Historiadores de México Siglo XIX

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Colección LINTERNA MÁGICA 1. Laurel. Antología de la poesía moderna en lengua española. Segunda edición. Prólogo de Xavier Villaurrutia. Epílogo de Octavio Paz 2. Francisco Cervantes de Salazar. México en 1554. Presentación de Margarita Peña 3. Terra ignota. La geografía de América Latina a través de cronistas de los siglos XVI y XVI/. Presentación y selección de textos de Josefina Oliva de ColI 4. Safo. Poemas. Introducción, traducción directa del griego y notas de Carlos Montemayor 5. Paul Gendrop. Compendio de arte prehispánico 6. Gustave Flaubert. La educación sentimental. Presentación de Margo Glantz 7. Gabriel Miró. Nuestro padre San Daniel-El obispo leproso. Presentación de Paciencia Ontañón 8. Mateo Bandello. Novelas escogidas. Presentación de Othón Arróniz 9. Michel de Montaigne. Ensayos escogidos. Selección y prólogo de Angelina Martín del Campo 10. Aurelio de los Reyes. Medio siglo de cine mexicano (1896-1947) 11. Honoré de Balzac. Esplendores y miserias de las cortesanas. Presentación de Roberto Páramo 12. Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca. Teatro indiano de los Siglos de Oro. Introducción de Arturo Souto Alabarce 13. El simbolismo esotérico en la literatura medieval española. Estudio, selección y notas de Enrique de Rivas 14. Gustavo Vargas Martínez. Fusang. Chinos en América antes de Colón 15. Katherine Mandsfield. En una pensión alemana. Presentación de Beatriz Espejo 16. Antología de la Antología griega. Presentación, selección y versión directa del griego de Luis Alfonso Maruri 17. Literatura rusa del absurdo. Selección y versión directa del ruso de Rosa María Phillips. Presentación de Armando Partida 18. Leopoldo Lugones. Las fuerzas extrañas-Cuentos fatales. Presentación de Noé Jitrik


Historiadores

de MĂŠxico

siglo XIX


BAJO LA DIRECCIÓN DE MANUEL DE ESCURDIA CON LA COLABORACIÓN DE TERESA SILVA TENA y CARLOS TRILLAS SALAZAR


Historiadores . ~

de MeXICO siglo XIX ~

Selecci贸n, presentaci贸n y notas de

Osear Flores Torres

EDITORIAL ~~~

TRILLAS

M茅xico, Argentina, Espaf'ia Colombia, Puerto Rico, Venezuela

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Catalogación en la fuente Flores Torres, Óscar Historiadores del México siglo x/x -- México: Trillas, 2003. 586 p. ,. 23 cm. -- (Linterna mágica,. 32) ISBN 968-24-6698-9 l. Historiadores mexicanos. 2. México - Historia Lecturas y narraciones. l. t. II. Ser. D- 972.007202'F623hi

LC- FI2IO'F5.41

La presentación y disposición en conjunto de HISTORIADORES DE MÉXICO SlGLO x/x son propiedad del editor. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o trasmitida, mediante ningún sistema o método, electrónico o mecánico (incluyendo el fotocopiado, la grabación o cualquier sistema de recuperación y almacenamiento de información), sin consentimiento por escrito del editor Derechos reservados © 2003, Editorial Trillas, S. A. de C. v., Av. Río Churubusco 385, Co/. Pedro María Anaya, c.p 03340, México, D. F. Te/. 568842 33, FAX 5604 13 64 División Comercial, Calzo de la Viga 1132, c.p 09439 México, D. F., Te/. 5633 09 95, FAX 56 33 08 70 www.trillas.com.mx Miembro de la Cámara Nacional de la lndustria Editorial, Reg. núm. 158

Primera edición, junio 2003 ISBN 968-24-6698-9 lmpreso en México Printed in Mexico


¿Quién no comprende lo que siente un pueblo en el supremo día en que recobra su independencia? Pero, ¿quién sería capaz de Pintar ese goce purísimo, cuando se olvidan todas las penas del pasado y no se mira sino luz en el porvenir; cuando todos se sienten hermanos; cuando hasta la naturaleza misma parece tomar parte en la gran fiesta? VICENTE RIVA

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PALACIO

NORMAS QUE RIGEN LA PRESENTE EDICIÓN

Este trabajo nació con la idea de presentar al estudiante universitario una serie de textos en los que se abordan -a través de sus autores contemporáneos- los hechos históricos y problemáticas fundamentales de México en el siglo XIX. De éstos, consideré hacer una muestra representativa de algunos pensadores e historiadores mexicanos así como extranjeros(as) que actualmente son imprescindibles para conocer el desarrollo histórico del siglo XIX en México. Aunque la selección no es exhaustiva, es decir, no incluye a todos los que quisiera,l sí muestra, creo, una selección parcial de autores nece1 Entre otras ausencias notables puedo mencionar a Justo Sierra O'Reilly, Tornel y Mendívil. Anastasio Zerecera, Tadeo Ortiz, Genara García, Francisco Pimentel, Alfredo Chavera, Francisco del Paso y Troncoso, Eligio Ancona, Crescencio Carrillo y Ancona, Juan Francisco Solís, Juan de Dios Arias, Manuel Cambre, José María Bocanegra, Gonzaga Cuevas, Miguel Lerdo de Tejada, Joaquín Baranda, José Bernardo Couto, Joaquín Gómez de la Cortina, Luis de la Rosa, Vicente de P. Andrade, Enrique de Olavarría y Ferrari, Francisco Sosa, Alejandro Villaseñor y Villaseñor y Jesús García Gutiérrez.

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sarios para el conocimiento de las etapas históricas compendiadas y que conforman el siglo XIX mexicano.2 Paralelamente a éstos, incorporé cinco autores(as) extranjeros(as) que considero útiles para complementar el conocimiento del entorno mexicano antes, durante y después de la independencia de México, y que indudablemente ayudarán a ubicar al lector en los textos subsiguientes. Estos autores(as) son el alemán Federico Enrique Alejandro von Humboldt; la escocesa Frances Erskine Inglis, mejor conocida en nuestra historiografía como Marquesa Calderón de la Barca; la estadounidense Agnes Le Clerq, conocida como la Princesa de Salm-Salm; la austriaca Paula Kolonitz y el español Niceto de Zamacoiz.

Objetivo El principal objetivo de este trabajo es promover y cultivar el espíritu de comprensión histórica en los estudiantes universitarios, y presentar una guía opcional más, al selecto lector sobre obras históricas de México. Para ello es necesario mostrar, no sólo cómo se ven y juzgan hoy los hechos sobresalientes de la vida pasada, sino también cómo vieron y juzgaron esos mismos hechos quienes participaron en ellos. Esto es lo que comúnmente se conoce como historiografía. Entiendo como historiografía para fines de este trabajo, la escritura de la historia de México a lo largo de este siglo y la búsqueda de un significado de esa historia en su momento, es decir, cómo se reconstruye el discurso histórico a través del conocimiento del pasado.3 Los libros de Historia de México que ahora se utilizan en las insti2Existen pocos trabajos que han hecho el intento de cubrir un espacio teórico, histórico y biográfico, sobre los historiadores mexicanos y sus trabajos en el siglo XIX. Éste es un intento más, que se suma a un camino poco recorrido. Uno de ellos es el de Ernesto de la Torre Villar en su obra Lecturas históricas mexicanas, editada en México en 1966 por Empresas Editoriales, y con una nueva edición del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, en 1994. Obra conformada en cinco volúmenes, dedica el volumen II a los escritores más renombrados del siglo XIX mexicano. Sin embargo, fuera de ciertas publicaciones especializadas en temas del siglo decimonónico, carecemos de una guía que permita reconocer las numerosas escuelas y tradiciones fundadas por los historiadores mexicanos. Tampoco hay un libro que describa sus contribuciones y señale los perfiles de su trabajo. La presente obra no aspira a llenar esas lagunas, pero sí es un paso en esa dirección: rescatar en parte esta tradición por la investigación histórica en México. 'Entre otros estudiosos en México sobre el nacimiento de la historiografía como una herramienta más de la ciencia histórica, tenemos a Alfonso Mendiola, quien nos comenta lo siguiente: "El descubrimiento de la ciencia de la historia en escritura posibilitó el nacimiento, en la segunda mitad de este siglo, de la historiografía. La pregun-


/. Normas que rigen la edición

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tuciones de educación superior ofrecen el punto de vista actual de nuestro pasado. En esta investigación denominada Historiadores de México siglo XIX se presentan una selección de documentos con los puntos de vista de quienes fueron actores de ese pasado. Con este tipo de antología se pretende complementar y edificar una conciencia en el lector del vasto y rico panorama historiográfico que posee México, en este caso, en una etapa de su historia. Me refiero al siglo XIX. Hay que recordar que la historiografía es también el estudio del modo de leer los documentos, y no sólo es estudio de los libros de historia. Los autores y autoras seleccionados mantienen concepciones históricas, filosóficas, estéticas y artísticas muy diversas, las cuales al ser confrontadas en el transcurso de una atenta lectura, permitirán alejarse de un enfoque unilateral y dogmático. Es indudable que predominan ciertas corrientes historiográficas en este trabajo sobre otras igual de importantes. Sin embargo, la propia limitante de una obra antológica corno ésta, explica en un primer momento la necesidad de hacer una selección del universo existente. En segundo lugar (y con base en lo dicho arriba), quiero aclarar que otorgué prioridad a los autores(as) y textos considerados por los especialistas corno clásicos e imprescindibles para el conocimiento general de este periodo histórico. Esto quiere decir que se dio preferencia a estos autores y autoras sobre los textos de historia regional. Finalmente, es indudable que la mayoría de estos escritos reflejan sobre todo las temáticas historiográficas de corte político, militar y de regeneración social que impulsó la independencia y la esperanza de crear una nueva nación sólida y respetada en el concierto internacional. Las lecturas, corno en toda obra antológica, responden a ciertos criterios que ahora explicaré. ta actual es cómo se escribe la historia, y no cómo se conoce el pasado. Es decir, el problema actual es cómo le comunico a alguien por medio de enunciados algo acerca del pasado, y no cómo un sujeto (historiador) conoce un objeto (el pasado). Este nuevo planteamiento impide la ilusión de pensar que el pasado habla por sí mismo. Ahora se parte de que alguien habla del pasado, a partir de enunciados que alguien construyó (fuentes), y dirigiéndose a otro interlocutor que lo escucha. Hay que destacar que tanto el hablante como el oyente son seres históricos, es decir, que están situados social-históricamente. A partir de estos años la historia como ciencia debe ser entendida históricamente. Éste es el modo peculiar en que la historiografía reflexiona sobre la escritura de la historia." Véase Alfonso Mendiola, "Una relación ambigua con el pasado: la modernidad", -en Tiempo y Escritura. La primera revista electrónica de historiografía en México, México, 1998. Esta idea también es ampliamente desarrollada por Michel de Certeau en La escritura de la Historia, Departamento de Historia, Universidad Iberoamericana, México, 1985.


8 Normas de selección De la inmensidad de testimonios de la vida mexicana que se conservan en archivos y bibliotecas, tanto nacionales como del extranjero, seleccioné algunos de los más importantes y característicos del siglo XIX. Los documentos abarcan todas las facetas de la cultura de la época: política, economía, instituciones sociales, religión, filosofía, ciencia, arte y letras. Los trozos selectos son por lo general contemporáneos de los sucesos que atestiguan. Sus autores, en la gran mayoría de los casos, hicieron, vieron, padecieron o anhelaron lo que refieren. Como es de suponerse, redactaron estos documentos personas de la intelligentia social, en cada una de las etapas descritas. Los documentos que se van a analizar representan el mayor número posible de fragmentos de diversas formas documentales: historias, crónicas, memorias, cartas, textos jurídicos, actas e informes de gobierno, noticias y comentarios periodísticos, obras filosóficas, religiosas, científicas y literarias. Es decir, ejemplos de toda clase de huellas escritas que difieren entre sí por su origen, su contenido, su finalidad y su forma y concuerdan por ser fundamentales para el conocimiento de la historia de México.

Normas de presentación El material está estructurado bajo una presentación temática. Al tema de la etapa inicial del siglo denominada "Historiadores de la economía, política y sociedad" (etapa que abarca los años de 1803 a 1840), le seguirán los referentes a los "Historiadores de los conflictos internacionales (1835-1867)", posteriormente los "Historiadores de la política y la sociedad", periodo que transcurre de 1840 a 1880, y finalmente, a los historiadores del México en busca de la reconciliación nacional: el porfiriato. Cada lectura va acompañada de una breve explicación de la obra, con la información biográfica más sucinta,4 a fin de que el lector tenga

4Esta información (biografía y producción histórica del autor) fue tomada de una gran diversidad de fuentes. Aquí puedo mencionar en primer lugar el Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México, 4 vals., 6a. ed., Porrúa, México, 1996. Después, en segunda instancia, están en casi todas las obras mencionadas (en reediciones modernas) los comentarios y notas sobre el autor y su obra hechas por estudiosos sobre el tema. Finalmente, esta información se cruzó y se actualizó con datos obtenidos en numerosas fuentes, como periódicos y revistas, y por supuesto, de la internet, donde numerosas revistas y editoriales mexicanas tienen su contenido en


1. Normas que rigen la edición

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noticia de la cantera de que se tomó el trozo documental, del autor o autores del mismo y de su valor testimonial. Se aspira con ello a fijar la atención del lector sobre los temas fundamentales que se abordan, sobre los problemas cardinales a que se enfrentan y sobre los datos más relevantes de la vida y la obra de los autores de los textos respectivos. Algunos documentos por ser de gran valor en todas sus partes los presento íntegramente, como lo es el caso de "Apuntes para mis hijos" de Benito Juárez; otros, sólo se dan a conocer fragmentariamente. En este caso, se espigan sus mejores párrafos, nunca se resume el contenido del texto original. Es importante aclarar que la mayoría de todos los escritos se presentan tal y como fueron publicados originalmente, esto es, en castellano. Cuando no se pudo conseguir la edición original, se recurrió a las ediciones consecuentes o bien, más recientes y de mayor divulgación, reconocidas por su seriedad y prestigio académico. En el caso de los cinco fragmentos redactados originalmente en otra lengua que no sea la castellana (alemán e inglés), se ofrece aquí la mejor versión española de que se tuvo noticia. Los textos que presento fueron escritos, en la mayoría de los casos, por autores contemporáneos de los sucesos narrados. Aunque he de aclarar que incluí textos de investigación histórica sobre asuntos referentes al pasado prehispánico, relacionados con el periodo colonial y reflexiones filosóficas sobre la caracterización del mexicano y su obra. En los cuatro temas, los cuales están diferenciados cronológicamente, se incluyen sólo textos escritos durante cada periodo histórico. En otras palabras, los textos incluidos en el primer tema, referente al periodo histórico de 1803 a 1840, abarca sólo los escritos y publicados durante ese mismo periodo, y así sucesivamente en los otros tres temas. Admito que existen algunas excepciones, en otras palabras, autores que escribieron años después sus impresiones y memorias de un pasado reciente. Sin embargo, debido a los asuntos que abordan y el haber sido testigos y actores de los acontecimientos narrados, decidí incluirlos en ocasiones en periodos cronológicos anteriores a la aparición de sus publicaciones, ya que ayudan a dar continuidad al resto de los textos seleccionados.

línea. Al igual que las revistas, está la información proporcionada por los cursos y diccionarios editados por este y otros medios por las Instituciones de Educación Superior de México. Todas estas referencias aparecen cuidadosamente mencionadas en el texto previo e introductorio de cada uno de los documentos presentes en esta selección, con el fin de que el lector se remita con el ellas sin mayor dificultad.


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Tampoco he dudado en incorporar en esta antología a autores que proceden de campos temáticos distintos de la historia propiamente dicha. Campos distintos pero no ajenos, como el caso de los que destacan en el terreno de las memorias, impresiones de viajes y descripciones artísticas, además, el aval de la fecunda actividad artística, filosófica o literaria que las suscita. Quiero agregar que esta selección de autores sobresalientes de nuestra historia mexicana, están condensados, en su mayoría, en una serie de obras de difícil acceso. Si bien este material puede ser considerado como una historiografía del periodo en cuestión, otros textos pueden considerarse en su valor documental como fuente histórica directa. Este trabajo no pretende ser una historiografía exhaustiva sobre el dilatado periodo del siglo XIX, sino todo lo contrario. Yalo dije antes, soy de la idea que cada lector disfrute por sí mismo los textos seleccionados, y a través de la presentación del autor y sus obras, profundice -eso sí- en la obra de cada autor, si así lo estima conveniente. La presentación del marco histórico-historiográfico que detallo a continuación pretende ser sencillo y de fácil entendimiento, por esto, la bibliografía secundaria no es extensa. Ello se debe a que preferí leer y analizar a los propios protagonistas de ese pasado, que mencionar a las innumerables publicaciones especializadas.

11. HISTORIADORES DE LA ECONOMÍA, POLÍTICA Y SOCIEDAD,

1803-1840

Ernesto de la Torre Villar comenta que la historiografía del México independiente está marcada por el tránsito de lo colonial a lo nacional. No hay duda alguna en su aseveración. Dos son las tendencias historiográficas que partiendo de una misma raíz, la concepción colonial vigente, se unen y se bifurcan para dar paso a la actitud de los diferentes sectores económico-sociales, ante el proceso de independencia. Una, considera que el régimen virreinal tuvo aspectos positivos, sin embargo, no deja de señalar la existencia de perceptivos defectos políticos, económicos y sociales. La segunda se aferra al sistema colonial del cual se benefició y recibió pinglies ganancias, y ante el proceso violento de la guerra desatada por los conspiradores lidereados por el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla, se transforma en una concepción defensiva, violenta y sangrienta contra todo indicio de cambio del status qua. Este proceso ideológico se percibe claramente a fines del siglo XVIII


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con la postura del obispo Abad y Queipo. Este obispo señaló al rey las notables fracturas y resentimientos que percibe en el mundo colonial novohispano. Es un proceso acicateado por uno de mayor envergadura que presenta en Europa dos frentes: el primero, la renovación del pensamiento filosófico y el aprovechamiento de los nuevos métodos científicos; el segundo y producto del primero, la consolidación del absolutismo en Europa (el robustecimiento del poder del monarca en un ambie;}te secular generalizado), cuyo impacto es la limitación a las actividades y a las funciones de la Iglesia católica. Los proyectos de renovación científica estimularon numerosas expediciones y viajes de estudio hacia el Nuevo Mundo. Unos organizados por la Corona española, otros emprendidos individualmente, incluso por extranjeros. Existió una tendencia hacia la observación y sistematización de todos los fenómenos, así como de los conocimientos. Por ello, se dieron disposiciones generales que mandaron recoger de los territorios de ultramar todos los materiales posibles para escribir una historia del imperio español. El viaje del científico alemán Alejandro von Humboldt a los territorios hispanos de ultramar, se inscribe en esta nueva corriente cientificista. En efecto, tras largos años de intentar una audiencia con los reyes españoles Carlos IV y María Luisa, Humboldt logra presentarles en marzo de 1799 su proyecto de viaje a los territorios hispanos en el Nuevo Mundo, para realizar observaciones de la naturaleza y del impacto de los pueblos en ella, hasta ese entonces desconocido por los europeos. Finalmente, obtiene del joven ministro Mariano Luis de Urquijo, un pasaporte no oficial pero excepcionalmente generoso para recorrer el vasto imperio español de ultramar. Viaja a Las Canarias, a La Habana, a la Capitanía General de Caracas, al virreinato de la Nueva Granada y Reino de Quito, al virreinato del Perú y finalmente a la Nueva España, a la cual llega por mar al puerto de Acapulco el 23 de marzo de 1803. Sus agudas observaciones políticas, sociales, económicas y geográficas sobre la Nueva España son publicadas años después en el libro titulado Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España; referencia obligada para todo aquel que quisiera conocer con detalle esta parte del mundo, cuando menos hasta la primera mitad del siglo XIX. Las observaciones de Humboldt exaltaron el imaginario de la clase política criolla, quienes consideraron que México y su riqueza mal administrada por los españoles, podría ser mejor administrada por ellos una vez que se desembarazaran del tutelaje europeo. En este imaginario, se consideraba la posibilidad de crear una de las naciones más vastas y ricas del mundo occidental. Sus observaciones sobre el sector minero, uno de los


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más productivos y representativos de la economía novohispana, alentó esta visión: Cuando sucede estar así estancado el comercio exterior, se despierta por un momento la industria mexicana; y entonces se empieza a fabricar acero y a hacer uso de los minerales de hierro y de mercurio que encierran las montañas de América: y entonces es cuando, ilustrada la nación acerca de sus propios intereses, conoce que la verdadera riqueza consiste en la abundancia de los objetos de consumo, esto es, en la de las cosas y no en amontonar un signo que las representa. Durante la penúltima guerra entre España e Inglaterra, se ensayó ellaborío de las minas de hierro de Tecalitlán, cerca de Colima, en la intendencia de Guadalajara. El Tribunal de Minería gastó más de 30000 pesos para extraer el azogue de las vetas de San Juan de la Chica; pero poco duraron los efectos de un celo tan laudable; la paz de Amiens puso fin a tales empresas que parecían dar al trabajo de los mineros una dirección más útil para la prosperidad pública. Apenas se restablecieron las comunicaciones marítimas, cuando se volvió a preferir el comprar en los mercados de Europa el hierro, el acero y el mercurio. A medida que se aumente la población en el reino de México y que sus habitantes, dependiendo menos de la Europa, comiencen a fijar su atención en la gran variedad de producciones útiles que encierra el seno de la tierra, irá mudando de semblante el sistema dellaborío de las minas. Una vez ilustrado, el gobierno alentará los trabajos que se dirijan hacia la extracción de las substancias minerales de valor intrínseco; los particulares dejarán de sacrificar sus propios intereses y los públicos por preocupaciones inveteradas, y conocerán que el beneficio de una mina de carbón de piedra, de hierro o de plomo puede llegar a ser de tanto producto como el de una veta de plata (Humboldt, 1991, p. 320).

Una referencia de suma importancia acotada por Humboldt y característica de la forma de manejar la economía en la Nueva España -y tal vez ampliada al mundo hispano- fue la falta de compañías de accionista a costa de individuos particulares -poco creativos y despreocupados de sus empresas-, apoyados y subsidiados por el omnipresente Estado español y su consiguiente sistema colonial. Humboldt comentó: ... debemos repetir que las mudanzas no pueden ser sino muy lentas en un pueblo que no gusta de novedades, y en donde el gobierno tiene tan poco influjo en los laboríos por pertenecer éstos a individuos particulares y no a compañías de accionistas. Hay además la preocupación de que las minas de Nueva España, por ser tan ricas, no exigen en su administración aquella inteligencia y economía que son necesarias para la conservación de las de la Sajonia y del Harz (Humboldt, 1991, p. 370).


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En efecto, a principios del siglo XIX, la Nueva España experimentaba un boom económico sin precedentes, sin embargo, una riqueza que sólo acumulaban ciertos sectores sociales y que se repetía el esquema a ciertas zonas geográficas y a localizados enclaves económicos, como fue la minería. La polarización social que acentuó el crecimiento de la economía fue factor fundamental de la guerra por venir. Miguel Ramos Arizpe, diputado ante las Cortes de Cádiz en 1811 por parte de la olvidada provincia de Coahuila o Nueva Extremadura, una de las cuatro Internas del Oriente -las otras tres eran el Nuevo Reino de León, Nuevo Santander y Texas o Nuevas Filipinas-, exponía ante las Cortes el abandono y el desinterés de los gobiernos españoles por su seguridad y estímulo económico. Ramos Arizpe escribió en 1811: El poco interés o abandono con que los gobiernos pasados han visto por siglos enteros aquellas vastas provincias, hace que V. M. carezca de una idea exacta de su localidad, extensión, clima, producciones naturales, población, agricultura, artes, comercio y administración, sin haberse cuidado hasta ahora en lo político sino de mandar a cada una de ellas un jefe militar con el nombre de gobernador, que sin saber cuando más otra cosa que la ordenanza del ejército, gobierne con mano militar su provincia y dirija despóticamente todos los ramos de la administración pública. Tal y tan monstruoso estado de cosas, me obliga a difundirme un poco, tocando rápidamente cuanto crea indispensable para poder dar idea de lo que son por su naturaleza aquellas envidiables provincias; de su estado civil y político, de los males que sufren, y de las mejoras que necesitan para llegar en breve al colmo de una prosperidad que acrece necesariamente la general de la nación, no dudando un momento, que V. M. se resuelva a adoptar las medias a que han sido siempre acreedoras, y que ahora reclaman por mi voz, fundándolas en principios de justicia y conveniencia (Ramos Arizpe, 1991, pp. 17-18). El documento que presentamos de Ramos Arizpe es fundamental para conocer este descontento y el estado de cosas al que había llegado el sistema colonial. Los historiadores posteriores lo confirmarán en sus disertaciones sobre las causas del movimiento de independencia y el transcurrir de las esperanzas halagadoras a las descorazonadoras del México independiente de los primeros años. Los historiadores más notables de este periodo fueron el fraile dominico Servando Teresa de Mier y Noriega y Guerra, el oaxaqueño Carlos María de Bustamante, y los guanajuatenses José María Luis Mora y Lucas Alamán. Fray Servando Teresa de Mier es uno de los testigos más conspicuos de las vicisitudes que trajo consigo la guerra de independencia y su im-


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pacto en la vida de los patriotas. Apologista de la independencia con sus discursos encendidos, nos dejó en sus Memorias y en su Historia de la revolución de la Nueva España, antiguamente Anáhuac, o verdadero origen y causas de ella, con la relación de sus progresos hasta el presente año de 1813 (1813), descripciones de sus innumerables prisiones y andanzas, donde justifica de una manera clara y vigorosa la independencia de nuestro país. Por su parte, a Carlos María de Bustamante le tocó conocer de cerca los incidentes de 1808 y saber de la detención de sus amigos; defendió a los conjurados michoacanos de 1809 y figuró después entre los partidarios de Morelos. Para regir a México, elaboró un proyecto constitucional, hoy perdido. Fue diputado al nacer la república (puesto en el que se mantuvo largos años) y editor de varias obras dedicadas a la historia antigua, como la de Sahagún, donde dejó innumerables comentarios en todo el transcurso de la obra, no del todo atinados. Si bien su obra escrita es compleja por su heterogeneidad (patética y sublime, a juicio de sus biógrafos), en esta ocasión he seleccionado parte de su trabajo intitulado Cuadro histórico de la revolución mexicana (1844), donde se muestra claramente una tendencia historiográfica bien capitalizada por él, me refiero al inició de una historiografía de exaltación a los héroes que otorgaron su vida (en pos de un ideal) durante la guerra que terminó dando la independencia a México en 1821. En otras palabras, el inicio de una historia patria. El yucateco Lorenzo de Zavala fue el censor más ardiente del pasado español y de todo aquello que lo representaba. Activo insurgente, le costó la prisión en San luan de Ulúa entre 1814 y 1817. Perspicaz, político liberal y autodidacta, cultivó el francés y el inglés. En sus viajes al extranjero, descubrió en su labor inquieta un mundo diferente fuera de México, el cual -a su juicio- fue escondido y censurado por las autoridades españolas. En este mundo tradicional preservado en México, era de donde tomaban sus privilegios las instituciones insignes de aquel orden (léase iglesia y militares). Una vez declarada la independencia, estas instituciones fueron heredadas, por lo que según él, debían de ser eliminadas y dar paso a una sociedad nueva, más dinámica, inquieta y abierta al conocimiento exterior, tal y como era su percepción. Zavala fue el redactor del optimista discurso preliminar de la Constitución Federal de 1824. De forma paralela, Zavala organizó las logias masónicas del antiguo rito de York, el cual a diferencia de las 10gias masónicas de rito escocés, fue dispensado de toda etiqueta y distinción entre sus miembros. Como gobernador del Estado de México en 1827 y 1828 intentó, en vano, acabar con la desigualdad al atacar


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la superstición enraizada en el pueblo. Desesperado por la falta de condiciones sociales y políticas para desarrollar su programa, salió al exilio en 1830 y viajó por Estados Unidos, donde confirmó su admiración por el modelo de sociedad estadounidense (nación de propietarios individuales, grandes empresarios y ausencia de desigualdades sociales), y su escepticismo frente al atraso social en México. Volvió a México en 1832, ocupó altos cargos públicos donde de nuevo quedó decepcionado del poco interés popular por las reformas liberales que propuso e intentó aplicar. Decepción que lo llevó a vivir en sus vastas posesiones texanas y promover las juntas independentistas entre los colonos anglosajones. En 1836, cuando se declaró la independencia de este país, Zavala fue declarado vicepresidente, cargo que ocupó hasta su muerte al año siguiente. Final congruente con su pensamiento: "creyó ingenuamente -nos dice De la Torre Villar- en los postulados liberales de los estadounidenses pero no penetró sus ocultas miras imperiales"; terminó renegando de su patria, y sacrificó los valores intrínsecos de la historia de México por un presunto progreso universal y materialista que sería, a fin de cuentas, enemigo feroz de nuestra evolución políticosocial en el siglo decimonónico. Su Ensayo histórico sobre las revoluciones de México desde 1808 hasta 1830 (1831-1832), Y la obra intitulada Viaje a los Estados Unidos del Norte de América (1834), así lo demuestran. José María Luis Mora, el pensador liberal más destacado del partido del progreso, nos heredó una de las disecciones más agudas sobre la sociedad que le tocó vivir. Lo que fue feroz crítica en Zavala, en Mora fue análisis meticuloso. El tránsito entre lo colonial y el México independiente quedó plasmado en su razonamiento sobre las corporaciones militar y religiosa. Las herencias coloniales a combatir estaban, a su juicio, en la empleomanía, los estamento s cerrados, la educación y por supuesto, en la influencia extranjera -principalmente francesa- que corrompía la estructura familiar, de valores y costumbres heredadas, para bien, de la colonia. El ejemplo más palpable es su disertación sobre la mujer mexicana y su relajamiento moral ante la moda de las costumbres foráneas. Su postura sobre la regeneración económica de México, se basó en la desamortización de los bienes eclesiásticos, proyecto prematuro que sería retornado por los reformistas de los años cincuentas y sesentas del siglo XIX. Por su parte, Lucas Alamán, el ideólogo -y empresario públicoconservador más brillante de la América hispana durante toda la primera mitad del siglo XIX fue un juez severo del estado manifiesto de anarquía y caos provocado en todos los territorios hispanoamericanos, a consecuencia de las guerras de independencia y su posterior libera-


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ción política. Alamán concibió la guerra de la independencia corno el inicio de la destrucción del país y de la sociedad. De 1810hasta su muerte, el país no había recobrado la paz, la organización ni el impulso económico esperado. He ahí el sello de su obra -Disertaciones (18441849) e Historia de México (1849-1852)-, y el intento en su labor política y empresarial para recobrar el ansiado orden social. Mentor del partido conservador (ya se le llamaba así al partido a partir de 1840), empresario público y privado, fue también partidario de fortalecer las corporaciones militar y eclesiástica, únicas organizaciones -que a su juicio- darían rumbo, disciplina, orden y cohesión al país. Partidario de las corporaciones -con excepción de las comunidades de indios-, no estaba en contra de la iniciativa y la propiedad individual, ya que confiaba en la clase propietaria. Al final de su vida, su pesimismo sobre el futuro de México, lo obligó a proponer y apoyar la dictadura militar, guiada más por administradores que por políticos. Finalmente, incluí en este primer apartado a Frances Erskine Inglis, mejor conocida en la historiografía mexicana corno Marquesa Calderón de la Barca. Su obra La vida en México, durante una residencia de dos años en ese país (1843), es a juicio de Felipe Teixidor, la mejor obra que extranjera o extranjero haya escrito sobre el México independiente del siglo XIX. En efecto, esta talentosa y perspicaz escocesa protestante -casada con el primer ministro plenipotenciario de España en México-, dejó a la posteridad durante su estancia en México, un retrato sin igual de la vida cotidiana de la sociedad de este país entre 1839 y 1842. Sin embargo, tan pronto fue conocido en México, el libro y la autora fueron mal recibidos por los políticos y escritores mexicanos (Altamirano, Frías y Payno entre otros) que veían en su obra un dechado de imprecisiones, burlas, prejuicios y falsedades con el fin de desprestigiar a México ante el concierto de las naciones. Altamirano comentó en 1868: "Después (de Humboldt) casi todos los viajeros nos han calumniado, desde Lowernstern y la señora Calderón de la Barca hasta los escritores y escritoras de la corte de Maximiliano, que especulan con la curiosidad pública, vendiéndole sus sátiras menipeas contra nosotros." La historia de este periodo ofrece gran variedad. Encontramos en sus autores criollos un análisis penetrante de la sociedad en la que vivían, así corno las imperfecciones que achacaban al viejo sistema colonial, del cual, para muchos de ellos, era la fuente donde brotaban los males de ese momento. Sus obras y sus posturas impregnadas no sólo de la filosofía de la época, sino también de la tendencia historiográfica del momento, como lo fue la historia ilustrada y romántica, aprueban o desaprueban el pasado colonial y la guerra de independencia. Esta


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de conflictos

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última, desaprobada por muchos de ellos -cuando menos en su primera fase destructiva y popular, con Hidalgo-, fue un mal necesario o en el peor de los casos, un hecho consumado al que había que aceptar y ponerse a construir una nueva nación. Nostalgia encontramos también por los tiempos idos, pero también desprecio e imputaciones sobre el sistema político colonial decadente y corrompido que se derrumbó en 1821. Un nuevo horizonte se yergue ante sus ojos y reflexionan ante él y proponen medidas para lograr un futuro menos fortuito. Sus ensayos son reflexiones penetrantes sobre la sociedad mexicana en plena transición, desde Humboldt hasta Calderón de la Barca, pasando por los historiadores mexicanos más conspicuos corno Mier, Bustamante, Zavala, Mora y Alamán. En este análisis de la transición, aciertan en el diagnóstico de los males mexicanos, aunque cada uno de ellos le da diferente valoración a éstos. Detectan sus causas, pero con interpretaciones distintas; sus propuestas a los remedios son igual de diferentes. No nos sorprenda, los autores(as), corno cualquier ser humano, están dotados de diferente sensibilidad, de distinta formación y sirven igualmente a intereses no siempre comunes. Sin embargo, hay algo que los distingue y los hace ser los autores fundamentales para conocer este periodo. Ernesto de la Torre Villar nos lo comenta: Los unifica el deseo de libertad, de independencia, de engrandecimiento sus escritos revelan ese anhelo. Están tocados por la pasión pese al tono razonador y filosófico que a veces adquieren. Todos actores y testigos de la gestación de la nueva república, le ofrecieron lo mejor que tenían, trataron de formada. De sus esfuerzos nos hablan sus escritos, vivos, agitados, cálidos, como la sangre que se lanza por todas las venas cuando el corazón se conmueve y no basta la inteligencia a serenado. Así con sus páginas, semejantes a las de la conquista: igualmente valientes y valiosas.'

y

111. HISTORIADORES INTERNACIONALES,

DE LOS CONFLICTOS

1835-1867

Después de los historiadores de la independencia, los amantes de Clío forjaron una tendencia historiográfica en México entre los años de 1835 y 1867, que se dedicó a narrar y reflexionar los hechos relacionados con 'Ernesto de la Torre Villar, Lecturas históricas mexicanas, México, 1994, p. 67.

vol. 1, UNAM-I1H,


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las intervenciones militares extranjeras; esta corriente historiográfica hizo ver a toda una generación de mexicanos que las esperanzas de construir una patria fuerte y vigorosa, respetada por las naciones del orbe, encarnaría un camino lleno de vicisitudes y dolor. Las intervenciones extranjeras estarán al orden del día. Después de una lucha larga y desgastante entre 1810 y 1821, que dejó a la economía mexicana postrada y expulsó al capital español, la nueva nación fue presa de constantes agresiones extranjeras. Los motivos fueron variados: filibusterismo en la frontera norte, intentos de reconquista (guerra contra los españoles encabezados por el general Barradas en 1828), aspiraciones independentistas (guerra de Texas en 1835-1836), defensa de los intereses de sus connacionales y cobro de deudas (ocupación de Veracruz por la armada francesa en 1838), expansionismo territorial (guerra contra Estados Unidos en 1845-1848), jactancias imperiales (ocupación francesa e imperio de Maximiliano entre 1862-1867), entre otros. El resultado, la separación de México de todos los países que conforman ahora Centro américa en 1823, la independencia de Texas en 1835, la guerra con Estados Unidos, que le costó a la nueva nación la pérdida del 55 por ciento de su territorio en 1848 y la ocupación extranjera francesa e imposición de un príncipe europeo entre 1862 y 1867. Por ello, no nos debe parecer extraño que México sea actualmente el único país del mundo occidental que posea un Museo de las Intervenciones Extranjeras. En efecto, habremos de sufrir en este periodo del vecino país el despojo de más de la mitad de nuestro territorio, anexándose primero a Texas en 1845 y posteriormente los actuales estados norteamericanos de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Colorado y Utah. A raíz de ello, los historiadores mexicanos mantendrán siempre despierta en la conciencia nacional su preocupación sobre la expansión estadounidense y sus posibles embates futuros. Sin embargo, una lección fue aprendida por los mexicanos de entonces después de la desigual y sangrienta guerra del 47: era necesario buscar la cohesión nacional, forjar una patria común y por supuesto una conciencia histórica. Nuestros historiadores de todas las tendencias políticas tanto conservadores como liberales, aportaron y consolidaron en buena medida este sentimiento patrio. Los principales protagonistas de la guerra contra Texas nos dejaron sus impresiones. Antonio López de Santa Anna, militar, once veces presidente de la República y con una personalidad nada positiva y polémica, escribió sus Memorias, publicadas tardíamente en 1905. Sus escritos llenos de su penetrante personalidad nos muestran un país caótico y desarticulado, al cual, su mandato y arrogancia terminaron por fomen-


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tar las discordias ya existentes. En contrapartida están las Memorias para la historia de la guerra de Texas (1848), en dos volúmenes, escrita por el general Vicente Filisola, subalterno de Santa Anna en esta desastrosa campaña. Su relato no sólo incluye una inquietante descripción de la personalidad de su superior, sino un testimonio vivísimo de la guerra contra Texas y el porqué de su pérdida. Después de la derrota del 47, una corriente a la vez hispanista (ya que consideraba que nuestros valores e instituciones españolas eran lo que nos daba unidad y nos diferenciaba de los anglosajones) y antinorteamericana, se hizo presente en nuestra historiografía. En esta línea tenemos a los conservadores y monarquistas Francisco de Paula Arrangoiz y Berzábal y a José María Roa Bárcena. La perspectiva liberal la encontramos entre otros en Guillermo Prieto, quien también trató la temática en sus Memorias de mis tiempos. 1840 a 1853, editadas en 1906, y por supuesto en sus Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos, publicada en 1848. Sus escritos recuerdan esta desastrosa guerra, donde Prieto logró imprimir el testimonio de la heroicidad, la verglienza y la derrota. Prieto escribió: [... ] conservo impresiones horriblemente dolorosas de la saña, de la envidia, de las pasiones personales de Valencia y Santa-Anna, las hostilidades de sus círculos; las calumnias y chismes rastreros que tienen pajas encendidas, volaban a las alturas y producían desastres y ruinas. Recuerdo también las ilusiones y las esperanzas de victoria, tan sinceras, tan nobles de la generalidad, y tan dolorosamente desvanecidas. El momento en que el joven Agustín lturbide se puso al frente del Batallón de Celaya gritando: "¡Conmigo, muchachos, mi padre es el padre de nuestra independencia!" me conmovió hondamente. González Mendoza, lanzándose como un torrente sobre las cabezas enemigas, cantando con sus oficiales el Himno Nacional, ¡era magnífico! El asalto a Padierna, la llegada allí a los yankees, el encaramarse uno a la astabandera, derribarla, desgarrarla, repisotearla orgulloso, fue horrible; yo lo veía a través de mi llanto y aullaba como una mujer. .. me dolía la sangre, gemía algo dentro de mí que me espantaba ... la muerte hubiera sido como agua pura y fresca para mi alma sedienta. Un instante, un solo instante, que apenas se habría podido medir, con la luz del relámpago tuvimos una alucinación de victoria. Un oficial oscuro, de Celaya, pequeño de cuerpo, delgado, de movimientos rápidos y con estridente risa, se caló su sombrero ancho forrado de tela, empuñó su espada, dirigió unas cuantas palabras a los soldados que lo rodeaban y prom, prom, prorrom, marchó, arrostrando cuantos obs-


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táculos se oponían a su paso hasta Padiema ... Allí asaltó, mató, aniquiló cuanto se le opuso ... se asió a la astabandera, se encaramó y derribó hecho trizas el pabellón americano ... y restituyó a su puesto nuestra querida bandera de Iguala, que parecía resplandecer y saludamos como un ser dotado de corazón y grandeza. Todas las músicas prorrumpieron en dianas; todos los estandartes, guiones y banderas se agitaron en los aires, y todos vitoreamos con lágrimas varoniles aquel instante robado a la fatalidad de nuestro destino (Prieto, 1906, pp. 222-223).

La figura de Prieto como "Fidel" es una de las más representativas del siglo XIX, tanto por su actuación política como por su producción intelectual. Verdadero patriarca popular, su acción se hizo sentir en todas las esferas y el pueblo le consideró "el cantor de la patria", su auténtico poeta. Honesto a carta cabal, fue modelo de funcionarios y su altas virtudes humanas le granjearon la amistad y el respeto de los hombres de su época. Como Manuel Payno, viajó por gusto o desterrado y en varios libros nos dejó ricas impresiones del ambiente y de multitud de personajes. Sus Memorias de mis tiempos (1906) y sus Viajes de Orden Suprema (1857) permiten reconstruir con todo detalle la sociedad de mediados del siglo XIX. Por su parte, Los viajes fue una obra dedicada a su esposa María -María idolatrada, María de mi alma, como diría Prieto- e incluye sólo los años de 1853 al 1855, y va acompañada de una larga introducción de 60 páginas que enlaza Memorias y Viajes con pulcras informaciones de la época, entre otras, sobre los años maduros de Lucas Alamán, a quien llegó a conocer en su propia casa. De Alamán comentó: En lo interior de la familia del señor Alamán, todo era virtud, regularidad, decencia y orden. Se levantaba con la luz, y se lavaba y componía. Escribía en la sala que va a la calzada de la Tlaxpana, con unos cuantos libros a la mano. Su escritorio elevado le hacía escribir de pie y su manuscrito lo asentaba en un libro como de caja, sin una mancha, ni una borrada, ni una entrerrenglonadura, ni ceniza en las hojas, porque no fumaba. Al escribir guardaba suma compostura y casi no se le veía la cara, porque la visera de la cachucha que usaba le hacía sombra. A las doce del día en punto se servía la comida a la que asistía toda la familia, haciendo los honores la señora doña Narcisa, su esposa, matrona adorable, de trato finísimo y de bondad angélica. Un sacerdote a quien llamaban tata padre, creo que hermano del señor Rodríguez Puebla, bendecía la mesa, y al concluir la comida rezaba el Pan nuestro besando el pan, y pidiendo la mano los criados a los amos.


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Se dormía siesta y se dejaba campo para el chocolate y el rezo del rosario a la oración. Yo merecí a esa familia la honra de que me admitiese en su seno, recibí distinciones del señor Alamán que me hacen grata su memoria, y ante todo, empeña mi gratitud el afecto con que siempre me trató y respetó mis opiniones, no obstante la acritud y suficiencia tonta con que a veces combatí las suyas (Prieto, 1906, pp. 233-234).

En cuanto a los testimonios sobre la intervención francesa, tenemos los de José María Iglesias, Juan de Dios Arias, José María Vigil, Francisco Zarco, Eduardo Ruiz, Manuel Cambre, entre otros. Extranjeros también los hay, e incluyo el Diario de Agnes Le Clerq, mejor conocida como la Princesa Salm-Salm. Todos ellos(as), políticos e historiadores tomaron parte, en las luchas del país. La lucha ideológica expuesta por ellos y muchos más, guarda paralelo con la lucha armada, al fin y al cabo, ésta fue consecuencia de aquélla. Incluyo el vibrante testimonio de la Batalla del 5 de mayo de 1862 relatado por José María Vigil y publicado en la obra cumbre intitulada México a través de los siglos (1884-1889). Igualmente un texto de José María Iglesias, editor de Revistas históricas sobre la intervención francesa en México, editadas originalmente entre 1862 y 1864, con el fin de informar y levantar la moral de las tropas republicanas. Sobre esta revista aseveró tiempo después: Escribimos esta Revista errantes, casi proscritos, entre peligros y calamidades. Yla escribimos sin embargo, con pulso sereno y conciencia tranquila, porque no hemos perdido la fe en la causa que sostenemos; y porque aun cuando se tratara de una causa desesperada, sería siempre el orgullo de los días que nos quedasen de vida, haberla defendido en los momentos supremos de su infortunio y de su extinción. ¡Dios la proteja! ¡Dios la salve! (Iglesias, 1987, p. VII).

Eduardo Ruiz, por su parte, figuró en los ejércitos republicanos al lado de Vicente Riva Palacio y de Nicolás Régules, de cuya actividad estuvo bien informado y de donde deriva su nítida visión acerca de la intervención francesa en Michoacán que se ve en la principal de sus obras, Historia de la guerra de Intervención en Michoacán, editada en 1896. De esta obra, transcribo el palpitante relato de la batalla de Tacámbaro, librado entre las fuerzas republicanas y las tropas belgas aliadas a Maximiliano. Por su parte, Fernando Iglesias Calderón, en su obra Rectificaciones históricas. El egoísmo norteamericano durante la Intervención Francesa, publicada en 1905, se inscribe en la historiografía mexi-


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cana antiestadounidense, y en la defensa de la resistencia nacional contra el Imperio, causa esencial del triunfo logrado por el grupo liberal y sus combatientes. En esta resistencia nacional tiene, a juicio de Iglesias Calderón, un puesto de honor el presidente Juárez, a quien si no debe atribuírsele toda la gloria, no debe de negársele el primer puesto. Finalmente tenemos a la Princesa Salm-Salm. Agnes Le Clerq, casada con Félix Constantino Alejandro, Príncipe de Salm-Salm, llegó a México acompañando a su esposo, quien fue invitado a ingresar en la corte de Maximiliano de Habsburgo. Durante el sitio de Querétaro y su posterior claudicación, su esposo fue apresado junto con el emperador. Ante esta situación, la Princesa fue a la ciudad de San Luis Potosí para implorar al presidente Benito Juárez el perdón para Maximiliano, ante quien se arrodilló y ofreció su persona. Esta escena y la posterior negativa de Juárez proyectaría la imagen de un Juárez impasible y determinado a dar una lección a las naciones europeas sobre el error de haber enviado y establecido un gobierno monárquico en México. Muerto Maximiliano y liberado su marido, salió del país y escribió un Diario incluido en el libro intitulado Querétaro, publicado en 1868, por su esposo Félix Constantino. Escrito que rompe el esquema de la historiografía tradicional sobre este acontecimiento tan importante como trascendente en la historia del siglo XIX mexicano. En síntesis, esta generación de historiadores participó activamente en los conflictos tanto nacionales como internacionales que desgarraron al país. Su prosa quedó impresa en sangre, los conflictos internos, el desprestigio de sus líderes e instituciones, la codicia de los pueblos poderosos, la desorganización y la amargura de una nación que inició su etapa de libertad siendo presa de grandes potencias. La nación mexicana de 1821 quedó reducida a menos de la mitad de su territorio original entre 1823 y 1854.

IV. HISTORIADORES DE LA POLÍTICA Y DE LA SOCIEDAD: EL CULTO AL PRETÉRITO,

1840-1880

Durante el transcurso del gran movimiento ideológico en México del siglo XIX conocido como la Reforma, se introduce lentamente una renovación ideológico-política basada en los principios liberales. Entre otras innovaciones, podemos mencionar dos: la separación de los poderes civil y eclesiástico y la disminución de la esfera de influencia de la Iglesia en el conjunto de la sociedad, entendida ésta con la creación de la


IV Historiadores

de política

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educación laica, la desamortización de los bienes de la Iglesia, la creación del registro civil, libertad de pensamiento y prensa, entre otros. La consolidación de esta tendencia fue hasta la restauración de la República en 1867. En este periodo, se empieza a establecer lentamente el culto al pretérito. No como un culto irracional, o como pura imagen poética, sino como urgente necesidad; no es un ansia de colocarse en el muerto pasado desarraigándose del presente, sino un repensar del pasado desde el presente para poder comprenderse, para conocerse mejor. Cuando el periodo de crisis pasó, los historiadores liberales tuvieron que explicar la historia mexicana sentida como un desarrollo, como una evolución orgánica. Es en este momento cuando penetran las explicaciones que conceden mayor importancia a las ideas universales, la sociedad, las razas. Se buscó, a través de la sociología y la estadística, establecer una mecánica de la historia. Del movimiento de Reforma destacan los escritos Apuntes para mis hijos de Benito Juárez, así como los escritos de Manuel Payno, Francisco Zarco e Ignacio Ramírez. Francisco Zarco nos legó su obra Historia del Congreso Extraordinario Constituyente, 1856 y 1857, así como de una serie de deleitosas narraciones de costumbres y artículos de fondo en los que se ocupaba tanto de censurar los vicios sociales como de divulgar sus ideales políticos. Ignacio Ramírez se destacó como un polemista implacable, destructor de la tradición y orador elocuentísimo. El Nigromante representa una figura relevante de la Reforma y uno de los primeros agnósticos mexicanos. Su liberalismo era militante y favorecedor del progreso. Ramírez comentó en su discurso a favor de la nueva Constitución de 1857 lo siguiente: El sacerdocio católico es en el día una sociedad secreta de conspiradores; su bello ideal está en el bramanismo asiático, cuyas leyendas e instituciones ha traducido y ha parodiado; su creencia se reduce a la dominación universal; su existencia es un amago, una lucha continua para las ciencias, para las relaciones internacionales, para el progreso de la humanidad y para la práctica de las instituciones representativas que todos los pueblos están adoptando; así, pues, el sacerdocio católico no puede ya existir en ninguna nación civilizada; en caso de tolerársele, conviene someterlo a la severa vigilancia de una inexorable policía. En Alemania y en los Estados Unidos, imitarán y aplaudirán nuestras providencias; toleremos al creyente y reprimamos al charlatán cuando conspira y nos ataca. jDelenda est Cartago! (Ramírez, 1924, p. 171).

Por su parte, Juárez es indudablemente la figura cumbre de la política mexicana en el siglo decimonónico. Liberal y republicano con-


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vencido reúne en torno suyo a los reformistas más señeros y, gracias a su inquebrantable constancia, decisión y valor, salva la República. A él se debe el establecimiento de las Leyes de Reforma y la derrota de las fuerzas imperialistas invasoras. Sobre su percepción del poder omnímodo del clero comentó: Estos golpes que sufrí y que veía sufrir casi diariamente a todos los desvalidos que se quejaban contra las arbitrariedades de las clases privilegiadas en consorcio con la autoridad civil, me demostraron de bulto que la sociedad jamás sería feliz con la existencia de aquellas y de su alianza con los poderes públicos y me afirmaron en mi propósito de trabajar constantemente para destruir el poder funesto de las clases privilegiadas. Así lo hice en la parte que pude y así lo haría el partido liberal; pero por desgracia de la Humanidad el remedio que entonces se procuraba aplicar no curaba el mal de raíz, pues aunque repetidas veces se lograba derrocar la administración retrógrada reemplazándola con otra liberal, el cambio era sólo de personas y quedaban subsistentes en las leyes y en las constituciones los fueros eclesiástico y militar, la intolerancia religiosa, la religión de Estado y la posesión en que estaba el clero de cuantiosos bienes de que abusaba fomentando los motivos para cimentar su funesto poderío (Juárez, 1956).

Otra característica de la historiografía de este periodo es la búsqueda de los materiales más diversos que pudieran dar alguna luz para la indagación. Los historiadores encuentran en las bibliotecas coloniales y en los añejos archivos nuevas fuentes para fundamentar su investigación. Se extiende la investigación científica a los periodos prehispánico y colonial, tal y como lo realizan Manuel Orozco y Berra, Vicente Riva Palacio, Joaquín García Icazbalceta y José Fernando Ramírez, entre otros. Se conjugan el interés por investigar y forjar por los eruditos, sus propias colecciones. A esto hay que agregar la desaparición de las congregaciones religiosas y el traslado a manos privadas -o bien a los archivos y bibliotecas públicas- de las bibliotecas conventuales. De ellas se nutren nuestros historiadores de desconocidas crónicas, inapreciables narraciones y fondos de incalculable valor para el investigador nacional. Ignacio Ramírez estudió y rescató del olvido códices prehispánicos -uno de ellos lleva en su honor su nombre-o El estudio de las comunidades indígenas y su comportamiento, queda plasmado también en su actuar presente; Ramón Corral realiza una investigación histórica sobre su estado natal, Sonora, e intenta comprender el comportamiento de uno de los líderes recién capturados de la nación yaqui. Me refiero a José María Leyva Cajeme. Vicente Riva Palacio es uno de los historiadores que más aprove-


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chó el acceso a los archivos del gobierno colonial y de la Inquisición. También rememoró las hazañas y las anécdotas de sus andanzas en la guerra contra los franceses y el imperio y de éstos elaboró sus relatos novelados. A juicio de Carlos González Peña, "procura eso sí, mantenerse dentro de la verdad histórica; y al margen de ella, va tejiendo la ficción, incansablemente". Sus obras propiamente históricas son El libro rojo (1870) escrito en conjunto con Manuel Payno y por supuesto, la dirección y colaboración de la obra cumbre todavía hoy no superada, intitulada México a través de los siglos (1884-1889), escrita en cinco voluminosos tomos. El estudio de los acontecimientos políticos se enriquece por el interés del desarrollo de los valores religiosos, jurídicos, morales, artísticos, lingtiísticos y económicos. Manuel Orozco y Berra es uno de los más representativos de este renacer historiográfico. Fue paleógrafo, geógrafo, periodista, lingtiista, director del Archivo General de la Nación, encargado del Ministerio de Fomento y ministro de la Suprema Corte de Justicia. Hay que recordar también que salvó de la destrucción y del olvido innumerables documentos, obras artísticas y monumentos históricos, de nuestro México en su peor época histórica. También cultivó el análisis de las concepciones geográficas y el desenvolvimiento de las ciencias con ellas relacionadas, como la cartografía. El espíritu campirano también logró ser rescatado; uno de sus principales exponentes fue Marcos Arróniz. Poeta y cuentista representante del más genuino romanticismo, Arróniz mereció el elogio de Zorrilla en una carta que éste dirigió al duque de Rivas fechada en 1857 (y que aparece en la obra de José Zorrilla titulada México y los mexicanos ... ), donde hace los siguientes comentarios: "Poeta de la duda, del delirio y de la desesperación". Por desgracia, sus versos no han sido recopilados en una obra fundamental, ya que se encuentran dispersos en las publicaciones literarias de la época; y no todas han sobrevivido al paso del tiempo. Pero sí nos llegó su obra costumbrista intitulada Manual del viajero en México o compendio de la historia de la ciudad de México, con la descripción e historia de sus templos, conventos, edificios públicos, las costumbres de sus habitantes, etc., y con el plano de dicha ciudad, editado en París en 1858. En esta misma línea se inscribe la obra de Manuel Payno. Este autor nos heredó en sus trabajos un retrato de la sociedad mexicana de su época, bajo el cristal de un amplio estudio costumbrista y genuinamente nacional. Su novela más importante, Los bandidos de Río Frío, es una rica veta de valores entendidos, supersticiones y religiosidad, en el más legítimo sabor nacional.


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Una visión diferente pero primordial corno fuente histórica, es la obra de la condesa austriaca Paula Kolonitz intitulada Un viaje a México en 1864, publicada originalmente en Viena en 1867. Su visión muy particular producto de la sociedad del norte de Europa, favorece el desprecio de los latino europeos y de aquellos que viven fuera de este continente. Sin embargo, su obra es corno un retrato de un momento fugaz de nuestra historia y nuestra sociedad, a mediados de la década de los sesenta del siglo XIX. El texto nos describe entre otras cosas, el recibimiento que les fue dado a Maximiliano y Carlota en el puerto de Veracruz y en la ciudad imperial de México; las costumbres de la sociedad mexicana; así corno las descripciones románticas de nuestros paisajes, de nuestra flora y fauna. Desde la Marquesa Calderón de la Barca, ninguna mujer aristocrática extranjera había escrito, publicado y difundido un texto con estas características, sobre su estancia en México.

v.

HISTORIADORES

RECONCILIACIÓN:

DE UNA ÉPOCA DE EL PORFIRIATO,

1880-1910

En esta época no se van a manifestar los historiadores violentamente en contra de las instituciones tradicionales -corno la Iglesia-, tal corno había ocurrido en el periodo inmediatamente anterior. Se trata de una historia que muestra, basándose en el sentido evolutivo que la contiene, un camino hacia el progreso, un mejoramiento y el abandono de viejas formas de ser. Pero también va a empezar a abandonar el sentido trascendente, en otras palabras, a tornarse en una historia agnóstica. Éste es el caso de la magna obra de Justo Sierra, México: su evolución social. En la edición de 1940, Alfonso Reyes le dedica un excelente prólogo, donde describe al maestro: Creía en el misticismo geográfico, en atracción de la tierra ignota, en el ansia de encontrar al hombre austral de hielo o al hombre meridional de carbón con que soñaban las naciones clásicas, con el afán por descubrir las montañas de diamante, las casas de oro y de marfil, los islotes hechos de una sola perla preciosa, centellantes hijos del Océano, con que soñaba la gente marinera en la Era de los Descubrimientos. El imán de la escondida Tule, como en Séneca; el imán de las constelaciones nuevas, como en Heredia, también han sido motores de la historia. Los aventureros que buscaban la ruta de las especias saludaban con igual emoción la gritería de las gaviotas que anunciaban la costa, o la deslumbrante Cruz del Sur que parece cintilar, como augurio, desde los profundos sueños de


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del porfiriato

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Dante. La historia se unificaba en el rumor de una gigantesca epopeya; la tierra aparecía abonada con las cenizas de sus santos y de sus héroes; los pueblos nacían y se hundían, bañados con la sangre eficaz (Sierra, 1990, p. XII). En la misma línea de Sierra pero con otro resultado, fueron los esfuerzos por revalorar y rescatar la historia de nuestro país desde sus orígenes hasta la actualidad. Las investigaciones las hubo colectivas, como la de México a través de los siglos, coordinada por Vicente Riva Palacio, corno esfuerzos individuales tal corno la de Niceto de Zamacais. Originario de España, Zamacois pasó amplias temporadas tanto en su país natal corno en México, nación donde murió. Durante su estancia en España, redactó su Historia de Méjico, en 18 volúmenes y 20 tomos. Aunque esta obra abarca desde las culturas prehispánicas hasta la época que le tocó vivir, es de gran valor documental la información del siglo XIX, y sobre todo, la información que tuvo y presentó sobre los personajes prominentes de nuestra historia a los cuales conoció y cultivó una gran amistad. Además, tuvo acceso a los archivos históricos de nuestro país, de donde sacó a la luz importantes documentos expuestos en su obra. En efecto, esta revaloración de nuestro pasado se fincó en estudios científicos (eruditos y fundamentados) y basados en el material de los fondos coloniales y en los restos arqueológicos sobrevivientes y heredados del mundo prehispánico. Los sitios arqueológicos son explorados y se empieza la clasificación de amplias colecciones de cerámicas, diversas piezas arqueológicas y de códices. Se aplicó al estudio del pasado la sociología, la lingtiística y la estadística, en busca de una mecánica de nuestra Historia. Hay que reconocer que el Estado impulsó no sólo los trabajos de campo sino sus resultados a través de las grandes publicaciones cartográficas y estadísticas. Tales fueron los casos de Joaquín Carda Icazbalceta, Antonio Peñafiel y Manuel Rivera Cambas. En el caso del primero, éste fue historiador, bibliógrafo y lingtiista. Humanista en toda la extensión de la palabra. Maestro de toda erudición llamó Marcelino Menéndez Pelayo a este notable mexicano. Espíritu dilecto. Su lema Semper fidelis, que obra en su ex libris, le mantuvo firme en una labor que no conoció fatiga ni claudicación. La cultura mexicana le debe no sólo la conservación y publicación de numerosas obras preciosísimas, "sino el haber formulado -a juicio de su biógrafo Ernesto de la Torre Villar (1994)- una historia dentro de las normas más perfectas y rígidas, ajena a toda bandería y de una solidez indestructible. "


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Antonio Peñafiel fue diputado al Congreso de la Unión y director general de Estadística. Dirigió el I Censo General de Población en 1895. Fue fundador de la Sociedad de Historia Natural. Su obra es copiosa, como lo es también la extraña que editó. Entre la personal, se destacan entre otras: Memoria sobre las aguas potables de la ciudad de México (1884); Nombres geográficos de México (1885); Monumentos del arte mexicano antiguo, 3 vols. (1890); Cantares mexicanos; Colección de documentos para la historia mexicana, 6 vals. (1897-1903); Teotihuacán, estudio histórico y arqueológico (1900); e Indumentaria antigua. Vestidos guerreros y civiles de los mexicanos

(1903).

En cuanto a Manuel Rivera Cambas, sus obras nos revelan un México que se debate entre sus tradiciones y el cambio hacia la modernidad que trajo consigo el régimen porfiriano. Autor de cinco obras monumentales, nos describe un México que marcha irremediablemente hacia la modernidad, pero a la vez orgulloso de su historia y de su apreciación estética en su arquitectura monumental. Entre estas obras puedo mencionar: Los gobernantes de México. Galería de biografías y retratos de los virreyes, emperadores, presidentes y otros gobernantes que ha tenido México. Desde don Remando Cortés hasta el C. Benito Juárez (1873), en dos volúmenes. En esta obra incorporó 162 retratos de gobernantes, tomados en su mayor parte de la galería del Palacio Nacional y del Ayuntamiento de la ciudad de México, así como también -como él mismo dijo en su texto- "para escribir esta obra nos hemos servido de todo lo que se ha publicado y de los datos inéditos del Archivo General y del Ministerio de Guerra". Autor igualmente del Atlas y catecismo de geografía y estadística (1874) y de México pintoresco, ar-

tístico y monumental, vistas, descripciones, anécdotas y episodios de los lugares más notables de la capital y de los estados (1880-1883), cons-

ta de tres tomos -52 capítulos el primero, y 78 para la ciudad y 21 para los alrededores en el segundo-, incluye en el tercero de ellos, información de algunas ciudades de México en 66 capítulos. Contiene 215 litografías -68, 70 Y 77 en el primero, segundo y tercer tomos, respectivamente- y 2196 páginas. En este fervor nacionalista y de rescate de nuestra identidad, no puedo dejar de mencionar a nuestro más grande literato de su tiempo. Me refiero a Ignacio Manuel Altamirano. Indio de raza pura y creador de una lírica genuinameTIte mexicana que ilustró y formó numerosos discípulos. Propiamente fue el primer novelista mexicano, literaria y estrictamente hablando. Maestro, cronista costumbrista, soldado, político y republicano insigne. Terrible jacobino y el más grande escritor de su tiempo. A partir de la restauración de la República en 1867 y más precisamente a partir de


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1869, cuando funda y dirige la ya histórica revista literaria El Renacimiento, Altamirano, a juicio de su biógrafo Carlos González Peña: Realiza una de las más extraordinarias carreras literarias que la historia de nuestras letras registra; es el maestro de dos generaciones; trabaja activamente en la prensa; da el tono de la crítica literaria; estimula y alienta a los que comienzan; restablece el Liceo Hidalgo y preside y funda otras sociedades cultas; se consagra a la cátedra; pasa fugitivamente por algunos puestos públicos.6

Sus escritos reflejan un profundo conocimiento de la sociedad y costumbres mexicanas de su época. Publicó también numerosos artículos en revistas y periódicos de su época, muchos de ellos con sabor costumbrista. Algunos de éstos fueron reescritos por él para ser presentados originalmente en tres volúmenes bajo el título de Paisajes y leyendas. Tradiciones y costumbres de México, cuyo primer volumen vio la luz en 1884 y el segundo muy tardíamente en 1949. En efecto, su poesía y sus escritos fueron además de robustos y puros, eminentemente nacionalistas. Por ello, sus textos forman parte imprescindible en el proceso histórico de la búsqueda de nuestra identidad mexicana. Identidad que se apuntala con la aparición de los manuales de historia consagrados a la enseñanza de las futuras generaciones, pero hay que decirlo, con una fuerte visión -no siempre acertada- de la evolución de la sociedad mexicana, de parte de los partidarios del grupo liberal triunfante. Marcan este ideal las obras de García Cubas y de Guillermo Prieto. De esta forma se inaugura de una forma definitiva la penetración de la enseñanza de la historia en la educación como una materia independiente, delimitada y obligatoria en los programas futuros. En esta época de reconciliación y paz porfiriana, también hubo quien intentó revalorar nuestra historia con escritos polémicas y destructores de mitos y paradigmas. Éste fue el caso de Francisco Bulnes. Potente tribuna, Bulnes fue seguidor del positivista Hipólito Taine, por lo que se preocupó por conocer los problemas actuales de su país, a través del estudio de los orígenes del México ya pacificado de principios del siglo xx. Las obras escritas en esta línea fueron calificadas por sus contemporáneos de deleznables, falsas, pasionales, insuficiencia de información e incluso tor6Carlos González Peña, Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días, editada originalmente en 1928, actualmente es puesta al día con un apéndice elaborado por el Centro de Estudios Literarios de la Universidad Nacional Autónoma de México, col. "Sepan cuantos ... ", núm. 44, 16a. ed., Porrúa, México, 1990, p. 190.


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cida interpretación. Entre otras tenemos: Las grandes mentiras de nuestra historia: La Nación y el Ejército en las guerras extranjeras (1904); El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio (1904); Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma (1905) y La guerra de independencia: Hidalgo-Iturbide (1910). En vísperas del Centenario del inicio de la independencia de México, se prohijaron las obras relativas a la Independencia y a sus próceres y se hizo además el balance del progreso material del país. Espíritus sensibles advirtieron, sin embargo, que no todo cuanto se había hecho era positivo, que el pueblo tenía hambre y sed de justicia, que era menester un cambio en la ideología, en la estructura socioeconómica del país y en su organización política. La transformación tendrá que hacerse con una verdadera revolución. Entre los precursores de ella, tenemos a Heriberto Frías y su obra Tomochic (1893). Frías fue político, militar, poeta, periodista y escritor costumbrista del México de principios de siglo xx. Sus obras reflejan la polarización de la sociedad mexicana, donde la compasión por las clases bajas y la antipatía por los ricos son su constante. Finalmente, tenemos a Emilio Rabasa, uno de los personajes porfirianos más conspicuos, y a la vez muestra tardía de incomprensión sobre las raíces y alcances del movimiento revolucionario, al cual no llegó a comprender en su justa dimensión. Político originario de Chiapas, pasó a radicar a la ciudad de México en 1886, donde se consagró al periodismo y frecuentó los altos círculos políticos porfiristas. En 1891 fue electo gobernador de Chiapas, y más tarde fue nombrado senador de la República representando a este estado. Escribió las siguientes obras sociales e históricas: El juicio constitucional; La organización política de México y La evolución histórica de México (1920). En estas obras contempla la necesidad de cambios en el entorno político social mexicano, sin embargo, la última de ellas, La evolución histórica de México, es una crítica tardía al régimen porfirista, al cual entregó la mejor época de su vida. Al llegar la revolución, él, al igual que muchos políticos contemporáneos que participaron en el régimen de Porfirio Díaz, fueron relegados y frustradas sus carreras políticas. Sin embargo, logró captar el ambiente político tanto en la ciudad como en provincia prevaleciente durante el dilatado régimen. También percibió las condiciones en que se dio el movimiento revolucionario, al cual siempre catalogó como un movimiento social y político más en pos del poder y del enriquecimiento de unos cuantos a costa de la mayoría. La revolución mexicana, iniciada en 1910, será el primer movimiento revolucionario del siglo xx. Sus alcances y motivaciones no llegarán


VI. Agradecimientos

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a ser comprendidos del todo por los autores antes mencionados. Corresponderá a una nueva generación de mexicanos(as) -nacidos en el último tercio del siglo XIX-, entrar a nuestra historia en el maremoto sociopolítico que dio por terminado el siglo XIX y por consiguiente el sistema ideológico, político y social que caracterizó nuestro periodo decimonónico.

VI.

AGRADECIMIENTOS

No puedo concluir sin mencionar a los colaboradores que han hecho posible este trabajo -ya que siempre he dicho que toda obra es resultado de un trabajo colectivo-, y a quienes va dirigida mi más sincera gratitud: a mis alumnos del seminario de Historiografía del México decimonónico correspondientes a los años académicos de 1998, 1999 Y 2000 de la Universidad de Monterrey, quienes me ayudaron con su entusiasmo, comentarios y discusiones a seleccionar los textos; a Ira Cantú Gaytán y Daniela Hinojosa Huerta, quienes trabajaron en la captura electrónica de los textos; y a Ana Cecilia Caballero Soto, auxiliar valiosa, quien sacrificó algunas de sus horas de estudio para hacer posible la obtención de datos e información de nuestros historiadores. A todos ellos, con afecto, nuevamente mi reconocimiento. Así pues, ellos son conmigo, copartícipes de mi noble y sincero deseo de que en estas páginas encontrará el lector uno de los objetivos de la historia: contribuir a que los jóvenes lectores tomen conciencia de la problemática de las cuestiones históricas abordadas y de la necesidad de esquivar soluciones simplistas ante los nuevos retos del México pluricultural, global y moderno de hoy. ÓSCAR FLORES

Universidad de Monterrey.



Índicede~ contenido ..&..

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5 HISTORIADORES DE LA TRANSICIÓN: DE LO COLONIAL A LO NACIONAL, 1803-1840

Federico Guillermo (barón de)

Enrique Alejandro von Humboldt

39

La minería en México, 45 Miguel Ramos Arizpe

58

Las provincias del norte, 59 Fray Servando Teresa de Mier y Noriega y Guerra

71

Andanzas del padre Mier, 74 Carlos María de Bustamante

86

Dos insurgentes: Galeana y Liceaga, 87 Lorenzo de Zavala La sociedad y la cultura en los albores de la revolución

94

de independencia, 95 José María Luis Mora

102

El carácter de los mexicanos (as), 103 Lucas Alamán

118

La sociedad mexicana antes de la revolución de independencia, 119 33


34 Frances Erskine Inglis (Madame Calderón de la Barca) Mi vida en México en 1839, 130

128

HISTORIADORESDE LOS CONFLICTOS INTERNACIONALES,1835-1867 Antonio López de Santa Anna La guerra con Texas, 144

141

Vicente Filisola La Guerra de Tejas, 151

150

Francisco de Paula Arrangoiz y Berzábal La invasión americana, 162

160

Guillermo Prieto La guerra con los Estados Unidos, 172

170

José María Roa Bárcena Reflexiones acerca de la guerra con los Estados Unidos, 189

188

José María Vigil El cinco de mayo, 200

199

José María Iglesias La cuestión extranjera y la intervención francesa en México, 1863, 207

204

Agnes Le Clerq (Princesa de Salm-Salm) En defensa de mi marido y del emperador, 1867, 225

224

Eduardo Ruiz Régules, los belgas y Tacámbaro, 256

256

Fernando Iglesias Calderón La intervención francesa y la política norteamericana, 273

272


3S HISTORIADORES DE LA POLÍTICA Y DE LA SOCIEDAD: EL CULTO AL PRETÉRITO, 1840-1880 Manuel Orozco y Berra

285

Cuauhtemoc Coanacochtzin, 287 Benito Juárez

308

Apuntes para mis hijos, 311 Marcos Arróniz

338

Costumbres campiranas, 339 Francisco Zarco

345

Historia del Congreso estraordinario Constituyente, 1856 y 1857, 346 Ignacio RamÍrez

349

Reformas políticas y reformas sociales, 350 Ramón Corral

358

Cajeme, 359 Manuel Payno

373

La diosa azteca y la virgen de Guadalupe, 375 Paula Kolonitz

389

La ciudad imperial de México. Usos y costumbres de los mexicanos, 390 Vicente Riva Palacio

41Q

Iturbide, 411. Padilla, 414 Niceto de Zamacois

420

Muerte de Melchor Ocampo, 421

Ig~acio Manuel Altamirano

433

La fiesta de Guadalupe, 436 Francisco Bulnes

El verdadero Juárez, 457

456

I


36 HISTORIADORES DE UNA ÉPOCA DE RECONCILIACIÓN: EL PORFIRIATO, 1880-1910 Manuel Rivera Cambas

485

El hospital de dementes. Exconvento e iglesia de San Hipólito, 487 Joaquín García Icazbalceta

502

La imprenta en México, 504 Heriberto Frías

518

Tomochic, 522 Justo Sierra Méndez

531

La era actual, 532 Antonio Peñafiel

567

El calendario azteca o piedra del sol, 568 Emilio Rabasa Estebanell

574

El general Porfirio Díaz y su obra de paz, 575 Acervos documentales

583


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Federico Guill9rm'~Enrique Alejandro \1:QDl Jlnmboldt (barón de} de septiembre de 1769.Murió en el 14 Naturalista eminente, viajó por tierras de Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Cuba y México, haciendo sabias observaciones acerca de su naturaleza, sus riquezas, su sociedad, las cuales consignó en una serie de obras fundamentales para la historia de América Latina. Nació el mismo año en que nacieron el

Nacióesa ciudad en Berlín, Alemania, en 1859.

Napoleón Bonaparte (1720y el éluque de Wellington. Su futuro padre-¡emperador Alejandro Jorge von Humboldt 1779),era mayor del ejércjto, gJntilhombre de la corte y ayudante del bonde de Brunswick, .a ~uien acompañó durante las campañas de , Federico el Grande. El y su hermano tuvieron preceptores ilustrados influidos por las ideas pedagógicas de J. J. Rousseau. Estudió con Moses Mendelssohn, Marcos Hertz y eh la Academia de las Artes de Berlín. Inicia sus estudios supe'i'-iores-( 787-1792)en ciencias administrativas, económico-políticas y sociales, en la Universidad de Frankfurt-Order. En 1788,tradujo al francés Arbore macassariensi, de Thumberg. Entre 1789y 1790,Humboldt se inscribe en la Universidad de Gotinga, donde estudia medicina, antropología e historia natural. En 1790,ingresa como alumno a la Escuela Superior de Comercio de Hamburgo, para estudiar métodos financieros y economía política. Entre 1791y 1792estudia en la Academia de Minería de Freiberg, de donde se gradúa e ingresa como intendente y después, superintendente de minas de Franconia. Escribe Flora subterránea de Freiberg (1793).En 1794,conoce a Goethe, y ambos quedan francamente impresionados por el encuentro. Entre 1795y 1799,viaja y realiza anotaciones científicas por Europa Occidental. Su máxima aspiración es hacer observaciones de la naturaleza y del impacto de los pueblos en ella en el nuevo mundo, hasta ese entonces desconocido por los europeos. En marzo de 1799,finalmente logra tras años de buscarlo, una audiencia con los reyes españoles Carlos IVy María Luisa, quienes quedan grata mente impresionados con Humboldt; pero a la vez le exigen que redacte un proyecto de viaje y que exponga en él sus objetivos,

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de la transición:

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intereses y aspiraciones científicas. Análogamente, éste obtiene del joven ministro Mariano Luis de Urquijo un pasaporte no oficiaL pero excepcionalmente generoso para recorrer el vasto imperio español de ultramar. En 1799,burlando el bloqueo inglés, llega a Las Canarias; donde realiza observaciones orográficas, culturales y científicas de las islas españolas. En este viaje lleva de compañero al botánico y socio Aimé Bonpland, quien le acompañará por todo el viaje que realizará a Sudamérica y Nueva España. A mediados de ese año, se embarca hacia la Capitanía General de Caracas (hoy Venezuela). Este viaje lo impresiona, conoce ciudades, pueblos, aldeas, razas y culturas diferentes. Viaja en canoa y desemboca en el Orinoco, donde visita las más alejadas misiones franciscanas y jesuitas. Se incorpora al grupo, Carlo del Pino, indio que les acompañará en todo el recorrido de Sudamérica. Descubre la exuberancia del entorno y su impacto en la cultura indígena y europea representada en estas misiones alejadas de todo contacto regular con las grandes ciudades. Come "pastel de hormigas", preparado por los indios del río Negro. En mayo de 1799,recorre el Orinoco hasta la Angostura (hoy Ciudad Bolívar), más de 4179 kilómetros. Confirma cartográficamente la comunicación del Orinoco con el Amazonas a través de sus afluentes Casiquiare y el Negro. Llega a la misión la Esmeralda, que describe como "un lugarejo de 80 habitantes, indios los más, negros y zambos, gobernada por un viejo soldado que reunía en sí mismo la autoridad civily la eclesiástica". Con ellos participa en la elaboración del terrible curare. A fines de 1799llega a La Habana, Cuba, donde permanecerá hasta 1801.Entra en contacto con la nobleza ilustrada de la isla, y frecuenta las casas y haciendas de los condes de Jaruco y Mompox, Peñalver y Bayona y las del marqués del Real del Socorro. Visitalos ingenios, realiza estudios botánicos y observaciones astronómicas. En 1801 desembarca en el puerto de Cartagena y viaja por el virreinato de la Nueva Granada y Reino de Quito (hoy Colombia y Ecuador). Visita y conoce a los grandes científicos de la región, José Ignacio de Pombo -hombre en extremo ilustrado, conocedor de todas las lenguas y quien tenía una relación epistolar con George Washington-; al botánico gadi"7 tano José Celestino Mutis y al mexicano ~~.E1.3Si0Cavero. Visita Turbaco, Barranca del Muerto y recorre el río Magdalena. Llega en julio de 1801a Bogotá, donde conoce a Camilo Torres. Se traslada al valle del Cauca, pasando por los terribles desfiladeros del Quindío. Se trasladan a Quito (1802),donde estudia los archivos relativos a las descripciones del territorio amazónico realizadas por la Expedición de límites, de Iturriaga, y mapas y cartas de las épocas de Maldonado (1740-1750)y Francisco Requena (1783-1790).Se hospeda en la casa del marqués de Selva Alegre, de donde se da la leyenda de que Humboldt tuvo un amorío -noticia sin fundamento para muchos historiadores- con la hija del marqués y bella aristócrata Rosita Montúfar. En marzo de 1802,Humboldt se


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retrata, vestido de uniforme prusiano de superintendente de minas, en Quito, por un pintor local. Humboldt y Carlos Montúfar (hijo del marqués) protagonizan escándalos con mujeres de las zonas deprimidas de la ciudad e incluso en los conventos monjiles de Quito. En junio de 1802, Humboldt se traslada de Quito a Perú, vía "el camino del inca", a lo largo de los Andes, por más de 1600 kilómetros. Asciende al Chimborazo y aunque le faltaron 400metros para alcanzar la cima, alcanzó 5878metros de altura. Anteriormente había ascendido al Pichincha, entre otros. Pasa por Cajamarca y visita las ruinas del cementerio de los incas, el mausoleo de Huayna-Cápac. Baja la montaña hacia la costa y llega a la ciudad de Trujillo.A la orilla del mar hace observaciones sobre la corriente fría, llamada después de Humboldt (septiembre de 1802).En noviembre llega a Lima, donde les recibe la primera figura intelectual del virreynato novocastellano, Hipólito Unaue, protomédico y cosmógrafo mayor del reino. El 19 de noviembre, en El Callao y junto con el marino español Mariano IsasbiribiL observa el paso de Mercurio por delante del Sol y determina con precisión la situación geográfica de Lima. Sale de Lima rumbo a Guayaquil y de ahí a Acapulco, puerto en la Nueva España al que llegan Humboldí, Bonpland y Carlos Montúfar el 23 de marzo de 1803.Se trasladan a la Ciudad de México, pasando por Taxco,Cuernavaca y Huitzilac; en el camino realiza numerosas mediciones y estudia la flora y fauna de la región. En la capital del virreinato es recibido por el virrey Iturrigaray, donde también establece relaciones con el mundo científico novohispano. Visita el Seminario Metálico de Minería, el Jardín Botánico, la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y la Universidad entre otros. Realiza mediciones de la Ciudad de México, del cerro del Tepeyac y del cerro de Chapultepec. Viaja a Pachuca, donde realiza un minucioso reconocimiento de los reales de minas. A su regreso a México, pide y logra que desentierren la enorme figura de piedra que representa a la diosa Coatlicue, que había sido enterrada en uno de los corredores de la Universidad por orden del virrey Revillagigedo, el 5 de septiembre de 1790.Después de analizarla, sale a Guanajuato, pasando por Querétaro, Celaya y Salamanca. En Guanajuato visita las minas La Valenciana, Mellado, Rayas, Villalpando y Belgrado. De ahí parten al volcán El Jorullo, que se había levantado entre el 28 y 29 de septiembre de 175l. Conoce en el recorrido la zona de El Bajío, Valladolid (donde conoce al obispo Abad y Queipo) y Pátzcuaro. A su regreso a la Ciudad de México, realiza una excursión al Nevado de Toluca y mide la altura del Pico del Fraile: 4672metros sobre el nivel del mar. Visita al raro ejemplar llamado comúnmente "árbol de manitas", el macpalxochiquáhuitl indígena, yal que Bonpland clasificó como Cheirostemon platanoides. De regreso a México,participa como sinodal invitado en la Escuela de Minería y recibe un homenaje en el Tribunal de Minería a cargo de José Mariano Beristáin y Souza. A fines de 1803,Humboldt es -a instancias del Tribunal de Mine-


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Historiadores de la transición.· de lo colonial a lo nacional

ría- retratado por el pintor Rafael Jimeno, cuadro que actualmente se conserva. Sale finalmente de la Ciudad de México en enero de 1804 rumbo al puerto de Veracruz, no sin antes pasar, detenerse y hospedarse en Puebla, Cholula y Jalapa. En su afán por conocer y realizar las mediciones de los volcanes, mide trigonométrica mente las alturas del Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Alcanza la cima del volcán denominado Cofre de Perote, que ubica a 4088metros sobre el nivel del mar. Bajan a Jalapa e ingresan en febrero de 1804a la ciudad amurallada de Veracruz. En marzo de ese año, deja para siempre tierras mexicanas con rumbo a La Habana. El viaje de reconocimiento del continente americano continúa al embarcar de La Habana hacia Filadelfia. Tan pronto toca puerto, Humboldt comunica al presidente Jefferson su arribo a Estados Unidos. Visita la Philosophical Society de Filadelfia y a los personajes más distinguidos de la ciudad. Viaja a Baltimore y a Washington, donde es recibido por Jefferson, el cual lo invita a una cena informal. Visita Mount Vernon, residencia campestre del presidente George Washington, fallecido el14 de diciembre de 1799. Convive con el Secretario de Estado James Madison y con el pintor Gilbert Stuart. En estas reuniones, Humboldt les enseñó parte del material recopilado y hecho durante su viaje a la Nueva España, entre ellos, mapas, cartas, informes oficiales entre otros. Las autoridades estadounidenses quedaron maravilladas de la información y le pidieron al sabio alemán les permitiese copiar fielmente algunas de ellas, a lo cual Humboldt accedió generosamente. Poco después, a solicitud de la Philosophical Society, Humboldt dio una conferencia en el "Philosophical Hall" sobre su viaje a Sudamérica y al reino de la Nueva España, donde enseñó con dibujos y gráficas su visión de estos reinos. Uno de los concurrentes, Hanno Becker, comentó entusiasmado cómo este alemán "se traía los conocimientos de Sudamérica entera en el bolsillo". E19de junio el presidente Jefferson escribió a Humboldt, pidiéndole informes sobre la frontera novohispana a resultas de definir claramente las fronteras entre ambos países. En efecto, en 1803el futuro emperador Napoleón Bonaparte había vendido a Estados Unidos el territorio de la Louisiana, y el presidente estadounidense suponía que este territorio se extendía hasta el río Bravo, o límite austral extremo del territorio recién comprado. Para Humboldt esta reclamación le parecía irrazonable, ya que Jefferson interpretaba mal una cláusula confusa del contrato de compra de la Louisiana. Sin embargo, Jefferson insistió en volver a hablar con Humboldt y para ello lo invitó a su casa de campo de Monticello. En su petición, Jefferson "le suplicaba asimismo -nos dice su biógrafo Juan A. Ortega y Medina- que lo informase en lo relativo a las minas que poseyese dicho territorio y su potencial riqueza, y que le comunicase todo cuanto supiere sobre la población blanca, negra o roja que viviese en esas comarcas limítrofes." Jefferson había comprado la Louisiana y tenía que informar al Congreso sobre la compra; un potencial plan de expan-


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slon, explotación y colonización; pero sobre todo, basado en una cartografía científica, por ello necesitaba urgentemente de los conocimientos adquiridos por Humboldt. Durante su visita a Jefferson en Monticello (1804),Humboldt dialogó a lo largo de tres semanas con el presidente y sus asesores, dejó que copiaran al detalle sus mapas y anotaciones científicas, sociales y económicas del virreinato y obsequió una copia del mapa de la Nueva España a la Secretaría de Estado en Washington. En otras palabras, cinco años antes de que publicase su obra, los estadounidenses ya tenían el cúmulo de información sobre yacimientos minerales, caminos, poblaciones, plantaciones, presidios, situación orográfica e hidrológica de la zona, entre otros. Dos expediciones estadounidenses supieron de antemano de este material: la expedición de Lewis y Clark (mayo de 1804),que recorrió desde San Luis Missouri a la desembocadura del río Columbia, y la del teniente Zabulón Pike (julio de 1806),que partió igualmente de San Luis y acabó tristemente en Santa Fe de Nuevo México. Finalmente, Humboldt salió en julio de 1804de la desembocadura del Delaware con rumbo a Burdeos. A su llegada a este puerto europeo, se traslada a París junto con Montúfar, mientras Bonpland se despide de ellos. En París, no sólo conoce a Simón Bolívar e inicia el trabajo de organizar su futura obra, sino también realiza experimentos con su amigo Joseph Gay-Lussac (científico francés que formuló la ley de la dilatación de los gases), en el Laboratorio de la Escuela Politécnica. Es invitado a la coronación del emperador Napoleón, a la que asiste en Nuestra Señora de París (2 de diciembre de 1804):Napoleón dialoga breve y desdeñosamente con Humboldt (el sabio alemán volverá a entrevistarse con él en varias ocasiones, durante la ocupación francesa en 1806en Berlín). En 1805,Humboldt es nombrado miembro de la Academia Prusiana de Ciencias de Berlín y viaja a Roma acompañado de GayLussac. Ese mismo año sube al Vesubio con el científico francés. Regresa a Berlín, y durante la ocupación francesa escribe las disertaciones siguientes, algunas publicadas en revistas científicas europeas: Sobre las leyes de la merma del calor en las altas regiones atmosféricas (1806); Sobre los límites de las nieves eternas (1806);Sobre estepas y desiertos (1806);Ideas acerca de una hsiognómica de las plantas (1806);Sobre las cascadas del Orinoco (1806);Sobre los primeros pobladores de América (1806);Experimentos con peces eléctricos (1806)y Sobre los experimentos físicos y matemáticos de Nathan Mendelssohn (1806).En 1807aparece la primera parte del Voyage aux régions equinocciales du Nouveau Continen!, faÍt en 1799, 1800, 1801,1802,1803 Y 1804 par Alexandre de Humboldt et Aimé Bonpland, en treinta volúmenes, que se publicarán en París (1807-1834).A decir de Juan A. Ortega y Medina: "Ésta fue la más voluminosa y sustanciosa obra publicada por un particular". También escribe sus Ideas sobre la Geografía de las plantas (1807) y Aspectos de la Naturaleza (1808).En marzo de 1808,acompaña al príncipe Guillermo de


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Prusia a París, a negociar una reducción de la indemnización de guerra que había de pagar su país. Se queda en París -es aceptado por el Estado francés por ser el octavo miembro extranjero correspondiente de la Academia de París- y estrecha relaciones con los prominentes científicos Gay-Lussac, Curvier, Laplace y Lamarck; mientras, su hermano Guillermo es nombrado ministro de Cultura de Prusia -es quien funda la Universidad de Berlín (810)- y embajador posteriormente de Prusia en Londres. Ambos puestos rechazados originalmente por el sabio alemán. Aparece en 1810 el Atlas pintoresco del viaje. Cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de la América (volúmenes X\1 y X\1D,yen 1811, su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España. Ambas fueron obras de referencia fundamental-e incluso con carácter estratégico militar- para conocer esta región del globo, durante toda la primera mitad del siglo XIX. Entre 1810 y 1829, Humboldt vive entre Berlín y París, donde desarrolla diversos trabajos científicos y diplomáticos, a la vez que continúa con su labor editorial. En 1829 es nombrado miembro del Consejo Real y Canciller Privado del rey de Prusia. Ese mismo año, da comienzo su viaje a Rusia acompañado por los profesores Christian Gottfried Ehrenberg y Gustav Rose. El viaje incluye San Petersburgo, Moscú y la Siberia. Realiza observaciones científicas sobre vetas minerales e hidrología. En julio de 1829 visita el puesto fronterizo chino Bachty, el punto más al oriente alcanzado por estos infatigables viajeros. A su regreso, en noviembre de ese año, da un discurso en la Academia de San Petersburgo, donde sugiere el establecimiento de una red de puestos de observación magnética en la enorme extensión del continente ruso; y también demanda investigaciones sobre la depresión cáspica y estudios sobre la disminución de las aguas continentales. Los siguientes años trabaja como diplomático en los diferentes países europeos en representación del rey de Prusia 0830-1848). En 1831, aparece su primer tomo de Fragments de géo10gie et de c1imato10gie asiatique. Publica también su Historia de la Geografía del Nuevo Continente (834). En 1837, recibió la medalla Copley, de Inglaterra, por el mérito contraído en el aumento del conocimiento general sobre la naturaleza. En 1842, el rey Federico Guillermo IV (quien sube al trono en 1840, a la muerte de Federico Guillermo UDfunda La Orden de la Paz "Pour le merité", para premiar el arte y la ciencia, por la cual Humboldt es nombrado canciller de la orden. Publica Asia Centra1e, Recherches sur les chaines de montagnes et la c1imato10gie comparée, 3 volúmenes y 5 mapas (843); y su obra magna en alemán y cuya traducción original es Cosmos. Esquema de una descripción física del universo, volumen I (845), traducida al año siguiente (846) al inglés, holandés, danés e italiano. Los volúmenes posteriores de esta magna obra aparecen en 1847 (volumen ID;1850 (volumen lID;1858 (volumen IV)y en 1860, aparecen diversos fragmentos que constituyen el V y último volumen. Sus Escritos menores son publicados en 1853 y un año


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después, recibe del general mexicano Draga -enviado por Santa Anna-, la Gran Cruz de la orden de Guadalupe. Humboldt muere en Berlín en 1859 y es despedido por un amplio cortejo fúnebre y por la declaración de duelo nacional en todo Prusia. FUENTE: Alejandro van Humboldt. Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España. Estudiopreliminar, cotejos, notas y anexos de Juan A. Ortega y Medina, col. "Sepan cuantos ...", núm. 39, 5a. ed. (primera edición en alemán en 1811 y en español en 1822), Porrúa, México, 1991, pp. 319-323 y 366-371.

LA MINERÍA

EN MÉXICO

Después de haber examinado la agricultura mexicana como el primer manantial de la riqueza nacional y de la prosperidad de los habitantes, nos falta delinear el cuadro de las producciones minerales que desde dos siglos y medio a esta parte se benefician en las minas de Nueva España. Este cuadro, por extremo brillante a los ojos de los que no calculan sino por el valor nominal de las cosas, no lo es tanto si se considera el valor intrínseco de los metales beneficiados, su utilidad relativa y la influencia que tienen en la industria manufacturera. Las montañas del Nuevo Continente, así como las del Antiguo, contienen hierro, cobre, plomo y otras muchas substancias minerales indispensables para las necesidades de la agricultura y las artes. Si en América ha dirigido el hombre su trabajo casi exclusivamente hacia la extracción del oro y de la plata, ha sido porque los miembros de una sociedad obran por consideraciones distintas de las que debieran tener presentes al hacer actuar a la sociedad entera. En todos los parajes donde la tierra puede producir añil y maíz, se prefiere el cultivo del primero, aunque atendiendo al interés general, debía darse la preferencia a los vegetales que sirven de alimento al hombre sobre los que sólo dan objetos de tráfico con los extranjeros. Del mismo modo, en el lomo de las cordilleras se ven abandonadas las minas de hierro o de plomo, por ricas que sean, porque la atención de los colonos está llamada enteramente a las vetas de oro y plata, aun cuando no presenten en sus crestones sino escasos indicios de riqueza. Tan grande es el atractivo de esos metales preciosos que por una convención general han llegado a ser los signos representativos de los mantenimientos y del trabajo. El pueblo mexicano puede sin duda proporcionarse por medio del comercio exterior, todas las cosas que no le da el territorio que habita; pero en medio de su gran riqueza en oro y plata, experimenta ne-


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Historiadores

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cesidades siempre que hay alguna interrupción en su tráfico con la metrópoli o con otras partes de Europa. Hay veces que se encuentran acumulados en México veinticinco o treinta millones de pesos, al mismo tiempo que las fábricas y ellaborío de las minas se hallan apurados por falta de acero, de hierro y de mercurio. Pocos años antes de mi llegada a Nueva España, había subido el precio del hierro desde 4 pesos a 48 el quintal; y el del acero, desde 16 pesos a 260. Cuando sucede estar así estancado el comercio exterior, se despierta por un momento la industria mexicana; y entonces se empieza a fabricar acero y a hacer uso de los minerales de hierro y de mercurio que encierran las montañas de América: y entonces es cuando ilustrada la nación acerca de sus propios intereses, conoce que la verdadera riqueza consiste en la abundancia de los objetos de consumo, esto es, en la de las cosas y no en amontonar un signo que las representa. Durante la penúltima guerra entre España e Inglaterra, se ensayó ellaborío de las minas de hierro de Tecalitlán, cerca de Calima, en la intendencia de Guadalajara. El tribunal de minería gastó más de 30000 pesos para extraer el azogue de las vetas de San Juan de la Chica; pero poco duraron los efectos de un celo tan laudable: la paz de Amiens puso fin a tales empresas que parecían dar al trabajo de los mineros una dirección más útil para la prosperidad pública. Apenas se restablecieron las comunicaciones marítimas, cuando se volvió a preferir el comprar en los mercados de Europa, el hierro, el acero y el mercurio. A medida que se aumente la población en el reino de México y que sus habitantes, dependiendo menos de la Europa, comiencen a fijar su atención en la gran variedad de producciones útiles que encierra el seno de la tierra, irá mudando de semblante el sistema dellaborío de las minas. Una vez ilustrado el gobierno, alentará los trabajos que se dirijan hacia la extracción de las substancias minerales de valor intrínseco; los particulares dejarán de sacrificar sus propios intereses y los públicos por preocupaciones inveteradas, y conocerán que el beneficio de una mina de carbón de piedra, de hierro o de plomo puede llegar a ser de tanto producto como el de una veta de plata. En el estado actual de México los metales preciosos forman casi exclusivamente la industria de los colonos, y cuando en este capítulo usemos las palabras mina, real, real de minas, debe entenderse, mientras no se diga expresamente lo contrario, que se trata de una mina de oro o de plata. Habiendo sido mi ocupación desde mi juventud el estudio del arte de beneficiar las minas, y habiendo dirigido por espacio de muchos años yo mismo las obras subterráneas en una parte de Alemania que contiene una gran variedad de minerales, he debido tener doble interés en


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examinar con cuidado el estado de las minas y de los métodos de beneficiarIas en Nueva España. He tenido ocasión de visitar las célebres minas de Tasca, de Pachuca y de Guanajuato, y en este sitio he residido más de un mes: sus vetas exceden en riqueza a cuanto se ha descubierto en las demás partes del mundo, y he podido comparar las diversas especies de labores de México con las que ya el año anterior había observado en las minas del Perú. Pero no siendo posible emplear con utilidad el gran número de materiales que he recogido sobre estos objetos, sino reuniéndolos con la descripción geológica del país, debo reservar su explicación circunstanciada para la relación histórica de mi viaje en lo interior del continente. Así, pues, sin entrar en discusiones menudas y puramente técnicas, me limitaré en esta obra a examinar lo que puede dar lugar a consecuencias generales. ¿Cuál es la posición geográfica de las minas que suministran la enorme masa de plata que el comercio de Veracruz hace refluir anualmente a Europa? ¿Esta gran masa es el producto de un gran número de labores pequeñas esparcidas, o puede tenérsela como producida casi en su totalidad por tres o cuatro vetas metalíferas de extraordinaria riqueza y abundancia? ¿Qué cantidad de metales preciosos es la que se beneficia anualmente en el reino de México? ¿Qué relación tiene esta cantidad con el producto de las minas de toda la América española? ¿En cuántas onzas por quintal puede valuarse la riqueza media de los minerales de plata en México? ¿En qué proporción están la cantidad de mineral que se funde, y aquella de que se extrae el oro y la plata por vía de amalgamación? ¿Cuál es la influencia del precio del mercurio en los progresos dellaborío, y cuál la masa de este metal que se considera perdida en la amalgamación, tal cual se hace esta operación en México? ¿Se puede conocer con exactitud la cantidad de metales preciosos que desde la conquista de Tenochtitlán ha pasado de Nueva España a Europa y Asia? ¿Es probable, atendido el estado actual de las labores y la constitución geológica del país, que pueda aumentarse aún el producto anual de las minas de México; o debe creerse, como creen muchos escritores célebres, que la exportación de la plata de América ha llegado ya a su máximum? He aquí varias cuestiones generales cuya solución será el objeto de esta obra, y que están enlazadas con los problemas más importantes de la economía política. Mucho tiempo antes de la llegada de los españoles conocían los indígenas de México, así como los de Perú, el uso de varios metales; y no se contentaban con aquellos que en su estado natural se encuentran en la superficie de la tierra, especialmente en el lecho de los ríos y en las quebradas o barrancos formados por los torrentes, sino que emprendían


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también obras subterráneas para beneficiar las vetas; sabían abrir galerías y pozos o tiros de comunicación y ventilación; y tenían instrumentos a propósito para cortar las rocas. Cortés nos dice en la relación histórica de su expedición, que en el gran mercado de Tenochtitlán se veía vender oro, plata, cobre, plomo y estaño. Los habitantes de la Tzapoteca y de Mixtecapán, dos provincias que forman hoy parte de la intendencia de Oaxaca, separaban el oro lavando las tierras de aluvión. Estos pueblos pagaban sus tributos de dos maneras, ya reuniendo en sacos de cuero o en canastillos de junco muy delgados las pepitas o granos de oro nativo, ya fundiendo el metal en barras. Estas barras, semejantes a las que todavía se usan en el comercio, se hallan figuradas en las antiguas pinturas mexicanas. Ya en tiempo de Motezuma, los naturales beneficiaban las vetas de plata de Tasca (Tlachco) en la provincia de Cohuixco, y las que atraviesan las montañas de Tzumpanco. En todas las grandes ciudades de Anáhuac se fabricaban vasos de oro y de plata, bien que este último metal fuese mucho menos estimado de los americanos que de los pueblos del Antiguo Continente. Los españoles, en su primera entrada en Tenochtitlán, no se cansaban de admirar la habilidad de los plateros mexicanos, entre los cuales se señalaban como más célebres los de Azcapotzalco y de Cholula. Cuando Moctezuma, seducido por su extrema credulidad, creyó ver en la llegada de los hombres blancos y barbados el cumplimiento de la profecía misteriosa de Quetzalcoatl y forzó a la nobleza azteca a prestar homenaje al rey de España, se calculó la porción de metales preciosos ofrecida a Cortés en 162000 pesos de oro: "Sin contar (dice el conquistador) todas las joyas de oro y plata y plumages y piedras y otras muchas cosas de valor que para vuestra sacra Magestad yo asigné y aparté, que podian valer cien mil ducados, y mas suma, las cuales de mas de su valor eran tales y tan maravillosas, que consideradas por su novedad y extrañeza no tenian precio, ni es de creer que ninguno de todos los príncipes del mundo de quien se tiene noticia las pudiese tener tales y de tal calidad. Y no le parezca á V.A. fabuloso lo que digo, pues es verdad que todas las cosas criadas, así en la tierra, como en la mar, de que el dicho Motezuma pudiese tener conocimiento tenia, contrahechas muy al natural, así de oro y plata, como de pedrería y de plumas, en tanta perfeccion, que casi ellas mismas parecian; de las cuales todas me dio para V. A. mucha parte, sin otras que yo le dí figuradas, y él las mandó hacer de oro, así como imágenes, crucifijos, medallas, joyeles, y collares, y otras muchas cosas, de las muestras, que le hice contrafacer. Cupieron asi mismo á V.A. del quinto de la plata que se hubo, ciento y tantos marcos, los cuales hize labrar á los naturales, de platos


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grandes y pequeños, y escudillas y tazas y cucharas; y lo labraron tan perfecto, como se lo podíamos dar á entender." Cuando se lee este pasaje parece que se está oyendo la relación de un embajador europeo enviado a la China o al Japón. No obstante con dificultad puede acusarse de ponderativo al general español, cuando se considera que el emperador Carlos V podía juzgar por sus propios ojos de la perfección o imperfección de los objetos que se le enviaron. El arte de la fundición había hecho progresos considerables entre los muiscas, en el reino de la Nueva Granada, entre los peruanos y los habitantes de Quito. En este último país se han conservado por algunos siglos en las cajas reales, obras preciosas de la antigua platería americana. Sólo de pocos años a esta parte es cuando, por un sistema de economía que puede certificarse de bárbaro, se han fundido estas obras, que acreditaban que muchos pueblos del Nuevo Continente habían llegado a un grado de civilización harto superior al que se les atribuye generalmente.

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Los pueblos aztecas sacaban, antes de la conquista, el plomo y el estaño de las vetas de Tasca, al norte de Chilpancingo, e Ixmiquilpan; y el cinabrio, que servía de color a los pintores era el metal más comúnmente usado en las artes mecánicas y reemplazaba hasta cierto punto al hierro y al acero: las armas, las hachas, los cuchillos y todos los utensilios se hacían con el cobre de las montañas de Zacatollan y de Cohuixco. En todas partes parece que ha precedido el uso de este último metal al del hierro, y en lo más septentrional de la América puede haber contribuido su abundancia en estado nativo, a la predilección extraordinaria con que se han valido de él constantemente los pueblos mexicanos oriundos de aquellas regiones. La naturaleza ofrece a los mexicanos, enormes masas de hierro ligado con níquel y cobalto; estas masas, que se hallan esparcidas por la superficie del terreno, son fibrosas, maleables y de tan gran tenacidad que sólo con mucha dificultad se consigue separar algunos fragmentos de ellas con nuestros utensilios de acero. El verdadero hierro nativo, aquel a que no puede señalársele origen en algún meteoro, y que está siempre mezclado de plomo y de cobre, es infinitamente escaso en todas las partes del globo; por consiguiente no debemos admiramos de que en el principio de su civilización, los americanos, como la mayor parte de los demás pueblos, hayan puesto su atención antes sobre el cobre que sobre el hierro. Pero ¿cómo es que esos mismo americanos, que manipulaban por medio del hierro otros varios minerales, no llegaron a descubrir el hierro por medio de la mezcla de las substancias combustibles con los acres rojos y amarillos, en extremo comunes en muchas partes de México? y si por el contrario este metal les era conocido, como me inclino a creer, ¿cómo es que no llegaron a apreciarlo por su justo valor? Estas consideraciones parecen indicar que no databa de muy lejos la civilización de los pueblos aztecas. No tomaremos a nuestro cargo el indicar aquí el pormenor de los defectos que hemos creído haber observado en la administración de las minas de Nueva España; nos limitaremos a algunas consideraciones generales haciendo notar todo lo que nos parece digno de la atención de cualquier viajero europeo. En la mayor parte de las minas mexicanas se hace muy bien la obra a la barrena, que es la que exige más destreza de parte del obrero. Podría desearse que el mazo fuese algo menos pesado, pues es el mismo instrumento de que se servían los mineros alemanes del tiempo de Carlos V. En lo interior de las minas se hallan colocadas algunas fraguas pequeñas movibles para volver a forjar la punta de las barrenas que se ponen inservibles. He contado 16 de estas fraguas en la mina de la Valenciana; y en el Distrito de Gua-


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najuato las minas más pequeñas tienen una o dos. Esta disposición es muy útil, especialmente en unas minas en que se ocupan 1500 operarios, y en las cuales, por consiguiente, es inmenso el consumo de acero. No puedo alabar la práctica que se sigue en la extracción con pólvora, porque los agujeros para los cartuchos son en general poco profundos y los mineros no se esmeran en despojar la parte de la roca que debe saltar. Así, hay una pérdida de pólvora muy considerable. La mina de la Valenciana ha consumido, desde el año de 1794 al de 1802, por valor de 673676 pesos de pólvora, y las minas de Nueva España necesitan hoy día de 12 a 14000 quintales, siendo muy probable que más del tercio de esta cantidad se gasta inútilmente. En Chapultepec, cerca de México, y en la mina de Rayas, cerca de Guanajuato, se han hecho experiencias acerca del método de saca propuesto por Bader, según el cual se deja cierto volumen de aire entre la pólvora y el tapón. Aunque estos ensayos habían probado la grande utilidad de ese nuevo método, ha prevalecido el antiguo, a causa del poco interés que ponen los maestros mineros en reformar abusos y perfeccionar ellaborío. El ademe, o sea el revestido de armadura, vale poco y ciertamente debería llamar la atención de los dueños, tanto más cuanto que la madera escasea más de año en año en la Mesa de México. La mampostería que se emplea en los tiros y cañones, especialmente el ademe de cal y canto, merece muchos elogios. Las claves de los arcos se ejecutan con mucho cuidado, y en esta parte las minas de Guanajuato pueden competir con todo lo más perfecto que se ve en Freiberg y en Schemnitz. Los tiros, y aún más los cañones, de Nueva España tienen por lo común el defecto de dar a su abertura dimensiones (Ortstosshohe) demasiado grandes, causando por consiguiente gastos exorbitantes. En la Valenciana se encuentran cañones adelantados con el fin de reconocer una veta pobre, y que tienen 8 ó 9 metros de altura. Es un error el imaginar que esta grande altura facilite la renovación del aire; la ventilación depende únicamente del equilibrio y de la diferencia de temperatura de dos columnas de aire que estén próximas. Todavía se cree, y no con mayor fundamento, que para reconocer la naturaleza de una veta muy ancha se necesitan también cañones de exploración muy anchos como si en criaderos de 12 a 15 metros de ancho no fuera mejor adelantar de trecho en trecho algunos pozos o cañones pequeños transversales hacia los respaldos para ver si comienza a enriquecerse la masa de la veta. Esta absurda costumbre de abrir todos los cañones con enormes dimensiones es la que estorba que los propietarios multipliquen las obras de indagación indispensables para la conservación de una mina y para la duración de los laboríos. En Guanajuato, el ancho de los po-


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zos oblicuos y abiertos en escalones, es de diez a doce metros; y los perpendiculares tienen por lo común seis, ocho o diez. La enorme cantidad de minerales que se saca de las minas y la necesidad de hacer entrar en ellas los cables atados a seis u ocho malacates, obligan a dar a los tiros de México mayores dimensiones que a los de Alemania; pero el ensayo que se ha hecho en Bolaños, de separar por medio de una armazón de madera los cables de los malacates, ha probado suficientemente que se puede disminuir la anchura del tiro sin temor de que las cuerdas se enreden a causa de su movimiento oscilatorio. Por punto general, sería muy útil el servirse, para la extracción de los minerales, de toneles o cajas paralelepípedas rectangulares, en vez de cubos de cuero ensartados en los cables del tambor. Podrían subir y bajar en un mismo tiro muchos pares de estos toneles haciéndolos correr con rodajas por maderos o viguetas con una muesca. El mayor defecto de que se nota en las minas de Nueva España, y que hace en extremo costoso su laborío, es la falta de comunicación entre los diferentes planes, los cuales se parecen a aquellos edificios mal construidos donde para pasar de una pieza a otra es menester dar la vuelta a toda la casa. La mina de la Valenciana admira ciertamente por su riqueza, por la magnificencia de su ademe y la facilidad con que se entra en ella por escaleras espaciosas y cómodas; y con todo no presenta sino la reunión de planes pequeños, de forma demasiado irregular para que se les puede llamar planos de gradas o escalones; no son sino unos verdaderos sacos con sólo una abertura por lo alto y sin ninguna comunicación lateral. Cito esta mina, no porque sea la que tenga más defectos en la distribución de sus obras, sino por lo mismo de que debía suponerse que estaba mejor dispuesta que todas las demás. Como la geometría subterránea ha estado enteramente descuidada en México hasta el establecimiento de la Escuela de Minas, no existe planta ninguna de los planes ya hechos. Podría suceder muy bien que ya estuviesen tocándose dos laboríos, sin que nadie lo advirtiese en aquel dédalo de cañones transversales y de pozos interiores. De aquí resulta la imposibilidad de introducir en el estado actual de las minas de México la conducción con carretón o con perros, y una económica disposición de los puntos de reunión. El minero que se ha educado en las minas de Freiberg, acostumbrado a ver en práctica tantos y tan ingeniosos medios de acarreo, se persuade con dificultad de que en las colonias españolas, en donde los minerales son pobres, pero abundantísimas, se transporte a lomo de hombre todo el metal que se saca de la veta. Los indios tenateros, a quienes puede considerarse como las acémilas de las minas de México, están cargados durante seis horas con


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un peso de 225 a 350 libras, En los cañones de la Valenciana y de Rayas respiran además dentro de una temperatura de 22° a 25 0; suben y bajan en dicho tiempo muchos miles de escalones por tiros que tienen 45° de inclinación o echado. Los tenateros llevan el mineral en costales de hilo de pita; y para no herirse las espaldas (porque los mineros trabajan comúnmente desnudos hasta la cintura) ponen debajo del saco una frazada de lana. Se encuentran en las minas filas de cincuenta a sesenta de estos mozos de carga, entre los cuales hay viejos sexagenarios y muchachos de diez a doce años. Para subir las escaleras, echan el cuerpo hacia adelante y se apoyan en un palo que sólo tiene tres decímetros de largo; caminan haciendo eses, porque dicen que la experiencia les ha enseñado que padece menos su respiración cuando cortan oblicuarnente la corriente de aire que entra de afuera por los tiros. No se cansa uno de admirar la fuerza muscular de los tenateros indios y mestizos de Guanajuato, especialmente cuando se encuentra fatigadísimo al salir de la mayor profundidad de la mina de la Valenciana,


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sin estar cargado de peso ninguno. Los tenateros cuestan a los dueños de esta mina más de tres mil pesos semanales, porque se cuentan tres hombres destinados a conducir los minerales a los despachos, por cada barrenador que hace saltar la matriz por medio de la pólvora. Estos gastos enormes de conducción podrían disminuirse acaso en dos tercios si las obras de laborío se comunicasen por medio de pozos interiores (Rollschacht) o de cañones capaces para la conducción en carretón y con perros. Algunos rompimientos bien entendidos facilitarían la extracción de los minerales y la circulación del aire y excusarían esa multitud de tanateros cuyas fuerzas pueden emplearse de un modo más útil para la sociedad y menos perjudicial para la salud de los individuos. En los pozos interiores que por sus comunicaciones de un cañón a otro sirviesen para la extracción de los minerales, se podrían colocar unas cabrias (Haspel) para hacer la saca a brazo, o unos malacates. Desde muy antiguo (y es cosa digna de la atención de los mineros europeos) se sirven de mulos en lo interior de las minas de México; en Rayas bajan estos animales todas las mañanas sin guías y en la obscuridad por escalones hechos en un tiro que tiene de inclinación 42 o - 46 o . Los mulos se distribuyen por sí mismo en los diferentes sitios en que están colocadas las norias, y su andar es tan seguro, que un minero cojo, acostumbraba, hace algunos años, a entrar y salir de la mina montado en un mulo. En el distrito de las minas del Peregrino, en la Rosa de Castilla, se recogen los mulos en cuadras subterráneas, como los caballos que he visto en las famosas minas de sal gema de Wieliczka en Galitzia. Los talleres de fundición y amalgamación de Guanajuato y de Real del Monte están colocados de tal modo, que dos cañones navegables, cuyas bocas estuviesen cerca de Marfil y de Omitlán, podrían servir al acarreo de los minerales, haciendo superflua toda especie de extracción sobre el nivel de los cañones. Además, la bajada de Valenciana a Guanajuato y la de Real del Monte a Regla, son tan rápidas, que se podrían construir en ellas caminos de hierro por donde rodasen los carros cargados del mineral destinado para la amalgamación. Hemos hablado más arriba de la costumbre verdaderamente bárbara de desaguar las minas más profundas no por medio de equipos o sistemas de bombas, sino de cubos de cuero ensartados en cuerdas que se envuelven en el tambor de un malacate. Los mismo cubos sirven según se quiere para sacar unas veces el agua o otras el mineral: van rosándose con las paredes de los tiros y así es sumamente costosa su conservación. En Real del Monte, por ejemplo, uno de estos cubos de cuero no dura sino siete u ocho días y cuesta ordinariamente seis francos, y algunas


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veces ocho o diez. Un cubo lleno de agua, colgado del tambor de un malacate doble, esto es, de ocho caballos, pesa 1250 libras; consta de dos cueros cosidos uno con otro. Los cubos de que se usan para los malacates sencillos, esto es, los movidos por cuatro caballos, no tienen sino la mitad del volumen y están hechos de un solo cuero. En general, la construcción de los malacates es muy imperfecta, y hay además la mala costumbre de forzar a correr con demasiada velocidad las caballerías que los mueven. En el tiro de San Ramón, en Real del Monte, he encontrado que esta velocidad es de diez pies y medio por segundo; en Guanajuato, en la mina de la Valenciana, de 13 a 14 pies; en las demás partes es siempre de más de ocho pies. Don Salvador Sein, profesor de física en México, ha probado en una memoria muy importante sobre el movimiento giratorio de las máquinas, que a pesar de la extrema ligereza de los caballos mexicanos no producen en los malacates el máximun del efecto que cuando, empleando una fuerza de 175 libras, andan con una velocidad de cinco a seis pies por segundo. Es de esperar que al fin se introducirán en la Nueva España los equipos de bombas, movidas o por malacate s mejor construidos, o por ruedas hidráulicas, o por máquinas de columna de agua. Siendo la leña bastante escasa en el lomo de las cordilleras, y no habiéndose descubierto aún el carbón de piedra sino en el Nuevo México, no es posible servirse de bombas de vapor, como sería muy de desear en las minas anegadas de Bolaños, en las de Rayas y Mellado. En los desagiies es en donde se ve principalmente cuán indispensable es tener planos levantados por geómetras subterráneos. En vez de contener las aguas y conducirlas por el camino más corto hacia el tiro donde están las máquinas, se dirige muchas veces su vertiente al hondo de la mina para sacarlas después con enorme gasto. Además, en el distrito de Guanajuato perecieron cerca de 250 operarios en cosa de pocos minutos, el día 14 de junio de 1780, porque no habiendo medido la distancia que había entre los planes de San Ramón y los antiguos del Santo Cristo de Burgos, se habían acercado imprudentemente a esta última mina avanzando hacia ella un cañón de indagación. Entonces, las aguas de que estaban llenos los planes del Santo Cristo cayeron impetuosamente por el nuevo cañón de San Ramón en la mina de la Valenciana; muchos operarios perecieron por efecto de la compresión repentina del aire, que buscando una salida lanzó a grandes distancias maderas de ademar y pedazos de roca. No hubiera ciertamente sucedido esta desgracia, si al dirigir las labores se hubiese podido consultar un plano de estas minas. Según la descripción que acabamos de hacer del estado actual de los


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laboríos y de la mala economía en la administración de las minas de Nueva España, no se puede extrañar el ver que varios laboríos que dieron grandes beneficios por mucho tiempo se hayan abandonado desde que llegaron a mayor profundidad considerable o desde que las vetas manifestaron menos abundancia de metales. Hemos dicho arriba que los gastos anuales de la famosa mina de la Valenciana crecieron, en el espacio de 15 años, desde 400000 pesos a 800000. Si hubiera mucha agua en esta mina, si necesitase de malacate s para desaguada, sería probablemente nula la utilidad que dejase a sus dueños. La mayor parte de los vicios de administración que dejo anotados, se han advertido ya hace mucho tiempo por el Tribunal de Minería de México, cuerpo respetable e ilustrado, por los profesores de la Escuela de Minas y aun por algunos mineros del país, que sin haber salido nunca de su patria conocen la imperfección de los antiguos métodos; pero debemos repetir que las mudanzas no pueden ser sino muy lentas en un pueblo que no gusta de novedades y donde el gobierno tiene tan poco influjo en los laboríos, por pertenecer éstos a individuos particulares y no a compañías de accionistas. Hay además la preocupación de que las minas de Nueva España, por ser tan ricas, no exigen en su administración aquella inteligencia y economía que son necesarias para la conservación de las de Sajonia y Harz. Pero no debe confundirse la abundancia de los minerales con su riqueza intrínseca. Siendo la mayor parte de los minerales de México muy pobres, como lo dejamos probado y como lo confiesan los que no se dejan alucinar con falsos cálculos, es menester para tener un producto de dos millones y medio de marcos de plata, extraer una enorme masa de matriz. Y es fácil concebir que en las minas donde las diversas labores o planes están mal dispuestas y sin comunicación entre sí, los gastos de extracción deben crecer de un modo espantoso a proporción que los tiros van siendo más profundos y los cañones de mayor extensión. El trabajo del minero es absolutamente libre en todo el reino de Nueva España; a ningún indio ni mestizo se puede forzar a dedicarse al laborío de las minas. Es falso, por más que esta especie se haya repetido en los libros de más reputación, que la corte de Madrid envíe forzados a la América para trabajar en las minas de oro y plata. Los malhechores rusos han poblado las minas de la Siberia; pero en las colonias españolas es felizmente desconocido este castigo siglos hace. El minero mexicano es el que está mejor pagado entre todos los mineros; gana a lo menos de 25 a 30 francos por semana de seis días, cuando el jornal de los que trabajan al aire libre, por ejemplo, en la agricultura, es de ocho francos escasos en la Mesa Central, y de nueve y medio cerca de las costas. Los tenateros y faeneros, cuyo oficio es conducir los minerales a los lugares de reunión, ganan muchas veces más de seis fran-


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cos por su jornal de seis horas. La buena fe no es tan común entre los mineros mexicanos como entre los alemanes y suecos, y se valen de mil ardides para robar los minerales que son muy ricos. Como están casi desnudos, y se les registra al salir de la mina del modo más indecente, ocultan pedacillos de plata nativa, o de rosicler, o plata córnea, entre el pelo, debajo de los sobacos o en la boca; colocan también en el ano cilindros de arcilla llenos de metal, a los que llaman longanas, de las cuales algunas tienen 13 centímetros (cinco pulgadas) de largo. Es un triste espectáculo el ver en las grandes minas de México, centenares de operarios, entre los cuales hay algunos hombres de bien, precisados a dejarse registrar al salir del tiro o del cañón. Se toma nota de los minerales que se hallan en el pelo, la boca o en otra parte del cuerpo del minero. En Guanajuato, en sólo la mina de la Valenciana, el valor de estos minerales robados, una gran parte de ellos por medio de las longanas, ascendió, desde 1774 a 1787, a la suma de 180000 pesos. En lo interior de las minas se verifican con mucho cuidado los minerales que conducen los tenateros desde los planes al tiro. En la Valenciana, por ejemplo, se sabe con pocas libras de diferencia, la cantidad de matriz que sale diariamente de la mina; digo de matriz, porque nunca se saca la roca, sino que se la emplea para llenar los huecos que dejan los minerales extraídos. En el despacho de los grandes tiros están socavados en el muro dos aposentos, en cada uno de los cuales están sentados dos despachadores, que tiene un libro en el cual se pone el nombre de todos los mineros ocupados en la conducción. Delante de ellos, cerca de la mesa de despacho, están colgadas dos balanzas. Cada tenatero cargado de mineral se presenta a la mesa de despacho, y dos personas colocadas cerca de las balanzas juzgan del peso de la carga, sobrelevantándola un poco. Si el tenatero, que en el camino que ya lleva hecho ha tenido tiempo de valuar su carga, la cree de menos peso que lo que dice el despachador, no dice nada, porque el error les es útil; si, por el contrario, la considera mayor, entonces pide que se pese su carga en la balanza; y el peso que así se señala, se escribe en ellibro del despachador. De cualquier parte de la mina de donde venga el tenatero, se le paga por la carga de nueve arrobas con un real de plata y la de trece y media arrobas a real y medio por viaje. Hay tenateros que hacen en un día ocho o diez viajes, y se arregla su paga según el libro del despachador. No hay duda que este método de cuenta y razón es bien digno de elogio, y se admira a un mismo tiempo la celeridad, el orden y la paz con que se consigue determinar el peso de tantos millares de quintales de minerales como dan en un solo día unas vetas de 12 o 15 metros de ancho.


Miguel RamQ~:Aft~pe i

la Capellanía,

Coahuila,

el 15

Nació en Valle Sanfalleció Nicolás . de febrero de de 1775; en de la

Ciudad de México el 28 de abril de 1843. Eclesiástico, Diputado a las Cortes de Cádiz de 1811, donde se distinguió por su talento, habilidad política y patriotismo. Constituyente en 1824. Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos. Deán de la Catedral dJ Puebla. Federalista convencido, sirvió con entereza y eficacia en importantes puestos. ! Inició sus primeros estudios en Sbltillo, en donde asistió al Colegio de San Juan Nepomuceno, bajo la tutela de su tío Pedro Quintín. Al terminar su instrucción básica, pasó a Monterrey e ingresó al seminario donde estudió latín, filosofía y teología. Se trasladó posteriormente a la ciudad de Guadalajara donde se graduó de Bachiller en Filosofía. En 1803,Ramos Arizpe fue ordenado presbítero en la Ciudad de México, de donde regresó al seminario de Monterrey como profesor de Derecho Canónico. Entre 1804 y 1807, permaneció en un curato en la población de Santa María de Aguayo, en la provincia de Nuevo Santander, lugar donde conoció de forma profunda las condiciones en que se encontraba esta región. Prosiguió sus estudios, y entre 1807 y 1808obtuvo los títulos de licenciado y doctor en cánones en Guadalajara. Ya como doctor es nuevamente designado a un curato humilde denominado Real de Borbón, en la misma provincia de Nuevo Santander, donde permanece dos años. Esta situación (presuntamente por desavenencias con el obispo de Monterrey) no lo detiene en su incesante búsqueda por aprender, por lo que continuamente se traslada a México con el fin de realizar estudios de jurisprudencia. El 4 de agosto de 1810presentó finalmente su examen en el Colegio de Abogados de México, donde después de su brillante disertación, recibe el título de Doctor en Leyes. Ante tan indudables méritos académicos y su vasto conocimiento de las regiones septentrionales, Miguel Ramos Arizpe fue designado por el Ayuntamiento de Saltillo (del cual era miembro), para que representara a la provincia en las Cortes de Cádiz, España, en 1811.Su papel en la defensa de las provincias del norte novohispano, le mereció un continuado elogio en las Cortes, por lo que fue uno de los más entusiastas participantes en la elaboración de la nueva Constitución española de corte

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Miguel

Ramos Arizpe

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liberal. Feroz defensor del federalismo, le valió para que Puerto Rico, Caracas, las Californias y las Provincias Internas de Occidente también lo designaran su representante. Al regreso de Fernando VII al trono de España, las Cortes fueron disueltas y muchos de sus miembros padecieron la cárcel. Ramos Arizpe no fue la excepción, por lo que pasó varios años de su vida (18151820)en prisión en Valencia, España. En 1820,fue nuevamente elegido diputado a las Cortes. A su regreso a México (1822),participó en la configuración legal de la nueva nación en el proyecto federalista mexicano y en la defensa de la autonomía municipal. Fue diputado al Congreso Cons-tituyente entre 1823y 1824.Ocupó el cargo de secretario de Justicia (del 30 de noviembre de 1825al 7 de marzo de 1828y del 26 de diciembre de 1832all de abril de 1833) en los gabinetes de Guadalupe Victoria y Manuel Gómez Pedraza. También fue secretario de Hacienda de este último entre enero y febrero de 1833. En 1841formó parte de la junta creada por las Bases de Tacubaya. Escribió Demostraciones de fidelidad y amor hacia nuestro augusto y muy amado soberano el señor don Fernando Vll ya la unión cordial con la antigua España, verificadas en el Real de Bordón de la colonia del Nuevo Santander en Nueva España (1809);la Memoria que ... presenta al augusto congreso sobre el estado natural, político y civil de su dicha Provincia y las del Nuevo Reyno de León, Nuevo Santander, y los Texas, con exposición de los defectos del sistema general y particular de sus gobiernos y de las reformas que necesitan, para su prosperidad (1812). Obras importantes también son: Carta escrita a un americano sobre la forma de gobierno que para hacer practicable la Constitución y las Leyes conviene establecer en Nueva España atendida su actual situación (1821); e 1dea general sobre la conducta política de don Miguel Ramos Arizpe (1822).Una versión inglesa de su Memoria, con rico prólogo y excelentes notas, es la de Nettie Lee Benson, Austin, Texas, 1950. FUENTE: Miguel Ramos Arizpe, Memoria de Miguel Ramos Arizpe pre-

/k.~1

sentada las Cortes de Cádiz, Querétaro, VI Reunión ~terparlaJlCM/4l...¡(j mentaria, a México-España, 1992, pp. 17-31. México,

LAS PROVINCIAS DEL NORTE

Las obligaciones de representante de la provincia de Coahuila o Nueva Extremadura, una de las cuatro Internas del Oriente, en la América septentrional, me estrechan imperiosamente a exponer a V. M. lo que estimo absolutamente necesario para su bien y el general de toda la nación. Las provincias del Nuevo Reino de León, Nuevo Santander y Texas, o Nuevas Filipinas, limítrofes de Coahuila, tienen todos sus intereses íntimamente unidos con los de ésta y no habiendo llegado al Augusto Congreso sus representantes propietarios, me veo precisado a hablar de la situación actual de todas ellas.



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