Vol . III
NÓMADA
Vol . III
Carta del Editor Ésta revista esta dedicada a todos aquellos que buscan renovarse en cada nueva aventura. Explorar otras historias nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos, incluso en los lugares más desconocidos. Abrimos nuestros corazones y aprendemos sobre este maravilloso mundo. Aqui compartiremos experiencias y nuevo conocimiento, publicaciones que hablen de descubrir lugares nuevos, personas, culturas, historias; y aprender el significado de la adaptación. No solo para los que viajan regularmente, sino también para aquellos que se sienten oprimidos en su propio hogar. Las experiencias de otros tal vez puedan inspirarlos. Y cuando se embarquen a una nueva aventura diran “Es hora de irnos ya, salir de ésta opresiva habitación, conocer nuevos lugares, sentir paz y felicidad, estirar nuestros cuerpos, abrir nuestros ojos, vivir.”
Natalia Cárdenas
Lo que me enseñaron mis Mascotas Escrito por Natalia Cárdenas Chávez
Hablar de mis mascotas es hablar de familia, adaptación, vulnerabilidad, pérdida, amor, conexión y libertad. Mi vida ha sido marcada por cada llegada nueva de estos maravillosos compañeros de vida. Si me siento triste o sola, ellos siempre están ahí. Siempre dispuestos, ansiosos de mostrarte cuanto te aman y aprecian. Cada uno de ellos llegó en distintas etapas de la vida. Sus inicios han sido mágicos, misteriosos y, a mi parecer, predestinados por el magnífico Universo. Lucky, Vincent, Pelancha, Thor, Hela, Robin, Ruperto, Camila, Nico y Ari son mundos emocionantes que nos brindan alegrías y amor incondicional. He aprendido con ellos lecciones de la vida; unas duras, otras hermosas. Me maravillan con sus personalidades extrovertidas y juguetonas. La mayoría son animales rescatados; de la calle, de centros de adopción, de llegadas misteriosas.
Su resiliencia es asombrosa; así como su capacidad de amar de nuevo a pesar de haber sido lastimados en el pasado. Sus ojos vuelven a brillar, su ladrido toma color de nuevo, socializan, te permiten cargarlos y acariciarlos. Se convierten en pequeños niños que de nuevo tienen la libertad de jugar, brincar, correr, emocionarse por ir al parque. No cierran su corazón a las nuevas aventuras, ni tampoco temen mostrarte quiénes son realmente. Viven sin filtros, disfrutando cada momento de su vida. Y cuando llega el momento de decir adiós, te sorprenden de nuevo en su paz para partir. Cada llegada nueva inevitablemente se convertirá en una partida en algun momento. Y aunque no me guste, no hay nada que pueda hacer al respecto. Más que tomar la vida como ellos, en el momento, y agradeciéndo cada oportunidad de estar con ellos. Esto es lo que me enseñaron mis mascotas.
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Camila Thor
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Nico Rupe rto Robi n
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Hela
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“Hablar de mis mascotas es hablar de familia, adaptación, vulnerabilidad, pérdida, amor, conexión y libertad.”
El Perro que salvó al Mundo Escrito por Natalia Cárdenas Chávez
Nunca existirá otro perro como Lucky, el alma más pura y hermosa de este universo. De él aprendí sobre el amor, la resiliencia y la muerte. La luz de nuestro hogar y nuestros corazones. Llegó como una pequeña bolita llena de energía, sembrando en mi interior algo tan puro que a veces duele aprender a sentir eso de nuevo en su ausencia. Era tan grande su existencia, que el hueco que dejó sigue sin poder cerrarse. Nunca lo hará, su memoria y el amor que nos plantó se guardan apacibles en ese mundo oscuro y frío del duelo. Yo tenía 9 años cuando llegó a nuestro mundo. La primera vez que lo vi me paralicé del miedo; los perros me espantaban. Pero, al mismo tiempo, era lo que más anhelaba. Poco a poco relajé mi cuerpo y me atreví a cargarlo en la parte trasera del auto. Había sido una sorpresa, un regalo. Era tan pequeño y suave. Mi pecho se expandió a todo el universo; esa bolita era lo más preciado que había tenido, éramos ya una familia. Fue la primera vez que abracé un perro con tanta fuerza. Acariciaba su cabecita prometiéndole que siempre lo amaría, con todo mi ser.
Diecisiete años después estaría en ese mismo lugar, la parte trasera del coche, abrazándolo con más fuerza aun. Ya no sería una bolita, sino que me cubriría casi todo el cuerpo. No podré jamás dejar de pensar en esa madrugada aterradora y definitiva. Como sacada de una de mis pesadillas y peores temores. La peor manera de ser despertada durante la noche es que te digan, Tienes que despedirte, algo le pasa a Lucky. Me levanté tan rápido que estoy segura de que dejé mi alma en la cama. Iba descalza y desorientada. La cocina estaba encendida y escuchaba llantos. Mi perrito estaba sufriendo un ataque por falta de oxígeno. Me crucé la reja y lo tomé con fuerza. Su lengua estaba azul y se veía muy asustado, no entendía lo que le ocurría. Me destrozaba el corazón. Lo cargué sin saber cómo y nos subimos al coche. El mismo lugar donde lo recibimos con amor, era ahora su lugar de despedida también. El adiós forzado que nadie quería. Lo sujeté con tanta fuerza, esperando, como una niña pequeña, que mi abrazo lo compusiera de alguna manera, tratando de unir las piezas ya desgastadas. Mientras lo rodeaba con mis brazos le decía que todo iba a estar bien, que ya no sentiría dolor, ya no se asustaría con los ataques que sentía.
“El amor es compasivo y tan grande,
que la muerte no tiene manera de hacerte olvidar.”
Sus ojitos se cerraron a las 3:07 am de un domingo 28 de Julio; su respiración se agotó, las patitas comenzaron a ponerse frías. Esos rizos que antes brillaban con vida, desgastados y enredados por el llanto de todos. Era inevitable pensar que el mundo se estaba acabando. No lo quería soltar, no lo quería dejar solito en esa fría mesa de la veterinaria. La doctora lloraba con nosotros también, lo conocía desde que había sido cachorro. En ese último momento, el tiempo se detuvo un instante. Nos miró a todos con calma. De pronto disminuyó su agitación y en sus ojos nos transmitió su amor infinito. Incluso en sus últimos momentos, era el perro más fuerte del mundo. Parecía que nos quería consolar, nos decía que todo iba a estar bien. Que no estuviera físicamente no quería decir que su espíritu no nos acompañaría. En su último aliento nos regaló esa imagen de ternura, y nosotros no podíamos tener el corazón más roto. Porque queríamos más. Más tiempo junto a él. Más tiempo de idas al parque y ladridos poderosos. Muy en el fondo de mi corazón, junto a la negación y la tristeza, entendí una cosa muy importante. La lección más grande que me regaló.
El amor es compasivo y tan grande, que la muerte no tiene manera de hacerte olvidar. Más bien, te hace recordar cada pequeño momento de ese camino con paradas. La de Lucky era esa, donde bajaba y nos dejaba dentro del vagón sin poder hacer nada. Cuando atravesaba la puerta ya era un perro libre de sus condiciones físicas. Su alma era tan luminosa que era imposible no centrar tu mirada en él. Y en su despedida del mundo terrenal, nos mantuvo en su visión y con la mirada nublada y las mejillas mojadas, entendí que todo iba a estar bien. Aunque en ese momento sintiera que era el fin del mundo.
No logro entender como fue que regresamos caminando a la casa que antes era un hogar completo. Sus ladridos ya no estaban, sus medicinas y comida fueron donadas, su foto fue colgada en memoria de la vida que nos regaló. No puedes evitar extrañarlo tanto que duele en el alma. Quieres que regrese pero es imposible. Sabes que su alma está contigo, pero el no verlo rompe tu corazón. Quisieras que todo solo fuera un mal sueño, y que cuando despertaras él estuviera ahí. Sin enfermedad, sin tos, corriendo sin ninguna preocupación.
“No se cierren al amor, lo que me
dieron a mi dénselo a otros también.”
No lo quería dejar ir. Pero sabemos que del otro lado nos protege y corre ya sin dolor. No puedo pedir más que el eterno amor que nos regaló. Es inconcebible para mi pensar en un mundo donde mi Lucky no este. Sin embargo, aquí estamos, viviendo día a día en duelo. Hay días que son más difíciles que otros. Muchos no lo entienden, dicen que solo es un perro. No. No era solo un perro. Era y es el mejor perro que alguien pudiera desear. Mi familia. Tan leal y cariñoso, paciente y poderoso. Cuidaba de todos, amaba ir al parque y oler todos los árboles. Le gustaba la música y su colchón ortopédico. No le encantaban los gatos, y aun así mi gato Vincent lo lloró mucho tiempo. Se la pasaba en su espacio, buscando a alguien que ya no estaba. Le fascinaban el pollo y los premios. Era el mejor portado de todos. En las últimas noches a veces me quedaba con él y lo acariciaba. Le daba mucha ansiedad la tos que le producía su enfermedad. Mojaba un paño con agua tibia y le hablaba mientras lo masajeaba. Era lo único que podía hacer por él. Estar ahí para que no se asustará. Le prometí que no estaba solo, que lo amábamos tanto que no sabía como explicar un sentimiento tan puro.
Me trajo tanta felicidad y amor que cuando entendí que no sería eterno no podía aceptarlo. Pensé que tendríamos más tiempo, que viviría para ver muchas más cosas, oler más árboles, lamer más manos, acariciar sus rizos. Es tan difícil escribir esto porque siento tanto su pérdida que duele físicamente. Lo veo en sus fotos, sus videos, en todos los momentos que nos dio, pero no puedo dejar de sentirlo. El solo recordar ese día hace que se desborden las lágrimas. ¿Cómo sonreír cuando ya no esta? ¿Cómo aceptar que todo tiene un final? Tal vez por eso nos mandó a tantos nuevos integrantes a esta numerosa familia. Perritos sin hogar que buscaban una oportunidad, amor incondicional. Su pérdida se convirtió en el inicio de algo importante. Fue difícil al principio, aprender a amar de nuevo, sabiendo que el fin será el mismo. Incluso sin estar físicamente, mi Lucky me seguía enseñando sobre el amor y la compasión. Le dio a todos estos nuevos perritos la oportunidad que él tuvo, les dio su espacio y donó su amor sin condición. Y, en cada uno de ellos, comencé a ver su luz. Vistazos de lo que él era. Regresó en todos, se esparció en las pequeñas almas necesitadas y abandonadas. Las abrazó con su esencia y nos guió a ellos. Casi nos decía, No se cierren al amor, lo que me dieron a mi dénselo a otros también. En mi corazón, siempre serás el primero.
“Los
suertudos siempre fuimos nosotros, por tener la dicha de haber compartido una vida contigo.”
En los días en que el dolor se siente más solo agudizo mis oídos y puedo escuchar sus patitas a mi lado. Su ladrido durante la noche, y algunas veces, lo veo ahí sentado con los demás. Cuidando como siempre lo hizo. La felicidad para mí era una ventana en un segundo piso ocupada por un gato blanco de cola esponjada. El mosquitero deshecho por la otra pequeña gatita de ojos azules. Más arriba, en la terraza, enormes ojos expresivos de tres enormes perritos emocionados. Sus colas meneándose de un lado al otro con rapidez. En el primer piso, peleando por el mismo juguete, dos pequeños perros cafés con gran carisma y actitud. En la casita otros dos que preferían dormir. A su lado, una tortuga que intenta escapar. Cerca de ellos, el espíritu del protector; escondido entre sus largas orejas y rizos despeinados, un hermoso cocker. Parecía estar soñando. Todo es gracias a ti Lucky, el inicio de esta hermosa historia. Los suertudos siempre fuimos nosotros, por tener la dicha de haber compartido una vida contigo. El perro que salvó al mundo.
10Abril 2003 28 Julio 2019
Lucky
“Vincent: El Gato Místico”
“Thor: El Guardían”
“Hela: La Aventurera”
“Pelancha: La Persistente”
“Robin: La Traviesa”
“Ruperto: El Solovino”
“Camila: La Tierna”
“Nico: El Educado”
“Laika: La Hiperactiva”
“Ari: La Aulladora”