Exposición "Símbolos, mitos y juegos"

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Portada LO FIRME PERMANECE Acrílicos. 60 x 60 cm. 1995.


Símbolos, mitos y juegos

ESTUDIOS PARA EL ÁRBOL DE CODILI Acrílicos. 20 x 30 cm. (x2) 1992.


Símbolos, mitos y juegos Nato Muzas (1965-2015)

José Ignacio Nato Muzas (Madrid, 1947) cumple este año medio siglo de dedicación al cultivo y enseñanza de las artes plásticas. En 1976 fundó, junto a Gabriel Fariza y Jordi Pi, el Taller Malasaña, un centro pionero de creación y producción artesanal de juguetería didáctica y lúdica, así como de diversos elementos escenográficos. Algunos de esos juguetes pueden contemplarse en esta muestra junto a varias serigrafías que en 1981, para acompañar la exposición del Taller en la Galería Machado de Madrid, realizó el pintor Octavio Colis. He de confesar que una de ellas me ha emocionado profundamente, por avivar en mi memoria el recuerdo de dos amigos que ya se fueron, José Manuel Pascual y José Luis Martínez, Chaluco. Sirva esta breve evocación como testimonio de gratitud por la amistad que ambos me concedieron y la generosidad con que me trataron. Pero lo sustantivo de esta muestra es la colección de pinturas que se exhiben, una colección consagrada al simbolismo de los árboles y a algunos de los mitos reveladores de su centralidad en muchas civilizaciones antiguas, tal y como lo atestigua la mitología greco-latina, pero también el zoroastrismo persa, el budismo, el taoísmo, el hinduismo, el cristianismo, el judaísmo o las mitologías precolombinas y escandinavas. El árbol ha representado en ellas la esencia del mundo, el origen de la vida y el conocimiento, la continua renovación de los ciclos (reflejada paradigmáticamente en uno de los árboles bíblicos preferidos del autor, “El árbol de las doce cosechas”, del Apocalipsis de San Juan) y, por hundir sus raíces en el suelo y elevar sus ramas hacia las alturas, el vínculo necesario entre la tierra y el cielo. Además, en muchos lugares, particularmente en China y la India, el árbol original puebla sus ramas de frutos jugosos y exóticas aves; los primeros, como regalo divino para el necesario sustento del cuerpo (llama aquí la atención, por su


extraordinario interés dietético, el “Árbol de Codili”, que da inéditos melones rellenos de corderillos esquilados); las segundas, con sus vistosos plumajes, como posibilidad redentora del alma a través del “vuelo mágico” que facilita su ascenso. Hay, de entre todos los frutos conocidos, uno de significado muy especial, el de la vid, al que Nato Muzas dedica la magnífica serie titulada “La viña celeste”. Y es muy especial porque si bien como racimo de uvas el fruto sólo sirve -lo que no es pocode nutriente corporal (yo mismo recuerdo haber merendado de niño pan con uvas), transformado en vino estimula el deseo de trascendencia mundana, llevando el alma hasta el éxtasis, como era enseñanza de Dionisos. Un precioso cuadro de la exposición, “Las estrellas”, ilustra un antiguo poema arábigo-andaluz en el que, después de haber bebido lo justo y necesario, un regalado príncipe se tendió boca arriba al resguardo de una parra y, puesto a contemplar las alturas, confundió las uvas con las estrellas al mirarlas desde su báquico frenesí. Lo cual demuestra, dicho sea de paso, que sin necesidad de subirse a la parra -sino, más bien, estando debajo de ella-, también se puede alcanzar la gloria. Tampoco podían faltar en esta muestra referencias directas al poder generador del agua, el otro caldo primordial en el que, antes que las modernas evidencias científicas, algunos mitos ya situaron el origen de los seres vivos. Hay plantado en la exposición un singular árbol procreador, “La bernacha” o árbol de Escocia, que como frutos da huevos gigantes. Si al madurar caen en tierra, se pudren; pero si al caer tienen la fortuna de alcanzar el agua, entonces surge de ellos un ave esplendorosa que, presta y ágil, se eleva al cielo. Y aunque antiguamente dominaba la creencia de que el mundo siempre había sido más o menos igual (en sintonía con las ideas fijistas), Anaximandro ya puso de relieve la existencia de ciertos mitos en los que fuerzas divinizadas actuaban sobre animales vivos a los que transformaban en tipos de organismos diferentes, prefigurando con ello una cierta idea de la evolución. Constatamos este planteamiento en el cuadro titulado “Los piratas tirrenos”, piratas a los que, enojado por haberlo raptado sin saber quién era, Dionisos convierte en monstruos marinos. Y también en los dedicados a Dafne, a


quien su padre, el dios río Peneo, transforma en laurel, extenuada y desesperada por la persecución de Apolo, que pretendía su amor sin que ella pudiera dárselo. Pero quizá los ejemplos más contundentes de estas mutaciones fantásticas sean los seres mitológicos reflejados en “La pájara” y “El cigüeño”. Hasta tal punto subyugan los árboles a Nato Muzas que incluso Apolo y Dafne, en su peculiar interpretación de la metamorfosis, aparecen literalmente entroncados, esto es, formando parte de un mismo tronco. Ya en sus últimos trabajos, sin abandonar en ningún momento los motivos y figuraciones arbóreas, ha buscado inspiración en la emblemática clásica, en concreto en los trabajos de Andrea Alciato (1492-1550). Se trata esta vez de imágenes enigmáticas acompañadas de un lema que ayuda a descifrar su sentido filosófico o moral. De este modo, el contraste entre la permanencia del tronco y las ramas y la caducidad de las hojas y frutos le permiten al autor expresar ideas como la renovación cíclica de todo lo vivo (“Vita aeterna”), la persistencia de los pensamientos bien sustentados y trabados (“Lo firme permanece”) o la fugacidad de la vida feliz (“Gloria efímera”). No es de extrañar, por tanto, que Nato Muzas, seducido por el simbolismo que como arquetipo del inconsciente colectivo los árboles encierran, haya querido rescatar y reunir aquí algunos de estos significados fundacionales del espíritu humano, que en muchos aspectos -doy fe- lo son también de su vida. Y si, como aquí sucede, la expresión artística encuentra su motivación principal para aflorar en el deseo amistoso de complacer al otro, es preciso concluir que, a lo largo de estos 50 años, a Nato no le han faltado amigos para quienes pintar. Y nosotros, complacidos al cabo del tiempo, bien que se lo agradecemos, porque también él pinta -y seguirá pintando- mucho para nosotros. ¡Felicidades! Luis Calero Morcuende Orihuela, abril de 2015


LA BERNACHA Serigrafía. 30 x 42 cm. 1999.


FUENTE DE LOS GALÁPAGOS Ceras. 70 x 50 cm. 1965.


EL POZO DE CAN MARIANO Acrílicos sobre madera. 40 x 40 cm. 1976.


EL ÁRBOL DE LAS DOCE COSECHAS Acrílicos. 50 x 70 cm. 1992.


LA VIÑA CELESTE (Tríptico) Tabla. Acrílicos. 24 x 59 cm. – 48 x 59 cm. – 24 x 59 cm. 1995 - 1999.


EL ÁRBOL DEL AMOR EN LA ISLA DE CITERA Acrílicos. 35 x 35 cm. 1993.


EL DESPERTAR EN LA ISLA DE QUÍOS Acrílicos. 36 x 44 cm. 2000.


DIONISOS Y LOS PIRATAS TIRRENOS Acrílicos. 100 x 100 cm. 2002.


DAFNE Acrílicos. 40 x 80 cm. 2012.


GLORIA EFÍMERA Acrílicos. 40 x80 cm. 2014.


EL ÁRBOL INVERTIDO Acrílicos. 40 x 80 cm. 2015.


Del 30 de abril al 30 de mayo de 2015 SALA SAN JUAN DE DIOS C/ Hospital, 3-5. Orihuela (Alicante) Horario Martes a sĂĄbado: 10 - 14 h | 17 - 20 h Domingo y festivos: 10 - 14 h

Web del artista: http://joseignacionato.blogspot.com.es Web del Taller MalasaĂąa: http://tallermalasana.click/index.html +info: www.culturaorihuela.es

/oricultura

D.L. A 291-2015



Excmo. Ayuntamiento de Orihuela


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