carreta fantasma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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(Nuevo México)

El hombre que regreso como un perro . . . . . . .

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(Oaxaca)

Agresiones fantasmales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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(Querétaro)

El hombre enamorado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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(San Luis Potosí)

La bola de fuego . . . . . . . . . . . . . . . . : . . . . . . . . .

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(Sonora)

La dama llorona . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .

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(Veracruz)

El espíritu de la ermita (Zacatecas)

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La leyendas, expreswn literaria por excelencia de la tradición popular, recorrió en México dos grandes periodos identificados con la época prehispánica y la , que se desarrolló del p eriodo colonial en adelante, es parte importante de la historia de México. Así pues, mitos y creencias surgieron a través de los años, a lo largo y ancho del país, han pasado de gene­ ración en generación hasta llegar al presente, por medio del lenguaje oral y escrito. Nos hablan de las creen� cias de nuestro pueblo, de sus costumbres y temores. Las historias más espeluznantes y maravillosas las encontrarás aquí en esta recopilación de las mejores leyendas mexicanas de varios estados de la República. Casos sorprendentes que ocurrieron a la luz de la luna, en una carretera oscura, en algún puente lej ano, pueblo, ciudad o la soledad del camino. Impactantes apariciones que se hacen presentes, dejándonos saber que nos falta mucho por conocer del mundo, que hasta los más escépticos se llevan sorpresas y a veces son éstos los más aterrados al momento de enfrentarse a marüfestaciones del más allá.


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México

a

través de

sus

leyendas

Finales trágicos de amores, desamores, asesinatos, fortunas perdidas, animales espectrales y apariciones de ultratumba fueron experiencias que vivieron perso­ nas como tú y como yo en determinado momento que marcaron sus vidas para siempre. Historias difíciles de creer pero tan impactantes que rebasaron la línea del tiempo para convertirse en le­ yendas. Probablemente habrás ya escuchado de alguna, como el caso de la leyenda "La llorona". Pero, ¿sabes todo lo que se dice acerca de ella o de las "Bolas de fuego"? Ésta es una buena oportunidad para que conozcas más acerca de estas espeluznantes historias en México a través de sus leyendas.

Asómate y déj ate llevar por los umbrales de lo desconocido.

La mujer del camino (Aguascalientes)

Una noche del año de 1934 una pareja había ido a divertirse. En aquella época comenzaban a ponerse de moda los salones de baile. Aguascalientes no era la excepción, a pesar de que se encontraba muy lejos de la capital del país. Esa misma noche la joven discutió con su novio y decidió volver a su casa sola pensando que con algún aventón lo podría lograr, pero la joven fue atropellada y muerta por un automóvil. Como nadie la reclamó ni tampoco sabían su nom­ bre, pues al parecer no tenía familia, la gente comenzó a llamarla simplemente "La mujer del cem enterio". Porque su fantasma comenzó a aparecerse cinco años después de haber muerto. Varios automovilistas dijeron haber recogido a una joven vestida de blanco, quien pedía ser llevada lejos del cementerio. Luego, esa mujer, según dicen, se des­ vanecía poco a poco. Quienes la llegaron a subir en su automóvil cuentan que la mujer era algo indiferente pero bastante parlanchina.


México a través de sus leyendas

La mujer del camino

Creo que la versión más interesante y que convirtió a esta historia en leyenda fue la de don Pedro, un hombre que viaj aba en su automóvil con su esposa y sus dos hijos. Ellos recuerdan que viajaban en su vehículo cerca de la media noche cuando de pronto miraron que una mujer vestida de blanco les hacía señas para que se detuvieran. Cuando lo hicieron, el señor le pidió a sus hijos que se recorrieran para que la mujer pudiera subir, pero además, como el coche era de dos puertas, la esposa tuvo que bajarse para permitir que la joven se pasara a la parte de atrás. Cuando al parecer todos ya estaban en el vehículo, don Pedro arrancó. Ellos recuerdan que llevaban el autoestereo muy fuerte y que jamás le bajaron el volu­ men, situación que no le importó a la mujer, quien hablaba como si no estuviera allí. Todos le mostraban algo de atención, pero confiesan que estaban más in­ teresados en las canciones que escuchaban del radio. Pero cuando el automó�il pasó por una curva muy pronunciada, recuerdan que la mujer gritó:

-i Cuidado con la curva! Todos voltearon muy desconcertados a verla, pero e lla afirmó: -i Está arriesgando su vida y la de su familia! El conductor redujo la velocidad y tomó el giro sin peligro. En ese momento todos se dieron cuenta de que la pasaj.era extraña había desaparecido. Todos quedaron tán turbados que fueron a la caseta de policía más cercana para informar de su experien­ cia. Ahí se dieron cuenta de que los policías no se sorprendieron con lo que decían, sino que al contrario lo tomaban con toda tranquilidad, como si fuera algo muy normal para ellos. Fueron precisamente e llos quie­ nes corroboraron lo que decían acerca de la leyenda de la dama del camino debido a que ya en múltiples oca­ siones ya se los habían manifestado muchos automovi­ listas que pasaban por el lugar. De este modo la familia de don Pedro comprendió que aquella mujer estaba tratando de avisarles que corrían peligro. También fueron advertidos de que mu­ chos conductores perdían el control de sus autos en esa curva. Incluso ellos afirman que esa misma noche, un poco más tarde, hubo un accidente en esa curva en donde murieron dos personas, una parej a que acababa de casarse. De ahí también surgió el mito de que a la dama del camino no le gusta la felicidad de las parej as jóvenes. De lo que sí queda la duda es por qué a algunas per­ sonas se les manifiesta para bien y a otras no, como la parej a de j óvenes que esa misma noche murieron. Con eso me atrevo a pensar que todas las historias de fan­ tasmas del pasado tienen visos de amores frustrados.

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El campanario maldito

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El campanario maldito (ciudad de México)

Las historias y leyendas que existen sobre los conventos son innumerables. Ahora toca el relato de una que es muy impactante por lo que se verá más adelante y porque nadie sabe en realidad lo que sucedió. Todo comenzó el día en que el padre del convento recibió visitas. Como ya se había corrido la noticia de que ahí espantaban, la mayoría de las habitaciones estaba deshabitada. Sin embargo, el padre no estaba tan convencido de ello. . Hacía tiempo alguien le comentó que en el campa­ nario espantaban. Dicho suceso consistía en la apari­ ción de un señor vestido de negro, pero él no lo creyó. Esa noche recibía a personas muy importantes del ámbito religioso y era necesario aloj arlos en las mejo­ res habitaciones. Pero cuando llegaron las personas, notó que entre ellas había alguien a quien no esperaba, lo cual, por supuesto, no le importó; al contrario, se ·�entía muy a gusto con su visita. .. Las horas pasaron en tre plática y plática, por lo que se acercaba la hora de irse a dormir. Para entonces, el padre ya tenía resuelta la forma en que se quedarían;

la habitación que é l ocupaba se la dej aría a la persona que llegó sin previo aviso, mientras él se dormiría en el campanario. Así lo pensó y así lo hizo. Pronto llegó la hora en que se desearon que pasaran buenas noches, y el padre se llevó su ropa de dormir al campanario, las cuales se componían sólo de un par de cobij as. Las horas trans­ currieron como de costumbre, lo que lo hacía pensar que todo lo antes dicho eran simplemente supersticio­ nes. No había nada a qué temerle. Esa noché el viento estaba soplando · como de cos­ tumbre, sólo que en cuanto dieron las doce, empezó a arreciar el aire. No pasaron más de dos minutos, cuan­ do se dejó oír un grito aterrador. Todos los visitantes se levantaron de golpe pensando que algo le acontecía al padre.


México a través d e sus leyendas

El campanario maldito

En vano fueron sus intenciones de subir al campa­ nario porque el padre ya estaba abajo; no le costo demasiado trabaj o detenerlos. El padre, además de presentar un gesto de horror, los cabellos blancos, sus manos le temblaban y la voz apenas si le salía: -i Padres, padres! iNo vayan arriba! iNo vayan arri­ ba! -decía con temor. Nadie alcanzaba a comprender lo que estaba pa­ sando; el p adre no decía palabra alguna, sólo se exal­ taba cuando alguien mencionaba que iría a inspeccio­ nar. Cuando por fin lograron calmarlo, solamente dijo: -i Cierren el campanario! -¿Qué? -preguntaron todos. -Que cierren el campanario. No les diré qué fue lo que vi, pero quiero que cierren el campanario . Estas palabras fueron cumplidas como órdenes, pues nadie de los. presentes, ante tal escena se sintió capaz de contradecirlo. El padre finalmente murió sin revelar qué fue lo que vio aquella noche en que 'sus cabellos se le blanquea­ ron. Todos los que lo conocían siempre se preguntaron cuál fue la causa de su decisión, el porqué de cerrar el campanario dejando enmudecida a la -iglesia. Pero nadie ni con el paso de los años pudo resolver el misterio. De todos era sabido que aquel padre era un hombre muy valiente, una persona que no se dejaba doblar por nada. Los años han pasado y el padre se llevó a la tumba _el secreto. En cuanto al campanario, nadie lo ha vuelto á_ abrir por respeto a la decisión del padre, quien se encargó de que todos le prometieran que nunca más abrirían ese lugar.

Y si a usted ya le nació la duda de saber cuál es la iglesia, sólo le voy a recomendar que para saberlo, vaya al centro a la hora en que se ofician las misas y descu­ bra por usted mismo, cuál es la iglesia que no repica sus campanas. Estoy seguro que ésa es la iglesia que tiene el campanario maldito.

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La llorona

La llorona (ciudad de México)

iAaaay mis hijos!, es el grito desgarrador más temido todavía en nuestros días en la ciudad de México; es un llanto o un alarido proveniente de una mujer que re­ corre noche a noche las calles del Distrito Federal. Pero, ¿qué hay detrás de este mito convertido en leyenda? La leyenda cobró vida en el México prehispánico, pero como era de suponerse, se han dado muchas in­ terpretaciones de este su'c eso, pues se recuerda que desde tiempos muy remotos los mexicanos se encerra­ ban a "piedra y lodo" en cuanto d�ba el toque de que­ da. N adie, al menos que estuviera loco, abandonaba su casa después de esta hora, pues se decía que por las calles andaba una mujer que flotaba en el aire con un vestido b lanco, cubierto sti descarnado rostro con un velo muy suave y dando esos pavorosos gritos. Los pocos que en verdad la vieron aseguran que sus iamentos se escuchaban a distancias muy lej anas, por lo .que no quedaba duaa de que se trataba de un ser de ultratumba.

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Las muj eres de aquella época les incu lcaron a sus hijo s que en cuanto se diera el toque de que da debían reunirse par a rezar un rosario con la inte nción de que aquella muj er no se les acercara, por que si algo era cierto, es que en cuanto más lej ano s se escuchaban los lam ento s, más cerca esta ba la muj er del lugar, por eso, las cruces era n más que un adorno par a los habitantes de la ciudad. Pronto los lamentos se escucharon por tod as partes como un eco aterrador que hacía eriz ar has ta la piel del má s vali ent e. Lue go surgieron test imo nio s que decían que " la llorona ", como ya se le conocía, traspa­ saba las par ede s; esto alarmó más a la pob laci ón.


México a través de sus leyendas

La llorona

Se cuenta que hasta los soldados que habían mos­ trado su valentía en la Conquista de México, al llegar esa terrible hora no querían salir a la calle. Los hom­ bres se acobardaban y a las mujeres les temblaba todo el cuerpo; los corazones se sobresaltaban al oír ese lamento que penetraba hasta los huesos. Poco tiempo después comenzaron las muertes de aquellos que envalentonados por el alcohol salían a toparse con la mujer, pero nadie aseguraba que ella los mataba con sus propias manos, pues pudieron haber muerto solamente del susto. De aquellos curiosos sur­ gieron las versiones que decían que "la llorona" cruza­ ba la ciudad lentamente por las calles, plazas y calle­ juelas y los que la vieron, dicen que alzaba los brazos y emitía aquel gemido angustioso que ponía a temblar a todos. Luego se desvanecía en el aire, y al poco rato ya se escuchaba por otro lado, hasta que finalmente, justo cuando el día comenzaba a asomarse, se trasladaba hasta la Plaza Mayor, donde se hincaba, besaba el sue­ lo y se ponía a llorar con mucha desesperación, termi­ nando con un largo i ayyy!, que culminaba al salir el primer rayo del sol. Ésta era una de las tantas versiones que se daban; otras aseguraban que "la llorona" desaparecía siempre a la orilla del lago de Xochimilco. Fue así como este ser de ultratumba se convirtió en ·parte de la vida cotidiana de los habitantes de la ciu­ dad de México. Algurios trataron de buscar el origen de esa tenebrosa mujer, porque ya para entonces a

nadie le quedaba duda de que se trataba de una mujer, que al parecer había perdido a sus hijos . . . De este suceso surgieron varias leyendas : Una de ellas afirmaba que era una mujer a quien la muerte sorprendió antes de casarse con el hombre que tanto amaba, y la razón para volver del más allá era su deseo de verlo porque se encontraba perdido en vicios que perturbaban su alma. Según otras, la mujer era viuda y se lamentaba por­ que sus hijos huérfanos estaban angustiados y sin que nadie los ayudara. También decían que la muj er era una pobre madre a quien le habían asesinado a sus hijos y que salía de la tumba para llorarles. Otros más decían que era una esposa infiel y que, como no hallaba paz en la otra vida, venía con el fin de alcanzar el perdón por sus faltas. Había quien afir­ maba que la mujer había sido asesinada por su marido celoso. Pero también se comentaba que "la llorona" era la célebre doña Marina, cuyo nombre verdadero era Malinche, quién vivió sin casarse con Hernán Cor­ tés, y de acuerdo con estas versiones, venía a predi­ car su arrepentimiento por la traición que le hizo a su pueblo. En las noches de luna se veía pasar su silueta blan­ ca, y su lamento comenzó a inquietar al ganado y a los perros que aullaban sin cesar. A través de los años se fueron creando más versio­ nes sobre su origen. Por ej emplo, se creía que las mujeres muertas en parto solían venir a este mundo en una fecha determinada, convirtiéndose en fantasmas

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México a través de sus leyendas

La llorona

para asustar en los caminos a quienes transitaban por allí. Esta tradición se deriva también de las premonicio­ nes que tuvieron los antiguos mexicanos antes de la llegada de los españoles, pues afirmaban que salía una mujer del lago y que angustiada profería el aterrador alarido. Pero la realidad ha salido a la luz ú ltimamente. Después de muchas investigaciones se ha llegado a la conclusión de que a diferencia de otras leyendas que con frecuencia tienen un equivalente en otra, la histo­ ria de la mujer que se lamenta o " la llorona" parece ser de origen únicamente mexicano. Esta leyenda, se afirma, proviene de los antiguos aztecas. Se cree que " la llorona" fue una combinación d e tre s diosas : C ihuacoatl ( la muj er serpiente), Teoyaominqui (vigilante de las almas muertas) y Quilatzli (madre de gemelos) . Se cuenta que esta diosa vaga­ ba por las noches vestida de blanco y siempre gritando por la pérdida de sus hij ¿s; y según se cree, la diosa presagiaba desgracias y muerte, por eso era que se le temía, pues en realidad sólo era una anunciante de las desdichas. Cuando los españoles llegaron a tierras mexicanas, pronto adoptaron esta leyenda. Ellos relataban la his­ toria de una campesina sorprendentemente hermosa, Luisa, quien se presumía había sido la amante de don .�uño de Montes Claros, un hombre muy adinerado y con gran posición en �quella época. Cuando él la abandonó para casarse con una mujer de su clase social, Luisa apuñalo a los tres hijos que

había concebido con él, como venganza. Los envolvió con una sábana y los arrojó al primer río que se encon­ tró a su paso. Horrorizada con lo que había hecho, corrió por las calles repitiendo los gemidos de su pre­ decesora azteca. Se cuenta que en cuanto se enteró don Nuño, se suicidó el mismo día en que doña Luisa fue ej ecutada en una plaza de la ciudad de México por el infanticidio. Desde entonces doña Luisa camina por las calles llorando la pérdida de sus hijos y como recuerda que los arroj ó a un río, camina sobre las calles donde co­ rrían los ríos principales de la ciudad, pues se supone que recorre estos fluidos de agua buscando a sus hij os. En cuanto a los gemidos, siguen siendo los mismos gritos aterradores que daba la m�jer desde aquella época, sólo que actualmente los ruidos provenientes de las calles y los generados por nosotros en nuestra casa (televisión, radio, etc.) nos impiden ponerle atención, pero esto no significa que no sigan ahí.

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La mujer que se despidió

La mujer que se despidió (ciudad de México) . ./'

Cuando la Segunda Guerra Mundial se intensificó , México envió un escuadrón llamado 20 1, como apoyo para los países- que luchaban en contra del nazismo. Como era de suponerse, todas las personas que con­ formaban el escuadrón tuvieron que dej ar a sus fami­ lias; y fue así como pasaron los días. Cierto día en que el Escuadrón se encontraba en su campamento, uno de los soldados vio p asar a una mujer; al principio no le d�o importancia creyendo que se trataba de una de las enfermeras, motivo por el cual no hizo caso y se dispuso a dormir. El soldado recuerda que esa misma mujer se apare­ ció cinco noches más, hasta que en una se dio cuenta de que aquella dama tenía algo muy familiar; aquella mujer se parecía nada más ni nada menos que a su esposa lo cual era imposible debido a que ella se en­ contraba a muchos miles de kilómetros de aquel lugar. .(!omo pensó que estaba alucinando, se tumbó en la cama y no le dio más importancia. A la mañana siguiente el Escuadrón fue llamado a incursionar en filas enemigas, donde el soldado en

cuestión resultó herido en combate. Esa misma noche mientras convalecía en una habitación iluminada por velas, las cortinas de su lecho se apartaron de pronto y su esposa, a quien hacía en casa en la ciudad de México apareció ante sus ojos al pie de la cama y se fue con la misma rapidez con la que llegó. Como no había forma de tener contacto con su mujer, el soldado tuvo que esperarse hasta que volvió a México, donde se-enteró que su esposa había falle­ cido justo el día y a la hora en que él la vio postrada en su cama. El soldado lloró muchos días por su ausen­ cia. Al parecer la dama se había estado despidiendo de él, aunque para muchos de sus amigos lo estaba pre­ viniendo de ir a combate en el que perdió la pierna y el brazo izquierdo.


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México a tra-vés de sus leyendas

Diez años después el soldado falleció. Al parecer esta visión fue una de las más significativas de su vida, porque comentaba que en varias ocasiones fue testigo de cosas extrañas, de entre las que siempre destacó la visita de su amada esposa. Esta historia no es muy conocida, no obstante va­ rios de los familiares del soldado hicieron de ella toda una leyenda digna de contllrse.

Leyenda de la Calle del Truco ·

(ciudad de México)

La gente que allí vive asegura que una sombra de varón, vestido a la usanza andaluza, con larga capa, sombre­ ro de ala ancha calado hasta las cejas, de modo que sólo dej a ver dos chispas a manera de oj os sobre el ros­ tro pálido y desencajado, se desliza apresurada a lo largo de e sta calle cuando el silencio y las sombras de la noche son completas. Es la sombra de don Ernesto, que sigiloso se detie­ ne delante de una puerta y llama tres veces. Se oye un chirrido de ultratumba y entra el caballero. Es la Casa de Juego, a la que sólo van los más ricos. Se juega en grande : primero las bolsas repletas de oro, después las fincas, luego las haciendas. Es mal día para don Ernes­ to; ha perdido ·tres o cuatro de sus mejores propieda­ des, está nervioso como nunca; la fortuna le ha dado la espalda; hace un recuento en la mente y advierte que lo ha perdido todo. -No todo, amigo, aún queda algo de valor. -i El diablo lo supiera! ¿Qué es? -Y va en una jugada por cuanto habéis perdido, en el primer albur -agrega la primera voz.


México a través de sus leyendas

Leyenda de la Calle del Truco

Don Ernesto, fuera de sí exclama: _¿A qué os referís? i Decidlo de una vez! -iCalma, calma! -Agrega el contrincante. -iQué tenga vuestra madre! grita de nuevo el desafortunado caballero. Su adversario se inclina sobre la mesa para musitar unas palabras al oído de don Ernesto. -iNo por Dios! i Ella no! -grita el perdedor en el colmo de la exaltación. -Resolveos, así podréis recuperar vuestras riquezas. Transcurren unos instantes de lucha en el interior del jugador, y al fin exclama: -iSea pues! iA la carta mayor!

Su amigo, parsimoniosamente, coloca sobre la mesa dos cartas: una sota de oros y un seis de espadas. -iA la sota! -grita don Ernesto temblando de emoción. Se deslizan los naipes fatídicos. . . siete de bastos, tres de oros, caballo d_e copas y al fin aparece la carta maldita : el seis. -Perdéis nuevamente. El caballero queda mudo, sin moverse, como des­ plomado sobre sí mismo. Ha jugado a su bella esposa. Es hombre de palabra y tiene que cumplir. Esa vez su adversario fue el propio diablo, por eso don Ernesto no vio una sola jugada.

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El puente Ara

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El puente Ara (Estado de México)

Don Javier recuerda que no conocía la leyenda del puente Ara hasta que la vivió en carne propia. Recuerda que iba transitando por el camino con su mula llevando una carga de pastura para sus animales y pensaba que ya se le había hecho muy tarde por lo que a esta hora ya deberían estar muy hambrientos. Ya estaba un poco anciano y no podía andar como antes, y tal vez si alguien le hubiera advertido del peli­ gro que corría al cruzar por allí a esa hora no lo hu­ biera hecho y habría preferido quedarse a dormir en el campo. Justo cuando se iba acercando 4l puente Ara notó que su mula comenzó a inquietarse. Ya estaba cansado y no iba a soportar ese tipo de arrebatos por p arte del animal, por lo que se molestó y la jaló para castigarla. Pero entre más avanzaban, la mula se ponía cada vez más inquieta, al grado en que se le zafó la correa dos .veces. .. Cuando don Javier se agachó para recogerla por segunda vez y luego se incorporó, vio claramente cómo una mujer se le acercaba. Aquella dama estaba vestida

toda de negro y no se le veía la cara, a lo que él no prestó mucha atención. _¿Qué se le ofrece? -dijo don Javier cuando tuvo cerca a la mujer. -Quiero que me acompañe hasta el puente Ara -dijo la aparente señora. -Lo haría con gusto pero, ¿sabe?, intento bordear el puente por la colina pues mi mula no creo que quiera atravesarlo, está muy inquieta -respondió el VIe J O. -Pero de hacerlo se va a tardar más y por lo que se ve, usted está agotado -insistió la señora. Don Javier no tuvo más remedio que aceptar. Total, si la mula no deseaba pasar por el puente lo de menos era regresarse y ladearlo por la colina, pensaba. Des­ pués de todo no iba a dej ar que la señora se fuera sola, la cual vestía ropas finas y parecía de buena fami­ lia, por lo que se pensó no estaría acostumbrada a viaj ar por esos lugares. El viejo recuerda que nunca le vio la cara, aunque tampoco hizo el intento de hacerlo. Lo que a él le


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México a través de sus leyendas

interesaba era llegar a su casa para alimentar a sus animales. Por su cabeza pasaban cosas como: " ¿ para qué acompañé a la señora?" "Y si mi mula no quiere pasar el puente me tendré que regresar", y demás cosas que se le pueden ocurrir a un viejo necio. Don Javier recuerda que en cuanto llegó al puente Ara, salió de entre un árbol un señor vestido de negro. De inmediato pensó que aquella mujer lo había lleva­ do hasta allí a propósito. "Pero, ¿qué me pueden robar si no traigo dinero?", pensó el viejo algo asustado. Pero cuando se dio cuenta, la mujer ya había des­ aparecido; nunca se fijó para dónde se fue, por lo que sólo quedaba aquel señor al que tampoco le podía ver el rostro. Recuerda que aquel hombre sacó un látigo y comenzó a golpearlo. La mula, que ya estaba muy inquieta desde que la señora iba a su lado, empezó a levantarse tirando toda la pas�ura que el viejo llevaba. Aquel hombre parecía no tener piedad y por más que gritaba don Javier que ho traía dinero, más le pegaba. Don Javier recuerda que como pudo llegó hasta el puente y pronto corrió, olvidándose de la mula. En cuanto lo cruzó, pudo notar que ·el hombre había des­ aparecido. Momento que aprovechó para irse corrien­ do a su casa. Al día siguiente, asegura, que uno de sus amigos lo fue a buscar a su casá a quien le relató lo que le había ocurrido en el puente; pero su amigo, lejos de burlar­ se, le dij o que debió haberle advertido. _¿Advertido qué? -preguntó. -Que en el puente Ara espantan -afirmó su amigo.

El puente Ara

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Su amigo lo llevó hasta el lugar de los hechos con la confianza de que aquellos seres no se aparecen por las mañanas. Allí le mostró un viejo cementerio que pertenecía a la hacienda Ara. En torno a esta hacienda existe una leyenda en la que se cuenta que aquellos seres salen de aquel cementerio a cobrar ven­ ganza porque .a ellos los asesinaron en tiempos de la Revolución. El amigo no le había referido la historia porque pensó que otro ya se la había dicho. Resulta que na­ die de por ahí cruza el puente Ara después de las cinco de la tarde porque ese hombre vestido de negro siem­ pre se aparece y hace lo mismo. En cuanto a la muje1� él fue la primera persona en verla, sin que por esto se crea que haya sido el único, puesto que según cuentan los habitantes del lugar, aquel hombre ya ha causado la muerte de varias personas. Do � años antes de que don Javier cruzara por allí, un joven cayó cuando su caballo asustado galopó sin freno por el puente. El hombre murió al instante de­ bido a que el puente estaba lleno de piedras de río. Poco después del cruce de don Javier, dos j óvenes escépticos se aventuraron a cruzar por el puente, sólo que en esa ocasión el caballo arrastró a uno por todo el puente, dejándolo muerto en las puertas del cemen­ terio. Por tal motivo, ahora el cementerio recibe el sobrenombre de maldito. A partir de entonces nadie se atreve a cruzar el puente Ara, y a decir verdad, yo soy muy incrédulo, por eso fui hasta el lugar; por supuesto, no de no­ che, por aquello de que la leyenda resultara cierta.


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México a través de sus leyendas

Afortunadamente no vi nada anormal, pero lo cierto es que tanto el puente como el cementerio que se en­ cuentra justamente a un costado de la hacienda Ara dan un escalofrío terrible. El puente Ara justamente se encuentra situado arri­ ba de unas piedras de río, y aunque no es muy profun­ do, por lo menos una caída desde ahí sí deja herido a cualquiera, y más si es lanzado desde un caballo. Pero eso no es todo; para acabar con mi relato les diré que el puente es muy largo; tiene una longitud equivalente a 500 pasos y si resulta que la leyenda sea cierta, la verdad no me gustaría volver a ese lugar.

El túnel . (Estado de México)

Las construcciones más antiguas del país esconden le­ yendas dignas de tomarse en cuenta; tal es el caso de la del Túnel, que ha sido escenario de fenómenos sobre­ naturales desde hace más de tres siglos. Aquel viejo túnel se construyó con la finalidad de unir a la hacienda principal del pueblo de San Andrés con la iglesia. Dicha hacienda pertenecía a unos espa­ ñoles muy adinerados, quienes previendo alguna re­ vuelta trataban de protegerse y proteger su patrimo­ nio, ya que en aquella época se había iniciado la gue­ rra de independencia y temían ser despojados ya fuera por las fuerzas armadas u otro grupo rebelde. Según se cuenta, cuando uno de los ejércitÓs entró en el pueblo tuvieron que cerrar el túnel, en el se había colocado todo el dinero perteneciente a la familia. Sin embargo, como todos fueron apresados, no hubo opor­ tunidad de volver a destaparlo para rescatar el dinero. Así pasaron los años, y aquel secreto se hubiera ido a la tumba del último de los criados a no ser por los acontecimientos que comenzaron a suscitarse. To­ dos en el pueblo comenzaron a correr la voz de que en


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aquel lugar se escuchaban lamentos, y al cabo de unos días, concluyeron de que provenían del fondo de la Tierra, como si alguien estuviera enterrado allí abaj o, pero, ¿cómo podría sobrevivir? Fue entonces cuando uno de los ancianos reveló el secreto, argumentando que el espíritu de alguien segu­ ramente estaba vagando por el túnel. Casi de inmedia­ to las autoridades revisaron el lugar, pero como era de suponerse, el anciano no había dicho toda la verdad, porque jamás mencionó que habían enterrado el dine­ ro de la hacienda allí, motivo por el cual se escuchaban los lamentos y cada vez fueron más intensos. Cierta noche, cuando la luna era llena, una joven vio a una dama de pie en la puerta de su dormitorio.

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El túnel

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Al principio pensó que era su madre, pero al observar­

la por segunda vez, notó que la figura. incorpórea lle­ vaba puesta una larga capa gris y tenía el rostro oculto entre las manos. La joven se sentó en la cama y pre­ guntó: _¿Qué desea? La figura no hizo caso y caminó hasta la orilla de la cama y se desvaneció. Sin embargo, nadie creyó lo que a la j oven le había sucedido y al cabo de unos días todo quedó en el olvido. Pero exactamente un año después, en la misma fecha, una hermana de dicha joven vio una aparición similar. Este espectro, al parecer, se extendió a otros si­ tios del pueblo. Esa misma noche se vio a la dama de gris atravesar el palacio municipal, a unos quinientos metros de la casa de las j óvenes. Más tarde, la esposa del presidente municipal estaba esperando un recado de su esposo, cuando al parecer se abrió la puerta, lo cual no le pareció extraño, pues llevaba horas esperando . . . al cabo de unos segundos nadie atravesó la estancia. De pron­ to empezó · a sentir un frío que le helaba hasta los huesos, lo que hizo que se le erizaran los cabellos. En cuanto se pudo mover, subió a su habitación y mientras se encontraba en el baño, escuchó claramente cómo la señora del servicio le hablaba aparentemente a ella. Molesta salió del baño y sin dudarlo la regañó. Pero la más sorprendida fue la señora, pues cuando la esposa del presidente municipal se dirigía a quien le estaba hablando, ésta desapareció, ocasionando la con­ moción de ambas mujeres.


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Pero esta no fue la única vez que la vieron; se dice que a partir de esa noche aquella mujer, al parecer, entraba por la puerta, caminaba hasta la habitación de los señores y se sentaba frente al tocador, donde se inclinaba para poder verse en el espejo. Años más tarde, cuenta la leyenda que se descubrió un túnel más, el cual comunicaba al palacio municipal con la iglesia y ésta, por supuesto, estaba conectada también al casco de la hacienda. Algunos dicen que el presidente municipal de aquella época fue quien des­ cubrió el tesoro escondido y que gracias a ello, el pue­ blo pudo pavimentarse. Finalmente el túnel fue bloqueado en su totalidad, pues al parecer era muy peligroso; pero aquel obstácu­ lo no impidió el paso a la dama de gris, quien se siguió apareciendo. Hasta la fecha, si vamos al pueblo de San Andrés podemos ver a la dama de gris atravesar el palacio municipal los días de luna llena, y aunque nunca se supo de quién se trataba, lo cierto es que la gente únicamente la conoce como "el fantasma de la dama de gris".

El ánima del puente (Guanajuato)

El convento de Celaya, Guanajuato, no sólo ha sido obj eto de múltiples visitas turísticas, sino de aparicio­ nes macabras también. Para los habitantes del lugar no es nada nuevo hablar del fraile que se pasea por sus pasillos en cuanto cae la noche. Se cuenta que siempre que necesitaba reflexionar, el sacerdote Fray Juan del Espíritu Santo salía a cami­ nar por los pasillos del convento, los cuales recorría con gusto y a paso moderado. Esta práctica ya la venía haciendo desde hacía cinco años. Debemos decir que el convento de Celaya, aderriás de ser hermoso, era muy grande. Cierto día se le acercó un indio del lugar, que so­ focado llegó a confesarle algo. De acuerdo a lo relata­ do por este hombre él era el único que podía ayudarlo. Felipe Santiago, que era el nombre de aquel indio pidió con insistencia a fray Juan que lo confesara. Finalmen­ te el padre accedió y lo escuchó con asombro. Después de haberlo escuchado, el padre se encon­ traba sobresaltado por el relato y sólo atinó a decirle: es necesario que lo confieses con testigos.


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El indio estaba confundido, pues no alcanzaba a comprender por qué el padre requería que lo hicie­ ra con testigos, a lo cual terminó por acceder, fijando así una hora del día siguiente como la indicada para llevar a cabo la confesión con testigos. Se fue a casa no del todo convencido pensando en la petición del padre, la cual, después de todo, era muy extraña. Al cabo de unos r_ninutos ya no le estaba dan­ do tanta importancia a lo sucedido, más bien estaba más enfocado al aire tan helado que estaba soplando y como llevaba huaraches, el tremendo frío lo sentía en los pies. Ya en su casa se dispuso a dormir, pero en su mente le daba un sinfín de vueltas al asunto, porque no com­ prendía todavía la reacción del padre. Al día siguiente, cuando el indio llegó al convento é).Compañado de sus testigos, notó que el fraile no esta­ · ba solo, pues con él se. encontraban varios sacerdotes, quienes se habían reunido impacientes para escuchar el relato.

El ánima del puente

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Felipe estaba visiblemente nervioso, pero aun así inició su relato: Hace tres años que falleció mi primo Salvador, a quien yo personalmente vestí para su entierro -ya sé que esto no tiene gran importancia. Sucede que . . . cuando lo estaba vistiendo sentí claramente cómo él me apretó la mano izquierda en tres ocasiones pero no le di importancia, pues pensé que era porque no alcan­ zaba a aceptar que mi pariente estuviera muerto. N o comenté con nadie lo que había sucedido por temor a que se burlaran de mí. Tiempo después, al atravesar el Puente de Silva, aquel que dicen que está embrujado, escuché claramente cómo mi primo Salva­ dor me llamaba. Yo corrí lo más veloz que pude, pero entre más corría, más fuerte era la voz de mi primo que me llamaba. Me negaba a creer lo que sucedía en el dicho puen­ te pero finalmente tuve que aceptar que era mi primo quien venía del más allá a pedirme algo. En otra oca­ sión y en el mismo lugar escuché claramente que mi primo me pedía con desesperación qu€ mandara cele­ brar tres misas, pues su alma -decía- se encontraba penando y ésa era la única forma en que podía encon­ trar el descanso eterno. Fue tanto el terror que se apoderó de mí que ya no pude seguir mi camino y sólo recuerdo que me desplo­ me. Momentos más tarde me encontré del brazo de mi cuñado Melchor, quien aseguraba que estaba borracho, lo cual no pudo comprobarme por no tener aliento a alcohólico.


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Pasaron días antes de que yo decidiera hablar con mi familia, pues como me sucedió cuando vestí a mi primo, me dio miedo de que me creyeran loco por este nuevo suceso. Fueron ellos que al saberlo todo me han pedido que venga hasta ustedes, a quienes consideran los más idóneos para ayudarnos para que el espíritu de mi primo pueda descansar en paz. Los sacerdotes escuchaban con gran atención lo que decía el indio, p ues no era el primero en decir que es­ pantaban en el puente, pero sí el único en darle un nombre al suceso. Ahora restaba ponerle remedio al asunto. Fue así como se oficiaron las tres misas que el di­ funto había pedido, y santo remedio, porque se cree que el espíritu de Salvador por fin pudo descansar. Pero, según se cuenta, cada vez que pasaba Felipe p dr el puente lo hacía persignándose y por lo mismo, se cree que nunca se pudo reponer de aquella terrible impresión. Esta leyenda sigue siendo muy popular en el pue­ blo de San Miguelito, Celaya, donde todavía se con­ serva el puente de nuestra narración. De acuerdo a versiones más recientes indican que cuando quisieron tirar el puente para poder hacer un camino, se e�cu­ charon terribles lamentos que provocaron la huida de los trabajadores. Desde entonces, es muy común oficiar misas en el convento de Celaya en memoria de todas aquellas al­ nías que han marcado· como límite de su territorio aquel viejo puente.

El callejón del beso (Guanajuato)

Se cuenta que doña Carmen era hij a única de un hombre intransigente y violento, pero como suele su­ ceder, siempre triunfa el amor por infortunado que éste sea. Doña Carmen era cortejada por su galán, don Luis, en un templo cercano al hogar de la doncella; primero ofreciendo de su mano a la de ella el agua bendita. Al ser descubierta por su padre sobrevinieron el encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo, casarla en España con un viejo y rico noble, con lo que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda. La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, doña Brígida, lloraron e imploraron juntas. Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que doña Brígida llevaría una misiva a don Luis con la infausta nueva. Mil conj eturas se hizo el joven enamorado, pero de todas hubo una que le pareció la más acertada. U na ventana de la casa de doña Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho, que era posible, aso-


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El callejón del beso

mado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente. Si lograban entrar a la casa frontera, podría hablar con su amada y entre los dos,encontrar una solución a su problema. Investigó sobre quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro. Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de doña Car­ men cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con el hombre de sus sueños Unos cuantos instantes habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, y cuando más abstraí­ dos se hallaban los dos amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de doña Carmen increpando a Brígida, quien se juzgaba a la

misma vida por impedir que su amo entrara a la alco­ ba de su señora. El padre arrojó a la protectora de doña Carmen, y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavo en el pecho de su hija. Do� Luis enmudeció de espanto. La mano de doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría. Ante lo inevitable, don Luis dej ó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida. Debido a esta historia a este lugar, sin duda unos de los más típicos de nuestra ciudad, se le llama El calle­ jón del beso.

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El degollado de la noria

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El degollado de la noria (Guanajuato)

Hablar del "Degollado de la Noria", es tan similar como hablar del demonio. Los habitantes de este po­ blado de Gua �ajuato le tienen tanto miedo, que muy pocos se atreven � contar la historia. . Éste no es el caso de doña María, qmen tuvo un p apel muy especial en lo sucedido . Se cree que el degollado es su pariente que viene del más allá con objetivo de advertirles a todos el peligro que se corre en esas regiones. María tenía diez años cuando su madre la envió a vivir con su tía a la Noria, pues ella ya no podía man­ tenerla y su parienta estaba incapacitada para valerse por sí sola; hacía tiempo que estaba ��y enferma. La tía de María había concebido un solo hiJ O, pero tenerlo era exactamente lo mismo que no tenerlo, pues era parrandero y agresivo. La niña sabía que su tía estaba muy enferma y 1� daba mucha rabia saber que su primo no era capaz m ·siquiera de ayudarla, por ello aceptó g stosa la in ita­ :' � é'ión; ella nunca supo el verdadero motivo de enviarla allí. María estaba consciente de que pronto su tía iba a

morir y no quería que pasara los últimos días de su vida esperanzada en un joven que al parecer nunca iba a sentar cabeza. La muj er poseía un terreno muy grande, el cual era el motivo por el que el joven no se fuera de una bue­ na vez de su casa, pues deseaba heredar aquellas tie­ rras . El muchacho deseaba más la muerte de su madre que su recuperación, considerando a María un estorbo para sus propósitos, por ello, en cuanto llegó la niña, inventó muchas situaciones para hacerla sufrir. Una noche el primo llegó bastante borracho. Entre ·gritos, patadas y maldiciones entró a buscar a su ma­ dre, quien dormía con la pequeñ a. La mujer no tuvo más remedio que correr a su escandaloso hijo, advir­ tiéndol e que no volviera a su casa si no se le bajaba la borrach era. Éste, enfurecido, le gritó su deseo de que mu n era. A la mañana siguiente, María tuvo que ir, como de costumbre, por las tortillas, allí se topo con un grupo de mujeres, quienes comentaban lo sucedido en la


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El degollado de la noria

noche. Al parecer habían escuchado claramente que la carreta de la muerte había pasado por el lugar. La pequeña, llena de curiosidad, se acercó para enterarse de lo sucedido, pues no alcanzaba a comprender lo que aquellas personas decían. Cuando la niña volvió a su casa, estaba llena de intriga; por ello, lo primero que hizo fue preguntarle a su tía sobre la carreta de la muerte. La muj er al escuchar esto se persignó, pues había una creencia popular que aseguraba que cuando la carreta se escu­ chaba rondando por las empedradas calles de la No­ ria, de seguro alguien no tardaba en morirse. La niña se asustó al pensar que se podía tratar de su tía, pero como era de suponerse, pronto se le olvido todo y volvió a su vida cotidiana, en la que no podía dej ar de molestarse con su primo, pues aparte de ser un borracho era un grosero engreído. Esa tarde regresó el primo a la casa, aparentemente furioso y reclamándole a su madre por qué lo había corrido, si después lo iba a ir a buscar. Pero la tía se mostró más que sorprendida, ya que ella en ningún momento había ido a buscarlo ni mucho menos le había ido a gritar por los montes como ilseguraba el j oven. El primo al parecer estaba muy indignado y no obstante no haber bebido aquella noche, tampoco lle­ gó a dormir. Al día siguiente, cuando María fue por el mandado, se topó con las mismas personas del día anterior, y curiosamente estaban hablando de lo mismo, sólo que ahora aseguraban que la carreta se dirigió a la casa del huerto. La niña nuevamente se asustó y corrió a pre­ guntarle a su tía.

La anciana le respondió que de acuerdo con la creen­ cia, todos aquellos que lleguen a escuchar la carreta de la muerte no pueden asomarse, pues de hacerlo, la muerte los podría confundir con la persona que anda buscando y que cuando se da cuenta de que no lo son, se encoleriza partiéndoles el cuello con su guadaña. Estas palab,ras lograron inquietar mucho a María, quien no pudo hacer menos que pensar todo el día en ello, ya que aquel huerto donde decían haber escucha­ do la carreta era precisamente el huerto de la tía, donde se encontraba su primo, lo cual significaba que en efec­ to, la muerte estaba tras de la anciana. Sin embargo, después de repasarlo un rato, la niña se armó de valor y fue hasta la casa del huerto a buscar a su primo, pues tal vez él también corría peligro si llegaba a asomarse cuando la carreta pasara por el lugar. Cuando llegó, el primo estaba tendido en la cama. En cuanto éste se dio cuenta de la presencia de la niña, la corrió sin dej arla hablar. Esa misma noche llegó el primo y sin más, tomo a la niña de los cabellos advirtiéndole que ya no quería que lo estuviera molestando y menos con sus historias absurdas. La tía trató de levantarse para defender a la pequeña pero todo fue inútil, cayó al piso. El joven creyó que la mujer había muerto y desesperado salió huyendo. Así p asaron los días sin que supieran nada de él. Una tarde volvió muy molesto alegando lo mismo: que su madre lo había ido a buscar en varias ocasiones, todas al caer la noche, y la tía le dijo que no podía ser

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otra cosa más que las respuestas a sus malas acciones, cosa que molesto nuevamente al joven, quien desespe­ rado gritó que no iban a conseguir que él creyera en esas cosas. La tía le rogó que por nada del mundo le fuera a abrir la puerta; que ni siquiera se asomara a la venta­ na, pero él, que estaba tan molesto, le advirtió que no lo volviera a buscar. Y fue esa misma noche cuando aquellas adverten­ cias no le sirvieron de nada, porque en cuanto los perros comenzaron a aullar, el joven salió muy molesto, pero al no ver nada, volvió a meterse a su casa echando mil maldiciones. El viento comenzó a soplar con mayor intensidad y todo el pueblo se despertó ante el escán­ dalo. Todos escucharon el fuerte grito que provenía de la casa del huerto. La tía, alarmada, le pidió a María que buscara a un vecino para que fuera a ver a su primo. La niña obe­ deció, y acompañada por varias personas se encaminó hacia el huerto. Se cuenta que lo encontraron en el portal de la puerta con el cuello partido en dos y con una mueca de terror en los oj os. . María y su tía sabían lo que había ocurrido y no tuvieron más remedio que rogar por el alma del mu­ chacho para que descansara y no deambulara por el huerto debido a la trágica muerte que había tenido. Sin embargo, dicen que cada vez que alguien va a morir en la Noria no sólo se escuchan los galopes de caballo y los rechinidos de una carreta, sino que ade­ más se oye al joven grit�I� pues al parecer todavía pien­ sa que b muerte corre tras él.

Leyenda del usurero del Baratillo (Guanajuato) Trata de un hombre que vivió en tiempos de la Revo­ lución de 1 9 10. Dos o tres veces al día, cuando el hambre lo acosa­ ba, baj aba la escalera de su casa y se abría el pesado zaguán, hermético por el resto del día. Rápidamente cambiaba unos centavos por atole y tamales o bien por nopales y tortillas, según la hora, y sin cruzar palabra con nadie, volvía otra vez a su encierro. La gran puerta de madera dejaba oír el crujido de sus goznes herrumbrosos, para continuar irremedia­ blemente cerrada. Era el "usurero del Baratillo", como dio en llamarle la gente del pueblo. Hombre enjuto, de mirada extra­ viada, blanco, estatura regular, bigote y piocha que de­ j aban ver evidentemente un rostro sin afeitarse. Vestía pantalón negro y camisa que se suponía blanca en otros tiempos. Este hombre era tan rico, que p or haber acumula­ do tan inmensa cantidad de monedas de oro perdió la razón. Hace años que a toda hora del día y de la


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noche, según cuenta el vulgo, se le oye contar y recon­ tar el dinero y gozar con el tintineo de las monedas que chocan unas con otras, dejándolas caer sobre el colchón de su cama. Ese ruido tan peculiar era toda su obsesión. Dicen que ese tesoro provenía del Montepío que tuvo en su propia casa por muchos años y por prestar con muy altos intereses. Fue también proverbial que la gente atribuyera al sombrío prestamista esta frase: "peso que no deje diez, ,¿ para qué es?" Prestaba su dinero en oro y ponía como condición que �e le devolviera eri oro, fljando, como hemos di­ cho, réditos altísimos. ·..

Leyenda del usurero del Baratillo

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En una ocasión se encontró con un hombre más listo que él, quien logró sacarle a plazo corto como dos mil pesos con el 25 por ciento de intereses, pagade­ ros en ocho días, pero que lejos de liquidarle, huyó llevándose el dinero. Dicen que ésta fue la causa defi­ nitiva de su locura. Desde ese día para el usurero no hubo más obse­ sión que contar su dinero y chapotear con sus manos repletas de monedas, que dej aba escurrir para escu­ char cómo sonaba el golpeteo de unas con otras. Los vecinos lo ven casi todas las noches, -y las fami­ lias que han vivido en esa casa oyen sus pasos en las escaleras que suben o bajan; por las noches oyen tam� bién el tintineo de las monedas. Es el usurero del Baratillo que cuenta su tesoro, tesoro que, como hasta ahora nadie lo ha encontrado, se asegura que sigue escondido en varios sitios de la casa, pues en medio de su gran avaricia pensaba que de ese modo jamás podrían encontrarlo.


Plazuela de Carcamanes

Plazuela de Carcamanes (Guanajuato)

Hace más de siglo y medio que vinieron a establecerse a esta ciudad dos hermanos procedentes de Europa, según se decía por entonces. Su apellido Karlkaman fue degenerado en "Los Carcamanes" para referirse a ambos. La vida transcurría tranquila y bonancible para los hermanos, pero un mal día, al amanecer de la mañana del 2 de junio de 1803, corrió como reguero de pól­ vora de que los vecinos habían encontrado los cuerpos yertos de los hermanos "Carcamanes" . Y cuentan que cuando entraron a la casa que se hallaba abierta, el cuadro que se ofrecía a su vista era horrible, trágico y espeluznante. Un doble asesinato por robarlos, fue la primera hipótesis que se formó en torno a su inesperada muerte; sin embargo la realidad fue otra. Una j oven tan bella como frívola que allí vivía, fue hallada también con una tremenda herida en medio del corazón esa misma mañana. Se puede dilucidar que la frívola doncella sostenía relaciones amorosas cori los dos hermanos: el primero, poseído de profunda cólera esperó a que llegara el

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segundo y, como acontece e n esos casos, ni e l paren­ tesco ni la vida en común a través de los años fueron obstáculo para que ocurriera la terrible tragedia. En ciega e iracunda pelea se trabaron los "Car­ camanes", de la cual quedó tendido Nicolás, y Arturo -a pesar de hallarse muy mal herido-, apoyándose en la pared c0n las manos ensangrentadas llegó hasta donde vivía la infiel y en su propio lecho la asesinó, volviéndose luego a su casa, donde se suicidó con la misma arma homicida. Cuando las autoridades inter­ vinieron y se corrieron los trámites de rigor, el cuerpo de Nicolás fue inhumado en el que es ahora el tem­ plo de San Francisco, y Arturo en el panteón San Se­ bastián. Cuenta la leyenda que por ese rumbo de San José a la casa de los Carcamanes tres. espectros hacen el recorrido apenas cae la noche y hasta llegada la ma­ drugada lamentando su muerte y llorando su castigo.


El palacio

El palacio

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sus fantasmas

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sus fantasmas

(Hidalgo)

En Hidalgo hay varias construcciones de haciendas que son considerados palacios por ser tan grandes y her­ mosas. Todas ellas tienen una característica principal: una construcción extensa y maravillosos j ardines; dos razones más que suficientes para visitarlas. U na tarde, cuando las señoras Mónica y Es ter, per­ sonas de edad avanzada, visitaron una de estas cons­ trucciones que la habían convertido en museo, tuvie­ ron una experiencia inolvidable. Mientras caminaban por los jardines, les sorpren­ dió ver la extraña indumentaria del personal que labo­ raba allí, el cual daba la impresión de estar viviendo épocas pasadas para estar a tono con la construcción; por ej emplo, ahí estaba un hombre vestido de capa y con- algo parecido a un sombrero de ala ancha. El hombre se presentó ante ellas y súbitamente les habló. . Después, la señora Ester pudo ver a una mujer ata­ viada con un traje antiguo que, sentada, realizaba algu­ nos bocetos. Las dos turistas percibieron también una opresión peculiar que atribuyeron al calor de la zona.

Ambas mujeres quedaron impresionadas por la at­ mósfera teatral de su visita. Y después de investigar la historia del palacio, llegaron a la siguiente conclusión: que después de haber visto nuevamente el lugar se dieron cuenta de que muchas de las puertas por donde veían qué las personas salían estaban cerradas y estaba prohibido su uso. Las mujeres se sintieron algo afortunadas de haber visto y vivido la vida de un palacio en su época de esplendor lo cual, por supuesto, era imposible; pero pensaron que tal vez por su edad tuvieron esa suerte o quizá porque ya · estaban más encaminadas al más allá. Incluso cuando comenzaron a observar con deteni­ miento, algunas de las construcciones estaban modifi­ cadas a como las habían visto anteriormente, lo que


México a través de sus leyendas

El palacio y sus fantasmas

afirmaba su teoría. Luego, les surgió una duda: ¿quién era la mujer que estaba dibuj ando?, ¿había sido al­ guien famoso? Las dos mujeres quedaron convencidas de que de alguna manera habían retrocedido en el tiempo hasta los días de la Independencia, o antes quizá por no recordar muy bien la historia. Sin embargo, esta historia tardó mucho para que pasara a ser leyenda porque había datos que ponían en duda la veracidad de los hechos. Todos pensaban más bien que aquellas mujeres habían visto esas imágenes en cuadros o calendarios y que de ahí habían recreado el supuesto lugar. Pero cuando todos se convencieron de la forma tan real en que la contaban esas dos mujeres hacía suponer que en verdad lo habían vivido; su relato contenía detalles muy precisos respecto a la disposición de los j ardines, los que no existen en la actualidad contenía; además de que precisaron la forma de vestir de la gente y los rasgos arquitectónicos del palacio, resultan­ do improbable que hubieran tenido acceso a documen­ tos que sólo le pertenecen al Estado o a algunos archi­ vos que les revelaran todos los datos . . Además, la experiencia de aquellas muj eres no era la única, ni , mucho menos. Unos meses después, los vecinos que adquirieron Ja casa contigua al palacio, cuya propiedad dominaba los jardines, vieron al menos en dos ocasiones a alguien que se parecía a la "dama que dibujaba", o sea, a la mujer que las ancianas ha­ bían descrito. Esto no tuvo tanta relevancia por el hecho de que se creía que estas personas estaban más bien

sugestionadas con lo ya sabido y por ello habían visto a esa muJ er. Pero cinco años consecutivos, las personas asegura­ ban ver a personaj es ataviados con trajes anticuados en el palacio. Esas historias parecieron descartar las expli­ caciones racionales que se le habían dado a la historia de las dos mujeres de edad avanzada; por ello, y desde entonces existe en Hidalgo la leyenda del palacio y sus fantasmas.

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La niña que se convirtió en araña

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La niña que se convirtio en arana ,..,

(Hidalgo) Ésta es una de tantas leyendas que corren en los pasi­ llos de los conventos. Era el año de 1 978, el lugar: un convento convertido en escuela. Nuestros personaj es: una generación de niñas de lo más travieso según declaraciones de las monjas que dirigían dicho con­ vento-escuela. Este edificio había sido dividido en dos: de un lado se encontraban las celdas de las madres, mientras que de otro estaba la vieja pero sofisticada escuela a la que asistían niñas cuya colegiatura sólo podía ser s_olventa­ da por gente de dinero. Todo parecía marchar de lo más normal hasta que un buen día Marta comenzó a retraerse; nadie sabía lo que le sucedía, pues era una niña muy alegre y com­ petitiva en clase. Su maestra creyó que era cosa de la edad y que en muy poco tiempo se le pasaría. Pero no fue así, entre más días pasaban Marta se veía cada vez más retraída y triste; parecía como si estuviera pasando por una terribl�.. depresión. Pero, ¿qué le podía faltar a una pequeña que al parecer lo tenía todo? Fue entonces cuando la maestra mandó traer a

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sus padres, pensando que se trataba de problemas fa­ miliares. Pero por más que le dieron vueltas al asunto no pudieron dar con la razón por la cual Marta se com­ portaba de esa manera; la atención de sus padres hacia ella era buena; aunque poco tiempo, siempre se daban un espacio para platicar con la pequeña. Los días pasaban y la niña comenzó a alej arse de sus amigas; ya no salía al recreo y menos se juntaba con ellas. Todas le preguntaban qué le pasaba pero ella no respondía. Finalmente, Carla, quien era su mej or amiga, in­ tentó ayudarla, pero sabía muy bien que para hacerlo, lo primero era averiguar que era lo que estaba pasan­ do. Fue así como empezó el diálogo:

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México a través de sus leyendas

La niña que se convirtió en araña

_¿Qué es lo que te sucede Marta?, ¿por qué ya no quieres jugar con nosotras? Marta le confesó que desde hacía unos días veía una señora con pelo blanco que la llamaba, esa señora estaba en el fondo del salón y que sólo ella la podía ver. Carla sorprendida le dijo que allí no había nadie, que sólo estaban ellas y la maestra, pero aun así, Marta insistía en que veía a alguien. La niña trató por todos los medios de que sus pa­ dres 1a sacaran de la escuela; estaba segura de que si permanecía en aquel lugar algo malo le ocurriría. Pero como era una buena escuela y al parecer sólo se trata­ ba del capricho de una niña, sus padres no accedieron. Un buen día, cuando todos se encontraban en el recreo, Carla se le acercó a su amiga, quien como de costumbre se había quedado en el salón de clases. La pequeña no alcanzaba a comprender por qué su amiga no salía al patio si decía que veía a una señora en el salón. Marta le confesó que . era porque la señora no la dejaba salir. Carla no creía lo que a ella le estaba pasando y no había manera de convencerla de que no había nadie en aquel lugar. En cuanto pudo tomó sus cosas y salió al patio porque consideraba que su amiga nunca iba a terminar con aquella historia absurda. Pero cuando iba a salirse, Marta la tomó de la mano pidiéndole que no la dej ara sola, que tenía mucho miedo. Carla trató en vano de tranquilizarla, sabía muy bien que faltaba poco tiempo para que terminara el recreo y si se quedaba ahí, se perdería el almuerzo.

S alió como pudo, convencida de que Marta y a s e había calmado. Cuando volvieron todos del recreo no encontraron por ningún lado a Marta, lo cual era buena señal; se imaginaban que ya había aceptado salir al descanso; sin embargo, na<;lie la encontró en el patio, y por más que la buscaron no la encontraron. Ya cuando estaban convencidos de que lo mejor era reportar su ausencia a sus padres, escucharon su voz que provenía del fondo del salón de clases. Como no veían a nadie, las monjas pidieron que las niñas salieran del salón, para investigar qué es lo que estaba sucediendo debido a que seguían escuchando la voz de Marta. La única que se quedó en el salón fue Carla, que era la más preocupada por la ausencia de su amiga; se acercó al rincón de donde provenía la voz de su am1ga. Pero cuál sería su sorpresa, que cuando se dio cuen­ ta, en aquel rincón había una telaraña, la cual estaba muy viej a y gruesa, como si siempre hubiera estado allí; pero en aquella telaraña se encontraba una araña muy peculiar: tenía la cara de su amiga. De inmediato empezó a llamar a las monj as con tremendos gritos diciendo que era la araña quien hablaba. Lo que sigue de la historia nadie la sabe con pre­ cisión; algunos dicen que la araña les habló diciéndoles lo que le había sucedido; otros más dicen que la araña simplemente se puso a llorar; y otros más afirman que acorrió a esconderse entre los muros. Desde entonces el salón de clases fue cerrado; no se le volvió a permitir el acceso a nadie. En cuanto a la

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niña, dicen que ahí se quedó y nadie pudo hacer nada por ella, porque de acuerdo con unas versiones, la niña fue hechizada por una bruja. Han pasado muchos años de aquel desgraciado suceso. Algunos quisieron que la historia se convirtiera en leyenda para que nadie temiera entrar al convento. Finalmente la construcción fue cerrada, y aunque no puedo decir el nombre del convento por cuestiones éticas, sí les aseguro que todavía hoy en día, Carla, la amiga de Marta sigue llorando afirmando que lo que dice es cierto, y que por supuesto aquello fue una obra del mal.

El jorobado (Michoacán)

Corría el año de 1780 en la región tarasca de Michoacán donde había llegado al lugar el sacerdote jesuita mexi­ cano llamado Francisco Javier Clavijero, quien publica­ ra más tarde su libro Histo_ria antigua de México , en donde narra la historia de un Itzcuintlipotzotli. En esa obra se señalaba que este personaje era un animal grotesco semejante a un perro del tamaño de un terrier, con cola corta, de cabeza parecida a la de un lobo, prácticamente sin cuello, con extraña nariz bulbosa, piel casi lampiña y, lo más extraordinario de todo, una pronunciada joroba que se extendía desde el lomo hasta las ancas (piernas). Pero además de transcribir estas características, tam­ bién incluyó un viejo dibujo realizado por él mismo, en donde aparecía el supuesto animal. Aquella vieja histo­ ria se había quedado en el olvido debido � que la gente se negaba a creer que ese cuasimodo canino fuera un perro, y señalaban que más bien pudo haber sido alguna especie de roedor similar al cerdo de Guinea, cuyos rasgos indicaban más bien eso; sin embargo, esto


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El jorobado

nunca se sabrá por no haber sido visto en los últimos 50 años. Estas conj eturas podrían resultar no del todo acer­ tadas debido a que el animal fue visto, muerto por una señora de aquel lugar. De acuerdo con doña Juana Calderón, la mañana del día sábado 20 de agosto de 1 989, cuando realizaba el quehacer de su casa, escuchó que sus vecinos gri­ taban desaforadamente porque al parecer uno de sus animales se les había escapado. Doña Juana acudió para ver en qué podía ayudar. Esto es una de las costumbres de los michoacanos, ayudarse mutuamente entre vecinos, pero cuando llegó a� lugar, ya estaban sus vecinos rodeando el cuerpo de uñ animal. Doña Juana se acercÓ para ver pero el animal no tenía un aspecto normal. Cuando preguntó al vecino

de qué se trataba, éste le respondió que al parecer se trataba de un Itzcuintlipotzotli. Éste explicó que lo había leído en un libro antiguo, sólo que no había dado parte a las autoridades por el miedo de que se lo quitaran, porque se trataba de un animal muy cariñoso. -Pero, ¿ p or qué se murió? -preguntó doña Juana. El vecino le dijo que se había vuelto muy agresivo. Ellos lo habían criado después de encontrárselo en una sierra del valle de Guajimalco; era un animal muy pequeño, y aunque feo, les inspiraba ternura, por ello se lo habían llevado hasta su casa donde lo criaron como si fuera un perro. Pero conforme pasaron los meses y el animal creció, se volvió muy agresivo, al grado de que ya atacaba a sus dueños, motivo por el cual tuvieron que deshacerse de él. Doña Juana no terminaba de contemplar con asom­ bro al extraño animal. Esa misma mañana fue enterra­ do sin decirle nada a nadie. Sabían que de reportarlo podían crearse problemas por ser un _animal reporta­ do como extinguido. Pero como doña Juana no podía guardar un secre­ to, se lo terminó por contar a su esposo, quien, a su vez, ya borracho lo divulgó también en la cantina donde se enteraron muchas personas; sin embargo, nadie le dio tanta importancia porque creyeron que se trataba sólo de una leyenda. Así, con el pasar de los años se perdió el interés por esta extraña criatura, pudiendo ser este animal una bestia misteriosa, o bien, sólo una especie de perro salvaje.

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La loca del puerto

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La loca del puerto (Michoacán)

Si vamos al puerto Lázaro Cárdenas, seguramente uno de los pescadores nos va a contar la leyenda de " La loca del puerto" , como se le conocía a Marina, una bella joven que se quedó esperando al amor de su vida. Todo comenzó hace exactamente ochenta años, cuando Marina se enamoró profundamente de Nico­ lás, un joven fuereño que había llegado al lugar en busca de trabajo. Las cosas en el país eran muy difíciles y el hombre, aunque muy' joven, debía trabaj ar para poder sacar adelante a su familia que vivía en la capital del Estado. Según se dice, fue amor a primera vista. Ambos jóv�nes quedaron impactados el uno del otro, y no pasó mucho para que se hicieran novios; pero había un problema, que su amor cada día crecía más y el joven no encontraba un trabajo estable. Cierto día, Nicolás recibió una propuesta de trabajo e-n la cual recibiría una paga importante, lo que signi­ ficaba que los jóvenes podrían iniciar una vida juntos. Lo único malo era que debía embarcarse en un par de

días, lo que por supuesto no terminó de agradarle a la j oven, pero él le dio los ánimos para aceptar aquella que parecía su prueba más grande de amor. Pronto pasaron los días, acercándose cada vez más el momento en que debía partir. Esa noche no pudie­ ron contener más su amor y se entregaron a la luz de la luna, la cual parecía que presentía el dolor de la j oven, pues brillo con mayor intensidad. A,quella magia terminó en cuanto apareció el sol. Ella despidió a su amor en el muelle de San Lázaro. El joven le juró que volvería, y que cuando esto suce­ diera se iban a casar. Marina estaba empapada en llan­ to, pero había en su corazón una esperanza; quizá por ello se puso el vestido blanco que tanto le gustaba a Nicolás. El último beso que ella recibió de él fue en la frente y después tristemente vio cómo se alej aba. Cada día Marina esperaba gustosa en el puerto la llegada de su amor. Pero pasaron muchas lunas y no había una que le devolviera la mirada de Nicolás.


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Cuando se dio cuenta, ya había pasado un año desde que el joven había partido, y todos los barcos que lle­ gaban al puerto le parecían vacíos, pues ni uno de ellos llevaba al amor de su vida. Pronto se dio cuenta de que los años pasaban y ella estaba cambiando: "Cómo me va a reconocer" , pensa­ ba siempre que se miraba las manos llenas de arrugas. Fue entonces cuando resolvió llevar siempre el mis­ mo vestido. Aquel con el que lo había despedido, pues así estaba segura de que la reconocería de inmediato. Con todo · esto, la gente del puerto ya estaba angus­ tiada, pues Marina parecía retraída, y eso de llevar siempre el mismo vestido ya era cosa extraña. " ¿Se habrá vuelto loca la mujer?" , decían todos al p asar. Las autoridades del lugar decidieron trasladarla al manicomio, pero del puerto nadie la pudo quitar; por­ que ella siempre decía lo mismo: "Nicolás va a llegar y no me puedo ir", causando lastima de todo mundo, porque a pesar de todo no le hacía daño a nadie . De esta manera siguieron pasando los años. Todos los que llegaban al lugar la conocían como " La loca del puerto" . Pero un buen día, todos se dieron cuenta de que la muj er tenía los cabellos blancos; ya habían pa­ sado cuarenta años y ella seguía esperando. Tres años después murió. Su cuerpo fue llevado al panteón, pero su espíritu pareció quedarse allí. A par­ tir de entonces se ve la silueta de aquella muj er parada e:t:l el puerto, siempre mirando hacia el mar. De Nico­ lás· no se volvió a saber nada, pues seguramente ya ha� ía tiempo que se habí'a olvidado de su promesa de volver con Marina.

El avión de guerra (Morelos)

Cientos de personas fueron testigos de esta extraña historia ocurrida una tarde de primavera. Ese día Garlitos Gonzáles -como todos sus amigos lo conocían-salió temprano de , la estación de radio donde trabaj aba; él tenía un horario poco común: entraba a las cinco de la mañana y salía a las doce del día. Como era de costumbre, al salir de su trabajo se dedicaba a cuidar las plantas de un vivero que tenía en su casa, sólo que aquel día le esperaba una j ornada agotadora: tenía que remover y colocar toda la tierra que necesitaba para sembrar las nuevas plantas. Después de arduas horas de trabaj o se dio cuenta de que ya era muy tarde y debía meterse a la ducha para descansar un momento antes de ir a comer. Re­ cuerda que su mujer le había dicho que iría a la tienda con sus hijos mientras él aprovechaba el tiempo para bañarse. Así que sin más se metió al baño. Todo parecía un día normal, pero en cuanto estaba debajo de la regadera comenzó a escuchar un ruido muy fuerte y extraño que hacía suponer rompería los


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El avión de guerra

vidrios de las ventanas. Carlitos miró hacia el cielo de donde provenía el estruendo y lo primero que le vino a la mente es que algún helicóptero estaba fuera de control; pero cuál fue su sorpresa que en cuanto dirigió su mirada al cielo vio claramente cómo un avión vola­ ba muy cerca de las casas. Recuerda que instintivamen­ te se agacho, pero en cuanto tomó conciencia de lo que estaba p asando, miró con más detalle a la nave la que tenía algo en particular que llamaba su aten­ ción. Se trataba de un avión utilizado en la Segunda Guerra Mundial por los nazis, pues llevaba la svástica (cruz gamada) en uno de los costados. Carlitos recuer­ da que todo sucedió en cuestión de segundos; comenta que el avión aparentemente continuó su trayecto pero de repente se desvaneció en el aire. Carlitos se terminó de bañar como pudo y de inme­ diato se vistió. En esto estaba cuando pudo escuchar que su familia entraba muy asustada a su casa. De inmediato les preguntó: -¿Qué les paso? ·

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Los niños corrieron a abrazarlo mientras que su esposa le relataba lo sucedido. Resulta que ellos tam­ bién habían visto aquel avión. Como Carlitos trabaj aba en la estación de radio, de inmediato se comunicó con las autoridades para saber si ellos sabían lo que había pasado_ Su sorpresa fue tal, cuando se ente-ró de que no habían sido los únicos en ver el avión. La policía ya había recibido por lo menos veinte reportes. La investigación fue exhaustiva pero no llegaron a ninguna conclusión, pues aunque al parecer uno de los políticos más renombrados del lugar también lo vio, nunca se pudo comprobar que en efecto se trataba de un avión utilizado en la Segunda Guerra Mundial. Conforme pasaron los días, las personas de aquella ciudad se fueron olvidando del asunto, más por nece­ sidad que por gusto. Según parece, la aparición de aquel avión se trataba de una nave fantasma, motivo por el cual la gente de Morelos prefirieron que aquella historia se convirtiera en una leyenda antes de que los tildaran de locos.


La carreta fantasma

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La carreta fantasma (Nuevo México)

Nuevo México ya no pertenece a nuestro país, pero cuando ocurrió esta historia todavía era territorio mexicano. Eran los tiempos en que el poder de Santa Anna se dej aba sentir en el norte del país. Los habitantes de aquella región recibían la influencia del país vecino, como la utilización de carretas como el medio de trans­ porte más sofisticado de la época. La leyenda que sigue vigente en aquellos lugares puede ser escuchada si usted visita aquellos pueblos pequeños. Se cuenta que existía una banda de ladrones muy temida, todos ellos en su mayoría eran muy jóvenes. En una ocasión habían acordado reunirse frente a una de sus casas antes de que la luna se ocultara segura­ mente para llevar a cabo alguna de sus fechorías. Cuando la banda se congregó y esperaban impa­ cientes a que llegara su líder, un carruaje con lámparas pasó enfrente de ellos. Esta carreta hacía demasiado ruido y pronto la perdieron de vista, Ya estaban algo

molestos por la tardanza de su líde1� que si hubiera estado allí habrían asaltado esa carreta sin ningún problema. Unos minutos después escucharon nuevamente el ruido de la carreta, sólo que esta vez el vehículo se detuvo frente a ellos, se abrió la puerta y se escucharon pasos, como si alguien estuviera bajando de ella, pero no veían a nadie. Luego, la carreta emprendió la marcha y comenzó a desvanecerse. Al ver esto los malhechores huyeron. A la mañana siguiente encontraron a su líder muer­ to en la entrada de la casa. Al parecer la casa donde lo esperaban le pertenecía a este hombre. Cuando lo revisaron, no presentaba huellas de bala o de alguna otra causa de su muerte.


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Este relato fue anotado por uno de los ladrones, quien dijo haber visto claramente la carreta fantasma, asegurando que fue ésta la que se llevó a su amigo y líder. Se cuenta que esta carreta era muy conocida por todos los habitantes de Nuevo México y que ésta no fue la única vez que la carreta fantasma se apareció, ya que a partir de entonces, una noche al año la carreta recorría un circuito de 12 puentes. Quienes la llegaron a ver aseguran que dentro de la carreta había demo­ nios que aullaban como animales salvajes. Con el p aso de los años esta leyenda no se ha perdido. Se asegura que todavía hoy en día se puede escuchar el rechinar de las ruedas de la carreta fantas­ ma, y quien la ha llegado a ver, afirma que es un vehículo que recoge fantasmas. De hecho también hay una creencia en estas tierras de que existe una carroza que proviene de los infiernos que recoge las almas de los muertos . Según la tradi­ ción, los coches fantasma son conducidos por un co­ chero sin cabeza y tirad os por caballos también descabezados. D el látigo del cochero, de las pezu­ ñas de los caballos o bien de las bocas de los pasajeros sale fuego proveniente del mismo infierno . S e supo­ ne que los pasajeros suelen ser personajes de la his­ toria que cumplen una condena. El caso del líder de la banda es una excepción, pues él era un ladrón que se d edicaba a asaltar las carretas, o quizá se trataba de un p �rsonaje que se había' hecho ladrón con el fin de escapar de alguien.

El hombre que regresó como un perro (Oaxaca) Una noche de diciembre, cuando un campesino volvía de su trabajo, escuchó unos gritos aterradores y creyó ver un perro de color gris oscuro. Cuando llegó a la cantina, platicó lo acontecido a cuantos amigos estuvie­ ran presentes, ya que ése no era un color habitual en un perro de la región. Todos creyeron darle la mej or explicación argumen­ tando que se trataba de un coyote, sólo que quizá de un color poco común, pero al fin y al cabo un coyote . Un hombre que se .encontraba en un rincón dijo haber visto también al supuesto coyote, solo que él se le había aparecido exactamente un mes atrás. Relató que el perro se le había aparecido cuando éste se encontraba solo, por lo que al darse cuenta corrió a esconderse para protegerse del animal, te­ miendo que el perro estuviera rabioso. En su loca ca­ rrera no se dio cuenta para dónde se fue el animal. Como no se concretó nada respecto a estas apari­ ciones, las cosas se quedaron de esa manera. Pocos días después, el lunes y martes siguiente para ser más exac­ tos fue visto nuevamente el animal haciendo exacta-


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El hombre que regresó como un perro

mente lo mismo, acercarse a personas que transitaban solas por el lugar. Fue hasta el día sábado cuando el siniestro animal se le acercó nuevamente a uno de los campesinos en donde al parecer el perro le habló pidiéndole que fuera hasta el corral donde tenía unas cuantas ovejas. El campesino estaba tan temeroso que no tuvo más remedio que hacerlo creyendo que se trataba de un Nagual (humano que se convierte en animal). En cuanto llegaron al lugar indicado no dudó en preguntarle: _¿Qué es lo que desea? El animal respondió que era uno de los hombres más adinerados del pueblo, pero que no podía descan­ sar porque hacía más de cinco años que había asesina­ do a un hombre y lo había enterrado en aquel camino justo al pie de un árbol.

El campesino se mostró escéptico a pesar de que era verdad que el señor J acinto había muerto pero nadie le aseguraba que fuera él. Fue entonces cuando el terrible animal le dij o: -Lo maté con un perro, por eso me hacen apare­ cer como tal. Cuando el campesino aceptó lo que estaba suce­ diendo, le pregunto: _¿y qué es lo que quiere de mí? -Que vayas y desentierres los huesos de aquel hombre y les des cristiana sepultura para que yo pueda descansar --dijo el animal. El campesino, que estaba muy asustado, no pudo negarse a tal solicitud. Acto seguido acudió ante las autoridades a comentarles lo que le había ocurrido. Pero por más que buscaron los restos no los encontra­ ron debido a que había demasiados árboles los que se encontraban· en el camino. Tal vez disgustado por no haber accedido a su petición esa misma noche el perro regresó, pero esta vez tomó al campesino de los pies y lo arrastró hasta el camino diciéndole: "Los restos se encuentran en este árbol seco" . El campesino esperó a que llegara el día e inmedia­ tamente fue a buscar nuevamente a las autoridades, quienes descubrieron el arbusto y desenterraron los hue sos del infortunado hombre para sepultarlos en el � cementerio del pueblo como -lo había pedido el sinies­ tro animal. Esta historia era muy extraña para los habitantes de aquel lugar, quienes recordaban a don Jacinto como un

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buen hombre, pero ante tales pruebas ya nada les podía devolver aquella imagen que tenían de él. Desde entonces, los habitantes de aquel lugar pro­ curan llevar una vida lo más recta posible, pues tienen la creencia de que los espíritus intranquilos de los mal­ vados vuelven como animales espectrales.

Agresiones fantasmales ( Querétaro)

La historia del hombre que fue agredido por un fan­ tasma fue muy popular en Querétaro a finales del siglo XIX. Hoy en día ya son muy pocos poblados los que hablan todavía de ella. Según se cuenta, corría el año de 1682 cuando murió uno de los hombres más adinerados de la capital del Estado. Se dice que la muerte de su mujer (acaecida unos meses antes) provocó que su salud fuera disminu­ yendo por la tristeza que le embargaba hasta que final­ mente dej ó de existir. Al hombre le sobrevivía su hijo y su fiel sirviente, quien no había abandonado la casa por ser la última voluntad del señor, además de que le tenía un profun­ do cariño al j oven. Cierta noche, justo cuando habían transcurrido tres meses de la muerte del señor, se iniciaron las pertur­ baciones en la vieja · casona cuando el fantasma del anciano se apareció ante la presencia del sirviente so-· licitándole que dij era a su amo -el hijo del espectro­ que pagara las deudas que su difunto padre tenía con


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una señora. El fantasma aseguró que de hacerlo, deja­ ría de importunar. Al llegar a liquidar la deuda que el difunto había pedido la señora rechazó 'el dinero, asegurando que con la muerte del señor se había olvidado de ella, pues al parecer no se trataba de una cantidad grande, sino más bien de situaciones más personales. Sin embargo, el fantasma del anciano volvió a apa­ recerse, asegurando que no podía descansar si no se saldaba la deuda pactada. Pero ante la negativa por parte de la señora de aceptar dicho dinero, el sirviente �o tuvo más remedio que acostumbrarse a las constan­ tés visitas de su amo descarnado. Los días pasaron y pronto el fantasma le pidió a su sirviente que comprara un anillo con ciertas caracterís-

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ticas y se lo diera a l a señora como muestra d e que había cumplido con su deuda. El hombre obedeció de inmediato y aquella señora no tuvo más remedio que aceptar el costoso presente. Lo que hacía el muerto aparentemente disgustó a su esposa, quien también ya era difunta, porque su fantasma comenzó a atormentar al pobre sirviente. Según cuenta la leyenda, la mujer se aparecía unas veces como ella misma y otras como un perro que arroj aba fuego por el hocico. El sirviente ya no podía conciliar el sueño, pues las perturbaciones se hicieron cada vez más constantes, al punto en que comenzaron a suceder también durante el día. Cierta vez el espectro lo tiró de su caballo con violencia. En otros ataques casi lo estrangula con una soga, le quitó los zapatos e hizo trizas su humilde ropa. Pero la agresión más denigrante ocurrió en la vís­ pera de N avi dad, cuando al regresar de sus labores sintió que algo lo jalaba y lo levantaba por el aire. Más tarde fue hallado en un pantano, semidesnudo, pero silbando y cantando. Cuando recuperó el juicio, afirmó que la mujer lo había lanzado tan alto que por un momento creyó que ya estaba muerto. Esto hubiera sido tomado como una versión de locos si sus zapatos no hubieran apareci­ do en partes distintas aparentemente sin explicación alguna. Una semana después, todavía asustado por lo ocu­ rrido, el sirviente se preparaba _ para irse de aquella casa debido a que ya no soportaba las constantes agre­ siones. Cuando se disponía a marcharse, notó que un


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pájaro llevaba una piedra en el pico, la cual arrOJ O sobre su rostro. Según l a leyenda, e n cuanto l a piedra golpeo su rostro se alcanzó a escuchar la voz de aquella mujer, que decía: " iTraidor! " Debido a estos siniestros acontecimientos, el sir­ viente enfermó y al cabo de unos días falleció. Más adelante se dedujo que al parecer aquella mujer había sido la amante del señor, por ello, el fantasma de la mujer atormentada acometió contra su sirviente pen­ sando que éste, al igual que su esposo, la había trai­ cionado. Cuando se investigó sobre la muerte de la señora, se determinó que falleció de muerte natural, aunque esto jamás se pueda comprobar del todo. El hijo vendió todo y nunca más se le volvió a ver en la ciudad, mientras que el sirviente se murió sin revelar toda la verdad.

El hombre enamorado (San Luis Potosí)

Esta leyenda perdió mucho de realidad porque los nombres de los personajes principales se olvidaron con el tiempo, pero la historia sigue siendo la misma. Por ello, creo que no es necesario saberlos, basta y sobra saber que el relato fue verdadero. Un hombre que había nacido en fina cuna, estaba consciente de que pronto heredaría las tierras de su padre y con ello se iba a convertir en uno de los hom­ bres más ricos de la ciudad capital. Les estoy hablando de principios del siglo XIX. Nuestro personaje estaba completamente enamora­ do de una bella joven y conocía muy bien a sus padres, quienes también tenían una bu�na posición económi­ ca, lo que no representaba impedimento para que se casaran; sin embargo, cuando el padre de la j oven aceptó, ésta enfermó gravemente y al poco tiempo murió. Aquella fecha, aunque no se recuerda muy bien, se asegura que la joven murió un Domingo de Ramos. El hombre sintió mucho el deceso y jamás se casó, incluso


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El hombre enamorado

incremento más su riqueza y sin embargo siempre se le veía triste y con la mirada perdida. Durante 55 años, hasta su muerte, el hombre p asó cada Domingo de Ramos con la hermana de la j oven y su esposo, pensando con amor en ella y lo que pudo haber sido. Su frustrado amor lo llevó a estar al pen­ diente siempre de si había vida después de la Ínuerte. Según se dice, el hombre juró que cuando muriera iba a dar parte de si encontró o no a su amor en el más allá. Así, los mensajes comenzaron a hacerse presentes poco después de su muerte. Quien lo comenzó a ver fue una psíquica que nada sabía del caso. Comenzó a recibir los mensajes por medio de la escritura automá­ tica con referencias griegas y latinas, así como con sím­ bolos misteriosos. Pero eso no fue todo, sino que muchos hombres más en toda la ciudad comenzaron a ver al hombre

que les pedía escribieran sus mensajes. La mayoría de estos hombres no tenían contacto entre sí e ignoraban el amor y la promesa que éste hombre había hecho. Sin embargo, cuando los hijos de la hermana de la joven conocieron la historia, se dieron cuenta de que se trataba del eterno enamorado de su tía, a quien no conocieron. Y los allegados a ellos, fueron quienes la nombraron " La mujer del Domingo de Ramos" , pues sabían que el espíritu de aquel hombre la estaba bus­ cando. Aquellos mensajes parecían no tener sentido, pero cuando fueron unidos, todos se dieron cuenta de que se referían a La mujer del Domingo de Ramos, por ello, era necesario saber si aquel hombre, quien acaba­ ba de fallecer, se había reunido o no con su amada. Días después algunos psíquicos aseguraron que en verdad el hombre había visto a la joven, la cual, al igual que él, estaba todavía enamorada. Por supuesto que esto nunca se pudo confirmar, pues nadie sabe si estas personas decían o no la verdad, pero lo que sí se sabe es que la historia del hombre que nunca se casó porque su amor falleció, se convirtió en toda una le­ yenda y que aquellos mensajes que llegaron del más allá tuvieron sentido cuando se relacionaron con él.

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La bola de fuego

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La bola de fuego (Sonora)

El 15 de agosto, es un día que no se olvida en un viej o poblado d e Coahuila; hoy e n día y a está abandonado. En él sólo se encuentran unas cuantas paredes de lo que en aquellos años eran casas. Los viejos pobladores (que en aquel tiempo eran niños) no se olvidan del temor que les provocó la bola de fuego. Todos los que transitan por el lugar, no dudan que es un pintoresco pueblo, pero que años anteriores to­ dos los pobladores abandonaron sus casas por un terri­ ble suceso. Existen muchas versiones del suceso pero se duda de la fecha correcta en que ocurrió, por lo que diré únicamente que fue un 15 de agosto de hace más de cien años. Se cuenta que los feligreses que asistían a la iglesia al caer la noche se sobresaltaron al escuchar un estrépito impresionante. Todos se apresuraron a salir, y al mirar hacia el cielo vieron asustados una gran bola de fuego de unos 30 centímetros de ancho · con dos flamantes rayos que se proyectaban al frente. Mientras observaban el fenó-

meno, éste pasó por encima del templo en dirección al prado cercano. En cuanto la bola sobrevoló el prado, desapareció. Volvió a aparecer una hora después en el mismo sitio y se movió a 500 metros del grupo de la iglesia antes de desaparecer. Según se dice, aquella bola de fuego volvió en contadas ocasiones atemorizando siempre a los pobladores. Se cree que se trataba de una bruja. A partir de entonces, las personas comenzaron a poner hierbas sobre sus puertas; según esta creencia, para evitar que aquel ser maléfico entrara. Fue así cómo a partir de las siete de la noche todos se encerraban en sus casas, pues .en cuanto la oscuridad caía, la bola de fuego sobrevolaba el pueblo en busca- de alimento .


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La bola de fuego

Se cree, según la leyenda, que las bruj as se alimentan de los niños pequeños, sobre todo de bebés. Esta versión, cobró más credibilidad entre los habi­ tantes de aquel poblado. Se cree que las bruj as chupa­ ban a los bebés dejándoles enormes moretones. Según relatan, los niños más pequeños amanecían con peque­ ños moretones que apenas si se notaban, pero si no se colocaban aquellas hierbas formando una cruz en las puertas, conforme pasaban las noches esos moretones se hacían cada vez más visibles hasta que finalmente los bebés fallecían. De acuerdo con la leyenda, esto se pudo saber gra­ cias a que cierta noche doña Clara, una mujer que tenía gemelos, notó que los perros ladraban más que de costumbre, pero aquella noche no le dio importancia. Al día siguiente se dio cuenta de que uno de los geme­ los tenía un moretón, pero no alcanzaba a comprender el porqué, pues al parecer el bebé no se pudo golpear con algo. Esa misma noche volvió á escuchar que los perros ladraban desesperados. Ya habían pasado días en que el pueblo miró aquella bola de fuego, e incluso ya se habían registrado algunas muertes de bebés pero toda­ vía no definía el motivo. A la mañana siguiente la mujer dio cuenta de que el pequeño tenía más pronunciado aquel moretón. Intrigada decidió quedarse callada, pero esta duda crecía conforme pasaban los días; el niño ya presenta­ ba ·m ás de un moretón en el cuerpo. éierto día, en cuanto cayó la noche y se dej aron escuchar los ladridos extraños de los perros, notó que

el pequeño comenzó a llorar, pero a diferencia de otras noches, se le había hecho tarde para darles de comer a los gemelos, así que preparó los biberones y fue has­ ta su cuarto para alimentarlos; sin embargo, cuando llegó, notó que una horrible muj er estaba hincada jun­ to a los gemelos y absorbía la sangre de uno de ellos. De inmediato . lanzó un grito aterrador, que al parecer ahuyentó a la anciana que salió volando por la ven­ tana. La mujer corrió para auxiliar a sus pequeños, pero nada pudo hacer; uno de los bebés acababa de fallecer debido a la gran cantidad de sangre que la anciana ya había absorbido, porque no era la primera noche que lo hacía. Desde entonces, era más común que las personas colocaran las hierbas en forma de cruz en sus puer­ tas y ventanas, pues ahora sabían que la horrible muj er podía entrar por cualquier lado. Y en cuanto a los moretones, apenas los niños presentaban seña de ellos, se dice que las mujeres los acostaban con ellas, así la bruj a no tenía oportunidad para chuparlos. Según la leyenda, la bruja se volvió más agresiva, pues no podía alimentarse porque las madres acosta­ ban a sus pequeños con ellas. Fue entonces cuando las familias decidieron irse a vivir a los poblados más ale­ j ados de las montañas, abandonando por completo sus hogares. Desde entonces el pueblo se quedó vacío, pues nadie se atrevió a volver j amás. Conforme pasaron los años, estas versiones se convirtieron en leyenda. Se dice que todavía hoy en día se pueden ver bolas de fuego flotan­ do entre los árboles de las montañas.

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La dama llorona

La dama llorona (Veracruz)

La leyenda de la dama llorona en Veracruz es una de las historias más aterradoras y por lo mismo, es capaz de conmover hasta a la persona más incrédula. En una de las casas más antiguas de la capital de Veracruz se asegura que se aparece una mujer alta. Si esto no lo cree usted, basta con decir que a la mujer la han visto por los menos 1 O personas. El testigo principal fue un estudiante de medicina de 19 años de edad, quien dio un relato detallado en el que describía sus esfuerzos para atrapa.r al ente a fin de comunicarse con él y poder fotografiarlo. En varias ocasiones colocó hilos delgados creyendo que con eso iba a atrapar a la mujer, que según él se metía a la casa por las noches. Pero su sorpresa fue muy grande cuan­ do vio que la dama atravesaba sus hilos en vez de tropezarse. El j oven dice haber seguido a la dama hasta una �e las habitaciones que se encuentran al fondo de u·!JO de los pasillos principales. Cuando pensó que la tenía acorralada, se abalanzó de inmediato sobre ella, pero la mujer se desvaneció en el aire.

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Esta aparición s e comportaba de una forma muy extraña porque, según declaraciones del j oven, la mayoría de los fantasmas, por lo menos todos de los que él había oído hablar, se aparecían por las noches; pero ésta, la dama llorona se aparecía en plena luz del día y después de que oscurecía. En una ocasión, afirman, la dama llorona se apare­ ció más de media hora en el mismo lugar; cosa casi imposible. Además de que esta muj er se dej ab a ver por todos sin importar quién fuera, pues por lo regular, aseguran, los fantasmas se aparecen y se dej an ver por sus amigos o familiares, pero éste era la completa ex­ cepción. Todo esto despertó la intriga de quienes la habían visto, pues según ellos, no se trataba de la misma mujer que se aparecía en la ciudad de México (La llorona). En primer lugar la ropa de la dama llorona era mucho más moderna, además de que esta mujer no lanzaba el típico grito de iAaaaay mis hijos l . . . Muchos d e los que la vieron comenzaron a recabar información para sacar sus propias conclusiones . Al


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parecer se trataba de la segunda esposa del ex dueño del lugar, que, según se cuenta, murió a los 4 1 años de edad (en 1 878), dos años después que su marido. Na­ die sabe el motivo por el cual se aparece; no murió de forma trágica, ni sufrió alguna pena que lo justifique. Sólo existe el relato de aquel joven, quien dijo haber encontrado unas fotografías donde pudo reconocer a la supuesta mujer que se aparecía en los pasillos, de ahí que naciera la leyenda de la dama llorona. Tampoco existe motivo por el que se le llamó dama llorona porque a diferencia de La llorona tradicional ' . este fantasma no iba emitiendo ningún sonido como para que pudiera llamársele de esa manera. Esto hace pensar que tal vez haya recibido este nombre por la influencia que la leyenda de La llorona había causado en este Estado. No encontramos ninguna otra explica­ ción. Pero si cree que la dama llorona ya no se aparece en la casa está muy equivocado. De acuerdo con una versión más reciente, se di'ce que cuando una señora estaba tomando clases para conducir se detuvo de so­ petón al ver a una dama alta caminar por la calle. Esto no pudo ser comprobado, pero a partir de entonces muchas personas aseguraron haberla visto en la misma situación, de ahí que todavía se recuerde la leyenda de la dama llorona.

El espíritu de la ermita (Zacatecas)

Cuando Jaime intentó cortar camino, nada le importa­ ron las viej as historias que se contaban sobre aquel atajo; él lo conocía como la palma de su mano, pero aún así, sabía que no era muy recomendable en las noches cerradas, pero ya se le había hecho tarde y el camino a casa era muy largo y más si lo hacía sin su viejo auto que se acababa de averiar. En cuanto puso pie sobre el camino comenzó a recordar todo aquello que se contaba, pues al parecer habían encontrado más de una vez a un animal muy grande que merodeaba aquellos lugares, por ello nadie se atrevía a caminar por el lugar sin compañía. Lo más extraño era que estas supersticiones hubie­ ran llegado a impresionar hasta a los automovilistas, pues llevaba más de diez minutos sin notar una luz en el camino; sólo alcanzaba a escuchar los cantares de los grillos. Para colmo de la mala suerte, el cielo desató una lluvia torrencial que no cesaba. Jaime trató de cubrirse el agua con las ramas de un árbol, pero sabía que un


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México a través de sus leyendas

El espíritu de la ermita

rayo !JOdía alcanzarlo, por ello tuvo que continuar su camino sin importarle que se empapara. Nunca supo por dónde caminaba; hacía un rato que miraba solo el camino cuando los rayos resplande­ cían el cielo. Jamás se dio cuenta de que la oscuridad y sus pasos lo habían llevado hasta la viej a ermita. Claro que en esta ocasión aquel lugar representaba un refugio muy oportuno. Ya para entonces sólo se preocupaba en encontrar un lugar seco para descansar, pues ya había caminado demasiado y lo que necesitaba era sentarse un rato antes de continuar su camino. . Cuando se acercó a la ermita notó que estaba abier­ ta; . por lo que no dudo en entrar, pero para hacerlo con mayor seguridad tomó una vara utilizándola como h::tstón para evitar tropezarse con algo.

En cuanto estuvo adentro miró claramente la silue­ ta de un animal, pero no le dio importancia. Estaba seguro de que se trataba de un perro que al igual que él buscaba refugio para cobijarse de la lluvia. Pero en cuanto los relámpagos cayeron, pudo notar que el animal estaba degollado. Asustado Jaime, corrió hasta el fondo de la ermita rezando para que aquella criatu­ ra no le pudiera hacer nada. Ct:�.ando se repuso del miedo, comenzó a inspeccio­ nar el lugar. Al parecer el animal se había ido; sin embargo, sabía que no podía estar tranquilo allí, y lo último que quería hacer era volverse a encontrar con ese espectro. Al llegar al final del pasillo se paró frente a una imagen sagrada, justamente allí miró a un ermitaño que rezaba en voz alta. Pero, "¿quién podía ser?", pen­ saba, pues no había escuchado antes aquellos rezos. Se acercó lentamente hacia él, pero no le podía ver la cara, pero estaba seguro que al igual que él, aquel pobre hombre se había perdido ante la tormentosa lluvia. Pero tal fue su sorpresa, cuando lo vio desaparecerse delante de él; sucedió como si la tierra se lo hubiera tragado. El joven retrocedió y salió corriendo sin im­ portarle la lluvia y retomó su camino a casa sin mirar hacia atrás. Desde entonces, nadie se atreve a cruzar el viejo camino ni a pie o en automóvil. Jaime al parecer era la persona más escéptica del pueblo, por lo que no se podía poner en duda, su historia.

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Esta obra se terminó de imprimir en los talleres de: Impresos JULMAR , Manuel M. Flores No. 106 B, Col. Obrera, Del. Cuauhtémoc C.P. 06800, México D.F.


L as l eye n d as, expresión l i terar i a por exce l e n c i a de

l a tra d i c i ó n pop u l a r, nos h a b l a n de l as c ree n c i as de n uestro p u e b l o, de s u s costru m b res y temores. Casos sorprende ntes que ocu rri eron a la l u z de l a l u n a, e n u n a carretera osc u ra, e n a l g ú n p u en te l ej a­ no o en l a sol edad d e l cam i n o . l mpactantes a pa r i c i ones s e hacen p resentes, dejá n­ donos saber q u e nos fa lta mucho por conocer del m u n do, y a u n q u e estemos dostraídos por l a ruti n a de u n a v i d a agitada, e l l os, l o s espectros d e l m á s a l l á, n os rodean y son p a rte de n uestra v i d a .

"La llorona//, del "Bolas de fuego//?

¿ Q u i é n no h a esc uchado h a b l a r de

//Callejón del beso//

o de l as

H i storias d ifíc i l es de c reer pero tan i m pactantes q u e rebasaron l a l ín ea del t i e m po para convert i rse e n le­ ye ndas. Éstas y otras h i stor i as te aso m b ra rá n en este v i aj e por l o s u m b ra l es de lo desconocido. Las h i stor i a s m ás esp e l u z n antes y marav i l l osas las enco ntrarás aq u í, e n esta recop i l ac ió n de México a

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ISBN : 978-968-9287-15-5

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