LA ESPERA por O.F. Abe

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METEORITO

LA ESPERA O.F. ABE


Derechos de autor en trámite Fotografías de la NASA Edición 2013


LA ESPERA


LA ESPERA “Un general sabio se ocupa de abastecerse del enemigo” (El Arte de la Guerra, Sun Tzu)


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Una intensa lluvia humedecía los caminos y los rayos iluminaban los viejos mausoleos. Los familiares, profesionales de Creative Assembly, “gamers” y periodistas ya se habían retirado del cementerio cuando el ataúd con el cadáver de un hombre joven era descendido lentamente hacia la bóveda. Otros trabajadores esperaban a que bajara un poco más. Apenas lo tuvieron a su alcance, lo recibieron con los brazos en alto, dirigiéndolo hacia el nicho de la última fila superior, abierto como una boca que espera paciente por su presa. Al interior del féretro, unas pequeñas crías se alimentaban con los tejidos del cuerpo que, antes de perecer, los había albergado durante muchos años, posibilitando su desarrollo hasta que se hizo incompatible la subsistencia de ambos. La comunicación entre ellas mejoraba rápidamente y conscientes del próximo deceso del joven determinaron acortar dentro de lo posible, su agonía. El último año, para ellas había sido el más difícil. Al principio de la quimioterapia, las cinco criaturas entraron en un periodo de latencia que les permitió adaptarse y revertir el escenario. Sólo con la radioactividad, se sintie-


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ron amenazadas. Las dos más pequeñas sucumbieron por la escasez de alimento adecuado, pero estas muertes permitieron que los vástagos mayores continuaran su gestación con normalidad. Cuando el órgano rojo y las dos enormes vísceras moradas –ya casi totalmente ennegrecidas– colapsaron, comprendieron que su propio proceso estaba por culminar. Percibieron el balanceo del ataúd, seguido del ruido de la madera rozando el cemento bruto y luego el silencio, lo que significaba que tendrían que esperar un par de horas antes de poder emerger. La incubación había llegado a su fin. Permanecían silenciosos, cada vez más intranquilos e incómodos dentro del reducido espacio que les proporcionaba el inerte cuerpo humano. Las extensiones, que los anclaran a los tejidos vivos del portador, permitiéndoles subsistir; se soltaron completamente al tornarse viscosos e inclusive empezaran a licuarse. Seguros que ese sería el momento más complejo, significando la diferencia entre la vida y la muerte, empezaron a sentirse apremiados por algo parecido a la ansiedad.


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A diferencia de los humanos, que estando en su hábitat natural sólo demoran meses en nacer, ellos demoraban años en independizarse del organismo anfitrión, aun cuando su desarrollo intelectual hubiese alcanzado la madurez. Es que el medio aún les era hostil y la transferencia de información, contenida en las células del individuo madre, todavía era muy lenta. Ese importante intercambio de material genético permitía variar su dependencia de un hábitat natural, rico en hidrógeno, a uno con alta concentración de oxígeno, pasando de una vida simple a otra muy compleja. Pero nada los apuraba, venían de un mundo donde todo se medía en unidades mucho más extensas de tiempo. De pronto, percibieron mensajes telepáticos que provenían del exterior. Volvieron a sentir algunas sacudidas violentas del ataúd, amortiguadas por el tejido blando y acuoso del cuerpo que los contenía y unos golpes que retumbaban en el interior de la caja. Sintieron el calor que surgía de una intensa luz amarilla. Comprendieron entonces, que la espera había concluido.


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Algo los succionó violentamente, vertiéndolos a la misma velocidad sobre una superficie fría: el piso de cemento de la cripta. Producto de una reacción química, la insignificante masa viscosa con extensiones mustias, se escindió hasta dejar ver claramente a tres figuras amorfas y traslúcidas. Las crías libres se fueron expandiendo hasta chocar con la viga de la bóveda, para luego contraerse hasta ajustar su volumen. Todo esto bajo la silenciosa y expectante mirada de siete sujetos que se desplazaron un poco, permitiendo que las tres figuras húmedas adoptaran formas humanas en pocos minutos. Parados en el centro, estaban los recién nacidos. Por sus aspectos parecían tres adolescentes desorientados y desnudos: dos hombres y una mujer. Observando a su alrededor en forma simultánea, vieron el recinto iluminado tenuemente, las paredes llenas de placas de mármol con nombres y fechas, una urna abierta en el piso con el enjuto cadáver del joven que, parecía dormido, y otros seres vestidos con iguales uniformes a excepción de uno. Los observaban, comunicándose mentalmente y su conversación estaba centrada en ellos, podían percibir sensaciones intensas asociadas a palabras como


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“felices” y “victoriosos”. Entre seis personas, divididos en parejas, los envolvieron sincronizadamente, en mantas térmicas provistas de capuchas y mientras unos sujetaban a los recién llegados, los otros se agachaban para enfundarles los pies en zapatos del mismo material; el séptimo, vestido con una túnica negra, oraba moviendo los labios pero sin que ninguna palabra se escuchara en el recinto. - ¿Cuáles son sus nombres? - Preguntó telepáticamente el que oficiaba de sacerdote. - Peter, Mariah y John considerando que son los primeros trillizos en nacer, Padre Smith respondió sonriendo una de las mujeres, al hombre vestido con una sotana negra, y mirando la lápida que estaba en el piso que decía James Payne, agregó – Payne es el apellido del progenitor.


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Bien. Le damos las gracias a James por acogerlos y ser vuestro progenitor. Peter, Mariah, John Payne, les damos la bienvenida, en el espíritu de nuestro creador, a este nuevo mundo que será desde hoy, vuestro hogar.

Todos los presentes – los hombres muy emocionados y las mujeres con lágrimas en los ojos– hicieron una genuflexión y luego, estamparon besos en las mejillas de los muchachos. Antes de retirarse, acomodaron el ataúd en el interior y la lápida fue reinstalada. Los tres altos hombres tomaron en brazos a los críos y subieron hasta la superficie, seguidos en procesión por las mujeres. Los inmigrantes, unos pocos millones de seres microscópicos, que se vieron obligados a viajar por el espacio tras el impacto de un meteorito, ingresaban en forma intermitente al planeta azul. Las criaturas llegadas hace


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casi dos siglos atrás, decidieron penetrar la atmósfera terrestre en grupos de cientos. Estos fueron desapareciendo durante los primeros intentos por adaptarse directamente a este planeta. Luego de muchos ensayos y errores, lograron perfeccionar algunas técnicas, aumentando las expectativas de sobrevivencia donde los portadores adultos sanos eran los elegidos. Todavía quedaban miles suspendidos en el espacio, atentos a una incierta señal que de tanto en tanto les llegaba desde distintos puntos geográficos. Las incubaciones múltiples no habían resultado, pero en ese momento la respuesta estaba ante ellos, tenían la clave para la ansiada evolución. Los hombres y mujeres parados en el umbral del mausoleo, observaron el paisaje con detenimiento. La lluvia había cesado, los antes polvorientos mausoleos parecían reflejar ahora el brillo de las estrellas, replicando el trozo de universo que iba asomando entre las nubes. Tal como los residuos de té, depositados al fondo de la taza, el cielo develaba un secreto visible sólo para el que supiese leerlo. Definitivamente, una noche cargada de esperanzas se abría ante ellos.


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EPILOGO En alguna parte, un joven se conecta a internet, como miles de otros en el mundo, digitando la dirección del sitio con el videojuego de moda. En la pantalla se activa un pop-up con la fotografía del joven Payne, la noticia leída por el mismo J. Russell, Presidente de la compañía C.A. declara: “… ante el deceso de nuestro amigo James, un gran estratega, hemos decidido dar un salto al futuro, creando Space, un spin off de la serie Total War, en la que representará a un comandante a cargo de fuerzas especiales. Su misión es conquistar un planeta para los sobrevivientes.” En el espacio exterior, las microscópicas cápsulas inactivas por siglos, captan la anhelada señal de triunfo, emitida por un radiotelescopio del proyecto ALMA, su más reciente ocupación en la Tierra, recibiendo las instrucciones necesarias para iniciar el veloz descenso.


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Humanos de distintas latitudes, escuchan potentes truenos y observan temerosos algo semejante a una impresionante lluvia de estrellas fugaces. Las c谩psulas se abren al entrar en contacto con la capa de ozono y miles de seres se dispersan buscando alojamiento en j贸venes cuerpos. Es hora de ocupar su nueva morada.


O.F. ABE entrepalabrasypapeles@gmail.com (Chilena) Nace en Arica. Ingeniero Industrial, escritora y mediadora en Fomento Lector, realizó el diplomado de Fomento en Lectura y Literatura Infantil y Juvenil de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En el 2012 docente de Cuentos y Narrativa oral en la Universidad Santo Tomás, crea el taller “La Fiebre del Libro” para niños y niñas. En el 2013 realizará el Máster de Libros y LIJ en la Universidad Autónoma de Barcelona.



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