GRACIAS A LA MISERICORDIA DE DIOS

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GRACIAS A LA MISERICORDIA DE DIOS

Eugenio Delfín


PROLOGO EL relato es palabra individual poseedora un significado colectivo e implica una relación social. El relato está vinculado con el uso lingüístico, con la forma del discurso. El relato es palabra que se dice, concedida a uno y a otro teje la trama social. El relato dice de sueños, de presentes, de recuerdos porque en el principio era la palabra, y ésta dice más de lo que uno puede creer. El relato habita entre los hombres y en todas las formas de aparición es lo que él es, una existencia duradera. Es siempre, el relato, la palabra que se sostiene; sea que uno esté haciendo uso de ella, ya sea que se haga fiador como quien ha tomado el relato a otro. El relato se sostiene como mensaje, entre otras cosas, como principio o como fin. Siempre está allí acompañando al hombre. Es un hecho intrínseco al hombre, el documento en que él se afirma. No pretende transmitir algo verdadero, sólo significa saberes de la gente. Saber común, saber particular, local, regional; un saber que debe su fuerza a la dureza que lo opone a todo lo que lo circunda. El relato popular hace entrar en juego saberes discontinuos, descalificados, no legitimados. Se trata de la insurrección de los saberes, contra los efectos del poder dado a un discurso científico organizado dentro de una sociedad. En este caso particular, al despotismo positiva que clasificó a hombres y mujeres como Eugenio de Juan Bimba negándole, así, su condición de hombre y persona. El relato es aquí la reactivación de los saberes locales, en desorden y fragmentarios. El relato es la promesa de la palabra que quiere perdurar. Por esa razón, me ha correspondido recoger estos breves relatos que son una parte de los recuerdos Eugenio Delfín. Al transformarlos de lo oral a lo escrito he procurado conservar la forma del habla, los modos de decir; por eso ciertos modos de acentuar las palabras están presentes, por ejemplo, el andino mienta el adverbio de lugar «ahí», también lo mienta «ay».

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Estos Relatos que muestran los avatares de un niño, de un hombre de principio de siglo XX, sólo abarcan unos treinta años en la vida del relator, pero que en su vida se proyectan hasta el presente. ¿Por qué sólo treinta años? No sé. Se me podría acusar de falta de interés, de poca capacidad de indagación. En descargo, diré que esa fue una decisión tácita de Eugenio de contar hasta allí. Nadie y eso un plan, ni se planteó hacer una biografía. Por otra parte, tal vez ese mundo de su infancia sea, por estar más lejano, el que ya comienza a perderse a desdibujarse del horizonte de los saberes locales. Pues, el contraste entre su niñez y su vejez se acentúa cada día más. Además, es la historia que él sólo posee. Ya que no hay nadie vivo que lo haya acompañado en esas andanzas, que haga mención a lo que él vio y vivió. Nadie más puede hacer mención del Eugenio niño, sólo él. De algún modo, en estos relatos él nos ha revelado su existencia particular haciéndola transferible a nosotros. Así, su mundo se abre nuestra conciencia. En este laberinto, el pasado y el presente se unen a través del relato.

Obed Delfín (recopilador) Trujillo, 2009 3


LA PRESENTACIÓN Empezando por identificarme, soy Eugenio Delfín. El apellido es un poco raro, pero hay otros más raros como Barriga y Quijada. Nací en mil novecientos diecinueve. Para esta fecha ya tengo ochenta y ocho años1. He vivido en varias etapas. En mi infancia no conocí un juguete, yo mismo los construía. En mi adolescencia fue trabajar, puro trabajar porque así era y que se formaban los hombres. Me vinieron a poner en la escuela cuando ya tenía como catorce años. Ya para esa fecha necesitaba, por lo menos para mi persona, trabajar. Porque… tenía que tener lo que me hacía falta, nadie me la daba porque estábamos en una pobreza extrema. Resolví irme del lugar donde había nacido y me había criado. Y fui a dar a Barquisimeto. En Barquisimeto no me fue mal, me civilicé un poco porque iba completamente venao, ahí tuve un año. Aprendí un poquito más, luego volví a regresar al lugar. Seguí haciendo cosas para subsistir, que sería muy largo explicarlas. Entonces resolví irme pa’l Zulia, estando allá, no muy bien, conseguí trabajo en una contratista y ahí trabajé dos años; me… me civilicé un poquito más, conocí más. Me conocí, pues, yo personalmente y a mi prójimo. Después que me dieron carta de retiro en la contratista me vine otra vez a mi terruño. Ahí con lo que había ganado. El ranchito donde vivíamos y vivía mi mamá; eso era, bueno, eso no se le podía decir ni rancho, pero con lo poquito que había ganado vine y lo teché de zinc, ya se veía un poquito más moderno… el ranchito. Quedaron viviendo un poquito mejor y yo me volví. En ese viajecito, que hice, andaba vendiendo lo que había llevado para vender… y un señor me preguntó si quería reportarme; yo no sabía de eso nada, porque yo estaba completamente ajeno a eso, pues. Le pregunté: — ¿Que qué era eso? Me dijo que era reportarse en la compañía, que era CREOLE2. — Aaah, le dije, como no, si quiero. 1

Nació el 22 de noviembre de 1919 aunque en la cédula de identidad se indica que fue en 1922, pero tal cosa no es extraña; ya que para ese fecha presentar un hijo no era algo prioritario. En algunos casos, el registro que se tenía era la “fe de bautismo” antes que la partida de nacimiento. Por otra parte, los primeros relatos fueron grabados en el 2007 de allí que el relator señale que cuenta, para la fecha, con ochenta y ocho años. 2 Se refiere a la Creole Petroleum Corporation, filial de Exxon. La sede principal de la Creole, en Caracas, estuvo donde actualmente tiene su sede la Universidad Bolivariana de Venezuela (U.B.V.). 4


Y me llevó. Me reporté, en seguida sin problema ninguno, el diecisiete de junio de mil novecientos cuarenta y ocho. Empecé a trabajar. Le trabajé a la empresa, primero CREOLE, después LAGOVEN, después la LAGO y después PDVSA, treinta y tres años. Desde ese entonces estoy jubilado, y gracias a Dios que me ha dado vida para gozar de mi jubilación, porque ya tengo veintisiete años jubilao. Le doy gloria a Dios por eso, porque me ha dado vida. Ahora estoy viviendo un poco más cómodo. Pero a mis antepasados no pude darles nada, porque se fueron, fue muy poco lo que ellos disfrutaron de mi trabajo. Ahora… lo estoy, estoy viviendo con mis nietos y nietas. Eso si, también le doy gracias a Dios porque me ha dado mucha prole y tengo quien me llore cuando muera; sé que no, no voy a quedar sobre la tierra sino que alguno de mis familiares me entierre… aquí estoy disfrutando de mi jubilación.

El área señalada en el mapa corresponde al ámbito donde se desarrolló la infancia y la adolescencia de Eugenio. Ésta va de Bolivia a Valle Hondo, de Chejendé, San Felipe, La Ranchería y el Balambay. Se señala, además, el recorrido de los viajes a Motatán-La Ceiba. 5


DE LAS ABUELAS Y LOS ABUELOS Mi mamá nació ahí en San Felipe3. El papá se llamaba Juan Simón Segovia. Era… no sé decir si era gomecista o era de antes de Gómez 4. Creo que él era de esa gente que se llamaban, que le tenían el sobrenombre de sus partidos: Godos, Chutos, Lagartijos y Chau Chau5. Esos eran partidos. El papá de mi mamá era de esa gente. Pero no sé que nombre tendría el partido a que él pertenecía. Pero Godo no era, ni Chuto tampoco. Creo que él era Federal, una cosa así, yo no sé6. Era combatiente, él se la pasaba más combatiendo los focos esos que le salían contrarios al gobierno. Él se la pasaba combatiendo esa gente. Cuando Cipriano Castro llegó al poder, ya mi abuelo estaba muy viejito, muy viejito. Mi mamá, pues, zangaletona, muchachita; ya casi, casi una señorita, casi. De dónde vino mi abuelo, Juan Simón, no sé. Pero era Segovia, y los Segovia eran de aquí de Trujillo. Pero no sé, si ellos era que habían venido de lejos y se habían establecido, quien sabe en que año, aquí en Trujillo. Quien sabe si eran españoles. Bueno, se quedaron. La mamá de mi mamá, que era María de la Encarnación Durán, ese era el apellido de ella, Durán. Así que nosotros somos Segovia Duran Delfín y Villegas, tenemos cuatro apellidos, que yo conozco, pues. Mi abuelo, Juan Simón, tuvo en la señora tres hijos. Ambrosio, el primero, Agueda 7, la segunda, y Victorio, el tercero. Tres hijos. Agricultores, primero jornaleros, y después se pusieron a trabajar la agricultura por cuanta de ellos. Se liberaron del jornalismo. Mi mamá, era casi, casi una señorita. Pero no falta un travieso para engañar la muchachita, salió un tío mío, Juan Gregorio, se puso a enamorar la muchachita, ah bueno, quien sabe, lo cierto es que ella, mi mamá, tuvo un hijo de Juan Gregorio, que se llamó Fabricio.

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San Felipe es un caserío cercano a Chejendé. Aquí tiene un lapsus mentis al no poder ubicar al abuelo como un hombre del siglo XIX. 5 Los Godos eran del partido Conservador. Del partido Liberal son Chutos y Lagartijos. Los Chutos fueron comandados por Juan Bautista Araujo y Leopoldo Baptistas. Los Lagartijos, por su parte, estuvieron bajo el mando de González Pacheco y Montilla Petaquero. 6 Juan Simón Segovia calculamos que vivió de 1840 a 1920, debe haber sido del Partido Liberal, partidario de Antonio Guzmán Blanco (1829-1899) Era liberal. 7 Agueda Segovia Durán es la mamá de Eugenio. 4

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Mi papá bajó de por ahí de Bolivia8 buscando otro ambiente, otro panorama y tal, porque allá en Bolivia era muy critica la cosa. Bueno, allí lo amparó el señor Luque, porque no tenía más familia donde llegar y llegó ahí a esa casa. Consiguió amparo, se puso a trabajar, a recoger café. En ese trayecto se conocieron mi tío Ambrosio y él, se hicieron buenos amigos; y mi papá se enamoró de mi mamá, ya mi mamá tenía un hijo, se enamoraron. Mi papá estaba muy joven, muy jovencito. Se pusieron a vivir ahí, como se decía en ese entonces, en mancebo. Enmancebaos. Hasta que por fin vino una llamada santa misión predicando que los que estuvieran amancebaos no iban a entrar al reino de los cielos, sino que iban derechito al infierno sino se casaban. Metiéndole miedo a toda esa gente con esa predicación. Entonces, casi obligatoriamente, se regaba por el campo de que los que estuvieran amancebaos se fueran a casar. La santa misión los casaba sin cobrarles nada, para que no fueran a esa gran penitencia, de ir al infierno. Entonces, mi papá, ya tenía una muchachita, esa que se llamó Florenciana, ya la tenía. Eso fue pa’ mil novecientos dieciocho. Y el hijo que tuvo mi mamá fue pa’ cuando Cipriano Castro perdió el poder, que se lo quitó Juan Vicente Gómez, en mil novecientos ocho tuvo el primer hijo mi mamá, fue a Fabricio. En mil novecientos dieciocho tuvo a Florenciana o mil novecientos diecisiete, por ahí. Cuando se fue a casar, que fueron a Carache, tuvo que ir a Bolivia a legitimar la muchachita, para darle el apellido. La legitimó. Y después fue a Carache y allá en Carache lo casó la santa misión. De mi abuelo, Juan Simón, como ya estaba muy viejito murió9, de eso no se supo más nada. Pero cuando se formaban esos pleitos de los contrarios al gobierno de una vez lo llamaban a él. Armaba su gente, con aquellos fusiles viejos, que lo llamaban Mauser; bueno, eso y que era un arma muy pesada, y aplacaban las rebeliones. Con los Godos y los Chutos, que eran los más peligrosos, pues, y eran criminales; mataban sin ninguna clase de conciencia, entre todo los Godos. Por eso había un slogan en Trujillo, para ese entonces también mandaban los Batistas y los Araujos. Los cantores se ponían a cantar en la plaza Bolívar una copla que decía: 8

Es un pueblo agrícola a unos 12 kilómetros de Santa Ana de Trujillo. Este pueblo fue bautizado Bolivia, 1840, en honor al Libertador Simón Bolívar. 9 Murió en 1920 o 1921. Para cuando murió, Eugenio tendría entre uno y dos años, ya que le contó la mamá que cuando preparaban una almohada para colocarla en el ataúd de Juan Simón Segovia, él metía también hojas y plumas en la almohada. 7


«El que fuere Lagartijo busque su cueva temprano, porque viene Juan Araujo con el machete en la mano» No ve, porque había esos partidos: Lagartijos, Chutos, Chau Chau. Quién sabe ahora quiénes serán. Los adecos quién sabe qué nombre llevaban en ese entonces, los copeyanos. Pero esos eran los nombres. Y esa era la copla que cantaban allí en la plaza de Trujillo, en la plaza Bolívar. Cuando se ponían a cantar. La recompensa pa’ mi abuelito fue ninguna, ninguna. A pesar de que le sirvió tanto al gobierno aplastando esas rebeliones. Murió sin honores ninguno. Mi papá fue de otra manera. Mi papá, no, no se cuenta nada que alguno de esos fue combatiente, no. Sino que un muchacho10 de por ahí de Boconó se vino también, como se vino mi papá pa’ San Felipe buscando otro ambiente, otra vida mejor. Ese muchacho se vino de Boconó, también, buscando otra vida mejor y llegó quizás preguntando dónde había trabajo, trabajo bueno. Los trabajos buenos de ese entonces eran: arar, echar machete y escardilla, sembrar. Le dijeron, quizás, que donde había trabajo era en tal parte. Ya mi abuela, María Matilde, era dueña, o vamos a decir, era rica sin saberlo, sin saber que era rica, porque no tomaban, en ese entonces, interés en lo que tenían. Tenía unos grandes cañaverales, dos trapiches y muchos animales: ovejos, cabras, bestias. Que le había dejado, él que la adoptó. O mejor dicho, la mamá había sido adoptada. La mamá de mi abuela había sido adoptada por ese señor español, mi abuela se llamaba María Matilde Villegas, ese era el apellido del español que adoptó a mi bisabuela. La mamá de mí mamá Matilde. Entonces, mi mamá Matilde, cuando murió la mamá de ella, quedó dueña de todo eso. Eran unas cuantas hermanas. Porque no era ella sola. Pero ellas pidieron su partecita de herencia en dinero y se desparramaron. Una cogió por ahí, por los lados de Torococo 11, se casó. Otra, llegó a San Felipe, se casó. Otra, llegó por ahí a Chejendé, y se casó. Otra, se fue ahí por Cuicas12, y se casó también. Juan Gregorio, que era hermano también de mi mama, de mi abuela, llegó a San Felipe, ahí se estableció y se hizo rico.

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Se refiere a su abuelo paterno. Pueblo agrícola a unos 1.000 metros de altitud. 12 Pueblo fundado el 24 de octubre de 1844. 11

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Pero mi abuela quedó con todo lo demás, porque éstos lo que recibieron fue dinero. Y mi mamá13 quedó con toda esa animalera, cabras, ovejas, bestias y dos trapiches y cañaverales; y buenas tierras propias. Llegó ese muchacho de Boconó. Ese muchacho se vino de por ahí de Guaramacal 14 buscando otro modo de vivir, llegó, consiguió trabajo, quizás, de cortador de caña o asistente de los trapiches, quién sabe que trabajo le dieron. Se estableció ahí, en Bolivia. La dueña era mi abuela, María Matilde Villegas, estaba jovencita, los hermanos se habían ido.

Calle de Cuicas (2008)

Entonces este muchacho, llamado Manuel Delfín, se enamoró de mi mamá Matilde. Pero creo yo, supongo, que no se enamoró por que era bonita. Ella era afro, africana, porque la mamá de ella era legítima africana, que había venido con ese señor Villegas, pero ya viejos la adoptaron, era negra africana, negra, negra; y así era mi mamá Matilde, mi abuela, negra con el pelo pegoncito, pegoncito; pero con una dentadura que cuando se reía eso parecía que tenía una mopa de algodón, blanquita la dentadura.

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Hace referencia a la abuela. Puesto que existía la costumbre de decirle a la abuela: mamá o mamá abuela. Este poblado es una zona cafetalera, se encuentra ubicado en la vertiente sur del Parque Nacional Guaramacal. 9


Y el señor ese, muchacho, mejor dicho, dijo yo, no se enamoró de mi mamá Matilde porque era bonita, ella era negra con el pelo pegoncito, sino que se enamoró de lo que ella tenía. Bueno… pero le propuso matrimonio y mi mamá aceptó. El muchacho ese se casó con ella. Ah… ya cuando se casó era más diferente, ya tenía un representante más de las posesiones; comenzó a trabajar muy bonito, aquello fue prosperando con el cuidado de aquel muchacho y tal. Y la señora comenzó a tener hijos. María Matilde comenzó a tener hijo, tuvo unos cuanto, tuvo tres hembras, a Reyes, Andrés, Juan, Manuel y Luciano15, eso fueron los varones; las hembras eran tres, Margarita, Amelia y Matildita, esas eran las tres; total que fueron como ocho hijos que tuvo. Después que tuvo esos ochos hijos se paró la cosa, la paridera. El muchacho ese no estaba viejo, porque él llegó muy jovencito. Pero comenzó a venderle, a vender, pues, como era el dueño, comenzó a vender. Vendió un trapiche, comenzó a vender las bestias y a vender otras posesiones allá en El Carrizal, a vender unos rebaños de ovejos. Pero no falta alguien que esté sin que lo pongan, que esté de vigilante, no falta. Entonces, aquella persona, que no lo habían puesto de vigilante, se estaba dando cuenta de lo que estaba pasando y le advirtió a la señora, no sé si fue mujer u hombre, pero le advirtió. Y le dijo. — Ponga cuidao señora, que parece que si usted no pone cuidao va a quedar en la carraplana. Porque su esposo está vendiendo todo. Y vea que usted tiene mucha familia. Ya le vendió un trapiche, le vendió unos cañaverales allá en El Carrizal, le ha vendio los animalitos, los ovejos. Ponga cuidao señora. Entonces mi abuela se puso mosca y le paró el trote al viejo, al esposo, le paró el trote. Le quedó un trapiche y unos cañaverales, pero pa’cá, de Bolivia pa’cá, donde llaman Juego de Bola, porque ya lo de El Carrizal lo había vendido todo, todito. El viejo había hecho una platica. Le quedó de Bolivia pa’cá, donde llaman Juego de Bola, un buen trapiche; y unos buenos cañaverales, bastante cabras. Las bestias, que eran lo que se llaman en aquel entonces arreo de mula, era pa’ pégale las cargas de panela y distribuirla en los pueblos, todo eso lo vendió. Le quedaron muy poquitas bestias pa’l otro trapiche, muy poquitas. Ya los arreo de mula los había vendío. 15

Luciano Delfín Villegas es el padre de Eugenio. 10


Le paró el trote la vieja y el viejo se disgustó, como había hecho bastante plata, pues, se vino, la dejó, la abandonó. Se vino pa’ estos lados de Mitón 16, ahí compró una hacienda, que se llamaba, se llama Los Modroños; compró unos solares arriba en el llano de Mitón. Se puso a vivir con otra mujer. Mi vieja, mi abuela, quedó con sus hijos. Con José Andrés, Luciano y con Reyes. Porque Juan Bautista17, ese se salió también; se fue, comenzó a deambular y fue a dar al Zulia y allá en el Zulia el que llegaba de una vez a trabajar en esas petroleras, no había control de nada, sino a trabajar; supiera leer o no era a trabajar, porque lo que había eran pura exploraciones y él se reportó ganando una tontería, seis bolívares como que era, lo pagaban en ese entonces con oro, una monedita; bueno… se reportó. Quedaron los otros muchachos con ella. Cuando comenzaron a enamorarse, cada uno busco su mujer. Ahora lo que le quedaron fueron las muchachas, también se casaron dos, la otra parió soltera. De varones le quedó uno sólo con ella, llamado Manuel. Ese si quedo con ella, hizo su casita aparte, pero estaba pendiente de la vieja, ahí viviendo cerquita, hasta que murió. Ya murieron la señora, la abuela murió también. Y el viejo, después que le pasó ese percance, se fue a morir allá, no ve. Perdió la hacienda, perdió todo lo que tenía ahí en Mitón. La hacienda de Los Modroños, una gran hacienda eso lo perdió, porque le gustaba mucho echarse el palo; y el hombre le quitó la hacienda prácticamente, cuando fue a arreglar ya debía más de lo que valía la posesión. Mentira, pero… Y así fue que cuando enfermó fue a morir allá. Después murió la vieja, cuando ya murió la vieja. Bueno… eso lo desparramaron, todo eso se acabó. Cabra y animalito que tenía, todo eso se acabó. Incluso las tierras las abandonaron, ahí están las tierras pero nadie las reclama, nadie. Quién sabe quién tendrá esos papeles. Quién sabe, eso se perdió. 16

Mitán es hato que registra el obispo Martí en 1777, con tres casas y 19 habitantes en los términos de Burbusay. Mitoi un caserío de Jajó. Mintoi, la voz que designo al socavón de la roca utilizada como sepultura de los indios cuicas. Mitombix o Mitimbís, capitán indígena, de quien, por contracción del vocablo, quieren algunos historiadores (Américo Briceño Valero, Mario Briceño Perozo), que se derive el nombre de Mitón. Mitimbís es montaña donde nace la quebrada de san José, y Mitimbís, la quebrada que separa los términos de Mitón y Torococo. En comunión telúrica el indígena dio su nombre muchas veces, a sus tierras, ríos, quebradas y montañas. Otras veces fueron estas las que dieron el nombre al indígena jefe. Tiene pues Mitón donde escoger el nacimiento de su nombre, desde el cacique epónimo la cantarina quebrada y la enhiesta montaña, hasta el socavón sepulcral. Ver. http://miton.nireblog.com/ 17 Más adelante volverá a mencionar al tío Juan Bautista, cuando llegue a la empresa petrolera. 11


Y el fin de todas esas cosas, es que todavía aun vive Matildita, en Maracaibo. Los hijos, que tuvo soltera, son profesionales. Esa era la última. Pero yo francamente no sé, yo perdí contacto con esa familia. Unos viven aquí en La Cejita18, son Fernández, el papá no les dio el apellido. Son hijos de mi tío Reyes. Yo tenía contacto con ellos, pero perdí el contacto. No sé si María Matilde, la hija, vive en Maracaibo o murió, no sé. Pero los hijos sí. Hay uno que es igualito a mí, igualito, igualito. Por cierto, que un guardia, una vez, jugándose, ya que eran muy amigos Hermes y el guardia, él creyendo que yo era Hermes me detuvo allá en Burro Negro19; pero cada vez que yo trataba de mirarlo, el guardia no se dejaba mirar, hasta que por fin yo le hablé en serio. Y cuando le hablé en serio, me dijo: —Chico ¿y tú no eres Hermes? —me dijo. — No. Yo soy Eugenio. Entonces me pidió perdón. Y me dijo: — Chico, ustedes tienen que ser familia. Porque ese Hermes es muy amigo mío, incluso estudiamos juntos y tal. Yo le dije: — ¿Tú te refieres a Hermes Delfín? Bueno, yo soy Eugenio Delfín. Somos primos hermanos. Y entonces, me dijo: — Bueno, son una gota de agua, una gota de agua. Por eso me estuvo un rato, entretenido allá en Burro Negro. En la alcabala esa. Después estuvimos conversando. — Nosotros fuimos compañeritos, estudiantes y tal. Acá se acabo el asunto de esa.

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Pueblo cercano a Valera, pertenece al municipio San Rafael de Carvajal. Es un parque recreacional, desde 1979, ubicado en la carretera Lara-Zulia, entre los municipios Lagunillas y Valmore Rodríguez, Costa Oriental del Lago, estado Zulia. También cuenta con una reserva hidráulica llamada Represa de Burro Negro. 19

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EL ABUELO LIBERAL Como mi abuelo, Juan Simón Segovia20, se apertrechó en Carache cayeron fácil los que iban de aquí pa’llá, los Godos cayeron fácil en el valle de Valle Hondo. Como habían hecho retroceder a mi abuelo, se halló falto de pertrechos. Porque el primer enfrentamiento fue en Torococo, allí les hizo frente mi abuelo, pero éstos iban bien apertrechaos y mi abuelo llevaba poco pertrecho. Entonces mi abuelo retrocedió. Fue a apertrecharse a Carache, allá se apertrecho, en Carache. Entonces los Godos no pasaron por Chejendé. Porque creían que los estaban esperando, pero Chejendé estaba sin nada, que si entran a Chejendé acaban con todo y se llevan todo lo que podían agarrar en Chejendé, pero se equivocaron creyendo que los estaban esperando en Chejendé pa’ masacrarlos. Entonces cogieron el camino de la montaña. Por allá pasaron por donde Juan Canelo y le echaron a rodar unos barriles. Entonces, salieron por la montaña y llegaron a Santa Rosa agarraron La Pregonera, no pasaron por el caseriíto que se dice La Ranchería, sino que se tiraron por La Pregonera. Siempre evitando lo más poblaito, porque y que calculaban que los podían estar esperando. Pero… a mi papá, cuando pasaron ahí, por San Felipe, no sé por quien salvó a mi papá, pero uno de esos godos y que dijo: —No güegue, voy a estrenar este revolver en este barrigón. Y le iba a dar un tiro a mi papá. Y el otro lo evitó, le dijo: — No chico, no vais a matar a ese muchacho. Lo dejó quieto. Es que eran malos, esos diablos eran malos, pero malos. Entonces, sabiendo mi abuelo la ruta que llevaban los esperó en el valle de Valle Hondo, y allí los aguantó. Cuando ellos creyeron que venían bien, que no tenían ya contratiempo ninguno, no se dieron cuenta que pasando el río les salió mi abuelo, y pasando el río los agarró fácil, fácil, fácil. Completamente de frente. Bien apertrechao y bueno. Me parece que fue el último combate que hizo mi abuelo, el último combate. Ya después de eso, las rebeliones eran muy pocas, fue el último combate.

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El abuelo liberal. Quien debe haber fungido de Jefe Civil o algo semejante. 13


Porque le tocó en un combate a mi abuelo, según me contó mi mamá, que le contaba mi abuelo siempre le echaba los cuentos a mi mamá, que la quería mucho, cuando abrazaba a la muchachita se ponía a contarle. Le contó que una vez combatiendo a esa gente tenían tantísima hambre y no hallaban nada que comer, nada, nada; tenían sal, por si acaso conseguían un animalito por ahí, lo mataban y lo salaban, pero ese día estaban sin nada. Parece que estaban un poco acorralaos. Y que tuvieron que cocinar, le contó mi abuelo a mi mamá, además a veces uno es tan asqueroso y delicado para beber, comer, pero con hambre como se dice no hay pan duro, y que tuvieron que cocinar un pedazo de cuero ponerle sal y beberse el caldo pa’ que le supiera a algo, un cuero de res. Le contaba a mi mamá, que lo que era un machorro eso no se escapaba, porque siempre cargaban sal. Incluso que tuvieron que comer perro. Porque mi abuelo era combatiente, y murió sin merito, sin honores ni nada. Joaquín Gabaldón, que fue ahora reciente cuando Gómez, murió en Barquisimeto, creo, en las Tres Torres. Él armo a esa gente en Palo Barbón, Biscucuy, en una hacienda que tenía por ay. Y se alistó mi tío Julio con Joaquín Gabaldón. Y se fueron, salieron de ahí de Palo Barbón a hacerle frente a unas tropas que tenía el General Gómez por ahí en Barquisimeto. Pero no llevaban suficiente y las de Gómez eran más, y cuando se dieron cuenta, ahí en el Tocuyo, la mayoría desertó, lo dejaron casi solo y cayó preso. Mi tío Julio llegó allá a la casa desertao, pero sin pelear. Yo recuerdo cuando llegó. Se puso a conversar con mi papá, de esa cosa.

Iglesia de Carache (2006)

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PADRE E HIJO, A GARROTE LIMPIO El papá de mi papá, se llamaba Manuel Delfín, Manuel Delfín fue el nombre que le conocí. Yo le conocí poco, no lo conocí a fondo, pero así superficialmente. Una vez me preguntaron a mí, si yo era nieto de ese señor, y le dije: — Que sí. El señor que me preguntó me dijo: — Ojala que usted no salga como era él. Le dije: — ¿Por qué, era, qué tenía él? ¿Qué defectos tenía? Me dijo, — Defectos no. Sino que… aquí en Mitón, en una fiesta; él siempre iba a la fiesta. Pero un día en una fiesta fue con un hijo, llamado Juan Delfín, y estaban de lo lindo como dicen no…, allí en la fiesta y claro echándose los palitos no, tanto el viejo como el hijo. Y después, ya bien agarraos del alcohol, se… el viejo quería llevarse al hijo y el hijo quería llevarse al viejo. Y le decía el hijo: — Vámonos papá, vámonos. No quiero que esteis más aquí, porque ya estais muy chaparreao. Y le dijo: — El que tiene que irse es usted, porque usted está muy bebio. No llegaban a un acuerdo de decir vámonos. Se acaloraron en esa discusión padre e hijo, y se agarraron a palo, a garrote limpio, a garrote limpio21. Tanto el viejo como el hijo, pues, a pesar de estar bien agarraos del alcohol sabían manejar el garrote. Eso fue una de las principales, de las principales, como le dijera yo, de cosas buenas en las fiestas, pues, ver a un hijo con el papá echándose palo y la gente haciéndole rueda no, viéndolos. A pesar de estar bien agarraos manejaban bien, como le

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El garrote es una vara de aproximadamente 0,80 m. que se utiliza como arma tanto defensiva como ofensiva. El objetivo de cada contrincante es evadir los ataques del oponente armado del garrote, hasta eventualmente desarmarlo. También se practica con un garrote por contrincante con el objetivo de lograr tocar al adversario con el garrote antes de ser tocado. Los tipos de golpe permitidos están reglamentados, incluyen el golpe de arriba hacia abajo, así como golpes hacia los pies y los brazos. 15


dije, manejaban bien el garrote. Después que ellos tuvieron en ese conflicto, eh… entonces otros conocidos se metieron, pues, y los desapartaron. Quedó el cuento, del señor Manuel con el hijo. Que fue una de las principales diversiones que hicieron en esa fiesta los dos, echándose palo, garrote. Pero eran chucos en ese asunto, no se pegaron porque sabían manejarlo. No se pegaron, de que el hijo le biera partido la cabeza al viejo o el viejo al hijo, sabían manejar bien el garrote. No sé donde aprendieron; porque, por eso le dijo, yo conocí poco a mi abuelo. Y al tío mío, pues también, no lo conocí muy a fondo, no lo conocí bien. No sé donde aprenderían ese jueguito del garrote. Pero fue una de las… cómo se llama, eso cuando hay fiesta, diversiones o como se podría decir. Eso duró mucho tiempo. Cuando se decía de uno de los delfines, esos son, de una vez, esos son los terribles padre e hijo. Eso es lo que yo me acuerdo de eso, nada más.

Jugadores de garrote. Fuente: mundoguanche.com

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POR LA GRAN MISERICORDIA DE DIOS Le voy a contar donde nací y donde me crié. Nací en un sitio por allá o mejor dicho en unas haciendas de café, se llamaba el punto… El Guamito. Ahí, mi abuelo había hecho una casa de barro y techo de paja. Ahí le había dado el señor Luque, Manuel Luque, para que hiciera una casa, donde él quisiera. Pues, la hizo ahí cerquita de un pozo donde todos los que vivían por ahí, que no eran muchos, se servían de esa agua, ahí… nací yo. Mi papá era jornalero donde ese señor Manuel Luque, ahí ganaba él su jornal, para mantenerse él y la familia. Después que comenzaron a venir otros después de mí, la cosa no se fue poniendo buena pa’ mi papá, entonces él comenzó a buscar donde le iría mejor, comenzó a deambular… y en todas partes le iba mal. Yo estoy viviendo por la gran misericordia de Dios, porque para ese entonces había muchísimas enfermedades; y de donde yo nací al pueblo, que se llama Chejendé 22, era distante, un poco más o menos, cinco kilómetros; por un camino, que se llamaba Camino Real, completamente escabroso, pa’ uno a pie le era dificultoso, ¿cómo sería pa’ lo demás? No había médicos, sino brujos y chamareros; doctores cero; enfermedades como arroz picao, de todo tipo de enfermedades. Por eso dijo que estoy viviendo por la misericordia de Dios, porque no me recuerdo que me haya dado ni lechina mucho menos viruela, era la enfermedad más popular que había en ese entonces, la viruela. Mi papá no tenía donde afianzarse. Porque… tenía, era, pues, un jornalero y una pobreza extrema y llenándose de familia; pero, así… con todo y eso crió la familita que tuvo. Fuimos… cinco hermanos, y gracias a Dios nos levantó, nos crió, sin problema; bueno, muchos los problemas, pero no extremos. El punto originalmente se llama San Felipe, de Chejendé. Después andar allá y acá, y allá y acá se asentó mi papá donde el mismo señor Manuel Luque, el que mencioné primero, le dio pa’ que hiciera una casa, la hizo. No vayan a creer que fue una casa de bloque. Las pared, recuerdo, aunque estaba muy pequeño, pero las pared de la casa, las primeras pared fueron de concha de cambur, de cascarón de cambur. Y ahí, poco a poco, fue batiendo barro y armando las pared. Pero eso era, era

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Chejendé fundado en 1866, actual capital del municipio Candelaria del estado Trujillo. 17


terrible donde vivíamos, puede decir que en un basurero, pero medida que el tiempo fue pasando y viniendo gobiernos, y ayudando un poco; eh, le dieron trabajo. Pero… antes de que le dieran trabajo, recuerdo que a él se lo llevaron como tres veces preso, para hacer la carretera que sale de Japaz-La Ranchería-Chejendé, porque él no quería ir por las buenas, pero se lo llevaron preso, sin ganar nada. Así eran los gobiernos de antes, con el pueblo.

Carretera de Japaz a Chejendé (2008). En la foto, Puente Gómez construido en 1919, estuvo en funcionamiento hasta el 2006 cuando se inauguró el nuevo puente.

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Placa en Puente Gómez. Indica la fecha construcción y quien era Presidente de la República para ese entonces (2008)

De manera que… nosotros, los hijos de mi papá quedábamos a la intemperie. Y mi mamá, que Dios la tenga anotada en el libro de la vida, no se le moría la criatura en la barriga, de cualquier cosa ella hacía una venta: hallaca, empanadas, buñuelos, cosas por el estilo; y me mandaba a mí, los domingos, a que vendiera eso en las galleras o en los bolos, en los juegos de bolo23. Así conseguíamos poco para la subsistencia, pero conseguíamos. 23

Existen dos tipos de bolo: el de palo y el de cajón. El bolo de palo se juega en una cancha de tierra de 30 metros de largo por 2 metros de ancho aproximadamente, sin embargo estas medidas no son definitivas, estas pueden variar según las condiciones del terreno y las normas establecidas previamente por los jugadores. El juego consiste en pegarle con una bola de aproximadamente 2 ½ kilos, a uno de los tres palos o matachos que están colocados al otro lado de la cancha, estos palos están atravesados por un tubo que se encuentra fijo en los extremos de la cancha, los palos están colocados de tal manera que solo puedan girar sobre el tubo que lo traspasa, sin que este pueda chocar con el otro y/o salirse del tubo. También están colocado equidistantes y sus valores son: el palo de la izquierda cinco (5), el del medio doce (12) y el derecho siete (7). El jugador debe lanzar la bola por una tabla de madera que sirve de guía, y para ganar debe demostrar mucha puntería para conseguir pegarle al palo de mayor valor, su cuantía se duplica si logra que el palo de una o mas vuelta. 19


Porque mi papá, llamado Luciano Delfín, lo persiguieron y tuvo que huir; irse huyendo al estado Portuguesa, por allá se estuvo un tiempo. Cuando regresó yo no lo conocía, porque me dejó muy pequeñito. Tampoco le fue bien, porque… llegó, prácticamente, sin nada. Pero se puso a trabajar con mucho fundamento, era un hombre muy trabajador, y ahí fuimos progresando; ya teníamos prácticamente… donde dormíamos eran unas esteritas de vena de cambur en el suelo, porque no teníamos cama. Él cuando vino nos hizo una camita de seis horconcitos y les puso un poco de varas y ya dormimos un poco más alto; ahí fuimos alegres y contentos, sin saber el futuro. Pero… subsistimos, fuimos o fue mi papá venciendo las dificultades hasta que puso un negocio, un negocito. No se necesitaba mucha plata para poner un negocio, con treinta bolívares se ponía un negocio. Porque con un locha se compraban hasta cinco cosas. Y… ya cambió el modo de vivir, fue cambiando y cambiando. Pero mi papá muy joven, muy joven, y… cuando veía una mujer de buen parecer, bueno, le importaba poco dejar la familia e irse atrás de esa mujer. Pero ahí quedaba mi vieja, como le dije antes, a esa no se le moría el muchacho en la barriga, haciendo venta y… nos gustaba vender lo que ella hacía. No nos quejamos nunca de aquella cosa, vivimos felices, se puede decir. En la pobreza, el pobre es feliz con ser pobre, muy feliz. Y… me pusieron en la escuela. Una escuelita de un hombre que se ofreció, se ofreció enseñar a muchachitos que quisieran mandarlos para su casa, él los enseñaba a leer y a escribir, y así fue. Me mandaron, allí aprendí un poquito, hacer letras, a leer sin ortografía, pero leía, y a escribir haciendo rayas, pero escribía. Así hasta que me pusieron en la escuela en Chejendé. El maestro lo conocíamos por el maestro Zambranito, muy buen maestro. A mi me gustaba mucho la matemática, no tuve suerte de que él me enseñara bien, bien. Pero, sí, para ese entonces, el que se aprendiera las cuatro reglas estaba hecho, y yo me las aprendí. Y… ahí bueno, ahí pasaron días, meses y años hasta que me forme ya. Y… me fui, de ahí, de ese lugar, de San Felipe, me ausenté buscando otro panorama, buscando otra vida mejor y gracias a Dios la conseguí.

Ver: http://miton.nireblog.com/post/2008/10/31/el-bolo-de-palo-juego-tradicional-en-miton. Este Blog, lo lleva adelante Rogelio Gil nativo del pueblo de Mitón. 20


Calle de ChejendĂŠ (2008)

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EL MARRANITO En esa época, cuando mi papá vivía en El Llano que quedó mi mamá solita, el hermano mío Fabricio tenía un buen negocio, pero un buen negocio. Entonces Fabricio, le dijo que era un buen negocio, porque él llevaba negocio con Muchacho Hermano y con la casa Boulton, en Puerto Cabello. Para esa época, cuando mi mamá quedó solita allá en Mitón, en El Llano, Fabricio la visitaba, según contaba mi mamá, y le llevaba lo que llamaban en ese entonces amasijo, hoy es llevarle un pan o otra cosita, siempre que iba le llevaba paledonia24 y unas sardinitas, sería que no tenía más que llevarle. Ahí recuerdo, eso si lo recuerdo, que… cuando nació Margarita, la hermana mía, ya yo estaba, si como de cinco o seis añitos, sería que ya me había traído de Bolivia o me trajo temporalmente, no sé. Pero lo que yo si me recuerdo es que era desnudito, yo no tenía ropita, desnudito. Y… cuando mi mamá echo a parir mandaron a Ramón, el hermano mío, a buscar una partera. Yo le dije a Ramón que yo iba con él. Entonces me dijo, que me pusiera una camisita. Y me puse la camisita así como una muchachita. Y me fui con él. El abuelo mío tenía dos solares, o sea que el Camino Real le partió la haciendita de café y le hizo dos solares, le pasó el camino por todo el medio. Había una fuente de agua ahí, que hasta la fecha ahí está, muy buena el agua. Como eso era bejucales, bejucos grandes así como los que usa Tarzán, el hermano mío cortó un bejuco y se puso a mecerse, se le olvidó de que tenía que hacer ese mandao y era urgente, eh se le olvidó. Comenzó a mecerse en un bejuco, iba a dar lejos y de allá venía, gozando; yo ahí riéndome de ver las cosas que él hacia, en una de esas se me perdió, no regresó. Entonces yo: — Ramonciito, Ramonciito. Era que había reventado el bejuco y… se había ido. Cuando ese muchacho sale, mire, eso venía, eso no se conocía, eso venía embarrialao, bueno pues. Entonces, ahí si se acordó que él era a un mandao que lo habían mandao, urgente. Nos fuimos, llegamos a una quebrada y se puso, se bañó, a lavar la ropa, y a ponerla a secar. Después que la ropita la exprimió bien y se secó, media húmeda, se la puso. Fuimos a buscar la mujer. Yo no, no me recuerdo todo, sino en partecita, en partecita me recuerdo. 24

Paledonia es una torta de harina mezclada con panela y especies. También se llama Catalina o Cuca. En Trujillo, la forma de la paledonia es rectangular, de unos dos centímetros de ancho o más cuando son generosas en su tamaño. La forma de catalina, por el contrario, es circular como una arepa. 22


No me recuerdo si vino la mujer, si la traimos o que, no me recuerdo. Pero si recuerdo que cuando llegamos mi papá tenía un cuchillo en la mano, le acababa de cortar el ombligo a Margarita, y por eso Margarita sufre todavía de eso, sufre del ombligo. Y… eso me recuerda o es lo único que me recuerdo, lo único que me recuerdo, lo demás me pasa, como si no hubiera nada. Ahí recuerdo, al tiempo, al tiempo, que nos mandaban allá donde ese hermano mío, que tenía negocio; nos mandaba mi mamá a ver que le mandaba el hijo, bueno él le mandaba alguito. Hasta que… decidió mi mamá, no me recuerdo, si fue que volvieron a pelear o que sé yo, lo cierto que ella se fue con toda la familita pa’lla, pa’ donde el hijo, pa’ San Felipe. Bueno y allí, como teníamos que comer, porque con ese tronco de negocio que tenía el hermano mío, había que comer en la casa. Bueno, ahí nos alojamos. Y ahí fue que con el tiempo, mi papá volvió a aparecer, porque, como le dije antes, él cuando se emperraba con una mujer él abandonaba la familia; bueno volvió a aparecer, y ahí fue cuando le dieron, le dio el señor Luque, para que hiciera una casa, ahí, donde quisiera. Bueno, él hizo la casa, pero las primeras paredes fueron de eso, concha de cascaron de cambure, ya la fue armando, y entonces quedó un poquito más aliviao Fabricio, porque le quitó la familia que tenía allá arrumada. La única que quedó con Fabrico fue Margarita, y ella le decía papá al hermano, era mi papá. Nosotros ya con la casita. Ramón le ayudó mucho a mi papá a hacer las paredes de barro. Todos trabajábamos ahí, el que no llevaba una piedra llevaba algo; la casita se hizo regular, de barro. Pero, en los primeros días eso era un basurero. Ahí, mi papá se puso a trabajar y a trabajar, a sembrar esas tierras, le dieron unas haciendas a media, hizo una platica y en lo que hizo plata, ese era el defecto que él tenía, que al hacer plata él se iba. Bueno, hizo una platica con un café que vendió, que le dieron esas haciendas a media, las entregó y se volvió pa’ Biscucuy 25, pa’ un hermano que estaba allá, un hermano de él. Se fue pa’ Biscucuy. Por allá se estuvo quién sabe cuanto tiempo. Quedamos nosotros en las mismas condiciones.

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Biscucuy capital del municipio Sucre del estado Portuguesa. Está al pié del monte andino, en la Sierra de Portuguesa de la Cordillera Andina, forma parte de la zona alta del noroeste del Estado Portuguesa. Desde Trujillo se llega a Biscucuy por la vía de Campo Elías. De esta población es el gran artista Mauro Mejíaz. 23


Ahí hubo gran emigración de peñeros, de por ay del Tocuyo. La Peña, donde llaman La Peña, Mucaro Bajo, Mucaro Alto26, todo eso. Hubo una emigración de esa gente, se vinieron por ahí a buscar trabajo por esas haciendas de café, gente muy trabajadora. Ah, pues, consiguieron tierras donde trabajar. Cuando mi papá se fue pa’ Biscucuy, que nos dejó casi en las mismas condiciones, esos peñeros me daban también pa’ que vendimiara en el conuco; bueno yo iba… y me dejaban mazorcas por allá y ellos me decían. Teníamos la arepa segura. Pero… ahorita que me estoy recordando cuando vivimos en Balambay, en tierras de mi padrino Cayetano, porque como le dije: él se la pasaba deambulando de aquí para allá como un volantín, y que buscando las mejoras, pero cuando las conseguía dejaba la familia. Ahí se puso a trabajar, sembró bastante maíz, vendió e hizo bastante plata y se llevó a la hermana mía Florenciana. Se fue pa’ Biscucuy, esa fue la primera vez que se fue pa’ Biscucuy. Quedamos con mi mamá tres hermanos, y mi mamá cuatro. Mira que recuerdo, que mi mamá le decía a una señora vecina que le prestará una totumita de maíz, pa’ podernos dar de comer. Pero en la casa había quedado un marranito, que eso daba asco hasta mirarlo de la sarna que tenía ese animalito; aah, y no pasaba el marranito de, si mucho pesaba, pesaba cuatro kilos, era una ratica. Pero como esa gente de los paramos, de los lados de… de… esos lados de Agua de Obispo, arriba de Carache, en Hato viejo, venía mucha gente, con arreo de burro y de mula, ajo, ristras de ajo que venían a venderlo a Chejendé, papa y todo eso, no, muchos. Mi mamá – la estábamos pasando muy mal, pero mal, mal, muy mal – ve venir a esos hombres, venían como cinco con unas bestias ahí, pero ella los alcanza a ver cuando vienen muy lejos y le dice al hermano mío, a Ramón, que era el más grandecito, le dice: — Ramón, allá vienen los vendedores de ajo y vienen bastantes, y de seguro que cuando pasen por aquí me van a preguntar si tengo arepas, si tengo comida, y no tengo nada. Mate ese marranito. — Ay mamá, yo no mato eso. — Mátelo. 26

Se refiere a Humocaro Bajo y Humocaro alto del municipio Moran, capital El Tocuyo, del estado Lara. La Peña está ubicada en los límites del estado Trujillo y Lara. Siempre ha existido una estrecha relación entre Trujillo y Lara por los lados de Carache. Recordemos que la música tradicional trujillana ha recibido fuerte influencia de la música larense. 24


Bueno… fue a donde la vecina y le dijo que le prestara uno, dos totumadas de maíz. Se la prestó. De una vez nos fajamos en el molino, a darle. Me recuerdo que estaba una hermana mía también, ya grandecita; y eso fue a moler ese maíz, rápido, y hacer esas arepas. Mamá puso el agua a calentar y le echo ese pocote de agua al marranito y lo pelaron. Ay, pero eso era horrible verlo. Bueno… ya después que lo pelaron, bien pelaito, y lo lavaron bien. Botaron el mondonguito y las paticas. El resto vino mi mamá lo puso a freír. Ya los hombres venían como a un kilómetro de distancia, las arepas estaban calienticas y… haciendo más. Cuando van pasando, porque tenían que pasar por ahí porque ese era el camino, cargaoos de ajo, con esas tremendas ristras de ajo. — Señoraaa. — Buenas tardes. — Buenas tardes. — No tiene algo que comer, señora, por ay. — Noo – les dijo mi mamá – No hay. — Ay señora, no ve que traemos un hambre, bueno pues. — Pues, hay arepas – les dijo mi mamá – hay arepas y un fritico ahí, que eso es todo. — Ay señora, y qué más nos va a dar. Arepa y frito. Pónganos ay y picante. Mirá, se comieron todo el marranito. Todo, eso no dejaron pero nada. Porque mi mamá les puso la pailita. Eso no dejaron nada, le echaron picante a aquello; hasta que quedaron, bueno pues, saciados. Mi mamá tenía pensado de cobrarles un fuerte, ella lo dijo después, de cobrarles un fuerte, nada más. Que a ella le parecía mucho. Pero, ellos no preguntaron. ¿Cuánto le debemos? No, sino que sacaron cincuenta bolívares y se lo dieron. — Deje eso señora, es pa’ usted. Aah, mi mamá, pues. — Que Dios se los pague. Que Dios les pague. Mira, cincuenta bolívares en aquel entonces, es como tener hoy cincuenta millones. Eso era plata. Y… mi mamá con esos cincuenta bolívares, mirá, no, eso compró maíz, un saco de maíz, compró; bueno pues, kerosen, queso, carne, de todo, pues. Y cada vez que veía venir esa gente, bueno pues, se ponía hacer, y sabía que la gente venía a comer ahí.

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Se armó, con eso, se armó mi mamá. Ay… nosotros pero de lo lindo, en aquello, comiendo bueno. Cuando mi papá regreso de Biscucuy, me recuerdo que no traía un trapito limpio. Todo pero aquella mugre, que era lo que traía. Y, sin embargo, dijo: que habíamos subsistido por mi mamá tenía un querio. No jose chico, eso es mucho. Porque a diablo. Bueno, estaba joven, estaban joven, mi papá. Y fue la calumnia que le levantó a mi mamá. Pero fue en esa forma que nos emparejamos muy bien, bien, bien. Y… mi papá cuando regresó eso venía sin nada, con la muchachita y eso muy mugre. Después se nos enfermó mi mamá, una puntada de muela, que se le partió la quijada. Recuerdo que vinimos a Chejendé, donde una señora que era muy amiga de ella. Esa señora estaba casada con un doctor, que era, cómo se llama eso, odontólogo, no, ajá; él la asistió, pero ya traía…, fue tanto el dolor que se le fracturó la quijada. Y, noo pero tenía, ya mi mamá tenía como defenderse, ya no necesitaba de mi papá. Pero ella tampoco despreciaba a mi papá, si llegaba, lo atendía como que si no había hecho nada, como que si no había hecho nada. Si se volvía, bueno vayese; si vuelve, venga. Y así. Hasta que se separaron definitivamente. Que fue cuando yo me la llevé pa’l Zulia, que le dio esa tremenda enfermedad, que se la llevó. Eso es todo.

Calle en la Plaza Bolívar de Carache.

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LAS CINCO OLLETICAS Estando yo muy muchacho, como de… quizá ocho años, la hermana mía, mi hermana Sacramento, me dice que si no iba a ir a Chejendé, a la fiesta27. Le dije: — Si voy, pero voy más tardecito, es muy por la mañana. Entonces, ya los tiros estaban empezando en el pueblo, las cosas de la fiesta, se oían las campanas y algunos sonidos de la música… esa que venía de Barquisimeto que se llamaba ―La Mabare‖. La fiesta era de la patrona, la Virgen de La Candelaria. Pero, como había que cargar el agua pa’ la casa, pa’ tener agua pa’ tomar y hacer las cosas de la cocina. Yo le dije: — Voy a cargar el agua primero, pa’ irme. Agarre el pote y me fui. Me conseguí a mi padrino Cayetano, se me vino de una vez pedirle, que tal vez. Le dije: — Padrino, debe un cobre. Y él, mi Padrino, me decía: — Ay, Ahijao que va a hacer usted con tanta plata. Yo no le contesté nada. No. Lo que le dije fue: — Voy pa’ Chejendé, pa’ la fiesta. — Ay, me dijo, pero esa es mucha plata. No me dio nada. Bueno… llené el pote y se lo llevé allá a la hermana mía. Y volví por otro, le llevé dos potes de agua, que eran suficiente. Eso se llenaba en la llave de ahí, que en esa vez le decían pluma de agua. Cuando ya llevé el agua suficiente me cambié la ropita, más nada. En lo que voy saliendo, me pregunta mi tío Juan Gregorio ¿qué pa’ dónde voy? Y le dijo: — Que voy pa’ Chejendé. Le dije así, voy pa’ Chejendé, pa’ la fiesta.

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Estaba en San Felipe. 27


Se metió la mano al bolsillo sacó un bogotico en un pañuelo. Y me dijo: tome. Me dio medio. Esa fue una alegría… no hombre; que yo creo que yo no me vuelva a alegrar tanto como me alegré esa vez. Le dije a Sacramento, la hermana mía, que mi tío me había dao medio. Ah —me dijo— vete con eso, me dijo, ve haber que haceis allá. Ah, me fui. Pero eso fue llegando, llegando a Chejendé, me paré ahí donde había una ruleta, que así le decían ruleta. Y el hombre que la estaba dirigiendo llamaba: — Anótense, que aquí se va a llevar su premio; se va a llevar su… lo que a usted le guste por medio y tal. Y bueno, yo por primerita vez que veía eso, primera vez que lo veía; mucho menos no había jugado nada, no tenía tampoco. Entonces, yo le dije al hombre: — Señor, me puedo anotar aquí. — Donde usted quiera muchachito, me dijo el hombre, donde usted quiera muchachito, póngala donde usted quiera y usted se lleva el premio. Esa era una cosa que le daban vuelta a toda velocidad y entonces ella poco a poco se iba parando. Iba dando vuelta, vuelta hasta que llegaba y se paraba la aguja señalando un número. Entonces, como él me dice: — Anótese donde usted quiera. Anótese aquí pa’ que vea. Bueno, puse el mediecito ahí. Y le da vuelta a esa lavativa. Ya había otros que se habían anotado, habían varios. Él me mostró el número para que yo ahí me anotara, bueno. Le da la vuelta a esa lavativa a toda velocidad. Nosotros esperando que se parara aquella cosa, fue rebajando la velocidad y fue y fue, hasta que pum se paró donde yo había puesto el mediecito. — ¡El muchachito se ha sacado un juego de olla! Y eso fue una gritería que formó el hombre. — ¡El muchachito ha llegado con una suerte, bueno pues, y que tal. Aquí tiene, aquí tiene hijo, aquí tiene su premio! Cinco olletas, de mayor a menor o de menor a mayor. Ay no… cuando yo agarro eso, que yo tampoco había visto ni mucho menos tenerlas en las manos, eso fue agarrándolas y volviéndome pa’ la casa, pero rápido no güege. Y 28


había que caminar bastante, de Chejendé a donde nosotros vivíamos, uuuh, como cinco kilómetros. Y me fui, al ratico llegué. — ¿por qué te viniste? Me dijo la hermana mía. — No, mirá lo que me saqué con el medio que me dio mi tío Juan Gregorio. Ay, mi mamá se puso pero contentísima, nunca habíamos tenido eso. Más vale se usaba el plato de tierra y olletas de tierra, pa’ esa vez. Y llegar yo con esas cinco olleticas, no hombre… eso fue una alegría muy grande. Le dije, — Yo me vuelvo pa’lla, pa’ Chejendé. Y me puse a mirar, a ver donde veía a mi tío, pero no lo vi por ninguna parte. Y ahí si me fui pero pelando, no llevaba pero nadita, nadita.

Calle de Chejendé

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LAS CABRAS PA’L MATRIMONIO Cuando el hermano mío decidió casarse, Fabrico que era el mayor, con una muchacha que ya tenía un hijo de otro, pero era muy bonita la muchacha, Blanca Méndez se llamaba ella, Blanca Méndez. El hermano mío se enamoró de ella, bueno, le ofreció matrimonio y la muchacha aceptó. De muy buena familia. Bueno… para el día del matrimonio, era sábado, se casaba día sábado. La fiesta la hacían desde el mismo sábado hasta el domingo. Se casaban en Chejendé, allá en la iglesia de Chejendé. Me mandaron a mí, el jueves, a buscar unas cabras, que ya él las había pagado, donde la abuela mía, que era la que tenía las cabras. Tenía mucha, mucha cabra. Él ya le había pagado dos cabras y me mandaron a mí en un burro. Las cabras estaban en ese pueblito que está debajo de Santa Ana28 que se llama Bolivia; no en el pueblo, estaba fuera del pueblito; pero todo eso se denominaba Bolivia. Las cabras había que recogerlas en la tarde, el jueves en la tarde, se recogían y se enchiqueraban.

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Santa Ana de Trujillo, allí se encontraron, el 27 de noviembre de 1820, El Libertador Simón Bolívar y el General Pablo Morillo para la verificación del armisticio para la regularización de la guerra. 30


Monumento conmemorativo, en Santa Ana, al encuentro de Simón Bolívar y Pablo Morrillo (2008)

El viernes…, el jueves, como me mandaron el jueves, en la tarde fuimos y recogimos todo ese pocote de ganado, cabra, lo encerramos en los chiqueros. A esas cabras nunca se les había puesto una cabuya en el pescuezo, nunca. Entonces el viernes en la mañanita, en la madrugaíta, nos paramos y amarraron las dos cabras, esas comenzaron a jalar, a jalar. Bueno, yo en la mañanita, de una vez, engalmujé al burro y las amarré con lo mecates, no… pero ninguna quiso caminar y el burro las arrastró como tres kilómetros; pero viendo que las cabras no caminaban y ya con esa arrastrada que el burro le había dao, pues menos; entonces decidí ponérselas en las amugas al burro, yo solo, que me hubieran mandado con el hermano mío biera sido más diferente, no; pero yo solito. Entonces acomodé el burro bien, ahí al lado de unas piedras, y fui, las cabras ni se paraban ya, taban ya cansadas, mamadas y arrastradas. Bueno, yo vine monté la primera y la sostuve con un palo que busqué, el burro era manso; entonces agarré la otra cabra y como pude haciendo lo imposible la monté también, las amarré, bien amarradas. El viaje era largo. Porque de donde vivía mi abuela a bajar a acá a San Felipe era casi un día. Entonces, esos animales después que los amarré, ay eso fue una… no hombre, berreando esos animales; el burro pa’ cargar esas dos cabras, eran pesadas pa’l burro. Y el camino un poco malo, malo, se puede decir. Eran muy pesadas. Cuando ya cogimos, en la travesía íbamos bien, pero cuando cogimos la subida el burro iba mal y la cabras, no güege; en el afán comenzaron a aflojar los mecates, yo bregando con esa haber como las amarraba, que no se me fueran a caer. Ya para eso, había salido en la mañanita con esos animales y en la brega que tuve, ya eso era muy tarde. Sin agua y sin comida. Cuando ya subimos, pasamos la subida, entonces me puse a componer esa lavativa, amarrarlas bien, amarrarlas de las patas, el pescuezo, el cuerpo y todo; a todo lo que podía echarle mecate para que no se me cayeran. Pero, el burro cuando cogimos la bajada, el burro ya no quería, ya no quería, venía muy cansado. Ya se estaba, como se dice, ocultando el sol. Hasta que el burro no aguantó más y se echó. Muy cansao venía el burro y se echó. Bueno… en lo que se echa, de una vez, le afloje los mecate y toda esa lavativa, pa’ no ir a

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matar las cabras ahí, que se me fuese a morir una ahí. Pero no… cuando les quité las cabras y les quité las amugas el burro se quedó echao de lo cansao que estaba, se quedó ahí. Pero bueno… qué más voy hacer aquí, ya estaba en la montaña. Ahí no había más nada, la casa más cerca que me quedaba, me quedaba poco más o menos a diez kilómetros, las más cerca, imagínese y ya oscuro. Entonces, amarré, a pesar que el burro estaba echao lo amarré, y así amarré las cabras también, esas no se pararon más. Esa arrastrada que el burro les dio eso hasta el cuero se les aflojó, todo. Bueno, entonces yo, había mucho helecho, de ese helecho que sale en la montaña, bueno ahí hice un nido y esa parte era muy fría, bastante fría, eso se le ponía a uno la cabeza blanquita de nieve. Hice un nido de helecho bien bueno, puse las amugas de cabecera y a dormir. Eso fue día sábado, eso fue pa’ amanecer el sábado. Me mandaron el jueves, el viernes salí de allá y me cogió la noche ahí. Ya pa’ salir de ahí era día sábado. Bueno… en la mañana cuando desperté ya era el sol estaba rayao. Aquella lavativa tan fría, el helecho me dio bastante calor y dormí de lo lindo. Yo, pero, muy cansao, sin comer ni beber. Bueno… el burro ya estaba parao, ya había comido por ahí, porque había pasto del que a él le gustaba, había comido, bueno… Lo volví a engamujar. Ay Dios, mire, pa’ montar esas cabras otra vez en las amugas, no, no, eso fuese cosa de, no, no, que si me hubieran filmado cuando yo estaba haciendo eso, hubieran visto, como se llama, la cosa esa, la audacia que tuve, pues, pa’ montar esas cabras. Palos, que busqué palos y toda lavativa hasta que las monté. Unas bien y otras mal, pero las monté. E burro se quedaba quieto, bueno. Yo las amarré bien. Ahí era de bajada. Se me iban esas de cabras de a pa’lante, a quererse zafar; bueno… yo les amarraba el pescuezo y de las gazas de las amugas; bueno… hasta que llegué. Llegué como a las cuatro de la tarde. Día sábado. Ya se habían casado, ya había pasado todavía la euforia del matrimonio cuando llegué. Ay Dios, el hermano mío eso estaba, pues, furioso porque yo no había llegado a tiempo pa’ hacer los sancochos, de pasó me quería dar unos cuerazos porque no había cumplido. Ay no… Ahí si me enardecí, porque él quería pegarme sin darse cuenta del trabajo que yo había pasao. Le dije: 32


— Si usted me pega no se va a quedar con eso, no se va a quedar con eso, porque le voy a responder. Porque salí el viernes por la mañana, le dije, y a estas horas ni he comido ni he bebido agua. Dormí en la montaña en San Antonio. Porque la estupidez de ustedes fue mandarme solo, le dije. Esto no era pa’ mi solo. Traer dos cabras y ahí están, les dije. Bájelas pa’ que vea que hasta el cuero lo tienen despejao. Bueno… nos enojamos, nos tuvimos bravos unos cuantos días, no nos hablábamos. Ahora, Ramón se pone a bajar las cabras, ah no, eso estaba terrible. Donde se le pudo cortar fue en la cabeza el cuero, el resto lo largo solo, estaba despejao y todo morao, todas moradas por donde quiera. Pues… que iban hacer, a ponerse hacer los sancochos, ya en la tarde como a las cuatro de la tarde, no; ya la gente, los que habían venido a comer, ya se habían ido. No hombre… se hecho a perder muy feo el matrimonio ese al final, porque me mandaron a mí solito y no pude cumplir el asunto.

Vista hacia los Llanos de Monay desde Chejendé

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UN ANIMAL NEGRO CON OJOS MUY GRANDES Yo tenía una edad, yo creo que era como de seis años, de seis a siete años, creo que no tenía más. Pero como… esa vez, como le dije, eran crueles con los muchachos; ni les importaba de que al muchacho le pasara algo o no le pasara, la cuestión era mandarlo y que cumpliera. Mi papá y mi mamá vivían abajo de La Ranchería, un caseriito que se llama La Ranchería. Y donde vivía mi papá se llamaba Balambay. Mi mamá me había mandado de Balambay a San Felipe, bastante lejos. Que si uno, por lo menos, camina poco a poco echa todo el día, pero como uno estaba acostumbrado a caminar y muchacho le rendía. Me mandó de Balambay a San Felipe. Hice lo que me encomendaron. Y me volvieron a mandar pa’ la casa, pa’ donde mi mamá. Yo no me fui por la montaña, por donde me había venido, sino que me fui por otro camino. Me fui por La Haragana. Ese es otro caserío que lo llaman La Haragana, ya llegando al pueblo. Ahí me habían dado una locha, no se quien me la dio, no me acuerdo quien me la dio, si fue mi papá o quién sabe quién sería. Y pasando, ya eso era de regreso de San Felipe a Balambay, pasando, ya yo sabía que donde una señora llamada Carmen, ella hacia una paledonias muy buenas, a cobre y a locha, entonces yo le compré una paledonia, por un cobre, que eran bastante buenas, grandes que las hacia, y para que me quedara, para no gastar toda la locha; bueno… me dio un cobre vuelto. Y una paledonia de cobre y medio, como se decía. Cuando salí de ahí, yo salí con la paledonia agarrada con la mano izquierda y comiendito. Un hombre que estaba en una esquina, que al tiempo fue que vine a saber quien era. Ese hombre, claro, viéndome que yo era un campesino, un montuno, él me dice: — Muchachito déme de lo que va comiendo. Por eso es que le dijo, que yo estaba muy pequeño, no pronunciaba las palabras correctas. Pero me acuerdo que le dije: — No, no le doy. Compre como yo compri. No ve, no era, no hablaba bien. Y me dijo: — ¿No me da? — No, no le doy —Y me dijo— 34


— Pues, lo voy a capar —Y sacó una navaja— Bueno… yo cogí la acera de la calle arriba, ahí en Chejendé, caminandito duro y el hombre, pa’ méteme miedo comenzó a zapatear, no, como haciendo que iba corriendo atrás mío. — Párese ahí, me dijo, pa’ capalo muchachito. Yo iba… yo salí…, no iba a todo perder, no iba a toda carrera, pero si iba apuraíto. Ah… cuando llegué a una esquina, que esa esquina está a un lado lateral de la entrada de la iglesia, ya llegando a una placita. Ahí venía subiendo un carro, el primer carro que llevaron a Chejendé, ahí venía subiendo. Ese no tenía necesidad de tocar corneta, porque pa’ qué si no habían más carros, lo que habían eran bestias. Pero… en lo que yo voy pasando ahí, se le antojó de tocar corneta y era una corneta Lincoln, de esas que hacían uuuuuuuuhhhhhh, no hombre, una bulla muy grande. Ay Dios mío… y yo creía que aquello era un animal porque, no pensé más nada, aquello me iba a comer. Mire… y me espanté a correr desde esa esquina y me fui por el camino que más me pareció, pues, el que me agarró en la carrera, el que pude agarrar en esa carrera; cuando me di de cuenta, que llegué a ese caserío que llaman La Ranchería ahí fue donde me tranquilicé, y me di de cuenta que la paledonia, que llevaba en la mano, la había apretao tanto que se me había filtrao por entre los dedos. Se me había filtrado y no me había dado de cuenta; había perdido, pues, el conocimiento que la llevaba en la mano. Ahí fue donde… que como que desperté de aquella cosa, en La Ranchería. Y comencé a… bueno, a recuperarme de aquel cansancio. Fueron dos sustos, el hombre y el Lincoln, la corneta esa. Ahora de ahí pa’ bajo, bajé tranquilo a la casa. Le conté a mi mamá lo que me había pasao. Le dije que un hombre me dijo que me iba a capar; y un animal que había pegado un berracazo enorme, que era un animal negro. Me dijo: — Ese es un toro -me dijo- mi mamá. — No mamá, ese no era toro. Ese era otra clase de animal que venía subiendo por la calle esa de la plaza. Yo no lo vi bien —le dije— pero tenía unos ojos grandotes.

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Un animal negro con ojos muy grandes. Lincoln 1925.

Después es que mi mamá, a los días, se da de cuenta que era el carro ese que iba subiendo. Como esos carros tenían… los faros se los hacían a’lante, no así como los hacen ahora, sino que esos como que los paraban en el parachoques, todavía hay carros de esos, y ahí quedaban como unos ojos. Y después a los días fue, que por Ramón, el hermano mío, fue que se dieron cuenta que era un carro29. Y yo lo tildaba como un animal que berreaba muy duro. Y ese fue el percance que me pasó en ese trayecto cumpliendo mandato, porque me mandaban por tonterías. Vaya… ay Dios, por una tontería a caminar uno tantísimo, pero tenía que cumplir. Al tiempo, si, me di de cuenta, de quien era el hombre, porque fuimos a enterrar un viejito. Me acuerdo que se llamaba Encarnación. Y yo quise ir. Y mi mamá le dijo a mi papa: — LLevalo, llevalo no lo dejeis, llevalo pa’ que conozca. — Venga pues, me dijo mi papá. 29

En 1915 llegó el primer carro a Trujillo. 36


Y nos fuimos. Allí fue donde me dí de cuenta que el hombre era uno de los Grateroles, de La Haragana. Con el tiempo que ya nos habianos venido pa’ San Felipe, a vivir en San Felipe. Ya me habían sacado de la escuelita, donde aprendí la primaria, y me habían puesto en la escuela en Chejendé, de un maestro muy bueno llamado Zambranito o le decían así Zambranito, era un maestro bueno, de a verdad. Ahí conocí al hombre 30. Ya el hombre, ya claro, había cambiao, unos cuantos años le habían caído encima y un día frente al negocio de Efraín Vázquez, le dije: — Mire señor, ¿Usted no se acuerda de mí? Y me dijo. — No, no me recuerdo. Bueno, si me parece que te conozco —me dijo— te veo por ahi, y me parece que te conozco. ¿Vos no sois hijo de Luciano? — Ah… le dije, si me conoce —le dije—. Sí, él es mi papá. Pero usted una vez -le dijeusted no se acuerda una vez, que usted me echo una tremenda broma; que usted sacó una navaja pa’ caparme, me dijo que me iba a capar. Él se largo la carcajada. Y le dije. — A mí no se me ha olvidado eso. Porque usted me asustó, usted me dio ese susto y un carro que estaba en Chejendé. Y el hombre siguió riéndose. Me dijo. — No, pero eso fue jugando. Le dije. — Pero, yo debía de vengarme —le dije— Yo debía de vengarme de eso que usted me hizo. Me dijo — Bueno… Entonces, salió otro señor que estaba ahí, que no recuerdo quien sería. Entonces, él le dijo: — Por eso Graterol, al muchacho no se le debe hacer mal. Porque al muchacho no se le olvida. Y ve, eso estabas vos un poco más joven y ve al muchachito como va, y ya vos vai viejo. Aprendé, esa es una lección —le dijo— 30

Se refiere a que conoció al hombre en San Felipe, no en la escuela. 37


Entonces, Graterol le dijo, — No. Claro… pero fue jugando. Porque ya yo sabía vos eras familia de Juan Gregorio. Por eso él me trató así. Pero, no, a un muchacho no se le debe hacer eso, no se le olvida, no se le olvida. Y reclama cuando haya la oportunidad. Ahí se terminó el asunto.

Calle de Chejendé (2008)

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EL MANDADO A SAN FELIPE CON FLORENCIANA En la infancia mía no le tomaban en cuenta, pues, a uno la edad para mandarlo a cualquier parte. Si le pasaba algo, eso no lo pensaban. Ni qué le podrá pasar en el camino, nada de eso pensaban. Una vez me mandaron o nos mandaron a Florenciana y a mí para Bolivia. Cuando me mandaban o nos mandaban la que hacía todo era Florenciana, y yo tenía que obedecer. Porque yo no podía disponer de nada, sino Florencia. Nos mandaron para Bolivia. Y por el camino que debíamos de irnos no nos fuimos, porque Florenciana no quiso. Nos fuimos por otro. Entramos donde se llama Montenegro. Allí hay una fuente de agua, muy buena el agua, buena, pero buena, buena. Que de esa fuente era que se surtían las casas esas de San Felipe; que las habían hecho esos ricos de San Felipe, y la habían llevado por medio de tubería, de ahí de Montenegro. Esa vez nos fuimos por ahí. Pero eso es maravilloso, y en aquel entonces, bueno; quizás que ahora sea lo mismo. Eso era, vamos a decir, decir bonito es decir poco, por los lirios. Una que la llaman Pascua31, cuando florea eso es una maravilla, es una orquídea pequeña pero muy linda, muy linda la flor. Los lirios, no hombre, en abundancia y floreados. Que, por cierto, nuestro señor Jesucristo se refirió a los lirios del campo, que aun ni Salomón con toda su gloria se vistió como se viste un lirio. Ahí nos tuvimos. Hacíamos nichos de las hojas de helecho, mientras más largas mejor; hacíamos el nicho y nos metíamos como unos santicos, con aquello bien bonito y flores por donde quiera. Pero eso eran disposiciones de Florenciana. Jugamos ahí hasta que nos cansamos. Después llegamos a unos jumangales, a coger jumange 32 y a comer, a echar en una marusa que llevábamos, siempre el que la cargaba era yo. Le llevamos jumange a la abuela. Pero lo colosal fue que, en ese entonces al muchacho no le tomaban en cuenta que le podía pasar en el camino o que le podrían hacer, no, la cuestión era mandarlo. Vivíamos también en Balambay y nos mandaron pa’ San Felipe, porque mi mamá no tenía noticia de sus dos hijos en San Felipe. Hacia días que no sabía de ellos nada. Resolvió mandarnos a saber de ellos. Mi mamá acicaló… a Florencia como pudo ahí, el vestidito que 31 32

Debe ser el Lirio Pascual o Lirio Morada. Se conoce como Eugenia Sp. 39


le puso y le pasó un peine, uno de esos peines que se usaban antes, sacapiojo. Pero de todas maneras quedo como si la hubieran peinado con un tumbarrancho. Y yo, pues, que ropita buena iba a tener yo. Y Florenciana una, bueno… no hombre, un camisón, un vestidito muy malo. Nos vinimos. El mandato era de ir a ver como estaban y llevar la razón. Nos vinimos. En ese campito, donde le dijo, en ese pueblito, un caserío que se llama La Ranchería, ahí cuando llegamos se nos olvidó todito lo que nos habían dicho, pero se nos olvidó, eso se nos borró. Y comenzamos a visitar casas. Como que…, bueno haciendo lo que Florenciana decía. — Vamos a ver ésta, y vamos allá y vamos acá. Todo nos gustaba, porque como nosotros no teníamos nada en la casa, ni nada con que jugar. Y en la casa donde veíamos algo raro, ahí nos quedábamos mirando, mirando. Si salían: — «Y estos muchachitos, ustedes son de dónde». En seguida nos pelábamos en carrera. Era… al hablarnos nos íbamos, no contestábamos nada. No nos fuimos por donde nos dijeron tampoco, sino que nos fuimos por el pueblo, porque Florenciana así lo dijo. — Vámonos por el pueblo. Bueno, cuando entramos a las primeras casas de Chejendé, eso fue de ventana en ventana, cuanta ventana veíamos abierta eso estábamos mirando pa’ dentro, las puertas estábamos mirando pa’ dentro. Bueno así… hasta que llegamos, que no dejamos casa que no visitamos. Pero salían y que: —«y estos muchachitos, qué quieren», de una vez nos íbamos, no contestábamos nada, pero nos íbamos. Llegamos… donde si nos tuvimos un buen rato fue en el almacén, que era del señor Raga; en ese entonces le decían almacén, porque vendían, como decían en ese entonces, mercancía y… no me acuerdo como era que le decían. Vendían ropa, pues, por metro. Y de todo del otro negocio33. Bueno, ahí nos tuvimos bastante, había donde sentarse. Nos tuvimos quien sabe cuanto tiempo. Pero cuando comenzaron a interrogarnos nos salimos, nos fuimos. Otra vez con el mismo oficio de ventana en ventana. Llegamos a la placita de ahí de Chejendé, llegamos ahí, ahí donde está la Alcaldía ahorita. Esas casas estaban ocupadas con los Márquez, ahí revisamos todas esas ventanas y viendo aquello tan bonito por dentro. 33

Almacén de víveres y mercancía seca. Así se llamaban. 40


Eso nos parecía muy bonito. Muy bonito. Pero, en lo que nos interrogaban nosotros no contestábamos nada, sino que nos íbamos. Entonces subimos las gradas de la iglesia, allí hay unas cuantas gradas pa’ subir que se llama altosano. Subimos y las puertas estaban abiertas. Ah pues, nos metimos a la iglesia adentro. Eso fue a mirar cuanto santico había por ay, y mira y mira y mira; fuimos hasta el altar mayor y no había nadie, eso estaba solo. Anduvimos mirando y todo, ay eso no queríamos. Quién sabe cuánto tiempo nos tuvimos ahí averiguando y sentándonos en todo lo que queríamos sentarnos. Por fin llegamos a la pila bautismal, estaba llena de agua; ahí fue que a mí se me vino de beber agua, me dio sed. Pero, Florenciana no quiso que bebiera de esa agua.

Iglesia de Chejendé (2008)

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Bueno… quién sabe cuánto nos estaríamos ahí. Salimos y cogimos la misma, ventana y puerta, ventana y puerta, mirando. Entonces nos dimos de cuenta de una gruta que hay ahí, que se llama la virgen de Lourdes, allá nos fuimos también. Ahí si bebí agua de la fuentecita que llaman la Fuente de la Virgen de Lourdes. Ahí si tomé agua, quién sabe cuánto tiempo nos tuvimos ahí mirando aquello tan bonito. Eso no lo habíamos visto nunca, eso era cosa para nosotros nunca vista, pues. Después que salimos de ahí, seguimos el mismo plan de ventana en ventana y de puerta en puerta. Llegamos donde Rafael Caldera, Francisco Rafael Caldera, que tenía un almacén también, y nos metimos allá a mirar, la ropa y todo eso. Cuando salió el señor y nos interrogó, nos fuimos de una vez. Nos metimos a donde una familia, o mejor dicho, la puerta estaba abierta; no vimos a nadie, pero unos muebles muy bonitos; nos metimos, ay nos sentamos ahí en los muebles, pero bueno pues a gozar, aquello tan bonito y bien sentaos y tal. Cuando sale la señora, quisimos salir en carrera, pero la señora nos llamó. — Muchachitos vengan a acá, vengan. No se vayan, vengan Entonces nos paramos. — «¿Que de dónde veníamos?» No le contestamos nada, porque ese era el plan. No era que lo habíamos planeao, pero cuando comenzaban a interrogarnos nos íbamos. Pero allí nos tuvimos un buen rato y nos fuimos, no le contestamos nada, nos fuimos. Ya nos faltaban pocas casas para salir de Chejendé. Llegamos donde el señor Zambranito, tenía una casa muy bonita, él era el maestro. Ahí también averiguamos todo eso. Después fue que yo me dí cuenta que era el señor Zambranito, cuando me pusieron en la escuela ya estaba más grande. Ahí nos tuvimos mirando. Cuando salió, quién sabe quién sería, ahí nos fuimos en carrera y pum pa’ otra casa. Cuando llegamos, ahí no habían ventanas ni puertas, cuando llegamos a la puerta y nos pusimos a averiguar haber que había dentro, no era con intención de coger nada, porque no cogimos nada, nada, de querer robar, no ni mucho menos, sale una señora, — Ay, dice, miren los muchachitos, vengan pa’ acá, vengan. Bueno, como nos habló con tanto cariño. — Vengan, venga, ¿Qué hacen por ahi? ¿Dónde está la mamá? ¿Dónde dejaron a su mamá? 42


— Allá está, —le dice Florenciana. — ¿A dónde? —le dice la señora. — Allá. — Pero, ¿Adónde? ¿Adónde está su mamá? Y ella se asomó haber si era que venía, pero no. — No, en la casa, en la casa. —le dice Florenciana. — Ah, su mamá quedó en la casa. — Sí, en la casa —le dice. — ¿Y cómo se llama ella? Le dio el nombre, y la señora dijo. — Ah, si éstos son los hijos de la señora Agueda. Bueno, a Florenciana la agarraron con más cariño que a mí. Fueron nos prepararon comida, comimos. Porque eso se nos había olvidado, de a perinola, de que teníamos que comer, no nos había dado hambre, puro mirando. Lo que nunca habíamos mirado. Pero ahí nos dieron comida; después bañaron a Florenciana y la peinaron, y nos acostaron a dormir. Quién sabe que horas sería que llegamos a esa casa. Que si nos dejan, por lo menos, no nos acogen ahí y nos sueltan otra vez, quien sabe en el camino qué nos hubiera pasado, porque era de noche. Pero, no nos dábamos cuenta que era de noche. Bueno, nos dieron de comer y nos acostaron a dormir. Después, esa señora, ese otro día peinó bien a Florenciana, porque con ella era el cariño. Conmigo no. Pero se fue con nosotros pa’llá, pa’ San Felipe. Ah, le contó a Sacramento34 a la hora que habíamos llegao y todo eso. Preguntándonos de cómo estaba mi mamá. Nosotros lo único que decíamos era: — Mejor. Mejor, como si es que antes estaba peor. Pero era lo único que sabíamos decir nosotros. — Está mejor, está mejor. Nos tuvimos un rato ahí donde Sacramento, y la señora nos volvió a llevar a Chejendé. Tuvimos allí unas horas. Quién sabe hasta que hora. La señora nos volvió a llevar a Chejendé. Pero a lo que llegamos a Chejendé, la señora, ya habíamos comido también donde Sacramento, la señora creo que nos dio comida. Entonces nos dijo. 34

Hermana de Eugenio. 43


— Bueno, váyanse, pero no se vayan a meter por ahí en ninguna parte, ni a parar nada, porque ya saben lo que les va a pasar. Nos amenazó. Bueno, nos fuimos y le obedecimos a la mujer, porque en ninguna parte nos paramos, eso fue, más corriendo que caminando. Pasamos y llegamos a la casa allá. Nos preguntó mi mamá: — Qué cómo estaban. — Mejor, mejor. No sabíamos más que contestar. No sabíamos decir bien, no, mejor, que estaba mejor. Pero no le contamos nadita, nadita, de por donde nos habíamos ido ni nada. Lo que si, que mi mamá consiguió a esta muchachita muy bien peinaita, aseaita, le habían sacao los piojos, todo, le habían compuesto el pelito y la ropita. Quién sabe si fue que le dieron una ropita, quien sabe, yo no sé. Si fue que le dieron un vestidito. Ella se puso averiguar y entonces Florenciana le contó algo. Como a los ochos días se vino mi mamá con pura Florenciana, no me trajo a mí. Para que Florenciana le dijera donde era que habíamos estado. Ah, pues, la llevó completico a la casa, ah… eran unas grandes amigas de mi mamá, y le contaron, pero, todito, todito. No, no nos pegó. Pero si nos regañó. Pero no era culpa de nosotros, sino que en esa edad nos les importaba largar el hijo sin calcular lo que le pudiera pasar. Pero para ese entonces la gente era muy sana. Pero si hubiera habido alguien que nos hubiera querido robar, engañar con cualquier dulcito, una galletica, nos lleva, no güege, y nos pasa del otro lado de la frontera gozando de haber visto cosas que nunca habíamos visto.

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EL TÍO MANUELITO Eh… voy a contar algo que me sucedió a mí, pero no me acuerdo, porque tenía muy poquita edad, supongo que tal vez unos trece o catorce meses. Vivía mi papá en una partecita que lo llaman El Llano, abajo del pueblito de Mitón, queda lejos, pero eso lo llaman El Llano, pertenece a Mitón. Y quién sabe por qué lo hizo. Porque tiene que haber sido una desavenencia que tuvo con mi mamá, algún pleito; hubieron palabras ofensivas, quien sabe. Eee… y en ese, quizás, dijo yo, en ese pleito la solución que halló fue echarnos en un saco, a una hermanita mía, llamada Florenciana, que ella tendría unos dos añitos, y yo tal vez, tal vez unos catorce meses. Nos echo en un saco, de esos sacos que los llaman Genequé o Cucuteños, eran grandes los sacos, les decían cucuteños porque venían de Cúcuta. Pero de donde él vivía, que llaman El Llano de Mitón, a donde vivía la mamá de él, la abuela mía, eso era lejos; se salía a las seis de la mañana y se iba llegando allá de once a doce caminando duro. Él nos metió en ese saco, y sin mirar pa´ los laos, se echó ese saco al hombro y se fue pa´ Bolivia. Ese no nos daría pero nada en el camino, porque para ese entonces de tetero no se hablaba, esa palabra no se conocía, se conocía la mamila. Pero quizá él no tuvo precaución de meter alguito; sino que iba, quizás, aturdido del pleito, dijo yo, eso lo cálculo yo. Y se fue. Llegó allá, quién sabe a qué hora del día llegaría, salieron las hermanas a recibirlo, las hermanas estaban solteras, tres hermanas. — ¿Y qué traés en ese saco Luciano? — Ahí vienen unos marranitos – y que dijo él –. Pues, ya había puesto el saco en el suelo. Las muchachas fueron a ver. — Ay – y que dijeron – si son unos muchachitos Luciano – y que le dijeron –. Agarraron la más grandecita y la sacaron. En la casa había una señora, que no me acuerdo del nombre porque a ella no le mentaban el nombre, sería ese, pero todo el mundo le decía la comadre Juanita, esa era la de los quehaceres en la casa. Sacaron la muchachita y esa comadre Juanita se encargó de la muchachita. Pero cuando me fueron a sacar a mí, yo estaba muerto. — Ay Luciano, si el muchachito está muerto.

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Si mi papá dijo algo, o lloró o grito o lo que haya dicho, de eso no me contaron. Nada, nada me contaron. Sino que mandaron a llamar a un tío mío, Manuelito, hermano de mi papá que estaba por allá trabajando, lo llamaron pa’ que viniera; cuando llegó a la casa… le contaron. Me tenían y que me tenían, en una mesa, una mesita ahí. — Mirá que el muchachito llegó muerto y que tal, porque venía así y así y asao. — Ah bueno, yo le voy hacer el cajoncito, por allá hay unas tablitas. Pero se detuvo para mirarme, eso me lo contaron, no; entonces y que me agarró en las dos manos, pero chiquitico, pequeñito, y teniéndome así en las dos manos, le dijo a una de sus hermanas: — Tiendan algo en esa mesa, un trapito, cómo lo van a tener así. Tiendan algo, un trapito, una cosa. Pero se le ocurrió de llevarme al oído. Y él sintió que algo, algo, alguna muy lentamente, pero algo latía dentro, alguna bullita sintió. Entonces y que dijo: — Noo, este muchachito no está muerto. — No. Sí está. — Noo, no está muerto. Busquen un taburete pa’ sentarme. Le pusieron una silla. — Vayen, tráiganme un poquito de leche, una jícara. Porque para ese entonces no había que pocillo ni nada. Fueron ordeñaron la cabra, y pidió un poquito de algodón; ya me tenía en las piernas, y comenzó a mojarme los labios con leche de cabra hasta que por fin una gota penetró, me mojó la lengua; tuvo ahí dándome gótica, gótica hasta que por fin y que tragué. Cuando tragué, que dijo: — Noo, este muchachito no está muerto. No. Se acomodaron más ahí, pa’ ver. Ah bueno, de ahí no me quito de las piernas hasta que no y que no me vio abrir los ojos. Ahí me tuvo. Después buscó donde acostarme, bien; y que dijo: — No, no. Ahí, habló mi tío, o por inspiración de Dios se hizo profeta, porque habló una cosa como profecía. Después que ya yo abrí los ojos, dijo: —Noo, este muchachito es el que me va hacer el entierro.

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Y me acomodaron, bueno. Yo sé que me siguieron dando leche y leche de cabra hasta que me recuperé, quién sabe hasta que tiempo me tuvieron dándome eso, en mamila. Lo cierto que yo de eso no recuerdo nada, sino que me contaron. Pero cuando ya comencé a recordar, que se me fue aclarando la mente y tal; a los años pues, cinco años, ya tendría cinco años o seis añitos recuerdo que todavía estaba donde mi abuela y mis tías, bueno, ellas me hacían mucho cariño, había un señor enamorado de una tía mía, la tía mía se llamaba Margarita, ese señor llamado Juan María se casó con ella. Como ya yo estaba, seguramente, de cinco a seis años. Y la cosa, en ese pueblito, Bolivia está entre Santa Ana y Carache, muy crítico era el pueblito ese. Entonces ese señor que se casó con la tía mía, y que les dijo: — Manden al muchachito a que recoja rastrojos, que le sirve pa’ los animales; siempre queda mucho, los obreros dejan mucho, mucha mazorquita. Ah, me mandaron. Yo no tenía nadita en los pies, descalzo. Pero el pobre se las arregla como puede, yo hice una escobita y donde había mucha espina yo barría pa’ poner el píe; y cuando me puse a vendimiar, en el barbecho del señor ese, los obreros me dejaban montoncitos de maíz por allá, mazorquitas, y me decían: — Muchachito, allá le dejé tal cosa. Ah bueno, llenaba mi marucita y hacia dos y tres viajes, hasta cuatro viajes hacia. Recuerdo… que las muchachas tenían los novios, y cuando, siempre le hacían el almuerzo, al novio le ponían esa tremenda rumera de arepas; y a mí cuando me llamaban a comer era media arepita o me la ponían en la mesa o me la daban en la mano. Cuando mi papá me volvió a llevar donde mi mamá, de eso yo no me acuerdo. Pero, me tuve quizás bastante tiempo en Bolivia; pero no me acuerdo cuando volví a donde mi mamá. Y no me volví a separar de ella. Eh… cuando ya me di e cuenta bien y tal, que me mandaban ya taba grandecito, pero no era tanto tampoco, tan grande ni de tanto conocimiento. Que me mandaban pa’llá, pa’ donde la abuela, a llevarle cualquier cosa que le mandaba el hijo: caraota, maíz. Cuando no iba en un burro yo me echaba la marucita por detrás, a llevarle. Y así estábamos. Caminaba pa’rriba y pa’bajo llevándole lo que mi papá le mandaba.

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Bolivia, estado Trujillo. (Fuente: www.pueblosdevenezuela.com)

Con el tiempo, mi abuela me regaló un burro. Pero un pollinito que eso lo estaba matando el piojo. Yo me puse a cuidar el burrito, a darle guarapo con sal y lo puse, bueno pues, fino. Y en ese burrito les llevaba lo que mi papá les mandaba. Ahí tenía un poco más de descanso, porque montaba en el burrito. No caminaba tanto. Hasta que un día les lleve, les mandó mi papá, y una tía mía me quitó el burro. Dijo que ese burro era de ella, que no me lo volvía a traer, que lo necesitaba, bueno. Yo lo que hice fue quitarle las amugas y amarrármelas yo por detrás y me vine. No le dejé las amugas, no la complací con eso. Cuando llegué a la casa, mi papá me pregunto qué si era que se me había matao el burro, cuando le fui a decir lo que me había pasao eche a llorar. Entonces mi mamá salió y me acarició. Entonces le dije, ahí si pude hablar, les dije que mi tía Matildita me había quitado el burro. Y les dije. — Yo no vuelvo más nunca a llevarles más nada. Cuando usted les mande vaya usted mismo. Yo no voy, me quito el burro y no voy.

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Bueno, allí mi mamá, mi abuela se llamaba María Matilde Villegas, ella no me favoreció en nada. Me dijo que sí me había dado el burro, pero que si Matildita lo necesitaba, bueno, tenía que dejarlo. Yo me enardecí mucho. Y me vine. Bueno… al tiempo, como dije antes, me reporte en la compañía. En la primera vacación salí con un primo mío, salimos juntos. Me vine, de una vez, donde mi hermana, allá pa’ San Felipe. Estaba mi mamá también, y tal. Llegamos allá, a los días nos invitaron a un baile en El Paichal, y nos fuimos, el hermano mío tocaba muy bonito el cuatro, y nos fuimos al baile. Llegamos allá, bailamos toda la noche. En la mañana le dije al primo mío: — Vamos pa’ Bolivia – le dije – que tengo que ir donde mi papá. — Vamos. Entonces nos fuimos. Llegamos allá donde mi papá. Y tal, muy bonito, y abrazos pa’llá. — ¿Cuándo vinieron? Y bueno pues. Después nos dice, al rato: — El que está muy feo es Manuelito. Así hablaba esa gente antes. — Que está muy feo es Manuelito. — ¿Qué tiene? — No, está muy enfermo, vayan y lo ven. Nos fuimos a verlo. Él se alegro mucho cuando nos vio, y tal. — Mujeres búsquenle donde se sienten los muchachos. — Caraa, no se preocupe tío. — No, siéntense ahí. Y ¿cuándo se van? Haciendo preguntas. Bueno, le dije. Las vacaciones, para ese entonces, le daban a uno muy poquitos días. Como doce días o quince días una cosa así, como que era. Y él nos dice, que él tenía muchas ganas de conocer el Zulia y conocer el hielo. Entonces yo le dije: — Cuando se mejore, yo vengo por usted y lo llevo. — Sí – dijo – Pero yo estoy muy malo. Mire como tengo esa yegua.

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Ellos le decían yegua a la barriga. Y tenía la barriga muy pronunciada, como llena de agua. Tenía que ser así, porque era hidropesía lo que él tenía. Y… fui; después que lo vimos nos despedimos de él, y… él nos dijo: — No se vayen muchachos, no se vayen. Que yo estoy muy malo. Espérense a mañana. — Y… no, nosotros volvemos, le dije, nosotros volvemos. A las cuatro salimos; nos despedimos de él y salimos, a las cuatro. Estábamos arriba conversando con mi papá, cuando mi papá dice: — Uhhh bajú, allá abajo pasó algo. Mire como están esas mujeres en el patio. Esas mujeres están llorando. Vayan muchachos, vayan a ver qué pasó. Ah pues, nos volvimos pa’lla. Ya eran las cuatro y media. Cuando llegamos allá estaba muerto. Y… esa la esposa dando gritos. Quién sabe a que se refería ella, ahí dando gritos. — Qué, qué iba hacer ella, que hay Dios mío, qué voy hacer yo ahora. Caray. Le dije a Pedro, primo mío, — Quédate vos aquí. Y atendeis en algo ahí, o haceis lo que podais, mientras voy al pueblo. Me fui pa’ el pueblito de Bolivia. Cuando llegué allá…, cuando estaba en Bolivia, chiquitico, eso era hacer mandao y mandao en ese pueblito ahí, hasta comprar un cobre de panela me mandaban. Cuando llegué saludé al señor, y me dijo: — ¿Usted, no es Eugenio? — Si, señor. Y de una vez, — Fulana, veni acá, pa’ que veais una cosa. Salió la señora, y le dijo: — Mirá al muchachito, te acordais. Que este muchachito… Ay, que sí, que tal, bueno. — ¿Y qué hace porais? Ya es un hombre, y tal, ¿Qué hace porai? — No, Don Teofilo. Vengo haber si usted tiene urna. — ¿Y quién murió? — Murió mi tío Manuelito. 50


— No puede ser. Dios, cómo va hacer eso. Y tal. Bueno, — No, sí, murió. Murió como a las cuatro, cuatro y diez, cuatro y quince. — Ay, Dios mío. De una vez, — Si, si tengo, ahí tengo unas urnas. Recuerdo que me costo veinte bolívares el cajón. Le compré las velas, el café, la panela y otras cositas más. Hablé con el Prefecto para la cuestión de la sepultura. Ese otro día en la mañana, ya después que llevé el cajón. El mismo Don Teofilo, le dijo a un hombre pa’ que fuera y me ayudara a llevar el cajón, recuerdo que lo llevaron en una mula. Ese otro día me fui al pueblo, otra vez, con unos hombres y abrimos la sepultura. Con la tarde lo enterramos. Pa’ que vea usted como son las cosas. Cuando él me resucito a mí, lanzó esa profecía: — Este muchachito no está muerto. Éste es el que me va a enterrar a mí. Y fue… completico. Tuve yo que hacer toditos los gastos, hacer la sepultura y enterrarlo. Y hasta que no quedó todo arreglado no me vine. Pa’ que vea usted como son las cosas. Aquí termina esa historia.

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LOS CINCO MARRANOS Yo dije antes, que mi papá siempre se la pasaba buscando las mejoras, cuando las conseguía se desesperaba y se iba pa’ otra parte, y lo que había conseguido lo perdía. Y volvía al mismo sitio. Pero ya estando yo grande, bueno, con uso de razón. Como se dice, hombre, pues. Eee… viviamos en San Felipe, estábamos poco más o menos, no estábamos mal, pero estábamos un poco más o menos. Él se fue, mi papá se fue a visitar un cuñao, que era el encargado del ingenio de moler caña, eso era del señor Francisco Raga, en Casecin35. El cuñao era el encargao de eso, del lado de acá del río, de todo eso que era del señor Raga, del lado de acá del río de Carache. Y… había un ingenio, de ahí salía un arreo de mula, todos los días, cargao de panela. Mi papá fue a visitar a su hermana y al cuñao, resulta de que llega y el cuñao, pues, le ofreció trabajo ahí. No sé que sería el trabajo que iba a desempeñar pero le gustó. Se quedó. Trabajó una semana. A la semana, el domingo, llegó a la casa allá a San Felipe, y dijo porque se había estado esa semana, que era trabajando y era bueno; e iba a ver si conseguía una casa por allá, un rancho pa’ mudarse. Porque ahí estaba trabajando bien, y se volvió el mismo domingo, se vino en la tarde. En esa semana hizo la diligencia y consiguió una casa por allá, a las dos semanas fue por mi mamá. Le dijo que ya había conseguido una casa, pa’ que le quedara más cerquita del trabajo, y ya. La casa, que consiguió, no nos quedo muy bien a nosotros, porque la casa no tenía cuarto, era una sola pieza, era como un galpón. Pero después, nosotros con carruso36 la dividimos, hicimos dos cuartos y la cocinita, también, la hicimos del lado de afuera, arrimao a la pared. Y eso, ahí dónde él consiguió esa casa, se llamaba, para ese entonces, Las Curvas de Valle Hondo. Pero quedaba él más cerca del trabajo. Y le pagaban bien. Porque, ahí, el cuñao le pagaba como que eran tres o cuatro bolívares, no sé que trabajo estaría haciendo, pero ahí estaba trabajando en el ingenio.

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Hace referencia al caserío llamado Casa de Cinc, según mapa estado Trujillo edición 4 1996. El caserío está cerca de la entrada a Cuicas. Guillermo Morón en Obras Escogidas, Fundación Biblioteca Ayacucho, página 288, menciona a Casa de Zinc; señala: “baja todo el cerro de Casa de Zinc, desde las doce de la noche comienza a bajar para el río Carache que pasa por Casa de Zinc y por Japaz…” 36 Se refiere a un tipo de bambú. 52


Casa de bambú o carruso en la zona baja del estado Trujillo (2005)

Hizo una platica. Y como ya le tenía mi mamá desconfianza, que él al hacer plata se iba pa’ otra parte. Pero no, eso se vino pa’ San Felipe. Ahí en San Felipe compró cinco puercos, bastante buenos, gordos. Los dejó, los compró, pero no se los llevó. Sino que volvió a llegar allá a la casa, y entonces echo el cuento que había comprado cinco puercos, y dijo: — Pa’ que vaya Eugenio por ellos y se los trae. Bueno, pues, yo muy contento, fui a buscar los marranos. Cinco marranos. Pero no sabía la que me iba a llevar con esos marranos. El jueves, con la tardecita, a las seis de la tarde, día jueves, salí de San Felipe a la seis de la tarde con esos marranos, me vine por

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donde había más sombra, que era por Cuiquitas y la montaña, para pasar por Campo Alegre, y de ahí coger la carretera, que ya habían hecho esa carretera de Japaz a Chejendé. Bueno… salí con esos cinco marranos a las seis de la tarde, del día jueves. El viernes en la mañana no había llegado todavía a La Ranchería, pasé toda la noche arreando esos animales. Como a las ocho de la mañana, del viernes, agarré la carretera poco a poco con esos animales; mira, a las cuatro de la tarde llegué a la orilla del río, del río ese Carache, el viernes a las cuatro de la tarde llegué a la orilla del río. Me costó bastante dominar los animales, pero amarré cuatro, y uno desesperado del calor no lo pude atajar, porque estaba brejando con los otros, se me metió al agua; en lo que se metió al agua, estaba tan acalorao, se envaró de una vez, se murió. Amarré los cuatro. Saqué el que se había metido al agua. Bueno, lo puñalie pa’ sacarle la sangre, me puse y lo abrí y tiré el mondongo al agua, para que no se me fuera a echar a perder. Ahora con los otros cuatro tenía que dejarlos que se refrescaran bastante, para poderlos pasar el río, eso fue el viernes en la tarde. Por ahí como a las ocho de la noche estando yo, ya había pasado los marranos, con lo que podía, con el que podía pasarlo en los brazos lo pasaba, en el hombro, como fuera. Pero con el que no podía tenía que meterlo al agua, pero ya los había pasao. Por ahí como a las ocho de la noche del viernes estaba yo ahí en la carretera, había una bomba de gasolina, pasó un conocio mío en un camión, le eché el cuento y entonces le dije: — Háceme el favor y me llevais este marrano muerto que tengo aquí; ya yo le boté el mondongo. Se lo llevais a mi papá. Y le decís que se venga. Porque yo a estas horas ni he dormido ni he comido. Que yo estoy aquí en, en, yo voy ir andando – le dije – poco a poco, si llegai, le decís que yo estoy aquí en la bomba. Bueno, se llevó el marrano. Se lo entregó a mi papá, y le dijo — No, Eugenio está allá en la bomba, con cuatro marranos. Él viene po’ ahi pa’ acá, pero muy poco a poco. Y me dijo vaya a encontrarlo usted, porque ese muchacho ni ha comido ni ha dormido. Y… se vino, a píe. Bueno, ya yo había caminado algo con los cuatro marranos, cuando lo vi venir. — Ay – dije yo – Gracias a Dios que haya viene mi papá. Bueno, le entregué los marranos, y dije: 54


— Yo me voy. Eran ya como para las once de la noche del viernes. Le entregué los marranos y me fui. Llegué a la casa, mi mamá me preparó algo por ahí de lo que tenía, y comí alguito. Pero el sueño me estaba matando, me acosté. Pa’ ese otro día, ir a ver dónde vendía mi papá, eso era ya pa’l sábado. Ya venía cerquita. Fuimos, Ramón y yo le ayudamos a llevar los marranos. Y… el mismo sábado nos pusimos a beneficiar esos marranos, a matarlos. Porque ya la carne estaba encargada y todo, para la pensión, como se decía ahí, el hotel, ahí en Casecin. Y entregamos esa carne, le ganó mi papá una platica. Pero, vea la que me llevé. Desde el jueves hasta el sábado, como se dice, casi sin comer ni dormir. Pero hizo una platica.

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LA VENTA DE GALLINAS Con esa platica nos pusimos, entonces, después de esos marranos, a comprar pollos, huevos y gallinas. Y me armó un viaje pa’ San Timoteo. Se iba uno por aquí, por el ferrocarril en Motatán, desembarcaba en La Ceiba y ahí agarraba un barco. Bueno, me mandó solito a vender eso. Estaba a buen precio la yema y la gallina, lo vendí bien. Estaba un tío mío en San Lorenzo; me prestó poca, poca, hospitalidad. No sé portó muy bien conmigo. Pero yo vendí todo y me regresé. Cajones y guacales eso lo dejé en el muelle en La Ceiba, no quise embarcarlo en el ferrocarril. Me vine, entregué a mi papá lo que había hecho. Seguimos trabajando muy bien, muy bien. Eso fue, en el año cuarenta y seis, mes de junio, se metió un inviernal, ya teníamos casi el viaje completo.

Actual muelle de La Ceiba (2005)

Como iba contando, el viaje. Uno reunía las gallinas, los huevitos que compraba, los pollos, los enguacalaba y embalaba. Pero eso no era muy fácil, eso no era muy fácil, eso… era muy terrible, vamos a decirlo así. Porque de Japaz, de Japaz, que era donde uno se embarcaba con esos animales pa’ llevarlos al Zulia; de Japaz a Motatán se echaba un día, si la carretera estaba buena, sino había llovido echaba un día uno. Uno tenía que madrugar. Si era que conseguía un camión que lo trajera a Motatán. Madrugar. Y venía llegando a Motatán de cinco o a seis o a siete de la noche. Porque se echaba, de Japaz a Motatán, se echaba más de un día, a veces dos días. Ahora, llegaba uno a Motatán e iba a las oficinas a 56


ver si había puesto todavía en el ferrocarril37. Pero irremediablemente uno tenía que quedarse en Motatán, irremediablemente; porque si llegaba a las dos de la tarde o llegaba a las tres irremediablemente tenía que quedarse en Motatán, porque ya el ferrocarril había salido. El ferrocarril salía a las seis o las ocho de la mañana, después que cargaba todo. Quedaba ahí en todo el medio de Motatán, en todo el medio, ahí donde es la plaza frente a la iglesia.

Motatán. Fuente: pueblosdevenezuela.com

De ahí salía ese ferrocarril. Y ahí donde es el peaje ahorita 38, un poquito más acá, ahí llenaban las calderas de agua. Había un llenadero. Ahí salía e iba por todas esas montañas ahí; Sabana de Mendoza y toda esa lavativa; El Doce, El Trece, El Catorce toda esa lavativa, Santa Apolonia, hasta que llegaba allá. Para hacer ese descargue. Cada quien iba cogiendo lo que era de él. A esperar, ahí en el muelle, un barquito que viniera de Maracaibo. Habían

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En 1887 comienza a operar el «Gran Ferrocarril de La Ceiba» entre La Ceiba y Sabana de Mendoza; ocho años más tarde, 1895, la ruta llega hasta Motatán. Hacia un recorrido de 81,36 kilómetros. Motatán es actualmente la capital del municipio Motatán, se encuentra a 15 minutos de Valera. 38 Se refiere al peaje de Pedraza. 57


unos cuantos, unos cuantos barquitos ahí. Bueno, si había puesto uno se embarcaba. Decía uno: voy pa’ San Timoteo39, pa’ San Lorenzo o voy pa’ Bachaquero, pa’ cualquier parte.

El tren que hacía el viaje de Motatán a La Ceiba era una locomotora de este tipo. (Fuente: FUNDARIVEN)

Pero eso era, eso era terrible. Eso no era rápido como es ahora; ahí aguantaba uno el hambre bueno pues. El ferrocarril llegaba a La Ceiba; uno se embarcaba, si uno salía a las siete de la mañana, si tuviera suerte de salir a las siete de la mañana, en el ferrocarril pa’ La Ceiba iba llegando allá a las once, a La Ceiba40. Iba llegando a las once. Ahí descargaba, a 39

Es un pueblo costero del municipio Baralt, estado Zulia. Tiempo atrás se hablaba de San Timoteo o Moteo de agua y San Timoteo de tierra. Puesto que una parte del pueblo era lacustre, había sido edificado sobre las aguas del Lago de Maracaibo, era un pueblo de palafitos. 40 Mario Briceño Perozo en, La Historia del estado Trujillo, señala: “La Ceiba remonta sus orígenes a los comienzos del siglo XVII, en un tiempo se llamó Pueblo Viejo y por su posición de privilegio a dos kilómetros del Lago de Maracaibo constituyó un puerto de enlace con las provincias de Mérida, Maracaibo y Trujillo. El pueblo le da el nombre al puerto que surgió en 1841 y tuvo un movimiento extraordinario, a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado (XIX) y en buena parte del presente (XX)”. 58


esperar, un buen rato, que llegara San Rafael o cualquier otro barco, embarcar y salir uno. Eso era, muy, muy bravo, pues, muy bravo. Pero uno tenía que hacerlo para buscar las mejoras. Porque yo era uno que a mí no me gustaba el jornal. Me gustaba trabajar, pero no me gustaba jornalear. Porque pa’ mi el jornal era muy bravo.

La Ceiba (2005) Al fondo, se aprecian los silos del puerto.

Llegaba uno a cualquier pueblecito de esos que quedaban por ahí, por la costa: San Lorenzo, San Timoteo. A mí me tocó, no solamente, un viaje, sino que me tocaron unos cuatro viajecito, que dos hice con mi papá. Que, por cierto, mi papá le tenía mucho miedo al agua, mucho miedo. Y en un viaje de esos el barco tuvo problema, se le apagó el motor y a mi papá le dio mucho miedo, mucho miedo; fue y le llegó al Capitán, lo agarró y le dijo: — No me vaya a dejar ahogar. Él creía que era que el barco se iba a hundir. Él era, muy, muy, mucho miedo al agua.

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Después estábamos reuniendo un viaje. Teníamos, recuerdo, teníamos catorce mil huevos, ya reunidos, pollos, gallinas. Entró, eso fue en el año cuarenta y seis, entró una llovezón, en el mes de junio; eso fue una lluvia día y noche, día y noche. Las carreteras se derrumbaron por todas partes, por todas partes. Las gasolineras se cerraron, las pensiones, los hoteles, eso quedó todo cerrado. Desde Motatán quién sabe hasta dónde, Barquisimeto, todo eso. Porque la lluvia fue muy grande. Las yemas que nosotros teníamos; mirá, eso comíamos de distintas maneras, pa’ que no se perdieran todas, pero había que estar botando huevos engueraos todos los días. Bueno, pues, comiéndolo sancochao. Las gallinitas no había ni que echarle tan siquiera, porque eso era una llovezón terrible. Se perdió todo, todo lo que mi papá había hecho se perdió. Recuerdo que de… Tierra e Tinta ahí no se pasaba. Ahí donde llamaban Tierra e Tinta, entre el Puente Real, Puente Gómez, y Japaz. Ahí está ese punto que se llamaba Tierra e Tinta. Eso se derrumbó tan terriblemente que tapó como más de tres kilómetros de carretera. Recuerdo que la primera vez que fui a trabajar en carretera fue ahí. Me dieron trabajo, porque ya estaba, ya era un hombre como se dice, no. Ganando cinco reales apartando con la pala. Porque maquina, pa’ ese entonces, era muy difícil conseguir una maquina para que apartara el barro. Eso era pura pala tirando barro ahí, pa’l barranco pa’ la orilla del río. Ahí entré yo ganando cinco reales. Pero quedamos en la ruina, completamente. No mi papá no mas, eso fue todo, todo en general. Las pensiones, los hoteles, las gasolineras, eso fue terrible en ese año. Después que se normalizó, se vino normalizando como en octubre de ese año cuarenta y seis, el tío mío que estaba por ahí en San Lorenzo41 le ofreció a mi papá ayudarlo, y mi papá aceptó. Ya estaba la cosa normalizada, no muy bien, pero sí. Ya pasaban los carros. Volvimos, con la plata que le prestó el tío mío a mi papá, volvimos a empezar a trabajar. Y… en el primer viaje que reunió me mandó, otra vez solo. Ya estaban haciendo la carretera esta de Motatán al Zulia, ya estaban haciendo esa carretera, la llevaban muy adelantada.

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Población del municipio Baralt, estado Zulia. En 1916, la Caribbean Petroleum Company inicia en San Lorenzo la construcción de la primera refinería de petróleo comercial de Venezuela. 60


Y… yo hice el viaje, pero ya ese viaje no era de nosotros, sino era propiamente de mi tío Julio, porque él era el que había dado la plata. Yo llegué a San Timoteo, eso fue de una vez que me puse a vender, pollo y gallina, con el cajón pa’rriba y pa’bajo, y el montón de gallina, el sartal de gallina. Hasta que conseguí al tío mío… bueno, le dije que yo había llegado con un viaje y ya estaba vendiendo que la venta estaba bastante buena. Anduve por todo eso vendiendo, vendí todo, pues. Me salió bien, porque estaba muy bueno el precio de la yema y de la gallina. Le dije al tío mío, entonces el tío mío me dijo que le diera la plata. Se la dí. Como era de él. Me dijo: — Bueno, ahora usted se va. A… – me dijo – ¿A Luciano no le quedó allá con qué trabajar? — Bueno, yo no sé, no sé; si le quedó o no le quedó – le dije – Lo cierto es que eso lo compramos y me mandó. — Bueno, váyase. Si le quedó a Luciano sigan trabajando. Pero, yo necesito esa plata. Bueno, yo no me vine muy contento. Me dijo: — Llévese esos cajones y se lleva esos guacales. Esos los dejé yo en La Ceiba, también. Porque me dio seis bolívares nada más para que me viniera. Imaginaté. De San Timoteo pa’ llegar a, ahí a Valle Hondo, donde vivíamos, me dio seis bolívares. Dos que pagaba en, hasta a… de San Timoteo a La Ceiba, me quedaban cuatro, y dos que pagaba de La Ceiba a Motatán, me quedaban dos, dos bolívares. De Motatán a Japaz se pagaban cinco reales. Me faltaba, si. Pero, allí en Motatán le dije al chofer lo que tenía. Me dijo — No, pa’llá vale cinco reales. — Bueno, si me quereis llevar por eso me llevais, sino. — No – me dijo – ya estoy full. — Ah, bueno. Esperé a otro, y así fue, hasta que por fin. Uno me dije: — Vámonos, pues, embárquese, vámonos. 61


Bueno. Recuerdo que ahí en los Silos de Monay, ahí había un caminito, que subía uno por Sabana Larga. Ahí me quedé. No fui pa’ la casa, no fui pa’ Japaz, pa’llá pa’ Valle Hondo, sino que me quedé ahí. Y por ahi me fui, por Sabana Larga y llegué a Chejendé, y pasé a San Felipe. Allá me estuve, a que la hermana mía, en San Felipe, hasta que me fui otra vez pa’llá pa’ Valle Hondo. Porque no quería decirle a mi papá lo que me había pasao. Pero me fui. Cuando llegué a Valle Hondo, mi papá me preguntó ¿De por qué me había estao tanto? — No – le dije – fue que me fui pa’ San Felipe. Y la cosa fue así y así y así y asao, y le conté. Aaah, a él también le dio cosa, pues; que el tío mío me había quitao la plata y lo que me había dao pa’ venirme. Y a él no le había quedao nada. Y… para ponernos otra vez a trabajar, con qué. No teníamos. Entonces, tuvimos que buscar trabajo ahí con el mismo cuñao de él. Para que nos diera trabajo a los dos. Yo no, no quise trabajar en ese ingenio, sino que me vine pa’ San Felipe. Me vine pa’ San Felipe fue, también, porque yo buscándole una leña a mi mamá me había dado un machetazo en la pierna, no. En el hueso de la rodilla, ese que tiene uno por encima, ese que le baila que llaman la chocozuela42. Me di un machetazo. Me estuve mucho tiempo con la pierna estirada, no podía encogerla. Un día, ya estando, porque quién me cogía punto en esa tremenda cortada que me había dado, nada. Tenía esa pierna estirada, pero ya estaba sanando, y estaba vendiendo unas piñas ahí en Casecin, en El Bolo; pero yo no me podía parar, porque no se me fuera abrir la herida, pero ya estaba sanando, sanando.

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Dice de la rotula. 62


EL REPORTE EN LA COMPAÑÍA Yo ya estaba sanando de la herida y me iba a vender piña al Bolo, pero todavía con la pierna estirada. Sentao y esa pierna estirada, entonces llegó un hombre y me dijo: — Mira – me dijo – ¿Qué es lo que vos tenes en esa pierna? — Ah – le dije – que me la corté, me pegué un machetazo, pero ya, estoy casi sano; pero no puedo encorrogar la pierna, doblar la pierna, porque se me puede reventar eso. Me dice el hombre: — Eso es lo que te hace falta – me dijo – Que camineis, Y me agarró por el brazo y me jaló. No hombre, me dio ese jalón. La pierna se me dobló y se me volvió a romper la herida. Bueno… ahí le llamaron la atención al hombre por lo que había hecho. Es más, yo me fui en sangre por la herida otra vez, se me abrió eso. Bueno, pero sané, a los días sané, estaba bien, haciéndome remedios ahí, sané. Pero no se me olvidó lo que el hombre había hecho conmigo. Ya estaba sano y caminaba tranquilamente, no tenía ningún impedimento para eso, no. Me conseguí al hombre, por allá, y le reclamé lo que él había hecho conmigo; bueno, llegamos a palabras y tal, que esa me la pagais, la que me hiciste me la pagais. — Como vos querais – me dijo el hombre – Y en lo que se vino, como yo era delgadito, en lo que se vino el hombre a pegarme, lo espere. Sin que él se diera cuenta, él creía que me iba a dar, lo esperé y lo corté. No sé que profundidad de herida le hice, pero lo corté, lo atajé. Él se fue sangrando. Aah pues, yo me vine, de una vez, pa’ la casa y, sin echarle el cuento ni a mi mamá, cogí una ropita y me vine pa’ San Felipe. Ya yo le había dao esa cortada al hombre, me vine pa’ San Felipe, y de San Felipe pa’ El Cumbe43. A donde más podía estar escondio que en El Cumbe, donde el tío mío, mi tío Ambrosio, hermano de mi mamá. A ellos no les conté pero nada, nada, nada. Sino que me puse a trabajar ahí, les dije que yo quería ponerme a sembrar maíz ahí, y que tal. Pero no les conté nada.

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El Cumbe actualmente no existe; éste era un sitio apartado de siembra, que no llegaba ni a caserío. 63


Bueno, me puse a trabajar, a sembrar maíz. Pero al tío mío, si se le puso algo, porque él y que le dijo a la esposa de él, y que le dijo: — Eugenio hizo alguna vaina. Porque ni va pa’ San Felipe ni nada, puro trabajando. Quién sabe qué haría ese muchacho. Yo no le dije nadita. Bueno ahí estuve trabajando, trabajando. Mira, terrible, ay Dios. Parándonos a las dos de la madrugada pa’ venir a trabajar por ahi, donde llaman Agua Viva 44 a’lante de la Llanada de Monay. Nos parábamos a las dos de la madrugada a venir a echar machete por ahi, y a sembrar comiendo puro frijol, más nada, frijol cosido. Y pa’ poder llegar temprano a la casa salíamos a las tres de la tarde. Tenía yo un corte de maíz, que había sembrao, una almuga había sembrao. Estaba el maíz madurando ya, ya bueno, ya se podía pelar. Por eso es que yo dijo, que las cosas, aunque uno no lo crea, pero algo, alguien lo va guiando, lo va dejando que sufra, que sufra, que sufra, pero lo va guiando. De un momento a otro se me vino, a la mente, de no trabajar más. Fui a San Felipe, tenía tiempo que no subía allá y tal, yo pensando de que me podían buscar, no, por lo que le había hecho al hombre, pero no. Subí, bueno, y le dije a la hermana mía. Le dije: — Mirá, allá tengo en El Cumbe una almuga de maíz sembrao. Ya está madurando. Ahi te voy a dejar ese maíz. Trata de recogerlo, que muchos te ayuden, decile a Miguel que te ayude. Yo me voy. Fui me despedí de mi mamá, de mi papá. Y… entonces mi papá me dice: — Allá hay un viajecito, ve. Lléveselo, lo vende, pa’ algo le sirve. Tenía como cinco mil yemas, ahi reunidas pa’ hacer el viaje. Tenía como diez pollos, unas ocho gallinas. Bueno, con ese viajecito me fui. Los huevos se llevaban en cajón, eso bien embalao, bien embalao. Se le ponía primero al cajón una camada de hojas de cambur, bien espicaíta, no. O papel, como uno quisiera o lo que uno consiguiera, trapo. Después de poner esa primera camada, le echaba otra más encima y así iba, pues; y metía, uuuh, bastantes huevos en un cajón, no se le engüeraban ni se partían. Mi papá tenía ese poquito ahí, me dijo: — Lléveselo que pa’ algo le sirven. 44

Dice de otro Agua Viva, no es Agua Viva donde se encuentra la alcabala en la vía hacia el Zulia. 64


Ah bueno, me lo llevé. Ya la carretera esta de Motatán a Lagunillas, como dije antes, esa carretera iba muy adelantada; bueno, en ese viajecito no había que agarrar el ferrocarril, sino un línea que salió aquí en Valera, que se llamó ARC, ya estaba viajando pa’ Lagunillas45. Cobraban de Valera a Lagunillas cinco reales. Bueno, me fui en esa. Llegué a Lagunillas con el viajecito, eso no había nada, nada. Ahí en el mercado no había nada, eso estaba pelao. Eso lo vendí yo muy bien, muy bien, gané pero bastante. Me rindió pues la plata, que no era mía, era de mi papá, pero me rindió. Ya ahí fue cuando me reporté en la compañía, en ese viaje fue cuando me reporté en la compañía. Después, pues claro, le di a mi papá lo que era de él. Pero en ese viaje fue cuando me reporté.

Lagunillas de Agua. (Fuente: cyberjota.net)

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Dice de Lagunillas ubicada en la costa oriental del lago de Maracaibo, estado Zulia. En ésta se asentaban las compañías petroleras Creole, Shell y Mene Grande. Más del 60% de la producción petrolera del Lago de Maracaibo se centra en Lagunillas por contar con los principales yacimientos petroleros de la región. En la primera mitad del siglo XX, Lagunillas fue el mayor productor de petróleo del mundo. 65


Mira, yo siempre insisto en que a uno algo o alguien lo va guiando, como cuando uno guía un carro. Porque… yo en todo ese trayecto, esas etapas, como dije, por primera vez, que viví varias etapas, en ese último viaje que hice para la Lagunillas, con un viajecito. Yo por eso dijo que a uno lo guía alguien, sea Dios, porque tiene que ser, lo va guiando. Sin saber uno, sin darse cuenta. Pero lo va guiando. Yo llegué a Campo Rojo 46 y un hombre en la placita, me dijo: — No le vayas a vender al viejito. Ese era el que compraba todo ahí en Campo Rojo. Todo el que llegaba le compraba él. Me dijo: — Pásate pa’ Pichincha47, que la cosa está muy buena, porque aquí no hay ni huevo. Y así fue. Ahí fue donde vendí gallinas a treinta y dos bolívares, gallinas que me costaron a mí tres reales, un bolívar. Claro, que con el pasaje le salían a uno más caras, agregándole el pasaje, agregándole los días que uno pasaba trabajo, en el viaje. Pero vendí gallinas a treinta y dos bolívares.

Instalaciones petroleras de la Shell Royal Dutch en Lagunillas. (Fuente: cyberjota.net)

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Campo petrolero que pertenecía a la Creole Petroleum Corporation, ubicado en el área geográfica de Lagunillas. Sector residencial de obreros que formaba y forma parte de Campo Rojo. 66


Ya finalizando tenía tres pollos, tenía cuatro gallinas y medio cajón de huevo; era ya lo que me faltaba. Iba yo en la avenida cinco, pa’ agarrar esa parte de ahí, pa’ terminar de vender. Venía… un señor a todo perder, venía pero corriendo. Cuando lo vi, lo conocí. Y dije: — Ese es mi tío. El que viene aquí es mi tío. El tío se llamaba Juan Bautista Delfín. Y entonces, cuando lo veo ya cerca le pedí la bendición. Y entonces, me dijo: — ¿Y qué haceis vos por aquí? Le dije: — Yo ando vendiendo huevos y gallinas, ya voy a terminar. — Yo vengo de la casa – me dijo – pero ese muchacho que le dije que me esperara, no me esperó. Venía muy bravo. Él venía muy bravo, pero muy bravo. Porque el hijo no lo había esperao. Llegó a la casa abuscarlo y no lo consiguió. Y entonces, me dijo: — ¿Y vos no quereis reportarte? Yo, como dije al principio, no sabía de eso nada. Le dije: — ¿Y qué es eso? — Pues, reportarse en la compañía, reportarse en la compañía. Trabajar ahí. — Ah no – le dije – eso bueno, yo voy. ¿Pero a dónde dejo esto que cargo aquí? Entonces, estábamos en la esquina de la avenida cinco, cuando él le dijo: — ¡Mire señor Vicente¡ No le puede dar un laito por ay, para que este muchacho deje estas gallinas. El señor Vicente, era un margariteño muy buena persona, y me dijo: — Como no, deje eso aquí. Meta esas gallinas ahí en el gallinero. Yo mismo se las compro y los huevos también. Vaye a ver si se reporte, y después negociamos. Fui. Y el tío mío me llevó a una oficina donde un señor gringo, de nombre Kele. Le decían el señor Kele, no sé que nombre será ese. Me dio la mano; me dijo que si tenía padre, madre, hermanos, le dije que sí. Que de dónde era, cómo me llamaba, si tenía impedimento físico, le dije que no tenía. Entonces me dijo: — Estira las manos.

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Bueno, estiré y abrí las manos. Y este deo48 con el otro lo llevé pa’ que no me notara, y me quedó así. Pero, diría, aparentemente bien. Pero cuando me dijo: — Abra los dedos. El dedo se me calló. — Ah no, tiene un inconveniente ahí. Bueeno, entonces me dijo: — ¿Pero tiene fuerza ahí? — Sí, si tengo – le dije –. — Déme la mano y aprete. Lo apreté, como para ese entonces tenía fuercecita. Bueno, le gustó el apretón que le di. Y me dijo: — No, si tiene fuerza. Está bien. Pero ya perdía el reporte, ya perdía el reporte. Por ese inconveniente de ese deo. Y me mandó pa’l dispensario, de una vez. En el dispensario me reconocieron. Me dieron otros papeles y me mandaron, otra vez, pa’ donde el señor Kele. Entonces él allá me dijo: — Bueno, ya está reportao. Puede empezar a trabajar. Y le dije: — Mire señor, yo vengo de los Andes, traje un viajecito de huevos y gallinas y los estoy vendiendo; el poquito que me quedó lo dejé por allá en una casa. ¿Me podía dar permiso para irlo a vender, primero? — Como no – me dijo – Entonces empieza mañana a trabajar, empieza mañana a trabajar. Eso fue el dieciséis de junio. Me dijo: — Como no, empieza mañana, pero ya está reportao. Vengase mañana a las seis y media. Uuh, me fui pa’l campo de una vez. Llegué allá donde el señor Vicente, a sacar los animalitos que me quedaban y los huevos. Entonces, el señor Vicente me dijo:

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La acotación del dedo viene porque Eugenio tiene un defecto físico en el dedo índice de la mano derecha, producto de haberse cortado con un machete mientras trabajaba en el jornal. 68


— Yo le compro eso – me dijo – yo le compro eso. Ah bueno, contamos los huevos. A eso sí, le dije: — Voy a dejar un pollo, lo demás si se lo vendo, pero voy a dejar un pollo. Me dijo: — Bueno, como no. — No – le dije – Comprese los pollos, voy a dejar una gallina. Me resolví, en dejar mejor una gallina. Y me fui. Me pagó el señor Vicente todo aquello. Agarré la gallina y me fui pa’ donde la esposa del tío mío. Ellos no sabían que yo andaba por ahí. Pero pa’ no llegar con las manos vacías, les llevé una gallina. Ya esa gallina, uuf, me salía pero regaladísima. Se la llevé. Fui muy bien recibido, y tal y pa’llá. Bueno, les conté, o mejor dicho no les conté, no fue que les conté nada, nada, nada. No les dije nada. Y… me dijeron, que dónde me iba a quedar. Les dije: — Bueno, dormiré allá en el mercado, ahí. — No. Venga, venga pa’ca, vengase pa’ca. No vaya a dormir por allá. Vengase pa’ca — Ah bueno. En la noche si les conté. Les dije que ya estaba reportao. Y así y asao. Ah, me dijeron: — Es que Juan vino y no consiguió a Ramón. Ese hombre se fue muy bravo. — Sí – les dije – él iba muy bravo, y me consiguió por ahí, me reportó. — Ah bueno, como no – me dijo – eso está muy bien, y tal. Y ahora… ¿dónde va ir a comer? — Bueno, por ay, en alguna parte busco. — Bueno, porque aquí le podemos hacer la comida, también. Bueno, yo de eso no sabía nada. Yo lo que tenía, ese otro día, que presentarme al trabajo. Y así fue. A las seis y media estaba donde me dijeron. Ahí fue donde el señor Kele me dijo: — Váyase con aquel hombre, que está allá. Era José Querales. Y de ahí en adelante bueno. Lo de más fue lo de menos. Yo lo que quería era empezar a trabajar. Empecé ganando ocho bolívares. Empecé ganando ocho bolívares, pero 69


al mes de estar trabajando, empecé el diecisiete de junio del cuarenta y ocho, pero al mes de estar trabajando sería que vino un aumento y nos pusieron a diez bolívares. Y después como pude, que ya comenzaron a viajar por esa carretera49; hice una cartica y la mandé para darles a conocer mi destino, pues. En la cartica les avisé que estaba reportao y tal. Quién sabe, si ellos se alegrarían mucho con eso, quién sabe. Pero ya estaba reportao. Y de ahí, ya lo demás lo conté.

25 años después. Eugenio recibe placa de reconocimiento por 25 años de trabajo en la empresa petrolera.

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Se refiere a la carretera que comunica a Trujillo con el Zulia; la cual, Eugenio había indicado antes, ya estaba muy adelanta su construcción. Esta carretera o troncal se culminó en la década de los 50. 70


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