Tipos de Párrafos Diseño y Edición Gráfica: Olguín Vizueth
Tipos de Párrafos
Diseño y Edición Gráfica: Olguín Vizueth
Índice
Párrafo ordinario. 4 Párrafo moderno. 6 Párrafo epigráfico. 8 Párrafo con bandera derecha. 10 Párrafo Bordas. 12 Párrafo Bertieri. 14 Párrafo en bloque. 16 8 Párrafo español. 18 Párrafo asimétrico. 20 Párrafo ceñido. 22 Bibliografía 24
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Párrafo Ordinario 4
Morir en el Golfo (fragmento) Por Héctor Aguilar Camín Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las doce y Anabela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé.
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Párrafo Moderno 6
Morir en el Golfo (fragmento) Por Héctor Aguilar Camín
Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las doce y Anabela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé.
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Párrafo epigráfico 8
Morir en el Golfo (fragmento)
Por Héctor Aguilar Camín Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las doce y Anabela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé. 9
Párrafo con Bandera Derecha 10
Morir en el Golfo (fragmento)
Por Héctor Aguilar Camín Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las doce y Anabela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé.
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Párrafo Bordas 12
Morir en el Golfo (fragmento) Por Héctor Aguilar Camín
Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las
doce y Anabela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. l Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una :: corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no apare::cieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. bordábamos :: el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé. 13
E
A
A
Párrafo Bertieri 14
Morir en el Golfo (fragmento)
Por Héctor Aguilar Camín Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las doce y Anabela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé.
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Párrafo en Bloque 16
Morir en el Golfo (fragmento)
Por Héctor Aguilar Camín
Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las doce y Anabela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé.
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Párrafo Español 18
Morir en el Golfo (fragmento) Por Héctor Aguilar Camín
Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las doce y Anabela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé.
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Párrafo Asimétrico 20
Morir en el Golfo (fragmento)
Por Héctor Aguilar Camín
Alcancé a tomar otro dedito en el tránsito a la calle. Eran casi las doce y Ana bela no estaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llama do Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campañapresidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agra io del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé.
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Párrafo Ceñido 22
Morir en el Golfo (fragmento)
Por Héctor Aguilar Camín Alcancéatomarotrodeditoeneltránsitoalacalle.ErancasilasdoceyAnabelanoestaba en la sala. No insistí en verla; dormiría con sus hijos encima, exhausta en su maternidad de sonajas y pañales, en los linderos de sus sombras que Rojano manoseaba a sus espaldas en el archivo. Fui al hotel Emporio, me di un baño un y salí para Mocambo. El Ayuntamiento festejaba esa noche a la prensa nacional en un fichadero llamado Terraza Tropicana. Ahí estaban todavía empezando de hecho la jornada. Había variedad, rumba, bar abierto y muchachas. Una corista joven tomaba mint juleps en la barra, tenía una hermosa y noble nariz, como la mujer de Garabito, cuyo liso y sangrante perfil seguía flotando en mi cabeza. A las doce del día siguiente, de acuerdo con lo planeado, regresó la caravana de prensa a la ciudad de México, pero no aparecieron por mi cuarto Rojano ni sus expedientes. La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventa cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo qué vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México. Abordábamos el avión cuando corrió la noticia del asesinato de Galvarino Barria Pérez, líder agrario del norte de Veracruz, acribillado por gatilleros en una emboscada cerca de Martínez de la Torre. Recordé los expedientes de Rojano, el sangriento estilo de la cosa agraria en el Golfo. Y olvidé.
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Bibliografía. 22
Mariana Eguaras. (2017). Distintos tipos de párrafo y en qué clase de textos usarlos. Septiembre 28, de Mariana Eguaras consultoría editorial Sitio web: https://marianaeguaras.com/distintos-tiposde-parrafo-y-en-que-clase-de-textos-usarlos/ Jorge de Buen Unna. (2005). Manual de Diseño Editorial. México: Santillana pp 176-189. Héctor Aguilar Camín. (2012). Morir en el Golfo. México : Booket México .
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