Revista Literaria Infame

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EDITORIAL Soledad: Encantos y Desencantos “La infinita compañía en un séquito decadente…”

Brindo por tu ausencia. Tu recuerdo con el paso del tiempo se convierte en mera monotonía, acto cabal de mí día a día. Me hallo hastío, miro mi reflejo y sólo me percato que el rostro detrás del espejo, es un… completo extraño. “ ¿Dónde estás?” Me preguntó, al ver los gestos de tan decaído ser. Trato de imaginar qué es aquello que lo atormenta, que lo acecha. No logro respuestas, evito contacto alguno. Miro por doquier. El cuarto en el que vivo refleja un poco de mi ser. Libros tirados, colillas de cigarro, ropa sucia, restos de comida, botellas vacías, discos arrumbados, un alma envejecida y aquellos olores putrefactos (mezcla de alcohol y sexo desenfrenado) y una que otra prenda de alguna desconocida (bragas, sostén). La gente piensa que vivo en la miseria, cosa a la que no le presto atención. Me preguntan constantemente


“Ese intruso en mi cuarto viste con mi ropa, le grito, no me escucha y cuanto más trato, más se apropia de mis cosas” (Intruso-Enjambre)(2010)

“¿qué tienes?” Respondo regularmente -Nada, no tengo nada- (finjo una sonrisa) para calmar sus ansías y vuelvo a mi estado habitual: AUSENTE. Así me paso la vida. Y no tengo nada y tengo todo, ¿cómo saber realmente que poseo a los ojos? ¿De quién puedo verlo? Me siento entero. En medio de la decadencia y del encanto que emana. Así recibo las mañanas, las tardes, las noches, así llegan visitas a mi morada, así idolatran mi mirada, vacía...sólo refleja halos de malicia que nadie ve, o nadie quiere ver. Es en estos ratos cuando mi soledad habita, cuando la habitación de en frente parece más atractiva (esa que contiene al solitario ambulante que me mira con cierto rasgo de reconocimiento) pero que ni él ni yo sabemos quiénes somos, ni qué hacemos… Es cuando aún me pregunto si es que esto es vivir...o es sólo un acto suicida a sobrevivir...

Revista Literaria INFAME: Placer consumado en letras… (Registro en trámite), es un proyecto editorial independiente de publicación trimestral. Las obras que la conforman son propiedad intelectual de cada autor. Año 1, Tercer Número (Marzo-Abril-Mayo del 2012).

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DIRECTORIO Director general/ Editor L. Oliver Miranda Charles Arte y Diseño Rebeca A. Ramírez Andrea Alcántara Aguirre Jefe de redacción Leticia Emilia Maldonado Sánchez Dictaminador/ Escritor Alejandro Volta Consejo Editorial Mariana Berenice Chávez Carreño Daniela Valeria Galván Suaste

Colaboradores Texto Cristian Felipe Duque Jiménez, Daniela Mendiola, Dante V, Eduardo Marcelino Champo Rico, Luis Mauricio Toledo Perla, Mario Ramírez Monroy, Mercedes Martínez, Miroslava Arely Rosales Vásquez, R Israel Miranda, Sandra Mendoza Hernández, Verónica Viviana Rodríguez Escudero, Vladimir Villalobos López.

Portada Ilustración: Vlada Mirkovic. Título: “The Man Who Lived In His Dreams”

Contacto revista.infames@gmail.com /RevistaInfame revistaliterariainfame.blogspot.mx

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ÍNDICE 04 SIN ENCANTOS NO HAY HUMANOS SANDRA MENDOZA 06 HAY TANTAS MANERAS DE ESTAR SOLO LOCKHART CARMESÍ 08 UN HOMBRE MUERTO CRISTIÁN FELIPE 09 LA GATA MARIO RAMÍREZ MONROY 10 ANOMALÍAS 12 MI VICIO, LA SOLEDAD DANIELA MENDIOLA 14 KARLA DANTE V 16 LLUVIA MIROSLAVA ROSALES 17 LA DAMA DE LOS SUEÑOS AZULES LUIS MAURICIO TOLEDO 19 INFAMIA FACTI 20 PLAY IT AGAIN, SAM EDUARDO MARCELINO 22 CIEN AÑOS VLADIMIR VILLALOBOS 24 TARDEOTRA VEZ R. ISRAEL MIRANDA 27 EL HOMBRE EN MEDIO DE LA COLINA MERCEDES MARTÍNEZ 28 EL EVANGELIO: EMILY DICKENS

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Sandra Mendoza

SIN ENCANTOS NO HAY HUMANOS

Día de madrugada. Me puse de visita en los pensamientos de los racionales, de los de carne y hueso. Y me adentré en su imaginación perversa y en la vida cotidiana y vana de los que se han olvidado de encantarse y viven a merced del desencanto día con día, fue difícil lograr que confesaran lo que mágicamente los encanta… Logré que lo hicieran: Al mimo, lo encantan los guantes, los colores blancos, las falsas sonrisas, el tacto y el silencio; crucé visita en la mente del amante y tuve la sorpresa de encontrar ¡un encanto! A él le encantan las piernas, las pieles, los músculos blandos, su miembro-volcán en explosión, la desnudez en un cuerpo, la lentitud en los besos, el placer... El placer por cierto, encanta al Psicólogo, así como el dolor a ratos, el confundismo de las almas, la atracción y el descubrimiento; conocí también a dos o tres con máscaras de ninfómanas, que se dan cita diaria con la noche, con las zapatillas altas y las cortas faldas (que provocan encanto y desencanto entre la multitud y eso, dependiendo). A ellas las encantan los finales, el término de los minutos, la paz, el olvido, el baño de burbujas, su vagina solitaria y vacía y deshabitada a ratos de gloria, su cuerpo intacto por un día. Las encanta el buen trato, así como a las mujeres que he visto en la oficina y en el mercado, a ellas las encanta la caballerosidad, la verdad, los buenos aromas en sus corbatas, la barba afeitada, la cortesía, los detalles, la excelente atención, la diversión, las espaldas fuertes, las eternas noches de pasión, el cielo estrellado, la poesía, las flores vivas en su jardín, ¡los jardines las encantan!, las sonrisas. A pocos les provocan encanto los dientes afilados, blancos, fuertes y violentos… ¡A mí me encantan! A la trovadora la encantan los viajes, las aves, las notas musicales, el sonido de los labios al chocar con otros labios, el desconocido mañana la encanta, la encantan los sueños, la honestidad,

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los ojos del color de su aura-grises-, los dementes, la trisexualidad, la envuelve el mágico encanto de los saxofones y trompetas y trombones, los libres la encantan, las barbas filosóficas largas, la letras nuevas, los libros, los libres, la libertad misma le encanta. El libre albedrío provoca encanto…y desencanto también. Los gemidos nos gustan, les gustan… y nos asustan encantadoramente; a los amigos en conjunto masculino-femenino, les provocan encantos las nubes, los besos bajo la lluvia, los ojos bonitos, las sonrisas que intrigan, los árboles llenos de flores, el sonido de los grillos a media noche, los atardeceres y amaneceres junto a un amante de ocasión o para siempre; el helado, helado en su lengua, las lenguas encantan a los cuerpos y enredan a otras lenguas y más si tienen un buen sabor, buena textura y buenas mañas; los tattoos, el descontrol. El alcohol de festejo, tristeza, júbilo o emoción. A ellos, los encantan los senos, las curvas, los autos. Les provoca encanto el triunfo, la satisfacción, ser reyes y al mismo tiempo esclavos. A los ángeles los encantan las notas sublimes del cielo, volar sin caer, los cuentos quemados de diablos y saber que si se lanzan, lograrán ser humanos. A mi creadora la encantan los recuerdos, las memorias, el hoy y el ayer. Nuestras sonrisas y el encanto de su compañero de aniversario 25. A él lo encanta su cabello, su sonrisa, su pasado y todo lo que ha superado, sus logros y el castillo al que hoy juntos llaman hogar. A esta vate la encantan sus ratos de coincidencia con estos dos maniquíes que le han otorgado el placer de encantarse con la vida misma. Entre los placeres y la maravilla de encontrarme con que a todos los mueve algo, caí en la sorpresiva conclusión de que los desencantos, no son nada en este espacio ni en este tiempo; que no existen cuando está presente la estupenda chispa que nos hace despertar y levantarnos y sentir que el único desencanto, tal vez algún día lejano, será la muerte misma. El apagón completo de nuestro organismo. El encanto que quedará vivo por siempre será la esencia de los espíritus vagando entre todo lo vivo: las flores, los lagos, el viento; quedaremos nadando entre cenotes y volando con libélulas. Entonces, será el recuerdo eterno de cada uno de nosotros: ¡un encanto para las historias futuras que decidan conocernos!

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Hay tantas mane Lockhart

Hay tantas maneras de estar solo, puedo estar sola acompañada de voces, puedo estar sola en mi sombra de cenicero. Pensar que un cuerpo es inerte tan sólo porque habla, El silencio es certero y a la vez es difícil de ahondar. Hay tantas maneras de estar solo, puedo algún día escribir un poema sin amor, puedo hacer música, sin dolor, ¡Ay!... Puedo algún día, escribir, escribir un poema sin luz ni oscuridad, sin noche ni día. Puedo estar sola, estando entre gente. Hay tantas maneras de estar solo, puedo pasear por el prado sin oler las flores, puedo estar en el desierto con un cactus, puedo vislumbrar un girasol a la senda solitario y monótono e ignorarle. Hay tantas maneras de estar solo como un día de febrero en año bisiesto surcando hilos y tejiendo esperanzas, solo leyendo un día de febrero en año bisiesto, tejiendo y leyendo. Hay tantas maneras de estar solo, como en un espejo, con mi solo reflejo, sin otras pupilas o la presencia de mi otro yo, mi otro yo, de ser, tan sol me abandona, en mi espejo, ruinas, desdén...

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eras de estar solo Carmesí

Herbívoro deseo de comerme la carne de mi espejo y cortarme con sus huesos en la obsesión. Hay tantas maneras de estar solo, llorar sin lágrimas, sentir la ausencia del agua o del mar, ver cómo la luna se cae y desmorona, cómo se hunde en sus cráteres y no llorar. Hay tantas maneras de estar solo, como un largo viaje a la lluvia y no sentirla. Hay tantas maneras de estar solo, como la invisible capa de tus memorias que serpentean sobre mí. Hay tantas, tantas maneras de estar solo, como hoy, estoy sola escribiendo un poema que contiene: un cuerpo inerte y sutil, un amarillo girasol merodeando en la senda solitaria, un día de febrero tejido y leído, un espejo de carne y hueso herbívoros deseos por cortarme en la obsesión, una sombra de cenicero, ver cómo cae la luna y no llorar por su hundimiento entre cráteres, memorias serpenteando como aire condenado entre mis memorias y mi sosegada mente, y cómo no, un algún día a lo lejos pronunciado...

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UN HOMBRE MUERTO Nidhogg

A veces parece que no hago parte de nada, pero de repente hago parte de todo y de todos, entonces me doy cuenta que es a mí a quien le falta todo, y que por miedo a aceptarlo me escondo en ese castillo lleno de nada. En esa frialdad, disfrazada de sonrisas falsas, llena de silenciosos pensamientos, de deseos insatisfechos, de añoranzas ya olvidadas. Pero ¿qué más puede esperar un hombre muerto? No puede ser más que una triste vida solitaria, porque un hombre muerto no puede tener sueños, porque un hombre muerto no encuentra la felicidad en nada, y ahora solo en silencio espero, el eclipsar de esta difícil jornada.

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LA GATA Mario Ramírez Monroy La gata regresó al cuarto de los trebejos del techo. Olfatea debajo de la puerta y entra por el hueco corroído estirando el cuerpo. Ella busca a sus hijos. Pero sabes que no hay nada. Los metiste en una caja para tirarlos; no quieres llenarte de nuevo de animales. No. Jamás volverás a malgastar tu tiempo limpiando y dándoles de comer. Observas a la gata salir del cuartucho olfateando por todos lados, en busca de algo que ya no existe. Enciendes la computadora. Abres tu blog y red social con la mirada fija en la pantalla. Entornas los ojos, buscando algo nuevo. Pero la máquina sabe que no hay nada. Los comentarios siguen vacíos, como si la gente no quisiera malgastar su tiempo ocupándose de ti. Permaneces horas mirando, actualizando y deslizando la pantalla en espera de que alguien te diga algo. La máquina se aburre, igual que tú. La gata no se rinde y permanece en el techo con el ojo avizor, esperando que de un momento a otro sus críos regresen al techo, entren en el cuartucho y vuelvan a su nido improvisado con plumas de palomas. Pero los días pasan y ellos no aparecen. Tampoco nadie escribe nada. Deseas apagar la máquina. Pero sigues contemplándola. Escribes. Tal vez ahora sí guste. Tal vez alguien quiera decirte algo, comentar que también está de acuerdo contigo. Actualizas. Deslizas la pantalla. Nada. La gata se cansa, acepta que todo es en vano, y se va de la casa. La miras. Sabes que no volverá. La pantalla está encendida, iluminando la sala como una burla. Tú sigues en busca de unos hijos que no existen.

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Formando el cuerpo de una nación. El deporte en el México posrevolucionario (1920-1945) Exposición temporal hasta el 10 de junio Museo casa estudio Diego y Frida Kahlo Diego Rivera Esq. Altavista, Col. San Ángel Inn martes a domingo, 10:00 a 18:00 hrs. $12 pesos Entrada libre a estudiantes y maestros con credencial actualizada. Adultos mayores con credencial del INAPM. Domingo, entrada libre al público en general. $30 con cámara no profesional y sin flash

Quodlibet Pablo Helguera (exposición temporal hasta el 17 de junio) Museo del palacio de Bellas Artes Avenida Hidalgo 1, Centro Histórico Martes a domingo 10:00 a 18:00 hrs. $39

La fábrica, circo hecho a mano Autor y director: Bruno Castillo Con: Jorge Díaz, Guillermo Craviato, Marlen Solano, Mabel Petroff, Fuentesanta Rodríguez, Armando Pérez, Yseye Appleton y Mercurio Espinosa. Teatro Julio Castillo.Centro Cultural del Bosque Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n. Col. Chapultepec, Polanco Sábados y domingos 12:30 hrs. Hasta el 10 de junio. $80

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A N O M A L Ï A S


A N O M A L Ï A S

La lengua de Ernesto (obras 1981-2011) Del 21 de abril al 9 de septiembre Antiguo Colegio de San Ildefonso Justo Sierra 16, Centro Histórico Martes de 10:00 a 19:30 horas y miércoles a domingo de 10:00 a 17:30 hrs.$45.00 Los estudiantes y maestros con credencial vigente y tarjetahabientes Poder Joven pagan $22.50 Entrada libre para menores de 12 años, las personas de la tercera edad y los participantes del Programa de Membresías del museo. Los martes la entrada es libre.

Pato, muerte y tulipán Basado en el cuento Ente, Tod und Tulpe de Wolf Erlbruch Versión y dirección de Haydeé Boetto Con Daniela Arroio y Micaela Gramajo. Teatro El granjero, Xavier Rojas Centro Cultural del Bosque Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n. Col. Chapultepec Polanco Sábados y domingos 12:30 hrs. Del 21 de Abril al 1º de Julio $80

Los caprichos de Goya Museo nacional de San Carlos Puente de Alvarado No. 50, Col. Tabacalera miércoles a lunes de 10:00 a 18:00 hrs. Martes cerrado. $31 pesos. Domingo entrada libre. Maestros y estudiantes con credencial, adultos mayores con credencial del INAPAM, personas con discapacidades físicas, menores de 13 años, entrada gratuita.

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Mi vicio, la soledad Daniela Mendiola

Soledad, dulce y efímera soledad. En algún momento embriaga nuestros días. Hoy, embriaga las letras que escribo. Desintegrando el más dulce de los placeres. No importando si estoy en el espacio más concurrido del mundo, la soledad usualmente me acompaña, me abraza. La oigo susurrarme al oído, susurra tu nombre, susurra tu ausencia, me enreda los pensamientos, juega con ellos y me sumerge en tus recuerdos. Quise perderme en la soledad, para no perderme en ti. Y mira lo que ha pasado… Aún aquí, en este espacio, en este sentimiento, te encuentro… Aferrado a mí, aferrado al corazón, que casi detesta que lata, aún por ti. Aferrado al deseo que se aviva con cada ocasión que frenas mi corazón con tu voz. Bendita soledad; soledad de tenerte como adicción, como medida de tiempo. Esa maldita soledad que arrasa con mis noches, que irónicamente nunca me deja sola, que en cada sendero, acompaña cada pensamiento. Mi compañía en las noches desoladas, de insomnio, de ti. Sentirse solo cuando sabes dónde está tu más perfecta compañía, es aún más desgarrador, dolor que poco a poco me va quemando, con ese dulce veneno que tanto he llegado a disfrutar, el placer de parecer sola, pero adicta a ti. La soledad que me da pasión, paz, que es tan dulce como perderme en tus besos, y me vuelve deseosa como tu piel ardiente. Soledad es estar contigo, sin estar conmigo, sino en ti. Te he hecho a la medida de mi soledad. Te he hecho a la medida de mis pasos. La soledad para mí, lleva tu nombre, tu voz, tu forma de caminar. Mi soledad, eres tú.

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Dante Vázquez

Karla

Karla fue, y es para mí, el hilo de plata que me sostuvo después de la muerte de mi hermano, y el que me sostiene ahora en este autoconfinamiento. Ella me conoce tan bien que sabe cómo armarme y desarmarme con alguno de los sentidos vendados.

Llevo veinte días sin salir de casa. Sin embargo, en ningún momento me he sentido solo. Quizás un poco aislado, incomprendido y ajeno, pero solo no. Siempre estoy siendo observado, tocado, degu tado, olido y escuchado, por seres tangibles e intangibles que también son parte de nuestro mundo. No obstante, ha habido días en los que echo de más la compañía próxima de alguna persona; y sobre todo la de Karla, quien me enseñó que la soledad es un estado emocional del ser humano que cada sujeto interpreta de acuerdo al enlace de sus vivencias con la experiencia de los Otros para cristal zar la ausencia de aquello que le produjo o le produce una sensación de completud, y la angustia que le causa la pérdida de comunicación con aquello.


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Hoy es 27 de abril. Hoy Karla cumpliría 27 años. Hoy Karla vendrá a visitarme a casa a la misma hora en la que se fue aquella noche del 7 de abril. Ella sabe que me duele escucharla y mirarla sin poder tocarla, saborearla y olerla. Pero ella quiere que yo esté bien. Que nunca me quede incompleto. Que nunca me quede totalmente aislado. Que nunca me quede solo.

¡¿Por qué me negué a escucharla?! ¡¿Por qué me negué a escucharla?! ¡¿Por qué me negué a escucharla?! ¡Aquella noche muda! ¡Aquella noche ciega! ¡Aquella noche escarlata! ¡Aquella noche sorda! ¡Aquella noche venenosa! ¡Aquella noche ardiente! Fue la última vez que respiré su aroma a caramelo. La última vez que acaricié su blanca piel. La última vez que bebí el almíbar de su boca.

Lamento haberla dejado ir de casa aquella noche del 7 de abril. Supongo que era inevitable su partida. La herí, lo noté en la humedad del café de sus ojos rasgados, al decirle que se fuera; al fin y al cabo todo iba a estar bien, al menos conmigo. Aún me parece inaudito el que le haya dicho eso y entre más busco una repuesta, más lejos me encuentro de hallarla.


LLUVIA Miroslava Rosales

Se pierde en la lluvia, en su deslizamiento sobre las flores amarillas de la ventana, en ese piano de Evans que estalla en tristeza. Cada gota acentúa su caída. Toma apuntes de la despedida en el aeropuerto. Sabe que él ya no volverá a las hierbas aromáticas de su corazón, que de aquí en adelante será un lobo estepario. Ha de buscarlo siempre en ese último beso, que fue brevemente el paraíso; en esa última fotografía en blanco y negro; en la dedicatoria y las 119 páginas de ese libro de pasta azul que él le dio la última noche que sus cuerpos formaron hermosos arabescos. El mesero le dice que ya cierra el bar, que puede traerle la cuenta. Ella cancela. Regresa bajo la lluvia. Ha de morir tres días después.

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LA DAMA DE LOS SUEÑOS AZULES Luis Mauricio Toledo Perla

Despertó en esa habitación blanca. Su mirada se deslizaba por las curvas de piel blanca de ella, que estaba a su lado durmiendo plácidamente. Ella, entre sueños, advirtió la mirada amorosa y abrió los ojos. -¿Qué haces?- preguntó ella. -Nada- mintió él. Ella se levantó y se dirigió con paso pausado hacia la cocina. Tenía hambre. Él se volteó para mirar la fotografía de ellos cinco años atrás. Sonreía hasta que su mente le advirtió un detalle importante: en la foto ella tenía el cabello castaño, no rojo. Ella regresó de la cocina con una manzana. Dio un salto y lentamente flotó hasta posarse suavemente en la cama; con una sonrisa pícara. Su subconsciente no advirtió esta capacidad irreal. Estaba centrado en el misterio de sus cabellos rojos. -¿Qué pasa?- preguntó ella mordiendo la manzana. -¿Hace cuánto te pintaste el cabello?- preguntó. Ella lo miraba extrañada, pero con la misma sonrisa pícara en aquel cuerpo desnudo de pieles blancas. -Hace cinco años- respondió. Él buscó en su mente, pero no encontró un recuerdo de aquel cambio. Fue cuando entendió la dimensión onírica de la escena. Observó sus manos y su subconsciente le avisó que aquello, efectivamente era un doloroso sueño. -Lo siento mucho, pero te tengo que dejar ir- le reprochó. -Espera, estás malentendiendo las cosas- aclaró ella, que ya se había dado cuenta. Él tomó sus manos tersas, ella lo observaba con una lágrima. -¿Cuándo te volveré a ver?- preguntó. -Hasta el próximo año. Entonces despertó. A su lado no estaba él, sino la fotografía de ellos cinco años atrás. Entonces entendió que debía dejarlo ir. Sus cabellos rojos la habían delatado en el sueño. -Hasta el próximo año- murmuró ella, mientras se vestía para ir al trabajo. Cinco años de su muerte, después de su boda. Ella no lo dejaba ir en sueños.

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ValezZuki

Andanzas de la caballera de la triste figura. Otra vez desperté. Otra vez desperté sola. Otra vez desperté sola y feliz. Otro buen día para salir de pesca a la gran ciudad. Hoy salgo para lejos. En el camino me percato de que a la gente que pretende ser interesante se le mira alborotada, como con urgencia de compartir el mismo mensaje: leo mucho y soy gente bien. Se trata del Día del libro, señores, una extraña invención que, al precio de hacerme cagar frases de exhortación a

INFAMIA FACTI

la lectura, deja algo bueno para mí: una estela de ferias del libro y eventos, oportunidades para hacerme de unos cuantos títulos. Mucha gente en todos lados. Para la gente decente el Día del libro es, más bien, lunes. Llego pues al Centro Cultural Universitario en donde se realiza la Fiesta del libro y la rosa y, bueno, tengo una sola palabra escurriendo del pensamiento: multitud. Es increíble observar cuántas personas que han venido solas a este mundo pueden reunirse todas en un mismo espacio. Me empiezo a preguntar si de veras son libros lo que necesitan... Uno se da cuenta de que está solo, precisamente porque está acompañado. Nunca extrañé más la compañía de alguien como hoy, no precisamente porque me haga falta charlar o compartir, eso qué; pasa que no pude conseguir los libros que quería, todos los stands estaban bien vigilados y habría sido muy útil que alguien me sirviera de pantalla. Maldita sea, qué sola estoy, ningún libro en el Día del libro. Es una condición, es decir, para la soledad, para que exista, es preciso que haya compañía. He gastado toda mi soledad de lunes aquí, rodeada de gente, sin más dinero que el del pasaje en los bolsillos y unas ganas bárbaras de un café y un cigarrillo. Pienso en algo, al menos en mis pensamientos tengo dinero. De regreso a casa: el fracaso. Es tarde, mirando quién sabe qué por las ventanas del metro, algo negro y oscuro, supongo, me pregunto qué chingados hice tanto tiempo en un lugar al que se tiene que ir acompañado para que por lo menos se cumpla aquello de la rosa a cambio del libro y no sé cuántas mamadas más. El tren se detiene, se detienen sus pulmones. Miro mí alrededor y sé que sólo soy yo en el vagón. Nada se escucha. Entonces puedo sentir que esto es la soledad: un vagón vacío y el silencio que no deja más que unas pocas opciones, preocuparse por llegar a tiempo a casa o ponerse a escribir. Tomo una decisión. Sonrío.

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Play it again, Sam Marcelino Champo

Había gastado los últimos chistes, ya no quedaba ninguno sin mencionar. La edad disipo, sutilmente, esa pequeña inquietud creativa que ahora reposaba entre colillas de cigarro y botellas de Jack Daniel’s. 7: 13 PM Se hacía tarde. Tomó la corbata acostumbrada, la rutinaria y eterna de color vino que se repetía una y otra vez en las entrañas del armario. Hordas enteras de extensiones de tela escarlata desfilaban frente a él sobre ganchos de plástico. Es mi color de la suerte, era el discurso a manera de justificación sobre ese detalle en la vestimenta que lo acompañaba desde su debut en el bar “Reptilia”. Inclinó la espalda con sumo cuidado para coger los zapatos de charol y los mocasines negros, ocultos bajo la clandestinidad del sofá, pero los embates infranqueables de la tos aparecieron inoportunamente. Dejó caer su cuerpo en la superficie rugosa del reposet, mientras los pulmones se cansaban de expulsar dardos sanguinolentos sobre la palma de la mano. ¡Puta madre!; el único argumento pronunciable, a manera de defensa, de inconformidad y cólera ante esa mala jugada del destino. Se recostó en el asiento y respiró hondo, tanto como pudo, recordó aquellas noches de fulgor, de dispendio, de risas postergadas hasta el crepúsculo, esos momentos de gloria cuando su voz, jovial y transgresora, resonaba en la orejas del público, resignándolos a las carcajadas y al énfasis de la hilaridad.

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¿Dónde quedó todo eso? De aquel comediante que cimbraba las risotadas del respetable con tan sólo anunciar su nombre, de esos movimientos clownescos a la Buster Keaton, de ese porte al estilo Harold Lloyd, sólo quedaba la raquítica sombra de un viejo enfermo y solitario. El repertorio era ya más que predecible, inundado de lugares comunes, de anécdotas desgastadas y añejas. Pero esa noche tenía un presentimiento, algo irrumpió entre el abandono y la amargura de sus días. Esa noche, él encontraría la risa extraviada de los comensales. Lo había soñado, profetizado en las imágenes inmemoriales del pensamiento. Recobró las fuerzas, la voluntad, muchas veces prófuga, crecía de manera dosificada y constante. Miró hacia la puerta, parándose de un solo movimiento, con la agilidad y la convicción de antaño, poseído por la energía inmaterial de un orgullo que creía perdido. Calzó los zapatos de manera elegante, el saco recién planchado conjugaba de forma exacta, precisa. Dio un vistazo al espejo. Sobre la superficie opaca, aparecía el rostro de un joven de veinticinco años con el cabello engominado, la mirada r e l a m p a g u e a n t e y la sonrisa irreverente que delataba esa burla hacia el tiempo. Estaba listo. Descolgó el sombrero y se apresuró a encarnar el final de sus comedias.

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CIEN AÑOS… Vladimir Villalobos López

Durante la noche, después de aquellos tragos que siempre llegan sin proponérselo en serio, comencé a recordar el último caso al que mi siniestra cabeza se enfrentó. Para una mejor comprensión de semejante cuestión, he de decirles que, y lo siguiente debe ser leído como una afirmación dotada del mayor rigor científico, la mayoría de los sueños transcurren a blanco y negro; que no se sueña mientras se ronca y que en los sueños sólo se sueñan cosas, personas u objetos conocidos. Extrañamente, esta vez el sueño fue dotado de tantos colores que no podría nombrarlos todos. Así ocurrió: La habitación se encuentra vacía, únicamente se pueden apreciar algunos objetos esparcidos por aquí y por allá: 1. La cama destendida, las sábanas sucias por lo de siempre (como de costumbre), sólo apreciable bajo ciertas luces detectivescas. 2. Un espejo pequeño, al lado de la única cajonera que adorna la habitación de 4x4. 3. Un teléfono antiguo descolgado, de esos en los que uno debe dar vueltecitas, ahora interminables si tomamos en cuenta que antes los ocho dígitos eran impensables. 4. Cajita de maquillaje, sin rojo, sin azul y sin morado, algo imperdonable si sabes medianamente algo de feng shui, de moda parisina, de algo. 5. Una cajetilla de cigarrillos vacía, sin encendedor ni cenicero. 6. La pantufla izquierda con el rostro de Homero. 7. Un armario lleno de ropa que, según dicen, nunca es suficiente y… 8. Una aclamada novela escrita por alguien a quien nadie recuerda ya.

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Con tan vagas evidencias, sin el conocimiento del crimen perpetrado y con la única salida (la puerta), cerrada por dentro, el caso resultaba demasiado complejo para la paga que no recibiría a cambio. Examiné cada rincón, cada posibilidad, después de cierta edad y de cierta experiencia, uno ya no puede darse el lujo de pasar huellas y cabellos desapercibidos, como aquel escritor renombrado que olvida poner acento a su nombre (o el punto final). Tras horas de meticuloso examen, finalmente alcancé la primera hipótesis, que en mi caso siempre es definitiva. Ahora sólo debía repetirla en voz alta para que el mundo fuera participe de mi hazaña número 2. “Fue una noche de calor imprevisto, de las que se leen en novelas y sólo suceden en películas y series, más de amor que de otra cosa. Al final, el cigarro siempre es bienvenido, eso dicen en aquellas novelas/películas/ series. Al atardecer quedan las ganas de volverlo a ver, de salir corriendo, medio descalza, qué más da, tras él. Se le llama y no responde, se insiste y el tono eterno de llamada entrante que nunca entra permanece. Ya no importa qué ponerse, ni el rímel corrido, dan igual las medias que ahora faltan. Uno se encierra, se tambalea y se arrincona para que, a falta del rojo carmesí, el cuerpo se halle en la misma postura que el sentimiento, arrinconado. Se tirita y se observa, en la distancia de 4x4, el libro entreabierto que te hace soltar una risa sarcástica, una lágrima que da asco y un suspiro que antecede al sueño… de soledad”.

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TARDE OTRA VEZ R Israel Miranda I Toda la vida he tenido la impresión de que me he olvidado de algo, que me he perdido de algo, que carezco de algo que los demás sí tienen. Tal vez por eso ando con el humor desvencijado y con esta maldita sensación de estar siempre llegando tarde a todo, principalmente al amor. Tal vez por eso aprendí a estar solo, a comer y beber solo. Me acostumbré a vivir con la angustia de las horas desperdiciadas atorada en mi costado. Me acostumbré al silencio. II

Toda la vida he buscado ese algo que no tengo en la luna pendiente del verso, en el sueño desechado, en el rock malogrado de mi adolescencia, en el interior de las mujeres que me he bebido y el corazón de las botellas que he resquebrajado, en la orilla de la madrugada, en las calles descarnadas bajo las luces de la Gran Ciudad.

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No encuentro nada, sólo mis restos tropezando con lo que alguna vez fueron altas expectativas. Abatido arrastro mis astillados huesos por senderos divididos. Tomo constantemente el camino equivocado pero hace mucho que ya no me importa. Es más fuerte mi necesidad de abismos, mi obsesión por las sombras y el vértigo de la caída expuesta. III Retorno a mi soledad obstinada. Es tarde otra vez. El silencio sólo es la balsa a la que me aferro después del naufragio.

Muro de silencio (2010, poemario). Volumen 20 de la colección DESTOS DEME DOS, 64 páginas. -AGOTADO

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El gato sube al árbol el pájaro está en la cima si lo come...quedará solo, si lo deja...quedará hambriento. Los espejos le malacostumbraron a depender de ellos para sentir que existe Es el hombre en medio de la colina como una bella mujer precavida. No se aleja ni se acerca no sonríe ni se queja. Su instinto está perdido tiene que pensar el camino, todo perfectamente medido. No se mueve a algún lado ha quedado estático ¡míralo! en el mismo lago aprendiendo a esperar mientras envejece El hombre en medio de la colina mientras piensa y lo planea podría pasarse vidas pensando que hará con ésta; pudiendo estar en el barco que navega al profundo mar, él prefiere la orilla del río que corre lento, en espiral. ¿Y a dónde he llegado yo? Voy pisando las huellas con rumbo a la cima y cuando esté ahí alguien tendrá que bajar, tal vez lo haga yo, sería mejor que tomar su lugar.

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EL HOMBRE EN MEDIO DE LA COLNA. Mercedes .W.W.


EL EVANGELIO

Emily Dickinson ValezZuki

Ourself behind ourself, concealed —Should startle most — Assassin hid in our Apartment Be Horror’s least. POEMA 670

Hermanos, Emily ha alcanzado la Inmortalidad silenciosamente. Su cuerpo pequeño y su cabello hirsuto empezaron a crecer en este mundo a partir del diez de diciembre de 1830. Emily nos ha nacido al morir un quince de mayo de 1886. Sus cincuenta y cinco años entre los mortales los pagó con muchas vidas y muchas muertes, todas éstas sin salir de Amherst, Massachusetts, sin salir de su hogar ni de su habitación encantada. No fue un buen cordero. Rebasó el tiempo alejada de cualquier élite intelectual o corriente literaria. Su poesía es fresca y eriza los vellos de quien la lee hoy. No, claro que no fue un buen cordero, nadie en aquella provincia de la Norteamérica puritana supo cómo comerla y aún hoy es subestimada la fuerza de sus palabras que supo contener entre guiones para que no explotasen. Hay que seguir su ejemplo y encerrarnos todos nuestros años. Escogió ser una isla vestida de blanco y jamás subastar su mente; en vida publicó menos de diez poemas y al fallecer se le encontraron casi mil ochocientos en papeles cuidadosamente encuadernados a mano: nuestra deuda. Ella no fue una mártir, no. Ella fue un ángel de brillante laicidad, con todo su sentido del humor a cuestas como espada. No escribía por virgen ni por sola, ni por carencia, ni por frustración. Emily Dickinson amaba la vida y la muerte y de ellas escribió un solo gran poema, todos los poemas que no hemos sabido nombrar. Hay que aprender a vivir en la eternidad como Emily, pero estamos advertidos: quizá a la eternidad no se vaya acompañado.

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T

enía una cena de camaradería con algunos escritores y estuvo en más de una ocasión a un tris de perder la paciencia. Una amiga la obligo a asistir. No encontraba la vestimenta adecuada, más bien no sabía si entendía correctamente el término . Caminó de un lado al otro, mirando el armario abierto y las pocas prendas de vestir colgadas en los ganchos. -¿Cómo se vestían ahora las mujeres? Siendo joven se había desplazado en una línea ambigua, disfrutaba ser y no ser. Dejar dudas en la gente, pero aquello era en otras épocas, tiempos en los que tenía un intercambio más fluido con la sociedad. Hacía un par de años había decidido que aquello le provocaba ansiedad, que no valía la pena esforzarse por aparentar ser como ellos, de todas maneras no notarían su ausencia. Y estaba en lo cierto, hasta que llegó la invitación y su amiga (la única que el tiempo y la paciencia le guardaran) con gesto adusto, la había obligado a aceptar. No quería quedar ante ella como una persona tímida o miedosa, ¡la situación no pasaba por ahí! Pantalón, remera amplia, botas... ¡todo negro! ¡No! ¿Una falda? ¡No existían en su armario! ¿El chaleco de cuero que se había fabricado con una piel tersa, blanca y de un joven exótico? Tal vez. Se estaba poniendo nerviosa, un tic en el ojo izquierdo comenzó a ser notorio, se tomó del cabello y arrancó por mechones más o menos gruesos, saltando uno siempre para que fuera en una escala par. El dolor hizo que cediera la ansiedad.


30 | INFAME


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