Amanece, que no es poco (La serie)
JosĂŠ Luis Cuerda
Índice
prólogo Retorciéndole el pescuezo a la lógica El humor conceptual de José Luis Cuerda Jordi Costa
Amanece, que no es poco (La serie) episodio 1. Hacer noche episodio ii. Pasar el día episodio iii. Mitos, ritos (1.a Parte) episodio iv. Mitos, Ritos (2.a Parte) episodio v. Una luna llena
epílogo Alrededores del amanecer José Luis Cuerda
Don Roberto: País vecino, niños. Niños: País, don Roberto, hermano. País hermano. Don Roberto: Yea. Niños: Me cagüenla. Don Roberto: ¿Y al este, hijitos, para terminar? Niños: Con el Mediterráneo, don Roberto. Con el mar. Don Roberto: Con el mar. Yea. Con el mar que todo lo sabe. Niños: Que todo lo sabe para terminar. Termina la clase. Los niños, agotados, van cayendo al suelo o se desploman en sus asientos, sudorosos y jadeantes.
25. Posada. Bar. Int. Tarde. Tirso barre el suelo, limpia la barra, echa dedeté. Bruno, sentado en una mesa, bebe copitas de aguardiente. Son las dos únicas personas que hay en el local. Tirso: Si has traído la pistola hoy, prefiero que la deposites en la barra antes de que te emborraches. Bruno: No, hoy no la he traído. Aparte de que, no seas rencoroso, demasiado sabes tú que yo no disparo por el alcohol. La bebida solo me produce efectos secretos, monólogos interiores. Tirso: Mira, Bruno. Perdóname si te parezco un impertinente; pero ¿toda la inteligencia la metes en lo que escribes y no te queda ninguna para lo que hablas, o lo que escribes es tan tonto como lo que dices? 118
Bruno (Algo despectivo): Yo creo que alientas así porque yo te abarco y tú no me abarcas. Tirso: ¡Y yo creo huevos! Que hablas como si te fueras a comer el mundo y, luego, ná de ná. De entrada, mi personalidad es mucho más compleja y paradójica que la tuya. Yo no necesito explicarme. Me importa un pito que me entienden o que no. Y tengo un negocio propio. Entran Teodoro y Jimmy. Tirso se alegra al verlos. Tirso: ¡Hombre, amigos! Habéis vuelto. El temor inicial, que ha hecho que Jimmy asome su cabeza con prudencia por la rendija de la puerta, se muta en alegría abierta y abrazo en el centro del local. Después de abrazar a Jimmy, Tirso pide a Teodoro que vaya a sus brazos. Tirso: Ven aquí, Iowa. Teodoro (Con miedo, receloso): Con afecto de verdad, ¿eh? ¿Vale? Tirso lo abraza. Teodoro responde al abrazo. Jimmy: A última hora hemos decidido pasar el día en este pueblo. Hemos echado la mañana con los labradores y ahora venimos aquí a echar la tarde, en el bar, de una manera más cosmopolita, ¿no? Tirso: Os voy a preparar dos cuartos de toma pan y moja. Tirso desaparece hacia los adentros del edificio hostelero. Jimmy se acerca a Bruno.
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Jimmy: ¿Usted es Bruno, el escritor argentino? Bruno: Sí, señor. Lo era anoche, cuando nos conocimos y lo sigo siendo hoy. Usted mismo podrá comprobarlo, cuando vea cómo, dentro de unas horas, saco un papel y escribo. Tirso: Aquí todo el mundo le quiere mucho. Bruno (Quitándole importancia): Sí, quererme, me quieren; pero por quien sienten verdadera devoción es por Faulkner. Jimmy (Para consolarlo): Ya se sabe. Todo lo que viene de América... Por eso mandé yo allí a mi Teodoro. (A Teodoro): Teodoro, ven aquí a saludar al señor. Teodoro: Si nos conocemos de anoche, padre. Jimmy: Razón de más. Ven aquí y no seas arisco. Teodoro va y da la mano a Bruno. Bruno (Con todo el descaro): ¿Se pagan ustedes algo? La pregunta ha pillado desprevenidos a los otros dos hombres. Jimmy (Sin saber qué decir, titubeando): Claro. No sé. Tome lo que quiera. Bruno (Tendiéndole la botella): Marque usted aquí cuanto aguardiente puedo beber de gorra. Jimmy: No. Beba el que quiera. Como si quiere terminarla. Bruno: Muchas gracias. Bruno bebe a gollete.
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Bruno (En un descanso para respirar): Si quieren hacerme alguna pregunta, aprovechando mi condición de intelectual, y, si no les molesta el acento argentino, yo les contesto con placer. Jimmy: Pues hemos estado todo el día con ese asunto y... Teodoro (Interrumpiéndolo): No vaya usted a meter la pata otra vez, ¿eh, padre? Jimmy (Ofendido): ¡Qué cagueta eres, hijo! ¡Déjame! Jimmy va a la barra del bar. Coge un cuchillo de cortar jamón, que lo hay en el local de cerdo ibérico fragante y veteado, y amenaza con él a Bruno. Jimmy: Por mis muertos que usted me va a contestar a todo lo que yo le pregunte. Jimmy ha ido hasta donde está Bruno y le ha colocado el cuchillo debajo de la barbilla. A Bruno aquello le da igual. Jimmy: ¿Hay pantanos alrededor? Bruno: No. Jimmy: ¿El pueblo es de fundación muy antigua? Bruno: Sí. Inmemorial. Jimmy: ¿Hay minas de oro o piritas curiosas? Bruno: Es muy probable. En cierta medida yo vine aquí por eso. Jimmy (A Teodoro): Sigue tú. Teodoro coge el cuchillo que le tiende su padre y vuelve a colocarlo en la barbilla de Bruno.
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Teodoro: ¿Usted sabe por qué le preguntamos todo esto? Bruno: No. Ni puta idea. Teodoro: ¿Cree que somos buscadores de tesoros? Bruno: Yo qué sé. Jimmy: Eso no es contestación. Pínchale. Teodoro (Enfadado): ¿Cómo voy a pincharle por esa tontería, padre? Cada día me parece usted más asesino, qué quiere que le diga. Bruno: ¿Me hace alguna otra pregunta o bebo? Teodoro: Beba. Beba, usted. (Enfadado con Jimmy): Se le quitan a uno las ganas de preguntar y de todo, hombre. Jimmy (Conciliador): Te advierto que, si dejas así el interrogatorio, este hombre va a pensar mal. Teodoro: Por mí, que piense lo que le dé la gana. Teodoro va a la barra a dejar el cuchillo. Mientras: Teodoro (A su padre): ¿Tú crees que, después de esto, alguien va a creer que esas preguntas las haces para buscarme un sitio tranquilo donde pasar el año sabático? ¡Anda! Diez muchachos, entre los veinte y los veintisiete años, entran en el bar, seguidos por Augusto, el guardia civil. El primero de los muchachos, sin mediar palabra, se acerca a Teodoro y le arrea un bofetón al tiempo que le formula la siguiente pregunta: Muchacho 1: ¿Por qué le has pegado a mi hermanico?
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El muchacho que sigue al Uno en la recién improvisada cola de diez le pega otra bofetada a Teodoro antes de que éste pueda reaccionar: Muchacho 2: ¿Por qué le has pegado? ¿Eh? El tercero, también. Muchacho 3: ¿Tú eres el que le has pegado a mi hermanico? La pregunta retórica y el mojicón van a ser ejecutados diez veces. Augusto se lo explica a Jimmy: Augusto: Es lo que aquí llamamos «la ronda». Lo hace la gente joven y nunca tiene mala intención. Se puede poner a la cola todo el que quiera y consiste en repetir lo que haga el primero pero cambiando las palabras de la pregunta. No su sentido. Póngase usted también, si quiere. Jimmy se pone el último de la cola.
26. Campo. Ext. Atardecer. Esteban, Pedro, Morencos y Chueca, con sus aperos de labranza al hombro, vuelven al pueblo después del trabajo cantando madrigales de Monteverdi. Les siguen, unos pasos detrás, Elena y Varela. Varela: ¿Vendrás esta noche al bar, a tomar algún licor? Elena: No, no creo. 123