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Series
El futuro ya no es lo que era
Years and Years, la lustrosa coproducción de la BBC y HBO, presenta una fábula tecnodistópica entreverada con la saga familiar.
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TEXTO Alberto N. García [Com 00 PhD 05] es profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural
Una mezcla de «Black Mirror» y «This Is Us». Así se podría sintetizar «Years and Years», que combina el drama familiar con el relato distópico. Aplaudida por la crítica, esta miniserie de Rusell T. Davies («Queer as Folk», «Dr. Who») nos ubica en un futuro cercano: la próxima década. Y, desde ahí, narra el devenir de los Lyons: una familia británica de clase media, con sus cenas de fin de año, sus hijos adolescentes problemáticos y sus crisis matrimoniales, todos ellos interpretados por un puñado de actores muy solventes.
El distintivo de «Years and Years» es el aroma lúgubre, oscurísimo, del pasado mañana. Por un lado, en un acto reflejo en casi cualquier ciencia ficción, los avances tecnológicos son una suerte de grillete inescapable que deshumaniza las relaciones sociales y aliena a los individuos. La promesa liberadora de la tecnología queda convertida en maldición bíblica: desde un robot casero que permite ahogar las penas amorosas hasta esa hija transhumana que acaba implantándose chips que le habilitan para telefonear desde sus dedos o fotografiar con los ojos. Dado este pesimismo de fondo ante la tecnología no es casualidad que, conforme avanzan la década y el metraje, se dé la paradoja del desabastecimiento: los avances técnicos son excelsos, pero la población se ha quedado sin wifi y los cortes de luz son tales que obligan a resucitar el papel.
No obstante, la verdadera tragedia que anuncia «Years and Years» es sociopolítica. Asistimos al colapso de los servicios sociales, la generalización de la xenofobia y el regreso a una inédita Europa violenta, corrupta, sombría y egoísta. Todo ello coronado por el ascenso del totalitarismo. Y ahí, al auparse a la parábola, es donde, no por casualidad, la serie naufraga. Que el personaje con más matices sea la populista de extrema derecha interpretada por la fantástica Emma Thompson habla del gran hándicap de «Years and Years». La colmena de relaciones y problemas de los Lyons queda desaprovechada, atenazada la escritura por un insípido buenismo. Ni la oveja negra de la familia acaba siendo realmente tal. El resto son todos nobles, concienciados, generosos, tolerantes e, incluso, paradigma de la diversidad racial, sexual, geográfica y funcional. Ese buenismo en el diseño de los personajes resta fuerza a la historia, puesto que la indulgencia del mensaje ahoga la ambigüedad del pánico ante el futuro cada vez más negro que se perfila.
Si los caracteres subordinan la profundidad emocional a la necesidad de apuntalar una determinada tesis, el resultado suele ser un dibujo dramático unas veces plano y otras previsible. A «Years and Years» le falta sustancia, contradicción, misterio… y le sobra admonición. Es un problema que ya han padecido otras series como «The Handmaid’s Tale», «Masters of Sex» o el primer «The Newsroom». Como es lógico, la pega no es que haya productos de la cultura popular que contengan una visión concreta del hombre, la sociedad y la política más o menos radical, misántropa o condescendiente. Eso resulta inevitable: toda ficción encierra una cosmovisión. Toda obra siempre parte, aunque sea implícitamente, de unos presupuestos ideológicos y estéticos. Y, por descontado, es lícito que quiera transmitir un mensaje de fondo. La clave radica en calibrar si el ensamblaje de forma y fondo funciona, si la faceta ideológica casa con la estética. Por ejemplo, «The Wire» enhebraba una rotunda impugnación del sueño americano y la ciudad capitalista, y su tesis estaba anclada con brillantez a una epopeya dramática compleja, nada maniquea, donde una templada acumulación narrativa dejaba en evidencia las fallas del sistema. Desde las antípodas, «Chernobyl» ofrece una demoledora denuncia de la fe soviética empleando una estética realista e incómoda. Son dos ejemplos de cómo una potente lectura ideológica y política viene a posteriori, emergiendo orgánicamente de la solidez del relato, es decir, de los dilemas de los personajes, de la profundidad dramática de los conflictos y de la sinceridad del paisaje moral que se retrata.
Esa sutileza en construir el juego ideológico desde atrás es la que está ausente en «Years and Years». Y es una pena, porque el planteamiento del relato es prometedor, intrigante. Incluso algunas de las especulaciones futuras tienen chispa: Mike Pence como presidente de Estados Unidos, una secuela de Pixar titulada «Toy Story Resurrection» o la extinción de las mariposas. A pesar de la energía de la premisa y sus destellos ingeniosos, la declaración tecnofílica de la hija transhumana, Bethany, en el episodio piloto acaba convirtiéndose en metarreferencial: «Donde voy no hay ni vida ni muerte. Solo datos. ¡Voy a ser datos!». Porque, al final, a «Years and Years» le sobran algoritmos y le falta vida.
APUNTES
«See», lo nuevo de la nueva Apple TV
La guerra de las plataformas de streaming se aventura encarnizada. Al potente lanzamiento de Disney con «The Mandalorian» se une la fanfarria del Apple TV. La serie estrella de la compañía de la manzana se titula «See»: un espectacular drama de aire medieval donde la humanidad ha perdido la vista. Cegadora.
La fase 4 de Marvel
Disney sigue apostando fuerte por conceptos masivos, deslumbrantes, en su desembarco catódico. Una de sus propuestas más esperadas para 2020 es «The Falcon and The Winter Soldier», la continuación del universo Marvel tras el pelotazo fílmico de «Avengers: Endgame». Superheroico.
«Sky Rojo» en Netflix
El equipo de la serie española más exitosa —«La casa de papel»— ya está produciendo su nuevo trabajo para Netflix. «Sky Rojo» narra, en palabras de su creador, «la historia de una cacería, la de tres mujeres que huyen del proxeneta que las extorsionaba». Una golosina estética trufada de acción salvaje y ambigüedad moral. Intensa.
NÚMEROS
34
nominaciones tenía Netflix en los Globos de Oro. Solo se llevó dos, a mejor actriz de reparto y a mejor actriz de serie dramática.
72,5
es el porcentaje del gasto total en EE. UU. en películas y series que concentran Disney, Comcast, Netflix, ViacomCBS y AT&T (propietaria de HBO).