ENSAYOS SOBRE DICKENS Selección y edición de morphynoman Contiene: ALVARO MUTIS, «Dickens» JULIO CORTAZAR «Reencuentros con Samuel Pickwick» GILBERT K. CHESTERTON «Controversias sobre Dickens» MARIO VARGAS LLOSA «Una visita a Charles Dickens» HOWARD ROCHESTER «La Tienda de las Antigüedades»: para leerse con talante español EDGAR ALLAN POE «Charles Dickens: Barnaby Rudge» W. SOMERSET MAUGHAM «David Copperfield» VLADIMIR NABOKOV «Casa desolada» (1852-1853) HOWARD ROCHESTER «Historia de dos ciudades» y Dickens ITALO CALVINO «Our Mutual Friend» G.K. CHESTERTON «El misterio de Edwin Drood» GILBERT K. CHESTERTON «La grandeza de la vida en Dickens» GEORGE ORWELL «Charles Dickens» GEORGE BERNARD SHAW «Shakespeare y Dickens»
ALVARO MUTIS «Dickens» Dickens es, como en el caso de Balzac, pero por otras razones completamente distintas, un monstruo. Lo primero que me asombra en él es la libertad absoluta con la que empieza a moverse en un mundo construido por él mismo, absolutamente al margen de la realidad cotidiana, pero tan válido como la misma. Y después, la capacidad infinita de imaginación de situaciones, ambientes, circunstancias, que se van proponiendo en forma vertiginosa hasta que entramos en un movimiento de astros con su propio mecanismo, con una mecánica de una belleza y de una eficacia absolutas. Muchos de ellos son gratuitos, exageradísimos, desorbitados, pero dentro del mundo que propone Dickens son totalmente válidos. Estos hombres-caricatura, los malos como el capitán Cuttle, cuya estatuilla tengo ahí en frente, en mi escritorio, para acordarme siempre que me siento a escribir cuál es el modelo. Parecen malos convencionales que sólo están ahí al servicio de que el personaje bueno, el héroe de la novela, destaque más sus virtudes. Pero, de repente, Dickens, con gran libertad y vigor de imaginación, le da a ese malo rasgos y situaciones que lo enriquecen. Acabamos dudando si en verdad era tan malo como nos lo había pintado. O sea que no son esas caricaturas convencionales que muchos críticos han propuesto. La unidad del mundo de Dickens es otra cosa que me impresiona. Hay rincones y sitios en las novelas de Dickens que yo podría describir ahora como si hubiera estado en ellos. Un patiecito que hay en Dombey & Son, en donde está creciendo un pobre arbolillo lleno de hollín que cae de las chimeneas de Londres. Ese patiecito que no tiene salida, que no se ve muy bien cómo hicieron para sembrar ese árbol en medio de tantas casas y que en un momento dado lo está viendo el hijo de Dombey... Los sitios donde trabajaba Nicholas Nickleby, la escuela de éste al pie del camino, los viajes de Martin Chuzzlewit en diligencia a través de Inglaterra, yo siento el aire, yo sé cómo son las posadas, no por los grabados, que no son nada comparados con la descripción dickensiana. Ese poder de creación que realmente tiene algo de sagrado y descomunal y uno acaba viviendo en el mundo de Dickens, olvidando casi que pasa de una novela a otra. Tengo un inmenso placer en hablar con dickensianos, por ejemplo, Carlos Fuentes, que es un muy buen amigo que conozco desde cuando llegué a México y que es un gran lector de Dickens. El otro día tuvimos la fortuna de encontrarnos y nos pusimos a hablar sobre La pequeña Dorrit. Creo que estuvimos hablando tres horas sobre esa novela y recordamos momentos de los personajes, sitios, frases, descripciones y seguimos con otro libro: Our Mutual Friend, la historia de ese hombre que recibía toda la basura de Londres, la amontonaba detrás de su casa y tenía unos obreros infelices que escogían cosas entre la basura. Ese mundo de toda la basura de una ciudad. ¡Qué idea más maravillosa! Ahora, quien haya leído The Bleak House sabe dónde está el origen de Kafka. Este reconoce que estas situaciones imposibles, monstruosas y agobiantes vienen de Dickens. En el fondo es un gran poeta. (De Eduardo García Aguilar, «Celebraciones y otros fantasmas», Una biografía intelectual de Alvaro Mutis, Tercer Mundo, 1993)