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La marea osa
1.L as manifestaciones del 26 de febrero muestran la maduración de un movimiento ya declarado como antipresidencial y decidido a jugar la suya en la elección de 2024. El propósito de impugnar el Plan B electoral quedó rebasado.
“Desde hoy llenemos las urnas para votar por México, votemos en contra de la mentira y de la mediocridad, votemos en contra del populismo”, dijo Beatriz Pagés en nombre de todos ellos en el Zócalo.
Tiempos inéditos y peligrosos exigen una nueva forma de hacer política, ciudadanos y fuerzas opositoras tenemos que tomarnos de la mano para salvar al país… vayamos por los abstencionistas, por los decepcionados y arrepentidos de haber dado su voto a quienes no lo merecían”, redondeó. “Debemos encontrar las mejores vías para actuar constante y cotidianamente en las acciones políticas encaminadas a la preparación y a la emisión del voto del día de las elecciones”, señaló José Ramón Cossío.
2. Un segmento social diverso, dominado por capas medias y altas, decidió usar las calles como suyas. Disputa el espacio físico hasta ahora sin amedrentamiento. No apelaron al antipartidismo sino a la participación organizada. No apelaron a la abstención sino a la votación contra el gobierno. Denominaron el esfuerzo como la “ciudadanización de la política”. No es la primera vez, ni será la última, que se pide ese deseo.
3. Para líderes políticos tradicionales el cultivo es apetecible. El problema es la esencia misma del movimiento: su contradictoria composición, la frescura de sus desplantes, las tensiones de sus extremos, y el sutil rodeo que hace de los capos de la política. Si el movimiento ha declarado, a través de sus oradores designados, que el paso siguiente es organizarse para la elección del 2024 tendrá que resolver la modalidad, el requisito, la exigencia y los alcances pues no todos comulgarán con el propósito.
4. ¿El movimiento sin nombre sería el basamento de una alianza multipartidista? Parece lo más probable. ¿En qué puede recalar? En una mesa de tahúres que se repartan las cartas de candidaturas diversas. Las patas de esa mesa estarían soportadas en los hombros de la masa cautiva. Qué injusto.
Ninguno de los dirigentes hará en los próximos meses sus reflexiones y sus arrepentimientos públicos tras los fracasos de los gobiernos priistas y panistas. Ni disculpas ni deslindes por García Luna, por los fraudes inmobiliarios, por los enriquecimientos inexplicables, las traiciones y deslealtades. Todo aquello que a muchos de los marchistas les decepcionó de la política tradicional.
5. ¿El movimiento sin nombre que quiere ciudadanizar la política se atrevería a profundizar la disrupción? Por ejemplo, postular una candidatura independiente a la Presidencia y candidaturas múltiples para legislaturas y gubernaturas que arrebate a los partidos el monopolio de la política y la entregue, como se proponen, a los ciudadanos. Eso iría en serio a la médula del reclamo: mi voto no se toca, no solo por un gobierno que pretende influir en los órganos electorales y la organización de los comicios sino por partidos y grupos que pretenden desnaturalizar la movilización ciudadana. Los partidos siguen al movimiento y no al revés.
6. Una solución mixta: ¿tantas mesas y tantos foros de partidos opositores animosos darían una silla de sus encuentros a un representante del movimiento sin nombre? Si se va a negociar una alianza opositora que inevitablemente pedirá el voto a los seguidores de ese movimiento por qué no darles un lugar preponderante en las negociaciones y definiciones. Pero con decisiones ciudadanas. Votaciones abiertas por los candidatos y para la definición de agenda.
7. ¿Y si deciden negociar con el gobierno? Hacer política ciudadana implica disputar el poder. ¿Establecerían vasos comunicantes para que sus demandas sean escuchadas y respetadas? ¿Y si los convocan del gobierno para ello, acudirían?
8. Si la marea osa deberá saber hacia dónde recala. Una capitulación a lo de siempre frustrará a muchos de los que decidieron caminar y reclamar. ¿Cuál es el instrumento: el partido o el movimiento?