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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
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PROTOINDUSTRIALIZACIÓN 1. “1º: Muchos objetos necesarios para la vida -vestidos, alimentos, muebles, útiles- eran fabricados en el marco familiar, especialmente en el medio rural. 2º: El artesano trabajaba sólo o con un número muy reducido de obreros, raras veces más de cinco. Este artesano podía ser libre o bien estar sometido a los reglamentos de las corporaciones o gremios (...) 3º: El capitalismo aparece en (...) la organización del mercader-empresario...(que) proporcionaba a los obreros trabajando en sus domicilios la materia prima y algunas veces los instrumentos de trabajo; más tarde iba a recoger el trabajo realizado y lo venía en su provecho después de haber pagado un salario fijo al obrero, campesino o ciudadano (...)” J. A. Lesourd y C. Gérard. Historia Económica Mundial.
AGRÍCOLA 2. "Lord Townshend, embajador inglés en Holanda y Secretario de Estado, abandonó su carrera política en 1730 y se retiró a sus propiedades en Norfolk. Inspirándose en los métodos que había visto practicar en los Países Bajos, drenó el suelo, lo abonó con estiércol, inició los cultivos que se sucedían en rotaciones regulares sin agotar nunca la tierra ni dejarla improductiva, sembró prados y forrajes para el ganado. Algunos llamaban a este par de Inglaterra "Lord Nabo". Al caballero del siglo XVII, que había sacado la espada en las guerras civiles, le sucede el "Gentleman Farmer".
Mantoux. La revolución industrial en el siglo XVIII.
REVOLUCIÓN AGRÍCOLA: CERCAMIENTOS 3. “El movimiento de los cercados se reemprende con vigor en el siglo XVIII, especialmente a partir de 1760. (...) Los squatters que vivían en sus tierras comunales son expulsados; campesinos pobres que poseían ínfimas parcelas no puede soportar los gastos del cercado y no pueden vivir en las malas tierras recibidas; se van, como muchos otros a quienes la extensión de la ganadería ha hecho inútiles; como
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otros, también obligados a vender su granja al propietario vecino. (...). Gracias a estas transformaciones en la propiedad y explotación agrícola, queda disponible una numerosa mano de obra, privada a menudo de lo esencial. Con ella podrá acrecentarse la producción manufacturera y minera.” M. Beaud. Historia del capitalismo: De 1500 a nuestros días.
4. “Los demandantes piden poder exponer a la Corte de justicia en base a los siguientes hechos: Que con el pretexto de hacer mejorías en las tierras de propiedad de la citada parroquia se privará a los campesinos sin tierra y a todas las personas que tienen derechos sobre las common lands que se pretenden cercar, del indispensable privilegio del que actualmente gozan, es decir, de que sus bueyes, terneros y ovejas puedan pacer a lo largo y a o ancho de dichas tierras. Este privilegio no sólo les permite mantenerse a ellos y a sus familias en medio del invierno -cuando no lograrían, ni siquiera pagando en dinero contante, que los propietarios de otras tierras les dieran la mínima cantidad de leche o de suero para tales necesidades-, sino que también les permite entregar a los ganaderos partidas de animales jóvenes y delgados a un precio razonable, para luego engordarlos y venderlos en el mercado a un precio más moderado; y este sistema se considera como el más racional y eficaz para asegurar el abastecimiento público de géneros de primera necesidad a precios más bajos. Los demandantes consideran además que el resultado más desastroso de este cercamiento será la casi total despoblación de su ciudad, ahora llena de trabajadores orgullosos y fuertes que, al igual que los habitantes de otras parroquias «abiertas», son el vigor y la gloria de la nación, el sostén de su flota y de su ejército. Bajo el empuje de la necesidad y de la falta de trabajo, se verán obligados a emigrar en masa hacia las ciudades industriales, en donde la naturaleza misma del trabajo en el telar o en la fragua reduciría pronto su vigor, debilitaría a su descendencia y podría hacerles olvidar poco a poco ese principio fundamental de obediencia a las leyes de Dios y de su país que constituye el carácter peculiar de esos sencillos y fieros campesinos que es fácil encontrar en las zonas de los open fields y de los que en gran medida dependen el orden y la tranquilidad del Estado. Según los demandantes, éstos son algunos de los daños que se podrán derivar de las previstas medidas que les afectarán como individuos, pero que tendrán consecuencias en toda la comunidad. Ya se han comprobado estos daños en muchos otros casos de cercamientos, y ellos opinan que presentando el problema al Parlamento (que constitucionalmente es protector y patrono de los pobres) sus derechos no podrán dejar de ser tutelados frente a la ley en discusión. Petición de pequeños propietarios de tierras y personas con derechos de servidumbre activa sobre las common land. En Raunds, Northamptonshire. Commons Journal, del 19 de julio de 1797.
MAQUINISMO 5. “La invención y el uso de la máquina de cardar lana, que tiene como consecuencia reducir la mano de obra de la forma más inquietante produce (en los artesanos) el temor serio y justificado de convertirse, ellos y sus familias, en una pesada carga para el Estado. Constatan que una sola máquina, manejada por un adulto y mantenida por cinco o seis niños realiza tanto trabajo como treinta hombres trabajando a mano según el método antiguo (...). La introducción de dicha máquina tendrá como efecto casi inmediato privar de sus medios de vida a gran parte de los artesanos. Todos los negocios serán acaparados por unos pocos empresarios poderosos y ricos (...). Las máquinas cuyo uso los peticionarios lamentan se multiplican rápidamente por todo el reino y hacen sentir ya con crueldad sus efectos: muchos de nosotros estamos ya sin trabajo y sin pan.” Extraído del Diario de la Cámara de los Comunes, 1794.
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EL MAQUINISMO. RECUERDO DE UN HILADOR 6. “El obrero artesano, en general, comparte su trabajo con el maestro. Hay entre ellos relaciones de igualdad. Algunas veces son amigos. Su trabajo, tal vez de más difícil ejecución que el nuestro, tiene el aliciente de la variedad y el atractivo de la aprobación de los demás. Nuestro trabajo se verifica bajo opuestas condiciones. Metidos en cuadras donde impera una severa disciplina, parecemos un rebaño de esclavos sujetos a la vara del señor. Colocados juno a las máquinas, somos servidores de éstas. Desde las cinco de la mañana hasta las siete y media de la tarde siempre hacemos lo mismo. Para nosotros, lejos de ser el fabricante nuestro igual, es el ojo vigilante y el espía de nuestras acciones. Nunca trabajamos bastante. Siempre descontento de nosotros, no podemos menos de ver en él nuestro tirano.” Escrito de un obrero (26 de junio de 1856). Extraído de “Los hiladores de Barcelona”, en Historia de España, Ed. Labor, Vol. VIII.
7. El algodón entonces era siempre entregado a domicilio, crudo como estaba en bala, a las mujeres de los hiladores, que lo escaldaban, lo repulían y dejaban a punto para la hilatura, y podían ganar ocho, diez o doce chelines a la semana, aun cocinando y atendiendo a la familia. Pero en la actualidad nadie está empleado así, porque el algodón es abierto por una máquina accionada a vapor, llamada el “diablo”; por lo que las mujeres de los hiladores están desocupadas, a menos que vayan a la fábrica durante todo el día por pocos chelines, cuatro o cinco a la semana, a la par que los muchachos. En otro tiempo, si un hombre no conseguía ponerse de acuerdo con el patrono, le plantaba; y podía hacerse aceptar en otra parte. Pero pocos años han cambiado el aspecto de las cosas. Han entrado en uso las máquinas de vapor y para adquirirlas y para construir edificios para contenerlas junto con seiscientos o setecientos brazos, se requieren grandes sumas de capitales. La fuerza-vapor produce un artículo más comerciable (aunque no mejor) que el que el pequeño maestro artesano era capaz de producir al mismo precio: la consecuencia fue la ruina de éste último, y el capitalista venido de la nada se gozó con su caída, porque era el único obstáculo existente entre él y el control absoluto de la mano de obra (...). Recuerdos de un hilador. Citado por Valerio Castronovo: La revolución industrial.
LA MÁQUINA DE VAPOR 8. “Dos son los motivos que me han impulsado a ofreceros mi apoyo: mi afecto hacia Usted y el que tengo hacia un proyecto tan rentable y genial. He pensado que vuestra máquina, para producir del modo más ventajoso posible, requeriría dinero, una adecuada realización y una amplia publicidad, y que el mejor modo de que Vuestro invento sea tenido en la debida consideración y para que se haga justicia, sería el de sustraer la parte ejecutiva del proyecto de las manos de esta multitud de ingenieros empíricos que, por ignorancia, falta de experiencia y de los necesarios incentivos, serian responsables de un trabajo malo y descuidado: y todos ellos son fallos que afectarían a la reputación del invento. Para obviarlo y obtener el máximo beneficio, mi idea es la de instalar una manufactura cerca de la mía, a orillas de nuestro canal, en donde podría poner todo lo necesario para la realización de las máquinas. Con esta fábrica podremos suministrar a todo el mundo máquinas de cualquier tamaño. Con estos medios y con Vuestra asistencia podremos contratar y enseñar a algún buen obrero (dándole instrumentos mucho mejores que los que cualquier otro, para producir una sola máquina, le entregaría) y podremos poner a punto Vuestro invento con un coste inferior en un veinte por ciento al de cualquier otro sistema y con una diferencia en cuanto a la precisión similar a la que existe entre el producto de un herrero y el de un constructor de instrumentos matemáticos. Y así las cosas, no tendría sentido producir sólo para tres condados, sino que sería mucho más conveniente producir para todo el mundo.”
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Carta de Boulton a Watt. El futuro de la máquina de vapor. 7 de febrero de 1769.
9. “La máquina de vapor permanecerá siempre asociada al nombre de James Watt. Fue una mejora decisiva; redujo el consumo de combustible de la máquina y permitió que se pudiera utilizar en casi cualquier parte (…). El rendimiento del combustible pasó de menos de un 1 % en la máquina de Newcomen a un 4,5% aproximadamente en la de Watt (…). La obra de Watt combinaba el genio inventivo con el afán de bajar los costes. El mismo Watt decia (...) que “su mente perseguía la construcción de máquinas que fueran tan baratas como buenas” (...). En la historia de la tecnología, Watt es comparable a Pasteur en la biología, a Newton en la física o a Beethoven en la música.” J. Mokyr. La palanca de la riqueza. 1993.
INDUSTRIA TEXTIL 10. “Es un hecho curioso que, en los comienzos de la industria algodonera, todas las operaciones, desde el tratamiento inicial de la materia prima hasta su salida en forma de tejido, se efectúan bajo el techo de la casa del tejedor. En un segundo período, con la mejora de las técnicas, la práctica era la de fabricar los hilados en la fábrica y tejerlos a domicilio. En la actualidad, ahora que esta industria ha llegado a su madurez, todas las operaciones, que ponen en juego medios mucho más amplios y complejos, se efectúan en un solo edificio... En las fábricas movidas por el vapor, el algodón es cardado, bobinado en mechas, hilado y transformado en tejido, y una sola fábrica es suficiente para producir la misma cantidad de metros para la que antes era precisa la mano de obra de toda una región.”
R. Gueston. Historia abreviada de la manufactura de algodón.
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TEXTOS HISTÓRICOS CONDICIONES DE TRABAJO
11. "Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. (...) Me enseñan a rezar (...) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la mina."
Declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad. Testimonio recogido por la Comisión Ashley para el estudio de la situación en las minas, 1842.
12. “En esta fábrica trabajan mil quinientas personas, y más de la mitad tienen menos de quince años. La mayoría de los niños están descalzos. El trabajo comienza a las cinco y media de la mañana y termina a las siete de las tarde, con altos de media hora para el desayuno y una hora para la comida. Los mecánicos tienen media hora para la merienda, pero no los niños ni los otros obreros (...).
Cuando estuve en Oxford Road, Manchester, observé la salida de los trabajadores cuando abandonaban la fábrica a las doce de la mañana. Los niños, en su casi totalidad, tenían aspecto enfermizo; eran pequeños, enclenques e iban descalzos. Muchos parecían no tener más de siete años. Los hombres en su mayoría de dieciséis a veinticuatro años, estaban casi tan pálidos y delgados como los niños. Las mujeres eran las de apariencia más saludable, aunque no vi ninguna de aspecto lozano (...). Aquí vi, o creí ver, una raza degenerada, seres humanos achaparrados, debilitados y depravados, hombres y mujeres que no llegarán a ancianos, niños que nunca serán adultos sanos. Era un espectáculo lúgubre (...)” Charles Turner Thackrah. Los efectos de los oficios, trabajos y profesiones, y de las situaciones civiles y formas de vida, sobre la salud y la longevidad. 1832.
13. Cada mañana, entre el humo y el olor a aceite del barrio obrero, la sirena de las fábricas mugía y temblaba, y de las casuchas grises salían apresuradamente, como cucarachas asustadas, gentes hoscas, con el cansancio todavía en los músculos. En el aire frío del amanecer, iban por las callejuelas sin pavimentar hacia la alta jaula de piedra que, serena e indiferente, los esperaba con sus innumerables ojos, cuadrados y viscosos. Se oía el chapoteo de los pasos en el fango. [...] Por la tarde, cuando el sol se ponía y sus rayos rojos brillaban en los cristales de las casas, la fábrica vomitaba de sus entrañas de piedra la escoria humana, y los obreros, los rostros negros de humo, brillantes sus dientes de hambrientos, se esparcían nuevamente por las calles, dejando en el aire exhalaciones húmedas de la
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grasa de las máquinas. Ahora las voces eran animadas e incluso alegres: su trabajo de forzados había concluido por aquel día, la cena y el reposo los esperaban en casa. La fábrica había devorado su jornada: las máquinas habían succionado en los músculos de los hombres toda la fuerza que necesitaban. El día había pasado sin dejar huella: cada hombre había dado un paso más hacia su tumba, pero la dulzura del reposo se aproximaba, con el placer de la taberna llena de humo, y cada hombre estaba contento. M. GORKI, La madre, 1907
EL FERROCARRIL 14. El ferrocarril ha transportado desde su comienzo 700.000 personas en ocho meses[...]. No ha estado parado más que un solo día. En él ocurrió el único accidente fatal en ocho meses [...]. El tiempo invertido en hacer el trayecto en diligencia era de cuatro horas; en el ferrocarril, una hora y tres cuartos. Todas las diligencias, excepto una, han dejado de funcionar, y esta principalmente es para el transporte de paquetes. El correo viaja totalmente por ferrocarril, con un ahorro para el Gobierno de dos tercios del gasto. Los vagones del ferrocarril son más cómodos que los otros. El viaje es más barato, más seguro y fácil. Una gran cantidad de tráfico, que antes utilizaba la carretera, va ahora en ferrocarril. The Annual Register, 1832.
EL MOVIMIENTO OBRERO ANTECEDENTES: EL LUDISMO. 15. «En la tarde del viernes, alrededor de las cuatro, un numeroso grupo de revoltosos atacó la fábrica de tejidos pertenecientes a los señores Wroe y Duncroft, en West Houghton (...), y, encontrándola desprotegida, pronto se apoderaron de ella. Inmediatamente la incendiaron y todo el edificio con su valiosa maquinaria, tejidos, etc., fue completamente destruido. Los daños ocasionados son inmensos, habiendo costado la fábrica sola 6.000 libras. La razón aducida para justificar este acto horrible es, como en Middleton, el "tejido a vapor". A causa de este espantoso suceso, dos respetables familias han sufrido un daño grave e irreparable y un gran número de pobres han quedado sin empleo. Los revoltosos parecen dirigir su venganza contra toda clase de adelantos en las maquinarias. ¡Cuán errados están! ¿Qué habría sido de este país sin tales adelantos?»
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Annual Register, 26 de abril de 1812.
MANIFIESTO COMUNISTA
16. La historia de toda sociedad hasta el día de hoy no ha sido sino la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros artesanos y aprendices, en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en lucha constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes. La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clases. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas. Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clases. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado, la única clase revolucionaria. Las clases medias son conservadoras y reaccionarias, y si se agitan revolucionariamente es por temor a caer en el proletariado; y la plebe de las grandes ciudades, esa podredumbre pasiva, esa hez de los más bajos fondos de la vieja sociedad, está, por sus condiciones de vida, predispuesta a venderse a la reacción más que a apoyar la revolución proletaria. […] En la medida en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, se desarrolla también el proletariado, esa clase obrera moderna que solo puede vivir encontrando trabajo, y que solo encuentra trabajo en la medida en que este nutre e incrementa el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la competencia, todas las fluctuaciones del mercado.
La existencia y la dominación de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y este, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. […] El proletariado no puede sublevarse sin hacer saltar todas las capas superpuestas que constituyen la sociedad oficial acabando, antes de nada, con la burguesía. […] El primer paso de la revolución obrera será la exaltación del proletariado al poder, la conquista de la democracia. El proletariado se valdrá del poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas. KARL MARX y FRIEDRICH ENGELS, El manifiesto comunista (1848)
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RESPUESTA DE LA IGLESIA 16. […] Es mal capital suponer que una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en perpetuo duelo. Es esto tan ajeno a la razón y a la verdad que, por el contrario, es lo más cierto que como en el cuerpo se ensamblan entre sí miembros diversos, de donde surge aquella proporcionada disposición que justamente podríase llamar armonía, así ha dispuesto la naturaleza que, en la sociedad humana, dichas clases gemelas concuerden armónicamente y se ajusten para lograr el equilibrio. Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. El acuerdo engendra la belleza el orden de las cosas; por el contrario, de la persistencia de la lucha tiene que derivarse necesariamente la confusión juntamente con un bárbaro salvajismo. Ahora bien: para acabar con la lucha y cortar hasta sus mismas raíces, es admirable y varia la fuerza de las doctrinas cristianas. En primer lugar, toda la doctrina de la religión cristiana, de la cual es intérprete y custodio la Iglesia, puede grandemente arreglar entre sí y unir a los ricos con los proletarios, es decir, llamando a ambas clases al cumplimiento de sus deberes respectivos y, ante todo, a los deberes de la justicia. De estos deberes los que corresponden a los proletarios y obreros son: cumplir íntegra y fielmente lo que por propia libertad y con arreglo a justicia se haya estipulado sobre el trabajo; no dañar en modo alguno al capital; no ofender a la persona de los patronos; abstenerse de toda violencia al defender sus derechos y no promover sediciones; no mezclarse con hombres depravados, que alientan pretensiones inmoderadas y se prometen artificiosamente grandes cosas, lo que lleva consigo arrepentimientos estériles y las consiguientes pérdidas de fortuna. Y estos, los deberes de los ricos y patronos: no considerar a los obreros como esclavos; respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano. Que los trabajos remunerados, si se atiende a la naturaleza y a la filosofía cristiana, no son vergonzosos para el hombre, sino de mucha honra, en cuanto dan honesta posibilidad de ganarse la vida. Que lo realmente inhumano y vergonzoso es abusar de los hombres como de cosas de lucro y no estimarlos en más que cuanto sus servicios y músculos pueden dar de sí. E igualmente se manda que se tengan en cuenta las exigencias de la religión y los bienes de las almas de los proletarios. Por lo cual es obligación de los patronos disponer que el obrero tenga un espacio de tiempo idóneo para atender a la piedad […]. Pero entre los primordiales deberes de los patronos se destaca el de dar a cada uno lo que sea justo. Cierto es que para establecer la medida del salario con justicia hay que considerar muchas razones; pero, generalmente, tengan presente los ricos y los patronos que oprimir para su lucro a los necesitados y a los desvalidos y buscar su ganancia en la pobreza ajena no lo permiten ni las leyes divinas ni las humanas. Y defraudar a alguien en el salario debido es un gran crimen, que llama a voces las iras vengadoras del cielo. […] Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII (15 de mayo de 1891)
ANARQUISMO
“Marx es un comunista autoritario y centralista. Quiere lo que nosotros queremos: el triunfo de la igualdad económica y social, pero en el Estado y por la fuerza del Estado; por la dictadura de un gobierno provisional, poderoso y, por decirlo así, despótico; esto es, por la negación de la libertad. Su ideal económico es el Estado convertido en el único propietario de la tierra y de todos los capitales (...) Nosotros queremos ese mismo triunfo de la igualdad económica y social por la abolición del Estado y de todo cuanto se llame derecho jurídico, que, según nosotros, es la negación permanente del derecho humano. Queremos la reconstrucción de la sociedad
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y la constitución de la unidad humana, no de arriba abajo por la vía de cualquier autoridad, sino de abajo arriba por la libre federación de las asociaciones obreras de todas las clases emancipadas del yugo del Estado.” Bakunin. Carta a Rubicone Nabruzzi (1872). LA ERA DEL PETRÓLEO 17. El fin de la era del carbón comenzó la mañana del 10 de enero de 1901 en las afueras de Beaumont, Texas, en una pequeña colina denominada Spindletop.Eran las diez y media y un hombre frustrado llamado Al Hammil acababa de salir del pozo que había estado perforando para anunciar a su hermano, Curt, que en realidad no había petróleo allí, cuando la arenisca situada unos trescientos treinta metros bajo sus pies le contradijo de un modo espectacular. Con un chorro ensordecedor y un rugido gigantesco, densas nubes de gas metano salieron del hoyo. Luego surgió el líquido en forma de columna de quince centímetros de grosor y un color verde parduzco. Salió disparado varias decenas de metros al aire invernal antes de caer al suelo en forma de una lluvia oscura. Impregnó la desvencijada torre de perforación, la roja tierra de Texas y los hermanos Hammil, que ahora bailaban de alegría porque sí había petróleo, más del que los Hammil o cualquier otra persona hubiesen visto jamás. La mayoría de los pozos petrolíferos de la época obtenían de cincuenta a cien barriles diarios. Los más productivos, como los de Rusia, producían quizá cinco mil barriles al día. Pero Spindletop sacaba cinco mil barriles por hora –cien mil barriles diarios–, más que la producción conjunta de todos los demás pozos existentes en el planeta. La columna de Spindletop era visible desde el centro de Beaumont, a unos siete kilómetros, y en pocas horas la población de la ciudad había acudido masivamente al lugar y contemplaba el surtidor que estaba formando un lago de petróleo. Al día siguiente empezaron a llegar turistas desde Houston, seguidos por periodistas y unos pocos geólogos escépticos, algunos de los cuales habían contribuido a difundir la opinión, muy extendida en aquella época, de que el petróleo no existía en cantidades tan grandes. Este no era un detalle sin importancia. Aunque el petróleo se conocía desde hacía miles de años y se producía comercialmente desde la década de 1850, el sector petrolero mundial en 1901 era relativamente pequeño y se dedicaba sobre todo a refinar petróleo para obtener queroseno para candiles. Más barato, más limpio y más seguro que todos los demás combustibles para lámparas, el queroseno había sido una bendición para un mundo en rápido proceso de industrialización que necesitaba imperiosamente alumbrar sus casas, bibliotecas, fábricas y edificios de oficinas. Pero ahora, con la llegada de la moderna luz eléctrica, el futuro del petróleo en el mercado de la iluminación se atenuaba. En efecto, algunos científicos creyeron que el petróleo podía servir como combustible para máquinas, como el carbón, pero aún mejor porque el petróleo ardía de un modo más limpio que el carbón y era más rico en contenido energético. Pero en aquel momento la producción mundial de petróleo era insignificante y los geólogos afirmaban que jamás podría producirse en un volumen lo suficientemente grande como para competir con el rey carbón. Dicho de otro modo, se creía que el suministro de petróleo nunca llegaría a satisfacer la demanda mundial de energía. Pero ahora, mientras Spindletop soltaba su río negro, los escépticos veían cómo sus teorías se iban al traste. Unos pocos intransigentes declararon que el flujo de petróleo era demasiado grande como para ser sostenible: Spindletop, dijeron, era un golpe de suerte geológico que se agotaría pronto y no volvería a repetirse. Pero en marzo los Hammil excavaron un segundo pozo que produjo también la tremenda cantidad de cien mil barriles diarios, lo mismo que un tercer, un cuarto y un quinto pozo. Los escépticos se marcharon, y los especuladores, oportunistas e inversores acudieron en tropel: había comenzado la era del petróleo. Sin embargo, fue el motor de combustión interna alimentado con gasolina lo que selló la supremacía del petróleo. Aunque los primeros fabricantes de automóviles habían probado máquinas de vapor y motores eléctricos, cuando Henry Ford presentó su Modelo A en 1903 el motor de gasolina ya había demostrado su mayor potencia y autonomía. En 1913, más de un millón de coches y camiones circulaban por Estados Unidos y Europa, y la mayoría de ellos funcionaban con gasolina o gasóleo. Con la llegada de los automóviles, el petróleo adquirió un verdadero monopolio. Mientras que las generaciones
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precedentes habían podido elegir entre carbón, petróleo e incluso leña como combustible para el transporte, en la era del automóvil la decisión ya había sido tomada: el motor de combustión interna funcionaba con combustibles basados en el petróleo. Si la gente quería conducir, no existía alternativa al petróleo. […] Spindletop y los descubrimientos subsiguientes de yacimientos todavía más extensos en Texas, Oklahoma, México y Venezuela dieron curso a decenas de millones de barriles de petróleo, inundando el mercado y dando al naciente sector el impulso que necesitaba para irrumpir en la economía energética. A medida que los precios del petróleo bajaban, los usuarios del carbón empezaron a pasarse en tropel a ese combustible más eficiente. Los ferrocarriles convirtieron sus locomotoras alimentadas con carbón para que consumieran crudo barato de Texas. Las compañías navieras, al darse cuenta enseguida de que el petróleo hacía que sus buques navegaran más rápido –liberando espacio para almacenar más carga–, adaptaron sus cargueros para que funcionaran con petróleo. Por más tópico que resulte decir que el motor impulsado por petróleo transformó por completo la vida moderna, la transformación fue innegablemente profunda. La popularidad del automóvil hizo posible multitud de nuevos estilos de vida y formas sociales, entre ellos los viajes cotidianos, la vida en las afueras, familias geográficamente dispersas y, por supuesto, las vacaciones en coche. Una transformación mayor y más importante tenía lugar en el ámbito comercial. El sector de los transportes no solo se llevaba ahora una buena parte de la economía nacional en Estados Unidos y Europa (la industria automovilística estadounidense llegaría a representar una séptima parte del producto nacional bruto), sino que además, de forma más significativa, los nuevos medios de transporte alimentados con petróleo –los barcos, los trenes, los aviones y sobre todo coches, camiones y autobuses– eran esenciales para la nueva economía global. Con transportes más baratos y fiables, las empresas podían trasladarse cada vez más lejos y más rápido, llegando a más clientes, repartiendo más productos, explotando más mercados y respondiendo a la competencia mucho más deprisa que antes; dicho de otro modo, con el petróleo las empresas podían triunfar en una economía que favorecía la velocidad, la flexibilidad y por encima de todo un desarrollo incesante. Paul ROBERTS, El fin del petróleo, 2004