Dagon - Hoax

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Magnus Dagon

HOAX Little_15 llegó al piso que compartía y encendió, como de costumbre, el ordenador portátil de su cuarto. Era una acción que solía llevar a cabo antes incluso de descalzarse, una costumbre que estaba arraigada en ella prácticamente desde sus días de instituto. Y como todas las costumbres, resultaba difícil luchar contra ella. Hacía mucho que Little_15 había elegido ese nick para navegar por Internet. No era casual ni aleatorio. Tenía quince años cuando se lo puso, la primera vez que navegó por Internet, y reflejaba bien cómo se sentía. Pequeña frente al mundo, frente a las adversidades. Pequeña frente a las dosis de tristeza y aflicción que se iban colando en su vida diaria. Little_15 se planteó, mientras se iniciaba su sesión, si alguna vez en su vida se había sentido feliz sin reservas. No tuvo tiempo de seguir


pensando más en ello, pero en su fuero interno ya sabía la respuesta. Lo primero que hizo fue meterse en la cuenta de correo electrónico que más actividad poseía de las seis que tenía activas. No tenía necesidad alguna de imaginar si tendría o no mensajes nuevos, sabía que los tendría. Ese momento suponía la pequeña ilusión de todos los días, mirar la bandeja de entrada, encontrarse con veinte, tal vez treinta mensajes nuevos. Muchos eran verificaciones del foro en el que era moderadora, boletines de revistas virtuales a las que estaba suscrita, y no faltaban los mensajes de correo no deseado que la ayudaban con su inexistente hipoteca o la ofrecían un imposible tratamiento de alargamiento de pene. Lo malo era que a veces, después de cribar todos esos mensajes, no había ninguno que realmente la sorprendiera. No había nadie que la hubiera escrito, ni ningún conocido de un foro que hubiera respondido a uno de sus posts o mensajes privados. Y era entonces cuando el momento de ilusión pasaba a convertirse en el momento de desilusión. Porque Little_15 se sentía sola. Horrorosamente sola, como sólo puede sentirse uno después de haber estado rodeado de cientos


de desconocidos. Como en un día de Agosto en las afueras de la ciudad, caminando entre edificios muertos de algún abandonado polígono industrial. Pero aun así, no lo hubiera cambiado por lo que tenía antes. No lo hubiera cambiado por la convivencia con sus padres. No fue fácil para Little_15 marcharse de casa. No era una chica de acciones impulsivas. Tampoco es que la sobrara el dinero. No era pobre, ni mucho menos, pero ni en broma podía pagarse las desorbitadas sumas de dinero que eran necesarias para pasar un tiempo en el extranjero. Su salud tampoco fue el mejor de los alicientes. Cuando era una niña, mientras peinaba a su muñeca favorita, sufrió una grave parada cardiorrespiratoria que estuvo a punto de matarla. Afortunadamente para ella su tío, que era médico, había ido de visita ese día y pudo reanimarla a tiempo. Cuando logró recuperar el conocimiento, resultaba irónico verla tumbada en el suelo, con el pelo enmarañado y las manos dobladas en una posición extraña, del mismo modo en que estaba la muñeca, junto a ella, olvidada por todo el mundo con las prisas. Little_15 se deshizo de muchas cosas al marcharse, como si destruyera su pasado, pero


nunca tocó aquella muñeca. Aunque tuviera la pintura descascarillada, aunque la diera vergüenza mostrarla a alguien, no se deshizo de ella ni lo haría jamás. Sus padres la llevaron al médico y éste, tras efectuar gran cantidad de pruebas de todo tipo y pedirla cita para otros tantos especialistas, concluyó que, posiblemente debido a la alta contaminación de la ciudad, padecía neumoarritmia, una enfermedad que estaba debilitando progresivamente sus pulmones y debía ser tratada cuando antes, ya que esos órganos cada vez funcionaban a menor velocidad, y podría llegar el momento en que necesitara aparatos mecánicos o sería incapaz de respirar por sí sola. También podía ocurrir que si, en uno de esos ataques, no llegaba suficiente oxigeno al cerebro, se quedara en estado vegetativo, pero eso no lo supo hasta que fue mucho más mayor y sus padres se lo dijeron. El mundo se hundió para Little_15. No podía correr, no podía jugar a la rayuela, no podía saltar a la comba. No podía subir a un tobogán, ni siquiera volar una cometa sin supervisión. Para cuando se hizo adolescente, y dado que en su caso era más que patente que su existencia podía acabarse de un momento a otro, quería vivir la vida con toda la


intensidad de la que fuera capaz. Pero su cuerpo no seguía su ritmo, y esa etapa de su crecimiento se vio igualmente truncada. Una discoteca era un ambiente demasiado enrarecido para ella; besar a un chico, y mucho menos tener relaciones sexuales con él, suponía una utopía imposible, utopía que por otro lado, y gracias al estigma de ser la chica rara del respirador, tampoco tuvo ocasión de intentar obtener. Pero a pesar de eso los médicos hicieron grandes avances con ella. Tuvo la inmensa suerte de caer en manos de personas que se preocupaban por ella de una manera especial. En concreto su médico de cabecera hizo lo imposible por ayudarla. Era un hombre cuya vida no consistía en mucho más que curar resfriados y gripes ocasionales, y un caso como el de Little_15 le conmovió, ya que nunca había tenido la necesidad de ocultarse en el estéril caparazón profesional de los doctores de los hospitales. Podía vivir ese caso como un caso singular, no como uno más de muchos que se le presentaban, y eso posiblemente le salvó la vida a Little_15. Cuando tenía dieciocho años, y ya había perdido toda esperanza, la ofrecieron una operación que tal vez, sólo tal vez, podía frenar el


avance de la enfermedad. Al principio ella pensó mucho si hacerlo o no, ya que a partir de ese momento, al ser mayor de edad, la decisión era suya y nada más que suya, pero finalmente aceptó. No pudo estar más acertada al hacerlo, porque no sólo se frenó la neumoarritmia, sino que además ya no tuvo necesidad de volver a usar respirador. No podría correr, ni hacer mucho ejercicio físico, pero podía llevar una vida normal. En todos los sentidos. Little_15 pensó que ya era tarde para esas cosas. Llevaba años recluida en el mundo virtual, sólo conociendo a las personas a partir de la red. Por otro lado su capacidad de relacionarse con los demás no hizo más que empeorar. Era una buena chica, que caía bien y no era marginada, pero nadie la quería en realidad. Tenía algunos conocidos, pero poco más que eso. En cuanto a tener una pareja, el asunto no había mejorado ni mucho ni poco. Ella no sabía hacerse querer, ni tampoco, llegado el caso, dar a entender que estaba interesada en otra persona. Dicen que una chica que se declara a un chico lo tiene más fácil para ser aceptada que un chico que se declara a una chica. Ella no obedecía a esa norma.


De modo que los años pasaron y Little_15 decidió marcharse de casa. Consiguió un empleo de dependienta en una zapatería y con eso, malamente, logró alquilar un piso. Al cabo de un tiempo el casero la dejó subalquilar una habitación y su situación económica mejoró. Con las horas extras de aquel año, y renunciando a vacaciones, se compró un nuevo ordenador y contrató una tarifa de banda ancha. No tenía mucho más, pero ¿para qué lo quería? Lo tenía todo en el ordenador: televisión, música, libros. Amigos. Era una vida mutilada, y ella lo sabía, pero era su vida, y eso la hacía hermosa e insustituible para Little_15. Un día, tras volver del trabajo a altas horas de la noche —el sector servicios era un negocio durísimo— conectó el ordenador para disfrutar de su momento del día revisando los correos, y mientras hacía la criba de mensajes, se dio cuenta de que había uno que se había colado en la bandeja de entrada. Teóricamente eso quería decir que el mensaje era de un remitente que conocía, aunque algunas veces le había pasado con mensajes que no quería en absoluto. Sin embargo el remite era lo bastante ambiguo como para que no tuviera claro si realmente conocía a la persona o no. Dudó mucho si borrarlo, y estuvo un buen rato


con el mensaje preseleccionado y el dedo sobre la tecla de suprimir, pero finalmente se decidió a abrirlo. Pensar que podía estar rechazando un mensaje de alguna persona de su pasado era algo que la atemorizaba más que el riesgo de que se pudiera colar un virus en el ordenador.

Clarisa Betancourt <cbetancourt@yahoo.es> Para: Little_15 <little_15@yahoo.es>

--imágenes adjuntas en el mensaje--

Envía este mensaje a una persona y siempre llegarás a tiempo de tomar el autobús. De lo contrario, no volverás a llegar puntual en tu vida.

Little_15 miró el mensaje con desagrado. Era uno de esos estúpidos hoax, un mensaje en cadena destinado a captar direcciones de correo electrónico de montones de usuarios para que, cuando regresara al que lo había diseñado, dispusiera de una lista enorme de gente a la que mandar correo basura. Lo seleccionó y lo borró.


Acto seguido escaneó el ordenador con su antivirus, para asegurarse que no había entrado nada en él, y se olvidó del asunto. En el pasado solían llegar muchos de esos mensajes, pero cada vez le llegaban menos. Ése poseía la típica estructura que les caracterizaba: un conjunto de fotos raras y desenfocadas y una amenaza o petición al final del mismo. La tal Clarisa Betancourt, pensó, era una ingenua o tal vez una cría que estaba empezando a conocer el correo electrónico. Al menos, se admitió a sí misma, había sido prudente y había borrado todos los destinatarios previos antes de mandar el mensaje. También había quitado del asunto las siglas Rv, que indicaban que el mensaje era reenviado y hacían que muchos internautas ni se molestaran en leerlos. Por un momento Little_15 pensó si no podía ser que Clarisa Betancourt fuera la creadora del hoax, pero concluyó que, al fin y al cabo, eso no la importaba en lo más mínimo.

Al día siguiente Little_15 salió de casa temprano para ir a trabajar y justo al torcer la esquina vio cómo el autobús estaba llegando. Si no hubiera sido por las secuelas de la enfermedad


podía haber echado una carrera y lo hubiera alcanzado —además ese día llevaba vaqueros—, pero ni intentó hacerlo, ya que podía resultar peligroso para su salud, aunque no por ello se sintió menos frustrada. Tuvo que esperar casi diez minutos a que llegara otro autobús, lo que hizo que no llegara a la hora habitual. A la vuelta del trabajo, vio al autobús marcharse también, aunque le importó menos en aquel momento. Le gustaba el rato correspondiente a regresar a casa, ya que podía ponerse a pensar con calma. En casa no la esperaba más que la soledad, puesto que por aquel entonces la última inquilina acababa de dejar la habitación y no había llegado aún nadie que se interesara por ella. El segundo día volvió a suceder lo mismo con el autobús, y Little_15 empezó a impacientarse por ello. Parecía que habían cambiado el horario de su autobús, que tenía tan bien controlado, pero decidió esperar un par de días más para asegurarse. En efecto parecía que pasaba un poco antes, de modo que se decidió a bajar con cinco minutos de adelanto para cogerle a tiempo. Al día siguiente, cuando bajó, el autobús igualmente se estaba marchando.


Dado que se trataba de sólo diez minutos de retraso, le contó la situación al jefe, retocándola para convencerle de que no podía bajar antes de la hora usual, y éste fue benevolente y la concedió diez minutos de retraso diarios. Para cuando regresó a casa, tenía otro hoax en el correo electrónico. Fue, al verlo en la bandeja de entrada, cuando Little_15 recordó lo referente a la amenaza de la impuntualidad, y, sabiendo que su contenido era inofensivo para su disco duro, lo abrió por curiosidad. Todo era igual, fotos incluidas, pero la advertencia había cambiado. Envía este mensaje a cien personas y el amor llamará a tu puerta. De lo contrario, no tendrás pareja en tu vida.

En aquella ocasión Little_15 se fijó un poco más en las fotos. Eran unas fotos bastante raras, y quizás fuera por lo tarde que era, quizás fuera por la música gótica que estaba escuchando, la resultaron vagamente inquietantes. Estaban hechas desde ángulos muertos, con tonos muy contrastados de luz y sombras, y eran muy borrosas, como si el objetivo estuviera mal enfocado. No sabía de dónde habían salido, pero eran buenas si es que pretendían provocar inquietud con lo abstracto. Seguramente, pensó,


serían de alguna película de miedo. Era todo un clásico de esos mensajes. Sin embargo, Little_15 tenía curiosidad por saber si el mensaje había sido difundido, si alguien más lo conocía. Se metió en un foro en el que era administradora y envió el mensaje a todos sus usuarios, avisando de que era un hoax que no debía ser reenviado, por muy supersticiosos que fueran, y solicitando que si alguien lo había visto ya antes se lo dijera. Tras mandarlo, estuvo un rato más metida en el mismo foro, respondiendo a las solicitudes de ingreso y charlando con varios usuarios activos. En especial estuvo un buen rato hablando por el chat del correo con Sister_of_Night, una chica de la costa con la que tenía mucha confianza pero que estaba un poco chiflada.

Little_15: ¿Has leído el mensaje que he enviado a todo el mundo? Sister_of_Night: si es un hoax Little_15: Ya lo sé, pero me llamaba la atención ¿Lo habías visto antes?


Sister_of_Night: No creia que lo habías hecho tu ay una cosa que te delata Little_15: No es mío Sister_of_Night: entonces porque pone que no tendras pareja en tu vida deberia poner algo en plan de que no volveras a tener pareja pero no que no tendras nunca Little_15: Yo no lo he escrito, en serio No estoy de broma Sister_of_Night: si tu lo dices te creere

Siguieron hablando de otros temas, y en aquel momento Little_15 comprendió que a través del ordenador era muy fácil hacer confidencias a los demás, sobre todo si se era una persona tímida, como era su caso. Era verdad que parecía como si ella hubiera escrito eso, porque llevaba implícito que el destinatario no había tenido novio o novia


nunca antes. Pero ella no lo había escrito. Sólo esperaba que la observación de Sister_of_Night no fuera hecha por muchas otras personas.

Al día siguiente, tras volver del trabajo, Little_15 se conectó a toda prisa, de manera compulsiva —había sido un día muy largo y muy agotador— y comprobó que no tenía ninguna respuesta de nadie que dijera haber leído ese hoax antes. Un par de usuarios, como The_Sinner_in_Me y Easy_Tiger, pensaban también que lo había creado ella, pero nadie lo conocía de antes. Aquello la hizo pensar que debía tratarse de algo muy nuevo y que, quizás, sí que era ella la primera destinataria. Pero aquello no tenía sentido, y lo sabía. ¿Por qué mandárselo sólo a ella en el primer envío? Lo suyo sería mandarlo a muchas personas. Y no creía tampoco que si la tal Clarisa Betancourt — ¿sería su nombre de verdad?— era la primera destinataria, se lo hubiera mandado sólo a ella. De repente llamaron a la puerta. Extrañada por las horas que eran, Little_15 abrió. Era una chica cuyo rostro le sonaba de algo, pero no sabía a ciencia cierta de qué. Tras mucho pensarlo, recordó


que se trataba de una de sus compañeras del instituto, con quien nunca había tenido mucho trato pero que al menos no se reía de ella debido a su respirador manual. Buscaba piso y sabía que se alquilaba una habitación. Los siguientes días fueron muy agradables para Little_15. Tenía a alguien con quien charlar al regresar a casa, y también a quien ver por las mañanas, ya que se levantaba a las mismas horas que ella. Era, además, distinto que con otros inquilinos, ya que la relación que la unía a ella era más personal. Al cabo de una semana, Little_15 comprendió que sentía por ella algo extraño que no lograba discernir, y finalmente, una noche, sin que ella hiciera nada por provocarlo porque no sabía jugar a ese juego, las dos durmieron juntas en la misma habitación. Y antes de quedarse dormida, abrazada junto a su amiga de adolescencia, Little_15 sonrió pensando las extrañas vueltas que daba a veces la vida. Cuando despertó, estaba sola en la cama. Se vistió y entró en el salón. Su amiga ya no estaba, y había una nota agradeciendo todo, diciendo que ya tenía que irse y lamentando no poder despedirse.


Little_15 no imaginaba que fuera a pasar algo así. Había pensado que por fin tenía una pareja, y sorprendentemente para ella, no se sintió mal al comprobar lo contrario. Al menos, pensó, había tenido algo, un efímero momento de felicidad. Prefiero el dolor a la nada, recordó parafraseando a William Faulkner. Al día siguiente, llegó un nuevo hoax. Todo era igual, salvo, como en el caso anterior, el mensaje final.

Envía este mensaje a diez mil personas y tus enfermedades se curarán. De lo contrario, perderás uno de tus dedos.

Little_15 se sintió repugnada. Aquello ya no era un hoax, era una broma de mal gusto. Además, diez mil destinatarios. Una barbaridad de gente que no creía ni conocer. De repente una lucecita de alarma se encendió en su cabeza. Conocía mucha gente. Por ejemplo, los usuarios del foro en que era moderadora.


Se metió en las estadísticas del foro y comprobó cuántos usuarios tenía. Era un foro de aficionados a la música de la Dark Wave, no es que fuera lo más concurrido del mundo. En total, había ciento treinta y dos usuarios. Por lo tanto, teóricamente había cumplido con la advertencia del mensaje anterior. Little_15 no era una persona supersticiosa, pero era capaz de admitirse que tenía algo de miedo. Era lógico, en absoluto una reacción irracional. Recordó a un conocido del foro, Pimpf, que le dijo que una vez estaba viendo en el ordenador el escabroso vídeo que aparece en la película La Señal y justo después de hacerlo, igual que en el filme, llamaron por teléfono. Se asustó bastante y tardó en cogerlo, y para cuando fue, del mismo modo que pasaba en el argumento, colgaron. En aquel momento no pudo razonar que si colgaron fue, sencillamente, porque tardó en cogerlo. No porque ninguna chalada en pijama y con el pelo hacia delante le estuviera dando siete días de plazo para morir. Además, Pimpf siempre fue un tipo bastante crédulo. No hacía más que hablar de extrañas páginas web, como sessenkrad.com, creadas


precisamente para que gente como él dejara volar la imaginación. Todo aquello tranquilizó a Little_15. Al menos en parte. Tenía sentido que si se envía un mensaje de ese estilo a miles de personas, por motivos de estadística —la única parte que se le daba bien de las matemáticas— alguna llegaría a padecer las vivencias narradas en ella. Pero ¿y si ocurriera una tercera vez? ¿Seguiría siendo eso azar? ¿Y si era cierto que se curaría? ¿No valía la pena intentarlo? Era una tontería, pensó al fin. Casualidad. Además, no conocería a diez mil personas ni aunque creara un hoax ella misma. No al menos a la velocidad a la que parecía solicitarlas el mensaje. Sí, eran argumentos sólidos y coherentes. Pero no podían aliviarla las veinticuatro horas del día. No podían hacerlo en los días de cansancio, ni cuando tenía pesadillas que no eran más que avisos de su subconsciente de que aquello no le resultaba tan tonto como aparentaba. Ni tampoco cuando tenía un cuchillo entre las manos, o apoyaba la mano en la bisagra de una puerta.


El compañero de piso que no tardó en sustituir a su amiga llegó a pensar que Little_15 era una loca paranoica, ya que siempre que estaba cerca de algo afilado se echaba hacia atrás como si fuera un psicópata. Un día Little_15 estaba cortando una zanahoria, nerviosa mientras efectuaba cada corte seco, cuando su compañero entró en la cocina. Tenía una tremenda borrachera, y se movía dando tumbos. En ese momento Little_15 tuvo miedo. Muchísimo miedo. Era muy fácil que la golpeara sin querer, o la empujara, y entonces el cuchillo se deslizaría y haría un corte limpio —estaba bastante bien afilado—. Es por eso que automáticamente dejó de cortar y pidió a su compañero que se marchara de la cocina. Su compañero fingió no oírla entre risas, y al avanzar tropezó y se abalanzó hacia ella. El cuchillo cayó al suelo de punta, y chocó con el suelo. Rebotó y cayó finalmente de canto. Little_15 se intentó agarrar a lo primero que encontró para no perder el equilibrio y metió por accidente el pulgar derecho en la sartén rebosante de aceite hirviendo. Sacó corriendo el dedo y por poco la sartén cayó sobre su compañero, pero afortunadamente mantuvo el equilibrio. Llamaron corriendo al hospital y, ante la tardanza y los gritos de dolor de Little_15, fueron ellos mismos a


urgencias. Su compañero estaba pálido, y la borrachera había pasado a un completo segundo plano en su cabeza. Cuando salían del piso, el autobús que les llevaba al hospital se estaba marchando en ese mismo momento.

Little_15 no perdió el dedo pulgar como consecuencia de aquel suceso, pero a efectos prácticos era como si así hubiera ocurrido. Se había convertido en un apéndice deformado que solía esconder metiéndose el pulgar en el bolsillo, lo que por otro lado sabía que la hacía aparentar un altivo aire de superioridad frente al cliente. Antes de entrar a trabajar en la zapatería, había recibido un par de cursos de técnicas de venta. Su compañero quiso marcharse después del incidente. A veces Little_15 le odiaba con todas sus fuerzas, otras veces se lamentaba por él, ya que se sentía muy culpable. Pero había llegado a la conclusión de que no era culpa suya. La culpa la tenía sólo ella, por desoír la amenaza. Por aquel entonces tenía muchas pesadillas, pero temía más a los sueños agradables. Porque en


ellos soñaba que sí mandaba el mensaje a diez mil personas, y por tanto se curaba de su enfermedad. Aquello la privaba del sueño cada día más. Ya sólo vivía pendiente del correo electrónico. Había llegado a la determinación de que tenía que averiguar qué era lo que estaba pasando, por qué le estaba sucediendo aquello a ella. Lo primero que hizo fue pedir una excedencia en el trabajo, algo insólito en ella que sin embargo le fue concedido, ya que encontró a una sustituta para esos días. Después de aquello intentó ponerse en contacto con Clarisa Betancourt, o quien quiera que fuese la persona que le enviaba esos mensajes. Mandó un correo electrónico a su dirección, pero el servidor le mandó un mensaje de respuesta notificándola que no se había podido contactar. Podía ser que la dirección estuviera colapsada, o que se hubiera confundido al escribirla. Podía ocurrir también que no existiera o que hubiera dejado de estar ocupada. Pero Little_15 sabía que no era así. Lo sabía. Empleó los buscadores, se metió en foros, preguntó a los usuarios. Y al fin, un día, Fly_on_the_Windscreen, un usuario del foro que ella misma administraba, la dijo que ese nombre la sonaba vagamente, y al fin lo había recordado.


Tenía que ver con un hoax que había recibido en el pasado, pero por desgracia no podía concretar más. Eran de esa clase de datos que se saben con total nitidez porque están almacenados en un resquicio oculto de la memoria, como el nombre del protagonista de tu serie favorita de la infancia. Little_15 sabía que estaba cerca. Sentía que estaba cerca de saber la verdad. Pero la investigación fue abruptamente concluida con un hecho que sabía que tenía que ocurrir. Recibió otro hoax de la misma dirección.

Envía este mensaje a un millón de personas y todo acabará. De lo contrario, muy pronto iré a buscarte.

A partir de ese momento, Little_15 se olvidó por completo de intentar averiguar las intenciones de los mensajes y trató de concentrarse en realizar el envío. Acumuló todos los contactos que tenía, todos los foros que conocía, pero era inútil. No tenía acceso a tal cantidad de gente, y el remitente del mensaje era consciente de ello.


Ante la imposibilidad de lo inevitable, Little_15 rogó a su nuevo compañero, que había sustituido al anterior, incapaz de vivir con ella sin soportar la culpa, que no la abandonara ni un momento. Al principio él hizo lo que ella pidió. Salían juntos a hacer las compras, pasaban juntos las mañanas y las tardes, pero llegó el momento en que se impacientó y, malinterpretando lo que ella quería, intentó efectuar un avance. En otras circunstancias Little_15 hubiera rogado para que la ocurriera algo así, pero en aquel momento no pudo ni supo responder ante ello. Su compañero, entonces, se hartó y dijo que saldría a la calle a dar una vuelta. Solo. Aquella palabra retumbó en los oídos de Little_15 como una losa de piedra. Quiso detenerle, le rogó que no se fuera, le suplicó que no se fuera, pero él no hizo caso. Cogió su abrigo, pues ya era de noche y hacía frío fuera, y se marchó. Little_15 se quedó sola en el piso vacío, inmovilizada del miedo. Trató de sobreponerse y decidió llenar su mente de ocupaciones. Fue a darse una ducha, más que por otra cosa, porque tenía fatal el pelo y estaba muerta de frío. Calibró el agua caliente y para cuando terminó, aunque la sensación de calidez había sido muy agradable, había dejado un ligero olor a quemado que no pudo evitar oler en todo ese rato.


Se sentó en la silla de su cuarto y miró al ordenador. Estiró temblorosa la mano mutilada, con un ligero estremecimiento, con la intención de ponerlo en marcha, de deslizar el botón lateral de encendido, pero finalmente se detuvo. No quería meterse en Internet. Allí estaban los mensajes, allí estaban las amenazas. Aunque, recordó, todo lo malo —y bueno— que la había pasado no había sucedido en Internet, sino fuera de él. Se llevó la mano a la cara y cerró los ojos. Había dormido muy mal esos últimos días, tan mal que a veces no lograba ni enfocar bien. Cuando abrió los ojos, con mucho esfuerzo, el pánico la recorrió de arriba abajo. Miró hacia otro lado, y volvió a sentir el mismo temor. Poco a poco, a medida que giraba la cabeza de un lado para otro, su terror aumentaba, hasta que hubo un momento en que cerró los ojos por completo. A tientas, sin mirar más que el teclado, encendió el ordenador y entró en su sesión de correo electrónico. Con miedo, poco a poco, fue deslizando uno a uno los mensajes, ignorando los nuevos, apenas mirando de reojo, hasta que llegó al último hoax que había recibido.


Movió la rueda del ratón hasta ver la primera de las fotos y se llevó las manos al rostro, aterrorizada. Al fin había reconocido lo que era la foto. Era aquello mismo que acababa de ver: una esquina de su propia habitación. Estaba igual de borrosa, tal cual como se veía cuando ella estaba demasiado cansada hasta para fijar la mirada. Fue bajando con la rueda y vio que todas las fotos se correspondían con lo que acababa de ver, de un lado para otro. Era como si hubieran sacado instantáneas de su cabeza, incluso en términos de luz y contrastes. Sin embargo la última foto no la reconocía, al menos no a simple vista. De repente se dio cuenta de que la luz de uno de los usuarios del chat acababa de pasar del color gris al verde, lo que indicaba que esa persona había ingresado en el mismo. Little_15 la miró petrificada. Se trataba de Clarisa Betancourt, que había sido incluida en la lista en el momento en que ella trató de enviarla un mensaje desde su dirección. La pantalla de diálogo se activó.


Clarisa_Betancourt: Hola. Ya estoy aquí. —Ya estoy aquí —escuchó Little_15 a su espalda. Antes de emitir un grito ahogado que no lograba salir de su garganta, Little_15 reconoció en la última foto borrosa a ella misma, en su asiento, y una figura esquelética de pie, detrás de donde estaba sentada.

Tres o cuatro horas después, el compañero de piso de Little_15 regresó a casa luego de haber tomado una cerveza con sus amigos, a los que hacía semanas que no veía. Les dijo que pensaba que la chica con la que vivía quería ligar con él, y que al final se había hecho la estrecha. Durante el camino de vuelta, al bajar del autobús, estuvo un rato riéndose por lo bajo, pensando en lo idiota que había sido. Su risa se detuvo cuando vio las llamas cubrir el edificio. Como pudo saber más tarde, el fuego había inundado el inmueble, y se había originado


posiblemente en su propio número. Antes que en ninguna otra cosa, lo primero en lo que pensó fue en Little_15, pero por la mirada de los bomberos comprendió que era inútil preguntar. Sabía que, aparte de sus conocidos de Internet, Little_15 apenas tenía amigos, y por tanto decidió comprobar una sospecha que tenía. Fue a la zapatería donde ella trabajaba y, además de comunicar la noticia al dueño, le pidió comprobar un momento el ordenador interno. Allí, como esperaba, Little_15 no tenía contraseña para el correo electrónico, ya que era la única que usaba el ordenador. Intuyendo que ella realmente había estado en peligro y lo sucedido no se trataba de un accidente, se registró en el foro con el nombre de Personal_Jesus, comunicó la noticia y comenzó a hablar con los usuarios con los que ella entablaba más conversación, como Sister_of_Night. Allí le hablaron de lo de Clarisa Betancourt y los hoax; Personal_Jesus trató de buscar mensajes o conversaciones de chat de esa persona en el correo electrónico de Little_15, pero no encontró nada de nada.


Así quedó todo en su cabeza, como un extraño misterio sin resolver que mencionaba a todo el que conocía, hasta que un día un experimentado hacker, conocido de uno de sus amigos, le dijo que le sonaba un hoax que tenía por protagonista a una persona llamada Clarisa Betancourt. Era una chica que sufrió un incendio en su casa, y aunque sobrevivió, perdiendo un dedo en la huida, desarrolló una extraña enfermedad llamada neumoarritmia. Se suponía que el correo era de sus padres, que pedían ayuda a todo aquel que supiera cómo combatir la enfermedad, pues los médicos de Clarisa no tenían idea de cómo hacerlo. Como en todos esos mensajes en cadena, suplicaban para que se reenviara a las máximas personas posibles, y apelaban a la bondad de los que lo leían con frases como que su novio esperaba su recuperación o que estaba cada día más débil, tanto que ya no podía ni coger el transporte público. Personal_Jesus meditó acerca de lo que le habían contado, y se preguntó si sería la misma enfermedad que Little_15 padecía, ya que ella nunca había dicho el nombre. Se preguntó también, por otro lado, si esa petición de ayuda habría llegado a ella en el pasado. Pero como ocurre con todas las pistas que no acaban por encajar del todo,


se qued贸 para siempre con la inc贸gnita rondando en su cabeza.


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