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POESÍA

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NUESTRA COMARCA

NUESTRA COMARCA

Armonía

Fernando Blanco Pradas

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Sobreviviste a lo bello. Ahora ves como el mar fabrica nubes para filtrar el sol y no secarse. El agua es vida en los labios y paz en el cuenco de tus manos. Eso es bondad. Darse el agua. También saber que el cielo puede ser débil, imperfecto. No le pidas abundancia solo que te pruebe. Insistir en la belleza es terrible. Insistir es terrible. Mejor dejar ir. Regalar vida, regalar parte de mi vida para que haya más vida. Llegar hasta la esquina e imaginar cómo continúa. Nos seguimos los unos a los otros. A veces, nos prolongamos. Crezcamos. Con una palabra más cada uno. O dos. O tres. De esta forma, las palabras tejen los árboles: con agua, sol y vida. Dan de comer a las hojas, que así nos hablan, con su danza de aire. Cambian luz por oxígeno. En su sala de máquinas hay clorofila y un libro de instrucciones: letras, palabras y frases con un sentido. Propósito. Un largo recorrido para poder respirar.

Es hermoso a su manera: hacer algo por un reino ajeno y desconocerlo. ¡Gracias! A nosotros, sin embargo, nos toca la consciencia, por eso tenemos manos que buscan más allá de las ramas. El campo abierto: nuestro temor, nuestra oportunidad. El camino como destino. La pregunta como destino. La pregunta como destino.

¿Sabéis? Salir de la arboleda es solo dar una vuelta. Pensamos que eso puede marcar la diferencia: me alejé para ser otro y creamos una nueva vida, acaso otra especie. ¿Fuimos distintos? Podemos creer que los árboles nos purifican y esa es su virtud pero, dudad de ello, quizá también nos dicen que su mayor tarea no es esa sino aguantar la posición. Mantenerse en pie, como nosotros. Para eso caen las hojas: conocer la tierra.

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