Caso Querido

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ENSAYO DOS CRÍMENES DOS VÍCTIMAS

DE LA E STILÍSTICA

Josué V. Ocegueda Hernández / 3ro A Turno Vespertino / Argumentación Jurídica

Muchos casos se pueden encontrar a través de la memoria de nuestro país gracias a diversas formas de documentación, una de ellas, y de gran valía es El Libro Rojo; un trabajo de coordinación por parte del Lic. Villadelángel Viñas, trabajo que resultó para mí un suplemento para entender los sucesos de nuestro país desde la perspectiva jurídica. En el caso que ahora analizo, y que aparece dentro de las páginas de dicho libro, aparece el nombre de Moheno Tabares Querido, de quien debo exponer la congruencia con que vivió según la información que encontré en la breve indagación de su biografía. Moheno, aparece en escena en una época mortífera para todas las personas de pensamiento divergente, como lo fue la época del llamado “porfiriato”. Después de dejar trunca la carrera de medicina, se enlistó a las filas de los estudiosos de las leyes para licenciarse en abogacía. Ya para 1900, Querido era diputado suplente y, con habilidad para la pluma escribió ensayos en los que se criticaba el centralismo, la pobre adecuación de las instituciones teniendo como referente al pueblo, y la falta de participación democrática. Tras la salida de Díaz como presidente de la república, estableció un despacho y se unió al Partido Democrático, fungiendo de nuevo como diputado suplente entre 1908 y 1910, reelecto más delante; además de ocupar varios cargos como diputado y llevar a cabo diversas funciones en la política del país. Lo que resalta de su biografía llega un tiempo después, cuando conforma junto con otras personas, un grupo llamado “El Cuadrilátero”, que según servía para desprestigiar a Indalecio Madero, poco después en apoyo a Victoriano Huerta, por el cual, aparentemente renunció al cargo de secretario de Industria y Comercio durante su gobierno y fue refugiado políticamente en Cuba. Han notarse sus primeras apariciones activas en el Estado mexicano, fueron en contra de la reelección de Porfirio Díaz, después en detreimiento de la figura de Madero. Hizo gala de una participación constante en el gobierno de Victoriano Huerta, y al final terminó desterrado en La Habana, justificando su manera de actuar en una publicación subsecuente, en la que muestra sus dotes para la retórica y la argumentación, para volver y destacar como “orador y abogado defensor en los tribunales penales de la cárcel de Belén” (Carmona, D.) : “La mayoría de los hombres inteligentes del país creyó por un momento, que el general Huerta era, por virtud de una maravillosa improvisación, el hombre


llamado a afrontar la grave situación del momento y a resolver los problemas que agitaban y siguen agitando a la Nación. …se consideró desde luego la situación: la muerte del Presidente Madero y la caída del maderismo, nos colocaba a los mexicanos a dos dedos de una nueva dictadura, régimen que tan adverso es al interés legítimo de los intelectuales; Félix Díaz cuya torpeza política había alcanzado notoriedad nacional, significaba la vuelta al pasado, la restauración del porfirismo y […] significaba también el restablecimiento de una dictadura con un dictador capaz de repetir un 25 de junio pero no de ceñirse los laureles del 2 de abril. Huerta, por el contrario, era una incógnita, y en todo caso, por mucho que alargase su interinato, siempre sería pasajero, porque siempre se estrellaría contra infranqueables obstáculos constitucionales, de manera que dejaba siquiera un lugar donde pudiera refugiarse la esperanza de nueva épocas de libertad, el general Huerta era en la vida nacional un pasaje, mientras que Don Félix Díaz, no podía ser otra cosa que un agujero sin salida, preñado de amenazas. Huerta, en fin, era una duda, mientras que Félix Díaz era una negra certidumbre.”

A LICIA O LVERA Y N IDIA C AMARGO No puedo dibujar una época como aquélla, en la que el discurso de los fiscales se pudiera reducir a las atribuciones que “debían” tener las mujeres en matrimonio, “resignación, sacrificio, abnegación, dependencia, debilidad… instintos maternales” y otras cosas, pero de carácter romántico, porque al fin de cuentas se han convertido según mis reducidos círculos sociales en meros clichés utilizados únicamente en una telenovela o en boca de quienes se erigen defensores/as de la mujer mexicana. “La noche del 10 de diciembre de 1920 Juan Manuel Serrano murió a manos de su esposa, Alicia Olvera. Años después, la noche del 25 de marzo de 1925, Alberto Márquez Briones fue víctima de su amante Nidia Camargo Rubín.” Por un lado, quienes tenían a su cargo las acusaciones contra las homicidas, hablaban de sus obligaciones y de la incondicionalidad que debían llevar condigo a pesar del contexto en que se desenvolvían o se retraían, “ponían en riesgo a la especie humana”. Obligaciones en tiempo de obligaciones decaídas porfirianas. En ambos casos, el defensor de las acusadas fue Moheno, quien apeló a los sentimientos del jurado para absolver a sus clientes. En los jueces cosechó la inquietud y enalteció los valores humanos, reduciendo los asesinatos a un simple suceso circunstancial, y caricaturizando a las víctimas de tal forma que cumplieran el rol de opresores, a quienes les dieron muerte de la forma en que se daba muerte a los tiranos de aquél tiempo.


Se dejó en tal caso la justicia a la divinidad, lavando las manos de las mujeres ante dos muertes justificadas por esta. La divinidad, el castigo divino que llega a intervenir en el nudo de toda narrativa, para que ocurra lo inesperado; en este caso, representado por las emociones y la excitación de dos personajes que habían sido oprimidas de tal forma que debían ser parte de la expiación de dos sujetos. El nacionalismo del abogado al entonar el himno nacional absolvía también a una generación autoculpada y reprimida, en una especie de guerra interna en la que la ciudadanía sacaba lo peor de sí para sobrevivir, y con lo cual también se justificaban todas sus acciones. Los jurados, y quizá los lectores de dicho texto en aquél fresco momento, encontraron una indulgencia que los pudiese librar de la culpabilidad que sentían y que podría llevarlos al infierno si no llevasen a cabo un acto simbólico de liberación y progresismo, incluyendo a los magistrados. Para darme a entender, propongo los siguientes elementos de un suceso (texto) no argumentativo, no expositivo, y no descriptivo, sino narrativo. 1. Narrador omnisciente = Moheno 2. Personajes = Alicia Olvera, Nidia Camargo * Proposiciones: -

Mujeres tocadas por la divinidad, manos sin las cuales no habría desenlace Mujeres con obligaciones, interrumpidas Mujeres oprimidas

* Caricaturescos: Manuel Serrano, Alberto Márquez 3. Marco espacial y temporal = Villanos sin juzgar en México; el tiempo es el origen del desgaste Por lo demás, la narración leída también disfruta de las figuraciones y se engolosina de una forma “maquiavélica” para construir situaciones que generen catarsis, entendida esta como el desenlace que libera endorfina y que nos libera del peso de decidir. Pero que vista ahora, en la actualidad, nos obliga a replantear el razonamiento jurídico.

B I BL I OG R A FÍ A : Carmona Dávila, Doralicia. Memoria política de México. Consultado en: http://www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/MTQ74.html Recuperado en Marzo del 2012.


Valdés, Hugo. Justa; Revista digital. México. Disponible en: http://www.justa.com.mx/?p=18003 Recuperado en Marzo del 2012 Speckman Guerra, Elisa. Dos crímenes, dos víctimas: los casos Alicia Olvera y Nidia Camarg. en El Libro Rojo. Continuación, tomo I, 1868-1928. pp 719:727. Disponible en: http://books.google.com.mx/books?id=hTkS8dDnorQC&pg=PA720&lpg=PA720&dq=Dos+bal azos+un+motivo+el+libro+rojo&source=bl&ots=WWMmmy9XkP&sig=47uYR50B9E5qijrG7xv fcW57GKg&hl=es&sa=X&ei=NfVeT_KBOYfq2AWyifiuCA&ved=0CB0Q6AEwAA#v=onepage&q &f=false Consultado en Marzo del 2012.


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