CRITERIOS DE SELECCIÓN DE LOS CANTOS DE MISA PBRO. JOSÉ CANDELARIO SÁNCHEZ Director de la Escuela Diocesana de Música Sacra Arquidiócesis de Guadalajara
CRITERIOS DE SELECCIÓN DE LOS CANTOS EN LA MISA El 15 de agosto de 1997, en la LXII asamblea general de la CEM, se publicó el documento “orientaciones pastorales sobre la Música Sagrada”, que preparó la “Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica”, a través del cual se nos dan las motivaciones y a la vez las exigencias que todo ministro de canto, en especial, deberá observar y poner en práctica. Tales orientaciones fueron extraídas de los documentos de la Iglesia universal (Tra le sollecitudini, Musicam Sacram, Sacrosantum Concilium, etc.), para nuestra certeza en la aplicación de tales orientaciones. Nos fijaremos en los aspectos más importantes que nos sirven para la elección certera de los cantos litúrgicos y lo que estos conllevan. CONDICIONES DE LA MÚSICA LITÚRGICA EL TEXTO Debe siempre expresar y estimular la fe en Cristo. No textos VAGAMENTE religiosos o que expresen indudables valores humanos, pero no específicamente cristianos. No deben ser textos con sentido indoctrinante, según justas reivindicaciones socioeconómicas o políticas, pero no propias de la celebración litúrgica. Debe ser fundamentalmente bíblico o inspirado en las Sagradas Escrituras, especialmente en los Salmos y en los Evangelios. Los textos del ORDINARIO, nunca deben ser sustituidos, reducidos o glosados. Se recomienda el empleo de cantos sencillos y populares del “Canto Gregoriano”. Debe corresponder a la finalidad de cada momento litúrgico al que se refiera. LA MELODÍA Aunque se reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana y a la polifonía antigua y moderna, sin embargo, no excluye otros géneros de música o canto; aunque no todos son aptos para alimentar la oración y acompañar lo que expresa el misterio de Cristo. Para que un canto sea apto, debe cuidar que la melodía esté acorde con el texto y con el momento litúrgico en que se va a usar. La melodía deberá ser siempre bella, aun en su sencillez. Nunca profana o que evoque la música mundana o que provenga de ella. Que esta sea capaz de expresar y alentar la oración en sus distintas modalidades. LOS COROS Y LOS MÚSICOS
Que siempre den opción a la participación del pueblo con melodías sencillas.
Que haya un coro, especialmente en las catedrales, basílicas, santuarios y demás iglesias mayores, en los seminarios y otras casas de formación. Es deseable que también lo haya en todas las iglesias, aun en las más modestas, según sus posibilidades. No es una palestra o pasarela de exhibicionismo o protagonismo, sino más bien un ministerio de fe y humilde. Deben crecer siempre en las 3 líneas de formación, a saber: Cristiana, litúrgica y técnica. Una especial atención y cuidado con los grupos y cantores CONTRATADOS. Que hagan una selección de cantos aptos para la liturgia y no solo por criterio y gusto personal o del contratante. Deben ocupar un lugar importante y de participación plena en la asamblea, así como que muestren respeto a la Casa de Dios por su comportamiento y su atuendo personal. Su finalidad es apoyar el canto del pueblo. Nunca, pues, su servicio deberá impedir la participación del pueblo. Será muy importante dar tiempo al ensayo previo a la celebración con la asamblea reunida. LOS INSTRUMENTOS La finalidad de éstos también consiste en apoyar y estimular el canto de los fieles. Facilitar la participación y hacer más profunda la unidad de la asamblea. Hay que evitar todos aquellos que no se adapten a este fin. Cuídese el volumen, cuando es excesivo dificulta la comprensión del texto y cansa a la asamblea. Es posible que en determinados momentos –aptos- de la celebración puedan tocarse “solos” que logren acentuar el ambiente de oración y de fe de la asamblea. Todo instrumento debe callar cuando el sacerdote o ministro pronuncian en voz alta un texto que les corresponda por su función propia. Se reconoce el ÓRGANO como el instrumento litúrgico por excelencia. En el uso de otros instrumentos habrá que tener en cuenta la “aceptación popular” y que este sirva realmente a la celebración sin distraer de sus fines. El uso de medios electrónicos queda totalmente excluido de los actos litúrgicos. Se podrían usar solo para fines de ensayo. LAS CELEBRACIONES Puesto que "el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne" (SC 112), "la acción litúrgica adquiere una forma más noble cuando se realiza con canto (…), la oración adopta una expresión más penetrante; el misterio de la sagrada liturgia y su carácter jerárquico y comunitario se manifiestan más claramente; mediante la unión de las voces, se llega a una más profunda unión de corazones; desde la belleza de lo sagrado, el espíritu se eleva más fácilmente a lo invisible; en fin, toda la celebración prefigura con más claridad la liturgia santa de la nueva Jerusalén…” (MS 5).
Así pues, en el trabajo de la SELECCIÓN DE CANTOS, se requiere: Hacer notar, a través de los cantos, el diferente espíritu de cada tiempo litúrgico. Los pastores como sus equipos litúrgicos se esmerarán en conocer muy bien el espíritu propio del Adviento y la Navidad, la Cuaresma y la Pascua, el Tiempo ordinario y las Fiestas. Se hará notar el sentido especial que tienen las celebraciones dominicales, como día típico de la Iglesia y de la Eucaristía; igualmente el de las demás fiestas eclesiales. Los días ordinarios, aunque con mayor sencillez, pero también requieren ordinariamente del canto. Hay ciertas partes del Ordinario de la Misa que piden especialmente el canto, ya sea por su propia importancia o por su sentido hímnico o aclamatorio. Cada canto debe corresponder al momento celebrativo. El canto de Entrada, a la vez que acompaña la procesión de los ministros, ayuda a formar el sentido de comunidad, y a responder al llamamiento de Dios a fin de celebrar la Pascua de Cristo, en uno u otro de sus aspectos y en la situación vital de la comunidad. No deberá prolongarse después de que ha terminado la entrada de los ministros. El Salmo responsorial, que es la respuesta del pueblo de Dios a la Palabra de Dios proclamada en la primera lectura, tomado normalmente del Salterio, o también un cántico del Antiguo Testamento o del Nuevo. Su mismo nombre de salmo pide que ordinariamente sea cantado, al menos el responsorio. La aclamación a Cristo antes del Evangelio, que es en la mayoría de los tiempos litúrgicos el Aleluya, pide también el canto. Recordemos que se trata de una aclamación festiva, con un versículo evangélico, y no de un canto con estrofas que terminan en un Aleluya, como muchas veces se hace y algunos cantorales proponen. Igualmente recordamos que en ocasiones es muy conveniente repetir la aclamación al terminar la lectura evangélica. El Sanctus y las aclamaciones dentro y al final de la Plegaria eucarística, tienen importancia muy especial, destacándose el Amén con el que el pueblo rubrica y hace suya toda la plegaria. El canto durante el saludo de paz, no es litúrgico. Cordero de Dios, acompaña a la Fracción del pan, y hay que darle especial relieve. Cuando, después del canto de la comunión se canta otro en vez del silencio prolongatorio de la comunión, debe escogerse uno que ayude a esta finalidad, pero téngase en cuenta que lo normal es el silencio. Todas estas últimas indicaciones se han referido a los cantos de la celebración eucarística como la central y más frecuente de la comunidad cristiana. Pero los mismos criterios y los mismos cuidados habrá que tener para los cantos de la celebración de otros sacramentos. Un cuidado muy particular habrá que poner en las celebraciones litúrgicas que tienen un especial sentido social, como en los matrimonios y quince años.
En éstas, el sentido de celebración religiosa de la fe debe absolutamente prevalecer. Con gran frecuencia se escuchan cantos profanos de corte sentimental y amatorio, según el gusto de los novios. En otras ocasiones aparece como un concierto de música al que va artificialmente adosado el rito; hasta se reparten programas con las intervenciones musicales. Todo ello es totalmente ajeno a la liturgia y debe ser proscrito. Los párrocos y demás rectores de las iglesias deberán vigilar los programas musicales que se presentan a los novios y eliminar lo que no sea conveniente. Conviene que los sacerdotes, cuando ayudan a las parejas a preparar el rito de su matrimonio, las orienten para que puedan seleccionar con buen criterio la música y los cantos. Con frecuencia se oye ejecutar música y hasta algún himno nacional extranjero durante la Plegaria eucarística. Esto va totalmente contra el sentido mismo proclamatorio principal de la oración. No tenemos que olvidar que los cantos litúrgicos deben:
Estar de acuerdo al tiempo litúrgico. Dar gloria a Dios. Tener en cuenta el tipo de celebración (Eucaristía, Bautismo, etc.). Que pueda ser cantado por la Asamblea. Tener belleza poética y musical. Que la música sea apropiada para el texto que acompaña. Debe ayudar a la comunidad a expresar y profundizar su fe. Estar de acuerdo a la edad, a la cultura y a la educación de la Asamblea. Fomentar la participación de la Asamblea en la celebración litúrgica. Ayudar a la comunidad para que ésta pueda orar cantando.
¿Por qué debemos escoger bien los cantos para la Misa? Imaginemos que llegamos al cielo, y somos invitados a entrar al coro de los ángeles, los que se mencionan en el Apocalipsis cantando. El Ángel director toma la batuta, y va a comenzar un canto delante del trono de Dios y del Cordero. Toda la creación expectante se prepara para escuchar el poderoso clamor que nos narra San Juan. Pero de pronto a ti se te ocurre que esa frase de: “Digno es el Cordero Degollado, de recibir el poder la Gloria, la Fuerza y la Alabanza” ya está muy trillada, y decides que es hora de introducir una variación, “de tu propia inspiración” que, a ritmo de cumbia, dice más o menos así: “¡Pero qué lindo el borreguito lastimado! ¡Vamos, vamos a festejarlo! La cumbia comienza a sonar, todos vamos a huarachar”.
Insistes en que tu canción es mejor que la del Ángel director y exiges que se cante, porque “tu opinión es muy importante”, y porque “eres muy creativo”. El Ángel director escucha tu creativa sugerencia… ¡Y te manda de inmediato a la otra sección, donde están los ángeles que se la pasan postrados y en silencio! Obviamente ni la letra ni el estilo musical propuestos eran APROPIADOS ni IDÓNEOS para la solemnidad del momento. Cada vez que cantamos en la misa, sucede algo parecido: nos unimos al coro de los ángeles, y ¡humildemente cantamos con ellos! (ojo: no son ellos los que se nos unen humildemente a nosotros, sino nosotros los que, humilde y reverentemente nos unimos a ellos). Por esta razón, los cantos deben ser apropiados e idóneos, porque estamos entrando a una realidad espiritual gloriosa y profunda, y nuestro deber es buscar tocar la mejor música (sal 33, 3), la más idónea, la más hermosa para el señor, y en unión con su esposa, que es la iglesia. Para determinar el valor de un canto en una celebración litúrgica debemos hacer un triple juicio: musical, litúrgico y pastoral. EL CRITERIO MUSICAL La pregunta clave de este juicio es: “¿Es buena la música del canto, desde el punto de vista técnico, estético y expresivo?” Este juicio es fundamental y de preferencia deben hacerlo los músicos competentes de nuestro coro o de la parroquia. Sólo la música artísticamente buena (“la mejor música”, Sal 33, 3) será efectiva y apropiada para la misa. Si nos conformamos con lo barato, lo trivial, o con “la moda” de los cantos populares con el propósito de conseguir una «liturgia del momento» estaríamos degradando la liturgia. En el Concilio Vaticano II, la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, números 114 y 116, nos dice lo siguiente: “Los músicos deben buscar y crear música de calidad para el culto, especialmente los nuevos arreglos musicales para los nuevos textos litúrgicos. Deben también realizar la investigación necesaria para hallar nuevos usos para lo mejor de la música antigua. Deben hallar los medios prácticos de conservar y usar nuestra rica herencia de cantos y motetes latinos”. También es importante que, siendo buena la música, sea también “cantable”, bonita y accesible al pueblo. Pero si bien toda la música litúrgica debe ser buena, no toda buena música es adecuada para la liturgia. El juicio musical es básico pero no decisivo. Quedan los juicios: litúrgico y pastoral.
EL CRITERIO LITÚRGICO La naturaleza misma de la liturgia nos ayuda a determinar qué clase de música se pide, qué partes deben preferirse para cantar, y quién debe cantarlas en cada parte de la misa. Requerimientos estructurales de la Misa Imagínate que el canto de “Señor ten Piedad” lo tocas con toda una orquesta, y que el resto de los cantos de la Misa los tocas solo con una guitarra. ¡Parecería que lo más importante de toda la misa fue el “Señor ten Piedad”! Para evitar eso, debemos realzar la parte más importante de la misa con el mejor arreglo y con el canto más rico posible. En otras palabras, la elección de las partes cantadas, el equilibrio entre ellas, y el estilo de arreglo musical que se use en cada parte deben reflejar la importancia relativa de las partes de la misa y la naturaleza de cada parte. Requerimientos textuales La pregunta CLAVE del Juicio Litúrgico para la selección de cantos es la siguiente: ¿Expresa e interpreta el texto litúrgico correctamente y lo hace más comprensible? ¿Es respetada la forma del texto? Al hacernos estas preguntas, debemos tener presente las clases principales de textos: proclamaciones, aclamaciones, salmos e himnos, y oraciones. Cada una tiene una función específica que debe ser acentuada por la música escogida para dicho texto. Para la mayoría de las partes cantadas de la Misa hay un texto litúrgico oficial aprobado. En estos casos y en la selección de toda la música suplementaria, los textos «deben estar de acuerdo con la doctrina católica, más aún, deben tomarse principalmente de la Sagrada Escritura y de las fluentes litúrgicas» (SC 121). Requerimientos de Participación El Concilio Vaticano II en la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, nos dice lo siguiente: “En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas”. Es decir, no podemos ser “agentes libres” o elegir “democráticamente” cambiar o dejar de apegarnos a estas normas litúrgicas. En nuestro ministerio de música, como en el resto de los “oficios” dentro de la misa, debemos ser obedientes, haciendo “todo aquello” y “solo aquello” que nos corresponde por las normas. Una de las normas es: quiénes pueden y quiénes deben participar en el canto.
La música ha de estar dentro de la capacidad de ejecución de los miembros de la asamblea; es decir, la congregación debe poder cantar, y debe sentirse cómoda y segura con lo que está cantando, a fin de realizar una buena celebración. Uno de los criterios para escoger un canto respecto de otro será entonces, darle prioridad al canto que la congregación se sepa, y si no se lo sabe, repartir hojas para que se lo pueda aprender. También podemos escoger cantos que sean “cantados por el coro", pero solo de conformidad con lo que marque la liturgia, en los momentos oportunos. Es decir, hay cantos en que el pueblo DEBE CANTAR, y otros en que no es necesario que cante. Esto quiere decir que el coro dirigirá al pueblo en la oración cantada, alternando o reforzando el canto sagrado de la congregación. Otras veces, en el curso de la celebración litúrgica, el coro solo cantará obras cuyas exigencias musicales requieren y retan su competencia. EL CRITERIO PASTORAL La pregunta clave del Criterio Pastoral es la siguiente: ¿Capacita la música en la celebración a esta comunidad para expresar su fe en este lugar, en esta época, en esta cultura? Como vemos, el juicio pastoral toma como criterios el lugar, la cultura, la época, y a la comunidad misma que participa. En la selección de los cantos interviene el juicio de si son niños, jóvenes o adultos los que participan, si estamos en una ciudad o en un pueblo, si la gente tiene educación o no la tiene, si son de tal o cual País, etcétera. Es decir, si el canto se incultura o no adecuadamente a la realidad de la comunidad celebrante. El juicio pastoral gobierna el uso y la función de cada elemento de la celebración. Idealmente este criterio lo hace el equipo de liturgia parroquial, y no solamente el coro por separado. La Instrucción de la Congregación para el Culto divino, publicada el 5 de septiembre de 1970, alienta a las Conferencias Episcopales a considerar no solamente la compatibilidad de la música litúrgica con el tiempo y las circunstancias de la celebración, sino también “la situación de los fieles que habrán de emplearla. Por todos los medios deberá fomentarse el canto del pueblo, echando mano incluso de nuevas formas musicales que respondan a la índole de cada pueblo y al gusto actual”. El documento añade que la música y los instrumentos deben «estar de acuerdo con la dignidad y el carácter sagrado del lugar y del culto divino». Conclusión Nosotros, como músicos, podemos juzgar que una cierta composición o estilo de composición es música buena o bonita, pero este juicio musical realmente no dice nada acerca de si esta música puede ser usada o no en una celebración litúrgica. Todos los signos de la celebración litúrgica, incluyendo la música, deben ser aceptados y recibidos por la comunidad celebrante como signos significativos para una experiencia de fe genuinamente
humana, que les acerca de verdad a Cristo, y que les hace una vivencia de fe en la que participan, no como espectadores, sino como parte misma de la celebración. Por eso es tan importante tener, además del juicio musical, los juicios litúrgico y pastoral. Como decíamos, el juicio pastoral puede ser auxiliado por la sensibilidad a las características culturales y sociales del pueblo que compone la congregación: su edad, cultura y educación. Estos factores influyen en la efectividad de los signos litúrgicos, incluyendo la música. Ningún conjunto de regulaciones por sí mismo logrará jamás una celebración verdaderamente pastoral de los ritos sacramentales. Tales regulaciones deben siempre ser aplicadas con una preocupación pastoral por la comunidad que celebra la Misa.
CRITERIOS PARA ADECUAR LOS CANTOS A LA LITURGIA Canto de entrada Es la primera expresión de fe, de unidad, del sentido de la celebración y de la alegría de hermanos que se encuentran entre ellos y con su Padre Dios. La liturgia es celebrada por un pueblo, el Pueblo de Dios; cada uno y todos participan según su función propia. Pertenece al pueblo, en este momento, manifestar su fe y sus alegrías. Criterios Es un canto que facilita la participación de todo el pueblo (no es un canto sólo del Coro que es escuchado por la Asamblea). Debe tener una relación con el tiempo litúrgico o la fiesta que se celebra Debe manifestar la alegría del encuentro de un pueblo reunido para celebrar a su Señor. Es un canto que acompaña la procesión de entrada (conviene que haya una procesión hacia el altar, constituida al menos por el sacerdote y sus acólitos). “Señor ten piedad” y “Gloria” El canto del “Señor ten piedad” (Kyrie eleison) nos ayuda a expresar que el Hijo conoce nuestra condición humana y que venció el pecado del mundo. El himno del “Gloria” es una hermosa Doxología o alabanza a Dios, fruto de la inspiración poética de las comunidades cristianas primitivas. Criterios Estos cantos no son presidenciales: son cantos de la Asamblea. Pueden ser rezados o cantados a dos coros. El “Gloria” no puede ser remplazado por otro canto de alabanza. Debe mantenerse la letra que viene en el Misal, ya que se trata de uno de los más hermosos textos de la iglesia primitiva. Existen formas de cantarlo sin mutilarlo ni alterarlo, y vale la pena adoptarlas o componer nuevas; e incluso recitarlo debidamente, pero en ningún caso seguir cantando que aunque dice “gloria” no tienen nada que ver con este Himno. Cantos interleccionales Nos referimos al Salmo responsorial y al Aleluya (alabad-Yahveh). El Salmo corresponde a la Asamblea que formula su respuesta a la Palabra utilizando las mismas palabras inspiradas por Dios. El Aleluya es un canto de alabanza por el que nos disponemos a escuchar al Señor Jesús que nos habla en el Evangelio.
Salmo responsorial Criterios Para que el Salmo cumpla su función litúrgica no debe ser reducido a una simple lectura: normalmente debe ser cantado, por lo menos la antífona a manera de estribillo. No se debe cambiar el Salmo por cualquier canto religioso: sería empobrecer la Liturgia de la Palabra, ya que el Salmo es un texto bíblico por el cual Dios habla a su Pueblo, y además tiene relación con la lectura bíblica. Canto de prestación de los dones Es un canto de la Asamblea que acompaña este momento en el que se ofrece el pan y el vino que se convertirán en el Cuerpo y en la Sangre del Señor. Criterios Es un canto que lleve el sentir de la asamblea, que ofrece el esfuerzo realizado en la jornada o semana que culmina. Debe expresar necesariamente el ofrecimiento del pan y del vino que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Debe relacionar la vida como ofrenda que se une a la oblación del Hijo por amor. “Santo”, aclamación eucarística y “Amén” El “Santo” que sigue al Prefacio es la mayor aclamación de la Misa; por eso debe ser el primer canto por orden de importancia. La “aclamación eucarística” es la respuesta de la Asamblea a la monición del sacerdote cuando dice: “este es el sacramento de nuestra fe”. Al terminar la Plegaria eucarística, la Asamblea dice “Amén” para unirse a la Doxología expresada por el sacerdote. Criterios El “Santo” no debe ser cambiado por otro canto religioso; debe conservarse la letra que aparece en el Misal (aunque se puede hacer alguna paráfrasis). Conviene que la Asamblea responda con el canto a la monición del sacerdote después de la consagración: “Este es el sacramento de nuestra fe”. La Doxología (“Por Cristo, con Él…) la pronuncia sólo el sacerdote: la Asamblea se une con el “Amén” (puede ser cantado, aunque el sacerdote no hubiera cantado la Doxología). “Padrenuestro”, y “Cordero de Dios” La “oración dominical” puede ser cantada. En tal caso, debe conservarse el texto litúrgico, tal como aparece en el Misal.
Criterios Lo mismo vale para el “Cordero de Dios”. No existe ningún texto litúrgico para el Canto de la paz. Sería preferible no cantar nada durante el rito de la paz para que el saludo pueda ser más espontáneo. Pero si hay algún canto, éste no debe reemplazar al “Cordero de Dios”, que por lo menos debe ser recitado durante el rito de la “fracción del pan”. Tampoco se debe prolongar el canto de paz y el saludo, con el peligro de romper el equilibrio de los gestos.
Canto de comunión Después de las preparaciones y de las insistencias en el Cuerpo de hermanos que formamos en Cristo, resuena la invitación en el Apocalipsis: “Dichosos los invitados a las bodas del Cordero” (19, 9): proclama la participación en la Cena Definitiva que la comunión sacramental es participación en el Reino ya presente, de la comunión con Dios. Criterios El canto de comunión empieza cuando comulga el sacerdote y se prolonga mientras comulgan los fieles, hasta el momento que parezca oportuno. El canto debe expresar, por la unión de voces, la unión espiritual de quienes comulgan, demostrar la alegría del corazón y hacer más fraternalmente la procesión de los que van avanzando para recibir el Cuerpo de Cristo. El contenido del canto ha de ser propiamente “eucarístico” (agradecer la presencia real de Jesús en el sacramento y la comunión que Él realiza en los hermanos). Canto de meditación o acción de gracias En el caso de que se entone un himno después de la comunión ese canto conclúyase a tiempo (para dar lugar a la oración final). Puede ser un Salmo, un himno de acción de gracias, o algún otro canto de alabanza, pero siempre inspirados en la Sagrada Escrituras (aunque no recoja ningún texto bíblico en particular). En caso de celebrarse la memoria de las Bienaventurada virgen María, puede entrar en este momento un canto mariano. Lo mismo si es la fiesta de un santo. En cambio, no sería litúrgico emplear cantos con motivos profanos.
Canto final Es preciso que la Eucaristía tenga una conexión con la vida: que salgan los participantes con un compromiso, con una esperanza, con la sensación de haber crecido en la fraternidad y la decisión de dar testimonio en medio del mundo. No es obligatorio cantar al final, en caso de hacerlo, debe expresar lo mencionado anteriormente (alabanza, gratitud, compromiso, testimonio). También puede entonarse un canto profano cuyo tema sea religioso o el himno del santo cuya fiesta se ha celebrado.