Vol . 1 Mayo 2015
BARILOCHE UNA AVENTURA INVERNAL
Santiago, Chile Valdivia , Chile Valparaíso, Chile
Argentina San Carlos de Bariloche Buenos Aires, Argentina
NÓMADA
Vol . 1 Sudamérica
Hostales XSol de Atacama -Inn Bariloche Latchir Mariposa Sudamérica :Inicia el vaije 2 dias en Santiago, 12 hrs a Valdivia Hermoso Valdivia
Carta del Editor Ésta revista esta dedicada a todos aquellos viajeros que buscan renovarse en cada nueva aventura. Viajar nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos, incluso en los lugares más desconocidos. Abrimos nuestros corazones y aprendemos sobre este maravilloso mundo. Aqui presentaremos experiencias y nuevo conocimiento, publicaciones que hablen de descubrir lugares nuevos, y aprender el significado de la adaptación. No solo para los que viajan regularmente, sino también para aquellos que se sienten oprimidos en su propio hogar. Las experiencias de otros tal vez puedan inspirarlos. Y cuando se embarquen a una nueva aventura diran “Es hora de irnos ya, salir de ésta opresiva habitación, conocer nuevos lugares, sentir paz y felicidad, estirar nuestros cuerpos, abrir nuestros ojos, vivir. Vivir como nunca antes lo habíamos hecho.”
Natalia Cárdenas
Imagen del mes Por Franco Basso
Bariloche
Argentina
Ubicada al oeste de la provincia de Río Negro y a 1.640 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, encontramos la majestuosa ciudad de San Carlos de Bariloche, la cuál ubicada a las orillas del lago Nahuel Huapi, integra junto con sus bosques y montañas el contexto de uno de los lugares más bellos no solo de la Patagonia Argentina, sino del mundo entero.
Puerto Pañuelo visto desde la Capilla de San Eduardo. Construido en 1965, originalmente para servir de base al buque “Modesta Victoria”, hoy sirve como punto de partida de excursiones lacustres que recorren el lago Nahuel Huapi, y para cruzar a Chile por el paso Pérez Rosales.
Lago TrĂŠbol, Moreno y Nahuel Huapi, junto al cerro LĂłpez y Cordillera de los Andes vistos desde la cima del cerro Campanario (1050 msnm).
San Carlos de Bariloche Reportaje y fotografías por Araceli Moreno.
Aun sin creer que hemos estado en territorio chileno, Natalia y yo nos aventuramos a una nueva experiencia. Por boca de algunos conocidos supimos de la existencia de la ciudad de Bariloche y convencidas solamente por la oportunidad de ver nieve en vivo y a todo color decidimos unirnos al gran esperado viaje. Fue en septiembre, durante el puente vacacional que la universidad nos daba debido al aniversario de la Independencia Chilena, donde a diferencia que en México, lo celebran una semana entera. Realmente no sabíamos que esperar del viaje o de la ciudad, pero decidimos que valía la pena el intento. Desde la central de autobuses de Valdivia, cada quien con una mochila y, por supuesto, nuestras cámaras, salimos rumbo a Osorno un poblado chileno que sería nuestra primera escala y de ahí al paso internacional Cardenal Samoré donde nos registramos para nuestra salida de Chile. Al llegar al paso pensamos que solo seria cuestión de entregar nuestro pasaporte y podríamos salir sin problema, pero no nos percatamos que debido a nuestra situación migratoria debíamos portar también nuestra cedula de identidad chilena (el equivalente a la credencial de elector mexicana), la cual aun no recogíamos del centro
Desde Valdivia, Chile viajamos ocho horas en autobus a través de la cordillera de los Andes para encontrarnos con este mítico lugar, donde sus montañas, aún a finales de invierno, nos muestran el primer paisaje nevado que hemos visto en nuestras vidas.
Lago Moreno, visto desde el final del circuito chico.
migratorio. Así que tuvimos un contratiempo pues es necesario portarla para salir y entrar a Chile, pero después de un rato el oficial nos dejo ir con una advertencia. (Cuando regresamos a Chile lo primero que hicimos fue ir por la cédula). Poco después llegamos a la frontera con Argentina donde todos bajamos del autobús y presentamos nuestros pasaportes y papales oficiales que fueron sellados para la entrada. Después de unas horas más de viaje, llegamos por fin a la ciudad de Bariloche. Después de admirar y grabar en nuestras memorias la maravillosa vista de uno de sus tantos lagos, nos disponemos, junto con nuestros compañeros, a ir en busca del hostal (si, nos acordamos de la película) que habíamos reservado con anticipación
por internet. Nos dimos cuenta que ninguno llevaba dinero argentino y los taxis no aceptaban dólares, intentamos cambiar en las taquillas pero no tuvimos éxito. Después de un rato, conseguimos cambiar algo de dinero, el cual nos alcanzo apenas para el taxi. Cuando llegamos al hostal y abrimos la puerta todos protestamos al unísono al ver que teníamos que subir casi 50 escalones en una pendiente de aproximadamente 25 grados. Llegamos sin aliento a la recepción y después de arreglar todo y pagar (en dólares ya que aun seguimos sin pesos argentinos) por la estancia nos retiramos a nuestras habitaciones para descansar y planear los recorridos que haríamos por la ciudad. Gracias a mi siempre bien organizada amiga Natalia, teníamos ya un listado de lugares que queríamos visitar en Bariloche. Antes de contratar los tours teníamos que conseguir cambiar nuestro dinero. Los recepcionistas del hostal nos dijeron que podríamos hacerlo en un banco o en una casa de cambio pero que nos convenía caminar por las calles del centro y ahí podríamos encontrar a varias personas que cambiaban dinero “no oficialmente” y que nos darían más. La idea nos parecía rara pero supusimos que ellos sabían más que nosotros. Salimos todos caminando (estaba realmente cerca) y efectivamente, apenas te veían y varías personas ofrecían cambiar dólares e incluso pesos chilenos. Fue una toda una experiencia pues los tratos se llevaban a cabo muy secretamente, vaya era clandestino. Graciosamente todos pensamos si así se sentía comprar drogas. Ya que cambiamos el dinero (un peso argentino era algo así como 50 centavos mexicanos). fuimos a comprar algo para cenar y otras provisiones. Al momento de pagar nos llevamos con la sorpresa de que, al menos en Bariloche, no es común dar bolsas de plástico en los supermercados; debes llevar una de casa o tomar una de las cajas de cartón que te facilitan. También vimos que había una maquina donde ponían botellas de vidrio y esta les daba dinero por cada una, fue realmente interesante. Ya de vuelta en el hostal, después de cenar, reservamos nuestro primer tour que seria a la Isla Victoria y bosque de Arrayanes. Esa noche descansamos bajo la luna más grande y roja que jamás hayamos visto. Al día siguiente muy temprano subimos a desayunar para salir rumbo a la agencia que nos llevaría a nuestro primer recorrido.
Nuestra primer travesía empieza con un recorrido por la orilla de Bariloche, hasta que unos 40 minutos después arribamos al Puerto Pañuelo donde nuestra el majestuoso “Modesta Victoria” ya nos esperaba para llevarnos hasta la Isla Victoria. Ya en la embarcación disfrutamos por unos minutos de la vista del espectacular lago. Yo, en mis delirios, me preguntaba que tan fría era el agua pregunta que después me fue respondida: 17º en verano, no quería saber cual era en invierno. También pensaba que haríamos si se hundiera (no se nadar), en fin, nunca me han gustado las masas de agua. Todo esto lo olvide cuando alrededor del barco empezaron a volar decenas de garzas andinas. Nos habían dicho antes que era una costumbre llevar galletas para alimentarlas, las podías lanzar o esperar a que se acercaran lo suficiente para que la tomaran de tu mano. Nos pareció una gran oportunidad para tomar algunas fotos, así que bajamos a la cubierta y nos pusimos a cazar garzas con nuestras cámaras.
Garza andina en el lago Nahuel Huapi.
Modesta Victoria, anclado en el bosque de Arrayanes.
Puerto Anchorena, en Isla Victoria.
La duración del recorrido en la embarcación hacia la isla es de aproximadamente 30 minutos y hasta llegar a Puerto Anchorena recorrimos 11 kilómetros de impactantes bellezas naturales. Navegando por el lago Nahuel Huapi, observamos el color de sus aguas, el verde de la vegetación de sus costas y los picos nevados de las montañas que sobresalen en el horizonte.
Turistas a las orillas de Isla Victoria.
Empezamos el recorrido por la isla acompañadas de una guía, algunos otros prefirieron hacerlo solos y por otros caminos distintos que bordean la isla. Unos más prefirieron solo tomar fotografías de la costa. Al adentrarnos más a la isla nos reciben majestuosos árboles de decenas de metros y tal vez cientos de años.
Sendero de pinos y sequoias en Isla Victoria.
Mientras más nos aventuramos dentro de la isla, observamos las diferentes especies de flora y fauna caminando por los senderos que nos condujeron al encuentro de, cada vez más grandes, sequoias, tuyas, eucaliptos, pinos y robles junto a cipreses, cohíues y ñires. La caminata nos pareció muy corta pero aún hay un lugar más por visitar: El Bosque de Arrayanes que, hasta ese momento, no sabemos que nos vamos a encontrar ahí.
Desde la Isla Victoria continuamos navegando aproximadamente 30 minutos hasta arribar a Puerto Quetrihué. Encontramos aquí un bosque denso y casi puro de arrayanes, el cual da nombre a este sector. Este árbol resulta inconfundible por su corteza de color canela y muy lisa, la cual al desprenderse deja manchas claras y rojizas que dan al bosque un color absolutamente único. Hacia el final del verano, los arrayanes se cubren de flores blancas que en otoño darán un
Los arrayanes son una especie arbórea de la familia de las mirtáceas que necesita la cercanía del agua para desarrollarse y vivir.
fruto negro brillante. En este espacio se tiene un ambiente ideal para el desarrollo de este árbol, que necesita mucha agua. Se destacan ejemplares de 15 metros de altura, con algunos que llegan a tener entre 500 y 650 años de edad. En treinta minutos recorrimos 800 metros de pasarelas y miradores disfrutando de aquellos rincones donde el sol hizo grandes esfuerzos para ingresar y que nos regala la oportunidad de tomar bellísimas postales.
Capilla de San Eduardo.
Nuestro siguiente y, tristemente, ultimo día en Bariloche comienza muy temprano. Desayunamos a las 8am y nos preparamos para salir al Circuito Chico, el cual es un recorrido que abarca varios lugares muy interesantes de la ciudad. Comenzamos por la capilla de San Eduardo, una pequeña construcción encima de un valle no muy alto y desde el cual podemos ver el puerto Pañuelo que visitamos el día anterior. También desde aquí pudimos observar sobre la orilla del
Remodelado y en pleno funcionamiento, el clásico hotel regala una de las postales más conocidas de Bariloche.
lago Nahuel Huapi, sobre una loma más alta, el Hotel Llao Llao y a sus espaldas el cerro López. El guía nos explicó que el arquitecto Alejandro Bustillo fue quien estuvo a cargo del proyecto de construir el hotel y sque este se inauguró en 1938, sin embargo, un año después de su inauguración, un incendio lo destruyó totalmente y fue reinaugurado en el año 1940. El hotel es un destino turístico en sí y uno de los más concurridos de Bariloche.
Lago Moreno visto desde el puente que lo cruza.
Siguiendo por el recorrido, llegamos a la unión entre los lagos Nahuel Huapi y el lago Moreno. Cruzamos un pequeño puente y bajamos de la camioneta para disfrutar mejor de la vista que nos regalan las montañas nevadas y los lagos casi en completa calma. Pudimos descender unos metros a las pequeñas “playas” a las orillas de los lagos, donde pudimos observar algunos peces y una gran vista, donde no nos pudimos resistir a tomarnos una foto.
Vista desde la punta del mirador.
Nuestra siguiente parada es un mirador desde el que no solo pudimos ver varios lagos y montañas, sino además pudimos comprar comida típica en pequeños puestos y probar un vino artesana hecho por los pobladores. Y ¿porque no? gastar 30 dólares en una fotografía con uno de los tantos perros San Bernardo que los pobladores usan como atractivo turístico y si, caímos en la tentación de llevarnos una postal impresa con estos animales que se nos antojaron gigantes.
Vista desde el descenso en aerosilla.
Nuestra ultima parada fue el cerro Campanario. A la cima de este se puede llegar en aerosilla o en caminata, la cual dura aproximadamente 30 minutos. Si bien es cierto que le temo a las alturas, preferí subir en la aerosilla que caminar tanto, así que después de comprar la entradas, nos subimos y disfrutamos de 7 minutos de hermosas vistas, una pared por ambos lados de grandes árboles y de expectativa por como nos bajaríamos de una silla en movimiento.
Vista desde la cima del cerro Campanario hacia el cerro Lópèz
Al llegar a la cima pudimos tener una vista de 360º de Bariloche. Desde las cadenas montañosas que lo rodean, los lagos y pequeñas poblaciones entre los bosques, hasta la frontera con Chile. También encontramos una pequeña cafetería y tienda de recuerdos donde compramos algunos. Después de unos minutos de tomar fotografías y admirar el paisaje, llego el momento de descender. La vista desde aquí nos pareció grandiosa, sin embargo, aun nos faltaba una montaña más grande por subir.
Nuestra ultima parada fue el cerro Campanario. A la cima de este se puede llegar en aerosilla o en caminata, la cual dura aproximadamente 30 minutos. Si bien es cierto que le temo a las alturas, preferí subir en la aerosilla que caminar tanto, así que después de comprar la entradas, nos subimos y disfrutamos de 7 minutos de hermosas vistas, una pared por ambos lados de grandes árboles y de expectativa por como nos bajaríamos de una silla en movimiento.
Vista desde la cima del cerro Catedral
Ese ultimo día, después de terminar el recorrido, decidimos ir al cerro Catedral (nombrado así gracias a que sus cumbres semejan las torres de un templo medieval.) Hasta ahora no habíamos podido ver la nieve y Natalia insistía en que a eso habíamos venido. Realmente no sabíamos como llegar hasta ahí pero después de consultar un mapa de rutas de transporte y de preguntar a unos turistas pudimos llegar al cerro.
Ya era algo tarde, así que no había muchos locales abiertos. Decidimos subir en una telecabina que nos llevo hasta un restaurante casi en la cima, donde después de comer algo, salimos a tomar fotografías para después subir en aerosilla ahora si hasta la parte más alta elevada casi en los 2000 metros.Realmente no llevábamos ropa y zapatos adecuados para la nieve, nos congelábamos y Natalia me recordaba a aquello de “Bambi en el hielo”, pero la vista desde ahí valió la pena.
Vista hacia la cima del cerro Catedral
También el hecho de que tuvimos que esperar cuatro horas paradas por el trasporte de regreso al centro y que casi nos perdimos cuando quisimos llegar de nuevo al hostal. El cerro Catedral es considerado el segundo centro de esquí más grande de América y todos los años alberga a miles de turistas ansiosos por probar sus laderas y caídas. O a aquellos como nosotras que solo ansiábamos disfrutar de la nieve y de la majestuosa vista.
Con estos maravillosos paisajes terminó nuestra rápida visita a Argentina. Asombradas por las postales tan hermosas que nos llevábamos, solo nos quedo ir a comprar recuerditos para todos y comprar el famoso chocolate de Bariloche, recorrer una ultima vez sus calles llenas de nuevos turistas y cargar nuestra mochila de más recuerdos. Con la promesa de volver algún día, para probar aquello que no pudimos esta vez, nos subimos al autobús y regresamos a Chile.
Vista desde la cima del Cerro Catedral.