NOVICIADO INTERNACIONAL
Este segundo número de cahorros recuenta lo ocurrido en nuestro Noviciado en los meses de marzo y abril. Meses en que hemos seguido adelante, fortaleciendo nuestra pequeña comunidad de novicios, llenos de preguntas, de propuestas, de ganas por recorrer este camino y configurar nuestra vocación con Cristo, aprendiendo a recorrerlo junto a Domingo de Guzmán. Ha sido un período lleno de nuevas experiencias y de compartir tiempo con la comunidad conventual, lo cual nos permite conocer un poco más de ella, de los frailes
que nos rodean y el servicio que podemos prestarle en estas primeras etapas del año. Así mismo, dimos inicio a la formación académica, la cual cubre un vasto campo de temas que van de lo espiritual a lo práctico; donde lo principal es brindarnos una visión más profunda de nuestra fe, la vida religiosa y la Orden mientras construimos mejores herramientas para nuestro discernimiento. Aunque suena extraño, vivímos la cuaresma aprendiendo a orar, puesto que empezamos el rezo de la Liturgia de las Horas en comunidad, y rezarlas de forma coral es un reto que poco a poco hemos ido superando. En abril pudimos conocer un poco más de nosotros y de nuestros hermanos en un contexto tradicional de la Orden, al llevar a cabo el primer Capítulo; y también vivimos una semana santa diferente al servicio de los peregrinos que visitan a nuestra madre, en este hermoso Santuario Nacional. Esperamos disfruten estas breves memorias.
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extraordinario Durante nuestros primeros días dentro del noviciado, Fray Álvaro Gallón, O.P., nos acompañó con el curso de preparación para recibir el ministerio extraordinario de la E ucaristía y, de este modo, tener la posibilidad de prestar un mayor servicio en la basílica y a los peregrinos que se acercan a ella. Como centro de reflexión del curso, tuvimos la encíclica de Juan Pablo II Ecclesia de Eucharistia, en la cual se profundiza y se resalta el carácter central del misterio eucarístico dentro de la vida eclesial. A través de este taller contamos con la posibilidad de reflexionar más a fondo sobre el misterio de amor que celebramos día tras día, la Eucaristía. Una experiencia que fundamenta nuestro ser como cristianos católicos y como personas que quieren consagrar su vida a Dios mediante la Orden de Predicadores.
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Luego de dos semanas de preparación, el lunes 9 de marzo, dentro de la celebración eucarística conventual en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Monseñor Luis Felipe Sánchez Aponte, obispo de esta diócesis, nos instituyó como ministros extraordinarios de la Eucaristía, lo cual nos faculta para distribuir la comunión. Desde este día, cada domingo acompañamos en las diversas celebraciones dominicales, principalmente en las de la mañana y medio día, para prestar el servicio del acolitado y repartir la comunión a los peregrinos que visitan nuestro santuario. En los momentos en los cuales llevamos la comunión tenemos la oportunidad de alimentar nuestra fe mediante las expresiones de amor, respeto y confianza con las cuales los fieles se acercan a recibir a Jesús sacramentado. Sin embargo, y de manera particular, entristece el hecho de ver algunos feligreses que se acercan a recibir el pan eucarístico desinteresadamente, como si allí no estuviese presente el Dios hecho hombre. Pedimos a Dios nos conceda la gracia de llevar dignamente su cuerpo a quienes le necesitan y nos permita reconocer su acción amorosa dentro del banquete eucarístico, fuente de nuestra vida cristiana. ía O.P.
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por: fr. Je
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En este tiempo del noviciado hemos vivido muchos factores importantes para nuestra vocación y uno de ellos es la oración. De ahí que esta primera etapa es llamada “La Oración y Vida Litúrgica”, en la cual hemos venido profundizando estos dos aspectos. Para el discernimiento que estamos llevando a cabo, es esencial lograr una profunda comunicación con Dios para descubrir y hacer su voluntad, por eso la importancia de practicarlas a diario, tanto comunitaria como personalmente. Dentro del noviciado tenemos actualmente momentos de oración muy especiales, como los jueves del Santísimo, la Eucaristía diaria y la Liturgia de las Horas, en ellos damos lo mejor de nosotros para que sean un encuentro con Dios cada día más cercano. Estos momentos se alimentan de las primeras semanas del noviciado, cuando tuvimos inolvidables experiencias de reflexión, donde cada uno llevó a cabo diversas formas de aproximarse a la palabra de Dios, a rezar, a compartir meditaciones y descubrir que la oración no es estática, ni recitación de fórmulas; sino que el verdadero encuentro con el Señor se logra al permitirnos escuchar su palabra y abrir nuestro corazón, sea cual sea la forma de orar que se decida seguir. (cont. pg.6)
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Para nosotros, los novicios, la oración es nuestra gasolina, es lo que nos hace perseverar. Cada uno de nosotros tenemos un don muy personal para orar, cuando nos juntamos se vuelve un arte comunitario de oración. Venimos de experiencias de vida muy diferentes y a veces no expresamos lo que comúnmente se llama “ser piadosos”, pero creo que esa característica es algo que no se nos ve a flor de piel, la sentimos cada uno en el corazón cuando rezamos y en los momentos de meditación comunitaria es palpable la profunda conexión de fe que hay en cada uno. El noviciado en general es una etapa de conocimiento de nosotros mismos y conocer mejor a Dios en el ideal de Santo Domingo, para llegar a ese conocimiento pleno, la oración es la que nos sostiene y guía; el rosario, tradición dominicana, es un momento que nos conecta a nuestra Madre, meditando esos momentos que resumen la vida de ella y de nuestro Señor. Oración para nosotros también es el estudio, profundizar en la palabra; mediante la oración formamos nuestra predicación, y de esto se trata nuestra vida de novicios, que ella gire alrededor de la oración como el eje principal de nuestro discernimiento.
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Fr. Jorge Murcia Floreán, O.P. Nos comenta un poco de su vivencia como novicio hace 60 años y la visión de la formación en los dominicos: Esta etapa me parece definitiva. Por ejemplo yo llegué al noviciado directamente sin hacer prenoviciado y por experiencia puedo decir que hay momentos difíciles; para mi fue muy difícil el latín y el canto, sufrí mucho y me generó dudas, pero las superé. Recuerdo que esa etapa del noviciado fue como un segundo nacimiento en la vida religiosa. Fuera de la familia llega la nueva, los dominicos. Un segundo nacimiento. Yo comencé en diciembre de 1954 mi noviciado. Estaba como uds. en otro edificio aquí en Chiquinquirá y como mencioné, lo pasé difícil, tuve muchas novatadas, pues no había tenido la experiencia de los demás de postulantado y pre noviciado, de vivir con los frailes previamente y todo se me hacía más difícil. Pero tuve de compañero al padre Marco Antonio Peña Salinas O.P., que fue compañero desde la primaria aquí en Chiquinquirá. Y como su vecino siempre compartí con él y me apoyó mucho. Con él, quien me promovió y me apoyó al ingreso, nunca hemos vivido juntos en ninguna de las asignaciones, nos cruzamos siempre de conventos, pero mantenemos una gran amistad de hermanos. Eso es importante en esta etapa.
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En la formación académica de esta etapa han seleccionado buenos profesores y eso es definitivo, pero sobre todo, más
“...para mi fue muy difícil el latín y el canto, sufrí mucho y me generó dudas, pero las supere”
importante es el testimonio que les dan, al igual que sus maestros. Esta etapa de formación está unida a lo académico y a veces se le ha dado prioridad a uno u otro pilar de nuestra Orden, pero todos son muy importantes, lo académico siempre ha sido esencial en los dominicos. Tengo 10 años compartiendo con los novicios aquí en Chiquinquirá, después de haber sido por más de 40 años docente, en la Universidad Sto. Tomás y la Universidad Pedagógica y ha sido como empezar de nuevo, ¡ahora soy un ¡novicio perpetuo! Finalizando, algo en que uds. han sido privilegiados es que hay nuevos maestros y tanto ellos como uds. han sido seleccionados por la mano de Dios y esperemos que así lleven su vida. ¡Amén!
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Fr. Julio Tacuri Agila, O.P. Ecuador
En esta etapa hemos sabido aprovechar nuestros conocimientos y ahondar en las experiencias e ideas que nos transmiten los libros, llevándolas y poniéndolas en práctica en nuestra vida en donde prevalece la perseverancia y la capacidad de interpretación, para que con esto podamos sacar provecho de cada texto. Todo esto lo tomamos como algo enriquecedor, transparente y nos beneficia para tener una base de conocimiento que nos mantenga firmes en nuestra vocación con la alegría que nos caracteriza siendo consagrados a Cristo.
Fr. Jesús Vergara, O.P., Chile El presente periodo de formación, ha sido para mí una nueva experiencia en donde he podido vivenciar realmente la sensación de sentirme nuevamente como un “niño”, en cuanto comienzas a re-aprender muchas cosas, que diste alguna vez como completamente sabidas. Con lo anterior, me refiero a tener que aprender sobre aspectos de organización de tus propios tiempos para orar, estudiar, realizar el aseo de la casa, hacer deporte, etc. En general, ha sido una experiencia satisfactoria.
Fr. Jaider Iasseli Jiménez, O.P. Colombia
La formación, uno de los pilares de la Orden, es una parte esencial dentro del noviciado. Su integridad no sólo se ve en las aulas de clases, también es vivida en todos los aspectos de nuestra vida como novicios, es así como la espiritualidad, apostolicidad, doctrina, prácticas, vida comunitaria y académica se trabajan armoniosamente para una completa formación que nos consolida cada vez más con la opción de vida consagrada propiamente a la que estamos aspirando dentro de la Orden de Santo Domingo.
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Fr. Ricardo Amat Basantes, O.P., Ecuador
La formación este año tendrá muchos aspectos. Cada día es una experiencia de formación en la vida, pero la diferencia de estos meses radica en concentrarnos en profundizar nuestra experiencia y vocación religiosa. En estos aspectos la parte académica es crucial, pues nos permite explorar desde otra óptica nuestra fe, nuestra vida dominicana, la oración, y que significan los compromisos que vamos a adquirir en todas sus dimensiones.
Fr. Héctor Guayanay, O.P. Ecuador
En estos meses hemos desarrollado nuevas formas de escucha e interpretación enfocadas en el estudio para la predicación y autoconocimiento. Descubrir ese misterio que es Cristo nos lleva a permanecer en el silencio de Dios, escuchando e interpretando lo que dicen los demás. Todo esto nos da un claro enfoque sobre las herramientas que podemos utilizar para ser predicadores confiados y humildes en base al esfuerzo y a la perseverancia, para que así podamos transformar un mundo donde la verdad se relativiza, un mundo donde las personas buscan un pequeño aire de esperanza.
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El 26 de marzo del 2015, un grupo de Novicios de la orden de predicadores se disponía para salir a la misa crismal en un pueblo cercano a tierras chiquinquireñas, Moniquirá. Era una mañana soleada, algo calurosa, sin embargo, el entusiasmo se apoderaba del ambiente; salíamos a uno de los acontecimientos más importantes de la vida del aspirante al sacerdocio y del enfermo, la consagración de los santos óleos, estos se utilizan
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por: Fr. Sa
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para los sacramentos del orden sacerdotal, la unción de los enfermos, el bautismo y la confirmación; sacramentos clave en la vida de la iglesia. Comenzamos nuestro camino en nuestra furgoneta, no la más cómoda pero servidora oficial del noviciado. Nuestro camino era guiado por nuestro maestro, el conductor del noviciado y un anciano sacerdote al cual lo denominan sabio. Durante el camino la gran mayoría quedamos poseídos por el sueño, no obstante, al abrir los ojos nos encontrábamos en medio de la carretera detenidos por unos arreglos que hacían en la vía; en este momento, el viejo sacerdote se bajó del arcaico cacharro y comenzó a correr en dirección moniquireña, sin lugar a duda no veía la hora de llegar; mientras tanto, los demás nos asomamos por la ventana cuestionándonos el porqué de tan presurosa acción; finalmente desbloquearon la vía y continuamos nuestro camino. Llegamos al pequeño pueblo un tanto retrasados, así que rápidamente nos colocamos nuestro hábito mientras los demás clérigos, diáconos, religiosos y seminaristas observaban nuestra entrada de último minuto; sin importar los afanes habíamos presenciado la magna celebración que presidía monseñor Luis Felipe Sánchez en la basílica menor de este caluroso pueblo boyacense.
Posterior a la misa crismal disfrutamos de un almuerzo en comunidad con los frailes conventuales, una tarde amena. La primera de muchas actividades y jornadas que celebraremos juntos.
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Este año cada uno de los novicios, vivímos una Semana Santa totalmente diferente a cualquiera que hubiésemos vivido previamente. El encontrarnos en el Santuario Nacional de Colombia, dedicado a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá implica que las celebraciones, no só lo son grandes, son verdaderamente actos de fe inolvidables. Como novicios, tuvimos la responsabilidad de participar en todos y ayudar en la forma que se nos indicase, principalmente como acólitos, ministros de la Ecuaristía y en la parte de las transmisiones de radio que se llevaron a cabo en cada una de las procesiones y Eucaristías más relevantes. Algunos habíamos ya vivido Semanas Santas en misión, como parte del postulantado o pre noviciado, pero esta experiencia era de magnitudes totalmente diferentes. Fue una bendición poder ser parte de estos momentos donde los peregrinos se acercan con tal devoción a los pies de la Virgen y recordar la pasión de nuestro Señor. Poder servirles a ellos y a nuestra comunidad dominicana es algo que ninguno olvidará.
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Alegría, felicidad, temor, cansancio, satisfacción…fueron algunas de las sensaciones que experimenté en esta Semana Santa 2015. Era la primera vez que tenía la oportunidad de vivirla en un Santuario, lo que hizo que fuese totalmente nueva. Cada vez que debía transmitir por radio las procesiones o acolitar una eucaristía especial, sentía un poco de temor por equivocarme. No obstante, siempre percibí ese espíritu que descendió sobre los apóstoles en Pentecostés y les llevó a anunciar su palabra sin ningún temor. Todo el cansancio y demás, quedaron altamente recompensados al ver los rostros de alegría y plenitud reflejados en cada peregrino luego de su encuentro con el Resucitado. fr. Jeison García Espinoza O.P., Colombia
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Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestras oraciones, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados, también es asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua junto a los fieles que desde lugares diferentes nos acompañan en la oración y en la reflexión de los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús aprovechando todas las bondades que esto nos trae y así, podamos estar en la gracia plena de Cristo Jesús. fr. Héctor Guayanay O.P., Ecuador
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La Semana Santa es el tiempo más importante por conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús así como un tiempo de conversión y de penitencia. Se estima el amor de Dios, el sentido de nuestra fe, la valoración de la obra salvífica de Jesucristo para con la humanidad, en una muestra maravillosa de todos los padecimientos de que Jesús fue objeto por nosotros. Un espacio de reflexiones propias en búsqueda de una fe estable, responsable y madura. fr. Jaider Jiménez Iaselli O.P., (Colombia)
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Vivir esta semana que es conocida como Semana Mayor fue una experiencia muy hermosa en donde se compartió con los demás hermanos dentro del convento y también con los peregrinos. Compartir y aprender de ellos su forma de vivirla, mientras conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo el Salvador; en donde el corazón nos traslada e invita a una vida de constante cambio y entrega a los demás, me tocó el alma. El provecho de este encuentro con Cristo es poderme identificar más con Él, y encarnar en mi vida su Vida, en especial al servir a los que se acercan a la Basílica día a día. fr. Julio Tacuri Agila O.P., Ecuador
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Comparto con ustedes la alegría que produce recorrer y contemplar, como predicador e hijo de quien bien lleva el apelativo de "Lumen Eclessiae", los coloridos paisajes de verdes tonalidades que llevan de Aranda del Duero a Caleruega, “nuestra Belén” en la que la estrella bajó desde el Cielo para posar sus ojos en el infante, que vivo aún en sus hijos e hijas, proclama para el mundo la "Verdad" y que como sabiamente describiría Dante en su canto XII del Paraíso, es “En aquella parte de la tierra, donde se levanta el suave y fructificador viento Céfiro, generando nuevos frutos que luego alcanzan a toda Europa, no lejos de las rocas donde rompen las olas el mar, allí donde a veces el sol se oculta a los ojos de los hombres se asienta la afortunada Caleruega...”
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Caleruega, lugar santo donde un Convento Dominicano circunda el viejo torreón de los Guzmán, es la ciudad natal de Domingo, la risa y llanto de sus primeros años se escucha aún en el viento que pasa por las colinas, es toda una experiencia de encuentro con Dios y los hermanos que por casi ocho siglos han mantenido dinámica y encendida la antorcha del Evangelio. Es maravilloso encontrarse con el lugar en donde sus padres, Juana de Aza y Félix de Guzmán, le iniciaron en la fe, la fuente que mana agua pura se conserva como testigo del nacimiento de quien se convertiría en el Predicador de la Verdad.
...es toda una experiencia de encuentro con Dios y los hermanos que por casi ocho siglos han mantenido dinámica y encendida la antorcha del Evangelio. Ésta alienta a cada hermano novicio para que al incorporarse como Hijo de la Orden (LCO 268) experimente nuestro estilo de vida y asimile de mente y corazón el espíritu dominicano como camino de realización en y por Cristo (LCO 177). También resulta muy estimulante y satisfactorio encontrarse con los hermanos y hermanas que custodian tan maravilloso sitio, quienes hacen de este lugar especial en donde se hunden las raíces de nuestra Orden, su testimonio de fraternidad y entrega; nos recuerdan la importancia del ejemplo de vida común en Cristo que estamos llamados a esparcir por todo el mundo; así recordamos expresamente la invitación de nuestro Padre a no tener el trigo amontonado y fundar casas de santa predicación.
En Caleruega existe una extraordinaria esperanza, al poder contemplar una gran huella dominicana, llena de vida y de testimonio, los hermanos han procurado conservar los documentos de dominicanismo, en diversas lenguas y de diversas publicaciones seriadas, presentes en todas las latitudes del mundo, esto es ya signo de que “Domingo Vive y habla de Cristo al mundo entero”. Al prepararnos a la celebración del jubileo por los 800 años, esta hemeroteca es un signo de esperanza, es el “grito del predicador” que nos recuerda que debemos seguir dejando huella en aquellos lugares en donde la gracia de Dios nos lleve a servirle. Bendita Caleruega: “Allí nació el amante infatigable de la fe cristiana, el atleta santo, bondadoso con los suyos y exigente con los enemigos, Se llamó Domingo y yo (Dante) me refiero a él como el hortelano que Cristo eligió para que le ayudara en el cuidado de su huerto” (Dante Alighieri, La Divina Comedia , El Paraíso, Canto XII). Que en nuestra vida de predicadores sigamos confiando en la maternal protección de la Bienaventurada Virgen María y como ella aprendamos un “sí” generoso a la llamada de Dios. ¡Gracias Padre Domingo por la herencia que nos dejas!
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Retablo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá junto a Frailes Dominicos, indígenas, afroamericanos y españoles. (Museo de la Coronación.)
Provincia San Luis Bertrán Colombia
Vicariato San Lorenzo Martir Chile
Vice-Provincia Santa Catalina de Siena Ecuador