En una hermosa aldea de los animales vivía una tortuga orgullosa y adinerada, todos los días caminaba por la aldea presumiendo todo lo que posee, enalteciéndose que es el animal más importante, de regreso a casa siempre encontraba a una humilde, callada, trabajadora e inteligente liebre ,lo burlaba y humillaba. Eh, liebre, no te esfuerces por gusto trabajas tú no eres nada, nada puede superarme y ganarme decía la tortuga riéndose de la liebre. Un día, a la liebre con todo su entusiasmo se le ocurrió hacerle una inusual propuesta a la tortuga:
Sí, sí, a ti dijo la liebre. Pongamos nuestra apuesta y veamos quien gana la escalada montañosa.
Tortuga, ¿vamos a escalar una montaña? Estoy segura de poder ganarte.
La tortuga, adinerada y engreída, aceptó la apuesta inmediatamente.
¿A mí? Preguntó asombrada la tortuga.
Así que todos los que habitaban la aldea se reunieron para presenciar la escalada montañosa. El águila ha sido el responsable de señalizar los puntos de partida y de llegada. Y así empezó la escalada. Astuta y muy confiada en sí misma, la tortuga salió a competir con Smart balance de montaña con la tecnología más avanzada, y la humilde, callada liebre se quedó atrás sudando, arrastrándose y esforzando a llegar a la meta
La tortuga, mientras tanto confiada en que la liebre tardaría mucho en alcanzarla, se detuvo a la mitad de la montaña donde encontró un mirador, se adentró se puso a descansar antes de terminar la escalada. Allí se quedó apreciando la aldea desde lo alto argullosamente dando voces de grito diciendo: ¡soy la mejor de todos!, mientras la liebre seguía caminando, paso tras paso, lentamente, sudando, exhausto pero sin detenerse. Allí se quedó apreciando la aldea desde lo alto argullosamente dando voces de grito diciendo: ¡soy la mejor de todos!, mientras la liebre seguía caminando, paso tras paso, lentamente, sudando, exhausto pero sin detenerse.
No se sabe cuánto tiempo descanso la tortuga, con su orgullo apreciaba la hermosa aldea y con lo adinerado confiaba con su Smart balance que ganaría la meta, pero cuando se dio cuenta que la liebre, cansada, exhausta, con su humildad se encontraba a pocos metros de la meta.
Con todo encendió su Smart balance, salió con toda la velocidad, pero ya era demasiado tarde: ¡la liebre había alcanzado la meta y ganado la escalada!
Ese día la tortuga aprendió, en medio de una gran humillación, que no hay que enorgullecerse por el dinero y jamás hay que burlase de los demás, porque con humildad todos podemos llegar a la meta. También aprendió que ser reconocido en la sociedad y adinerado no es primordial para alcanzar nuestros objetivos. Y que nadie, absolutamente nadie es mejor que nadie. Practicar la humildad y la perseverancia es la mejor clave de alcanzar nuestros objetivos.
FIN