La cultura industrial mexicana

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La arqueología industrial es una disciplina sui generis que se ocupa de las huellas materiales de la actividad industrial del pasado, y que contempla las fases de estudio, registro, valoración, conservación y reutilización de los bienes industriales históricos. Entre sus objetivos se encuentran la localización y catalogación de los vestigios industriales, la identificación de aquellos que pueden considerarse bienes culturales y conservarse, la sensibilización de la población y de las autoridades locales en la reutilización de sitios e inmuebles, y la búsqueda de las modalidades de conservación más apropiadas en un periodo de rápida transformación de las economías, las sociedades y las culturas. Se trata de una actividad plural por excelencia: 1) por los objetos de estudio, 2) por los objetivos, 3) por las competencias requeridas, 4) por los seCtores de población que se pretende involucrar. Debido a su complejidad y perspectiva, esta disciplina representa una nueva frontera tanto para la actividad académica como para la valoración del patrimonio cultural y supone la colaboración de técnicas y especialistas muy diversos, un complejo trabajo inter y multidisciplinario de arqueólogos, historiadores, arquitectos, archivistas, antropólogos, ingenieros, geólogos, químicos, fotógrafos, expertos en computación y estadística, además de la participación activa de una amplia gama de componentes sociales, desde los habitantes - de los sitios que serán intervenidos hasta los ex trabajadores, desde los legisladores hasta los administradores locales, desde los empresarios hasta los educadores.


LA CULTURA INDUSTRIAL MEXICANA PRIMER ENCUENTRO

NACIONAL

DE ARQUEOLOGÍA

Memoria

INDUSTRIAL



LA CULTURA INDUSTRIAL MEXICANA PRIMER ENCUENTRO

NACIONAL

(Monterrey,

NL,

DE ARQUEOLOGÍA

INDUSTRIAL

3,4 y 5 de junio de 1999) Memoria

Sergio Niccolai Humberto Morales Moreno (coordinadores)

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BENEMÉRITA

UNIVERSIDAD

AUTÓNOMA

DE PUEBLA

Facultad de Filosofía y Letras Dirección General de Fomento Editorial COMITÉ

MEXICANO

PARA LA CONSERVACIÓN

DEL PATRIMONIO

INDUSTRIAL,

AC


BENEMÉRITA

UNIVERSIDAD

AUTÓNOMA

DE PUEBLA

Enrique Dóger Guerrero Rector

Guillermo Nares Rodríguez Secretario General

Ricardo Moreno Botello Vicerrector de Extensión

y

Difusión de la Cultura

Roberto Hernández Oramas Director de la Facultad de Filosofía

y

Letras

Ricardo Escárcega Méndez Director Editorial COMITÉ

MEXICANO

PARA LA CONSERVACIÓN

DEL PATRIMONIO

Belem Oviedo Gámez Presidenta

Teresa Márquez Martínez Secretaria

Ilustración de la portada: Casimiro Castro, Interior de ingenio Piloncillero,sin fecha. Lápiz, tinta, acuarela y gouache sobre papel, 31.4 x 37.8 cm. México, Colección Museo Soumaya. Fotografía: Javier Hinojosa.

Primera edición: 2003 ISBN: 968 863 635 5

© de los textos es de los autores © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla 2 Norte 1404 Te!. y fax. 2468559 c.P. 72000 Impreso

y

hecho en México

Printed and made in Mexico

INDUSTRIAL,

AC


INTRODUCCIÓN Sergio Niccolai Humberto Morales Moreno

1. México posee un pasado industrial interesante por su complejidad, variedad y peculiaridades. Aunque no haya sido uno de los países de mayor desarrollo industrial, ni haya logrado resultados de alta eficiencia o gran capacidad innovadora en este sector de la economía (con excepción de la minería de plata colonial, del artesanado, y recientemente de algunas empresas en lo~ ramos cementero y siderúrgico), es innegable que a lo largo de su historia las actividades industriales se han difundido en una pluralidad de ramos, en un periodo de tiempo continuo y en diferentes unidades de producción con soluciones a menudo muy originales. Al intentar señalar algunas líneas generales de este panorama histórico, es oportuno empezar con las unidades productivas prehispánicas, especializadas en el trabajo de fibras textiles, arcilla, piedra, plata y cobre. Por su parte, el ambiente económico colonial se caracterizó por distritos mineros y haciendas de beneficio de metales preciosos (en primer lugar, plata), obrajes de paños de lana, ingenios de azúcar, manufacturas de tabaco, un sinnúmero de células artesanales en los principales núcleos urbanos y en algunas de las grandes haciendas agrícolas, que en muchos casos sobrevivieron sin cambios hasta finales del siglo XIX. A partir de la década de 1830 se dio una primera experiencia -entre las pioneras en el ámbito internacional- en la mecanización industrial, con difusión de docenas de fábricas textiles -la mayoría de ellas dotadas de grandes espacios arquitectónicos, una compleja infraestructura hidráulica y equipo productivo moderno-, algunas papeleras, ferrerías y vidrierías, además de las primeras líneas de ferrocarril. Este incipiente proceso de modernización experimentó una fuerte aceleración en las últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX, tanto en los ramos industriales tradicionales (textil, minería, azúcar, tabaco, alimentos y bebidas, pieles y calzado) como en los de nueva generación (química, siderurgia, transporte, producción de energía eléctrica y petróleo). Se registró entonces la multiplicación de las plantas productivas -que en algunos casos llegaron a enormes dimensiones-, la introducción de maquinaria y técnicas innovadoras, la adopción generalizada de la energía eléctrica, la creación de polos industria5


les incipientes (Orizaba, Puebla-Atlixco, México, Guadalajara, Monterrey) y la diversificación en los productos, que fueron acompañados por la expansión de la red de transporte y comunicación, la difusión de nuevos nudos y modalidades de intercambio, y considerables modificaciones tanto en la cultura laboral como en la material. A estas unidades de producción, algunas de las cuales han tenido una larga vida productiva hasta tiempos muy recientes, se asociaron desde la mitad del siglo xx -junto con la expansión de la tradicional y variadísima pequeña y mediana industria- complejos productivos a la vanguardia en el plano técnico y organizativo (plantas extractivas, agroindustriales, siderúrgicas, petroquímicas, automotrices, cementeras y maquiladoras de componentes electrónicos) que tuvieron un alto impacto económico, social y ambiental en los correspondientes ámbitos regionales.l En la actualidad el territorio mexicano conserva una gran cantidad de huellas de este pasado productivo, y ofrece un abanico de pruebas materiales de las especificidades históricas locales en la transformación de las materias primas mediante el trabajo humano, las técnicas y las máquinas. Así encontramos rastros de herramientas y productos del periodo prehispánico que en cierta medida están todavía en uso en las comunidades autóctonas del país. Subsisten notables testimonios del periodo colonial: en la capital se conserva el edificio de la manufactura del tabaco, conocida como La Ciudadela, y en Durango, el de la Real Casa del Obraje, construida hacia la última década del siglo XVIII. Se pueden observar todavía muchos de los edificios textiles pioneros del siglo XIX (entre otros La Constancia Mexicana y El Mayorazgo en Puebla, El Hércules en Querétaro, La Experiencia y Río Grande en Jalisco, Bellavista en Tepic, Nay., El Tunal en Durango, Río Blanco en Orizaba y La Claudina en Perote, Ver., Vista Hermosa en Etla, Oax., algunas imponentes haciendas henequeneras de Yucatán), así como de las primeras grandes ferrerías (Piedras Azules en Durango y la de Apulco en Hidalgo) y de la primera planta siderúrgica moderna de América Latina (La Fundidora en Monterrey). Hay remanencias impresionantes, tanto monumentales como documentales, de áreas mineras y haciendas de beneficio (por ejemplo, las I Entre los numerosos casos de grandes plantas industriales del siglo XX se pueden recordar las siderúrgicas Las Truchas en Lázaro Cárdenas, Mich., Altos Hornos de México (HAMSA) en Mondova, Coah. y las de Hojalata y Lámina, SA (HYLSA) en Monterrey, NL; las cementeras Cruz Azul en Hidalgo y las de Cementos Mexicanos (CEMEX) en Nuevo León; las automotrices Volkswagen en Puebla y Ford en Hermosillo, Son.; las plantas petroquímicas de Poza Rica, Ver., Azcapotzalco, OF o Tamaulipas, además de las minas de metales siderúrgicos y no ferrosos en Chihuahua y Coahuila, y de los recientes parques industriales de las maquiladoras (frontera norte y Oaxaca). 6


del distrito minero de Pachuca-Real del Monte, Hgo., o las de Tlalpujahua, Mich.), de ingenios de azúcar (especialmente en Morelos), de cervecerías (Monterrey y T oluca), de papeleras (Loreto y Peña Pobre en el Distrito Federal, La Constancia en T apalpa, J aL). Quedan vestigios importantes de las primeras redes ferrocarrileras (trenes, estaciones, vías, instrumentos de trabajo) y de las primeras plantas hidroeléctricas (Necaxa, Pue., por ejemplo). En muchos casos, es posible apreciar las huellas profundas de la transformación ambiental y humana que estuvo vinculada al fenómeno industrial: villas obreras, pueblos fantasmas, cerros desforestados, instalaciones abandonadas. Y son, sin duda, muchos más los rastros monumentales y documentales del pasado industrial más reciente -consignados en edificios, máquinas, infraestructuras, mercancías, así como en la memoria viviente de obreros, empresarios y consumidores- muchos de ellos relativos a la estructura industrial contemporánea que también en el caso mexicano experimenta profundos procesos de desindustrialización alIado de intensos procesos de innovación y reestructuración productiva, un fenómeno que se observa ya en los casos de la industria automotriz, la siderúrgica, las maquiladoras de componentes electrónicos y de la confección textil. Parte de todos estos vestigios se encuentran todavía activos, parte han sido adaptados a usos diversos del original, el resto está en riesgo de desaparecer. 2. De las huellas, en primer lugar las materiales, de las actividades industriales del pasado se ocupa la arqueología industrial, una disciplina sui generis que por su complejidad y perspectiva representa una nueva frontera tanto para la actividad académica como para la valoración del patrimonio cultural. Una vez que se observen más de cerca las fases que implica el estudio arqueológico del pasado industrial, vemos que se trata de una actividad plural por excelencia: 1) por los objetos de estudio, 2) por los objetivos, 3) por las competencias requeridas, 4) por los sectores de población que se pretende involucrar.2 La inspección arqueológica del patrimonio industrial de un determinado territorio se dirige fundamentalmente a tres ámbitos: 1) al espacio geográfico, social y económico que define históricamente un sitio industrial y donde se localizan fábricas, talleres, instalaciones mineras, vías de ferrocarril, con sus elementos infraestructurales y complementarios;} 2) a los inmuebles

Una exposición más detallada sobre estos aspectos puede encontrarse en Niccolai (2001). La historiografía sobre la industria mexicana podría avanzar mucho gracias al reconocimiento del espacio industrial y a los estudios de geografía industrial, en particular para analizar la

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donde se realizaba la actividad propiamente productiva, a los que la permitían y a los que estaban destinados a la vida asociada, en ocasiones restos abandonados o intervenidos sin ningún sentido histórico; entre ellos están las naves fabriles, los edificios para el procesamiento y almacenamiento de los materiales e insumos, las casas de máquinas, las obras hidráulicas, las estaciones ferroviarias, y también las habitaciones de administradores, técnicos y obreros, tiendas, viviendas, capillas, cementerios y dispensarios médicos; 3) a los bienes muebles, entre ellos archivos, máquinas, herramientas, los elementos útiles y decorativos de los edificios, y todo testimonio del "mundo del trabajo", muchos de los cuales son los que más nos acercan al lado humano y cultural de la industrialización: sistema de valores, vida doméstica, manifestaciones religiosas y del tiempo libre, sociabilidades, en particular las relaciones entre propietarios, capataces y obreros, y el papel del género en el ambiente productivo.4 La arqueología industrial es una disciplina que contempla las fases de estudio, registro, valoración, conservación y reutilización de los bienes industriales históricos. Entre sus principales objetivos específicos se puede señalar la localización de los vestigios industriales y la realización de una catalogación lo más detallada posible, ya que ésta en muchos casos constituirá la última descripción de aquellos restos; la identificación de aquellos vestigios industriales que pueden considerarse bienes culturales y conservarse; la sensibilización de la población y de las autoridades locales con miras a proyectar la re utilización de sitios e inmuebles; la participación en la búsqueda de las soluciones y de las modalidades de conservación más apropiadas en un periodo de rápida transformación de las economías, las sociedades y las culturas. Vale subrayar que todas estas actividades y objetivos suponen la colaboración de técnicas y especialistas muy diversos, un complejo trabajo de equipo inter y multidisciplinario que involucra arqueólogos, historiadores, arquitectos, archivistas, antropólogos, ingenieros, geólogos, químicos, fotógrafos, expertos en computación y estadística, entre otros. Además de estos profesionales, especialmente en relación con las fases de conservación y reutilización de los bienes industriales históricos, es indispensable contar con la participación activa de una amplia gama de componentes sociales,

racionalidad económica de la "localización industrial" en muchos casos en función de un determinado uso de los recursos naturales. 4 En este sentido, en el caso mexicano es particularmente interesante el control socioeconómico realizado a través de la tienda de raya, que puede considerarse una adaptación de la utopía owenista de New Lanark.

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desde los habitantes de los sitios que serán intervenidos hasta los ex trabajadores, desde los legisladores hasta los administradores locales, desde los empresarios hasta los educadores. Para la realización de los objetivos de la arqueología industrial es de fundamental importancia, objetivo y condición al mismo tiempo, una modificación del concepto tradicional de cultura. En términos teóricos tender el puente entre e! patrimonio industrial y el patrimonio cultural de la nación resulta bastante fácil. Hay evidencias de sobra para afirmar que la "edad de la industrialización" marcó e! rumbo de la historia universal desde 1780 hasta bien entrado el siglo xx, así como que la civilización actual no se explica sin estos doscientos años de transformación vertiginosa de las condiciones de la vida material. Esto vale tanto en relación con los first comers de! despegue industrial como con los late comers, o sea, con todas aquellas experiencias encaminadas a encontrar vías propias hacia la industrialización que la historiografía actual clasifica como precoces o tardías, exitosas, inacabadas o fracasadas. Como lo sugiere Eusebi Casanelles, en el artículo inaugural de esta Memoria, una vez establecido el derecho de hablar de! concepto de "antiguedad industrial" con referencia a lo valioso y característico de una determinada época y civilización, deriva que sus restos pueden considerarse bienes culturales, que merecen un rescate arqueológico y que éste debe ser capaz de valorar lo más representativo de la historia industrial de las diferentes regiones mundiales. Pero, en la práctica, la definición y difusión de una nueva concepción de! patrimonio cultural que englobe e! industrial, encuentra todavía muchas dificultades y resistencias. Y en la mayor parte de los casos se trata de un trabajo todavía en sus inicios. 3. Hace pocas décadas, en los países más industrializados, surgió y se difundió la preocupación por estudiar y conservar la memoria y los restos de la civilización industrial. Pronto adquirió un espacio de interés en e! ámbito académico e institucional, y poco después, entre el público en general. Esta preocupación llevó a la fundación, en 1974, en Ironbridge (Shropshire, Inglaterra), en el Gorge Museum, bajo la dirección de Neil Cossons, de una de las primeras sociedades nacionales de rescate y conservación del patrimonio industrial, la Association for Industrial Archaeology (AIA).5 En e! mismo lugar, en 1973, se había realizado la Primera Conferencia Internacional sobre la Conservación de Monumentos Industriales, en e! transcurso de la cual se constituyó el TICCIH (The International Committee for the Conservation of

5 Entre las asociaciones precursoras se encuentra la Society for Industrial Archaeology constituida en los Estados Unidos en octubre de 1971.

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the Industrial Heritage) -luego formalizado en 1978, en Estocolmo, durante la Tercera Conferencia Internacional-, como la organización mundial adherida a la UNESCO, dedicada a promover la arqueología industrial, la conservación, la investigación, el registro y la educación en todos los aspectos que conciernen a la "herencia industrial". Bajo su patronato académico, el TICCIH organiza un congreso mundial cada tres años y conferencias temáticas en el intermedio de sus congresos trianuales. Edita un boletín trimestral donde se reportan rescates arqueológicos relevantes de cualquier parte del mundo, así como los proyectos novedosos de redes de investigación y subcomités como el de Turismo de la Herencia Industrial o el de los Ecomuseos Industriales. Recientemente, en marzo de 2001, se realizó en España la primera conferencia regional del TICCIH sobre la temática de la "Herencia industrial textil". Para la primavera del 2002 se llevará a cabo la temática de "Minería" también en España. En la actualidad el TICCIH cuenta con representantes nacionales en 56 países.6 América Latina se incorporó a las actividades del TICCIH con la realización del Primer Coloquio Latinoamericano sobre Rescate y Preservación del Patrimonio Industrial en Cholula, Pue. (México), en junio de 1995. Posteriormente, el Segundo Coloquio se llevó a cabo en La Habana (Cuba) en 1998. En 2001 tuvo lugar el Tercer Coloquio en Santiago de Chile y el Cuarto está anunciado para llevarse a cabo en el 2004 en Lima (Perú). 7 Ocho países latinoamericanos tienen representación en TICCIH, y México ocupa sin duda alguna un papel primordial en la difusión de las actividades del organismo, a través de la representación nacional que descansa en el Comité Mexicano para la Conservación del Patrimonio Industrial, AC (CMCPI), constituido en el verano de 1995 y formalizado en 1996. En México existe una larga y enraizada tradición de rescate del pasado monumental, llevada a cabo por instituciones culturales, en primer lugar, por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) , al amparo de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972 y por una sensibilidad generalizada de la población en la defensa de su pasado. Especialmente a partir de la década de 1980 se difundieron iniciativas autónomas en diferentes puntos de la República para la creación de museos industriales de sitio y especializados (Ecomuseo de Metepec, Pue., Caserío

Para una interesante nota informativa sobre la historia de los congresos internacionales de conservación del patrimonio industrial, véase Trinder (2000). Para las actas del ColoquiO de Santiago de Chile, consúltese Migone Rettig y Pirozzi Villanueva (2001). 6

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Industrial de Bellavista, Tepic, Museo de la Sal en Coyutlán, Col., Museo Nacional del Carbón en Sabinas, Coah., Museo de Minería de Fresnillo, Zac., Museo Tecnológico de la mina Las Dos Estrellas en Tlalpujahua, Mich., Mina de Acosta en Real del Monte, Hgo., Museo del Vidrio en Monterrey y El Blanqueo en Santa Catarina, NL, entre otros), la conservación de archivos de empresa y empresarios (entre los cuales destaca el Archivo Histórico y Museo de Minería de Pachuca, Hgo., que es también un museo industrial especializado), el rescate de estaciones y maquinaria de transporte (en primer lugar el Museo Nacional de los Ferrocarriles en Puebla y el Museo del Ferrocarril del Golfo en Monterrey, NL), la reutilización de zonas industriales en desuso (las papeleras Loreto y Peña Pobre en el Distrito Federal, La Trinidad en Tlaxcala, el Parque Fundidora en Monterrey, NL, o los proyectos de rescate de la zona industrial del Paseo del Río de San Francisco en Puebla, por ejemplo). A esta lista, por cierto incompleta, hay que añadir la expropiación de La Constancia Mexicana, en noviembre de 2001, para su conversión en Centro Estatal de las Artes. En sintonía con estas iniciativas y con las corrientes culturales internacionales, se manifestó también una creciente sensibilización del ambiente académico mediante cursos, conferencias y publicaciones sobre los temas de la arqueología industrial.8 El Comité Mexicano para la Conservación del Patrimonio Industrial, AC, que como se anticipó fue fundado en el año de 1995, busca desde entonces proporcionar coordinación, integración y sistematización a estos esfuerzos para la valoración de la herencia industrial mexicana. En la actualidad, los objetivos generales de este organismo se dirigen al reconocimiento territorial de los restos materiales del pasado industrial mexicano y a la valoración sistemática de este patrimonio en vista del rescate y la conservación de una porción significativa, además de la difusión de una cultura del patrimonio industrial. En lo particular, las principales actividades de sus afiliados se dirigen a la búsqueda de los vestigios monumentales mediante el trabajo de campo y el estudio documental,9 la protección de las fuentes (en primer lugar monumentos y archivos), la organización de un catálogo nacional de los vestigios industriales, la construcción de una red nacional de investigadores y curadores, la presión para la modificación de la

Véase Novela (s.f.) [1984], Sánchez Flores (1988), Gamboa, Estrada y Villavicencio (1989), YCarozzi (1991). 9 En el terreno historiográfico los estudios se han incrementado notablemente desde el libro pionero de Keremitsis (1973). Véase el reciente ensayo de Morales Moreno (2000), con un recuento actualizado del estado de la cuestión sobre la historia industrial desde la perspectiva de las empresas y sus archivos. 8

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legislación nacional sobre patrimonio cultural en vista de su extensión a los bienes industriales históricos, la asesoría en proyectos de rescate, las relaciones con las organizaciones de conservación del patrimonio industrial en América Latina y el resto del mundo. Entre sus objetivos específicos sobresale promover el debate nacional respecto de qué conservar, cómo conservar y cuánto conservar. !O El conjunto de vestigios del pasado industrial mexicano, los proyectos de valoración y rehabilitación de sitios, maquinaria e infraestructuras obsoletos (entre los cuales se encuentran los promovidos por la iniciativa privada y el Estado con fines de lucro, mediante la readaptación de espacios productivos a hoteles, balnearios y centros comerciales) y la participación en los eventos organizados por el CMCPI, permiten afirmar que las perspectivas de la arqueología industrial en México son prometedoras. 4. Esta Memoria ofrece una muestra significativa de lo que se ha hecho y lo que se pretende hacer en México respecto del patrimonio industrial. Se puede encontrar en ella un condensado del campo de estudio, las técnicas de investigación, las miradas, las sensibilidades, los intereses que conforman el conjunto disciplinar y cultural que busca estudiar y conservar los bienes industriales históricos nacionales. Para esta publicación se reunió la gran mayoría de los trabajos presentados en el Primer Encuentro Nacional de Arqueología Industrial celebrado en Monterrey, NL, del 3 al 5 de junio de 1999 por iniciativa del CMCPI. Por primera vez en México se dio la oportunidad de hacer coincidir y discutir investigadores interesados en las temáticas de la arqueología industrial, provenientes de diferentes rincones de la República y vertidos en distintas disciplinas, en unos casos especialistas con amplia trayectoria en la conservación, en otros, jóvenes que con entusiasmo se inician en esta actividad. Los trabajos ofrecen un primer acercamiento a la variedad tipológica de la industria mexicana (en los ramos minero, textil, automotriz y de los transportes) en las diferentes regiones mexicanas (desde Monterrey a Oaxaca, desde Jalisco a Puebla). En ellos se presenta una pluralidad de aspectos relativos al estudio y conservación del pasado industrial: las perspectivas futuras de la con-

10 Para más detalles sobre los logros en el rescate del patrimonio industrial mexicano y las actividades del Comité Mexicano. se remite a Rodríguez Álvarez (1999), Oviedo Gámez y 50beranis Carrillo (en prensa), así como a los boletines del CMCPI publicados desde diciembre de 1995 en adelante.

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servación de los bienes industriales históricos (Casanelles, Litvak-Rodríguez), las técnicas de investigación (Litvak-Rodríguez, Hemández Pons, Mejía), la museografía (Ávila), la protección de la memoria documental (OviedoHemández Badillo, Villalobos), la historia industrial general (Niccolai), regional (Torre-Soberanis, Morales, Miguel-Aguilar) y de caso (Mejía-Valencia, Acevedo-Heredia), los espacios productivos (Camacho-Cobos-Hemández Pons, Sánchez), la infraestructura de transporte (Márquez-Gómez, Sandoval), el ramo minero tan relevante en el pasado mexicano (Ortega, Martín Torres, Uribe Salas, León Meza), la cultura empresarial (Collado, Flores, Castillo) y la cultura técnica (Herrera, Rodríguez). La temática viene enfrentada desde diferentes ópticas disciplinarias, utilizando diversas fuentes e instrumentación metodológica, prestando atención tanto a los bienes documentales como a los monumentales que constituyen el conjunto patrimonial. A pesar de esta variedad, todas las ponencias tienden al mismo objetivo, el de crear un diálogo entre los involucrados en el tema con la mira en el intercambio de informaciones, métodos y experiencias. Éste es el camino apropiado para que el interés en el descubrimiento y valoración del pasado industrial pueda transitar del ámbito individual al académico, y de éste al de la comunidad empresarial, a los políticos y a la ciudadanía en su conjunto. Con este intercambio de conocimientos y de esfuerzos será posible avanzar en la obra de rescate de los vestigios industriales mexicanos y hacer que se consideren parte del patrimonio cultural nacional. El resultado es un ensayo colectivo, multifacético y, esperamos, estimulante, de la riqueza del pasado industrial mexicano y de las oportunidades que éste ofrece desde el punto de vista de su reutilización. Desde aquella reunión de Monterrey, las actividades de estudio y conservación del patrimonio industrial mexicano se han ido difundiendo y profundizando -como demuestra también la reciente realización del Segundo Encuentro Nacional para la Conservación del Patrimonio Industrial en Aguascalientes (junio de 2001)- y ha aumentado el intercambio de experiencias, como la colaboración entre especialistas de diferentes disciplinas y entre éstos y la sociedad en general. Esta publicación, además del valor de sus contenidos, tiene entonces también un valor histórico tanto para esta disciplina como, más en general, para la cultura mexicana, y como tal merece apreciarse. La Memoria se organiza en cinco secciones -correspondientes a aspectos específicos de las actividades y momentos en los cuales puede subdividirse la arqueología industrial-, precedidas por las reflexiones generales de tres es-

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pecialistas (un ingeniero, un arqueólogo, una historiadora y archivista), con amplia experiencia en la actividad de rescate y conservación. Eusebi Casanelles -actual presidente de The International Committee for the Conservation of the Industrial Heritage- se centra en la legitimidad de la inclusión de los vestigios de la era industrial (más o menos 1780-1980) en el ámbito del patrimonio cultural y en las modalidades de su conservación frente a los rápidos cambios de la actualidad. El replanteamiento de la idea convencional de patrimonio -limitada a las obras de arte y a los objetos antiguos- se apoya en dos innovaciones conceptuales difundidas en el siglo XX: por un lado, la de "objeto testimonio de una época" de derivación etnológica y, por el otro, la de "objeto de estudio, con la finalidad de comprender las sociedades del pasado", aplicada por las disciplinas arqueológicas. Debido a que los testimonios materiales de la época de la industrialización poseen estos requisitos, y mirándolos desde la perspectiva de la actual era posindustrial, es completamente lógico y legítimo considerarlos bienes patrimoniales de una época pasada. A esta renovación de los conceptos de patrimonio y de antiguedad sigue, según Casanelles, un giro también en la actividad de conservación y en la sensibilización de la sociedad. Lo que se propone al respecto es que en la valoración y reutilización del patrimonio industrial (de tipo museal, didáctico, turístico o ligado al desarrollo regional) se sigan criterios apropiados a las características de los objetos industriales, que a diferencia de los artísticos, tienden a ser homogéneos, estandarizados, seriados y de uso masivo. Por esa razón la selección de los bienes que se quiere conservar debe resaltar las especificidades territoriales de las actividades industriales, y su salvaguarda tendría que reforzar la memoria colectiva local. A estas propuestas de alcance general se enlazan las relativas a la realidad mexicana avanzadas por Jaime Litvak King y María de los Ángeles Rodríguez. En primer lugar, después de un rápido repaso de la historia industrial mexicana, estos especialistas nos introducen en los aspectos metodológicos de la arqueología industrial, precisando similitudes y diferencias respecto de la arqueología tradicional. Si en buena medida las dos disciplinas comparten los procedimientos técnicos de base (reconocimiento del sitio, excavación, consolidación, registro sistemático de los datos, clasificación de los objetos e interpretación), éstos deberán adecuarse y complementarse con otros. Lo anterior se debe a: 1) los aspectos específicos de los vestigios industriales (grandes arquitecturas de superficie, maquinarias, herramientas, infraestructuras, desperdicios de producción, servicios habitacionales); 2) el interés por comprender las formas particulares que asumen los sistemas de trabajo y de vida, como consecuencia de las innovaciones técnicas, de la gran diversidad étnico-geográfica mexicana, así como de la inmigración de 14


empresarios, técnicos y obreros extranjeros; y 3) el hecho de que el arqueólogo industrial puede contar con una gran cantidad de fuentes no materiales (las escritas, las orales, las visuales) y debe apoyarse en el trabajo interdisciplinario, en especial con las ciencias exactas. Litvak y Rodríguez complementan esta importante aclaración sobre la naturaleza de la disciplina con una exposición sintética de los pasos estratégicos a seguir por el arqueólogo industrial, sobre todo en relación con el trabajo de superficie. Concluyen su aportación con una serie de interrogante s y sugerencias respecto de la valoración tanto del hecho industrial en sí como del destino de los tantos restos del pasado industrial mexicano. Entre las tareas más urgentes señalan la formación de profesionales, la creación de un inventario de los bienes industriales históricos y sobre todo la promoción de una iniciativa de ley que proteja esta porción del patrimonio cultural nacional. En la primera parte de esta Memoria se reúnen ensayos que profundizan en los procedimientos técnicos adoptados por las actividades de tipo arqueológicoindustrial y que reportan los resultados de su aplicación a estudios de caso, en relación con diferentes regiones mexicanas (Ciudad de México, Sierra Gorda, Chihuahua y Puebla), diversos aspectos del vestigio industrial (arquitectónicos y técnicos) y distintas épocas (desde la prehispánica hasta el siglo XX). La aportación de Eisa Hemández se basa en el trabajo de campo en una serie de sitios históricos del centro de la Ciudad de México, donde la reconstrucción de la función socioeconómica de los espacios fue favorecida por el estudio, la clasificación y la interpretación de una serie de restos de objetos (sellos, placas, frascos, tapaderas, plantillas de zapatos) de materiales diversos (cerámica, metal, vidrio, madera, cuero, plástico) y por el recurso a fuentes de distinto origen y soporte. Cabe destacar el caso de la tienda El Águila, en el cual la interpretación se apoyó en procedimientos arqueológicos, en el estudio del archivo de los propietarios y en el examen del material iconográfico. Esta sólida experiencia de campo permite a Hemández, por un lado ofrecer una sistematización de la metodología (confortada por una amplia bibliografía) que debería emplear el arqueólogo industrial, y por el otro, argumentar la relevancia de la incorporación de los vestigios industriales de los siglos XIX y XX en la extensión de los límites cronológicos de la arqueología convencional -en buena medida todavía enfocada al periodo prehispánico- y en la renovación de la concepción del patrimonio cultural. Sobre los aspectos metodológicos insiste también el trabajo de Elizabeth Mejía, que con claridad explica cuáles son las técnicas desarrolladas por la arqueología prehispánica que pueden ser adoptadas por el arqueólogo industrial y cuál es su utilidad específica. La secuencia de procedimientos que rea-

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liza el arqueólogo (desglosada en el esquema anexo) puede sintetizarse en cinco fases: documentación preliminar, prospección del sitio, análisis de datos, excavación y trabajo final de gabinete, todas en mayor o menor medida necesarias también para estudiar los restos industriales recientes. La autora destaca la importancia de un registro riguroso y sistemático en la fase de exploración y excavación del sitio (sobre todo en los casos, muy comunes en México, en los cuales no se dispone de información documental), la aportación de disciplinas científicas tales como la mineralogía, la química, la geofísica y la informática, y la utilización de instrumentos de medición y relevación (sensores, detectores de metales, radares). La experimentación de esta metodología arqueológica innovador a en el estudio de los vestigios industriales de una región determinada, el área meridional del estado de Chihuahua (Valle de Allende), es lo que se propone en el trabajo de Elizabeth Camacho, Alma Rosa Cobos y Eisa Hernández. Al momento, la primera fase de realización de este interesante proyecto ha permitido un reconocimiento del patrimonio industrial local y el aislamiento de los rasgos geográficos y culturales peculiares. En la perspectiva de la conservación de la memoria material de esta región, las autoras llaman la atención sobre unos casos. En primer lugar, el de la fábrica textil Talamantes (activa desde 1857 hasta 1953) de la cual, como se puede apreciar por la documentación gráfica que acompaña el artículo, quedan importantes restos de las estructuras arquitectónicas así como del sistema generador de energía. En segundo lugar, se subrayan los vestigios de unos centro mineros (socavones, jales, edificios públicos e iglesias) de los siglos XVI y XVII, algunos de los cuales permanecen todavía activos. Finalmente se señala el caso de la Refrigeradora del Valle, antes centro de almacenamiento de fruta, luego embotelladora, la cual ha sido sometida a una excavación parcial y donde se conservan refrigeradores, maquinaria y la noria. Otro aspecto metodológico clave, sobre todo en vista de la preservación y restauración de los edificios industriales, es el de la estratificación de los tipos arquitectónicos (en referencia a formas, estilos, materiales). De este aspecto se ocupa Andrés Sánchez que, gracias a su experiencia en el rescate de fábricas y caseríos obreros de la región de Puebla, conjetura una correlación bastante alta entre la periodización del proceso de industrialización en el ramo textil y los modelos arquitectónicos empleados en los espacios industriales en cada una de estas épocas. El reconocimiento de la estratificación constructiva, plantea Sánchez, es esencial en la óptica de la conservación integral del monumento por una serie de razones: 1) para descubrir los influjos de precedentes organizaciones del espacio productivo (por ejemplo, las 16


haciendas agroganaderas y los molinos de trigo) y del contexto sociocultural tanto local como internacional; 2) para captar la convivencia de estilos, en la cual a menudo consiste la originalidad territorial de una unidad industrial; y 3), lo más importante, para respetar y transmitir la memoria material de los edificios y las maneras de vividos por parte de los diversos actores históricos que transitaron en ellos. La conservación de los vestigios industriales puede encontrar diferentes soluciones, desde los museos especializados, a los museos de sitio en el mismo espacio industrial histórico, a su re utilización para fines económicos o culturales. En la segunda parte de esta Memoria se entra en el mérito de la conservación del patrimonio industrial mexicano con la presentación de algunas experiencias concretas de rescate, las primeras dos realizadas, las segundas en fase de proyecto. Un caso muy interesante de preservación de la memoria material industrial es la del Museo del Vidrio de Monterrey (inaugurado en 1992), cuya peculiaridad es encontrarse en el recinto de una fábrica de botellas en pleno funcionamiento. La ágil y agradable descripción de Claudia Ávila permite imaginar la visita a este espacio, donde al mismo tiempo se puede seguir la historia de la producción vidriera mexicana a través de una variada colección de productos de épocas distintas, pasear por los antiguos edificios de la Vidriera Monterrey (inicios del siglo XX), mirar y escuchar los procesos productivos de la actualidad.ll En este recorrido la autora nos acerca a las especificidades del oficio del conservador de objetos industriales respecto del de objetos artísticos, a las dificultades encontradas en la valorización pública de estos objetos comunes y cotidianos, así como a las emociones que provoca en muchos visitantes (sobre todo en los ex obreros) el reconocimiento de un patrimonio cultural que pertenece a su experiencia personal directa. Finalmente, Ávila nos deja con una pregunta que representa un desafío para la preservación de este tipo de patrimonio: "¿Qué pasará con las nuevas generaciones que ni siquiera están familiarizadas con estos objetos?" Un componente característico de la civilización industrial son los medios de transportes modernos (trenes, barcos, carros, aviones). En los últimos años en México se han multiplicado las iniciativas para preservar la memoria documental y material relativa al pasado del ferrocarril, con la atención

11 En las afueras del edificio del museo merece apreciarse otro objeto industrial con gran valor histórico. Se trata de uno de los diez ejemplares de coche, el "Automóvil Fama", producidos en la misma vidriera entre 1955 y 1960, en un momento de crisis de su actividad original.

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centrada sobre todo en el rescate y la re utilización de las estaciones.12 De una de estas iniciativas, el rescate museográfico de la estación del Ferrocarril del Golfo en Monterrey y su transición de "estación ferroviaria en estación cultural", tenemos el relato muy detallado y eficaz de José Antonio Olvera Sandoval, el cual divide sus reflexiones en tres partes. En la primera se detiene en los pasos legales y en las soluciones museográficas que llevaron a la adaptación de una sección del inmueble de la antigua estación -construida a finales del siglo XIX, operante hasta 1930 y que desde 1973 hospedaba la Casa de la Cultura del Estado- a centro especializado en la salvaguarda de la memoria material del ferrocarril regional (1996-1997). En la segunda parte, pasando por estaciones secundarias, nudos comerciales regionales y una geografía variada, el autor describe la ruta del Ferrocarril del Golfo en el Porfiriato (624 kilómetros con 45 estaciones entre Treviño-Monterrey-Tampico). Finalmente, Olvera Sandoval se centra en los elementos arquitectónicos y en el significado histórico y cultural de la estación de Monterrey. De esta interesante experiencia parece oportuno destacar unos aspectos que son peculiares de la conservación del patrimonio industrial: 1) la relación entre este tipo de patrimonio y las experiencias de trabajo de una porción significativa de la población, que en este caso se manifiesta en la aportación de objetos para el museo por parte de los ferrocarrileros jubilados y en su conversión en centro de reuniones; 2) el carácter documental de los vestigios materiales respecto de la estrecha vinculación en esta región entre líneas férreas, crecimiento económico y transformación del paisaje rural y urbano, evidente en el conjunto de líneas privadas que enredaba el polo industrial de Monterrey; 3) el valor patrimonial y simbólico de los objetos industriales como centros históricamente relevantes para la reorganización de la vida social y puntos de irrupción de la modernidad. En la perspectiva del rescate de los vestigios de los primeros "caminos de hierro" mexicanos, se mueve también la propuesta y la preocupación de T eresa Márquez y Jorge Ramón Gómez Pérez, los cuales, después de una breve reseña sobre la historia y las características arquitectónicas de las estaciones ya desaparecidas del Distrito Federal, analizan la situación de la estación de La Villa, que se ubica cerca de la famosa y concurrida Basílica de Guadalupe. Se trata de la única estación antigua de la capital todavía existente (fuera de servicio desde los años sesenta del siglo XX). Márquez y Gómez Pérez 12 El mejor resultado es hasta el momento la creación (1988) del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos en Puebla, Pue. Respecto de los estudios sobre las estaciones véase Ortiz Hernán (1995) y Carregha Lamadrid y Garay López (1999).

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ofrecen una descripción -avalada por dos excelentes imágenes históricas del sitio- de los elementos arquitectónicos, estilísticos y funcionales de los espacios de La Villa, terminada de construir en 1907, así como una detallada reconstrucción histórica de la realización, expectativas y desempeño del tramo de ferrocarril México-Villa de Guadalupe, el segundo construido en México (1855-1857). Sin duda estas noticias históricas justifican la propuesta del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos para que este importante testimonio de los inicios de la modernización industrial y urbana mexicana sea declarado monumento histórico y reutilizado con fines turísticos y culturales. Pasando al ramo textil, uno de los vestigios más antiguos y significativos del pasado industrial mexicano es el de la fábrica El Hércules de Querétaro, ciudad con una notable tradición colonial en los obrajes de lana. Elizabeth Mejía y Daniel Valencia fundamentan su propuesta de conservación en una valoración histórica de este sitio industrial, que hoy sigue funcionando con maquinaria moderna. Como en otros casos en México, El Hércules tiene sus antecedentes en las estructuras de un molino de trigo de finales del siglo XVI y en las infraestructuras anexas para el control de la energía hidráulica, convertidas desde 1838 en una de las mayores fábricas textiles del México decimonónico por iniciativa de Cayetano Rubio, importante empresario de origen español. Huella material de la relevancia económico-social y de la integración territorial de este conjunto industrial es, además del acueducto del cual queda parte de la arquería, toda una serie de construcciones que incluyen el caserío obrero, la capilla, la tienda de raya, la escuela, la casa de los bomberos y la estación de ferrocarril (hoy biblioteca pública). Como bien lo subrayan los autores, el papel económico de la fábrica, su estructura compleja, la supervivencia de elementos técnicos y constructivos originarios constituyen sólidas evidencias de que El Hércules y su acueducto merecen preservarse como un monumento de la identidad regional y nacional. Por su importancia en la historia de la economía mexicana y por el interés que ha recibido de parte de los investigadores y de los curadores, se reserva la tercera sección de esta Memoria a las actividades de rescate del patrimonio industrial minero. Como se pudo ver en la sección dedicada a las técnicas de la arqueología industrial, una fase esencial es la del reconocimiento de los objetos industriales históricos mediante unas actividades que asocian el trabajo de campo con el del análisis documental. De allí deriva el interés por la conservación de los archivos de empresas y la urgencia de una legislación ad hoc. A estas cuestiones se enfoca la contribución de Belem Oviedo y Marco Antonio Hernández, los cuales en un primer momento se detienen en la constitución 19


del archivo histórico de la Compañía de Real del Monte y Pachuca, en la importancia económico-social de esta empresa y en la organización de los principales grupos documentales, que abarcan desde el siglo XVI al xx. En un segundo momento señalan lo que se puede hacer a partir de un acervo documental en relación con el redescubrimiento y la valoración del patrimonio industrial, en este caso del minero. Oviedo y Hernández relatan la experiencia del encuentro con el territorio, los edificios, las máquinas, los trabajadores; de cómo desde los papeles se va a los monumentos y de cómo inicia así un diálogo que lleva a descubrir lo más hondo de la historia de una región y a rescatar su testimonio. El resultado concreto de este itinerario ha sido el Museo de Minería,13 la preservación del edificio de las oficinas generales de la empresa y sobre todo el proyecto del museo de sitio en la mina de Acosta (inaugurado en junio de 2001), donde es posible admirar una de las cuatro casas de máquinas estilo comish -por su similitud con las empleadas en las minas de Cornwall, al suroeste de Inglaterra- que sobreviven en la región. Este trabajo pionero, del cual mucho se puede aprender, es la mejor demostración de la importancia de la preservación de los documentos generados por las empresas industriales. Por su parte, Rosario Villalobos nos introduce en las potencialidades de la que, con una imagen apropiada, define una "veta" para el estudio del patrimonio industrial minero, es decir, la documentación del Fondo Norteamericano producido en el periodo (1906-1947) de la gestión de la Compañía de Real del Monte y Pachuca por la United States Smelting, Refining and Mining Company. Villalobos describe en detalle las secciones en las cuales se divide este fondo y sugiere una serie de pistas para explorar los cambios en la minería mexicana durante la primera mitad del siglo XX, tanto desde la perspectiva de la historia económica como desde la del rescate de los vestigios del pasado industrial: la modernización en la organización y gestión de las empresas, la redistribución de la propiedad minera, la atención a la salud de los trabajadores, la electrificación de los distritos mineros, la innovación en el sistema de beneficio de los minerales y la introducción de maquinaria de vanguardia. Además del impacto de estos cambios en las relaciones laborales y sociales, en la cultura y en el medio ambiente. La riqueza del fondo documental descrito por Villalobos, así como las potencialidades culturales del pasado minero del distrito Real del Monte-

13 Entre la variada colección de piezas del museo destacan una grúa de vapor en función hasta los años de 1980 en el almacén general de la empresa y una máquina denominada "rayadora" del siglo XIX, utilizada hasta hace poco en la imprenta de la hacienda de beneficio Loreto.

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Pachuca, se perciben con claridad en el ensayo de Javier Ortega que analiza las principales innovaciones introducidas en la primera mitad del siglo xx y que transformaron este distrito en uno de los más productivos del mundo. En la primera parte el autor nos ofrece una panorámica de las mutaciones en la explotación de las minas: en el drenaje de las aguas de los pozos, en los explosivos, en la perforación, en el alumbrado, en la protección de los trabajadores, en el acarreo de los minerales, en la ventilación, en el uso de láminas de acero y, sobre todo, en la mecanización eléctrica. En la segunda parte de su trabajo, Ortega presenta otra innovación de gran importancia, la que ocurre en los patios de beneficio con la sustitución del proceso de cianuración al de amalgamación que en la misma Pachuca había sido experimentado y mejorado en la segunda mitad del siglo XVI. Finalmente, se describen los edificios construidos al sur de la ciudad durante la gestión norteamericana (los talleres mecánicos, el almacén general, un hospital, las casashabitaciones para los empleados de confianza) y los servicios esenciales de los cuales se dotaron las propiedades de la empresa. De este interesante estudio del cambio técnico cabe destacar unos aspectos relativos al paisaje minero del periodo. Por un lado, la conexión entre varias minas respecto del bombeo y de la extracción de los minerales, así como la que existía entre minas y haciendas de beneficio mediante socavones y cableado aéreo, un aspecto que muestra bien cómo un área minera no debe entenderse como un espacio de puntos aislados sino como un conjunto de puntos y momentos interdependientes. Por el otro lado, el impacto de largo periodo y alcance de los procesos productivos representados en este caso por las colinas de desperdicios de la fase de beneficio y ahora englobadas en el tejido urbano de la ciudad de Pachuca. Un punto importante sobre el cual Ortega llama la atención es que las innovaciones (en los materiales, en las técnicas, en las máquinas, en las instalaciones, en las fuentes de energía, en la indumentaria) esenciales en vista del incremento en la productividad de las empresas y de la mejora en las condiciones de los trabajadores, significan desmantelamiento y pérdida del equipo anterior (por ejemplo, el de vapor o las infraestructuras en madera); es decir, que lo que hoy tendría "enorme valor testimonial", en el momento de la transición entre épocas tecnológicas no fue más que símbolo de atraso. ¿Una contradicción insoluble entre economía y cultura? ¿O nada más un desafío cultural? Para concluir esta sección, Alfredo Uribe ilustra la importancia del cambio tecnológico en la minería de metales preciosos, con el caso del mineral del Oro y de Tlalpujahua entre 1890-1912. Nos advierte de los muy lentos cambios en la exploración subterránea de las minas de oro a escala mundial y del papel que desempeñan la geografía y la estructura geológica del territorio en el éxito de una compañía minera, en su mayoría todavía compuesta por sociedades familiares. Los principales yacimientos auroargentíferos se 21


descubrieron en el Oro y Tlalpujahua después de 1890, y la llegada de la cianuración dio un vuelco radical al incremento de la producción que vino a ventilar un nuevo empuje sobre todo a la producción de plata, después de su depreciación mundial entre 1873 y 1874. Otro aspecto importante de este ensayo es la insistencia en la función que cumplió el Estado para renovar las concesiones y la legislación con la nueva ley minera de 1884, y sus reformas de 1885 y 1892, que señala la importancia de los denuncias, los cuales dieron pauta a la formación de grandes empresas monopólicas y a una fuerte especulación sobre el uso del suelo, con lo que desapareció la vieja tradición del minero de origen novohispano asociado en pequeñas empresas locales. Por último, es interesante destacar el papel que desempeñaron las compañías inglesas y francesas en la región, en contraposición con la agresiva penetración del capital norteamericano con la llegada de la American Smelting and Refining Company (Asarco ), gracias, en buena medida, en el caso de los franceses, a la explotación de una rica veta de oro que escapaba a la tendencia a producir metales industriales por parte de las compañías americanas. La empresa Las Dos Estrellas pareció ser un enclave exportador de oro con escasa vinculación con el entorno regional, y excepcional en una época previa a la Revolución de 1910, caracterizada ya por la explotación de minerales industriales, sobre todo para la pujante industria del ferrocarril. En la cuarta parte de la Memoria, se reúne una serie de ensayos que se adentran en la riqueza del patrimonio industrial mexicano desde la óptica de la historia económica y social, con particular atención en la transición de la industria tradicional a la industria moderna y a la difusión de una cultura técnico-industrial en los siglos XIX y XX. El ensayo de Sergio Niccolai se enfoca al surgimiento de la "temprana" industria mecanizada de México en el contexto del proceso histórico de modernización de la industria a partir del fenómeno de la Revolución Industrial y sus consecuencias entre 1750-1850 a escala planetaria. Simpatizando quizá en forma tácita con el concepto de "autonomismo" en el desarrollo de América Latina durante el siglo XIX formulado por Platt,14 Niccolai nos sugiere que la transición industrial mexicana de la primera mitad de aquel siglo fue un proceso autóctono y autónomo, acompañado de 'discusiones similares a las que se daban por los contemporáneos del industrialismo europeo y norteamericano. En cierta forma se pretende resumir la "inacabada industrialización mexicana" en la perspectiva de las alternativas, fracasos, condicionantes internas y externas, y no a la simple comparación de resultados con el "modelo" ideal, Inglaterra, el cual históricamente resultó ser más la excepción que la norma en la historia de la industria contemporánea.

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Véase Platt (1972).

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El autor se cuestiona si los debates y proyectos de mecanización fabril de los años 1830 en México tuvieron una base histórica endógena o son el prolongamiento de la difusión del proyecto inglés. Trata de tender un nexo entre las ideas españolas de modernización de la economía, incluso anteriores a las reformas Borbónicas, y el debate industrialista de la primera mitad del siglo XIX en México: continuidades en la actitud proteccionista de la industria nacional y discontinuidades en el esfuerzo de mecanización que rompe la tradición colonial de una industria artes anal. El conjunto del ensayo sugiere, entonces, que la "precocidad" de la industria mexicana fue resultado de estas herencias coloniales y no una moda externa impuesta desde arriba por el empuje anglosajón. Sin embargo, el proyecto autónomo fracasó en su conjunto, pues las realidades no estuvieron a la altura de las expectativas. Cuatro fueron los factores que contrapuntearon esta difícil correlación: 1) el desequilibrio entre el sector agrícola y el industrial, con intereses contrapuestos; 2) la tensión entre los intereses a largo plazo del Estado y los de corto plazo de la iniciativa privada; 3) el fracaso rotundo de la industria metalmecánica (bienes de capital) y 4) la ineficacia de la política fiscal proteccionista en el largo plazo. Por último, Niccolai aborda el tema en boga de los obstáculos al desarrollo industrial mexicano, acotando en cuatro factores, desde la perspectiva de la oferta, las posibles causas estructurales del subdesarrollo: 1) escasez de materias primas, 2) escasez de fuentes de energía constantes y rentables, 3) escasez de mano de obra capacitada y know-how y, finalmente, 4) alta concentración de los capitales y fuerte diversificación en actividades económicas más rentables que las industriales. Desde la perspectiva de la demanda los principales obstáculos fueron: 1) demanda inelástica de los consumidores de manufacturas de algodón, 2) pésima infraestructura de comunicaciones y transportes (sin dejar de observar lo polémico de esta hipótesis), y 3) la dependencia financiera del Estado respecto de las aduanas marítimas y de los capitales privados. Los dos estudios siguientes analizan la conformación, desde la segunda mitad del siglo XIX, de una estructura industrial moderna en contextos regionales específicos. Humberto Morales establece una correlación entre el dinamismo de las nuevas elites económicas del México independiente, su herencia colonial, y la identificación del nuevo espacio económico industrial, constructor en buena medida de la identidad nacional. Además de insistir como Niccolai en el carácter autonomista (endógeno) del desarrollo industrial, distingue dos fases en el proceso histórico de formación de una economía industrial moderna en México. La primera corresponde al ciclo manufacturero que arranca como prolongamiento de la actividad agroindustrial de la hacienda de origen colonial, entre 1750-1880, y la segunda inicia con la nueva apertura al sector externo en ellaissez-faire porfirista que inyecta capitales y nuevos proyectos fabriles que revierten en algunos casos la actividad agrícola de la hacienda, para subordinada a un ciclo industrial ac23


tivo y de dimensiones oligopólicas, entre 1880-1910. El autor hace hincapié en el hecho de que ambos ciclos se entremezclan a lo largo del gran siglo XIX incluso hasta 1940, por lo que toda perspectiva de transición resulta ser inacabada. La continuidad de este proceso histórico de desarrollo industrial consiste en el fuerte origen agrario de la industria mexicana, lo que hace al autor elegir la región del valle de Atlixco, en el sudoeste del actual estado de Puebla, como uno de los laboratorios donde la coexistencia de un modelo agrario de inversiones que desembocan en la construcción de medianas fábricas textiles, sobrevive a la penetración de capitales "exógenos" que terminan cohabitando con estas prácticas culturales y socioeconómicas, aunque la naturaleza económica de las elites sea diferente. Sobre la base de ejemplos concretos, el autor muestra los paulatinos cambios que experimenta la economía regional hasta que la llegada de la gran fábrica trastoca el ritmo de vida local al contraponer sus intereses a los de la vida campesina, no sólo por la disputa por el control de las fuentes de energía, sobre todo el agua, otrora controladas por la hacienda, sino por el nuevo desplazamiento de la fuerza de trabajo que comienza a emigrar a los nuevos caseríos obreros y a transformar su condición de jornaleros en la de asalariados, en una proletarización que se agudiza desde 1880, pero no deja de ser también inacabada y muy compleja. En la segunda parte del ensayo el autor muestra la creciente contradicción entre las elites agrarias locales, las urbanas de la ciudad de Puebla y las llamadas "elites nacionales", las cuales se definen así por el ámbito espacial de sus negocios, que cubrían buena parte del territorio nacional. De este modo, aunque la mayoría de estos empresarios tenían origen extranjero (españoles y franceses predominantemente), los giros mercantiles que abarcaban y la fuente de financiamiento del capital de trabajo comprendían un radio nacional complejo y variado, lo que les permitía influir en la política de concesiones y de incentivos fiscales del gobierno del general Díaz, incluso para expropiar tierras y usufructuar concesiones de aguas para provecho propio, en detrimento de intereses locales o regionales. Esto se ilustra muy bien en el ensayo con el ejemplo de la constitución de la Compañía Industrial de Atlixco, SA (CIASA), y los intereses de hacendados y fabricantes locales. A su vez, Alberto Soberanis y Federico de la Torre ofrecen los resultados de una detallada investigación sobre la industria regional jalisciense del siglo XIX. Uno de los grandes méritos de este ensayo radica en el hecho de que nos presenta un panorama rico de la evolución de las industrias más importantes de los alrededores de Guadalajara y de la región de Los Altos. Tres fueron los ejes fabriles de la región: 1) el textil, 2) el papelero y 3) la fundición, a los cuales habría que añadir algunos casos de minería y de ingenios azucareros. Llama la atención, en el caso de la industria textil, la constata24


ción de que la "temprana" industria jalisciense siguió pasos muy similares a los ejemplos poblanos, y el ciclo agrario fue también motor de despegue de los negocios fabriles regionales. A estos dos ensayos dedicados a la difusión de estructuras industriales modernas en contextos regionales específicos desde el siglo XIX, siguen dos propuestas de análisis relativas a la situación de la instrucción técnicocientífica. María de los Ángeles Rodríguez incursiona en el terreno de los orígenes de las escuelas formado ras de trabajadores industriales, que si bien tuvieron antecedentes desde el siglo XIX, no se consolidaron sino hasta la fundación del Instituto Politécnico Nacional (IPN). La autora parte del decreto Barreda de diciembre de 1867, como el momento fundacional de reorganización de la educación técnica con la transformación del antiguo Colegio de Minería en Escuela Nacional de Ingenieros. En torno a la figura de Palavicini, desde los tiempos de Justo Sierra hasta los decretos carrancistas de reorganización de la educación técnica, la autora visualiza los arranques de una tardía política de Estado, cuyo objetivo era acortar distancias en la adquisición de know-how para el desarrollo industrial. Siguiendo la huella de los orígenes del Politécnico Nacional, Rodríguez nos ilustra la proliferación de escuelas técnicas federales a partir de la iniciativa de Vasconcelos en 1922 y del impulso dado por el gobierno del general Obregón en 1924. Finalmente, en 1932, con la llegada de Narciso Bassols a la Secretaría de Educación Pública, se perfila la fundación de la Escuela Politécnica, en parte inspirada en el modelo de París, pero también con otras influencias europeas y americanas que la hicieron un proyecto original. Lo interesante del proyecto radicó en el hecho de que la futura escuela politécnica, que desembocaría en 1936, bajo el mandato de Cárdenas, en la fundación del IPN, arrancaría por primera vez a los industriales el monopolio privado de la educación para el trabajo industrial al dirigir los esfuerzos de la escuela a la capacitación técnica superior de los obreros y de sus hijos. Sin embargo, el esfuerzo de federalizar la enseñanza técnica, con el IPN a la cabeza del sector, no tuvo el éxito esperado, y se regionalizó dicha instrucción en algunos estados como Durango y Puebla. Por último, se describe la evolución reciente del IPN en el ámbito nacional. Por su parte, Lourdes Herrera presenta un estudio de la fundación y desempeño de la Escuela de Artes y Oficios del Estado de Puebla durante el Porfiriato, elaborado con base en el archivo de la Escuela que se encuentra en el fondo documental de la Beneficencia Pública conservado en el Archivo General del Estado de Puebla, y que cubre un periodo continuo de información entre 1873 y 1912. Del inventario general del archivo la autora 25


nos describe las secciones, y destaca la relativa a la educación técnica. Herrera hace un resumen de la evolución de la educación impulsada en el estado de Puebla desde 1850, a partir de la influencia del modelo lancasteriano. Menciona también algunos proyectos privados ligados con la Iglesia Católica. Sin duda el proyecto más ambicioso fue la creación de la Escuela de Artes y Oficios del Estado el 15 de septiembre de 1885. Finalmente, la autora muestra las vicisitudes de la puesta en marcha de la Escuela en el ex convento de La Merced y termina mostrándonos la lista de profesores y el inventario de los laboratorios experimentales que operaban en la Escuela. Para completar esta sección, se presenta el cuidadoso análisis de Andrés Miguel y Claudia Aguilar respecto de la industrialización oaxaqueña a partir del "milagro económico" de 1940 hasta los últimos años del sexenio de Ernesto Zedillo. El ensayo se divide en dos partes. En la primera se hace un recuento de la sustitución de importaciones locales entre 1940 y 1982, y la segunda refiere a la etapa neoliberal hasta 1998. En la primera parte los autores tratan de los antecedentes industriales de la etapa porfirista en la que Oaxaca fue prevalentemente un estado comercial y administrativo con un pequeño boom minero. Entonces tuvo tres fábricas textiles de mediana importancia, y hacia los años 1920-1940 la región de T uxtepec experimentó un auge ligado con la producción de plátano, que sustituyó la producción tradicional de tabacos. No es sino con la nueva red carretera de 1939 que los autores ubican el cambio en la relación entre la industria y la economía regional, pero siempre relacionado con un modelo de pequeña y mediana industria. En la etapa de la sustitución propiamente dicha, Oaxaca perdió 60% de sus recursos naturales por la llegada de un capitalismo rapaz, aunque la diseminación de la industria siguió siempre rasgos artes anales y de fuerte corte agrario. En la etapa neoliberal, un alto porcentaje de los negocios regionales estaban concentrados en una estructura familiar. La tendencia parece ser similar al resto del país, pues los programas de desarrollo industrial se planifican desde el centro del estado hacia su periferia. El neoliberalismo ha privilegiado las exportaciones de los productos primarios tradicionales del estado, en donde la industria propiamente dicha nunca ha rebasado más del 14% del total. Cabe destacar como el eje central de este ensayo que los esfuerzos neoliberales en el estado no han ido más allá de impulsar un esquema de "parques industriales" y de "maquiladoras" sin un aparente modelo de desarrollo regional integral. Una de las conclusiones importantes de este estudio es la de constatar que ambos modelos de política económica no han resuelto el problema del estancamiento industrial regional, en parte porque se privilegian políticas macroeconómicas que erosionan un proceso autócto26


no de microindustrialización, rrollo sustentable.

basado en las potencialidades locales de desa-

En la quinta y última parte de esta Memoria, se proponen algunos estudios de caso de empresarios y empresas relativos a ramos y momentos significativos del pasado industrial mexicano. Se trata de un acercamiento a la cultura, la mentalidad, las estrategias, las decisiones de los que vincularon sus negocios y sus destinos con la actividad industrial. Junto con el análisis del mundo de los técnicos y de los operarios, es ésta una vertiente esencial para la reconstrucción del contexto humano que acompañó la difusión del fenómeno industrial y del impacto que tuvo en los diversos estratos de la sociedad. Con base en una amplia documentación de archivo respecto de un número significativo de casos, Eugenio Martín Torres analiza las haciendas de beneficio de Guanajuato y el comportamiento de sus propietarios entre finales del siglo XVII e inicios del XVIII. El autor explica las diferencias entre los dos tipos de centros para el procesamiento de los minerales de plata: por un lado las fundiciones, y por otro las haciendas donde se empleaba el método de amalgamación. Mientras en las primeras era suficiente un horno, leña, plomo y minerales de alta ley, las segundas eran empresas mucho más complejas. Para su funcionamiento era necesaria una serie de molinos con funciohes específicas, patios enlosados y pilas para el lavado de los minerales, además de una gran cantidad de insumos (mercurio, sal, cal, pirita de cobre, cueros, telas, mulas), de recursos hidráulicos y de mano de obra especializada. Eso implicaba la organización de un amplio espacio edificado y de numerosas infraestructuras, una estrecha integración con las haciendas agrícolas, relaciones con mercados extrarregionales, control de un considerable número de trabajadores, acceso a fuentes de financiamiento y poderío económicopolítico para salir adelante en los conflictos por el uso del agua. Uno de los resultados más interesantes de la investigación de Martín Torres es la minuciosa reconstrucción de los espacios que caracterizaban las haciendas azogueras, tanto de las instalaciones de procesamiento -cuya cantidad y dimensiones determinaban la capacidad productiva de la empresa-, como de los espacios ocupados por elementos generadores de la sociabilidad: capillas, tiendas y núcleos habitacionales, entre otros. No cabe duda de que análisis sistemáticos como el realizado por Martín Torres confirman la importancia de las empresas industriales en la definición de un determinado territorio y de su cultura, y representan una guía indispensable una vez que se emprenda la tarea de estudio del pasado con métodos y perspectivas arqueológico-industriales. Por su parte, Carlos René de León estudia el caso de una empresa minera estadounidense, la Amparo Mining Company, que desde 1903 hasta la dé27


cada de 1930 explotó las minas San Juan y Santo Domingo en el municipio de Etzatlán, Jalisco. El autor proporciona datos detallados respecto del número de trabajadores, las ganancias, las inversiones y las cantidades de minerales beneficiados. El interés del estudio consiste sobre todo en enfocar aquellos aspectos de la presencia de esta empresa que más contribuyeron a moldear la sociedad y la geografía de esta región mexicana. Por un lado, la introducción de mejoras técnicas tanto en la fase de extracción (sistema de preparación de la mina y malacate eléctrico) como en la de beneficio (planta de concentración y cianuración) en buena medida vinculadas con la electrificación de las instalaciones. Por el otro, las mejoras en los transportes entre éstas y el pueblo de Etzatlán, así como la formación de un poblado en las inmediaciones de las minas. Finalmente, la conformación de una cultura asociativa entre los trabajadores mineros que desde las reivindicaciones por mejoras salariales y laborales de la década de 1920 los llevó a asumir la responsabilidad de la gestión de las minas bajo la figura de sociedad cooperativa. Indicios todos estos de las diferentes líneas de impacto local de una empresa industrial y cuyas huellas difícilmente habrán sido borradas del territorio y de la memoria de los habitantes. En su ensayo, Carmen Collado propone una discusión historiográfica acerca del papel del empresariado en México en el tránsito a la Revolución. El hilo conductor del estudio gira en torno al matiz que debe darse a la tesis de John Womack sobre la continuidad de la economía porfirista durante y después de la Revolución. Collado nos recuerda los sobresaltos, la reinserción de una parte de la vieja clase empresarial porfirista y la derrota de otros sectores. El llamado es claro. La historia económica no puede reducir su análisis a los indicadores macroeconómicos del sector industrial, sino vincularlo con las coyunturas políticas y sociales que distinguen los claroscuros de esta difícil transición del "antiguo régimen" al moderno. Concediendo que las tesis de Stephen Haber son pertinentes para explicar el surgimiento de una clase empresarial ligada en sus negocios con la administración porfirista, que produjo un sistema industrial poco competitivo, la autora revisa la transición revolucionaria y destaca cuatro aspectos convulsivos que marcaron diferencias importantes con la etapa anterior: 1) el surgimiento de un movimiento obrero más activo y organizado; 2) la incursión de los hombres de negocios en la política, algunos con infortunio por apostar al gobierno de Huerta; 3) la incertidumbre en los negocios por la dislocación de las inversiones y 4) la pérdida de influencias que provocó el surgimiento de organizaciones patronales que defendieron sus intereses de cara a las reformas de la Revolución en los años de 1920-1940. En conclusión, los empresarios del 28


antiguo régimen sobrevivieron a la guerra civil y muchos de ellos decidieron no aumentar las inversiones en sus empresas, con lo que la planta productiva se estancó y se redujo a la base estructural que ya existía durante el Porfiriato. Los banqueros fueron el sector empresarial que más rápidamente se incorporó a las tareas del nuevo Estado. Aquellos empresarios que no tenían diversificada su cartera de inversiones y que dependieron más de los negocios agrícolas resultaron ser los más golpeados por las reformas agraristas de estas décadas. Óscar Flores analiza con detenimiento el comportamiento de los grupos empresariales que conforman el oligopolio industrial de Monterrey en la época actual. Este grupo es el resultado histórico de las alianzas y resistencias que la elite porfirista de Monterrey desarrolló para sobrevivir a la Revolución de 1910. El autor ubica en la privatización de 1991 el inicio de un auge exportador del ramo siderúrgico, el cual no se detiene con la crisis de 1995. Como si estuviéramos reafirmando las características de la concentración industrial porfirista, cuatro grandes empresas controlaban más del 50% de la producción y el mercado de acero en nuestro país en 1997. El ensayo resalta la transformación de la estrategia empresarial de inversiones de grupos como Alfa, quienes se transforman en controladores de acciones de otras empresas de la división, las cuales comienzan a operar de manera autónoma y con negocios propios, novedad empresarial que surge casi exclusivamente en el grupo Monterrey. Gracias a una mejora en la calidad y acceso a las fuentes de información, muchas empresas nacionales de este grupo lograron un dinamismo corporativo mayor que su contraparte transnacional y menos dependencia de los capitales y la tecnología extranjera. Tres son las características evolutivas de los grupos oligopólicos de Monterrey que distinguieron su actuación entre 1970 y 1998: 1) las acciones de las empresas en su mayoría en manos de las familias fundadoras; 2) la organización de los tres grupos industriales en divisiones con Unidades Corporativas de Negocios y una empresa ápice controladora de las acciones y 3) el impulso en todos los grupos a la integración y a la diversificación industrial. En el ensayo de Acevedo Martínez y Heredia González se hace un recuento de la historia de la empresa automotriz Ford Motor Company en México. Se trata de un estudio novedoso sobre un ramo industrial todavía muy poco estudiado en nuestro país. Los autores centran su análisis en los cambios que esta empresa tuvo desde la producción en masa a la flexible. Desde la perspectiva del patrimonio industrial merece la pena la descripción de los primeros talleres, líneas de montaje e inventarios de la armadora en México. Ya en 1962 la empresa crea su propia compañía de máquinas-

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herramientas para el ensamblaje de autos, con lo que se inicia en México una verdadera integración industrial de la más antigua empresa automotriz nacional. Entre 1972 y 1977 se inicia el boom exportador de la compañía, y en los años ochenta la diversificación se vuelve inminente. Con la planta de Hermosillo la modernización de la empresa llega a su clímax al integrar varios procesos en un solo sitio industrial, uno de los más grandes y tecnológicamente avanzados del mundo en su tipo. Finalmente, con el ensayo de Maricela Castillo se describe el desempeño de una pequeña empresa y el ámbito de actuación de un microempresario próspero. Con el ejemplo de la microempresa Agencia de Servicios Funerarios de Benito Flores, la autora nos retrata el perfil del empresario mayoritario de México, incluso en una región como la del Monterrey industrial, en donde 76% de las empresas son extremadamente pequeñas. El núcleo familiar tradicional y la expansión e integración de los negocios siguen la misma lógica de las grandes corporaciones familiares ya descritas para el caso de Monterrey en el ensayo de Flores, sólo que en menor escala. En el apéndice se presenta la ficha-tipo aprobada por el CMCPI junto con un manual de términos, que puede ser empleada por todos los investigadores que realizan trabajo de campo en vista de la elaboración del inventario nacional de sitios y monumentos industriales. Es nuestra esperanza, más bien convicción, que al igual que el Encuentro de Monterrey, también esta Memoria pueda promover un acercamiento innovador, por un lado, a las diferentes manifestaciones históricas del universo productivo industrial mexicano, y por el otro, a la difusión y a la cristalización en la actualidad de una cultura del pasado industrial (sentidos ambos que se encuentran condensados en el título de esta obra). Como se puede notar, el panorama respecto del patrimonio industrial es muy complejo y diversificado, presenta muchas caras y matices. El conjunto de los ensayos atestigua los primeros pasos de una actividad de localización, estudio, registro y rescate de los sitios y los monumentos industriales mexicanos. Nos señala problemas metodológicos y técnicos, nos pone en contacto con la pluralidad de investigadores que se están acercando a la temática, nos abre muchas pistas de investigación e indica oportunidades de colaboración entre diferentes discipHnas. Se encuentran voces de especialistas que salen del espacio estrecho de la propia disciplina con vistas a un objetivo común y complejo. Se vislumbra así aquel camino que lleva del trabajo individual al trabajo en equipo, de la conservación localista a una nueva definición de la cultura nacional. Pero estos no son los únicos resultados de la Memoria. Antes que todo, el conjunto de las contribuciones busca abrir un debate entre la comunidad 30


académica y la sociedad en general sobre la mejor manera para valorar y conservar esta porción del patrimonio cultural, la industrial. Nos introduce a una nueva dimensión del patrimonio, no sólo como herencia de las elites sino también como porción significativa de la historia de la mayoría y que puede subsistir y ser rescatado en caso de que ésta lo reconozca como propio. Todas las ideas que se reúnen en estos ensayos constituyen una única invitación a mirar otros aspectos de la cultura histórica, a modificar y ampliar nuestro concepto de patrimonio, a renovar las disciplinas de investigación, a valorar todo tipo de vestigio industrial desde los documentos hasta los monumentos, los espacios, las voces, las imágenes de un pasado que debemos aprender a reconocer, reconstruir y reutilizar. Al parecer, las primeras piedras de este trabajo colectivo están puestas. Lo que queda ahora es continuar con entusiasmo, rigor científico y respeto hacia la memoria de un territorio y de sus habitantes. No hemos querido terminar esta introducción sin agradecer en nombre del Comité Mexicano para la Conservación del Patrimonio Industrial, AC, a los organizadores del Encuentro de Monterrey su entrega y capacidad de trabajo para llevar a feliz término este evento. El Comité Organizador estuvo integrado por: María de los Ángeles Rodríguez Álvarez (Instituto Politécnico Nacional) Belem Oviedo Gámez (Archivo Histórico y Museo de Minería, AC) Alberto Herrera Muñoz (Centro Regional del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Querétaro) Javier Ortega Morel (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo) Javier Rojas (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Nuevo León). Como patrocinadores del Encuentro agradecemos a las siguientes instituciones su valioso apoyo: Archivo Histórico y Museo de Minería, AC Centro Regional del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Querétaro Departamento de Investigaciones Históricas del Movimiento Obrero, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Facultad de Filosofía y Letras de la Un,iversidad Autónoma de Nuevo León Instituto Politécnico Nacional The International Committee for the Conservation of the Industrial Heritage (TICCIH) Museo de la Ciencia y la Técnica de Cataluña Universidad Nacional Autónoma de México 31


Finalmente, agradecemos a la actual Mesa Directiva del CMCPI, en particular a Belem Oviedo y Teresa Márquez, respectivamente Presidenta y Secretaria, su interés por acelerar los trabajos de edición de esta Memoria con el concurso financiero y administrativo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Debemos un reconocimiento especial a Belem Oviedo, que se ocupó de la inicial recopilación de los ensayos que aquí se publican, y a Claudia Ávila por las informaciones respecto de los museos industriales de Nuevo León. Para la edición uniforme de los ensayos de esta Memoria -necesaria por la naturaleza misma de las comunicaciones y la distinta formación profesional de los autores- contamos con mucha e invaluable ayuda. En particular queremos agradecer a María Gracia Altieri Fernández, a María Esperanza Rojas y a Juana Estévez Ávila, por su colaboración en la revisión ortográfica y la homogeneización de los formatos, y, sobre todo, a Milagros Alfonso Vega que, con extrema generosidad y gran profesionalismo, hizo la revisión estilística general. El cuidado editorial fue realizado por Sergio Niccolai. Agradecemos también a Marcosaturnino Montes Ponce por la localización de la imagen de la portada. El esfuerzo de síntesis de esta introducción es de absoluta responsabilidad de los coordinadores. 15 Puebla de los Ángeles, diciembre de 2001 BIBLIOGRAFÍA

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15 En lo particular Sergio Niccolai es responsable de la elaboración de los apartados 1, 2 Y de la primera parte del 4, Humberto Morales del apartado 3 y de la segunda parte del 4.

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GRUPOS E INDUSTRIA SIDERÚRGICA EN MONTERREY (1970-1998) Óscar Flores Torres

El acero es el material básico del crecimiento y la industrialización, pues de su abastecimiento dependen los más vastos y diversos sectores productivos, todos claves en una economía tanto en desarrollo como industrializada; está presente en la construcción, en la industria manufacturera, especialmente la metalmecánica, automotriz y de bienes durables, en el sector inversiones, en la agricultura y hasta en la industria de alimentos, bebidas y envasado. El desempeño de la actividad siderúrgica y del mercado del acero es un indicador del nivel de desarrollo económico y del grado de industrialización de un país o una región. En este sentido, la industria del acero en México ha evolucionado a partir de la década de los setenta hacia formas empresariales sofisticadas de inversión, a la vez que la industria se ha ubicado en el decimoquinto productor mundial en el ramo. Si a esto le agregamos que es una industria sumamente concentrada en unas cuantas grandes empresas y, a la vez, los centros de decisión están claramente ubicados en el eje Monterrey-Monclova, nos encontramos a unos cuantos grupos empresariales regionales que dominan el sector. Me refiero a los grupos Alfa, Grupo Acerero del Norte y Villacero. En este trabajo voy a mostrar cómo estos grupos industriales han optado por presentar desde su fundación no sólo una clara estructura corporativa divisional, sino también un perfil de empresas familiares, y por supuesto, una política hacia la diversificación industrial aunque sin perder de vista la integración de sus empresas, en este caso las minero-metalúrgico-siderúrgicas. 1. LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA

ACTUAL EN MÉXICO

Sin duda, con la privatización de la industria siderúrgica, se inició un proceso mediante el cual una industria considerada obsoleta y de bajo rendimiento operaba en un ambiente internacional sumamente competido; México logró posicionarse en los mercados internacionales como un país productor de acero de buena calidad y bajo costo. En 1997, ocupa la posición número

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15 entre los productores más grandes del mundo con una producción de 14.3 millones de toneladas de acero crudo (véase el cuadro 1). Este sector está en un proceso continuo de modernización en las diferentes plantas acereras, lo cual permite esperar en los próximos años un crecimiento en la producción y consumo aparente de acero por encima del producto interno bruto (PIB) nacional. La industria siderúrgica fue y es un factor vital para el desarrollo industrial del país, y no sólo por su capacidad inherente para generar exportaciones, sino que, además, resulta esencial para que otras industrias puedan ser competitivas en los mercados internacionales. Según cifras del Banco de México, para el año de 1997, la industria siderúrgica representaba dos por ciento del PIB nacional, ocho por ciento del PIB del sector manufacturero; facturó tres mil millones de dólares en exportaciones y casi la misma cantidad en importaciones, además de dar 60 mil empleos directos y 550 mil empleos indirectos en el país.l Si el primer factor de impulso lo dio la privatización en 1991, el segundo lo otorgó la crisis de 1995, año funesto que se caracterizó por la contracción del mercado nacional y la depreciación del peso. De esa forma, se crearon las condiciones para que los productores locales se volcaran a los mercados internacionales con exitosos resultados, los cuales consistieron en casi triplicar su volumen de productos siderúrgicos vendidos al exterior entre 1994 y 1997 (véase el cuadro 2). Sin embargo, el destino de las exportaciones de nuestros productos siderúrgicos resultó estar sumamente concentrado en un solo país, los Estados Unidos de América, el cual importó 63 por ciento de nuestras exportaciones en este rubro en el año de 1997.2 Por su parte, las importaciones (que se circunscribieron a aceros especiales y productos con medidas que no se producen en el país) manifestaron igualmente una concentración, aunque parcialmente menor, de un mismo país de origen. En efecto, 49 por ciento de los productos siderúrgicos que ingresaron al país en 1997 provenían de los Estados Unidos de América.3 Si bien las importaciones consistieron, en cuanto al valor monetario, en un monto similar a las exportaciones en 1997, éstas se redujeron en una tercera parte en relación con el volumen de toneladas importadas en 1994 (véase el cuadro 3). Lo

Banco de México (l997a) y (l997b). Ibidem. Otros destinos de las exportaciones fueron Japón con 14 por ciento, América Latina con 9 por ciento, Alemania con 3.8 por ciento, Hong Kong con 1.2 por ciento y demás países con 9 por ciento restante. ) Ibidem. El resto de las importaciones de productos siderúrgicos que realizó México en 1997 provenían principalmente del Brasil 7.3 por ciento, de Alemania 5.5 por ciento, de Japón 5 por ciento, de Canadá 2.6 por ciento, de Venezuela 2.5 por ciento y de Italia 2.1 por ciento. 1

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que explica que si bien las exportaciones de acero crudo mostraron un boom en este periodo, éste se vio anulado (me refiero a la balanza nacional del mercado exterior, no en cuanto a las grandes utilidades que arrojó en concreto al grupo acerero) con el aumento del precio de los productos siderúrgicos especializados que ingresaron al país, y que fueron consumidos por un mercado interno que tenía capacidad de adquirir estos productos (no fabricados por las acereras locales) a pesar de su alto valor. El comercio exterior también se vio estimulado por el proceso de globalización en el que está inmerso México. En este sentido podemos mencionar los principales acuerdos y tratados comerciales -que tienen un impacto en los aranceles a la siderurgia- que ha suscrito nuestro país y que han entrado en vigor en los últimos cinco años. Estos son, junto con el más importante que es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC),4 los suscritos con Bolivia,5 Costa Rica,6 Grupo de los Tres7 y el Acuerdo de Complementación Económica con Chile.8 Simultáneamente, existen varios programas nacionales de apoyo al sector a través de la Cámara Nacional de la Industria del Acero (Canacero) para promover la exportación, entre los que podemos destacar el Programa de Apoyo Financiero a la CoExportación de Insumos Siderúrgicos, el Programa de Apoyo Integral para la Industria del Hierro y el Acero de Exportación instrumentado por el Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext) y, finalmente, los servicios financieros y no financieros con los que cuenta este mismo banco que apoyan las actividades de comercio exterior de las empresas del sector siderúrgico (Bancomext, 1997).

n. SIDERÚRGICA y GRUPOS INDUSTRIALES Entre las principales empresas siderúrgicas mercado nacional se encuentran Hojalata

que dominan actualmente el y Lámina, SA (HYLSA), Altos

Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Este acuerdo, vigente desde el primero de enero de 1994, tiene distintos aranceles a la siderurgia que varían por producto y plazos de tiempo que van de 4 a 8.4 por ciento. s Tratado de Libre Comercio con Bolivia,vigente desde ell de enero de 1995 y que otorga el cero por ciento de arancel a este ramo. 6 Tratado de Libre Comercio con Costa Rica, vigente desde ell de enero de 1995 y que otorga el cero por ciento de arancel a este ramo. 1 Tratado de Libre Comercio Grupo de los Tres, Colombia, Venezuela y México. Los aranceles varían dependiendo el tiempo y están entre 4 y 9 por ciento. 8 EsteAcuerdo está vigentedesde ell de enero de 1996 y suscribeel cero por ciento de arancel. 4

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Hornos de México, SA (AHMSA) y Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas, SA de cv (Sicartsa). Estas compañías, además de aportar S6 por ciento de la producción nacional en 1997 (véase el cuadro 4), forman parte de grupos industriales que tienen su asiento en el noreste de México, específicamente dos de ellas en el área metropolitana de Monterrey y en el caso de AHMSA en la ciudad de Monclova, Coahuila. Si a esto le agregamos que esta región de México fue pionera en la fundación de la primera siderúrgica en América Latina (me refiero a la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey creada en 1900, y clausurada en 1986), Y que a partir de los años cuarenta de este siglo se fundaron nuevas acereras (éste es el caso del Grupo Industrias Monterrey, SA, IMSA) , nos encontramos ante una región pionera y sumamente familiarizada con la industria pesada. Al referirme a esta familiaridad, hago hincapié en lo que implica: entre otras cosas, grupos empresariales poderosos, una clase trabajadora numerosa y comprometida con el bienestar social, una administración pública mediadora en los conflictos sociales y un paisaje industrial que forma parte ya de la tradición regional. También es de destacar que existe actualmente una gran concentración en Monterrey de empresas transnacionales que proveen una amplia gama de productos y sistemas especializados para la industria siderúrgica. Una de ellas es el Grupo Vesuvius México, el cual es una de las 31 empresas del Grupo Vesuvius Internacional, que a su vez pertenece a la División Acero de la poderosa corporación británica Cookson Group con sede en Londres.9 Todo esto hace de Monterrey una plaza sumamente competitiva en este ramo. En efecto, el desarrollo económico en México a partir de la década de los años setenta ha propiciado la formación de grupos industriales y a partir de la década de los noventa, uno de estos grupos (es el caso de Alfa) se ha transformado bajo nuevas estrategias organizacionales en una empresa controladora (holding) de varios grupos industriales (Flores y Dávila, 1996). Para mí, una empresa controladoralO es una que sólo administra las acciones, pero no tiene -aparentementela misma influencia que antes sobre las viejas divisiones ahora transformadas en grupos industriales. Estas anteriores divi-

Vesuvius manufactura productos y sistemas de cerámica refractarios para el control, protección y monitoreo del acero líquido en su proceso continuo. El Grupo Cookson se encuentra en 35 países y tuvo ventas en 1997 por 2.6 billones de dólares y ganancias operativas de 308 millones de dólares. Cookson Group (1997). 10 Este concepto cambió en los noventa: en las dos décadas anteriores se les denominaba "empresas tenedoras de acciones" (Flores, 1993 y Flores, Olvera y González, 1988).

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siones poseen ahora su corporativo y manifiestan un crecimiento basado en sus recursos e incluso tienen la autonomía de invertir en negocios sólo conocidos por ellos. Por esto, Alfa, al independizar accionariamente a sus empresas, continúa como un corporativo de corporativos, al que llamaré Alfa Ápice, el cual ya no presenta la añeja forma jerárquica, sino una nueva forma organizacional corporativa y de control familiar pionera en México. 11 Estos cambios que han experimentado los grupos industriales nacionales han mostrado un notorio crecimiento en un entorno de crisis recurrentes (1975, 1981-1982, 1986, 1988 y 1994), las cuales los han obligado a crear nuevas formas de expansión (que incluyen diversificaciones y desincorporaciones, así como nacionalizaciones y reprivatizaciones masivas de empresas), ql!e las investigaciones sobre el tema se han quedado limitadas y rebasadas por una realidad impregnada de constantes sobresaltos. Por ello, la caracterización y el enfoque con el que han sido analizados, pierde vigencia ante el desarrollo de nuevas y complejas expectativas de crecimiento. Enumeraré algunos enfoques y conceptos preconcebidos divulgados hasta el cansancio por los investigadores nacionales y extranjeros sobre el tema, los cuales deben de ser revisados y modificados basándose en las nuevas circunstancias. En primer lugar, los grupos industriales y empresas controladoras de los noventa no han dejado de ser vistos desde que lo plantearon Cordero y Santín en 1977, como dependientes y débiles ante la preponderancia del Estado y/o del capital extranjero (Camp, 1995; Basave y Strassburger, 1994; Pozas, 1993; Cordero y Santín, 1977). Reconozco que la explicación de esto está en sus evidentes limitaciones en cuanto a capital y tecnología de punta; por otro lado, gracias a la disposición, mejor ordenación y volumen de las fuentes gubernamentales sobre el capital extranjero en México, prácticamente únicos acervos documentales a los que han tenido acceso la mayor parte de los investigadores. Admito que este modelo es aplicable todavía sin mayor

11 Esta forma organizacional no es nueva en las grandes empresas de escala mundial. La teoría que estudia la formación de los conglomerados es la teoría de los costos de transacción desarrollada por Williamson. Este autor se basa en las leyes antimonopólicas y la jerarquía de los mercados, ambos imperfectos, por esto -a juicio de él- permiten la formación de los conglomerados. Véase Williamson (1983). El caso de Alfa Ápice se parece mucho al proceso de formación de los grupos económicos en Japón que se denominaron zaibatsu, cuyas principales características eran la integración bajo una empresa controladora de varias empresas monopólicas, la diversificación en sus actividades y la dominación del grupo por unas familias. Esta estructura organizacional fue hegemónica antes de la segunda gran guerra; a partir de los años cincuenta su estructura organizacional se transformó a lo que hoy conocemos como keiretsu (Flores y Dávila, 1996).

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problema a algunas empresas nacionales. Sin embargo, en el caso de muchas de ellas, especialmente para las más grandes, la situación ha cambiado. A partir de la década de los años setenta muchos grupos industriales llevaron a cabo una rápida expansión, e incluso más eficiente que la de las empresas transnacionales. En segundo lugar, nuevas investigaciones han demostrado que la actividad de los grupos industriales se volvió más transparente, en contraposición al pasado cuando la oscuridad de sus actividades aparecía como datos confidenciales (Flores, 1993 y 2000; Flores y Oávila, 1996; Flores, Olvera y González, 1988; Hoshino, 1991). Uno de los factores que coadyuvaron a su transparencia fueron nuevas formas de financiamiento a las que recurrieron. El ejemplo más notorio fue el caso de la suscripción a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) , la cual, como todos sabemos, exige hacer pública la información sobre la empresa que cotiza en ella. En resumen, los estudios sobre los grupos industriales se han dirigido a tratar de explicarlos no tanto por el mecanismo interno de su formación y desarrollo, sino por el dominio del capital extranjero o del poder del Estado. Por ello, considerando la importancia que han logrado en la economía nacional y el vacío de investigación sobre sus comportamientos recientes, este estudio propone investigar a las empresas siderúrgicas como parte de un conglomerado más amplio, el cual tiene sus propias normas de funcionamiento y que responden a una estrategia de expansión y diversificación en los mercados, bien definidas en su visión de grupo. El ejemplo de los grupos industriales nativos del noreste de México como son Alfa, Grupo Acerero del Norte y Villacero, es elocuente al respecto. Estos tres grupos responden entre 1970 y 1997 a una reorganización dirigida en este sentido. Las bases para su creación se remontan en los estímulos gubernamentales para la formación de grupos industriales implementados en la década de los setenta. El gobierno federal estimuló su existencia a través del decreto de 1973 que creaba las llamadas Unidades de Fomento Industrial y Turístico (Flores, 1993). Si nos fiamos de la información presentada por la investigadora Taeko Hoshino (1991), la elaboración del decreto inició con la propuesta de parte de la iniciativa privada, sobre todo de las grandes empresas. También es de hacer notar que el secretario de Hacienda y Crédito Público que se encargó de darle seguimiento a la elaboración del decreto en aquel tiempo fue José López Portillo, y las estrategias que aparecieron en el decreto se desarrollaron como parte de su política económica durante su régimen presidencial (1976-1982). Hasta aquí, esta transformación en grupos industriales parece ser más una consecuencia de los estímulos gubernamentales para la formación de

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empresas controladoras de acciones que fomentaron el desarrollo industrial y turístico del país; sin embargo, de haber sido así, aquellas encontraron el momento propicio para redefinir sus estrategias de negocios bajo la cobertura de una estrategia corporativa. El segundo impulso hacia el nacimiento y fortalecimiento de nuevos grupos industriales se lo dio la amplia reprivatización que se realizó de las empresas gubernamentales y paraestatales en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1992). Para describir esta transformación, he partido de tres características en común que emergieron al hacer un corte transversal de los grupos industriales estudiados. Estas características no son necesariamente excluyentes y pueden clasificarse en forma indistinta en más de una de ellas. Estas son: 1. En los tres grupos, la mayoría de la tenencia de acciones (y, por consiguiente, los altos puestos ejecutivos) está en manos de miembros de las familias fundadoras; 2. Los tres grupos se transformaron en estructuras divisionales con Unidades Estratégicas de Negocios (UEN' s) y con un corporativo en el ápice organizacional al mando, y 3. En los tres grupos la estrategia corporativa se concentró en la integración y diversificación industrial. Veamos ahora cada una de estas características. 1. Empresas familiares

La presencia de la dirección familiar detrás de cada grupo industrial (Dávila, 1997; Flores y Dávila, 1996; Camp, 1995; Basave y Strassburger, 1994; Flores, 1993; Flores, Olvera y González, 1988; Hoshino, 1991; Alba y Kruijt, 1988) es más visible cuando se habla de la tenencia de acciones y sucesión administrativa. Cuando los grupos industriales empezaron a cotizar en la BMV, formaron empresas denominadas controladoras de acciones de los corporativos industriales, dueños a su vez, de las UEN' s. Esta fue una estrategia para que las familias fundadoras no perdieran la propiedad o la administración de los grupos. La definición tradicional de las empresas familiares es la que el dueño o los dueños, y los miembros de su familia, participan activamente en la administración y dirección de las mismas. En el caso de los grupos industriales del presente estudio, particularmente el de Alfa, la propiedad ha pasado exitosamente a miembros de la cuarta generación. Este grupo industrial tiene su origen en un conjunto de empresas que nacieron a fines del siglo pasado y se expandieron posteriormente (especialmente a partir de la década de los cuarenta), y que comúnmente en México se le conoce como el Grupo Monterrey. Una descripción acertada de las familias empresariales y la posición

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directiva que ocuparon y que ocupan actualmente sus descendientes en los grupos industriales de Monterrey nos da mayor claridad del control que poseen los miembros de la familia en su desarrollo. Por ejemplo, Issac Garza, quién se casó con Consuelo Sada Muguerza, hermana de Francisco Sada Muguerza, fundó en 1890 la Cervecería Cuauhtémoc, la Fábrica de Vidrios y Cristales (1899) y figuró también entre los accionistas principales de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey (1900). Empresas todas, engendradoras del Grupo Monterrey. Entre sus hijos más destacados se encuentran Isaac Garza Sada, Eugenio Garza Sada (quien fuera presidente del Consejo de Cervecería Cuauhtémoc, Hojalata y Lámina, SA y Empaques de Cartón Titán) y Roberto Garza Sada, presidente fundador del grupo industrial Alfa (1974), anterior presidente de la Compañía General de Aceptaciones (hoy Banca Serfín) y de Vidriera Monterrey. Entre los nietos están Dionisio Garza Sada, Bernardo Garza Sada, Eugenio Garza Laguera, actual presidente del Grupo VISA-Bancomer e hijo a su vez de Eugenio Garza Sada y Alejandro Garza Laguera, anterior director general de Cervecería CuauhtémoCoLa familia incluye, además, muchos otros hijos y nietos; entre estos últimos hay que destacar a Dionisio Garza Medina (hijo de Dionisio Garza Sada), actual presidente de Alfa. En efecto, Garza Medina (anterior director ejecutivo del Grupo Sigma Alimentos) además de ser un miembro de la cuarta generación de la familia primigenia, ocupa desde 1994 la presidencia del Consejo de Administración y la Dirección Ejecutiva de Alfa (Dávila, 1998). El Grupo Acerero del Norte (GAN) presenta un modelo similar de control familiar, sobre todo a partir de su expansión con la compra de varias empresas paraestatales reprivatizadas en 1991. GAN estaba representado por Xavier Autrey Maza y Alonso Ancira Elizondo en el momento de la adjudicación el 22 de noviembre de 1991 de AHMSA,del 30.37 por ciento de las acciones del consorcio minero Peña Colorada, del 49 por ciento de la Unidad Aceros Planos ubicada en Monterrey,12 y de la máquina Hitachi número 3 de colada continua que estaba instalada en Sibalsa (una de las empresas en que se dividió Sicartsa), en Lázaro Cárdenas, Michoacán. Un día después se informó que Xavier Autrey Maza sería presidente del Consejo de Administración y Alonso Ancira Elizondo director general. Posteriormente hubo

IZ El otro socio de Aceros Planos de México (APM), antigua subsidiaria de Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, es Industrias Monterrey, SA (IMSA), quien posee 51 por ciento de las acciones. Este grupo industrial también tiene su asiento en la ciudad de Monterrey y está controlado por la familia Clariond. APM es la empresa de laminación en caliente más moderna de América Latina y es un motor más del desarrollo siderúrgico de los años noventa. En 1997 tiene una capacidad de producción de un millón y medio de toneladas anuales de lámina rolada en caliente y placa de acero. Grupo IMSA, Informes anuales, de 1990 al 1997.

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nuevos nombramientos en los que los altos cargos quedaron hasta hoy (1998) entre familia. Se nombró al arquitecto Manuel Ancira Elizondo13 como director general adjunto de operación, al licenciado Jorge Ancira Elizondo director general adjunto de administración y finanzas y al licenciado José Eduardo Ancira Elizondo como director general jurídico y de empresas filiales (GAN, 1998 Y Rueda, 1994). Análogo es el caso del Grupo Villacero. Este grupo tiene su origen hace más de 40 años, cuando la familia Villarreal formó una compañía para comercializar acero. En 1991 se constituyó como grupo industrial y varios miembros de la familia Villarreal ostentan de entonces a la fecha (1998), los más altos puestos ejecutivos. El director general ejecutivo del grupo es Julio César Villarreal Guajardo, y su hermano, Sergio Villarreal Guajardo, es el director general de operaciones de la división más importante del grupo, o sea, la Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas, SA de CV (mejor conocida como Sicartsa) (Villacero, 1998 y El Norte, 1998). En acuerdo con Camp (1995), el enlace entre las familias de los grandes empresarios a través de diferentes medios (como es el caso de matrimonios cruzados, posesión de acciones en común y participación activa en consejos directivos) ha permitido que el control económico de los grupos industriales y Alfa Ápice se mantenga. Sin embargo, existen otras características importantes de mencionar que han permitido que este control siga siendo familiar, y me refiero principalmente a las estrategias de financiamiento. Aquí se puede hablar de: • el financia miento por medio de la reinversión de capital proveniente del mismo núcleo familiar, aunque en ocasiones éste ha salido de esas fronteras se sigue obteniendo recursos de familias relacionadas; • de la participación accionaria en los principales bancos nacionales, fuente de recursos económicos externos, y • de coinversiones o alianzas estratégicas con inversionistas extranjeros seleccionados. 2. Estructura organizacional

Es la década de los setenta la que marca la transformación de las grandes empresas regiomontanas a grupos industriales. En anteriores escritos (Flores y Oávila, 1996; Flores 1993; Flores, Olvera y González, 1988) hice una descripción detallada del año de inicio de los grupos industriales como los conocemos en la actualidad. En el caso de Alfa, ésta empieza sus operaciones

\J Entre 1996 y 1998 Manuel Ancira Elizondo ocupa el cargo de presidente del Organismo Latinoamericano de Minería (OLAMI).

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como tal en 1974, y tanto el Grupo Acerero del Norte como el Grupo Villacero pertenecen a una segunda etapa de concentración de capital, administrativa y de empresas a partir del amplio proceso de reprivatización en el sexenio de Carlos Salinas. Me atrevo a afirmar que la estructura organizacional adoptada por estos grupos industriales es más una consecuencia directa de factores internos como del entorno, que una consecuencia de su planeación estratégica organizacional. Dentro del primero se destaca la identificación de las habilidades iniciales alrededor de las cuales la empresa se desarrolló (Flores y Dávila, 1996). En el caso de los tres grupos industriales mencionados, todos iniciaron sus operaciones con una empresa madre. El grupo más antiguo, es decir, el Alfa, cuenta con Hojalata y Lámina, SA, fundada en 1943. En el caso de los empresarios del GAN, sus compañías primigenias estaban basadas en la explotación de minas de fierro en Coahuila y extracción de oro y plata a través de la compañía Real del Monte y Pachuca, ubicada en el estado de Hidalgo. Con la adquisición en 1991 de la siderúrgica AHMSA, ésta se volvió, sin duda alguna, en la principal compañía del nuevo grupo acerero. Finalmente, Villacero inició operaciones en la década de los años cincuenta con la empresa comercializadora de productos de acero denominada Lámina y Placa de Monterrey, SA de CV. De la identificación de estas habilidades iniciales es fácil descubrir la posición en donde los grupos empezaron sus cadenas de abastecimiento industrial, y, por consiguiente, sus estrategias de expansión. Dentro de la cadena industrial tenemos a Alfa como la empresa controladora que tiene experiencia distintiva a través de su grupo siderúrgico no sólo en la producción de acero crudo, también -véase el cuadro 5- en la manufactura primaria (lámina, alambrón y varilla), en la fabricación de productos con un valor agregado para el comercializador (productos tubulares, galvanizados y subproductos), y también en la obtención de su propio insumo (fierro esponja) a través de su patente tecnológica, me refiero al proceso HYL (Alfa, 1998).14

14 Debido a que tiene la patente de este proceso, Hylsamex construye plantas siderúrgicas HYL en todo el mundo. Estas plantas están diseñadas -basándose en la tecnología desarrollada por esta empresa mexicana- para ahorros máximos en inversiones. Están conformadas entre otras cosas por dos reactores que pueden compartir el mismo reformador de gas, equipo de manejo de materiales y servicios compartidos, capacidad desde 250 mil hasta millones de toneladas al año, incremento en capacidad de producción y diseños para HRO, HBC, y/o hierro Hytemp. Las plantas actualmente en construcción son cuatro: en Arabia Saudita, Venezuela, Rusia y México. Y en contratación son siete: Australia, Brasil, Rusia, España, Malasia, Chile y Venezuela. Hylsamex, 1998.

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En el caso del GAN, los empresarios mineros adquirieron en 1991 la siderúrgica Altos Hornos de México, SA (AHMSA), ubicada en Monclova, Coahuila. Su modernización tecnológica posterior sólo muestra que permitieron al grupo de empresarios con experiencia previa en el ramo pasar al proceso de transformación y obtener como grupo una posición más competitiva en el mercado. El ensamble del proceso productivo hacia atrás y hacia adelante los colocó en una posición envidiable. La División Acero, con AHMSA como principal compañía, se lanzó a adquirir empresas subsidiarias y unidades como Aceros Nacionales en 1995 (ubicada en Tlalnepantla, Estado de México) ya fundar Ryerson de México (con 12 centros de distribución en el país) en alianza estratégica con la empresa estadounidense Inland Steel. Paralelamente, el Grupo Real del Monte (grupo de empresas mineras que datan del siglo XVI) administra todas las compañías subsidiarias y unidades en el sector minero del GAN que extraen mineral térmico para las plantas carbogeneradoras de energía de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), carbón metalúrgico, fierro, piedra caliza y su transformación en productos derivados. Su División de Energía posee una carboeléctrica en Múzquiz, Coahuila, cuyo insumo principal es el carbón producido por la subsidiaria Minera del Norte (Mimosa) perteneciente a la División Minería. Esta carboeléctrica abastece de energía eléctrica principalmente al complejo siderúrgico de AHMSA. En otras palabras, el GAN es un grupo industrial basado en la siderurgia, que muestra un patrón de diversificación sobre la identificación de las habilidades iniciales (véase el cuadro 5). Si bien inició con la comercialización de productos de acero, Villacero, en 1991 se adjudicó, en el proceso de privatización de la siderúrgica estatal, el complejo siderúrgico integrado denominado Lázaro Cárdenas-Las Truchas, SA de cv (Villacero, 1998). Con la adquisición de Sicartsa, el grupo conformó un conglomerado de empresas que operan desde la extracción de materia prima, hasta la producción y ventas de productos de acero no planos. En su avance dentro del sector industrial fundó Zincacero, una empresa dedicada a la producción de lámina galvanizada a través del proceso de galvanizado por inmersión en caliente denominado Proceso Dagal. Dentro de su División Industrial también cuenta con la empresa Tubería Nacional, SA de CV (TUNA), la cual fabrica tubería de acero con costura para la conducción de fluidos y cables eléctricos, así como para otras aplicaciones estructurales y mecánicas. TEX- TUBE es otra empresa del grupo que fabrica tubería de acero principalmente para la conducción y distribución de productos petroleros. En este proceso de expansión dentro de sus habilidades iniciales se fundó GAMA, empresa que diseña, fabrica y monta grandes estructuras de acero, dirigidos a los sectores de la construcción, petroquímica y del transporte (véase el cuadro 6). 371


Como podemos apreciar, a estas compañías, que se desarrollaron o se adquirieron alrededor de la empresa o grupo de empresas madre con el objetivo de obtener una mejor posición en el mercado, se les denomina Unidades Estratégicas de Negocio (UEN's). Así que dentro de los factores que denomino internos y que permitieron la formación de grupos industriales fueron, por un lado, la posesión de un gran número de UEN's. Unas, ubicadas dentro de la misma posición en la cadena industrial (fabricación o productor), otras, colocadas a lo largo de la misma (extracción o manufacturación primaria). Y, por otro lado, se encontraron otras empresas que no tenían ninguna liga industrial con la empresa madre, pero que miembros de la familia emprendedora estaban bajo el control de las mismas. Por lo tanto, las estrategias de expansión -adquisición y creación- y por consecuencia la inversión en sistemas administrativos de planeación y control para cada una de las UEN's, la llegada de una nueva generación de las familias fundadoras al mando de las empresas (en el caso de Alfa estoy hablando de la cuarta generación), y la expansión territorial, fueron los factores internos que pesan más en la formación de estos tres grupos industriales o empresas controladoras. Dentro de los factores contextuales (entorno) que he encontrado están: la creencia de los bancos nacionales en su capacidad para financiar este crecimiento industrial (asunto espinoso que queda en entredicho por la situación actual del Fobaproa), el acercamiento de los empresarios a los bancos extranjeros para obtener fondos con el mismo propósito anterior, el decreto de la Sociedad de Fomento Industrial emitido en junio de 1973 y el amplio proceso de privatización y reprivatización de empresas estatales por parte del gobierno federal a partir principalmente de 1991 (Dávila, 1997 y Flores y Dávila, 1996). Por lo tanto, la estructura organizacional más recomendable para apoyar a una empresa con negocios múltiples es la divisional con un corporativo al frente, y en el caso de Alfa, que ha evolucionado a un estatus superior, el Alfa Ápice aparece en el extremus superior (véase dibujo 1) de una compleja estructura de grupos industriales cuyas empresas cotizan independientemente en la Bolsa. Hacia esta transformación estructural se desplazaron los grupos industriales descritos. Por ello, en un momento dado, estos grupos se fueron consolidando y tuvieron que definir su estrategia de negocios a escala corporativa y en el ámbito de sus UEN's. 3. Estrategia corporativa

Una vez formados los grupos industriales, nació la necesidad de desarrollar una estrategia corporativa (para el grupo en su conjunto). De acuerdo con

372


Porter (1987), la estrategia corporativa debe de contestar a dos preguntas: ¿En qué negocios debe competir la compañía? ¿Cómo es que el corporativo debe manejar las diversas unidades de negocios? Dávila (1998) encontró, al estudiar los informes anuales de Alfa, tres estrategias corporativas genéricas que desarrollaron sus empresarios en el lapso de tiempo comprendido entre 1974 y 1997: • una, la diversificación en varias industrias. Éste es el énfasis en el caso de Alfa en su primera fase de grupo industrial (1974-1981) j • dos, hacia la concentración y desincorporación. Política corporativa estratégica en su segunda fase (1982-1993); • tres, descentralización accionaria de las subsidiarias de Alfa Ápice y avance hacia empresas más allá del ámbito industrial, razones por las cuales dejó de autodenominarse Grupo Industrial Alfa, para llamarse simplemente Alfa (1993-1998). Alfa practicó, como estrategia corporativa desde su fundación y hasta la crisis de 1981, la adquisición y creación de empresas múltiples administradas bajo ciertas divisiones. La diversificación terminó con demostrar un margen mínimo de control sobre sus UEN's por parte del corporativo para responder ante crisis tan profundas como la de 1981-1982. En un proceso largo y sinuoso de reestructuración que inició en 1982, Alfa logró sanear sus finanzas (sobre la base de desincorporaciones masivas de empresas y concentración en sus sectores claves) y presentar un nuevo rostro organizacional en 1993. Dicho en otras palabras: "Alfa actuó inmediatamente. Primero, determinó cuáles eran las operaciones críticas. Segundo, diseñó una serie de estrategias para amortiguar el impacto de la crisis en esas operaciones. Y tercero, empezó una nueva etapa, con nuevos objetivos, con estrategias mejor dirigidas, con una administración moderna, y con miras a una internacionalización de sus productos" (Dávila, 1998, p. 17). En efecto, la estrategia financiera que se gestó en 1982 reforzó no sólo la posición financiera de las empresas de los diferentes grupos de Alfa sino también a decir de Dávila (1998), su posición competitiva. • Primero, el proceso de descentralización que empezó e~ 1982 culminó en 1993 al hacer pública la nueva estructura de Alfa Apice. Esta se compuso por cuatro grupos independientes de empresas de los cuales se pretendió que tres cotizaran en la Bolsa. Estos grupos fueron Hylsamex, Sigma, Alpek y Versax. He de aclarar que este último grupo fue el que se planeó no cotizara en la Bolsa y Alpek es fecha (1998) que todavía no cotiza. A esta estructura organizacional se agregaría un nuevo grupo: la compañía tenedora Onexa en octubre de 1996. Para 1997, Alfa Ápice se constituyó por encima de estos cinco grupos cuyos corporativos representan a las cinco empresas controladoras, que a su vez controlan la mayoría de las acciones de las numerosas empresas subsidiarias. En este sentido, Alfa Ápice es propietaria o controla 373


directamente o indirectamente la mayoría de las acciones comunes (representativas de sus capitales sociales), no solamente de sus empresas controladoras sino también de sus subsidiarias. • Segundo, la autonomía que les dejó la descentralización del corporativo, permitió que cada grupo formara un Consejo de Directores con miembros externos a la administración de las empresas. Esto trajo como consecuencia una visión más amplia para dirigir las operaciones del grupo. • Tercero, las empresas de cada grupo operaban con tecnología de punta, con estándares internacionales, y con un nivel de productividad más alto que el del país. Alfa reportó entre 1988 y 1993 un índice de productividad constante del nueve por ciento, en comparación del seis por ciento promedio que el país reportó en la industria manufacturera antes de la crisis de 1995. • Por último, en dos de los grupos (Sigma y Versax) se nombraron en 1993 nuevos directores generales miembros también como Garza Medina de la cuarta generación de la familia fundadora del grupo. Asimismo, la participación de Alfa en el proyecto Alestra -en alianza estratégica con AT&T- se amplió a otros miembros de la familia fuera de la empresa controladora. La participación de Alfa y VISA-Bancomer en Alestra es administrada por la compañía tenedora Onexa, de la cual ambos son propietarios. El Consejo de Administración de Alestra es presidido conjuntamente por Dionosio Garza Medina y Eugenio Garza Lagtiera, quienes también son presidentes de los Consejos de Alfa (desde 1994) y VISA-Bancomer (desde 1974), respectivamente.15 Paralelamente, con la compra en diciembre de 1997 del 70 por ciento de la Siderúrgica de Orinoco (SIDOR) (ubicada en Venezuela) por parte del consorcio denominado Amazonia -en la cual Hylsamex participa con 30 por ciento- se nombró al presidente y director general de Hylsamex,

15 Alestra fue formada en enero de 1996 por el grupo estadounidense AT&T y e! grupo mexicano Alfa para aprovechar las oportunidades que creó la apertura de! mercado mexicano de telefonía de larga distancia. En octubre de 1996, VISA-Bancomer formalizó la incorporación a sus planes de inversión en el mercado de larga distancia al proyecto Alestra, adquiriendo un paquete de acciones de Alfa. De esta forma la composición accionaria de la compañía quedó conformada como sigue: Alfa con 26.6 por ciento, vISA-Bancomer, 25.4 por ciento y AT&T con 49 por ciento restante. AT&T es una empresa global que poseía en 1997 una Red Inteligente Mundial, la más grande del planeta, que trasmitía diariamente más de 200 millones de mensajes de voz, datos y vídeo. Con esta alianza, Alfa espera 'heredar de Alesna el acceso a la formación de alianzas estratégicas internacionales en industrias clave que pueden interesar al grupo mexicano. Por su parte, VISA-Bancomer contribuye con la red bancaria más extensa del país (más de mil sucursales) y su participación en el sector de venta al menudeo. Alestra ejerció en 1996, 450 millones de dólares en acciones para construir una red de fibra óptica, la cual en 1997 manifestaba tener una extensión de 4 200 kilómetros (Alestra, 1997).

374


Alejandro Elizondo Barragán, como presidente del Consejo de Administración de SIDOR.16 En lo que respecta a los otros dos grupos industriales, GAN y Villacero, estos se conformaron tardíamente (1991) y por lo tanto pudieron incorporar en su estrategia corporativa la experiencia por la que pasó Alfa en las dos décadas anteriores. Por esto, su política corporativa se ha centrado en la integración dentro de una o varias industrias cuyos productos tienen alguna liga industrial con las habilidades iniciales. Si bien se ha dado una diversificación con suma cautela hacia sectores que no tienen ninguna liga industrial con los ramos de minería y metalurgia (la cual incluye la siderurgia), esto se debe a factores contextuales. Me refiero a los estímulos que se otorgan en México a las "sociedades y unidades económicas que fomenten el desarrollo industrial y turístico del país" (Flores, 1993). El decreto que data de 1973, otorga un trato preferencial impositivo a las empresas que son controladoras de acciones. Para que se aplique la preferencia en materia de impuestos, todo grupo industrial tiene que satisfacer por lo menos cinco de los requisitos siguientes: mexicanización de sociedades con mayoría de inversión extranjera, creación de nuevos empleos, creación de nuevas empresas industriales y de turismo, desarrollo tecnológico nacional, aumento de las exportaciones, sustitución de importaciones, inversión en zonas de menor desarrollo económico, industrialización de recursos naturales, ampliación de empresas industriales y de turismo, y por último, colocación de acciones entre el público. En este sentido encontramos por ejemplo que el GAN posee cinco divisiones, las cuales agrupan diversas empresas. Las divisiones Acero (la siderúrgica AHMSA es la única empresa del GAN que cotiza en la Bolsa), Minería y Energía presentan un proyecto integral en cuanto a ser inversiones estratégicas de bajo perfil de riesgo, de estar enfocadas a reforzar la posición competitiva y a tener una estructura financiera sana con adecuadas cobertu-

]6 El consorcio Amazonia resultó ganador en diciembre de 1997 de la venta del 70 por ciento de la siderúrgica venezolana SIDOR, al ofrecer un monto de 2 301 millones 703 mil dólares por ella. El consorcio pagó en febrero de 19981 201 millones de dólares. El Consejo de Amazonia está formado por 11 personas de las cuales 4 son de Hylsamex, 4 de Technit y el resto de las otras empresas miembros, o sea, las potentes siderúrgicas Siderar de Argentina, Usiminas del Brasil, TAMSA de México y Sivensa de Venezuela. Hylsamex contrató un crédito por 250 millones de dólares con J. P. Morgan, Bancomer y Banamex de los cuales dispuso 210 millones para pagar su participación dentro del Consorcio Siderúrgico Amazonia en la compra de SIDOR. La participación de Hylsamex dentro del consorcio es de 30 por ciento, el de Technit (formado por Siderar, TAMSA y Technit Engineering Co. de Panamá), es del 40 por ciento; el de Sivensa de 20 por ciento y finalmente el de Usiminas con 10 por ciento restante (El Norte, 1997 y 1998).

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ras financieras. Por otra parte, las otras dos divisiones son Agroquímicos y el Área de Proyectos Integrales (PIASA). La primera posee al Grupo Agromex, adquirido en 1992 y ubicado en Coatzacoalcos, Veracruz. Esta es una planta que originalmente era monoproductora de urea. A partir de un programa de modernización se crearon nuevas plantas productoras de ácido nítrico, soluciones nitrogenadas y nitrato de amonio para los sectores agrícola e industrial. Agromex tiene una capacidad de producción de un millón de toneladas anuales (1997) de urea y es único productor en América Latina del fertilizante avanzado UAN-32. Además, suministra nitrato de amonio grado explosivo a las minas del GAN y a otras empresas del ramo. Sin embargo, la mayor parte de su producción va destinada al mercado exterior. Esta división también opera en la Laguna de Pajaritos, instalaciones portuarias y de manejo a granel con tránsito marítimo sobre e! río Coatzacoalcos hacia e! Golfo de México. Cuenta con facilidades de almacenaje y sus muelles pueden recibir a la par dos barcos con capacidad de carga de 40 mil toneladas. Por su parte, PIASA es una muestra de un avance del GAN hacia ramos que no tienen aparentemente ninguna liga industrial con el sector minerometalúrgico-siderúrgico. PIASA desarrolla oportunidades y sinergia de negocios con activos de las empresas GAN, en ramos no directamente relacionados con sus actividades industriales. En otras palabras, se enfoca a la ejecución de proyectos para diversificar e! uso de productos manufacturados por las empresas del GAN (véase el cuadro S). El comportamiento hacia la diversificación de Villacero es similar. Este grupo que no cotiza en la Bolsa, posee seis divisiones, de las cuales tres representan una tendencia hacia un proyecto integral (véase el cuadro 6). Estas últimas son: la Siderúrgica (que controla e! complejo siderúrgico Sicartsa, la empresa más fuerte de! grupo), la Comercial (que representa a la empresa Lámina y Placa de Monterrey, SA de CV, compañía primigenia del grupo) y el Industrial donde destacan cinco empresas que producen lámina galvanizada (Zincacero), tubería de acero con costura (TUNA), tuberías de acero para la conducción y distribución de productos petroleros (TEX- TU BE) , diseño, fabricación y montaje de grandes estructuras de acero (GAMA), Y Maquilas Metálicas. Las otras tres divisiones muestran una diversificación hacia productos y ramos anteriormente no abarcados. Estas son: Agroindustrial, que maneja la empresa Agroinsa (productora y comercializadora de harina de maíz, harina de trigo y alimentos balanceados); Desarrollo Empresarial que se dedica a la prestación de servicios empresariales; e Inmobiliaria, la cual es promotora y administradora de proyectos de inversión y expansión de bienes inmuebles comerciales y patrimoniales de! grupo (actualmente construye el Hotel Trave!odge en Lázaro Cárdenas, Michoacán). 376


CONSIDERACIONES FINALES La industria del acero ha demostrado ser uno de los pilares más importantes del programa económico implementado en México a partir de los años setenta, y particularmente después del amplio proceso de desincorporación de empresas que realizó el Estado en el sexenio de Carlos Salinas. México ha pasado a posicionarse en el número 15 entre los máximos productores de acero crudo en el mundo. En esta nueva fase de expansión de la industria siderúrgica, la composición de las empresas acereras como parte de grupos industriales y/o empresas controladoras han marcado la pauta para enfrentar un mercado interno débil y un periodo de crisis económicas recurrentes entre 1970 y 1998. En este sentido, los grupos industriales del norte de México que controlan a los tres complejos siderúrgicos más importantes mostraron tener capacidad para hacer confluir una diversidad y una diversificación de intereses más allá del solo énfasis industrial. Los sectores comercial, financiero y de servicios (turismo y comunicaciones principalmente) constituyeron una integración horizontal, vertical y territorial. La integración vertical fue una respuesta inicial a un mercado incierto e imperfecto que les permitió a las grandes compañías aliviar incertidumbres en cuanto a los proveedores de insumos y disminución de costos. Por su parte, la integración horizontal y la diversificación de la producción les permite a estos mismos grupos aumentar los flujos de información y disminuir el margen de error en la toma de decisiones sobre inversiones y producción. Con esta organización, los grupos industriales Alfa, GANy Villacero aparecieron como una entidad más clara, que tiene en su cúspide un corporativo, el cual concentra las acciones de las empresas y la función administrativa del grupo en su conjunto. Además, el corporativo tiene a su cargo la vigilancia de las utilidades de las empresas y a veces la planeación y la coordinación de las actividades del grupo. Incluso, a partir de la década de los noventa, Alfa se transformó bajo novedosas estrategias organizacionales en Alfa Ápice, una fase superior de estructura corporativa, donde éste controla varios grupos industriales. Sin embargo, los tres grupos industriales estudiados mantienen, en esencia, tres características que los identificaron en el momento de su formación: una, la mayoría de la tenencia de acciones (y, por consiguiente, los altos puestos directivos y el control) continuó en manos de miembros de las familias fundadoras; dos, los tres grupos se transformaron en estructuras divisionales con Unidades Estratégicas de Negocios (UEN's) y con un corporativo en el ápice organizacional al mando; y, por último, su estrategia corporativa se concentró en la integración y diversificación industrial; en este caso en el ramo de la industria pesada realizando coinversiones o alianzas estratégicas con inversionistas extranjeros seleccionados.

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Producción

Cuadro 1 de acero crudo mundial, 1990-1997

Principales paises productores en millones de toneladas

11.0 11.6 20.8 12.0 12.3 15.3 13.9 13.0 18.1 18.5 16.2 19.3 18.2 6.8 6.1 10.2 10.3 11.3 9.9 11.9 9.9 686.6 650.6 628.3 630.3 623.5 731.1 33.0 9.2 8.5 8.0 10.3 100.0 80.9 25.6 23.9 26.2 25.7 25.1 32.6 22.0 22.3 26.1 25.2 51.3 58.3 13.3 12.7 92.6 89.5 38.9 36.8 13.1 95.2 91.2 88.8 13.7 12.2 12.8 71.0 101.6 109.6 98.3 99.6 98.1 28.1 26.0 11.1 8.4 10.7 15.8 14.7 19.7 17.1 18.4 18.0 17.6 17.3 16.6 16.5 23.7 7.9 8.7 10.8 646.2 632.3 755.8 730.3 722.7 735.6 778.4 732.1 67.0 27.7 41.8 45.0 22.6 46.9 49.1 48.8 9.4 11.5 1997 1996 1995 1994 1993 1992 1991 95.4 107.3 42.5 33.7 14.3 12.1 97.2 94.2 84.3 13.8 24.1 77.1 79.7 98.8 42.1 40.8 37.6 39.7 42.2 14.4 10.4 rango 24.8 25.4 14.1 13.4 País y 10.3 104.5

19.0 15.0 25.5 20.6 89.6 12.9 110.3 12.3 17.8 13.6 11.5 9.7 6.7 1990 66.3 52.6 89.7 9.4 23.1 652.7 770.5 8.7 38.4

(1) Total que incluye 66 países que reportan a este organismo internacional, los cuales concentran aproximadamente 97 por ciento de la producción mundial. Fuente: Cuadro elaborado basándome en los Informes anuales de producción de acero crudo emitidos por el Instituto Internacional de Hierro y Acero, Bruselas, 1990-1997.

Cuadro 2 Exportación

de productos siderúrgicos de México, (en miles de toneladas)

Producto

3629 911 4088 1861 814 13639 9163 42 2037 2019 1997 1995 1456 2243 1996

239 133 752 1438 1994

378

1994-1997


Tubos sin costura 6230 122 1060 350 105 99 5994 5757 498 1406 421 474

303 56 77 2246

Fuentes: Cuadro elaborado basándome en Bancomext, Industria siderúrgica, México, 1994 a 1998; Canacero, Informes anuales, México, 1994 a 1997; y Canacero, Indicadores siderúrgicos anuales, México, 1985-1995. Cuadro 3 Importación

de productos siderúrgicos en México,

1994- 1997

(en miles de toneladas) Producto

12016 150 65 1010 953 1495 052 899 233 49 40 189 576 312 1996 1995 3183 859 25 1997 724 577

83 1683 367 701 2906 2467 1994 72

Fuentes: Cuadro elaborado basándome en Bancomext, Industria siderúrgica, México, 1994 a 1998; Canacero, Informes anuales, México, 1994 a 1997; y Canacero, Indicadores siderúrgicos anuales, México, 1985-1995.

Cuadro 4 Producción

de acero crudo por empresa en México,

(en miles de toneladas Empresa

y

porcentaje

1992-1997

respectivo)

1992 1993 1995 1996 1997 2027 19199 2584 3423 2463 1439 2490 4244 1345 23060 6016 8024 12722 5716 6235 33393 7453 2550 5682 2777 1103 1194 165 459 181 505 938 (12) (28) (22) (38) (12) (20) (57) (13) (24) (21) (11) (42) (58) (20) (56) (44) (25) (24) (23) (14) (30) (67) (33) 10 13 12147 260 169 (l00) (l00) (100) (l00) 5776 31994 57005 1338 142 (62) (43) (25) 8459 14259 (100)

Fuentes: Cuadro elaborado basándome en Bancomext, Industria siderúrgica, México, 1992 a 1998; Canacero, Informes anuales, México, 1992 a 1997; Y Canacero, Indicadores siderúrgicos anuales, México, 1985-1995.

379


Cuadro 5 Divisiones, principales compañías y servicios del Grupo

derivafa neral molinos de mialeaciones, metales yderivados unidades aluminio, y productos ylámina,

y productos

Acerero del Norte (CAN), 1997

Divisiones Productos Hércules Mitras Manzanillo Coahuila condido Ramos ArizMéxico México CFE Fierro Aceros Consolidated Ubicaci6nde nífera Filiales nueve Río Nacio~ Catari~ dudaEs~ Nevada huila Gold· Santa en WolffSteel des Ciudad más Ltd. AHMSA Inland Minera Matriz Steel Carboen Estado de Alam.bres de Alianza estTaté~ na, Nava, transfornlación Mineral (EUA) NL Coa~ nales (1995) (Gran Bretaña) tion (Canada, gica l yycero Carbón 1I de en laalas subsidiarias Tlalnepantla, Múzquiz, Moja~ A yTérmico su Bolas Hojalata de Cmnpañías acero Sierra Piedra pacaliza Montcrrcy preparación de pe, Coahuila fields Corpara· Calima Subsidiarias ydeReal Ja· Distribución yacero Carbón las plantas metalúrgi~ Carbón Grupo del líquido (Homesa) (Altos Hornos dos de la fabricación ubicada en Monclova, da, te lisco (Minosa) Coahuila narras, aceros inMonte) 50% de partici. de México, SA, oxidables, rojos, tructurales, ciones perfiles de además aleaespación Grupo Real en el del de piezas yníquel, partes Forjacero

·

Hojalata

380


, industrial nitrato tios, cuyode

Proyecto

·

Fierro Santa María Vcmcruz Fierro, y zacoalcos, Palaú, Múz· Salina Cruz yacero eléctrica Durango, Carhoeléctrica energía Du, jaritos, Laguna Coat· de Pa, quiz, Coahuib Grupo Agro~

trato dad inicial de amonio de 180 Urca, soluciones rango Planta con capad· nitrogenadas, ni·

Tiene Servicioscuatro presas de CAN. a lasfa· cm·

inmobiliario, CDns· financiero vinsumo ácido de mos: Fierro cido narnítrico Mimosa trucci6n, servicios ea es elcenizas, carbón principal rico Zaniza, Oaxa, en produ· La Perla Minas

(1) El proyecto Tehuantepec es el más reciente del GAN. La inversión prevista es de 2 500 millones de dólares para producir 10 millones de toneladas de acero al año. Los empleos directos se esperan que lleguen a 3 mil y los indirectos a 15 mil para fines del año 2000. El proyecto se divide en tres subproyectos y la instalación de una planta termoeléctrica en Salina Cruz. El primer subproyecto es denominado Zainza y tiene como objetivo producir concentrado de fierro en Santa María Zainza, con una inversión de 300 millones de dólares. El subproyecto Tehuantepec 1 pretende producir briqueta de fierro esponja basado en el concentrado de fierro como materia prima. Su ubicación es en Salina Cruz y se contempla una inversión de 1 185 millones de dólares. El tercer subproyecto es el Tehuantepec II a fin de producir lámina rolada en caliente basado en el fierro esponja como materia prima. Ubicado también en Salina Cruz constará de una inversión de 630 millones de dólares. Finalmente, la planta termoeléctrica Salina Cruz que producirá energía eléctrica y vapor basado en el insumo de coque de petróleo. La inversión prevista es de 420 millones de dólares. Fuentes: Cuadro elaborado basándome en Grupo Acerero del Norte (1998); Grupo Acerero del Norte, Informes anuales, 1995-1997; "Conquista GAN sierra oaxaqueña", El Norte, Sección Negocios, Monterrey, 11 de agosto de 1998; "Habla un duro del acero", El Mercurio, Santiago de Chile, Sección Negocios, 26 de mayo de 1996; "Cumple cuatro años Ryerson de México", El Norte, Empresas y Negocios, Monterrey, 14 de junio de 1998.

381


.

TruAL eárdenas-Las CV(en (TUNA) SA deCárcv Monteney, Siderúrgica Lázaro Lázaro EX-TUBE AMA ubería industrial, Maquilas Metálicas SA

Cuadro 6 Divisiones,

principales compañías y productos y servicios del Grupo Villacero,

Zincacero Hotel TDivisión ravelodge Servicios Inmobiliaria Sicartsa brón Tubería acero para la conducción yyde Diseño, fabricación yproductos montaje Vde formado de grandes de productos estructuras de acero ace~ Servicio de Compañías Lámina galvanizada Productos yhabilitación ylos administradora comcrcializadora con yPlaca costura de para de proyectos trigo Prestación harina la conducción vycorrugada alimentos de de maíz, de inversión servicios de harina fluidos ydistriex~ empresariales de Comercialización Productora Agroinsa Lámina yptincipalmente de de aceros planos, no planos, Complejo siderúrgico integrado. Varilla ybalanceados alamPromotora hoteleros en coinversión con el Grupo Chartwcll lámina (entre ellos galvanizada derivados yservicios tubería del negra petróleo) y galvanizada cables eléctricos, con sin así INMOBILIARIA cipales NES) ciudades mcxicanas SA deproductos denas, cán)dirigido Michoachas, recubrimiento. como para otras aplicaciones con estructurales pansión del transporte de bienes inmuebles y almacenes y ypatrimoniales mecánicas en las prin~ bución de petroleros y ro, acv) losCuenta sectores de oficinas lacomerciales construcción, pctroquímica

Fuente: Cuadro elaborado basándose en Villacero (1998).

382

1998


Dibujo 1 Estructura

Organizacional

de Alfa, 1998

Atfa Ápice

(GEP)

Grupos industriales

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385


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