educ@bo 0206 Septiembre 2014

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NÚMERO

06

SEPTIEMBRE 2014

R E V I S TA D E I N F O R M A C I Ó N DE LA RED DE EDUCACIÓN A D V E N T I S TA B O N A E R E N S E

EL ENTORNO ÓPTIMO Lic. Flavio I. Penco (AIEBo)

E

l pez favorito de muchos coleccionistas es la carpa japonesa, conocida comúnmente como “pez koi”.

educacionadventista.org.ar

Año 2 - Número 6 Departamento de Educación de la Asociación Bonaerense de la Iglesia Adventista del 7º Día en Argentina. Administración de Instituciones Educativas Bonaerenses Escríbenos a: educabo@educaciónadventista.org.ar

Diseño y producción gráfica

Impreso en Argentina - 2014

Lo fascinante del pez koi es que, si se mantiene en una pecera pequeña, sólo crece cinco o seis centímetros de largo. Si se coloca en un recipiente mayor o en un estanque pequeño, crecerá de quince a veinticinco centímetros. Si vive en un estanque de gran tamaño, puede llegar a crecer hasta cuarenta y cinco centímetros. Y cuando está en un gran lago donde puede desarrollarse por completo, puede llegar a tener hasta unos noventa centímetros. El tamaño del pez está en relación directa con el tamaño del recipiente donde se puede desarrollar. De igual forma, es posible hacer una analogía con las personas: todas necesitamos un espacio ecológico para crecer. Nuestro mundo determina nuestro desarrollo. Éste va a depender del espacio y las oportunidades mentales, emocionales, físicas y espirituales que decidamos darnos. Históricamente los japoneses asocian la carpa con los niños debido a la fuerza que realizan éstas al nadar contra la corriente en los ríos. El día de los niños, para ellos, tiene lugar el 5 de mayo y todos los edificios son decorados con “koinobori” (mangas de viento japonesas con forma de carpa) que se izan en los días especiales de los niños desde abril o principios de mayo en honor de los hijos y con la esperanza de que crezcan fuertes y saludables.

Esta analogía la podemos trasladar a nuestros niños. Nuestros niños están destinados a “nadar contra la corriente” y para ello debemos proporcionarles un entorno apropiado para que crezcan lo más grande y fuerte posible. “Tanto los padres como los maestros, por su precepto y ejemplo, han de inculcar los principios de la verdad y honradez en la mente y el corazón de los jóvenes, a fin de que lleguen a ser hombres y mujeres tan fieles a Dios y a su causa como el acero” Elena G. de White, Consejo para Maestros pág. 126. “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Proverbios 22:6


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