La popularización de la cultura del vino ha transformado las bodegas en centros de ocio y turismo, hasta el
extremo de que algunas incluyen restaurantes y hoteles con tratamientos de enoterapia. Efectivamente, la
arquitectura de bodegas siempre apela a un fuerte carácter industrial y funcional, donde el espacio y el volumen
quedan definidos por el proceso productivo: con frecuencia la estructura se compra por metro cuadrado, y el tema
del proyecto se concentra en la definición de materiales y en el diseño de fachadas y cubiertas. En términos
generales, la asociación de dos disciplinas tan exigentes como la arquitectura y la vitivinicultura tiene como
objetivo ofrecer las mejores condiciones para la elaboración del vino. La funcionalidad de los materiales y del
espacio, la obtención de condiciones térmicas apropiadas y la integración en el entorno natural son requerimientos
fundamentales.