LUNA NUEVA No. 35.

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Fotografías: Jorge Mario Múnera

Contenido LUNA NUEVA No. 35, julio de 2009 Lic. Mingobierno Res. 081 de 1993 ISSN 9121 - 666X EDITOR Omar Ortiz CONSEJO EDITORIAL J.J. Guzmán Abella Omar Ortiz Pionono González Carolina Urbano LUNA NUEVA Apartado Postal 179 Carrera 26 No. 27-60 Teléfonos: 224 5781 - 224 4876 Tuluá, Valle del Cauca, Colombia e-mail: ortizforero@hotmail.com Diseño e Impresión Feriva S.A.

Ramón Illán Bacca................................ 5 Samuel Vásquez................................... 8 Gabriel Arturo Castro......................... 13 Pedro Arturo Estrada.......................... 18 Yorlady Ruiz López ........................... 25 Santiago Espinosa.............................. 31 Robert Max Steenkist......................... 37 Angye Gaona .................................... 44 Daniel Moreno López......................... 50 Natanael............................................ 55 Conrado Alzate Valencia..................... 59 Heidy Johana Guerrero Vélez ............. 63 Harold Mora Campo........................... 67 Daniel Padilla.................................... 71 Nelson Romero Guzmán..................... 75 Julio César Arciniégas........................ 79 Carlos Arturo Gamboa Bobadillla........ 83 En el Nochero.................................... 88

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AUSENCIAS Y FESTEJOS Desde que la mujer tomó conciencia de su cuerpo, de la importancia de asumir su feminidad para ser no sólo Eva o María sino ella propia, con sus deseos, frustraciones, anhelos y búsquedas, obstinada en pertenecer a un mundo excluyente que tenía como distintivo el negar la particularidad y la diferencia, también se inicia en la poesía un espacio para esa otra voz que convoca desde un nuevo imaginario, desde un nuevo orbe propicio a la creación. Y es desde esos ámbitos donde aparecen tres grandes poetisas que con el transcurrir del tiempo forjan una obra de reconocida trascendencia en la poética hispanoamericana, son ellas la peruana Blanca Varela (1926-2009), la uruguaya Idea Vilariño (1920-2009) y nuestra Meira del Mar (1921-2009), que como puede verse pertenecen a un mismo tiempo cronológico, y también deciden abandonar este mundo casi por las mismas fechas, Blanca y Meira en el mes de marzo y la montevideana en abril. En nombre de las tres hemos querido hacer en este número un homenaje a la poeta barranquillera, tan cercana a esta revista, en la pluma de su amigo y paisano el escritor Ramón Illán Baca. Por otra parte, nos alegra sobremanera el que dos poetas que nos han acompañado con su amistad y solidaridad a lo largo de ya muchos años, sean reconocidos por su trabajo poético; me refiero a Juan Manuel Roca, reciente premio Casa de las Américas con su libro Biblia de pobres y a Gabriel Arturo Castro, premio nacional de poesía Porfirio Barba Jacob, con el poemario Tras los versos de Job. De igual manera queremos agradecer a Jorge Mario Múnera su participación en esta edición de la revista con su serie fotográfica sobre la gente del tren, regalo que sin duda hace más gratas las páginas de Luna Nueva para regocijo de nuestros lectores. Omar Ortiz

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Meira Delmar Ramón Illán Bacca*

Tengo un imborrable recuerdo de la primera vez que hablé con Meira Delmar. Era un estudiante universitario y había perdido un libro de la biblioteca departamental –Fiesta de Hemingway, para ser más preciso– y el encargado, que no aceptó mis explicaciones, me pasó al despacho de la directora para que aclarara lo sucedido. Ahí me encontré con una dama en plena madurez y con unos rasgos árabes muy acentuados. La reconocí. Era la misma cara que aparecía dibujada en la contratapa de uno de los cuadernillos de poesía en la colección Simón Latino y que había comprado en esos días. Al sentarme frente a ella y antes de decir otra cosa le recité uno de sus versos: De tanto querer el mar Mi corazón se volvió marinero… La desarmé y sólo me suspendieron el préstamo de libros por una semana. Cuando me radiqué en Barranquilla me puedo ufanar de haber sido uno de sus amigos. A su casa del Prado, de arquitectura Art –Deco, fui con frecuencia a disfrutar de su conversación acompañada de café árabe con pepitas de cardamomo y excelsas galletas hechas en casa. Había algunos * Nación en Santa Marta, abogado, novelista y cuentista. Ha publicado los libros de cuentos Marihuana para Goering (1981), Tres para una mesa (1991), Señora tentación (1994) y El espía inglés (2001), y las novelas Deborah Kruel (1990), Maracas en la ópera (1996) y Disfrázate como quieras (2002). Colabora como columnista en periódicos y revistas del Caribe y en la actualidad se desempeña como profesor en la Universidad del Norte de Barranquilla.

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amigos que éramos miembros de número de esas tertulias. También iban algunas poetisas (palabra que sí le gustaba a Meira) algunas buenas, otras no tanto pero la mejor fue siempre Meira. Muchas veces Meira nos habló de su amistad y correspondencia con Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. Con esta última las cartas eran casi clandestinas pues la uruguaya tenía un esposo tan celoso que le impedía toda comunicación con el exterior del hogar. También Meira había sido amiga de los miembros del “Grupo de Barranquilla” y era junto a José Félix Fuenmayor y Ramón Vinyes considerada como otro de los poetas de este grupo. Otros grupos literarios en la ciudad, por esas fechas también tenían a Meira como uno de sus miembros (hay que aclarar que en Barranquilla también hubo otros grupos literarios pero solo uno con un premio Nobel), lo claro es que Meira pertenecía a todo el mundillo cultural sin egoísmos. Era de admirar cómo al final de su vida y cuando era requerida para toda clase de eventos cívicos, culturales, militares, eclesiásticos, académicos y deportivos Meira estaba allí enhiesta, amable y presidiéndolo todo con su amable sonrisa. “Si cobraras por esto, te volverías millonaria”, le dije en una ocasión. “Mire lo que me proponen”, le dijo al desconcertado promotor del acto. He oído algunas conferencias donde se clasifica a Meira como del modernismo tardío, del posmodernismo, del piedracielismo, o como la última de las poetas sufíes, todas con muy buenos argumentos. Lo que no he oído es hablar de la popularidad de su poesía. Es posible encontrar en los alrededores de la biblioteca departamental a los vendedores de libros de segunda o a las quirománticas de la Calle 38 despedir al cliente con algún verso tomado de Meira. Soy testigo de cómo un taxista al saber que su pasajera era ella empezó a declamar “El resplandor”: Nunca supe su nombre Pudo ser el amor Un poco de alegría O simplemente nada

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Al final, los tres, el taxista, Meira y yo terminamos el verso mientras llegábamos a casa. Alguna vez, ya ciega, un desconocido, un hombre de edad, se le acercó y empezó a recitarle versos de “Muerte del olvido” uno de sus últimos libros y no de sus primeros, que son los más populares. “Conozco esa voz” dijo ella, pero no pudimos saber quién era el extraño. Sin embargo, no faltaron piedras en el camino. En una de las ferias departamentales del libro (pocas en realidad), se le acercó el director de una institución local a pedirle que regalara sus libros a las masas populares. Meira con su voz más meliflua le preguntó si él representaba esas masas, a lo que el personaje, en una postura que parecía se hubiera tragado un paraguas, dijo con voz tonante “Doña Meira es una gran poeta pero tiene sangre de comerciantes”. Nunca había visto tan indignada a Meira que con voz ronca contestó: “Mis padres eran comerciantes libaneses, a mucha honra, pero le digo que tenían la mejor biblioteca en Barranquilla en árabe, castellano y francés”. Hubo allí una alusión al Líbano ancestral al que dedicó varios poemas. Algunos en sus primeros libros, tan bellos que valió que Ramón Vinyes el sabio catalán, y que para esa época no conocía a Meira, escribiera una columna de prensa, en donde decía que había sentido más el Líbano en esos versos que en el libro de viajes de Pierre Benoit publicado por esos días. Prologó Meira muchos poemarios, malos en su mayoría. A veces tan malos que ella con mucho tacto le recomendaba al autor hiciera una edición pequeña para repartir a los miembros de la familia. Otras veces, como en el caso de una joven presumida, no se aguantó y le dijo: “Querías hacer poemas sin sentimientos…y lo lograste”. Entre los amigos siempre hubo curiosidad por la vida amorosa de Meira pero ella nunca dijo nada al respecto. Hubo sin duda un gran amor, sólo así se puede escribir versos como éste: Yo estaba entre la noche Con los ojos perdidos de buscarte…

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Samuel Vásquez Poeta, dramaturgo, ensayista y pintor. Poemas y ensayos suyos han aparecido en libros y revistas de Colombia y el exterior. Su poesía ha sido traducida al rumano, portugués e inglés. Algunas obras suyas: Las palabras son puentes que nos separan (poesía), Gestos para habitar el silencio (poesía), Técnica mixta (teatro), El abrazo de la mirada (ensayo), Erratas de fe (ensayo).

“¿El hombre? Es cosa que tiembla” Joâo Guimarâes Rosa

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Desde la oquedad un pájaro oscuro atenta contra nuestro sueño. Un anciano ciego es el pastor, y salva con celo la manada ajena. El agua enferma no logra lavar la raída orilla de las cosas. Demasiado tiempo hemos guardado la noche bajo nuestra lengua. El recuerdo se cuela con destreza y astucia entre la tapia. He cruzado mi adolescencia como un sonámbulo entre viejos enamorados, niños que alucinan y unas alas enormes que rozan mis labios. No recojo los frutos del árbol ni corto las flores de la campiña. Es preferible una bendición que una esperanza. Difícil cantar entre estas ruinas, dulce présbita ante un jardín de rocas. Ruinas que son mi única hacienda, compelido a hallar una seña solar en el envés de cada piedra. Una cuerda temperada busca en vano el pulso de mi mano.

No te hablo de este sol que cae del bolsillo de la mañana. No te hablo de este cielo, coartada perfecta para el crimen de la rosa. No te hablo del silencio que canta en la rama de mi duda. No te hablo del aliento contenido, que tapia el ojo de la palabra. No te hablo de este tremedal que pudre la semilla del poema. Te hablo tropiezos tartajos dentelladas, te hablo inanes nadas sordas necias voces, te hablo senderos que se cierran, después de que tú hablas.

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Los nombres abandonan las bocas. Objetos míseros balbucean una verdad incomprensible y estas ruinas son testimonio sordo de lunas honestas. La casa reúne todos los miedos en el rincón más obstinado: el pavor estanca las salidas: la palabra oye amotinada su silencio. Amarran sobre mis ojos una venda donde han dibujado otros ojos. Alguien calla contra mí.

Un pájaro oscuro roza con su ala el umbral pero no entra. Al llegar la tarde se oye el relincho del viento tras la montaña. El verano ha roto de nuevo su promesa. El sol no se acostumbra a mirarse en el pantano.

Llega a la tierra prometida y no levanta allí su casa; reconoce que dios la ha engañado de nuevo. Llega a la belleza y quiebra su espejo; sabe que Narciso no es su destino. Llega a la verdad y no se amaña allí; echa sobre sus hombros la pesada carga e inventa un sendero hacia lo inefable con su lámpara de oscuridad. Llega al domingo y no descansa entonces; ama su pie errante. Adelantada a sus propios pasos, invisible y silenciosa, no posee luz propia pero sabe encender el fuego. Sin fe en el camino, cuanto más se aleja más cerca está del comienzo hasta alcanzarse a sí misma por la espalda, pero no se reconoce. No mira hacia el horizonte que la llama. No vuelve la cabeza para reconocer el sendero de sal. Su rostro desaparece entre la bruma. Su equívoco pie importa nada. Camina con zapatos de felpa entre el simún, para que su rastro no pueda ser seguido. Sólo el orden del polvo que ha levantado en su errancia estremecida es lo que queda. Para evitar explicaciones se defiende con olvido. La poesía.

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El impío estilete del sol divide mi ayer en dos olvidos iguales, mancha de fulgor en el laberinto sin alas de esta rosa. El canto de la mañana clava su pico de luz, pequeña llama que ilumina mi pie incierto. El verano en su caída se aferra a la rama más terca del guayacán. Mis manos no me alcanzan. Sé que me despeño entre los que se levantan en esta ciudad cuyo párpado es guillotina. Todo el esplendor de este día es sólo el comienzo de la herrumbre.

Alba tardía de gallos asesinados. Las puertas que no entraron en sus casas han huido. Un disparo de silencio triza la pizarra que nada aprende. No a la vista de todos: en el envés de la piedra una rúnica bella y muda es el oráculo. Al hacerme víctima y testigo invalidan mi palabra. En el sueño del mundo clava la noche sus cuchillos

Hay dolores que viven en manada y atacan cuando huelen una herida. Lo que carece de temblor no me interesa. A tu paso se abre un mar rojo: yo me quedo de esta orilla. No hay tierra prometida que cumpla su promesa. Ante los censores escondo mis manos manchadas de ingenuidad. Condenado, cargo la maleta de mis nadas. La palabra silencio habla demasiado para expresarlo; la palabra soledad me acompaña, traicionándose. El pan es estrella irremplazable de la mañana. La violencia nos viene del sol. La fresca sombra del árbol borra mi sombra estremecida. A mi regreso, sólo tu perro me reconoce.

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La noche

“Encadenada entre oro y olvido: la noche” Paul Celan La noche oculta la noche. Aguafuerte que nos bruñe, escamotea su función a las ventanas. Ya no más sumisos reptiles las sombras se elevan más altas que tu sombra. El silencio es presagio. La oscuridad es presagio. Es presagio la soledad. Todo es presagio. El relámpago inflige una herida: sangra una rosa en el frío abrigo de la noche. El oscuro eco del silencio sutura mis oídos, debajo de mis párpados se clava una astilla de luz, y el insomnio de la luna no tiene remedio. Al fin la noche se acuesta sobre todo.

El cielo amenaza a la rosa. Las tinieblas de la noche llegan lentas y arrastran contra un rincón el silencio perfecto de la casa. Desconfío de quienes ponen otra venda al olvido. Rechazo la mano que espera ser besada. Ponen la mentira sobre sus corazones como un escudo que los proteja de una belleza fulminante. Escondidos debajo de sus sombras se les oye roer las certezas del alba. El afilador de cuchillos ignora que merced a su empeño una roja fruta sangra.

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Gabriel Arturo Castro Bogotá, 1962. Poeta y ensayista. Ganador de los Premios Nacionales Aurelio Arturo y Ciro Mendía. Ha sido colaborador de importantes medios de difusión cultural en Colombia, además se desempeña como tallerista de arte. Ha publicado: Libro de Alquima y Soledad (Educar editores, Bogotá, 1992) y Alquimia de la Media Luna (Verdehalago, Unam, México, 1996). Ganador del Premio Nacional de Poesía Porfirio Barba Jacob, 2009, con el libro Tras los versos de Job.

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Línea imaginaria El carruaje entre dos filas de árboles ya no aviva el paso hacia el mañana. La piedra y un trozo de asta calcinada al caballo le hicieron perder su aplomo, su vertical cordura, su símbolo discreto, su línea imaginaria. Nada hizo el golpe de la vara gruesa, ni la espuela asegurada del talón. ¿Cómo podré disimular la rotura de la rueda, de su diente y de su espiga? ¿Los ángeles y los hombres sostendrán el círculo y el eje?

Sueño vegetal Al habitar la negrura de un bosque olvidado, horizonte que apaga el color, nuestro sueño vegetal se marcha tras la pesadez infantil y el ensueño duro. Inútil la voz bajo el frío cielo, ociosas las huellas de los reyes de madera dura, el recuerdo sumergido de las lavanderas nocturnas, tardío el ser que ponía fuego en el pequeño farol.

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Pies de caza Al repetir tres veces la palabra fruto, las sílabas de su nombre, el pie rompe la almendra, ataca el olivo, sea su punta, talón o zapato de madera. De pronto se advierte un olor vivo y subido, olor que dejan los pies de caza. Señal de inutilidad: los talones cortan la cáscara, derraman su fragante aceite sin sesgar la semilla madura y descubierta. El fruto se quedará atrás del pie que lo sigue.

Esfinge Desde antes de la salida del sol soñamos con los crisoles, calderos, manojos de plantas secas y los colores ásperos y quemados de la cerámica, del oro viejo. Únicamente el Dios destituido -esfinge ciega en el banquete del tiemponos ofrecía las uvas más altas que se puedan alcanzar, universo pequeño para nuestra pesadez y hundimiento, mundo interior contra la tropa ágil, el destrozo que asedia y corre, la desolación que masca satisfecha su ajo, su olor a resina o hierba amarga, su cercana fetidez de jaula. Somos sobrevivientes de una lengua muerta.

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Vieja querella Herodes sale con su lanza por la noche. ¿Cuándo podremos decir que la matanza de niños reposa lejos y que el espanto del Bautista, su piedad y su corazón roto, jamás volverán a visitar nuestro rostro, tu frente enferma, mis ojos, tu canción de cuna, tu vieja querella? Rey o monarca de siempre, el apagador de velas, el del capuchón de ángel negro, el que perpetúa la noche, es a ti a quien le agrada oír los lamentos que la humanidad exhala. Tú extiendes la mano para agobiar mis labios, sorbes mi sangre y mi llaga, la herida de mi débil brazo, mi espalda que exhibe las letras y la cicatriz. El cielo nos envía sables, puños apretados, arabescos de orín. Mi alma estrecha es una sepultura en una callada tierra. El poderoso habla la lengua soberana y nosotros perdemos la lengua del hombre. Herodes sale con su lanza por la noche.

Patria ilimitada Basta una palabra donde podamos reconocer la patria, un suelo de pizarra, el trigo y la hostia, la mano paterna y la nueva infancia; una palabra infinita, fija y entreabierta, antigua y sólida que espante las migas del pecho, el lenguaje del paria, la guerra sorda contra las cosas, la letra cortesana, la letra que duerme, la gripe y la edad de hierro. Cuando la sangre se altera, la palabra prepara su úlcera. Una palabra acecha al creador del cielo gris.

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Paisaje La tarde fabrica una soledad, cien ventanas se cierran, los garzones vuelven a la oscura arca. La vestimenta de la tierra a esta hora es de rojo infierno, se cubre con sábanas y cruces, torrentes de fuego, retratos y quejas colman el paisaje: hombres clavados con astillas, atados a un mástil un arpón los ronda, camisas raídas por la punta de un garfio, cercos de zarzas y la voz de la muerte, igual al puñal, al golpe del garrote, a la fría lágrima de un cordero. Triste paisaje de incendios y huidas, mercenarios cercenan la mano de quien ara, la mano del que escribe. No importa la contienda y la ventaja, con los ojos blandos y oyendo los gritos del apaleado, hemos aireado las desvaídas sombras y ellas han subido al corazón que invoca, al espíritu que segrega sílabas para la mudanza del tiempo y de los hombres de apetito y lengua espesa. El alba severa se le devolverá al enemigo. Esta noche mis palabras repasarán sus hoces sobre él.

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Pedro Arturo Estrada Colombia, 1956. Ha publicado Poemas en blanco y negro (Ed. Universidad de Antioquia, 1994), Fatum (Colección Autores Antioqueños, 2000) y Oscura edad y otros poemas (Universidad Nacional de Colombia, 2006). Premio nacional Ciro Mendía en 2004. Los textos presentes pertenecen a su libro inédito Poemas de otra parte. Es además, ensayista y narrador.

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El desenamorado Ahora sobrevives instante a instante y nadie responde por tus huesos, pero te quedan manos para apartar la bruma de los días, ojos que otean el vacío de la ciudad en la que envejeces, palabras que repites ya sin pena y definitivamente sin gloria. En el aire crece la fuerza del desamor restituyendo los contornos de la luz, del tiempo, de la vida. Los temblorosos límites de lo real donde aposentas el ánimo, donde el dolor no vuelve a tocarte y la mano retorna serena al lento vuelo del pájaro en la altura. Para la soledad has afirmado los pasos. Para el sueño has construido una casa de hondos silencios. Para la muerte una memoria, un rostro más bajo la indiferencia.

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Nauta Orbito despacio al comienzo sobre ejes que gimen por cuenta del abrazo. Difícil equilibrio a la altura de tus hombros. Lunas enloquecidas giran en mi cabeza y ávidos cometas saltan de mis dedos. De tus ojos plasmas solares vuelan a incendiarme la sangre. Estallidos crecen por la galaxia de tu piel. Nébula vertiginosa tu cintura, y abajo, el oscuro vórtice voraz donde me precipito y muero, nauta perdido de tu cuerpo.

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Ante el ángel terrible Memoria de R. M. Rilke Todo esto sabíamos. Pero preciso fue mantener despiertos los ojos al insoportable resplandor del día. Reconocer-nos demasiado sucios ante lo abierto. Brumosos, casi ciegos en la frontera de la vida que olfatea la plenitud, la nada sagrada. Todo esto sabíamos y fue preciso asir con fuerza el destello acerado del verbo frente a tu rostro de fuego si queríamos permanecer un poco antes de volver a lo oscuro. Todo esto sabemos antes de ofrecerte —quizá despedazadas, no destruidas, las pruebas finales del sueño que fuimos.

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Tránsito del sonámbulo 1

Es de nuevo la noche que rebrilla estrellas viejas. Cruzo los predios desiertos de sus dominios mientras cae algo definitivamente sombra abajo de mí, tal vez lo poco que aún sustentaba una forma, un modo de estar en el mundo. Vuelvo después al día, la rutina que restablece límites, el familiar cotilleo de cosas que son la medida de mi propio vacío. Un nombre, la cómoda sumisión a los espejos, los ojos que me reconocen o creen reconocerme.

2 El tiempo que al fin no es más que una bomba pasando de mano en mano. Y ningún lugar cierto para salvarse. Pero entonces, la callada certeza del olvido, el último y verdadero lugar. Animales de costumbre, qué otra cosa sino ese lento y persistente roer, lamer, mascar, deglutir el mundo a pedacitos. Echarse a la sombra de las palabras mismas, confiados, esperando que ellas nos confirmen, nos salven al fin.

3 Hasta agotar la cuota de espanto correspondiente y morirse tranquilo, libre de coerciones y esperanza. Hasta ser por fin el que viene de regreso de todos los miedos, el que sabe con qué cuenta, con quién vive verdadero dentro de sí. Un territorio limpio de huellas y muros. El viento desparramando las páginas de la pequeña historia de tu vida.

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4 Un día un mundo, una sola y definitiva experiencia. Ser afuera de toda memoria. Reír en mitad de la extrañeza. No querer, no poder entender, no saber nada de la vida. Abandonarse a la fuerza de la oscuridad o de la luz que también es abismo.

5 Sólo la mano que toma el borde de una puerta, el ojo que recibe directa la luz, la boca que devora la fruta, la piel que se anuda a otra bajo la noche, el cuerpo que reposa lejos del día allá afuera. Pudiera ser esto otra manera de callar. El gesto perdurable.

6 Pero es el cansancio lo real. Volver a acunar toda la baba bajo la lengua. No hay más que el siguiente paso, el siguiente latido, el siguiente respirar.

7 Y ser apenas una arena más en la playa. Fragmento infinitesimal. Un punto en el espacio. Ir luego. Ir al borde mismo. Asomarse allí. Arrojarse como quien se abraza en sueños.

8 Pues al fin, la vida es lo que no se ve más allá del borde mismo del yo. El que se arroja es el que lo descubre. Los demás, nos quedamos temblando, aferrados al borde, lo único sólido en apariencia, lo único.

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9 Temblor y misterio, sí, espanto de ser sin saber por qué, para qué. Y deleite, delirio, demencia febril de hallarnos expuestos al aire, al sol, al goce, al embate de los elementos.

10 Quedarse con el rescoldo del amor en los huesos, con el eco interior de las palabras que no nos traicionaron. Quedarse con el espasmo, la punzada, la náusea. O despojarse incluso de eso.

11 Abandono los dominios de mi propio silencio mientras algo salta definitivamente, luz arriba de mí. Tal vez lo poco que aún se repliega, lo poco que todavía se resiste al vacío.

12 Vuelvo al día, la costumbre restablece sus leyes. La voz, el murmullo ajeno de los otros recobra en mí (lo que se repliega en mí), el curso natural de cuanto pienso o creo pensar y ser: un nombre, la cómoda sumisión a los espejos, los ojos que me reconocen o fingen reconocerme.

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Yorlady Ruíz López Nació en Pereira. Es poeta y artista plástica. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía XII Festival de Poesía de Medellín en el año 2002, en ese mismo año obtuvo el premio de Arte Talentos Carlos Drews Castro en la ciudad de Pereira. En el año 2006 fue ganadora de una pasantía con el Ministerio de Cultura de Colombia para realizar un taller de performance con Dioscórides Pérez, en la ciudad de Bogotá. En el año 2007 presentó su performance en Imagen Regional V en la Casa Republicana de la Biblioteca Luis Ángel Arango, en la ciudad de Bogotá. Sus trabajos creativos han girado en torno a temáticas de género y violencia en Colombia enfocados desde el Performance y la Instalación. Ha publicado los libros de poesía Versos para tu fresca alborada (1998) y Novela inconclusa (2001). Actualmente reside en la ciudad de Pereira donde desarrolla una constante práctica artística con mujeres de diferentes organizaciones de la ciudad.

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Poemas para Juno Animal Todo el animal cabe en un solo día no se necesita compararlo con nada, ni con la propia carne, ese se sale como un león loco que ha estado guardado, encerrado con el placer de morder su presa aún viva, loco por sentir el pálpito entre la vida y la muerte. Todo el animal cabe en un instante que cuando menos piensa vuela a través del mundo, robando trizas de la desventura ajena para hacer su nido, todo ese animal que sale a veces también se aprovecha y me lleva y se deja con su furia, con su vuelo, con su trote.

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Mi idioma es este de la piel que se transmuta en animal feroz en ave siniestra en ojos de ballena muerta en rencores de días que se van rompiendo mi idioma es este pobre gato: techo alto gatita que cae que no se suicide Un idioma comparado al de cada sexo al de cada voz este lenguaje donde el aliento de la boca responde: mañana voy al río, se llevará tu piel esa pobre ave encerrada el cuerpo roba y pone en libertad.

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Tu cuerpo es como el mar ahí navego ahí te bebo pero nunca me ahogo, a veces muero (y tú lo sabes bien) pero nunca me ahogo, no sé cómo haces para que me alcance el aire, las manos, el vientre. Tu cuerpo es como el mar con muchos cuerpos abandonados, gente que se durmió en la escafandra, están dejados en tu espalda y se quedan en la cama se duermen cansados de traer la memoria, el tacto, tu cuerpo es como el abandonado mar que se mece solo en este instante en algún lugar del planeta donde navego.

Ese muchacho pudo haberme mordido los labios, arrancarlos para su corazón hambriento, sin embargo se quedó con su boca tímida, -muchacha: no me dejes caer al desvarío de la calle. Yo pongo una soga la tinturo de púrpura y le enredo el cuello, yo pude haberle arrancado los labios y dejarlos para el hambre de los perros, -muchacho: huye el presagio de mi boca, no provoques Ya todos somos exiliados de nuestras camas a qué volver si no es con esa extraña compañía que buscamos.

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Círculos cromáticos Rojo Rojo tiene amores prohibidos Ellos le cantan con la voz de los dioses le bailan con la dicha de la lluvia Rojo tiene el sexo ardiendo, viene, arranca un pedazo de mí lo lleva a su fiesta. Rojo tiene la gracia tiene la dicha tiene un pecho que me entrega rojo una caja roja, una boca roja, una cama roja rojo se deja llevar a otros cuerpos rojas frutas abriéndose roja sangre agitada rojos amores prohibidos roja manzana mar rojo rosa roja rojo tu sexo ardiendo rojo mi labio herido rojo roto en el rey rojo él no perdona saca para ti la carta que no quieres.

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Azul Azul es esta risa de piedra que me sale azul el silencio cuando ya no canta tu sudor en mi piel azul la falda que te pones para que la arrebate con estas ganas que tengo de agarrarla toda nalgas, piernas, humedad tuya olor tuyo, deseo tuyo que me traga azul el goteo de todo, de tus lĂ­quidos saliendo del olor a perfume en tu vello azul restregado sobre ti diluido en ti regado en las calles transparente azul soy desde adentro, no lo ves porque me transparentas con tu aliento ĂĄcida naranja que desapareces.

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Santiago Espinosa Bogotá, 1985. Crítico y periodista. Ha escrito artículos y reseñas para revistas como Alforja (de México), Casa de poesía Silva y el periódico La Hoja de Bogotá, del que fue jefe de redacción. Actualmente escribe para la revista Arcadia. Estudió Literatura en la Universidad de los Andes y hoy finaliza sus estudios de Filosofía en la misma universidad. Ha trabajado en adaptaciones de teatro para grupos aficionados y fue asistente de dirección en cursos del Teatro Libre de Bogotá. Como director montó La Cantante Calva, de Eugene Ionesco, en el año 2004, y un par de piezas breves de Harold Pinter en el 2007. Sus poemas han sido incluidos en antologías nacionales e internacionales. Los ecos, su primer poemario, será publicado en los próximos meses.

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Memoria callada

No volverán las hojas al patio de la casa. Su espera, los rostros que vimos a lo lejos cuando era puro el aire, y no había tanto tiempo entre las cosas y los ojos claros. Esa secuencia de adioses y fantasmas ha quedado guardada sin que nadie la oiga. Y me pregunto, ¿en cuál libro? ¿En cuál cabeza? ¿Dónde han quedado esos ojos, las calles que en ellos habitaban? ¿Dónde han quedado los ríos y las uñas que ya nos cortamos? Mugre. La oscura promesa de una llave olvidada. Somos un nombre devaluado que evoca en su sonido al muerto de las horas mejores. Si acaso añoranza, espectro injusto de una cédula amarilla. Una interrogación al margen del poema.

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El carnicero

La materia “diáspora de estrella”, es para Don Orlando kilos peso tibio entre las manos. Y el tiempo, del negro al blanco, le zumba al oído como moscas en la tarde. Entre lomos, caderas, blancos puñados de grasa, pasan los días de Don Orlando. Por eso alza las carnes al hombro sin pensar en los cortejos. Lee los mensajes de las fibras sin detenerse en augurios. No hubo pudor cuando besó a su hijo entre placentas. Cuando lo tuvo en los brazos, y en los ojos del uno y del otro la misma bruma, sus manos, sin saberlo, imitaron la balanza romana. Las vísceras del hijo se velaron, al ver la luz por el cuchillo de otros. Don Orlando no hace conjeturas, su madre le enseñó que era malo especular. Y sin embargo no olvida la bendición antes de hacer los cortes. Hay que lavarse bien las manos sin importar el precio del jabón.

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Una oración Cierra los ojos Fabio, deja que las voces se cambien por imágenes. No es tinta lo que cae sobre el lienzo, es la nostalgia de mar que se esconde en las pupilas. Deja que hable tu padre en cada trazo sin pintura. Deja que nazcan del repique los caballos, y que te encuentre el cuadro que algún día te persiguió en Guadalajara, y que te habló, otro día, entre la voz lejana de la lluvia. Todos tus trazos ya están escritos, lo sabes. Te han acechado los recuerdos como manchas, como colores que se escapan de ese túnel, de esa honda bruma que es la infancia. Te han perseguido los ruidos, como si hablaran los fantasmas en cada letra conocida. Tu sólo has encontrado lo que andaba perdido, hombre viejo. Lo que cuando te vayas quedará olvidado, adentro, en la bodega cóncava que ocultan tus pestañas. A Fabio Rosso.

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Cuchilladas

“…y el viento podría Con otra sal enrojecer los ojos…” Guiseppe Ungaretti.

Podría tu nombre iluminar otros ojos la lluvia, su escándalo lejano en los sucios ventanales, traer algo distinto a las derrotas. Pero escucha, detente. Ahora el niño que fuiste deja en la mesa los juguetes y mira el verde en las montañas detenidamente. Va por la calle, la furia de tu urgencia escoge sus caminos. Míralo haciéndose a tus propias expresiones. Escogiendo las canciones, los libros de segunda. Va con la madre y su saco nuevo, a rayas. Zapatos de otra era, uno detrás de otro. Su golpe de segundos por los parques, los cuartos al blanco, y un suave rumor que se teje en los huesos. El árbol se hizo a sus anillos. Cambió la moda, cambiaron los tiranos. Sonoro pasó el siglo en su barco de ebriedades y otro cráneo adornó el anaquel. Podría ser otra casa, la abuela no haber muerto tan temprano. Podría ser otro mar el que sacude desde el fondo. Pero persiste, no se doblega. Ahora un hombre se afeita ante el espejo en completa soledad. Dibuja a su padre a cuchilladas.

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Aforismo Un poema es un niĂąo Entre los versos De mano en mano Se hace viejo a fuerza de recordar.

Calidoscopio El sol de Homero, el tuyo, comienza su ronda de placeres. Le roba el brillo al Ăşltimo escondite, al rostro que quedĂł en la navaja. Vuelve el ardor a nuestra herida: calidoscopio eterno.

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Robert Max Steenkist (1982), egresado de Literatura de la Universidad de los Andes de Bogotá. Trabajó en el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de esa ciudad. Hizo una maestría en Estudios de Publicación en la Universidad de Leiden (Holanda). Actualmente es asesor de la subdirección de Libro y Desarrollo del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, el Caribe, España y Portugal (cerlalc/unesco). Artículos y poemas suyos han aparecido en diversos medios nacionales e internacionales. Ha publicado un libro de cuentos titulado “Caja de piedras” (1997) y un poemario “Las excusas del desterrado” (2006).

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Emigrante Empuñas la escoba de cada día. Barres los restos de las manifestaciones que acaban a la hora indicada, las flores que dejan los sepelios de cabildos nunca tuyos, los anuncios de temporadas de descuentos a los que tampoco alcanzas. Lo que te hubieras ahorrado piensas a veces mientras la gente sigue caminando con los mismos pies que en tu país estallan y unos arrancan siguiendo meticulosidades de odio. Y sonríen y pasan y pasan y pasan mientras tú ya te ves, distante de los antiguos reyes cuyas caras de tierra imprimen en volantes de propaganda, mientras tú ya te ves, no como alguien que resiste y lucha contra la opresión, mientras tú ya te ves, casi ajeno a quienes defienden las multitudes puntuales, con toda su propaganda de papel reciclado y proclamas biológicas que tú empujas hasta atorar los flujos subterráneos. Eres el dócil trabajador distinto el de la sonrisa incómoda de no entender y de tanto asentir cuando preguntan algo que se responde con palabras. Y no con gestos. Con Palabras. Con Palabras.

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Emigrante. Silencio para pedir, preguntar, responder órdenes, contraatacar. Te fuiste perdiendo en chaquetas y abrigos y bufandas que no sabías usar pero que te ponías pues decían que el invierno y te empujó hacia el borde de las esquinas y tus plegarias se llenaron de marcas y de nombres de ciudades que no supiste cómo explicarles a tus padres, cuando les hablaste primero cada semana, luego cada mes…

Y así tu lengua se arrastró fuera de ti, un feto muerto. Qué importa ahora de dónde venías si has perdido esas palabras con las que antes elevabas el sol, si te limitas a repetir el idioma del mundo buscándole nuevas posiciones a los labios, rumiando sabores que no digieres. Aquí aprendes que la boca es un estorbo, un pájaro muerto que antes llenaba el cielo. No han emigrado contigo las palabras. La ciudad crece con tus pérdidas diarias. Voz de dolor y refugio batalla perdida que se trenza con el ritmo de todos esos pasos que se alejan sin verte y te dejan su basura.

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Vuelta a la poesía que la musa no te convenza con su lengua dulce las palabras vuelven siempre en horarios inadecuados desordenadas o a bordo de matrículas simples ella no emite de ninguna la muy estafadora se ha venido dando créditos inmerecidos las palabras son brillos diagonales, libres opacas porciones de arroz destellos ajenos que la luz blanca de la inspiración no te ciegue cuando vuelvan a despertarte las palabras: busca el abrazo de los padres sin rostro huye de las promesas que te hagan que no te quedes añorando el vuelo que no pagaste que tus pasos doblen las rutas escondiéndolas como si tú fueras los ojos del astrónomo y ellas las galaxias muertas en el primer milenio que la musa no te engañe: nadie te saca de la noche que la inspiración no te estafe: jamás volverás debes construir tu siempre débil abrigo con lo que queda de las palabras sueltas no te dejes herir de la esperanza: todo se ha escrito antes hazlo bien hazlo antes de que se pierdan en la ventisca y sigan para no volver.

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La esperanza, un vuelo ¿De dónde te viene ese poder que miras cara a cara a la muerte? Giovanni Quessep

Muerte, hermana del tiempo reacia a desprenderte de la carrera dime qué campos asolaste primero con tu paso de cristales estallados y avalanchas de lodo. Dime qué ha pasado en tu marcha de zanjas rotas y de cuándo aquí decidiste prender todos nuestros mástiles. Cuál es tu afán de no dejar que ganemos nunca dime por qué debes dejar todas nuestras venas como ramilletes explotados Habla pues, Muerte, de todo lo que te has llevado de ese ampuloso vacío que llevas como único amuleto. Déjame ver cómo es que cuentas. Hazme tuyo en tus ojos helados ven con ese velo que rompe el rostro de los moribundos dame tu mano llena de alaridos y déjame saber si todo empezó cuando Dios y el viento rompieron los candados de la ira.

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Divorcio del astrónomo

Para JRMG

Soñé, te conté un día, el polvo de nuestras manos, con un marino que perdía las estrellas a causa de la ceguera y que, ya viejo y loco, inventaba constelaciones para su noche eterna. El brillo de las estrellas es una noticia tardía, me dijiste, esa luz que vemos no es sino un navío de jaulas doradas que guardan especies muertas. La luz que vemos son estrellas muertas. En su viaje silencioso a través de la nada la luz se vuelve mentirosa pues no se entera de que su puerto se ha extinguido, hundido en las corrientes del infinito. Las estrellas no merecen nombres, convenimos al despedirnos para siempre. Nos han mentido. La explosión de su origen y el pálido reflejo que titila en nuestras noches es un malabarismo del espacio, un engaño de milenios. Todas han de extinguirse de repente Vencerán la distancia que le sacaron nuestra ilusión y dejarán en claro nuestra falta de bendiciones.

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En una playa Démosle un aire a las mentiras, digámoslas con más que orgullo, digámoslas con gusto. Que sean grandes y tranquilas, que inflen el pecho, que puedan mirar por encima del hombro a todas esas verdades a medias. Seamos responsables de engaños tan elaborados que la verdad no pueda ser la misma, que después de nuestros embustes globos brillantes ella también recurra al maquillaje. Empezaré diciendo que nuestras huellas son castillos que la arena guarda, celosa, hasta que decidimos inclinarnos, empuñar la luz y dejarlos a la merced de las tormentas.

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Angye Gaona Bucaramanga, 1980, selección de poemas del libro inédito Nacimiento volátil.

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Cuando la guerra Vas a mañana o a morir Eunice Odio

No provoques al león que reposa en su campo. ¿Qué podría implicarte su gesto lento, su verdad calma? Si no puedes resistir esa, tu inclinación de más, y buscas un león que sirva su propia cabeza en tu mesa y sólo un par de garras, las tuyas, admites en tierra, nada podrá guarecerte de esa, tu intención de más, y alguna trampa, algún águila mecánica traerás para cazar al león. Reina el león aunque lo enjaules y lo lleves lejos de sí a rugir a tus circos, a esconder sus garras en tus fábricas, a desatar la ira de las bestias del Sol que atesoras en las bóvedas. Reina el león y reina la espada, único arbusto que crece silvestre en las tierras del león, que no te será dado exterminar aun si ordenases manar fuego a tu garganta.

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Una mañana llegó y dijo Atención, señores: no hay más casa. Sólo ésta: la que ven y pisan. No hay más, atiendan todos. Acerquen oído y corazón a la Tierra, consideren el peso de la edad, señores doscientos cincuenta mil años, y observen: no hay más casa ¿Qué harán?, es presumible: sentarse sobre las coronas, voltear los cálculos, cocer el cáncer en hornos ejecutivos. El humo que asciende, arrogante y rapaz, suficiente para dar la noticia: es la ruina en el aire. Dirán ustedes: que la bolsa, que el colapso… Ya oirán: ¡Viene el humus, llega el musgo a fecundar este óvulo que flota! Ya verán, señores, la Tierra sin artificios, sin forro ni revisión, la Tierra a su manera repitiéndoles: no hay más casa, avanzando sobre excusas, guadañas y presupuestos, obligando a su orden verde y celeste a tomar la casa y poner cada cosa en su lugar.

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Deseo Hemos de encontrarnos, a voraz velocidad, el pez deseo: genio en fina corriente incisiva, contracción en su fase misil, vela, alzar de los nodos; creciente desatada rompe la escotilla, abre el prodigio. Como máquina u órgano alumbra abisal la onda de quiebre en la red.

Acantilado En el borde, recibo al viento y esa suya, atroz, formidable invitación a ser volcán despierto, diluvio que abata cada jaula; esa, suya, melodía que instiga al desborde que sale de mí como un bramido del abismo; el trepidar del viento mismo que precipita cada partícula en un orificio de liberación. Toma la forma de la erosión y de la explosión. Apenas un roce y prescribe, como cincel: abrir paso.

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Sur La carretera sueña que lleva al mar mientras asciende al volcán o cruza el gran pantano. La carretera de orilla oceánica recuerda la nieve y la ceguera, el secreto de la laguna, la palabrería de la selva. La memoria de la carretera es nómada: transitan los recuerdos en cualquier sentido del tiempo, llevan más acá, más allá. La carretera recoge aromas idos, deja enseres olvidados junto a miradas rotas, contiene adioses que múltiples se refractan en el retrovisor. Retorna en ocasiones la carretera trayendo consigo paisaje edad huella

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Reunión

Somos luz cuando nos juntamos en estos y otros tiempos, en secreto y sin mucho decir entendemos el camino del cimarrón y cantamos gozosos, danzamos: preámbulo de guerra es nuestro carnaval, traemos música bajo las ruanas. Somos ágape: pequeño círculo de amantes. Desde la caverna nos llama el fuego; salvaje, entra nuestra antorcha. Somos llama, anticipo del Sol aún oculto en esta noche fría: lodazal donde vemos crecer la luz cuando nos juntamos.

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Daniel Moreno López Bogotá, 1984, radicado en Armenia desde el 2001. Ha publicado algunos cuentos y poemas en revistas locales y el ensayo Convergencias novelescas en el juego literario, sobre Rayuela, en la revista de la Universidad del Quindío (Nº. 13, 2007).

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Flanelle A la gata de Cortázar

Toca toda gota cada gato, cada tanto, tanto tiempo tiembla el alma toda que toca matar la madre a tientas, a todas, a cada hembra que agota al gato temerario que con grito estridente, te muestra, la muerte de toda gota.

Sonrisa Veía las cebras (esa mágica manera de sacarse la tristeza y dejarla en la piel) y las gacelas (la hermosa rayita blanca que saltaba y se multiplicaba interminablemente), y el león (el sol en enmarañadas ráfagas rodeándole los colmillos y protegiendo la sangre), después de pensar un poco al respecto, se comió una hiena (la convergencia de un poco de todos los sabores en una carroñera sonrisa).

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Frente al café... Pensaba seriamente si matarme Medía con cuidado mi valor en el mundo Y descubrí, casualmente, que incluso el café se me quería escapar, o disfrazado m en u h

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También pasas La muerte se basta con que uno llegue a morirse, Es triste, pero pasa. Las palabras de sangre pesan más (y pasan menos) que las de aire, Triste cuando pasa, pero pasa. El amor es ficción como el infinito, como el lenguaje, como el mundo y pesa más que la verdad, Pasa, triste pasa… Todo pasa, y cuando pasa es triste, pero pasa, lo triste es que pase lo que pasa que tanto pesa…

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Nuestras letras Atenazado, baila, canta despacio, espero fuerza gutural, himnos invadidos, jadeos… - ¿Kamasutra? -Limitante… Mutemos nuestras ondulantes pelvis, quebremos rastros, rostros, superficies tocadas, ultrajes viejos… Los dos en posición, suerte de doble u (w), inventemos la cuarta X, yuxtapuestos, zigzagueándonos en nuestras lenguas…

Ay, mi pobre niña A Andrés Elías Flórez Brum

Las dulces niñas alguna ama de casa (el universo reducido atrapado en un plato) un viejo ignorado el joven oscuro negado por la brillantez plástica que guía al mundo; Se refugian en palabras (las muy fáciles) y haciendo versillos sonrosados de mejillas abultadas (la delicia de las tías) te matan, mi pobrecita poesía...

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Natanael Bogotá, poeta y corrector de estilo. Libros publicados: Poemas de los cómos, Lejanías, y Pastor de dragones.

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Lista de los asesinos – para lección de débiles e ilusos – (Fragmento) I. en la lista cruenta (roja) de los cultores de la muerte primero yo me anoto primero van mis manos | crispadas peludas | animosas (solas rotas mutiladas) en la larga lista en la lista terca de asesinos / o brutales | crueles feroces sanguinarios larga y manida larga y trillada como-esos-trenes-nazis taciturnos en su marcha feliz a noches sin retorno tan lindos de lo negr tan lerdos de lo necr tan suaves de lo puro silenciosos y dinámicos tan castos de tan llenos de cadáveres penales hacinados en vagones obscuros y pesados como bloques de cemento lista de los fratricidas y lista de los car|ni|ce|ros lista de los envenenadores sutiles y de los ominosos | o taimados con sus chafarotes sin mella y sus sueldos de verdugo lista cuadro serie anexo o inventario de los impolutos (feroces feraces sanguinarios)

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y de los in -maculados lista de los sucios por los geranios hipnóticos de los d e s c u a r t i z a m i e n t o s lista de mercado de la Parca nada parca memoria (o lista) de los gerentes del patíbulo ecuménico y multitudinario variopinta o grisácea | varionegra y canalla para lección de débiles e ilusos para escarmiento de los condenados para fiesta de los leguleyos para deleite de los desalmados y cae (tétrica) sobre el mundo que hiede a matadero | fama tripería como los bombarderos sueltan sus huevos de ti niebla. (…) IV. así que ego digo que son ricos los caníbales que cenan menudencias (las minucias) y espléndidos los suaves antropófagos de holán corbata de faisanes que asesina (apunto anoto digo): quien azuza hucha arrea o hace coro o criminal de los mejores: el que hunde sonriente su arma larg a la dama aguileña | cacareando | loores / a las balas el distante que revuelca: carnes | heces | esqueleto el que talla (cava) su boquete

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e n p l e n a c a r a el que escarba hurga | hace papilla el sagaz mercenarioaprincesado el machote barbudo de tez fiera el caballista y civil | guerrateniente | los que agencian gerencian y presencian los que urden intrigan y con|tr atan los que exprimen imprimen y su primen (y) huellas de asesino son las sombras en las caras aterradas / o murmullos de los pasos tenebrosos (‌)

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Conrado Alzate Valencia Riosucio, Caldas, 1962. Poeta y ensayista. Diplomado en Gestión Cultural para Caldas, por la Universidad Nacional – sede Manizales. Ha publicado los libros de poesía: Paraísos inexistentes (2000), Canción de Ahasverus (2000), Escrito en el viento: versos de amor y desamor (2004) y Memoria de la sangre (2006). Ganador del Concurso de Literatura Caldas, 2007, con el libro Apología de los dragones.

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Lector de almas Estoy seguro que los ojos son el espejo donde se refleja el interior del hombre, son libros abiertos donde podemos ver a nuestro prójimo como es realmente. Los ojos son vórtices, caminos al misterio. El que dijo que los ojos son el espejo del alma, debió haber sido un clarividente, un poeta, un filósofo o un buen lector de almas. Pero olvidó que a veces la tristeza empaña los espejos y borra toda información humana.

Las cometas de los niños Las cometas de colores de los niños son como los aviones y los sueños. Juguetes alados que invaden el campo y suben al cielo por hilos maravillosos. Las cometas son pájaros delicados de papel que vuelan con el viento. Las tardes de agosto convocan silfos, mueven alas, reúnen seres pequeños.

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Los libros del bosque para qué rayar estas páginas blancas, para qué ocultar con palabras humanas lo que ha sido redactado con tinta mágica. Es mejor leer en las noches los laureles y los alisos de los montes nebulosos donde los espíritus del viento escriben sus canciones. Los árboles del bosque son libros sagrados. En ellos puedo ver claramente los templos, los ojos y el alma bruja de mis antepasados.

Oficios de la muerte La muerte se mueve sin cesar, nunca duerme. No conoce tálamos, ni mantas, ni almohadas. Tampoco posee una casa caliente de madera; por eso es fría como la sangre de los reptiles y oscura como las noches en las selvas. Ella no puede cerrar sus párpados metálicos y sumirse en sueños placenteros como los niños: seguramente la devoraría el amo nebuloso Que le da órdenes y la vigila a cada momento. La muerte trabaja sin descanso para el olvido.

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Hablando de dragones Daría mi casa y lo que soy por verlos volar sobre los cultivos de cebada y trigo, por verlos quemar los nebulosos cárpatos y vencer caballeros andantes con su fuego. Entregaría mi vida por sacarlos del olvido y mostrarle al mundo que ellos existieron, que rugieron como el trueno en el cielo de los vikingos, de los chinos, de los rumanos. Daría todo por ver sus garras de acero clavadas en el cerebro de los escépticos. No importa que los cazadores de monstruos me embistan con sus lanzas y cuchillos.

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Heidy Johana Guerrero Vélez Sus poemas han sido publicados en diarios estudiantiles como El Faro de la tarde, La Gaceta, del Colegio de Occidente; también en periódicos regionales como La Patria, de Manizales. Participó además en la publicación de los libros Cantares de mi tierra, que es una recopilación de autores caldenses y Libro de poesía joven, que es un compilado de poesía juvenil; en la publicación de un libro llamado Versos cómplices; es cofundadora del café literario de la Universidad del Quindío, y del café literario independiente Café Arte. Ha participado en encuentros regionales y nacionales de poesía, como el Festival de la Imagen y la Palabra en la ciudad de Tuluá, 2008; en el Primer Encuentro Regional de Escritores de Calarcá, 2007, fue invitada al Festival Internacional de Poesía de Medellín, capítulo Buga, 2008.

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Autoconstrucción Prefiero ser liviana como una cortina mecida por el viento. Escabullirme entre un rebaño de lobos, naufragar en una serie de posibles futuros. Jamás hice mofa de mis primitivas virtudes y también como Judas cambié a mi maestro por un pan, un abrazo o un café con leche. No pretendo llenar con cremas antiarrugas las grietas que deja el tiempo, ni endosar a otro mi nombre, mi apellido o mis frustraciones. Descubrí que todo está en mí, el ángel y el demonio. Yo busco la vida como un simio que va tras la banana.

Cacería El maldito verdugo Me persigue… Ésta perra vida corre más que yo.

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Nada nuevo Lo que enferma a veces es vivir. Demasiado lidiar con la rutina que se trepa en los días como una hiedra venenosa. Alguien va por noticias de sí mismo consultando el horóscopo o las cartas. Matrimonios con aroma a cebolla y tomate ven huir el amor por la ventana; un gordo lujurioso inunda de babas los escotes de las chicas; la turba enfurecida pide la cabeza de algún justo y elige dictadores, amenazas de idiotas que ladran mejor de lo que muerden. Inhumanos esfuerzos para seguir respirando, qué ganas de escupirle cuatro verdades a la vida, pero nos han puesto el bozal.

Devenir No me interesa encontrar lo que busco ni llegar a mi destino, es más excitante el devenir natural. Jugar con el lobo y perderse en el bosque antes de llegar a la casa de la abuela.

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Evolución genérica Cualquiera diría que solo basta flotar sobre el bien y el mal para evitar este derivativo transcurrir de sucesos. Pero es necesario disfrazarse de noche, no cruzarse de brazos, intercambiar realidad por euforia. Admitir que nos quedó grande escapar al complot de las horas, y que nunca desechamos nada… Todo nos abandona. Ruidos nocturnos Hace frío y empieza a llover. Alguien lee su nombre en la lista negra del infortunio y se tira de bruces sobre la noche. Voces sanguíneas le despiertan fieras dormidas en las venas. Se desliza por los rincones esquivando letreros de prohibido fumar. En la calle no se usan balas de salva. Con su puño y letra ha escrito su destino. Demasiadas caídas y su colita de rana nunca sanó.

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Harold Mora Campo Pasto, Nariño,1981. Abogado, Universidad Santiago de Cali, Especialista en Derecho Procesal de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, en convenio con la Universidad San Buenaventura de Cali. Cursó algunos algunos semestres de Artes Visuales en la Universidad de Nariño de Pasto. Ha realizado exposiciones individuales de pintura en universidades de la ciudad de Cali, Tuluá y Casas de la Cultura. Algunos de sus artículos, poemas, dibujos y ensayos académicos han sido publicados en diversas revistas universitarias del país. Es colaborador permanente de la revista Pensar la Uceva. Reside en la ciudad de Tuluá donde se desempeña como docente en la Universidad Central del Valle. Los poemas que presentamos hacen parte de su libro inédito Teatro íntimo.

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Envejeciendo El retrato cambia en el tiempo, Es la vida, tal vez empujada por el viento. El espejo implacable difumina la imagen de sí mismo. Los días soleados enferman en silencio, en recuerdos galantes se extingue la carne. Ya no es un adiós ajeno, sino el eco de mi propio tiempo.

En algún lugar No me anima rencor alguno, ni la emoción colectiva, que se pregona por la vida Pero, la muerte con su largo grito de silencio, llegará a los rincones vitales, Como una verdad profunda. De algún modo, en algún lugar, ese acto de soledad Prolongará los días.

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E – mail De ausente perfume es tu desnuda apariencia de vidrio. En la pantalla, una procesión de palabras cabalga en silencio hasta mis ojos gritando tu presencia. Un dulce contacto visual hacia ti, en fotos de hielo pretende acortar la brecha. El olvido de Borges, es quien cotidianamente abraza esta líquida pareja.

Pasos al interior de la alcoba El olvido es una forma de memoria J.L. Borges

Esta noche ha vuelto a mí un país lejano, Siento sus pasos quebrarse al interior de la alcoba el rechinar de los años, con rudas pisadas. Como huellas que al marcharse, dejan sombra. Soy un ser itinerante, anclado a un puerto muerto en la memoria, como un recuerdo de otro, un extranjero en la comarca, donde nadie siente una patria como propia La noche recorre geografías extrañas, en el rio estrecho de los días, en el aleph de la infancia, en la muerte de los minutos que se marchan, como piedritas en la ventana de mi alcoba. Al fin y al cabo, el olvido es una forma de memoria.

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Una mirada Para Claudia Su presencia evoca un dulce rincón de la infancia. Sus labios jazmín, se confunden con la calurosa tarde del Valle. Los ojos de ámbar como dos noches, devorándose Su tierna mirada opaca la sal de las lágrimas. Tal vez no sea consciente de su justa medida. Pero su lumbre de luna, derriba mis pasos.

Sobre el rencor He dejado los gritos al silencio, He expulsado el rencor, para que sea sólo un privilegio de mis enemigos. No malgastes tu tiempo, dijo un sabio. Siéntate en la acera de tu casa y verás pasar frente a ella el cadáver de tu enemigo.

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Daniel Padilla

Lector, escritor, psicólogo egresado de la Universidad Surcolombiana. Actualmente reside en la Comarca de Belenia. Ganador del premio en poesía “Creatividad, talento y juventud” Universidad del Tolima 2007. Ganador del premio departamental de poesía “José Eustasio Rivera”, Neiva (Huila), 2008.

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Nacimiento En largas órbitas perfectas astros abandonados: rocas henchidas de luz, primicias de lo eterno. Frutos de magma echados a rodar pulen las paredes del cántaro y ennegrecen, hasta volver a ser materia oscura. Con discreta prontitud, galaxias diminutas se besan en la cara y esperan el milagro.

Desnudez El poema repta en la mente con los ojos erizados de árboles Es el jardín la manzana y el venado que salta la cerca Es un brujo negro que quiebra las luces y enciende el espejo

Lira Mis labios apartan del mundo. Hombres hay que los beben de frente: Mecen la cuna de la muerte.

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Clepsidra El hielo ruge, pronuncia grietas hinchadas como venas, separa la luz en burbujas de tiempo blanco. Saltan fantasmas de los ojos tiesos como peĂąascos. Un latigazo de vidrio dibuja el signo del verdugo. La muerte acecha en los pabellones congelados.

Maya Llueve sol sobre papeles arrugados, paraĂ­sos en desuso. Las cosas flotan en un estanque de palabras: Ă rbol Saliva Lector. En el fondo asoman rostros semejantes al ojo. Sobre la barca blanca se tallan anzuelos del color del agua.

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Lolita La mañana es una niña que orina de pie. Un botón hendido que beso con los ojos cerrados.

Testigo La tarde rebota en mi escritorio, sigue el sonido del sol. Gajos de brisa entran de puntillas en la estancia. Leo. Un pájaro, hago una pausa para sonreír. Veo pasar mis ojos frente a la ventana. ¿Qué nervioso tatuaje embellece los árboles con su música de ilusiones?

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Nelson Romero Guzmán Nació en Ataco, Tolima, en 1962. Es egresado de la licenciatura en Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás. Publicó en 1988 el libro de poemas Días sonámbulos (Bogotá, Editorial Mundo Nuevo); con su libro Rumbos ganó el Primer Premio en el Concurso Nacional de Poesía “Fernando Mejía Mejía” de Manizales, en el año 1992 y que fuera publicado por la Alcaldía de Manizales; su libro Surgidos de la luz obtuvo en 1999 el IX Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, que fue publicado en la Colección de Poesía de esa universidad al siguiente año; le acaban de otorgar el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá 2007,convocado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá, por su libro Obras de mampostería; además recibió el Premio Nacional Universitario de Poesía “Euclides Jaramillo”, en Armenia, y el Reconocimiento a Autores Tolimenses con Presencia en Ibagué, Fondo Mixto de Cultura, 1997; Becado en dos oportunidades por Colcultura, modalidad Fondos Mixtos, entre otros. En el año 2005 la Colección de Poesía de la Universidad del Valle editó su libro Grafías del Insecto y en el 2006 la Colección de Poesía de la Universidad Nacional de Colombia publicó su libro La quinta del sordo.

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Fugitivo Cazarlo con palabras, cuando llegue a sumergirse al río y su cuerpo se balancee como un giro, como un vocablo. Cuando se deslice entre la maleza, ya la palabra ha de estar abriéndole la puerta: sin saberlo entra a sumergirse al río, con pausa. Sólo deja por fuera el hocico, las orejas en giro, su respirar acentuado. El resto ya no es el tigre, es la palabra “tigre” sumergida en el río. El tigre ya no está en el “tigre”, se ha creado su hermosa desaparición. Lo que queda de él: el hocico, las orejas en giro, los ojos asustados, son apenas trampas de su desaparición, pues su sangre fluye ahora en la palabra. Lo alimentamos con jarrones de vino, lo paseamos por la biblioteca donde se aprende de memoria “el tigre” de Blake, “el otro tigre” de Borges, un tigre de símbolos y sombras. Humillado a ser el tigre de las palabras, huye de este poema que finalmente no logró contenerlo por mucho tiempo. Un día se desvaneció de un salto y se deslizó de nuevo a la maleza. Desde entonces han visto sus ojos brillando en la noche, huyendo del río. De lejos lo miro, y aún así no abandono este oficio fugitivo de la belleza del tigre que un día poseí.

Ritual Tú no estás alucinado de Dios, oyendo que de arriba, de un silbido, te llaman. Tú no vuelves trascendente el desfiladero, te conoces de abismo a abismo. No ambiciono la esfera, ni tener piel de magistrado que además arrastra en sus talones el aro sucio de la tierra y el ciego remolino de la ley. Mi trascendencia no es descifrar la oscuridad. Mi cuerpo está de parte de la ofrenda del delito. Cuando destrozo soy minucioso, rapidísimo para hacer que la presa entre al círculo. Adentro ya no hay trascendencia. Unas garras para qué trascendencia. Una vez repleto, vuelvo al vacío. Me divierte prolongar la muerte con un juego alrededor de la agonizante. Puedo ordenarle al sol: -¡Rey, bebe la sangre fresca que derramé sobre el césped! El sol se quita su corona, deja un instante de iluminarnos, y bebe. Al día siguiente vuelvo tras lo mismo, no tengo ambiciones. Finalmente atravieso la nieve hasta perderme en su más blanca blancura.

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Tigre

Homenaje al Pequeño Larousse Ilustrado

Te contemplo en un Pequeño Larousse, ilustrando una definición. La jaula del lenguaje no puede con el destello y el rugido, salta a pedazos, desbarrotada. ¿Cómo detener en la definición la aguja del lenguaje enloquecida en tu cerebro?, ¿cómo mancharon la hoja con tu estampa al lado de lo que no puede definirse? Luego de definida, sigilosa huye la palabra hacia la muerte, es como cerrar una puerta y huir, antes de que resucite lo nombrado y te destroce. Quien te nombró debe estar encerrado en la locura, estará destejiendo su propia jaula, golpeando desesperadamente, sin ayuda, en la puerta de lo definido. El lenguaje es una caja negra, adentro guarda unas orejas, un rugido, un manantial para verse, un sabor a muerte entre la lengua, una jungla, un zarpazo en la carne, pero nada de esto es el tigre. El tigre huye de la necesidad de definir. Las palabras tienen rabo para amarrarse al árbol de lo que nombran, no debieran ser empujadas de la jungla hasta la hacinada celda del diccionario, pero se les corta el rabo para que quepan en la definición. Los forjadores de celdas hacen volar la paloma en el cielo de un estrecho párrafo, ella tropieza su cuerpo contra los puntos cardinales y al final muere desangrada por las aristas de la p a l o m a, luego ponen al lado la estampa del ave volando al infinito, para encubrir el crimen. El tigre, por sí solo, se (encierra) en un (paréntesis), entre las aves se abriga para que pasen por encima de su cuerpo los muros de la academia, los acentos mudos, la gutural, la vibratoria que lo cercena y así las palabras no lo coronen vanamente. A su cuerpo lo adjetivó el relámpago. De ahí la imposibilidad de ser tomado por asalto. La palabra, transformada en serpiente, lo ha seguido hasta el río donde él bebe la sangre del crepúsculo, para dejarse comer y luego atravesarse en su garganta y decir: ¡lo nombré!, pero el tigre es sigiloso y el instinto es el arma contra la trampa de la Palabra vestida de serpiente que no puede inocularle su veneno. Misteriosamente, en ese instante, el tigre y la luz son uno solo y la palabra queda en la orilla del río, tras la desaparición del animal, buscándose a sí misma como la moneda arrojada al laberinto por los falsos reyes, por el dios de la barbarie y los ídolos que pesan el mundo y lo venden al mejor postor. El tigre, devorador de Aladino, conoce la noche y en los tiempos de peligro una mitad está en vigilia para cuidar la otra mitad que duerme, pues la palabra –su enemiga sanguinaria- entra a la selva a buscarlo. Ante la imposibilidad de atraparlo, regresa al diccionario con amargura, sin la presa, para volver a ser la definición al lado de la estampa en alguna página de ese desconsolado y Pequeño Larousse.

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La vela Su llama de agua arde en la oscura sed. Nos revela la noche, por eso alumbra. Es aguda, temblorosa como macizo de cuarzo colgado en la noche del tigre. Se burla del dios que baila en el péndulo pues su materia no se consume, fluye hacia arriba humedeciendo estrellas, apagándolas. El agua no se le escapa, su llama alimenta al rey que habita la torre iluminada. La corona de ese rey nos alumbra, pero su cabeza está ahogada, abolida por su propio capricho. Así, la maldición se cumple en las cosas pequeñas: por eso el abolido, dentro del agua, nos oscurece este reino alumbrándolo con su corona.

El visitante Dios y las piedras se parecen -que me perdonen las Piedras-, pero el silencio es duro, una prueba de la inexistencia, es pesado y frío. Uno ve las piedras, tropieza con ellas a cada instante, pero la verdad están en el cielo. Las maldecimos, fueron hechas para la maldición. Entre ellas se esconde el Visitante, listo, armado para lanzarse en el momento justo cuando de una piedra cualquiera se alce el Animal. El sabe, percibe en qué momento Dios es piedra y puede asediarlo. A la hora de las serpientes y los truenos en las manos del hombre, a la hora de la Desolación, la piedra es Dios ¡y qué! El visitante conoce la muda sagrada, eso lo ignoran los hombres que ven en la piedra un vestigio del pasado y no la carne viva del presente que engaña con el Montón de lo muerto. La divinidad allí se esconde y el Visitante espera, espera a que se mueva, porque si no la traga viva de otra forma sabe que muere.

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Julio César Arciniégas Rovira, Tolima, 1953. Ha publicado: La ciudad inventada, Color de miedo, Números hay sobre los templos y Abreviatura del árbol, Premio Nacional de poesía Porfirio Barba Jacob.

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César Vallejo Tras el lavadero negro está la herida de los jueves El pobre aguacero destilando las cruces La curva de un posible pan cosido a su sed Siempre el hermano perdido en los maderos El dios que amanece abriendo las alas de su salario Acarreará tardes en la suerte tus llagas Sabe a tempestad, a tierra sin andar A un árbol que se aparta del camino. Donde Él llevó cada palabra a las frutas amargas A los bueyes que no saben algo terrible Se acuerda de algún enfermo. Es muy duro cavar donde busca los otros lados del asombro Apoyado en tus huesos logras mostrarnos el encanto, Lo más húmedo de las orillas que no conocen la deslealtad. Sólo sabes el idioma donde escribiste el cuerpo. Tus labios ataron el nombre y ahora zurce una cosecha que se ha quedado sin el beso del alba Un aire barre sus tejados Aun oigo su sangre comida por el frío Y tus ojos cansados de haber sufrido tanto “miran la novia que algún día fue su madre”.

Arthur Rimbaud Los diluvios obedecen al demonio subastado en las ciudades De cristal Los oscilantes pianos de las terrazas Ángel sin parientes Tal vez el adelanto de naciones que caen de sus abismos alados O el navío de la temporada con vírgenes locas La pierna en los infiernos La renuncia a ser el maldito peregrino de la tinta El ángel contrahecho que le custodio hasta el golpe que lo apartó Del mal.

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Paul Valéry Como el fabulador manifiesta el abismo La mar que se ignora entre sus yodos Esos segmentos del tiempo El grito que dura en el agua Celado por la sal Su abandono a los delirios que están sobre el silencio La colisión de sus nadas perdidas para el universo Cuánto mar hay en su muerte Desde donde pretende mantenerse en el éxtasis Donde es posible la música de la ausencia No ser los rasgos de su rostro Prendiendo sus fondos como los asaltos del sueño siempre Renovados Ha de hacerse igual a todos los confines Luego tiende sus contemplaciones A preparar la voz de los encuentros en ese tránsito de la noche Al día echa pacientemente su red.

Ezra Pound Estoy aquí en los alambres de la jaula, Desclavando las manos amarillas de los dragones. Los cantos resistiéndose a cargar el cuerpo de la usura Reordenando tierra. Tanteantes tronos trabajados en su sangre, No es verdad esta locura que ahora reconoce suya, Y no deja huellas a los enajenados. Me hundo una vez más en la pluma enferma

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Gonzalo Rojas “Son estas piedras que nos tapan el viento.” De aire es la piedra gastada. Afuera el aire de la palabra dibuja moscas, Allá en lo extremo de la música Los números hicieron el viento sobre la ola heredera De la rosa sucia, En el blanco país de los exilios Del aire de las copas te colgaran de los ojos Y tu piel entera arderá sobre los abedules. Habías dicho no oímos el talento encima de los tercos Árboles del hielo Mientras los tactos de la madera te condenaron a él Oficio de las transparencias.

Aurelio Arturo Contigo calla este país donde hubo el dolor, Subiendo las savias de los valles, En el que sólo caben los reflujos de los colores. No está en tu voz la curva del sol sobre la fatiga del labriego. De que contigo la sangre no lavara la piedra de su miseria, Por que exaltaste primero a las vidas del olivo A los encinares, A la carga de frutos caídos y la rosa en las recintos. Entreviste al viento ese conserje de las brazas. Los reinos para la huida de los días La musculatura de los ríos, O la negrura gastada por la luciérnaga Si te asomas a mirar el tiempo que nos apresa Hubieras anunciado al hombre sin orillas, A los amos del fuego “al salario de la matanza” A la levedad de estos dedos olvidados, Contigo tendríamos otro país.

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Carlos Arturo Gamboa Bobadillla Ibagué, 1970.Licenciado en Español y Literatura y Especialista en Gerencia de Instituciones Educativa del Instituto de Educación a Distancia de la Universidad del Tolima. Catedrático de la Facultad de Educación y tutor del área de Literatura del Instituto de Educación a Distancia. Trabaja igualmente en proyectos de investigación en el campo de la enseñanza de la literatura. Ha obtenido algunos premios en el campo de la escritura entre los que se destacan: Primer puesto en las modalidades de cuento y poesía concurso Universidad del Tolima, 1997. Primer premio en la modalidad poesía, en la convocatoria realizada por el Ministerio Nacional de Cultura para talentos menores de 30 años, en 1998, por el departamento del Tolima. Primer premio modalidad ensayo en la convocatoria realizada por la ESAP en el 2005. Hace parte del grupo de trabajo del “Observatorio de Juventud”, y participe de la edición de la revista Multitudes Invisibles. Conforma el Colectivo Contracultural El Salmón, en cuya revista han aparecido algunos de sus textos. Es editor de la revista Ideales, del Instituto de Educación a Distancia. Algunas publicaciones: La rendija de los tiempos, poemario. Ibagué. 1997. Antología Nuevas Voces de fin de siglo. Epsilon Editores. 1998. Apuntes sobre investigación formativa. Ibagué. 2008. Desarrollo metodológico para la caracterización y Perspectivas Pedagógicas del Canon Literario. Ibagué. Agosto 2008. Actualmente se encuentra en proceso de edición el texto titulado Sueño imperfecto, en donde recopila varios relatos de corte de ficción. Este texto será publicado por la Universidad del Tolima.


Tres poemas desesperados y ninguna canción de amor I Para comprender La profundidad de la luz Hay que habitar las sombras. Los errabundos conocen el secreto De sus laceraciones Pero su lengua es muda. Pobre el soñador que deposita Sus huevos en las cornisas De la angustia Sin entender la fragilidad De las alturas. Cayendo se descubre La estabilidad, Pero no hay retorno. El asfalto es la única Opción cuando se elige Caer…

II De los espejos dudo Y su imagen invertida. Nunca confíes en la mano extendida Te puede azotar si lo demandas. Ha sido siempre sospechosa La oscuridad que antecede Las lentas alboradas Nunca te niegues una lágrima Sobre todo si la tristeza Ha depositado sus larvas

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En tus ilusiones. Pelea suficiente para Que el vencedor recuerde tu nombre El olvido es el drama De los cobardes Y si alguna vez Tienes la posibilidad de una daga Clávala en tu propio corazón, Eso es coraje.

III Poseso de un demonio Clase melancólico Que le asustan las mañanas Huye cuando Abre la puerta de su rutina Y busca refugio En los parajes de la desolación. Hombre de cartón Está sujeto a las manipulaciones Y la libertad cual espejismo Se asoma dudosa en las palabras. Cuando regresa agotado De burdas ilusiones Él lo mira pesaroso Y se dispone a dormir En su costado Sabiendo que jamás tendrá el valor De reconocer su presencia. Miserable el hombre A quien hasta su demonio le huye.

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Derrotas La peor de las derrotas viene Cuando no tuviste tiempo del puñal Y el pavimento acarició tu cara Cuando a través de tu oscura ventana Tratas de ver la configuración del tiempo Que nunca tuvo rostro La peor de las derrotas forma un círculo Y te atrapa en la angustia de un sueño Que no puedes evadir Fuiste alimento de escorpiones Cuando tasabas la esperanza En esa locura que algunos llaman mañana La peor de las derrotas No toca a tu puerta Llega.

Poema de las flores Descuartizada la tarde Trae en su santa liturgia Un vapor de flores Su cuerpo vaporoso toma el camino Al laberinto de las pulsaciones Y al choque eléctrico Sumerge el pensamiento Se disipan las concupiscencias Al ritmo metafórico de los olores abismales Y surgen los pétalos Cansados de parir abejas

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Atenas, noviembre 8 de 2004 No hay rostros en las calles Que permitan inferir La existencia de los dioses. Cualquiera puede construir Una historia sobre ruinas.

En el laberinto Una p谩gina nunca es suficiente Ni un verso Ni un relato Las palabras son marionetas Que juegan con tu esencia Girar sobre el eje De la soleada ecuaci贸n de la vida Para encontrar Que nunca somos suficientes. Predecir el instante del embate O la cornada de Minotauro Es un simple deseo Una curva en el laberinto Es una ilusi贸n.

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En el Nochero

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En el hermoso texto que reúne la obra escogida del pintor y grabador, de 1962 a 2008, habitan las curiosas damas que hacen parte del mundo samudiano desde sus inicios como pintor hasta sus trabajos más recientes. Y es que en esta burlona casa que nos entrega su editor, alternan las señoras y toda suerte de objetos caseros que las mismas doñas guardan en sus alacenas y repisas para surtir su cotidianidad. Por lo demás, dichas amas desde sus ajustados y formales trajes de matronas capitalinas, nos sorprenden con su desvergonzada coquetería o con sus furtivos y apasionados encuentros amorosos.

Título: Antonio Samudio Ediciones Jaime Vargas, Bogotá, 2008, 238 páginas.

Hay un espléndido juego, un desatado humor, en toda la obra del pintor bogotano, que lo contiene en lo que aborrece. La mojigatería, la doble moral, la hipocresía de una sociedad voyerista que goza desde lo oblicuo, que nunca dice malas palabras, ni asume compromisos que considere incorrectos para la moral oficial, gerenciada por la iglesia católica y vigilada, ejecutada y penalizada para los transgresores por las élites económicas y políticas que por supuesto nunca ponen en práctica sus férreos mandatos.

Samudio, sin recurrir al panfleto o a la diatriba política, construye una obra que desde el goce desacraliza y enfrenta todas las mentiras con que el poder asume su función represora y de esa obstinada, Por: Omar Ortiz cuidadosa y despaciosa elaboración es de la que da cuenta este libro para fortuna El 12 de mayo de 2009 pasará a la historia de quienes en este país de ciegos, todavía como la fecha en que los amigos de Samu- guardan la gracia de la luz. dio, todos a una como en Fuenteovejuna, le hicieran al artista un cariñoso y festivo homenaje con motivo de la presentación del libro que sobre su obra editara Jaime Vargas, con escritos capitales de Juan Manuel Roca y Samuel Vásquez.

Juego de damas

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es mala idea seguir el consejo de Santiago Mutis, quien alguna vez dijo que lo que debemos esperar de una antología es que nos muestre un camino que no hayamos recorrido.

Revista Atlántica No. 32, Año 2008 Cádiz, España. 172 páginas. Director: José Ramon Ripoll

La expedición poética de Ripoll Por: Carolina Urbano Cuando de antologías se trata, los criterios para hacer la selección de poetas que merecen ser incluidos son tan dispares como las críticas que suscita su publicación. Hay quienes todavía se acercan a estas compilaciones (que consideran taxonómicas y subjetivas) en busca de lo que falta más que en lo que contiene, actitud bastante torpe si de lo que se trata es de alcanzar el goce estético a través de la lectura. Por esto, para no caer en los espejismos de la objetividad o en las truculentas selvas de lo que es mejor, no

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Pues bien, ¿cuál es el camino a que nos invita la antología de la Revista Atlántica? Se trata de una expedición poética para conmemorar el aniversario de la muerte del botánico José Celestino Mutis. Afortunada idea que logra conjugar imágenes y metáforas con texturas orgánicas y paisajes evocadores para mostrar un país que a pesar de estar marcado por la violencia sigue transpirando la vitalidad de su geografía y de su gente. Se trata también de una expedición con muchas rutas y travesías, ya que además de poesía encontramos documentos con los que podemos movernos fácilmente de Cádiz a Popayán; del mirador desde donde Álvaro Salvador percibe la poesía colombiana hasta el pasaje dedicado a María Mercedes Carranza, no sin antes pasar por las arenas movedizas del nadaísmo y cruzando por el lado de los caimanes, culebras y pintores que rodearon las expedición del sabio Mutis. Cada recorrido es una remembranza, un presente, o ambos, un juego con el tiempo que nos lleva a diferentes momentos de nuestra historia, a distintos espacios de la memoria. Recorridos que van en la misma dirección que toma la planta para acercarse a la luz y el poeta a la palabra. Recordando a Maeterlink, podemos decir que tanto las plantas como los poetas muestran esa necesidad de movimiento, ese apetito de espacio que se explica tan bien con el fruto, con el poema. Misteriosa es la flora del espíritu / Extraños los tropismos de la imaginación, dice el poeta Rómulo Bustos.


Al abandono y a la indiferencia no se puede sobrevivir. O al menos muy pocos lo han hecho al abandono, como Moisés o Rómulo y Remo, todos en una cesta, y a las orillas de un río, como del Nilo al primero y del Tiber a los segundos; pero sólo, según las historias, con ayuda divina. Y no me queda la menor duda, que con ayuda divina por lo bien concebido el poema “La vida en vano”, el poeta cucuteño Eduardo Cote Lamus alegoriza su concepto del amor y su relación con el abandono: “Siempre fue igual el amor a caminar despacio bajo lluvia,/ a saber el deseo, donde se dura, presa en otro cuerpo,/ a volver los ojos al hombro y ver el horizonte./ Pero la libertad concluye cuando deja de entregarse./ Y si el amor ya no acompaña, ¿a dónde ir?...” Título: ¿Y si el amor ya no acompaña, adónde ir? Antología Colección un libro por centavos, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2008, 264 páginas.

Sobre el amor y el abandono

Este último verso ha sido tomado por la Universidad Externado de Colombia como título de su nueva antología, de la que hacen parte doce poetas nacionales de jugosa trayectoria y que la mano de Miguel Méndez Camacho supo extractar de las antologías de la colección “un libro por centavos”.

Es una obra bien concebida por la variedad de sabores, miradas, sensaciones y expresiones que arrojan como néctar 264 Por: Pionono González González páginas de poesía de autores como Juan Manuel Roca, Eduardo Cote Lamus, Jorge Gaitán Durán, Andrea Cote, Omar Ortiz Existen tantos conceptos del amor, como entre otros tantos importantes exponentes de seres se encuentra poblado el univer- del género poético en nuestro país. so. Los hay concebidos desde todos los Con el respeto que merece Eduardo Cote puntos de vista, bien sea del religioso Lamus y en general la Universidad Excomo el expuesto por el profeta Juan en ternado de Colombia, hago uso de este su primera carta cuando manifiesta que verso o del título de esta antología, para “Dios es amor”, el filosófico de Nietzsche sugerirle al lector, que si el amor ya no cuando expone que “hay siempre algo de acompaña, puede ir… a conseguir esta valocura en el amor; pero siempre hay algo liosa obra, bien sea montado en una cesta de razón en la locura” o hasta el político de transporte público o privado con la que expuesto por Arturo Muñoz al sostener atraviese los ríos de calles del lugar donde que “la democracia como el amor, puede se encuentre y con ayuda divina pueda sobrevivir a cualquier ataque, menos al hallar un ejemplar, para que la calidad de abandono y a la indiferencia”. sus escritos puedan rescatarlo.

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En éste, su tercer libro, la voz del poeta se alza para ennoblecer el trasegar de los desesperados; se sumerge en las preguntas: “¿Dios, la tierra dejará de ser fangosa? / ¿Hasta cuándo el temor se alojará / sobre la pierna del marginado, / en su llanto que prefiere morir anónimo, / muy lejano, sin resplandor?” Pero sabe que no habrá respuestas del creador a sus interrogantes; confía su voz al viento porque conoce el conjuro del olvido, por eso sentencia: “Trama y urdimbre del tiempo, / sobre las rocas el mudo valor de las palabras”.

Título: Tras los versos de Job. Autor: Gabriel Arturo Castro. Editado por Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob, 2009, 90 páginas

Job tras “el mudo valor de las palabras” Por: J. J. Guzmán Abella Tras los versos de Job es el título de la obra que resultó ganadora en el Concurso Nacional de Poesía Porfirio Barba Jacob, entregado por la Casa de Poesía del mismo nombre, con sede en Envigado. Su autor, el bien conocido poeta Gabriel Arturo Castro, nos conduce por un laberinto de palabras que trasiegan los inciertos caminos de la lucidez, en un mundo hecho a la medida de la estulticia.

El libro, dividido en cuatro partes, traza un periplo por las coordenadas del desamparo y la miseria, de la mascarada de los idólatras, aunque el poeta, como el viejo Job, no pierde su norte; se reconoce entero en la escena; exorciza el miedo con serenas sentencias: “Vivimos sentados sobre la sangre y sin embargo otros / hablan de la pequeña habilidad o la breve tolerancia.” Una vez más Job indaga al Creador, pero sus dudas son a la vez la certeza del justo; en este sentido, la obra de Gabriel Arturo Castro, desde Libro de alquimia y soledad (1992) ha evidenciado una búsqueda personalísima de la integridad y con tal propósito ha labrado versos que ponen de manifiesto la relación entre el actuar y el decir. La suya es una obra sólida que se abre un lugar destacado en la reciente historia de la poesía colombiana, sin hacer concesiones a nadie ni a nada.

Al decir de Víctor López Rache, Tras los versos de Job “es lamento rabioso y despojado de preciosismos estériles y precisiones forzadas. Es el lamento poético de un tiempo. Es el lamento que deja una historia escrita, libre de palabras plenas que, obvio, no pueden usar los seres destrozados Quienes han conocido la obra de este que han elegido expresar los vaivenes de poeta bogotano nacido en 1962, dan su alma con palabras rotas”.1 cuenta del rigor de su palabra, del peso que adquieren sus versos en metáforas cuyo fin último es poner de relieve el 1 LÓPEZ RACHE, Víctor. La espiral de Job. Reseña en: poder creador del verbo. http://lapipademagritte.blogspot.com

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La poesía de Horacio Benavides padece y contempla el amor desde todas las distancias y lejanías por caminos de sueño y de cielo. No necesita del poema extenso para acceder al prodigio donde los poetas somos respondidos. No estamos muy seguros de poder creerle en lo de estar curado al fin, si su principal empeño es recordar a la muchacha que conocerá mañana, sin posibilidad de pausa en el corazón para alejar “de mí tu mal”. Entre nosotros el sonido, la música, deben brotar del significado – música del sentido -, de las imágenes, entre el sueño y la vigilia. Estos son también poemas con dolor de amor pero donde “sin razón se florece” Título: De una a otra montaña y con los cuales parecen sazonarse las Autor: Horacio Benavides Colección de Poesía Universidad Nacional mejores canciones. de Colombia, Aquí hago de lado la escritura para volver, Bogotá, 2008, 362 páginas. con mejor libertad, a esta baraja renovadora de poemas. En estas páginas de Horacio entramos entonces en posesión de la sabiduría, de esa ciencia venturosa que consiste en ver la belleza de cada cosa y que culmina en el entendimiento beatífico que mezcla un alma sensitiva con un paraíso pensante.

Una búsqueda de lo blanco

Fragmento del prólogo de Augusto Pinilla

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En vano el lector de poesía rastrea el significado de las palabras y anhela que éste coincida con lo modos habituales con los que ellas hacen mundo y le inventan su propia cotidianidad; mas el poema ocupa su territorio con afanes de asalto, hurta palabras y fragmentos de sentido de su tesoro íntimo, y luego, con sigilo, huye a su fortaleza, a ese otro mundo nuevo que está por acontecer y que aun así reclama el generoso oficio de la lectura para hacer manifiesta su existencia. Así nos maravilla la poesía de Antonio Zibara, una arquitectura del lenguaje, que aunque reconocemos ancestral y próxima, disuelve el significado habitual de las palabras, para instalarse como imagen palpable, aprehensible, con sus rugosas y dóciles depresiones, con su pesado volumen y su ligereza de aire y de música. Una poesía que ejecutada para la lectura, sólo Título: Esa pausa del viento es cuando aprendemos a verla, a otearla Autor: Antonio Zibara en su movimiento, a gozarla como visión Colección Tierra Baldía, Cali, 2008, 73 pá- y descubrimiento de ese otro mundo, que ginas. es su promesa.

Esa Pausa del viento Por: Julián Malatesta

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Todo lo que nombra la poética de Zibara es común, es familiar y no obstante es inédito, es inusual, se nos revela por primera vez. Es un retorno al inicio, quizá a ese instante donde las palabras salen a hacer su faena, vulnerables al azar y activas en el misterioso diálogo donde todas las cosas interrogan su memoria.




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