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Arte 713

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Escena 713

Escena 713

Las puertas de Amalia Avia

Las mujeres del grupo de los realistas de Madrid estuvieron a la sombra de sus maridos, pero es el momento de recuperar su obra. La historiadora Estrella de Diego prepara una gran exposición sobre Amalia Avia (1930-2011) en la sala Alcalá 31.

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TEXTO: Zuriñe Lafón [Com 09 PhD 16]

En la complicada y sensible España de los cincuenta, un grupo de jóvenes artistas decidieron irse a Madrid para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Esta educación artística común derivó en una gran amistad. Se les bautizó como los realistas madrileños, por su vocación de acercarse a la realidad más próxima —la ciudad, sus calles y sus edificios— a través de la figuración. Fueron siete, tanto pintores como escultores: el conocido Antonio López y otros con menos fama pero igualmente vitales como los hermanos López Hernández, María Moreno, Isabel Quintanilla, Esperanza Parada y Amalia Avia.

Nunca constituyeron un grupo artístico formal, cada uno anduvo por su propio camino. Si alguien busca el hilo que los une, no lo hallará en la pintura sino en los afectos, las exposiciones conjuntas y el tiempo que se dedicaron como amigos. Compartieron arte pero sobre todo vida. María Moreno se casó con Antonio López, Esperanza Parada con Julio López e Isabel Quintanilla con Francisco López. Amalia también hizo su itinerario de vida con otro pintor, Lucio Muñoz, pero este decidió marchar por los derroteros de la abstracción, si es que realmente figurativos y abstractos recorrían sendas diferentes.

Benito García Fontanero (1988)

© Amalia Avia, VEGAP, Navarra, 2022

Es muy significativa la presencia de cuatro creadoras. Según explica Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, este grupo fue el primero en España en el que ellas tuvieron un papel, por lo menos, igual de relevante que los hombres. Con un enfoque profesional de su trabajo artístico, conquistaron su espacio en una época de dictadura todavía complicada para la mujer.

Doble mérito, pues además de encontrar su lugar, lo hicieron reivindicando el realismo frente al arte abstracto, por entonces autopista directa a la fama. «Yo soy pintora figurativa porque necesito el modelo, necesito partir de algo, necesito el tema tanto como el novelista», desgrana Amalia Avia en sus memorias 'De puertas adentro'.

Filatelia Finarte (1989)

© Amalia Avia, VEGAP, Navarra, 2022

Sus óleos muestran, sobre todo, rincones de la ciudad de Madrid: la estación de Atocha, el Ministerio de Fomento, la Puerta del Sol... En su pintura la figura humana desaparece para centrarse en su huella, un aspecto que la singulariza. Y aunque sus imágenes son un ejemplo de virtuosismo, nunca tuvo un objetivo mimético: «El hiperrealismo no me interesa y me molesta que algunas veces me encasillen en él».

Amalia, como señaló el catedrático y antiguo director del Prado Calvo Serraller, fue una gran amante de la materia pictórica. La primera fase de su complejo proceso de trabajo era la fotografía. Su hijo pequeño, Rodrigo, cuenta en su libro La casa de los pintores que su madre guardaba montones de imágenes en una mesa de cocina que tenía en el estudio. En los años sesenta todavía tomaba estas instantáneas de la prensa, pero más adelante acudía ella misma a las localizaciones con la cámara. Era un ritual, pues a aquellas salidas en coche por Madrid se apuntaba toda la familia. Al comienzo, Lucio, su marido, guiado por Amalia, accionaba el disparador. Con la aparición de las cámaras automáticas fue Amalia la que capturaba los espacios. Captarlos formaba parte esencial del proceso. Por este motivo, recoger las fotos de la tienda de revelado la llenaba de ilusión. Abría el sobre solo cuando llegaba a casa en un momento tranquilo. Seleccionaba las que más le interesaban y hacía una composición: las recortaba y las unía con celo si el tema no cabía en una sola foto.

Después de pintar la obra, Amalia recurría al fuego. Salía al patio de labor de su casa y dejaba la manguera cerca del cuadro. Entonces quemaba su superficie. Con él aportaba a la imagen esa sensación de deterioro de la ciudad. Por último, repintaba allí donde la llama y el humo habían sido excesivos, recuerda Rodrigo.

Amalia nació en Santa Cruz de la Zarza, un pueblo de Toledo, pero Madrid fue su ciudad. Su familia se trasladó a la capital antes de que Amalia cumpliera un año. Allí sufrió la Guerra Civil y la difícil posguerra, y volcó estas experiencias sobre el lienzo. Su gran interés por las portadas cerradas de los edificios no nos privó de la posibilidad de que nos abriera las puertas de su casa. Entre sus cuadros, aparecen también aquellos espacios de intimidad, rincones de su hogar, donde no ocurrían historias anónimas sino de Lucio, sus hijos —Lucio, Nicolás, Diego y Rodrigo—, y las visitas frecuentes de amistades y galeristas. Su pintura no era la copia de la realidad, sino la huella de su propia autobiografía. Nt

APUNTES

'DE PUERTAS ADENTRO'

Un día de 1980, Amalia estaba comiendo con su familia. Al levantarse de la mesa cayó al suelo. Se aplastó dos vértebras lumbares y estuvo varios meses en cama. Este accidente le imposibilitó pintar y vio la oportunidad de «acometer un sueño mil veces anhelado»: escribir sus recuerdos. Fue en 2004 cuando la editorial Taurus publicó De puertas adentro, las memorias de una vida, pero también una crónica de la transformación cultural, social y política de España.

CUIDAR SU LEGADO

Que la huella de una generación artística no se desvanezca. Con este propósito dos de los hijos de Amalia y Lucio han decidido compartir sus recuerdos, en los que la historia familiar y la historia del arte se entrelazan. En 2015 Diego abrió la puerta del museo digital lucioyamalia.com. Cuatro años después, su hijo menor, Rodrigo, publicó La casa de los pintores. Dos iniciativas que, además de dar cuenta de la trayectoria de sus padres, retratan la atmósfera cultural de los realistas de Madrid que se daban cita en su terraza.

UNA PAREJA DE PINTORES

Amalia Avia se casó con Lucio Muñoz en 1960. Diseñaron dos estudios en su casa de la calle Avutarda, en Madrid. Aunque pensaron comunicarlos con una puerta, en el último momento pidieron al arquitecto que la tapiara. Cercanos pero independientes, un tabique se encargó de preservar un mundo del otro.

«¿Tienes un cuadro de Amalia Avia?»

Es el tuit que lanzó Rodrigo Muñoz (@r_munozavia) en abril de 2021. De las dos mil pinturas que firmó su madre, necesita localizar el mayor número posible para una gran exposición retrospectiva este otoño. Las peculiares anotaciones de Amalia en sus dietarios han dificultado la catalogación: «Vendido en casa a una señora que hablaba mucho».

Fotografía del cuaderno de la artista con el registro de obras pintadas.

© Familia Muñoz Avia

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