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Perderse (y encontrarse) en Rothko

¿Qué verdades universales susurra "Untitled" (1969) al observador del siglo XXI cincuenta años después de su creación?

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TEXTO Ana Eva Fraile [Com 99] FOTOGRAFÍA Manuel Castells [Com 87]

Mark Rothko pintaba para crear «milagros». Nunca perdió la esperanza de que sus obras, como una epifanía, consiguieran revelar emociones a un observador sensible. Según el propio artista manifestó, en el momento en que daba la última pincelada a un cuadro, cuando «la intimidad entre la creación y el creador» concluía, la pintura pasaba a convertirse en una «resolución inesperada y sin precedentes de una necesidad eternamente conocida».

Sobre ese encuentro íntimo y cercano a lo espiritual que algunos llaman «Rothko experience», el pintor estadounidense Robert Motherwell, también expresionista abstracto, llegó a decir que «si Rothko no hubiera existido no habríamos conocido ciertas posibilidades emocionales en el arte moderno». Sus muros de luz y color son capaces de originar atmósferas de meditación en las que el tiempo se detiene.

Consciente del poder evocador de la pintura, Rothko expresó que un cuadro «vive en compañía, expandiéndose y avivándose» ante los ojos del espectador, «en cuya conciencia se desarrolla y crece». Sus lienzos interpelan los sentidos y la inteligencia de quien los contempla. Precisamente, para no interferir en ese diálogo, el artista letón rehuyó explicar el significado de su obra. «El silencio es muy preciso», afirmó con rotundidad.

Rothko conocía bien las capacidades creativas de los niños. En 1934, cinco años después de incorporarse como profesor al Centro Judío de Brooklyn, publicó el ensayo «Nueva formación para futuros artistas y amantes del arte». Gracias al programa educativo «Rothko.50», del Museo Universidad de Navarra, más de 1 500 escolares navarros pudieron vivir una de sus primeras lecciones: el arte es una forma de expresión tan elemental como hablar o cantar. La imagen muestra los murales colaborativos que los participantes crearon entre todos en el Museo.

A lo largo de su carrera, Rothko (1903- 1970) cuidó con meticulosidad todos los aspectos pictóricos: el color, la forma, la profundidad, la composición, la escala, la textura e incluso la disposición espacial de sus cuadros en las exposiciones. No obstante, siempre se opuso a cualquier interpretación meramente estética de su obra: «No me interesa la relación entre color y forma ni nada por el estilo. Solo me interesa expresar las emociones humanas más elementales. La tragedia, el éxtasis, la fatalidad del destino...».

¿Qué actitud debería adoptar entonces el espectador del siglo XXI para que no se le escape «lo decisivo», en palabras de Rothko, de una obra de arte?, ¿se puede aprender a desentrañar su profundo océano de simbolismo?, ¿cuál es el destino de ese viaje hacia el interior al que arrastra? Fernando Echarri, director del Área de Educativa del Museo Universidad de Navarra, responde a esta última pregunta: «Se trata de una experiencia radicalmente distinta a la que estamos acostumbrados: no es nuestra mirada subjetiva la que recorre la superficie pictórica intentando buscar su significado, sino que es la experiencia la que explica al yo. En definitiva, puede ayudarnos a proporcionar sentido a nuestro ser».

¿Qué actitud debería adoptar entonces el espectador del siglo XXI para que no se le escape «lo decisivo», en palabras de Rothko, de una obra de arte?, ¿se puede aprender a desentrañar su profundo océano de simbolismo?

Echarri considera que los museos tienen una importancia fundamental a la hora de promover experiencias reales ante las obras. Como los templi de la antigua Roma, aquellos lugares sagrados para ver el cielo, las salas expositivas actuales constituyen espacios de contemplación y de encuentro entre el creador y el visitante de cualquier edad. Aunque, en su opinión, las posibilidades que presenta el arte para el desarrollo personal y el conocimiento del propio mundo interior se multiplican cuando los protagonistas son jóvenes.

Desde la perspectiva de los centros escolares, «integrar el arte contemporáneo como herramienta didáctica les permite completar y apoyar la formación de sus alumnos», ahonda Echarri. Esta convicción ha llevado al Museo Universidad de Navarra a impulsar programas educativos sobre Picasso y Kandinsky a partir de obras pertenecientes a su colección gracias al apoyo de Fundación Caja Navarra. Su último proyecto, celebrado en 2019, ha girado en torno a "Untitled" (1969), pintada hace cincuenta años por Rothko.

Primero en las salas y más tarde en los talleres del Museo, 1 512 alumnos navarros, de entre 6 y 18 años, pusieron en práctica los tres objetivos principales del programa: aprender a mirar en profundidad, activar el pensamiento crítico y expresarse con un lenguaje creativo. Para muchos de ellos esta iniciativa supuso un primer encuentro con el arte contemporáneo. A Izan Arandigoyen, que tiene diez años y estudia en el colegio público Doña Mayor de Navarra, de Pamplona, lo que más le impactó de Rothko fue descubrir que, aunque «sus cuadros son abstractos, si te fijas bien, si estás unos minutos mirándolos, puedes ver otras cosas». Este el verdadero milagro, lo que convierte a Rothko en un clásico que anhela dar «respuestas puramente humanas sobre necesidades humanas», que continúa hablando de tú a tú al observador por encima del momento histórico y del lugar en el que habite. Nt

APUNTES

PINCELADAS DE UNA VIDA. Cuando Jacob y Anna Rothkowitz emigraron de Letonia a EE. UU. Mark, el menor de sus cuatro hijos, tenía diez años. Sufrió ataques antisemitas en la Universidad de Yale, centro que le distinguió años más tarde como doctor honoris causa. En 1923 abandonó sus estudios y se mudó a Nueva York. Allí asistió a sus primeras clases de arte y se entregó por completo a la pintura. Enfermo y con depresión, se suicidó el 25 de febrero de 1970.

VER A ROTHKO. En 1986, la Fundación Mark Rothko determinó que su misión de conservar y promover el legado del artista tendría más alcance en manos de importantes museos internacionales. Antes de disolverse ese mismo año, la Fundación seleccionó 35 instituciones. La principal fue la Galería Nacional de Arte, en Washington, que recibió más de 1 100 obras, pinturas sobre lienzo y sobre papel, así como otros materiales de investigación.

LEER A ROTHKO. Cuando Miguel López- Remiro [Eco 99 PhD Fia 03], primer director del Museo Universidad de Navarra, rastreó los archivos estadounidenses en busca de fuentes para su tesis doctoral sobre la poética de Rothko hizo un descubrimiento inesperado. En el Smithsonian Institute accedió a cartas y cuadernos personales del pintor que nunca nadie había leído. Ni siquiera su familia, que agradeció la publicación de los Escritos sobre arte (1934- 1969) por Yale University Press en 2006. Sus páginas revelaron un Rothko poco conocido: un hombre familiar, sensible y que no escondía sus emociones.

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