Piedra a piedra
Piedra a piedra Hernán Vargascarreño
Sexto Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango
Bogotá - Santa Marta 2010
Piedra a piedra ISBN © Hernán Vargascarreño poetasalexilio@gmail.com Primera edición: Noviembre de 2010 Ediciones Exilio, Bogotá - Santa Marta, Colombia Diseño carátula: Carlos Eduardo Peraza Fotografía: Sylvia Sanló Tiraje: 1000 ejemplares
Los poemas de la presente edición pueden ser difundidos por cualquier medio siempre y cuando sea sin ánimo de lucro y señalando tanto el nombre del autor como el título del libro.
Piedra a piedra recibió en el año 2010 el Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango, otorgado por el Instituto de Cultura de El Carmen de Viboral, población natal del poeta J. M. Arango. El jurado estuvo conformado por los escritores Armando Ibarra Racines, Marcel Valencia Valencia y Luis Germán Sierra Jaramillo.
Visiones marinas Al puerto de Santa Marta “El mar no está en la orilla, está en el hombre” Héctor Rojas Herazo
1 LA MAÑANA derrocha su esplendor de bandadas de mariposas amarillas. Todo aquel que las observe en la memoria salva la suave angustia del crepitar de sus alas grabando su vuelo en el aire del instante. Pasarán toda una semana bordeando el mar y anunciando el sueño de su vuelo. Luego solo pasarán tras el recuerdo… o tras la huella de un poema cuando la belleza reclame el amarillo para su propio sueño.
2 TODA LA LUZ del mundo sobre la bahía dividiendo con su espectro este reino que se balancea en la canícula: el tan deseado color del mar y la catástrofe de la ciudad que bulle. Y nosotros, míseras señales del paisaje, extraviados en el limbo de su luz mordiendo el aire seco a sabiendas de su riesgo. 10
3 MIRA CÓMO el silencioso vuelo de los pelícanos nos balancea. Cómo esa línea que no existe en el horizonte del mar nos reclama y nos limita. Aves presas de ninguna fuga somos cuando no alcanzamos tanto azul, cuando no sabemos cómo desplegar las alas que lastradas llevamos a nuestras espaldas. Para qué estos alados deseos que no saben hollar distancias. 11
4 CONTEMPLEMOS la serenidad de los árboles frente a la bahía, sus alas secretas y sus cantos grávidos de enigmas que no podemos descifrar. En las tardes suelen empinarse para ver el mar. Pero nada revelan de sus avistamientos. Herméticos, como son, enredan al rumor de sus follajes lo que no debemos entender. Mudos nacemos –murmuran calladamente– con su grito enterrado que no reclama ecos. 12
5 LLUEVE en el trópico. El mar sacude sus tormentas secretas y en maderos arroja sus vestigios de furia a lo largo de las playas, su abecedario de confusiones divinas intraducible a nuestros ojos. Serenamente, durante varias jornadas, vemos a los pescadores recogiendo una a una las preciosidades de ese lenguaje yerto. Y ante el asombro de cualquier mañana sobre las playas vuelve a reinar la murmurante brillantez del eterno poema: ese pausado diálogo de oleajes iniciado en la larga noche de todos los tiempos. 13
6 AQUÍ ESTÁN todas las rutas. Nadie lo sabe. Van y vienen sobre los rizos del mar ondulando los tremores del mundo y haciendo de los vientos los ecos del deseo. Para alguien están demarcadas. Algún ojo avizor las hará suyas. Almas encerradas que precisen el destierro han de encontrar aquí su bajel. Solo tienes que seguir la ruta demarcada dentro de tu pecho. La indeleble ruta que no sabe a dónde ir. 14
7 NAVEGUEMOS ahora que el día estalla toda su soberbia sobre el mar. Subamos a la nave algunos recuerdos para tener de dónde asirnos cuando las tinieblas sean toda la luz que nos anime. Una playa puede servir como quimera. O la ventana por la que miramos el mundo por vez primera, o el roce de unas mejillas que adoramos y sabemos de memoria. Huyamos ahora que nada cabe en este día. 15
8 ES LA HORA en que la tarde suelta sus pájaros oscuros y los esplende al filo del recuerdo. Marialucías, les dicen, pero ese nombre no va con ellos. Dilatados por la luz ya suave, regresan a sus nidos recordándonos el día ya gastado y abandonando al tedio a la retina la sombra de sus veloces lirios negros. Sus tórridos y grávidos graznidos tasajean la tarde quemando los silencios que solo el mar se atreve a traducir. Y nada podemos hacer una vez los escuchamos. Sus gritos nos socavan y nos convierten en sórdidos reclamos a la vida. 16
9 PARTEN YA los barcos. Se van con la certeza de que nunca volverán porque este día yace muerto. Los que nos quedamos, los que nunca nos atrevemos a partir, nos vamos tras su estela presintiendo en su larga noche los débiles relámpagos del olvido. Es la hora más fatal de la desdicha al creernos pasajeros de quimeras sin siquiera vislumbrar la huida. 17
10 OLVIDEMOS la bahía dormitando bajo la noche del universo sin ciudad, sin parroquianos, sin nosotros. Tallemos a la distancia las dichas repetidas de su mar verde-azulado. Abandonémosla bajo su propio espectro soñándose en un punto del orbe y sacudiendo ante sus aguas los pájaros, ramajes y delirios bajo el designio de los dioses inclementes. Alguna crueldad ha de ocultar tanta dicha si llevamos la bahía en nuestro viaje. Y aunque lejos –como un espejo del olvido– se vislumbre ahora el mar de mis pupilas, su angustia sigue rugiendo profunda en el abismo de mis noches. 18
Trenes Nacionales Para El viaje, de Álvaro Mutis
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1 Ni se atrevan asomarse a las ventanas. Cierren cualquier intersticio a la curiosidad. Esta es una de esas noches perturbadas e indefinidas en que suelen pasar los trenes perseguidos por el delirio. Más que presentirse, ya se escuchan sus bramidos devenidos en cantos de dioses oscuros. Sombras que ululan su destierro, espectros que no hay que perturbar cuando atraviesan sus antiguos poblados. Dejémoslos pasar con sus huellas del asombro como este tiempo que horada cualquier ilusión.
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2 Se sabe también de los trenes que regresan entre neblinas, en religioso mutismo, antes del amanecer. Leves, invaden con su larga sombra la estación, y allí se instalan en absoluto silencio, como respirando alivio a su memoria de tantas rutas ya vejadas. Apenas clareando, huyen con su esperpento sin rumbo conocido, pero antes borran su jornada de toda memoria humana para no atreverse siquiera a humillar la vida. 22
3 También se ha conocido de aquellos trenes destinados a la celebración impúdica. Allí los verdugos eternamente intentan saciar entre sí su sed impura, pero nunca alcanzan la dicha. Jamás son felices ni en los sueños porque viven de los restos de su pasado ignominioso. Alguien oscuro que bien sabe cosechar el odio se ceba en alimentarlos con sus propias pesadillas. Nadie los ve del todo, pero su infeliz lujuria llaga su paso advirtiéndole a todo parroquiano el peso de la desdicha. 23
4 Y está el tren sin pasajeros obligado a vil oficio: preservar la memoria del terror que ha desangrado estos paisajes del oprobio. Pasa veloz y nunca se detiene. Nadie puede mirarlo de frente ni mucho menos guardar en su memoria su desaforado paso. Quien se atreva, deja para siempre en sus pupilas el retrato de la desnudez del desierto. Su mortecina luz es una sola quemadura. 24
5 Existe, se sabe, el alucinado tren que aparece de cualquier dirección en la hora más inesperada. Como un mal recuerdo, cruza con su estruendo pueblos desolados multiplicando sus ecos en toda ruina y buscando en vano sus antiguos pasajeros. Y aunque toda falsa estación es un anhelo devenido en bálsamo y sosiego, siempre sucumbe huyendo a sus mismas soledades. 25
6 Cada tanto pasa también por aquí el tren de la dicha esplendiendo sus felicidades. Todos lo hemos visto. Va con sus algarabías repleto de niños, pequeños actores de un sueño celeste que han olvidado para siempre la noche aciaga de sus breves vidas. Lo precede un aire azul y deja siempre como estela un metálico vuelo de insectos dorados que se va difuminando lentamente hasta confundirse con el último velo de la tarde. 26
7 Algunos se atreven a hablar de un tren que nadie ha visto, de un tren que solo es rumor de irrealidad con su visaje de lunas sonrosadas que apenas se transparentan en el azul. Describen su paso hacia el medio día, mudo e invisible, pero latente en su irrealidad. Y aseguran que solo lo delata su deseo de ser, la terquedad de su memoria de la dicha. Cuando pasa, deja al día bellamente herido y un color indefinido ondea temblando en el tiempo. 27
8 Y gracias a los buenos dioses también suele pasar el tren de la dicha, el más deseado por sus sombras iluminadas. Cuando llega, se instala en los sueños de los más ancianos y los rapta a la patria de su niñez. Justo antes del alba los regresa con su carga de aventuras e ilusiones, y cuando despiertan, ni quieren morir ni le temen a la muerte. 28
9 Entre todos los trenes, hay uno que nadie espera. Todos lo odian y han aprendido a conocer sus trampas para procurarse parroquianos. Lo llaman El tren de los espejos impecables. ¡Ay de quien ceda a sus cantos de sirenas! Encandilado es engullido por el reino de la Nada, y quien se convierta en su presa y alimento, pasa a ser nada más que sombra del pasado. 29
10 Para todos puede haber un tren destinado en su justo momento. Ya se acerca uno conocido para ti. Asómate a la ventana y apréstate para su paso. Observa su estela tenebrosa y no le temas a su estruendoso silencio ni a su gélida vaharada. Busca en sus ventanillas tus rostros familiares –ellos te reconocerán– y lánzales tu desolado y breve saludo. Mañana serás el pasajero del eterno itinerario anhelando el más leve descanso en cualquier estación del olvido.
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11 ¿Crees escuchar el remoto bramido de un ansioso tren? No te engañan tus temores, ya vienen por tus soledades. Desármate y abre los ojos para el salto. Aquí no vale ningún orgullo y mucho menos una zalamería. Mira de frente la luz destinada para ti y vedada para los demás en ese preciso instante. Ya nunca más palparás estas ociosas realidades. 31
12 Y el paso del último tren también ha de llegar. Su ruta ya ha sido demarcada antes de todo nacimiento, pues toda jornada se contrapesa con el premio de la noche cuando se han relajado sus vastas ataduras. Sin embargo, el último tren es la quimera más incierta. Vaga perdido y amorfo en sus fieles pavesas sin rieles ni almas ni estaciones. Y en él ya no habrá lugar para nosotros. El último tren es el tren vacío buscándose a sí mismo en la vaharada del Tiempo.
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Piedra a piedra, palabra a palabra “Sola, insegura, apremiante palabra, casa sin atavíos”. Rafael Cadenas
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1 DE PRONTO UNA PALABRA rompe su silencio y despelleja sobre los hombres su grave desnudez. Se abalanza sobre lo suyo y hace mella. Horada alguna dicha ha tiempo olvidada y nos regresa a la falsedad de la esperanza. Creemos entonces ser felices. Ha hecho lo suyo la infeliz palabra. 35
2 CIERTAS PALABRAS saben esconder sus alas –temerosas de los hombres, claro está– Sellan en su canto inoído el visaje de secretas escrituras. Guardan lumbre para otros tiempos más aciagos ante la oscuridad que las acosa. Nunca dicen nada, y su santo y seña es el aire mudo e inmóvil. Por su aspecto, tremolante e invisible, solemos confundirlas con una vaharada de los dioses. 36
3 CADA PALABRA lleva lo suyo, una especie de eco profundo que ha viajado con los siglos, un testigo pétreo de la desolación de los hombres, algo así como un fantasma marmóreo del tiempo. De pronto, una simple pasión, una bandera, un sueño, estallan todo su pasado y exhiben ante nosotros el vaciado de sus vísceras como única defensa. Nada hemos dejado de ella si pretendemos recogerla. 37
4 HAY PALABRAS que hacen sombra, como nube, árbol, casa… Otras hacen pena o destierro o desamparo. También hay las que guerrean, atacan y destrozan. O las que muerden, pujan, acarician… Solo hay que pronunciarlas. Nada más. 38
5 LA FELICIDAD de los dioses ha de estar dada por la ausencia de palabras. Las nuestras, míseras, soterradas, valentonas, no hacen más que alejarnos de su reino. En vano levantamos estancias, murallas, rencores, cualquier tipo de encierro que asile nuestras miserias y sirvan de trampa a las palabras. 39
6 CUANDO SE LANZA una piedra también se lanza la palabra piedra. Cuando se besan otros labios también besamos la palabra labios. Cuando la angustia tiembla en nuestro pecho también tiembla la palabra angustia. Cuando vislumbramos la muerte ya somos la palabra muerte. 40
7 UNA PALABRA dice lo suyo. Otra le contradice secamente. Una más se solidariza con la primera. Otra duda de las dos. Aparece una que solo las observa a todas. Luego llegan otras a curiosear y otras más se plantan ante la escena esgrimiendo sus cínicas sonrisas. Pasados solo unos momentos ya todas opinan libremente del bien y del mal, y cada una acepta el cinismo de la otra solo por la certeza de su propia orfandad. 41
8 LA PALABRA guijarro parece un poco olvidada y la hemos abandonado a las aguas de sus ríos y riberas. La palabra poema cada día está más confinada al tiempo de los libros. Podemos unirlas para unir sus fuerzas: Un poema es un guijarro, pequeño canto rodado alisado y redondeado a fuerza de rodar impulsado por las aguas del tiempo. 42
9 NADA, es una palabra llena de sí misma. También es una ambigua tentación que a menudo nos encanta con sus inaudibles cantos de sirenas. Escribimos para engañarla, para no caer en ella. Eso creemos. 43
10 SE PUEDE COSECHAR una palabra como un buen rencor. Es posible que la palabra reloj se mueva, pero su tiempo es inmóvil. Hay algo indescifrable en la palabra enigma, pero una vez resuelto, el enigma es más profundo. Todos gritan una sola palabra al unísono, pero cada uno, míseramente, reclama lo suyo. Un misterio no develado yace en la palabra misterio. Cuando descubrimos la desolación del hombre, comprobamos lo animales que somos de mudas y estériles palabras. Piedra a piedra, palabra a palabra 44
hemos levantado las más oprobiosas ignominias. Piedra a piedra, palabra a palabra, también las hemos sabido derrumbar.
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Partidas “Mas volver debe el alma… Volver a la morada suya antigua”. Luis Cernuda
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I Vuelvo al inicio de mi viaje. Regreso al final de todo hombre sabiéndome soñado. Me despojo de esta máscara que tanto talla y me ajusto al rostro apacible de la Nada. 49
II Me voy despidiendo de todos ahora que nadie me ve; poco a poco he aligerado las valijas: libros, trastes, ropas y asuntos que ya no puedo soportar porque mis fuerzas son livianas, y no conozco dónde sueñe el puerto que urde un tramo de mi tiempo desde siglos antes de nacer. 50
III Mil veces hice las valijas, previne rutas y estaciones, me atafagué de ropas para inviernos, de barbitúricos para noches desoladas; agarré de allí a un amor y de más allá me despedí de los paisajes que siempre presintieron mis huidas; pero nunca partí porque huí antes de la hora y me quedé mirando cómo se alejaba el barco que nunca se alejó, el barco que se llevó lo que retuve a fuerza de luchar y pactar con los recuerdos. 51
IV Mañana asomará la hora precisada. He dicho adiós a los vecinos que solían saludarme cuando estaban vivos; abrí la puerta de la jaula a los pájaros que nunca apresé: soltaron vuelo; me deshice de mis duelos, de mis huesos, de un tanto de mí para poder ser espantajo, y saludé como siempre a las nubes y montañas engañándolas para que no sepan que me voy. 52
V Qué hacer con este día que ahora pesa. Cómo borrar el regusto de este atardecer y no ver los pájaros que ya vuelven a sus nidos ni escuchar sus gritos de días ya gastados. Para mañana me alisto sin afanes, me pongo todo lo que no tengo, desecho todo lo que me falta. Pero mañana fue un día, hace años… Ya no recuerdo cuándo. 53
VI Concebí el libro que no soñé mientras el alma se evadía en el lenguaje de los cuerpos; deshice los versos que no escribí –y que ahora leo– cuando soñaba sabiéndome despierto; buscando su silencio leí el mundo hacia atrás borrando tonadas que aprendí, pasos que olvidé, palabras que no soy y no puedo cantar. Todo es vano. El pasado es más presente que el ahora. 54
VII Perdí mi ruta sin moverme de mi puerto, aposté al lujo de amar y gané tres veces en mi vida, mis tres amores van conmigo y no sé cómo ocultarlos, todos llevan su mirada delatora: otra vida más dichosa. Estas manos conocen tu última morada, cuerpo casi mío que a veces confundí con el ulular de la noche; navegué en tu sangre a brazo fuerte y tuve miedos, arrié velas, erigí casa y dormí bajo sus árboles; de sus ramajes imité algunas trinadas para alejar la larga sombra del ahorcado matutino; sentí crecer los hijos que de tanto no ser ya son ancianos y hasta el final acaricié fielmente el lomo de mis perros; pero nada era mío, salvo el irme permanente; perdí mi ruta sin moverme de mi cuerpo. 55
VIII Para ayer me preparé… porque mañana. Para huir de mí me puse un nombre… porque yo. Para este día me alisté… porque me fui. 56
IX El itinerario no lo sé, pero hay estaciones presentidas: en Amherst, una mujer de lino blanco me espera en su jardín; bajo sauces de voces shakesperianas beberemos en vajilla silenciosa aterradas pócimas de Eternidad. En Lisboa el anfitrión será el caballero, su sombrero y sus compinches, heterónimos de saudades coreadas a una voz que me aguardan en el puerto desde este navío del más allá. Alejandría me avistará en plena tarde de piel acanelada; velaré con el tahúr griego, y alegres por la noche mediterránea gozaremos en aquella mancebía babélica de juveniles dioses vivos. La cita de mi adolescencia es con el golfo más golfo de París; a escondidas de Verlaine ofreceremos placer a los mejores postores. ¡Nada de poesía esa noche, solo hachís, sodomías y blasfemias! Hacia Persia me uniré a una caravana de contrabandistas para libar vino en Nishapur y can57
tar con el viejo y sus mujeres el firmamento de sus mejores rubaiyyat. En el Oriente puro rozaré la luna llena en aguas del río Amarillo. Para entonces, habré ganado las alas de atravesar el tiempo y podré servir de lazarillo al ciego eterno; con cuánto dolor escucharé de sus labios algunos cantos a la muerte de Patroclo, con cuánto pudor escucharé su diálogo con otro ciego de su estirpe, el suramericano que ahora esplende en un laberinto de Ginebra, con cuánta dicha entenderé que a través de los milenios toda la humanidad solo ha cantado un único poema.
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X Vuelvo al inicio de mi viaje. Regreso al final de todo hombre sabiéndome soñado. Me despojo de esta máscara que tanto talla y me ajusto al rostro apacible de la Nada. Pero mañana fue un día, hace años… Ya no recuerdo cuándo.
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Este libro se terminó de imprimir el día 26 de noviembre de 2010, en los talleres de Editorial Lealon (Cra. 54 No. 56-46 Tel.: 571 94 43, lealon@une.net.co) de Medellín, Colombia. Se usaron tipos de 11 puntos Georgia para los textos y 11 puntos negro para los títulos, papel Kimberly granito gris de 90 gramos y cartulina Propalcote 1 lado de 180 gramos. La impresión estuvo dirigida por Ernesto López Arismendi.
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