LA VUELTA A LA MANZANA Una Memoria Literaria de Cali
Pedro Alcántara. Jotamario Arbeláez. Medardo Arias Satizábal. Fernando Cruz Kronfly. Germán Cuervo. Kevin Alexis García. Álvaro Gärtner. Darío Henao Restrepo. Orlando López Valencia. Julián Malatesta. Fabio Martínez. Juan Fernando Merino. Juan Sebastián Murillas. Carmiña Navia. Omar Ortiz. León Octavio Osorno. Ana Milena Puerta. Elvira Alejandra Quintero. Mario Rey. Ruth Rivas. Sandro Romero Rey. Amparo Sinisterra de Carvajal. Javier Tafur González. Ángela Tello. Hernán Toro. Hernando Urriago Benítez. Umberto Valverde. Fernando Vidal Medina. José Zuleta Ortiz. Compiladores: Álvaro Suescún, Aníbal Tobón y Eduardo Márceles
LA VUELTA A LA MANZANA Una Memoria Literaria de Cali
Pedro Alcántara. Jotamario Arbeláez. Medardo Arias Satizábal. Fernando Cruz Kronfly. Germán Cuervo. Kevin Alexis García. Álvaro Gärtner. Darío Henao Restrepo. Orlando López Valencia. Julián Malatesta. Fabio Martínez. Juan Fernando Merino. Juan Sebastián Murillas. Carmiña Navia. Omar Ortiz. León Octavio Osorno. Ana Milena Puerta. Elvira Alejandra Quintero. Mario Rey. Ruth Rivas. Sandro Romero Rey. Amparo Sinisterra de Carvajal. Javier Tafur González. Ángela Tello. Hernán Toro. Hernando Urriago Benítez. Umberto Valverde. Fernando Vidal Medina. José Zuleta Ortiz. Compiladores: Álvaro Suescún, Aníbal Tobón y Eduardo Márceles
ISBN: © Fundación Carvajal © Red de Bibliotecas Públicas de Cali © Álvaro Suescún. Aníbal Tobón. Eduardo Márceles © Pedro Alcántara, Jotamario Arbeláez, Medardo Arias Satizábal, Fernando Cruz Kronfly, Germán Cuervo, Kevin Alexis García, Álvaro Gartner, Darío Henao Restrepo, Mónika Herrán, Orlando López Valencia, Julián Malatesta, Fabio Martínez, Juan Fernando Merino, Juan Sebastián Murillas. Carmiña Navia. Omar Ortiz, León Octavio Osorno, Ana Milena Puerta, Elvira Alejandra Quintero. Mario Rey, Ruth Rivas, Sandro Romero Rey, Amparo Sinisterra de Carvajal, Javier Tafur González, Ángela Tello. Hernán Toro, Hernando Urriago Benítez, Umberto Valverde, Fernando Vidal Medina, José Zuleta Ortiz. © Fotos de: Amparo Sinisterra de Carvajal, Omar Ortiz, Fernando Cruz Kronfly y José Zuleta Ortiz por María Isabel Casas. Coordinador Editorial: José Zuleta Ortiz Diseño y diagramación: Héctor H. Santamaría Fotografía Carátula: Mónika Herrán Fotografías: Fotos colección particular de autores Corrección de textos: Rodolfo Villa Primera edición, Noviembre de 2013
Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso del Editor. Impreso y hecho en Colombia por: Feriva S.A.
Foto Pedro Alcántara
Contenido Tarde para el fútbol Orlando López Valencia 85
Miraflores Elvira Alejandra Quintero 161
La casa de la virgen Julián Malatesta 93
Cali: mi manzana Mario Rey 171
La colina de San Antonio Fabio Martínez 103
Memorias de una escurridiza Ruth Rivas 177
La manzana del Águila Juan Fernando Merino 111
Recuerdos centenarios Sandro Romero Rey 185
La casa del comienzo del mundo Fernando Cruz Kronfly 37
STICKER Juan Sebastián Murillas Salgado 119
El delicioso manjar blanco de mi tierra Amparo Sinisterra de Carvajal 195
El paseo en un tren desocupado Germán Cuervo 51
Barrio Meléndez La Vida entre la hacienda y la invasión Carmiña Navia Velasco 127
Una manzana prohibida Kevin Alexis García 59
Cali, de San Francisco a San Pacho Omar Ortiz 137
Prólogo 13 El voyerista Pedro Alcántara 17 Nada es para siempre Jotamario Arbeláez 23 Habitante del sur profundo Medardo Arias Satizábal 31
Campiña, barrio y montaña Álvaro Gärtner 65 A media cuadra del parque Alameda Darío Henao Restrepo 77
Una calle de película León Octavio Osorno 143 En la otra acera y frente al río Cali Ana Milena Puerta 153
La carrera Octava del barrio Obrero Umberto Valverde 233 Cantarrana, más que una cancha Fernando Vidal Medina 241 Alí Babá José Zuleta Ortiz 251 Biografías 256
El mimo sepia Javier Tafur González 201 Un Camino de iniciados Angela Tello 211 El emperador de barrio Hernán Toro 221 Noche roja en la manzana verde Hernando Urriago Benítez 227 Foto Orlando López
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
E
ste libro es una memoria informal de Cali en textos escritos por personas que se han des-
tacado en el amplio y muy diverso mundo de la cultura, casi todos han ganado reconocido prestigio en el oficio de la literatura, otros han descollado en de las artes plásticas, del teatro, de la fotografía, y también del periodismo. Cada relato ha sido elaborado desde la ex-
periencia de sus protagonistas, de manera que las vivencias de cada escritor, en un específico sector y durante un tiempo determinado,
Prólogo
configuran la memoria de la toponimia de las calles, sus sitios de concurrencia, los anecdotarios y los personajes que se destacaron por sus proezas singulares que los convirtieron en los héroes de barriada, el paisaje arquitectónico, el tejido sociocultural, en fin, la suma de todo eso, compilada, ha pasado a vivir ahora en esta en-
Foto techo florescido.
ciclopedia de recuerdos de la Sultana del Valle, habida cuenta de que el concepto de ciudad se consolida desde un núcleo original y diverso de células urbanas conformadas por casas, de cuyas uniones nacieron las cuadras, de la suma de las cuatro adyacentes surgieron las manzanas y, con ellas, los barrios. Así, hasta lograr esta síntesis histórica de la ciudad desde la mirada 13
Prólogo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
intelectual puesta en estos retículos urbanos.
a la imaginación en el museo La Tertulia; el par-
el imaginario urbano tiene una nueva dimen-
historia desde una perspectiva diferente, la de
Con diferentes intereses, y edades desde los
que de San Nicolás, con su iglesia, su escuela,
sión, superando quizás el concepto tradicional,
la manzana que habitamos y que, por muchos
20 hasta casi los 80 años, los autores han abar-
y su teatro; aquellos bailaderos dominicales, los
transformando aquellos asentamientos en lo
motivos, tiene aún permanencia en el recuerdo
cado en sus escritos segmentos de historia en
salones de billares, las bicicletas de alquiler; la
que hoy empezamos a conocer en atrevidos di-
y las nostalgias.
agrupamientos estables de una sociedad muy
felicidad y la fiesta de los diciembres, la emo-
seños de hábitats perpendiculares.
diversa, desde simples remembranzas del pasto
ción entregada al largo placer del balón-pie en
La sumatoria de estos muy diversos testimo-
espiritual en aquella vida coloquial que hasta
los equipos silvestres de una lejana juventud,
nios -que, por su naturaleza, terminan siendo
Álvaro Suescún, Aníbal Tobón y Eduardo Márceles
hace poco tuvo la capital del Valle del Cauca,
los primeros asomos de la salsa en Cali, Richie
mini biografías referenciales-, son la base de
Compiladores
retratos vivos de hechos escapados de los baú-
Rey, Los Lebrón, Héctor Lavoe, cuando empe-
este intento de recuperación de la memoria ur-
les, de los anaqueles, que ahora regresan dis-
zaba a calentarse el ambiente que hoy es inter-
bana al filo del post modernismo, de tal modo
traídos en escenas y sitios tan pintorescos como
nacional marca registrada; la trasformación de
que es una suerte de compendio escrito con el
lo fue en sus mejores días aquel promontorio
la avenida sexta en epicentro de la rumba, ha-
sólo fin de mostrar el tipo de relaciones socia-
habitado que es la colina de San Antonio, o la
bitada en sus noches de discotecas centellantes
les que se desarrollaron dentro de ese entorno
postal sepia de aquella carbonera que ocupaba
por compradores de amor, serenateros, estu-
urbano, los estilos de vida que tuvieron lugar y,
el centro de la atención fabril en Granada, las
diantes, hippies y poetas; Aguablanca, mezcla
en algunos casos, las causas que permitieron las
locuras colgadas de las escalerillas al paso de los
de escenarios, prácticas culturales y personajes
transformaciones que se produjeron. En otras
vagones de carga en la vía a Buenaventura, o el
en lucha constante por encontrar su identidad,
palabras: la cara de la historia reciente de Cali,
ancho y ajeno mundo de ilusiones que guarda-
en fin.
desde la óptica y la experiencia de sus artistas y creadores.
ban los teatros al aire libre, ahí, aun intactos
El resultado nos ofrece estas pequeñas es-
en el recuerdo. El añejo cuadro de referentes
cenas que fluyen desde el siglo pasado hasta
Queremos subrayar, finalmente, que La vuel-
cinéfilos que fue El Rialto, en el barrio Obrero,
entrar, con la fuerza de los deseos y con reno-
ta a la manzana es una expresión usada para in-
sus largas bancas de madera proyectándose en
vadas aspiraciones, en este nuevo milenio en el
dicar un corto y cercano paseo, consistente en
picada sobre el telón de ladrillos y cemento; los
que ha crecido el mapa de la ciudad en ambas
una carrera alrededor de un área cuadriculada
baños en aquel charco del Burro en el barrio El
orillas, a lo largo y ancho de la autopista, los
de casas para agotar la energía en los juegos
Peñón, donde ahora emergen airosas las pers-
barrios han ido nutriendo la serpiente de asfalto
infantiles. Ese nombre, al considerarlo apropia-
pectivas del arte abriendo las primeras puertas
hasta llegar a los límites inciertos de hoy. Ahora
do, fue el que escogimos para dar a conocer la
14
15
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
La clínica
N
o alcancé a conocer la acequia que bajaba por el centro de la carrera Sexta desde San
Antonio. Nací en la casa de los faroles, en el Nº 8-49, en 1942, cuando Cali tenía 142 mil habitantes y había alcantarillado. Fui parido en casa cuando ya era posible nacer en centros hospitalarios y fue en la clínica de Occidente donde tres años después sobreviví a una peritonitis, al cuarto año me sellaban una hernia inguinal tras una cabalgata con mi soberbio padre y, al quinto, me premiaban
El voyerista
con la circuncisión.
La manzana Nunca tuve necesidad de recorrer mi manzana
Por Pedro Alcántara
completa pues era la manzana la que giraba en torno a la casa de misiá Emilia, la viuda de don Teófilo J. Martínez, la mamá de Angelita, la suegra de Tomás el mellizo Herrán, la abuela de Pe-
Foto Pedro Alcántara - Amigos del colegio
dro Alcántara. La casa era centro no sólo de esa manzana, que se extendía entre las calles Octava y Novena y las carreras Quinta y Sexta, sino también de una parte importante de la vida cultural y social de la ciudad y era afamada por sus grandes fiestas, sus exóticos visitantes, su colección de arte colonial, su biblioteca y su cocina. Antes 17
PrólogoAlcántara Pedro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
de la muerte de mi abuelo, y aun después, la
rrumpido por una gran reja desde la cual se veía
suprema y no un detective chino luchando contra
cometa para dos. Era un aparato de tubería ligera y
celebración era parte de nuestra vida cotidiana.
la totalidad del patio central y sus corredores,
las entonces ingenuas fuerzas del mal. Era mejor
de finos listones de madera forrado en lona, parte
Teófilo J. celebraba sin pretexto, atendía sin res-
donde yo esperaba, muy pequeño todavía, a mi
orador de niño que cuando fui elegido al senado
de una flotilla de tres con los que se fundó alre-
tricciones. Sus amigos se convertían en dueños
abuelo Teófilo, “Papá Lobito”, impecablemente
casi 40 años después.
dedor de 1946 la escuela de aviación Socomex,
de la casa; los corredores, en cómplices de las in-
vestido de lino blanco y sombrero de “Panamá”,
propiedad de mi padre y de mi tío Rafael. Allí,
El aviador
terminables discusiones entre el maestro Guiller-
para revolcarme con él en un abrazo sobre las
mo Valencia y Baldomero Sanín Cano. Cada vez
rojas baldosas. Desde la reja se alcanzaba a ver
Fui el primer niño aviador de Colombia porque
reas, también se pretendía curar la tosferina de los
que podía, don Daniel Valdivieso se venía desde
la entrada al comedor con su gran artesonado,
mi madre fue la primera mujer piloto. Yo viajaba
niños subiéndolos a grandes alturas. Nunca pude
Popayán con sus hijas solamente para bailar en
el vestíbulo y las bocas de nuevos y misteriosos
con ella amarrado a mi silla, aprendiendo los ru-
entender el beneficio de esta práctica. Supongo
las fiestas de vestido largo, frac y disfrutar las bon-
pasillos que penetraban más allá del límite de
dimentos de la navegación visual, en el Piper Cub
que por ser un bacilo aerobio el causante de esta
dades de la gastronomía europea que mi abuela
las miradas hacia una casa infinita.
rojo de tela, que cada vez que aterrizaba de emer-
tos paroxística y por eso se intentaba asfixiarlo cer-
gencia en un potrero era necesario remendar. Mi
ca del cielo.
introdujo en la monótona dieta caleña.
El político La casa
entre aprendices de vuelo y otras actividades aé-
manzana se convertía entonces en una inmensa
Los límites
Yo era el niño que bailaba sobre la mesa del
trama de campos de caña, de verdes distintos y
Los muros originales de esta casa databan de
comedor llamando la atención de los presentes
entrecruzados, de puntos de vista interminables
Mi verdadera manzana se extendía hasta los
mediados del siglo 18, tenía patios de piedra ce-
con una campanilla. Una vez captada la audien-
pero familiares para mí. Aún hoy me oriento en
límites fijados por la familia, los amigos y la ima-
rrados por columnatas y era inundada por la fra-
cia, sobre todo cuando mi abuela recibía visitas,
el aire tan bien como en la tierra y gozo a veces
ginación. Llegaba a San Antonio por mi tía Alicia;
gancia de sus jardines de jazmín. Su portón siem-
recitaba a gritos trozos de fragmentos de discursos
adivinando, reorganizando la geografía en códi-
al Peñón, por mis primos de la familia Hormaza
pre estaba abierto a vecinos y extraños, como
de Gaitán, a mi manera, escuchados en el inmen-
gos secretos que inserto en mis dibujos. Mientras
y los Ochoa; a Juanambú, por Máximo Tedesco
está hoy durante el día la verja que custodia un
so radio del vestíbulo, siguiendo la férrea herencia
los terrestres se desplazaban en sus grandes berli-
y Alan Eder; al centro, por Carlos Jorge Garcés
parqueadero polvoriento, irónicamente llamado
liberal de mi abuelo Teófilo y la disciplinada tra-
nas, cegados por el calor y triturando cascajo, yo
en el Edificio Colombia, y a Versalles por “Ca-
“Parqueadero Emilia”, donde también se sirven
dición de reunirnos reverencialmente en torno al
flotaba en el aire al revés o al derecho, según las
beza de Papaya”, Eduardo Ospina, quien a los
almuerzos ejecutivos en el sitio exacto del co-
aparato como si fuera el mismo caudillo, o como
ocurrencias de mi madre, siguiendo el polvo de
nueve años era experto en explosivos, en vue-
medor en el que alguna vez se atendió a poetas,
si el Reporter Esso fuera la voz de la verdad abso-
la carretera, el trazado del ferrocarril, imitando las
lo tripulado desde los segundos pisos y en au-
embajadores y ministros. Tras ese portón de tres
luta o como si “Chan-Li-Poo”, radionovela, donde
curvas del Cauca a baja altura, entre Cali y Tuluá.
toflagelación por su capacidad en convertir en
metros de altura seguía un amplio zaguán inte-
locutaba una prima mayor, fuera una autoridad
Solos no nos aventurábamos a ir más allá en esa
accidentes de la vida real lo que todos veíamos
18
19
PrólogoAlcántara Pedro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
El colegio
El pintor
en películas. Sin embargo, el centro de concen-
por las estaciones. Pero nunca aprendimos a es-
tración siempre fue la casa de la carrera Sexta,
condernos adecuadamente de mi abuela Emilia
Ciro era el chofer del Buick 42 negro de mi
En la casa de la carrera Sexta se realizó el pri-
utilizada como punto de partida. Para nosotros el
que intrigada por el estado de deterioro en que
abuela en el que viajábamos al colegio antes de
mer taller abierto de un joven y brillante pintor
centro de la manzana más que la casa era el cló-
llegábamos tras el supuesto viaje, gozando la co-
la contratación del bus. Mi madre hizo parte del
llamado Hernando Tejada. Era un taller para un
set de mi abuela, donde, aparte de los alacranes,
modidad del tren de pasajeros, nos recibió un
grupo de aventureras bilingües que desafiaron los
grupo de aficionados y para un niño. Provistos
encontrábamos una rica despensa de comestibles
día con su fino perrero tras habernos visto pasar
esquemas tradicionales de la educación en Cali y
de caballetes, tablas, papeles, lienzos y los más
de ultramar comprados en el comisariato de la
frente a su finca “Cádiz” sin precaución alguna
apoyaron la creación del Colegio Bolívar, un ga-
variados materiales, uno de los amplios y lumi-
base aérea. Dos rutas marcaron entonces nues-
y abrazados sobre el último vagón del tren. Mi
raje y una pieza al lado de un lote que permane-
nosos espacios traseros de la casa se convertía de
tras excursiones fuera de los límites establecidos:
abuela era una mujer célebre, recia, disciplina-
cía inundado, donde estudiábamos la anatomía
súbito en palacio de bellas artes. Un par de tardes
en la primera, nos convertíamos en furiosa jauría
da y de gran educación, adquirida primero en
de los lagartos, cerca de donde hoy la circunvalar
en la semana yo llegaría directo del colegio a mi
de ciclistas que, para angustia de nuestras fami-
la práctica comercial y social al lado de su pa-
desciende hacia la calle Quinta. Los niños que
papel de acuarela donde encontraba un mundo
lias, nos lanzábamos, durante horas a la conquis-
dre, don Ismael Hormaza, desde los 17 años, y
teníamos blue jeans y estudiábamos en inglés con
ilimitado y fantástico, acolitado por Hernando,
ta de la carretera de Yumbo, destapada, llena de
después con su esposo, viajando con él cuando
niñas éramos vistos con sospecha pero con intri-
quien daba crédito a todos mis inventos y oía los
peligros, donde sufríamos estruendosas caídas.
diplomático y asesorándolo como comerciante.
ga por nuestros primos del Berchmans, que sólo
cuentos de adultos de los talleristas que eran para
Nunca llegábamos a la meta, nuestro regreso era
Había tolerado ya demasiadas aventuras insensa-
muchos años después tuvieron acceso a ese goce
mí menos impresionantes que el resultado de mis
el de una caballería motorizada derrotada por el
tas con Ángela y Tomás como para admitir que
elemental de descubrir la compañía femenina
cuadros. De allí surgieron “Procesión en un Pue-
cansancio. En la segunda, nos trasformábamos en
sus nietos y sobrinos intentaran repetirlas siquiera
más allá de la proporcionada por sus hermanas.
blo” y “El Cocodrilo” que, por parecer obras de
pequeños freneros salvajes, envolvíamos el rostro
en menor escala. No importaba el pretexto de
Yo llegué bien preparado al kinder del Bolívar y al
un pintor ingenuo y no de un niño, fueron se-
y la cabeza en pañuelos y trapos mojados para no
que el paisaje fuera más amplio y la geografía
trato con las niñas; venía de la escuela mixta de
leccionadas en un Salón Nacional. Mi madre y
asfixiarnos en los túneles, abordábamos los trenes
más comprensible desde la parte superior de un
doña Soledad de Calderón, mi maestra oficial, la
mi abuela acordaron mi ascenso al Conservato-
de carga en la vía a Buenaventura colgándonos
vagón ni que la estación “Cresta de Gallo” fuera
primera en entregarme un tablero completo y va-
rio Antonio María Valencia, donde fui aceptado
de las escalerillas de los vagones de madera ape-
para nuestros sentidos un triunfo serpenteante
rias tizas con la orden perentoria de dibujar una
como único infante en la escuela de Bellas Artes.
nas salidos de la estación. Nuestro destino era La
sobre ese pedacito de cordillera. Nuestra opción
vaca. Allí, también en la carrera Sexta, tuvimos en
Me tiraba del bus del Colegio Bolívar todavía con
Cumbre y fuimos aprendiendo con los profesio-
había sido el engaño, el peligro y esa era suficien-
los recreos prolongados nuestras iniciales expe-
los guayos del partido de la tarde y subía las gra-
nales a movernos sobre los vagones, a saltar de
te justificación para el castigo.
riencias eróticas compartidas jugando pizingaña
das con un ruido inconcebible para los apacibles
y haciéndonos cosquillas entre abrazos.
estudiantes de música que a esa hora ensayaban.
uno a otro, a ocultarnos oportunamente al paso 20
21
PrólogoAlcántara Pedro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio San Nicolás Carrera 4ª. Calles 19 y 20
Allí comencé de cero y le advirtieron a mi madre de mi falta de habilidad real para enfrentar la academia. Me era imposible dibujar una línea
E
recta continua, mas no tardé en darme cuenta que la línea se dibuja desplazando todo el cuerpo y no sólo haciendo el trazo con la mano que
n la puerta de la casa de la carrera Cuarta número 20-60 hay un aviso de hojalata azul con
letras blancas en altorrelieve que dice: “Se venden
sigue su curva natural y cae. Como era el único
pantalones de paño para niño”. A granel acuden
niño, cada vez que había una modelo desnuda,
las madres, y mi padre les toma a los pilluelos con
era encerrado en un clóset donde no cabía sino
el metro que carga a manera de estola las me-
yo, a pesar de las protestas de mi madre, que
didas de la cintura, de la corta entrepierna y de
desaprobaba el procedimiento, me resignaba a
largo hasta la mitad del muslo. Son los tradiciona-
Nada es para siempre
seguir la clase por el agujero de la llave, aguzando la mirada sobre las formas de esas niñas grandes que aún hoy asaltan mi recuerdo. Tal vez así aprendí a ver lo que antes sólo era capaz de mi-
les pantalones cortos que se usaban en Antioquia hasta entrada la adolescencia y que en Cali están en desuso, pues los niños a partir de los siete se niegan a ponérselos.
Por Jotamario Arbeláez
rar, a concentrarme absolutamente en un punto
Mi padre toma las medidas mientras las madres
real y a construir y deconstruir imaginariamente
sostienen a los hijos que patalean. Ellos me piden
lo que sucedía en el entorno. Así operan toda-
que le diga a mi papá que los haga largos. “Papá,
vía algunos de mis mecanismos creativos a partir
por qué no los haces largos que mis amigos me
de ese voyerismo forzoso, el mayor logro de mis
piden que te diga por favor que los hagas largos”,
maestros de entonces.
y él me convence que no puede porque esos pantalones los corta y confecciona con los retazos sobrantes de los vestidos que hace para los grandes. Cuando no llegan clientes, papá se las ingenia para hacer de todas maneras pantaloncitos cortos con medidas imaginarias, con cargaderas cruza22
23
Prólogo Jota Mario Arbeláez
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Travesuras en el parque
das y las braguetas con cuatro botones, pues la
mayor clientela para los pantalones cortos son los
moderna cremallera ha resultado un peligro para
hijos de uno de los policías de la estación cerca-
El parque de San Nicolás está enmarcado por
parejas se toman el parque. Dan vueltas con los
los prepucios de los pequeñines que no usamos
na, el mismo que le da bala al balón cuando nos
la iglesia y la escuela del mismo santo por la calle
brazos de gancho al son de las luces de las farolas.
pantaloncillos. Es el muestrario con que deslumbra
sorprende jugando un partido en el Pasaje Sardi
20, el teatro San Nicolás en cuyo segundo piso
Todo es un murmullo de acoso. Los de la barra
a las señoras cuando arriman a vestir sus “culica-
o al pie de la estatua de Ignacio de Herrera en el
funciona el bailadero “Moroco”, los billares de
asistimos a ver muchachas, que a su vez asisten
gaos”. Muchas veces los compran hechos o con
parque de San Nicolás.
“Cuco”, el alquiler de bicicletas y el Sindicato Fe-
en grupos a que las vean, vestidas a la usanza más
Los domingos desde las siete de la noche las
ligeras reformas en el largo o en el talle, alejándose
De modo pues que, por el barrio, andamos
rroviario del Pacífico por la 19; la pastelería, la
seductora, pero somos tan tímidos que en vez de
de la ventaja principal del sastre de postín, que es
dos tipos de chachos bien diferenciados. Los de
casa de los Brión y el café “Regina” por la carre-
acercarnos a entablarles conversa nos limitamos a
el de sólo ofrecer el producto sobre medidas a su
pantalón de dril largo que se las tiran de hombres
ra Sexta; la droguería, una peluquería, una larga
buscar la forma de tocarles el culo con disimulo.
clientela de príncipes.
hechos y derechos y los de pantalón de paño corto
casa misteriosa y un expendio de leche y jugos
Lo cual ha ocasionado que terminemos, si nos va
Desde “el burro” en que estoy sentado sobre
“de ese papá de Arbeláez”, con la mirada baja por
por la quinta. Está dividido en segmentos triangu-
bien, víctimas de una dulce cachetada de la mu-
la gran mesa de cortes, veo a papá todas las no-
la vergüenza de que nos vean las intimidades sa-
lares de prado resguardados por arbustos de coca,
chacha, y si nos va peor, con un ojo negro por la
ches trazar con tiza sobre el paño y cortar con las
lientes como son los vellos hirsutos, mientras aún
de los que chupamos las pepitas rojas hasta anes-
trompada del novio o el hermano de la dueña de
enormes tijeras las piezas diminutas para vestir a
se nos considera proyectos de hombres. Los pri-
tesiar las encías. Los pasillos enmosaicados tienen
la nalga comprometida.
la gente menuda. Él, entretanto, me cuenta sus
meros ya asedian a las niñas -como la bella Olga
bancas de piedra que ostentan relievadas en una
El personaje del parque es el embolador, que
aventuras por los pueblos de Antioquia, llenas de
García- que dan vueltas los domingos al parque de
placa de mármol el nombre de cada empresa do-
se cubre la calva con una boina. Mantiene en su
duendes y de brujas que lo asaltaban en los cami-
San Nicolás y hasta las llevan de gancho; mientras
nante. Enraizada en el segmento de pasto que da
caja una bolsa de arroz que arroja a las torcazas y
nos, hasta que me voy quedando dormido.
los segundones, montados en el inmenso árbol del
a la Quinta hay una enorme ceiba donde solemos
estas se le posan en los hombros y la cabeza. Él tie-
centro chupando pepitas rojas arrancadas de los
encaramarnos a contar cuentos. Frente a la iglesia
ne una forma de currucutear que pone a llorar de
arbustos de coca, los vemos pasar con envidia.
se cuadran los taxis de la flota. Hay una caseta
amor a las tortolitas. A veces lo vemos desde lejos
Despierto ya con ocho años cumplidos y sigo asistiendo a la escuela de San Nicolás y participando en los juegos de bolas de cristal y en los partidos
Si me aprendo una poesía de Julio Flórez para
que recibe las llamadas en solicitud de servicio.
fumar un cigarro delgadito que maneja con las ye-
de fútbol y aún en las peleas a la salida de clases a
recitar en la escuela el día de la madre y si gano
Los expectantes choferes juegan parqués mientras
mas de índice y pulgar y le deja los ojos rojos. En-
la vuelta de la iglesia, con las piernas cubiertas de
segundo de primaria con el señor Paz, mi papá me
hablan de fútbol, de putas y de política. En el rue-
tonces echa a correr alrededor del parque perse-
vello a la vista, para mofas de los condiscípulos,
ha prometido “largarme los pantalones”. Y ya con
do central a veces nos citamos los peleadores de
guido por las torcazas, portando en la mano la caja
todos ellos con pantalones largos pero de dril, un
pantalones largos de paño, comenzará a tomar
la escuela, cuando está ocupado con otras bron-
y bajo el sobaco la banqueta en la que se sienta.
material barato y nada elegante. Curiosamente, la
otro perfil esta Vuelta a la Manzana.
cas el costado de la iglesia de San Nicolás.
A las seis y media de la tarde, cuando comienza a
24
25
Prólogo Jota Mario Arbeláez
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
cobija y me da la orden de arranque.
oscurecer debajo del árbol, llega a hacerse lustrar
pués los devuelve-algunos libros de la biblioteca
pegaron una puñalada y él alcanzó a salvarse por-
“La Negra”, a la que se comen los de la barra de
de Luis, el esposo de la tía Tina, y me pide que
que camino del hospital se iba bogando la sangre
Un centavo por página leída fue mi tarifa. El
la 22. Es alta, despeinada y arrebatada. No habrá
se los lea pues ella, a pesar de lo viva que es, no
que recogía del abdomen en una taza; que ese
primer libro que le leí por capítulos fue El hombre
cumplido 17. Cuando camina, si uno la ve que
tuvo tiempo ni paciencia para aprender a leer y
era otro sobrino que está en la cárcel porque no
de la máscara de hierro, del que quedé enamo-
llega, a cada paso manda adelante el hueso de la
escribir. Sólo cuando estoy muy cansado de haber
se dejó comer de un cacorro, a quien con otros
rado. Después siguieron El Conde de Montecristo,
cadera correspondiente, y si se le mira yéndose
jugado fútbol en el pasaje me transo por las ora-
amigos le hundieron la cabeza con la tapa del
Veinte años después, lo que nos hizo devolvernos
desde atrás, una nalga le sube mientras la otra
ciones, entre las que no fallan el Padrenuestro, el
tanque del inodoro; que aquel era el campanero
a Los Tres Mosqueteros y La hija maldita (“Leéme
nalga le baja. La falda a su vez oscila de acuerdo
Avemaría, la Salve, el Señor mío Jesucristo, y una
de la iglesia de Rionegro que se fue para Roma a
una miajita de Lucilamiller”, me pedía). De allí
con el ritmo de su meneo y el acoso del viento
que me gustaba mucho y no volví a oír y rezaba:
hacerse bendecir por el papa y a los veinte años
pasamos a La hija del cardenal (por error, pues me
que la persigue. Víctor Mario y yo, desde el árbol,
Bendita sea tu pureza / y eternamente lo sea / En
regresó enmozado con una monja piamontesa a
hizo suspender la lectura cuando comenzaron las
y “Vitatutas” y “Mañosca”, desde la caseta de la
tan graciosa belleza / hoy todo un Dios se recrea
continuar tocando campanas; que Pagalito anda-
bacanales de los clérigos), El jorobado de Notre
flota, espiamos cómo el eminente lustrabotas, en
/ A ti celestial princesa / Virgen sagrada María / yo
ba con pies chonetos y por eso le dice Pagalito a
Dame, y empezamos Los Miserables, pero tiré la
lugar de lustrarle las botas, le mete la mano em-
te ofrezco en este día / alma vida y corazón / Míra-
todo el que ve que anda con los zapatos al revés;
toalla porque me mamó Víctor Hugo. Nos pasa-
betunada falda arriba a brillarle lo que sabemos,
nos con compasión / No nos dejes madre mía / en
que la loca Emilia creía que vivía en todas las ca-
mos al atormentado de Maupassant. Y allí empe-
porque lo que sabemos es que la desvergonzada
la última agonía / morirnos sin confesión, además
sas, y que Mercedes Ortiz gustaba de ser ostento-
zaron mis migas con la literatura francesa.
no usa calzones. Yo prefiero no mirar y alzo la
de una letanía adosada con recomendaciones
sa en el vestir y exagerada en lo que decía. Nos
Le metimos muela a los ingleses empezando
vista hacia el balcón celeste del edificio del Sindi-
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo de una sarta
acostamos a las ocho, ella en su cama grande y la
con Ilusiones perdidas. Después ensayamos los
cato Ferroviario, por si de pronto aparece la niña
de personajes muertos y vivos que son los seres
mía contra la pared de la pieza, donde todas las
alemanes con Mario y el Hipnotizador, de Tho-
de mis ojos Olga García, encendiendo las luces
de la familia o del pueblo de quienes ella tiene
noches sacramentalmente me orino.
mas Mann, y el Juego de Abalorios, de Hermann
con su traje de colegiala.
fresco el recuerdo. Yo le pregunto quién es cada
Antes de la sesión reglamentaria de paseo por
Hesse, pero este último se nos hizo ininteligible. A
Pero nunca aparece.
uno de ellos y ella me cuenta, por ejemplo, que
la gran comedia humana ella apaga la luz, se pone
los españoles nos los saltamos y de los colombia-
Pacho Martín era su hombre, quien enamoraba a
el camisón al oscuro y orina sentada en la baci-
nos nos leeríamos después El Cristo de espaldas,
todas las mujeres que lo sentían pasar a caballo y
nilla con un chorrito cantarino que pone al aire
de Caballero Calderón, y Viento seco, de Daniel
“¿Rezamos o leemos?”, me pregunta mi abue-
a quien nunca veían, ni cuando se les metía a os-
a hacer olas. Enciende, abre el escaparate y saca
Caicedo. Empezamos El alférez real, pero el tío
la todas las noches después de persignarnos y san-
curas en sus habitaciones; que este era un sobrino
de él una media de aguardiente de la que bebe
Emilio se encaprichó con él y se lo llevó para su
tiguarnos. Ella va trayendo al escondido -y des-
a quien peleando en una gallera en Manizales le
un trago largo, escupe en la bacinilla caliente, se
casa donde terminó refundiéndose. Hasta allí leí
Lecturas a la abuela
26
27
Prólogo Jota Mario Arbeláez
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
colombianos1. Por lo general trato de no hacerlo
puerta”, arriba los viernes antes de medianoche a
pesos? Podríamos comprar otro radio, acaso un
seña pero que es la única vez que nos perdemos
para no correr el riesgo de dejar de admirarlos. Sé
una casa de una calle con placa terminada en un
pick-up y varios discos de 78 revoluciones. Som-
el programa y que no se vayan a llevar la platica
que estoy bien correspondido y que por eso me
número previamente anunciado. Tocan, piden el
breros Stetson para Jorge y Jesús. Ropa para Ste-
que tanto la necesitamos, no sean infames.
quieren.
santo y seña y al escucharlo entregan el fabuloso
lla, Graciela y Rupi. Pagaríamos los dos arriendos
En ese momento llega por el entejado y des-
premio de 500 pesos.
atrasados a don Adalberto. Y alcanzaría para la
ciende mi compañero Flavio Ortiz, quien vive en
fiesta de mi primera comunión.
la misma carrera 4ª, en el número 20-10, y es-
“Un día te voy a contar mi historia para que la escribás y se entere la gente que todo eso que
Jorge y Adelfa han invitado a Jesús y Elvia a cine
pasa en las novelas es pálido reflejo de lo que a
al San Nicolás, donde presentan esta noche Dios
El radio de Adelfa y Jorge se ha quedado en la
taba esperando pegado del radio a que el carro
mí me ha pasado”. Por estos resabios de la abuela
se lo pague, con Arturo de Córdoba y Zully More-
sala y esta la han dejado cerrada con doble llave.
fantasma llegara a su casa, listo para dar el santo
entro en la literatura y, por qué no, en la abrupta
no. El teatro se especializa en películas mexicanas.
Mi abuela y yo no podemos escuchar el programa
y seña él solo, porque sus papás estaban en cine,
pornografía. Con el correr del tiempo andaría por
Creo recordar que se trataba de un millonario ele-
que nos cautiva y nos tenemos que transar por la
y cuando oyó que había parado en la mía, en
las librerías de viejo buscando La hija del cardenal
gante que se vestía de mendigo y se sentaba en un
lectura de un libro, que si mal no recuerdo es Ana
la número 20-60, y nos habían corchado, él se
para leer a escondidas, y de paso me encontraría
andén a recibir limosnas. Sé que papá se queda
Karamazov, de Tolstoyewski . A las once estamos
lanzó a auxiliarnos. Alcanza a gritarme desde el
con Crimen y castigo, Así hablaba Zarathustra, El
dormido desde que apagan las luces y ponen los
profundos, cuando escucho unos golpes tremen-
patio: “Coltejer es la tela de los hilos perfectos”,
proceso, El satiricón y Justine, de Sade. Y allí co-
primeros vidrios de propaganda. Y a mi madre le
dos con nudillos de acero en la gruesa puerta de
pero ya el carro fantasma ha partido en busca de
menzaría el acabose de este prospecto de persona
chocan esas cintas donde sólo ve pobreza. “Con
la calle. Me levanto de un salto y grito: “Abuela,
una nueva dirección terminada en 0, ha tocado
útil a la sociedad de su tiempo.
la que tengo en casa me sobra”, me dijo un día
son los del carro fantasma de Coltejer toca a su
los tres golpes sacramentales en la casa de los Or-
que salimos de ver un quinto patio, en una con
puerta, y no nos sabemos el santo y seña”. Sali-
tiz, adonde no alcanza a llegar Flavio de vuelta
Pedro Infante. A ella las que le encantan son las
mos en piyama, abrimos y nos encontramos con
por el entejado, y así perdimos todos esa fortuna.
Desde hace meses esperamos ansiosos la visita
películas imperiales, donde se ve el esplendor de
una multitud de vecinos y los micrófonos abiertos
Al regreso del cine mi abuela los recibe dán-
nocturna del carro fantasma. No se trata del que
las emperatrices, muchas alfombras, espejos, ja-
de los animadores que nos instan a decir la clave.
doles a los cuatro con una escoba, les reclama
echa bala por las ventanillas desde la boca de los
rrones, brocados y diademas. La recordé mucho
Abuela se desgañita quejándose de estos malna-
que por su culpa no sólo no ganamos la plata
revólveres de los “pájaros” a transeúntes de cor-
cuando Aura Lucía me despachó a visitar el pa-
cidos que se fueron para cine y dejaron el radio
sino que quedamos en ridículo en la ciudad, y el
bata roja. Es el carro fantasma de Coltejer que,
lacio de Schonbrunn, la residencia oficial de los
encerrado y que por eso no sabemos el santo y
llanto de la abuela se nos contagia a todos en la
en desarrollo del programa “Coltejer toca a su
Habsburgos en Viena, y eché un motoso sobre la
“Dios se lo pague”
cama de Sissi.
1 Años después me apasionaría por Vargas Vila, de quien llegué a creerle que era el mejor escritor del mundo y que yo podía llegar a ser lo mismo si seguía por su camino. Mas ni lo uno ni lo otro.
¿Qué haría nuestra familia con quinientos 28
2
familia. Pero lo peor fue que tampoco les gustó la película.
2 Alusión descarada de admiración a Vladimir Nabokov, autor de la frase increíble: “Frígidas damas del jurado: he de confesar algo muy extraño. Fue ella quien me sedujo”, refiriéndose a su Lolita.
29
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Avenida Los Mangos Barrio San Fernando
E
l sitio se llamaba “Winnipeg”, en homenaje a una ciudad canadiense donde se decidie-
ron los Juegos Panamericanos para Cali. Una comisión de caleños ilustres, entre los que se contaban el presidente del Comité Olímpico Colombiano, Mario García y García, y el periodista antioqueño Raúl Echavarría Barrientos,
Habitante del sur profundo Por Medardo Arias Satizábal
había viajado hasta allá para convencer a las directivas del deporte panamericano acerca del potencial de Cali para organizar estas gestas con éxito. En ese tiempo a la ciudad se le reconocía como la capital deportiva de Colombia, y también la llamaban “Sultana”, cosas así. Cuando se supo que la capital del Valle sería la sede, la
Foto Medardo Arias Satizábal
ciudad estalló en júbilo, repicaron las campanas de las iglesias y las sirenas de los bomberos. “Winnipeg” quedó así inscrita en la historia nuestra y, para recordarla, le dieron ese nombre a una fuente de soda. Estaba en la esquina de la calle Novena, conocida también como la avenida de Los Mangos, en el barrio San Fernando. El aviso del lugar fulgía en las noches como sal31
Prólogo Arias Satizábal Medardo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
sa de tomate derretida sobre nuestras cabezas,
lódica diatriba con aquello de “por que me ven
vivían las hijas de Alcides Nieto Patiño, el hom-
escuchar, de viva voz, al “Piruncho”, un cantan-
cuando caíamos ahí en busca de un perro calien-
la barba y la alta pipa / dicen que soy poeta…”.
bre que dio nombre al velódromo de Cali. Eran
te natural de la tribu de los Henao. “Piruncho”
te con jugo de mora, la estrella del menú ligero.
De Greiff puso a un lado su cachimba para mirar
una jóvenes divinas, inalcanzables, a las que sólo
había sido trompadachín y venía de las duras re-
Cerca de ahí vivía Luis Fernando Tascón, a quien
por un instante, asombrado, al joven poeta que
reconocíamos como “las velódromo…”. Cerca
friegas pandilleras de los años 70, cuando el sur
llamábamos “Taseche”, en cuya casa viví por pri-
descendía de las alturas con aquella imprecación
de la galería de Alameda, un poco más acá de
de Cali parecía un plató de West Side Story, con
mera vez lo más parecido al placer bibliófilo: una
que no era propiamente la canción del hombre
la Granja Tibidabo, una de las proveedoras de
peleas que involucraban galladas como Canta-
biblioteca-hemeroteca en la que se alineaban to-
de Kenya.
huevos más grandes del sur de Cali, estaba la
rrana, famosa por su beligerancia con las cade-
dos los libros que uno quisiera leer, entre ejem-
También estaba en el vecindario el pintor
“casa quinta” del general Deogracias Fonseca,
nas, la guayas y la patada voladora, además de
plares de revistas Life con unas crónicas estupen-
Chalo Rojas. Su pintura traía hasta nosotros algo
miembro de la junta que presidió el gobierno de
“El triángulo”. Algunos ex pandilleros de estos
das sobre el Jazz en el sur de Estados Unidos, las
de la noche en sus neones y fue por ella que me
Colombia después de Rojas Pinilla. El general sa-
grupos se “regalaron” al ejército de Estados Uni-
ediciones por entregas de Muerte en la tarde, de
aproximé al trabajo de Evert Astudillo, obsesio-
lía, con su caminar cansino y una talega, a com-
dos y murieron en los arrozales de Vietnam.
Hemingway, ejemplares viejos de El Espectador y
nado también con esos rincones de sombras, a
prar coronillos y guayabas en la galería cercana.
“Piruncho” usaba gomina, se vestía de blanco
Relator y un pequeño acordeón recostado al des-
veces inéditos, tomados del Cali que anochecía
A pocos pasos estaba la iglesia de El Templete y
y cantaba, con el acento de Abelardo Barroso,
cuido sobre los libros. “Es de mi padre”, me dijo
en sus bohemias barriales, en su música. Y de ahí,
el espacio contiguo a las piscinas panamericanas
canciones del Benny Moré. Me veo ahí, en tor-
Taseche, y era casi como una sugerencia para
abrí una ventana a esa otra poética urbana en
donde empezó la historia musical moderna de
no suyo, sentado en el césped, siguiendo el coro
no tocarlo. Su padre usaba una gorra campera,
la plástica, fundada en los billares nocturnos por
Cali, con la llegada de Ricardo “Richie” Ray a
“¡Ay!, si se me fue”, que acompañaba su me-
a cuadros, como las que llevan los ganaderos en
Saturnino Ramírez.
fines de los años 60. Estos sucesos fueron poé-
lodía predilecta. Se afinaba el cuello y luego se
la meseta castellana, y por Dios que parecía un
La avenida de Los Mangos se llamaba así por-
tica y profusamente narrados por Andrés Caice-
empinaba como un gallo para cantar: “La saqué
poeta de la generación de León de Greiff, a quien
que en otra época estuvo sembrada con árboles
do Estela en su novela Qué viva la música. Eran
de la manigua / la metí a la poblana / cuando
Taseche veneraba.
de este fruto; también de mamoncillo y poma-
los predios de la caseta Panamericana, donde
conoció La Habana, esta China se me fue…”.
“Vivan los calzones rojos de las putas de Pa-
rrosas. En tiempo de cosecha, los vendedores de
también se había inmortalizado Ismael Miranda,
Acompasaba el canto con dos baquetas de bue-
rís”, gritó Luis Fernando Tascón en el Teatro Mu-
mango biche no tenían que ir muy lejos para re-
joven aún, al cantar “Señor Sereno” y “Mi opor-
na madera que portaba en el bolsillo trasero del
nicipal de Cali mientras descendía de galería a
coger su mercadería. Alzaban un palo en la calle
tunidad”.
pantalón. El incienso iba de mano en mano, y
luneta por una columna del teatro, como un
y llenaban la carreta. Cerca estaba la concentra-
En el parque cercano, dos cuadras más allá
alguien vigilaba para “cantar la zona”, o avisar si
bombero inspirado, en homenaje a Leo Le Gris,
ción deportiva “José de Jesús Clark”, y en una
de “Winnipeg”, todos los sábados, sentados en
venía la “Miami”, patrullas policiales, llamadas
el poeta que en ese momento empezaba su me-
esquina, bajo una casa tutelada por una palmera,
el césped, los chicos de la cuadra podíamos ir a
así porque fueron traídas en barco desde Florida
32
33
Prólogo Arias Satizábal Medardo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
dentro de un convenio de “Ciudades Hermanas”
gar cuando caía la noche, y un ajedrez que se
mítica frente al parque Panamericano, donde
la salsa tuvo su templo en sitios como “La jirafa
que se le ocurrió a un alcalde de Cali. Eran unas
doblaba también para buscar con él alguna es-
el panadero tenía hijos con cada empleada que
roja”, “El escondite”, cerca al Club San Fernando,
patrullas ya obsoletas, enormes como yates, pero
trella. Que se sepa: derrotó a todos los buenos
contrataba, los mismos que andando el tiempo
y “Cañandonga”, lugares inmortalizados hoy en
con toda la tecnología de “gringolandia”. Lo que
jugadores que merodeaban por San Fernando,
se instalaban detrás del mostrador. Huelga decir
las canciones del Grupo Niche.
se entendía como tecnología eran unas sirenas
las canchas y las piscinas, y se despedía de ellos
que ahí, hasta tiempos muy recientes, continua-
Salir a dar la vuelta a la manzana era encon-
de película y unas luces que de pronto hacían
con una sonrisa magnánima, prometiéndoles re-
ban haciendo el pandebono clásico, o sea, el de
trarse con el mito de Jaime Aparicio y del primo
parecer al barrio San Fernando como un rincón
vancha.
rosca, con queso traído de la costa caribe.
Flavio Salinas, atletas cuyas gestas eran recorda-
Frente a las canchas vivía también Oscar
En ese sur profundo de Cali nació también el
das en los muros del estadio Pascual Guerrero;
Las peleas no faltaban, sobre todo en las can-
López, la gran figura del Deportivo Cali, y era
mito del Padrino local, de Jaime Caicedo, El Gri-
era la oportunidad para saludar a Jorge Gallego,
chas de baloncesto donde El Pájaro jugaba en pi-
común ver en los estaderos vecinos a Eduardo
llo, un rumbero de Buenaventura que abrió las
a Gilberto Cuero, del América, al “Barby” Ortiz
jama y derrotaba, sin querer, a los propios juga-
Vilarete, un futbolista de la costa Caribe, a María
primeras grandes discotecas en la calle Quinta.
y a “La Mosca” Caicedo. Con “La Mosca” nos
dores de la selección Valle. El sur de Cali era un
Isabel Urrutia, a Pedro Grajales (el atleta), a la
A estos lugares, entonces, se les llamaba “griles”
sentábamos en un muro de la avenida de Los
lugar de paraíso con no pocos personajes céle-
Maquilón, a Armando González y a Guillermo
y encendían sus nombres en esas noches de los
Mangos a recordar sus días de gloria en el De-
bres que iban haciendo historia sin proponérse-
Moreno Rumiet, estos últimos basquetbolistas de
70: “Chapaqua”, “Chapaqualito”, “La Manzana
portivo Cali y en el Independiente de Argentina;
lo. Uno de ellos fue “Pelos”, un genial jugador de
la selección del Valle.
Verde”. El submundo de la ciudad se pobló de
la charla iba hasta que amanecía, pues “La Mos-
de Coconut Grove o de West Palm Beach.
ajedrez que tenía el sueño de derrotar a Bobby
Era el sur de Cali, el sur de “La Habana” don-
mariachis que daban serenatas a domicilio, ca-
ca” era pariente del “Negro Concho”, toda una
Fisher o a Anatoly Karpov. Nadie sabía de dónde
de Servio bailaba “Yimboró”, mientras William
mionetas “Rangers” que cruzaban raudas la no-
institución en Buenaventura, el primer porteño
había venido. Tenía la traza de un hippie esca-
danzaba también detrás de la barra; el sur de
che, orquestas de salsa que venían directamente
afrodescendiente que abrió una almacén de telas
pado de un incendio, su cabeza era un nido de
Diego Henao, el nadador hermano del “Pirun-
desde Nueva York, y también disparos. Toda la
en el centro del puerto, al cual no entraba nadie.
medusas, con pelos apelmazados por el mugre y
cho”, el mismo que había viajado hasta Puerto
leyenda del narcotráfico caleño empezó en el
A diferencia de los árabes que vendían rollos de
por la urdimbre de jugadas y movidas maestras.
Rico para convencer a Richie Ray de venir a una
sur; muchos de sus protagonistas murieron en el
popelina canciller y dril armada, y se mantenían
Llevaba siempre la misma indumentaria, y la au-
feria de Cali por primera vez; el mismo sur de
intento y otros están en las cárceles de Estados
atareados en sus negocios, él podía sentarse a la
sencia de jabón hacía que hubiera perdido todo
Beto Borja, que hacía chistes en inglés o en espa-
Unidos.
puerta de su almacén a leer prensa sin que le
hedor. “Pelos”, conservado en su propia esencia,
ñol, iba a misa puntualmente con pantalón plan-
Fue en este mismo sur donde se abrió el sa-
importara vender un solo metro de género. Los
llevaba siempre un cartón enrollado debajo del
chado y dictaba cátedra de jazz a quien quisiera
lón de baile “Los años locos”, en el complejo
bonaverenses decían que había encontrado un
brazo, su cama, la que extendía en cualquier lu-
escucharlo. Beto vivía cerca de una panadería
residencial y comercial de Imbanaco, y donde
tesoro, un baúl lleno de oro, y por eso se daba
34
35
Prólogo Arias Satizábal Medardo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
el lujo de enviar a su hijo a estudiar Leyes en Bo-
Manolete”. Tocaban “Palmira Señorial”, “Víctor
gotá; a la postre, aludían a Colón Caicedo Porto-
Panamericano” (Víctor fue un niño humilde de
carrero, uno de los porteños más genuinos que
Cali que fue símbolo de los Juegos), “Carmen de
haya conocido Buenaventura.
Bolívar”, y otras melodías de este tenor.
Barrio Granada Calle 15 Norte entre avenidas 6ª y 7ª
L
Esta vuelta a la manzana envolvía también el
Escribir este texto me ha permitido salir a ca-
paso por “La cueva de la rana”, el sitio del viejo
minar otra vez, imaginariamente, por calles y lu-
Roberto Echeverry, tío de Iván Olano, donde, en-
gares que ya no existen, pero sobreviven en el
tre empanadas y ají de aguacate, nacieron y se
recuerdo del perfume de los mangos de aquel
bodega esperaban su turno para ser trabajadas
disolvieron muchos romances, como en “El Re-
San Fernando que cantaran Benny Moré y Ma-
las piezas de madera, recostadas como carraspo-
creo”, más arriba, en la Novena, o en el Teatro
tilde Díaz; permanece, también perenne desde
sos huesos a la vista en los muros descascarados.
Asturias, del asturiano José Fernández, en pleno
aquella época, la mancha de mamoncillo en mi
Bloques de cedro negro, comino crespo y médu-
barrio Alameda, donde era posible ver un doble-
primera guayabera. Mancha indeleble.
te inimaginado: Chinatown y, como segunda pe-
Ese que fue mi “Deep South”, ya no existe;
lícula, Corre, Nicky, corre, un filme que contaba
como todo lo que se lleva el tiempo, marchó en
la vida de un pandillero de Nueva York converti-
tropel hacia el olvido. La mayoría de aquellas ca-
do después al cristianismo. Nicky acompañó a Ri-
sas solariegas fueron derribadas para dar paso a
chie Ray en su primera venida a Cali, después de
torres, discotecas, mueblerías, supermercados.
La casa del comienzo del mundo
la de nogal, que unos arrieros vestidos de color kaki arrimaban en mulas desde la región boscosa de los páramos cercanos a La Cabaña que papá había comprado en la cordillera, donde se había
Por Fernando Cruz Kronfly
presentado la epidemia de llanto que asfixiaba a los niños. Tenían fama las telarañas que sostenían por sí mismas en el aire el tejado de zinc de
crónica. Sólo perfume del recuerdo.
junto a la periodista puertorriqueña Paquita Be-
vieja casamata, en línea diagonal a la puerta
de mi casa. En el aposento oscuro que hacía de
La única prueba de su existencia hoy es esta
convertirse en mensajero del Nuevo Testamento,
a ebanistería del barrio despachaba en una
la casamata del viejo ebanista. De vez en cuan-
rio. Yo era entonces reportero de El País y pude
do, sobre todo en Semana Santa, brotaban a los
entrevistarlos en el Hotel Aristi.
andenes tarántulas y alacranes tuntunientos, ce-
En la esquina de la avenida Roosevelt que mi-
gados por la fuerza de la luz y empujados por
raba al Coliseo Evangelista Mora, estuvo durante
la humedad del invierno que los invitaba a salir.
muchos años “Manolete”, un sitio abierto donde
Cuando esto ocurría, formábamos alboroto con
cada viernes era posible encontrar una orques-
palos y piedras. Entonces nuestros sueños pasa-
ta, llamada cariñosamente “Los chupacobres de
ban a ser de pesadilla. No temíamos a los alacra36
37
Prólogo Cruz Kronfly Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
nes sino a las historias que sobre ellos se tejían.
nista organizaba y aseaba el taller, reunía con un
cido encima de sus botas. En la mitad de aquel
el polvo, la mujer del carpintero salía a la calle
Lola Barón decía que provenían del fondo de la
rastrillo el aserrín y la viruta y sacaba a la calle
desorden resplandecían echados encima de la vi-
con la regadera de mano y humedecía la calle to-
tierra y que los brazos de aquellos animales eran
los desperdicios en costales. Entonces hacíamos
ruta los muebles en proceso. Cerca de las puertas
das las mañanas del verano. No miraba a nadie y
con seguridad ganchos arrancados a los bigotes
la gran fiesta y saltábamos encima de los bultos
se agolpaban, a punto de ser empujados a la ca-
se hacía la que cantaba en solitario para evitar el
del demonio. Rosa, la mujer de Víctor Rincón, el
como chivos que trepan a los riscos, antes de que
lle, amortajados en hojas de periódico los mue-
saludo. Pero en los inviernos se formaban pozos,
albañil que levantó las paredes de nuestra casa,
vinieran las carretas del municipio a llevarse la
bles terminados, que debían pagarse por cuotas
espejos de lodo. Es en los confines y bordes oscu-
aseguraba que su marido se había caído del te-
basura. Cierto día trajimos fuego de una estufa
y que con el tiempo la clientela se iba llevando a
ros de este telón arrugado donde todavía creo ver
cho porque había perdido la conciencia debido
vecina y causamos un incendio que no produjo
sus casas en carretas tiradas por caballos. Yo me
los caballos que día a día bajaban de La Cabaña,
al almizcle de los alacranes. A todo lo cual se su-
daños pero que hizo época.
sentaba en el andén a escuchar los resoplidos de
cargados de huevos, quesos, leche y leña seca.
maba la agonía de Cristo en la cruz, las llamara-
En el rincón derecho, al precipitarse la noche,
aquellos animales que amaba y a verlos comer
Ramos de flores nunca faltaron. Parte de la leche
das del infierno y el terror por nuestros pecados.
alumbrados por la bombilla que colgaba del envi-
salvado de maíz de un tarro de lata mientras car-
y de los quesos se vendían en el expendio de la
Durante aquellos días de miedo no dormíamos.
gado del techo, iban saliendo de las sombras y se
gaban las carretas con los muebles. Cuando na-
señora Paulina Domínguez. Otras partes se que-
Los hijos del médico Racines Pombo, que vi-
iban dibujando en el aire interior de la casamata
die había a la vista, metía la cabeza en la canoa
daban en casa o iban a parar al vecindario por
vía en la esquina, se ponían pálidos delante la
el banco de trabajo del ebanista y las herramien-
improvisada para sentir de cerca el olor de la me-
los orificios de los muros traseros, que hacían las
presencia de aquellos animales. Pero, sobre todo,
tas. Garlopas, serruchos y martillos, cuyas siluetas
laza. He amado siempre el aliento que brota de
veces de vasos comunicantes.
al escuchar las historias que los sobrinos de los
apenas adivinábamos desde la acera de enfrente.
las entrañas de los herbívoros, hasta hoy. Pero a
carboneros reproducían en sus oídos para dar-
Cuñas, prensas, escuadras y lápices bajo la luz
pesar de todo no he buscado psicoanalista.
les susto. Nosotros nos carcajeábamos a los gritos
mortecina. El carpintero era de andar lento, mi-
El pulimento final con el tapón debía cumplir-
pintería, veo todavía a los hijos del ebanista jugar
pero al rato estábamos tan asustados como los
rada torcida y misteriosa. Los rayos de sus ojos
se en un costado de los andenes, bajo el sol dora-
y entretenerse con la viruta, aplastados por la au-
hijos de Racines Pombo, debido a nuestras pro-
siempre pasaban por un lado de los ojos de uno.
do que bañaba el frente de la casamata. La calle
toridad del viejo en los quicios. Siempre estaban
pias invenciones macabras. Los pobres mucha-
De piel oscura, mostraba pelo abundante y enre-
de por medio en aquel entonces era de tierra y
atados de los tobillos a un grillete de madera, sin
chos salían despavoridos hacia su casa. Tardaban
dado alrededor de sí mismo, ya casi blanco. Yo
macadam. También había matojos de hierba en la
haberse comportado como criminales todavía. La
semanas en retornar a la calle con la ropa plan-
amaba el sonido de la garlopa, el perfume de la
juntura de los adoquines de los andenes. Durante
cabeza la tenían llena de crespos desordenados
chada, vestidos de marinero y recién peinados
viruta de cedro y de nogal. Y me mantenía en la
el verano, con muy poco o casi nada se levan-
y por vestido sólo llevaban calzones. Cuando no
con un fijador brillante bastante aceitoso que le
puerta de nuestra casa observándolo todo, pero
taba la polvareda. Entonces el terminado de los
vestían calzones completos les echaban encima
decían “glostora”. Cada mes, la esposa del eba-
el viejo ebanista hacía mala cara y escupía tor-
muebles debía sufrir las inclemencias. Para matar
media camisa de faldas hasta las rodillas. Noso-
38
Si miro de nuevo hacia aquellos mismos bordes y confines, en las puertas abiertas de la car-
39
Prólogo Cruz Kronfly Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
tros los veíamos desde la ventana, como si fueran
de sus hijos, que aspiraba se convirtieran con el
social de la manzana que de paso tampoco lo
ca para dejarlo instalado en el terreno de lo inútil,
nuestros propios esclavos, cantando en contravía
tiempo y la disciplina en un modelo de vida y
quería sentir respirando demasiado cerca, aun-
reconocí como descendiente de la familia del
de su suerte. Mi hermana tenía un piano de ju-
nada más, en aquella manzana de buenos apelli-
que de vez en cuando le comprara asientos y me-
ebanista Hernández a un Juez corpulento, que
guete y cuando se hacía la que tocaba ladeaba
dos, atributos que él no tenía a su favor porque
sas para los corredores de su hacienda ganadera.
cuando se emborrachaba desbarataba los bares
la cabeza como las gaviotas hacen delante de
era un intruso pero que anhelaba merecer con su
Mi padre trataba al viejo con más consideración,
en Cartago, lanzando las mesas y los asientos
una concha de perla. De este recuerdo quedan
buen trato algún día. Pobre ingenuo.
sobre todo cuando venía a casa de la cantina
contra el techo, hasta destruirlos, ahogado por la
por ahí a la deriva algunas fotografías. La familia
Papá ebanista cometió el desacierto de vivir
con sus tragos en la cabeza. Contrató con él la
babaza. Mesas y asientos era lo que papá carpin-
del carpintero se había propuesto hacer de sus
en el mismo barrio donde instaló su lugar de tra-
hechura de un gigantesco comedor de dieciseis
tero fabricaba, y esto mismo fue lo que su hijo
cuatro hijos gente de bien. Aspiraba a educarlos
bajo. Esto le generó ingentes problemas de aisla-
puestos, para sentar completa a la familia árabe
Juez se dedicó a destruir en las noches de bohe-
como personas que algún día pudieran interrogar
miento y desprecio, aunque no de mercado para
de mi madre, que era numerosa. También man-
mia durante muchos años, hasta que debió por
de frente al mundo y llegar hasta las cumbres del
sus muebles, que se vendían tan fácil en el vecin-
dó hacer varias repisas, un comedor auxiliar para
orden médica suspender la bebida antes de ser
reconocimiento social. Difícil tarea de malasan-
dario como el arroz de las praderas. Debió haber
instalar en la cocina, un mueble de biblioteca y
destituido de su cargo por escándalo. Entonces el
gre, palos en la cabeza y madera con bisabras en
montado su taller en un lugar céntrico y vivir con
dos mesas de noche para la alcoba de Lola Ba-
hombre se sumió en ataques de melancolía y de-
los tobillos. Papá ebanista se esforzaba trabajan-
su familia en otro sitio, prudentemente lejano, en
rón, madre del albañil que levantó las paredes
bió recurrir al auxilio de la psiquiatría. Decía que
do de la mañana a la noche y a veces su bigote
las estribaciones de la Loma de la Cruz, si fuera
de nuestra casa. La vieja me hizo abandonar para
no podía controlar los ímpetus que lo empujaban
goteaba sudor en el piso. Yo no perdía detalle.
el caso. Pero el rendimiento de la ebanistería, por
siempre el biberón y me pasó a beber la leche de
al desafuero y sufría como el prisionero de una
Con las gotas saladas, allá abajo hervía el ase-
prometedor que fuera, no daba para abrir dos
un pocillo de peltre. Racines Pombo usaba cha-
agitación interior que no estaba en condiciones
rrín. Se humillaba, se mostraba decente ante la
frentes de vida a la vez. Entre tanto, dando por
leco bajo la canícula de agosto y solía consultar a
de comprender, mucho menos de arrastrar como
clientela pero cuando estaba a solas casi siempre
descontado aquel error estratégico, lo más indi-
cada rato el estado de su reloj de leontina, mu-
armario de caoba desde las sombras de su infan-
gruñía su malestar. Su mujer lo ayudaba a punta
cado era asegurar a sus hijos de los tobillos, para
cho más por alardear que por orientar en el tiem-
cia hasta la luz de la razón. Ningún médico del
de cantaleta. En el fondo de aquel mundo im-
que no se comprometieran en travesuras calleje-
po su cabeza descuadrada durante los diferentes
espíritu logró jamás descifrar el origen de aque-
penetrable, siempre hubo un radio encendido y
ras y no vinieran a mezclarse con la sangre de la
períodos del día. Se decía de él que la inquietud
llos males, que obraban sobre la pobre víctima
una jeta de mujer ocupada protestando por todo.
aristocracia que corría por las calles como agua
de sus manos y el modo como devoraba el pe-
como una fijación. Mucho menos el mismo Juez,
Sobreponiéndose al infortunio, el hombre fabri-
blanquecina. De este modo el ebanista daba
llejo cercano a sus uñas se debía a su adicción a
que con sus frecuentes entrenamientos noctur-
caba asientos, mesas y muebles, aunque también
ejemplo de autoridad sobre sus hijos y se ganaba
la morfina, pero esto jamás se pudo comprobar.
nos había agarrado un esponjoso pecho de toro,
grilletes con bisagras de acero para los tobillos
la admiración del médico Racines Pombo, líder 40
famoso por su musculatura. Levantaba las mesas
Con el paso del tiempo, que todo lo domesti41
Prólogo Cruz Kronfly Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
y los asientos como si fueran de paja. Laberinto
rredores penumbrosos de los inquilinatos, cada
despachada en bultos rumbo a Buenaventura.
el aire de los aserraderos del arrabal, donde se
humano que creo estar en condiciones de des-
quien en busca de lo suyo. Más tarde, los chilli-
Toda la noche salían camiones rumbo al puerto,
habían empezado a utilizar sierras eléctricas traí-
cifrar en medio de mis propias sombras, debido
dos del amor venían a sumarse al bullicio general.
haciendo sonar sus cornetas en la rotonda. Allí
das de Inglaterra y Alemania. Aquel mismo pre-
a la extraña luz que arrojan mis recuerdos sobre
Desde muy lejos se podía olfatear el vaho de las
vendían chorizos, panes de maíz, tazas de choco-
parado se distribuía también por la red de ca-
hechos tan lejanos.
ollas en los restaurantes, donde hervía el caldo
late y café. Los motoristas sacaban la mano por la
fetines y bailaderos de milonga, para garantizar
Dos cuadras al oriente despachaba la trillado-
de pajarilla y de pescado para el desayuno de los
ventanilla y con un trapo rojo se despedían de las
el aseo de la desgracia que encima de los pisos
ra de café. El puente entre la trilladora y la plaza
carretilleros y los desalmados que ya no tenían
cocineras, que gritaban en coro mientras secaban
iba depositando la parranda. Polvo de zapatos,
de mercado, por el costado occidental, estaba
ojos de tanto abrirlos a la oscuridad. Los domin-
sus manos en el vuelo de los delantales. Aquellas
escupas dirigidas a las grietas del piso y desper-
conformado por un cinturón de cafetines, hote-
gos se servían albóndigas, acompañadas de arroz,
máquinas parecían barcos a la deriva desprovis-
dicios de sangre ofrecida por los heridos en el
luchos, casas de lenocinio disfrazadas de inquili-
papas y ensalada. Aquellos gigantescos recipien-
tos de toda esperanza. Al rato se escuchaba el
combate de la melancolía, que de paso llenaba
nato y comedores populares que no dormían. En
tes de aluminio y poderosas orejas, parecidos a
quejido de las cajas de cambio entre la niebla
de alegría el alma. La cascarilla de café, junto
medio del bullicio, en una destartalada pieza de
las ollas donde se preparaba la mazamorra de
baja del amanecer por la orilla del Cauca, río te-
con el aserrín de madera, se esparcía por el piso
alquiler ofrecía sus servicios espirituales una igle-
verduras con carne de tercera que devoraban los
nebroso que me fundó con sus miedos y paisajes
de aquellos lugares. A todo lo cual se agregaba
sia pentecostal que tenía el encargo de convocar,
prisioneros, iban bajando de contenido a medida
oscuros, cuando en la madrugada se poblaba de
el afrecho húmedo de la cafetera, recogido en
por medio de alaridos desgarradores a través de
que pasaban las horas y el ánimo de los espíritus
cadáveres que flotaban como pesados bagres de
baldes durante los turnos del día y de la noche.
un parlante, a las almas descarriadas que no que-
decaía junto con la espuma de la sopa. Pero, al
madera. En las noches de lluvia, el eco de aque-
La cafetera era la pieza del engranaje mundano
rían saber nada de la muerte y sus peligros. Los
atardecer, todo renacía como si la vida volviera a
llos motores llegaba hasta mi casa. Entonces dor-
que menos dormía. Entre tanto, las coperas se
bares alrededor, por el contrario, operaban como
comenzar, a la manera de un renovado fuego sa-
mía más profundo, arrullado por el ronquido que
ponían a bailar entre ellas y en medio de cantos
un canto a la vida. En la zona se trabajaba por
lido de un extraño fondo de ceniza y piedras cal-
era traído por el viento a ras de tierra. En aquel
solitarios iban barriendo el sobrepiso con todo lo
turnos y siempre había movimiento y contagio-
cinadas. En vasijas aparte humeaban las lentejas,
tiempo el puerto no era tan pestilente como lo es
que había. Colillas de cigarrillo, polvo y terrones
sa vitalidad. Durante el día, hombres y mujeres
los frisoles en ahogo y el arroz con manteca. Los
ahora. Las veces que después me alojé en el Ho-
de sangre. Al venir presurosos de los cuarteles,
iban de un lado para el otro, entre las carnicerías
asientos de los comedores estaban encadenados
tel Estación, sentí cómo me subía la náusea hasta
todavía dormidos bajo sus gorras, los policías no
y los graneros. En la noche aquellos negocios se
al piso y las cucharas y los tenedores amarrados
la tráquea desde el puente de El Piñal.
querían encontrar prueba de nada y se hacían los
cerraban y empezaba la fiesta. A veces los sexos
con alambres acerados al borde de las mesas.
La cascarilla de café que escupía la trillado-
locos, del mismo modo como hoy lo siguen ha-
cruzaban su mirada y luego de un gesto de fácil
En el molino de la trilladora se retiraba la cas-
ra iba a parar a los gallineros de pisos de tierra,
ciendo. Después del procedimiento los mosaicos
lectura los protagonistas desaparecían por los co-
carilla al grano de café y la almendra esencial era
revuelta con el aserrín de madera que enrarecía
ajedrezados volvían a quedar tan brillantes como
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43
Prólogo Cruz Kronfly Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
antes y sobre ellos se podían deslizar otra vez los
marino y el de la fosforera color tierra. En aquel
lo que se conoce como la agonía del Milagroso
mesa de los hombres el aguardiente y la cerveza
zapatos de dos colores, durante las jornadas de
entonces no había abierto todavía sus puertas la
permaneció inalterada. Sobre esta agonía reposa
en los bares. No parecían mujeres sino pájaros.
tango que se reiniciaban a partir de las siete de
fábrica de vidrio industrial, a partir de la expe-
el turismo actual, que atiborra los restaurantes de
Por el contrario, con las obreras el comestible de
la noche. Para este momento ya los faroles ro-
riencia del vidrio soplado, técnica con la cual se
la zona y ha disparado hasta el delirio la indus-
la vida era a otro precio. Su cuerpo uniformado
jos se habían encendido y las claves simbólicas
habían elaborado algunos de los recipientes en
tria de velones y medallería sagrada. Estampas
olía a material político, no era bueno lo que su-
del bajo mundo empezaban a cumplir su papel.
que Lola Barón ingería sus brebajes y me ofre-
conmemorativas, llagas purulentas inventadas en
cedía cuando se juntaban y en cualquier caso se
Las letras de los valses que sonaban entre tanda
cía de paso chorritos de leche hervida. Tampoco
las pantorrillas de los miserables al gusto de los
trataba de otro tipo de mujeres que la época mo-
y tanda no se bailaban, porque su finalidad era
despachaba por aquellos días la fábrica de gra-
feligreses, mendicidad por contrato y voleo a dis-
derna producía, libres y altaneras, sin dueño co-
la de hacer meditar a la concurrencia sobre la
sas y aceites. Ambas lo harían décadas después,
creción de agua bendita. Entre tanto, las fábricas
nocido. Las fábricas del lugar las preferían sobre
complejidad de la existencia humana y el dolor
junto con la factoría de alimentos concentrados
muelen cada una lo suyo y los encargados de la
los hombres porque eran más baratas, chupaban
supremo de la vida.
para animales. De este modo, el pequeño pobla-
limpieza social a cada rato engrasan sus escope-
menos alcohol y se mostraban responsables con
Al caer la tarde, después del pitido de la sirena
do donde nací habría de tomar con el tiempo
tas. El poblado funciona de este modo como un
sus deberes. Pero eran escasas y cuando se enca-
instalada en la torre de lata de la trilladora, sen-
una cierta fisonomía industrial y el semblante de
relojito.
britaban no había corral que las mantuviera en-
tados en el borde de la ventana nos divertíamos
los propietarios se tornaría más arrugado y menos
Las obreras pasaban en pequeños grupos de-
cerradas en su sitio. Rompían las alambradas, al
viendo pasar las obreras que salían del trabajo
inocente. Sin embargo, los pies de los hijos del
lante de nuestra ventana. Entonces bajábamos los
rato lloraban, pataleaban en la puerta de la fábri-
como bocanada de sudor y humo. Caminaban
lugar siguieron teniendo dedos redondos y uñas
ojos y nos codeábamos, mientras las contábamos
ca amenazando con marcharse de nuevo a casa y
casi al trote, con la mirada siempre al frente, in-
encarnadas. Las historias clínicas del hospital de
una por una, como vacas lecheras. Ellas vivían en
para impedirlo era necesario subirles el sueldo de
yectada de una extraña fe, que podría atribuirse
San José y las mediciones de los antropólogos
lugares para nosotros tan invisibles como inimagi-
centavo en centavo. La ley laboral habría de ser
a la confianza en el progreso de la humanidad.
confirman este hecho, casi único en la historia
nables. Por lo que se rumoreaba de sus vidas, era
expedida hacia los años cincuenta. Pero, mien-
Aquellas que no venían de la trilladora lo hacían
de la región. Los ojos de las chicas, hasta hoy,
conveniente permanecer a prudente distancia de
tras llegaba, la pataleta estaba llamada a cumplir
de la fosforera, a sólo una cuadra la una de la otra
parecen de ternera que se asoma a la ventana,
su vaho libertario. Se decía de ellas que eran re-
importantes funciones laborales.
en la dirección donde despachaba la estación
aunque ahora deba reconocer que se trata de
volucionarias y a nosotros se nos paraba el pelo
Más cerca de nuestra casa, doblando apenas
del ferrocarril. Nosotros las diferenciábamos por
hembras un tanto más brinconas y adictas a los
de pavor. Seres misteriosos pero atractivos, pues-
la esquina por el costado norte, rumbo a la ca-
el uniforme y las contábamos al pasar, para ver
moteles que adornan y alegran el entorno. Pero,
to que las únicas mujeres que trabajaban en algu-
rrera Quince despachaba el depósito de carbón,
quién ganaba la apuesta de los pasos más rápi-
más allá del paso de la historia y la modificación
na cosa reconocible eran aquellas que cumplían
donde resoplaban siempre ahogados los tíos tu-
dos. El uniforme obligado en la trilladora era azul
de las costumbres, la fijación psíquica colectiva a
con el servicio doméstico y las que llevaban a la
berculosos de mis dos amigos preferidos de man-
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Prólogo Cruz Kronfly Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
zana. Contra la voluntad de mamá, yo jugaba
sombra de aquellos naranjos el calor era infernal
que nosotros sí teníamos, sino más bien como las
del falito-palito, tanto como la definición de la
con aquellos muchachos a la democracia y ellos
y quedábamos al descubierto. Las gallinas se re-
portadoras de una profundidad oscura y húmeda
mujer a partir de dicha ausencia, es asunto prio-
conmigo a la aristocracia. Tendría por entonces
volvían en el polvo junto a la baranda y debían
cuyo misterio envidiábamos y donde se concen-
ritario de los tiempos actuales. Ausencia capaz de
cinco años y la exigencia familiar de nobleza en
dar la señal de alerta si debido a la presencia de
traba toda la fuerza de su poder. La ansiedad por
convertir toda carencia en inferioridad.
las maneras se me brotaba por todas las hendijas,
algún intruso empezaban a cacarear. El cordero
causa de la falta del palito debieron registrarla
Aquella estornudadera de los carboneros a la
como el ruedo de un encaje que al salir a la ca-
Michael acezaba de calor en una esquina, en
después los psicoanalistas en sus maravillosas in-
vuelta de la esquina, que llegaba hasta nuestras
lle debía ocultar para sobrevivir entre la crápula.
compañía del pavo real, que solía dormir lejos
venciones y obras imaginarias, para dar cuenta
habitaciones a través del gran solar que había en
Mamá se mostraba contrariada por aquellas com-
de los aplausos del público con la cola arrugada.
de los efectos malignos de la desigualdad entre
el fondo de la casa, duraba hasta casi la media
pañías que estaban por debajo de lo permisible,
De aquellas comparaciones a la sombra de
los géneros y sus mundos simbólicos, pues cuan-
noche. Sentíamos que la enfermedad empezaba
pero no podía evitarlo porque la calle de enfrente
los naranjos, de espaldas a mamá y en contravía
do la frontera se desdibuja y el combate entre los
a trepar al cielo a la hora del crepúsculo y todavía
y la democracia parecían lo mismo. Otros amigos
de los espejuelos ahumados de Lola Barón, que
sexos prende fuego, la ansiedad por la ausencia
la escuchábamos cuando el aparato de radio de
más cercanos eran los hijos de Molina Martínez,
parecían un invento traído de otra época, nun-
del falito toma cuerpo hasta derivar en infelici-
Lola Barón apagaba sus tubos y la luz de las últi-
el mujeriego cariacontecido que regentaba con
ca concluimos que a las niñas les faltara algo por
dad y sentimientos encontrados de inferioridad
mas bombillas encendidas en los corredores des-
su vozarrón la casa vecina. Los chicos clasificaban
cuya ausencia debieran ellas sentirse infelices,
y al mismo tiempo de alegría. La vida en estos
aparecía de las ranuras de las puertas cerradas.
por encima de la raya de lo socialmente desea-
amargadas por el resto de sus pobres vidas. Por
términos suele ser demasiado peligrosa. Hubo
Momento cumbre en que los viejos carboneros
ble, según los criterios de mamá. En el solar de
el contrario, la imantada ranura que ostentaban
una época en que los chicos queríamos tener a
comenzaban a escupir sus flemas ensangrenta-
al lado de muros repartidos, habíamos instalado
como un tesoro escondido, ya desde entonces
la vez hendija y palito, para disfrutar a solas del
das por los orificios de las ventanas, polvosos as-
una escalera común para pasar de una casa a la
prometía un secreto de maravilla incompara-
misterio y no tener que ir a lloriquear de rodillas
nos de belfos de terciopelo obligados a meditar
otra, como las cacatúas alegres de una misma
ble, fuente de tan inquietante y temprano po-
ante aquel poder ajeno, tan lejano a nuestro al-
acerca de sus pobres vidas en el claroscuro bajo
jaula. Pero la verdadera causa era otra. Bajo los
der que ninguno de nosotros estaba llamado a
cance y tan huidizo. Cierto día Jacinto, uno de
los madroños envueltos en sombras. Durante el
naranjos más espesos nos bajábamos las ropas in-
comprender. Se trataba de un absoluto misterio.
los dos sobrinos de los carboneros, nos confesó a
invierno el asunto se ponía peor y aquellos pe-
teriores y los chicos nos comparábamos con las
Ante aquella autoridad oculta todavía sin pelos,
todos que quería tener siquiera una teta al lado
chos sufrían de espasmos y bloqueos hasta el
chicas, mutuamente y sin tocar demasiado, asus-
estaríamos con el tiempo condenados a llorar y
izquierdo, para chuparse a sí mismo sin tener que
amanecer. Los carboneros eran seres hermosos
tados de lo mucho que estábamos haciendo tan
jadear incados de rodillas, como hoy todavía lo
implorarle a nadie un préstamo de uso como ese.
y extraños, divididos entre el silencio interior de
cerca los unos de los otros en absoluto secreto.
hago cuando lo juzgo necesario. Las chicas no
Ahora las cosas al parecer se han invertido. Las
su existencia y la vergüenza exterior de su oficio.
Todos teníamos seca la garganta. Por fuera de la
eran vistas por los chicos como carentes de algo
épocas dan saltos y el significado de la ausencia
Bultos de huesos porosos ya encorvados forrados
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Prólogo Cruz Kronfly Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
en pellejo polvoriento, que en ocasiones me era
a comprar el carbón que demandaba la estufa de
desocupar el plato y luego, con mucho orden, se
tenía necesidad de hacerlo, por cuanto aquella
permitido ver de lejos, cuando me atrevía a dar
su mujer, que confesaba de vez en cuando a las
perdían entre las sombras, rumbo a las ramadas
era la única venta de leche que despachaba en la
vuelta a la esquina. Se me paraba el pelo de la
vecinas su condición de mártir, debido a que su
interiores hasta donde mis ojos no alcanzaban a
manzana y la gente solía llegar hasta el lugar guia-
nuca al sorprenderlos sentados en el andén sa-
esposo tenía la manía de comerse a las sirvientas
llegar. Así fueron educados pero cuando grandes
da por el olor, con los ojos cerrados. Pero de todos
cudiéndose la ropa al final de la jornada, dedica-
con tenedor y cuchillo debajo de la mismísima
se comportaron como tigres.
modos doña Paulina se empeñaba en ser útil, pa-
dos al aseo de las uñas de sus pies con astillas de
mesa del comedor auxiliar.
En las tardes jugaba a la rayuela, en ocasiones
sando por encima de su avanzada edad de retiro.
huesos de gallina y agujas de macana. No usaban
Con los hijos del médico Racines Pombo no me
a las damas chinas en el zaguán de mi casa, tirado
Su hija, María Nelly, fabricaba nuestra ropa en el
calzado sino los domingos, día en que tomaban
agradaba jugar. Me dieron siempre la impresión
en el piso entre el portón y el contraportón de vi-
verano, cuando teníamos vacaciones escolares y
el baño y se iban en fila a la plaza de mercado a
de ser demasiado rosados, bobos y aburridos. Se
drios de colores, hasta donde los rayos del sol ba-
disponíamos de un tiempo mayor para probarnos
ver gente y a comerse un helado de crema con el
reían de lo que no era y lloraban por lo que tam-
jaban en pedazos. Contra la voluntad de mamá,
los pantalones, las camisas, las batas y las blusas.
repaso ensimismado de sus lenguas amoratadas.
poco era. Jamás acertaron. Prefería entonces co-
que siempre echaba afuera a los sobrinos de los
La viruela se había comido en otro tiempo la mi-
Se comportaban retraídos, encapsulados en su
rretear por la calle de una esquina a la otra sin te-
carboneros por polvorientos, de origen misterioso
tad de la cara de la modista y encima tenía un lu-
destino y solitarios. Sobre sus lomos recaía buena
nerlos en cuenta, a veces con mi hermana menor
y absolutamente desconocido. Esta era la princi-
nar de sangre en el borde chorreado de la frente,
parte de la mitología tenebrosa de la manzana
y casi siempre con los dos sobrinos de aquellos
pal fuente de su cantaleta, que día por día llenaba
que disimulaba con la cascada de la mitad de su
y ellos a conciencia lo sabían mientras parecían
carboneros deshauciados que en todo momento
de basura mis oídos ¿De quién en realidad eran
pelo. De esta manera ocurrieron los desarrollos
dedicarse al juego de los equívocos. Según Mo-
olían a desorden, a mugre y a contagio, pero que
hijos aquellos muchachos, que sólo se enorgulle-
de la vida por aquellos tiempos en nuestra casa
lina Martínez, mujeriego con cara de semental,
me llegaban al alma por su ingenio y el modo dis-
cían de tener tíos reconocidos debido a la abne-
del comienzo del mundo. Todo lo cual recuerdo,
aquellos hombres misteriosos y callados eran los
tinguido como me trataban. Yo era su amo. Con
gación de su trabajo honrado? Nunca lo supimos.
asomado ahora a la hendija por donde veo pasar
responsables del contagio de todos los males que
los chicos del ebanista no podía jugar aunque lo
Contiguo a la carpintería despachaba un expen-
los ancianos de esta otra manzana en que vivo,
él sufría, incluida la tos de astilla de leña seca
quisiera. Ellos siempre estaban amarrados de los
dio de leche, siempre recién pintado de blanco
rumbo al parque del Perro. Ahí tomarán un buen
que al caer la tarde por poco lo desgarraba. El
tobillos desde las siete de la mañana hasta casi las
o de marfil. Jamás doña Paulina Domínguez dejó
baño de sol y beberán limonada. Un día me invi-
patio trasero de la casa de Molina Martínez lin-
siete de la noche, cuando empezaban a cerrar-
de atenderlo asomada como una aparición a la
taron a seguirlos, pero les tiré la puerta en la cara.
daba muro con muro con la carbonera. Su queja
se las puertas de la carpintería. Pero antes, hacia
ventana, donde agitaba semidormida una bande-
de años fue no haber podido pegar los párpados
las seis y media, papá ebanista venía a darles de
ra embadurnada de crema de natas, con el fin de
desde el día en que los carboneros ocuparon el
comer a sus críos y después a soltar los grillos de
llamar la atención de la clientela. En medio de su
local. Sin embargo, semanalmente iba al negocio
sus pies. Los chicos se sentaban en el andén a
ancianidad, doña Paulina luchaba por ser útil. No
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LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Parque de Versalles
A
través de los años recuerdo el parque. Allí se fue estableciendo nuestra residencia de
sueños. Un territorio auténtico de libertad, sin represiones. El futuro era una pared altísima, una nube donde nos encontraríamos siendo cada uno la estrella que todavía no éramos. Allí crecimos como hierba salvaje, como pasto sin cortar hacia un cielo encapotado y lechoso. En el centro del parque Versalles había un
El paseo en un tren desocupado
estanque circular con la estatua de una bella adolescente inclinada y semidesnuda, apenas cubierta por un escaso tul, una tela muy delgada y húmeda plegada a su piel, una tela sensual que
Por Germán Cuervo
presentía un cuerpo hermoso. Era nuestra diosa, la ninfa ideal. Una muchachita ensoñadora como para cuentos de hadas eróticos.
Foto Édgar Collazos - Barrio San Antonio
Puedo describir la construcción del parque con palabras de niño: era una aplanadora, eran unos señores con botas vestidos de kaki haciendo unos caminos, unos señores haciendo una construcción plana, un gran andén que rodeaba el parque y unos camiones que conducían al centro, a la pileta donde estaba el agua, y la estatua, la adolescente inclinada y semidesnuda. 51
Prólogo Cuervo Germán
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Alrededor del parque solo había tres casas y
podíamos irnos a pie sin coger buses, lo cual era
Era una tienda escasamente surtida, llamada La
la cabeza con las mechas largas y el “african–
una de ellas era la nuestra. Después hicieron el
más entretenido y libre para jugar, o por ejem-
Casita. Allí comprábamos dulces, chiclets, cual-
look”. Posteriormente, el ácido. También aterri-
-para ese entonces gigantesco- almacen“Sears”,
plo para coger mangos en el camino, ya que casi
quier confitito o bananita, por lo general antes
zaron por esas bancas los “pepos” amantes del
que ocupaba toda una cuadra. Para entonces
llegando al colegio había un kindergarten de una
de entrar al colegio. Cruzar la avenida y comprar
rojo Seconal, menos del Daprisal y el Mandras,
vino un progreso, un crecimiento desmesurado
agria maestra alemana llamada “Misistronki” y en
algo de afán antes de entrar a clase y para mascar
como en cámara lenta, desafiando todas las leyes
y el barrio se llenó rápidamente de casas. Antes
su patio había un árbol de mango donde en algu-
en clase ya era todo un acontecimiento de avan-
del tránsito, la gravedad, el equilibrio, el espacio.
eran potreros. Uno podía caminar con el perro
nas ocasiones, sin poder resistir la tentación, sal-
zada que muy pronto se convirtió en la compra
Fueron muchas las horas que trascurrieron en
hasta San Bosco, un monasterio de franciscanos.
tábamos la verja del jardín y nos encaramábamos
de cigarrillos.
esa esquina de parasoles, tardes y noches. Tuvi-
El camino estaba plagado de matorrales, guaya-
en el árbol hasta que salía la maestra vociferando
El rancho de La Casita con los años fue rem-
mos mucho murito para sentarnos y mucha ave-
bas, cítricos, mangos y unos pájaros negros que
con un palo como una loca furiosa y pues sí,
plazado por una venta de helados, de tipo ame-
nida Sexta para caminar. Se decía que el mundo
nosotros llamábamos “chamones” y “bichafues”.
era furiosa e histérica y no me podía explicar y
ricano, llamado Dari Frost, que fue el “parche” o
estaba cambiando pero no podía sentirme a gus-
También podía uno llegar por estos caminos o
compadecía a esos niños que les tocaba ir a ese
sitio de reunión de una gran cantidad de mucha-
to. Demasiada calle repetida, demasiada aveni-
por los primeros trazados de calles sin casas has-
kínder. Al pasar por esa acera yo creo que todavía
chos en los años sesenta y setenta. En esa esquina
da Sexta para arriba y para abajo y las fantasías
ta Chipichape, donde estaban los talleres del fe-
sigo sintiendo esa sensación que oscila entre el
de la calle 23 con avenida Sexta, entre parasoles,
románticas que quise tener no podía lograrlas.
rrocarril. Para mí estas altas bodegas misteriosas
miedo y el impulso de ir a robar las apetecibles
sundaes de fresa, banana splits y “vaca negra”,
Tarde en la noche siempre regresaba entonces al
a donde uno no podía entrar eran las casas de
frutas. El kínder se acabó, quizá la directora teu-
un batido de helado de vainilla y coca cola, reco-
parque bello, oscuro y desolado. Todo para mí.
los trenes, donde nacían, salían y tenían que ir
tónica murió. Y uno pasa por allí y piensa: ¿cómo
nocimos como nuestros el piano de Richie Ray,
El colegio de infancia se llamaba Liceo Ciu-
a dormir las locomotoras. Unos años más tarde
puede haber tantos mangos? ¡Tantos mangos en
con sus maravillosos cambios rítmicos, la voz alta
dad de Cali. Quedaba sobre la avenida Sexta y
nos colábamos en los vagones que marchaban
el suelo pudriéndose!
de Boby Cruz. Así mismo, varios iconos del rock
lo dirigía una pareja de profesores portugueses:
como Stones, Hendrix , Morrisson, Joplin…
Silia y Salvador Docarmo. Era un colegio mixto y
lentamente de Chipichape a la estación. Era un
En la esquina de la avenida Sexta con la ave-
paseo como de un kilómetro y medio en un tren
nida Estación, había un rancho muy pobre de
En ese punto y momento no había pandilla.
amable. Ahora pienso que eso podría haber sido
desocupado.
bahareque, o sea, de paredes de láminas de gua-
Allí conocí al negro Franklin, mítico peleador ca-
una ventaja dada la ruda educación sexista que
Por la mañana, antes de las ocho, íbamos con
dua, revestidas de barro aprisionado con cagajón,
llejero, fundador de la barra “Marquetalia” en
posteriormente tuve en otros colegios.
las maletas de cuero a la espalda para el colegio
adentro era oscuro, olía a todos esos materiales y
San Fernando; al baterista de rock y luego de
Entrábamos a las ocho de la mañana y sa-
con “Casamedias” (así le decíamos y no he podi-
a humedad. Su fachada pintada de cal resplan-
jazz, Larry Joseph. Nos embriagó otra moda, la
líamos a las once para ir a casa a tomar el al-
do acordarme por qué) y su hermanita Gloria, y
decía de blancura. El suelo era de tierra pisada.
bota campana para el pantalón y la cannabis para
muerzo. Por la tarde regresábamos a las dos y
52
53
Prólogo Cuervo Germán
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
coro de grillos en la fresca noche del estío.
salíamos a las cuatro. Sólo dos horas de clase y
los buses: verdes, azules, grises, rojos; de tal for-
Blanco y Negro eran las muchachas. Y era tal la
esa esperada salida de la tarde era un momento
Al parque lo llamaban Versalles pues el ba-
ma que no sabiendo leer o siendo uno un ce-
ansiedad, o la incapacidad de espera, o las de-
feliz. Regresábamos a pie con las maletas en la
rrio así se llamaba, quizá porque en un princi-
gatón no había forma de equivocarse, ya que
moras reales, que lo comenzamos a llamar “el
espalda y ya en casa tomábamos el “algo”, que
pio tenía pinos nunca peluqueados con formas
desde la distancia se podía distinguir la mancha
blanco y nunca”.
consistía en un refresco de avena o aguadepa-
geométricas, al estilo francés. Los pinos después
del color apropiado que se acercaba. Me acuer-
Mi padre compró un Dodge 48 (más tarde lo
nela con pandebono o acemas. Una vez hacía-
se volvieron feos en su descuido y fueron rem-
do de un Gris San Fernando, de un Verde San
cambiaría por un Pontiac del 55) pero no me lo
mos las tareas, que eran fáciles, no muy largas
plazados por otros árboles. Los faroles siempre
Fernando y, especialmente, del Rojo Santa Rita,
enseñó a manejar. De manera que comencé a
-nunca ocupábamos mucho tiempo en ellas-,
estaban rotos por los vándalos, igual suerte co-
porque también lo llevaba a uno hasta el Bosque
tomarlo al escondido, cuando se descuidaba o
corríamos al parque donde jugábamos hasta
rrieron las bancas donadas por “El Club de Leo-
Municipal (por donde está ahora el zoológico) y
hacía la siesta. Cuando se dio cuenta le puso un
que caía por completo la noche. Mamá nos lla-
nes” que tenían como insignia la cabeza del león
donde había un buen charco donde íbamos de
sistema de seguridad para poder prenderlo. Pero
maba asomada a la puerta, y solo hacíamos caso
en bronce. Años después se robaron la estatua de
paseo a bañarnos. Si las otras rutas de buses y co-
yo, astuto ya, comencé a robarme la alarma. El
hasta sentir la gravedad de la amenaza maternal
la niña. Pero el parque Versalles alcanzó a tener
lores implicaban en cierta manera obligaciones
bicho, ese gran automóvil, para mí siempre fue
o cuando estuviera ya definido el juego, enton-
casi 30 años de esplendor. Tal vez es una gran
como hacer vueltas, estudio, trabajo, ir al médi-
un objeto tabú y adquirí con él una relación
ces pasábamos a cenar. Esa comida casi siempre
vergüenza aceptarlo pero el vandalismo comen-
co… el rojo Santa Rita traía en cambio siempre
delictiva. Esperaba que mi padre durmiera pro-
era el almuerzo repetido o algo similar y, como
zó con nuestra generación. Después, por esas co-
para mí una implicación de esparcimiento y re-
fundamente para sustraerle, con sigilo supremo,
no había televisión, los viejos salían a “bajar la
sas “del progreso” y los cambios de mentalidad,
creación, de feliz paseo al río.
la alarma del bolsillo; luego, con mi hermano,
comida”, como ellos lo llamaban, dando una
en el lugar donde estuviera aquella hermosa es-
La ruta del Blanco y Negro fue abierta poste-
empujábamos del garaje hasta la calle el carro
vuelta al parque de manera que me parece ver
tatua pusieron un busto horrible de alguien que
riormente. Venía de Menga, en el extremo norte,
para no hacer ruido, y al volante salía raudo
a esos señores y señoras, de cabezas plateadas y
nunca supimos quién era y, para colmo, la pileta
recorría la avenida Sexta y, tomando la Quinta,
este as del automóvil. Recuerdo el auto lleno de
vestidos claros, dando tranquila y lentamente la
fue pavimentada. Donde antes hubo un remanso
llegaba hasta Meléndez, al extremo sur, donde
muchachos del barrio gritando emocionados y
vuelta al Versalles por la noche. Algunos se de-
encantado, hay aséptico y vil cemento.
habían construido la nueva sede de la Universi-
yo conduciendo sin apenas saber hacerlo, reco-
tenían y hablaban entre ellos, luego regresaban
Casi todas las líneas de buses pasaban por la
dad del Valle. En el Blanco y Negro se montaban
rriendo a gran velocidad las calles de la ciudad
a las casas y podían continuar una tertulia en un
avenida Estación y nosotros los tomábamos en el
las estudiantes que iban a los colegios aledaños
cometiendo todo tipo de infracciones. Luego, la
estado de paz y silencio en los pórticos. Un ciga-
paradero que había frente al “Sears”. Las rutas
o a la universidad. Eran buses que iban y vol-
policía de tráfico nos hacía detener, y al pedir los
rrillo, una pipa, una que otra palabra mezclada
o las direcciones hacia donde se dirigían podían
vían repletos de peladas que para nosotros se
respectivos papeles, por supuesto, no los tenía.
con el neón mágico de una luciérnaga, entre el
distinguirse con mucha facilidad por el color de
constituía en un gran atractivo. O sea que el bus
El pobre auto terminaba casi siempre aporrea-
54
55
Prólogo Cuervo Germán
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
do o confiscado en los patios de circulación y
loco Paz”), Jorge Hernán Gutiérrez (estudiante
ricos, parqueados al frente de las relucientes fa-
tránsito.
de análisis, luego acupunturista), Bernardo Gó-
chadas como épocas en que el sector fue deca-
Ahora, cuando pienso en nuestra casa, en la
mez (profesor de Thai Chi y traductor de poesía
yendo y quedaron solo apolilladas casas de vie-
esquina frente al parque, lo primero que me vie-
china), Carlos Cuervo (mi hermano mayor, en-
jitos, sin gente joven, cada día más destartaladas
ne a la mente es el rojo del ladrillo, sobre todo
marcado en clínicas como “esquizofrénico”) y
y derruidas. Luego las tumbaron para construir
el ladrillo de su tercer piso: allí había un solo
Luis Augusto Cuervo (humanista y swami, llama-
edificios como cajas de fósforos. Y lo que era
cuarto y se veía en esa esquina como una torre
do Ludovico Ashisananda Paramahansa Satya-
un barrio residencial, con sus palmeras africa-
en forma de castillo. A lado y lado una vetusta
nanda Saraswati, que murió en Benares, India,
nas y casas solariegas, se convirtió en una nueva
construcción, con techo de teja de barro a dos
donde fundaba una nueva religión).
prolongación del centro; un área comercial, po-
aguas. Recuerdo un pórtico con una banca de
La casa frente al Parque, erguida en aque-
luta y ruidosa. Nuestra vivienda y nuestra fami-
granito y un perro que correteaba por un jardín
lla esquina, tenía un aire pintoresco y especial.
lia podrían ser un efecto reflejo de espejo de lo
casi salvaje. Ese pórtico que nosotros siempre
Muchos de los habitantes de Cali de aquella
que fue ocurriendo en la ciudad, con todos sus
llamamos el vestíbulo era un remanso del sol al
época la recordaron y consideraron un pecado
cambios y altibajos. Desde su nacimiento hasta
mediodía y de paz en las noches, allí transcu-
urbanístico su demolición. Desde 1949 en que
convertirse en un edificio anodino y nuestra fa-
rrían las tertulias, no solo las de los viejos o las
fue construida (según rezaba en números roma-
milia y otras familias y sus conciliábulos… desa-
familiares, sino también las de nuestros amigos.
nos en un pergamino de cemento encima de la
parecer del barrio.
En el vestíbulo de esa casa frente al Parque
puerta de entrada) hasta su destrucción sufrió,
Vinieron otros tiempos.
votamos mucha corriente. Nos reuníamos para
igual que la ciudad, varias etapas representati-
discutir sobre literatura, cine, filosofía y sobre
vas: desde ser la solitaria casa solariega en un
psicoanálisis,
tema que en los años setenta
remoto norte de la ciudad despoblado, a irse
tuvo un prurito exacerbado en La Sultana, entre
rodeando poco a poco de otras familias y de
otros, Charlie Pineda (filósofo, coronado como
todos esos estilos arquitectónicos importados de
Charlus Rex dentro de una invencible lúdica),
Europa que pueblan nuestras ciudades. Así se
Andrés Caicedo (escritor, dramaturgo, cinéfilo,
fue haciendo el barrio, como una colcha de re-
suicida a los 25 años), William Calé (avanzadí-
tazos: también hubo tiempos ostentosos de ca-
simo filosofo), Octavio Paz (poeta, llamado “el
sas con muy dicientes narcotoyotas, de nuevos 56
57
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Avenida Sexta
P
ara el año 2000, la avenida Sexta era un extenso cinturón de asfalto, bordeado por dis-
cotecas multicolores y centellantes, atravesada por vendedoras de rosas, serenateros, salsomanos, estudiantes, hippies y poetas. Nuestro destino era el edificio Diana Margarita, un rectángulo rojizo de cinco pisos y diez apartamentos. Los primeros días los rostros de los residentes, entre coloridos y hoscos, se alternaban por horas
Una manzana prohibida
a intervalos irregulares como pantallazos de una cadena televisiva. Con los días fui organizando la programación. Supe que en el edificio Diana Margarita vivía un libanés venido a menos, que
Por Kevin Alexis García
arribó a nuestras tierras en busca de una colombiana sumisa; también vivía un pintor homosexual y bohemio, un camarógrafo intrépido, una abogada melancólica, tres estudiantes universita-
Foto Álvaro Gärtner- Barrio La Campiña
rios que serían grandes clientes de las ‘niñas’ del barrio; vivía un peluquero pudoroso que organizaba fiestas en su apartamento para un joven amante, ignorando que cuando lo hacía, las escaleras se convertían en pequeños resguardos de intimidad para el intrépido compañero; vivía una mujer tan blanca como un queso, semimadura 59
Prólogo Kevin Alexis García
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
y semigrasa, que vendía rellena y tamales para
amistad, y aunque el primero parecía un armadi-
tuberantes y bocas carnosas. Otros hombres lle-
cía de repente, de inmediato mis entrevistadas se
mantener a su hija de trece y a su marido, quince
llo gruñón y Dani apenas un felino juguetón, am-
gaban en las tardes para almorzar con sus fami-
quitaron sus tacones y salieron corriendo por la
años menor que ella. Con ellos vivía Zene, una
bos tenían cotidianidades similares. Ambos dor-
lias y en las noches retornaban solos en busca de
avenida. Yo, por supuesto, salí huyendo con ellas.
negra corpulenta y rotunda proveniente de Puer-
mían varias horas en el día. Dani, apostado sobre
“casas de cita” para rezongar sobre catres que, en
Yo, que de niño no viví en Europa como Bor-
to Tejada que alquilaba los apartamentos, barría
los muebles del apartamento; Octavio, recostado
desuso, reposaban en las mañanas sobre la acera
ges, que en mi pueblo no tuve una biblioteca de
el edificio y maldecía nuestra gata.
en la acera de la Avenida, sobre una butaca de
hasta que los auxiliaba el carro de la basura.
Babel, que en mi adolescencia no traduje a los
Nuestra gata, Daniela, recién llegada disponía
madera a punto de romperse. Dani se desperta-
La mañana, la tarde y la noche eran muy dis-
clásicos; yo, que me ufanaba de conocer todos
los corredores para que Zene los limpiara con
ba para comer alimento concentrado; Octavio,
tintas en la Avenida. En una esquina se vivía un
los pueblitos del norte del Valle y sentía que Car-
ahínco. Era la alegría de nuestro apartamento y
para exigir unas monedas por su rigurosa vigilan-
ambiente familiar al mediodía y al caer el sol se
tago era el ombligo del mundo, la primera vez
el horror del edificio. En las mañanas ronroneaba
cia y comprar un café y un buñuelo.
convertía en una zona prohibida. A un lado de
que recorrí la calle Quinta (esa misma de Si por la
sobre la cama de mi tío para que le acariciara con
Octavio con su mirada adusta, los ojos par-
las materas de una acera caminaban un par de
quinta vas pasando es mi Cali bella que vas atra-
sigilo el cuello y las orejas. Daniela tomaba leche
cos, la cabeza gacha. Lo veía sobre su butaca de
novios enamorados en la tarde, y en la noche un
vesando) llegué hasta la carrera 35 y comprendí
tibia en las mañanas y se tendía sobre la ventana
madera mañana y tarde. Con el poco tiempo co-
expendedor escondía entre las matas las bolsis-
que el mundo, como la capital, era ancho y ex-
en las tardes. Al poco tiempo empezó a crecer
nocí que era un campesino de Anserma, que en
tas de basuco y los tubitos de perico que algunos
tenso. A lo lejos, la calle Quinta se perdía en el
y una noche que jugaba con nosotros, mi prima
su juventud fue un pájaro conservador. Entre el
hombres compraban antes de recoger a los tra-
horizonte. Pero luego comprendí que el horizon-
descubrió entre sus patas dos redondas y tibias
tufo de su memoria quise hurgar en su pasado.
vestis. A los clientes del sexo les bastaba dar una
te era apenas la carrera 50 y que la popular calle
protuberancias; desde entonces, Daniela empe-
Así que mientras mi tío asistía a las reuniones de
vuelta lenta en sus autos, usualmente polariza-
continuaba otras cincuenta cuadras más abajo.
zaría a llamarse Dani.
la iglesia mormona para tratar de conquistar el
dos, y seleccionar entre los cuerpos semicubier-
Lo supe la mañana en que fui a la Universidad
Dani pronto se cansaba de aruñar los mue-
mundo y mi prima se enamoraba de cuanto po-
tos con ligueros. Entonces frenaban sus motores,
del Valle para inscribirme en Comunicación So-
bles, de tumbar las fotos, de esconder las chan-
licía, vigilante o uniformado cruzaba la Avenida,
abrían las puertas, negociaban el precio y el servi-
cial. Mis cálculos de contador empírico me de-
clas. Pronto hizo amistades en los tejados y se
yo me sentaba junto al cuidador de carros para
cio; acto seguido, con el nuevo plan para pasar el
cían que tenía opciones para ingresar. Mi prima,
escapaba hacia las edificaciones vecinas. Gracias
leer las alas de su historia de “pájaro”.
rato, desaparecían raudos por la Avenida.
en frontal lucha contra su Icfes, desafiando las
a Dani hicimos algunos amigos, pues Octavio, el
Mi vecindario, la avenida Sexta, era el fruto
Con los travestis hice mi primera crónica uni-
estadísticas, se inscribió en Psicología. Aspiraba a
cuidador de motos y carros, empezó a darnos
prohibido para ejecutivos sutiles que avanzaban
versitaria. Grabadora en mano, dialogaba con
quedarse con uno de los cupos ofrecidos, como
cuenta de su paradero.
lentos buscando calle abajo, entre las penumbras,
ellas en las noches y transcribía los textos en las
lo anhelaban otros quinientos aspirantes.
los cuerpos depilados de travestis con nalgas pro-
mañanas. En una ocasión que apareció la poli-
Octavio y nuestro gato Dani no entablaron 60
En los días siguientes mi tío se emocionó 61
Prólogo Kevin Alexis García
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
cuando supo que a la vuelta de la casa litigaba el
ansiedad, los veinte finales con estoicismo. Los
rostro de los presidentes norteamericanos como
parte, los americanos menos intrépidos danzaban
abogado Benítez, un motivador profesional que
cincuenta que continuaban los leímos con pre-
el monte Rushmore. Pero todos se volvían ultra-
sobre la vía con bultos de harina y espuma. En
junto al padre Gonzalo Gallo llenaba los tendidos
ocupación, los cien restantes con decepción, los
nacionalistas cuando jugaba la selección Colom-
las mañanas siguientes la Avenida, ese habitual
en el norte del Valle. Me ponía a leer en las ma-
doscientos siguientes con la certeza de que ella
bia. Las discotecas, los bares y los griles termina-
cinturón de asfalto, amanecía convertido en una
ñanas Ama y no sufras y sobre todo Tu espíritu en
ni siquiera había quedado inscrita. Por fin, apa-
ban atiborrados de banderas tricolores y bombas
extensa faja de harina de trigo que los obreros
frecuencia modulada, escrito por el avícola cura.
reció la luz al final del túnel, o, en otras palabras,
amarillas y azules con serpentinas rojas; todo dis-
del aseo debían retirar con cepillos y abundante
Yo, por mi parte, para equilibrar tanto desbor-
el nombre de mi prima en la casilla 482. Mi tío,
puesto para atraer a cuanto incauto se volcara a
agua, como si estuviesen aseando los patios de
de de optimismo, leía la historia de un hombre
para consolarla, le dijo que habría sido una de
pagar tres veces el valor de la cerveza para vivir la
sus casas.
que un día se había despertado convertido en
las punteras si la lista hubiese aparecido de atrás
emoción de la eliminación al mundial.
un insecto.
para adelante. Por su parte, ella, desconsolada, se
La avenida Sexta era el epicentro de la fiesta,
todo pasaba en una noche. A falta de vecinos,
Mi manzana, a falta de remodelaciones oca-
encerró a llorar lágrimas de cocodrilo, pero luego
la zona rosa de la ciudad. A medida que se fue
se veían aquí y allá los restaurantes con meseros
sionales, cambiaba de fachada cada seis meses.
llegó su novio el policía y se fue a bailar a una de
popularizando, los sitios para la clase media y alta
presurosos, los asaderos, las vendedoras de ro-
Un día una discoteca pintaba sus paredes de color
las discotecas de la cuadra. Yo, por mi parte, corrí
se fueron adentrando más hacia el barrio Grana-
sas, los hoteles en construcción, los viejitos con
naranja, otro día demolía todo y disponía répli-
con mejor suerte. Esa noche otro primo anunció
da, acercándose poco a poco a la montaña. En
voces moribundas y guitarras destempladas que
cas patéticas de árboles con sogas y micos. Meses
la debacle en la carrera de Odontología. Al final
la Avenida anhelé festejar todos los campeonatos
ofrecían canciones por mil pesos y que un hom-
después dibujaba papayas y sandías y cáscaras de
de la jornada, dos bajas y un sobreviviente.
del Deportivo Cali. Como maldición, debí pade-
bre sólo contrataba cuando quería fraguar una di-
En mi manzana prohibida, mi manzana rosa,
coco como si estuviese en Hawai. La discoteca
Los bares menos pudientes de la cuadra, o los
cer tres títulos seguidos del América. Entonces la
plomática retaliación contra la novia. A falta del
vecina hacía lo propio y aparecía con barriles y
que no tenían tanto dinero para lavar, se con-
manzana se llenaba a reventar de banderas rojas
usual vigilante de cuadra, en bicicleta y con radio
butacas de madera, en una extraña combinación
formaban transformando la decoración de sus
y terminaba atiborrada por hinchas del mundo
transistor, pululaban los gigantones guardas con
del Lejano Oeste en medio del trópico.
nombres. Anochecía en la avenida Sexta y como
y del inframundo. Luego que sonaba el pitazo
trajes de negro, pechos de testosterona y creatina
de la nada emergían unas letras descomunales,
final, celebraban volteando los carros, pateando
y ojeras de insomnes.
El día que salieron los resultados de la Uni-
compuestas por tubitos de neón, por bombillitas
las motos y rompían los vidrios del almacén que
A falta de la típica música plancha de la vecina
versidad, mi prima se peleó la primera consulta.
fucsias e intermitentes y cortinillas como vitrales.
vendía máquinas de fisiculturismo, y algunos ce-
de barrio, vivíamos al lado de un establecimien-
Junto a mi tío nos apostamos frente al computa-
Otro día, los meseros comentaban en alta voz,
lebraban subiendo hacia el barrio Granada con
to de salsa, en la zona posterior se agitaba una
dor. Los primeros quince nombres del listado los
para intimidar a la competencia, que en su ne-
bicicletas estáticas sobre sus hombros. Nunca
discoteca gay, donde todos los clientes parecían
leímos con emoción, los quince siguientes con
gocio pondrían una fachada en mármol con el
supe como festejaban los hinchas del Cali. Por su
conocerse y gritar al unísono; del otro lado de la
62
63
Prólogo Kevin Alexis García
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
vía reposaba una discoteca de vallenato y al lado
semana de paseo en Cartago, tal parece que es-
izquierdo de la edificación abría sus puertas “Bar
cogió perder los testículos en medio de la cópu-
Clays”, un bar que ponía rock todos los días.
la con una felina desconocida, que someterse al
Nuestro apartamento parecía ofrecer varios ambientes musicales y bastaba caminar de un
P
oco antes de amanecer el… (no importa el día) de junio de 2003, una conversación pro-
veniente de la calle rompió el silencio casi abso-
bisturí ascético del veterinario. Se marchó sin de-
luto de la noche y se coló por la ventana ahuyen-
jar huella, no sin antes ofrendarnos una torcaza
tando el sueño. Un sueño profundo y reparador
con su cuello retorcido.
después de agotador trasteo la víspera. Las cajas
lado a otro para escuchar distintas melodías.
En los días siguientes mi prima se deprimió
por ahí diseminadas se perfilaban en la sombra
Pero la armonía se rompió cuando el almacén
por el traslado de su novio el policía y se encerró
quieta de la casa, mientras afuera los hablantes
“Azúcar” se trasladó y un negociante presuroso
a llorar en su cuarto, pero al poco tiempo se ena-
se saludaban con efusividad, dejando en el nue-
instaló “Studio 54”. Entonces “Bar Clays” se pre-
moró de otro uniformado y el día del trasteo nos
vo vecino el primer reconcomio por tan abrupto
ocupó y la música de los Guns N’ Roses, Metalli-
ayudó a disponer algunos cuadros y sillas en el
despertar, cuando el cansancio engarrotaba cada
ca, Nirvana y Aerosmith se peleaba a gritos con
camión. Octavio, como siempre, dormía sobre su
los Ángeles del Infierno, Kraken y Ratablanca. Y
banca a punto de romperse y en un momento en
el grupo Niche subió la voz para opacar a Jean
que despertó pudimos despedirnos. Emprendía-
Carlo Centeno y Diomedez Díaz. Y en nuestro
mos un nuevo viaje. Al fin y al cabo, el mundo,
apartamento, empezaron a vibrar los vidrios de
como la capital, era ancho y extenso.
Campiña, barrio y montaña
coyuntura. Mientras los bulliciosos emprendían el ascenso a la montaña cercana, adentro hubo un último y vano intento de dormir otro poco antes de reanudar las labores de acomodación de
Por Álvaro Gärtner
corotos en el recién adquirido vivitorio.
todas las ventanas, del comedor y las porcelanas.
La madrugada contra voluntad era la prime-
Y ya no nos causaba tanta gracia ver a las parejas
ra cuota del precio de asentarse en La Campiña.
tímidas dar varias vueltas a la manzana antes de
Al acostumbrarse el espíritu a los sonidos y los
entrar al Sex Shop para comprar consoladores,
ruidos del nuevo vecindario, las siguientes cuotas
lubricantes o muñecas inflables; y ya no gozaba
fueron pagadas con alegría.
viendo a mi vecino libanés confundir a mi prima
Es este un barrio con personalidad enclavado
con una colombiana sumisa. Dani, nuestro gato,
en el norte de Cali. Una veintena de manzanas
ya se había contagiado del ambiente hedónico
que comienza a orillas de la atafagada Avenida
de la zona rosa y llevaba a comer a la casa a toda
Sexta y se agota mansamente al pie de un ramal
gata que se encontraba en los tejados. Un fin de
desprendido de la Cordillera Occidental que se 64
65
PrólogoGärtner Álvaro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
asoma al valle del río Cauca desde el cerro de
tura municipal; forma un arco y serpentea al pie
talleres de Chipichape para el Ferrocarril del Pa-
nes de dos pisos, sin gracia. Y en tiempos más re-
las Tres Cruces. Flanquea la barriada por la iz-
del barranco al pasar por detrás de Chipichape
cífico, talleres que fueron convertidos en centro
cientes, en edificios de hasta cinco que hienden
quierda un barranco alto y largo que malamente
y caer al Bulevar Santa Mónica. Una vía de des-
comercial al desaparecer las locomotoras. Ecep-
el paisaje.
sobrevive a los mordiscos del progreso y a su vez
ahogo sólo para iniciados en los vericuetos viales
to la que hace de monumento, simbolizando un
Sin embargo, hay quienes conservan las casas
custodia el centro comercial Chipichape. A la de-
norteños.
pasado menos ostentoso, pero sí más próspero y
originales. Si las remodelan, mantienen la estruc-
pujante de Cali.
tura y la apariencia que dieron carácter al caserío
recha colinda con una franja de casas pomposa-
De la parte más profunda del arco se despren-
mente llamadas barrio La Paz, donde en honor a
de la amplia 43 norte que hacia oriente lleva has-
Con la perspectiva actual, las casas para los
de antaño. Ello, aunado a su condición de barrio
su nombre no pasa nada, excepto carros, porque
ta Todelar de la Sexta y hacia occidente se bifurca
obreros eran verdaderas mansiones, en medio
de orilla de ciudad, casi extra muro en el buen
ni iglesia ni cura tiene, para mayor gloria de Dios.
en dos callejuelas mochas que triangulan el últi-
de su sencillez. Fueron construidas sin hambre,
sentido de la palabra, confieren a La Campiña un
Hasta en eso depende de La Campiña, donde
mo parquecito de Cali. La una se transforma en
con una arquitectura coqueta que incluyó jardi-
aire de pueblo apacible y silencioso, de días tran-
su párroco hizo colecta para tumbar un frondoso
puentecito peatonal de románticas pérgolas que
nes y porches arqueados para sacar la mecedora
quilos y noches estrelladas, más frescas gracias a
árbol que daba sombra a su incomunicación con
une con el barrio El Bosque. Una especie de pa-
al atardecer, aleros que sostienen tejas de barro
los cinco o diez metros por encima del resto del
el Altísimo, detrás de su templo siempre vacío.
cífico puente sobre el río Kwai, esta vez sin río,
y encantadoras ventanas de dos batientes. Tres,
Cali plano. Y en ese no pasar nada a veces pasan
Una grabación a manera de falso carillón retum-
pues las aguas que debieran copar su cauce des-
cuatro habitaciones grandes y patio trasero que
cosas, como algún vecino que se sale de madre
ba a eso de las siete de cada mañana con un des-
embocan en una manguera tres centenares de
arrancan suspiros de nostalgia.
con alguna esporádica fiesta o las todavía más es-
templado Ave María, que revolvería los restos de
metros montaña arriba, para surtir una finquita
Cuando la Avenida Sexta dejó de ser la carre-
Schubert en su lejana Alemania, de llegar los ecos
ganadera al pie de una antigua cascada que caía
tera vieja a Yumbo y Chipichape ya no fue más
Para espantarlos fueron instaladas sirenas en
hasta allá. Ni las horas peligrosas del Salmo 90
por una roca vertical. La otra callecita se estrella
taller de reparación, La Campiña cambió de ca-
algunas casas, con la pretensión de reforzar el
son conjuradas con la música, que debiera sonar
contra el muro que cerca una cancha de fútbol,
tegoría. Los obreros se convirtieron en jubilados
sentido comunitario, según el cual allí todos se
cada seis para cumplir con el mandato bíblico.
escenarios de vibrantes clásicos dominicales de
de buen vivir, porque les dieron universidad a
conocen más o menos. Los artilugios funcionan
equipos anónimos.
los hijos y estos retribuyeron con nivel de vida, o
de maravilla, casi siempre los domingos, no por
porque las esposas estrecharon la vivienda para
razones de orden sino para celebrar el magno
abrir peluquería unisex o minibutic, que terminó
acontecimiento de un gol del Cali o del Améri-
Una calle, la 44 norte, se desprende de la Sexta en grácil curva debajo de otro gran árbol a
Historia sobre rieles
salvo de limosnas parroquiales y en permanente
paciadas visitas de ladrones.
riesgo de sierras oficiales. Al ascender por suave
Esta Campiña se remonta a los años 40, quizás
como miscelánea de vanidades y baratijas. Otros
ca, porque en esta ciudad para comenzar a ser
pendiente, la calle va curvándose hasta tornarse
a finales de los 30. Fue destinada originalmen-
cedieron sus casas a ejecutivos que las transfor-
alguien se debe matricular con una de estas dos
en Avenida Octava por cuenta de la nomencla-
te a asentar a los obreros que trabajaban en los
maron en viviendas modernas; entiéndase cajo-
enseñas futboleras. Bueno, también las sirenas
66
67
PrólogoGärtner Álvaro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
suenan si el gol lo hacen a alguno de los dos
cia. Mientras tuvo una bicicleta monareta como
sano y apacible, sus personajes de la calle están
furiosa y ninguna para mostrar sus piernas que
equipos, manipuladas por los hinchas del rival de
de museo, volaba en la oscuridad de la noche
casi todos relacionados con el vicio: hasta hace
viven al aire libre. La mujer, joven aún y de be-
patio. Todo hay que celebrarlo.
adentrándose por la carreterita que lleva al Alto
poco vagó por allí Roque, un vecino alto, flaco,
lleza recientemente perdida, es custodiada por
Menga, con seguridad para aplicarse la consabi-
más bien moreno, canoso y de ojos desorbitados,
una jauría de cuatro perros falderos, orejones y
da dosis de lo que tuviera a mano. Como el de
cuya voz casi como de profeta proclamaba su
lanudos, que ladran a su dueño al son de la can-
Tal enclave pueblerino estaría incompleto si
un fantasma, su chiflido resonaba en las afueras
eterna inconformidad y su espanto por la dege-
taleta de su ama.
careciera de personajes. Y en La Campiña los hay
del barrio y a los pocos segundos se sentía en las
neración del mundo. Sus anuncios apocalípticos
Impresiona ver a Napoleón siempre bañado,
variopintos, comenzando por la vecina que ya
primeras calles.
eran más profundos bajo los efectos de la droga.
siempre bien vestido, despojado de toda ver-
Nostalgias de pueblo
parece parte del paisaje, siempre en camino a
Cuando la bicicleta desapareció, dicen que
Un día su voz no tronó más y se supo que se
güenza para pedir, mejor mendigar, doscientos
la tienda, que no por casualidad tiene el nombre
por una caída fea, dicen que para asegurarse va-
había ido para el otro lado, muerto de muerte
pesos que sostengan por otros minutos su eva-
del barrio y tampoco por coincidencia es propie-
rias dosis, el silbido de Pacheco siguió atravesan-
natural, sin otra ayuda que su desgaste físico y su
sión de la responsabilidad. Dicen que dicen que
dad de un paisa amable que a todos atiende bien
do el aire a menor velocidad. Y si no anda por ahí
ruina espiritual. Dejó en herencia un hermano, ex
si le dan oportunidad entra a las casas cercanas
sin ser amigo de ninguno, lo cual lo libra de fiar.
chiflando, entonces reparte “juaputas” y “lampa-
coronel, ex agregado militar en el exterior, menos
a arramblar con lo que pueda, en homenaje a
Tienda en la cual fácilmente se podría mercar y
ridos” a sus enemigos, que son de dos clases: los
estentóreo pero igual de vicioso, quien olvidan-
su vicio. Sus cultas maneras podrían desmentirlo.
a cuya entrada jamás faltan el puesto de chan-
que le recuerdan a su odiado Deportivo Cali o
do sus pasadas glorias no vacila en humillarse a
Tal vez enterada de ello, su mujer le puso una
ce, del cual no se tiene noticia que haya ganado
los que se enfrentan con su amado América. En
pedir quinientos pesos para evadir los recuerdos.
venta de arepas, chorizos y chuzos que llenaban
nadie, y el círculo de ociosos que toma cerveza,
cambio, sus amigos son, indistintamente, “Faroli-
Su cuartel sigue siendo el taller de reparaciones
de tentadores aromas los aires campiñescos ma-
par-lotea a todo pecho, tutea al dueño y no tiene
to”, y entre ellos figuran todos los vecinos que lo
de otro hermano, quien a fuer de trabajador ha
tinales. Poco duraron, para gratitud de las dietas:
otro tema que los “sebos” del Cali o del América.
llaman por el apellido, para quienes tiene tuteos
soportado con amorosa resignación la caída libre
el negocio se volvió humo en manos del dictador
Son pontífices de la desgracia futbolística.
y comedimientos, y extremada educación con
de aquellos dos.
de esa isla de Elba que es el parquecito de La Campiña.
También hay personajes típicos, menos el
las jóvenes. Cuando se cansa de vagar o necesita
Usuario permanente del parquecito es tam-
bobo. En compensación, uno es casi de leyenda:
unos pesitos para lo de siempre, Pacheco vende
bién -Napoleón por nombre, no por apodo-,
Por allí, después de que el hermano de Roque
Pacheco, un marihuanerito menudo, enteco, casi
mangos en el vértice del parquecito triangular a
otro marihuanero insigne que se las ingenia para
se va a dormir la juma y antes de que Napoleón
incorpóreo, borrachín dominical y bazuquero en
los niños que salen de la diagonal escuela Repú-
aparentar aires señoriales. No es un vagabundo
salga y Pacheco anuncie con sus chiflidos que
días felices, dotado de un silbido prodigioso que
blica del Brasil.
pero sí un vago; tiene casa en La Campiña y en la
vive otro día más, a eso de la oración, cuando
casa una esposa con todas las razones para vivir
se anuncian las primeras sombras, sale como de
Es que, a pesar de ser La Campiña un barrio
repite in crescendo en momentos de exultan68
69
PrólogoGärtner Álvaro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
ese punto. Un triángulo perfecto de almendros
la nada un viejecito de andares lentos, no más
Cual virrey granadino, el flamante presiden-
de 155 centímetros de alzada, camisa y panta-
te sale algunas tardes a caminar las calles de su
En aquel entonces había allí una pareja homo-
y guásimos umbrosos, así como matas florecidas
lones impecablemente pobres, siempre bajo un
reino, flanqueado por dos amigos, dando zanca-
sexual que discutía más que una heterosexual, y
que se las arreglan para sobresalir en la lluvia
sombrero alón, llueva o solee. Jamás se le ha visto
das, con las manos enlazadas en la espalda, con
en uno de los apartamenticos de abajo medraban
permanente de hojas secas que trae el viento del
hablar con nadie y ocasionalmente se sienta en la
el aspecto del hacendado que descubre proble-
unos recién casados que tarde en la noche rom-
Pacífico cada atardecer. También llegan pajaritos
misma banca de ladrillo a mirar para ninguna par-
mas muy importantes que sus mayordomos, con
pían el silencio con la pasión que la unió. Al poco
cantores, reyezuelos, azulejos y bichafués en el
te y a pensar quién sabe qué. Podría jurarse que
estar allí todos los días, no han podido ver. Tal
tiempo, temprano en el día, insultaban el aire de
día; murciélagos planeadores y búhos ominosos
es el Duende salido a darse un aire de ciudad.
vez lo visto por él pueda ser algún día consulta-
campo con el odio que los separaba.
en la noche.
do en el Archivo General de Indias…
En cambio, sí se sabe de dónde sale Fernando Como-se-llame, quien a sus poco más o me-
Tres casas, un mundo
nos sesenta abriles le cayó el honor de su vida:
gran con la comunidad permanente.
La otra casa que da a la Avenida Octava no
De vez en cuando una ardilla surca las ramas.
sólo tiene aspecto de convento en pueblo, sino,
Una, un día, hizo lo impensado: jugar con un ga-
parece serlo: sus ventanas pequeñas, perdidas en
tico niño que desprovisto aún de malicia hacía
fue nombrado presidente de la Junta de Acción
Tal es, a grandes rasgos, el vecindario que
la inmensidad de una pared amarillosa sin más
pinitos de cazador con tan particular compañero,
Comunal, cargo que lo sacó de la banquita que
aquel amanecer de junio de 2003 recibió de
adornos que una instalación permanente de lu-
el cual después de tres o cuatro amagos graciosos
ocupaba -un día sí y otro también- al frente de su
manera extraoficial a su nuevo vecino, quien se
ces navideñas que encienden sólo en diciembre,
trepó a la seguridad de la altura antes de que al
casa, donde se sentaba a parlar con los amigos y
asentó en la manzana final del barrio. Manzana
esas ventanas jamás se abren, ni su tamaño y al-
minino se le ocurrieran ideas extrañas.
conversar con la esposa, con tonito regañón.
mordida a decir verdad, pues sólo consta de tres
tura permiten vislumbrar el rostro de alguno de
De todo ello, desde la montaña dominante
Siempre vestido con una pantaloneta que
casas y detrás, el campo, la montaña, la brisa
sus habitantes... si los hay. Y en la vivienda final,
hasta la desolación humana y la efervescencia
deja al aire sus zanquitas flacuchas y amarillentas,
vespertina que arrasa los calores hacia otros rin-
de reminiscencias romanas y mármol de imita-
natural circundantes, sólo se percató el nuevo
clavadas con tres o cuatro pelos como alfileres
cones de la ciudad, los caminos por explorar.
ción que colinda con la cancha de fútbol, vive
vecino después de muchos días. Apenas desem-
negros, Fernando tiene los aires del típico tierra-
Esa sola manzana es un mundo inexplorado,
una familia de cinco personas cuyos rostros im-
pacado su menaje y puestas las cosas en su lugar,
fría que visita a los parientes calentanos. El ros-
pues sus habitantes apenas sí se conocen.
pe-netrables y su corrección apenas sí dejan en-
creyó no estar allí solo. Una presencia, mejor, una
trever su infelicidad.
sensación incómoda surgía por la noche, como si
tro enjuto con un bigotico a lo Pedro Infante y el
La casa de la esquina, en realidad cinco
mirar rayado del que se las sabe todas, denotan
apartamentos, tiene una población casi flotan-
Si la parte posterior de la manzana es fasci-
alguien espiara desde adentro, y en determinado
a las claras el origen caldense. Es más, conserva
te, pues la nómina de inquilinos cambia más o
nante, la callejuela que termina en el campo de
punto de la casa los vellos de la nuca se erizaban
las maneras del campesino que sale a vivir a la
menos cada año. Los que pasan ese tiempo, se
juego y sirve de acceso por la 43 es encantadora,
con un frío aterrador. Hasta cuando dos o tres
ciudad y tiene buen pasar.
vuelven rostros familiares que rara vez se inte-
pues enfrente tiene el parquecito que da vida a
semanas después, poco antes de la medianoche,
70
71
PrólogoGärtner Álvaro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
el cielo raso de ese punto de derrumbó con gran
Rehecho el ánimo, la paz remendada y reem-
típicos y todo. No, esa magia está en montañas
pastizales y multitud de pajaritos invisibles cuyos
estruendo. La causa de la caída nunca se supo,
plazado lo perdido, llegó el momento de salir al
que, aún holladas, arañadas y explotadas con mi-
cánticos denotan variedad de especies; búhos
pero la presencia tomó forma en el relato de un
pequeño mundo de La Campiña, no tanto a ha-
nerías y alucinantes proyectos campestres que la
que ululan en las noches de luna y lechuzas que
conocedor: el anterior habitante había muerto
cer amigos como para conocer el territorio. De
justicia del norte truncó, tienen una naturaleza
con las últimas sombras harían jurar que La Lloro-
trágicamente, y su espíritu se negaba a dejar el
a poco fue dándose alientos para dejar atrás las
obstinada que ha sabido sobrevivir a la incons-
na gime por ahí sus niños perdidos; gavilanes de
lugar que tan feliz lo hizo.
calles pavimentadas y trepar la loma que cada
ciencia humana.
vuelo majestuoso y hasta un águila de pico ama-
Sin ser aún convencido el endriago, mediante
amanecer muchos caminantes emprenden, unas
La mayor parte está cubierta con una vegeta-
rillo vista una sola vez. Iguanas verdes de mirada
conjuros, de quedarse en el más allá, episodios
veces hacia las Tres Cruces, otras a Golondrinas;
ción rala, a veces ríspida, aferrada a una delgada
desafiante, zarigüeyas emboscadoras de nidos y,
del más acá pusieron a prueba el temple del nue-
las más, hacia dos redondos cerros que la vulga-
capa vegetal que las lluvias fuertes arrastran, acu-
dicen que dicen, pequeños zorros. Tremebundas
vo vecino: la actitud ladina y la mirada torva de
ta ha denominado Las Tetas por razones obvias,
mulándolas en la última esquina de la manzana
serpientes corales y rabodeají, siempre en peligro
la mucama de los homosexuales sembraron en su
una de ellas, la Súper, por causas que saltan a
mordida de La Campiña. Cuando el sol aporrea
de morir por el mero hecho de arrastrarse, y tími-
alma sinfín de premoniciones, a las cuales quedó
la vista; o hacia Caracolí, cumbre señera de la
inclemente un día sí y otro también, lo verde
das culebras cazadoras, no menos perseguidas.
atado, sin elementos para comprobarlas, sin ra-
localía, por multitud de caminos que serpentean
se torna amarillo y tiemblan quienes caminan
Y como secuela de la cercanía citadina, una jau-
zones para desecharlas.
de un lado para otro, con nombres dictados por
por ahí o simplemente aprecian en la distancia,
ría de perros negros sin dueño, nietos del mismo
Apenas tres meses después comprobó que la
el poco poético sentido común: la Dos, la Dos y
aguardando a que en cualquier momento estalle
abuelo, que bajan a las calles por la noche a har-
intuición suele superar la lógica. Un sábado llu-
Media, la Tres, que borraron toponímicos ances-
el incendio que rapará lo poco que brota arriba.
tarse de bolsas de basura.
vioso de septiembre, tres, cuatro hombres guia-
trales, quizás más sonoros. O por la carretera que
Apenas en unas pocas cuencas que otrora tuvie-
También abundan los bípedos, sobre todo en
dos por la de mirar tenebroso saquearon a placer
sube hasta caseríos cercanos y baja campesinos y
ron arroyos se levantan tupidos bosquecitos, lo
las madrugadas: caminantes que suben las mon-
las dos viviendas, llevándose la tranquilidad más
volquetadas de carbón.
mismo en unos terrenos que en la empresa Car-
tañas a ejercitarse, dejarse abrazar por los pri-
vajal cuidan como reserva forestal.
meros rayos del sol y tentar la suerte de poder
que algunos bienes, y dejando los restantes, junto
Sinfonía en verde
con el alma, regados por el suelo. Todo llamaba
A esos oasis se debe, sin duda, la increíble
contemplar en la lejanía el majestuoso nevado de
a abandonar lo recién adquirido, pero una fuerza
Entonces supo que la magia de La Campiña
fauna (animal, no humana) de La Campiña: ban-
Huila y el páramo de Las Hermosas. Y si no hay
ató al recién llegado al barrio, más que al lugar
no se halla tanto en sus casitas evocativas, ni en
dadas de tímidas guacharacas o pavas de monte
sol ni nevado ni páramo, también hay adoradores
que tan poco propicio le había sido en esos esca-
los silencios, las tardes soporíferas, los vecinos
con esplendentes colas verdeoscuro en compe-
de la niebla. A todos les está reservado el placer
sos noventa días. De nuevo la percepción primó
apacibles o la iglesia siempre vacía; ni siquiera
tencia de graznidos para saludar la salida del sol;
de subir a las cimas a gritar a los cuatro vientos
sobre la razón.
en su reminiscencia de pueblo, con personajes
alharacosos pellares que tratan de empollar en los
para botar el estrés. Eso dicen los gritones.
72
73
PrólogoGärtner Álvaro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Con los de a pie van ciclistas de carretera des-
son punto de referencia en los sueños de con-
cuadros que se niegan con furia a combinar con
en aras de la picaresca local. Unos y otros y otras
tapada, ataviados con chillones atuendos que les
quistar las cimas. Salen llueva, truene o relampa-
sus bermudas raídas y sus botas de montañista.
se cruzan en saludos y en rutas con ciclistas que
hacen creer que en lugar de trepar a Golondri-
guee antes de la falsa aurora, pues al conocer de
Otro caminante solitario que fue dejando rega-
suben y campesinos transformados en obreros
nas, compiten en el Tour de France. Unos van en
memoria caminos, vericuetos y travesías, la luz
dos a sus amigos de ocasión en los recodos de la
que bajan desde Golondrinas o La Paz, quizás de
alegre charla, como si les fuera poco el esfuerzo
les es dispensable.
monta-ña.
Montebello.
de pedalear falda empedrada arriba; otros pasan
El primero era Camacho, un octogenario ras-
Las siguientes en salir son Gloria y Damiana,
A falta de club, pues los vecinos de La Campiña
con el corazón en la mano, como si en cada pe-
capulgas y solitario, sin familia conocida porque
dos pequeñitas regordetas obsesivas con la figu-
hicieron de ‘sus’ montañas punto de encuentro,
dalazo se les fuera el último suspiro. Cada maña-
no lo soportaba, que a las cuatro y media em-
ra perfecta, en cuya búsqueda acumulan años,
que de lo meramente deportivo en semana tiene
na se les ve subir y raras veces se les ve bajar.
puntaba para el cerro, al que llegaba con el co-
kilómetros y siliconas. Poco les va el paisaje y les
otras connotaciones los domingos. Es cuando van
La mayoría de paseantes proviene de La Cam-
razón de un joven de veinte, delgado y atlético.
da lo mismo si Huila se deja ver en lontananza;
los grupos de amigos, ya sin afanes y despojados
piña y del cercano El Bosque, barrios de viejas
Después de bajar y ducharse, caminaba las calles
sólo cuenta llegar hasta las antenas en menos de
de competencias, a caminar despacio dejándose
rivalidades que arriba se olvidan, y de los menos
cercanas a paso de vencedores, aunque no lo es-
veinte minutos, casi tres mil metros camino arri-
bañar por el sol, en alegre garrulería rumbo a las
cercanos Álamos, Prados del Norte y La Flora. A
peraban en ninguna parte. Para deshonra suya lo
ba, para luego bajar a toda velocidad a despachar
Tres Cruces a desayunar “trancado” o a Golon-
todos atrae la posibilidad de combinar ejercicio
mató en la cama, a medianoche, un infarto que
hijos para los colegios. Una lengua perversa de
drinas a hartarse de fritanga acabada de salir de
espiritual con físico, tan evidente el primero que
sufrió por la mañana y él, terco que era, no acep-
La Campiña las bautizó como las Cuchiliebres.
una sartén hirviente que reverbera a los ojos de
durante dos horas tempranas cambian la habi-
tó el diagnóstico.
Huelgan explicaciones.
todos, sacando al gusto papas rellenas, chorizos,
tual hosquedad citadina por inesperada amabili-
Todavía de noche asciende Marcel, un estilista
dad montañera de “buenos días” cantarines que
más o menos cincuentón, portador de un cor-
intercambian desconocidos. La magia de la mon-
netín de mazamorrero que suena a cada tanto,
Ya salido el sol suben señoras escoltadas por
con la causa del colesterol. Y pensar que quienes
taña hace el milagro temporal de transformar ciu-
váyase a saber para qué. En el silencio oscuro, el
hombres ya mayores que prefieren la carretera
se atragantan son los mismos devotos de la figura
dadanos envarados en campesinos sencillotes.
pitazo que nada anuncia resuena en la lejanía,
y la conversación a desafíos físicos inútiles. Son
que devoraron montañas los días precedentes y
Algunos han perseverado tanto en las andan-
despertando a guacharacas y torcazas, espan-
como costureros ambulantes que viven al tanto
lo harán los siguientes.
zas que es como si hicieran parte de la montaña.
tando a búhos y lechuzas. Alérgico a la lluvia y
de lo que sucede en el barrio y de a quién le
Más tarde salen familias con niños que se ini-
Casi tienen ribetes legendarios: se les menciona
previsivo como él solo, Marcel lleva refundido en
sucede con quién, secretos que guardan entre
cian en las sacralidades montañescas, para subir
aunque nunca se les haya visto; se les saluda con
su bolsillo-canguro un paraguas de telita a cua-
todos y adoban con picantes crónicas, no siem-
hasta donde estos aguanten o a lugares ya esco-
respeto por sus pequeñas hazañas escaladoras;
dros que saca con las primeras gotas matinales,
pre ceñidas a la verdad. Licencias perdonables
gidos para sentarse a la sombra de algún árbol a
74
empanadas, bofe, salchichas, buñuelos, aborraja-
El club campestre de La Campiña
dos y todo cuanto despierte antojos y contribuya
75
PrólogoGärtner Álvaro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio Alameda
compartir algún condumio casero o las delicias de encopetados quesos con carnes embutidas.
Me darás una ajena inmortalidad, calle sola Eres ya sombra de mi vida.
Y se las ha visto con pastel de cumpleaños sobre mantel blanco en la yerba de algún terraplén, en espera de que el celebrado llegue de la cami-
Jorge Luis Borges1
nata para sorprenderlo cantando el consabido
N
estribi-llo. Ya se ve, pues, cómo la parte posterior de la última manzana de La Campiña, la manzana
ací a media cuadra del parque Alameda, en el corazón del barrio que lleva el mismo
nombre. El barrio lo empezaron a construir con la
mordida de tres casas con patio infinito que llega
primera industrialización de la ciudad en los años
al Pacífico, ejerce una fascinación que delinea la
30, cuando Cali empezaba a dejar atrás los trazos
A media cuadra del parque Alameda
personalidad de este barrio del norte de Cali. Barrio en el que una madrugada de junio de 2003 su nuevo vecino fue despertado por el bullicio de los caminantes que cada mañana cambian la pla-
de burgo colonial para empezar a gatear como ciudad moderna. La llamada cuadrícula colonial del Cali viejo -entre San Antonio, la plaza de Caicedo, Santa Rosa y el Vallano, antiguo nombre
Por Darío Henao Restrepo
nicie de cemento por el verdor inclinado de unas
del barrio San Nicolás-, comenzó a expandirse
montañas que sienten como propias.
en esos años. Alameda fue uno de esos barrios
Desde entonces, el nuevo vecino, que ya no
surgidos con el desarrollo industrial. A sus casas
es nuevo, es otro caminante que las primeras ho-
se vinieron a vivir obreros, empleados, artesanos,
ras del día olvida que vive en una ciudad.
maestros y comerciantes, gente de muy diversos orígenes. Entre ellos mi padre, que era un obre-
Barrio La Campiña, Cali, agosto de 2009
ro ferroviario, y mi madre, una modista, llegados a la ciudad provenientes del Viejo Caldas. Eran los tiempos en que se instalaron grandes multi1 Jorge Luis Borges. “Para una calle del Oeste” en Luna de enfrente. Buenos Aires, Obras completas, Emecé editores, 1974.
76
77
Prólogo Darío Henao Restrepo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
nacionales como Cartón Colombia, Laboratorios
Jolgorio y emociones que se animaban con un
del marfil contra el marfil siempre trae a mi me-
rramba de los años 40. En su compañía, en un
Squibb, Good Year, Coca Cola, Chiclets Adams,
vasto repertorio de músicas mulatas. Hasta hoy
moria a este antiguo paisa, pleno de menudas
viaje a Buenaventura, por primera vez conocí el
Quaker, Monark, Eternit, Unión Carbide, Tissot,
en las tiendas, bares y discotecas que existen al-
sabidurías de la tierra de Tomás Carrasquilla, que
mar, subí al tren y divisé y escuché el nombre
Celanese, Propal, Croydon, Palmolive y empresas
rededor del Parque Alameda suenan “Rayito de
canturreando el Pachito Eché me inculcó su amor
del río Dagua.
nacionales como Fruco, Canada Dry, Lloreda Gra-
luna”, del Trío los Panchos; “Alma tumaqueña”,
por Cali.
sas, Coltabaco, Britilana, Ultratex, Punto Sport, La
de Tito Cortés; “Atlántico”, de Pacho Galán; “San
El ambiente general del barrio, y por conta-
la música. Había radios en todas las casas. Escu-
Garantia, Textiles El Cedro, Tedesco y Cementos
Fernando”, de Lucho Bermúdez, cantada por Ma-
gio el del bar, tenía el salero del trópico, sabor
char música en la radio, a más de noticias, depor-
del Valle. Algunos obreros y empleados de esas fá-
tilde Díaz; “El mecánico”, de Edmundo Arias; “De
a mar, a puerto, tanto por su población negra
tes y radionovelas, era una ferviente pasión de
bricas vivían en el barrio y muchos eran asiduos
dónde son los cantantes”, del Trío Matamoros; el
y mulata como por los vasos comunicantes con
todo el vecindario. En casa, el viejo radio Phillips
clientes del bar que tenía mi padre en una de las
inolvidable “Caminito”, de Carlos Gardel; “Vengo
Buenaventura y el Pacífico, por los muchos por-
de mi padre sonaba desde que amanecía hasta
esquinas del parque.
a decirle adiós a los muchachos”, de Daniel San-
teños que vivían en sus calles, por la comida de
alta horas de la noche en las emisoras de enton-
Muchas de las imágenes que tengo del ba-
tos; “El bobo de la yuca”, de Bienvenido Granda;
mar de las negras guisanderas de la galería Ala-
ces: Radio Eco, Radio el Sol, Radio Reloj y La Voz
rrio Alameda emergen de la variopinta clientela
“Quítate de la vía Perico”, de Cortijo y su Com-
meda y las pescaderías de las calles aledañas.
del Valle. Muchas canciones de las emisoras se
proletaria del bar de don Cristóbal, en especial
bo, y los pasodobles “Silverio” y “Manizales del
Ambiente puntualmente alegrado por las brisas
repetían en el toca-disco Garrard del bar de don
la de sus antiguos compañeros del Ferrocarril
Alma”. Una tradición y unas formas de relación
del litoral que llegaban de tarde a refrescar la
Cristóbal.
del Pacífico. Todos compartían el disfrute de la
con la música y el baile que se enriqueció años
ciudad encajonadas por el cañón del río Dagua.
La algarabía infantil se tomaba el parque todas
música popular del país y el continente. Así se
después con la salsa.
A todo este pequeño mundo que impregnó mi
las tardes. Además de corretear en sus prados, ju-
El barrio Alameda siempre estuvo cruzado por
forjó una memoria musical colectiva en la que
El Bar de don Cristóbal y el parque Alame-
niñez contribuyó el amor de mi padre por la
gar a las escondidas o patear pelota, muchos ni-
perviven tangos, boleros, sones, cumbias, porros,
da eran los espacios que más anhelaba durante
vida de los puertos, en especial la de Buena-
ños iban a montar en triciclo bajo el cuidado de
guarachas, danzones, pasodobles, rancheras, co-
mi niñez. Vuelven siempre como en sueño las
ventura y Barranquilla. En el primero trabajó 18
sus madres, entre semana, o los domingos, de sus
rridos y currulaos. Peregoyo y su combo Vacaná
tranquilas tardes del bar paterno, antes de que
años en el Ferrocarril. En el segundo estuvo unos
padres. En medio de sus senderos y entre palme-
cosechaba éxitos con sus canciones del litoral
se llenara con la alegría nocturna de los obreros,
diez años trabajando en varios oficios como el
ras y samanes recorríamos infinidad de veces ese
Pacífico. Eran los inicios de los años 60. Todos
con las suaves brisas del Pacífico acariciando las
comercio de la cerveza por el río Magdalena y
seguro laberinto de la felicidad.
se emocionaban con “Mi Buenaventura”, de Pe-
palmeras del parque. Su mano sobre mi mano
sus puertos, de obrero en la Tropical Oil, la Tro-
Las idas a la galería Alameda, a solo tres cua-
tronio Álvarez: Bello puerto del mar, mi Buena-
me enseña las primeras letras, con el traqueteo
co, en el Difícil, o administrando el bar de una
dras de la casa, eran otra de las rutinas favoritas
ventura, donde se aspira siempre la brisa pura.
de las bolas de billar al fondo. El chas-chas seco
pereirana que le decían “La Turca”, en la Cu-
de mi infancia. Recuerdo las caras de las verdu-
78
79
Prólogo Darío Henao Restrepo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
verbales a toda la población.
leras, los carniceros, los queseros, los graneros,
siempre porque allí nací, y más, porque fui el pri-
montado en el bus Verde San Fernando era para
los yerbateros, las fritangueras, las canasteras, las
Una explosión que aparecía en mis primeros
mer nacido apenas fue inaugurada. Mi madre se
mí todo un viaje, una fiesta y una felicidad. Mi
dulceras, en medio de infinidad de colores y olo-
sueños es el recuerdo más antiguo que tengo de
ganó un premio, además de las mejores atencio-
madre me llevaba al almacén de telas de don
res reconcentrados. De la mano de mi madre,
mi calle. Luego, sin que me lo propusiera, el rela-
nes, porque fue la primera parturienta que llegó
Jorge Arabia en la calle 12. El turco, con amabi-
cada mañana, íbamos a hacer el mercado, el dia-
to de mi madre sobre la casa sacudida como por
a tener su hijo en esa sala. Ese día mi abuela Julia
lidad y zalamería, le bajaba todos los tubos de
rio que llamaban porque en esa época no ha-
un temblor de tierra y los vidrios de las ventanas
acompañó a mi padre, algo providencial, pues les
telas señalados por mi madre y con la pacien-
bía neveras en las casas de los barrios populares.
volando en añicos, me introdujeron por primera
tocó tomar una terrible decisión sobre la vida:
cia milenaria de los vendedores entraba en el
Se compraba el hielo en cubetas, en las tiendas
vez en ese “hecho histórico” que marcó a la ciu-
o la de madre o la del niño. Ante la noticia del
regateo de los precios. Al final, muchos tubos
donde tenían congeladores. La bullaranga de la
dad y que por muchos años nunca relacioné con
médico de que el parto estaba muy complica-
en desorden para unos pocos metros de venta.
galería ejercía sobre mí la fascinación de un cir-
los sueños que me despertaban asustado en la in-
do, venía de pie y con el cordón umbilical aho-
A mí me apenaba, pues pensaba que era dar-
co. Las negras grandotas vendedoras de frutas,
fancia. En los juegos de niños apostábamos quién
gándome, el galeno les consultó cómo resolver
le mucha lora al pobre turco. Luego me lleva-
verdaderas delicias para mi paladar, me atendían
podía hacer armas más poderosas que la bomba
el dilema. Mi abuela, según me contó mi padre
ba a comer sándwiches de cordero en la “Casa
con ese cariño infinito y la dulzura de su raza:
atómica de Hiroshima. Tampoco entendía por
muchos años después una tarde de brisas frente
da Troya”, situada en ese entonces al lado del
“¿Qué querés, ve, papito?”, me decían, y de in-
qué venían a nuestras ingenuas mentes esas co-
al mar de Puerto Colombia, un balneario cerca
puente Ortiz sobre el río Cali.
mediato me complacían pelando un chontaduro
sas. Pasados los años fui entendiendo la relación
de Barranquilla, fue tajante en su respuesta: “Hay
Otro de mis recuerdos infantiles más gratos
o un mango, lavándome un gajo de mamoncillos
de mis sueños infantiles con la explosión del 7 de
que salvar a la madre”. La sorpresa mayor para
son las procesiones de Semana Santa organiza-
o abriéndome una larga guama. A los sabores que
agosto de 1956 y todo lo que produjo el estallido
los dos después de una eterna espera, en la que
das por la iglesia del Perpetuo Socorro y su pá-
forjaron mi gusto se asocian las habladurías de la
de los siete camiones cargados de dinamita. Eran
se comprimieron todas las horas del mundo, fue
rroco, el cascarrabias padre Arango. Me gustaba
gente en medio del desacompasado bullicio en
los tiempos de la dictadura del general Gustavo
cuando el médico salió sonriente al pasillo a dar
observar en las filas tras los velones los rostros de
los tenderetes abarrotados con los productos de
Rojas Pinilla. Conocí los relatos de muchas perso-
la buena nueva de que se habían salvado madre
las muchachas de estos barrios populares, en su
la tierra. De todo ese palabrerío traigo la marca
nas que vivieron la catástrofe y ahora entiendo la
e hijo. Y sobre mí, según me contaba siempre mi
mayoría mulatas. A esta imagen se superponen
de origen del mirá ve, oíme ve, soy de Cali ve,
marca llevada en mis sueños infantiles.
madre, pronunció una frase que nunca he olvi-
las melodías de la música clásica en las emiso-
tené ve, cogé ve, ese voseo que nos viene de los
A tan sólo dos cuadras de mi casa, en una ca-
dado en los momentos difíciles que he tenido en
ras de radio, así como los sermones del padre
negros esclavos y de los mulatos que contra los
lle que salía a una de las esquinas del parque Ala-
la vida: “Si se salvó de esta, ese niño se salva de
Alfonso Hurtado Galvis, el Santo Varón para su
patricios blancos de la ciudad ganaron la guerra
meda, quedada la sala de maternidad del Hos-
las que sean”.
enorme audiencia popular. El tesón del padre
lingüística imponiéndolo con sus declinaciones
pital Departamental Evaristo García. La recuerdo 80
Arango y sus férreas convicciones cristianas lo
Ir al centro de Cali, desde el barrio Alameda, 81
Prólogo Darío Henao Restrepo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
llevaron a cautivar a toda una comunidad de
doña Marta, nos brindaba galletas Saltines Noel
nos al colegio Santa Librada también elevábamos
rros en una de las esquinas del parque. A Doña
los barrios Alameda, Bretaña, Colseguros, Junín,
untadas de mermelada Fruco con un vaso de ga-
cometas, muchas veces con mi padre y unas pri-
Rosa, una negra caucana que hizo a sus hijos pro-
Guayaquil, que asistía fervorosamente a sus mi-
seosa Popular, Coca Cola o Manzana Postobón.
mas que vivían en el barrio cerca a la escuela La
fesionales vendiendo empanadas, champús, ma-
A la Loma de la Cruz, en el barrio San Cayeta-
Gran Colombia, al lado de los Bomberos, donde
sato, aborrajados, papas rellenas y bofe frito. Al
hacían sus primeros grados de primaria.
señor Chávez, un mulato cartagenero que traba-
sas y procesiones. En mi calle, aún sin pavimentar, jugué los pri-
no, al lado de otro llamado San Antonio, íbamos
meros picados de fútbol a inicios de los 60’s.
en agosto, aprovechando los vientos del Pacífico,
Recuerdo a locos famosos de Cali que a veces
jaba entrenando equipos de béisbol que patro-
Al mismo tiempo que inicié el aprendizaje de
a elevar cometas que hacíamos con mi hermano
deambulaban por el Alameda. Como Mi general,
cinaban las empresas de gaseosas. Con él y sus
hincha alrededor del Deportivo Cali y los Dia-
en casa con la ayuda de mi madre. Comprába-
un negro avejentado que lucía toda su vestimen-
lindas hijas asistí por primera vez al juego de la
blos rojos del América. Las discusiones y los re-
mos la guadua para sacar las varillas bien delga-
ta militar y que exigía el saludo de su condición
pelota caliente. A don Ramón, que vendía gasoli-
tos eran de nunca acabar entre los muchachos
das, pita y papelillos de todos los colores. Luz
y daba órdenes a toda hora. Lo vi muchas veces
na y petróleo a la vuelta de mi casa, el padre del
que ya habían tomado partido, muchas veces
Marina, una muchacha del Cauca que ayudaba
en la esquina de mi calle con mucho miedo y
ciclista. A don Emiro, un negro grandote de Bue-
por la influencia de sus padres que los llevaban
en los oficios de la casa, nos hacía el engrudo a
curiosidad. El pintor Diego Pombo lo ha recreado
naventura que manejaba una furgoneta de Colta-
al Estadio Pascual Guerrero, en el barrio San
base de almidón de yuca que vendían en las tien-
para la memoria de las generaciones venideras.
baco. Al negro Salomón Rocha, compadre de mi
Fernando, a unas 15 cuadras del Alameda. Asi-
das. La cola la hacíamos de trapos viejos que mi
A Jovita Feijó, una loca genial que fuera la reina
padre, un minero que hizo plata vendiendo car-
mismo aprendí a montar en bicicleta, con un
madre nos ayudaba a cortar y que pegábamos a
de Cali por varias décadas, la vi desfilar muchas
bón mineral a las empresas de la zona industrial
joven varios años mayor, José Ramón Garcés, el
punta de nudos, uno atrás de otro. La madeja de
veces por la calle 5 en los desfiles de reinas de
de Yumbo. A la señora Marta, que en el kínder
maestro a imitar. Años más tarde sería una de las
piola que iba en un pedazo de palo era lo último
diciembre, a sólo tres cuadras de mi casa. El fo-
del barrio me enseñó con la cartilla La alegría de
glorias del ciclismo colombiano. Ganó medalla
que uníamos al cuadrante una vez terminada la
tógrafo Fernell Franco la retrató para la poste-
leer. Y a mi tío Raúl, el más simpático de los 16
de oro en 4000 metros pista en los juegos Pana-
cometa. La elevada era todo un arte y cuando lo
ridad, al igual que el poeta Javier Tafur con su
hermanos de mi padre, vendedor de perfumes, a
mericanos del 71, en el equipo que encabezaba
lográbamos era la mayor dicha. La energía que
poemario Jovita. Cincuenta y dos sonetos y una
su mujer, la gorda Beatriz, una cocinera insigne,
el antioqueño “Cochise” Rodríguez. Lo encon-
pasaba a través de la piola por el jaloneo de la
balada de amor para la reina, y en sus frescos
y a sus tres hijos, Alicia y Lucero, las primas que
trábamos de tarde al frente de la bicicletería de
cometa corcoveando en el aire era una vibración
Diego Pombo, además gestor de su estatua en el
me enseñaron a bailar, y Raulito, el patulecas, in-
don Segundo Segovia, señor al que recuerdo
que nos hacía sentir fuertes. Un descuido podía
parque de Santa Librada, a una cuantas cuadras
válido por polio desde muy pequeño, con el que
con gratitud porque en su casa vimos por pri-
ser fatal, pues, o la cometa se caía o se enredaba
de mi calle natal.
hicimos toda clase de diabluras con los amiguitos
mera vez la televisión. Íbamos todas las noches
o hasta se iba y casi nunca era posible recuperar-
Personajes de mi calle rescato a Barrilito, un
varios niños del barrio a ver la tele y su esposa,
la. En el parque Alameda o en los prados cerca-
gordito con bigote a lo Cantinflas, que lavaba ca-
82
de la cuadra. Mis primeras películas las vi en el Teatro Ala83
Prólogo Darío Henao Restrepo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
E
meda, que estaba en un barrio contiguo, el San
tán hilvanadas con muchas saudades. Apenas son
Bosco. Las salas de cine fueron mi atracción des-
unas breves notas sobre mi estadía en estas calles
de mi infancia y luego en la adolescencia. Los
que me vieron nacer, con los recuerdos que ellas
teatros Aristi, Colón, Cid, Colombia, Cervantes,
me provocan, de la cuales salí en tantas direccio-
que nunca olvidaría: “Este pelao tapa mucho”.
junto a los de barrios como el Alameda, Asturias,
nes a darle vueltas a muchas otras manzanas por
Me levanté de prisa y saqué largo. Cuando la pe-
San Nicolás, Ángel, Maria Luisa y San Fernando
este mundo.
lota descendía, el árbitro pitó el final del parti-
l disparo traspasó la barrera. Volé hacia el vértice izquierdo y me colgué del balón. Mien-
tras descendía escuchaba la ovación y una frase
fueron los escenarios donde hice mi periplo de
Con tantos años de por medio, la calle 7 en-
do. Todos se abalanzaron sobre mí y celebramos
pasión por el cine. A finales del bachillerato vino
tre carreras 22 y 23, y mi casa con placa 22-91,
nuestro primer triunfo. El técnico del equipo rival
el punto más alto con en el Cineclub de Andrés
todo su entorno y la memoria colectiva urdida
se acercó y nos pidió la revancha. Días antes se
Caicedo, en el San Fernando y su revista Ojo al
por los años, bien que merece una aproximación
había mostrado renuente a jugar contra nosotros
cine. Ya había salido de mi vieja calle a una casa
mayor en esa batalla contra el olvido, en esa ba-
porque su equipo ya estaba cotizado y el nues-
cercana y muy próxima al estadio Pascual Guerre-
rahúnda de pesares, alegrías y pensares que mo-
ro y al teatro donde funcionaba el cine-club que
vilizan nuestros cuerpos, algo inseparable de esas
Andrés lideraba con Luis Ospina y Carlos Mayolo.
geografías urbanas que nos constituyen. Ahora sé
Ahora que recorro el barrio lo veo decadente,
que estas íntimas imágenes son la patria, la patria
respirando pobreza, sin embargo, siento que de
de la infancia que se apodera del corazón, / Que
todas maneras he sido un afortunado por haber
manchan para siempre el alma. / En esa patria…
cleta al marcador derecho y el pequeño Víctor le
nacido en una de sus calles y en una ciudad como
a contraluz / Vi a una muchacha desnuda, / Y con
quebró la cintura a los dos enormes centrales que
Cali, en la que he pasado buena parte de mi vida,
el corazón a mil, / Viví mi primer deslumbramien-
todavía lo andan buscando. Era maravilloso, dos
que es para mí un destino indeclinable, el mío,
to, / Hoy mi eterno retorno, / Mi luz marina en el
o tres jugadas prodigiosas bastaban para regresar
el que me tocó y sobre el que siento placer de
amor, / Amor de siempre, / De alma tibia, / Sin fin
a casa con la retina llena de belleza. Y si bien nos
escribir. Cada que paso por él, ruta obligada para
hasta la muerte.
dolía la pérdida de un partido, el arte estaba por
Tarde para el fútbol
tro apenas empezaba. Después del cinco a cero que le acabábamos de propinar tenía su orgullo herido. Una semana después nos puso un equipo que nos doblaba en talla y nos ganó. No nos sen-
Por Orlando López Valencia
timos mal, Álvaro Arturo le hizo dos veces la bici-
quien va del sur al centro de la ciudad, vuelvo al
encima de los resultados.
relato fundacional que tantas veces me contó mi
Todavía no habían construido la autopista Sur
madre y siento eso que los luso-brasileros nomi-
Oriental y toda esa enorme franja estaba llena de
nan como Saudades. Y la verdad, estas líneas es-
peladeros en los que jugábamos hasta que caía la 84
85
Prólogo López Valencia Orlando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
noche y ya no veíamos el balón. Mis hermanos y
briendo el mundo y cada nuevo suceso superaba
“Indio Montaño”, que volaba de palo a palo, y
ción. Al final del partido recogía los uniformes y
yo vivíamos en Santa Mónica Popular, pero per-
el anterior.
las hazañas de Amadeo Carrizo, que se paraba
los llevaba a lavar.
tenecíamos de corazón al Veinte de Julio. Sólo
Fue en una de esas noches que tuvimos la
en la barrera y dejaba el arco solo en un acto
Cuando empezaron a construir la Autopis-
bastaba atravesar la calle para estar allí todas las
idea de crear un equipo. Mi hermano Gerardo,
temerario, sólo comparable a saltar del trapecio
ta Sur las canchas empezaron a desaparecer, y
noches sentados en el andén del “Loco Ceballos”
que había estudiado sastrería en el Sena, se ofre-
sin protección.
mientras la academia radial nos nutría con las
que de tanto en tanto salía a la puerta a pedirnos
ció para hacer las camisetas. Compró un retal de
En mi familia todos eran hinchas del Cali.
maravillas del Barby Ortiz y Mario Desiderio, no-
que abandonáramos su casa porque tenía que
cretona, una tela barata que se usaba para hacer
Sólo mi abuela y yo éramos americanos. Esa
sotros no teníamos dónde practicar. Estábamos
madrugar y el ruido que hacíamos no lo dejaba
cortinas, y una semana después teníamos el uni-
afinidad hizo que sintiera preferencia por mí y
relegados al goce estético que nos producían los
dormir. Entonces nos pasábamos al frente, a la
forme. Era azul celeste y decidimos bautizarnos
cuando perdía nuestro equipo formábamos un
narradores y los comentaristas. Éramos un equi-
casa de los Reyes, y hablábamos del colegio, de
como “Expreso Azul”. Las pantalonetas y las me-
frente común para defendernos de las bromas
po silvestre que en la medida que fuimos cre-
los profesores que nos caían mal y de virgo loco,
dias eran dispares y los que carecíamos de guayos
de nuestros adversarios. Mi abuela después de
ciendo, desapareció.
una muchacha hermosa que atravesaba la cuadra
jugábamos con tenis. No teníamos entrenador,
la reyerta descolgaba el cuadro del equipo y lo
Había llegado a nuestras vidas la música y el
como una gacela para ir a la tienda de la esqui-
simplemente jugábamos con lo que se aprendía
colocaba bocabajo sobre la mesa de noche. “Pe-
baile. En seguida de mi casa los Reyes habían
na y al regresar contoneaba despacio las caderas,
en el estadio, o los que no teníamos la posibilidad
rros haraganes”, decía y fumaba su tabaco senta-
construido un grill que se llamaba “Los tres re-
nos miraba con picardía y nos dejaba prisioneros
de ir lo hacíamos a través de la radio. Vivíamos
da en una vieja silla de mimbre. Ella no entendía
yes”, pero que terminó llamándose “La cueva
de su tumbao. Con el tiempo descubriríamos que
con emoción cada relato. Los narradores eran tan
que el fútbol era una obra de arte, una puesta
del humo” porque la mayoría de los clientes
todos probamos sus besos detrás de la fábrica de
hábiles que le imprimían un ritmo endemoniado
en escena en donde el número de malabares,
eran negros. Nos sentábamos en el antejardín a
baldosas donde, en las noches, uno a uno éra-
a los partidos y los describían con rigor: “La re-
de atajadas, de paredes, eran lo más importante
ver cómo los bailarines antes de entrar hacían
mos citados. Me parece verla saltando entre los
cibe Montanini, elude a uno, dos, tres, cuatro,
porque esa era la ganancia. Si no había filigrana
fintas y visajes con sus zapatos blancos.
matorrales cuando su hermano gritaba a lo lejos:
cinco…”, y todos nos imaginábamos ese zigzag
todos perdíamos.
Daneryyyyyyyy.
maravilloso que luego tratábamos de imitar en las
Para entonces, el “Expreso Azul” ya era famo-
una enorme puerta metálica y quedábamos fasci-
Una vez descubierto el secreto, Héctor fue el
recochas del barrio. La radio fue nuestra primera
so en los barrios vecinos y don Francisco, el papá
nados por las luces. “Ha llegado el tumbaito”, de
gran damnificado, estaba enamorado y le habían
escuela de fútbol y a ella le debemos en parte
del “Negro Chucho”, que jugaba de puntero iz-
Nelson y sus estrellas, sonaba en los enormes par-
hecho creer que era el único. Daba pena verlo
nuestro saber.
quierdo, había tomado las riendas del equipo.
lantes, y nosotros afuera tratábamos de imitar los
A veces nos asomábamos por las rendijas de
como un alce luciendo su cornamenta, pero el
Yo fui portero porque siempre me gustó esa
Nos inscribía en torneos y a cambio de una char-
pasos. Durante muchos años me dormí escuchan-
tiempo fue benévolo con él, estábamos descu-
mezcla entre héroe y villano. Quería emular al
la técnica lo único que hacía era armar la alinea-
do a los Lebrón, a Nacho Sanabria y Los Blanco
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87
Prólogo López Valencia Orlando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
una obra fracasada, y si por el contrario había di-
de Venezuela. También, a veces, nos despertaba
marcaba la diferencia eran las calles pavimenta-
Volví el domingo siguiente y ocurrió lo mismo,
la algarabía de los tropeles y la voz melancólica
das y el silencio. Nuestros barrios, en compara-
con el agravante de un hincha que se me sentó
de algún negrito que decía: “Pero pa’qué se tiran
ción, eran pequeñas aldeas con dos parlantes en
al lado y ofició de técnico. “Yo sacaría al central”.
“Qué jartera”, decía mi novia, “¿no tienes
la fiestica”.
cada esquina que terminaban la semana a golpe
“¿No te parece que debería armar un cuatro-
otro programa que no sea perseguir un balón?”.
de timbal y aguardiente a pico de botella.
tres-tres?”. Y yo, que siempre había visto el fútbol
“Me gusta”, Rosa, “como a ti te gustan las
Años más tarde, cuando pude entrar a “La
vertimento y goles, había valido la pena.
novelas”.
Cueva”, borré la distancia que me separaba del
Creo que fui el primero en entrar. Me acomodé
como una obra de arte, no me podía concentrar.
anhelo. Bailé con una mujer que estaba en la ba-
en oriental segundo piso y me hice en la primera
Buscaba la belleza en esa figura táctica y sólo po-
“Cómo se te ocurre comparar el drama hu-
rra y sentí temor de hacer el ridículo entre tanto
fila contra la baranda. Cuando salieron los equipos
día ver un manojo de hombres que devolvían el
mano con una manada de hombres dándole pa-
bailarín.
hubo un ruido ensordecedor. Todos saltaban y yo,
balón como si estuviera caliente y un arquero que
tadas a un balón”.
que era hincha de radio, no me atrevía a tomar
nunca voló ni agarró el balón como lo hacía el
“Pensándolo bien se parecen. Cada partido
partido, me limité a gozar con los colores y el jol-
“Indio” Montaño. Desde ese día no volví al esta-
es un capítulo de la gran final. Hay buenos y
A orillas de la autopista los barrios crecían
gorio de la gradería. Cuando empezó el partido
dio. Cambié de emisora y me dediqué al amor y
malos y al final el bueno es el que goza”.
como si se nutrieran de ese largo y ancho río de
me pareció que era en cámara lenta. Acostumbra-
al estudio. Mi abuela ya muy anciana me decía:
“No te entiendo. Te quejas de que ya el fút-
asfalto y nosotros los recorríamos a veces con te-
do al ritmo vertiginoso de los narradores esto era
“No sufra, mijo, por esos perros”. Pero si la pa-
bol no es como antes y sin embargo no hay do-
mor y otras con la confianza de tener un amigo
una obra apática y sin sentido. Noté entonces que
sión es legítima no se apaga fácilmente. Cuando la
mingo que no te sientes a ver dos y tres partidos.
que era como decir un puerto seguro.
la mayoría del público tenía radios pegados a sus
televisión comenzó a transmitir fútbol extranjero
Yo quiero salir a pasear, ir al cine. Por última vez
Cuando tuve mi primer salario lo primero que
orejas. Era una suerte de estimulante que acelera-
me encontré con una paradoja: los partidos eran
te lo digo, si no cambias voy a salir sola”.
hice fue ir al estadio. Me fui a pie por la Auto-
ba los sentidos y hacía que todos hallaran un equi-
a un ritmo endemoniado y los narradores eran
Pensé en las palabras de Rosa y no pude me-
pista y a la altura del barrio Champagnat giré a
librio entre lo real y lo imaginario. No hubo una
parcos. Gritaban gol brevemente y no el sostenido
nos que darle la razón. Empezamos a salir de
la derecha. Sentí lo que era cambiar de estrato.
sola jugada memorable. Entonces me sentí enga-
goooooooooooool nuestro que dura una eterni-
paseo pero en cada sitio que veía un televisor
Cada fachada era el doble de las nuestras. La ar-
ñado. Era mucho mejor el “Expreso Azul”.
dad. Ante este fenómeno rítmico decidí escuchar
me detenía con algún pretexto y terminábamos
“Fresco, pelao, le está pegando bien”, dijo, advirtiendo mi timidez.
quitectura tendía a la uniformidad en tanto que
Cuando llegué a casa, encendí la radio y escu-
música clásica mientras veía el partido. No era un
viendo un partido. Quizá siempre he guardado
en nuestras casas cada uno hacía lo que le venía
ché comentarios que no correspondían a lo que
conocedor de este género pero me creaba la sen-
la esperanza de ver lo que la radio me mostró.
en gana. Fachadas en granito con adornos irregu-
había visto y me pregunté si mi formación radial
sación más nítida de que me hallaba frente a una
“Rosa, amor mío, me gustaría enseñarte a ver
lares en los bordes de las ventanas, otras sin re-
era la que me impedía establecer un nexo con la
obra de teatro donde el único argumento válido
el fútbol. Antes era un juego, ahora es una es-
pellar o con rejas de seguridad, pero lo que más
realidad.
era el fútbol. Si el partido era rudo y sin goles, era
trategia. Imagínate que es una telenovela y que
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Prólogo López Valencia Orlando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
el equipo chico es el que sufre durante muchos
La tarde era soleada. No había mucho público
El elogio me llenó de ánimo y decidí conti-
años tratando de alcanzar su sueño y cuando
pero sí mucho entusiasmo. Saqué del maletín el
nuar. Diez minutos después lanzaron un tiro so-
está a punto de alcanzarlo llega el árbitro y le
viejo buzo negro que conservaba intacto con un
bre el horizontal. Salté y con la yema de los de-
mete la mano al partido y todo vuelve a comen-
número 1 grande en la espalda. Me cambié y me
dos lo saqué al tiro de esquina. Cuando caí no
zar, hasta que un día lo logra y todo es felicidad.
puse los guantes. Estaba tan emocionado que no
pude volver a moverme. No sentía las piernas.
¿No te parece bonito?”.
pensé en calentar. Mis compañeros me palmotea-
Un dolor intenso me recorría la espalda mientras
ban en la espalda y me decían: “Bien, viejo O”.
mis compañeros trataban de levantarme en una
“No, Orlando, no me parece. Quiero que en-
En el sorteo elegimos el arco sur. El área de
camilla improvisada. Recordé a Rosa, por mi ca-
tiendas una cosa: yo no me opongo a que lo veas,
las dieciséis con cincuenta estaba pelada, sin cés-
beza pasaron como en un filme los dos años de
sólo quiero que entiendas que la relación nuestra
ped. Tracé con el guayo una línea en el centro y
nuestra relación, tuve el impulso de hacerla lla-
también necesita tiempo. No sé de dónde lo vas
coloqué la toalla detrás del palo izquierdo.
mar, pero me arrepentí. Me habían dicho que la
El partido se jugaba en el centro del campo.
a sacar, pero lo necesito”.
Me causó gracia el comentario, pero entendí que ya era tarde para el fútbol.
habían visto con otro man en el estadio. “Levante la pierna derecha”, dijo un médico,
“Está bien, Rosa, lo estoy intentando”.
Había mucha marca y trataba de dirigirlos gritan-
Con esfuerzo dejé de lado el fútbol durante
do que abrieran la cancha. En una falla de nues-
tres largos meses, y mi novia se sentía a gusto.
tro volante de contención el diez le ganó la espal-
“No puedo”.
Yo, en cambio, tengo alergia a las telenovelas, no
da y lanzó un pase como con la mano al punta
“Levante la izquierda”.
obstante traté de meterme en ese mundo sórdido
que avanzaba por la izquierda. El balón le quedó
“Tampoco puedo”.
de venganzas y traiciones, y cuando la rutina vol-
justo para su perfil y lanzó un zapatazo hacia el
“¿Cuánto hace que no jugaba?”.
vió a posarse sobre nuestra vida empecé a ojear
vértice izquierdo. Me lancé y me colgué del ba-
“Diez años, tal vez...”.
revistas deportivas y volví al fútbol con más ím-
lón. Mientras caía escuché la ovación y me pare-
Me trasladaron a la sala de rayos X, me toma-
petu. Entonces Rosa decidió terminar la relación.
ció volver a escuchar: “Ese pelao tapa mucho”. Al
ron tres placas y luego me llevaron a la casa en
Solo, sin compromiso, todo se llenó de fútbol.
contacto con la tierra, mi espalda crujió. Hacien-
una ambulancia.
Llegué a contemplar la posibilidad de volver a ju-
do un gran esfuerzo me puse en pie y despejé
Mientras me debatía en la incertidumbre de
gar y decidí aceptar la invitación que me habían
con la mano. Le pedí el cambio al técnico y me
volver a caminar, los compañeros del equipo
hecho para integrar el equipo del colegio en el
dijo: “Qué pasa, viejo O, después de semejante
trataban de consolarme diciendo que entre el
que trabajaba.
atajada no nos vas a dejar iniciados”.
público había un señor que decía que yo volaba
90
como el “Indio” Montaño.
horas más tarde, parado frente a la camilla.
91
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio Guayaquil Carrera 18ª calle 13
Y
o me crié en un barrio sano, en una calle modesta pero respetable, con una tienda en
la esquina donde nos fiaban y donde mi padre decía sus poemas a los cuatro vientos, mientras era aplaudido por sus amigos, ebrios de aguardiente y de conversación. Debo decir que este hombre celebrado en la esquina solía convertir el barrio en un estrambótico auditorio, en esas
La casa de la virgen
abúlicas tardes de sencilla bohemia. Y así nos educó, diciendo la palabra en voz alta. Hay cierta altanería en este credo, una soberbia de tribu que desde entonces nos distingue. En la
Por Julián Malatesta
escuela, en esos días en que se izaba la bandera, decía poemas a la patria que mi padre urdía en endecasílabos y afilaba con sátiras políticas. Los profesores inquietos me interrogaban sobre
Foto Pedro Alcántara
otros poetas, quizá menos ofensivos, pero siempre los planté: “Sólo sé los de mi padre”, les decía. Tiempo después fui acogido por mis amigos que empezaban a perseguir a las muchachas del barrio y requerían mis servicios para decirles la palabra dulce que les abriera la puerta de su corazón. Las cartas celebraban el súbito despertar 93
Prólogo Julián Malatesta
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
de mujeres y entonces: eres bella y desconocida
arrojando la pelota al uno, al otro, al de más
descansos de las apuestas y eran palmoteadas
lo que fuera a decir mi mamá o con la opinión
como el alba; tus cabellos son los rubios rayos de
allá, y le daba la vuelta a la manzana, midiendo,
frecuentemente en las nalgas sin que pusieran el
de mis hermanas.
la tarde, las crenchas olorosas a menta que te ha
calculando, sopesando con malicia la persecu-
menor reparo. Estas señoras vivían en el edificio
Tenía doce años cuando conocí la magia. Se
donado la noche; tus ojos las puertas del miste-
ción, o se refugiaba, cuadras más arriba, en esos
y sólo estaban disponibles en su tarea a la hora
sorprenderán si les digo que mi barrio tenía su
rio, lagos donde naufragan las estrellas; tus labios
callejones de “Pueblo e lata”, llenos de fábula y
que abrían el negocio. Yo me hice amigo de los
bruja, como debe tenerla un barrio respetable.
el columpio donde quiero que esté mi nombre…
temidos por la policía. Callejones oscuros habi-
jugadores, aprendí las mañas de las apuestas y
Una cuadra más abajo de mi calle apareció una
Todas esas cosas decíamos y las muchachas ar-
tados por nobles ladrones que pese a su oficio
empecé mis discusiones políticas sobre el desti-
muchacha de mi edad, tenía nombre de virgen
dían en un fuego desconocido. Así empezó mi
respetaban la zona. Cuando uno es muchacho
no de la clase obrera. Mi padre me había puesto
-no lo revelo por superstición, aún creo en el
militancia en la cofradía de los poetas.
esta oscuridad seduce, contagia su fuerza de mi-
al tanto de estas luchas, me había enseñado el
milagro-, y yo la vi y ella me miró, y aunque
Sólo alteraba nuestro goce la inspección de
lagro, posee luz, tiene el misterio de la revela-
sentido de lo justo. Así que con mis argumen-
uno todavía no sabe cómo es la cosa, digo, el
policía situada al frente de la tienda. Mantenía
ción. En esa oscuridad habita una cara del mun-
tos solía granjearme la simpatía de los operarios
tejemaneje ese del amor, allí estaba su primera
en ejercicio de tiempo completo un grupo de
do con saberes discretos, apacibles y peligrosos.
que, poco a poco, me hacían su confidente. Las
chispa y eso es como una candelita que quema
gendarmes, ágiles en la maroma del decomiso
El Guayaquil era sano, con decirles que al
señoras, con gestos maternos, acariciaban mi
sin que se note y le cambia a uno el caminado y
del balón y expertos en el garrote. Las pocas
frente de mi casa había un pequeño edificio
cabello, me abrazaban o me pellizcaban jocosas
lo pone a mirar de frente con fuerza de hombre.
veces que estos enemigos de nuestra fiesta ce-
de apartamentos, y la señora María, su dueña,
el mentón y se reían burlonas de mis sorprendi-
Yo sentí que me crecían los hombros, el pecho
lebraban con alborozo el rapto de la pelota, to-
los ofrecía en alquiler. En ellos vivían toda clase
das miradas cuando eran tocadas en sus abulta-
se me hinchaba y mi mirada era alta, altanera,
dos los muchachos emprendíamos las primeras
de personas con rutinas y ocupaciones diver-
dos traseros o algún borracho intentaba sacarles
y empecé a alistarme para merodear esa casa.
estratagemas de la conspiración, tirábamos una
sas, algunas duraban años, otras iban de paso y
el sostén por el sobaco. Así terminé haciéndoles
Enseguida vivían los Cambindo, una familia de
moneda al aire y así escogíamos al audaz que
de ellas no se volvía a saber. Doña María había
los mandados, en mi casa me enseñaron a ser
negros. La mamá era del Chocó y ejercía el tra-
debía penetrar la custodiada oficina y recuperar
instalado un pequeño jugadero de sapo donde
servicial, y yo iba al centro, al Calvario, a com-
bajo de contrabandista. Con muy poco capital
nuestro esférico. Con quiebre de cintura, rápi-
vendía trago y empanadas. Sus clientes eran los
prar la masa de las empanadas en “Molinos San-
traía bisuterías de Maicao. Ella me enseñó el ne-
da agachada, una buena porción de camonina
trabajadores de las Empresas Municipales que
tarrita” o a la farmacia “La Favorita” a comprar
gocio del contrabando, con ella fui varias veces
y amague, entrábamos al infierno, y los can-
alternaban las argollas del juego con los temas
el jabón Neko número dos que las señoras me
de viaje y con ella aprendí el modo de burlar las
cerberos de cuatro, cinco y hasta diez cabezas
de la política, del sindicato y de las mujeres. En
encargaban. Aunque no veía nada malo en estas
aduanas, las argucias para salvar la mercadería.
se estrellaban entre ellos, se mordían de cólera
el lugar aparecieron unas señoras rollizas que
solicitudes, me cuidaba de que llegara a saberse
Mi amigo Eduardo Cambindo me hizo entrar
mientras la muchachada corría llena de gozo,
bebían con los trabajadores, bailaban en los
en mi casa. Pienso que intuía cierto pudor con
a la casa de la virgen y empezamos a compartir
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Prólogo Julián Malatesta
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
sus juegos, el de la pelota contra la pared: O
para tender los alambres donde se secaban las
Cambindo. Con esos afeites, adobos y unturas
barrio cae en una modorra de la que es muy
a sin moverme, sin hablar, sin reírme… Las ma-
sábanas y se colgaban en pública subasta los se-
se encerraba con él.
difícil reponerse. En una de esas horas entré a la
nos que se chocan veloces al ritmo del estribillo:
cretos íntimos de la casa. Nuestros juegos eran
Siempre nos inquietó saber qué pasaba con
casa de la virgen, pregunté por ella y su mamá
Zumba nely nely tamba. Zumba zah zah zah, me-
de niñas y los practicábamos a espaldas de la ga-
la virgen, para dónde se iba ella. Pero la casa
me explicó que había salido de viaje a visitar
catimba ya, charalun balá, zumba zah zah zah…
llada. Que no se supiera de nuestras andanzas,
era grande y nosotros entendimos que la mamá
unos parientes en el Cauca. “Pero ya que estás
los caminos que no se tocan en la hoja de papel
pues nadie podría cargar con el señalamiento y
la encerraba en su cuarto y dejaba el resto del
aquí”, agregó, “comprame unos tabacos en la
y se dibujan tras el sitio indicado por su propio
la sorna de nuestros amigos.
caserón para su servicio. Un día oímos unos
tienda”. “¿Cuántos?”, respondí. “Un paquete”,
número, los lápices que se retiran uno por uno
Permanecíamos allí muchas horas, y allí al-
quejidos alarmantes, acompañados de reniegos
dijo ella. Y así fui a donde don Germán, a la
sin mover a los otros, los zorros que se obstinan
morzábamos y comíamos. La mamá nos cogió
y súplicas y entonces nos trepamos al zarzo y vi-
tienda de la esquina, y compré el pedido. Cuan-
en evadir las trampas y acosos de las gallinas, el
confianza y sólo nos despachaba de sus predios
mos a la vieja totalmente desnuda, extrañamen-
do volví, la vieja se había acomodado detrás de
palito en boca, estatua, rayuela, el coclí coclí a
cuando llegaba su marido. Era un señor que ca-
te colgada del pequeño arbusto de guayaba que
la cocina con unas amigas que yo no había vis-
que no te vi… y agotábamos la casona, de aquí
minaba torpe, surumbático, pidiéndole permiso
se erguía en el solar, y a Clark Kent, como una
to, fumaban sendos cigarros de tabaco, mientras
allá, por los recovecos, escondiéndonos en los
a las ventanas, dándose con las salientes de las
bestia mitológica, a horcajadas sobre ella, arran-
pronunciaban extrañas palabras que no se des-
cuartos, resbalando en los decorados arabescos
paredes, haciendo equilibrio en los sardineles,
cándole gemidos y maldiciones. La escena era
prendían de los labios, que se colgaban en esas
de los mosaicos, que iban a darse de frente, un
tropezando con tarros y piedras en la calle. Usa-
asombrosa, pues a nosotros no nos preocuparon
bocas, haciendo malabares con la saliva, o que
poco más allá de la alberca, con el pedazo de
ba gruesas gafas de carey con vidrios verdes os-
las nalgas arrugadas de la vieja, ni el cuerpo re-
eran bruscamente escupidas, acompañadas de
tierra desnudo, poblado de macetas, tablas mor-
curos, ocultándole los ojos. Los muchachos le
torcido por la posición que exhibía su verdugo,
un claro, sonoro y crudo improperio. ¿Conse-
didas por la intemperie, hierros oxidados, tre-
pusieron el apodo de Clark Kent. Bueno, cuan-
como si saber que esas cosas ocurrían en todas
guiste el encargo?, preguntó ella, arrojando una
bejos en los que aún podría reconocerse una
do Clark llegaba, nosotros debíamos irnos y eso
las edades, y que esos cuerpos acicateados por
bocanada de humo que ya casi le hacía saltar
remota distinción, entrañables objetos que al-
nos parecía muy raro. Lo cierto es que la vieja
una extraña fuerza presentaban alardes de ju-
los ojos de las cuencas. Le pasé el envoltorio.
guna vez pertenecieron al doméstico mundo de
tenía calculada la hora de la llegada de su hom-
ventud.
“Siquiera llegaste”, dijo otra, “pues estábamos
la utilidad. En ese suelo resaltaban recipientes
bre, para ese momento ya se había esparcido el
Para quien ha vivido en un barrio sano, esta
en un número par y así no funciona el hechizo”.
de diversos materiales y extravagantes colores,
rubor, los polvos de cuerpo, untado las cremas
imagen es imborrable, lo define como un ba-
La mamá de la virgen la miró como mandándo-
donde se habían sembrado en desorden las ma-
y frotado de abajo hacia arriba, como si fuera
rrio corriente, donde lo que acontece es natural
la a callar, pues yo de eso no sabía nada y era
tas y un árbol frutal ejercía como rey en medio
un linimento, el Kariakito morado, perfume para
como los días de lluvia o los días de la canícu-
mejor mantener la discreción en un barrio tan
de las flores y del abandono. Su tronco servía
la buena suerte que le vendía la mamá de los
la, cuando los soles duermen en las aceras y el
sano como este. “Yo creí que el muchacho era
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Prólogo Julián Malatesta
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
un iniciado”, dijo riendo la reprendida. “Él tiene
lo que nos ofrecía la virgen o su mamá, y en la
xis de fábula, define la acertada lectura. En una
aire cuando cruza la calle, pero yo confiaba en
aptitudes”, dijo la vieja celebrando la ocurrencia
noche bebíamos la contra que nos preparaba la
ocasión habían llegado al último puro sin obte-
la zarzaparrilla y eso me mantenía a cubierto.
de su amiga. Busqué un rincón donde hacerme
señora Cambindo.
ner un indicio positivo y estrellaban la colilla, el
Supe unos días después, por una confidencia de
El tabaco marea, no hay cabeza que pueda
babeado chicote, contra el suelo, hijueputián-
una de las consultantes, que lo único que vence
Cuando me enviaban a comprar los tabacos
sobrevivir a las náuseas producidas por un ritual
dolo con tanta convicción, que en una de esas
el poder del tabaco es el agua porque elimina la
y don Germán no tenía, entonces me devolvía
donde se consumen uno, tres, cinco, siete ciga-
el pedacito del puro quedó parado en vilo ante
ansiedad.
y arrimaba a la otra esquina, donde el viejito
rros y en números impares sucesivamente, hasta
los ojos de las sorprendidas fumadoras, quienes
Me preocupaba, por así decirlo, la tecnolo-
payanés que se creía un aristócrata, o le daba
encontrar en la colilla o en el mismo tabaco la
empezaron a correr y con toallas abanicaban el
gía. Era angustioso ver a estas señoras al borde
media vuelta a la manzana y los buscaba donde
prueba de que está surtiendo el efecto. Si la víc-
aire y escondían los vestigios de la ceremonia
de las náuseas pronunciando oraciones que a
don Neftalí, famoso en el barrio por sus enreda-
tima se pone los pantaloncillos o los calzones al
y se decían entre sí: “Ya viene, ya va a llegar,
veces no surtían efecto por la mala dicción, las
das cuentas a lápiz y la desvergonzada clavija. A
revés, hay que fumarlo al revés; si tiene anillo
que no se entere porque nos mata”. Se hallaban
palabras se les enredaban en la lengua o salta-
veces me tocaba ir más lejos, al granero “El Aho-
de oro, se fuma con el sello; si carga un limón
en plena batahola cuando tocaron a la puerta,
ban en una burbuja de saliva, aire y silbidos que
rro”, donde el arroz y los fríjoles se vendían con
en cruz, entonces se amarran con hilo negro
la mamá y la virgen corrieron hacia la sala y le
hacía imposible saber lo que decían. La virgen
pala y aún no se conocían los procedimientos
dos tabacos en forma de cruz y lo fuman dos
abrieron al visitante. Ah sorpresa, era Clark Kent,
y yo nos cogíamos las manos y cruzábamos los
mercantiles del auto servicio, como habría de
personas de modo simultáneo; si se sabe que
más surumbático que antes, entró agitado, con
pies por pura desesperación y con eso nos ga-
ocurrir unos años después. En las tiendas nun-
lleva un ajo macho como amuleto, se frotan los
zozobra y pidió un vaso de agua. Se lo negaron.
nábamos los insultos de las mujeres que veían
ca solicitaba tabacos, siempre pedía un paquete
tabacos con tres ajos machos macerados, esta
“Esperate unos minutos, desacalorate, frenale al
como se les apagaban los puchos. Pues dicen
de horóscopos. Tal ocurrencia me la celebra-
operación requiere un mínimo de siete cigarros.
desespero, te damos un jugo que es de más pro-
que si alguien se cruza, hasta allí llega el hechi-
ban suspicaces los tenderos. Así el vecindario se
La ceniza advierte la dificultad, señala el pro-
vecho, metele sosiego a la vida”, decían, y así
zo, la pavesa se oculta, el tabaco no habla. Un
fue enterando de lo que acontecía, y eso lle-
cedimiento a seguir, anuncia el acontecimiento,
lo entretuvieron hasta que Clark se tranquilizó.
día hurté de mi casa un pequeño tarro de plás-
gó a oídos de la mamá de los Cambindo, que
hay que leerla como quien desdobla una carta,
La virgen era quien más tenía poder de persua-
tico donde venía la laca que mis hermanas usa-
desde entonces, cada vez que volvíamos de las
en sus pliegues hay saludos, augurios de buena
sión y sus palabras me sonaban repetidas, con
ban para el cabello. La boca tenía el diámetro
jugarretas en la casa de la virgen, nos hacía zu-
o mala fortuna, duras recriminaciones, piadosos
esa retahíla me ofreció muchas veces confites,
exacto del grosor del tabaco y era susceptible
mos de zarzaparrilla dizque para limpiarnos del
consejos y siempre culmina con un ofrecimien-
galletas y refrescos. Uno mismo no puede saber
de presionar y aflojar sucesivamente del mismo
montón de porquerías que nos tragábamos en
to. La pavesa tiene sus propios caracteres, posee
cómo anda, cómo babea o tambalea las esqui-
modo como aspira el fumador. Llevé mi inven-
esa casa. De ese modo consumíamos sin temor
su grafía y el seguimiento adecuado de esa sinta-
nas, cómo explicarse los vahídos y la falta de
to y descubrimiento ante la vieja, e inmediata-
y desde allí empezó mi conocimiento.
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Prólogo Julián Malatesta
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
mente lo puso a prueba con tan buen éxito que
un brassier color fucsia enviado por una herma-
sistentes en mis labios. No puedo asegurar qué
ahora sus amigas se ufanaban de su destreza y
na desde los Estados Unidos, luego se quitó la
iba a suceder, en mi cabeza había desorden,
ostentaban con orgullo el instrumento.
falda y me mostró unos calzones pequeñitos del
más cuando intentaba abrir la boca, el grito de
Un día que había llovido, jugábamos a las
mismo tono. Yo permanecía en el filo de la cama
su mamá la hizo correr y colocarse, a la ligera,
adivinanzas con la virgen, cuando de pronto la
atrapado por el espectáculo pero sin moverme.
una blusa. La vieja entró y escrutó como una fe-
mamá le pegó un grito a Clark Kent y lo conmi-
Desfiló con ademanes de modelo y le observé
lina toda la habitación, luego me miró con intri-
nó a que la acompañara al solar. El viejo todo
las pequeñas nalgas como dos lunas menguan-
ga. “¿Ya te mostró el biquini?, preguntó. Yo sólo
lo hacía de mala gana, refunfuñando. Entonces
tes que se miran, sus piernas en compás, talla-
moví la cabeza.
ella lo llevó hasta el palo de guayabas, le mostró
das por la luz, moldeadas con el carboncillo de
La virgen me invitó al lavadero, tenía que re-
una orquídea recién florecida colgada de una
la sombra, desafiantes ante el hipotético jurado.
coger una ropa. Del tanque tomó un caldero y
maceta en el mismo árbol, le conversó sobre sus
Se hacía en el vano de la puerta como evitan-
me roció con agua. “Para que te sosegués”, dijo.
recuerdos de aquel lugar y luego lo dejó ir tran-
do mi huida, pero al mismo tiempo fisgonean-
Yo hice lo mismo, le aventé agua hasta desnu-
quilo a acomodarse en el sofá de la sala. Acto
do que nadie viniera a perturbar el desfile. Se
darla de nuevo y volver a ver sus prodigiosos pe-
seguido la observé coger un barretón y una pala
acercó a mí, acezante, con los labios húmedos,
zones ahora temblando debajo de la tela, iner-
y haciendo un cuadrado en la tierra donde se
brevemente abiertos como si una pequeña pa-
mes, sin cautela, vulnerables al asalto. El juego
había parado el marido, con mucha maña le-
labra se hubiera detenido entre ellos y se negara
continuó largo rato, y yo tenía su cuerpo todo
vantó la huella y fue a esconderla en la coci-
a dejar oír su afán, su propósito de mundo. Era
agitado, deseoso pero inocente, ansioso de per-
na. Pregunté de qué se trataba y dijo que era el
un jardín que despierta en el alba y esparce su
derse en la caricia y al mismo tiempo huidizo.
modo de recoger los pasos para que ese viejo
perfume, un olor a frutas invadiendo de impro-
Cuando su mamá vio el pantano que habíamos
pendejo no se volara.
viso la habitación, dicen, los que saben, que así
hecho, llamó en secreto a su hija y como si hu-
Las cosas con la virgen progresaban sin pala-
se manifiestan los ángeles. Con la respiración al-
bieran pactado un nuevo juego dijeron: “Vení,
bras. Cuando nos cogíamos las manos sentíamos
terada y sus ojos brillantes, intensos, se retiró el
Julián, ¿ya viste las matitas que florecieron?”.
correr una cosa distinta a la sangre pero que era
sostén y puso un seno junto a mi boca y luego
“Desde aquí las diviso bien”, contesté, y no me
nuestra, nos mirábamos y evadíamos el énfasis
con suave movimiento acercó el otro. Se con-
moví de la baldosa.
con una sonrisa. Entonces ella optó por desnu-
toneaba acompasadamente como si escuchara
darse, un día se quitó la blusa para mostrarme
una melodía lejana, sus pezones golpeaban in100
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LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio San Antonio Carrera 12 No. 2-45 Oeste
N
ací en la colina de San Antonio. En una casa blanca de ventanas y zócalos verdes. La casa
tenía una cocina, nueve piezas y un patio interior, donde yo vivía en compañía de mis abuelos maternos, mi madre y siete tías. Don Agustín Martínez Sanabria, mi abuelo materno, perteneció a una familia de tipógrafos que fueron pioneros en la industria editorial de
La colina de San Antonio
Cali. Mi tío Francisco tuvo la famosa Imprenta Martínez, ubicada en plena olla de la ciudad (carrera 9ª con 16) y mi abuelo trabajó durante muchos años en la Imprenta Bolivariana, pro-
Por Fabio Martínez
piedad del padre Alfonso Zawadski, que estaba ubicada en la carrera Cuarta, del barrio San Antonio, contigua a la casa donde Jorge Isaacs escribió el último capítulo de su novela María.
Foto Édgar Collazos - Barrio San Antonio
Si alguien me pregunta por mis influencias literarias, debo afirmar que ellas tienen su origen en aquella casa donde compartía con mis abuelos maternos y mis siete tías. Mi abuelo era un lector que tenía una biblioteca clásica y llevaba a la casa cuanto libro o revista se imprimía en la imprenta. En medio de 103
Prólogo Fabio Martínez
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
la enfermera, el peluquero, el carpintero, el tala-
un país religioso y conservador, era un hombre
va?”, preguntaba atónito mientras les colaboraba
Cuando no había fútbol, jugábamos al co-
que se destacaba por sus ideales liberales. Fue él
a subir un cierre o poner un liguero; ellas, jóve-
clí-coclí, un rito de la infancia que consistía en
quien me enseñó a leer y escribir a la edad de cin-
nes, bellas y seductoras, respondían: “Mijo, voy
que un niño, abrazado a un arbusto, se tapa-
Por las calles empedradas se escuchaba cómo
co años, y a conocer algunos autores como Ale-
pa’ vieja”.
ba los ojos con sus manos mientras los otros se
iba subiendo la flauta aguda del afilador de cu-
bartero y el hacedor de macetas.
jandro Dumas, Gabriela Mistral y Ruben Darío.
Con su pasito tun-tun, mis tías se despedían
iban a esconder. “Coclí-coclí, al que lo vi lo vi, al
chillos; el voceador de periódicos que a todo
Escritores que, si bien es cierto no comprendía en
de besito en la mejilla y se alejaban dejando el
que está detrás de mí, no juego más”, cantaba el
pulmón gritaba “El País”, El Tiempo”, “El Especta-
aquellos años, dejaron un eco imborrable en mi
eco de sus tacones resonando en toda la casa.
niño; apenas terminaba la canción, salía a buscar
dor”. Y el pregón delicioso de las negras, que con
a sus compañeros de juego.
sus platones de aluminio en la cabeza trepaban
La colina de San Antonio era perpendicular
memoria.
por la colina, ofreciendo frutas, cocadas y pesca-
Don Agustín tenía los sábados en la tarde,
y todos los años reverdecía como el amor de los
En la colina, experimentamos nuestros prime-
con sus amigos, una tertulia literaria, donde
adolescentes. Los sábados en la tarde, la colina
ros amores y nuestros primeros sufrimientos. En
leían poesía en voz alta y se la pasaban, al calor
se convertía en una cancha de fútbol donde las
la noche, el cielo en la colina de San Antonio es
De los personajes del barrio, quizás el pana-
de un aguardiente, hablando de literatura. Re-
galladas del barrio se reunían a jugar. La cancha
de color azul cobalto y está lleno de estrellas. Allí,
dero, la enfermera y el hacedor de macetas eran
cuerdo a don Luis Chicaiza, que tenía una voz
era vertical. El lado de cada cancha se sorteaba
después de una jornada sudada, nos sentábamos
los que tenían la mejor aceptación entre los ni-
grave y profunda y era un excelente contador de
con una moneda. El equipo que ganaba el cenit
en un banco de cemento a contemplar la ciudad
ños. El panadero porque siempre que uno iba a
historias. Aquella voz de don Luis me persiguió
siempre llevaba la ventaja sobre su contendor,
y el valle del mundo.
comprar el pan del desayuno, le daba de ñapa
durante toda la vida. Cuando llegué a la adoles-
pues cuando el delantero se acercaba a la valla
Mi morada estaba situada en el camino que
una cuca o un pandebono. La enfermera porque
cencia y tuve que decidir mi carrera profesional,
imaginaria, sólo le era necesario dar un taquito
va de la casa del poeta Isaías Gamboa a la del
cuando un niño le reventaba la nariz a otro, ella
dije -no sin cierta ingenuidad- que quería ser es-
a la pelota para meterla en la portería. La bola
novelista Jorge Isaacs. En la mitad del camino, en-
lo curaba con sólo mirarlo a los ojos. El hacedor
critor. En la universidad no se enseña a escribir;
traspasaba la zona de gol y descendiendo por
tre las dos casas, se levantaba un frondoso palo
de macetas era el fabricante de dulces de azúcar,
se enseña ingeniería, medicina o derecho. Con-
la carrera Quinta, llegaba hasta la plaza de don
de mango. Debajo de aquella sombra del mango
que tenían distintas formas y colores, y venían
testó mi madre.
Joaquín de Caycedo y Cuero. Mientras el “reco-
escuché por primera vez los cuentos de Buziraco,
empotrados en un palo de maguey. Cada 29 de
Mi infancia transcurrió feliz entre libros, esco-
gebolas” bajaba hasta el centro de la ciudad y
la Llorona de San Antonio y el relato del negro de
junio los padrinos acostumbran a regalarles a sus
tes y los ligueros de mis tías, que siempre, cuando
recuperaba la pelota, el partido se suspendía. El
la Loma de la Cruz.
ahijados una maceta.
estaban acicalándose ante el espejo para ir a un
equipo que le tocaba el lado inferior de la colina
La colina de San Antonio era un microcosmos
El peluquero y el dentista eran crueles y tenían
baile o ir a tirar paso al “Séptimo cielo”, me pe-
era el que más sufría pues para marcar un gol
múltiple y variado: allí se encontraba el zapatero,
la reputación por el suelo. Mi madre siempre
dían que las ayudara a vestirse. “Tía, ¿para dónde
siempre tenía que desafiar la ley de gravedad.
el carnicero, el dentista, la modista, el panadero,
me llevó engañado a ese par de lugares. “Voy a
104
do fresco.
105
Prólogo Fabio Martínez
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
comprarte un juguete”, me decía; cuando menos
Pero todo no era dolor en la colina de San An-
la violencia; aquella figura siniestra que asoló el
que fueron clave en el proceso de mi formación
pensaba, estaba sentado en la silla de la peluque-
tonio. También había momentos para el asom-
campo colombiano durante los años cincuenta.
literaria: El Congreso de Escritores Hispanoame-
ría frente a un hombre gordo y barrigón, que con
bro y la tristeza. Recuerdo que en una tarde de
Desde la manzana de San Antonio con-
ricanos, dirigido por Gustavo Álvarez Gardea-
tijeras en mano comenzaba a cortarme el pelo
agosto, un niño famélico comenzó a elevar su
templaba la ciudad. Desde allí, podía apreciar
zábal, donde participaron los escritores Camilo
sin ninguna consideración.
cometa. De pronto, vino un viento tan fuerte
la plaza de Caycedo, la torre Mudéjar de San
José Cela, Juan Rulfo y Manuel Puig.
En aquellos años, al contrario de los mucha-
que sacudió al niño y se lo llevó por los aires.
Francisco, la Ermita y el Hotel Alférez Real, que
Aquella tarde, Cela, como buen español, fue
chos de hoy en día, deseábamos tener el pelo
Desde la altura, el párvulo levantó su mano y
años más tarde fue destruido por la mano de un
el más hablador. Puig, el más divertido. Rulfo,
largo porque nos identificábamos profunda-
nos dijo adiós. No lo volvimos a ver.
alcalde inescrupuloso.
el más silencioso. Recuerdo que cuando Gar-
mente con John Lennon y el Che Guevara. Las
Otro día, un carro de cervezas Bavaria se vol-
Allí, en aquella manzana prodigiosa, transcu-
madres, quizás influenciadas por los soldados
teó y aplastó a un borracho que bajaba tamba-
rrió mi infancia. Luego, vino la adolescencia. Los
norteamericanos que iban a Vietnam, nos que-
leándose por la loma.
años sesenta y setenta donde la ciudad vivió una
Otro buen día, a una niña se la llevó el mons-
rían ver rapados y nos imponían el corte Hum-
truo de los mangones.
berto. Al final de la castrada, el peluquero nos
deazábal lo anunció ante el público, el autor de Pedro Páramo se había quedado dormido. Los jóvenes que habíamos decidido ser escritores estuvimos allí, escuchando a los grandes
época dorada en las artes y las letras.
de las letras hispanoamericanas.
Fue el periodo de los festivales de arte dirigi-
En esos tiempos, el terror de los niños era el
dos por Fanny Mickey; los montajes del TEC con
El segundo evento que me marcó fue la apa-
La ida a la dentistería era otro dolor. La madre
monstruo de los mangones. Un hombre oscuro
Enrique Buenaventura a la cabeza; la creación
rición en la ciudad de la revista cultural “Estra-
nos llevaba engañados, y cuando menos pensá-
y solapado que acostumbraba a llevarse a los in-
del Museo de Arte La Tertulia bajo la dirección
vagario”, del periódico El Pueblo, dirigido por
bamos estábamos sentados en una silla frente
fantes, los violaba y luego los mataba.
de Maritza Uribe de Urdinola y donde expusie-
Fernando Garavito. Era un periódico literario
regalaba un pirulí de consuelo.
a un hombre de delantal blanco que con unas
Sobre la imagen del monstruo de los mango-
ron por primera vez los artistas Pedro Alcántara,
que tenía un diseño moderno y sus viñetas,
tenazas en la mano nos obligaba a que abriéra-
nes existían varias leyendas. Unos decían que se
Óscar Múñoz y Ever Astudillo; y Ciudad Solar,
en blanco y negro, eran sugestivas. Allí se po-
mos la boca. En aquellos años, la odontología,
trataba de un hombre que había sido contrata-
fundada por Hernando Guerrero y Pakiko Or-
día leer desde un texto de Albert Camus, hasta
al no estar desarrollada técnicamente, no usa-
do por un señor poderoso de la ciudad; al sufrir
dóñez.
un cuento de Jorge Luis Borges. Pero también,
ba anestesia, y por esta razón toda escisión se
de leucemia, el señor tenía que alimentarse con
Los años del Cine Club San Fernando diri-
allí se podían leer los escritos de María Merce-
sacaba con dolor. Después del forcejeo con el
la sangre de los niños. Era una versión tropical
gido por Andrés Caicedo, donde cada sábado
des Carranza, Roberto Burgos y Fernando Cruz
dentista, terminábamos agotados y con la boca
de la historia creada por el escritor británico
veíamos en la pantalla lo mejor de Buñuel, Tru-
Kronfly, que comenzaban a descollar como es-
roja. Como paliativo, la madre nos compraba
Bram Stoker. Otros afirmaban que el monstruo
ffaut y Fellini.
critores.
una paleta en la heladería de la esquina.
de los mangones era, en verdad, un ‘pájaro’ de 106
Los jóvenes caleños que deseábamos ser es-
De aquellos años, hay tres acontecimientos 107
Prólogo Fabio Martínez
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
critores, esperábamos el domingo con ansiedad
Hoy, la pequeña montaña mágica de San
Como la imagen de la colina era tan fuerte y
para recibir en la puerta de la casa, por parte del
Antonio es un barrio de artistas y escritores; de
me perseguía, cada vez que llegaba a una nueva
voceador de prensa, el manjar literario.
pequeños restaurantes y tiendas de artesanías;
ciudad escogía el barrio más alto. Cuando lle-
El tercer acontecimiento fue mi paso como
de estudios de pintura y salas de teatro. Allí vi-
gué a vivir a París, pernocté por un tiempo en la
actor, durante cinco años, en el Grupo de Teatro
vieron por muchos años los actores y actrices
colina de Montmartre; en Barcelona viví en la
Experimental Latinoamericano -GRUTELA- que
Jacqueline Vidal, María Eugenia González, Jorge
colina del Tibidabo; y en Bogotá, en la colina de
dirigía Danilo Tenorio.
Herrera y Diego Vélez. Allí vivió el director de
la deshonra, del barrio la Macarena.
El dramaturgo caleño venía del TEC y había
cine Luis Ospina e hicieron su residencia el ar-
La memoria es una colcha de recuerdos y ol-
dirigido excelentes obras como Guárdese bien
quitecto Benjamín Barney y la fotógrafa Silvia
vidos. Mis recuerdos más profundos vienen de
cerrado en un lugar seco y fresco y Los papeles
Patiño. Allí nacieron los grupos de teatro Imagi-
la loma de San Antonio, mi bella y dorada man-
del Infierno. A su regreso del Festival de Nancy,
nario, de Tenorio; La Máscara, de Lucy Bolaños;
zana de la infancia. Los lapsus y olvidos vienen
en Francia, creó el grupo de teatro en el barrio
El Globo, de Jorge Vanegas, y Cali Teatro, de Ál-
de mis experiencias más recientes.
San Antonio, que se hizo famoso por su montaje
varo Arcos.
Si hoy alguien me pregunta por mis prime-
Túpac Amaru, 1780. Una obra que tenía la in-
Allí viven los músicos Liliana Montes y Gus-
ras influencias literarias, no sabría decir qué fue
fluencia del dramaturgo polaco Jerzy Grotowski.
tavo Vivas y conservan sus talleres de pintura los
primero: si el lenguaje de mi abuelo o el olor a
Con esta pieza estuvimos en el Primer Festi-
maestros Labrada, Polo y Tello. Allí vive el ce-
tinta que emanaban sus manos; si el lenguaje de
val Internacional de Teatro, en Manizales, don-
ramista Mauricio Pazán y la familia Otero (esta
los árboles de la vieja colina de San Antonio o el
de fueron jurados, entre otros, el poeta Pablo
última famosa por las macetas). Allí pernocta-
lenguaje indescifrable de las mujeres.
Neruda y Atahualpa del Chiopo, y recorrimos
ron durante años los escritores Germán Patiño,
todo el país.
León Octavio, Leopoldo Berdella de la Espriella y Lucy Fabiola Tello, entre otros.
Estos años hacen parte de mi educación sentimental y fueron claves en mi proceso de for-
Luego, un buen día, pasó el periodo de la
mación literaria donde no sólo los libros fueron
adolescencia, y entonces hubo necesidad de
mi compañía, sino también la música, el teatro y,
abandonar la pequeña montaña mágica. Había
por supuesto, la ciudad que, en aquel momento,
llegado el momento decisivo de dejar la colina,
respiraba un aire de arte, civismo y progreso.
alistar maletas y lanzarse a conocer el mundo. 108
109
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
En sus marcas… Listos… ¡Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Y
entonces salían o salíamos rodando en carritos de balineras los cuatro competidores
(cinco máximo) entre los siete y los diez años de edad (once máximo) por una empinada calle cuasimocha del barrio Santa Isabel que iba a chocar contra el muro del ancianato San José.
La manzana del Águila
¿El ganador? Una vez más, Federico Torre de la Vega. ¡El gran Freddy Tower! ¿Coordenadas?
Por Juan Fernando Merino
Comienzos de los años 60, una manzana de casas de dos plantas más bien medianas, más bien idénticas (por lo menos al principio, antes de que empezaran a prosperar unos vecinos y
Foto Juan Fernando Merino
a hundirse otros), sin espacio entre unas y otras, muro contra muro, pared contra pared, reproche contra confidencia, pero casi todas con garaje, patio de atrás y pequeño jardín, financiadas por el Banco Central Hipotecario y adquiridas a muy largo crédito por profesionales jóvenes con familias numerosas, abogados y funcionarios públicos 111
Prólogo Juan Fernando Merino
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
en los inicios de sus respectivas carreras, comer-
caso personal, confieso, sólo empecé a utilizar
mejor amigo de la infancia, el gran Freddy Tower
Debía tener la fiebre, la temeridad o la locura de
ciantes, administradores de empresas modestas,
los vocablos “Andes” y “estribaciones” para sonar
(hoy en paradero desconocido) no era ni el ma-
los verdaderos campeones… ¿Qué más se puede
profesores de universidades públicas, uno que
más interesante a los oídos de mis compañeras
yor del grupo, ni el más alto, ni el propietario del
decir? Creo que son las palabras justas. Qué lásti-
otro finquero con vocación de ciudad, contado-
de curso cuando una década más tarde estudiaba
carro más veloz, las balineras más aceitadas…
ma que pasara lo que pasó. ¡Qué desperdicio de
res, dos agentes de seguros, un inventor de pa-
en una universidad de otro país, precisamente en
Simplemente gozaba o penaba de un nerviosis-
talento y de nervios aguzados! Qué dolor…
tentes…
uno de los estados más planos de ese país. No
mo a flor de piel, de un estado permanente de
De acuerdo, eso está muy bien, pero ¿y las
hay vuelta de hoja: los Andes, a la altura de la
alerta, que le permitía impulsarse con las manos
coordenadas topográficas, geográficas, de no-
Florida, empiezan a adquirir alcurnia, prosopo-
desnudas -otros usaban los guantes de jardinería
menclatura?
peya, hasta un poco de magia…
de los padres o los de fiesta desechados por las
En sus marcas…
madres- una fracción de segundo antes de que
¡Listos!
diera la partida el ex campeón Alvarito “El Cha-
Y entonces, tres, cuatro, cinco años después,
¿Y el campeón de los Andes, el ganador de las
Muy sencillas: nuestra calle empinada y se-
carreras de carritos de balineras?
mi-mocha nacía media cuadra abajo del Monu-
*****
mento al Águila (en honor y loor de los primeros
Siempre, casi siempre, Federico Torre de la
to” Lalinde (jubilado por haber cumplido ya los
salíamos o salían disparados por la misma ca-
aviadores que llegaron a Cali, si no me equivoco)
Vega, como podrían atestiguar si todavía vivieran
doce años), descender la pendiente con la mitad
lle pendiente de la infancia los ciclistas partici-
y media cuadra arriba de la iglesia del Perpetuo
en nuestra calle los dos jueces habituales aposta-
del cuerpo inclinado hacia adelante y no frenar
pantes en la quíntuple vuelta a la manzana del
Socorro, demolida hace varios años, y de la he-
dos en la línea de llegada, un metro y veinte cen-
jamás, por más que ya se le estuviera echando
Águila, seis, a veces siete, a veces aún más bici-
ladería Dari Frost, aún en pie y con el sundae de
tímetros antes del muro de ladrillo del ancianato
encima el muro del ancianato, por más que Pa-
cletas… Y pasábamos raudos frente a la casa de
mora intacto y congelado en la memoria.
San José: Paquito Escalante y el “Bebé” Gutiérrez.
quito “Cuatroojos” y Gutiérrez “Baby” estuvieran
los Esquivel, la de doña Amelia -la viuda italiana
Abajo y arriba, arriba y abajo. Literalmente.
Paquito (la última vez que tuve noticias de él era
haciendo gestos desorbitados para advertir que
que tenía una colección enorme de historietas
Porque en la planísima avenida en que se erigían
un comerciante más o menos próspero en Tuluá)
por el único costado abierto al tráfico en nuestra
cómicas para los muchachos de la cuadra-, fren-
la heladería y la iglesia, la muy famosa carrera
porque era cegatón, gafufo y bizco y por ende
calle cuasimocha bajaba un vehículo motorizado
te al muro del ancianato bajo la mirada ausente,
15 (rebautizada como calle Quinta en algún mo-
no participaba en ningún deporte de mediano o
de dos, cuatro u ocho ruedas.
impávida (jamás los vi hacer un solo gesto, ni
mento de mi adolescencia) iba a terminar el Valle
alto riesgo, y Bebé (en la actualidad un pediatra
Yo gané muy pocas carreras (la semana que
saludar ni despedirse, ni pedir un segundo de
del Cauca -topográficamente hablando- y co-
endocrinólogo reconocido a nivel departamen-
Freddy tenía varicela, la del sarampión y uno que
atención, nada) de los ancianos del segundo
menzaban las estribaciones de los Andes…
tal) porque su mamá le tenía terminantemente
otro triunfo inexplicable), frené varias veces y una
piso sentados en el corredor, junto al borde, casi
prohibido mancharse la ropa.
vez que frené con miedo, caí mal y me abrí la
rozándolo para ganar centésimas de segundo,
frente. Freddy nunca frenó y nunca se accidentó.
del pequeño espacio de tierra arenosa al final
Lo cual, por supuesto, ni sabíamos, ni men-
Por su parte Federico, mi vecino del alma, el
cionábamos y nos importaba un bledo. En mi 112
113
Prólogo Juan Fernando Merino
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
de nuestra calle donde jugábamos a las bolitas,
hermosísima novia y el resto de su familia, de
rado de Estados Unidos que se iniciaría su com-
la mitad del garaje de cada casa, jugándonos la
la meca y el carambombo, a la vuelta a Colom-
regreso a la esquina de partida de las balineras,
bate de por vida con objetos fumables cada vez
vida a centímetros de una caída libre a lado y
bia con tapas de gaseosa, el trompo y el yo-yo,
la casa de mi amigo Freddy, la nuestra, la de los
más intensos.
lado, sorteando las materas con plantas o flores,
para enseguida subir la primera pendiente del
hermanos León, y así una y otra y otra vez, y
Habíamos perdido también el lote baldío en-
los bultos de cemento (de las familias que preten-
recorrido y pasar frente a la casa de Mónica la
otra y otra, hasta completar el número de vuel-
tre la casa de doña Amelia y el muro del anciana-
dían eventualmente seguir elevando sus casas),
Buenaza -que llegaría a ser modelo y actriz de
tas estipulado por los jueces de turno…
to de las Hermanas Vicentinas… O sea el bosque
las pequeñas verjas de metal entre un semitecho
televisión en Bogotá- la de los Gómez-Alarcón
¿Ganador? El que fuera… No me acuerdo en
de los juegos de lleva y escondite, de cacería de
familiar y otro, hasta ir a descolgarnos al final de
que siempre ofrecían whisky cuando las fami-
absoluto. Qué veloz pasa a veces la infancia…
mariposas y de cacería de virginidades por lado
la calle sobre el espacio de tierra arenosa para los
lias de nuestra cuadra le daban, le dábamos, la
Qué brumosa parece a veces la adolescencia.
y lado, aunque de eso no se volvió a hablar des-
juegos de bolitas y las vueltas a Colombia con ta-
vuelta a la manzana los 31 de diciembre a me-
Pero cuánto había cambiado todo. ¡Cuánto
pués de que en aquel lote se levantaron dos casas
pas de Coca Cola. El primero en tocar tierra firme
dianoche, la mansión del Ahogado -aunque aún
se había perdido entre la era de las balineras y
contiguas y un edificio de apartamentos de cua-
era el triunfador… Cuando no estaba Federico
faltaban varios años para que se ahogara en las
la era de las bicicletas!
tro pisos.
Torre, claro.
Piscinas Panamericanas-, el patio del colegio de
Para empezar, habíamos perdido a nuestro
Y habíamos perdido al subcampeón de los ca-
Sólo que un día Dieguito Escobar, que otra
las Franciscanas donde los días de vagancia nos
campeón, Freddy Torre de la Vega. En un in-
rritos de balineras, Fernando Velandia, sindicado
vez iba de último, a mitad del recorrido gritó que
íbamos a guindiar las clases de gimnasia de las
tento por calmar su piel indomable de aventu-
justa o injustamente de follarse a la vista de todo
paráramos… Que paráramos a mirar lo que esta-
niñas del Stella Maris, con sus shorts y sus ca-
rero sin freno, su rebelión contra todo tipo de
el vecindario a una joven empleada del servi-
ba pasando detrás de la ventana sin persianas del
misetas sudadas, en seguida la segunda subida
autoridad (sobre todo la de los curas y la de los
cio, una esplendorosa joven aindiada de nuestra
cuarto de Fernando Velandia. Porque Fercho y la
fuerte, esta vez hacia el monumento del Águi-
propios padres), su familia lo había ido envian-
edad, de pelo negrísimo y lacio que le caía hasta
india hermosa que nunca devolvía nuestros salu-
la, la casa sin garaje de la tetuda Narváez -hoy
do cada vez más lejos: seminterno a un colegio
la cadera, recién llegada a la familia Velandia des-
dos o silbidos se encontraban en plena follada…
una digna abuela de familia-, el garaje de mi
en las afueras de Cali, una academia militar con
de las montañas de Corinto (Cauca).
profesora de kínder, la señorita Violeta, cuyo sa-
nombre de mariscal en las afueras de Bogotá,
Lo de la follada a la vista del público requiere
familia notable de las montañas del Cauca, veni-
grado espacio de la primera sabiduría algún día
un desastroso intercambio en Estados Unidos,
un asterisco, supongo, o una nota a pie de pá-
da a menos, es verdad, pero había sido recomen-
se convirtió en la primera pandebonería de la
en donde después de enfrentarse con puño en
gina. En realidad ocurrió durante una de las ca-
dada por un cura de Piendamó, compañero de
calle, la casa de los Martínez, donde en su debi-
alto a la tercera familia que lo echaba de casa,
rreras a techo traviesa en la época de transición
seminario del tempestuoso padre Silva, el de la
do momento se abriría la primera fotocopiadora
por poco termina deportado…
entre las balineras y las bicicletas: salíamos co-
iglesia ahora demolida de la calle Quinta.
Fue poco después de aquel regreso apresu-
del barrio, la casa de Alicia Isabel, mi primera y 114
Y resulta que la chica de Corinto venía de una
Poco después los Velandia se mudaron a
rriendo sobre el cuasi-techo delantero que cubría 115
Prólogo Juan Fernando Merino
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
un barrio del lejano norte y desaparecieron de
a rajatabla mi voluntad de asilamiento durante
nuestro mapa.
siete horas al día y las tres horas para revisar los textos durante la noche…
O escribo una novela con todos aquellos
todas las carreras.
personajes desmesurados del barrio Santa Isabel, incluyendo las leyendas de la Mansión del
*****
Ahogado y las historias -tergiversadas o no- de
Sólo que al segundo día aparece Federico Torre
*****
la tetuda Narváez. Hasta donde yo sé, no se ha
de la Vega… la silueta del Gran Freddy después de
Han pasado otros ocho años desde la beca
Estamos en 1995 o 1996, creo, máximo 1997.
treinta años de sobresaltos y de humo. Su familia
de novela. Ahora estoy en otra ciudad, otra vida,
Han pasado 30 años desde las carreras de baline-
se ha mudado lejos, la casa está clausurada y a
esta vez compartida. Terminando una segunda
ras, 25 desde las bicicletas… Y seis o siete desde
la venta; él se quedó sin sitio donde escampar y
novela que aún se niega a cuajar. Ya veremos…
la última vez que visité Cali, a mi familia y a
los días los pasa acostado en el suelo duro de la
Pero pienso en aquella primera novela del in-
mi barrio Santa Isabel. Después de haber vivido
azotea o recostado leyendo contra el muro de la
tendente… ¿Acaso era posible escribir sobre una
O me sirvo otra copa de vino tinto y desde la
durante dos décadas en cinco países y de haber
habitación que de niño compartió con su herma-
isla musulmana de África cuando quedaba tanto
azotea de casa de los padres me siento a ver caer
recorrido otros 15 buscando quién sabe qué.
no Gregorio. Las noches las pasa dando vueltas a
por entender de mi propia calle, de la manzana
el sol sobre las estribaciones de los Andes.
Pero ahora tengo un pretexto para quedarme
la manzana del Águila en compañía del grupo de
del Águila, de mi mejor amigo en otros tiempos,
en la casa de la infancia y no salir corriendo:
los “espectros”, que permanecen la noche entera
que noche tras noche se seguía destrozando, que
una beca de creación del Ministerio de Cultu-
fumando y temiendo, caminando y temiendo…
diga buscando, que diga postergando…?
ra para escribir una novela situada en una isla
Cuando Federico se despierta, a mitad de la
No se pudo. No salió nada que valiera la pena.
musulmana de Kenia, una curiosa historia de un
tarde, conversamos un rato, del libro que él esté
No culpo a Freddy del fracaso de la novela.
intendente católico que conocí y que se fue de-
leyendo ese día y el que yo estoy escribiendo, del
jando enredar por las contradicciones del país,
vecindario, de esto y lo otro, hasta que le ruego el
Es todo culpa mía, de los recuerdos insubordi-
la religión y sobre todo la isla.
favor (él y yo jamás nos hemos levantado la voz,
nados, de esta traviesa mano con la que escribo,
Mi “taller” de escritura pasa a ser el único
jamás hemos tenido una discusión ni un malen-
que tantas veces no se decide por este lado ni por
sitio de la casa por donde circula aire en horas
tendido) que necesito escribir, que el plazo para
el otro, ni por ninguno.
del día: un espacio cubierto añadido al segundo
terminar la novela avanza inexorable… Entonces
Pero cualquier día de estos regreso a Colom-
piso, justo en el ángulo por donde antes pasa-
me dice: “Tranquilo, Juanillo, no problem”, sonríe
bia a pasar una temporada con mis padres en la
ban las competencias a techo-traviesa… Con la
y se queda mirando en silencio los cables de la
manzana del Águila, y entonces recupero la no-
soledad ideal para escribir: mis padres respetan
luz o la calle inclinada donde de niños se ganaba
vela africana, la pulo, la reescribo, la publico.
116
escrito esa novela. O le enseño a mi sobrino-nieto a fabricar un carro de balineras… No, eso va a ser más difícil…
En sus marcas…
Por supuesto que no; fue mi primer amigo.
117
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Unidad residencial Cañaverales V, Calle 18A No. 55-96
En este espacio cada uno es capaz
de zurcir sus vislumbres y tinieblas
árboles me rodean con sus patas de elefante
tengo un gong en las sienes memoriosas Mario Benedetti, Preguntas al azar
“Recorta y pega cinco calcomanías en las que dis-
Sticker
tingas los objetos, las personas y las situaciones que se presentan en de tu barrio”.
T
enía siete años. Cursaba segundo de prima-
Por Juan Sebastián Murillas Salgado
ria. Era retraído y mi boca un planeta hermé-
tico, de zumbidos entrecortados y peticiones sin fluidez. Salía del colegio. Del colegio Claret, a las
Foto Juan Sebastián Murillas Salgado
seis y media de la tarde. Me iba en el carro aguamarina de don Alberto. No conocía el barrio, mucho menos la ciudad. Tarea curiosa esa de sociales. Venía de Yotoco, en el centro del Valle. Llevaba dos semanas viviendo en esos edificios. La gente del pueblo es la misma de Cali, solo que con piernas más largas. Cañaverales Cinco, creo que se llama la unidad donde vivo. La “unidad”. 119
Prólogo Juan Sebastián Murillas Salgado
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
¿Será sinónimo de barrio? Ahora tengo que pe-
siempre me pareció que los edificios debían ver-
de nos instalaríamos aquella noche y conocimos
escampado. Antes de salir del conjunto, le pregun-
dirle al portero que me diga quién compra pren-
se como las montañas en las lejanías de la niebla.
esa mezcla de cifra y alfabeto que habitaríamos
to al portero quién compra la prensa en el barrio.
sa en la unidad. Y comprar en Rapitiendas unas
Perdí. La unidad era mucho más realista; cons-
hasta el día de hoy: apto K -142.
Perdón, en la unidad. “Mijo, en el cuatro dieci-
tijeras escolares y un tarrito de colbón. El carro
taba de quince edificios de color verde y cinco
cruza la Guadalupe y entra en la manzana. Los
pisos daban el tope a cada uno. Una malla me-
edificios se ven blandos cuando llueve. Llueve.
tálica y un cerco cuadrado de endebles árboles
Febrero 12 de 2009. El aire intenta ser puro don-
domingos deja encargada la Gaceta. Seguro él se
Entonces don Alberto espera a que me coloque
verdes circundaban el terreno, convirtiéndolo en
de vivo. Aquí la altitud es de llanura, lo suficiente-
la presta”. A las nueve cierran Rapitiendas. A las
el impermeable que guardo en el morral y pienso
un cuadrilátero de saltamontes y concreto. No sé
mente cercana al sol como para sentir las hormigas
ocho, la tienda de los peces. Primero veo los acua-
que lo primero que voy a buscar en el periódico
si fue por el efecto de repetición de las plantas y
de ardor pellizcarme la frente y lo necesariamente
rios, luego compro el colbón y después voy donde
es la foto de la lluvia. Aquí casi siempre llueve.
el color, pero desde el momento en que bajamos
escondida del mar como para sentir añoranza de la
el periodista. O algo así.
Debería llamarse “Barrio El Diluvio” o unidad “de
del camión de trasteos sentí en mi boca flotar un
sal en el agua. Cuando salgo a la calle debo intuir
las Sombrillas”.
vapor liviano con sabor a limón.
lo que hay detrás de los edificios, de las murallas
-Hasta mañana, don Alberto. *****
nueve vive un muchacho que estudia periodismo o algo así. Sebastián, creo que se llama. Todos los
*****
*****
Las gotas caían con un humor crepuscular y
residenciales, de las verjas grises, de las ventanas
Sticker 2. A mi hermano y a mí nos encantan
en el aire se mezclaban la fragancia silvestre de la
polarizadas que capturan las nubes para transfor-
los stickers. Lo bueno de ellos es que se pueden
hierba húmeda y el hedor de la cal derramada.
marlas en algodones de cristal oscuro. Sebastián.
coleccionar y al mismo tiempo se pegan en cualquier parte. Tenemos stickers de casi todos los
Sticker 1. Llegué en agosto, ese mes que
En la bahía del parqueadero sin pintar reposaban
consta de un domingo, de un crepúsculo y una
columnas de baldosas selladas, bultos de cemen-
Mi mamá me sirvió agua de panela con queso.
muñecos. De los Caballeros del zodiaco, los Pi-
lluvia clara. Ese día siempre se llega a algún lugar;
to, láminas de latón y cajas repletas de hicopor
“No, Juan, el barrio es una cosa y la unidad es otra.
capiedra, Scooby Doo, Dragon Ball. Entre los que
no importa adónde. Ese día, mientras viajábamos
reforzado. El conjunto, al parecer, no llevaba mu-
Si vas a recortar, ahí están las tijeras para tela”. La
brillan, tenemos de los X- Men, El hombre araña,
en un camión de lomo negro e hinchado, mi ma-
cho tiempo de haber sido erigido y aún faltaba
luna cabía por las rendijas de la ventana y me pre-
los Power Rangers, Garfield. A veces compramos
dre me impuso el reto de construir con los legos
perfeccionar el sistema de desagüe, pues detrás
guntaba si esa bolita de yeso sería parte del barrio.
los álbumes para llenar, pero no pegamos los stic-
armables, y adivinando el número de pisos y el
de cada torre había una zanja que dejaba al des-
Seguro mi mamá piensa que no. Tomé seiscientos
kers porque cada álbum trae dibujos que se pier-
color, los edificios donde viviríamos: “Oye, Juan,
cubierto los síntomas clínicos del suelo: tubos
pesos para el colbón y salí a la calle. Aquí la calle
den si se pegan las láminas. Nosotros calcamos
si quedan iguales, te compro stickers de los ca-
gruesos de PVC y traviesas de metal que brillaban
está dentro de la unidad. En Yotoco se tiende a
esos dibujos. Yo los calco y mi hermano los pinta.
balleros”. No di tregua, así que construí cuatro
en la conmoción plástica del ocaso. Fue entonces
punto de atravesar la sala. Mi mamá dice que por
También me gustan los stickers que recortamos
torres de veinte piezas y de color azul porque
cuando nos dirigimos al apartamento hueco don-
seguridad, es mejor que la calle esté lejos. Había
en el colegio para pegar en las tareas. Montañas,
120
121
Prólogo Juan Sebastián Murillas Salgado
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
ciudades, animales, presidentes, modelos. Pero
drado de asfalto y semáforos conformado por la
caliente, el queso derretido, el pan oloroso a car-
mejor el periodista me regala un poquito”. Las
hace poco está llegando a la unidad un camión
calle Simón Bolívar (el sendero de los tiburones de
ne y las papas revueltas en salsa del barrio Caña-
puertas del almacén habían sido selladas, así que
con botellas de Coca Cola y por cada una traen
acero), la carrera 66 (una pista límpida y veloz), la
verales. Sebastián.
el niño salió por la plazoleta, donde están los jue-
un sobrecito con juguetes y stickers colecciona-
calle 14 (principio de la selva urbana) y la carrera
¿Son jaulas aquellas cajas de agua donde en-
gos de máquinas infantiles. Iba distraído, inten-
bles. Los muñecos se llaman “Hielocos” y son
55 (una ruta herida por las aguas sanitarias). Entre
cierran a las bailarinas y los escalares? El niño
tando acordarse del número del apartamento del
figuras de pasta, de una sola pieza, que simulan
cada esquina hay una muerte de cien metros, un
llevaba casi una hora tratando de resolver su in-
periodista. “¡Oye, Juan!”. El pequeño, aterrado
hielos con múltiples y graciosas figuras. Entre se-
peso de ochocientos ladrillos y un olor a hierba
quietud frente a la tienda peces. La vendedora lo
de escuchar su nombre, se volvió hacia la dere-
mana el camión llega a las tres de la tarde. A esa
mutilada. Una feria de peluquerías, carritos con
miraba de soslayo y por un momento se sonrió al
cha y descubrió aquel flacucho de ojos verdes
hora estoy en el colegio. Entonces le digo a mi
chontaduro, renaults cargados de huevo y pan,
pensar que quizás aquel pequeño taciturno que-
que se había convertido en su amigo de juegos
hermano que esté pendiente y que no se duer-
minuteros ambulantes, volquetas de reciclaje y
rría un pez para comer. “El último cliente y nos
en tan solo dos semanas. “¡Quike!”. Los dos ni-
ma, Salvatore, porque nos quedamos sin Hielo-
viajeros con mazamorra fresca, asedia los flancos
vamos”, se decidió la mujer de cabello amarillo y
ños se saludaron y el más alto, con una sonri-
cos. “Un sobre para vos y otro para mí”, le digo a
de las unidades residenciales desde el amanecer.
revuelto. El niño se apresuró a decir algo. “¿Qué
sa maliciosa, se apresuró a retar al otro. “Media
mi hermano que tiene seis años. Yo tengo ocho.
Los vítores se enredan con el ronquido de los mo-
cuestan las bailarinas?”. “Una en dos mil y tres en
hora de Street Fighter; el que pierda más peleas,
El sábado sí puedo ver el camión. Todos los ni-
tores y suben hasta los cables de energía que no
cinco mil”. “¿Y los corronchos?”. La mujer recar-
paga”. Juan le había ganado a su amigo las dos
ños salimos a correr y nos pegamos a la malla de
tienen nada que decir. La unidad queda en un rin-
gó su cadera sobre el mostrador: “Seis mil pesos”.
veces que se habían enfrentado en el Super Nin-
la unidad mientras dos señores con camisas de
cón del barrio, en una esquina. Creo que la noche
Faltaban cinco para las nueve. “¡Ya casi cierran
tendo, así que interpretando ese reto como una
Coca Cola bajan las botellas y los Hielocos. No
empieza ahí, la he visto salir de su nido, la he vis-
Rapitiendas!”. Al niño se le olvidó decir gracias,
actitud “masoquista”, aceptó. La tienda de video-
me puedo dejar quitar el puesto. Tengo mil qui-
to abandonar su parcela en la cañería de la 55 y
dio media vuelta y corrió lo más rápido que pudo
juegos la abren hasta las diez de la noche. Media
nientos pesos. Esta vez me alcanza para tres Coca
espantar los buitres que inundan la arteria de la
hacia la papelería del centro comercial.
hora de Super Nintendo cuesta quinientos pesos.
Colas. Las Coca Colas se las regalo a un amigo y
Simón Bolívar. Entonces, del mismo rincón salen
-Buenas, ¿me vende un colbón?
Tres veces a la semana, después de asediar los
mi hermano y yo nos quedamos con los muñe-
como avispas de sangre nocturna los mercaderes
-Ay, mijo, acabamos de cerrar -respondió la
camiones de Coca Cola, un grupo de seis niños
quitos y los stickers. Esta tarde, la fila de niños es
de la comida rápida local: las calles se atiborran
señora de anteojos con un énfasis de misericor-
varones, entre ellos Juan, se dirigían a la plazoleta
larga. Ojalá no me salgan figuras repetidas.
de carros-cocinas donde se preparan arepas, fri-
dia-, y ni modo de volver a abrir la caja porque
de Rapitiendas a jugar la “media de Súper”. Rara
tangas y perros calientes. Así, la noche se va re-
ya están cerrando el almacén.
vez apostaban, pero cuando lo hacían, todos de-
*****
gistrando en la memoria de mi cerebro nasal y al
Bueno, le podía decir a la mamá que se ha-
bían atenerse a los correazos a los que serían so-
Febrero 15. La frontera de mi barrio es un cua-
final la veo embadurnarse las fauces con la cebolla
bían acabado todos los tarritos de colbón. “A lo
metidos en casa, si llegasen a perder la apuesta:
122
123
Prólogo Juan Sebastián Murillas Salgado
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
casi siempre el dinero de un mandado se perdía
el rincón del barrio. Músculos rosados y un sudor
duele el pulgar derecho. Seguro mañana me sale
porque parece que va a llover otra vez. Como
en las apuestas de los video juegos.
de bronce tiemblan sobre las piedras envejecidas
una ampolla. ¿Y los quinientos pesos? ¿Cómo los
siempre. Y cuando estoy a punto de salvar la ori-
Los dos niños se sentaron frente a un televisor
del parque. El tiempo empuja suavemente el por-
recupero? No, Juan, sin llorar. Cruzo la avenida
lla del parqueadero, escucho de nuevo la voz
de treinta pulgadas, cada uno tomó su control de
tal de la iglesia y se convierte en olor. El medio día
Guadalupe y antes de llegar a la cuadra de la uni-
alargada del portero que me alcanza por la nuca.
mando y al mismo tempo contuvieron la respira-
se asoma con sus timbales de luz y la procesión
dad, me espanta un estampido de tambores. ¿Los
“Su mamá ha estado preguntándolo; ¡que qué
ción. Al instante se sumergieron en la pantalla de
se invierte: los niños repletos de chispas y bate-
diablitos, a estas horas? Vuelvo la mirada hacia
fue lo que pasó con el periódico y el Colbón!”.
video y sus instintos afloraron a la velocidad con
rías azotan el asfalto con sus zapatos de cuero, la
atrás y ahí vienen. Ahí vienen disfrazados y con
que oprimían los botones del control.
panadería Real se atiborra de gargantas secas, y
máscaras. El que tiene antifaz rojo con los cuer-
si ando por ahí, le sonrío a doña Sonia, quien a
nos del Diablo, es el capitán. Golpea, golpea y
*****
esas horas desea estrangular al sol con las bolsas
de pronto me mira. Me río de puros nervios. Se
Sticker 5. Los árboles se alineaban y monta-
Sticker 3 y 4: Afiche. Febrero 17. El colegio
de Frescolín que surte para los niños. A las cuatro,
aprovecha de que no le veo el rostro y se bur-
ban guardia a las seis de la tarde, la hora irre-
para los aprendices, el parque para los entrena-
nadie percibe los tres fantasmas del coronel Rojas,
la. “¿Qué le pasa, parcerito, por qué llora?”. Yo
vocable en que el cielo y los faroles le prenden
dores y la iglesia para los seguidores. Tres puntos
un anciano excombatiente de los años cincuenta,
escondo la mirada y de pronto una niña de mi
fuego a las ventanas hasta convertirlas en incen-
de encuentro donde convergen tres edades a dis-
quien se diluye en una triada de imágenes espec-
estatura, morena, me estira una lata de incienso.
dios rectangulares. Me disfracé, tomé mi tambor
tintas horas y de distintas formas. A las siete de la
trales: el esqueleto maldito de un guayabo en el
En el fondo brilla un montoncito de monedas. De
y salí a la calle. Primero a la calle de la unidad y
mañana se abren las puertas del Instituto Técnico
borde del parque, un perro pastor hecho de éba-
pura inercia, deposito en el tarrito de lata los cien
luego a la de la ciudad. Me encontré con Daniel,
Industrial; una procesión de rostros vivos y som-
no y abnegación y un hombre de ojos elásticos y
pesos que me quedan. La caravana de los diabli-
Andrés y Rubén, es decir, con los tres bailarines
nolientos bajo el dominio de los cabellos húme-
mandíbulas de concreto. La canela eclesiástica se
tos se va desvaneciendo y me voy detrás de ellos.
del carnaval. Llovió. Aquí es igual todos los días.
dos, se tuerce en la esquina de mi unidad para
derrama por la cima de los tejados, dobla las ver-
Yo me quedo mirándolos hasta que se desapare-
No importa. En Rapitiendas reunimos como siete
fluir hacia las aulas del edificio escolar. Dos horas
jas, derrite las puertas, rasga las ventanas y arras-
cen por la esquina de la panadería Real. Tun Tun
mil pesos y desde Torremolinos hasta Cañavera-
antes ha iniciado el ciclo de caminatas y tonifi-
tra por los pastos otoñales que huelen a mierda
Tun Tun… y luego todo queda en silencio. Ya se
les VI, juntamos otros siete mil. A las diez de la
cación que se va a prolongar hasta el anochecer
de labrador a los ávidos de La Palabra. Sebastián.
me olvidó el número del apartamento de Sebas-
noche sólo quedábamos unos cuantos golpeando
tián. “Cuatro diecinueve”, me dice Segundo, el
el tambor y danzando sobre los charcos. Con la
portero de por la noche. “Mire, allí en esa torre,
recolecta de esta tarde podemos costearnos los
*****
en la pista parda del parque local. La iglesia está *****
cerrada. A las diez, suenan panderetas en el co-
Y me vuelven a dar ganas de llorar.
legio; un animal de mil voces se escurre por los
Ahora qué le digo a mi mamá. Y a qué horas
en el cuarto piso, se ve la luz de la sala prendida”.
refrigerios del festival de periodismo que estamos
muros del edificio y habita su cueva armónica en
se volvió tan bueno Quike jugando Super. Me
“Gracias, Segundo”. Empiezo a caminar rápido
organizando, además ya tengo material para es-
124
125
Prólogo Juan Sebastián Murillas Salgado
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
cribir la crónica sobre los diablitos. A eso de las
al pasillo que lleva a la gradería, tuerce el cuello
diez y cuarto golpean a la puerta, son tres golpe-
y grita: “¿Tienes colbón?, es que ya cerraron Ra-
citos suaves, que me hacen pensar en el tamaño
pitiendas”. Entonces tomo el “Pega Stick” que
de las manos de quien esté al otro lado. Abro la
guardo en la estantería del comedor, me dirijo
puerta y ese “buenas noches” orillado en algún
hacia el niño y antes de entregarle la barra de
rincón del llanto me llena de un silencio conmo-
pegante, inquiero sonriente:
Calle 4D No. 93-02 del casco viejo del Barrio Meléndez, es decir: La manzana: 93/94.... 4C/4D, atrás del actual Puesto de Salud, frente al Colegio Lacordaire
-Y supongo que los diablitos no te repondrán
vido. ¡Pero si es el pequeño llorón que nos mi-
el dinero que les diste.
raba desde la esquina de la cuadra! “¿Qué se te
P
-Ah, no, no fue mucho -dijo inflando los ca-
ofrece?”, le pregunto con una sonrisa en la que
asada la quebrada de Cañaveralejo, entraron
chetes-, pero ¿cómo sabe lo de los diablitos?
me incrusta la mirada. “Sí, ¿el señor Sebastián?,
-Yo soy el capitán -modulé mi voz y la torné
es que me dijeron que él compraba la prensa”.
algo gangosa-. ¡Parcerito, no llore tanto!
“Claro, soy yo, mucho gusto. Sólo tengo revistas. ¿Cuántas necesitas?”. “Unas cinco. Es que necesito recortar y pegar cinco stickers”. Le pre-
El niño se rio y un instante después lo vi des-
gunto qué clase de stickers y él me responde
lizarse por las escaleras hasta el primer piso del
empinado, para mirar la vitrina donde guardo
edificio, que a estas horas de la noche debe lucir
la Gaceta, que “sobre lo que hay en el barrio”.
como un bloque de arena seca resguardada entre
Le ofrezco los cinco ejemplares que creo más
la bruma de la lluvia.
en el extenso y limpio llano de Meléndez. A
la izquierda, a una o dos cuadras del camino real,
Barrio Meléndez
estaba la hacienda de… Habían pasado ya el her-
La Vida entre la hacienda y la invasión
moso llano de Meléndez y llegaban al cristalino río que lleva ese nombre. Pasado el río, entraron en tierras de la hacienda de Meléndez….
Por Carmiña Navia Velasco Casa Cultural Tejiendo Sonoridades
Leemos, en el capítulo primero de la novela de Eustaquio Palacios El Alférez Real, y eso nos
apropiados y él los recibe derramando su son-
habla de unos hechos que marcaron el barrio en
risa sobre las revistas. “¿En qué año estás?”, le
las primeras décadas de su existencia. Un pasado
pregunto apoyando un brazo sobre el tambor
cercano, muy cercano, con sabor y con olor a
que reposa en mi sofá. Él me dice, como pre-
campo, a vacas y caballos, a río, a amaneceres
ocupado, que en segundo y que estudia en el
acunados por el canto de pájaros y el volar de
Claret por la tarde, y olvidando decir gracias me
mariposas, a caña dulce del azúcar. Meléndez era
dice chao, mi mamá me está esperando enoja-
un corregimiento vecino de la ciudad de Cali, un
da. Pero antes de que cruce el umbral y llegue
extenso llano compuesto por dos o tres hacien126
127
Prólogo Navia Velasco Carmiña
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Nueva etapa
das que muy lentamente fueron parcelándose.
central: Huila y Tolima… En la medida que el
es una buena ubicación para pasear por esta épo-
La primera hacienda que se desglosó del con-
Una primera modificación de este paisaje hu-
tiempo avanza, los nuevos pobladores serán cada
ca. Desde allí divisamos un inmenso mangón, con
junto fue la de El Limonar. Unos años más tarde,
mano del sector la constituyeron la construcción
vez más del sur, específicamente de Nariño. El
cuatro o cinco casas-haciendas grandes y alguna
en 1930, la hacienda San Joaquín -que presidía lo
ya mencionada del Club y la fundación del Ingenio
polvoriento callejón -en esos años- nos lleva a un
vivienda más sencilla dispersa. Ese mangón va des-
que es hoy el gran sector Meléndez en la margen
Meléndez, en 1949. Estos dos polos se convirtie-
espacio amplio, de poca densidad poblacional y
de el actual barrio Caldas hasta la quebrada del
sureña del río- se convierte en el Club Campes-
ron en sitios de trabajo deseados por quienes que-
muchas posibilidades recreativas.
Lili. Bordeando la ladera del río, en el sector del
tre, diseñado para jugadores de golf. Durante las
rían o tenían que alejarse de la vida campestre. El
Los extensos terrenos se parcelan cada día
Aguacate, se asientan algunas familias de origen
primeras seis décadas del siglo XX, Meléndez si-
desarrollo continúo siendo rural, pero el ingenio
más. Desde la calle 5ª hasta las inmediaciones
afroamericano, viviendas más o menos amplias
guió siendo un sitio fuera de la ciudad: la calle 5
atrajo población que se desplazó desde distintos
de La Choclona, en el borde mismo de la cordi-
para familias grandes. Elsa Mery, la hija mayor de
actual, antiguo Camino Real primero y carretera
lugares de la ciudad y del Departamento. Cam-
llera Occidental, el río Meléndez es buscado por
los Cano-Rojas, recuerda que los vecinos indios-li-
a Jamundí después, atravesaba antes de llegar al
biaron las rutinas, acomodándose a un sistema
familias enteras para tomar el baño los domingos
lis recorrían las rutas casa a casa con sus burros car-
río un callejón polvoriento que estaba custodiado
productivo más exigente. El proceso poblacional
acompañado de un buen sancocho o para darse
gados de leña para alimentar los fogones; recuerda
por terrenos baldíos salpicados eventualmente por
continúa lentamente en las décadas del cincuenta
un chapuzón al final de la tarde, después de una
especialmente a Celestino, conocido por todo el
alguna construcción rústica de bahareque.
y sesenta. El 1 de octubre de 1956 abre sus puer-
jornada de trabajo o de estudio. Corre cristalino y
vecindario. Los muchachos del sector, sus primos,
Esta historia oculta, pero real, plena de caminos
tas el colegio Lacordaire, en la esquina misma del
caudaloso un río que, poco a poco, los vertederos
sus amigos, corretean libremente amigándose con
culebreros y mucha vida, es muy difícil aprehen-
callejón Meléndez. El Acuerdo Municipal 047, del
irán contaminando y resecando. En los mismos re-
los árboles frutales que brindan a su paladar y, so-
derla en esa carrera 94, que en medio de super-
9 de noviembre de 1965, transforma el corregi-
codos buscados por los bañistas, unas cuantas mu-
bre todo, a su alimentación, nísperos, chirimoyas,
mercados gigantes y ventas de muebles o de pollo
miento en barrio de Cali. Para este momento ya se
jeres lavan la ropa blanca con jabón hecho casera-
algarrobos, caimos, piñuelas, naranjas, madroños,
asados, alberga en su pavimento supuestamente
habían anunciado algunas dispersas invasiones en
mente con chambimbe. Hasta los alrededores de
guayabas… Frutas vallecaucanas tradicionales, al-
reforzado un alimentador del MIO, sistema re-
las laderas, hoy densamente pobladas, que cons-
los años setenta del siglo pasado, ambas márgenes
gunas hoy casi desaparecidas del mercado, al me-
ciente de transporte masivo en la ciudad, alimen-
tituyen actualmente Alto Jordán, Alto Meléndez,
del río fueron clasificadas como reserva natural y
nos en la ciudad. Fugazmente los niños pasean por
tador que en sus tonos azules y amarillos cerró
Polvorines y muchos otros sectores
en él era posible una abundante pesca.
entre los cafetales y se acercan al principal ordeño del sector, la finca Alaska, convertida unos años
definitivamente la expulsión de las terminales de
En estos años se inicia una nueva etapa en la
buses (Alameda y Cañaveral) muy típicas de mu-
vida del sector. Se asientan las primeras familias,
chos años y transformará aún más la mirada y la
las fundadoras: vienen de distintas partes del país,
La casa de don Valerio y de doña Margarita,
Pero definitivamente las cosas van cambian-
vida del barrio.
pueblos del Valle y del Eje Cafetero, de la región
los Cano-Rojas, vecina del actual centro de salud,
do. Un nuevo panorama de la geografía humana
128
Burros cargados de leña
más tarde en el orfanato “Mi Casa”.
129
Prólogo Navia Velasco Carmiña
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
acompaña la aparición de los cuarteles de Ná-
fino José Cuervo, para varones; esta última se tras-
y significativa para los habitantes del sector, mayo-
que fue; ahora pasamos del antiguo barrio a La
poles que, alrededor de 1960, parten de tajo el
ladó de lugar cuando se construyó el batallón y se
ritariamente católicos; hasta ese momento habían
Esmeralda, Horizontes, Nuevo Horizontes, Por-
sector de Caldas y el de Meléndez, convirtiendo
transformó posteriormente en el Álvaro Echeverri,
dependido para todo lo religioso de la del barrio
tobelo, Jordán, Holmes Trujillo, Polvorines, Alto
en dos lo que había sido uno. Una consecuencia
colegio mixto de bachillerato. También, con la co-
Caldas. Unos sacerdotes españoles, muy queridos
Jordán, la invasión… Cada rincón va definiendo
casi inmediata es la construcción de los primeros
laboración de todos los vecinos, se construyó una
por todos, configuraron la primera comunidad pa-
su dinámica.
bailaderos, precisamente en esas casas de afrodes-
primera capilla, en el mismo sitio en el que hoy se
rroquial. En los años iniciales, entre 1975 y 1985
cendientes en torno al Aguacate. Los bailaderos se
levanta la parroquia católica Santa María Reina. A
aproximadamente, la parroquia y el Centro Cul-
multiplican muy rápidamente y connotan al barrio
partir de 1974, en los predios del templo, se fundó
tural Meléndez formaron una unidad y realizaron
Los trabajadores del Ingenio, los últimos en ser
en la ciudad. Es tiempo de salsa, salsa vieja: Sono-
y funcionó el Centro Cultural Popular Meléndez,
muchas actividades conjuntas: formación para
liquidados, traen al hombro, atravesando toda la
ra Matancera y Celia Cruz, primero; Héctor Lavoe
que abrió la primera biblioteca barrial-popular en
mujeres, semanas culturales a partir de las cuales
calle 5ª, el antiguo Cristo de la capilla de El Ingenio
y Richi Ray, después. Los bailaderos tienen días:
la ciudad. También el centro de salud, depen-
se empezó a traer teatro, cine y danzas al barrio…
y lo entregan -reivindicando su propiedad- a la re-
los sábados son familiares, los domingos son prin-
diente de la Secretaría de Salud Municipal.
y un movimiento juvenil con mucha conciencia y
cién establecida parroquia católica, en 1976. Este
compromiso, que se proyectó sobre la ciudad.
hecho se puede considerar simbólicamente como
cipalmente para soldados y muchachas del servi-
Primeras casas de ladrillo
cio, los lunes se les llama de goce total… entonces
Clausura de una época
Progresivamente, Meléndez se fracciona y lle-
la clausura de toda una época y el inicio de una
rondan la prostitución. En los ochenta los bailade-
La casa de los Cano-Rojas dejó de ser un grane-
gan nuevas urbanizaciones. Hasta este momento
ros decaen, para desparecer totalmente antes del
ro tradicional, sitio de encuentro y de intercambio,
hubo una misma dinámica con el sector de La Pla-
fin de siglo; pero en sus años fuertes estuvieron
para convertirse en una más de las construcciones
ya, al otro lado de la calle Quinta. Empieza a ha-
Desalojados los jugadores de fútbol, tanto del
animados permanentemente por Tito Cortés, Am-
que se multiplicaron, que en ningún caso tuvieron
blarse, iniciando los años ochenta, de la construc-
América como del Cali, que tuvieron por varios
paro Arrebato, Piper Pimienta, entre otros. Todo
las escasas medidas de una vivienda tipo obrero
ción de un gran centro comercial que disparará los
años allí sus sitios de entrenamiento, abandonados
el barrio es un hervidero permanente de fritangas.
de los años setenta (viviendas que en su momento
impuestos y sacará a muchos de los habitantes del
los bailaderos e iniciada la especulación del suelo
Entre 1965 y 1980, mientras Colombia se em-
se sintieron pequeñas, pero que comparadas con
barrio. Ya la Universidad del Valle se ha trasladado
y la avalancha de unidades residenciales de apar-
pobrecía y sus dinámicas sociales y políticas se
la vivienda de interés social de hoy, eran unos pa-
prácticamente toda a su actual sede, terrenos ale-
tamentos de 70 metros… se cierra definitivamen-
enfermaban cada vez más, Meléndez se convirtió
lacios). Primeras casas de ladrillo salpican aquí y
daños… Finalizando el siglo, Unicentro arrincona
te una historia de Meléndez, su transformación
en territorio urbano; en los márgenes, sí, pero ur-
allá el barrio, casas en las que la cocina y el solar
definitivamente y asfixia a La Playa, la valorización
de ese extenso llano del que hablaba Eustaquio
bano. Iniciando estos años se abrieron las escuelas
de atrás continúan siendo amplios.
y los impuestos obligan a los más pobres a salir.
Palacios, primero en un corregimiento y después
Ya no paseamos por el gran Meléndez, ese Valle
en un barrio del sur de la ciudad. Se inicia otra,
Luis Eduardo Nieto Caballero, para mujeres, y Ru-
La parroquia en sus inicios fue muy importante 130
muy diferente.
131
Prólogo Navia Velasco Carmiña
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
igualmente llena de vida y de colores, de espacios
saje antiguo-, cabinas de Internet -paisaje nuevo-.
no se toma cerveza en un rincón de los graneros,
finca muy amplia que tenía ese apellido? Quizás
densamente poblados. Desde que se abrieron los
Floristerías, droguerías, ventas de muebles… dis-
al tiempo que se juega parqués o dominó: para
se unen los dos motivos y las familias fundadoras
cuarteles de Nápoles hasta finalizar la década de
tintos restaurantes populares, panaderías… La pa-
eso están los bares en la ciudad moderna.
lo asumen hacia el futuro. En general, los lotes son
los ochenta, vivieron dispersos por el barrio mu-
rroquia aún saca los domingos y festivos su venta
chos sargentos y mayores del ejército… A lo largo
de empanadas.
En esta misma calle, en la parte oriental del
más amplios y en casi todos se conserva alguna
polideportivo Wembley y de las canchas de fút-
forma de solar trasero. Esto permite a las muje-
de la década de los noventa, el batallón construyó
Los Cano-Rojas (algunos ya se fueron del ba-
bol y de básquet, la inspección de policía, jun-
res cuidar e intercambiar sus matas, una forma
apartamentos en sus predios para las familias de
rrio, otros habitan en la loma) vienen de visita los
to con el Cali 18, constituyen la cara del Estado,
muy popular de vecindad. Igualmente permite
los oficiales; con ello, la vida militar se fue alejan-
domingos. Los que quedan en la antigua casona
un Estado bastante indiferente frente a los vacíos
conservar algunos árboles frutales, especialmente
do de Meléndez.
han trasformado su relación con el entorno en
y necesidades de los nuevos habitantes de este
mangos, para el consumo de las casas y los ami-
Los procesos poblacionales del plano tienen
algo más funcional, porque el concepto de vecino
mundo variado, que no se diferencia apenas del
gos/as más cercanos. A este espacio se trasladó el
su sabor propio: jalonados por construcciones de
se ha modificado con el paso de los últimos años.
de otros entornos populares de la ciudad. Esas
Centro Cultural Popular Meléndez a mediados de
canchas que en la Feria de Cali y en otros acon-
los ochenta, hoy se llama Casa Cultural Tejiendo
tecimientos se convierten en lugar de audición
Sororidades y es un lugar habitado especialmente
pequeños apartamentos o de casas en unidad ce-
Hervidero de gentes
rrada, traen al barrio a oficinistas, maestros, profesores de la cercana Universidad o de las uni-
La calle Cuarte, en su cruce con la carrera 94,
de salsa nueva, de rock metálico, de hip-hop… y
por mujeres y niños; los jóvenes se han alejado de
versidades del sur, hijos o nietos de los primeros
primera vista desde la Quinta, de todo el conjunto
que reúnen a multitud de jóvenes al ritmo de cer-
este tipo de propuestas.
pobladores. Una clase media con raíces en el ám-
habitacional que se denomina ahora Meléndez,
vezas en lata. Estos conciertos que hacen parte de
Hacia lo alto, en las laderas, la vida es otra cosa,
bito popular que poco a poco cambia sus patrones
es un verdadero hervidero de gente de muy dis-
un fenómeno más amplio de la periferia de Cali:
tiene otros coloridos. Subimos en un primer trecho
de vida. La carrera 94 se transforma, a lo largo de
tinto tipo: van y vienen del centro de salud, van y
la contaminación acústica.
un par de cuadras y encontramos casitas apiladas,
la década de los ochenta, de antiguo callejón pol-
vienen de la parroquia, entran y salen del barrio
voriento en vía pavimentada un poco más amplia.
caminando… compran en los puestos callejeros,
Única arteria que comunica al sector con el resto
se paran, se saludan… preguntan por antiguos co-
Más cerca a las laderas, las dos últimas cua-
en busca de oportunidades urbanas o después del
de la ciudad en ambos sentidos, de entrada y de
nocidos. Juegan bingo, una de las novedades de
dras del plano, lo que se llama hace ya tiempos
terremoto de Tumaco (1979), han terminado su
salida… hoy se queda definitivamente pequeña.
los últimos años; comen pollo frito en el local de
El Jordán, conserva trazos de una vida anterior. El
construcción y los colores y diversidad de estilos y
En la medida en que se adentra en el barrio, la 94
la esquina. Los hombres, al volver del trabajo, gas-
nombre de El Jordán no hay acuerdo de dónde
tamaños presentan un panorama muy bonito, pro-
nos ofrece un panorama lleno de colores, sonidos,
tan su salario en cervezas en una de las esquinas/
exactamente viene: ¿de una antigua quebrada con
pio de los climas calientes. Quienes van subiendo
olores… venta de materiales de construcción -pai-
bar que reciben también a los recién llegados. Ya
esa denominación? ¿De una familia dueña de una
encuentran a lado y lado letreros que hablan de
132
la mayoría en ladrillos, de dos pisos. Las familias
Trazos de una vida anterior
que llegaron al barrio hace veinte o treinta años,
133
Prólogo Navia Velasco Carmiña
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
necesidades antiguas y recientes: se aplican inyec-
a la gente de su tierra, continúan desalojando de
cuelas… puesto de salud. Todo esto ayudará a la
de más allá del mundo
ciones, venta de empanadas y arepas, llamadas a
los campos a familias enteras, a mujeres solas con
población más recientemente llegada a una incor-
desalojó
$200, todo destino, modistería… grupos de la ter-
hijos pequeños, a muchos/as que no quieren servir
poración menos traumática a la ciudad. Pero no
los bailes
cera edad.
a ningún ejército y pagan con su desplazamiento
está allí la raíz del problema, está más allá, en las
las caderas
sus intentos de resistencia ante esta guerra maca-
causas de la desigualdad en la ciudad globalizada
las rumbas
bra que nos mata.
y en el país Colombia.
las charlas del soldado dominguero
Una de las transformaciones significativas la constituye la proliferación de iglesias o centros espirituales que ofrecen alternativas diferentes a la
Estos asentamientos, cada vez más lejanos del
Los límites del vecindario se ensanchan y se en-
católica. Garajes, salas… pequeños espacios, en
plano, cada vez más arriba en la montaña, nos
cogen. Algunas de las familias fundadoras no reco-
Un vertedero
los que alguna comunidad, dirigida por un pastor,
muestran un paisaje de ranchos que no llegan a
nocerían estas estribaciones de la montaña como
siempre contaminante
se reúne a alabar, a cantar, a dar testimonio de
convertirse en casas: guaduas, cartones, pedazos
parte de su barrio. Y, sin embargo, Meléndez es un
siempre nuevo
su salvación vivida como un regalo de Jesucristo.
de madera… techos de paja, alguna lata de zinc,
gran globo de unidad, un paisaje abarcable de una
desalojó
Estas iglesias son cambiantes: se van, se trasladan
cobertizos de plástico. Se trata, en todo caso, de
sola mirada. Un paisaje que en detalle son dos,
las cristalinas aguas
de cuadra… sin embargo, hay en este sector dos
invasiones recientes, sin servicios; en zonas de alto
son tres… que une y separa destinos. Una vida
y el árbol de chambimbe.
más grandes y más permanentes: los Pentecostales
riesgo, sin trazados urbanos, que facilitan el incen-
desde la cual se vive la ciudad, se llega a ella, se
y los Testigos de Jehová.
dio, el atraco, las violaciones, el consumo de bazu-
regresa de ella. Un mundo desde el que se sigue
El son se fue
co o cualquier otra cosa. No quiere decir que estos
soñando y añorando.
junto con las aguas del río y la fritanga,
Nuevos asentamientos
con la empleada negra.
hechos no se presenten en otros lugares del gran
Por ello, por el sueño, por la añoranza, por la
Pero a una altura de aproximadamente siete,
barrio, pero pueden ser más fáciles acá. Son zonas
historia que se fue, por la que viene, termino estos
habitan sólo prisas
ocho cuadras, el paisaje se quiebra, los nuevos
habitadas por el desplazamiento, por algunos y
recuerdos colectivos con un poema:
y bocinas de autos que atropellan la tarde.
asentamientos son ya otra cosa y el rostro del dolor,
algunas de los cuatro millones de desplazados que
de la guerra y del margen se apoderan irremedia-
este gobierno eufemísticamente ha querido llamar
blemente de la mirada y la vivencia. En la última
migrantes.
y en tus calles ahora
Meléndez
Y no quiero acabar sin antes agradecer a las
Una vida transita por tus venas añejas
mujeres que en la Casa Cultural Tejiendo Sorori-
década, y de manera especial en los últimos tres o
Se intentan construir en el sector algunas de las
de barrio de añoranzas
dades me ayudaron a realizar este recorrido, es-
cuatro años, los paramilitares, las guerrillas, el ejér-
obras destinadas a la Comuna 18, a la que per-
de atardeceres nuevos
pecialmente a Elsa Mery, la hija de don Valerio y
cito, el narcotráfico u otras formas de persecución
tenecemos: una biblioteca, un centro cultural,
de soleadas y calurosas noches.
doña Margarita.
y de presión, de violencias, continúan expulsando
diferentes programas de apoyo y educación… es-
El comercio
134
Cali, Mayo de 2009 135
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
N
ací en Bogotá en el hospital San José, de madre cundinamarquesa, de La Mesa en
la provincia de Tequendama, y de padre vallecaucano, tulueño para más señas. Esta diversidad regional de la que disfrutamos la mayoría de los colombianos hizo que mi infancia estuviera influenciada por los viajes -“paseos”, les decíamos-, tanto a Anapoima como a Tuluá, donde se asentaban las familias de mis progenitores. Y pese a que en Tuluá vivimos por lo menos un año largo, mi padre fue el primer abogado del
Cali, de San Francisco a San Pacho
Ingenio San Carlos, cuando yo apenas contaba con cuatro años de edad. El primer recuerdo que tengo de Cali es el de un amanecer bogotano, un siete de agosto de 1957, cuando mis
Por Omar Ortiz
padres comentaban angustiados la explosión de los camiones militares cargados de dinamita que bajo el régimen del General Gustavo Rojas Pinilla desaparecieron del mapa buena parte de una
Foto Mónika Herrán
ciudad, en ese entonces, liberal y contestataria. Y sólo en 1961 a mis once años, cuando cursaba quinto de primaria en el Colegio del Virrey Solís, regido por la comunidad franciscana, en un avión de la FAC viajé a la capital del Valle a conocer las nuevas instalaciones del Seminario de la Umbría que los curas franciscanos planea137
PrólogoOrtiz Omar
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
ban inaugurar el año siguiente para fortalecer las
riñones al vino que ofrecían en una carta españo-
vocaciones sacerdotales de sus alumnos. Y fue así
la tan exquisita como alimento de dioses.
servatización de la política y las relaciones socia-
Ruffinelli, Clarice Limspector, entre otros. Descubrí también mi capacidad de gestor cul-
les hasta la entrada a la región de los grandes in-
como en 1962 me encontré haciendo primero
Años más tarde, el seminario se convirtió en
tural, como llaman ahora a los preocupados por
tereses del imperio. Pero optimistas no sabíamos
de bachillerato en las amplias instalaciones del
la Universidad de San Buenaventura y el hotel
las actividades de la imaginación, y dado que en
qué nos corría pierna arriba.
seminario que contaba, además de sus nuevas
en una pocilga de mala muerte de la que sólo
Tuluá no existía casa de la cultura, con un puña-
Porque fue precisamente por esas calendas en
edificaciones, con variedad de campos deporti-
sobrevivía la bella edificación que lo albergaba y
do de amigos nos dimos a la tarea de establecerla
que se consolidaba una importante y magnifica
vos, piscina, teatro y una variada y rica huerta
la nostalgia.
y para ello creamos la Fundación Cultural Tuluá,
labor artística, intelectual y cultural en la región,
donde aprendimos a robar guanábanas, madro-
Una vez terminé mis estudios de Leyes en
que se sostenía en buena parte por la actividad
con expresiones como Ciudad Solar, que dirigía
ños, piñuelas, guayabas, anones, que sazonaban
la Universidad Santo Tomás, de Bogotá, y me
de un cine club que funcionó en el emblemático
Hernando Guerrero y que alimentó obras como
la franciscana dieta de arroz con gorgojos y cho-
vine a ejercer como pichón de abogado en el
Teatro Sarmiento, propiedad de la familia Mar-
la de Fernell Franco, Pedro Alcántara, Mónica
colate con cucarrones, platos del consumo dia-
Juzgado Civil de Riofrío, en 1974, rápidamen-
molejo, y que nos puso nuevamente en contacto
Herrán, o con la actividad de Andrés Caicedo,
rio. Pero también aprendí a nadar, a jugar fútbol,
te entendí que mi futuro estaba en el Valle del
con la capital vallecaucana, no sólo porque allí
Carlos Mayolo y Luis Ospina desde el cine, o
baloncesto, ping pong, billar y a saber guardar las
Cauca, en Tuluá, donde no sólo tenía amigos,
tenían sede las distribuidoras de películas, sino
con instituciones como Proartes que ya llevaba
fuerzas en las largas caminatas que emprendía-
Germán Cardona Cruz entre ellos, y entrañables
porque entidades como el museo La Tertulia, a
a cabo el Festival de Artes de Cali, y nombres de
mos a los ríos cercanos o a los farallones caleños
familiares, mi primo el médico Hernán Moreno
través de Ramiro Arbeláez, quien dirigía su sala
gran respeto en la gestión cultural a nivel nacio-
cuya meta definitiva era “Pico de loro”.
Ortiz, el más cercano, dado que en estas tierras
de cine, apoyaron sin reservas nuestra actividad.
nal como Maritza Uribe de Urdinola desde “La
Fue un año en Cali, entre cantos gregorianos,
podía leer más y trabajar menos. Y supe que en
Y porque era desde Cali que nutríamos con invi-
Tertulia”, cuando descubrimos que había algo
siembra de árboles, latines, libros, discursos y sa-
Cali se encontraban Fernando Garavito y María
tados buena parte de nuestro quehacer cultural.
más que hacía de Cali una ciudad diferente en el
lidas esporádicas del “Callejón de las Chuchas” a
Mercedes Carranza dirigiendo “Estravagario”, el
Ecologistas como Aníbal Patiño, escritores como
ámbito colombiano y ese ingrediente era la Salsa.
la ciudad, cuando mi padre me visitaba y lograba
excelente suplemento dominical del desapare-
Fernando Cruz Kronfly, artistas como Óscar Mu-
Y junto al esplendor de las artes Cali se convir-
que el cura Gaviria, el rector, permitiera mi salida
cido periódico El Pueblo, y que en la Univer-
ñoz, periodistas como Godofredo Sánchez, para
tió para mí, como para todos los vallecaucanos,
por uno o dos días en que nos alojábamos mi pa-
sidad del Valle armaba escandaleras el tulueño
citar algunos, estuvieron siempre atentos a nues-
en la ciudad de la rumba, donde periódicamente
dre y yo en el hotel María Victoria, propiedad de
Álvarez Gardeazábal quien acababa de organi-
tros requerimientos.
podíamos cantar y bailar con lo más granado de
una pareja de españoles que huyendo del fran-
zar un encuentro de escritores al que trajo a la
Fueron años en que poco a poco fuimos re-
los ritmos del Bronx que con celeridad desplaza-
quismo se habían refugiado en la ciudad siendo
plana mayor de la literatura latinoamericana:
construyendo esa importante red vital que los
ban al tradicional Peregoyo para instalarse como
los pioneros en la preparación de los churros y los
Rulfo, Vargas Llosa, Puig, Haroldo Conti, Jorge
años de la violencia habían cortado desde la con-
únicos amos de las noches y las madrugadas ca-
138
139
PrólogoOrtiz Omar
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
leñas. Y entonces Umberto Valverde nos entra-
pescado frito en Puerto Mallarino, luego de dis-
partamento siendo gobernador Gustavo Álvarez
el alma al diablo se culpaba ahora de su ligereza,
ba de gratis en las salsotecas de Juanchito donde
frutar con Fernando Urrea y Ana Milena Velas-
Gardeazábal.
de la indolencia y la pereza de una clase dirigente
su autoridad como rumbero era tan indiscutida
co el Primer Carnaval de Juanchito, codo a codo
Y desde allí constatamos lo que intuíamos de
que engordaba de las rentas de la caña de azúcar,
como la calidad literaria de su Reina Rumba y
con el grupo Niche que estrenaba “…del puente
tiempo atrás como fue el apoderamiento por al-
y que a la primer crisis de la industria azucarera
a donde se llegaba luego de agotar sitios como
para allá está Cali, del puente para acá Juanchi-
gunos avivatos de buena parte de la rica tradición
no había tenido el menor recato en entregarse de
“Convergencia” o “Rumba Habana”, donde se
to”. Una trampa que comenzó a revelarse por los
artística de la región y en especial en el campo
pies y manos a los nuevos detentadores de poder
reunía la vieja guardia antillana. Fueron notables
años 90, una vez que la revista de poesía Luna
de la música. Con la colaboración de la mayo-
económico, los barones del narcotráfico. La capi-
las visitas de la Fania, con todas las estrellas, los
Nueva, que publicáramos por primera vez en
ría de los integrantes de la Orquesta Sinfónica,
tal señorial de los encopetados blancos caleños,
soneros nuevos como Héctor Lavoe, los ya con-
1987, ya llevaba un buen recorrido por las pá-
del Ministerio de Cultura y el apoyo irrestricto de
ahora en franca decadencia social, económica
sagrados como Cheo Feliciano y los mitológicos
ginas del parnaso nacional y latinoamericano y
algunos miembros de la Junta Directiva de la or-
y política, daba paso a una ciudad que desde
como Celia Cruz y Daniel Santos; los toques de
que nos había permitido conocer y trabajar con
questa, nos dimos a la tarea de devolver a lo pú-
sus inicios venía llegando por los ríos San Juan,
Willie Colon y su compositor y cantante estrella
poetas como Horacio Benavides, Antonio Ziba-
blico una entidad que estaba siendo usada para
Telembí, Mira, Dagua, para desembocar en ese
Rubén Blades, del Gran Combo de Puerto Rico,
ra, Ana Milena Puerta, Orietta Lozano, Hum-
enriquecer patrimonios privados de dudosa pro-
proceloso y agitado océano de Aguablanca para
de Henry Fiol, de los Hermanos Lebrón, de Wi-
berto Jarrín, Julián Malatesta, Lucy Tello, Álva-
cedencia, bajo la apariencia del mecenazgo. Pero
establecer nuevos imaginarios, nuevas formacio-
llie Rosario y el de Cuco Valoy en el Hotel Pete-
ro Burgos, Orlando López, Ángela Tello, Aníbal
además se trazó un ambicioso programa de des-
nes sociales que ya no velaban en Semana Santa
cuy, donde pude compartir mesa con el músico
Arias, Alberto Cardona, Armando Romero, Aní-
centralización artística que contó con la valiosa
el claustro de San Francisco, pero que celebraban
junto a Medardo Arias, en ese entonces simpá-
bal Manuel, Fabio Arias, Elvira Alejandra Quin-
colaboración de amigos como Julián Rodríguez,
con toda su música ancestral que retomaba sus
tico y buenazo periodista farandulero del diario
tero, Hernando Urriago, Fabio Ibarra, Carlos
Liliana Montes, Marieta Quintero, Maritza Uribe,
dominios, las populares fiestas de San Pacho.
El Pueblo, el que complacido escuchó, como yo,
Patiño, y con narradores como Fabio Martínez,
Carlos Jiménez y Jenny Vilá, y que irradió en el
el comentario del merenguero dominicano en el
Alejandro López, Boris Salazar, Óscar Perdomo,
Valle del Cauca un agresivo plan de permanente
sentido que en el caribe colombiano se hacía la
Harold Kremer, Eduardo Delgado, para citar los
agitación cultural.
mejor música tropical del continente con Lucho
más allegados y que tuvimos ocasión de palpar
Fue en ese Cali de fines de los noventa que
Bermúdez, Pacho Galán y Edmundo Arias, quien
en toda su dimensión una vez que justo por la
experimentamos el surgir de otra ciudad que se
a propósito era tulueño.
labor adelantada en la continuidad de la revista
replegaba en las apariencias de una Cali rica en
Pero había una descomunal trampa en esas
y su relación con la comunidad centro vallecau-
servicios y civismo, aristocrática y adinerada, pero
inolvidables noches, en aquellos amaneceres de
cana, fui nombrado Gerente Cultural del De-
que sólo era la ciudad que habiéndole entregado
140
141
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Colina de San Antonio Carrera 4ª con 2 Oeste
C
ali ostentó hasta hace algunos años la fama de ser “el mejor vividero del mundo” y por
ello atrajo la mayor cantidad de inmigrantes, de todas las regiones del país y del planeta que encontraron aquí, en la “Sucursal del cielo”, como también se le decía, el lugar ideal para vivir por la cordialidad y el civismo de sus habitantes, el clima amable con todas las procedencias de quie-
Una calle de película
nes llegaban, la brisa de las cinco de la tarde que picarona levantaba las faldas a las muchachas cuya hermosura inspiró al compositor Arturo J. Ospina para decir en canción que “las caleñas
Por León Octavio Osorno
son como las flores”, las que antes ganaban todos los reinados de belleza. Y eso de ser el mejor vividero del mundo era una de las pocas exageraciones que resultaban
Foto León Octavio Osorno - Barrio San Antonio
ciertas porque aquí se podía andar tranquilamente por las calles sin riesgos de atracos o de ser alcanzado por la detonación de un carro bomba o una bala perdida. Para los caleños la vida era el ejercicio de la amabilidad sin regionalismos discriminadores, un goce permanente de todos los sentidos, en especial el oído, cuyo refinamiento 143
Prólogo León Octavio Osorno
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
no dio para que hubiera grandes compositores
el caso de los concertistas Ricardo Cobo Sefair y
la proximidad geográfica del Pacífico que apor-
de música bailable como en la costa, pero sí para
Héctor Manuel González, quien recientemente
tó la melanina para Cali convertirse en la ciudad
producir los mejores bailarines de Colombia, así
acaba de ganar el premio de composición para
con la mayor población de afrodescendientes.
Barranquilla se niegue a reconocerlo. Prueba de
guitarra Andrés Segovia, en España, en el que
ello son los concursos mundiales de salsa y tango
participaron 75 compositores de 25 países.
con la idea de que algún día sea para siempre. Esta calle (la carrera 4ª) la más importante de la manzana, conocida antiguamente como la “Calle del piojo”, fue el epicentro de una ac-
La manzana de la resistencia
tividad artística efervescente desde los finales
Ese fenómeno de la escuela guitarrística de
El Cali de hoy, tan distinto al de ayer, tiene
de los años 60 con la llegada de los melenudos
Cali seguramente se debe al maestro Alfonso Val-
sus focos de resistencia donde la terquedad alia-
que buscaban su identidad en los principios del
Más que músico, el caleño era un melómano
diri Vanegas quien fue el iniciador de los estudios
da con la nostalgia, comandan las acciones para
hipismo y el rock de los Rolling Stones, como
que sabía apreciar los sonidos bien producidos
serios de tan delicado como exigente instrumen-
evitar la desaparición del Cali raizal, aquel del
Andrés Caicedo, que vivió en la casa que había
y eso lo llevaba al baile como la mejor mane-
to, cuyos alumnos después de él haberlos inicia-
gusto por la buena música y las tertulias donde la
alquilado su gran amigo Bernardo Jaramillo, sas-
ra de expresar su goce de la música, el arte más
do por la ruta del rigor, continuaron su formación
conversación era otro género literario, el de las
tre de alta costura y apasionado lector de Cortá-
cercano al alma de los pueblos porque tal vez
en las más estrictas academias españolas y que
buenas vecindades y otros detalles pueblerinos
zar, la misma donde se escribe esta nota y cuyo
sea el alma misma. ¿Acaso la vida no es ritmo y
después regresaron a consolidar a Cali como la
despreciados por la deshumanizante moderni-
fantasma he querido encontrar en todos los rin-
vibraciones?
capital de la guitarra clásica en Colombia.
dad que confundió el crecimiento de la pobla-
cones sin resultado positivo alguno.
donde los bailarines caleños se han alzado con los títulos.
Para comprobar lo dicho en el párrafo ante-
Pero el Cali de la sabrosura antillana se fue
rior, basta oír cantar a los melómanos y colec-
desdibujando ante la avalancha de basura despe-
cionistas que hacen los excelentes programas de
chada, el reguetón y los ranchenatos, balanatos y
En uno de esos focos, tal vez el más carac-
frente a la tienda de “La Socia”, un personaje
Univalle Estéreo, grandes investigadores y cono-
bolenatos promovidos por los medios de comuni-
terizado de la ciudad por su conformación ar-
muy querido del sector; el sastre, cuando ya ha-
cedores de la música, pero difícil encontrar gente
cación masiva y que las secretarías de cultura de
quitectónica, tengo la suerte de tener mi casa,
bía superado el duelo de Andrés Caicedo que lo
más desafinada que ellos.
la Alcaldía y la Gobernación tratan de remover
localizada en la carrera 4ª con la calle 2 oeste,
llevó a una crisis mental severa, por fin se sintió
Como una sonora paradoja Cali, que no pro-
con la organización de festivales como el Mun-
en la manzana que conserva las únicas calles de
capaz de volver a esta calle a recordar la con-
dujo grandes músicos salseros a pesar de haber
dial de Salsa, el de música del Pacífico “Petro-
piedra, tal como eran todas las del llamado Cali
vivencia con el escritor suicida, y a Fernando,
adoptado esa música como propia, lo hizo en un
nio Álvarez” y el Festival de la Marimba de más
viejo, y como tengo el alma pueblerina, no hay
que me lo presentó con el protocolo normal de
instrumento tan ajeno a la estruendosa rumba
reciente creación, festivales que demuestran la
mejor lugar para tener mi residencia, cuando es-
los cerveceros, le comentó: “La casa donde vi-
como es la guitarra clásica, cuyos intérpretes han
identidad marina de Cali, bien sea por el Caribe
toy en la ciudad, porque la mantengo en el área
víamos como que la compró un man que hace
tenido un reconocimiento internacional como es
tan cercano a los afectos de los bailadores o por
rural de la misma y a la que suelo escaparme
caricaturas”.
144
Bernardo Jaramillo, a quien conocí cuando
ción con el desarrollo y dio como resultado la
me tomaba una cerveza con Fernando Mejía,
masificación de la neurosis y de la violencia.
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Prólogo León Octavio Osorno
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
-¿Y dónde queda la casa? -le pregunté sospechando que era la mía. -La casa de la esquina redonda de la carrera 4ª con 2 oeste. -Esa es mi casa -le dije, y de una lo invité a que la viera. Apenas entró a la casa comenzaron a invadirlo
de la ciudad por gestión de la concejal primípara
dos de los caleños, y como no había quién más
ron empedrar de cualquier manera. Ortega les
Claudia Blum, quien saltó de la cultura a la polí-
tocara vallenato, yo era el acordeonero de la co-
hacía repetir el trabajo cuando las piedras que-
tica y al sector llegó la presencia del Estado y los
lonia y los estudiantes costeños que me llevaban
daban descuadradas sin importarle los madrazos
precios de las casas se multiplicaron. Sin tener
a todas sus parrandas.
de los afanosos contratistas que hacían la obra.
conciencia de ello y menos de que en esta casa
Qué le iban a gustar los “Trovadores de Cuyo”
hubiera vivido Andrés Caicedo, este ha sido el
al Andrés o los pasillos ecuatorianos que me
único negocio bueno que he hecho en mi vida.
traen tantos recuerdos de mi pueblito Anzá en
En esta manzana, y las adyacentes, han vivido
Refugio de artistas
los recuerdos. “Aquí tenía yo mi taller de sastre-
Bernardo, que me habla de la inseguridad y
las montañas de Antioquia o la música de “Los
y trabajado artistas e intelectuales que le dieron
ría, allí hacíamos las tertulias con los amigos, allí
al otro día ya estaba yo contratando un cerrajero
Morochucos”, de Perú, o los grupos de Argentina
un perfil particular, valga mirar a la del frente
para el vicio, este cuarto era el de Andrés, donde
que me hiciera un encierro con rejas en el patio
o los chilenos o los brasileros porque mi norte
de la carrera 4 con la 2 oeste donde vivió Jorge
escribió Qué viva la música y de aquí le robaron
de la casa. Desde que el sastre me dijo que An-
musical ha sido el sur y esta calle 4ª que parece
Isaacs, casa que el municipio ha querido restaurar
la máquina de escribir los ladrones que se su-
drés Caicedo vivió en esta casa, he tratado de
la de un pueblito, tiene el fondo arquitectónico
pero se ha quedado en buenas intenciones, y a la
bieron por la ventana que da a calle. Pilas, viejo
encontrar su fantasma, y al no lograrlo pienso
ideal para esa música de nostalgias plenas.
vuelta de la manzana que nos ocupa, vivió Marta
León, que esa ventana de la 4ª es una escalera
que lo desterré con la música que pongo y no
Además de Andrés Caicedo y el sastre intelec-
Lucía Calderón, directora del Coro Polifónico de
para subirse al tejado y de allí caen al patio de
coincide en nada con lo que él acostumbraba oír
tual, en este sector del barrio San Antonio han vi-
Cali, y después, en la misma casa, el trombonista
la casa que es muy insegura porque mucho nos
porque yo como campesino que soy, no entendí
vido muchos personajes del mundo de la literatu-
Ricardo Cabrera. En la esquina de la carrera 4ª
robaron por allí”.
lo que dijeron los Rolling, ni los Beatles, aunque
ra y el arte minuciosamente reseñados en el libro
con la 3 oeste tenía la sede el grupo de teatro
Valga reconocer que cuando compré esta casa
sí entendí las melodías de estos últimos que no
Bahareque, Carbón y Piedra, del gestor cultural
“La Máscara” y en esa misma casa Ana Milena
los malandrines eran los dueños del sector y por
necesitaban de palabras. Seguramente el fantas-
Fernando Ortega, quien cuando fue presidente
Cedeño instaló su taller de tejidos artesanales.
eso, a pesar de lo barata, nadie la compraba,
ma de Andrés salió corriendo cuando saqué mi
de la Junta de Acción Comunal del barrio, le dio
Allí mismo tenía su residencia y taller la escul-
porque el peligro acechaba a los moradores, y
acordeón para intentar tocar como Luis Enrique
la dimensión histórica y cultural que este sector
tora Carmen Elisa Jiménez y al frente el escultor
lo hice aconsejado por Esteban Malandro, uno
Martínez, el creador de la escuela del vallenato
del barrio precisaba. El hecho de haber vivido en
José Antonio Moreno y a la vuelta Gilberto Gon-
de los personajes de Villa Maga que sabía que
-vallenato al que le debemos tanto los acordeo-
Europa muchos años le permitió conocer la tras-
zález, un artesano de la guadua que participa en
sus parceros, drogadictos y ladrones se iban a ir
neros y no se le ha hecho el reconocimiento que
cendencia de la obra de las calles de piedra la
exposiciones en varias ciudades del país, manda
de allí y a los pocos meses, el barrio San Anto-
se merece el “pollo vallenato”-. El vallenato en
que supervisó cuando fueron levantadas para el
las obras por encomienda y se va ¡en bicicleta!,
nio fue declarado patrimonio histórico y cultural
Cali en esa época no entraba en los oídos refina-
cambio de alcantarillado y los contratistas quisie-
llevando carpa y estufa para descansar y dormir
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Prólogo León Octavio Osorno
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
donde lo obligue el cansancio. A Valledupar, el
do. En su casa, que compartía con su compañera
Malatesta, Ángela Tello, Antonio Zibara y Javier
compadre, sonó un disparo y a ese extraño lla-
sitio más lejano a donde ha ido, se gastó 11 días.
la escritora Lucy Fabiola Tello y su cuñado el pin-
Poetafur, el primiciático, señor de los duendes
mado no quise responder. Poco después, a las 3
Este sector pintoresco de Cali ha ejercido una
tor Walter Tello, conocí a la poetisa Meira Delmar
en duenderías y aficionado a trenzar las crines
de la mañana, tocó a mi ventana Lucy Fabiola
atracción especial para artistas e intelectuales
y al maestro Germán Vargas Cantillo, dos íconos
cabalgantes de la noche, el mismo que, poco
para decirme que Leopoldo se había suicidado,
que han sido mis vecinos entre los que recuer-
de la cultura de Barranquilla, una noche deslum-
después, nos trajo el tambor encarnado en el
noticia que solo creí cuando, ahí tendido, ca-
do al profesor Jorge Vallejo; a los actores Helios
brante hermosamente registrada en una crónica
poeta Jorge Artel.
llado como nunca, vi a aquel amigo con el que
Fernández, Johana López y Román Betancur; a
por el periodista y poeta Alvaro Burgos Palacio
Los vates aquella noche convirtieron la colina
había conocido la magia del porro sabanero, del
los poetas Carlos Barona y Aníbal Arias; al che-
en el diario El País. Escritor, poeta, músico o ar-
de San Antonio en Montparnasse, celebrando la
que me volví fanático cuando me llevó a Córdo-
lista Luis Eduardo Gómez; a Leonardo Vidarte,
tista que una vez en Cali no pasara por la casa de
amistad, los versos y la vida. Aquella noche se
ba a conocer a su familia en Cereté.
que se fue tan temprano de la vida y quien había
Leopoldo, había perdido el viaje. En aquella casa
juntaron las regiones en la geografía espiritual
sido uno de los fundadores del Bando musical
se armaban unas parrandas de película.
de la patria. La caja y el acordeón no dejaron
El cine se toma la calle
de Villa Maga y profesor de música del “Circo
Aquí, en esta casa encantada, donde tam-
de sonar; costeños y caleños éramos llamas de
La presencia fallida de Andrés Caicedo en esta
para Todos”. Frente a mi casa, por la calle 2 oes-
bién vivía el pintor Walter Orlando Tello, oloro-
una misma alegría, destacándose, entre todos,
casa la sentí en “La Calle del Piojo” cuando la vi
te, tenía Jairo Agudelo, profesor de serigrafía en
sa a trementina y aceite de linaza, poblada de
el pelirrojo de Cereté, con su alma de juglar -esa
como un espacio ideal para presentar cine ca-
la escuela de Bellas Artes, su taller, por donde
cuadros y libros, tuvo lugar uno de los encuen-
vitalidad que envidiaría Zorba el Griego- mien-
llejero por la inclinación natural del empedrado,
pasaban los artistas gráficos más destacados de
tros más memorables de la historia literaria de
tras la dulcísima Meira Delmar refrescaba, con
que permitía a los espectadores ver sin ser estor-
la ciudad como Pedro Alcántara, Diego Pombo,
la ciudad por allá en 1985: fue el remate de
su rumorosa voz marina, la inolvidable velada.
bados por los sentados adelante, y la ocasión se
Mario Gordillo, quien instaló su atelier a la vuelta
un revelador recital en las voces de Álvaro Sues-
Yo trataba de participar en todas esas tertu-
presentó cuando inauguramos con la gente del
de la manzana, y una lista enorme de artistas que
cún, Joaquín Mattos Omar, Nora Carbonell, Mi-
lias porque con Leopoldo tenía una vecindad de
Bando de Villa Maga la librería “Corriente Alter-
agotaría el espacio.
guel Iriarte y la divina Meira Delmar, organizada
alma y domicilio que reforzaba mi pertenencia
na” en una casita de bahareque situada al frente
Como en esta breve semblanza de mi manza-
por el poeta Javier Tafur bajo los auspicios de
al patrón cultural costeño. Hasta himno tenía-
de mi casa. Invité a mi amiga caleña Clarita Rias-
na se trata de expresar una vivencia personal, me
Comfamiliar. Fue una cálida noche tropical de
mos: “El Bocachico”, un porro cantado por no-
cos, representante en Bogotá del llamado Cali-
remito a la esquina donde vivió mi compadre de
amigos, en la que alternaron los poetas caribes,
sotros a dúo cada vez que a él se le removía su
wood, quien había tenido un reconocimiento in-
parrandas sabaneras y vallenatas, Leopoldo Ber-
con los poetas cachacos Aníbal Arias, Álvaro
ancestro sabanero. Una noche en que la rumba
ternacional por su película La Mirada de Miriam
della de la Espriella, cereteano raizal, anfitrión de
Burgos, Ana Milena Puerta, Orietta Lozano, Elvi-
no estaba en mi programa, en lugar de las notas
para que hiciera un foro con los asistentes y ella
tantas tertulias literarias porque ese era su mun-
ra Alejandra Quintero, Lucy Fabiola Tello, Julián
musicales costeñas con las que me llamaba mi
aceptó complacida.
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Prólogo León Octavio Osorno
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
La proyección la hizo con un equipo de 16
daron tan aburridos que no quisieron quedarse
que caracterizan el trabajo comunitario en Co-
atractiva para la gente del cine y de los medios
mm la amiga belga Catherine Dupriez que tenía
para ver la película Jardín secreto, programada
lombia y su labor, testimoniada por las obras que
audiovisuales que la siguen aprovechando en sus
su proyecto FEDIM -Fundación para la Educación
para después del partido.
gestionó y no superada por las presidencias que
producciones porque por sus características y su historia este es un sector de película.
por Medio de la Imagen- y tanto la película como
En las calles de esta manzana se han realiza-
le sucedieron, ha tenido el reconocimiento de los
el foro salieron tal como lo habíamos deseado. La
do varios proyectos de cine, el primero de ellos,
vecinos que todavía lamentan su retiro del traba-
amiga Carmen Lila Alvarez hizo valer el poder de
San Antonio, Vida cotidiana desde abajo, fue
jo comunal, pero como buen terco que es, sigue
la amistad que tenía con el encargado de la esta-
presentado en algunos teatros de la ciudad y la
en la lucha desde San Antonio por Cali, como di-
ción eléctrica del sector quien amablemente apa-
televisión nacional, dirigida por Andrés Agude-
rector del único periódico cultural independien-
gó el alumbrado de la calle mientras se proyec-
lo, la producción de Fernando Reyes Morris con
te distribuido gratuitamente, Cali cultural, que
taba la película y luego las encendió para el foro
guión del profesor Fernando Urrea y el escul-
no es un “cadaquepuedario” como la mayoría
y la verbena que se prendió con la orquesta de
tor José Antonio Moreno, habitantes del barrio,
de las publicaciones culturales, sino que ya lleva
niños salseros “La Charanguita” y el Grupo Bem-
protagonizada por actores naturales del barrio
12 años saliendo a cumplir la cita mensual con
bé. La fiesta que se armó también fue de película.
como Aidé Perlaza, más conocida como “La
sus lectores que lo tienen como derrotero de la
Después de haberse comprobado la vocación
Socia”, como también han sido aprovechadas
cultura en la ciudad y asegura llegarle a más de
de teatro de cine de esta calle, que no tiene un
como escenario de documentales, videos mu-
100.000 lectores, hazaña no realizada por nin-
flujo vehicular regular, el presidente de la Junta
sicales, programas para la televisión como el de
guna otra publicación de su tipo.
de Acción Comunal, Fernando Ortega, quien ad-
Calle Luna, de Telepacífico, que tenía como cor-
Estas manzanas, que fueron preferidas por
quirió la casita donde quedaba la Librería “Co-
tina visual “La calle del piojo”. Son las únicas
los artistas y por lo mismo imperio del bullicio
rriente Alterna” que la habíamos trasladado a La
calles que conservan la memoria de piedra del
culto, ahora son una suerte de pueblito tranquilo
Morada Alternativa, continuó con la actividad
Cali de antaño y por eso son visitadas con fre-
donde todos los vecinos nos conocemos y prac-
como “Cine al aire libre” y la respuesta de la gen-
cuencia por los turistas, estudiantes de arquitec-
ticamos la solidaridad entre nosotros, donde la
te fue positiva. Hasta el partido de la selección
tura y de fotografía en especial.
tranquilidad solo es interrumpida cuando un visi-
Colombia contra Rumania en un mundial se pro-
La actividad del “Cine al aire libre” se acabó
tante motorizado estaciona mal su carro y obliga
yectó en pantalla gigante, batiendo el récord de
con la renuncia irrevocable de Fernando Ortega
al llamado puerta a puerta hasta que el dueño
asistencia y ante la derrota de nuestro equipo na-
a la presidencia de la Junta de Acción comunal
aparezca con las debidas excusas por haber esta-
cional, la gran mayoría de los espectadores que-
por su desacuerdo con las prácticas politiqueras
cionado en el lugar indebido, pero sigue siendo
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151
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Avenida Segunda norte con calle 19 La Olla: universo de diversiones Diez… Once… Doooce! ¡Salí!
E
l escondite americano era el mejor juego del mundo, se trataba de encontrar al que uno
quería besar y a los demás también pero después, primero el que nos interesaba. Era 1970, acabábamos de admirar en la televisión el mundial de fútbol México 70, teníamos los nombres
En la otra acera y frente al río Cali
de toda la selección de Brasil grabados en nuestra memoria (Tostao, Falcao, Jairsiño, Pelé…) pues hicimos porras con los grandes sobre quién sería el campeón, y lo fueron.
Por Ana Milena Puerta
Jugamos escondite americano en la Olla, una manzana en grama y con una depresión que la hacía parecer una media torta. Esa Olla fue nues-
Foto Ana Milena Puerta
tro salón de recreo. Está ubicada en la avenida Segunda norte con calle 18, frente a la manzana de nuestra casa y el río. En esa época era un terreno baldío con población de chicharras y sitio ideal para elevar las cometas de agosto sin temor a engancharlas en los cables de la luz. Hoy es el terreno donde se encuentra el edificio Torre de Cali, el más alto de la ciudad, con 42 pisos. 153
Prólogo Ana Milena Puerta
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
A la Olla íbamos Juan Carlos y José, llamados
Dilorenzo, Jerónimo y Aznavour. Otra actividad
causaba terror esa señora, abuela de Isabelita,
guien se negaba a cumplir con lo del beso era
“Los Lecheros”; Luz Ángela, Martha y Liliana,
muy importante fue la llamada a las emisoras,
con sus largas uñas pintadas de rojo. Ella era la vi-
castigado con una pena elegida entre todos y que
conocidas como las hermanas Baena; Astrid y
decidíamos hacerlas los viernes en la tarde desde
gía de la cuadra, siempre estaba espiando lo que
podía ir desde tocar el timbre de la casa de doña
Cristina, las de Popayán; Gustavito y Darío Fran-
una casa diferente pues la prestada del teléfono
sucedía a través de las ventanas, por eso el es-
Isabel, pedir papel higiénico en otra casa o bailar
co, Jaime Andrés, Alicia, Isabelita Cruz, el mono
era complicada y las mamás se molestaban, lla-
condite americano tenía como norma no besarse
delante de todos y sin música, entre muchas pe-
Freddy, Fernando Trejos, Diego Ángel Lloyd, mis
mábamos a Radio Uno a pedir las canciones fa-
cerca de su casa.
nas que se impusieron para los faltones del beso.
hermanos Olga y Hernando, y yo.
voritas o a enviar mensajes secretos a los chicos.
Nuestra casa era la séptima en la avenida Se-
Ponchao y pico e’ botella
gunda norte con calle 19, al frente está el río Cali
Unos años después trasladamos nuestra pista
El río dominical
de patinaje al Anillo Central, la obra vial más monumental de la ciudad que se construyó a
Todos los domingos de mi infancia salió el sol.
que surca la ciudad. El escondite americano se
Pero si el juego era Ponchao entonces partici-
unas cuatro cuadras de nuestras casas; por un
Y nosotros cumplimos con su cita en las orillas
jugaba entre la cuadra, la Olla y el río, por eso
pábamos todos, las mujeres éramos buenas que-
tiempo breve, entre su terminación y la inau-
del río donde colgábamos columpios entre los ár-
los escondites eran muchos y si tocaba contar te-
mando a los hombres con el balón. Se jugaba en
guración, sus puentes elevados fueron nuestra
boles y jugábamos en sus orillas a mover ramitas,
níamos que estar muy atentos a los sonidos para
la calle, entre el andén y el río, pocos autos pasa-
delicia en patines.
rescatar hojas secas de su lecho, apresar hormi-
saber si era un lugar con pasto, si había plantas,
ban por allí, éramos los dueños de la vía.
El pico e’ botella era un juego con más ex-
gas arrrieras o conversar con el arrullo del agua.
Cuando el balón pegaba contra un antejardín
pectativas, se jugaba siempre en la noche, con la
Olga, mi hermana, tenía solamente seis años y
A todos los muchachos les encantaba Luz Án-
o, en el peor de los casos, contra una ventana, el
oscuridad como cómplice y participaban chicos
un 25 de diciembre decidió rescatar a un perro
gela Baena, ella fue elegida la reina de la cuadra,
miedo nos hacía correr hasta la vuelta de la cua-
más grandes como Gustavo Ascencio, que tam-
que había caído al río y que a ella le pareció que
mi hermana fue la virreina, yo fui princesa junto
dra que era la avenida de Las Américas, donde
bién vivía en la cuadra, los Barberena y los Do-
se estaba ahogando. Feliz, con el lanudo bañado
con mi amiga Hilde Fenger, que no era del barrio
el amplio corredor de las oficinas de la empresa
glioni, que eran amigos de Isabelita y la visitaban
en barro y agua, fue hasta la casa para mostrár-
pero iba mucho a la casa y era amiga de todos.
Eternit nos servía como pista de patinaje y la igle-
con frecuencia. Se tomaba una botella vacía de
selo a mi mamá y en lugar de recibir aplausos
Cuando los amigos querían jugar fútbol, las
sia presbiteriana era un buen escondite así tocara
gaseosa, todos nos hacíamos en círculo y alguien
por su valor, se ganó un buen regaño por haber
mujeres nos íbamos a uno de los antejardines a
escuchar un sermón, recibir propaganda y darles
la ponía a girar, frente a quien parara el pico de
enmugrado el vestido nuevo y salvar a un chan-
escuchar música en el tocadiscos portátil de Isa-
nuestros nombres.
la botella era la persona que debía darle un beso
doso cuando todo el mundo sabe que los perros siempre nadan.
árboles o se cerraban puertas de antejardines.
belita, se lo trajo su papá de Perú, en él sonaban
Era importante esconderse a tiempo, pues
a quien la hizo girar. La gracia consistía en hacerla
y cantábamos baladas de Sandro, Nino Bravo,
doña Isabel Caicedo de Cruz tenía un genio tre-
girar con la fuerza necesaria para que la botella
En la otra orilla del río, la calle Primera con 21,
Óscar Golden, Harold, Gigiola Cinquetti, Silvana
mendo y equivalente a decibeles de voz, nos
quedara frente a quien podía interesarnos. Si al-
quedaba el cuartel de la policía. Sabíamos que
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155
Prólogo Ana Milena Puerta
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
el largo muro de ladrillo con pequeñísimas ven-
ta, entonces Magnolia nos peinaba con moñas,
social, Comfandi, se encontraba construyendo el
no iban al club ni se bañaban en las piscinas de
tanas mugrientas era una cárcel porque algunas
enredos y bucles que se mantenían varias horas
primer club campestre de la ciudad para sus em-
los demás y que esa era una muy mala amistad
tardes, cuando estábamos en la orilla nuestra del
gracias al poder de kleer lac, la última moda.
pleados y obreros asociados, algo inaudito para
para Hernandito. Como estaba planeado, Jairo
río, podíamos ver manos que con esfuerzo salían
Solamente una noticia habría de opacar la del
ella que mantenía en condiciones de cuasi escla-
fue con nosotros al club que quedaba en El Agua-
de ellas y nos saludaban. Siempre respondimos a
río: la celebración de los Sextos Juegos Paname-
vitud a Omaira, la empleada de adentro que en
catal, se bañó en la piscina y jugó a enviar barqui-
ese gesto.
ricanos el año siguiente, 1971, cuando los veci-
las noches comentaba con la empleada de nues-
tos de papel por el canal de agua que recorría las
Un día de septiembre la lluvia arreció muy
nos comenzaron la competencia por la casa más
tra casa sus desdichas y humillaciones por cuenta
instalaciones.
fuerte y se fue la luz, acontecimiento que cele-
bonita y mejor pintada, con posibilidades de salir
de ser negrita y madre soltera. Su hijo Jairo, un
brábamos porque podíamos mirar las luciérnagas
en El País, para ser seleccionada por la alcaldía
niño de ocho años, se hizo amigo de mi hermano
que emergían de las orillas del río hasta los ande-
como hotel temporal debido a la avalancha de
en esas idas y venidas de su madre entre la casa
En las tardes de fin de semana que no íbamos
nes y tocarlas. Comenzaba a anochecer y el río se
turistas que tendría el evento. A nosotros nos co-
de la vieja Isabel y la nuestra, así llegamos a saber
a alguna piscina, cuando las amigas estaban de
desbordó sin que la lluvia cesara, su caudal pasó
rrespondieron dos turistas bogotanas aficionadas
que la cena de ellos se reducía a medio huevo
paseo con sus familias y no me atraía la película
la ribera, la calle y llegó hasta los andenes de las
al deporte pero también a la música clásica y a las
frito con un poco de arroz para cada uno, que se
del matineé del Teatro Bolívar, leía. Previa visita
casas. También llegaron los bomberos, la policía,
discotecas nocturnas, hecho que mis tíos meno-
debían duchar en menos de un minuto porque
a la tienda de la cuadra, La Lonjita, para abaste-
los noticieros de radio y los periodistas. Esa noche
res aprovecharon hasta el cansancio.
eran dos, que las salidas de fin de semana eran
cerme.
todos los vecinos salieron a mirar el río desbor-
Me voy pal’ club
dado, a pedir acciones de las autoridades y a im-
Lectura y chocolatinas Jet
quincenales y no semanales, sin permitir que Jai-
Los cuentos de Edgar Allan Poe, dos libros gor-
ro estudiara porque la llevada y traída le quitaba
dos numerados, fueron de mis primeras lecturas.
tiempo de trabajo a su mamá.
Acostada en la cama, con una barra de chocola-
pedir que fuéramos más allá de los antejardines.
Doña Isabel se teñía el cabello de negro azu-
Al día siguiente, en el diario El País, una foto-
lado que contrastaba con su piel blanca azulada
En sus cotidianas vigilancias de la cuadra a tra-
tina Jet en la otra mano que no sostenía el libro,
grafía en blanco y negro mostraba el desborda-
haciéndola parecer una mujer de Tasmania, ella
vés del balcón de su casa o rendijiando por la
leía con avidez sus historias, solamente me daba
miento del río frente a nuestra cuadra, todo un
se enorgullecía de su blancura y no desperdiciaba
cortina de la ventana de su cuarto, doña Isabel
cuenta del paso del tiempo porque comenzaba
evento especial que se comentó largamente en
oportunidad para negrear a los otros. “Cómo les
observó que mi hermano jugaba con Jairo regu-
a atardecer y era necesario que me parara y en-
el salón de belleza de Magnolia, la tía de nuestra
parece, ahora cuanto negro ves vos diciendo: me
larmente y no dijo nada, hasta el día que Her-
cendiera la luz del cuarto. Pero no podía hacerlo.
amiga Alicia, donde mi mamá, mi tía, las señoras
voy pal’ club. ¡Hasta dónde hemos llegado!”. Ese
nando lo invitó a venir con nosotros de paseo al
Una voluntad superior me impedía mover siquie-
y mujeres de la cuadra asistían cada semana. Mis
era su comentario ante mi mamá y las otras se-
club Calimío, entonces llamó a mi mamá y de
ra las piernas. El miedo. Tenía los personajes tru-
amigas y yo lo hacíamos cuando había una fies-
ñoras al enterarse que una caja de compensación
una manera desdeñosa le advirtió que los negros
culentos de esas historias en mi cabeza, imagina-
156
157
Prólogo Ana Milena Puerta
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
ba al hombre tapiado en una bodega de vino, por
buscarlo de vez en cuando para leerlo sin lograr
policía utilizaba para impedir que la calle fuera
humo de la leña, llamaba la atención de todos. A
ejemplo, y miraba la pared del cuarto, imposible
aprenderlo completo, solamente me queda una
tomada por la gente y se congestionara el paso
nosotros nos correspondía llevar el presente aún
moverme. Entonces, esperaba a que mi mamá o
frase: “Voy a encerrarme en mi silencio de donde
de los caballistas.
tibio a cada casa, como era la costumbre en di-
alguno de mis hermanos subiera y encendiera la
no debí salir”.
luz de la escalera, así se iba mi miedo y podía
Llegó diciembre con su alegría
salir a buscar a las amigas.
ciembre.
En esos días mi abuela decidía hacer el tradicional manjarblanco sobre fogón de leña, batido
Nadar y bailar, principios de la caleñidad
en paila de cobre y con un cucharón de madera
En la biblioteca del colegio de María Auxilia-
En los primeros días de diciembre la acera del
enorme. La leche llegaba desde la finca “Potrero
dora encontré las narraciones de Eugenio Sue
río frente a la Olla se llenaba con las casetas de
Chico”, de Luis Horacio Gómez, el jefe de mi
Aparte de clubes como Calimío, San Fernan-
sobre María Estuardo, Ana Bolena y tantos per-
los vendedores de pólvora, teníamos prohibido
tía. Desde las cinco de la mañana comenzaban
do y La Rivera, donde íbamos como invitados
sonajes de la corte europea, lo mismo que las
comprarla y eran los grandes quienes lo hacían y
los preparativos de mi abuela, la empleada, mi
de algún vecino o bien donde invitábamos a
apetecidas novelas rosa y las de Rocío Durcal
la quemaban en las noches. Mi papá era feliz con
mamá y mi tía en el patio de la casa que era en
nuestros amigos, existía una casa de la cuadra
que debíamos devolver al lunes siguiente pues la
la pólvora, le gustaba quemar doce volcanes a las
pavimento y muy amplio. Hacia el medio día las
con piscina, la casa de los Lloreda, en la esqui-
lista de pedidos era grande. En la biblioteca de
doce de la noche del 24, además de voladores,
fuerzas se disminuían y nos buscaban para ayu-
na. Vale decir que todos la llamábamos la casa
mi padre encontré otras novelas como La Roma-
rosetas, estrellas y toda una variedad de colores
dar en la batida, por turnos pasábamos a remover
de las Lloreda, pues las cuatro hermanas ado-
na, La Panadera, El puente de los suspiros y la
sobre el cielo de nuestra manzana. Los globos se
la mezcla color melcocha mientras que cada tan-
lescentes eran evidentemente más hermosas y
maravillosa Madame Bovary, que me hizo ir a la
elevaban cerca del río, era necesario pensar un
to se le medía el punto hasta obtener su color do-
llamativas que sus hermanos.
Librería Nacional del Centro Comercial del Nor-
deseo antes de soltarlos a la noche caleña.
rado intenso. De inmediato comenzaban a llenar
Una o dos veces al año, los Lloreda invitaban
te para conseguir otra obra de Gustave Flaubert
El día 25, desde la una de la tarde y con el
los mates de libra y las cajas de madera. Cuando
a toda la muchachada de la cuadra a una tar-
y comenzar mi -hasta ahora- intacta admiración
estreno del niño Dios recién planchado, todos los
la cuchara ya tocaba fondo el pegao era nuestro,
de de piscina en el patio de su casa, con Coca
por este escritor.
chicos nos dirigíamos a la vuelta de la manzana,
nos peleábamos por servir cantidades del mismo
Cola, ponqué Ramo y chitos, el mecato de ese
La poesía me llegó en la revista dominical de
la avenida de Las Américas, por donde pasaba la
en platos y comerlo aún burbujeante. No valían
entonces. Era la casa más grande de la manzana,
El Tiempo. Cada domingo, mi padre y yo recor-
cabalgata inaugural de la feria de Cali. Mis papás
recomendaciones, todos los chicos de la cuadra
daba la vuelta a la cuadra. Hoy es la sede de una
tábamos el poema que aparecía publicado en el
con mis tíos y sus amigos tomaban una mesa en
comíamos en exceso hasta empalagarnos.
funeraria y cuando lo supe mi primera imagen
tabloide literario, además de leer todos sus ar-
la fuente de soda de la avenida con calle 18, no-
Los vecinos supervisaban la operación desde
tículos. Muchos años tuvo mi padre un poema
sotros íbamos y veníamos entre su mesa y el com-
las ventanas de sus casas, pues los patios colinda-
de León de Greiff en su mesa de noche, yo solía
bo de amigos, escapando de los bolillazos que la
ban unos con otros y el intenso olor, además del
158
fue la de la piscina llena de formol y albergando cadáveres en lugar de bañistas. En las fiestas infantiles también había baile, 159
Prólogo Ana Milena Puerta
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
ensayábamos con las mamás o las mujeres ma-
beso que nos interesara, además de bailar entre
Carrera 24a, luego te encuentras con las
yores los pasos, todos queríamos aprender a bai-
todas para aprendernos los pasos y caminar con
escalinatas que corresponderían a la calle 2,
lar y lo hacíamos con la música de moda: Pacho
el directorio telefónico sobre la cabeza para que
giras a la derecha sobre la carrera 23 o “Calle
Galán, Lucho Bermúdez, la Billos Caracas Boys
no nos saliera joroba. Y dio resultado.
del Muerto”, de nuevo a la derecha con una
y Tania, además del twist de la gallinita Josefina
que creo es la calle 3, luego una que es curva
y el infaltable casatchok. La salsa, esa maravilla
y es combinación de carrera 23b y calle 3 y
caleña, no había llegado a nuestro barrio.
esta empalma con la inicial carrera 24a.
Las niñas hacíamos comitivas que eran reu-
De abajo a arriba: de la calle Quinta a la Loma de las cometas
niones en el patio, con fogón de leña, donde cocinábamos guiadas por las mamás, luego se servía para todos los chicos y después venía el
Miraflores
tocadiscos o la radiola con la música bailable. A esas reuniones asistíamos con pantalones Bobbie Brooks, antecesores de los famosos bluyi-
U
n sol estridente alarga hasta el infinito la calle que sube a Miraflores. Por ella voy con
mi maleta de libros a cuestas, un poco más ade-
nes Baboo. Los zapatos eran de suela plástica con
lante que mis hermanas, a las que miro de vez
Por Elvira Alejandra Quintero
plataforma forrada en cabuya y tan altos como las
en cuando de soslayo, girando hacia atrás para
Bahía Blanca, Argentina, mayo 27 de 2009
mamás lo permitieran. Las blusas de pellizco y en
asegurarme de que nada malo les ha ocurrido to-
telas sintéticas, como la terlenka, eran nuestras
davía en el camino. Son las dos de la tarde de un
favoritas.
posible jueves, tan largo como la semana que ya
No había gordas entre mis amigas y vecinas,
casi termina. Hemos salido del colegio hace un
no hacíamos dietas ni íbamos a gimnasios, tam-
rato y vamos camino a casa subiendo por esta
poco existía la bulimia ni la anorexia, mucho me-
calle larga donde los jardines tienen flores de to-
nos la granola, el salvado y el musli como alimen-
dos los colores, los andenes muchos árboles y en
tos humanos. Quizás el único régimen delicioso
algunos de sus recodos un intenso olor a cadmias
y obligatorio era el de jugar todas las tarde en la
que se esfuma y regresa con el viento. Me impac-
Olla y escondernos al anochecer para robar algún
tan en especial las veraneras, aunque también 160
161
Prólogo Elvira Alejandra Quintero
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
hay rosas, claveles y pensamientos. A lo largo de
La tarde que evoco debe estar seguramen-
guo de este centro del mundo que intento des-
sas de estilo republicano y que Miraflores había
la calle, guayacanes, chiminangos, carboneros,
te alrededor de 1968, posiblemente un marzo.
cribir corresponde a una calle larga que sube ser-
empezado a construirse hacia 1940 junto con
almendros, forman en ciertos tramos una bóve-
Abajo, en la calle Quinta, nace esta calle larga
penteando en medio de los jardines iluminados y
San Fernando y otros barrios del norte como
da sombreada que aliviana la subida y que en
que sube serpenteando en el sentido este-oes-
de las ventanas donde brillan las luces de colores
Versalles y Santa Mónica, por gente de clase
períodos de lluvias se carga de miles de gotitas
te, trepándose por el piedemonte de la cordillera
que celebran la navidad. Hacía mucho calor y, al
media profesional, algunas de las cuales ocupa-
que siguen cayendo durante mucho tiempo des-
Occidental. En la esquina que forma abajo con la
mismo tiempo, soplaba un viento cálido.
ban cargos administrativos en las multinaciona-
pués de que ha pasado el aguacero. De todos
calle Quinta, quedaba en aquella época la em-
Aquí en Miraflores desaparece la idea de
les que se asentaron en la región. Por las formas
ellos, los que más me gustan en esa época son
presa de taxis Tax Barona y en seguida el cole-
manzana o, al menos, el concepto tradicional
curvas y pendientes de esta parte de la ciudad,
los carboneros, porque sueltan unas pepitas blan-
gio Alejandro Humboldt, donde mis hermanas y
de manzana cuadrada o rectangular de cuatro
la disposición de los lotes se aparta de la cuadrí-
cas envueltas en unos sobrecitos alargados como
yo hemos entrado a estudiar recientemente, de
esquinas impuesta por los españoles en la fun-
cula española tradicional pero aún así se integra
los de las habichuelas y ahora, resecos por el sol,
manera provisional, mientras termina el perío-
dación de las ciudades durante la colonia. Aquí
a la malla existente mediante la prolongación de
chirrían con un sonido delicioso cuando los piso;
do académico actual e ingresamos a los colegios
cede la topografía plana que se extiende a lo
las carreras que van de este a oeste, o viceversa,
un tiempo después, ya adolescente, nació en mí
donde ocurrirá realmente nuestra formación,
largo del valle del río Cauca, entre las dos cor-
generando con el barrio Alameda un flujo de
el amor que todavía subsiste por los guayacanes,
primero el Santo Tomás de Aquino y luego el
dilleras, y la ciudad empieza su ascenso por los
integración que fue cortado por la ampliación
por lo cual fui descubriendo que cuando flore-
Gimnasio Universitario del Valle. Aunque había-
cerros de la cordillera occidental hacia los Fa-
de la Quinta. En el otro sentido el laberinto se
cían en la calle de Miraflores, ya en otras calles de
mos nacido aquí, en Miraflores, sólo hace poco
rallones. La calle que protagoniza esta primera
empalma mediante calles y escalinatas con los
Cali los demás guayacanes del mismo color se ha-
tiempo hemos regresado a Cali después de haber
parte de mi relato es la carrera 24a, conformada
barrios del sur (San Fernando), del oeste (Nacio-
bían puesto de acuerdo para hacerlo al unísono:
vivido unos cinco años en Manizales, mientras
por casas en su mayoría de dos pisos y algunas
nal, San Cayetano) y del centro (Libertadores,
esto lo cuento también en alguno de mis poemas.
nuestro padre cursaba sus estudios de ingeniería
con un piso más o un altillo que también llama-
San Antonio). Nuestra casa había sido construi-
Me encantan los amarillos. Esta es la calle central
civil en la Universidad Nacional. Ahora papá se
mos “palomar”. Casi todas tiene antejardines,
da por nuestro abuelo materno, que era inge-
de Miraflores, fiel a su nombre que nace de los
había graduado ya como ingeniero y volvíamos al
pilastras decorativas que marcan la entrada prin-
niero civil, el “doctor Juan Manuel Hincapié”,
árboles y flores que la llenan. Tiene murmullo de
ámbito cálido de la casa de Miraflores con las tías
cipal y los balcones, cornisas y frontones en las
quien construyó también otras casas del sector y
chicharras, grillos y palomas torcaces en el día y
y el abuelo. Tuve la fortuna de que la noche de
fachadas y, algunas, aislamientos laterales que
además, pensando en la necesidad de vincular
de aleteo misterioso de murciélagos que en las
nuestra llegada a Cali fuese en navidad, porque
después fueron utilizados para dividir la casa y
los dos sectores, donó el terreno y construyó las
noches se estrellan contra los vidrios de las venta-
la ciudad lucía muy alegre llena de bombillos de
sacar apartamentos independientes. Después,
escalinatas que comunican la carrera 24a con la
nas y los postes de la luz.
colores y, tal vez por ello, el recuerdo más anti-
cuando estudié arquitectura, supe que eran ca-
carrera 23 o Calle del Muerto, esta última con-
162
163
Prólogo Elvira Alejandra Quintero
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
formando el límite entre Miraflores y el barrio
Hincapié y de paso aprovechaban para indagar
de las Monjas Adoratrices e inmediatamente an-
los juegos, las conversaciones con el abuelo o las
Libertadores.
por los chismes de la familia. Las tiendas de doña
tes de las escalinatas que comunican a Miraflores
tías, las comitivas con mis hermanos menores,
Si ahora la subida por la calle de Miraflores
Soledad y de don Gustavo, donde nos volvimos
con la carrera 23 y los barrios Libertadores, San
las fiestas. Uno de los momentos más gratos era
puede no parecerme tan ardorosa e interminable
adictos a las golosinas de entonces, las “cucara-
Cayetano y San Antonio, en el punto exacto don-
cuando, con el abuelo, llenábamos de agua la te-
como entonces, había días de mi infancia en que
chas”, la chancarina y los “borrachos”, unos pas-
de la calle de Miraflores forma una curva pronun-
rraza aprovechando las tardes del eterno verano
ella era una calle infame y llena de curvas, no
telitos deliciosos por cuyo nombre hacían chistes
ciada, conocida como la “Curva de la herradura”.
de Cali, jugando a divisar la ciudad desde aquí,
obstante el encanto de sus sorpresas. Algunas de
los señores -borrachos de verdad- que tomaban
Debido al descenso del terreno en el sentido
adivinando su laberinto. Hacia el oeste se podía
ellas: el parquecito de La Herradura, al cual, para
cerveza en la tienda, diciéndonos cuando íbamos
oeste-este, la mayoría de las casas que están en la
ver perfectamente la cuadrícula de tejados, árbo-
llegar, había que desviarse un poco ya que está
a comprarlos: “niña, lléveme a mí”. El garaje del
acera izquierda tienen sus jardines a un nivel un
les y calles, muchas de las cuales apenas estaban
escondido en el recodo que forma la carrera 23b
loco Viera, también bajando por esta calle larga,
poco más elevado del andén y sólo algunas de la
en proceso de pavimentación, de los barrios San
o c, cerca de la cafetería Niágara, sobre la calle
a donde mis hermanos Mono y Dito y mi primo
acera derecha tienen jardín, en cuyo caso este se
Cayetano y Libertadores, subiendo y bajando por
Quinta, que también era un lugar clásico de en-
Queto iban de cansones temprano en la mañana
encuentra a nivel de la calle, y/o disponen ade-
las colinas. La cúpula de la iglesia San Cayetano
cuentro con los amigos y amigas, lugar de las citas
para no dejarlo dormir; ya mayor, mi primo Que-
más de un sótano para aprovechar la pendiente
aún no ha sido derrumbada por un temblor y se
con los novios, amigos y “gallinazos”, no obstante
to hizo una película con ese tema, que se llama
inclinada. En nuestra casa no hay jardín. En cam-
yergue imponente con un halo de misterio so-
los zancudos y los bichitos que nos llenaban de
Dito, el niño despertador. El Consulado Francés,
bio en el andén había un maravilloso chiminango
bre una de las lomas. Un poco más allá se divisa
picadas las piernas descubiertas en las sandalias,
por cuyas celebraciones la calle se llenaba de ca-
extendiendo sus ramas desordenado, saludando
el tejado de la iglesia de San Antonio, el parque
igual que en el parque de La Herradura y la esta-
rros en una fila eterna que llegaba hasta la calle
nuestra terraza y estirándose hasta el jardín de la
inclinado que la rodea y el parque del Acueduc-
tua del general San Martín. Recuerdo de manera
Quinta por un lado y a la Loma de las Cometas
casa de enfrente, el cual fue talado años después
to. Hacia el este la cuadrícula se ve más plana y
especial los perros que atacaban desde los jar-
por el otro, en especial cada 14 de julio, día de la
para que las niñas internas en el Convento no se
organizada, extendiéndose hasta perderse en la
dines apareciendo de repente; uno de ellos, el
Revolución Francesa, y que quedaba justo antes
escaparan por las ramas. La casa es una edifica-
serpiente ancha del río Cauca, más allá del brillo
de mi amiga Ana Milena, me clavó sus dientes
de llegar a la tapia del Convento de Las Monjas
ción de dos viviendas, la inferior conformada por
de los techos plateados de Aguablanca. Desde
en el hombro izquierdo dejándome un trauma
Adoratrices.
el piso a nivel del andén y un sótano, y la superior
nuestra terraza se ve también el sur, la cuadrí-
en el segundo piso y la terraza. Desde la terraza
cula del barrio San Fernando y el Estadio. Afuera
se divisa la ciudad y el mundo de abajo. En el
de la casa, la calle larga de Miraflores continúa
eterno y una incurable enemistad con el reino
La casa: torre, terraza y paraíso
canino. Las señoras de labios rojos y voz grave que vivían abajito de nuestra casa y que religio-
De dos pisos, sótano y terraza, nuestra casa
pasado que ahora evoco, la terraza es el lugar
serpenteando hacia el suroeste, subiendo hasta
samente cada tarde le enviaban saludos al doctor
quedaba al finalizar la tapia larga del Convento
donde suelen ocurrir las cosas importantes como
lo que yo llamo el infinito, que no es más que la
164
165
Prólogo Elvira Alejandra Quintero
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Loma de las cometas, algo así como un paraíso
hermanas Margarita y Leonora, etc. Así, en algún
de mi hija marca un quiebre, porque al poco
con la Calle del muerto. Descender por ellas es,
majestuoso a donde íbamos cada tarde, especial-
momento me llegó el turno de habitar el aparta-
tiempo nos fuimos de aquella torre a un palomar
en todos los casos, salir del idilio familiar e ingre-
mente en agosto, a elevar cometas con el abuelo.
mento de la terraza cuando, aún muy joven, me
del barrio San Antonio, frente al parque, lugar
sar al mundo “real”. Atravesar las colinas de San
Desde la Loma de las cometas se divisa mucho
casé con el novio que me enamoró con su voz
donde transcurre la etapa siguiente de mi vida.
Cayetano y San Antonio para llegar al colegio con
mejor la ciudad. Allí el abuelo hace gala de toda
y sus canciones. Allí nació Sara, mi hija mayor.
Más adelante, siendo ya arquitecta y acom-
mis hermanas, o cruzarlas de regreso, al pleno sol
su sabiduría y se llena de orgullo al identificar
Hasta aquella terraza llegaban nuestros amigos
pañada de mi nuevo esposo, también arquitecto
de las dos de la tarde y, más adelante, corriendo
para nosotros las calles, los edificios del centro,
a compartir con nosotros discusiones literarias,
y escritor y padre de Lucía, mi segunda hija, re-
con los amigos y compañeros del colegio o de la
las torres de las iglesias que se ven en la distancia
poéticas, políticas y bohemias, entre lecturas y
greso a la casa de Miraflores, esta vez para hacer
universidad para huir de la policía en alguna de
y mucho más allá, los cerros de Las Tres Cruces,
serenatas que se prolongaban hasta el amanecer
junto con él las reformas arquitectónicas corres-
las “pedreas” que se formaban con las manifes-
Cristo Rey y Pico de Loro. No obstante la an-
en torno a las guitarras de Ricardo, Carlos Andrés
pondientes a la consolidación de los apartamen-
taciones de protesta estudiantil al pasar por San-
gustia por la ansiedad de crecer que invadía la
o María del Carmen. Era una época en que se
tos, con todas las de la ley. También con Carlos
ta Librada. Caminé por estas calles en todos los
infancia, esta es en mi recuerdo una época feliz.
afianzaban en todos nosotros los sueños literarios
nos dejamos atrapar por este mismo barrio y por
sentidos, norte-sur, este-oeste y viceversa, sola,
Con cartones, mis hermanos y amiguitos de la
y de rebeldía política, y al mirar desde la terraza
esta misma calle ligada de manera consustancial
en pandilla o de la mano del amor. Creo que no
cuadra nos rodamos por la loma. Clara, Marga y
la ciudad suspendida bajo la bruma de la noche o
a nuestras vidas. Una y varias veces durante el
se entiende en verdad la ciudad si no es a pie.
Leo, Ana Milena, los Gil, las Ayala. Nos impreg-
del amanecer, éramos una mezcla de entusiasmo
tiempo que duró nuestro matrimonio, ocupamos
Sólo allí, en el ritmo que da la lentitud del propio
namos del olor a pasto húmedo y a tierra. Nos
y desesperanza que nos empujaba a seguir hur-
algún apartamento o casa de Miraflores. Primero,
paso puede percibirse, sintiéndolo, el impacto
llena la inmensidad azul del cielo, el viento de
gando en ese laberinto, creando entre nosotros
sobre la parte alta de la Calle del muerto, después
de los colores, los ruidos, los olores, las texturas,
Cali, el ruido de los carros de balineras en los
los vínculos que aún perduran. Recuerdo ahora a
junto a Miracali y en la última época, sobre esta
los sabores de las frutas, licores y golosinas que
que nos rodamos también calle abajo, acabando
Pepe, a Amanda y Rodrigo, a Graciano, a Pacho
misma calle larga en un edificio de apartamentos
ofrecen en las tiendas y en las esquinas. Por eso,
con la paz de las señoras que se asoman furiosas
y Lelé, a Maní, Nelson y Manuel, o a Luz Eume-
localizado una cuadra más abajo de la casa a la
antes de descender por las escalinatas a la Calle
por las ventanas a protestar.
lia, con quien nos amanecimos tantas veces escu-
que me he referido, donde ha transcurrido toda
del muerto y a ese otro universo, vale la pena
Con el tiempo y las circunstancias, la casa
chando a Ignacio Corsini. Fue allí también donde
la historia familiar.
detenerse un poco aquí, en lo que solía ocurrir
se dividió en apartamentos que, también según
Alejandro Herman lanzó a gritos sus últimos dis-
las circunstancias, alguno de nuestra familia y/o
cursos lúcidos y terribles, contra la ciudad que se
sus nuevas familias ocupó eventualmente: mis
“arrastraba abajo”, durante la bohemia rebelde
A la derecha de mi casa-torre-terraza están si-
pretendientes a esperar que saliéramos de casa,
tías Poly y Lelé con sus respectivos esposos, mis
que parecía interminable. Tal vez el nacimiento
tuadas las escalinatas que comunican a Miraflores
casi siempre en las tardes, para ir a caminar por
166
en estas escaleras. En la parte superior había un
Las escalinatas
murito donde se sentaban los novios, amigos y
167
Prólogo Elvira Alejandra Quintero
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
las calles de San Antonio hacia La Tertulia o a la
mada la Frost Bitten a la que íbamos a comer
que la calle central de Miraflores, con pocos ár-
internas, de adentro hacia afuera, para escaparse.
Avenida Sexta. En otras ocasiones, el murito se
helados por las tardes, y después una fuente de
boles y donde el calor se sentía más inclemente,
Esta es la tapia del Convento de las Monjas Ado-
llenaba con los chicos del barrio que armaban
soda o taberna llamada La Esmeralda, lugar de
tal vez porque la mayoría de las casas estaban
ratrices, misterio y encanto de nuestras fantasías.
pandilla para gastar el tiempo, entre otras cosas,
encuentro con los amigos y los novios. Allí, entre
desprovistas de aleros. Así, descendiendo por la
Por encima de los vidrios de colores que forman
diciéndoles piropos a las chicas que pasaban “in-
la frescura de la noche y las cervezas, podíamos
Calle del muerto con mis hermanas en esta “vuel-
la cornisa, se asoman las ramas de los árboles de
defensas”. Pasar por allí a solas era dar una gran
escuchar perfectamente a Charles Aznavour y en
ta a la manzana”, llegamos a la esquina de la ca-
mango que cuando están cargados tiran sus fru-
muestra de valentía porque había que arriesgarse
seguida algún disco de Richie Ray o de la Fania,
lle Tercera o Cuarta donde nos topamos con una
tos por montones en la acera. Este Convento, que
a recibir los silbidos y risotadas de los sardinos.
o a los Rolling Stones y en seguida a Los Beatles,
casa alta de tres pisos, frente a la cual hay otra
ahora contemplamos desde afuera, colinda por
Era también este murito desde donde, tarde en
Santana, León Gieco, Francis Cabrel, Nicola di
azul con rejas y jardín, que recuerdo de manera
su parte interior con nuestra casa, así que desde
la noche, salía el olor a la “yerba” que algunos de
Bari o a Juan Manuel Serrat, es decir, de todo,
especial porque allí vivieron mis padres cuando
este punto también se divisa la terraza, trepada
los más grandes ya fumaban a escondidas, apro-
según el ánimo que hubiera y los gustos de los
mi hermana y yo nacimos, así que muchas veces
en medio de los otros tejados como una torre le-
vechando la oscuridad.
clientes. Enfrente de La Esmeralda, el Hospital
me fue relatado dicho acontecimiento y referen-
jana. Acá abajo, la puerta central del Convento
Infantil Club Noel. Al atravesar la calle Quinta
cia. En las otras dos esquinas que conforman este
se yergue misteriosa sobre dos escalinatas muy
De arriba abajo: la Calle del muerto
llegaríamos al parque Alameda y en el sentido
cruce hay una casa alta, de tres pisos y terraza,
grandes, unos cuantos metros más adelante de la
Ahora tengo ya catorce años, época de salir
contrario, subiendo por la Calle del muerto hacia
donde viven la tía Luz y los primos, y al frente
esquina de la calle Cuarta o Tercera con la carrera
a explorar el mundo. Con mi amiga Clara y mis
Miraflores, al mirador y taberna llamado “Mira-
una pequeña, de un piso, en cuya puerta había
23a, la cual se prolonga en el sentido contrario
hermanas Marga y Leo descendemos por las es-
cali”, un punto al que también le dicen “Siete
escrita muy grande la letra Z.
hacia la Quinta, conformando la calle donde vi-
calinatas hacia la Calle del muerto, girando a la
esquinas” porque efectivamente confluyen allí
Al girar hacia la derecha la calle remata en la
vía mi amigo Gustavo Vivas, a quien conocería
derecha para bajar hacia la calle Quinta, donde
siete manzanas con sus aristas. A diferencia de la
carrera 23a, por lo que la llamamos calle mocha.
más adelante. Es esta una calle plana en contraste
el mundo parece ser mucho más complicado que
calle central de Miraflores, en la Calle del muer-
En el otro sentido, hacia la izquierda, se prolonga
con todas las anteriores de mi manzana amorfa,
en el nicho inicial de la familia. Esta calle que for-
to la mayoría de las casas no tienen jardines, a
por las colinas de San Cayetano y San Antonio.
pero igualmente llena de árboles, flores y jardines
ma el límite entre el barrio Miraflores y el barrio
excepción de algunas en la parte inferior, cerca
Acá está conformada por una tapia larga de la-
como es el estilo característico de Miraflores. En
Libertadores es la carrera 23 o Calle del muerto,
de la calle Quinta. Son edificaciones de uno y
drillo común pegado a la vista, con una cornisa
mi caminata la calle hace una curva hacia el su-
una calle larga, inclinada y sin curvas pronuncia-
dos pisos y en algunos casos de tres, estas últimas
adornada con pedazos de vidrios y botellas que-
reste, y allí me topo de nuevo con la carrera 24a
das como la anterior. Abajo, en el cruce con la
con varias viviendas o apartamentos. Siempre me
bradas que le han puesto para que no la escalen
donde inicié mi recorrido, en una casa cuyo lote
calle Quinta, existió primero una heladería lla-
pareció esta una calle más árida y congestionada
los ladrones, de afuera hacia adentro, o las niñas
es de forma triangular. En Miraflores abundan las
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169
Prólogo Elvira Alejandra Quintero
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio Obrero Carrera Diez y Quince, entre calles Quince y Séptima.
formas irregulares en los lotes y en las esquinas, y en consecuencia algunas casas de aspecto triangular que identificamos como casas “de barco”. Termino así mi vuelta a la manzana, con
A
la certeza de que he dejado de nombrar infinidad de detalles, colores, olores, ruidos, perso-
unque viví algunos años de mi niñez entre Bogotá y Palmira y buena parte de mi vida
najes, en fin, tantos matices que ahora en la dis-
adulta en México, yo nací en Cali, soy caleño y lo
tancia se me escabullen. Pienso solamente que
seré toda la vida. Mis padres se conocieron en el
en aquella época era mucho menos frecuente
histórico Hotel Aristi, a pocas cuadras de la Pla-
que alguien apareciera muerto de manera vio-
za de Caycedo, regida por el Edificio Otero, la
lenta en cualquier calle y que, precisamente por
Catedral, donde fui bautizado, y sus larguísimas,
Cali: mi manzana
eso, el día en que un cadáver de un desconocido apareció tirado en la carrera 23, causó tal asombro y revuelo en la vecindad que a partir de entonces la calle quedó bautizada como la
elegantes e imponentes palmeras meciéndose en el aire fresco del atardecer. Y, con seguridad, me engendraron a ritmo de bolero, en algún lugar entre el centro y el barrio Guayaquil, “Amor-
Por Mario Rey
Calle del muerto.
cito corazón…”, donde nací a la vieja usanza, entre las manos cálidas y expertas de la matrona del barrio, poco antes de que saliera el candente sol que envuelve mis recuerdos, en el muy breve lapso en el que se dejaban de escuchar en la radio los ritmos afromestizos del son y la guaracha, el guaguancó y la rumba, el danzón y el chachachá, la cumbia y el porro, “Se oye el rumor de un pregonar…”. Allí, alrededor de la calle 17 y la carrera 18, en un barrio de trabajadores y pequeños comerciantes, di mis primeros
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171
PrólogoRey Mario
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
pasos, y allí se ubica un punto de mi manzana
reconversiones del sueño del ferrocarril-, con sus
casa y me dio una gran lección, a las seis de la
muy jóvenes, a cuchilladas y balazos-; por ese
caleña, refrescante fruta que recuerdo sin esqui-
casitas de bahareque y teja y algún viejo y ol-
mañana, cuando él se tomaba el primer café y
motivo, y por ahorrarme los diez o quince cen-
nas, sonora, roja y seductora.
vidado techo de palma, reverberante de tiendas
escribía, y yo desayunaba y me alistaba para ir
tavos del bus, disfrutaba caminar y caminar y
Tras mi padre, mi mamá y yo partimos del ba-
de víveres, telas, cueros y zapatos, una que otra
al colegio: “Para ser escritor hay que trabajar,
perderme, es un decir, por las calles de Cali, “Si
rrio Guayaquil hacia Bogotá, en cuyas entrañas
ferretería o papelería, el cine de los cuadros más
mucho, y mejor en la madrugada”-, El Enano, El
por la Quinta vas pasando…”.
-como en todas las ciudades del país- ha pene-
que fotográficos de Evert Astudillo y numerosos
Coronel no tiene quien le escriba, El Extranjero,
La Quince era un efervescente punto de en-
trado mi Cali bella con su música y su ritmo, con
cafés o cantinas con el canto de sus vitrolas como
Neruda, Nicolás Guillén, Poe, Mao, “La Historia
cuentro de transeúntes, comerciantes, putas, tra-
sus patacones, pandebonos y pandeyucas, con
telón de fondo de las transacciones comerciales,
me absolverá”, La Madre, El Materialismo Histó-
vestis y ladrones; camiones, camionetas, jeeps,
su sancocho, sus pescados y sus mariscos, con
las discusiones políticas y los negocios del cuer-
rico, La Revolución Permanente…, en un desor-
buses, taxis, carretas y cargadores; almacenes,
su música, su alegría y su calor, para felicidad de
po, entre trago y trago de aguardiente, cerveza o
denado y ecléctico proceso, las lecturas obliga-
cines, bares, hoteluchos y puestos callejeros de
todos los colombianos y sus huéspedes, “Tumba
café, hasta la calle quince, “Songo le dio a Boron-
torias del colegio, las de la célula socialista y las
verduras y de mercancías robadas. Recuerdo
la caña, jibarito, túmbala…”. Después de unos
dongo, Borondongo le dio a Bernabé…”.
recomendaciones de los amigos; dormitando, al
que en alguna ocasión vi pasar por esta Quince
pocos años, regresé al Barrio Obrero, a la carre-
Nosotros vivíamos en la carrera 10 número
calor de la tarde, mientras mis abuelos hacían
el desfile de inicio de la Feria, con sus carros de
ra Diez, entre dieciocho y diecinueve, donde mi
18-53, “Calzado Germán”; allí pasé muchas ho-
la siesta; percibiendo el despertar del amor y el
caña de azúcar engalanados de colores, muje-
abuela Rosa y su marido Marcos, mi abuelo Mar-
ras de mi vida: jugando a ser el mejor vendedor,
sexo, ante la hermosa mona del salón de belleza
res bellas, grandes y coloridos muñecos de pa-
cos, instalaron su almacén de calzado, en una
limpiando, marcando y empacando zapatos; es-
de enfrente, y sus miradas, mis vecinitas ado-
pel maché que representaban los personajes de
larguísima calle que arrancaba de la carrilera, en
perando la llegada de los clientes: “Siga”, “Pase”,
lescentes, o las jóvenes o las mujeres mayores
Cali, caballos y música. A este otro punto de mi
la calle Veinticinco -en cuyas mangas se avivan
“Ofrezca”, “Es lo mínimo”, “Lléveselos”; leyen-
que desfilaban por la gran puerta del negocio,
manzana llegaba camino a mi entrañable Cole-
las brasas que alumbran los miles de muertos y
do, mientras llegaba el marchante: El País, El
“La noche es buena, vida mía, para el amor y la
gio Santa Librada, pleno de samanes, “fundado
daños de la explosión de dinamita que generara
Quijote para niños -que me regaló mi tía Fanny-,
alegría, muy juntitos…”.
por Francisco de Paula Santander” y honrado por
la pugna entre las fuerzas tradicionales de la oli-
Corazón, Bomba Camará -que me regaló mi tío
Mi condición de niño trabajador, la persona-
el nadaísta Jotamario en sus célebres versos de
garquía colombiana y las del ejército del general
Pedro Nel, y leía a escondidas, pues hablaba de
lidad fuerte y sobreprotectora de mi abuela, así
“Santa Librada College”, “me paseé por tus co-
Rojas Pinilla, donde se jugaron los partidos de
sexo y mis abuelos no lo consideraban apropiado
como el carácter del barrio, no permitieron que
rredores / como el emperador de abisinia / por
fútbol, marihuana y vaca muertas que recuerda
para mi edad-, María, El Alférez Real, El Cuento
jugara fútbol en la calle o me uniera a los grupos
abisinia…”.
Umberto Valverde en su Bomba Camará, donde
Colombiano -una antología de Manuel Zapata
de muchachos, que ya se iban perfilando como
Si continuaba hacia los cerros, al fondo de la
hoy se superponen la modernas avenidas y las
Olivella, a quien recibimos en una ocasión en
los malevos del futuro -varios de ellos murieron
carrera Diez, después de atravesar el vital y sono-
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173
PrólogoRey Mario
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
ro hormiguero del Mercado Central, o Mercado
tengo que trabajar, desde que amanece el día, y
consejos, sus historias de amor con Beethoven,
Junto a los sindicatos y las fábricas también
del Calvario, “Va la mancha”, “¿Dónde quedó
tengo que trabajar pa´ buscarme la comida…”.
su hospitalidad, la mirada perdida de la hija de
redescubrí una buena cantidad de barcitos; en
la bolita?”, “Champús, champús”, arribaba a los
Esas pequeñas manzanas de mi gran manzana
su desliz con el célebre músico -una muñeca de
sus mesas y en sus pistas de baile recalábamos
célebres puesticos de libros de segunda traídos
caleña, entre la carrera Diez y la carrera Quince,
medio metro de altura que reinaba en su cama-
para celebrar nuestros encuentros, los primeros
de las orillas del Sena, a un costado de la iglesia
entre la calle Quince y la calle Séptima u Octa-
y los sagaces ojos de su marido, “Un ojo al gato
contactos con los trabajadores, la salida del pe-
de Santa Rosa, a espaldas del Hotel Aristi, “Can-
va, eran un verdadero arco iris visual, sonoro y
y otro al garabato”.
riódico, las marchas, las huelgas y la inevitable e
tan las aves por la mañana, en lo profundo del
de energía humana cuyos colores, sonidos y vi-
La música y los sueños de cambio social me
inminente revolución… ¡Ah del Habana Club!
Maniguá…”. Volteaba a la izquierda y me re-
braciones se desplazaban y entremezclaban sin
llevaron muy pronto de regreso a otro punto de
También en esa manzana di mis primeros pasos
montaba por un entrañable Cali Viejo de calles
límites, desde el vital, colorido, desordenado y
mi manzana infantil: la escuela República de
en el baile y mis primeros acercamientos al cuer-
estrechas y blancas casitas de bahareque y teja
oloroso mercado, hasta los reverberantes salo-
México, donde terminé la primaria, en el ba-
po y el alma femeninos. Y allí me traslado y me
terracota.
nes juveniles de libros, cuadernos, reglas, mapas
rrio San Nicolás, vecino del barrio Obrero, en
instalo al escribir estas líneas, con la voz de la
Si en la Quince doblaba hacia la izquierda,
y compases, silencio, reflexión y algarabía, sue-
un costado de la plaza, al pie de la iglesia, frente
incomparable Celia Cruz, “No sé qué tiene tu
prolongaba la agitación y el ruido de la esquina
ños y competencias, pasando por las capillas de
al teatro donde iba con mi abuelo Marcos a ver
voz que fascina…”, desde la otrora Región más
de la Quince con Diez por un buen rato, hasta
lilas, verdes y dorados, cánticos e inciensos, los
las películas de vaqueros que tanto le gustaban,
Transparente del Aire.
llegar a la carrera Quince; ¡la Quince con Quin-
barcitos de luces de neón con la Sonora Matan-
El bueno, el malo y el feo… En esas calles vi en-
ce!, donde doblaba a la derecha, rumbo a la
cera, el Trío Matamoros y sus descendientes, y
tonces con otra mirada los trabajadores, las fá-
calle Quinta, por un camino de negocios de re-
por un lugar maravilloso y único en el mundo
bricas, los sindicatos y la Plaza de las manifesta-
puestos, casas de citas y uno que otro bar. ¡Cómo
-más allá de nuestra ingenuidad provinciana de
ciones de la izquierda -allí se instala mi memoria
me encantaba quebrar la monotonía de la línea
mitos repetidos hasta el cansancio: “Las muje-
para reinventar la presencia y las palabras que
recta y hacer el camino en zigzag! A veces pasa-
res más bellas del mundo”, “La mejor comida
Gaitán y Camilo Torres dejaran para la historia
ba por Fray Damián, un célebre colegio de cu-
del mundo”, “Cali es Cali, lo demás es loma”,
y el presente-; hacia allá nos desplazábamos
ras, donde estudiaban jóvenes de la clase media
“Cali, la sucursal del cielo” -: La Casa de Lila
con nuestros cantos de sirena de “Revolución
caleña, y otras por el San Juan Bosco, también
Cuéllar, donde la música clásica de los centena-
Socialista” y “Poder Obrero”; allá, un primero
dirigido por sacerdotes, donde los muchachos
res de discos que tapizaban los muros nos hacía
de mayo, otros izquierdistas nos hicieron saber
de origen más humilde hacían el bachillerato y
olvidar la rumba y la fiesta afrocaribeña en la
que ese era un territorio colonizado por ellos,
eran formados en los oficios tradicionales, “Yo
que vivíamos inmersos, iniciados con sus sabios
mientras nos sacaban a palo…
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175
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio Guayacanes. Carreras 1D y 1E con calle 69, en Santiago de Cali
L
a suerte nos convidó en el año 1977 a ser vecinos en un barrio de interés social, las casas
las entregaba el Instituto de Crédito Territorial (INSCREDIAL) a un precio de 38.870 pesos. Tenían dos pisos, con tres cuartos, un baño, sala, comedor, cocina, patio y antejardín (aunque decían que no se podía encerrar, hoy todas tienen
Memorias de una escurridiza
cercados sus predios). De estas bellezas de casas de interés social no volveremos a saber los colombianos hasta que haya un gobierno que quisiera enderezar las cosas y hacer de lo importante
Por Ruth Rivas
lo primero. Mis papás tuvieron la primera tienda de la manzana (en ese pedacito de tierra hoy tenemos cinco negocios entre tiendas, misceláneas y lico-
Foto Álvaro Gärtner- Barrio La Campiña
reras). Al principio su nombre era la Rivera II etapa y aún es más conocido por ese nombre que por el de Guayacanes que le fue adjudicado legalmente por allá en los noventa, aunque el trámite no está completo, porque cada dueño debía enviar sus escrituras a Bogotá para hacer el cambio y seguimos siendo la Rivera II etapa… ¿o Guayacanes? 177
Prólogo Ruth Rivas
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
A la vuelta de la esquina está la calle 70, una
Conviene que las nuevas generaciones, las
yo pasamos a la parte de arriba y mi padre se
estaba frente a una señora con una matera gigante
de las principales vías (atraviesa la ciudad de nor-
que nacimos allí, nos demos lo que nos corres-
quedó abajo. Después decidimos irnos a vivir en
y en mis dientes una horrible abertura. Por mucho
te a oriente, y el nuevo sistema de transporte co-
ponde de látigo, pues no sé cómo o de dónde
otro barrio, central, simpático, más apto para un
tiempo mi hermano me decía “El puente de Man-
lectivo, el MIO, pasará por allí), y los vecinos son
nos vinimos a creer de mejor ralea y esa casita,
negocio que puso mi hermana.
hatan”. Todavía sufro las consecuencias odontoló-
Chiminangos (“Criminangos”, le dicen), la I etapa
en la que nacimos, ya no bastó para nuestros sue-
Cuando tenía cerca de seis años, jugaba con
de La Rivera, Gaitán y Barranquilla, todos barrios
ños, será porque casi todos somos profesionales,
mis vecinos a dar la vuelta a la manzana. Era una
Cuando fuimos niños grandes nos juntamos
conocidísimos por los niveles de inseguridad que
fuimos a la universidad y nos comimos el cuento,
hazaña digna de un explorador. Y si me quedaba
con los de las manzanas vecinas para jugar Jeimy,
se manejaron tiempo atrás. Nuestro barrio, sano,
nos lo tragamos entero e hicimos salir a nuestras
sola en casa, encerrada bajo llave, cuando mis
Ponchado, béisbol, Bobby o Policías y ladrones,
como todo en un principio, por parsimonia y fal-
familias de su terruño, algunos vendieron la casa
vecinitos salían a jugar, pues yo… ¡también sa-
que fue un juego que nos hizo correr más allá de
ta de acción cambió su apacible entorno al punto
por unos cuantos pesos, otros las alquilaron, solo
lía! Como era flaquita me escabullía por entre
la manzana, pero siempre bajo los ojos vigilantes
de que no podíamos dar la vuelta a la manzana
para venderlas después, porque la gente no cui-
las rejas de la ventana, jugaba y antes de que lo
del guachimán del parqueadero. En esa época
sin el temor a un robo o algo peor…
da lo que no es de ellos, hubo quienes se fueron
hicieran mis padres o alguno de mis hermanos,
llegó a la cuadra una mujer de edad y como su
Ese lugar ya no es el lugar en el que crecí. El
y volvieron, pero solos, sin los hijos, sin esta ge-
yo estaba de regreso por el mismo camino, solo
jardín no estaba todavía cercado, cuando no po-
mercado móvil que se ubica en el separador vial
neración desagradecida. También están los que
lo supieron hace un par de años cuando se lo
díamos jugar en el parqueadero nos tomábamos
de la calle 70 le da un aspecto sucio y un olor a
como familia siguen unidos y siguen atados a su
confesé muerta de risa a mi madre. Esas escabu-
las casas sin rejas para divertirnos y ella, que no
putrefacción que hace que la alegría de llegar al
casita, a la que vio crecer no solo a los hijos sino
llidas duraron hasta que la cabeza no cupo más
soportaba la bulla, salía a insultarnos y a tirarnos
hogar se convierta en palabrería barata.
a los nietos, para ellos, por su tesón y empeño,
por entre las rejas, había crecido un poco y tuve
agua caliente, “Chuky”, le decíamos… para su
un abrazo.
que resignarme con verlos nada más. Entre nues-
suerte nos hicimos adolescentes y pasamos a sen-
tros juegos favoritos estaba el de la gallina ciega,
tarnos en la esquina (la misma que a lo largo de
Hace poco menos de diez años que no vivo allí, pero mi padre aún habita en nuestra casa, él
gicas de jugar a la gallina ciega riéndome.
es lo único que me obliga a volver a ese lugar y
Tuve la suerte de nacer, en 1979, en una casa
fue así como me gané la tragedia de mi vida: me
dos décadas fue varias veces fortín de negocios
llegar allí es cada vez más deprimente, el progreso
propia. Cuando tuve dos años mis padres la re-
vendaron los ojos, me dieron como cinco vueltas
informales para el sustento de alguna familia; las
se ha detenido, las casas se deterioran, los vecinos
formaron convirtiéndola en dos casas indepen-
y en la alegría del juego iba de un lado para otro,
arepas de mamá, los asados de otra vecina y hasta
que aún quedan, incluido mi papá, parecen ha-
dientes, nosotros nos quedamos en la de abajo
la boca abierta en tremenda sonrisa, cuando me-
las empanadas para recoger plata para la iglesia).
berse contagiado de ese deterioro, parece como si
y alquilaron arriba, pero quedaron comunicadas
nos pensé sentí el estruendo de un golpe fuerte
Los de la 1e no nos hablábamos con los de la
la pobreza, una pobreza más allá de lo económi-
por la escalera y una puerta interna. Cuando mis
en mi boca, no fue dolor, fue un susto, me había
1d, éramos enemigos de esquina, hasta que los
co, se hubiese tomado a las casas y a las personas.
padres se separaron, mi madre, mis hermanos y
topado con algo, cuando me destaparon los ojos
noviazgos y los amores platónicos nos hicieron
178
179
Prólogo Ruth Rivas
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
juntar de nuevo, entonces nos sentábamos en un
le fue la mano, tenía trece años y a las ocho de
sentes por quienes preguntábamos siempre que
cámaras de noticieros, dicen que aquella mujer
sitio neutral, el parque, ese que cuando niños te-
la noche era que nos sentábamos en el parque a
la conversación no hallaba salida, era un interés
en la esquina, siempre alegre, que nos dejaba
nía juegos infantiles y que queda justo entre el
CONVERSAR, no hacíamos nada malo, solo eso.
genuino, porque en esa manzana los vecinos no
jugar en su antejardín, le dieron unos disparos
parqueadero y la manzana, pero que ahora, a
Bueno, igual que cuando era niña, encontré la
eran sólo los que vivían al lado, sino que se cum-
para cobrarle una deuda de narcos, nunca supe
nuestros trece, había sido recién reformado, por-
manera de evadirme: bajaba a visitar a mi padre
plía muy bien ese dicho de que el que se casa,
si de la hija o el hijo. También se vistió de sangre y
que de los juegos que eran en metal ya casi no
por la escalera interna, salía por la puerta de su
no solo se casa con la hija sino con su familia,
frustración cuando lo que era una excursión ruti-
quedaba nada; lo que quedaba estaba oxidado
casa, iba al parque -que seguía oscuro- conver-
así mismo, nuestros vecinos conocían a mis tíos,
naria en bicicletas a Dapa, terminó con el cuerpo
y carcomido, era un peligro; además, por las no-
saba y cuando ya era hora de entrarme, lo hacía
a mis abuelas, a mis primos, y mis padres cono-
de una de las promesas del ciclismo vallecaucano
ches, como había tanto árbol, el parque se con-
por el mismo camino.
cían a los hermanos, a los sobrinos y a los padres
en un abismo. Nunca supimos cómo sucedió.
vertía en fumadero de marihuana, entonces una
En fin, cumplí mis quince y me levantaron el
de sus vecinos, cumpliendo eso de “pueblo chi-
De toda esta época de caos y violencia que
vecina, de esas que son líderes y que tanta falta
castigo, pero ya no tenía amigos para sentarme
quito, infierno grande”, se repasaba la vida de
parece no terminar, a mi familia también le tocó
nos hacen, citó a los habitantes y con la ayuda
a conversar en una esquina, mis amigos, los de
los demás a puerta cerrada, con esos muros que
su poquito. Yo estaba en la universidad, en ese
de un político (¿cuándo no?) reformaron el par-
toda la vida, fueron mis compañeros de colegio,
todo lo dejaban oír. Así nos dimos cuenta de que
proceso de descreer de Dios, mi padre trabajaba
que, todos ayudaron a podar, los muchachos nos
de modo que la vida de la muchachada en la
uno de los que se había ido estaba en la cárcel,
en una camioneta Chevrolet Luv, blanca, y la de-
encargamos de la pintura y al final… sólo había
manzana me la perdí.
por narcotráfico, pero como era la certeza de
jaba parqueada allí, en la esquina, el vigilante no
bancas para sentarse. Allí nos tocó la época del
Además, empezó el éxodo. Mi hermano y los
algo que no se había dicho, nadie fue a expre-
llegaba hasta entradas las seis de la tarde y de día
racionamiento eléctrico bajo el gobierno de Gavi-
chicos de su generación, mayores que yo por
sarle su solidaridad a la madre acongojada, por el
no había quién cuidara los carros. Una noche mi
ria, y fue cómplice de más de un cuadre clandes-
ocho años, se fueron yendo uno a uno a perseguir
contrario, nos fuimos alejando secretamente de
papá se demoró más de lo usual, no había llama-
tino y autor intelectual del castigo más largo en
sueños, unos de dinero, otros de gloria, porque
esa familia, por temor a sólo Dios sabe qué.
do a su casa para decir nada. A eso de las diez yo
la historia de los castigos: una noche me quedé
aquí no encontraron alguien de la rosca, alguien
Y como lo que uno menos quiere llega, a nues-
lo llamé por el patio y la inquilina, que vivía en
hablando con un amigo (hablando ¡lo juro!) en el
que les permitiera vivir de lo que soñaban, y vi-
tra manzana llegó la muerte, silenciosa, rápida,
la casa de él, me contestó que no sabía nada. Me
parque y, como estaba oscurísimo, mi madre no
vir dignamente, o quizá les faltó brío para luchar
sorpresiva y dolorosa, de muchas maneras, pero
preocupé, mi padre nunca fue rumbero ni borra-
me vio. Llegué a casa pasadita de las diez, y se-
por lo suyo. Sin embargo, pocos encontraron lo
-es lo extraño-hasta ahora pocas veces de mane-
chín y solía llevar una vida muy rutinaria, sin ami-
vero regaño que me tenían, para cerrar el castigo
que fueron a buscar y, para vivir dignamente en
ra natural, es decir, dos o tres veces llegó envuelta
gos que visitar de pronto o amores escondidos.
se me entra a las ocho de la noche de aquí hasta
un país extraño, les tocó dejar en su maleta, sin
en cáncer, dejó viudos y huérfanos, casi siempre
Esperamos, esperamos lo que parecía una
que cumpla los quince años. ¡Ay! A mi madre se
desempacar, la dignidad. Fueron personajes au-
llegó estruendosa, cubierta de escándalos y con
eternidad y entonces la vecina me llamó, él aca-
180
181
Prólogo Ruth Rivas
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
baba de llegar, me quería ver. Yo bajé y lo vi,
porque simple y llanamente no les dio la gana pe-
felices al olor de porquería, a la polvareda de la
Hubo ladrones que se llevaron lo que pudieron,
sentado en un sillón, golpeado, con sus muñecas
garle un tiro. Afortunadamente mi pelea con Él
avenida, preguntar por aquellos que aún no re-
hubo policías entre vecinos y también los hubo
ensangrentadas, la ropa sucia, me dijo que estaba
duró lo que tenía que durar.
gresan, regresar, sí, regresar desde la distancia. Ser
para resolver peleas familiares, a nuestra manza-
vivo gracias a Dios, por un milagro… Dos tipos
Y así como nos damos cuenta de todo lo que
vecina otra vez, preocuparme por lo que aconte-
na llegó el desplazamiento, nos tocó ver cómo
armados se le habían subido a la camioneta, en
pasa en el barrio, así los vecinos se dieron cuenta
ce en las casas que me rodean, ser solidaria con el
16 se metían en una casa que no era sino para
el parqueadero, no había apagado el motor y los
de lo que había pasado con él. Sus palabras de
dolor ajeno, enseñarle a Toña lo que es crecer en
cuatro o cinco, y ¡qué decir de las despedidas a
tipos ya estaban dentro, lo obligaron a conducir
afecto, su rabia, sus conjeturas, su impotencia, lo
una manzana, así la casa no sea de uno.
los que se fueron a perseguir el sueño america-
hasta las afueras de Jamundí (mi papá atravesó la
acompañaron, nos acompañaron.
Como puedes ver, amable lector, mi manza-
no o el europeo! Hubo balacera en las esquinas,
ciudad de norte a sur, con dos tipos intimidán-
Ahora que lo pienso, sólo en ese lugar, sólo
na se diferencia poco de las de otras ciudades.
robo de autos y secuestros que terminaron en
dolo y nadie se dio cuenta). En un lugar oscuro
en esa manzana a la que me da tedio volver, sólo
Aquí pusimos presos y muertos por la influen-
milagro… Hubo fiestas, pólvora (gracias a Dios
lo bajaron, después de amordazarlo lo golpearon,
allí fui vecina. He vivido en tantos barrios y no re-
cia del narcotráfico, aquí algún joven deportis-
nunca tuvimos niños quemados, pantalones sí, a
lo tiraron a una especie de barranca y se fueron.
cuerdo los nombres de aquellas personas con las
ta frustró sus esperanzas de obtener medalla de
mi padre le cayeron los restos del cohete de un
No le pegaron un tiro tal vez porque lo vieron
que me cruzaba en el día a día, jamás estuve en
oro y, más temprano que tarde, cumplió su cita
vecino en su pantalón, hubo enojo, madrazos y
viejo y pensaron que de todos modos iba a mo-
el funeral del familiar de alguno de ellos, jamás los
con la muerte. No faltaron los artistas: poetas,
disculpas, nada más). Hubo añoviejos y recolecta
rir. Mi papito, ese hombre que había sido capaz
visité mientras estuvieron enfermos. Pero fue lo
músicos, actores y actrices, bailarines, siempre
para adornar la calle en Navidad (solo hasta que
de matar a un hombre con un solo golpe en su
mismo que recibí de ellos, a nadie más que a mi
nos sentimos orgullosos de sus pequeños avan-
se fue C… después nadie quiso echarse la carga
juventud, ese día, ya con sesenta años, se puso
compañera de apartamento importó mi varicela,
ces como si de alguna manera triunfáramos con
de lidiar con cuotas y jornadas de aseo). Hubo
en las manos de Dios. Sacó fuerzas, se desamarró
y fueron los vecinos de esa cuadra, los que me
ellos, y en nuestra humildad ningún triunfo fue
abrazos y hubo olvido…
los pies y echó a andar. La gente pasaba rauda en
vieron crecer, quienes estuvieron en las exequias
pequeño. Tuvimos infidelidades comprobadas
sus autos, nadie lo auxilió. El puto temor que nos
de mi abuela, fueron ellos quienes llamaron a la
solo en el territorio de los susurros, hubo amo-
envuelve siempre. Al fin llegó a una estación de
policía cuando mi papá le pegó a mi mamá, y gra-
res que sobrevivieron enfermedades, vivimos la
policía, allí se sintió a salvo, allí le terminaron de
cias a ellos también pude ir a estudiar más de una
vergüenza de la hija adolescente que salió em-
quitar la mordaza y los restos de las ligaduras en
vez que nos quedamos sin lo del bus, son ellos los
barazada, vergüenza que luego fue de casi todos
sus las manos. Yo, en un estúpido raciocinio, me
que visitan a mis padres cuando enferman, serán
y que, así como así, dejó de ser vergüenza. Tu-
enojé con Dios, pues para mí, gracias a la magna-
ellos quienes les den el último adiós.
vimos viudos y viudas, solterones y solteronas,
Quizás deba volver, anteponer los recuerdos
nimidad de esos tipos había conservado la vida, 182
drogadictos, homosexuales y enfermos de sida. 183
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio Centenario Avenida Segunda Norte Había una brisa... magnífica. Había antejardines y choferes que no usaban uniforme. Había pájaros que producían sonidos como palabras y todo olía en el aire a uniformes escolares. Entonces apareció ella, Susana, en cámara lenta. Porque ella siempre ha caminado en cámara lenta, como en un comercial. Sus ojos tenían el color del asesinato y su sonrisa podía detener las carcajadas de las sirenas.
Recuerdos centenarios
Entonces se puso frente a mí y me pidió que la acompañara a bailar a la fiesta de sus compañeras de colegio. “¿Cuál es su colegio?”, le pregunté, así, sin tutearla, porque me parecía un atentado
Por Sandro Romero Rey
demostrarle confianza. “Nuestra Señora de los Remedios”, me contestó. Esa noche aprendí a bailar, mientras su cuerpo echaba chispas fosforescentes
Barrio Miraflores Carrera 24 A . Carlos Fernando Cobo
y todos los asistentes se preguntaban, no quién era ella, porque eso era más que evidente, sino quién era yo, el mastín que intentaba acomodarse a sus pasos inmarcesibles. Sandro Romero Rey. Nuestra Señora de los Remedios. 2002 Al Barrio Centenario. De allí no hemos debido salir nunca. Del olor sedante de las cadmias y del sonido atafagante de las chicharras. Sandro Romero Rey. Réquiem/ruinas. 2009
N
ací en la clínica de Los Remedios, en el centro de Cali, la noche del 6 de julio de
1959. Mi mamá, Luz Stella Rey, acababa de
185
PrólogoRomero Rey Sandro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
cumplir, un día antes, sus 25 años de edad. No
me, muy cerca de la planta de tratamiento del
ta, diciéndole que ella no era hija de mis papás
recogía muy temprano, como a las seis y treinta
tengo recuerdos prehistóricos de mi ciudad na-
Acueducto Municipal, en la avenida que se
sino que la habían comprado a una señora muy
de la mañana y tardaba una hora para llegar a
tal, salvo los que percibo a través de las fotos en
convierte luego en lo que se conoce como La
pobre. Mi hermana sufría y yo era feliz.
su destino. En Manresa teníamos uniforme: cha-
blanco y negro y de los home-movies que filmó
Circunvalación. Esa casa era propiedad de la fa-
En 1967 hice la primera comunión y ya está-
queta café, pantalones cortos de color caqui,
mi tío Benjamín Romero Lozano con su cama-
milia del periodista y publicista Mario Fernando
bamos instalados en la que siempre he conside-
camisa blanca, zapatos y medias marrones. Al
rita de ocho milímetros. Vengo de una familia
Prado. Tengo lejanísimas imágenes de ese lugar,
rado “mi casa”. Queda, quedaba, en la avenida
llegar al colegio, nos quitábamos la chaqueta y
enorme, pues mi papá, don Daniel Romero Lo-
pero no se me olvida que un 31 de diciembre se
Segunda norte, a tres cuadras del colegio San
nos poníamos un overol gris. Almorzábamos en
zano, tenía quince hermanos, todos de la ciu-
entraron los ladrones, robaron algunas cosas y
Juan Berchmans de los jesuitas, donde estudié
el colegio. Una monja subida en una silla nos leía
dad de Buga. Por supuesto, la constelación de
dejaron encima de la cama de mis papás mi co-
toda mi vida. Y queda, quedaba, a cinco cua-
cuentos mientras comíamos. Yo odiaba la comida
primos (hasta donde me llegan los cálculos eran
lección de diminutos muñecos de plástico. Creo
dras del “Palacio” de Bellas Artes. Mi infancia y
y me guardaba en el bolsillo los fríjoles, el arroz,
más de cuarenta) se me pierde en mis cuentas
que ese es el recuerdo más antiguo de mi vida.
mi adolescencia giraron en torno de ese triángu-
la sopa, para luego botarlas por el inodoro.
destempladas. Del lado de mi mamá, mi abuelo
Mi papá era pintor y mi mamá bailarina de
lo. No salía de allí sino para ir a la casa de mis
Cuando pasé a cuarto de primaria, comencé
se había casado dos veces, había tenido un nú-
ballet. Ambos vivían, sobre todo, de la docencia.
abuelos maternos y para descubrir, con progre-
a ser vecino de mi colegio. Se acabó el uniforme
mero de hijos que todavía se me enreda en la
Ambos eran profesores de la Escuela de Bellas
siva fascinación, el cine y, eventualmente, para
y podía almorzar en mi casa. Oía la campana
cabeza y he desistido ante la idea de ponerme
Artes y, poco a poco, el lugar de residencia real
ir a los espectáculos teatrales con mis papás o
para entrar a clases desde mi cama. En diez mi-
a hacer un cuidadoso árbol genealógico. De él
de la familia Romero Rey se fue acercando a sus
con mi tío Alfredo Rey. Estudié la primaria con
nutos estaba listo. Por la avenida Segunda norte
se encargan, con envidiable paciencia, mis tías
instalaciones, al edificio que se conocía gené-
las monjas de Manresa, primero en el Aguaca-
no pasaba ningún carro. El barrio se llamaba,
Raquel y Amparo Rey, maestras de disciplina
ricamente como “El Conservatorio”. Creo que,
tal (antes había estado en un establecimiento de
se llama, Centenario. Nunca supe a qué cente-
perfecta.
cuando yo tenía unos cuatro años, nos fuimos a
un tal Lindemeyer Fajardo que huyó sin dejar
nario se refería el nombre. En la puerta de mi
Sé que los primeros días de nacido los viví
vivir a una casa frente al río Cali, a una cuadra
rastro: ¿o será que me lo inventé?). Allí, en Man-
casa se alcanzaba a leer la placa de un lejano
por los lados del barrio El Peñón, cerca de lo
de donde, tiempo después, tendría su estudio
resa, me inscribieron en pre-kínder, pero como
congreso eucarístico. Caminando hacia el cole-
que se llamaba antes El Charco del Burro, don-
el escultor Edgar Negret. Mi hermana Tatiana ya
ya sabía leer me pasaron a kínder. De prime-
gio, hacia Bellas Artes, tenía mi silencioso ritual
de hoy se levantan las tercas instalaciones del
había nacido, en septiembre de 1960. Ella era
ro a tercero de primaria lo hice en las nuevas
que pronto comencé a denominar “metafísico”.
Museo de Arte Moderno La Tertulia. Hay fotos
un año menor que yo, pero parece la mayor de
instalaciones del colegio, las cuales quedaban
El viento soplaba y alborotaba las cadmias y las
que no me dejan mentir. Luego, nos fuimos a
toda mi familia. Incluso mayor que mi mamá.
lejísimos, al otro lado del mundo, al sur de la
chicharras. No tenía amigos en el barrio. Fui un
vivir a una casa que para mí sigue siendo enor-
Me gustaba torturarla, cuando era muy chiqui-
ciudad, cerca al barrio Ciudad Jardín. El bus me
niño al que le gustaba la soledad, el silencio de
186
187
PrólogoRomero Rey Sandro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
la lectura y la timidez de su cuarto. Cuando te-
he podido desembarazarme nunca más, a pesar
por mantener, a pesar de que mi entorno era
casa, pero se separaron, definitivamente, cuan-
nía doce años, tuve conciencia de la evidencia
de mis esfuerzos. Iba al colegio Berchmans has-
el de los muy politizados compañeros de la Es-
do yo tenía catorce o quince años. Mi hermana,
de la muerte y el miedo se instaló en mí. Pronto
ta las dos de la tarde y luego me encerraba en
cuela de Teatro. Mis papás nunca fueron de iz-
apenas terminó su bachillerato en el colegio Li-
lo camuflé con el cinismo y el humor amargo.
Bellas Artes hasta las seis o siete de la noche. El
quierda pero yo sí me instalé, entre los doce y
ceo Benalcázar (cuyo lema era “Tensión y Rit-
A los nueve años, mi papá fundó una academia
teatro se convertiría en mi ocupación central. A
los diecisiete años, en sus filas de simpatizantes,
mo”) se fue a vivir a Bogotá y yo me quedé en
de arte infantil que se llamaba “Juvenilia”. Allí
los doce años dirigí por primera vez una obra.
hasta que la guerra entre Vietnam y Camboya,
la casa con mi madre, hasta que finalmente me
tomé mis primeras clases de pintura y de teatro.
Se trataba de Picnic en el campo de batalla, de
primero, y el cine y el rocanrol después, me es-
fui a vivir a la capital cuando el corto verano de
Antes había estado en el Centro Musical Marte-
Fernando Arrabal, la cual puse en escena con
timularon a curarme del sarampión del comu-
la anarquía cinematográfica (léase “Caliwood”)
not, donde aprendí solfeo y piano. Pasé luego
compañeros de colegio y con mi hermana como
nismo para siempre. Ahora la comunista es mi
había terminado. Pero de nuevo me adelanto.
al Conservatorio y allí hice cinco años de gra-
actriz invitada. Participamos en un concurso in-
mamá. Pero volvamos. A mí me encantaban las
Cali, como todas las ciudades sin tiempo, no
mática musical y de violín. Odiaba las clases de
tercolegiado y nos ganamos todos los premios.
casas, todas de dos pisos, con amplios antejar-
termina de transformarse. Pero no sé si el Cali
música. Tanto, que amenacé a mis padres con
Un año después comencé a escribir. Pero esa es
dines. Mi casa, por ejemplo, tenía dos puertas
que me pertenece es el mismo Cali que podría-
no volver a oír ningún disco de música clásica
otra historia. Regresemos al barrio. Al lado de mi
y un garaje. Un largo pasillo permitía jugar al
mos concebir como el Cali de una generación.
si me tocaba ir a soportar a Alfonso Valdiri, a
casa había un lote baldío. Por esta razón se albo-
fútbol. A finales de los setenta, mi mamá montó
Me cuesta trabajo identificarme con algún gru-
Kurt Bieler, a Rafael Arboleda y el resto de mis
rotaban, de vez en cuando, los murciélagos, las
su propia academia de ballet en el primer piso y
po, puesto que mis compañeros de actividades
tutores sonoros. La razón, en realidad, no era
mariposas negras, los ratones. Yo les tenía terror
mi papá su academia de pintura en el segundo.
artísticas siempre fueron mucho mayores que
el odio hacia la música sino mi amor a primera
pero, al mismo tiempo, me atraía su misterio,
Cancelaron el garaje, porque nunca tuvimos ca-
yo. De los años sesenta no recuerdo sino a mis
vista por el mundo de las tablas.
su furtiva presencia. Al costado norte teníamos
rro. En mi casa, nadie maneja, con excepción de
compañeros de colegio, a quienes les perdí la
El T.E.C., de Enrique Buenaventura, había
como vecinos a la familia Vergara. Francisco
mi hermana, ya que es hija de una señora pobre.
pista para siempre, salvo a Juan Carlos Henao,
sido “expulsado” de Bellas Artes por razones
“Pacho” Vergara estudiaba música. Era cantan-
La casa comenzó así una serie de transformacio-
eminente abogado y al “Paisa” Jorge Alberto Vé-
políticas (aunque luego me contaron una ex-
te, bajo profundo. Sus escalas felices alegraban
nes arquitectónicas. Yo le decía a mi mamá que
lez, médico de memoria envidiable. Sé que ha-
plicación muy distinta de los acontecimientos).
las mañanas cuando se duchaba.
ella no podía ver una pared tranquila porque le
bía un vecino con el que curioseábamos revistas
Alejandro Buenaventura, su hermano, entraría
Todas las casas del barrio escondían una per-
daba por tumbarla. Mis papás se separaron dos
pornográficas, el cual vivía en un callejón, en la
como director de la Escuela de Teatro y funda-
dida aristocracia. Nosotros no éramos ricos, ni
veces. La primera vez, mi papá se fue a vivir a
calle Cuarta, frente a la casona de la familia Mur-
ría el Departamento de Teatro Infantil. Allí entré
por asomo. Pero el Centenario conservaba una
un apartamentico en el centro. Yo era muy niño
gueitio, donde decíamos con Luis Ospina que
con entusiasmo y del mundo de la escena no
fachada galante que todos nos preocupábamos
y nunca entendí las razones. Mi papá volvió a la
íbamos a construir los estudios de Caliwood. Es
188
189
PrólogoRomero Rey Sandro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
curioso, pero de mi generación de compañeros
escritores Umberto Valverde y Fernando Cruz
el barrio Centenario fue cambiando. La avenida
Con frecuencia, se me escapa una frase que
de estudios teatrales, a lo largo de la década del
Kronfly, el fotógrafo Hernando Guerrero y el
Segunda norte se fue llenando de autos y de ve-
es un chiste flojo: Cali ya no existe. Mis tías se
setenta, muy pocos se dedicaron al oficio, sal-
cineasta Carlos Palau, el embolador “Chichi” y
cinos congestionados. Las casas galantes fueron
ponen furiosas conmigo y mis amigos chauvinis-
vo Gerardo Calero, quien se casaría con nuestra
Paloma Lemos (hermana de Clarisol Lemos, la
cayendo y, en su lugar, se construyeron inmen-
tas me retiran el saludo. Pero, de alguna manera,
profesora Vicky Hernández y con quien ten-
“musa” de Andrés Caicedo), en fin, abogados
sos edificios sin forma ni contenido. En 1988 me
es cierto. Cuando voy a Cali, siento como si se
dría un hijo. Hoy, Gerardo sigue siendo actor
histéricos, basuqueros tartamudos, taciturnos,
fui a vivir a Bogotá y no regresé a Cali, salvo para
tratase de un inmenso estudio cinematográfico
de prestigio en Bogotá. También siguió siendo
modelos hermosas y curiosos último modelo. La
asuntos familiares. Viví en París entre 1990 y
al que le tumbaron todos sus sets y construyeron
teatrero Germán Barney, que terminaría sus es-
flora y la fauna local. El 4 de marzo de 1977
1993. Durante ese tiempo, Cali existiría para mí
otros. Las hermosas niñas de mi adolescencia
tudios en París y luego regresaría como profesor
mi vida se partió en dos cuando, a la una de la
gracias a las cartas que me enviaban mi papá y,
han desaparecido y las amplias calles para cami-
de Bellas Artes y de la Universidad del Valle. A
tarde de ese viernes sin aire, el mesero Pablito
eventualmente, mis amigos del cine. Mi madre
nar se hundieron en una agitación atortolante.
los demás les perdí la pista. Sé que alguno de
me informó del suicidio del autor de ¡Qué viva
se fue a vivir a Bogotá y vendió la casa de Cali al
En Cali me siento apiñado, tropezándome con
ellos terminaría loco, otro moriría defenestrado
la música! A partir de ese momento comencé a
fotógrafo Fernell Franco. Fernell, amigo de mis
todo y sin un espacio para el silencio. Atrás que-
en New York y el más de malas está en una cár-
mirar la vida con otros ojos.
papás desde mi primera infancia, había registra-
dó la ciudad amable, misteriosa, con un viento
En 1979 me hice amigo del director de cine
do imágenes únicas del Ballet de Bellas Artes y
de otro mundo que trastornaba las conciencias
Cuando terminé el bachillerato, en 1976, me
Luis Ospina. Colaboré con él en el rodaje de su
de mis primeros pasos en el teatro. Cuando re-
a las cuatro de la tarde. Atrás quedó la mítica
inscribí en la Universidad del Valle para estudiar
opera prima titulada Pura sangre. Ospina vivía
gresé de Europa fui a visitarlo y me costó mucho
avenida Sexta, por donde caminábamos los jo-
literatura. Lo hice durante cinco semestres pero
en una inmensa casa del barrio Versalles. Des-
trabajo reconocer su casa como la mía. La casa
vencitos en busca de lo que no se nos había per-
me retiré porque el demonio del cine terminó
pués del rodaje, la casa fue vendida y demolida.
de mi memoria era otra, muy distinta a la que
dido. Atrás quedaron las salas de cine, el río Cali
devorándome. Comencé a salir de los límites
Luis y su cómplice, Karen Lamassonne, se ins-
Fernell había reconstruido. En la parte de ade-
que se inundaba y se salía de madre y dejaba
del barrio Centenario, hasta que descubrí el res-
talaron en un apartamento a una cuadra de mi
lante había montado un restaurante que se lla-
pescados vivos en los andenes de la avenida Co-
taurante “Los Turcos”, en el Barrio Juanambú,
casa, en el glorioso Centenario. Ese lugar sería
maba “Azul”. Atrás, el estudio y las habitaciones
lombia. El colegio Berchmans fue derrumbado
en la avenida Cuarta norte, muy cerca del co-
nuestro cuartel general durante mucho tiempo.
habían borrado de un solo golpe arquitectónico
y, en su lugar, levantaron unos edificios donde
rreo aéreo y del Teatro Calima. Allí se reunía el
Allí tendrían lugar las mejores fiestas del mun-
todo mi pasado. La casa del Centenario se ha-
se refugia, entre otros, el fotógrafo Eduardo “La
mundillo intelectual de la ciudad: la troupe del
do, las cuales duraban varios días con sus no-
bía convertido en la casa del fotógrafo Fernell
Rata” Carvajal. Para colmo, el Berchmans, cuyo
Cineclub de Cali, profesores de humanidades,
ches, en medio de las lentejuelas y los excesos
Franco. Allí viviría Fernell y allí moriría, víctima
lema era “Donde hay un Berchmans hay un ca-
narcotraficantes en ciernes, el Loco Guerra, los
de los paraísos artificiales del cine. Poco a poco,
de un infarto anunciado, el 2 de enero de 2006.
ballero”, ahora es mixto. Todo el paisaje de mi
cel francesa por coquetear con el narcotráfico.
190
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PrólogoRomero Rey Sandro
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
infancia, de mi adolescencia, ha sido borrado sin
cantado el absurdo de la situación. Sobra agregar
teatro titulada Nuestra Señora de los Reme-
contemplaciones, porque en Cali no hay tiempo
que nunca vi la mascarilla mortuoria terminada.
dios. Sin proponérmelo, me di cuenta de que
para la nostalgia. Es una ciudad en construcción,
Tampoco he vuelto a visitar su tumba.
se trataba de un tácito homenaje onomástico a
Los años se fueron en una estampida temi-
la clínica donde había nacido. La obra, curiosa-
Una navidad fui a visitar a mi papá. Vivía en
ble. De un momento a otro cumplí treinta, cua-
mente, no hablaba en ningún momento de mis
la sede de su academia de arte infantil, llamada
renta, cincuenta años. Muy pronto, el viento de
años de infancia. Tampoco hablaba de la mítica
“Mundo creador”. Él, que se había caracterizado
lo irreparable se llevará mis huesos. Pero no me
avenida Segunda norte del barrio Centenario.
por ser un hombre feliz, de impecable sentido del
arrepiento de haber nacido en Cali. Ni mucho
La obra contaba la historia de un fanático del
humor; él, que siempre se había sentido como
menos de haber vivido en el útero metafísico del
rock que, al cumplir los cuarenta años, decide ir
un eterno adolescente, estaba cansado. Rezon-
barrio Centenario. A veces, con mucha frecuen-
en busca de la mujer de sus sueños. Esa mujer
gaba y se quejaba por todo. Incluso mi presen-
cia, lo visito en sueños. De hecho, casi todos
se llama Susana del Valle. Esa mujer posee una
cia parecía molestarlo. Regresé a Bogotá mucho
los paisajes de mis dulces pesadillas son paisajes
canción secreta de uno de sus grupos emblemá-
antes de lo previsto. Pocas semanas después me
caleños. Es un paisaje azul, siempre nocturno,
ticos: los Silver. Al llegar al castillo de Susana del
llamó mi hermana para anunciarme que nuestro
donde me cruzo por escenarios en los que he
Valle, el protagonista de la historia descubre que
padre, don Daniel Romero Lozano, había muerto
olvidado la letra, donde soy testigo de filmacio-
Susana del Valle es La Muerte. No sé por qué
del infarto que la vida le tenía reservado a to-
nes en los que desaparecen los actores o fiestas
ahora me da por pensar que Susana del Valle no
dos los de su familia. Viajamos a Cali en silencio.
donde bailotean María Helena Doering, Marga-
es el fantasma de alguna novia perdida, sino que
Cuando vi su cadáver en una funeraria hirviente
rita Rosa de Francisco, Alejandra Borrero, mis
Susana del Valle es, por qué no, el fantasma de
del barrio San Fernando, me descompuse y lloré
musas felices. Nunca voy a volver a Cali, porque
Santiago de Cali.
largamente. A la madrugada, unos alumnos su-
mi Cali ya no existe. Existe otro Cali, el de otros
yos me pidieron permiso para hacerle una mas-
jóvenes y otros viejos, el cual se instalará en sus
carilla mortuoria. Yo accedí. Lo que pensé iba a
memorias y en sus espíritus durante un buen nú-
ser un asunto de pocos minutos se convirtió en
mero de años, hasta que ese Cali también desa-
una labor escultórica de muchas horas. Ver a mi
parezca entre atronadoras descargas de música,
papá con la cara cubierta por el barro me produ-
de viento y de sonoras carcajadas.
en permanente y peligroso desarrollo.
En el año 2002 escribí y dirigí una pieza de
jo cierta divertida nostalgia. A él le hubiera en192
193
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio San Antonio
F
ueron los años de mi infancia los encargados de marcar, en forma indeleble, la ruta que se-
guiría en mi vida. Y fue mi padre, Tomás, quien más influiría en ello. Su testimonio vital dejó en mí huellas imborrables. A pesar de nuestra precaria situación económica, vivíamos en un entorno familiar muy grato, en una ciudad amable como era Cali en los años 40. La suerte del abuelo, quien había sido un per-
El delicioso manjar blanco de mi tierra
sonaje de gran prestigio, abolengo y buena fortuna, dilapidada en malos negocios, llevó a mi padre desde muy joven a luchar con tenacidad y empeño para sacar la familia adelante. Su gran
Por Amparo Sinisterra de Carvajal
sentido de humor le permitió afrontar las dificultades propias de una familia extensa como la nuestra. Jocosamente, nos decía: “Nuestro problema es ser pobres, pero de buena familia…”.
Foto Vía Cristo Rey
Contaba con sólo dieciséis años cuando conoció a mi madre, una tierna jovencita, de su misma edad, bondadosa y muy bella. Se enamoraron y juntos sortearon grandes dificultades, pero el amor estuvo siempre presente. Éramos cinco hermanos y cuatro hermanas. Siendo yo la menor de las mujeres, fui muy consentida por los 195
Prólogo Sinisterra de Carvajal Amparo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
dos. Mi viejo y yo hablábamos el mismo idioma,
figuras en las nubes, las grandes piedras o los
me divertía era organizar una escuela para los
todas las sorpresas que estaba seguro íbamos a
me atraía su apreciación de todo lo que nos ro-
árboles del campo. Así era como con sus sagas
hijos de los mineros, me sentía como la mejor
encontrar en la nueva casa, así que clamaba:
deaba y su gratitud con el Buen Dios por todas
e invenciones nos llenaban de alegría, enri-
maestra del mundo. Los paseos a un correntoso
“No se me pongan la mano en el considéreme,
las manifestaciones de la vida. Nos hacía obser-
queciéndonos espiritualmente y desarrollando
río llamado el ChoCho, en compañía de fami-
más bien démosle gracias a Dios por esta nueva
var el esplendor de la naturaleza e inventaba be-
nuestra imaginación y creatividad, que es la me-
liares y primos, eran de maravilla. Yo, la menor
oportunidad”.
llas historias que escuchábamos embelesados y
jor forma de enfrentar la vida y transformar la
de las mujeres, estaba en medio de dos herma-
Aquella nueva casa estaba en el tradicional
con los ojos desorbitados. Hoy pienso que si se
realidad que nos toca en suerte. ¡Qué maravi-
nos, lo que significaba que si quería jugar con
barrio San Antonio, a tres cuadras de la loma.
hubiera dedicado a escribir habría tenido éxito.
lloso legado!
ellos debía aceptar sus condiciones y hacerles
Por esa época tendría seis o siete años, mis ami-
Recuerdo con emoción algunos de los juegos
Así crecimos, entre la ciudad y el campo, don-
cuarto en sus juegos de chicos, como construir
gas imaginarias eran las gallinas que tenía en
que nos organizaba, como el de salir al campo
de mi padre explotaba una mina de carbón, he-
carreteras en las lomas de tierra roja donde es-
una finca y a las cuales, tomando una pequeña
y sentarse en círculo y, agachándonos, tratar de
rencia de mi madre, y que fue también -en mi
taba nuestra finca llamada Tranquilandia, túne-
carterita de mi madre, salía a visitar, y cuando
oír crecer la hierba, debíamos guardar silencio
caso- fuente de maravillosos juegos y fantasías.
les que eran minas de carbón y los camiones
me preguntaban a qué iba a la finca respondía:
para lograrlo, si nos dábamos por vencidos per-
Solía acompañarlo y montándome en el coche
que las transportaban los fabricábamos nosotros
¡voy a ordeñar a mis gallinas y volveré mas tarde!
díamos el turno y había que salir del círculo; los
en el cual se trasportaba el carbón recorríamos,
mismos, con las cajas de madera vacías en las
Aquella casa era sitio de reunión familiar, mi pa-
que lo lograban debíamos imitar ¡el sonido de la
sobre rieles de madera construidos por él, a falta
que venía el delicioso manjar blanco de mi tie-
dre madrugaba y salía para la mina en su brioso
hierba al crecer!, o el de subir la montaña para
de los de hierro que solo llegaron a la mina años
rra, para las llantas utilizábamos las tapas de las
caballo llamado Canario, regresando en las horas
respirar aire delgadito. Así mismo le gustaba di-
más tarde facilitándole un poco su trabajo, ese
botellas de cerveza que aplastábamos y, con un
de la tarde. Se comía temprano y una vez termi-
vertirnos a punta de historias que empezaba di-
paisaje mágico y fantasmagórico, muy adecuado
clavo en la mitad, se las pegábamos a la caja, y
nábamos empezaba el rezo del rosario durante
ciendo con su sonora voz: “Había una vez…”,
para dejar volar la imaginación, con los colores
¡listo nuestro camión!
el cual no se nos permitía ninguna distracción. Él
o… “En una hermosa y soleada mañana, el tío
de las estalagmitas y estalactitas (fue a él a quien
Como no teníamos casa propia, en varias
tomaba una pequeña siesta para luego acicalarse
conejo salió de su madriguera a buscar comi-
por primera vez le escuché esas dos palabras que
ocasiones debimos trastearnos, esto se convertía
con su traje blanco y sentándose en la sala, le
da…”. De allí en adelante, cada quien debía
nunca he olvidado) que se descolgaban de las ro-
en todo un evento. Mi madre siempre anota-
traían un tinto y un gran vaso con agua; era el
continuar el relato, hasta cuando alguien decía
cas carboníferas, tomando formas que parecían
ba que no hacíamos más que quejarnos de la
momento de la ceremonia del tabaco, nos en-
la palabra “entonces” y perdía el turno por falta
salidas del pincel de un gran pintor abstracto.
pobreza, y a la hora del trasteo protestaba di-
cantaba mirarlo mientras cuidadosamente le cor-
ciendo: “¿De dónde salen tantos chécheres?”,
taba la punta y con un alambre que él mismo
pero terciaba mi padre entusiasmándonos con
había fabricado, lo perforaba para abrir el hue-
de imaginación. Cuando era época de vacaciones lo que más
También nos entreteníamos descubriendo 196
197
Prólogo Sinisterra de Carvajal Amparo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
co y encender y aspirar pausadamente el cigarro
de quedar…”. Rodarse loma abajo montados
Pance, mientras los mayores armaban el fogón
Las familias y vecinos intercambiaban tortas y
dejando salir el humo en espirales y figuras con
en las hojas que caían de las palmeras era un
de piedra para el sancocho de gallina los hom-
pasteles y el delicioso manjar blanco, previamen-
el cual nos deleitaba. Esto era, como dicen mis
deporte de alto riesgo. En junio todos esperába-
bres se tomaban unos aguardientitos del Valle,
te preparado en una gran paila de cobre y en fo-
nietos, ¡una Chimba! Cada noche se fumaba un
mos la llegada del padrino con su maceta para
y los pequeños gozábamos de lo lindo en el río.
gón de leña; todos nos reuníamos alrededor de la
tabaco y dos cigarrillos Lucky Strike.
los ahijados, llenas de deliciosos dulces blancos
La misa de los domingos en la Catedral era
misma y cuando estaba listo y colocado en mates
Llegaban familiares y amigos de mis hermanos
adornadas con figuritas de gran delicadeza. Con
todo un evento social, había que ponerse la
de totumo la pelea era por el pegado del fondo
mayores y empezaba el llamado foforro, charla
la llegada de los fuertes vientos del mes de agos-
percha (el mejor vestido) preferiblemente de ta-
de la paila. El menú se completaba con hojaldres,
animada para comentar los sucesos familiares y
to, había que alistar las cometas, pero lo impor-
fetán y con un gran moño atrás, a la salida se
torta de pastores y de coco, la natilla, buñuelos,
del país. En ocasiones especiales él sacaba su
tante era fabricarlas nosotros mismos, mi padre
armaban los corrillos de la gente saludándose.
brevas rellenas de manjar, deliciosas melcochas,
tiple y empezábamos a cantar bambucos, pero
era el experto, una vez listas subíamos a la loma
Pero la mejor época del año sin lugar a du-
si se armaba la fiesta los menores debíamos ir a
para elevarlas y apostar cuál llegaba más alto,
das era la Navidad, la empezábamos a celebrar
acostarnos sin olvidar las oraciones de la noche.
también enviábamos mensajes con deseos que
desde la noche de las velitas, el 8 de diciem-
En los años de la adolescencia, la vida social
esperábamos se nos hicieran realidad.
bre, dia de la virgen María; los juegos preferidos
giraba alrededor de las repichingas (el equivalen-
Todas las familias de las casas en la manzana
chancarina, en fin, era una verdadera orgía gastronómica.
eran gente conocida y con las cuales compar-
El regreso al colegio era en septiembre, la jor-
para esta época del año eran los aguinaldos y
te a las rumbas de hoy), no era necesario ir con
tíamos actividades que variaban según la épo-
nada era desde muy temprano en la mañana y
entre estos los más populares eran hablar y no
parejo, en el sitio de reunión se colocaban asien-
ca del año. Por ejemplo, el mes de mayo era
se suspendía a las 11:30 para regresar a las dos
contestar, palito en boca, el beso robado y a las
tos alrededor para dejar espacio para el baile, y
de la virgen María y en las casas instalábamos
de la tarde, tiempo durante el cual mi padre nos
estatuas. Preparábamos el pesebre con musgo
la expectativa era a quién iban a sacar a bailar
pequeños altares, hacíamos la procesión entre
recogía y, antes de ir a almorzar, había tiempo
fresco, hacíamos las casitas con cartón, fabricá-
primero, pues lo peor era quedarse sentada, lo
una calle de honor que nosotros adornábamos
para nadar un poco en el charco de Los Pedro-
bamos un río con papel plateado que extraía-
que significaba estar comiendo pavo. La comida
con pétalos de claveles rojos. La época de las
nes, en el río Cali, justo al frente donde ahora
mos de las cajetillas de cigarrillos, el rebaño de
consistía en deliciosas luladas acompañadas de
vacaciones escolares, que eran desde el mes
está el museo de La Tertulia. Los muchachos ju-
ovejas y su pastor y, lo más importante, el es-
empanadas y patacones.
de junio hasta septiembre, si no estábamos en
gaban al fútbol y las niñas a las muñecas, o a
tablo con las tiernas imágenes de San José, la
Las idas a cine en grupo eran una gran opor-
la finca, el sitio preferido para reunirse con los
las comitivas, en pequeñas ollas de barro don-
Virgen y el niño, la mula y el buey completaban
tunidad para divertirse. Había funciones en la
amigos era la loma de San Antonio, los juegos
de hacíamos arroz y freíamos tajadas de pláta-
la escena. Todos los días hacíamos la novena del
mañana, llamadas matinal; a la 1:00 p.m. era el
favoritos eran “Cuclí cuclí”, “Que pase el rey
no maduro que siempre nos quedaban crudas.
Niño Jesús y poníamos las cartas pidiendo los
matinée y a las 4:00 el “social pepita”, nombre
que ha de pasar, que el hijo del Conde se ha
Otro de los paseos favoritos era a la orilla del río
regalos que esperábamos recibir.
que nunca pude saber de dónde salió. Igual que
198
199
Prólogo Sinisterra de Carvajal Amparo
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
hoy, lo mejor era la compra del mecato, cucuru-
artes y cultivarlas; fue para mí, sin lugar a dudas,
Un Mimo viene creciendo conmigo desde la niñez
chos de maní salado, gelatina de pata, polvorosas
una época inolvidable.
y remeda mis movimientos; ese soy yo; el otro.
Como se puede ver en esta corta recopila-
y melcochas
Jan Parteso
El Paseo Bolívar era el preferido en aquellos
ción, se vivía una vida tranquila y la familia era
años de nuestra adolescencia, íbamos caminan-
el centro de todas las actividades, formando con
do a su alrededor mientras los muchachos nos
el ejemplo todos los valores que estructurarían la
coqueteaban, y nosotras, tímidas pero felices,
base de la personalidad y principios que serían la
gradas del puente sobre la avenida Colombia, un
respondíamos a aquellos piropos con la mejor de
mejor herencia para el futuro de nuestras vidas.
Mimo se puso a mi lado. Tenía la cara de blanco,
S
erían las 3 de la tarde. Venía de la Plaza Cayzedo por la calle 12, y al descender las
nuestras sonrisas. Otro lugar de reunión eran las
un ojo abierto y alegre y el otro triste con una
fuentes de soda, a las cuales arrimábamos al ter-
lágrima inestable; era joven y llevaba un raído
minar el recorrido por el Paseo Bolívar, recuerdo
frack, desteñido, casi sepia, y un sombrero de
El mimo sepia
a “La Rivera”, y en el barrio Centenario había un
“Charlot”.
(Una aproximación a la avenida Segunda, por Bellas Artes)
kiosco donde ponían música y se bailaba. Cuando cumplí los quince años pude ir al club San Fernando, época inolvidable, donde bailába-
El Mimo comenzó a remedar mi manera de caminar, la forma como llevaba mis libros, con una leve cojera hacia el lado izquierdo, que me
Por Javier Tafur González
mos los porros y las cumbias de Lucho Bermúdez
llamó la atención. ¿Era él o yo quien caminaba
y su orquesta, y qué decir de la música cubana
así? Me volteé y lo imité, así, en este juego, segui-
y la mexicana con sus románticos boleros, propi-
mos por el Paseo Bolívar, para buscar los andenes
ciando el romance. Me los aprendí de memoria y
de la orilla del río, bajo la sombra de las palmeras.
aún sigo disfrutándolos.
Continué por el antiguo Club de Tenis para
Durante siete años asistí al Conservatorio An-
pasar el puente que llamaban de la Cervecería
tonio María Valencia para estudiar piano, teoría
hasta llegar al puente de La Estaca; así salí a la
y solfeo, danza, historia del arte, pertenecía a la
avenida Segunda, junto a la loma, y el Mimo con-
Coral Palestrina, y hacíamos presentaciones en la
migo; a veces él, adelante; a veces él, atrás...
Sala Beethoven, fueron años en los cuales pude
Avanzando hacia El Conservatorio noté que
dar rienda suelta a mi inclinación hacia las bellas
todavía había cadmias con sus verdes-amarillos 200
201
Prólogo Javier Tafur González
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
manojos estrellados, y me fue grato recordar esa
Sentí eso que llaman el síndrome de la ver-
rral y todo, un día sábado, equivocado, en que
cuyos versos finales decían: “En fin, bien sé que
misma cuadra, cuando mis padres nos llevaban
dad absoluta; que “lo único que uno tiene es que
tenía muchas ganas de salir en excursión, pero
soy un hombre; cosa orgullosa y cosa lastimera”.
a la misa de 9 de la mañana, los domingos, en la
morirse, y lo demás, tal vez ocurra”. Se me tensó
esta no había sido programada...; o verlo cantar
El Mimo se inclinó por encima de mi hombro y
iglesia del Sagrado Corazón. Yo tendría 5 años,
la cara, pero enseguida se me distendieron los
en el coro, regresar solo a la capilla y mirar de-
me vio escribir la frase en mi cuaderno de no-
mis hermanas lucían sus lindos vestidos, amplios
músculos, y vi al Mimo, tendría unos 10 años;
tenidamente a la Virgen con los 3 pastorcitos y
tas; en este mismo. Yo lo miré a él. Ya yo tendría
y largos, con sombreros de cintas delicadas, y
llevaba jean negro de “Ropa El Roble” y la ca-
a las ovejitas; lo vi con un cuaderno de versos
unos dieciséis años y a la salida del colegio me
mis padres se detenían a saludar ceremoniosa-
misa por fuera, miraba las caídas del agua por
y pidiéndole a un condiscípulo que le hiciera
quedé mirando a los artistas de Bellas Artes, a
mente a conocidos y vecinos. Era un poco abu-
unos saltos que le habían hecho, a manera de
letras bonitas, en forma de ramas y hojas de los
Helio Fernández, a Aida, a Liber, a Ivan Barlahan
rrido porque tantos saludos y paradas demora-
suave represa sobre su cauce, y que adornaban
árboles, por lo mucho que amaba la finca. Vi
Montoya, a Danilo Tenorio, a todo el grupo con
ban el regreso a casa. Numerosas hojas estaban
el paso por el lugar, en cuyas orillas habían sem-
cómo el Mimo me siguió a la casa de un compa-
sus movimientos y ademanes tan distintos a los
en el suelo, y el ambiente matinal era fresco y
brado matas de bambú. Era misterioso ver fluir
ñero de colegio, un día en que nos volamos de
de los demás; y, más al fondo, a los maestros de
agradable.
el agua interminablemente; “¿De dónde vendría?
la misa de 9 de la mañana, para ir a jugar ping-
pintura y cerámica, a las modelos desnudas y be-
Nosotros vivíamos en El Peñón y para pasar al
¿Qué es el agua?” -me preguntaba. “¿Por qué vie-
pong al edificio que queda al frente de Bellas
llas... Ya el Mimo me ayudaba a buscar los libros
barrio El Centenario, debíamos cruzar el puente
ne de arriba, siempre bajando?”; y, “¿por qué no
Artes.
de la biblioteca: Cervantes, de nuevo Shakespea-
de La Estaca; allí el río Cali se estrecha y hunde,
se acaba, si no llueve...?”.
y abajo se ven las grandes piedras. Ya estaban las
Bellas Artes era el Parnaso, lugar encantado,
re, Sófocles, Unamuno, Juan Ramón Jiménez,
con gente grande y especial que tenía que ver
Rubén Darío, Silva, José Eustasio Rivera, Isaacs,
pérgolas y las barandas que bordean el río desde
Mientras seguía hacia El Conservatorio vi al
con los pensamientos, la desnudez, los colores,
Villafañe, Llanos, Herman Hesse, Estefan Zweig.
el museo de La Tertulia (donde antes quedaba el
niño-mimo entrar al colegio Berchmans; lo vi
las formas, el viento, los sonidos, la música, las
Al frente del Instituto Departamental de Be-
charco del Burro, y la avenida Colombia termi-
entrar con temor; lo vi entrar y salir con amigos;
palabras, y producía unas atractivas e interesan-
llas Artes vivía un duende en un garaje, como un
naba en el Obelisco), hasta La Ermita, eran blan-
lo vi correr en un patio de suelo de ladrillo; lo vi
tes sensaciones. La palabra clave era “Plectro”,
enanito de Blanca Nieves, lleno de muebles, ob-
cas y le daban al sector, y a la ciudad, ese sello
haciendo fila para ir a misa, jugar fútbol, trom-
inspiración, goce, la parte instintiva y lúdica del
jetos, esculturas, cuadros, gatos, afiches, cuader-
propio que la ha caracterizado, desde los tiem-
po, bolas, correr, sudar, pelear, comer manga
impulso vital de la especie.
nos, libros de arte, dibujos, pinceles, y de colores.
pos del Cali Viejo, según cuentan los mayores.
biche; lo vi estudiar, hacer chancuco, confesar-
Un día salí del colegio -el Mimo me siguió-;
-Usted es uno de ellos -se entrometió el Mimo.
se, reír, llorar, compararse; lo vi haciendo velas,
me asomé a al sala de teatro del Conservatorio
Los actores pelearon, en el escenario del Ins-
-Es verdad. Lo miré y me vi con mis “... y
columpiándose en el trapecio. Me pareció ver
Antonio María Valencia y vi a Enrique Buena-
tituto expusieron sus motivos, interpretaron su
al niño-mimo vestido de boyscout, con su mo-
ventura que recitaba un poema de Shakespeare,
“Acto de fe y de sueños”, que algunos llamaban
tantos años”. 202
El Mimo me lo presentó: era Hernando Tejada.
203
Prólogo Javier Tafur González
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
ideales, otros ideología, y otros compromiso, y
Me subí a un bus de la empresa Papagayo, y
quier ruta que intuyó pasaba por el centro de
El bus estaba lleno de calcomanías: “Dichoso
salieron de allí con sus parlamentos a otra parte,
el Mimo también; pasé por la registradora, y la
la ciudad -porque intuición le sobraba para su-
Adán que no tuvo suegra”. El mecánico, que re-
dejando los decorados en el edificio y las pala-
oí sonar cuando el Mimo la empujó. Yo me senté
poner el sentido común de sus súbditos, como
visando el Volkswagen de una despampanante
bras metidas hasta en los agujeros de las paredes.
en la penúltima banca, en la hilera izquierda, y
el de los acontecimientos trascendentales de
representante de las exuberancias del sexo fe-
Se fueron al TEC, donde algunos viven todavía.
el Mimo se sentó atrás, en la última banca, en la
su Sultana-. En el bus venían siete u ocho per-
menino, comenta, encantado del impase al ver
Por los lados del Teatro Municipal y la antigua
larga, y enseguida entró Jovita con sus prisas, sus
sonas. Extrañada de que el chofer le cobrase,
que empieza a lloviznar: “Con esta repisa, que
Universidad Santiago de Cali, donde hoy queda
citas, afanes, su cartera encontrada, la digestión
reaccionó bruscamente, le reprochó altanera su
llueva todo el día”; “No pida zanahoria, pida
Proartes, en la calle 7ª, que los mayores cono-
empezando, su adiós a los mechudos queridos, a
ignorancia y sin mayor reparo a su decisión fue
Chik y Tico”. Otros moralistas: “Hoy por ti, ma-
cían como Calle del General Cabal.
su hermana, a sus sobrinos y a sus primos, fue sa-
alzando su pierna derecha para saltarse la regis-
ñana por mí”; “Tan solo el amor salvaría al mun-
Sentado en las gradas del Instituto, el Mimo
liendo la andarina callejera con su vestido blan-
tradora de un solo vuelo, con tan mala suerte
do; todavía no estamos perdidos”; “Aquí se raja
vio pasar a los muchachos que salían del Berch-
co de lunares negros, de mangas largas, sandalias
que La Reina en sus apuros se enredó en la fal-
de todo el mundo; pero no se le sostiene a na-
mans a las 12 del día, conversando; en uno de
bajitas, a sus recintos abiertos. Casi se iba alcan-
da y cayó patas arriba, en un espectáculo para
die...”; reproducciones del Divino Rostro, de la
esos grupos iban Germán Villegas Villegas, Fer-
zando a sí misma, pero no, ella siempre iba ade-
los viajeros tan grotesco como lastimero; porque
virgen del Carmen, de san Cristóbal, san Jorge,
nando Cruz Kronfly, Álvaro Escobar Navia; iban
lante en una parte suya, porque era dividida de
no deja ser sensible que una mujer mayor, con
de las reinas de belleza, boxeadores, futbolistas,
con sus libros hacia el horizonte del tiempo don-
ansiedades y de sombras; por delante, le pisaba
sus aires de majestad, la pase tan mal por cinco
junto a los infaltables: “Cali me encanta”, “No
de se curva la tierra.
el talón a sus ilusiones, por detrás, le pisaban sus
centavos que no tiene, porque aunque nada le
pite, no joda”, “Pluto es hijo de Pluta”, que de
El Mimo mostró curiosidad cuando me vio
talones los recuerdos de cinco minutos atrás. La
falta, de todo carece. Pero ella no se inmutó;
no ir Jovita extraviada de la ira, la habrían hecho
con un antropólogo, menudo, barbado y de ga-
perspectiva de la calle eran sus sueños, los gran-
se reincorporó y ante la atónita perplejidad del
censurar la vulgaridad de esa mezcla espontánea
fas, que usaba sandalias. Era Jorge Ucrós que
des proyectos, horizontes abiertos de paisajes
conductor, fue a buscar puesto en los asientos
del sentir popular, cual “collage” de zapatería.
había llegado de Lovaina, por la época de mayo
azules soleados, vallecaucanos, y ella vestida de
traseros, limpiándose el vestido e indignada de
Se levanta un señor y una mujer coge el
del 68. El café que hizo Jorge fue muy agrada-
un tono humilde e imperial que envidiaría a la
la circunstancia que le causó el chofer. El bus Pa-
puesto. Se queda de pie por un momento es-
ble, y la conversación, guiada por Álvaro Esco-
Reina de Inglaterra, colosa de tanta libertad, de
pagayo siguió en sus arranques y paradas. Diez
perando se enfríe, pone la cartera y sobre ella,
bar, se refería a los problemas nacionales de jus-
imaginación tan fértil, porque a pesar de todo
cuadras más allá ya no tenía puesto libre y los
oronda, se sienta.
ticia social y la participación de la universidad
la Reina Isabel tal vez tendrá sus debilidades ro-
que llegaban se quedaban de pie. Un gallo del
Treinta cuadras después en el bus ya no cabía
en procura de aportar a su solución.
mánticas, sus nostalgias de civil.
techo decía con lógica abrumadora: “Córrase
nadie y la calcomanía de tal, “Córrase atrás”, no
atrás”; otro: “Timbre una vez y listo a la salida”.
era más que un completo absurdo; ya no había
Sin rumbo fijo, cogió el primer bus de cual204
205
Prólogo Javier Tafur González
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
cupo y en cada parada subían diez. Nadie pro-
Y la Reina Jovita se desenvolvía de lo mejor:
admiraba para sublimarse en ella, como sucedió
las llamadas extorsivas, el miedo, el pánico, la
testaba. ¿Acaso se viaja por placer? “¡Manejá con
pidió permiso, se escurrió a la puerta, timbró y
a la hora de su entierro, el más numeroso y con-
‘sicosiada’, como se dice”.
cuidado!”, le gritó al conductor no se supo quién
cayó a la calle desde la increíble altura del tram-
currido de todos los tiempos en esta ciudad”.
y el chofer paró desafiante. Nadie repitió nada.
polín de las gradas del bus. Siguió tranquila, de
El Mimo sonrió. Quise hacerle otras precisio-
blando de la ciudad hablamos de ‘eso otro’, que
paso rápido, metida en lo suyo, hacia las ofici-
nes, y le dije: “Pero también he escrito otras no-
está afuera, pero que misteriosamente llevamos
nas de Occidente...
velas urbanas y otros cuentos, para describir, sin
dentro. Incluso cuando ya no existe, sin embargo
nombrarlo siquiera, los efectos de un secuestro.
permanece en el recuerdo. A mi querido colegio
Respecto de esta motivación deseo comentarle
lo vendieron, lo tumbaron, pero no tumbaron los
Pero manejaba de vértigo; la gente se iba para adelante, para atrás. Si se llegasen a soltar se irían sobre los otros y con una sonrisa justificarían la
***
connatural promiscuidad urbana. Se buscaba
Mimo, quiero decirte lo que pienso; que ha-
la proximidad de las muchachas bonitas, de las
“¿Por qué escribió sobre ella?”, me preguntó
el hecho que movió mi sensibilidad y mi mano
recuerdos”. Y dije: “El colegio existirá en mi me-
hembras prominentes y con ellas se rozaban, con
el Mimo; y yo le contesté: “Para hablar de la ciu-
para escribir mi novela ‘Lalo Salazar’. Fue que
moria, mientras viva”. Esta es una frase de cajón,
ellas miraban, a ellas se las deseaba. Y el calor
dad; para hablar del lugar donde nací, y crecí,
secuestraron una amiga de mi madre, de más de
pero creo que es cierta. O como dicen los fran-
erotizaba el viaje, como las calcomanías, como
donde vivimos; para recordar a mis padres, a sus
80 años, y ella murió. La secuestró el mayordo-
ceses, “vivirá en mi corazón”; que es la expre-
las propias costumbres. A todos les pasaba lo mis-
amigos, a mis amigos, a mi triciclo. Así recupero,
mo de su finca. La enterraron en un cañaduzal.
sión que ellos tienen para decir la memoria, “par
mo. Los pequeños ponían en peligro la vida ante
vuelvo a saborear la aguapanela con limoncillo, a
Y ella tenía hijos, nueras, yernos, nietos, amigos;
coeur”. Y es así, porque, como se suele decir, “la
el peso de los mayores. Se sudaba. Se aguanta-
comer manjarblanco, a jugar bolas, escondido”.
y, como se expanden los círculos que hace la
permanencia de los muertos depende de la exis-
caída de una piedra en la superficie del agua,
tencia de los vivos”. Esto es algo distinto a la nos-
ba. Que no se caigan los paquetes, la remesa, los bultos, los libros, la caja; que no se le zafen los
“No, en serio, ¿por qué escribió sobre Jo-
así me propuse narrar las consecuencias de ese
talgia; es la certeza de que somos perecederos,
niños. Y las embarazadas no eran madres encin-
vita?”, me inquirió. Yo le respondí: “Porque la
horroroso crimen, resaltando los efectos que
un poco de barro angustiado entre la piel...
tas, sino mujeres gordas que ocupaban más sitio.
gente la quería; porque fue una mujer muy be-
produjo en la vida familiar, a través de la historia
El Mimo se puso triste.
Ancianos, inválidos y lisiados se defendían como
lla, en el sentido de que fue valiente; ciertamen-
de un muchacho de 13 años. Es que nada es in-
Yo le dije: “Mimo, el garaje donde vivía el
podían. Ojo al reloj, a la plata. Nadie daba un
te una mujer extraordinaria, que hacía de las co-
trascendente en este mundo; hasta el germinar
Duende lo demolieron, y allí construyeron el
puesto por cortesía y si lo daba era un pendejo,
sas mínimas, grandes causas; que no se dejaba
de un grano de trigo modifica el universo. La
edificio que está al frente de Bellas Artes. Ya
menos si la beneficiada era querida y quedaba al
trazar los límites con los cuales los demás quie-
depresión de la hija, la intranquilidad del pa-
el Duende murió, pero en mi recuerdo están,
lado para aprovechar el favor, mirarle el escote,
ren someter a los otros a la esclavitud, al uso, a
dre, los detectives, los abogados, la denuncia,
patenticas, todas esas imágenes de “ese afuera”
encontrarle los senos, deslizar la vista y desvestir-
la servidumbre. Ella encarnaba la libertad qui-
los fiscales, los jueces, etc; y al muchacho que
que llevo por dentro, y más aun, que me hacen
se con la misma codicia de todos.
jotesca, con su locura, la misma que la ciudad
no lo dejan salir a jugar, y él que se escapa...;
y me constituyen, como los elementos químicos
206
207
Prólogo Javier Tafur González
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
que tomo en los alimentos. La ciudad esta en mí
las ceremonias de graduación de bachilleres en
La distinción entre “rol social” y “rol teatral” se
bre Villafañe en la Sala de Música de Cámara, y
y se confunde con mi propia identidad, como
el colegio.
supera, en mi concepto, por su propio consis-
le escuché una audición a mi hija quien, cuando
un reflejo que deja su impronta por dentro; no
Las calles de nuestra ciudad recogen nuestros
tir actorial y representativo. El rol teatral es re-
chiquita, se entretenía con las teclas del piano y
que resbala en un espejo. Los recuerdos se pare-
momentos y no son testigos mudos; hablan con
afirmación del rol social, pero el rol teatral es,
alguna partitura (“Musette”, de Bach) que la ani-
cen a la antigua escritura cuneiforme, en la que
su manera de hablar y de hacerse entender, que
igualmente, rol social con una función especí-
maba. Ya adolescente estuvo en algunos talleres
con un instrumento incisivo, con un estilete, se
es la de ser referentes del alma de la gente, pues
fica; ¿dónde está la ruptura si los dos se subsu-
de danza y de teatro. Una vez que salía le tocó
hacían las inscripciones en el barro; así quedan
“en ese afuera que llevamos dentro” transcurre
men en su esencia repesentativa? El ser humano
ver cómo en la noche, la luz, que caía desde un
las impresiones vividas en todo nuestro cuerpo,
la vida, que también hace la ciudad. Finalmente
actúa, como persona, con su máscara, con su
bombillo en un poste del alumbrado municipal,
interno y externo, desde los hemisferios cerebra-
tenemos -habitantes y ciudad-, una implicación
rostro, con sus necesidades, motivaciones, sue-
descubría el dorado pendiente de una joven, y
les a las terminaciones nerviosas de la piel.
recíproca: somos por la ciudad y la ciudad es
ños, nostalgias, apetencias (en el teatro que es
cómo los vagos se lo robaban. Todo ocurriendo
“Mimo, ¿dónde se va quedando la ciudad,
por nosotros; sucedemos en la simultaneidad de
vida, en la vida que es teatro) y su escenario son
por la avenida Segunda con calle Séptima.
con sus vivos y sus muertos, sino en el corazón?”.
la fluidez inestable del ser, en el tiempo y en el
los lugares por donde va recorriendo: cuerpo,
Ya el Mimo sepia se cansó de tanto recuerdo,
El Mimo no me contestó.
espacio. Somos y nos construimos individual y
habitación, casa, pasillo, calle, corredor, cami-
y tal un Rodín, se puso a llamar la atención, como
Cuando iba para mi grado de bachiller, el
colectivamente; somos cuerpo, casa, ciudad. Es
no, sobre la esponja que es la tierra, girando en
cualquier reproducción de El Pensador, en la pla-
Mimo nos siguió. Salí contento aquel día. Ese
admirable ver como crece una hierbecilla en la
el sistema solar, la galaxia, los universos posibles
cita que los estudiantes llaman “El Cenicero”.
día el Mimo no me imitó a mí, sino a mi enfer-
ranura de una autopista; y crece y florece. Esta
e incomprensibles, donde somos como indivi-
mo padre, que llevaba de la mano a mi madre;
misma fuerza quiero tener hacia la vida, en me-
duos, como familia, especie, mamiferos, vida,
mi padre, que era muy serio y se contrariaba con
dio de la atropellada fuerza cambiante que lo
misterio, Tao.
las salidas inoportunas de la gente, ese día tuvo
transforma todo.
Lo mismo ocurre con la poesía, el cuento. Me
una sonrisa muy bella, un resplandor que aún
Cada día construimos el lugar que habitamos
es imposible diferenciar la poesía de un saludo,
alumbra y enternece mi alma. El Mimo tomó a
-es la poética del espacio-, la vereda, el pue-
de un piropo, de una nota de diario, de un tele-
mi madre del brazo, y ella continuó con él; con
blo, son los escenarios de la vida humana en
grama, de un haikú, de la anécdota, de un mini-
su fino vestido negro y su collar cayendo sobre
interferencia de roles, llenos de necesidades, de
cuento, de un dicho, un refrán, una sentencia.
su pecho; elegante, con su peinado de moña y
apetencias y de sueños, mientras dura el papel
Al Conservatorio lo reformaron, vi mientras lo
la mirada hacia delante. Así entraron mis padres
asumido en esa breve función de la vida. No
reformaban y cuando lo terminaron. Todos estos
a la cancha de básquet donde llevaban a cabo
es propiamente una metáfora, es la realidad.
pasos los llevo dentro. Dicté una conferencia so-
208
209
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Carrera 4B calle 2A
E
n 1982 llegué con Malatesta y otros jóvenes a compartir una vivienda del barrio San Anto-
nio, uno de los más antiguos y tradicionales, que es y ha sido epicentro artístico y cultural de la ciudad. Nos unía, además del arte y el afecto, la necesidad de resolver, de manera colectiva, unas condiciones habitacionales a bajo costo. A partir del acercamiento con un grupo de índole espiritual denominado “Arco Iris” emprendimos juntos
Un Camino de iniciados
un viaje, orientados por los hados, a través de los senderos del conocimiento oculto. Fueron rutas que marcaron nuestra existencia de manera indeleble; semillas que se sembraron durante esos
Por Angela Tello
años de juventud y que hoy prodigan sombra; saberes que nos permiten confirmar con certeza que cada ser humano que toca nuestra existen-
Foto Angela Tello
cia, de manera permanente o efímera, ha sido un prodigioso maestro. Caminar por las calles de San Antonio se ha constituido en un paseo de la muchedumbre desde tiempos inmemoriales. Hombres y mujeres, cansados de los deberes del día, suben con regocijo a recibir la brisa y a divisar los arreboles de la tarde. Desde la cima intentan ver la ciudad 211
PrólogoTello Angela
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
como una fotografía, quizá confiando en detener
el despertar de sus quimeras, estos alimentos se
bamos por el café de Los Turcos; las casas de los
las egipcias. Desde tempranas horas las puertas
los temores y las angustias cotidianos y regresar
constituían en un suculento banquete que calma-
amigos que vivían en el sector o en los barrios
del Templo se abrían de par en par para infinidad
después rejuvenecidos a reconquistar sus mu-
ba nuestras diversas hambres y necesidades. La
vecinos -Miraflores, San Cayetano, Libertadores,
de personas que, como nosotros, llegaban desde
rallas. Un alboroto de niños, oraciones, lebreles
reunión se mantenía hasta el amanecer mientras
El Peñón, Juan Bosco-; la Universidad del Valle,
diversos confines de la ciudad, peregrinos en bus-
finos y vagabundos, se confunden con los pre-
Victoria Alejandra, la tejedora de blusas, enhe-
con sus dos sedes donde confabulábamos a fa-
ca de penitencia y de purificación para continuar
gones de los vendedores ambulantes que ofre-
braba sus agujas con hilos de nuevos colores que
vor de la vida; las casas de los parientes que nos
su viaje. Albeiro, Nelson, Alba Lucía, Magnolia
cen múltiples productos que calman el hambre,
envolvían el ánimo colectivo, y Salomé, la baila-
obligaban a desplazarnos a barrios un poco más
y otros compañeros hicieron parte de esa noble
el deseo, la soledad y la desdicha. Sobre la cima
rina de la noche, ensayaba los pasos con los que
alejados -Juanambú, Bretaña, La Base-; y estaba
causa formativa que buscó comprender las leyes
de la colina, blanca y soberana, se encuentra la
esperaba remontar el vuelo sobre los tejados de
el luminoso faro que nos guio en esos días, la
que rigen el Cosmos. El ambicioso programa de
iglesia, construida en estilo barroco durante el Si-
las casas. La pareja de aventureros paisas, por su
casa recién descubierta de los “viejos”, nuestros
formación nos condujo a abandonar la rumba y
glo XVIII, y en sus alrededores algunos vecinos
parte, nos convocaba a extraviarnos y a confundir
maestros espíritas, que ufana se levantaba con
el esparcimiento cotidiano, en una ciudad donde
han adaptado pequeños locales donde se reúnen
nuestras voces con el sonido de los grillos que se
sus tres pisos en el barrio El Jardín.
empezaban a tomar auge los grupos del narcotrá-
grupos de jóvenes a compartir sus andanzas, sus
colaban en los cuartos.
fico, construyendo otras formas de socialización,
El Templo
escritos, sus proyectos de vida, sus contradiccio-
El campanario de la iglesia despertaba a los
nes con el universo de los adultos. Nosotros tam-
parroquianos convocando a las misas matutinas.
El trayecto de San Antonio al barrio El Jardín
leños. Nosotros nos perdimos de ese baile; prefe-
bién acostumbrábamos subir en esa época hasta
Nosotros, somnolientos, las atendíamos diligen-
-que a menudo caminábamos, sobre todo en las
ríamos salir en las noches a caminar en medio de
la cima de la colina a lanzar nuestros poemas al
temente, dirigiéndonos a reposar nuestras cabe-
noches cuando ya se había silenciado la ciudad
las frías aguas del río Pance, en parejas y tomados
viento hasta que llegaba la noche y nos informa-
zas colmadas de historias y de versos sobre las
y los buses se guardaban-, se fue constituyendo
de la mano. Avanzábamos contra la corriente du-
ba que haría falta morir infinidad de veces para
almohadas. Fue un tiempo sin calendarios, sin
en la ruta más regular y cotidiana. Los pies nos
rante un par de horas, enfrentando el miedo a
alcanzar el trofeo que aguarda a los inmortales.
horarios; breve lapso en que la brisa de la tarde
dolían pero el alma se agitaba incansable frente
la oscuridad, a la fuerza del agua, a las sombras,
Regresábamos con el orgullo que producen las
arribaba a despertarnos de la modorra para re-
a todos los nuevos acontecimientos que vivíamos
dispuestos a escuchar la voz de los elementales
hazañas del día, nos congregábamos alrededor
comenzar el viaje. Bajábamos entonces cargados
en aquella época. En la casa de El Jardín nos es-
que habitaban el cauce y los bosques. Algunos
del fogón y preparábamos un plato sencillo sa-
de historias, de poemas, de creencias y de fe en
peraba don Héctor Jurado y doña Bertha, su cáli-
de los caminantes escucharon voces y susurros,
zonado con los guisos tradicionales de las madres
el futuro rumbo a las diversas estaciones de la
da esposa, que se habían propuesto, al lado de su
vieron figuras sorprendentes, mientras que los
de los hogares humildes. Acompañados de una
ciudad y, como Prometeo, nos convencíamos de
familia, crear en Cali la Escuela de Iniciación, con
más ciegos y sordos anhelábamos que llegara el
conversación digna de comensales inquietos con
que llevábamos el fuego a los hombres. Trasegá-
los vestigios y las tradiciones de las antiguas escue-
día en que despertaran esas capacidades dormi-
212
de identidad y de encuentro entre los jóvenes ca-
213
PrólogoTello Angela
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
das. Mojados, tiritando de frío, dejábamos que el
lo que encontró a su paso. No fueron suficientes
llegó con su complicidad a reconstruirnos el día.
taurar un período de encuentros con los artistas
deseo de aprender fuera la estrella que nos que
las manos de todos los integrantes para contro-
Ahora, mientras escribo estas líneas, desde ese
populares de las laderas de Cali. La certeza que
guiaba de nuevo al Templo a estudiar con entu-
lar esa inundación. En la casa de San Antonio,
proceso de auto-reflexión que provoca el recuer-
nos unía nos condujo a encender una antorcha
siasmo historia del arte, filosofía, literatura anti-
los objetos domésticos, los libros, la alegría y la
do, confirmo que el ladrón no estaba entre noso-
que pensábamos que en un tiempo iluminaría a
gua o el sentido del viaje a través de la existencia
camaradería se fueron perdiendo; alguien los
tros, era simplemente la vida que, aún en medio
toda la ciudad. Pablo avanzaba ahora con noso-
que indicaban las figuras de los arcanos mayores
sustrajo de nuestros cuartos y de nuestras mo-
de nuestro duelo por la pérdida, nos exigía surcar
tros por las calles angostas, aprendía a caminar
y menores. Y no podía faltar el ejercicio físico y
chilas, constituyéndose en el pretexto para los
en otras aguas.
en el pleno sentido de la palabra, con sus propios
la meditación, donde el Yoga, algunas técnicas
enfrentamientos, los rudos desacuerdos, las des-
marciales o actividades de resistencia corporal, se
confianzas mutuas que terminaron por disolver
constituían en métodos para limpiar el aura, para
nuestra transitoria convivencia. Todo se fue esfu-
Otros jóvenes, desde otros ámbitos -Lupe,
tas que ayudábamos a construir con los escasos
sanar y para abrir los centros energéticos además
mando sin que supiéramos quién era el ladrón de
Juanita y Julián, el de la Bodeguita del Medio-,
recursos que reuníamos para armar los encuen-
de contribuir a entretener el sueño durante las
nuestros primeros sueños juveniles. No hicimos
arribaron a nuestras vidas en 1985. Ascendimos
tros con los niños, con los jóvenes y con las mu-
noches en que la prueba exigida era el insomnio.
un gran esfuerzo por descubrirlo porque los ojos
en su compañía otras lomas más altas; escalamos
jeres. El producto de esas gestas culturales dio a
El sendero hacia la iniciación, que no logramos
habían perdido el deseo de mirarse en los ojos
las cimas de Siloé y de Terrón Colorado. Eran los
luz una revista literaria que escribíamos a mano
culminar, tuvo otras pruebas como el ayuno, la
de los otros. Entonces decidimos huir y, sin des-
años de los campamentos de paz del M-19 en la
alzada y cuya publicación era posible gracias al
resistencia al fuego que consistía en apagar len-
pedirnos, corrimos por las lomas del barrio, los
ciudad. Afranio Parra, comandante, pintor y poe-
apoyo de muchos amigos que se comprometie-
tamente una vela con la palma de la mano. Cada
suelos empedrados intentaron interponerse pero
ta, consideraba que la transformación del país
ron con la idea. La Gaitana, escrita desde esta
prueba la asumíamos con alegría y el premio de
pudo más la pesadumbre y el desconcierto co-
era cultural y no militar, convicción que lo llevó a
nueva historia de amor tejida colectivamente, se
la jornada eran las viandas calientes y olorosas
lectivo, y aunque perdimos los zapatos en esta
convocar a un grupo de jóvenes que trabajaban
filtró por todos los rincones de Cali, llegó a otros
que doña Bertha servía con ternura de madre.
carrera, descendimos de nuevo a la ciudad, que
en los sectores populares para que gestaran un
lugares del país, viajó a través de muchas manos
nos volvió a atrapar en sus redes. Los paisas re-
movimiento cultural en el país. Nos sumamos a
por otros países de América Latina, nos enredó
gresaron a su lugar de origen; la tejedora perdió
esta iniciativa cultural, convencidos también de
con otros movimientos culturales que aportaron
Todo lo que nos unió también fue el motivo
por un largo periodo sus hilos y sus luminosos co-
la importancia de gestar una revolución cultural
poemas, dibujos y sueños que fortalecieron nues-
postrero de las separaciones. El poder se coló
lores, y la bailarina se extravió en su danza. Julián
al interior de la población. Convocamos poste-
tras alas por un tiempo de regocijo. El Movimien-
por las fisuras del encuentro del grupo Arco Iris,
y yo decidimos proteger el amor y nos lanzamos
riormente a otros artistas y trabajadores de la
to Cultural La Gaitana, al que dimos origen en
rompió los vertiginosos cauces del río y arrastró
a la búsqueda de nuestro primer hijo, Pablo, que
cultura, que remontaron estas sendas para ins-
esta sumatoria de espíritus libertarios, convocó al
A la caza del ladrón
214
pies sobre la tierra y la imaginación construyendo
Hacia otras alturas de la ciudad
mundo. Jugaba a crecer donde volaban las come-
215
PrólogoTello Angela
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
“Primer encuentro de artistas por la vida”, bajo
un almuerzo familiar y, entre anécdotas de mar e
puertas para siempre-, se constituyó, con el trans-
en que le notificaron a Leopoldo que se había
el cielo azul del resguardo indígena de Paniquitá.
historias infantiles, nos expresaron abiertamente
curso de los días, en un lugar de paso obligado de
ganado la beca otorgada por Colcultura para
Tres días y tres noches albergó la comunidad a
que querían ser amigos nuestros y nos expresaron
los poetas y escritores, aquellos que residían en
escribir su proyecto de novela durante un año.
poetas, músicos, pintores, cuenteros, bailarines,
su júbilo con el calor de su hospitalidad. Allí se se-
la ciudad o los que arribaban desde otras tierras a
Noche a noche distintos grupos de escritores de
actores, que viajaron desde la costa Atlántica, Bo-
lló el comienzo de una profunda amistad que se
Cali. Fue centro de encuentros, conspiraciones y
la ciudad subieron hasta la casa de San Anto-
gotá, Antioquia, Tolima Grande, Valle del Cauca,
mantuvo durante varios años. El destino, que es
ensueños para los poetas Antonio Zibara, Orietta
nio a brindar con la pareja. Leopoldo lo com-
Cauca y Nariño. En medio de la fiesta artística y
diestro en tejer y destejer las historias de los hom-
Lozano, Alvaro Burgos, que integró poco después
partía como un logro colectivo, como el augu-
cultural, redactamos el “Primer Manifiesto de la
bres, los llevó posteriormente a alquilar una casa
al grupo a Ana Milena Puerta; los Arias, que nos
rio de futuros laureles para el resto del grupo,
Cultura por la Vida”, y Leopoldo Berdella de la
en la misma manzana donde inicia esta historia y
emocionaban con sus historias de arenas y man-
contagiándonos su alegría, su desmesura, sus
Espriella, uno de los escritores que arribó a ese
volvimos a subir de manera asidua al barrio San
glares. Fue puerto seguro para el maestro Ger-
vallenatos, su complicidad, su lealtad, su opti-
pequeño universo, contribuyó a la redacción del
Antonio. Walter, el hermano de Lucy, llenaba las
mán Vargas, los poetas Álvaro Suescún, Miguel
mismo, su persistencia. Malatesta había ingresa-
documento. Julián iniciaba en esos días un nuevo
altas paredes de los corredores con sus pintu-
Iriarte, Fernando Rendón y Angela García. Hay
do al Congreso de la República como asistente
compromiso como intelectual, había sido convo-
ras de rostros oscuros, mujeres y hombres que
más nombres, es larga la lista, tan larga como los
del Senador Pedro Alcántara, lo que lo había
cado por el pintor Pedro Alcántara a sumarse a
enredaban en una danza sus cuerpos desnudos.
días que precedieron al desastre. Malatello, así
llevado a residir en Bogotá. Yo me había des-
las filas de la Unión Patriótica, movimiento po-
Contaba sobre sus intensas jornadas de baile y
bautizó Leopoldo a nuestro hijo, se desplazaba
plazado a la ciudad de Popayán donde iniciaba
lítico que buscaba reconstruir el país desde una
de meditación en las que se proponía despertar
confiado sobre los hombros del grupo, descubría
mi carrera profesional capacitando a grupos de
cultura de paz que propiciara que los actores del
la fuerza kundalini que lo llevaría a la ilumina-
cada sendero del barrio que empezaba a poblar-
mujeres campesinas que accedían a recursos de
conflicto armado pudieran integrarse a los proce-
ción. Lucy, experta anfitriona y cálida amiga, pre-
se de talleres y galerías de arte, pequeñas salas de
crédito y asistencia técnica para sus cultivos de
sos de participación democrática en Colombia.
paraba los alimentos como antigua alquimista y
teatro, espectáculos callejeros, toda una primera
piña. Celebré con Leopoldo el premio en su úl-
transmutaba su alma en el apasionado fuego de
proliferación de espacios que fueron promovidos
timo sábado y el domingo regresé a las tierras
sus historias y poemas. Leopoldo, con la usual
por los mismos artistas que buscaban romper la
del Cauca. Una moto rugió en la vereda el mar-
Estos vientos literarios produjeron el encuentro
desmesura de los hombres del mar, nos relata-
rutina, construir un público y sostener su pro-
tes y penetró alarmante la madrugada. Tocaron
con Leopoldo y Lucy. Desde Cereté esta pareja
ba los últimos sucesos del taller que dirigía en la
puesta de vida.
fuerte a la puerta del sitio donde me alojaba y
de escritores, él costeño y ella caleña, se traslada-
Universidad Libre con la complicidad del escritor
ron a Cali. Con el ánimo de comenzar a construir
Harold Kremer. “La casa dulce del barrio” -como
vínculos con personas del oficio, nos invitaron a
la bautizamos cuando cerró inusitadamente sus
Segunda cita con la manzana
216
con voz grave pronunciaron mi nombre. Me es-
El principio del fin
tremecí, presentí que algo grave había sucedido. El mensajero me informó parcamente que
La noche se hizo larga a partir del momento 217
PrólogoTello Angela
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
En deuda con mis muertos
alguien muy allegado había muerto en Cali en la
lienzo de luz, su penumbra. No me asusté cuan-
noche del lunes. No hubo más palabras, las pie-
He visitado la manzana dos veces. En el 2004
do al ligero golpe de mis nudillos en la puerta de
zas del rompecabezas no encajaban y descendí
participé, por motivos académicos, en un estu-
la segunda casa escuché una voz conocida que
a Cajibío con temblor en el cuerpo, con paso
dio sobre la violencia en el barrio San Antonio y
me dijo desde adentro: descansa, Angelita, sigue
inseguro. La voz de Julián dejaba traslucir una
me fue asignada esta manzana para aplicar unas
y tomate un tinto. Tomé café con Leopoldo en su
honda tristeza, un cansancio infinito, cuando
encuestas. La curiosidad me guio a tocar en las
casa, todos los objetos que aún guarda la memo-
me informó que Leopoldo se había suicidado en
puertas de las dos casas; solamente me abrieron
ria se encontraban allí y confirmaron nuestro en-
medio de la última hora de esa larga noche de
en la que habitara Leopoldo. Miré al interior y los
cuentro. Las campanas rompieron el viaje entre
celebración. La casa dulce del barrio se desplo-
recuerdos se hicieron imágenes entre el aire y la
la vida y la muerte. Por los escalones de piedra
mó. Los huesos se nos rompieron a todos con
luz que llegaban desde adentro. Le pregunté al
que llevan al atrio de la iglesia se aleja Leopol-
esa muerte prematura. De nuevo el ladrón nos
hombre que me atendió si sabía algo de los anti-
do, asciende en compañía de todos mis muer-
robaba ahora la vida del más alegre de todos,
guos moradores de la casa y negó con un simple
tos, cruzan la portada de ladrillo, atraviesan las
nos robaba la fuerza colectiva, nos robaba los
movimiento de cabeza. No hice más preguntas
puertas cerradas. Sé que me esperan al final del
sueños. Tampoco, en esta ocasión, hicimos un
para no generar vanas sospechas. Descubrí que la
sendero, aún me encuentro en deuda con ellos.
gran esfuerzo por descubrir al ladrón porque los
tristeza era el viento que barría las calles cuando
Ustedes quizá no lo creerán pero en San Anto-
ojos de nuevo perdieron el deseo de mirarse en
bajaba lentamente por ellas.
nio, cuando comienza la tarde, muchos difuntos
los ojos de los otros. Nuevamente la huida, nue-
El 17 de agosto de 2009 recorrí la manzana
deambulan por sus calles de piedra buscando el
vamente el desperdigarse del grupo. Esta vez no
para hacer esta crónica. El sol incendiaba la calle
encuentro, las palabras vivas, el viento. Algunos
perdimos los zapatos entre las piedras de las ca-
empedrada, olía a romero y albahaca. San Anto-
confían en alcanzar el trofeo que aguarda a los
lles de San Antonio, teníamos rutas propias que
nio es un viejo barrio que permanece en el tiem-
inmortales: renacer diariamente en la memoria
seguiríamos trasegando, esta vez no pudimos
po y conserva tesoros ocultos, historias de amor
de los seres humanos, especialmente de aquellos
proteger el amor y lo dejamos sucumbir colec-
y de muerte. El deseo de poder escribir sobre el
que compartieron su tiempo.
tivamente. La muerte nos miró en silencio y no
presente fue el pretexto para tocar nuevamen-
la comprendimos. Creo que aún no la hemos
te en las puertas de las memoriosas casas. Una
logrado comprender, aún no sabemos leer su in-
amable señora me permitió mirar el interior de la
descifrable escritura.
casa en que vivimos, no reconocí sus pasillos, su 218
219
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Barrio Bretaña, calle 26
E
n algún momento imprecisable, la calle comenzó a dejar de ser “La Veintiséis”, como
siempre la habíamos llamado, para convertirse en “La Veintiséis, antigua nomenclatura”. Fue sin duda después de los Juegos Panamericanos, cuando el sistema de direcciones de la ciudad fue transformado (hablo de Cali, hablo de 1971), pero en todo caso no de manera inmediata, pues todos la seguimos llamando, años después de
El emperador de barrio
ese hito urbano, por el nombre que había sido siempre el suyo: “La Veintiséis”. Luego, pero ya muchísimo tiempo después, debió haber abandonado su nuevo apelativo por otra denomina-
Por Hernán Toro
ción ya carente de sentido para nosotros, perdido cada uno en los laberintos y urgencias de su propia vida.
Foto Panorámica de Cali
“La Veintiséis” era el reino de los inmigrantes y de los desplazados de la época: una calle larga, sin árboles, con casitas de un piso sin antejardín pintadas con colores disímiles y ventanales de hierro, postes de la energía conectados por cables combados bajo los cuales ejercíamos nuestras saturnales prohibidas hasta horas altas de la noche. “La Veintiséis” cruzaba transversalmen221
Prólogo Toro Hernán
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
te los barrios Bretaña y Junín, ambos todavía sin
un verdadero emperador de barrio. Que le lla-
contra los hermanitos Acuña (muertos después
probable que el panameño Ismael Laguna haya
pavimentar, y se proyectaba sobre los pantanos
máramos “El Negro” no era más que una redun-
en un oscuro lance de esquina), un par de ge-
existido sólo después y todo sea una composi-
palúdicos de lo que años después habría de ser
dancia: su piel era retinta, casi morada, como
melos que habían impuesto su ley despiadada y
ción de mi memoria para agarrarme de los ba-
llamado “Colseguros”, un barrio de clase media,
la de esos santones hindúes que piden limosna
sembrado el terror en uno de los barrios aleda-
randales del tiempo. Como siempre). Mientras
de oficinistas puntuales, de profesores de bachi-
exhibiendo de manera fugaz y deslumbrante una
ños, “Puebloelata”, y cuyo poder intentaban ex-
caminaba despacio por su territorio de las calles
llerato bien peinados, de matrimonios serios y
moneda brillante en la lengua. Pero nunca supe
tender entonces hasta nuestra calle. Como si se
del Bretaña, alto, sacando pecho, balanceando
bien establecidos. En aquella calle coincidíamos
por qué le decíamos “Laguna”; quizás era en ho-
tratara de una ceremonia de shabat, los miem-
los brazos hacia atrás un poco más de lo acos-
bandas enteras de muchachos marginales de los
menaje a un boxeador panameño muy famoso
bros de ambas galladas rodeábamos en círculo,
tumbrado para acentuar su estilo de camaján,
años 60: náufragos sociales que acababan de ser
de la época -creo que se llamaba Ismael Lagu-
como oficiantes, vigilantes y armados de navajas
siempre miraba por encima de los hombros, un
desplazados de sus pueblos y pequeñas ciuda-
na, welter junior, como después lo sería Anto-
y manoplas, los cuerpos de “El Negro Laguna” y
ojo puesto de través en la esquina próxima por
des de origen por los ramalazos de la violencia
nio Cervantes, Kid Pambelé-, pues le encantaba
de uno de los hermanos gemelos, trenzados en
si acaso aparecía la Ley, escupía entre los dien-
política de aquellos azarosos e injustos años. Per-
hacer sombra -ese combate de boxeo en solita-
un choque nocturnal que terminaba, épico, en
tes, se veía sumido en dilemas mentales laceran-
seguidos por la miseria, por la ley, por el Estado,
rio contra un fantasma- mientras jugábamos fút-
medio del sudor, la sangre y el agotamiento. Casi
tes e incomunicables. Casi nunca hablaba, y su
acosados por la marginación y la carencia de
bol en la calle y pelear por cualquier razón con
como si se tratara de una versión tropical de Antí-
comentario más elogioso sobre lo que fuera se
oportunidades, estábamos dispuestos a lo que
quien fuera, con el que se le atravesara. En más
gona, cada banda retiraba los cuerpos exhaustos
sintetizaba en una expresión tomada de una pa-
fuera: si todo lo habíamos perdido, qué agrega-
de una ocasión le vimos asumir como suyo un
de sus soldados, no para darles sepultura, pero sí
changa de la época: “Ají, ají picante”, que pro-
ba el peligro, qué importaba el riesgo. Había un
conflicto de cualquiera de nosotros por el sólo
para honrarlos con cuidados de pañuelos sucios
nunciaba levantando el dedo pulgar de su mano
trasfondo de rencor y de rabia cuya naturaleza
placer de practicar y exhibir sus dotes crudas
limpiando la sangre del rostro y cubrirlos con
izquierda. Creo que es esa pachanga que dice
todavía escapaba a nuestras inteligencias rudi-
de peleador de barrio, y parecía que no había
el bálsamo reconfortante de palabras elogiosas.
“En El Caravana se baila pachanga con doña Jua-
mentarias, y su enceguecimiento, como una fle-
para él otro paraíso distinto al de dos cuerpos
Durante los días siguientes, “El Negro Laguna”
na”. Las muchachas lo adoraban, pero él se ha-
cha lanzada en la oscuridad, atacaba cualquier
cruzándose sudorosos los puños callejeros en el
se pavoneaba con todo su plumaje real extendi-
cía el difícil.
blanco que se moviera. No confiábamos ni en
más estricto respeto de las reglas del deporte de
do y vistoso por las calles del barrio, exhibiendo
Pero “El Negro Laguna” sobrevive en la me-
nuestra propia sombra.
las narices chatas y orejas de coliflor, como de-
como trofeos de guerra los esparadrapos y sutu-
moria colectiva no tanto por sus dones boxísti-
Como sea, quiero es hablar, acaso porque es
cían, en ese entonces incomprensiblemente, los
ras sobre su piel, a sabiendas, orgulloso, de que
cos como por sus excelsas virtudes de bailarín.
un símbolo antonomástico de nuestra condición
locutores costeños que transmitían las peleas por
las muchachas del barrio ya habían conocido sus
Durante noches enteras practicaba sus pasos de
social de aquellos años, de “El Negro Laguna”,
la radio. Sus combates más memorables fueron
gestas heroicas de media noche (admito que sea
baile en los ándenes de “La Veintiséis” siguiendo
222
223
Prólogo Toro Hernán
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
intensa, hasta que llegaba una tanda de bole-
preferida era “A las seis”, de Joe Cuba:
la música que emitían las emisoras populares por
veíamos desde el andén, todos miembros de la
un radio transistor al que le había hecho un adita-
muy distinguida “familia Miranda”, “El Negro La-
mento para pilas grandes con el fin de que durara
guna” ocupaba, por derecho propio, terrenal y
A las seis te voy a ver
lugar para su placer en la noche, y “El Negro
más. El estilo que más dominaba y en el que era
divino el lugar de privilegio: la ventana principal
Pa que bailes la pachanga, mama,
Laguna” los seguía con su paso cadencioso y
un verdadero maestro era el llamado “ganso”: los
de la casa, de donde él se hacía dueño y señor
Pa ti yo traigo malanga rica
su mujer imaginaria aprisionada en sus brazos
brazos muy pegados al cuerpo y los antebrazos
de la mejor vista y la mejor audición de la sala
Pa que goces como es.
fuertes de boxeador cerrero. En uno de aquellos
en diagonal sobre el pecho seguían el ritmo de
de baile. “El Negro Laguna” se engalanaba como
la pieza, mientras que los pies, ágiles y veloces,
para una ceremonia de entrega de los óscares:
A las seis es la cita
boleros, “El Negro Laguna” lloró con la cabeza
asociados a los quiebres de la cadera, dibujaban
sacaba de su armario su viejo pero bien plancha-
No te olvides de ir
puesta encima del hombro de su mujer soñada.
en el aire la melodía; cuando la orquesta toca-
do vestido blanco mil rayas, comprado a crédito
Pa bailar la pachanga
En un entorno de hombres en formación que
ba con ese golpe llamado “a caballo”, “El Negro
donde Alonso Restrepo, para su cita de sábado
Donde estéis, sí, sí, heyyyyy.
no lloraban porque era indigno de la naciente
Laguna” daba esos saltitos con un pie hacia de-
en la noche, calzaba sus zapatos blancos y negro
lante y el otro hacia atrás, cruzándose el uno al
con la efigie repujada de un ancla en la parte su-
Todos repetíamos en coro Donde estéis, sí,
vergüenza, entregado al llanto sin reservas y de-
otro por delante, alternándose, tan típicos de la
perior, y no había pieza musical que no bailara,
sí, heyyyy, aunque no estábamos muy seguros
molido por una pena interior cuya naturaleza
época y tan usados hoy por las parejas caleñas
sin parar, toda la noche, agarrado a los barrotes
de ese “donde estéis”. Como sea, “El Negro La-
nadie quiso explorar. Mientras bailaba bañado
ganadoras en los campeonatos mundiales de sal-
de la ventana, su pareja fiel e incansable, apenas
guna” terminaba de bailarla (Donde estéis, sí,
en lágrimas, cada cual, sorprendido, hizo sus
sa. Horas y horas se la pasaba, emulando con
estimulado por algunos cigarrillos indebidos que
sí, heyyy) con una patadita al aire con la par-
cábalas, apostando por la decepción por tal o
otros bailarines, en plan de pulir su dramaturgia
entre todos circulábamos apenas con discreción
te interna del pie izquierdo, como pegándole
cual muchacha, y no faltó quien creyera que se
espontánea: giros sobre los talones, saltitos en las
(pero con mucha vigilancia, no sea que apare-
con efecto a un balón imaginario, exactamente
estaba afeminando. Pero la verdad la supimos
puntas de los pies, caídas hacia atrás sostenién-
ciera por algún lado imprevisto la jaula, que era
como años después haría el peruano César Cue-
de inmediato, cuando “El Negro Laguna”, tras
dose al final con una mano… En los bailes de
el nombre que recibía el carro de la policía). Los
to cuando, para el América, cobraba tiros libres
finalizar su bolero de tres minutos de dolor, en-
fin de semana, invitan Julián y Graciela, hombres
hermanos Palmieri, Charlie y Eddie, Joe Cuba,
en corto. La rumba, que nunca paraba (entre
tró como una ráfaga de furia a la casa de la fiesta
caneca y diez, damas no pagan, música de La Per-
Pacheco con la Duboney, la Allegre All Stars, Luis
otras cosas porque los DJ de la época habían
y sin protocolo alguno agarró a puñetazos a un
fecta (la orquesta de inmigrantes puertorros del
Ramírez, en fin, las grandes orquestas y músicos
ya institucionalizado los dos pick-ups alternos:
desconcertado adolescente que había cometido
Spanish Harlem, donde nació la salsa, dirigida
de salsa desfilaban bajo sus pies etéreos y sus
apenas terminaba una pieza, arrancaba la otra
la imprudencia de sacar a bailar un bolero, jus-
por Eddie Palmieri) que todos esos muchachos
arabescos alados de danzarín nocturno. Su pieza
sin respiro alguno) se iba haciendo cada vez más
tamente un bolero, a una muchachita esmirria-
224
ros, porque los enamorados también exigían un
momentos en una de esas noches de baile de
condición masculina, lo hizo no obstante sin
225
Prólogo Toro Hernán
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
da que nadie antes había reconocido. “El Negro
Aunque el hincha puede contemplar el milagro,
Laguna”, herido en alguna parte secreta de su
más cómodamente, en la pantalla de la tele,
alma, atenazó a la muchachita por el antebrazo
prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar
y la sacó a la fuerza de la fiesta, y ambos se fue-
donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles,
ron caminito de la noche, hacia una reconcilia-
batiéndose a duelo contra los demonios de turno.
ción de lágrimas, perdones y promesas.
Eduardo Galeano
Pero, en general, las rumbas no terminaban así, va de suyo. Se prolongaban por horas bajo
D
la autoridad irrecusable de “El Negro Laguna”,
e todos los recuerdos de infancia, creo que
juez severo y vigilante desde su ventana de pri-
sólo unos cuantos, a lo sumo dos o tres, per-
mer tendido, prima donna de esta coreografía
duran: cuándo aprendimos a leer, en qué instan-
Noche roja en la manzana verde
de andén de barrio. Pero como todo está condenado a morir, la rumba no era la excepción: los organizadores, hacia las 4 de la madrugada, ponían a sonar el Himno Nacional, que era la
te dimos nuestro primer beso y cómo fue que nos convertimos en hinchas del equipo de fútbol que late entre nuestras más altas pasiones. El miércoles 19 de diciembre de 1979 yo te-
Por Hernando Urriago Benítez
señal inequívoca de que el baile había termi-
nía cinco años cumplidos. Oscilaba, como todo
nado, y todos los fantasmas desfilábamos hacia
niño de mi edad, entre las aventuras del Capitán
nuestra respectiva soledad, resplandeciendo
Centella, El Chavo del 8 y los primeros números
bajo la luz irregular de las farolas nocturnas. Ahí
y las primeras letras del 1° de primaria. Tenía una
va “El Negro Laguna” caminando de lado por
máquina fotográfica Kodak y me divertía mucho
“La Veintiséis” abajo.
disparándoles con una pistola de fulminantes a mis primos, mientras que en las calles andaba fresca la leyenda del Monstruo de los Mangones, al que imaginábamos desolando los potreros de barrios como El Guabal y La Selva, al sur-oriente de una ciudad que gozaba aún del esplendor 226
227
Prólogo Urriago Benítez Hernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
de los Juegos Panamericanos de 1971 y que, sin
Entre tanto, mi padre y mi madre guardan si-
miembros de la junta directiva del equipo lleva-
mando Moncada Campuzano y de Joaquín Ma-
que muchos lo supiéramos, se aprestaba a caer
lencio. Años después fui consciente del contras-
ron a “Garabato” hasta la gramilla del Pascual
rino López, y que completaba su escasa cultura
de bruces, como novia boba, ante los señores in-
te entre la euforia del televisor y el semi-luto de
Guerrero y le conminaron a firmar un documen-
futbolera con la lectura de las crónicas deporti-
visibles de pechos enchapados en oro y fachadas
sus rostros. Mi papá y, por solidaridad de tálamo,
to en el cual se decía que la maldición quedaba
vas de los periódicos locales. Aunque guardaba
de yeso al más burdo estilo greco-vallecaucano.
mi mamá habían visto el partido a salto de mata,
levantada, protagonizando uno de los episodios
cierta imparcialidad en los triunfos de uno u otro
Algunos recuerdos de infancia -asaltar con bene-
pero jamás participarían de semejante jolgorio
de brujería y cábala que tanto abundan en el fút-
equipo de la ciudad, confesaba deberle tributo
volencia a los borrachos en la tienda para que
reservado para la hinchada del América, cuyo
bol (el pobre viejo murió en enero de 2008, po-
al Deportivo Cali, del que se hizo hincha en los
nos dieran billetes de 5 pesos, correr en busca
equipo acababa de derrotar al Unión Magdalena
bre y rencoroso, en uno de los ancianatos de la
años 60, después de que desapareciera el Boca
de los timbres de todas las casas o elevar come-
y tras ello celebraba su primera estrella del Tor-
ciudad). En fin, era ese América de grandes fintas
Juniors en 1957. Ante la orfandad de quedarse
tas cada vez que la luz de agosto pegaba en las
neo Profesional del fútbol colombiano.
y filigranas en la hierba y de catastróficas jornadas
sin equipo, muchos hinchas de este prefirieron
que dieron pie a la vieja sentencia: “El América
irse a las toldas del Cali, con la convicción de que
ventanas- permanecen, titilan como pequeñas luces al final de un camino que siempre conver-
Era más que justo, pensaría yo tiempo des-
juega como nunca y pierde como siempre”. Pero
América era un equipo de negros, de obreros re-
ge hacia el máximo recuerdo: el miércoles 19 de
pués: 50 años de espera, luego de que los padres
todo esto lo supe más tarde a través de suple-
cién llegados del norte del Cauca y de maleantes
diciembre de 1979.
fundadores del rojo jugaran su primer partido
mentos deportivos y de la Revista del América,
sin otro futuro que deambular por cafetines de
Casi todas las imágenes que retengo en la me-
el domingo 13 de febrero de 1927 enfrentando
en la que escribían Mario Posso, Álvaro Bejarano,
mala muerte después de que sus patrones, blan-
moria de aquel día, que para mí fue una sola no-
amistosamente a una selección de Hermanos
Alfonso Bonilla Aragón, Umberto Valverde y otras
cos y caleños, los explotaban en fábricas de tex-
che larga, son en blanco y negro: el televisor Zeni-
Maristas, ante quienes decidieron empatar 3-3
reconocidas plumas afectas al equipo. Porque mi
tiles y en empresas de transporte. Sin embargo,
th encendido con sus cuatro patas, sus dos perillas
para no perder ni la cerveza ni la comida que les
padre se ocupaba de sus cuentas y de los me-
conciliador como siempre, mi padre solía beber
y su pantalla oval mostrando el estadio Pascual
habían ofrecido. Ese mismo cuadro escarlata que
nesteres propios de un hombre al que más bien
sin exceso con los amigos que divergían de opi-
Guerrero abarrotado, casi hasta caerse; la grama
lidiaría toda su vida con el sapo enterrado de la
apasionaban la tertulia, algunos pocos buenos li-
nión respecto a la defensa del rojo o del verde, y
inundada de gente que corre para uno y otro lado,
“Maldición de Garabato”, sobrenombre de Ben-
bros y unos cuantos toreros que iba a ver cada di-
hasta recibió de buen agrado la boleta de cortesía
como esperando la redención de un dios pagano,
jamín Urrea, quien a raíz de la falta de pago por
ciembre con mi mamá al tendido Sol de la Plaza
que alguien debió regalarle para ingresar al parti-
y once hombres tratando de elevarle un trofeo a
sus servicios como futbolista maldijo al equipo
de Cañaveralejo.
do final América-Unión Magdalena de ese 19 de
ese dios, al tiempo que intentan respirar entre una
sosteniendo con fuerza una botella de aguardien-
Jamás le oí decir “Me voy al estadio”; era más
multitud frenética que parecía quererse salir de la
te y pidiéndole al diablo que jamás le ofrendara
bien un hincha de radio que disfrutaba de las
Era una entrada azul de 350 pesos para Occi-
pantalla y entrar a la sala de mi casa.
estrella alguna al América; no obstante, en 1978,
narraciones y los comentarios deportivos de Ar-
dental Segundo Piso con la imagen del presidente
228
diciembre.
229
Prólogo Urriago Benítez Hernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
del equipo, José “Pepino” Sangiovani, y la leyen-
perdiendo la final con Boca Juniors de Argenti-
con una calcomanía del Gauchito -mascota del
rato había hecho las paces con el diablo en algún
da deseándole una feliz navidad y un venturoso
na, y que con cinco estrellas en su escudo era la
Mundial de 1978- en su armario como único
bar de la ciudad. Sólo escucho que Perdone don
año 1980 a toda “la ferviente afición escarlata”.
“Tocata Verde” de Zape, Ángel María Torres, “El
testimonio de su escasa cercanía al fútbol, y la
Hernando pero es que ganamos, ganamos, y Dale
Mi padre la guardó en su baúl de comerciante
Maestrico” Arboleda, Diego Umaña, Willington
jauría americana, compuesta por dos vecinos,
Rojo Dale, para luego verme alzado y saliendo a
fracasado hasta que el papel vino a mi encuen-
Ortiz y “El Tigre” Benítez. El onceno azucarero,
don Adolfo Díaz y doña Marlene Grajales, y unos
hombros de mi cuadra como un pequeño y feliz
tro. Del billete preservo casi todo, menos la coli-
dueño de una hinchada dedicada a alimentar el
cuantos amigos, los únicos americanos de la cua-
torero en un ritual goyesco.
lla de entrada, que arranqué hacia 1986, cuando
insano comentario: “Lo bueno de que América
dra por llegar hasta los predios de la manzana
La mancha roja alcanzó con rapidez la auto-
compartía mis cuitas escarlatas con amigos cinco
juegue es que ese día podemos dejar las casas
verde. Hasta la sala de su casa, donde todo es
pista Sur-Oriental con calle 13. Por ahí pasaría la
centímetros más altos que yo y pagaba 150 pesos
abiertas porque todos los maleantes de Cali están
sospecha y silencio preocupados.
gran caravana que escoltaría al equipo, monta-
por entrar a Oriental Primer Piso. Quizá arranqué
en el estadio”.
En su “Bagatela de la infancia”, el ensayista
do sobre un carro de bomberos que lo recogió
esa colilla para darle a entender al tiempo que yo
La prudencia de mi padre, imagino ahora,
Hernando Téllez dice que el niño es el único que
en el estadio para salir a avivar un fuego que se
había estado también ese día en la silla N° 026 de
guardaba cierta desazón también, porque a pesar
en su instante de niñez no se da cuenta de que es
extendería por toda la ciudad durante cinco días
la Fila 18 del estadio sanfernandino. Moralmen-
de que la cuadra se hallaba en un mutismo casi
feliz. A esto podemos sumarle que el niño es lo
de fiesta y farra interminables. Inusitadamente,
te, como diría cualquier argentino, pero había
doloroso, tres barrios arriba, Colseguros, Bretaña
que el adulto recuerda y que por eso un adulto sin
carros, algunas motos, mucha gente a pie, en yi-
estado al fin y al cabo.
y Alameda, en los límites y a la redonda del Pas-
memoria de niño es como un baile sin música. Sea
nes y con atuendos rojos se sumaron a la jauría,
Sigo viendo a mi padre con su prudencia fren-
cual Guerrero, la barriada del Obrero, Junín, San-
como sea, lo cierto es que yo me veo ahora escu-
y la “euforia colectiva”, de la que años más tarde
te al televisor, siempre encendido, a la espera,
ta Elena, Periquillo, El Rodeo y de la emergente
chando los gritos de los hinchas americanos pro-
escribiera Umberto Valverde, se quedó grabada
como todos en esa cuadra del barrio Santa Clara,
Agua Blanca, rugía como un león hambriento en
venientes del estadio, con banderas rojas como
en mi memoria: cientos, miles de rostros gritan-
en Cali, de la llegada de los pocos americanos
busca de más y más hinchada con qué saciar su
emblemas imponentes de esa noche en blanco
do, aturdidos, ebrios, llorosos; mechas rojas de
que vivían en ella y que habían ido al Pascual
sed de gloria. Y en los ojos de mi padre puedo
y negro, y los mismos hinchas pidiéndole permi-
celador de carro y de taxista y banderas hechas
desde el mediodía o, incluso, desde la noche an-
ver ahora cierta preocupación: su pequeño hijo
so a don Hernando, mi padre, para sacarme del
en dacrón y dulceabrigos sobre niños como yo,
terior. La cuadra, como la manzana entera, que
aferrado al televisor, absorto por vez primera ante
antejardín de nuestra casa y ponerme a hombros
igualmente a hombros de padres, tíos o vecinos
limitaba con la galería Santa Elena, al sur, y el
el ir y venir de la pelota entre veintidós piernas,
de gigantes, los únicos gigantes reales que conocí
de cuadra, mirando atónitos la llegada de once
hotel La Luna, al norte, era insignia de caleños
rumbo a una malla que el rojo ha inflado dos ve-
en mi vida. Ahora el rostro de mi padre se diluye
super-héroes sobre una carroza con escalera al
torcedores del Deportivo Cali, que un año antes
ces hasta pedir como suyo ese trofeo; su peque-
entre trapos rojos y canecas de aguardiente blan-
cielo, escuchando “Pascutini; Cañón; Qué viva
había sido sub-campeón de Copa Libertadores
ño infante sin trazas de equipo en los glóbulos,
didas a ese dios que nunca aterrizó porque hacía
Ochoa; Gracias, Lugo”, como si al mismo tiempo
230
231
Prólogo Urriago Benítez Hernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
U
fueran embajadores celestes de ese dios pagano
drugada del jueves 20 de diciembre. Jamás se dijo
que no cabía en la manzana verde, ahora man-
que hubiera habido muertos esa noche en Cali,
chada de rojo. Desde entonces la afición america-
pero sí fue comentado que mucha gente salió de
na hizo como suyo el disco “Aquel 19”, que canta
su cuadra a celebrar y terminó dos días más tarde
mi buena taza de aguapanela caliente con pan,
Alberto Beltrán cada tanto en los bares de San Ni-
en casas ajenas de barrios lejanos, ya en las pos-
descubrí con estupor que estaban tumbando a
colás y del Parque Alameda, justo cuando el rojo
trimerías de la Nochebuena y de la Feria de Cali.
pedazos el teatro Rialto. Me quedé petrificado y
sale del estadio alentado por una muchedumbre
Mientras los vecinos inundan mi casa, yo al-
empecé a llorar. Por primera vez conocí el dolor
Cuando salía para la escuela, con el male-
tín de cuero sobre mi espalda, después de tomar
canzo a recibir dos aguardientes, sin acordarme
fatalmente entregada al hervor de la violencia.
n lunes fue el día más cruel de mi infancia.
porque algo dentro de mí empezaba a morir.
Asistía, sin mucha conciencia de ello, a mi co-
del cuaderno de Matemáticas con la plana de los
El Rialto era nuestro mundo de ilusiones. Le
ronación como hincha del América, pero también
números del 1 al 100 todavía irresuelta. Titila una
decíamos “La nevera” porque no tenía techo, o
sabría de una buena vez el sentido de la palabra
última imagen en color de esa noche blanquine-
mejor dicho, apenas contaba con una enramada
“tolerancia”. Tras la euforia di curso a mi viaje
gra: por obra y gracia del diablo rojo, esa noche
de pasión y de dolor por un equipo que desde
el Sagrado Corazón de Jesús que colgaba en una
entonces se convirtió en el segundo mejor del
pared de mi sala, con ese manto sagrado y esa
continente, que todo lo ganaba, excepto la Copa
víscera escarlata, también fue americano.
Libertadores, extraviada en los anaqueles de la
La carrera Octava del barrio Obrero
que ostentaba el nombre de Preferencia y el resto era al aire libre, el telón era la pared pintada de blanco y las sillas eran largas bancas de madera que resistían la lluvia y el sol. Antes de las pelícu-
Por Umberto Valverde
las oíamos un concierto de boleros y guarachas,
nada durante tres finales consecutivas. Y a la lle-
aprendimos a distinguir las voces de Daniel San-
gada a mi casa, esa noche travestida en madruga-
tos, Bienvenido Granda, Celia Cruz, los mambos
da, mi padre se encargó de escribir en mi razón
de Pérez Prado, las plenas de Cortijo y los sones
la palabra “tolerancia” con un gesto grandioso: la
del Trío Matamoros.
sala había sido despejada de televisor, muebles y
El Rialto quedaba en la carrera Octava con ca-
comedor, pero sólo el tocadiscos reinaba con la
lle 2l. Estaba en el límite del barrio San Nicolás y
música de Óscar de León y del Cuarteto Impe-
el barrio Obrero porque la frontera exacta era la
rial, anfitriones de los gritos, las banderas y el goce
Octava. Mi casa estaba hacia la 20, pero en la
americano, que entran de golpe a la sala donde el
margen del Obrero. El sitio de encuentro de los
Blanco del Valle bailaría hasta más allá de la ma-
amigos era el teatro, o en la tiendecita de la es232
233
Prólogo Valverde Umberto
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
quina, donde los Domínguez, conocidos por su
los mayores llevaban barras de hierro y abrían las
en Perdida, al lado de Agustín Lara, el caricorta-
Cada palabra que escuchábamos íbamos a bus-
afición al ciclismo, vendían un kumis que quitaba
rejas de la puerta, por donde nos deslizábamos;
do, el ídolo de mi padre. En una de esas películas
carla en el diccionario para entender su signifi-
los dolores de cabeza.
en un tiempo, en Semana Santa, nos hicimos ven-
vimos a un Daniel Santos delgadito, y la Sonora
cado. Mi primer encuentro con una niña ocurrió
Nacimos y nos criamos en la calle. Viejas calles
dedores de fresco y cucuruchos de maní. Fue así
Matancera cuando tocaba Lino Frías, “Manteca”
para una velada de la escuela Mariano Ramos.
de mi barrio donde di mis primeros pasos. Nunca
como me tocó ver quince veces Santa Teresita de
y Pedro Knight. Oíamos a Pedro Vargas y Ortiz
Trajeron una muchachita rubia, de trenzas, ves-
conocimos otro mundo: la Octava era todo para
Jesús hasta aprendérmela de memoria. Otros se
Tirado. También a “Tin Tán” que se jalaba sus bo-
tida de virgen para participar en el acto, y antes
nosotros. En estas calles inventamos los prime-
subían a los árboles de la 2l y veían las películas
lerazos y nos encantaba con sus pintas de pachu-
de que me viera me escondí debajo de la cama.
ros juegos y compartimos la vida con los amigos.
desde las ramas, con el peligro de caer y quebrar-
co. “Resortes” era el gran bailarín del mambo. Por
Sentí miedo y pena de mirarla a los ojos.
Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo.
se una pierna. Esto también se acabó porque les
entonces en el barrio se impuso la moda del pan-
Lo más escandaloso entre nosotros fue cuando
Desde niños éramos los reyes del barrio, protegi-
dio por llevar chuspas de papel que llenaban con
talón con bota estrecha, colores zapotes y anaran-
por toda la cuadra se supo que el hijo del Carni-
dos por la gallada de los grandes. Nadie se metía
orines y las tiraban dentro del teatro provocando
jados, camisas de flores, unos sacos larguísimos
cero, el luchador, jugaba todas las tardes con su
con nosotros y nosotros nos metíamos con quien
los madrazos de la gente. La policía llegaba en sus
que daban a la rodilla y el cuello de la camisa por
vecinito al juego de papá y mama, y, claro, “El
nos daba la gana.
jaulas y se llevaba a más de uno.
fuera, el prense bien arriba y las correítas que ni
Carnicerito” era el papá que tenia derecho a ba-
se veían.
jarle los pantaloncitos. Por un tiempo no se ha-
No recuerdo con exactitud cuando empecé a ir a cine. Fue mucho antes de saber leer. La boleta
Me aprendí todas las canciones de Luis y An-
Cuando tenía nueve años vi por primera vez
bló más hasta que Alberto, el hijo del luchador,
costaba treinta centavos pero casi nunca pagába-
tonio Aguilar. Era el “Águila Negra” y los huapan-
mujeres desnudas en el cine: presentaron Que
reincidió en sus andanzas con otros peladitos de
mos. El precio subía cada vez que estrenaban una
gos de Miguel Aceves Mejía, que a veces gemía,
bravas son las costeñas y nos coleamos aunque
la 21 en un carro abandonado que servía de es-
película de Cantinflas. Cuando llegaron A volar jo-
y conocí el miedo con el monstruo de la Laguna
tenía censura de 21 años. Todo el barrio se es-
condedero.
ven y El portero, el teatro se llenó de bote en bote.
Negra. Los actores preferidos eran James Cagney,
candalizó con las escenas fuertes y llamaron a la
De repente, en la esquina del teatro Rialto un
Había muchas formas para entrar sin pagar:
quien siempre interpretaba a los malos, y Hum-
policía. Cuando fueron a revisar nos escondimos
costeño, alto y flaco, se paraba dejando ver que
en los primeros años porque éramos tan chiquitos
phrey Bogart, quien hablaba con el cigarrillo en
debajo de las sillas. El cuento era que las mucha-
parecía cargar un bolillo de policía por debajo del
que entrábamos con una persona mayor; después,
la boca.
chas estaban en un yate, salían corriendo y se tira-
pantalón. Alguien nos dijo: “No es un bolillo, es
ban al mar. No duraba casi nada pero a esa edad
la cosa que tiene y tiene que amarrársela”. Natu-
nos parecía una eternidad.
ralmente, causaba curiosidad y temor. Nadie se le
fue el imperio de “El Carnicero”, un luchador que
El cine que más nos gustaba era el de las rum-
pesaba más de cien kilos, vecino nuestro, que car-
beras mexicanas. Preferíamos a María Antonieta
gaba al portero mientras todos nos escurríamos
Pons por ese cuerpote que tenía, aunque “Tongo-
El sexo lo empezamos a descubrir en las con-
por debajo del administrador; en otras ocasiones,
lele” se movía mejor. Ninón Sevilla nos conquistó
versaciones que lográbamos oír de los mayores.
234
arrimaba ni le dirigía la palabra, aunque él trataba de hacer amigos. 235
Prólogo Valverde Umberto
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Pedro Infante era el ídolo de la radio: “Sembré una flor” se escuchaba hasta en la sopa. Yo se
sobre sus piernas, alcancé a ver y tocar uno de sus
madre comentó que era por miedo porque llevá-
de la noche no me perdía la serie radial de Chan
senos llenos de pecas. Eso fue deslumbrante.
bamos l7 años y no quería dar pie a una deman-
Li Po, el detective de la mucha paciencia.
la cantaba a Vilma, la hermana de los González,
Las noches que no entrábamos al Rialto nos
da. Con tristeza, tuvimos que hacer el trasteo en
Pasamos una temporada donde Alfredo, un
porque era linda y creía que era mi novia. No sé
dedicábamos a jugar fútbol, apostábamos carre-
un camión para una casa en el barrio La Flores-
sobrino de mi madre, arrinconados en un cuarto,
si Vilma se dio cuenta de mi amor por ella. Nunca
ras de resistencia a la vuelta a la manzana y co-
ta. Dejar la Octava era abandonar esos primeros
mientras encontrábamos una casa mejor. Los bo-
me le declaré ni le di un beso. Nos sentábamos en
rríamos en patineta. El cine casi me convierte en
años de mi infancia.
leros de Virginia López nos amenizaba el encie-
el andén de su casa y casi ni hablábamos. Las dos
inventor: para sorpresa de mis padres y de mis
Salir del barrio Obrero fue todo un cambio
rro. Fuimos a vivir a Guayaquil, frente a la Escuela
familias fuimos a una fiesta que se realizaba en un
amigos inventé una máquina de cine con rodillos
en mi vida. La carrera Octava era el mundo que
de Artes. Ahí nos tocó la noticia de la muerte del
barrio que empezaba a construirse llamado Cris-
de madera. Pegué las historietas de Tarzán que
yo conocía. Cali era una calle y no importaba lo
Papa Juan XXIII. Por esta época mi madre mante-
tóbal Colón. Me atreví a bailar con ella un bolero
salían dominicalmente en el periódico El Tiempo
demás. Por la Octava era el paso obligado del
nía la casa y sólo contaba con una pequeña ayuda
en la sala, frente a la ventana que daba a la calle,
y cobraba cinco centavos por la pasada de cada
aeropuerto viejo, a unos cuantos kilómetros de
de Carlos, que había conseguido un trabajo en la
y sin que nadie nos acompañara. La abuela de
aventura.
Juanchito y de las instalaciones de Guabito. Por
Liga de Fútbol, que me permitía tener pases para
Vilma, doña Carmen, tenía en su cuarto un altar
La única que iba al cine todos los días de su
ahí entraban los ciclistas, con Ramón Hoyos a la
todos los partidos aficionados de los sábados. Eran
con fotos de Pedro Infante y cuando ocurrió el
vida hasta que murió fue doña Sara, la judía soli-
cabeza, y el equipo guardándole las espaldas, Ho-
los tiempos de la Selección de Jorge Orth, con In-
accidente salió como loca llorando y diciéndole a
taria que llegaba de primera con su cojín de seda.
norio Rúa, el “Negro” Mesa y Francisco Luis Otál-
gelman Benítez, el arquero más volador que he
los de la cuadra:
Tenía dos perros pequineses que según las malas
varo. Sin mi antigua calle me sentí desamparado.
visto, Abadía y “Muelón” Sánchez en la defensa,
lenguas estaban amaestrados para completarle la
La Floresta nos parecía lejísimos y teníamos que
“Tabaco” Escobar y Daguía Sinisterra en el medio
felicidad.
coger bus para ir al centro. Nos cambiamos para
campo y adelante con Marino Klinger, “Maravilla”
“Se me murió, se me murió”. Todos pensaron que era su hija, la mamá de
El Rialto, en nuestra más lejana infancia, era el
el Junín, un barrio que apenas nacía pero los zan-
Gamboa y “ Cóndor” Valencia. Ese equipo puso a
Vilma, simplemente se trataba de Pedro Infan-
templo de un mundo mejor. Ese lunes, bien tem-
cudos nos sacaron corriendo. Mis recuerdos son
sufrir al River Plate de Sívori y Rossi en un históri-
te, el actor mexicano que rivalizaba con Jorge
prano, cuando salíamos para la escuela, descu-
pocos: el parto múltiple de Kyra, la perrita que
co empate a dos. Los domingos íbamos al estadio
Negrete en su fama continental gracias al cine
brimos que el templo se empezaba a caer piedra
nos acompañaba por varios años. Lamía y limpia-
a ver jugar al América, porque Boca Junior se li-
mexicano.
sobre piedra.
ba a sus perros pero insólitamente se comió uno.
quidó por problemas económicos y el Deportivo
Alberto, hermano de Vilma, nos reveló que su
Para completar, don Félix, el dueño de la casa
Nadie se le podía acercar y gruñía a menudo. En
Cali reapareció en l959, a instancias de un grupo
tía tenía una casa de citas. Gloria, su prima, vaci-
donde siempre habíamos vivido, le pidió a mi
las noches jugaba a ser arquero: me había hecho
de comerciantes judíos y sectores de la burguesía
laba con mi hermano Carlos, y una vez me sentó
papá desocupar sin dar explicación alguna. Mi
unas rodilleras y volaba de palo a palo. A las ocho
local. América, con el diablo en el pecho, se con-
236
237
Prólogo Valverde Umberto
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
virtió en mi pasión. No importaba que perdiera.
atendía el llamado de mis padres y aun de mis
se entraban a sus casas y en las esquinas sólo per-
mis padres, cogimos un taxi para ir al Gimnasio
Recuerdo a Pachequito, “Huequitos” Cuadros,
vecinos. Me armaba de un palo de escoba y las
manecían los adolescentes que habían comprado
Olímpico, que quedaba a un lado del estadio
Viáfara y “Shinola” Aragón. También fue memo-
perseguía hasta destrozarlas.
su caneca de aguardiente para descubrir la prime-
Pascual Guerrero. Íbamos a ver a la orquesta
rable el partido contra el Real Madrid, de España,
En ese diciembre volvió la felicidad y la fies-
ra borrachera. Al otro día, tremenda soledad, el
de Dámaso Pérez Prado, el creador del mambo,
que venía con Di’ Stefano, Puskas, Gento y el ar-
ta. La noche de alegría venían acompañados de
sol picante azotaba las cabezas resentidas por un
chiquitico y con su bastón, con ese grito que lo
quero Domínguez. América le metió dos goles en
villancicos que sonaban por doquier el 7 de di-
guayabo mortal. Concluía el día y surgía el abu-
caracterizaba, y después cantó Carlos “Argenti-
el primer tiempo. No importó que Real Madrid
ciembre, el día de las velas. La tradición obliga-
rrimiento de saber que al otro día regresaban las
no” Torres, secundado por la orquesta de Pacho
nos hiciera cinco en el segundo.
ba a colocar hileras de velas por el ánden que le
clases, pero quedaba la esperanza que en una se-
Galán, que se había hecho famoso por el me-
Por fin, de vuelta en vuelta, regresamos al ba-
correspondía a la fachada de cada casa, los de
mana vendrían las vacaciones de final de año. Mi
recumbé. El cantante de la Sonora Matancera
rrio Obrero. Nos pasamos a una casita en la es-
más platica se ufanaban con faroles y unos cuan-
madre anunciaba la preparación del desamarga-
interpretó un tema que estaba de moda: “…que
quina de la Once bis con 22, al frente de uno de
tos con bombillos eléctricos. Diciembre era luz y
do, el manjar blanco, las hojaldras y las brevas dul-
buena que está la mama, que buena que está la
los bares más tradicionales del sector: “La Esquina
estallaba la pólvora, las papeletas y los volcanes.
ces y a cada uno le prometió sus regalos. En este
hija, yo me quedo con la mama, yo me quedo
del Movimiento”, donde sonaba la Sonora Ma-
La costumbre ordenaba a los muchachos a reunir-
diciembre, en un almacén del centro escogí un
con la hija”.
tancera. Los sábados se llenaba desde temprano
se en la esquina, a caminar hasta el parque, y las
vestido entero, el primero que me estrenaba, de
y Alfonso, un amigo de Hugo, mi hermano, bebía
muchachas también iban en grupo y se cruzaban
color habano. En ese año se iniciaron las Ferias
sabajón, ese trago de color amarillo. Otro de los
miradas seductoras con esos adolescentes ansio-
de Cali. Se bailaba en las calles, en los parques,
habituales del bar era “Shinola” Aragón, el pun-
sos de mujer. Ellas mandaban razones mientras los
en las casetas y en las casas.
tero izquierdo de América. Nos acostábamos y al
muchachos se ponían de acuerdo en hacerse los
El primero de enero, mientras en “La Esqui-
nías con el capítulo tercero de Celia Cruz: Reina
otro día, en la belleza de la mañana del domingo,
arrogantes hasta que se iban a sus casas. De ahí en
na del Movimiento” se escuchaba un bolero de
Rumba (1981). Es el barrio Obrero de Cali que
la misma gente seguía en el bar. Alfonso seguía tan
adelante los muchachos caminaban por la calle 23
Celio González que habla de la navidad, de un
sólo existe en mi memoria porque lo que hoy so-
fresco, por lo menos así me parecía, y se convirtió
apagando las velas y llevándoselas para hacer una
año más que se va, de la novia muerta, un extra
brevive es una zona deteriorada y destruida por
en uno de mis héroes.
bola y el que al final de la noche la tuviera más
detuvo la música para informar que Fidel Castro
cuanto el uso fundamental ya no es la vivienda
En esa casa, quizá por un problema de alcan-
grande era el más verraco de todos. Los siete de
y sus rebeldes habían llegado a La Habana, y
de lo que fue un barrio de artesanos, que tiene
tarillado, había mucha rata. Me convertí en el
diciembre nunca llovía y el cielo era azul, lleno de
el dictador Batista había huido sin destino co-
el mérito de ser el que acogió la música cubana
especialista en matarlas. Apenas aparecía una mi
estrellas y una luna grande. El bullicio disminuía
nocido. Ese primero de enero, con el vestido
y permitió construir esa memoria y sabiduría de
nombre se convertía en grito de batalla y solícito
en su volumen, las velas se apagaban, los mayores
habano que me estrenaba, acompañado por
una ciudad sobre la música antillana convirtién-
238
CODA Este es el octavo capítulo de mi novela Quítate de la vía Perico (2001) y tiene muchas cerca-
239
Prólogo Valverde Umberto
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
La fundación de un barrio
dose en protagonista hasta llamarse “Capital de la Salsa”.
C
Es el verdadero inicio de una literatura sobre
uando mis padres anunciaron que nos tras-
una geografía urbana: esquinas, calles, cuadras
ladábamos al lejano sur, los vecinos de la ca-
y manzanas. Nací dentro de la música, es por
rrera 14A, al frente del teatro Alameda, nos despi-
eso que cada recuerdo o rostro está ligado a una
dieron con muchas recomendaciones debido a lo
canción. Es bolero, guaracha o mambo. Es piano,
agreste y peligroso del sitio que habíamos escogido
timbales o trompetas. Es un bar como “Cangre-
para trastearnos, a esas casas tan pequeñas que en
jos”, “Nápoles”, de la carrera Diez, o el “Séptimo
una desperezada se corría el riesgo de salirse por
Cielo”. Con el paso del tiempo, la ciudad ya no
la ventana. Saber que ahora, tantos años después,
existe, sólo nos queda la música. Es la única geo-
Champagnat es un barrio casi central y sus casas
Cantarrana, más que una cancha
grafía que podemos narrar. Es un leviatán que lleva la música adentro, como lo escribió Guillermo Cabrera Infante.
son apreciadas por lo espaciosas (las que quedan en pie en medio del auge comercial que se apoderó de este sector). Nuestra nueva casa estaba ubicada en la última manzana de Cali por esa vía,
Por Fernando Vidal Medina
era el terminal de los buses Verde San Fernando, allí quedaba el control de despachos, corría el año 56 y estábamos a dos meses de la explosión del 7 de agosto que conmovió los cimientos de la villa que quería ser ciudad. Era como una fundación, las ciénagas de la hacienda de Pasoancho habían sido loteadas para construir una urbanización, la novedad, un barrio que emergía en los terrenos campestres, adornados de cagajón y boñiga, con matas enormes de higuerrilla, con sus pepas que servían para jugar
240
241
Prólogo Vidal Medina Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
y los charcos dejados por los aguaceros preñados
detalles y confidencias de ese mundo secreto de
identificábamos los metederos de las ranas que
de vida o muerte, entre los dos equipos, el de la
de renacuajos que mutarían en manadas de ranas,
los preparadores y sus trucos, estábamos más cer-
crecían en esos pantanos, y conocíamos a las que
cuadra contra los de enfrente, la tensión se estira-
que por las noches cantarían en coros estereofóni-
quita de los acontecimientos, les llevábamos algu-
animaban las noches con su croar, acompasando
ba, nadie lo podía interrumpir y siempre apare-
cos hasta conquistarse el nombre de “Cantarrana”.
na delantera a nuestros invitados. En el hipódro-
las risotadas y los altercados de los vecinos y las ju-
cía una olla de limonada de alguna casa vecina, o
Realmente no vivíamos en una manzana a la
mo se prolongaba cierta carencia de vecinos por
garretas infantiles. Se podía deambular libremente,
se hacía un descanso para que cada cual fuera a
que se le pudiera dar la vuelta, era una manza-
la parte de atrás, lo mejor es decir que ellos eran
sin tantos cuidados, por los vericuetos de nuestros
rebuscarse el refresco y retornara a la cancha de
na incompleta, pues la espalda de la casa era el
los vecinos con los que nos relacionábamos, unos
fantásticos viajes, visitar mapas de otros mundos,
fútbol para la revancha; como siempre alguno per-
hipódromo de San Fernando, un lugar de paseo
vecinos eventuales que residían en otros lugares.
los del juego espontáneo que tanto se cohíbe a
día, había de donde echar mano para un motivo
dominical, a las afueras del casco urbano, el sitio
Nuestra manzana se completaba con la cuadra
los infantes de ahora, a los que hay que recrear.
de desquite. Por eso los partidos eran intermina-
privilegiado para las apuestas de caballos, carreras
del frente, que nunca se construyó y se convirtió
Nos perdíamos en esos matorrales, jugando a las
bles, una deuda quedaba pendiente para jugarse
que podíamos ver los domingos y festivos sin salir
en la cancha de Cantarrana, el sitio del encuentro
escondidas, a cojín de guerra, al quemado, a la
otra herradura, o cobros desde el tiro penalty en
de la casa. Subirse a la tapia trasera, en la escalera
y el movimiento, por la que pasaba mucha de la
comitiva, a que te cojo ratón, a ¿Hay huevos?, a la
equipos. Y ni se diga cuando la selección de los
que mi padre había armado especialmente para
actividad social del barrio y, sobre todo, por don-
rayuela. Eran épocas en las que no se pagaba para
mejores de Cantarrana se enfrentaba a algún equi-
la ocasión o al muro del baño al aire libre, era un
de pasaba la actividad deportiva y seductora de
entretenernos, nosotros sabíamos entretenernos,
po contratado en otra zona, posiblemente en un
programa familiar, venían los primos y las primas
los pelados. La gallada de los de Cantarrana, los
coger pececitos cupis en los riachuelos que caían
agite nocturno se habían retado o se había cazado
que todavía habitaban en el centro, y unos cuan-
grandes, los del medio y los pequeños, si un chi-
al río Cañaveralejo, embotellarlos en su propia
una apuesta por la supremacía, el fútbol dirimía
tos compañeros del colegio que les encantaba dis-
co se descuidaba, se la montaban y lo ponían a
agua y exhibirlos en algún sitio de la casa como
toda contienda. Cuando los enemigos eran de otro
frutar las competencias hípicas. Algunas veces el
hacer mandados. El crecimiento hacia el sur fue
trofeos, al que más lograra preservarlos. “¿Llegará
lado, ahí sí no había ninguna rivalidad, los riva-
partidor automático se parqueaba al frente de no-
ocupando las fincas y haciendas que topaba en
el día en que se le niegue un vaso de agua al pró-
les eran los otros, los de afuera, y todos hacíamos
sotros y hasta los jinetes escuchaban las preferen-
su camino, las tierras fangosas y los pastizales para
jimo, o se lo vendan?”, se preguntaba la abuela
fuerzas por los muchachos grandes que nos repre-
cias de los apostadores, apostábamos por el placer
la crianza de las bestias, como se llamaban a las
cada que le recordaban que el agua del tanque del
sentaban: Titulo, el Pecas, los Henao, sobre todo
de ganar y... de perder, nos habíamos convertido
vacas y los caballos, se fueron extinguiendo. Los
lavaplatos no se puede dejar chorreando, a ella
Piruncho, que era el único de nuestra generación
en unos expertos en la especulación de los por-
terrenos del Cedro se juntaron con los de Pasoan-
que era joven con una hija, cuando la guerra de
al que dejaban jugar con ellos. Mis primos Rey-
menores de las competencias. Contábamos con
cho, en una gran zona que recorríamos, niños y ni-
los Mil Días, empezando el siglo veinte, estaba en
naldo y Alberto arribaban desde la mañana, en las
la ventaja de asomarnos entre semana, cuando se
ñas recogiendo pececitos cupis o renacuajos que
pleno furor.
vacaciones, con su termo de jugo de naranja con
podía, para ver los entrenamientos, para averiguar
embotellábamos para soltar en los patios, mientras 242
zanahoria para reforzar el equipo de la cuadra.
Eso sí, cuando se estaba disputando un partido 243
Prólogo Vidal Medina Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Cuando nos pasamos, las casas del Instituto de
evitar que el ripio tapara los anjeos que cubrían
da. Se entregaba a cambio otro garrafón, limpio y
pero preservando el ambiente particular de la fa-
Crédito Territorial estaban recién terminadas, listas
los ventanales. Si no se abrían las compuertas de
vacío para la entrega siguiente, por lo que había
milia, cultivando su pasión y su profesión por el
para estrenar y para irlas moldeando al gusto de
las ventanas nos asábamos del calor, si se abrían
de tenerse dos para hacer la rotación, vacío/lle-
cine, con dos salas para visionar y una colección
cada familia, eso era muy llamativo, ir observan-
nos comían las bandadas de zancudos, los marcos
no. A la leche hervida y reposada, mi abuela le
de películas que sobrepasa los cinco mil títulos de
do como cada casa se diferenciaba. Se le decía El
con anjeo dejaban entrar las corrientes de la brisa
sacaba la gruesa nata para batirla y batirla hasta
todos los tiempos y orígenes.
Cedro, aunque con el transcurrir de los tiempos se
fresca pero impedían el ingreso de esas nubes de
que se convertía en mantequilla. También recuer-
Poco a poco, a lo largo de unos cuantos años,
fue posicionando el nombre de Champagnat, de-
zancudos, de las plagas de cucarrones o las olea-
do los chicharrones con patacones en la piedra
a los muritos que separaban una casa de la otra,
bido a la proximidad del colegio de los hermanos
das de avispas que aparecían de vez en cuando,
de moler que ella hizo traer de la casa del centro,
por los que saltábamos en carreras de obstáculos,
maristas en el que estudiábamos varios del vecin-
o las culebras, que se colaban esporádicamente
una piedra grande y marrón como una batea, en
les fueran soldando rejas, cerrando con puertas,
dario. En un año se pobló completamente la cua-
al interior de las residencias, por portillos distintos
la que nos dejaba patacones y chicharrones, que
puertas con candados y pestillos, aunque los la-
dra, se pasaron varios maestros de la educación
a los marcos con anjeo. Una noche de visita, una
machacábamos con una piedra negra, de una for-
zos de vecindad se conservaron bastante rato más,
pública, Olga, mi madre, doña Ligia y la señorita
culebrita estaba escalando por una de las patas del
ma perfecta y brillante, para que entretuviéramos
exagerando, por décadas, el juego de distancias y
Ligia, que no eran la misma, algunos nombres se
sillón de la entrada a la sala, en el que estaba plá-
el hambre y no la interrumpiéramos en la cocina
de marcar territorios fue surgiendo de las mismas
han ocultado en la geografía de mis recuerdos,
cidamente sentada mi prima Mercedes, cuando la
hasta que todo estuviera listo y la mesa servida.
dificultades de la agreste convivencia, de la necesi-
también llegaron funcionarios de la Gobernación,
vi, grité: “¡Cuidado con la serpiente!”, o la cazado-
El almuerzo era un encuentro familiar al que se
dad de evitar ciertas nocivas intromisiones ajenas,
alguno que otro venía huyendo de las inclemen-
ra gigante que se metió en el patio solar cuando se
faltaba sólo por un caso estrictamente obligatorio
vivezas y excesos de confianza, así como de pro-
cias de la violencia partidista, de algún poblado de
iniciaron los trabajos de reconversión del antiguo y
e ineludible, y la puntualidad la marcaban las doce
piciar unas relaciones un poco más formales, en
la montaña, del Dovio o del Águila.
clausurado hipódromo en las nuevas canchas que
y treinta del mediodía, pues todos deberíamos re-
medio de los altibajos de la rueda de la fortuna.
se construyeron con motivo de los juegos pana-
tornar a las obligaciones, menos mi hermanito que
Los que llegamos niños pequeños tuvimos una
mericanos de 1971.
se quedaba jugando y la abuela que aprovechaba
fortuna, la de ver y experimentar las transforma-
El día del trasteo, mi madre tenía siete meses de embarazo y una felicidad desbordada por la oportunidad de pisar su propiedad, por lo que
Los límites entre lo rural y lo urbano se configu-
para fumarse un tabaco en el patio y escribirle car-
ciones de la urbanización y beneficiarnos de algu-
no paró ni un momento organizando cada deta-
raban, fuimos privilegiados en vivir esa transición
tas a sus hijos que viven en Bogotá y Cúcuta. Mi
nas, como cuando bajaron de unas tracto mulas
lle hasta caer desfallecida en la noche. Las calles
de edades. Todavía se ordeñaba en una finca pe-
hermano Rodrigo, se puede afirmar que es raizal
esos tubos gigantes, que atravesábamos de pie
eran en tierra y piedra triturada, con los calores del
gada al extremo de la pista del hipódromo, y todos
del barrio, pues nació allí y todavía, medio siglo
sin lastimarnos, porque iban a cambiar los alcan-
verano se levantaba caprichoso un nubarrón de
los días entre las siete y las ocho de la mañana
después, sigue habitando y conservando el calor
tarillados para hacer un desagüe que resumiera
polvo que había que remojar por las tardes, para
llegaba un garrafón con leche tibia, recién extraí-
de hogar, adecuando la casona a sus preferencias
las aguas negras y las aguas de las lluvias torren-
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245
Prólogo Vidal Medina Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
ciales que inundaban hasta lo recóndito de las ha-
los cómplices del régimen militar, los pájaros con-
pique de honesto, que de golpe lo tildan de pá-
el parquecito triangular ubicado a una cuadra an-
bitaciones y anunciaban que pavimentarían. Una
tra los chulavitas, los generales directamente ejer-
jaro y se mete en un problema”. Con la abuela y
tes de la circunvalar; los de la Loma de la Cruz,
inundación era un acontecimiento predilecto en
ciendo el poder legítimo y bandas de bandidos y
mi mamá hubo una especie de consejo familiar
una bandola arrebatada y numerosa que aportó
esa edad, aunque para los mayores era todo un
bandoleros asolando los campos. Precisamente
de emergencia y se resolvió que él iría con otro
malandrines y gente renombrada en sociedad; los
problema si no se tomaban medidas preventivas,
esta zona sureña se había estado poblando y ex-
vecino, don Antonio, y traerían cualquier baga-
Gansos, de Palmira; los de Marquetalia, exacta-
como unas rendijas que se hicieron construir en el
tendiéndose por distintas oleadas de ocupación
tela para evitar el juicio enfurecido y destructor.
mente en la zona de los pájaros derrocados, qui-
portón de entrada para atravesarle un tablón que
urbanística, una de ellas de importantes persona-
Mucho tiempo estuvieron colgadas en la pared
zás el hijo de alguno prevaleció, eran de los más
contuviera las arremetidas del agua represada que
lidades del régimen, como el general Deogracias
las porcelanas con pinturas de tauromaquia que
braveros. Las peleas callejeras ya no se desarrolla-
corría por la calle, de todas maneras se entraba a
Fonseca que haría parte de la Junta de transición,
trajo del asalto, contaba que era de lo poco que
ban como juegos de destreza, con corozos de hi-
los antejardines y subía a la altura de las rodillas. Si
pero también por personajes menos santos, con
habían dejado, por su mínimo valor, estaban a la
guerilla, sino enfrentamientos con puñal, con otras
una de estas inundaciones nos cogía en la calle, a
actividades que oscilan entre lo permitido y lo de-
disposición sin controversia, y él las transportó a
armas blancas y hasta de fuego, juegos peligrosos
la salida del colegio o porque ya habíamos salido
lincuencial. El día que reventó la resistencia ciu-
la vista para la tranquilidad general y, sobre todo,
que oscilaban en el terreno de lo fatal. Unos ca-
de las casas después de estudiar, saltábamos cha-
dadana, en la madrugada, ya amaneciendo, una
para apaciguar los ánimos a su alrededor.
yeron en Villanueva o en una silla de ruedas o en
puceando por los raudales de agua que bajaban
estampida de parroquianos bajaba en desbanda-
Se puso de moda el comportamiento camaján,
un cajón de tablas con los pies para adelante, o se
arrastrando basura, reíamos y gritábamos plenos,
da, muchos de ellos nunca vistos, todos regresa-
con mota peinada con lechuga, un fijador efecti-
fueron para los “Yores”, que era el sueño america-
aunque sabíamos a ciencia cierta que siempre ter-
ban cargados de trofeos, de botines, que agarra-
vo, la camisa arremangada y, en casos extremos,
no materializado por unos gringos que rondaron
minaba en una agua panela caliente, con acosta-
ban triunfantes de las casas de los tildados pájaros,
con un nudo a la altura del estómago con los úl-
por la cancha y enlistaron unos cuantos. El más
da tempranera y un regaño apocalíptico, por las
unos alcanzaron a volarse pero sus casas fueron
timos botones sueltos, buenos mocasines quesos
sensato hizo un viaje y con las ganancias montó
consecuencias futuras de este desmán cometido
saqueadas, unas cuatro cuadras hacia arriba, hacia
para echar paso, ir mancado con manopla o con
una cadena de restaurantes de pollo loco. Uno
irresponsablemente.
el cerro. Ese día la pólvora se extendió por cual-
guaya o con una automática, una navaja que dis-
de esos duros seguía frecuentando mucho tiempo
quier rincón de la ciudad, en el barrio Obrero, por
para la cuchilla. Los grandes se organizan y alistan
después, cuando ya no estaban de moda y él era
ejemplo, a un pájaro bandido, cómo se los tildaba
en galladas, siguen jugando fútbol, le suben a la
un fracasado social, los rumbeaderos pesados, co-
En el 57 otro cataclismo removió los cimientos
también, lo cogieron y lincharon hasta colgarlo de
rumba nocturna y hacen cruces a la hora que se
brando impuestos a los incautos y ufanándose de
de la aparente calma, el derrocamiento del gobier-
un árbol para escarmiento público. La estampida
presenten, para financiarse, los primeros apare-
sus múltiples cicatrices, como si fueran condeco-
no de Rojas Pinilla, la caída de la dictadura y de
pasó por la casa, un vecino tocó a la puerta y le
cieron con la chapa de Tintofrío; estaban los de
raciones de guerra, con los pocos admiradores
todo lo que oliera a pájaros, como se designaba a
dijo a mi papá, “Coja algo, don Manuel, no se las
Cantarrana; los del triángulo, que se reunían en
que lo trataban, talvez por lástima o por respeto.
La caída del régimen militar y el saqueo
246
247
Prólogo Vidal Medina Fernando
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Con este movimiento turbulento alrededor y la
una tarde intempestivamente apareció el mismí-
de principio a fin, una conexión afectiva que se
banizada con casas de dos plantas, los habitantes
aparición en los matorrales de cadáveres de niños
simo señor obispo bendiciendo el trazado de la
afianza con el discurrir de los tiempos y un suceso
de esas nuevas propiedades crecieron, estudiaron
violados y secos de su propia sangre que les ex-
autopista Sur, con una comitiva protocolaria que
funesto que despertó la solidaridad de todos alre-
y se organizaron, algunos vecinos envejecieron,
traían valiéndose de la transfusión, el Monstruo
celebraba su diez por ciento (¡épocas aquellas de
dedor, que nos rodearon y acompañaron.
muchos se perdieron en la bruma del recuer-
de los mangones, los permisos se complicaron,
casi honestidad!) y un pelotón de ciclistas peda-
En el patio solariego se sembró, al pasarnos, un
do imaginado, otros tuvieron desenlaces trágicos
aunque siempre nos las ingeniábamos para jugar
leaba con dificultad por el trazado que había sido
árbol de mango exquisito que mi padre trajo del
como Piruncho, que fue bueno en lo que hacía,
a las escondidas en los tubos del alcantarillado,
delineado por una gigantesca cuchilla que raspó el
vivero experimental de la Secretaría de Agricultu-
jugar fútbol meleando y convirtiendo, e intenso
de las calles sin pavimentar, esperando el inicio
barro y una aplanadora que fijó unos pocos viajes
ra, creció frondoso y ofrecía unos frutos exquisi-
en todas sus empresas que para él eran aventuras
las obras, un período inolvidable, pues teníamos
de volquetas cargadas con grava. Esos trabajos se
tos, y me servía de hamaca, acostándome a hor-
libertarias, como la de cantar desde el centro de
espacios para perdernos sin irnos muy lejos, para
hicieron en un dos por tres, los escondites en los
cajadas en sus ramas para dormir la siesta, oliendo
la cancha a altas horas de la madrugada, con su
habitar un mundo oculto a la vista de todos. Más
mangones y las aventuras monte adentro se esfu-
su aroma, en las tardes de los miércoles que no
poderosa voz de Beny Moré que quiso contratar
de un lance pasional se cuajó en esos encuentros
maron, el loteo y la construcción desmesurada se
teníamos que ir a estudiar. Precisamente el día
alguna de las orquestas más famosas, pero que él
furtivos, se conformaron parejas momentáneas
multiplicó a diestra y siniestra, para atravesar ha-
que vino al planeta mi hermana, estaba disfrutan-
despreció por su ansiada libertad de hacer lo que
que se deshacían como espuma o matrimonios
cia Colseguros ya había que tener precauciones al
do esta oportunidad, acompañado por la abuela
le diera la gana. Murió en su ley, la casa familiar
que en la actualidad subsisten, toda una proeza.
cruzar los puentes peatonales sobre el colector de
que le sacaba humo a su tabaco, cuando me fui
abandonada, con cirrosis, acompañado de sus es-
Finalmente hubo una arremetida de maquinaria
aguas que quedó a la vista y por ratos se tornaba
brotando, primero los ojos, luego cada parte del
casos fieles panas que le traían los baldes de agua
y obreros, la terminal de los buses Verde San Fer-
pestilente. Los más chicos estábamos creciendo,
cuerpo, un picor insoportable, que me hizo bajar
de la vecindad pues ya no tenía conexión de
nando hacía rato se había trasladado a un punto
otros menores nacieron, entre ellos mi hermana
y revolcarme en la cama, hasta que ella alarmada
las empresas públicas, se alumbraba con velo-
más lejano, los alrededores quedaron impecable-
Mireya que nos alegró a todos con su sencillez y
llamó a sus vecinas de confianza y entre todas me
nes y se extinguió como se fue la casa al piso,
mente asfaltados, el barrio subió de estatus, eso
buen genio, su capacidad para escuchar que le
pusieron una lavativa, de tal suerte que cuando en
para darle paso a otra época. El barrio cumplió
se notaba en los comportamientos colectivos, los
valió unas amistades variadas y excéntricas. Ana
el hospital luchaban por salvar a mi madre y a mi
medio siglo en el 2006, pero no se celebró con
comentarios triunfalistas mientras se guardaban las
Mireya, por señas particulares, nació enredada en
hermana, yo padecía esta intoxicación provocada
actos públicos, solamente se expandió la noticia
mangueras que apaciguaban la polvareda y las pri-
el cordón umbilical, acompañó a mi madre en to-
por la ingestión desmesurada de unos exquisitos
privadamente y se tomaron abundantes tragos
meras inversiones de los nacientes capos del sec-
dos sus viajes hasta en el final, un accidente auto-
turrones que devoré sin límite.
para rememorar en las pocas casas de raizales
tor se notaban. Este proceso tardó lustros, pero el
movilístico bajando de Dapa, treinta y tantos años
El tiempo tejió y destejió historias, de cualquier
ansiado progreso se enseñoreó en los contornos,
después. Un recorrido completo, toda una vida,
calibre y espesor. La cancha de Cantarrana fue ur-
248
que aún se conservan. 249
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
La Buitrera
L
o primero que preguntamos fue qué quería decir “La Buitrera”. La explicación nos en-
sombreció y asociamos el lugar con el olor de la mortecina. “¿Será que allá viven los gallinazos?”, preguntó mi hermano a nuestra hermana mayor. Ella no supo responder, tampoco estaba a gusto con el nombre del lugar donde viviríamos. “¿Será que estamos muy pobres?”, volvió a preguntar mi hermano. En medio de esas expectativas el
Alí Babá
camión del trasteo avanzaba por la calle 5ª hacia el sur de Cali. En un lugar de la vía giró hacia Los Farallones y tomó una carretera despavimentada. El aire era limpio y lo que veíamos era grato,
Por José Zuleta Ortiz
pero aguardábamos a que, en algún lugar, nubes de gallinazos nos anunciaran que estábamos llegando a La Buitrera. Pasaron garzas como trazos de tiza contra el
Foto Estanislao Zuleta y José Zuleta en 1968
verde oscuro del Farallón. Después oímos la algarabía de una bandada de loras. Más adelante vimos volar varias parejas de torcazas moradas. A todas estas, ningún gallinazo. La cumbre abrupta y altísima de Los Farallones estaba despejada y marcaba contra el cielo una silueta como el gráfico de un electrocardiograma. 251
Prólogo José Zuleta Ortiz
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Los buitres no aparecieron y llegamos a una
cir: “serias posibilidades de acabar con el negocio
patas, era pequeño y estaba flaco y mugroso, pero
subimos la montaña de Polvorines. Ni los letreros
colina desde donde se veían el valle y el sur de la
de la repartición del Estado entre los partidos Libe-
olía a ese aroma manso y vigoroso de los caballos.
de “Zona Militar”, ni los avisos de “Peligro” y “Pro-
ciudad. Allí quedaba nuestra nueva morada.
ral y Conservador”.
Rosendo, el dueño de la tienda, nos dio trozos de
hibida la Entrada a Particulares” nos detuvieron en la carrera para alcanzar a nuestro caballo.
La casa era como una finquita de altos muros
Sentados en el corredor sumaban las cifras que
panela para que le diéramos de comer. El caballo
y amplios corredores, salones generosos y un pra-
la radio iba dando. A las siete de la noche el gene-
tomaba con sus hábiles labios de nuestras manos
Aparecieron de la nada unos soldados y co-
do muy cuidado la rodeaba. Abajo pasaba el río
ral Rojas Pinilla ganaba las elecciones. Mi padre y
los trozos de panela y se los comía con mucho pla-
menzaron a gritarnos. Pero en la agitación no en-
Meléndez y al frente, en la montaña vecina, esta-
sus amigos estaban muy felices. “Se acabó el Fren-
cer. El dueño del caballo al ver nuestro entusiasmo
tendíamos lo que decían. Escuchamos unos dispa-
ba “Polvorines”: las rigurosamente vigiladas santa-
te Nacional”, decían, se abrazaban, brindaban a la
le dijo a nuestro padre: “Por qué no le compra el
ros y paramos. Los militares llegaron corriendo con
bárbaras del Batallón Pichincha.
salud de un nuevo país, bebían cerveza y ron. En
caballo a los niños”. Regatearon un poco y al final,
los fusiles en la mano y nos regañaron por estar
Pasarnos a esa casa fue una novedad: no había
lo más animado de la celebración se fue la luz y
por mil quinientos pesos (sin la silla) fue nuestro.
en una zona restringida. “Vinimos a rescatarlo”,
agua, ni baño dentro de la casa, y Pedro, el jardi-
toda Colombia quedó en penumbras, a los niños
Alí Babá era brioso, engordó y su pelaje se puso
expliqué, mientras señalaba a Alí Babá. Los sol-
nero, con una mula negra en unas tinas de alumi-
también nos mandaron a dormir. Al día siguiente
brillante, toleraba los excesos, y los pequeños ji-
dados se quedaron mirando el caballo que en ese
nio, como las de la leche del campo, traía del río
nuestro padre dijo muy indignado que se habían
netes nos entregamos a él con todo el amor de la
momento trataba de aparear a una yegua mucho
el agua que consumíamos.
robado las elecciones y que lo que vendría no iba
infancia. Aprendimos a montar a pelo, le enseña-
más grande y más bonita que él. Como no la al-
a ser bueno para nadie.
mos a saltar sobre las zanjas y en la noche escu-
canzaba, la yegua se acomodó en dirección al río
chábamos, desde la cama, el sonido de sus dientes
y Alí Babá quedó atrás de ella como en una repisa
rasgando la hierba.
y la penetró con su gran miembro que parecía un
Los fines de semana la casa se llenaba de amigos de mi padre que leían con él a Marx, a Freud y hablaban de política. Mi padre era de izquierda
Cerca de la casa, subiendo hacia la montaña,
y hoy, 20 años después de muerto, a diferencia de
había una tienda que también era cantina y el lu-
Una mañana salimos a buscar a Alí Babá y no
champiñón gigantesco y rosado. Los soldados tra-
muchos de sus amigos vivos, sigue siendo de iz-
gar de encuentro de los vecinos. Se llamaba “El
lo encontramos por ninguna parte. Preguntamos
taban de espantarlo. “Es la yegua del coronel, es
quierda. Alguna vez dijo jocosamente que el lugar
Portento”. Mi padre iba a beber allí; mis hermanos
a Pedro, el jardinero, y él señaló la montaña del
la yegua del coronel”, gritaba muy ofuscado uno
de la casa era estratégico: “porque los arsenales
y yo lo acompañábamos para que nos comprara
frente mientras decía: “Está en Polvorines”. Des-
de ellos, mientras nosotros gozábamos excitados
del capital estaban a tiro de cauchera”.
mecato. Un domingo llegó un señor a caballo. Nos
de donde nos encontrábamos vimos un grupo de
por lo que estábamos viendo. Cuando Alí Babá
El 19 de abril de 1970 llegaron a la casa los
quedamos mirando el achacado animal y acaricia-
caballos en la montaña de enfrente y creímos dis-
terminó de aparearse con la yegua se dejó enlazar.
amigos a oír los escrutinios de las elecciones para
mos su cuello y la frente en la que resplandecía
tinguir entre ellos a Alí Babá. Sin decir nada toma-
El soldado dijo que saliéramos rápido y que “por
presidente. Los candidatos eran Misael Pastrana y
una estrella blanca. El caballo, de un marrón claro,
mos un lazo y bajamos corriendo hasta el río, lo
el bien de todos no nos dejáramos ver de nadie”.
el general Rojas Pinilla, que tenía, según les oí de-
un poco rojizo, tenía botines blancos en las cuatro
cruzamos por un charco que llaman El Remanso y
Volvimos a la casa y no dijimos nada.
252
253
Prólogo José Zuleta Ortiz
militar se fue malhumorado. Nosotros asustados
Al otro día, Alí Babá tampoco estaba, miramos
por las amenazas decidimos encerrar a Alí Babá.
a la montaña de Polvorines y lo alcanzamos a ver con el grupo de yeguas de los oficiales. Corrimos
Unos meses más tarde vimos gallinazos volan-
a buscarlo, cuando llegamos, los soldados ya lo
do alrededor de una de las yeguas del batallón. Mi
habían capturado. “Se va a quedar aquí deteni-
hermano preguntó si había llegado la época de los
do”, nos dijeron. Regresamos corriendo a buscar
gallinazos. Nuestro padre respondió que los galli-
ayuda. Pedro, el jardinero, fue a interceder por Alí
nazos son de todas las épocas. “Siempre y cuando
Babá. Estuvo dos horas en el batallón mientras lo
la muerte ajena los pueda alimentar”.
interrogaban sobre los dueños del caballo. Por la
Bajamos al río para ver si se había muerto una
tarde llegó a la casa un oficial del ejército a decirle
de las novias de Alí Babá; pasamos por las piedras
a mi padre que “El renque ese había violado la
de El Remanso y subimos un poco hasta donde es-
seguridad del batallón y que en pleno Polvorines
taban los gallinazos. Entre el pastizal, tratando de
se había tirado el plan de reproducción asistida de
pararse, había un potrico recién nacido. A su lado
las yeguas pura sangre de la caballería del ejército,
grandes aves devoraban entre oscuros aletazos la
y que la próxima vez abrirían fuego contra el se-
placenta. Cuando el potro se incorporó, vimos en su fren-
moviente intruso”. Mi padre se reía. Finalmente, le dijo al oficial
te la estrella y en sus paticas delgadas los peque-
que esas cosas solían pasar entre vecinos y le re-
ños botines blancos. Los buitres alzaron el vuelo
galó como prueba un ejemplar de Romeo y Ju-
y planearon sobre el río remontando el aire hasta
lieta. “Usted no entiende”, dijo el oficial irritado,
perderse sobre el cielo de La Buitrera.
“estamos hablando de yeguas pura sangre, de las yeguas de los generales”. Mi padre respondió: “El
Foto Mónika Herrán
caballo de mis hijos también es pura sangre, como puede ver, de una tan ardiente, o más que la de sus yeguas. Además, y como están las cosas, no veo por qué amenazarnos entre compadres”. El 254
Biografías
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Biografía
Suecia y Ocios del oficio en Venezuela. Tiene publicados 4 libros infantiles: Nimba la nubecita viajera, El Caballo y la bicicleta y Don Quejote sin Mancha, con Libros&Libros, y El poeta y el pozo mágico, para el Museo Julio Flórez.
Alvaro Suescún T. Barranquilla, 1951. Poeta, investigador cultural. Autor de “De la vida que pasa”, análisis crítico de la poesía y la obra periodística de Jorge Artel”; de “Danza en el recuerdo”, sobre el Carnaval de Barranquilla encarnado en uno de sus más celebrados personajes, Carlos Franco. Publicó también “Ceniza salobre” biografía del poeta cartagenero Gustavo Ibarra Merlano. Es miembro del comité editorial de las revistas “viacuarenta” y “La Lira”, de la Junta Directiva de Carnavalada, teatro y carnaval, y de diversos grupos de apoyo integrantes del Carnaval barranquillero. Con E. Márceles y Aníbal Tobón ha realizado proyectos conjuntos como el bar “Caza de Poesía”, conferencias en “Cátedra de filosofría” y la revista oral “Astrolabios”. Tiene inéditos tres libros de poesía y prepara una publicación sobre Arte expresionista.
Trabajó como periodista más 20 años para diarios y agencias de prensa nacionales y extranjeras. Actualmente vive y crea en Salgar, Atlántico. Además creador de los proyectos Revista Oral, y Los Monumentos Hablan, para la Universidad del Norte, y La Vuelta a la Manzana, la Cátedra de Filosofría y los Concervezatorios. Fue fundador y codirector del Festival Internacional de Poesía, PoeMaRío, en Barranquilla.
Eduardo Márceles Daconte Nació en Aracataca, desde temprana edad vivió en Barranquilla. Licenciado en Humanidades (B.A.) de New York University (1970) y tomó cursos para la maestría en la University of California (Berkeley). Regresó a Colombia en 1975 y se vinculó como profesor de literatura e historia del teatro en la Universidad Javeriana. De 1986 a 1988 fue profesor visitante de estudios latino americanos y editor del diccionario chino-español en la Universidad de Shanghai (China) y Distinguished Visiting Professor en la Universidad de Miami-Dade (Florida). Se ha desempeñado como curador multicultural y conferencista en el Queens Museum of Art de NY. Cuenta en su bibliografía con Los perros de Benares y otros retablos peregrinos (Editorial La oveja negra, 1985), el libro de ensayos La crítica de arte y las tendencias de la pintura en Colombia (Minrex, 1984); Narradores colombianos en USA (antología comisionada por Colcultura); Nereo López: Testigo de su tiempo, (Mincultura, 2002), ¡Azúcar!: La biografía de Celia Cruz (Reed Press, New York, 2004). Los recursos de la imaginación: Artes visuales de la región andina de Colombia, Los recursos de la imaginación: Artes visuales del Caribe colombiano (2011) y cocompilador de La vuelta a la manzana (Fundación Carvajal, 2013).
Aníbal Tobón Bermúdez Barranquilla, 1947. Director, actor de teatro, periodista, titiritero, escritor y narrador oral. Estudios de teatro en la Universidad de Vincennes, París, Francia, 1974. Premio Nacional de Artes Visuales, 1978, con el Grupo Experimental El Sindicato. Vivió 25 años en diversos países de Europa y África con actividades culturales. Recibió dos veces, 19844 y 88, una Bolsa Trabajo del Consejo de Artistas de Estocolmo, Suecia. Como escritor ha sido ganador del Concurso Liberación, 1982, con el cuento Sos Pechosa. También aparece incluido en la antología de poesía sueca Poeternas Strad. Ha publicado tres libros de poemas: Pandemonium, en Colombia; Testimonios de naufragios en
256
Pedro Alcántara-Herrán
investigación musical pionera en América. Es autor de las novelas “Jazz para difuntos”, 1993, y “Que es un soplo la vida”, dedicada a la vida de Carlos Gardel y preseleccionada al Premio Latinoamericano Pegaso. El compositor Douglas Bruce Johnson y la contralto Elizabeth Anker, musicalizaron “Palabra, obra y corazón, cinco poemas de Medardo Arias Satizábal”, presentada en 2002 en la Longy School of Music, de Cambridge, Massachusetts. Ha recibido en dos ocasiones el palmarés nacional de Cuento, y se le confirió también el Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, en 1987.
Cali, 1942. Pionero del Arte Neofigurativo en Colombia y uno de sus más grandes exponentes. Sus estudios de especialización en Bellas Artes los hizo en Roma. Ha participado en innumerables exposiciones nacionales, y en representación de Colombia en exposiciones y bienales internacionales, obteniendo innumerables reconocimientos y premios. Su obra se encuentra en los más importantes museos y colecciones públicas y privadas de América y Europa, destacándose el Fondo Alcántara de la Fundación Arte Vivo Otero Herrera. Fue Senador de la República en representación de la Unión Patriótica por el Departamento del Valle. Ha publicado “Cali, Ciudad visible”, Memoria Visual de una Ciudad, 2005.
Fernando Cruz Kronfly Buga 1943. Reconocido como uno de los mejores escritores colombianos, es Doctor Honoris Causa en Literatura, Universidad del Valle, Abogado de la Universidad La Gran Colombia. Fue jefe del Departamento de Literatura e Idiomas de la Universidad Santiago de Cali (1970-1972), Director de la Revista Fin de Siglo, editada por la Universidad del Valle durante sus primeros cuatro números, profesor de la Universidad Santiago de Cali, de la Universidad Libre de Colombia, Seccional Cali y de la U del Valle. Entre sus publicaciones más importantes destacamos Falleba-Cámara Ardiente. Las Alabanzas y los Acechos, La Obra del Sueño, La Ceniza del Libertador, La Ceremonia de la Soledad, La Sombrilla Planetaria, La Ultima Noche de Antonio Ricaurte, Amapolas al Vapor, El Embarcadero de los Incurables, La tierra que atardece, y La Caravana de Gardel.
Jotamario Arbeláez Cali, 1940. Cofundador del nadaísmo. Su poesía y su prosa se caracterizan por el humor negro, el erotismo, el desenfado, la irreverencia social y antimoralista con un lenguaje directo, voluntariamente prosaico y contundente. Ha sido publicista, funcionario público, periodista y profesor universitario. En 1980 ganó el Premio Nacional de Poesía convocado por la editorial Oveja Negra y la revista de poesía Golpe de dados. Posteriormente ha obtenido otros como el Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura, el Premio del Instituto Distrital de Cultura, etc. En 1996 recibió la Orden del Congreso de Colombia y el V Encuentro Internacional de Escritores de Bogotá le ofreció su homenaje. Entre sus libros de poesía publicados se cuentan: “El profeta en su casa”, 1966; “Mi reino por este mundo”, 1980; “En paños menores”, 1994; “La casa de memoria”, 1995, y “El cuerpo de ella”, 2000. Sus memorias aparecieron en el 2002 bajo el título de “Nada es para siempre”.
Germán Cuervo Cali, 1950. Escritor y pintor. Estudió publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Ha obtenido varios galardones literarios: 1er concurso nacional de cuento Universidad Jorge Tadeo Lozano, 1972; concurso nacional de cuento Pablo Neruda, 1973; concurso Puertas de Oro, Madrid, 1981; concurso 30 años Universidad Gran Colombia, 1982. Ha publicado: Los indios que mató John Wayne, cuentos, 1985; Historias de amor salsa y dolor, antología de cuentos, 1989; El Mar, novela, 1994; segunda edición,
Medardo Arias Satizábal Buenaventura, 1956. Escritor y periodista, recibió en 1982 el Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, en el género Mejor Investigación por una serie sobre la Historia de la Salsa, 257
Biografías
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
Darío Henao Restrepo
Universidad del Valle, 2007. El Viento en la Balanza, premio de poesía Jorge Isaacs 2006, es su primer libro de poesía. Ha sido publicado por la Gobernación y Secretaría de Cultura y Turismo del valle del Cauca, 2007.
Licenciado en Letras, Universidad del Valle, 1977; tiene una maestría en Lengua y Literaturas Hispánicas y estudios de Doctorado en Lenguas y Literaturas Hispánicas, títulos otorgados por la Universidad Federal de Río de Janeiro. Ha publicado “Entre la Historia y la Ficción, una aproximación teórica y un caso en la literatura colombiana”. Poligramas 20, Universidad del Valle, 2003. “Retos y perspectivas para una historiografía de la literatura colombiana”. Poligramas 19, Universidad del Valle, 2003. “Gómez Valderrama o la utopía liberal”. Poligramas 17, Universidad del Valle, 2001. “La unidad diversa”, ensayo. Gerencia Cultural del Valle, 1997. O fáustico na nova narrativa latino-americana. Ensayo. Leviata, Brasil, 1992. Obtuvo el premio de crítica literaria “Jorge Isaacs”, en 1997.
Kevin Alexis García Cali, 1985. Magister en Literatura Colombiana y Literatura Latinoamericana y Comunicador Social de la Universidad del Valle. Obtuvo el Premio de periodismo Alfonso Bonilla Aragón 2012. Mención especial Premio Nacional de Periodismo Semana-Petrobras. 2007. Ganador de la convocatoria nacional en realización documental. Señal Colombia. 2005. Tercer Puesto en el Premio Nacional de Periodismo Escrito Universitario PPEU, 2003. Cofundador del Centro Virtual Isaacs. Ha sido editor del periódico La Palabra y la revista Nexus Comunicación. Dirige Ciudad Vaga, revista especializada en periodismo narrativo, publicada por la Escuela de Comunicación Social de Univalle, lugar donde se desempeña como docente.
Orlando López Valencia Cali, en 1956. Poeta y narrador, realizó estudios de Artes Plásticas. Publicaciones: Yurupary, 1979; Párrafos de piel, 1989; Amigamos, 1992; La pared del frente, 1996; La vestidura del aire, 1998; Del mal amor, 1999 y Gracias al mal tiempo, 2000. En 2005 recibió el Premio Nacional de cuento Jorge Gaitán Durán con el libro Cuentos al óleo.
Álvaro Gärtner Manizales, 1955. Su formación y trayectoria han girado alrededor del periodismo, la música, la cultura popular y la historia de Colombia, actividades que desempeña con rigor. Abogado de la Universidad de Caldas, está vinculado al periodismo desde que tenía 17 años de edad desarrollando intensa carrera durante más de 40 años. Ha sido editor de la Gaceta Dominical de El País, editorialista y columnista en La Patria de Manizales. Catedrático de escritura periodística en la facultad de Comunicación de la Universidad Autónoma de Occidente y de lectoescritura en la facultad de Educación en la Universidad de San Buenaventura. Es autor de varios libros de historia de Colombia, área en la cual es considerado un experto. Ensayista y conferencista en festivales nacionales e internacionales de música.
Julián Malatesta Miranda, Cauca, en 1955. es un poeta, ensayista y crítico literario de Colombia, cuyo nombre original es Juan Julián Jiménez Pimentel. Licenciado en literatura de la Universidad del Valle donde ha ejercido como profesor titular durante los últimos años. Su obra poética y ensayística abre una perspectiva de vanguardia y renovación profunda en el contexto de la moderna literatura colombiana, desde la lucidez conceptual y la riqueza imaginativa del lenguaje. Textos y poemas suyos han sido recogidos en diferentes antologías nacionales y del exterior así como traducidos al inglés y francés.
Fabio Martínez. Cali, 1955. Doctor en Semiología. Universidad de Quebec.
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Magister en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos. La Sorbona, Paris. Licenciado en Literatura e Idiomas. Universidad Santiago de Cali. Ha publicado Un habitante del séptimo cielo. 1988. Fantasio. Cuentos. 1992. Breve tratado del amor inconcluso. Cuentos cortos. 2000. El viajero y la memoria. Ensayos sobre la literatura de viaje en Colombia. 2000. La búsqueda del paraíso. Biografía de Jorge Isaacs, 2003. Cuentos sin cuenta. Antología de cuentistas colombianos de la generación del 50, 2003. Club Social Monterrey. Novela, 2003. Pablo Baal y los hombres invisibles. Novela, 2003. Balboa, el polizón del Pacífico. Novela, 2007. El tumbao de Beethoven. 2012. Es Vicerrector de la U del Valle, en Buenaventura.
las cajas olvidadas y le hizo creer que Perrault era un french poodle escritor de fábulas. Llega a Cali por segunda vez, en el año 96. Ingresa al colegio Claret y recita en voz baja a Shakespeare, Neruda y Barba Jacob. Se enfila en las líneas teatrales a los quince años de edad y escribe dramas teatrales y monólogos para fastidiar la retórica discursiva de los sacerdotes. Se matricula en la Universidad del Valle, buscando una ciudadela lo suficientemente grande como para caminar sin ser atropellado. Hoy cursa Licenciatura en literatura y pertenece al taller de poesía El Palabreo y al liceo amoroso Los músicos de Bremen.
Juan Fernando Merino
Palmira, 1948. Poeta y gestora cultural, teóloga y feminista. Con sus investigaciones en literatura ha demostrado el aporte de las escritoras colombianas y latinoamericanas a la paz. Acompaña los pasos de mujeres colombianas en su lucha por la dignidad y reconocimiento de la palabra. Sus libros han contribuido a develar desde lo cultural y bíblico, mecanismos de dominación sobre las mujeres. Pionera en estudios literarios de género. Se destacan sus obras: “La Narrativa Femenina en Colombia” (2006) “Guerra y Paz en Colombia. Las mujeres escriben” (2004). Premio Casa de las Américas, 2004. Lidera campañas en defensa de las personas secuestradas y desaparecidas, delitos que ha sufrido. Estableció una Escuela de Estudios Bíblicos con perspectiva de género, en Cali en 1985.
Carmiña Navia
Cali en 1954. Ha obtenido varios premios literarios colombianos, así como una beca nacional de novela. En España ha sido ganador de siete concursos de cuento, incluyendo los de Bilbao, Ponferrada y León. Es autor del libro de relatos Las visitas ajenas (1995) y la novela El intendente de Aldaz (1999). Entre 1987 y 1997 se desempeñó como jefe de traductores del Festival de Cine de Valladolid, y entre 1990 y 1996 estuvo vinculado con la editorial Anaya de Madrid, para la cual tradujo obras de Mark Twain, Daniel Defoe y Herman Melville, entre otros. Para editorial Norma ha traducido cuatro novelas de Roddy Doyle, así como obras de Coraghessan Boyle y Julie Hecht. Recientemente tradujo Ricardo II, como parte del proyecto Shakespeare por escritores. Actualmente vive en Nueva York, donde es colaborador de El Puente Latino e integrante de la Mesa de Edición del diario La Prensa.
Omar Ortiz Forero Bogotá, 1950. Abogado de la Universidad Santo Tomás. Gestor cultural. Poeta. Ocupó la Gerencia Cultural del Valle cuando Gustavo Álvarez Gardeazábal fue gobernador. Edita y dirige desde 1987 la revista de poesía “Luna Nueva” que completa 39 ediciones y 26 años de vida. Ha publicado 13 libros de poesía de los cuales destacamos: “Las muchachas del circo”, “Diez regiones”, “Un jardín para Milena”, “El libro de las cosas”(Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia) “La luna en el
Juan Sebastián Murillas Cali, Marzo de 1989. En la séptima hora del mismo día, arrebata un gajo a la luna mañanera y se la lleva de recuerdo a Yotoco, el pueblo de su primera infancia. Vive con su abuela Mercedes, la mujer que “en la mirada lleva un cultivo de niños y de puños”, que le leía Tarzán de los monos en la versión de 259
Biografías
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
espejo”, “Diario de los seres anónimos” y “Cequiagrande” que acaba de ser editado por la Universidad de Caldas.
León Octavio Osorno Anzá, 1948. Autor de El Bando de Villa Maga. Ha trabajado en albañilería, fue mensajero y asesor creativo de varias empresas, colaborador de diversas revistas culturales de América latina y columnista del diario El Tiempo-Cali. No le interesa la política pero si la POLÉTICA, nueva ciencia que anda promoviendo para conciliar la política con la ética que desde hace mucho tiempo rompieron relaciones. Promueve una campaña denominada «Reforestemos el corazón», invento suyo para corregir la erosión espiritual tan de moda en esta época de falsos profetas y sólo tiene a la naturaleza como guía espiritual. A nadie más recurre para que oriente sus acciones.
Alejandrina (Córdoba-Argentina, 2011), Los nombres de los días (Bogotá, 2008), La mirada de sal (Cali, 2005), La ventana Cuaderno de Ana Ríos (Cali, 2004), La noche en borrador (Chiquinquirá, 2000) y Hemos crecido sin derecho (Cali, 1982); y de ensayo: El pozo de la escritura. Enunciación y Narración en Juan Caros Onetti (Cali, 2009). Ha recibido los siguientes reconocimientos: Premios de poesía: Antonio Llanos 1984, Ciudad de Chiquinquirá 1999, Jorge Isaacs 2004, Mención en el Crisóstomo Lafinur en San Luis-Argentina, 2011, finalista en el Héctor Rojas Herazo en 1983 y en el Premio Nacional de poesía del Ministerio de Cultura en 1998.
teraria y escénica con distintos oficios en cine, televisión radio, y el periodismo cultural. Con Luis Ospina recopiló la obra de Andrés Caicedo. Algunas de sus publicaciones son: Oraciones a una película virgen, novela; Las ceremonias del deseo, cuentos; Clock Around the Rock, crónicas de un fan fatal; Gineceo y Quiproquo, teatro; entre otras. Buena parte de su producción dramatúrgica (El aire, Nuestra Señora de los Remedios, El purgatorio de Margarita Laverde…) ha sido publicada y montada en su país natal. Su novela más reciente, El miedo a la oscuridad fue publicada por Alfaguara. 2010.
Guardar el Momento Sublime -; El Trino Persistente; La Función Reguladora del Lenguaje; El Protagonista en la Narrativa Popular - Orígenes Africanos de Tío Conejo -; Temas Vallecaucanos; Vericuentos; El Parque de los Poetas; La Literatura en Al-Andalus; Almadía; Apachetas; La Celebración de las Cosas - Antología Personal -; Lalo Salazar; Ambito de Luz (Poemas); El Minicuento Fantástico; El Horizonte Alcanzado; Para el corazón que no duda (Antología del Haiku Japonés, realizada a la alimón con el poeta Rodrigo Escobar Holguín.
Mario Rey
Amparo Sinisterra de Carvajal Lleva más de 50 años dedicanda al fomento y promoción de la cultura. Dirige la Casa Proartes. Fundó la Emisora Clásica 88.5. Uno de sus grandes aportes ha sido el Festival Internacional de Arte de Cali.
Santander de Quilichao, 1959. Economista, Especialista en Desarrollo Comunitario y Magíster en Sociología, formación que la ha llevado a ejercer su labor en el direccionamiento y el acompañamiento a procesos de desarrollo social y comunitario, a partir de esta labor alimenta su ejercicio literario. Ha publicado tres libros de poesía: De Raíces y Alas, Editorial Caracolas y Lunas, Cali, 1997. En el Corazón de la Bestia o Transfiguraciones del Rostro de la Ciudad, Colección Escala de Jacob, Universidad del Valle, Cali, 2005. Cartas a Farim Nasem, Colección Las Ofrendas, Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle, Cali, 2011. Trabaja en el Instituto Popular de Cultura de Cali.
Cali, 1955. Maestro en Literatura Iberoamericana y Licenciado en Educación -Literatura-. Fundador y director de la Semana Cultural de Colombia en México, de las revistas La Casa Grande, Litoral Sur, Érase Una vez, El Periódico de los Niños y de la editorial Del ReyMomo, especializada en libros para niños en español y lenguas indígenas. Autor de Las aventuras del zoológico ilógico; Historia y muestra de la literatura infantil mexicana; de la novela Por las tierras del cóndor y del águila negra, y del libro Miniaturas y otros poemas. Obtuvo el Premio al Arte Editorial de la Cámara de la Industria Editorial de México, CANIEM, 2000; y Mención Honorífica en el Premio Nacional de Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2.000, en México.
Ana Milena Puerta Cali, 1961. Estudió comunicación social en la Universidad del Valle, y Publicidad en la Academia de Dibujo Profesional. Hizo un postgrado en Gerencia para las Artes, en el Instituto Departamental de Bellas Artes. Ha publicado, Acto de Palabras (Ediciones Museo Rayo, 1986), A Contrapelo (Universidad del Valle, 1994), Galaxia triste (Universidad del Valle, 2002), Historias de Vida (Médicos Sin Fronteras-Bélgica, 2004), De parte del amor y de la guerra (universidad Nacional, 2007) y Si tuvieras tanto tiempo (Caza de Libros, 2011). Reconocimientos a su obra: Mención IV Concurso Nacional de Poesía Carlos Castro Saavedra (1993), Premio Internacional Poesía Erótica Fundación Plexus (2000), Mención concurso de cuentos El Barsil de los Sueños IBRACO (2007), Tercer premio Concurso de Cuento Cámara de Comercio Montería y Fundación El Túnel (2013).
Ruth Rivas Franco Egresada del Bachillerato Artístico en Teatro de Bellas Artes y Licenciada en Literatura de la Universidad del Valle. Actualmente trabaja como docente en la Facultad de Artes escénicas de Bellas Artes.
Elvira Alejandra Quintero
Sandro Romero Rey
Cali, 1960. Doctora en Letras, Magíster en Literaturas Colombiana y Latinoamericana y Arquitecta. Autora de 5000 kilómetros al sur (Bahía Blanca, Argentina, 2013), Memorias de
Cali, 1959. Director de teatro con Maestría en Artes Escénicas de la Université de Paris VIII, 1992 y estudios teatrales en la Escuela de Bellas Artes de Cali. Ha combinado la actividad li-
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Ángela Tello González
Javier Tafur González Cali en 1945. Abogado de la Universidad Santiago de Cali; estudios de antropología, Universidad de París; lingüista, Universidad del Valle; ex - Director del Instituto de Criminología, ex-Conjuez del Honorable Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali; Presidente de la Asociación Colombiana de Lingüístas -Asolingua-; Profesor de Humanidades de la Universidad Javeriana en la cátedra “Sabiduría Oriental, sabiduría Occidental”. Alterna el ejercicio profesional, la docencia y la investigación humanística. Destacado igualmente en los campos del ensayo, la poética y la narrativa, teniéndosele como un maestro del minicuento y de la poesía breve. Autor prolífico, ha publicado entre otros libros Jovita - o la Biografía de las Ilusiones -; Piel de Tierra; Oficios Existenciales; Cuentos para Kremer; Vara de Premios; Alúa; Travesuras y Silencios; Los Inquilinos del Sueño; Duenderías; Cantilena; Breves Historias Sobrenaturales; Ocarina; La Ardilla en el Maizal; Casa de Fantasmas; Asubio; El Haiku - o el Arte de
Hernán Toro Decano de la Facultad de Artes Integradas de la Universidad del Valle 1975-1977: Maestría en Literaturas Hispanoamericanas por la Universidad de Paris VIII. 1967-1973: Licenciatura en Letras por la Universidad del Valle. 1977-1981: D.E.A. (Diplôme d’Études Approfondies) en Literaturas Hispanoamericanas (Paris VIII y la Sorbonne Nouvelle). 1975-1980: Seminario “Teoría e ideología de los discursos” en la Escuela de Altos Estudios de Paris. Investigaciones: (Todas adelantadas como profesor de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle y oficia261
Biografías
LA VUELTA A LA MANZANA - Una Memoria Literaria de Cali
tu nombre; Celia Cruz, reina rumba (única biografía escrita en vida de la cantante cubana) y Quítate de la vía, Perico (2002), crónica ficticia sobre la rumba caleña.
lizadas y aprobadas por la Vicerrectoría de Investigaciones de la misma institución). El efecto de objetividad en los noticieros de televisión. La ilusión informativa. Las figuras retóricas y los discursos de la información. Los discursos de la información. La dimensión temporal en los discursos informativos. El reportaje: un género estallado. La lectura vertical (entrega 25 de septiembre 2008.)
Fernando Vidal Medina Cali 1952, Director de teatro, dramaturgo y gestor cultural, pertenece al Grupo de Investigación en Estéticas Urbanas de Bellas Artes (Colciencias). Se graduó en Derecho y Ciencias Políticas (Universidad Santiago de Cali), en Didáctica Del Arte (Convenio Instituto Superior De Arte De Cuba – Instituto Departamental De Bellas Artes), con estudios en Dirección Teatral (Atahualpa del Cioppo) en el Taller de Actores Profesionales de la RESAD Madrid, de dramaturgia en el Taller Nacional de Dramaturgia, 1996, Colcultura.Como director de teatro ha tenido reconocimientos en España con el Teatro Independiente La Luna (Santa Coloma de Gramanet), “Historia de Vasco” Schahade, ha sido seleccionado con el Teatro Bellas Artes a los Festivales Nacionales de Teatro 1994 y 96 , con las obras “Momo” y “¿Quién no tiene su minotauro?” (M. Yourcenar), con Teatro de la Ciudad obtuvo un premio en la Fiesta del Teatro San Martín, Caracas (Venezuela) 2005, con la obra “Cuarto Frío” de Tania Cárdenas, y en 2010 dirigió la coproducción Iberescena (Colombia, México, Chile) en Santiago de Chile, con la obra “Oc Ye Nechca” de Jaime Chabaud. Obras escritas: Sub-terráneos, Momo, (recreación libre), Nocturno para Laura F, Charlestón el Andariego, No tienes que hablar con nadie (coautor con Carlos Enrique Lozano), Salón Unisex (Ed. Paso de Gato, México), Un cuarto para las cuatro (Revista de Teatro - Universidad de Caldas). Profesor universitario en Dirección e investigación teatral, (Universidad del Valle, Bellas Artes y del Magister de Dirección - Universidad de Chile), de gestión cultural en el postgrado “Gerencia social” Luis Amigó y la especialización “Gerencia para las artes” de Bellas Artes. Director artístico de la fundación Teatro de la Ciudad. Representó al sector teatral colombiano en el 1er. Consejo Nacional de Cultura de Colombia, que elaboró el Plan Nacional de Cultura 2001 - 2010. Jurado de Becas de Creación y Producción
1982: Ganador del primer premio en el “II Concurso Nacional de cuento” organizado por la Fundación Testimonio de Pasto. Jurados: Jaime Mejía Duque, William Ospina y Otto Ricardo.
Hernando Urriago Benítez Cali, Colombia, 1974. Profesor, poeta y ensayista colombiano. Estudió literatura en la Universidad del Valle obteniendo una Maestría en Literatura Colombiana y Latinoamericana. Su tesis de grado fue sobre la obra del ensayista Baldomero Sanín Cano. Es profesor de las cátedras de Teoría Literaria y del Taller de Escritura de Ensayos. En 1999 fue Premio Departamental de Poesía del Ministerio de Cultura(Colombia). Se desempeña como docente de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle.
Umberto Valverde Cali, 1947. Además de su trabajo periodístico, literario y cinematográfico, ha tenido gran importancia como gestor y promotor cultural. Fue editor y director de las revistas Trailer y América, y del periódico La Palabra. Finalista en el Concurso Nal de Cuento del V Festival Nacional de Arte de Cali, con La piel del caos. Primer premio nacional de cuento, concurso Universidad Externado de Colombia, con La calle mocha. Ha publicado: Colombia, 3 vías a la revolución (con Óscar Collazos); Reportaje crítico al cine colombiano; La Máquina; Abran Paso; Memoria de la Sonora Matancera; Bomba Camará; En busca de
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de Bogotá, Medellín, Ministerio de Cultura, de las residencias de creación México, Venezuela y Colombia y del Premio Nacional de Dirección 2011. Director ejecutivo del Festival Nacional de Teatro, Cali - 1996, y productor de los espectáculos “Sara y simón” (España - Colombia 1994), “La Cantante Calva” dirigida por el nicaragüense Tito Ochoa y “Charleston el andariego”.Fue Decano de la Facultad de Artes Escénicas de Bellas Artes, donde actualmente es docente y dirige la revista Papel Escena desde 1994.
José Zuleta Ortiz Bogotá en 1960 y vive en Cali desde 1969. Es fundador y director de la Revista de Poesía Clave. www.revistadepoesiaclave. com. Orienta el programa Libertad Bajo Palabra en 17 cárceles de Colombia. Ha ganado varios premios nacionales de poesía y cuento entre otros el “Carlos Héctor Trejos” con el libro “Las Alas del Súbdito.” Premio Nacional de Poesía “Descanse en Paz la Guerra” con la obra “Música Para Desplazados” de la Casa de Poesía Silva de Bogotá en Mayo 23 de 2003 y el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura en 2011, con el libro de cuentos Ladrón de olvidos. Ha publicado: Las Alas del Súbdito 2002 Premio Nacional de Poesía, La Línea de Menta 2005 Universidad del Valle, Mirar Otro Mar 2006 Hombre Nuevo Editores, La sonrisa trocada (cuentos) 2008 Hombre Nuevo Editores, Emprender la Noche 2008 Común Presencia Editores, Las Manos de La Noche Universidad Nacional de Colombia 2009, Todos somos amigos de lo ajeno Alfaguara 2010 (Cuentos), Esperando tus ojos Hombre Nuevo Editores (Cuentos) La Oración de Manuel y otros relatos Universidad del Valle 2012 y La mirada del huésped Hombre Nuevo Editores 2013.
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Biografías
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