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OPINIÓN

En México hay dos sociedades contrastantes y sólo una tiene perspectivas favorables; pero el gobierno no hace nada al respecto.

LuIS RuBIO @lrubiof

Salim, un comerciante centroafricano, es un personaje que atrae y repele: su negocio prospera, ofreciendo una perspectiva a la vez optimista sobre el futuro de su país y trágica sobre la forma en que el progreso, y las viejas prácticas que nunca desaparecen, siembran las semillas de la revolución que vendrá. La novela de V.S. Naipaul, Un recodo en el río, permite apreciar dos maneras de percibir una misma realidad. Algo en ese relato recuerda la forma en que el México de hoy se ha partido en dos grandes bloques de personas que habitan en un mismo lugar, pero que otean el futuro de maneras muy contrastantes. Sesenta por ciento de los mexicanos afirman estar satisfechos con sus vidas, han visto sus ingresos reales crecer y cuentan con un empleo. Ese mismo 60 por ciento apoya al presidente y considera que su gestión ha hecho posible la estabilidad y bienestar de que goza. Por su parte, el 40 por ciento restante desaprueba la gestión del presidente por considerar que está dañando los cimientos del bienestar futuro y atentando contra los prospectos de crecimiento y bienestar. Uno se pregunta qué es lo que hace que dos grupos de una misma sociedad puedan tener percepciones tan radicalmente contrastantes sobre un mismo fenómeno o momento histórico.

Templo Mayor

F. BARTOLOMÉ

MIENTRAS crece el debate sobre si Movimiento Ciudadano debe o no sumarse al Frente Amplio por México en caso de que Xóchitl Gálvez sea su candidata presidencial, quienes conocen bien la legislación electoral afirman que, cuando se quiere, se puede.

Y ES QUE en México hay más de una manera de postular al mismo candidato y no todas pasan por la integración total de plataformas y programas de gobierno.

DE HECHO, en la elección del Edomex del mes pasado, Alejandra del Moral apareció en la boleta cuatro ocasiones al ser candidata del PRI, el PAN, el PRD y el Panal, partidos que, para efectos legales e incluso presupuestales, recibieron cada uno sus votos de manera diferenciada.

ES POR ESO que hay quienes sugieren a emecistas como el dirigente nacional, Dante Delgado, y el gobernador de Nuevo León, Samuel García, serenarse con aquello de que “con el PRIAN ni a la esquina”.

DEL MISMO modo que les piden a los dirigentes de la alianza no ejercer la política del “todo o nada” a la hora de definir la candidatura presidencial de 2024 y empezar a buscar el “cómo sí se puede”, en vez de seguir haciendo una lista de los “por qué no se podría”.

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MUY INSISTENTE anda el dirigente de los ex electricistas de Luz y Fuerza del Centro, Martín Esparza, buscando una reunión pública con Claudia Sheinbaum DESDE hace varios días ha estado pidiendo un “diálogo” de la corcholata morenista con la llamada Nueva Central de Trabajadores, el membrete que el sindicalista se inventó para tratar de mantener su relevancia política.

Y LLAMA la atención que, con todo y que Esparza fue en su momento uno de los aliados consentidos de la 4T, hasta ahora la ex jefa de Gobierno le ha hecho el vacío y apenas le mandó como representante a Alfonso Ramírez Cuéllar para recibirle una carta de invitación.

¿PUES qué le sabrá Sheinbaum a Esparza que nomás no quiere aparecer en público con él ahora que se está tomando fotos con tooodo mundo? Es pregunta sin flash. • • •

DICE Andrés Manuel López Obrador que la llegada a Cancún del primer vagón del Tren Maya es un hecho histórico, y vaya que se le vio muy contento cuando se subió a conocerlo.

LLAMA la atención que le emocione tanto un simple vagón cuando la obra completa, con todo y su incalculable daño ambiental, que se supone iba a costar 130 mil millones de pesos ya lleva gastados más de 220 mil millones, tiene asignados casi 140 mil millones más y ni siquiera es seguro que sea terminada este año, como se había prometido. AUNQUE, pensándolo bien, lo cierto es que hay muchas maneras de hacer historia... y –gulp– no todas son buenas.

Según la encuesta de Alejandro Moreno en El Financiero (mayo 2), la diferencia fundamental entre los dos grupos de mexicanos es el nivel de escolaridad: si bien el voto de universitarios fue crucial en la elección del presidente en 2018, hoy esa cohorte representa al segmento más crítico de su labor. Los dos contingentes más sólidos que sustentan la popularidad del presidente son los mexicanos de mayor edad y las personas con menor escolaridad. La conclusión inevitable es que las personas más desfavorecidas en sus ingresos y perspectivas de vida y empleo se han beneficiado de la estabilidad económica, el crecimiento del ingreso disponible real y de un mercado laboral que, después de la pandemia, ha ofrecido mayores oportunidades de empleo.

Para la cohorte satisfecha, lo que cuenta es el hoy; para el otro 40%, la percepción de futuro.

En términos político-electorales, estos dos contingentes proyectan su percepción de la situación en la forma en que opinan y votan: quienes se sienten beneficiados aprueban la gestión presidencial y emiten su voto a favor del partido gobernante, independientemente de pertenecer o no a Morena; por el otro lado, quienes desaprueban la gestión presidencial votan en sentido contrario. Nada nuevo bajo el sol.

Lo que es relevante es el contraste de perspectivas. Es evidente que la mejoría en el ingreso real de las personas impacta de manera similar a toda la población y, sin embargo, las conclusiones anímicas a las que llegan estos dos segmentos de la población son radicalmente opuestas. La explicación del fenómeno es clave para entender el momento y pronosticar los prospectos del país en el futuro, incluyendo la aduana electoral de 2024.

El meollo del contraste parece radicar en la perspectiva de tiempos. Para la cohorte que se siente satis- fecha, lo que cuenta es el hoy y ahora; para el restante 40 por ciento lo que importa es la percepción de futuro: hacia dónde vamos. Se trata de perspectivas que emanan de realidades económicas y de visión muy distintas y que muestran la circunstancia de un país muy dividido: el que ha tenido la oportunidad de avanzar en la escala de la educación y el que se quedó atorado en un sistema educativo que no prepara para el mercado de trabajo ni para la vida. En esta era del mundo, donde lo que agrega valor (y paga mejores salarios) ya no es la fuerza física sino la creatividad de las personas, el nivel educativo hace una diferencia abismal en los ingresos de las personas e, inexorablemente, en sus percepciones. Para quien apenas logra un empleo, muchas veces precario, lo que cuenta es preservarlo y es natural que se le atribuya su disponibilidad a quien encabeza al gobierno. Para quien ya tiene un empleo y la percepción de que podrá seguir avanzando en la escala del ingreso y de la prosperidad de su familia, sus preocupaciones se concentran en el futuro: ¿se mantendrá la estabilidad económica?, ¿volverá a haber una crisis como las del final de sexenios anteriores? Para los primeros lo que cuenta es el momento en que se levanta una encuesta o se deposita el voto en la urna; para los segundos, lo único que cuenta son las perspectivas futuras porque el presente está resuelto.

Dos Méxicos que reflejan el lugar en que cada individuo se encuentra en la cadena productiva, pero que, al mismo tiempo, constituyen una verdadera censura al sistema político en general que ha sido incapaz, por décadas, de resolver problemas elementales como el de la infraestructura en general y la salud, pero sobre todo de la educación. Antes, hace medio siglo, esas cosas no se notaban porque la mexicana era una economía simple y poco demandante. Hoy, el mercado de trabajo demanda cada vez mayor especialización y el sistema educativo vigente –y el gobierno que solapa cacicazgos sindicales en lugar de preparar a los niños– es incapaz de proveerlo.

El presidente puede estar muy satisfecho de la popularidad que le brindan los mexicanos más desfavorecidos, pero lo que realmente le están premiando es su indisposición para crear condiciones para que esa misma base de apoyo tenga un mejor futuro.

Abren conversación sobre temas LGBTQ+

EugEnio TorrEs

Es un libro que busca decir: esto siento, esto sentimos en colectivo, por qué lo sentimos y qué creemos que podemos hacer para que todes estemos mejor, pero no es un libro que va a acercarse a decirte ‘eres un tonto’ o ‘no me inquietes’ y por lo tanto estás cancelado. No es un libro punitivo”.

Hay mucha gente que cree que no se vale preguntar, porque ‘ya me van a decir transfóbico’, o ‘me van a decir homofóbico sólo por preguntar’, y no es cierto. Creo que mucho de lo que construye este libro es esa necesidad de preguntar”.

“Ojalá hubiera tenido este libro hace 10 años”, le dijo su padre a Luis Ruiz tras leer Resistencias Queer (Grijalbo), una obra que escribió su hijo y que les hubiera evitado muchos desencuentros.

Que esas palabras vinieran del lector más importante para el joven activista de los derechos LGBTQ+, le hizo comprender que había acertado al plantear –junto con Andrea Natzahuatza– un libro que busca provocar nuevas preguntas para ampliar y profundizar la conversación.

A partir de un recorrido histórico, investigación teórica y relatos sobre la comunidad, los autores invitan a empatizar y comprender por qué las personas LGBTQ+ actúan cómo actúan, exigen lo que exigen y por qué temas que, para algunos son triviales, como el lenguaje incluyente, sí tienen importancia para la sociedad en conjunto.

Del insulto a la apropiación El origen de la palabra queer está en el inglés. Su significado, “inusual o extraño”, comúnmente se usaba para señalar a personas que tenían comportamientos considerados socialmente inadecuados. En el siglo 18 se utiliza en Inglaterra para nombrar de manera ofensiva a quienes no se consideraba útiles para la sociedad, incluyendo a los hombres “demasiado femeninos” o que tenían relaciones románticas o sexuales con otros hombres. Un insulto que, siglos después, la comunidad LGBTQ+ se reapropia con orgullo. Y es el término que los autores del libro eligen utilizar como un paraguas que cubre todas las identidades y orientaciones no heterosexuales o cisgénero. Ambos son comunicólogos y docentes en León. “El libro se escribió en Guanajuato. Mucho de esto en los recreos o en los ‘breaks’ de trabajar en una preparatoria, en donde el ojo sobre el maestro está en ‘no vayas a decir esto’, ‘no vayas a adoctrinar’, estas palabras horribles que se usan cuando la diversidad entra en contacto con las adolescencias y las infancias, entonces, la existencia de estas dos personas en Guanajuato, hablan- do de diversidad es un acto de resistencia, no el mayor, hay gente con muchos menos privilegios que nosotres”, advierte Luis. Ellos son artífices de Abrazo Grupal, un proyecto que genera contenidos enfocados a la diversidad sexual y de género para pódcast y redes sociales, además ofrecen cursos y charlas a empresas, escuelas y organizaciones. En entrevista conjunta, reconocen que puede sonar ambicioso, pero consideran que es un libro para todo el mundo: quien sabe algo de diversidad, puede aprender algunos conceptos que no siempre se incluyen al hablar de estos temas, como ternura radical o justicia hermenéutica, que son comunes a otras luchas y activismos.

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