Arte
pinceladas de una vida
Cuando Jacob y Anna Rothkowitz emigraron de Letonia a EE. UU. Mark, el menor de sus cuatro hijos, tenía diez años. Sufrió ataques antisemitas en la Universidad de Yale, centro que le distinguió años más tarde como doctor honoris causa. En 1923 abandonó sus estudios y se mudó a Nueva York. Allí asistió a sus primeras clases de arte y se entregó por completo a la pintura. Enfermo y con depresión, se suicidó el 25 de febrero de 1970. foto: smithsonian institution.
Perderse (y encontrarse) en Rothko ¿Qué verdades universales susurra Untitled (1969) al observador del siglo xxi cincuenta años después de su creación? texto Ana Eva Fraile [Com 99] fotografía Manuel Castells [Com 87]
Mark Rothko pintaba para crear «milagros». Nunca perdió la esperanza de que sus obras, como una epifanía, consiguieran revelar emociones a un observador sensible. Según el propio artista manifestó, en el momento en que daba la última pincelada a un cuadro, cuando «la intimidad entre la creación y el creador» concluía, la pintura pasaba a convertirse en una «resolución inesperada y sin precedentes de una necesidad eternamente conocida». Sobre ese encuentro íntimo y cercano a lo espiritual que algunos llaman «Rothko experience», el pintor estadounidense Robert Motherwell, también expresionista abstracto, llegó a decir que «si Rothko no hubiera existido no habríamos conocido ciertas posibilidades emocionales en el arte moderno». Sus muros de luz y color son capaces de originar atmósferas de meditación en las que el tiempo se detiene. Consciente del poder evocador de la pintura, Rothko expresó que un cuadro «vive en compañía, expandiéndose y avi100—Nuestro Tiempo invierno 2020
Untitled (1969) forma parte de la colección del Museo Universidad de Navarra.