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OPINIÓN
López Obrador ha llevado al extremo la lógica calderonista: el Ejército como “solución” para todos los problemas.
N
Miércoles
JORGE VOLPI @jvolpi
En todas partes...
o había otra salida. Una vez en el gobierno se volvió evidente que era el único remedio. El resto de las instituciones estaba tan corrompido y la amenaza era tan acuciante que optamos por lo único sensato. No había otra manera de enfrentar el peligro, la supervivencia del Estado se hallaba en entredicho, hicimos lo único que podíamos hacer. Era imperativo valerse del último recurso a nuestra disposición. Por riesgoso que fuera, teníamos que usar esa reserva de eficacia y lealtad para salvar a la patria. Estos fueron más o menos los argumentos de los que se valió Felipe Calderón en 2006 para ordenar los primeros “operativos conjuntos” entre las policías federal, estatal y municipal y el Ejército para combatir al crimen organizado. Acaso la decisión más temeraria y perniciosa tomada por un presidente mexicano desde que Díaz Ordaz y Echeverría consintieran que los militares dispara-sen contra estudiantes desarmados en 1968. A partir de ese momento, el país no volvió a ser el mismo: en vez de un avispero de violencias incubadas y durmientes, se transformó en muy poco tiempo en uno de los lugares más peligrosos del planeta. La solución extrema se convirtió, así, en el problema. Y México reinició su escabrosa andadura militar.
Doce años después, el principal opositor al despliegue castrense recuperó los mismos argumentos de su enemigo histórico. No había otra salida. Una vez en el gobierno se volvió evidente que era el único remedio. El resto de las instituciones estaba tan corrompido y la amenaza era tan acuciante que optamos por lo único sensato. No había otra manera de enfrentar el peligro, la supervivencia del Estado se hallaba en entredicho, hicimos lo único que podíamos hacer. Era imperativo valerse del último recurso a nuestra disposición. Por riesgoso que fuera, teníamos que usar esa reserva de